La Adoracion Iglesia de Dios
La Adoracion Iglesia de Dios
La Adoracion Iglesia de Dios
cristianismo. El historiador Walter Hollenweger dice que su contribución más importante ha sido la
adoración 1. Donald E. Miller y Tetsunao Yamamori explican el crecimiento diciendo que, «La
adoración es el motor del pentecostalismo» 2 centrada en el Espíritu Santo. La Iglesia de Dios valora
la adoración 3. Este breve estudio cubre una serie de pasajes bíblicos sobre la adoración en el Espíritu.
No responderá todas sus preguntas, pero será un buen punto de partida para otros estudios.
I. ¿Qué es la adoración?
Conviene que enfoquemos nuestro estudio con una buena definició n de la palabra adoración.
Algunas personas creen que la adoració n se limita a los cá nticos, como en la tan sonada frase,
«alabanza y adoració n». La adoració n es mucho má s que canciones. Alfred P. Gibbs (“Worship: The
Christian’s Highest Occupation”) usa una definició n que resalta la actitud espiritual de los
adoradores. Este escribe: «El corazó n se ocupa de la adoració n, pero no con sus necesidades o
bendiciones, sino con el mismo Dios». Gibbs resalta dos aspectos importantes de la adoració n: debe
nacer del corazó n y enfocarse en Dios. Su definició n es ú til, pero la Escritura es nuestra fuente de
autoridad. Por lo tanto, conviene que examinemos la terminologı́a bı́blica para la adoració n.
La Biblia recurre a tres té rminos que han sido traducidos como «adoració n». El primero es
«servicio», lo cual conlleva un estilo de vida de dedicació n y lealtad. El segundo té rmino es «temer»
en el sentido de reverencia. El tercer té rmino es «postració n» que se refiere a rendir un homenaje.
1Walter J. Hollenweger, The Pentecostals: The Charismatic Movement in the Churches (Minneapolis, MN:
Augsburg Pub. House, 1st U.S. edn, 1972), p. 466. Cf. Harvey G. Cox, Fire from Heaven: The Rise of Pentecostal
Spirituality and the Reshaping of Religion in the 21st Century (London: Cassell, 1996), pp. 139-57.
2Donald E. Miller yd Tetsunao Yamamori, Global Pentecostalism: The New Face of Christian Social Engagement
(Berkeley, CA: University of California Press, 2007), p. 23.
3Vé ase Enseñanzas, disciplina y gobierno de la Asamblea General Internacional de la Iglesia de Dios (Cleveland,
TN: Editorial Evangé lica, 2016), pág. 37.
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La Biblia habla de la adoració n como el servicio a Dios. Cuando el Señ or convoca a Israel al
monte Sinaı́, le dice: «Serviréis a Dios sobre este monte» (EÉ xodo 3: 12). Este servicio implica el
dedicarse de lleno a Dios. Servicio es sinó nimo de lealtad y devoció n a Dios. El apó stol Pablo escribe
el texto clave del Nuevo Testamento con respecto a un estilo de vida de adoració n: «Por lo tanto,
hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presenté is vuestros cuerpos como sacrificio
vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro verdadero culto» (Romanos 12: 1). El apó stol declara que
debemos adorar a Dios con todo nuestro ser y cuerpo. Se trata de rendirle honor y gloria por medio
de la obediencia y el testimonio.
emoció n de terror o miedo, casi siempre indica una actitud de reverencia. Por eso, decimos que adorar
a Dios es un acto de temor o reverencia. Luego de que los israelitas se comprometieron a servirle al
Señ or, Josué añ ade: «Ahora, pues, temed a Jehová y servidlo con integridad y verdad; quitad de en
medio de vosotros los dioses a los cuales sirvieron vuestros padres al otro lado del rı́o y en Egipto, y
servid a Jehová » (Josué 24: 14). El temer a Dios es reverenciarlo y admirarlo por su poder y autoridad.
Se refiere a un respeto profundo hacia Dios. Por lo tanto, es el fundamento emocional de la adoració n.
