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SOLEMNIDADES

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Solemnidades

Textos Litúrgicos

Uso particular MSP

1
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Cuando pienso en los dones especiales que Dios nos
ha dado, me siento profundamente mortificado por nuestra
falta de comprensión y respuesta adecuada.
Dios nos ha puesto en las manos la Biblia, tesoro ines-
timable para meditar y evangelizar; nos ha enseñado mé-
todos sencillos y muy eficaces para llevar su mensaje de
amor a toda clase de personas; nos ha proporcionado ense-
ñanzas bíblicas para multiplicar fácilmente los portadores
del Pan de la Palabra, mediante la Lectio Divina Sencilla
y Misionera; así también el don del Rosario Bíblico Medi-
tado, Cursos Bíblicos para una evangelización básica y la
Teología para Laicos.
También las dos fiestas solemnes que el Señor nos ha
inspirado son una manifestación de su infinito amor.
La solemnidad de la Virgen del Magnificat, no es el
recuerdo de una aparición particular, sino la conmemora-
ción de un hecho histórico de su vida con un mensaje pro-
fundo en el que se nos enseña cómo alabar, vivir y enseñar
la Palabra de Dios. Además, esta celebración nos invita a
imitar los pasos de esta primera misionera en la historia de
la salvación.
También la solemnidad de Cristo Misionero es un
privilegio que Dios nos ha regalado de manera especial a
nosotros. De hecho, es sorprendente cómo el «carné» de

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presentación que usaba Cristo ante sus seguidores y perse-
guidores, no haya sido recordado y celebrado. Nosotros nos
damos cuenta de que Él, muy seguido, se presentaba como
el Enviado del Padre. A este respecto, en el Evangelio de
san Juan encontramos esta referencia cuarenta y dos veces.
Celebrar solemnemente a Cristo, como el Misionero
del Padre, es sentirse exhortado a ser misionero como Él.
Todo esto es un caudal de riqueza incalculable para la
salvación de millones de personas. No obstante, por nues-
tra falta de apreciación, no la proporcionamos a los demás.
¿La causa? Principalmente por falta de una oración
más personal, atenta y fervorosa en unión a toda la Iglesia
Universal.
Que las solemnidades propias de los Servidores de la
Palabra nos ayuden a abrir más nuestra mente y corazón a
las inspiraciones divinas.
Los Himnos, los Salmos y las Lecturas, además de
ayudarnos a tomar consciencia de estos privilegios, eleva-
rán nuestro espíritu misionero poniéndonos en sintonía con
el mensaje del Misionero divino.
Es por eso, que hemos preparado estos textos litúrgi-
cos, que usaremos «ad experimentum» para luego presen-
tarlos a la Congregación para el Culto Divino y la Disci-
plina de los Sacramentos, y ser definitivamente aprobados.
Que la Virgen del Magnificat nos ayude a apreciar los
dones que nos da el Misionero divino y a ponerlos en práctica.

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I vísperas

V. Dios mío, ven en mi auxilio.


R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre.
Como era. Aleluya.

HIMNO
Los hombres gemían de dolor
bajo el pie de un nuevo emperador,
hasta que llegó aquel que los unió
con la ley de Roma que les dio.
En esta universal unidad
el Padre a su Hijo envió
para manifestar todo su amor
a la entera humanidad.
El Misionero divino llegó
a esta tierra sedienta de amor
a enseñarnos a todos la felicidad
que tendremos en la eternidad.
El Padre a su Hijo envió;
el Hijo a nosotros llamó
a continuar su divina misión
para la salvación de la humanidad.
Involucrados en el plan de Dios
respondamos con mucha generosidad
aunque nos cueste mucho sufrir
para nuestros hermanos salvar. Amén.

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SALMODIA
Ant. 1. Señor, mis ojos están vueltos a ti, no me dejes
indefenso.
Salmo 145
FELICIDAD DE LOS QUE ESPERAN EN DIOS
Alabemos al Señor mientras vivimos,
es decir, con nuestras obras (Arnobio).

Alaba, alma mía, al Señor:


alabaré al Señor mientras viva,
tañeré para mi Dios mientras exista.
No confiéis en los príncipes,
seres de polvo que no pueden salvar;
exhalan el espíritu y vuelven al polvo,
ese día perecen sus planes.
Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob,
el que espera en el Señor, su Dios,
que hizo el cielo y la tierra,
el mar y cuanto hay en él;
que mantiene su fidelidad perpetuamente,
que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos,
el Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos,
el Señor guarda a los peregrinos;
sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad.

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Ant. Señor, mis ojos están vueltos a ti, no me dejes in-
defenso.

Ant. 2. Líbrame de mis perseguidores, que son más


fuertes que yo.
Salmo 141
ORACIÓN DEL HOMBRE ABANDONADO:
TÚ ERES MI REFUGIO
Todo lo que describe el salmo se realizó
en el Señor durante su pasión (S. Hilario).

A voz en grito clamo al Señor,


a voz en grito suplico al Señor;
desahogo ante él mis afanes,
expongo ante él mi angustia,
mientras me va faltando el aliento.
Pero tú conoces mis senderos,
y que en el camino por donde avanzo
me han escondido una trampa.
Me vuelvo a la derecha y miro:
nadie me hace caso;
no tengo a dónde huir,
nadie mira por mi vida.
A ti grito, Señor;
te digo: «Tú eres mi refugio
y mi heredad en el país de la vida.»
Atiende a mis clamores,
que estoy agotado;
líbrame de mis perseguidores,
que son más fuertes que yo.

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Sácame de la prisión,
y daré gracias a tu nombre:
me rodearán los justos
cuando me devuelvas tu favor.
Ant. Líbrame de mis perseguidores, que son más fuer-
tes que yo.

Ant. 3. El Señor Jesús se rebajó hasta someterse a


una muerte de cruz.
Cántico Flp 2, 6-11
CRISTO, SIERVO DE DIOS, EN SU MISTERIO PASCUAL
Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios,
al contrario, se anonadó a sí mismo,
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Ant. El Señor Jesús se rebajó hasta someterse a una
muerte de cruz.
LECTURA BREVE Rm 11, 33-36
¡Qué abismo de riqueza es la sabiduría y ciencia de Dios!
¡Qué insondables son sus juicios y qué irrastreables sus

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caminos! ¿Quién ha conocido jamás la mente del Señor?
¿Quién ha sido su consejero? ¿Quién le ha dado primero,
para que él le devuelva? Él es origen, camino y término de
todo. A él la gloria por los siglos. Amén.

RESPONSORIO BREVE
V. Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
R. Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
V. Honor y gloria al único Dios.
R. Ensalcémoslo con himnos por los siglos.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Ant. Como me enviaste a mí al mundo, yo los envío a
ellos.

Cántico de la Santísima Virgen María Lc 1, 46-55

ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR


Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,


porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

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Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel su siervo,
acordándose de su misericordia
–como lo había prometido a nuestros padres–
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

PRECES
Glorifiquemos a Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo y supli-
quémosle diciendo:
Escucha a tu pueblo, Señor.
Padre de amor y de misericordia, haz que abunde en
la tierra la justicia y la paz
y que el pueblo cristiano conozca mejor tu Palabra.
Dales, Señor, a todos los misioneros fuerza y fe para
que crezcan en santidad
y que muchos jóvenes sigan generosamente tu
ejemplo.
Bendice con tu paz y providencia a los que ayudan a
los misioneros con su oración y ahorros
y concédeles abundantes bendiciones.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.

12
A nuestros hermanos y bienhechores difuntos, concé-
deles el descanso eterno
y admítelos en tu presencia.
Pidamos al Padre que su reino de paz y amor llegue a
todos los hombres con la oración que Cristo nos enseñó:
Padre nuestro.
La oración conclusiva como en las Laudes.

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos


lleve a la vida eterna.
R. Amén.

invitatorio

V. Señor, abre mis labios.


R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Ant. Venid, adoremos a Cristo, el Misionero divino.

Salmo 99
ALEGRÍA DE LOS QUE ENTRAN EN EL TEMPLO
Los redimidos deben entonar
un canto de victoria (S. Atanasio).

Aclama al Señor, tierra entera,


servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.
Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

13
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:
«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

oficio de lectura

HIMNO
Misionero del Padre
que enviaste a tu Iglesia naciente
a predicar tu Palabra a toda la gente.
Haz que seamos misioneros de tu amor
según tu corazón.
El mundo gime cargado de dolor:
en todas partes hay desesperación
porque no hay quien anuncie tu amor
que Tú nos dices en la revelación.
Suscita, Señor, a quien con ardor
lleve la Palabra de la salvación
a un mundo que se hunde en el temor,
pues sólo hay angustia y destrucción.
Queremos un mundo nuevo y mejor
donde no haya desesperación;
ayúdanos a cambiarlo, Señor.
Dándonos gracia, amor y bendición. Amén.

