Regimen de Las Cosas Muebles Autor: Claudio Marcelo KIPER
Regimen de Las Cosas Muebles Autor: Claudio Marcelo KIPER
Regimen de Las Cosas Muebles Autor: Claudio Marcelo KIPER
1
La usucapión trienal exigía buena fe y una res habilis, sin ser tal la res furtiva. Esta última caía
bajo la praesriptio longissimi temporis (treinta años), siempre que no hubiera habido violencia, y el
adquirente fuese de buena fe.
2
El art. 464, primer párrafo, del Código Civil español dispone que “La posesión de los bienes
muebles adquirida de buena fe, equivale al título. Sin embargo, el que hubiese perdido una cosa mueble
o hubiese sido privado de ella ilegalmente podrá reivindicarla de quien la posea”. A pesar de su
semejanza con el art. 2279 del Código francés, la doctrina discrepa sobre su alcance, en virtud de los
antecedentes históricos que en España consagraban una solución diferente, próxima al derecho romano.
explican viejos adagios germánicos: “busca tu confianza donde la has puesto”,
o “la mano debe guardar la mano”; es decir, el dueño debía hacerse
responsable de la apariencia de dominio que había creado en el poseedor en el
que había confiado 3. El dueño de la cosa ha sido imprudente en confiar en una
persona desleal, mientras que la conducta del adquirente, engañado por la
apariencia, no es reprochable. Lo único que podía hacer el dueño era reclamar
a quien le había confiado la cosa.
Estas ideas imperaron también en el antiguo derecho francés, hasta que
en los siglos XIII y XIV se produjo la recepción del derecho romano y con ella la
reivindicación de las cosas muebles. Claro que esto afectó el interés del
comercio, en tanto perdió agilidad y seguridad, por lo que en los siglos XVII y
XVIII decayó el interés en la reivindicación. Influyó también el hecho de que
habían disminuido los robos -en la época anterior hubo mayor inseguridad,
pillaje, y tráfico de objetos robados- y que había mayor paz y orden. La
reivindicación aparejaba nefastas consecuencias para el comercio, por lo que la
máxima en fait de muebles possession vaut titre apareció en la nueva
jurisprudencia del Chatelet de París, más próximo a las necesidades del
mundo de los negocios que los parlamentarios, quedando a salvo los casos de
pérdida o robo de la cosa. Ya no era suficiente con establecer que no procedía
la acción reivindicatoria sino que se llegó aún más lejos al resolverse que el
poseedor de buena fe se convertía en propietario.
3
Lacruz Berdejo, Derechos reales, 1, ps. 240/1.
El derecho francés, para dar respuesta al problema, experimentó
distintos vaivenes, magistralmente sintetizados por Savatier en los siguientes
términos: "Si nos remontamos a los orígenes del antiguo derecho
comprobamos que los muebles no eran susceptibles de reivindicación: mobilia
non habent sequellam; los muebles no generan reipersecución (“n’ont pas de
suite” en el original), excepto en el caso de robo. Pero el descubrimiento por
nuestros antiguos juristas del cuerpo de derecho romano de Justiniano
suscitó tal admiración que tomaron de él, a partir de los siglos XV y XVI, la
reivindicación, aunque no se atrevieron a aplicarla en el caso de la hipoteca
mobiliaria. La antigua máxima fue corregida adecuadamente y pasó a ser:
meubles n’ont pas de suite par hypothéque. Pero pronto se experimentaron los
inconvenientes de la reivindicación de los bienes muebles. Dificultaba el
comercio de la manera más fastidiosa, al no poder el comprador remontarse a
los orígenes del bien mueble (trasmitido) y al no poder, por ese motivo, estar
seguro de los derechos de los precedentes y sucesivos propietarios, de los
cuales derivarían sus propios derechos. Por eso reaccionaron los prácticos del
derecho. Primero limitaron el plazo de reivindicación a tres años...; después
inventaron la tesis según la cual se habría de negar la reivindicación a quien
hubiese puesto mal su confianza en otro, es decir, a la víctima de un abuso de
confianza o de una estafa. De este modo, el antiguo derecho desembocaba en
la regla que establece el art. 2279 (del Código francés), ya que con este
precepto se protege, prácticamente, al adquirente de buena fe que adquiere
sobre la base de un previo abuso de confianza o de una estafa” 4.
