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Autorxs Vanguardia

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Alejandra Pizarnik

Cristina Piña- Caras y Caretas – 19 de abril


Se podría caracterizar a Alejandra desde las marcas que en sus obras han dejado el
existencialismo, el surrealismo, el psicoanálisis, el viaje y la estadía de casi cuatro años en
París, el contacto con un importante número de grandes intelectuales y artistas tanto
latinoamericanos como europeos. Sin embargo, la Alejandra que murió en 1972 y era para
sus lectores una poeta, hoy en día es además, una prosista, crítica, dramaturga, narradora,
diarista y corresponsal deslumbrante.
Alejandra era hija de inmigrantes ucranianos judíos, que hablaban ídish y ruso entre sí, y
que aprendieron el castellano como un idioma necesario para su desarrollo en este país al
que los empujó el nazismo amenazante para los judíos en Europa.

Cuando pensamos en esa pareja de inmigrantes que se instaló en Avellaneda y se fue


abriendo camino desde muy abajo –al margen de que provinieran ambos de familias
cultas y universitarias– entendemos que Alejandra dijera que no tenía un lenguaje propio
y se sentía como una extranjera en su propia lengua. Problemática de la que es una señal
metafórica la tartamudez de su infancia, que con los años se transformó en una forma
personalísima de hablar, parte fundamental del personaje alejandrino que se fue creando
a lo largo de los años.

De su adolescencia viene la fascinación con el existencialismo –por obras leídas en el


colegio gracias a un profesor de Filosofía– y su conocimiento de autores como Gide o el
amado Vallejo, que modelarían sus primeras experiencias literarias.

Pero una vez terminado el colegio, Alejandra se inscribe en la Escuela de Periodismo,


donde conocerá a Juan-Jacobo Bajarlía, quien la introduce en la vanguardia poética y
literaria en general, abriéndole un camino que ella luego se encargará de ahondar y
transformar, sobre todo a partir de su contacto con otros escritores, entre los que se
destaca Olga Orozco.

Y una vez en Filosofía y Letras, Alejandra se abrirá a nuevas influencias, gracias a los
variados amigos que conoce, entre los que se destacan Ana María Barrenechea, Roberto
Yahni y Susana Thénon. Porque Alejandra abandona el periodismo y va a la Facultad de
Filosofía y Letras y un nuevo mundo se abre para ella, ya que tras el primer libro que
publica, en 1955, bajo el nombre de Flora Alejandra Pizarnik, La tierra más ajena, pagado
por su padre y publicado por Botella al Mar, empezará a frecuentar grupos de escritores
reunidos en torno de las principales revistas literarias del momento, absorbiendo lo que
ellos leían y discutían.

VAGAR EN LO OPACO
mis pupilas negras sin ineluctables chispitas
mis pupilas grandes polen lleno de abejas
mis pupilas redondas disco rayado
mis pupilas graves sin quiebro absoluto
mis pupilas rectas sin gesto innato
mis pupilas llenas pozo bien oliente
mis pupilas coloreadas agua definida
mis pupilas sensibles rigidez de lo desconocido
mis pupilas salientes callejón preciso
mis pupilas terrestres remedos cielinos
mis pupilas oscuras piedras caídas

Este proceso se reflejará en su obra, que pronto va a sumar dos libros más, ya firmados
sólo como Alejandra Pizarnik, su nombre poético definitivo. En ellos vemos cómo del
vanguardismo profundamente asociado con los autores que Bajarlía le hizo conocer y que
aparecen en los poemas de La tierra más ajena, pasa en los dos siguientes, La última
inocencia (1956) y Las aventuras perdidas (1958), a una voz cada vez más propia asociada
con los autores leídos en sus nuevos grupos literarios. Los postsurrealistas que leían los
escritores del grupo Poesía Buenos Aires, los del grupo Equis, que publicaba la
revista Poesía=Poesía, y los surrealistas seguidos por el grupo surrealista argentino, entre
cuyos miembros se destaca su gran amiga y casi madre literaria Olga Orozco.

CENIZAS
La noche se astilló en estrellas
mirándome alucinada
el aire arroja odio
embellecido su rostro
con música.
Pronto nos iremos
Arcano sueño
antepasado de mi sonrisa
el mundo está demacrado
y hay candado pero no llaves
y hay pavor pero no lágrimas.
¿Qué haré conmigo?
Porque a Ti te debo lo que soy
Pero no tengo mañana
Porque a Ti te...
La noche sufre.