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SALMODIA
Ant. 1. Dichoso el pueblo que sabe aclamarte, Señor.
Salmo 88, 2-38
HIMNO AL DIOS FIEL A LAS PROMESA HECHA A DAVID
Según lo prometido, Dios sacó de la
descendencia de David un Salvador,
Jesús (Hch 13, 22-23).
I
Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Pues dijiste: «Cimentado está por siempre mi amor,
asentada más que el cielo mi lealtad.»
Sellé una alianza con mi elegido,
jurando a David, mi siervo:
«Te fundaré un linaje perpetuo,
edificaré tu trono para todas las edades.»
El cielo proclama tus maravillas, Señor,
y tu fidelidad, en la asamblea de los ángeles.
¿Quién sobre las nubes se compara a Dios?
¿Quién como el Señor entre los seres divinos?
Dios es temible en el consejo de los ángeles,
es grande y terrible para toda su corte.
Señor de los ejércitos, ¿quién como tú?
El poder y la fidelidad te rodean.
Tú domeñas la soberbia del mar
y amansas la hinchazón del oleaje;
tú traspasaste y destrozaste a Rahab,
tu brazo potente desbarató al enemigo.
Tuyo es el cielo, tuya es la tierra;
tú cimentaste el orbe y cuanto contiene;

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tú has creado el norte y el sur,
el Tabor y el Hermón aclaman tu nombre.
Tienes un brazo poderoso:
fuerte es tu izquierda y alta tu derecha.
Justicia y derecho sostienen tu trono,
misericordia y fidelidad te preceden.
Dichoso el pueblo que sabe aclamarte:
caminará, ¡oh Señor!, a la luz de tu rostro;
tu nombre es su gozo cada día,
tu justicia es su orgullo.
Porque tú eres su honor y su fuerza,
y con tu favor realzas nuestro poder.
Porque el Señor es nuestro escudo,
y el Santo de Israel nuestro rey.
Ant. Dichoso el pueblo que sabe aclamarte, Señor.

Ant. 2. El Hijo de Dios nació según la carne de la estir-


pe de David.
II
Un día hablaste en visión a tus amigos:
«He ceñido la corona a un héroe,
he levantado a un soldado sobre el pueblo.»
Encontré a David, mi siervo,
y lo he ungido con óleo sagrado;
para que mi mano esté siempre con él
y mi brazo lo haga valeroso;
no lo engañará el enemigo
ni los malvados lo humillarán;
ante él desharé a sus adversarios
y heriré a los que lo odian.

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Mi fidelidad y misericordia lo acompañarán,
por mi nombre crecerá su poder:
extenderé su izquierda hasta el mar,
y su derecha hasta el Gran Río.
Él me invocará: «Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora»;
y yo lo nombraré mi primogénito,
excelso entre los reyes de la tierra.
Le mantendré eternamente mi favor,
y mi alianza con él será estable;
le daré una posteridad perpetua
y un trono duradero como el cielo.
Ant. El Hijo de Dios nació según la carne de la estirpe
de David.

Ant. 3. Juré una vez a David, mi siervo: «Tu linaje será


perpetuo».
III
Si sus hijos abandonan mi ley
y no siguen mis mandamientos,
si profanan mis preceptos
y no guardan mis mandatos,
castigaré con la vara sus pecados
y a latigazos sus culpas;
pero no les retiraré mi favor
ni desmentiré mi fidelidad,
no violaré mi alianza
ni cambiaré mis promesas.
Una vez juré por mi santidad
no faltar a mi palabra con David:
«Su linaje será perpetuo,

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y su trono como el sol en mi presencia,
como la luna, que siempre permanece:
su solio será más firme que el cielo.»

Ant. Juré una vez a David, mi siervo: «Tu linaje será


perpetuo».

V. El anuncio de tu Palabra ilumina.


R. Da inteligencia a los pueblos.

PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Isaías 49, 1-6
Óiganme, países del mar, préstenme atención, naciones
lejanas: El Señor me llamó desde antes de que yo naciera;
pronunció mi nombre cuando aún estaba yo en el seno de
mi madre. Convirtió mi lengua en espada afilada, me es-
condió bajo el amparo de su mano, me convirtió en una
flecha aguda y me guardó en su aljaba. Me dijo: «Israel, tú
eres mi siervo, en ti me mostraré glorioso.» Y yo que ha-
bía pensado: «He pasado trabajos en vano, he gastado mis
fuerzas sin objeto, para nada.» En realidad mi causa está
en manos del Señor, mi recompensa está en poder de mi
Dios. He recibido honor delante del Señor mi Dios, pues él
ha sido mi fuerza.
El Señor, que me formó desde el seno de mi madre
para que fuera su siervo, para hacer que Israel, el pueblo
de Jacob, se vuelva y se una a él, dice así: «No basta que
seas mi siervo sólo para restablecer las tribus de Jacob y
hacer volver a los sobrevivientes de Israel; yo haré que
seas la luz de las naciones, para que lleves mi salvación
hasta las partes más lejanas de la tierra.

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Responsorio Is 49, 1b. 6 c
R. El Señor me llamó antes que yo naciera y me envió a
evangelizar para la salvación de los pueblos.
V. Me llamó antes que yo naciera.
R. Para la salvación de los pueblos.

SEGUNDA LECTURA
De la exhortación apostólica del papa Francisco, Evangelii Gau-
dium (24 de noviembre de 2013 n.º 9-10)
LA DULCE Y CONFORTADORA ALEGRÍA DE EVANGELIZAR
El bien siempre tiende a comunicarse. Toda experien-
cia auténtica de verdad y de belleza busca por sí misma
su expansión, y cualquier persona que viva una profunda
liberación adquiere mayor sensibilidad ante las necesi-
dades de los demás. Comunicándolo, el bien se arraiga y
se desarrolla. Por eso, quien quiera vivir con dignidad y
plenitud no tiene otro camino más que reconocer al otro
y buscar su bien. No deberían asombrarnos entonces al-
gunas expresiones de san Pablo: «El amor de Cristo nos
apremia» (2Co 5, 14); «¡Ay de mí si no anunciara el Evan-
gelio!» (1Co 9,16).
La propuesta es vivir en un nivel superior, pero no con
menor intensidad: «La vida se acrecienta dándola y se de-
bilita en el aislamiento y la comodidad. De hecho, los que
más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de
la orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los
demás». Cuando la Iglesia convoca a la tarea evangelizado-
ra, no hace más que indicar a los cristianos el verdadero
dinamismo de la realización personal: «Aquí descubrimos
otra ley profunda de la realidad: que la vida se alcanza
y madura a medida que se la entrega para dar vida a los

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otros. Eso es en definitiva la misión». Por consiguiente, un
evangelizador no debería tener permanentemente cara de
funeral.
Recobremos y acrecentemos el fervor, «la dulce y con-
fortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que
sembrar entre lágrimas […] Y ojalá el mundo actual –que
busca a veces con angustia, a veces con esperanza– pueda
así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores
tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a tra-
vés de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor
de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría
de Cristo».

Responsorio 2Co 5, 14; 1Co 9, 16


R. «El amor de Cristo nos apremia». «¡Ay de mí si no anun-
ciara el Evangelio!» Decía Pablo a los que no conocían el
Evangelio.
V. «¡Ay de mí si no anunciara el Evangelio!»
R. Decía Pablo a los que no conocían el Evangelio.

O bien esta otra:

De la exhortación apostólica del papa Pablo VI, Evangelii Nuntian-


di (8 de diciembre de 1975, n.º 22-24)

NECESIDAD DE UN ANUNCIO EXPLÍCITO

La historia de la Iglesia, a partir del discurso de Pe-


dro en la mañana de Pentecostés, se entremezcla y se
confunde con la historia de este anuncio. En cada nueva
etapa de la historia humana, la Iglesia, impulsada con-
tinuamente por el deseo de evangelizar, no tiene más
que una preocupación: ¿a quién enviar para anunciar

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este misterio? ¿Cómo lograr que resuene y llegue a todos
aquellos que lo deben escuchar? Este anuncio –kerygma,
predicación o catequesis– adquiere un puesto tan impor-
tante en la evangelización que con frecuencia es en rea-
lidad sinónimo. Sin embargo, no pasa de ser un aspecto.
Efectivamente, el anuncio no adquiere toda su di-
mensión más que cuando es escuchado, aceptado, asi-
milado y cuando hace nacer en quien lo ha recibido una
adhesión de corazón. Adhesión a las verdades que en su
misericordia el Señor ha revelado, es cierto. Pero, más
aún, adhesión al programa de vida –vida en realidad ya
transformada– que él propone. En una palabra, adhesión
al reino, es decir, al «mundo nuevo», al nuevo estado de
cosas, a la nueva manera de ser, de vivir juntos, que inau-
gura el Evangelio. Tal adhesión, que no puede quedarse
en algo abstracto y desencarnado, se revela concreta-
mente por medio de una entrada visible, en una comu-
nidad de fieles. Así pues, aquellos cuya vida se ha trans-
formado entran en una comunidad que es en sí misma
signo de la transformación, signo de la novedad de vida:
la Iglesia, sacramento visible de la salvación. Pero a su
vez, la entrada en la comunidad eclesial se expresará a
través de muchos otros signos que prolongan y desplie-
gan el signo de la Iglesia. En el dinamismo de la evange-
lización, aquel que acoge el Evangelio como Palabra que
salva, lo traduce normalmente en estos gestos sacramen-
tales: adhesión a la Iglesia, acogida de los sacramentos
que manifiestan y sostienen esta adhesión, por la gracia
que confieren.
Finalmente, el que ha sido evangelizado evangeliza a
su vez. He ahí la prueba de la verdad, la piedra de toque
de la evangelización: es impensable que un hombre haya
acogido la Palabra y se haya entregado al reino sin con-
vertirse en alguien que a su vez da testimonio y anuncia.