Todos estos antecedentes influyeron la política legislativa seguida por la
codificación. En efecto, el citado art. 2279 del Código Napoleón dice: "En
materia de muebles, la posesión vale título (en fait de meubles, la possession
vaut titre). Sin embargo, aquel que ha perdido o a quien ha sido robada una
cosa puede reivindicarla durante tres años, a contar desde el día de la pérdida
o del robo, contra aquel en manos de quien la encuentre, salvo a éste su
recurso contra aquel de quien la tuvo". Esta disposición ha inspirado a
numerosos códigos modernos y, como se verá, un sistema similar sigue
nuestro art. 2412.
2. Examen del texto del art. 2412.- El art. 2412 del Código Civil
establece que "la posesión de buena fe de una cosa mueble, crea a favor del
poseedor la presunción de tener la propiedad de ella, y el poder de repeler
cualquier acción de reivindicación, si la cosa no hubiese sido robada o
perdida ". Han sido fuentes de esta norma Aubry et Rau; Troplong; Marcadé; Duranton; Laurent; y
4
René Savatier, Cours de droit civil, 2? ed., París, 1947, I, ps. 362/3.
los Códigos francés (art. 2279) y portugués (art. 519, inc. 1?).
Es importante tener en cuenta que el artículo referido distingue estas dos
situaciones:
5
Marcel Planiol y Georges Ripert, Traité pratique de droit civil francais,
París, 1925/7, III, n ? 380.
ninguna culpa puede imputársele, y la situación del propietario que ha hecho
acto de confianza entregando la cosa a una persona que comete un abuso y
dispone de ella como propia, el legislador debía sacrificar a este último, porque es
él quien tiene la culpa de su mala elección. La seguridad y la estabilidad de las
transacciones exigía que así fuese 6.
Se trata de una aplicación de la teoría de la "apariencia". En el derecho
moderno, los instrumentos jurídicos más importantes a este respecto son la
posesión y la inscripción de ciertas titularidades jurídicas en registros creados
con ese fin. En el caso que se examina ha mediado una trasmisión de una cosa
mueble hecha por un poseedor ilegítimo (abuso de confianza) que, en apariencia,
se comportó como si fuera el ve rdadero propietario de la cosa frente al tercero
adquirente. El derecho tutela esta situación emanada de la apariencia,
legitimando una situación de hecho, con el fin de asegurar la fluidez en el
intercambio de bienes. Se protege a la apariencia al servicio del tráfico, ahorrando
difíciles investigaciones sobre la titularidad de quien enajena.
Ocurre que la seguridad constituye uno de los fines del derecho. Este no
puede desconocer la vigencia de ciertas situaciones de hecho revestidas de una
apariencia tal de solidez y rectitud que su destrucción u olvido sólo pueden
acarrear efectos nocivos en el desenvolvimiento de las relaciones económicas y
sociales. De tal forma, en no pocas ocasiones el derecho se pronuncia en favor de
quien, de buena fe, confiando en la apariencia, ha tomado por buenas situaciones
o titularidades cuya realidad desconoce.
Nuestro Código Civil ha efectuado numerosas aplicaciones de la doctrina de
la apariencia: art. 3430 -heredero aparente -; 732 -el deudor, de buena fe y con
error de hecho excusable, se libera si le paga al a quien aparece como acreedor-;
970 -acción de fraude-; 960 -simulación-; 996 -no oponibilidad del
contradocumento en la simulación contra sucesores de buena fe -; 1874 -mandato
aparente-; 2130 -enajenación onerosa por el copermutante o constitución de
derecho real-; 1051 (ref. por la ley 17.711) -trasmisión de derechos reales sobre
inmuebles por quien llegó a ser propietario en virtud de un acto nulo o anulable-;
etc. También se ha proyectado dicha teoría en la circulación de los títulos de
crédito; en lo que concierne a los efectos del matrimonio putativo; en los efectos
del mandato comercial, entre otras situaciones7.
6
Derechos reales, I, n ? 270.
7
Ver: Mariano D'Amelio, La apariencia del derecho, LL, 2? sección,
Doctr., 16; Juan C. Venini, El art. l051 del Código civil y las trasmisiones "a
non domino”, JA, 1982-III-712; Luis Andorno, La propiedad aparente en la
doctrina y jurisprudencia francesa y el art. 1051 del Código Civil, ED, 37-931;
Papaño-Kiper-Dillon-Causse, Derechos reales, I, ps. 262/6.