NOCHE
Quoi, toujours? Entre moi sans cesse et
Le bonheur!
G. DE NERVAL
Tal vez esta noche no es noche
debe ser un sol horrendo, o
lo otro, o cualquier cosa...
¡Qué sé yo! ¡Faltan palabras,
falta candor, falta poesía
cuando la sangre llora y llora!
¡Pudiera ser tan feliz esta noche!
Si sólo me fuera dado palpar
las sombras, oír pasos
decir <buenas noches> a cualquiera
que pasease a su perro,
miraría la luna, dijera su
extraña lactescencia, tropezaría
con piedras al azar, como se hace.
Pero hay algo que rompe la piel,
una ciega furia
que corre por mi venas.
¡Quiero salir! Cancerbero del alma:
¡Deja, déjame traspasar tu sonrisa!
¡Pudiera ser tan feliz esta noche!
Aún quedan ensueños rezagados.
¡Y tantos libros! ¡Y tantas luces!
¡Y mis pocos años! ¿Por qué no?
La muerte está lejana. No me mira.
44
¡Tanta vida Señor!
¿Para qué tanta vida?

LA ÚLTIMA INOCENCIA
Partir
en cuerpo y alma
partir.
Partir
deshacerse de las miradas
piedras opresoras
que duermen en la garganta.
He de partir
no más inercia bajo el sol
no más sangre anonadada
no más formar fila para morir.
He de partir
Pero arremete, ¡viajera!
________________________

LA DANZA INMÓVIL
Mensajeros en la noche anunciaron lo que no oímos.
Se buscó debajo del aullido de la luz.
Se quiso detener el avance de las manos enguantadas
que estrangulaban a la inocencia.
Y si se escondieron en la casa de mi sangre,
¿cómo no me arrastro hasta el amado
que muere detrás de mi ternura?
¿Por qué no huyo
y me persigo con cuchillos
y me deliro?
De muerte se ha tejido cada instante.
Yo devoro la furia como un ángel idiota
invadido de malezas
que le impiden recordar el color del cielo.
Pero ellos y yo sabemos
que el cielo tiene el color de la infancia muerta.

HIJA DEL VIENTO


Han venido.
Invaden la sangre.
Huelen a plumas,
a carencia,
a llanto.
Pero tú alimentas al miedo
y a la soledad
como a dos animales pequeños
perdidos en el desierto.
Han venido
a incendiar la edad del sueño.
Un adiós es tu vida.
Pero tú te abrazas
como la serpiente loca de movimiento
que sólo se halla a sí misma
porque no hay nadie.
Tú lloras debajo de tu llanto,
tú abres el cofre de tus deseos
y eres más rica que la noche.
Pero hace tanta soledad
que las palabras se suicidan

CENIZAS
Hemos dicho palabras,
palabras para despertar muertos,
palabras para hacer un fuego,
palabras donde poder sentarnos
y sonreír.
Hemos creado el sermón
del pájaro y del mar,
el sermón del agua,
el sermón del amor.
Nos hemos arrodillado
y adorado frases extensas
como el suspiro de la estrella,
frases como olas,
frases con alas.
Hemos inventado nuevos nombres
para el vino y para la risa,
para las miradas y sus terribles
caminos.
Yo ahora estoy sola
-como la avara delirante
sobre su montaña de oroarrojando palabras hacia el cielo,
pero yo estoy sola
y no puedo decirle a mi amado
aquellas palabras por las que vivo

ORIGEN
La luz es demasiado grande
para mi infancia.
Pero ¿quién me dará la respuesta jamás usada?
Alguna palabra que me ampare del viento,
alguna verdad pequeña en que sentarme
y desde la cual vivirme,
alguna frase solamente mía
que yo abrace cada noche,
en la que me reconozca,
en la que me exista.
Pero no. Mi infancia
sólo comprende al viento feroz
que me aventó al frío
cuando campanas muertas
me anunciaron.
Sólo una melodía vieja,
algo con niños de oro, con alas de piel verde,
caliente, sabio como el mar,
que tirita desde mi sangre,
que renueva mi cansancio de otras edades.
Sólo la decisión de ser dios hasta el llanto.

En estos dos libros, que publica gracias a Raúl Gustavo Aguirre, director de Poesía Buenos
Aires, si bien no hay una voz consolidada, se van perfilando cada vez más una sonoridad y
un lenguaje singulares, que cristalizan en poemas admirados por sus compañeros de
diferentes grupos como textos personales y propios. Poemas en los que ya se manifiesta
un impulso que culmina en su cuarto libro, Árbol de Diana (1962), escrito y publicado
mientras está en París, hacia el poema breve de lenguaje sumamente cuidado y
elaborado.