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Al terminar estas consideraciones sobre el sentido
de la evangelización, se debe formular una última obser-
vación que creemos esclarecedora para las reflexiones
siguientes.
La evangelización, hemos dicho, es un paso comple-
jo, con elementos variados: renovación de la humanidad,
testimonio, anuncio explícito, adhesión del corazón, en-
trada en la comunidad, acogida de los signos, iniciativas
de apostolado. Estos elementos pueden parecer contras-
tantes, incluso exclusivos. En realidad son complementa-
rios y mutuamente enriquecedores. Hay que ver siempre
cada uno de ellos integrado con los otros. El mérito del
reciente Sínodo ha sido el habernos invitado constante-
mente a componer estos elementos, más bien que opo-
nerlos entre sí, para tener la plena comprensión de la
actividad evangelizadora de la Iglesia.
Responsorio
R. El anuncio adquiere toda su fuerza, cuando es escuha-
do, aceptado y asimilado.
V. El que ha sido evangelizado, evangeliza a su vez.
R. Cuando el anuncio es escuchado, aceptado y asimilado.

HIMNO FINAL
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

22
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
Santo Espíritu de amor y de consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.
Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día,
como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos y elegidos.
La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.

Salva a tu pueblo, Señor,


y bendice a tu heredad.

23
Sé su pastor,
y guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado.
La oración conclusiva como en las laudes.

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

laudes
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre.
Como era. Aleluya.
HIMNO
Señor, toma mi vida nueva
antes de que la espera
desgaste años en mí;
estoy dispuesto a lo que quieras
no importa lo que sea,
Tú llámame a servir.

24
Llévame donde los hombres
necesiten tus palabras
necesiten mis ganas de vivir,
donde falte la esperanza,
donde todo sea triste,
simplemente por no saber de ti.
Te doy mi corazón sincero,
para gritar sin miedo:
¡lo hermoso que es tu amor!
Señor, tengo alma misionera
condúceme a la tierra
que tenga sed de ti.
Y así en marcha iré cantando
por pueblos predicando
tu grandeza Señor,
tendré mis brazos sin cansancio
tu historia entre mis labios
tu fuerza en la oración.

SALMODIA

Ant. 1. Que todos los hombres gusten de tu diálogo,


Señor.

Salmo 62, 2-9


EL ALMA SEDIENTA DE DIOS
Madruga por Dios todo el que re-
chaza las obras de las tinieblas.

¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,


mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.

25
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Ant. Que todos los hombres gusten de tu diálogo, Señor.

Ant. 2. Que todos los hombres vean en la creación tus


obras de amor.
Cántico Dn 3, 57-88. 56
TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR
Alabad al Señor, sus siervos todos (Ap 19, 5).

Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.

26
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

27
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
No se dice Gloria al Padre.

Ant. Que todos los hombres vean en la creación tus


obras de amor.

Ant. 3. Los que hemos aceptado tu Palabra cantemos


ahora y siempre en tu honor.
Salmo 149
ALEGRÍA DE LOS SANTOS
Los hijos de la Iglesia, nuevo pueblo
de Dios, se alegran en su Rey, Cristo,
el Señor (Hesiquio).

Cantad al Señor un cántico nuevo,


resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:

28
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Ant. Los que hemos aceptado tu Palabra cantemos
ahora y siempre en tu honor.

LECTURA BREVE 1Co 9, 16-18


Porque anunciar el Evangelio no es para mí un motivo
de gloria; es una obligación que tengo, ¡y pobre de mí si no
anunciara el Evangelio! Merecería recompensa si hiciera
esto por propia iniciativa, pero si cumplo con una misión
que otro me ha confiado ¿dónde está mi recompensa? Está
en que, anunciando el Evangelio, lo hago gratuitamente,
no haciendo valer mis derechos por la evangelización.

RESPONSORIO BREVE
V. Enciende, Señor, en nuestro corazón el deseo perma-
nente de anunciar a todos tu Palabra.
R. Enciende, Señor, en nuestro corazón el deseo perma-
nente de anunciar a todos tu Palabra.
V. Tú que viniste a revelarnos el amor del Padre para con
nosotros.
R. Enciende tu amor en nuestro corazón.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Enciende, Señor, en nuestro corazón el deseo perma-
nente de anunciar a todos tu Palabra.

29
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Como me enviaste a mí entre los que son del mun-
do, yo también los envío a ellos.

Cántico de Zacarías Lc 1, 68-79


EL MESÍAS Y SU PRECURSOR

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,


porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,

30
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

PRECES
Ya que hemos sido llamados a participar del mensaje
de Cristo para la salvación de los hombres, pidamos al Pa-
dre que venga su reino, diciendo:
Perdónanos y santifícanos, Señor.
A causa de nuestros pecados, han venido a menos las vo-
caciones sacerdotales, religiosas y misioneras, por eso te
pedimos
que nos perdones y aumentes el número de los
constructores de tu Reino.
Para que los elegidos por tu amor den el testimonio y
el servicio que el mundo necesita,
purifícanos y llenanos de tu amor.
Que todos los misioneros, que sufren el rechazo de los
gobiernos y la violencia de los enemigos del Evangelio,
encuentren en ti la fuerza y la perseverancia en la
manifestación de tu amor.
A los pastores de toda la Iglesia, responsables de la
llegada de tu mensaje a todos los hombres,
capacítalos mediante una vida santa.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Concluyamos nuestra oración diciendo juntos las


palabras de Jesús, nuestro Maestro: Padre nuestro.

31
Oración
Te damos gracias Padre por habernos enviado a tu
Hijo, quien se entregó hasta el sacrificio de la cruz para
demostrarnos tu amor y redimirnos, te pedimos que man-
des a tu Iglesia muchos misioneros que continúen la obra
salvadora de tu Hijo Jesucristo, Él que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de
los siglos. Amén.
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal
y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

hora intermedia
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre.
Como era. Aleluya.
TERCIA
HIMNO
Ven, Espíritu Santo, luz y gozo,
Amor, que en tus incendios nos abrasas:
renueva el alma de este pueblo tuyo
que por mis labios canta tu alabanza.
En sus fatigas diarias, sé descanso;
en su lucha tenaz, vigor y gracia:
haz germinar la caridad del Padre,
que engendra flores y que quema zarzas.
Ven, Amor, que iluminas el camino,
compañero divino de las almas:
ven con tu viento a sacudir al mundo
y a abrir nuevos senderos de esperanza. Amén.

32
SALMODIA
Ant. La mies es mucha, pero los trabajadores son pocos.

Salmo 117
HIMNO DE ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE LA VICTORIA
Jesús es la piedra que desechasteis voso-
tros, los arquitectos, y que se ha conver-
tido en piedra angular (Hch 4, 11).

I
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia.
En el peligro grité al Señor,
y me escuchó, poniéndome a salvo.
El Señor está conmigo: no temo;
¿qué podrá hacerme el hombre?
El Señor está conmigo y me auxilia,
veré la derrota de mis adversarios.
Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que confiar en los magnates.

33
II
Todos los pueblos me rodeaban,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban cerrando el cerco,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban como avispas,
ardiendo como fuego en las zarzas,
en el nombre del Señor los rechacé.
Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos:
«La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa,
la diestra del Señor es poderosa.»
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte.

III
Abridme las puertas del triunfo,
y entraré para dar gracias al Señor.
Ésta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.

34
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios: él nos ilumina.
Ordenad una procesión con ramos
hasta los ángulos del altar.
Tú eres mi Dios, te doy gracias;
Dios mío, yo te ensalzo.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Ant. La mies es mucha, pero los trabajadores son pocos.

LECTURA BREVE Jr 15, 16-17


Cuando yo encontraba tus palabras, yo las devoraba;
tus palabras eran mi delicia y la alegría de mi corazón,
porque he sido consagrado a tu nombre, Señor, Dios to-
dopoderoso. No me he sentado a disfrutar con los que se
divertían; forzado por tu mano me senté solitario, pues tú
me llenaste de indignación.
V. Tu Palabra, Señor, da vida.
R. Tu Palabra es eterna.

35
La oración conclusiva como en las Laudes.

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracia a Dios.

SEXTA
HIMNO
Este mundo del hombre, en que él se afana
tras la felicidad que tanto ansía,
tú lo vistes, Señor, de luz temprana
y de radiante sol al mediodía.
Así el poder de tu presencia encierra
el secreto más hondo de esta vida;
un nuevo cielo y una nueva tierra
colmarán nuestro anhelo sin medida.
Poderoso Señor de nuestra historia,
no tardes en venir gloriosamente;
tu luz resplandeciente y tu victoria
inunden nuestra vida eternamente. Amén.