En los supuestos que se acaban de citar como ejemplos, se observa que el
derecho toma partido por la apariencia, reconociendo eficacia legitimadora a la
apariencia jurídica, tutelando de esta forma a los terceros, siempre y cuando sean
de buena fe y a título oneroso. Las referidas situaciones son tan sólo algunas
manifestaciones concretas de la protección genérica que la ley brinda a las
situaciones aparentes. Estas se resisten, por otro lado, a una catalogación o
sistematización exhaustiva de modo que su estudio debe ser insertado a lo largo
de todo el derecho privado 8. Lo que subyace en todas estas situaciones es la
intención de proteger a terceros que pueden ser, y de hecho lo son, engañados
por la fuerza de la apariencia
De todos modos, hay que tener en cuenta que la protección que brinda la
primera parte del art. 2412 a los terceros no reside únicamente en la apariencia,
pues rige tan sólo en los supuestos de desprendimiento voluntario. Esto significa
que se sacrifica al anterior propietario por su negligencia en el manejo de sus
negocios: es culpable por haber confiado la cosa mueble sin adoptar las medidas
del caso para impedir que su representante la enajene, ya sea porque, aun
probando que le fue imposible adoptar tales medidas, fue culpable en la elección
de la persona a quien entregó la tenencia de dicha cosa mueble. El propietario
asumió los riesgos de su actitud, por lo cual debe cargar con las consecuencias9 .
Cabe entender que el art. 2412 no sólo le hace perder el dominio al
anterior propietario, sino que también provoca la extinción de otros derechos
reales que pudiesen gravar a la cosa mueble (v.gr. prenda, usufructo), en tanto el
tercer adquirente sea de buena fe, es decir, ignore la existencia de tales cargas.
Aunque el art. 2412 no lo dice expresamente, es evidente que producido el efecto
más fuerte (pérdida de la propiedad), se debe producir el más débil (extinción de
los gravámenes)10.
En el caso de que la sea cosa robada o perdida, esto es, que el propietario
no se haya desprendido de ella voluntariamente, los terceros no gozan de la
presunción de propiedad y no pueden repeler la acción reivindicatoria -al menos
mientras no se opere la prescripción adquisitiva-, aun cuando sean de buena fe y
a título oneroso.
11
Lacruz Berdejo, Derechos reales, vol. 1, p. 251.
12 El art. 2279 del Código francés emplea la palabra vol (celui qui a perdu ou auquel il á été
volé une chose), de modo que los casos que configuran una excepción a la reivindicación son los de
pérdida, robo o hurto, porque la palabra francesa vol significa estos dos tipos de delito.
13
Llambías-Alterini, IV-A, p. 154; Bueres-Highton, 5, p. 168.
14
Salvat, I, p. 351; Diaz de Guijarro, JA, 63-secc. Doctrina, p. 9 y ss; Mariani de Vidal, Curso
de derechos reales, 1, ps. 274/5; CNCiv, Sala C, LL, 67-14. Se resolvió que para que exista cosa
perdida es necesario que concurran dos elementos: el objetivo reflejado en el hecho de que la cosa se
encuentre expuesta a las miradas de todos y accesible a cualquiera, pero que no es el lugar destinado a
la conservación de la misma; y el subjetivo, consistente en la negligencia o descuido, pero que excluye
la idea de renunciar a los derechos sobre ella (CNCiv., Sala D, ED, 6-338). En este sentido se
pronuncia Heriberto Barrionuevo, El derecho de abandono en el Código Civil Argentino, Ed. Plus
Ultra, Bs. As., 1974, p. 28. También se dijo que una cosa está perdida para su dueño cuando éste
ignora donde se encuentra, y sólo puede recuperarla mediante una búsqueda previa; además, ha de
mantener el dueño la posesión y no haberla perdido por robo o abandono (ST, Santa Fe, Sala II, Juris,
Cabe recordar que quien halla una cosa perdida está obligado a restituírla,
y que únicamente tiene derecho a una recompensa si lo hace inmediatamente. Si
el hallador decide quedarse con la cosa estará expuesto a la reivindicación del
verdadero propietario, y si decide enajenarla, también lo estarán los sucesivos
subadquirentes.
Las cosas perdidas no deben ser confundidas con las abandonadas, cuyo
dominio puede ser adquirido por apropiación (art. 2525). En caso de duda, el
Código presume que la cosa ha sido perdida, y no abandonada, si tiene algún
valor (art. 2530). Tampoco se asimilan a las cosas sin dueño (res nullus).
19-18). O bien que la cosa perdida se define jurídicamente por separación casual (SC, Tucumán, LL,
11-510).
