Autorxs Vanguardia
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Y una vez en Filosofía y Letras, Alejandra se abrirá a nuevas influencias, gracias a los
variados amigos que conoce, entre los que se destacan Ana María Barrenechea, Roberto
Yahni y Susana Thénon. Porque Alejandra abandona el periodismo y va a la Facultad de
Filosofía y Letras y un nuevo mundo se abre para ella, ya que tras el primer libro que
publica, en 1955, bajo el nombre de Flora Alejandra Pizarnik, La tierra más ajena, pagado
por su padre y publicado por Botella al Mar, empezará a frecuentar grupos de escritores
reunidos en torno de las principales revistas literarias del momento, absorbiendo lo que
ellos leían y discutían.
VAGAR EN LO OPACO
mis pupilas negras sin ineluctables chispitas
mis pupilas grandes polen lleno de abejas
mis pupilas redondas disco rayado
mis pupilas graves sin quiebro absoluto
mis pupilas rectas sin gesto innato
mis pupilas llenas pozo bien oliente
mis pupilas coloreadas agua definida
mis pupilas sensibles rigidez de lo desconocido
mis pupilas salientes callejón preciso
mis pupilas terrestres remedos cielinos
mis pupilas oscuras piedras caídas
Este proceso se reflejará en su obra, que pronto va a sumar dos libros más, ya firmados
sólo como Alejandra Pizarnik, su nombre poético definitivo. En ellos vemos cómo del
vanguardismo profundamente asociado con los autores que Bajarlía le hizo conocer y que
aparecen en los poemas de La tierra más ajena, pasa en los dos siguientes, La última
inocencia (1956) y Las aventuras perdidas (1958), a una voz cada vez más propia asociada
con los autores leídos en sus nuevos grupos literarios. Los postsurrealistas que leían los
escritores del grupo Poesía Buenos Aires, los del grupo Equis, que publicaba la
revista Poesía=Poesía, y los surrealistas seguidos por el grupo surrealista argentino, entre
cuyos miembros se destaca su gran amiga y casi madre literaria Olga Orozco.
CENIZAS
La noche se astilló en estrellas
mirándome alucinada
el aire arroja odio
embellecido su rostro
con música.
Pronto nos iremos
Arcano sueño
antepasado de mi sonrisa
el mundo está demacrado
y hay candado pero no llaves
y hay pavor pero no lágrimas.
¿Qué haré conmigo?
Porque a Ti te debo lo que soy
Pero no tengo mañana
Porque a Ti te...
La noche sufre.
NOCHE
Quoi, toujours? Entre moi sans cesse et
Le bonheur!
G. DE NERVAL
Tal vez esta noche no es noche
debe ser un sol horrendo, o
lo otro, o cualquier cosa...
¡Qué sé yo! ¡Faltan palabras,
falta candor, falta poesía
cuando la sangre llora y llora!
¡Pudiera ser tan feliz esta noche!
Si sólo me fuera dado palpar
las sombras, oír pasos
decir <buenas noches> a cualquiera
que pasease a su perro,
miraría la luna, dijera su
extraña lactescencia, tropezaría
con piedras al azar, como se hace.
Pero hay algo que rompe la piel,
una ciega furia
que corre por mi venas.
¡Quiero salir! Cancerbero del alma:
¡Deja, déjame traspasar tu sonrisa!
¡Pudiera ser tan feliz esta noche!
Aún quedan ensueños rezagados.
¡Y tantos libros! ¡Y tantas luces!
¡Y mis pocos años! ¿Por qué no?
La muerte está lejana. No me mira.
44
¡Tanta vida Señor!
¿Para qué tanta vida?
LA ÚLTIMA INOCENCIA
Partir
en cuerpo y alma
partir.
Partir
deshacerse de las miradas
piedras opresoras
que duermen en la garganta.
He de partir
no más inercia bajo el sol
no más sangre anonadada
no más formar fila para morir.