SALMODIA
Ant. Te hago luz de las naciones, para que anuncies el
Evangelio.
Salmo 122
EL SEÑOR, ESPERANZA DEL PUEBLO
Dos ciegos... se pusieron a gritar: «Señor,
ten compasión de nosotros, Hijo de David»
(Mt 20, 30).

A ti levanto mis ojos,


a ti que habitas en el cielo.

36
Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores,
como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos
en el Señor, Dios nuestro,
esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia,
que estamos saciados de desprecios;
nuestra alma está saciada
del sarcasmo de los satisfechos,
del desprecio de los orgullosos.
Salmo 123
NUESTRO AUXILIO ES EL NOMBRE DEL SEÑOR
El Señor dijo a Pablo: «No temas...,
que yo estoy contigo» (Hch 18, 9-10).
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
–que lo diga Israel–,
si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó
como presa a sus dientes;
hemos salvado la vida como un pájaro
de la trampa del cazador:
la trampa se rompió y escapamos.

37
Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

Salmo 124
EL SEÑOR VELA POR SU PUEBLO
La paz de Dios sobre Israel (Ga 6, 16).

Los que confían en el Señor son como el monte Sión:


no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas,
y el Señor rodea a su pueblo
ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados
sobre el lote de los justos,
no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos,
a los sinceros de corazón;
y a los que se desvían por sendas tortuosas,
que los rechace el Señor con los malhechores.
¡Paz a Israel!

Ant. Te hago luz de las naciones, para que anuncies el


Evangelio.

LECTURA BREVE Is 49, 6


«No basta que seas mi siervo sólo para restablecer
las tribus de Jacob y hacer volver a los sobrevivientes de
Israel; yo haré que seas la luz de las naciones, para que
lleves mi salvación hasta las partes más lejanas de la tie-
rra».

38
V. Yo haré que seas la luz de las naciones.
R. Para que lleves mi salvación hasta las partes más leja-
nas de la tierra.

La oración conclusiva como en las Laudes.

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracia a Dios.

NONA
HIMNO
Fundamento de todo lo que existe,
de tu pueblo elegido eterna roca,
de los tiempos Señor, que prometiste
dar tu vigor al que con fe te invoca.

Mira al hombre que es fiel y no te olvida,


tu Espíritu, tu paz háganlo fuerte
para amarte y servirte en esta vida
y gozarte después de santa muerte.
Jesús, Hijo del Padre, ven aprisa
en este atardecer que se avecina,
serena claridad y dulce brisa
será tu amor que todo lo domina. Amén.

SALMODIA
Ant. Como el Padre me envió, así yo los envío a ustedes.

39
Salmo 125
DIOS, ALEGRÍA Y ESPERANZA NUESTRA
Como participáis en el sufrimiento, también
participáis en el consuelo (2Co 1, 7).

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,


nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.

Que el Señor cambie nuestra suerte


como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelven cantando,
trayendo sus gavillas.

Salmo 126
EL ESFUERZO HUMANO ES INÚTIL SIN DIOS
Sois edificación de Dios (1Co 3, 9).

Si el Señor no construye la casa


en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.

40
Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
los que coméis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos;
una recompensa es el fruto de las entrañas:
son saetas en mano de un guerrero
los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena
con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuanto litigue
con su adversario en la plaza.

Salmo 127
PAZ DOMÉSTICA EN EL HOGAR DEL JUSTO
«Que el Señor te bendiga desde Sión»,
es decir, desde su Iglesia (Arnobio).
¡Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien;
tu mujer, como una vid fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa:
ésta es la bendición del hombre
que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida;

41
que veas a los hijos de tus hijos
¡Paz a Israel!
Ant. Como el Padre me envió, así yo los envío a ustedes.

LECTURA BREVE 1Tm 2, 3-7


Esto es bueno y grato a los ojos de Dios, nuestro Sal-
vador, que quiere que todos los hombres se salven y lle-
guen al conocimiento de la verdad. Porque Dios es úni-
co, como único es también el mediador entre Dios y los
hombres: un hombre, Jesucristo, que se entregó a sí mis-
mo para redimir a todos. Este es el testimonio dado a su
debido tiempo, del cual he sido yo constituido mensajero
y apóstol –digo la verdad, no miento– y maestro de las
naciones en la fe y en la verdad.
V. Que todos los hombres conozcan tu Palabra.
R. Y alcancen la salvación.
La oración conclusiva como en las Laudes.

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

II vísperas
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre.
Como era. Aleluya.
El himno como en las I vísperas.

SALMODIA
Ant. 1. Dios quiere que todos los hombres se salven y
lleguen a conocer la verdad.

42
Salmo 18, 7-15

HIMNO A DIOS, AUTOR DE LA LEY


Sed perfectos como vuestro Padre
celestial es perfecto (Mt 5, 48).

La ley del Señor es perfecta


y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante;

los mandatos del Señor son rectos


y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos;

la voluntad del Señor es pura


y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos;

más preciosos que el oro,


más que el oro fino;
más dulces que la miel
de un panal que destila.

Aunque tu siervo vigila


para guardarlos con cuidado,
¿quién conoce sus faltas?
Absuélveme de lo que se me oculta.

Preserva a tu siervo de la arrogancia,


para que no me domine:
así quedaré libre e inocente
del gran pecado.

43
Que te agraden las palabras de mi boca,
y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón,
Señor, roca mía, redentor mío.

Ant. Dios quiere que todos los hombres se salven y lle-


guen a conocer la verdad.

Ant. 2. Padre, te pido que todos ellos estén unidos,


como tú en mí y yo en ti.

Salmo 115
ACCIÓN DE GRACIAS EN EL TEMPLO
Por medio de Jesús ofrezcamos
continuamente a Dios un sacrifi-
cio de alabanza (Hb 13, 15).
Tenía fe, aun cuando dije:
«¡Qué desgraciado soy!»
Yo decía en mi apuro:
«Los hombres son unos mentirosos.»
¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo.
Vale mucho a los ojos del Señor
la vida de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
siervo tuyo, hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.

44
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo,
en el atrio de la casa del Señor,
en medio de ti, Jerusalén.

Ant. Padre, te pido que todos ellos estén unidos, como


tú en mí y yo en ti.

Ant. 3. Que todos los misioneros enviados por el Mi-


sionero divino avancen en el camino de la santidad.

Cántico Flp 2, 6-11


CRISTO, SIERVO DE DIOS, EN SU MISTERIO PASCUAL

Cristo, a pesar de su condición divina,


no hizo alarde de su categoría de Dios,
al contrario, se anonadó a sí mismo,
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte
y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo


y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Ant. Que todos los misioneros enviados por el Misio-


nero divino avancen en el camino de la santidad.

45
LECTURA BREVE Rm 10, 13-15
Pues todo el que invoque el nombre del Señor se sal-
vará. Pero ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creí-
do? ¿Cómo creerán en aquel a quien no han oído? ¿Cómo
oirán sin que se les predique? Y ¿cómo predicarán si no
son enviados? Como dice la Escritura: ¡Cuán hermosos los
pies de los que anuncian el bien!

RESPONSORIO BREVE
V. ¿Y cómo van a oír el mensaje, si no hay quién lo anuncie?
R. Anunciar el Evangelio es una necesidad, para el que lo
anuncia y para el que lo escucha.
V. Señor, envía muchos misioneros al mundo a predicar.

R. Tu Evangelio
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. ¿Y cómo van a oír el mensaje, si no hay quién lo anuncie?

CÁNTICO EVANGÉLICO
Vayan por todo el mundo y proclamen el Evangelio a
todas las creaturas.
Cántico de la Santísima Virgen María Lc 1, 46-55
ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:

46
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel su siervo,
acordándose de su misericordia
–como lo había prometido a nuestros padres–
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Las preces como en las I vísperas.

La oración conclusiva como en las laudes.

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos


lleve a la vida eterna.
R. Amén.

47
Blanco / Solemnidad

ANTÍFONA DE ENTRADA Hb 10, 5- 7


Sacrificio y oblaciones no quisiste;
pero me has formado un cuerpo.
Entonces dije: ¡He aquí que vengo, oh Dios,
a hacer tu voluntad!

Se dice Gloria.