En una oportunidad se resolvió que los bienes ignorados que pertenecen a
un concurso civil o a una convocatoria de acreedores son cosas perdidas15. La
solución es criticable pues en esta hipótesis lo que ocurre es que el deudor omite
expresar un reflejo claro de su activo y de su pasivo, verificación cuya veracidad se
encuentra a cargo del síndico. Pero no se advierte aquí que las cosas omitidas
puedan ser consideradas perdidas. Similares objeciones merece el fallo que
consideró perdidos a los bienes ignorados por el Consejo Nacional de Educación16.
No se trataba allí de cosas muebles ubicadas en un lugar distinto del que fueron
guardadas y, además, se trataba de bienes vacantes, los que no pueden ser
asimilados a las cosas perdidas.
Cabe entender que el régimen correspondiente a las cosas robadas o
perdidas, las que pueden ser reivindicadas aun cuando estén en poder de
terceros de buena fe y a título oneroso, configura una excepción al principio
general sentado por la primera parte del art. 2412, a pesar de la opinión de Salvat
en sentido contrario, quien niega la existencia de una regla y una excepción y
sostiene que en realidad hay dos hipótesis distintas 17 .
La expresión final del art. 2412: "si la cosa no hubiese sido robada o
perdida ”, denota que el legislador quiso significar que en los supuestos de
adquisición de cosas robadas o perdidas se configura una excepción a la regla
general contenida en la primera parte de la norma. La conjunción "si” está
empleada con el significado de la expresión "sin embargo", empleada por el art.
2279 del Código francés, que sirvió de modelo al codificador. Al permitir el art.
2412 la reivindicación contra adquirentes de cosas robadas o perdidas impone
una coordinación adversativa de sentido restrictivo, que es el cometido semántico
y sintáctico de “sin embargo”, equivalente a “pero”, “no obstante”, “con todo”, etc.
Además, el principio de que no se puede reivindicar frente al poseedor de
buena fe de cosas muebles en los supuestos de desprendimiento voluntario,
surge de diversas disposiciones del Código (v. gr.: arts. 3271, 2671, 2767, 2413,
550, 1856, etc.), lo cual revela la existencia de una regla general al respecto, y
que la posibilidad de reivindicar las cosas robadas o perdidas importa una
excepción a dicha regla.
La persona que sostiene que la cosa es robada o perdida carga con la
prueba de sus afirmaciones18.
18
Mariani de Vidal, Automotores: la buena fe como requisito para la adquisición de su
dominio , LL, 1991-B-1141.
3. Naturaleza jurídica de la adquisición emergente de la primera parte del
art. 2412.-
Marcadé, Explication theorique et pratique du Code Napoleon, 6? ed., t. XII, ps. 248/50;
19
Demolombe, Cours de Code Civil. Traités des servitudes ou services fonciers, 3? ed., t. IX, n? 622.
20
Sostiene Lopez de Zavalía que esta tesis, si bien contradictoria, presenta utilidad desde el
punto de vista didáctico, y que puede ser combinada con las otras dos, al no ser incompatibles
(Derechos reales, 2, ps. 218 y 225/6).
Mariani de Vidal, Curso, 1, ps. 272/3; Salvat, I, n? 272; Highton, n? 199; Gatti, Teoría
21
22
Lafaille, n? 681 y 682; Bibiloni, Anteproyecto, III, p. 242 en nota.
23
Papaño-Kiper-Dillon-Causse, ob. cit., I, p. 264.
De no existir regulaciones que protejan al adquirente de buena fe, la repercusión en el mercado
sería obvia: los bienes tendrían valor bajísimo si el comprador debe cargar con el riesgo de una acción
reivindicatoria, o si para evitar tales riesgos debe incurrir en grandes gastos de información. Se trataría de
gastos improductivos y, en consecuencia, la asignación de recursos no sería eficiente24.
La protección de la confianza implica la tarea general del ordenamiento jurídico de garantizar la
seguridad y la agilidad del tráfico jurídico y, especialmente, del intercambio de bienes y servicios25.
Desde el ángulo del análisis económico, los expertos Shäfer y Ott alientan el hecho de que el
sistema jurídico proteja a la confianza. No obstante, consideran que deben darse ciertas condiciones para
ello: a) los costes de información deben distribuirse asimétricamente; b) si se trata de informaciones
productivas; c) si existe una prima por confianza; y d) si se produce el peligro del oportunismo.26
Insisten dichos autores en que, desde una perspectiva económica, sólo tiene sentido una protección
del comprador ante datos falsos de publicidad si existe una asimetría en los costes de información27 . Esto
se da cuando el vendedor es una persona experta y conocedora del producto que ofrece, mientras que,
como sucede por regla general, al comprador le faltan los conocimientos profesionales necesarios, carece
de la posibilidad de pedirle información al propietario anterior y, en definitiva, para estar a la altura del
vendedor debería incurrir en costes muy grandes, más altos que los del vendedor. El vendedor puede
conocer las cualidades del producto que ofrece a un gasto mucho menor que el comprador.