PSICOANÁLISIS, PARÍS, POESÍA


En este período es crucial su iniciación en el psicoanálisis con León Ostrov, con quien
terminará forjando una amistad donde el analista funciona casi como un padre, según se
advierte en las cartas intercambiadas durante la estadía de Alejandra en París. Pero más
allá de su propio tratamiento, a Alejandra le interesan las pautas propias del análisis y sus
conceptos reveladores respecto del funcionamiento de la psique, en especial por su
preocupación acerca del funcionamiento de la suya.

Llega un momento en que Buenos Aires no le resulta suficiente a Alejandra y, siguiendo un


deseo manifiesto desde años antes –sus estudios de francés en la Alliance Française y sus
prolíficas lecturas de autores franceses–, logra en 1960 que sus padres le paguen el viaje
soñado a París.

Desde muchos puntos de vista, su estadía en París es constitutiva para Alejandra como
poeta: por un lado, va a ir construyendo lo que podríamos llamar el personaje alejandrino,
calcado en muchos aspectos sobre la figura del poeta maldito al estilo de Rimbaud,
Lautréamont o Artaud, en el cual vida y poesía se articulan indisolublemente; por el otro,
se abre a una serie de influencias provenientes de grandes artistas del momento que se
convierten en sus amigos y admiradores, como Julio Cortázar, Octavio Paz, André Pieyre
de Mandiargues o Italo Calvino. Pero, además, en el plano más personal, va a llevar a un
grado mucho mayor y explícito la bisexualidad ya manifiesta en Buenos Aires a través de
una serie de relaciones que, asimismo, implican una vida bastante disoluta y a contrapelo
de las convenciones, que la caracterizará de ese momento en adelante.

En lo poético, de este período es su primer gran libro, que le valdrá un prólogo elogioso de
Octavio Paz, Árbol de Diana (1962), en el que llega a una perfección inigualable en el
poema breve, donde el lenguaje está trabajado con tal dedicación y acierto que resulta
perfecto en su articulación de palabras y emociones, así como en un tono a la vez
encantado y profundamente melancólico. Sirvan como ejemplo estos dos poemas, uno de
los cuales llega a la extrema brevedad:

“Vida, mi vida, déjate caer, déjate doler, mi vida, déjate enlazar de fuego, de silencio
ingenuo, de piedras verdes en la casa de la noche, déjate caer y doler, mi vida”.

“explicar con palabras de este mundo que partió de mí un barco llevándome”

5
por un minuto de vida breve
única de ojos abiertos
por un minuto de ver
en el cerebro flores pequeñas
danzando como palabras en la boca de un mudo

10
un viento débil
lleno de rostros doblados
que recorto en forma de objetos que amar
París también implica que se ponga en contacto con el personaje de Erzsébet Báthory, la
condesa húngara, a través de la biografía de Valentine Penrose, a partir de la cual surgirá
su famoso texto casi inclasificable por su alternancia entre lo poético, lo narrativo y lo
ensayístico, que es La condesa sangrienta, que terminará de escribir a su retorno a Buenos
Aires.

CONSAGRACIÓN Y DESENGAÑOS

El año 1964 representa el abandono de sus pequeños departamentos-cuartitos de París,


es decir, un cambio fatal, pues vuelve a la casa porteña de sus padres, con la consecuente
pérdida de intimidad que va a resentir duramente. Pero también implica un creciente
reconocimiento por parte de sus pares de Buenos Aires, que se percibe, entre otras cosas,
en la concesión del Premio Municipal de Poesía por Los trabajos y las noches y su relación
cada vez más estrecha con el prestigioso grupo Sur y sus integrantes, entre los cuales se
destaca, además de su amiga desde París y hasta sus últimos años, Ivonne Bordelois, la
figura de Silvina Ocampo.

También será ocasión de su despliegue como crítica literaria, que realiza en Sur y en la
revista venezolana Zona Franca, de su amigo Juan Liscano, y el incremento de su prolífica
correspondencia, que sólo se recogió parcialmente años después de su muerte.