ORACIÓN COLECTA
Dios Padre todopoderoso, que has enviado a tu
Hijo a los hombres para revelarnos tu infinito
amor y enseñarnos el camino de la salvación, te
pedimos que mandes a muchos misioneros, sa-
cerdotes, religiosos y laicos, para que con su predi-
cación y testimonio continúen la obra del Misione-
ro divino, tu Hijo Jesucristo nuestro Señor, que vive
y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es
Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
LITURGIA DE LA PALABRA
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del profeta Jeremías 1, 5-10

48
Antes de darte la vida, ya te había yo escogido; antes
de que nacieras, ya te había yo apartado; te había destina-
do a ser profeta de las naciones.
Yo contesté: «¡Ay, Señor! ¡Yo soy muy joven y no sé ha-
blar!».
Pero el Señor me dijo: «No digas que eres muy joven.
Tú irás a donde yo te mande, y dirás lo que yo te orde-
ne. No tengas miedo de nadie, pues yo estaré contigo para
protegerte. Yo, el Señor, doy mi palabra».
Entonces el Señor extendió la mano, me tocó los labios
y me dijo: «Yo pongo mis palabras en tus labios. Hoy te doy
plena autoridad sobre reinos y naciones, para arrancar y
derribar, para destruir y demoler, y también para cons-
truir y plantar».
Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 29, 3-9

R. La voz del Señor sacude a los hombres.


La voz del Señor resuena sobre el mar;
el Dios glorioso hace tronar:
¡el Señor está sobre el mar inmenso! R.
La voz del Señor resuena con fuerza;
la voz del Señor resuena imponente;
la voz del Señor desgaja los cedros.
¡El Señor desgaja los cedros del Líbano! R.
Hace temblar los montes Líbano y Sarión;
¡los hace saltar como toros y becerros!
La voz del Señor lanza llamas de fuego;
la voz del Señor hace temblar al desierto;
¡el Señor hace temblar al desierto de Cadés! R.

49
La voz del Señor sacude las encinas
y deja sin árboles los bosques.
En su templo, todos le rinden honor. R.

SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los romanos 10, 14-17
Pero ¿cómo van a invocarlo, si no han creído en él?
¿Y cómo van a creer en él, si no han oído hablar de él? ¿Y
cómo van a oír, si no hay quien les anuncie el mensaje? ¿Y
cómo van a anunciar el mensaje, si no son enviados? Como
dice la Escritura: «¡Qué hermosa es la llegada de los que
traen buenas noticias!»
Pero no todos han aceptado el Evangelio. Es como dice
Isaías: «Señor, ¿quién ha creído al oír el mensaje?». Así pues,
la fe nace al oír el mensaje, y el mensaje viene de la palabra
de Cristo.
Palabra de Dios.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO


Cf. Jn 17, 18
R. Aleluya, aleluya.
Como Tú me has enviado al mundo,
Yo también los envío al mundo, dice el Señor.
R. Aleluya.

EVANGELIO
Como me envió el Padre, yo los envío a ustedes.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 17, 18-23
†Como me enviaste a mí entre los que son del mundo,
también yo los envío a ellos entre los que son del mundo.

50
Y por causa de ellos me consagro a mí mismo, para que
también ellos sean consagrados por medio de la verdad.
«No te ruego solamente por estos, sino también por los
que han de creer en mí al oír el mensaje de ellos. Te pido
que todos ellos estén unidos; que como tú, Padre, estás en
mí yo en ti, también ellos estén en nosotros, para que el
mundo crea que tú me enviaste. Les he dado la misma glo-
ria que tú me diste, para que sean una sola cosa, así como
tú y yo somos una sola cosa: yo en ellos y tú en mí, para
que lleguen a ser perfectamente uno, y que así el mundo
pueda darse cuenta de que tú me enviaste, y que los amas
como me amas a mí».
Palabra del Señor.

ORACION POR LAS OFRENDAS


Acepta, Padre Santo, los dones que la fe de tu pue-
blo ha puesto sobre este altar y transfórmalos en
tu Hijo, que se ofrece a ti para la salvación de los
hombres y para alimentar nuestra esperanza en
el triunfo de tu Reino. Por Jesucristo, nuestro Se-
ñor. Amén.

PREFACIO

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y


salvación darte gracias, porque has querido mandar a tu
Hijo al mundo, para revelarnos tu amor y enseñarnos el
camino que llega a ti. Tu amor para con nosotros perdura
por los siglos al querer continuar la misión de tu Hijo, en-
viando en su nombre, y con la fuerza de su Espíritu, a los
que Él ha escogido para enseñar el mensaje de amor.
Hoy nos unimos a todos los misioneros, esparcidos
en el mundo entero, para alabarte con la fuerza de su fe y

51
suplicarte que aumenten en número y santidad. Unidos a
ellos y a todos los que trabajan para la llegada de tu Reino
en el corazón de los hombres, te cantamos con los ángeles
y santos el himno de tu gloria.

ANTIFONA DE LA COMUNIÓN Jn 17, 18-19

El Hijo del hombre no ha venido a ser servido,


sino a servir y a dar su vida como rescate por mu-
chos.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Señor, tú que nos has permitido participar en esta


Eucaristía, que tu Hijo ofreció por la salvación de
los hombres, haz que, alimentados siempre con
este sacramento, crezcamos en nuestra vocación
profética, manifestando al mundo tu amor. Por Je-
sucristo, nuestro Señor. Amén.

52
53
54
55
56
I vísperas
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre.
Como era. Aleluya.
HIMNO
Virgen del Magnificat,
Señora y madre nuestra,
¡ven con tus servidores
a evangelizar! a este mundo
que gime en tiniebla y maldad.
La Palabra divina
en ti tomó carne mortal,
y tú la llevaste a tu prima
en los cerros de Judá.
Exultó de alegría
tu prima santa Isabel
y el niño que en ella vivía
saltó de gozo también.
Anunciaste valiente
que al soberbio rebajó,
y el Señor a los humildes
con su amor elevó.
Tú también proclamaste
que a los ricos arruinó,
que el Señor a los pobres
de todo bien repletó.

57
SALMODIA

Ant. 1. De la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea


el nombre del Señor.

Salmo 112
ALABADO SEA EL NOMBRE DEL SEÑOR
Derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes (Lc 1, 52).

Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre:
de la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.

El Señor se eleva sobre todos los pueblos,


su gloria sobre los cielos.
¿Quién como el Señor Dios nuestro,
que se eleva en su trono
y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra?

Levanta del polvo al desvalido,


alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo;
a la estéril le da un puesto en su casa,
como madre feliz de hijos.

Ant. De la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el


nombre del Señor.
Ant. 2. Glorifiquen todos al Señor: Pues Él envía su
mensaje a la tierra.

58
Salmo 147
RESTAURACIÓN DE JERUSALÉN
Ven y te mostraré la desposada,
la esposa del Cordero (Ap 21, 9).

Glorifica al Señor, Jerusalén;


alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;
ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz;
manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza;
hace caer el hielo como migajas
y con el frío congela las aguas;
envía una orden, y se derriten;
sopla su aliento, y corren.
Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.
Ant. Glorifiquen todos al Señor: Pues Él envía su men-
saje a la tierra.
Ant. 3. Anuncien todos los pueblos las maravillas del
Señor.
Cántico Ef 1, 3-10
EL PLAN DIVINO DE LA SALVACIÓN
Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,

59
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos consagrados
e irreprochables ante él por el amor.
Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.
Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza,
las del cielo y las de la tierra.

Ant. Anuncien todos los pueblos las maravillas del


Señor.

LECTURA BREVE Jdt 15, 9b-10b


«Tú eres la exaltación de Jerusalén, tú el gran orgullo de
Israel, tú la suprema gloria de nuestra raza. Al hacer todo
esto por tu mano has procurado la dicha de Israel, y Dios

60
se ha complacido en lo que has hecho. Bendita seas del
Señor Omnipotente por siglos infinitos.»

RESPONSORIO BREVE
V. Dios se ha complacido en todo lo que has hecho.
R. Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo.
V. Tú el gran orgullo de nuestro pueblo.
R. En todo lo que has hecho.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Dios se ha complacido en todo lo que has hecho.

CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Me felicitarán todas las generaciones, porque
Dios ha mirado la humillación de su esclava.

Cántico de la Santísima Virgen María Lc 1, 46-55


ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,


porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación y en generación.

Él hace proezas con su brazo:


dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos

61
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel su siervo,
acordándose de su misericordia
–como lo había prometido a nuestros padres–
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

PRECES
Proclamemos las grandezas de Dios Padre todopo-
deroso, que quiso que todas las generaciones felicitaran a
María, la madre de su Hijo, y supliquémosle diciendo:
Que la llena de gracia interceda por nosotros.
Tú que nos diste a María por madre, concede por su
mediación salud a los enfermos, consuelo a los tristes,
perdón a los pecadores
y a todos, abundancia de salud y de paz.
Haz, Señor, que tu Iglesia tenga un solo corazón y una
sola alma por el amor,
y que todos los fieles perseveren unánimes en la
oración con María, la madre de Jesús.
Tú que hiciste de María la madre de misericordia,
haz que los que viven en peligro o están tentados
sientan su protección maternal.
Tú que encomendaste a María la misión de madre de
familia en el hogar de Jesús y de José,

62
haz que por su intercesión todas las madres fo-
menten en sus hogares el amor y la santidad.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Tú que coronaste a María como reina del cielo,


haz que los difuntos puedan alcanzar con todos
los santos la felicidad del tu reino.

Confiando en el Señor, que hizo obras grandes en


María, pidamos al Padre que colme también de bienes al
mundo hambriento: Padre nuestro.