El tercer té rmino bı́blico que consideraremos es «postració n», el cual significa el acto de
rendir homenaje. En los tiempos bı́blicos, las palabras en el griego y hebreo que son traducidas como
‘postrarse o arrodillarse o inclinarse’, aludı́an a cualquier acto de culto o veneració n a Dios. Estas
acciones incluyen fiestas, sacrificios, oraciones, canciones, arte, mú sica o danza. Estos actos pueden
ser litú rgicos, en privado, entre familiares o en medio de la congregació n. La palabra adoración
aparece por primera vez en la historia del sacrificio de Isaac. El Señ or prueba a Abraham ordená ndole
que sacrifique a su hijo. Cuando los viajeros llegaron al pie de la montañ a en donde ocurrirı́a el
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sacrificio, leemos: «Entonces dijo Abraham a sus siervos: Esperad aquı́ con el asno. Yo y el muchacho
iremos hasta allá , adoraremos y volveremos a vosotros» (Gé nesis 22: 5).
Ya sea la entrega del hijo de Abraham, de un cordero, de dinero o de nuestro tiempo, adoración
expresados en actos concretos de agradecimiento a Dios. Estos tres elementos forman la totalidad de
A. En Espíritu y en verdad
La lección más importante es que la adoración es la obra del Espíritu Santo. Sin el Espíritu
Juan capítulo 4 versículos del 18 al 26 es el texto clave del Nuevo Testamento acerca de la
labor del Espíritu Santo en la adoración. Aquí se narra el encuentro entre Jesús y la samaritana junto
al pozo de Jacob. Jesús se dirigía de Judea hacia Galilea al norte y se detuvo en el pozo de Jacob, en
La mujer se sorprendió de que Jesús le pidiera un vaso de agua porque judíos y samaritanos
Esta conversació n sobre la adoració n nos enseñ a varias lecciones valiosas. En primer lugar,
en cuando al lugar de adoració n, Jesú s indica que el dı́a vendrı́a en que los fieles adorarı́an a Dios por
todas partes. Esta experiencia será universal gracias al nuevo pacto y al derramamiento del Espı́ritu
Santo. La ubicació n serı́a secundaria porque Dios morará en los corazones de su pueblo y en medio
En segundo lugar, en cuanto al objeto de la adoració n, Jesú s declara que los samaritanos no
sabı́an qué estaban adorando. Su fe era parcial porque solamente aceptaban el Pentateuco como
Segú n Jesú s, la verdadera adoració n tiene como objeto «al Padre». Los cristianos adoramos a
Jehová , el Dios de la Biblia. No hay otro Dios (Isaı́as 45: 21). Adoramos a Jehová porque es el Creador
de todo, nuestro ú nico Salvador y el Dios del pacto. El adorar «en verdad» excluye a otros dioses,
criaturas, á ngeles, demonios o humanos. Al decir que adoramos exclusivamente a Jehová , estamos
refirié ndonos a la Trinidad de Padre, Hijo y Espı́ritu Santo. El primer capı́tulo del Evangelio de Juan
revela que Jesú s es Dios (Juan 1: 1). El Padre ha creado todas las cosas por medio de Jesú s (Juan 1: 3).
El adorar «en verdad» significa que Jesú s es nuestro Salvador, Santificador, quien bautiza con Espı́ritu
Los pastores y lı́deres deben tener presente que la adoració n, ademá s de ser inspiradora, es
una oportunidad para instruir a la congregació n. La mayorı́a de los cristianos aprende su teologı́a
durante los servicios del domingo. Nuestra adoració n debe reflejar lo que creemos acerca de Dios.
Los himnos, las oraciones, los testimonios y sermones nos enseñ an de Dios. Nuestro culto encarna,
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celebra y transmite nuestra teologı́a. Por lo tanto, nuestros servicios de adoració n deben enseñ ar la
sana doctrina. Deberı́amos analizar nuestro culto y preguntarnos qué clase de teologı́a estamos
transmitiendo.