Otros dos encuentros fundamentales del momento son, por un lado, Silvina Ocampo, de
quien se enamora profundamente, como da cuenta tanto su correspondencia como sus
diarios, y por el otro quien será su analista casi hasta la muerte de Alejandra, el doctor
Enrique Pichon-Rivière, con quien establece una relación capital de amor-odio que se
mantendrá hasta el fin de su vida y que incidirá desde su obra hasta su consumo cada vez
mayor de psicotrópicos, que finalmente la llevarán a la muerte al ingerir cincuenta
pastillas de Seconal sódico en septiembre de 1972.

Del amor por Silvina vemos un breve ejemplo en esta cita de una de sus cartas, que no
necesita comentarios por su contundencia: “Oh Sylvette, si estuvieras. Claro es que te
besaría una mano y lloraría, pero sos mi paraíso perdido. Vuelto a encontrar y perdido (…)
Yo adoro tu cara. Y tus piernas y, surtout (bis 10) tus manos que llevan a la casa del
recuerdo –sueños, urdida en un más allá del pasado verdadero”.

En cuanto a su obra, se sucederán dos libros, uno fundamental desde mi punto de


vista, Extracción de la piedra de locura (1968), donde dando un vuelco pasará del poema
brevísimo y predominantemente en verso al poema en prosa extenso, pero trabajado con
un cuidado similar al de sus poemas breves, con una atmósfera más surrealista que
cualquiera de sus otros libros y una maestría que resulta deslumbrante.
Un año antes de su muerte aparece El infierno musical (1971), donde si bien se continúa el
trabajo sobre el poema en prosa, hay un tono diferente, que hace pensar en una
despedida de la poesía, como en efecto lo es.

Fragmentos para dominar al silencio


I
Las fuerzas del lenguaje son las damas solitarias, desoladas, que cantan a través de
mi voz que escucho a lo lejos. Y lejos, en la negra arena, yace una niña densa de
música ancestral. ¿Dónde la verdadera muerte? He querido iluminarme a la luz de
mi falta de luz. Los ramos se mueren en la memoria. La yacente anida en mí con su
máscara de loba. La que no pudo más e imploró llamas y ardimos.
II
Cuando a la casa del lenguaje se le vuela el tejado y las palabras no guarecen, yo
hablo.
Las damas de rojo se extraviaron dentro de sus máscaras aunque regresarán para
sollozar entre flores.
No es muda la muerte. Escucho el canto de los enlutados sellas las hendiduras del
silencio. Escucho tu dulcísimo llanto florecer mi silencio gris.
III
La muerte ha restituido al silencio su prestigio hechizante. Y yo no diré mi poema y
yo he de decirlo. Aun si el poema (aquí, ahora) no tiene sentido, no tiene destino.

EL OTRO LADO DE LA ESCRITURA

Además de los que publica, Alejandra está escribiendo otro tipo de textos que no
aprueban sus compañeros habituales de su entorno poético –Olga Orozco, por ejemplo–,
donde van a aflorar desde el coloquialismo hasta las malas palabras y la obscenidad, que
significan una ruptura radical con su concepto del poema trabajado y elaborado hasta
lograr una perfección notable en el lenguaje. Aquí es como si lo destripara y se rompiera
hasta la enunciación en una carcajada llena de humor obsceno. Se trata de los textos que
luego aparecerán en La bucanera de Pernambuco o Hilda la polígrafa, así como de su
breve y única pieza teatral, Los perturbados (o poseídos) entre lilas.

A esta doble tarea de escritura que la divide en dos Alejandras contrarias hay que agregar,
por un lado, la tormentosa relación con su último amor, Martha Isabel Moia, y su
creciente consumo de psicotrópicos que va desquiciándola cada vez más, hasta que llega
la noche en que finalmente se suicida ingiriendo pastillas.

Es decir que su obra y su vida se suspenden el 25 de septiembre de 1972, sólo que su obra
se irá desplegando a tal punto que su perfil de escritora cambia radicalmente.

Cuando Alejandra muere ya es una poeta de altísimo nivel, pero de quien, por desgracia
para sus lectores, muy pocos libros se consiguen, al margen de que se desconoce su labor
crítica. Además, se ignoran los textos inéditos de ruptura con su forma de hacer poesía,
que Olga Orozco y Ana Becciú publican en 1982, Textos de sombra y últimos poemas,
donde no sólo se suman una serie de poemas inéditos que llegan hasta el que escribió el
último día de su vida, sino que aparecen los textos transgresores y obscenos que van a
transformar su perfil de poeta pura y estilizada, para escándalo de muchos críticos.