El problema de los costes de información revela, desde el análisis económico del derecho, la razón
por la cual nuestro ordenamiento jurídico suele dar una protección más amplia al adquirente de una cosa
mueble no registrable que al comprador de un inmueble. Ocurre que el adquirente de una cosa mueble,
para averiguar las cualidades jurídicas de la cosa que adquiere, debería incurrir en gastos sumamente
elevados y difíciles de pronosticar. De ahí la necesidad de proteger su confianza, lo que nuestra doctrina
llama el “error invencible”. En cambio, para las adquisiciones de inmuebles hay maneras disponibles y no
costosas de obtener certeza (certificado del Registro, estudio de títulos a cargo de un notario), de modo
que la protección de la confianza se mantiene pero en un nivel inferior.
Conectado con el anterior se encuentra el requisito de la productividad de las informaciones. Se
cumple este requisito cuando el gasto de obtención de la información es más bajo que la utilidad producida
por la información o que el daño ocasionado por una información errónea. Así, por ejemplo, quien está
24
Claudio Kiper, El análisis económico del derecho y la regulación de los derechos reales,
Rev. de Derecho Privado y Comunitario, “Derecho y economía”, N ? 21, p. 233.
25
Schäfer y Ott, Manual de análisis económico del Derecho Civil, trad. de Macarena Von
Carstenn-Lichterfelde, Tecno, Madrid, 1991, p. 332.
26
Ob. cit., p. 338.
27
El problema especial de la protección de la confianza desde una perspectiva económica se
produce, sobre todo, si los costes de información son distribuidos asimétricamente, es decir, que uno
de los participantes en el tráfico jurídico tiene costes de información típicamente altos y otro típicamente
bajos. La eficiencia en la asignación de los recursos aumenta en el sentido del criterio de Kaldor-Hicks,
si lo que tienen costes de información altos pueden confiar en aquellos con costes bajos, y si esta
confianza resulta también protegida.
dispuesto a comprar un inmueble realizará una actividad diligente (estudio de títulos, certificado del
Registro) en la medida en que el costo de esta actividad informativa es menor al valor del inmueble; de lo
contrario no tendría sentido y el adquirente preferirá asumir el riesgo de la adquisición. Cuando la
información es productiva, comparando su costo y su utilidad, se justifica la protección de la confianza.
El tercer requisito de la responsabilidad por confianza señala que ésta es digna de protección sólo
en aquellos casos en los que se ha pagado una prima por esa confianza, es decir, si quien tiene que
responder obtiene una prima que corresponde como mínimo a su gasto de información. El cuarto requisito
deriva de razones de política jurídica que imponen una responsabilidad por confianza, sobre todo en
aquellos ámbitos en los que las primas por oportunismo son superiores a las de confianza. Ocurre que
muchas veces un abuso de confianza no es sancionado por el mercado: el que vende una cosa ajena no
tiene una clientela fija, de modo que no es sancionado con su pérdida; le seguirá vendiendo a otros mientras
que quien le compró víctima de su abuso en el futuro le adquirirá a una persona diferente. No hay sanción
del mercado en tanto es difícil imaginar una rápida comunicación de los compradores entre sí. Por ende,
establecer una responsabilidad por confianza sirve para evitar el comportamiento oportunista.
A) Posesión.
El tercero, para poder invocar la regla emergente del art. 2412 en los
supuestos de desprendimiento voluntario, debe ser poseedor de la cosa mueble;
los tenedores no pueden prevalerse, de este sistema. Quien adquiera del no
propietario la mera tenencia no tiene un título idóneo para adquirir la propiedad;
además, reconoce el poder preferente de otro sobre la cosa.
Corolario de lo expuesto es el texto del art. 2414, según el cual "la
presunción de propiedad no puede ser invocada por la persona que se encuentre
en virtud de un contrato..., obligada a la restitución de la cosa ". Tampoco pueden
invocar este sistema los herederos de un tenedor (v.gr. depositario, locatario,
etc.), aun cuando crean que la cosa le pertenecía a su causante, pues ellos
continúan su persona y se encuentran en su misma situación. Además, no se
presenta en este caso la situación a la que apunta el art. 2412, consistente en
favorecer la circulación de la riqueza. En cambio, si los herederos enajenan la
cosa a un tercero de buena fe, el adquirente, en su condición de poseedor, puede
prevalerse de l os efectos que derivan del art. 2412 cuando el desprendimiento ha
sido voluntario.