En tercer lugar, respecto a la naturaleza de la adoració n, Jesú s enseñ ó que los «verdaderos
adoradores adorará n al Padre en espı́ritu y verdad». En el Evangelio de Juan, Jesú s es la Verdad. Está
«lleno de gracia y verdad» (Juan 1: 15, 17). Jesú s testifica la verdad (Juan 8: 40, 45-46; 18: 37). De
hecho, Jesucristo es la verdad. EÉ l es «el Camino, la Verdad y la Vida» (Juan 14: 6). Por lo tanto, los
verdaderos adoradores adoran al Padre en Espı́ritu y Verdad (Jesú s). Sus palabras sugieren que la
Dios es espı́ritu por lo que debe ser adorado en espı́ritu y en verdad. El Evangelio de Juan ya
nos ha dicho que la condició n para ser hijos e hijas de Dios es que «nazcamos del Espı́ritu» (Juan 3:
5-6). Ahora descubrimos que el Espı́ritu tambié n es necesario para la verdadera adoració n. Hemos
El Espı́ritu Santo es el poder de la adoració n que nos comunica con Dios. El apó stol Pablo
reconoce la importancia del Espı́ritu en la adoració n: «Nosotros somos la circuncisió n, los que en
espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesú s, no teniendo confianza en la carne»
(Filipenses 3:3). Sin el Espı́ritu Santo no somos libres para adorar a Dios como a é l le agrada. La carne
humana es dé bil e incapaz de adorarlo. Por consiguiente, solamente podemos hacerlo «en el
Espı́ritu».
Segú n Pablo, la plenitud del Espı́ritu resulta en adoració n. Esto incluye «cá nticos» y «acciones
A veces separamos el «espı́ritu» de la «verdad», pero Jesú s hace hincapié en que ambos son
necesarios para la adoració n. Sabemos que Jesú s es la Verdad, pero el Espı́ritu tambié n es la Verdad.
El Espı́ritu y la verdad está n ı́ntimamente vinculados. Má s adelante en el Evangelio de Juan, Jesú s
enseñ ará a sus discı́pulos que el Espı́ritu Santo es el «Espı́ritu de la verdad». Jesú s dice: «Y yo rogaré
al Padre y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espı́ritu de verdad, al
cual el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce; pero vosotros lo conocé is, porque vive
con vosotros y estará en vosotros» (Juan 14: 16-17; 15: 26). Ademá s, como el Espı́ritu de verdad, nos
guı́a a la verdad enseñ á ndonos todas las cosas: «Pero cuando venga el Espı́ritu de verdad, é l os guiará
a toda la verdad» (16: 13); «Pero el Consolador, el Espı́ritu Santo, a quien el Padre enviará en mi
nombre, é l os enseñ ará todas las cosas y os recordará todo lo que yo os he dicho» (14: 26).
El Espı́ritu Santo engendra el gozo. El apó stol Pablo nos dice que el gozo es un fruto del
Espı́ritu: «Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley» (Gá latas 5: 22-23). De hecho, es tan
importante que es uno de los distintivos del Reino: «Porque el reino de Dios no es comida ni bebida,
La oració n es un acto de adoració n en cada servicio. Necesitamos al Espı́ritu para que nuestras
oraciones sean honestas y eficaces. Pablo explica: «De igual manera, el Espíritu nos ayuda en nuestra
debilidad, pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espı́ritu mismo intercede
por nosotros con gemidos indecibles» (Romanos 8: 26). No sabrı́amos qué necesitamos ni có mo
pedirlo a menos que el Espı́ritu dirija, capacite y faculte nuestras oraciones. Pablo y Judas enfatizan
esta necesidad. Pablo anima a la iglesia a «con toda oració n y sú plica en el Espı́ritu, y velad en ello con
toda perseverancia y sú plica por todos los santos» (Efesios 6: 18). Judas añ ade que cuando los
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creyentes edifican su fe cuando oran el «en el Espı́ritu»: «Pero vosotros, amados, edificá ndoos sobre
vuestra santı́sima fe, orando en el Espíritu Santo» (Judas 1: 20). La adoració n en el Espı́ritu incluye
el orar en el Espı́ritu.
