El Realismo y El Cuento
El Realismo y El Cuento
El Realismo y El Cuento
Fiódor Dostoyevski, con Crimen y castigo y Los hermanos Karamázov, ahonda en la conciencia de
los personajes, en lo que se ha dado en llamar novela psicológica, la gran aportación rusa al Realismo.
El conjunto de la obra novelística de Benito Pérez Galdós presenta un fresco de la sociedad española
del siglo XIX equiparable al que planteó Balzac en su Comedia humana para la francesa. Desde La
desheredada, en 1881, sus novelas contemporáneas llegan al realismo pleno, a la vez que asumen
algunos de los postulados del Naturalismo. Con Fortunata y Jacinta (1886-1887) alcanza el cénit de
su arte.
Leopoldo Alas "Clarín", que escribió la obra cumbre del realismo decimonónico en España, La
Regenta
Los cuentos más antiguos surgieron en Egipto alrededor del año 2000 a.C.
También cabe destacar las fábulas del griego Esopo (de carácter
moralizante) y los escritos de los romanos Lucio Apuleyo y Ovidio, cuyos
temas consistían en temas griegos y orientales con elementos fantásticos
y mágicos.
2- Características
2.1- La acción
Por ser los cuentos relatos breves, una serie de hechos tienen que suceder
poco a poco a través de su evolución. A través de la narración, estos hechos
constituyen la acción que consta de 3 partes básicas, a saber: introducción,
punto culminante y desenlace.
2.2- Tema
Es lo que llama la atención en todo el desarrollo del cuento. El tema es el
elemento móvil del relato, el cual alcanza su punto máximo a medida que
el relato va evolucionando. Puede basarse en una gran gama de aspectos,
como el odio, amor, rencor, ilusión, ciudades, países, animales y pare usted
de contar.
2.3- Personajes
Seres y cosas tanto reales como imaginarios caben en todo relato. En las
narraciones literarias existen personajes principales o protagonistas ya
que, por sus características resaltantes, destacan sobre los demás y
realizan acciones más significativas. Luego, encontramos a los personajes
secundarios, que son menos importantes. El cuento debe partir de
situaciones en las que el o los personajes viven un conflicto que los obliga
a tomar una decisión que pone en juego su destino.
2.4 - Ambiente
Este elemento no es fundamental en el cuento, ya que está formado por el
ámbito o escenario donde los personajes se mueven. En los pequeños
relatos no siempre se encuentra definido, ya que muchas veces el
ambiente está tácito, sugerido o esbozado a grandes rasgos.
Durante la Edad Media pueden rastrearse varios orígenes para la tradición europea de la
narrativa breve en prosa pero todos convergen en la relevancia cultural del apólogo como
forma literaria básica para la educación moral de los europeos. En este aspecto coinciden las
líneas que proceden de las antiguas fábulas grecorromanas, fundamentales en nuestra
cultura por su prestigio clásico, de las fábulas y los cuentos moralizantes de tradición oriental
que se difundieron por toda Europa desde las fronteras de la Cristiandad con el Islam, sobre
todo en Hispania, y de los modelos de narrativa religiosa vinculados a las colecciones de
“mirácula”, que acaso sea el tipo de narrativa breve más original de nuestra cultura durante
la Etapa Constituyente.
Desde una perspectiva histórica, hay que destacar en primer lugar la estrecha vinculación
de la narrativa breve en prosa con su gemela versificada en estos primeros siglos de
la literatura europea. El verso sirvió sobre todo para dar mayor categoría literaria a una
materia que en principio carecía de ella por la lengua en que se componía, mayoritariamente
vulgar, por su destino vicario, es decir, porque se planteaba como un mero vademécum
literario a disposición de otros autores para la composición de textos de más prestigio,
destinados fundamentalmente a la predicación, o por su origen secundario, traducción de
otros originales, estos sí de prestigio, en latín. Salvado este prejuicio negativo a partir del
siglo XIII gracias al valor práctico que fueron adquiriendo estos relatos breves, colecciones
de cuentos como El conde Lucanor pretenden dotarse de mayor valor literario articulándose
como una obra amplia compuesta de elementos menores vinculados entre sí pero
independientes. Mediante esta elaboración personal de un material previo, el autor presenta
ante el lector su obra en prosa como un auténtico trabajo literario.
