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Defensores de Los Derechos Humanos

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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

UNIVERSIDAD NACIONAL ABIERTA


DIRECCIÓN DE INVESTIGACIÓN Y POSTGRADO
ESPECIALISTA EN DERECHOS HUMANOS

METODOS, TECNICAS Y PROCEDIMIENTOS PARA EL ESTUDIO DE


LOS DERECHOS HUMANOS.
Presentado por: López Yunedy. C.I. 15.396.999.
Fecha: 02 de Mayo de 2021.

Ensayo 2. Tema: Defensa y Vigilancia de los Derechos Humanos de las


Minorías y/o grupos vulnerables.

DEFENSORES DE LOS DERECHOS HUMANOS

Un defensor de los derechos humanos es toda aquella persona que, de


forma individual o en grupo, promueve o protege mediante actuaciones pacíficas
los derechos y libertades contenidos en la Declaración Universal de Derechos
Humanos aprobada el 10 de diciembre de 1948 por la Asamblea General de las
Naciones Unidas, tanto los civiles y políticos como los económicos, sociales y
culturales. Este concepto engloba a «los individuos, los grupos y las instituciones
[que contribuyen] a la eliminación efectiva de todas las violaciones de los
derechos humanos y las libertades fundamentales de los pueblos y los individuos.
En este sentido, puede ser defensor cualquier persona o grupo de personas que se
esfuerce en promover o proteger uno o varios derechos humanos de un individuo
o grupo de personas, desde organizaciones intergubernamentales hasta individuos
que trabajan en sus comunidades locales. De este modo, no solo actúan en el
marco de organizaciones no gubernamentales (en adelante, ONG) o
intergubernamentales, sino que también puede tratarse de empleados del Estado,
funcionarios públicos o miembros del sector privado. (Autor: Ana Ollo Rocca)

La persona que actúe en favor de un derecho (o varios derechos)


humano(s) de un individuo o un grupo será un defensor de los derechos humanos.
Estas personas se esfuerzan en promover y proteger los derechos civiles y
políticos y en lograr la promoción, la protección y el disfrute de los derechos
económicos, sociales y culturales. Los defensores abordan cualesquiera problemas
de derechos humanos, que pueden comprender desde las ejecuciones sumarias
hasta la tortura, la detención y prisión arbitraria, la mutilación genital de las
mujeres, la discriminación, las cuestiones laborales, las expulsiones forzadas, el
acceso a la atención sanitaria o los desechos tóxicos y su impacto en el medio
ambiente. Los defensores actúan en favor de derechos humanos tan diversos como
el derecho a la vida, la alimentación y el agua, el nivel más alto posible de salud,
una vivienda adecuada, un nombre y una nacionalidad, la educación, la libertad de
circulación y la no discriminación.

Del mismo modo actúan en todas las partes del mundo tanto en los Estados
que están divididos por conflictos armados internos como en los que son estables;
en los no democráticos y en los que el ejercicio de la democracia está firmemente
asentado; en los que económicamente están en desarrollo y los clasificados como
países desarrollados. Se esfuerzan en promover y proteger los derechos humanos
en el contexto de diversos problemas. La mayoría desarrollan su actividad en el
plano nacional o local, en defensa del respeto de esos derechos en sus propias
comunidades y países. En esas situaciones, sus principales homólogos son las
autoridades locales encargadas de garantizar el respeto de los derechos humanos
en una provincia o el país en su conjunto. Sin embargo, algunos defensores actúan
en el plano internacional o regional. Por ejemplo, pueden supervisar una situación
regional o mundial en materia de derechos humanos y remitir información a
mecanismos regionales o internacionales, incluidos los relatores especiales de la
Comisión de Derechos Humanos y los órganos creados en virtud de tratados de
las Naciones Unidas. Su labor es cada vez más variada: se concede atención
prioritaria a las cuestiones de los derechos humanos en el plano nacional y local,
pero mantienen contactos con los mecanismos internacionales y regionales que
puedan ayudarles a mejorar la situación en sus países.

La actividad de muchos defensores tiene por objeto lograr que se rinda cuentas de
la observancia de las normas relativas a los derechos humanos. En términos
generales, esta labor puede consistir en ejercer presión sobre las autoridades y
promover la realización de mayores esfuerzos por parte del Estado para cumplir
las obligaciones internacionales en materia de derechos humanos que ha contraído
al ratificar tratados internacionales. En casos más concretos, la importancia
atribuida a la rendición de cuentas puede suponer que los defensores denuncien,
bien sea en un medio público (por ejemplo, un periódico) o ante un tribunal,
violaciones de derechos humanos que ya se han producido. De esta manera
contribuyen a que se haga justicia a las víctimas y a acabar con las pautas de
impunidad, evitando así violaciones futuras. Un gran número de defensores, a
menudo por conducto de organizaciones establecidas al efecto, concentran sus
esfuerzos exclusivamente en poner fin a la impunidad. Los mismos grupos de
defensores también podrían promover el fortalecimiento de la capacidad del
Estado para enjuiciar a los autores de violaciones, por ejemplo impartiendo
capacitación en materia de derechos humanos a los fiscales, los jueces y la policía.