He de partir
Pero arremete, ¡viajera!
________________________
LA DANZA INMÓVIL
Mensajeros en la noche anunciaron lo que no oímos.
Se buscó debajo del aullido de la luz.
Se quiso detener el avance de las manos enguantadas
que estrangulaban a la inocencia.
Y si se escondieron en la casa de mi sangre,
¿cómo no me arrastro hasta el amado
que muere detrás de mi ternura?
¿Por qué no huyo
y me persigo con cuchillos
y me deliro?
De muerte se ha tejido cada instante.
Yo devoro la furia como un ángel idiota
invadido de malezas
que le impiden recordar el color del cielo.
Pero ellos y yo sabemos
que el cielo tiene el color de la infancia muerta.
CENIZAS
Hemos dicho palabras,
palabras para despertar muertos,
palabras para hacer un fuego,
palabras donde poder sentarnos
y sonreír.
Hemos creado el sermón
del pájaro y del mar,
el sermón del agua,
el sermón del amor.
Nos hemos arrodillado
y adorado frases extensas
como el suspiro de la estrella,
frases como olas,
frases con alas.
Hemos inventado nuevos nombres
para el vino y para la risa,
para las miradas y sus terribles
caminos.
Yo ahora estoy sola
-como la avara delirante
sobre su montaña de oroarrojando palabras hacia el cielo,
pero yo estoy sola
y no puedo decirle a mi amado
aquellas palabras por las que vivo
ORIGEN
La luz es demasiado grande
para mi infancia.
Pero ¿quién me dará la respuesta jamás usada?
Alguna palabra que me ampare del viento,
alguna verdad pequeña en que sentarme
y desde la cual vivirme,
alguna frase solamente mía
que yo abrace cada noche,
en la que me reconozca,
en la que me exista.
Pero no. Mi infancia
sólo comprende al viento feroz
que me aventó al frío
cuando campanas muertas
me anunciaron.
Sólo una melodía vieja,
algo con niños de oro, con alas de piel verde,
caliente, sabio como el mar,
que tirita desde mi sangre,
que renueva mi cansancio de otras edades.
Sólo la decisión de ser dios hasta el llanto.
En estos dos libros, que publica gracias a Raúl Gustavo Aguirre, director de Poesía Buenos
Aires, si bien no hay una voz consolidada, se van perfilando cada vez más una sonoridad y
un lenguaje singulares, que cristalizan en poemas admirados por sus compañeros de
diferentes grupos como textos personales y propios. Poemas en los que ya se manifiesta
un impulso que culmina en su cuarto libro, Árbol de Diana (1962), escrito y publicado
mientras está en París, hacia el poema breve de lenguaje sumamente cuidado y
elaborado.
Desde muchos puntos de vista, su estadía en París es constitutiva para Alejandra como
poeta: por un lado, va a ir construyendo lo que podríamos llamar el personaje alejandrino,
calcado en muchos aspectos sobre la figura del poeta maldito al estilo de Rimbaud,
Lautréamont o Artaud, en el cual vida y poesía se articulan indisolublemente; por el otro,
se abre a una serie de influencias provenientes de grandes artistas del momento que se
convierten en sus amigos y admiradores, como Julio Cortázar, Octavio Paz, André Pieyre
de Mandiargues o Italo Calvino. Pero, además, en el plano más personal, va a llevar a un
grado mucho mayor y explícito la bisexualidad ya manifiesta en Buenos Aires a través de
una serie de relaciones que, asimismo, implican una vida bastante disoluta y a contrapelo
de las convenciones, que la caracterizará de ese momento en adelante.