Oración
Dios todopoderoso y eterno, Tú que, cuando María
llevaba en su seno a tu Hijo, le inspiraste que visitara a
su prima santa Isabel, haz que nosotros seamos siempre
dóciles a las inspiraciones de tu Espíritu, para que, con
María, podamos proclamar eternamente tu grandeza. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos


lleve a la vida eterna.
R. Amén.

Invitatorio

V. Señor, abre mis labios.


R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Ant. Aclamemos al Señor, en esta solemnidad de la


Virgen del Magnificat.

63
Salmo 99
ALEGRÍA DE LOS QUE ENTRAN EN EL TEMPLO
Los redimidos deben entonar
un canto de victoria (S. Atanasio).

Aclama al Señor, tierra entera,


servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.
Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:
«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

oficio de lectura
HIMNO
Cual alba radiante
nos anuncias al Sol naciente,
Cristo, tu Hijo amado
y nuestro Redentor adorado.
Virgen madre, eres un encanto
que vives del Magnificat el canto,

64
siguiendo el impulso de ir
a tu prima Isabel a servir.
A la Divina Palabra obediente
caminas con ánimo valiente
hacia la favorecida de Dios,
la madre del profeta del Señor.
Llena del Espíritu del Señor
Isabel gritó con gran amor:
dichosa tú por haber obedecido
al que es tu Amor infinito.
Alabanza y predicación
brotaron de tu corazón:
enseñándonos como alabar
y el Evangelio anunciar. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Proclamad conmigo la grandeza del Señor.
Salmo 23
ENTRADA SOLEMNE DE DIOS EN SU TEMPLO
Las puertas del cielo se abren ante Cristo
que como hombre sube al cielo (S. Ireneo).
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.
¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos

65
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

¡Portones!, alzad los dinteles,


levantaos, puertas antiguas:
va a entrar el Rey de la gloria.
¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.
¡Portones!, alzad los dinteles,
levantaos, puertas antiguas:
va a entrar el Rey de la gloria.
¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.
Ant. Proclamad conmigo la grandeza del Señor.

Ant. 2. Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos.


Salmo 45
DIOS, REFUGIO Y FORTALEZA DE SU PUEBLO
Le podrán por nombre Emmanuel, que
significa «Dios-con-nosotros» (Mt 1, 23).

Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza,


poderoso defensor en el peligro.
Por eso no tememos aunque tiemble la tierra
y los montes se desplomen en el mar.

66
Que hiervan y bramen sus olas,
que sacudan a los montes con su furia:

El Señor de los ejércitos está con nosotros,


nuestro alcázar es el Dios de Jacob.

El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios,


el Altísimo consagra su morada.

Teniendo a Dios en medio, no vacila;


Dios la socorre al despuntar la aurora.

Los pueblos se amotinan, los reyes se rebelan;


pero él lanza su trueno y se tambalea la tierra.

El Señor de los ejércitos está con nosotros,


nuestro alcázar es el Dios de Jacob.

Venid a ver las obras del Señor,


las maravillas que hace en la tierra:

Pone fin a la guerra hasta el extremo del orbe,


rompe los arcos, quiebra las lanzas,
prende fuego a los escudos.

«Rendíos, reconoced que yo soy Dios:


más alto que los pueblos, más alto que la tierra.»

El Señor de los ejércitos está con nosotros,


nuestro alcázar es el Dios de Jacob.

Ant. Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos.

Ant. 3. ¡Oh Dios, que todos los pueblos te alaben!

67
Salmo 86
HIMNO A JERUSALÉN, MADRE DE TODOS LOS PUEBLOS
La Jerusalén de arriba es libre;
ésa es nuestra madre (Ga 4, 26).

Él la ha cimentado sobre el monte santo;


y el Señor prefiere las puertas de Sión
a todas las moradas de Jacob.
¡Qué pregón tan glorioso para ti,
ciudad de Dios!
«Contaré a Egipto y a Babilonia
entre mis fieles;
filisteos, tirios y etíopes
han nacido allí.»
Se dirá de Sión: «Uno por uno
todos han nacido en ella;
el Altísimo en persona la ha fundado.»
El Señor escribirá en el registro de los pueblos:
«Éste ha nacido allí.»
Y cantarán mientras danzan:
«Todas mis fuentes están en ti.»
Ant. ¡Oh Dios, que todos los pueblos te alaben!
V. María conservaba todas estas cosas.
R. Meditándolas en su corazón.

PRIMERA LECTURA
Del primer libro de Samuel 2, 1-11
Entonces Ana dijo esta oración: «Mi corazón se rego-
cija por el Señor, mi poder se exalta por Dios; mi boca se
ríe de mis enemigos, porque gozo con tu salvación. No hay

68
santo como el Señor, no hay roca como nuestro Dios. No
multipliquéis discursos altivos, no echéis por la boca arro-
gancias, porque el Señor es un Dios que sabe; Él es quien
pesa las acciones. Se rompen los arcos de los valientes,
mientras los cobardes se ciñen de valor; los hartos se con-
tratan por el pan, mientras los hambrientos no tienen ya
que trabajar; la mujer estéril da a luz siete hijos, mientras
la madre de muchos se marchita.
El Señor da la muerte y la vida, hunde en el abismo y
levanta; da la pobreza y la riqueza, humilla y enaltece. Él
levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre,
para hacer que se siente entre príncipes y que herede un
trono de gloria; pues del Señor son los pilares de la tierra,
y sobre ellos afianzó el orbe.
Él guarda los pasos de sus amigos, mientras los mal-
vados perecen en las tinieblas, porque el hombre no triun-
fa por su fuerza. El Señor desbarata a sus contrarios, el
Altísimo truena desde el cielo, el Señor juzga hasta el con-
fín de la tierra. Él da fuerza a su Rey, exalta el poder de su
Ungido.»
Partió Elcaná para Ramá, y el niño se quedó para ser-
vir al Señor a las órdenes del sacerdote Elí.

Responsorio cf. 1S 2, 1-3

R. Mi corazón se regocija por el Señor, mi poder se exalta


por Dios; mi boca se ríe de mis enemigos, porque gozo
con tu salvación.
V. No hay santo como el Señor, no hay roca como nuestro
Dios.
R. Mi poder se exalta por Dios; mi boca se ríe de mis ene-
migos, porque gozo con tu salvación.

69
SEGUNDA LECTURA
De las Homilías de san Beda el Venerable, presbítero
(Libro 1, 4: CCL 122, 25-26. 30)
MARÍA PROCLAMA LA GRANDEZA DEL SEÑOR
POR LAS OBRAS QUE HA HECHO EN ELLA
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi
espíritu en Dios mi salvador. Con estas palabras, María re-
conoce en primer lugar los dones singulares que le han
sido concedidos, pero alude también a los beneficios co-
munes con que Dios no deja nunca de favorecer al género
humano.
Proclama la grandeza del Señor el alma de aquel que
consagra todos sus afectos interiores a la alabanza y al
servicio de Dios y, con la observancia de los preceptos di-
vinos, demuestra que nunca echa en olvido las proezas de
la majestad de Dios.
Se alegra en Dios su salvador el espíritu de aquel cuyo
deleite consiste únicamente en el recuerdo de su creador,
de quien espera la salvación eterna.
Estas palabras, aunque son aplicables a todos los san-
tos, hallan su lugar más adecuado en los labios de la Ma-
dre de Dios, ya que ella, por un privilegio único, ardía en
amor espiritual hacia aquel que llevaba corporalmente en
su seno.
Ella con razón pudo alegrarse, más que cualquier otro
santo, en Jesús, su salvador, ya que sabía que aquel mismo
al que reconocía como eterno autor de la salvación había
de nacer de su carne, engendrado en el tiempo, y había
de ser, en una misma y única persona, su verdadero hijo
y Señor.
Porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su
nombre es santo. No se atribuye nada a sus méritos, sino

70
que toda su grandeza la refiere a la libre donación de
aquel que es por esencia poderoso y grande, y que tiene
por norma levantar a sus fieles de su pequeñez y debilidad
para hacerlos grandes y fuertes.
Muy acertadamente añade: Su nombre es santo, para
que los que entonces la oían y todos aquellos a los que
habían de llegar sus palabras comprendieran que la fe y
el recurso a este nombre había de procurarles, también a
ellos, una participación en la santidad eterna y en la verda-
dera salvación, conforme al oráculo profético que afirma:
Todo el que invoque el nombre del Señor se salvará, ya que
este nombre se identifica con aquel del que antes ha dicho:
Se alegra mi espíritu en Dios mi salvador.
Por esto se introdujo en la Iglesia la hermosa y saluda-
ble costumbre de cantar diariamente este cántico de María
en la salmodia de la alabanza vespertina, ya que así el re-
cuerdo frecuente de la encarnación del Señor enardece
la devoción de los fieles y la meditación repetida de los
ejemplos de la Madre de Dios los corrobora en la solidez
de la virtud. Y ello precisamente en la hora de Vísperas,
para que nuestra mente, fatigada y tensa por el trabajo y
las múltiples preocupaciones del día, al llegar el tiempo
del reposo, vuelva a encontrar el recogimiento y la paz
del espíritu.
Responsorio Lc 1, 45. 46; Sal 65, 16
R. «Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho
el Señor se cumplirá.» Y dijo María: * «Proclama mi -
alma la grandeza del Señor.»