La década del 90 también es un período fundamental para su obra: por un lado, aparece
en Buenos Aires su obra poética completa con algunos textos en prosa, que aunque no es
verdaderamente completa, reúne todos los libros publicados en vida, lo que los hace
accesibles al público, que sólo conocía parcialmente sus poemas y textos en prosa.
También aparece una primera colección de su correspondencia editada por Ivonne
Bordelois que nos muestra a otra Alejandra, cálida, preocupada por sus amigos y generosa
en su acercamiento a los otros poetas.

Por fin, entre 2000 y 2020 se publican en España sus poemas y prosas completos y, ya en
2013, sus diarios completos, obras que no son verdaderamente completas, pero llenan un
vacío importantísimo y nos acercan casi a la obra total de Alejandra dentro de esos
géneros. También, una buena parte de su correspondencia se publicará en estos años. Si
me detengo en subrayar los géneros es porque en la Biblioteca de Princeton siguen
depositados otros textos que nos remiten a la narradora de textos breves o relatos y su
texto extenso, Otoño o los de arriba; la escritora de textos cuasi pornográficos, y la artista
que constantemente reflexiona sobre la literatura. Toda una producción que, alguna vez,
esperemos, se editará para completar esta imagen que ha ido creciendo con los años.

“Y que de mí no quede más que la alegría de quien pidió entrar y le fue concedido”.
Cesar Tiempo
EL ARGENTINO CESAR TIEMPO Y SUS «VERSOS DE UNA...»
Cervantes virtual

     En el año 1926 tuvo extraordinario éxito un libro de conmovedores poemas, con el
título sugestivo de Versos de una..., supuestamente escrito por Clara Beter, una prostituta
porteña de excepcional sensibilidad, dado su oficio, quien resultó ser invención de César
Tiempo, a su vez seudónimo del autor argentino Israel Zeitlin.
     El libro ofrece un ejemplo de una broma literaria muy hábilmente concebida y
elaborada, pero es también un poemario de gran belleza cuya lectura todavía conmueve,
aún cuando tenemos plena conciencia de la ficción que representa. La historia de Versos
de una... y su suerte posterior muestran los efectos de una broma de este tipo y los
peligros a que está expuesta, lo que hace difícil una valoración justa de su arte ante su
naturaleza dualista de obra seria que es al mismo tiempo una broma de intención
humorística.

Israel Zeitlin -más conocido por su seudónimo, César Tiempo- nació en Ekaterinoslaw
(actualmente Dniepropetrowsk), Ucrania, el 3 de marzo de 1906. En diciembre de ese
mismo año, llegó junto a su familia a Buenos Aires. Su infancia transcurrió entre los barrios
Villa Crespo y San Cristóbal, donde concurrió a la Escuela Hebrea I. Markman y a la Escuela
Nacional de Artes. Desde muy temprana edad comenzó a interesarse por el ámbito
artístico; con tan sólo 15 años enviaba cuentos y poemas de temas judaicos a varios
periódicos argentinos, logrando su primera publicación en el diario La Nación a los 20
años.

En 1926 aparece su primer libro de poemas llamado Versos de una... cuya autoría esconde
detrás de la personalidad literaria de Clara Beter, joven poeta y prostituta rusa. El libro fue
publicado con gran repercusión por Claridad, editorial y revista del grupo literario Boedo,
llevando al escritor a desenmascarar su autoría. El seudónimo César Tempo, que mantuvo
luego durante toda su vida, tiene relación con los orígenes de su apellido (Zeit en alemán
significa tiempo y lin es el verbo cesar

 César Tiempo evoca la historia de su espectacular broma literaria en su libro Clara Beter y


otras fatamorganas unos [16] cincuenta años después del evento. Sitúa lo que José Barcia
llamara «la travesura de 'Clara Beter'» en su mocedad, durante la época de Boedo y de
Florida, «peregrina clasificación que nucleaba a los poetas y prosistas agrupados alrededor
del periódico «Martín Fierro» y de la revista «Claridad».  (4) Los objetivos del grupo, que
adoptó el nombre de la calle Boedo, eran la expresión del mundo del trabajo y la creación
de literatura social, mientras que el nombre de la calle Florida simbolizaba el ejercicio más
«puro» y desinteresado de la literatura. Según Adolfo Prieto, «una característica de la
llamada polémica de Boedo y Florida consistió en la existencia de una zona de
permeabilidad entre las vertientes reconocidas por uno y otro grupo. Muchos escritores
transitaron esa zona sin demasiados escrúpulos.» (5) El «alter ego» de César Tiempo (se
refiere así a su nombre original Israel Zeitlin) colaboraba en la revista de
Boedo Claridad, que había aparecido en 1922 titulada Los Pensadores.