En lo poético, de este período es su primer gran libro, que le valdrá un prólogo elogioso de
Octavio Paz, Árbol de Diana (1962), en el que llega a una perfección inigualable en el
poema breve, donde el lenguaje está trabajado con tal dedicación y acierto que resulta
perfecto en su articulación de palabras y emociones, así como en un tono a la vez
encantado y profundamente melancólico. Sirvan como ejemplo estos dos poemas, uno de
los cuales llega a la extrema brevedad:
“Vida, mi vida, déjate caer, déjate doler, mi vida, déjate enlazar de fuego, de silencio
ingenuo, de piedras verdes en la casa de la noche, déjate caer y doler, mi vida”.
5
por un minuto de vida breve
única de ojos abiertos
por un minuto de ver
en el cerebro flores pequeñas
danzando como palabras en la boca de un mudo
10
un viento débil
lleno de rostros doblados
que recorto en forma de objetos que amar
París también implica que se ponga en contacto con el personaje de Erzsébet Báthory, la
condesa húngara, a través de la biografía de Valentine Penrose, a partir de la cual surgirá
su famoso texto casi inclasificable por su alternancia entre lo poético, lo narrativo y lo
ensayístico, que es La condesa sangrienta, que terminará de escribir a su retorno a Buenos
Aires.
CONSAGRACIÓN Y DESENGAÑOS
También será ocasión de su despliegue como crítica literaria, que realiza en Sur y en la
revista venezolana Zona Franca, de su amigo Juan Liscano, y el incremento de su prolífica
correspondencia, que sólo se recogió parcialmente años después de su muerte.
Otros dos encuentros fundamentales del momento son, por un lado, Silvina Ocampo, de
quien se enamora profundamente, como da cuenta tanto su correspondencia como sus
diarios, y por el otro quien será su analista casi hasta la muerte de Alejandra, el doctor
Enrique Pichon-Rivière, con quien establece una relación capital de amor-odio que se
mantendrá hasta el fin de su vida y que incidirá desde su obra hasta su consumo cada vez
mayor de psicotrópicos, que finalmente la llevarán a la muerte al ingerir cincuenta
pastillas de Seconal sódico en septiembre de 1972.
Del amor por Silvina vemos un breve ejemplo en esta cita de una de sus cartas, que no
necesita comentarios por su contundencia: “Oh Sylvette, si estuvieras. Claro es que te
besaría una mano y lloraría, pero sos mi paraíso perdido. Vuelto a encontrar y perdido (…)
Yo adoro tu cara. Y tus piernas y, surtout (bis 10) tus manos que llevan a la casa del
recuerdo –sueños, urdida en un más allá del pasado verdadero”.
Además de los que publica, Alejandra está escribiendo otro tipo de textos que no
aprueban sus compañeros habituales de su entorno poético –Olga Orozco, por ejemplo–,
donde van a aflorar desde el coloquialismo hasta las malas palabras y la obscenidad, que
significan una ruptura radical con su concepto del poema trabajado y elaborado hasta
lograr una perfección notable en el lenguaje. Aquí es como si lo destripara y se rompiera
hasta la enunciación en una carcajada llena de humor obsceno. Se trata de los textos que
luego aparecerán en La bucanera de Pernambuco o Hilda la polígrafa, así como de su
breve y única pieza teatral, Los perturbados (o poseídos) entre lilas.
A esta doble tarea de escritura que la divide en dos Alejandras contrarias hay que agregar,
por un lado, la tormentosa relación con su último amor, Martha Isabel Moia, y su
creciente consumo de psicotrópicos que va desquiciándola cada vez más, hasta que llega
la noche en que finalmente se suicida ingiriendo pastillas.
Es decir que su obra y su vida se suspenden el 25 de septiembre de 1972, sólo que su obra
se irá desplegando a tal punto que su perfil de escritora cambia radicalmente.
Cuando Alejandra muere ya es una poeta de altísimo nivel, pero de quien, por desgracia
para sus lectores, muy pocos libros se consiguen, al margen de que se desconoce su labor
crítica. Además, se ignoran los textos inéditos de ruptura con su forma de hacer poesía,
que Olga Orozco y Ana Becciú publican en 1982, Textos de sombra y últimos poemas,
donde no sólo se suman una serie de poemas inéditos que llegan hasta el que escribió el
último día de su vida, sino que aparecen los textos transgresores y obscenos que van a
transformar su perfil de poeta pura y estilizada, para escándalo de muchos críticos.