V. Venid a escuchar, os contaré lo que Dios ha hecho con-


migo.

R. Proclama mi alma la grandeza del Señor.

71
HIMNO FINAL
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
Santo Espíritu de amor y de consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.
Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.

72
Tú vendrás algún día,
como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos y elegidos.
La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.

Salva a tu pueblo, Señor,


y bendice a tu heredad.
Sé su pastor,
y guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado.
La oración conclusiva como en las laudes.

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

73
laudes
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre.
Como era. Aleluya.

HIMNO
De Nazaret salió María,
presurosa para servir
a su prima, que vivía
esperando el regalo del Señor.
María subió a la montaña,
y en ella subió el Señor;
supo Isabel el misterio,
y Juan exultó a su voz.
El lucero aún no nacía
ni había aparecido el Sol;
no hablaba aún la Palabra
y el Pregonero exultó.
Los vecinos, asombrados
y mudos de admiración,
vieron llegar por María
la Buena Nueva de Dios.
A servir se puso María,
que para eso llevaba al Señor
actuando siempre con alegría
por hacerlo todo con amor. Amén.

SALMODIA
Ant. 1. Se levantó María y se fue con prontitud a la
región montañosa, a una ciudad de Judá.

74
Salmo 62, 2-9
EL ALMA SEDIENTA DE DIOS
Madruga por Dios todo el que
rechaza las obras de las tinieblas.
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Ant. Se levantó María y se fue con prontitud a la re-
gión montañosa, a una ciudad de Judá.
Ant. 2. Así que Isabel oyó el saludo de María, su criatura
saltó de gozo en su seno y ella quedó llena del Espíritu Santo.
Cántico Dn 3, 57-88. 56
TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

75
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

76
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
No se dice Gloria al Padre.

Ant. Así que Isabel oyó el saludo de María, su criatura


saltó de gozo en su seno y ella quedó llena del Espíritu
Santo.
Ant. 3. Dichosa tú, María, que has creído, porque lo que
te ha dicho el Señor se cumplirá.
Salmo 149
ALEGRÍA DE LOS SANTOS
Los hijos de la Iglesia, nuevo pueblo de Dios
se alegra en su Rey, Cristo, el Señor (Hesiquio).
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;

77
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Ant. Dichosa tú, María, que has creído, porque lo que
te ha dicho el Señor se cumplirá.

LECTURA BREVE Jl 2, 27-28a


Sabréis que estoy en medio de Israel, yo, el Señor Dios
vuestro, el Único. ¡Mi pueblo no será confundido jamás!
Después de eso, derramaré mi Espíritu sobre toda carne:
profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas.

RESPONSORIO BREVE
V. El Señor la eligió y la predestinó.
R. El Señor la eligió y la predestinó.
V. La hizo morar en su templo santo.
R. Y la predestinó.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor la eligió y la predestinó.

78
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Así que Isabel oyó el saludo de María, en alta voz
exclamó: «¿Cómo he merecido yo que la madre de mi Se-
ñor venga a mi casa?»

Cántico de Zacarías Lc 1, 68-79


EL MESÍAS Y SU PRECURSOR
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla

79
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

PRECES
Elevemos nuestras súplicas al Salvador, que quiso na-
cer de María Virgen, y digámosle:
Que tu santa Madre, Señor, interceda por nosotros.
Sol de justicia, a quien María Virgen precedía cual au-
rora luciente,
haz que vivamos siempre iluminados por la clari-
dad de tu presencia.
Palabra eterna del Padre, que enseñaste a María a es-
coger la parte mejor,
ayúdanos a imitarla y a buscar el alimento que
perdura hasta la vida eterna.
Salvador del mundo, tú que con la eficacia de tu re-
dención preservaste a tu Madre de toda mancha de
pecado,
líbranos también a nosotros de toda culpa.
Redentor nuestro, tú que hiciste de la inmaculada Vir-
gen María tabernáculo purísimo de tu presencia y sa-
grario del Espíritu Santo,
haz también de nosotros templos de tu Espíritu.
Tú que impulsaste a tu Madre como «Misionera de la
Palabra»

80
a ir lejos a auxiliar a tu parienta, infúndenos coraje
apostólico.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Según el mandato del Señor, digamos confiadamen-


te: Padre nuestro.

Oración
Dios todopoderoso y eterno, Tú que, cuando María
llevaba en su seno a tu Hijo, le inspiraste que visitara a
su prima santa Isabel, haz que nosotros seamos siempre
dóciles a las inspiraciones de tu Espíritu, para que, con
María, podamos proclamar eternamente tu grandeza. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos


lleve a la vida eterna.
R. Amén.

hora intermedia
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre.
Como era. Aleluya.

TERCIA
HIMNO
Ven, Espíritu Santo, luz y gozo,
Amor, que en tus incendios nos abrasas:
renueva el alma de este pueblo tuyo
que por mis labios canta tu alabanza.

81
En sus fatigas diarias, sé descanso;
en su lucha tenaz, vigor y gracia:
haz germinar la caridad del Padre,
que engendra flores y que quema zarzas.

Ven, Amor, que iluminas el camino,


compañero divino de las almas:
ven con tu viento a sacudir al mundo
y a abrir nuevos senderos de esperanza. Amén.

SALMODIA
Ant. Todos se dedicaban a la oración en común, con
María la madre de Jesús.
Salmo 119
DESEO DE LA PAZ
Estad firmes en la tribulación, sed
asiduos en la oración (Rm 12, 12).

En mi aflicción llamé al Señor,


y él me respondió.
Líbrame, Señor, de los labios mentirosos,
de la lengua traidora.
¿Qué te va a dar o a mandar Dios,
lengua traidora?
Flechas de arquero, afiladas
con ascuas de retama.
¡Ay de mí, desterrado en Masac,
acampado en Cadar!
Demasiado llevo viviendo
con los que odian la paz;
cuando yo digo: «Paz»,
ellos dicen: «Guerra».

82
Salmo 120
EL GUARDIÁN DEL PUEBLO
No tendrán hambre ni sed; no les moles-
tará el sol ni calor alguno (Ap 7, 16).

Levanto mis ojos a los montes:


¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel.
El Señor te guarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.
El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.

Salmo 121
LA CIUDAD SANTA DE JERUSALÉN
Os habéis acercado al monte de Sión,
ciudad del Dios vivo, Jerusalén del
cielo (Hb 12, 22).
¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.

83
Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,
según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia
en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios.»
Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo.»
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.

Ant. Todos se dedicaban a la oración en común, con


María la madre de Jesús.

LECTURA BREVE So 3, 14. 15b


Regocíjate, hija de Sión; grita de júbilo, Israel; alégrate
y gózate de todo corazón, hija de Jerusalén. El Señor será
rey de Israel, en medio de ti.
V. Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios.
R. Y la cumplen.
La oración conclusiva como en las Laudes.

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracia a Dios.

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SEXTA

HIMNO
Este mundo del hombre, en que él se afana
tras la felicidad que tanto ansía,
tú lo vistes, Señor, de luz temprana
y de radiante sol al mediodía.
Así el poder de tu presencia encierra
el secreto más hondo de esta vida;
un nuevo cielo y una nueva tierra
colmarán nuestro anhelo sin medida.
Poderoso Señor de nuestra historia,
no tardes en venir gloriosamente;
tu luz resplandeciente y tu victoria
inunden nuestra vida eternamente. Amén.

SALMODIA
Ant. Dijo la madre de Jesús: «Haced todo lo que Él diga».

Salmo 122
EL SEÑOR, ESPERANZA DEL PUEBLO
Dos ciegos... se pusieron a gritar: «Señor,
ten compasión de nosotros, Hijo de David»
(Mt 20, 30).
A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores,
como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos

85
en el Señor, Dios nuestro,
esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia,
que estamos saciados de desprecios;
nuestra alma está saciada
del sarcasmo de los satisfechos,
del desprecio de los orgullosos.

Salmo 123
NUESTRO AUXILIO ES EL NOMBRE DEL SEÑOR
El Señor dijo a Pablo: «No temas...,
que yo estoy contigo» (Hch 18, 9-10).

Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte


–que lo diga Israel–,
si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes.

Bendito el Señor, que no nos entregó


como presa a sus dientes;
hemos salvado la vida como un pájaro
de la trampa del cazador:
la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

86
Salmo 124
EL SEÑOR VELA POR SU PUEBLO
La paz de Dios sobre Israel (Ga 6, 16).

Los que confían en el Señor son como el monte Sión:


no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas,
y el Señor rodea a su pueblo
ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados
sobre el lote de los justos,
no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos,
a los sinceros de corazón;
y a los que se desvían por sendas tortuosas,
que los rechace el Señor con los malhechores.
¡Paz a Israel!

Ant. Dijo la madre de Jesús: «Haced todo lo que Él diga».

LECTURA BREVE Za 9, 9a
Alégrate, hija de Sión; canta, hija de Jerusalén. Mira a
tu Rey que viene a ti, justo y victorioso.