Así es que, ante el incumplimiento por parte de los Estados de su deber de


respetar y garantizar los derechos y libertades reconocidos en la Convención
Americana de Derechos Humanos(CADH), y “crear las condiciones necesarias
para el efectivo goce y disfrute de los derechos establecidos en la Convención”, se
asienta “la importancia del papel que cumplen”, en tanto que actúan ejerciendo un
constante reclamo, monitoreo, visibilización y denuncia de aquellas situaciones en
que dicho goce y disfrute no se encuentra garantizado o es incluso violentado,
según el caso. En este mismo sentido, la Corte Interamericana de Derechos
Humanos ha determinado que: “(…) las defensoras y los defensores de derechos
humanos contribuyen de manera esencial a la observancia de los derechos
humanos, pues actúan como garantes contra la impunidad. De esta manera se
complementa el rol, no tan solo de los Estados, sino del Sistema Interamericano
de Derechos Humanos en su conjunto”. De ahí que, a través del ejercicio de este
derecho, los defensores de derechos humanos contribuyen “a la eliminación
efectiva de todas las violaciones de los derechos humanos y las libertades
fundamentales de los pueblos”.

Pese a la importante labor que realizan, esta no se encuentra exenta de


riesgos, lastimosamente América Latina es la región más peligrosa del mundo
para ejercer este derecho. Datos recopilados en el año 2015 por la organización
Front Line Defenders dan cuenta de que, por ejemplo, más de la mitad de
asesinatos de personas defensoras de los derechos humanos, ocurre en la región.
Concretamente, las personas defensoras que afrontan mayores riesgos en el
desempeño de su labor, son aquellas que defienden los derechos de los pueblos
indígenas, la tierra y el medio ambiente, quienes concentran el 40 % del total de
estos asesinatos referidos. También ocurren persecuciones, amenazas,
hostigamientos y represalias por la exposición que se realiza de los abusos
existentes en el mundo por parte de actores no estatales, con o sin aquiescencia del
poder público, y siempre con el propósito de silenciarlos y e impedir que lleven a
cabo el destacable trabajo que desempeñan. Del mismo modo ocurre la
criminalización de los defensores, un fenómeno que la misma Comisión
Interamericana ha observado que no solamente persiste si no que se ha
intensificado, y al que se ha referido como una sostificacion de las acciones
dirigidas a impedir, obstaculizar o desmotivar la labor de defensa y promoción de
los derechos humanos. Esto implica una creciente manipulación del derecho penal
o aplicación indebida del mismo con, finalmente, el ánimo de producir idéntico
resultado pero de forma más sutil, si se quiere.

Una vez que se ha hecho referencia al reconocimiento del derecho a


defender los derechos humanos, y ante la falta de reconocimiento del mismo por
las normas internacionales, corresponde determinar de qué formas puede ser
ejercido sin que ello implique renunciar a su carácter autónomo. Ello se debe a
que el defensor, en el desempeño de su labor, realiza una amplia gama de
actividades al momento de ejercitar su derecho a defender los derechos y
libertades fundamentales, ya sean propias o ajenas. Al respecto, cabe recordar que,
tal y como se introdujo supra, son las actividades que realiza una persona o grupo
de personas, las que permiten atribuirles la calidad o condición de defensor o
defensora de los derechos humano. Son estas personas las que, ejerciendo el
derecho a defender y promover los derechos humanos, ejercen simultáneamente
otros derechos tales como la libertad de expresión, el derecho de reunión pacifica,
la libertad de asociación, los derechos políticos, entre otros.

A la luz de las consideraciones desarrolladas a lo largo del análisis


anteriormente realizado resulta lógico concluir que, en virtud de la importancia
que la figura de las personas defensoras de los derechos humanos tiene para la
construcción y consolidación del sistema democrático, tal y como fue idealmente
concebido; y dado el difícil contexto, principalmente latinoamericano, en que
estas personas desarrollan su invaluable actividad, es necesaria la consolidación y
el reconocimiento ya pleno del derecho a defender los derechos humanos como
derecho autónomo. Esto permitirá el desarrollo de la naturaleza y alcances del
mismo de forma integral, así como determinar de forma concreta y pormenorizada
las obligaciones internacionales que surgen para los Estados a raíz de un eventual
incumplimiento del mismo.

En definitiva, este reconocimiento solamente puede redundar en una


mayor protección de las personas defensoras que hoy en día son asesinadas,
criminalizadas, hostigadas y amenazadas, con el objetivo de detenerlas en el
desarrollo de la importante labor que realizan. Cabe hacer mención de la lideresa
indígena lenca Berta Isabel Cáceres Flores, quien pese a ser beneficiaria de
medidas cautelares por parte de la CIDH y a contar con un amplio reconocimiento
internacional de su labor, fue recientemente asesinada en Honduras por su lucha
en contra de la instalación de los mal llamados “Proyectos de Desarrollo” en el
territorio sagrado de su comunidad. Quizás, por ejemplo, si su derecho a defender
los derechos humanos hubiese sido plenamente efectivo, se habría logrado una
mayor y más integral protección en vida de su persona. Esto, no solo mediante la
instalación de cámaras o el otorgamiento de escoltas que limitan y encapsulan a la
persona, apartándola de la sociedad y comunidad que defiende si no que habría
implicado, entre otras cosas, un reconocimiento público de su trabajo o una
investigación diligente de las amenazas, hostigamientos y agresiones de que fue
víctima. Sin duda, de esta forma se habría evitado en gran medida el riesgo que se
actualizo en su reciente muerte.

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