La década del 90 también es un período fundamental para su obra: por un lado, aparece
en Buenos Aires su obra poética completa con algunos textos en prosa, que aunque no es
verdaderamente completa, reúne todos los libros publicados en vida, lo que los hace
accesibles al público, que sólo conocía parcialmente sus poemas y textos en prosa.
También aparece una primera colección de su correspondencia editada por Ivonne
Bordelois que nos muestra a otra Alejandra, cálida, preocupada por sus amigos y generosa
en su acercamiento a los otros poetas.
Por fin, entre 2000 y 2020 se publican en España sus poemas y prosas completos y, ya en
2013, sus diarios completos, obras que no son verdaderamente completas, pero llenan un
vacío importantísimo y nos acercan casi a la obra total de Alejandra dentro de esos
géneros. También, una buena parte de su correspondencia se publicará en estos años. Si
me detengo en subrayar los géneros es porque en la Biblioteca de Princeton siguen
depositados otros textos que nos remiten a la narradora de textos breves o relatos y su
texto extenso, Otoño o los de arriba; la escritora de textos cuasi pornográficos, y la artista
que constantemente reflexiona sobre la literatura. Toda una producción que, alguna vez,
esperemos, se editará para completar esta imagen que ha ido creciendo con los años.
“Y que de mí no quede más que la alegría de quien pidió entrar y le fue concedido”.
Cesar Tiempo
EL ARGENTINO CESAR TIEMPO Y SUS «VERSOS DE UNA...»
Cervantes virtual
En el año 1926 tuvo extraordinario éxito un libro de conmovedores poemas, con el
título sugestivo de Versos de una..., supuestamente escrito por Clara Beter, una prostituta
porteña de excepcional sensibilidad, dado su oficio, quien resultó ser invención de César
Tiempo, a su vez seudónimo del autor argentino Israel Zeitlin.
El libro ofrece un ejemplo de una broma literaria muy hábilmente concebida y
elaborada, pero es también un poemario de gran belleza cuya lectura todavía conmueve,
aún cuando tenemos plena conciencia de la ficción que representa. La historia de Versos
de una... y su suerte posterior muestran los efectos de una broma de este tipo y los
peligros a que está expuesta, lo que hace difícil una valoración justa de su arte ante su
naturaleza dualista de obra seria que es al mismo tiempo una broma de intención
humorística.
Israel Zeitlin -más conocido por su seudónimo, César Tiempo- nació en Ekaterinoslaw
(actualmente Dniepropetrowsk), Ucrania, el 3 de marzo de 1906. En diciembre de ese
mismo año, llegó junto a su familia a Buenos Aires. Su infancia transcurrió entre los barrios
Villa Crespo y San Cristóbal, donde concurrió a la Escuela Hebrea I. Markman y a la Escuela
Nacional de Artes. Desde muy temprana edad comenzó a interesarse por el ámbito
artístico; con tan sólo 15 años enviaba cuentos y poemas de temas judaicos a varios
periódicos argentinos, logrando su primera publicación en el diario La Nación a los 20
años.
En 1926 aparece su primer libro de poemas llamado Versos de una... cuya autoría esconde
detrás de la personalidad literaria de Clara Beter, joven poeta y prostituta rusa. El libro fue
publicado con gran repercusión por Claridad, editorial y revista del grupo literario Boedo,
llevando al escritor a desenmascarar su autoría. El seudónimo César Tempo, que mantuvo
luego durante toda su vida, tiene relación con los orígenes de su apellido (Zeit en alemán
significa tiempo y lin es el verbo cesar
FATALIDAD
PRESENTIMIENTO