El siguiente paso lo da Boccaccio al prescindir de la moralización como justificante de la
propia existencia del relato. Sin embargo, incluso el humanista florentino mantiene la ficción
de una supuesta o jocosa moraleja en cada uno de sus cuentos puesto que esta seguía siendo
una de las características básicas del género. Es más, en la Etapa Clásica, la recuperación del
prestigio de la fábula como género de procedencia grecorromana hace que la moralización
vuelva a ser un ingrediente básico e incluso que la prosa pierda prestigio frente al verso. En
este sentido y pese al gran peso que la figura de Boccaccio tuvo en el Renacimiento europeo,
el cuento sufrió un claro retroceso como género literario culto durante el siglo XVII.
A la altura del siglo XVIII la narración corta en prosa se había visto relegada en buena
medida a temáticas menores como la infantil y a motivos de prestigio menor como los relatos
populares. De ahí la enorme importancia para el resurgir del género de autores como los
hermanos Grimm, en los inicios de la Etapa Disolvente. En principio, lo que ellos proponen
es elevar a la categoría de literatura de prestigio unos relatos populares que supuestamente
eran transcritos en la lengua y con el estilo con los que se habían conservado entre la gente
iletrada desde tiempos inmemoriales. En este sentido, el éxito de los cuentos de los hermanos
Grimm es uno de los ejemplos básicos de la ruptura con los modelos clásicos que está en la
base del cambio cultural que se produce a finales del siglo XVIII. Sus relatos breves son textos
en los que la moralidad no es necesariamente relevante y que, por supuesto y pese a lo que
pueda parecer desde nuestra perspectiva actual, pretenden ir mucho más allá de la literatura
infantil, pues se presentan como testimonio de la creatividad de todo un “pueblo”. Además,
se trata de textos individuales, completos en sí mismos pese a su brevedad.
Ciertamente, el cuento siguió siendo considerado durante todo el siglo XIX un género
menor y grandes autores como Hoffmann o Poe hubieron de intentar ganarse su prestigio
literario con otros géneros más valorados por sus propios colegas escritores. Sin embargo, ya
en el siglo XX y de la mano, sobre todo, de autores extraeuropeos como Borges o Monterroso,
el cuento se ha convertido finalmente en uno de los géneros literarios de mayor presencia en
nuestra cultura actual.
Infancia en la antigüedad
En el mundo occidental, durante gran parte de la historia, la infancia no se
consideraba como una etapa diferente de la vida. Un niño era pensado como un
adulto: vestía igual, debía tener el mismo comportamiento y compartir las mismas
tareas.
Todo lo anterior iba unido a una menor preocupación por sus necesidades
intelectuales y emocionales. En ese escenario, prácticamente no existían libros
para niños y niñas.
“En el siglo XVII, 236 de cada 1000 bebés morían antes de cumplir un año, en
contraste con los 20 que mueren hoy. El 45% de los franceses nacidos en el siglo
XVIII murieron antes de cumplir 10 años.
Los hijos trabajaban junto con sus padres casi tan pronto como podían caminar…”
Daniel Goldin.
¿Es necesario recordar que lo que hoy parece obvio y natural: el acceso en la
primera infancia a la lectura y la escritura, no fue siempre así, que durante siglos
leer fue privilegio de unos cuantos, entre los que no se contaba a los niños ni a las
mujeres (…)?
Daniel Goldin.
Otras novelas de esa época, como Robinson Crusoe (1719) y Los viajes de Gulliver (1726),
fueron escritas inicialmente para adultos, pero apropiadas con el paso del tiempo por niños y
jóvenes.
A fines del siglo XIX se masifica la publicación de libros para niños. Si antes los
libros tenían como objetivo el enseñar a los niños como comportarse y cómo ser,
luego son cada vez más los libros que buscan entretenerlos y mostrarles otras
realidades. Es así como aparecen varios clásicos como Alicia en el país de las
maravillas , de Lewis Carroll (1865); Tom Sawyer, de Mark Twain
(1876); Pinocho, de Carlo Collodi (1883); y Heidi, de Johanna Spyri (1880).
“La palabra infancia proviene de latín infantia, que significa literalmente “mudez”. El
infante es el infans, literalmente el que no habla (…) El proceso al que aludiré́ más
adelante está directamente relacionado con la transformación de un sujeto que no
habla (tal vez sería más correcto decir, al que no se escucha) a un sujeto al que se
le reconoce el derecho a hablar y se le ofrecen condiciones para hacerlo. Es un
largo proceso civilizatorio en el que aún estamos inmersos (…)”
“En este sentido podemos adelantar que la evolución de la literatura para niños ha
pasado de ser una literatura infantil, es decir una literatura para ser escuchada y
acatada (no para hacer hablar), a una literatura para niños que busca o propicia de
diversas formas el diálogo, la participación activa de los niños en el mundo.”
Daniel Goldin.
En La invención del niño.