El libro Versos de una... fue publicado primero en la colección «Los Nuevos» de la Editorial


Claridad, cuya nómina anterior incluía a escritores tan notables como Elías Castelnuovo
(con dos novelas), Alvaro Yunque, Roberto Mariani, Leonidas Barletta, Enrique Amorim y
Abel Rodríguez. Entre tan distinguidos nombres viene a situarse el de Clara Beter,
mientras el de Israel Zeitlin brilla por su ausencia. César Tiempo dice en su Clara Beter y
otras fatamorganas que la venta alcanzó cifras increíbles para la época (100,000
ejemplares) provocando elogiosos comentarios en la Argentina y el extranjero. Zum Felde
y el poeta Roberto Ibáñez le dedicaron artículos en Montevideo y Rómulo Meneses en
Lima.
     Mientras más se celebraban los versos, más se buscaba a la autora. Un periodista
amigo del verdadero autor se encontró con el poeta José Sebastián Tallon, a quien pidió
que le presentara a Clara Beter, que según decían, se encontraba en Buenos Aires.
Proliferaban los proyectos de salvar a Clara Beter y de escribir una película con su historia,
por cuyas razones «ya la superchería asumía proporciones peligrosas para el autor.»
Además, existía la amenaza de no poder reclamar los versos como suyos: [19]
  La lograda ejecución de una broma literaria trae consigo una amenaza de
autodestrucción, puesto que su esencia de enigma está expuesta a convertirse en un
«caso cerrado» archivado como broma en la historia de las letras, una vez que se haya
descubierto la superchería. La obra, tan celebrada primero por los que la leen en serio y
luego por los que descubren la broma, es fácilmente relegada a la categoría de un
«bromazo» sin que una nueva lectura compruebe su valor propio. Tal vez queden los
residuos de cierto resentimiento por parte de los que se consideran víctimas, como los
críticos y lectores en general, con el ego herido por el engaño.
     En todo caso, resulta curioso y notable que el libro Versos de una... no se encuentre ya
en los lugares donde uno espera hallarlo. No está ni en la Biblioteca Nacional en Buenos
Aires, ni tampoco en las bibliotecas de Córdoba, «La Prensa», «La Nación», o del Consejo
Nacional de Educación. No figura entre otros libros de César Tiempo en la formidable
Biblioteca del Congreso en Washington, D. C., tan parecida a la de Babel que describe
Borges en un conocido cuento. 
Es evidente que una lectura actual rinde intuiciones muy distintas de las que recogieron
los primeros lectores de Versos de una..., a quienes podemos en estos momentos
considerar, no sin cierta complacencia inmerecida, ingenuos. Para éstos, creyendo que se
trataba de las confesiones líricas de una ramera artísticamente dotada, el libro tenía valor
biográfico que seguramente intensificaba la emoción. El lector moderno, informado de
que el autor de los versos fue un varón joven, puede alejarse un poco y apreciar con
relativa objetividad el valor de la obra como una creación artística, concebida y ejecutada
como una ficción novelesca.

FATALIDAD

Sueños, sueños, sueños, que se lleva el viento


implacable y frío de la realidad:
- ¿Tendré hogar, cariño, sosiego algún día?
Y una voz responde: “jamás”
MI DOLOR

A  veces, hasta me da vergüenza llorar


pensando en lo pequeña que es mi pena,
ante la enorme pena universal.
¿Qué es mi dolor de triste yiradora
 ante el de aquellos que no tienen pan?
QUICIO

Me le entrego a todos, mas no soy de nadie;


para ganarme el pan vendo mi cuerpo
¿qué he de vender para guardar intactos
mi corazón, mis penas y mis sueños?
A LAS 23:30

A bre un cine su boca desdentada


y nos echa a la calle, aliento de hembras
de carne fácil y de amor difícil.
Se encienden como lámparas los ojos
y comienza la oferta y la demanda.
Viejos caducos y gomosos pálidos
el tacto y el olfato desarrollan.
Es la calle como una mancebía.
¡Cuánto daría por poder ahogarlos
a todos en un vómito!

PRESENTIMIENTO

La luz de este prostíbulo apuñala


las sombras de la calle.
Paso delante suyo y se me enciende
Un pensamiento cruel en la cabeza:
¿Terminaré mi vida en un prostíbulo?

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