La adoració n en el Espı́ritu incluye los dones del Espı́ritu Santo. Si el requisito es que
adoremos «en espı́ritu y en verdad», debemos tomar en cuenta todos los aspectos de la obra del
Espı́ritu Santo. El Espı́ritu se manifiesta en nuestra adoració n por medio de sus dones. En la mayorı́a
de los casos, la traducció n del griego charís, ‘gracia’ (‘hacer favores’ o ‘gracia’) es la raı́z de
charízesthai o charisma, españ olizada como carisma o don y de la que derivamos la frase «dones
espirituales» 4. Por lo tanto, serı́a má s correcto llamarlos carismas o dones de gracia. Dios nos los ha
otorgado como parte de la gracia de la salvació n. Por lo tanto, no son talentos ocultos, sino dones
sobrenaturales de Dios. Por medio de ellos participamos en la obra de Dios, el ministerio de la gracia,
la Iglesia y la salvació n. Nos ministramos los unos a los otros con los dones espirituales (vé ase 1 Pedro
D. Libertad en el Espı́ritu
libremente. El apó stol Pablo dice: «El Señ or es el Espı́ritu; y donde está el Espı́ritu del Señ or, allı́ hay
libertad» (2 Corintios 3: 17). El Espı́ritu Santo inspira y faculta la adoració n. Da libertad a la alabanza,
la oració n y el gozo. El Espı́ritu permite que gritemos de jú bilo y gozarnos» (Salmo 35: 27).
la libertad siempre tiene un propó sito y una meta. El Espı́ritu liberta a la Iglesia para que nos
ministremos los unos a los otros y evangelicemos a los incré dulos. Por lo tanto, tiene ciertos lı́mites.
La libertad no contradice el orden ni el decoro. Cada iglesia tiene sus preferencias y há bitos para el
4 Las notas sobre el uso de carisma han sido adaptadas para reflejar su uso en el españ ol.
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orden del servicio, pero ası́ evitan que la libertad degenere en caos. Los miembros del cuerpo deben
someterse a la Cabeza, que es Cristo; y Cristo ha nombrado a cada pastor y pastora que supervisa el
culto.
Conclusión
pasió n para que la siguiente generació n no pierda la vitalidad del Espı́ritu. El corazó n del movimiento
es mucho má s que declaraciones doctrinales; el pentecostalismo es mucho má s que una lista de
creencias. Nuestras creencias y prá cticas en conjunto forman una espiritualidad distinta. Por ejemplo,
su teologı́a está centrada en el evangelio quı́ntuple: Jesú s es Salvador, Santificador, quien bautiza con
Espı́ritu Santo y fuego, Sanador y el Rey que viene pronto. Sin embargo, má s que una lista de creencias
es un estilo de vida, una espiritualidad. No es está tica. Hay que cultivarla, desarrollarla, inculcarla y
afirmarla mediante la prá ctica de las disciplinas espirituales. Para los pentecostales, esto incluye la
adoració n desinhibida, la oració n, el ayuno, ayudarse los unos a los otros, testificar, sacrificarse,
predicar el evangelio completo, sanar a los enfermos, bautizar a los convertidos, celebrar la Santa
cena, el Lavatorio de pies, meternos en la Palabra y que busquemos los carismas del Espı́ritu. Todo
centro de nuestra espiritualidad y experiencia con Dios, por lo que afecta nuestro estilo de vida,
Lecturas recomendadas
French L. Arrington, Encountering the Holy Spirit: Paths of Christian Growth and Service (Cleveland,
TN: Pathway Press, 2003).
Daffe, Jerald, Show Time, My Time, or His Time (Cleveland, TN: Pathway Press, Spring 2018).
Alfred P. Gibbs, Worship: The Christian’s Highest Occupation (Kansas City, KS: Walterick Publishers,
2nd ed, 1960).
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John A. Lombard and Jerald J. Daffe, Spiritual Gifts: For Today? For Me? (Cleveland, TN: Pathway Press,
2008).
Lee Roy Martin, (ed.), Toward a Pentecostal Theology of Worship (Cleveland, TN: CPT Press, 2016).
Lee Roy Martin, True Worship: Worship That Honors God, Strengthens the Church, and Impacts the
World (Miami, FL: Senda de Vida, forthcoming 2018).