V. Dichoso el seno de santa María Virgen.


R. Que llevó al Hijo del eterno Padre.
La oración conclusiva como en las Laudes.

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracia a Dios.

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NONA

HIMNO
Fundamento de todo lo que existe,
de tu pueblo elegido eterna roca,
de los tiempos Señor, que prometiste
dar tu vigor al que con fe te invoca.

Mira al hombre que es fiel y no te olvida,


tu Espíritu, tu paz háganlo fuerte
para amarte y servirte en esta vida
y gozarte después de santa muerte.
Jesús, Hijo del Padre, ven aprisa
en este atardecer que se avecina,
serena claridad y dulce brisa
será tu amor que todo lo domina. Amén.

SALMODIA
Ant. Dijo el Señor a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu
hijo». Luego dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre».
Salmo 125
DIOS, ALEGRÍA Y ESPERANZA NUESTRA
Como participáis en el sufrimiento,
también participáis en el consuelo
(2Co 1, 7).

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,


nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»

88
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelven cantando,
trayendo sus gavillas.

Salmo 126
EL ESFUERZO HUMANO ES INÚTIL SIN DIOS
Sois edificación de Dios (1Co 3, 9).

Si el Señor no construye la casa


en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
los que coméis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos;
una recompensa es el fruto de las entrañas:
son saetas en mano de un guerrero
los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena
con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuanto litigue
con su adversario en la plaza.

89
Salmo 127

PAZ DOMÉSTICA EN EL HOGAR DEL JUSTO


«Que el Señor te bendiga desde Sión»,
es decir, desde su Iglesia (Arnobio).

¡Dichoso el que teme al Señor


y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien;
tu mujer, como una vid fecunda,
en medio de tu casa;

tus hijos, como renuevos de olivo,


alrededor de tu mesa:
ésta es la bendición del hombre
que teme al Señor.

Que el Señor te bendiga desde Sión,


que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida;
que veas a los hijos de tus hijos
¡Paz a Israel!

Ant. Dijo el Señor a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu


hijo». Luego dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre».

LECTURA BREVE Jdt 13, 18-19


Que el Altísimo te bendiga, hija, más que a todas las
mujeres de la tierra. Bendito el Señor, creador del cielo y
tierra, que enderezó tu golpe contra la cabeza del general
enemigo. Los que recuerdan esta hazaña de Dios jamás
perderán la confianza que tú inspiras.

90
V. Bendita tú entre las mujeres.
R. Y bendito el fruto de tu vientre.

La oración conclusiva como en las Laudes.

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

No hay II Vísperas porque son las primeras del domingo


siguiente.

91
Blanco / Solemnidad
ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr Sal 65, 16
Cuantos temen a Dios vengan y escuchen,
y les diré lo que ha hecho por mí.
Se dice Gloria.

ORACIÓN COLECTA
Dios todopoderoso y eterno, que inspiraste a la
santísima Virgen María, cuando llevaba ya en su
seno a tu Hijo, el deseo de visitar a Isabel, concé-
denos que, siguiendo las inspiraciones del Espíri-
tu Santo, podamos con María proclamar siempre
tu grandeza. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén

LITURGIA DE LA PALABRA
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del profeta Isaías 49, 1-6
Óiganme, países del mar, préstenme atención, na-
ciones lejanas: El Señor me llamó desde antes de que yo
naciera; pronunció mi nombre cuando aún estaba yo en
el seno de mi madre. Convirtió mi lengua en espada afila-

92
da, me escondió bajo el amparo de su mano, me convirtió
en una flecha aguda y me guardó en su aljaba. Me dijo:
«Israel, tú eres mi siervo, en ti me mostraré glorioso.» Y
yo que había pensado: «He pasado trabajos en vano, he
gastado mis fuerzas sin objeto, para nada.» En realidad
mi causa está en manos del Señor, mi recompensa está en
poder de mi Dios. He recibido honor delante del Señor mi
Dios, pues él ha sido mi fuerza.
El Señor, que me formó desde el seno de mi madre
para que fuera su siervo, para hacer que Israel, el pueblo
de Jacob, se vuelva y se una a él, dice así: «No basta que
seas mi siervo sólo para restablecer las tribus de Jacob y
hacer volver a los sobrevivientes de Israel; yo haré que
seas la luz de las naciones, para que lleves mi salvación
hasta las partes más lejanas de la tierra.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL
Isaías 12, 2-3. 4bcd. 5-6

R. El Señor ha hecho maravillas con nosotros.


El Señor es mi Dios y salvador, con él estoy seguro
y nada temo. El Señor es mi protección y mi fuer-
za y ha sido mi salvación. Sacarán agua con gozo
de la fuente de salvación. R.

Den gracias al Señor, invoquen su nombre, cuen-


ten a los pueblos sus hazañas, proclamen que su
nombre es sublime. R.

Alaben al Señor por sus proezas, anúncienlas a


toda la tierra. Griten jubilosos, habitantes de Sión,
porque el Dios de Israel ha sido grande con uste-
des. R.

93
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los romanos 12, 9-16

Ámense sinceramente unos a otros. Aborrezcan lo


malo y apéguense a lo bueno. Ámense como hermanos
los unos a los otros, dándose preferencia y respetándose
mutuamente. Esfuércense, no sean perezosos y sirvan al
Señor con corazón ferviente.

Vivan alegres por la esperanza que tienen; soporten


con valor los sufrimientos; no dejen nunca de orar. Ha-
gan suyas las necesidades del pueblo santo; reciban bien
a quienes los visitan. Bendigan a quienes los persiguen.
Bendíganlos y no los maldigan. Alégrense con los que es-
tán alegres y lloren con los que lloran. Vivan en armonía
unos con otros. No sean orgullosos, sino pónganse al nivel
de los humildes. No presuman de sabios.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Cfr. Lc 1, 45


R. Aleluya, aleluya.
Dichosa tú, santísima Virgen María, que has creído,
porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte
del Señor.
R. Aleluya, aleluya.

EVANGELIO
† Del santo Evangelio según san Lucas 1, 39-56
Por aquellos días, María se fue de prisa a un pueblo
de la región montañosa de Judea, y entró en la casa de Za-

94
carías y saludó a Isabel. Cuando Isabel oyó el saludo de
María, la criatura se le estremeció en el vientre, y ella que-
dó llena del Espíritu Santo. Entonces, con voz muy fuerte,
dijo:

–¡Dios te ha bendecido más que a todas las mujeres,


y ha bendecido a tu hijo! ¿Quién soy yo, para que venga a
visitarme la madre de mi Señor? Pues tan pronto como oí
tu saludo, mi hijo se estremeció de alegría en mi vientre.
¡Dichosa tú por haber creído que han de cumplirse las co-
sas que el Señor te ha dicho!

María dijo:
«Mi alma alaba la grandeza del Señor;
mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador.
Porque Dios ha puesto sus ojos en mí, su humilde esclava,
y desde ahora siempre me llamarán dichosa;
porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas.
¡Santo es su nombre!
Dios tiene siempre misericordia
de quienes lo reverencian.
Actuó con todo su poder:
deshizo los planes de los orgullosos,
derribó a los reyes de sus tronos
y puso en alto a los humildes.
Llenó de bienes a los hambrientos
y despidió a los ricos con las manos vacías.
Ayudó al pueblo de Israel, su siervo,
y no se olvidó de tratarlo con misericordia.
Así lo había prometido a nuestros antepasados,
a Abraham y a sus futuros descendientes.»
María se quedó con Isabel unos tres meses,
y después regresó a su casa.
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor.

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ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Señor, recibe con agrado este sacrificio de salvación
que ofrecemos a tu majestad, así como te fue grato
el gesto de amor de la santísima Madre de tu Unigé-
nito. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.

PREFACIO II de santa María Virgen


La Iglesia alaba a Dios con las palabras de María.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y sal-
vación proclamar que eres admirable en la perfección de
todos tus santos, y de un modo singular en la perfección
de la Virgen María. Por eso, al celebrarla hoy, queremos
exaltar tu benevolencia inspirados en su propio cántico.
Pues en verdad, has hecho maravillas por toda la tierra, y
prolongaste tu misericordia de generación en generación,
cuando, complacido en la humildad de tu sierva, nos dis-
te por su medio al autor de la salvación, Jesucristo, Hijo
tuyo y Señor nuestro. Por Él, los ángeles y los arcángeles te
adoran eternamente, gozosos en tu presencia. Permítenos
unirnos a sus voces cantando jubilosos tu alabanza: Santo,
Santo, Santo...
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Lc 1, 48-49
Desde ahora me llamarán dichosa todas las gene-
raciones, porque ha hecho en mí grandes cosas el
que todo lo puede. Santo es su nombre.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Habiendo recibido este sacramento celestial, te
suplicamos Señor, que por intercesión de la Virgen
del Magnificat, que acogió en su seno al Verbo Divi-
no, también sepamos siempre acoger tu Evangelio
en nuestra vida. Por Jesucristo Nuestro Señor.
Puede utilizarse la fórmula de bendición solemne.

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