Ex Oblivione-H. P. Lovecraft
Ex Oblivione-H. P. Lovecraft
Ex Oblivione-H. P. Lovecraft
EX OBLIVIONE
H. P. LOVECRAFT
PUBLICADO: 1921
FUENTE: EN.WIKISOURCE.ORG
TRADUCCIÓN: ELEJANDRÍA
Esta edición de Ex Oblivione ha sido traducida al castellano por Elejandría desde su publi-
cación original en inglés en la revista The United Amateur y disponible en
en.wikisource.org.
Cuando los últimos días estaban sobre mí, y las feas nimiedades de la
existencia empezaban a llevarme a la locura como las pequeñas gotas de
agua que los torturadores dejan caer incesantemente sobre un punto del
cuerpo de sus víctimas, amé el irradiante refugio del sueño. En mis sueños
encontraba un poco de la belleza que había buscado vanamente en la vida, y
vagaba por viejos jardines y bosques encantados.
Una vez, cuando el viento era suave y perfumado, oí la llamada del sur, y
navegué interminablemente y lentamente bajo extrañas estrellas.
Una vez, cuando caía la suave lluvia, me deslicé en una barcaza por un
arroyo sin sol bajo la tierra, hasta llegar a otro mundo de crepúsculo púrpu-
ra, pérgolas iridiscentes y rosas imperecederas.
Y una vez caminé por un valle dorado que conducía a arboledas sombrías
y ruinas, y terminaba en una poderosa muralla verde de vides antiguas, y
atravesada por una pequeña puerta de bronce.
Muchas veces atravesé aquel valle, y cada vez me detenía más tiempo en
la espectral penumbra donde los gigantescos árboles se retorcían y retorcían
grotescamente, y el suelo gris se extendía húmedo de tronco a tronco, reve-
lando a veces las piedras manchadas de moho de los templos enterrados. Y
siempre el objetivo de mis fantasías era la poderosa muralla cultivada con
vides y la pequeña puerta de bronce que había en ella.
Al cabo de un tiempo, cuando los días de vigilia se hacían cada vez me-
nos soportables por su grisura y uniformidad, a menudo me dejaba llevar
por una paz opiácea a través del valle y de las arboledas sombrías, y me
preguntaba cómo podría aprovecharlas para mi morada eterna, de modo que
ya no tuviera que arrastrarme a un mundo aburrido, desprovisto de interés y
de nuevos colores. Y cuando miraba la pequeña puerta en la poderosa mura-
lla, sentía que más allá de ella había un país de ensueño del que, una vez
entrado, no habría retorno.
Así que cada noche, mientras dormía, me esforzaba por encontrar el pes-
tillo oculto de la puerta en la antigua muralla cubierta de hiedra, aunque es-
taba muy bien escondido. Y me decía a mí mismo que el reino más allá del
muro no era simplemente más duradero, sino también más hermoso y
radiante.
Entonces, una noche, en la ciudad de los sueños de Zakarion, encontré un
papiro amarillento lleno de los pensamientos de los sabios de los sueños
que habitaban antiguamente en esa ciudad, y que eran demasiado sabios
para haber nacido en el mundo de la vigilia. En él estaban escritas muchas
cosas relacionadas con el mundo de los sueños, y entre ellas se hablaba de
un valle dorado y de un bosquecillo sagrado con templos, y de un alto muro
atravesado por una pequeña puerta de bronce. Cuando vi esta sabiduría,
supe que se refería a las escenas que yo había frecuentado, y por eso leí lar-
gamente en el amarillento papiro.
Algunos de los sabios de los sueños escribieron magníficamente sobre las
maravillas más allá de la puerta infranqueable, pero otros hablaron de ho-
rror y decepción. Yo no sabía qué creer, y sin embargo anhelaba cada vez
más cruzar para siempre hacia la tierra desconocida; porque la duda y el se-
creto son el atractivo de los señuelos, y ningún horror nuevo puede ser más
terrible que la tortura diaria de lo común. Por eso, cuando supe de la droga
que abriría la puerta y me haría pasar, resolví tomarla la próxima vez que
me despertara.
Anoche ingerí la droga y floté soñadoramente en el valle dorado y las ar-
boledas sombrías; y cuando llegué esta vez a la antigua muralla, vi que la
pequeña puerta de bronce estaba entreabierta. Desde más allá llegaba un
resplandor que iluminaba extrañamente los gigantescos árboles retorcidos y
las cimas de los templos enterrados, y yo seguía a la deriva, expectante de
las glorias de la tierra de la que nunca regresaría.
Pero cuando la puerta se ensanchó y la magia de la droga y el sueño me
empujaron a través de ella, supe que todas las vistas y glorias habían llega-
do a su fin, pues en aquel nuevo reino no había ni tierra ni mar, sino sólo el
blanco vacío del espacio despoblado e ilimitado. Así que, más feliz de lo
que jamás me había atrevido a esperar, me disolví de nuevo en esa infinidad
nativa de olvido cristalino de la que el demonio Vida me había llamado por
una breve y desolada hora.
¡GRACIAS POR LEER ESTE LIBRO DE
WWW.ELEJANDRIA.COM!