Del art. 2384 surge una presunción iuris tantum de la existencia de la
posesión, de manera que quien pretenda desconocer la calidad de poseedor
tendrá que probarlo. Se ha resuelto que, en caso de duda, debe admitirse que la
posesión es a título de dueño, ya que la regla es “proteger al que detenta una cosa
mueble”. Asimismo, cabe presumir la buena fe y el título oneroso, de modo que
quien pretende que fue adquirida a título gratuito debe probarlo28.
Además, cabe aplicar el principio sentado por el art. 2412 a quienes hayan
adquirido la posesión por cualquiera de los modos previstos por el Código, aun en
los casos de traditio brevi manu y de constituto posesorio29. Sin embargo, cierta
postura niega que en estos supuestos, así como en los llamados de tradición
simbólica (art. 2388), se puede invocar el art. 2412, en razón de no existir una
posesión efectiva. En lo que respecta a la traditio brevi manu expresa Valdecasas
que “Si A, a quien B le había prestado un reloj se lo compra a C, creyéndole
propietario, adquirirá la propiedad si realmente C es propietario; no la adquirirá si
C no es propietario, pues no habiendo obtenido la posesión de C no existía a favor
de éste una apariencia de propiedad en la que A pudiera confiar”30. Este ejemplo
no es el mejor, pues si una persona obtiene la tenencia de parte de una persona
a la que cree propietaria, y luego le compra la cosa a otra persona diferente,
difícilmente pueda alegar buena fe. Aquí el problema se presentará con la buena
fe mas que con la posesión. Si C es propietario, no hay problema para A. Si no lo
es, habrá que examinar la buena fe del adquirente. Ahora, si A ya se encontraba
en la tenencia, y luego le compra la cosa a B, quien en verdad no es el
propietario, y adquiere la posesión por medio de la traditio brevi manu , no se
observan razones para privarlo de la protección que brinda el art. 2412.
En el caso del constituto posesorio, se afirma que al conservar el enajenante
la tenencia en nombre del adquirente, tanto éste como el propietario ponen su
confianza en una misma persona y no hay motivo para proteger más fuertemente
la confianza del adquirente que la del propietario31. Sin embargo, como se ha
visto, el Código prefiere proteger la confianza del adquirente que la del verdadero
propietario. Por ende: Si A, locatario obligado a restituir la cosa mueble, se la
enajena a un tercero (B) y realiza un constituto posesorio con el objeto de seguir
en la tenencia, en principio, B adquirió la posesión y, por ende, puede invocar a
su favor el art. 2412 en la hipótesis de que el verdadero dueño intente contra él la
reivindicación. Además, no hay que olvidar que la acción reivindicatoria puede
28
CNCiv., Sala H, LL del 29/10/99; DJ, 1999-2-190.
29
Conf. Llambías-Alterini, IV-A, p. 154; Papaño -Kiper-Dillon-Causse, I, ps. 268/9.
30
La posesión, p. 69 y nota 29.
31
Valdecasas, La posesión, p. 69; Lopez de Zavalía, 2, p. 229.
dirigirse contra el poseedor, o contra quien posee a su nombre (art. 2782). Es
cierto que pueden presentarse situaciones difíciles desde el punto de vista
práctico, ya que el tenedor conserva la posibilidad de restituir la cosa, o de
transmitirla a otro que pueda también invocar el art. 241232, pero en cada caso
habrá que resolver teniendo en mira, fundamentalmente, la buena fe de cada uno
de los involucrados.
32
En ese sentido, Lopez de Zavalía, 2, p. 229.
La opinión según la cual no benefician al adquirente ni el constituto
posesorio, ni casos como el de la entrega de las llaves, seguramente se origina en
la expresión “posesión real” usada por el Código francés. No obstante, hay que
tener en cuenta que esta expresión es usada en dicho Código teniendo en mira la
hipótesis de enajenaciones sucesivas a diversos adquirentes, hipótesis que se
resuelve en favor de quien tenga la posesión real de la cosa (art. 1141). Fuera de
estas hipótesis, no hay razón alguna para negar la tutela al adquirente de buena
fe que haya obtenido la posesión por medios indirectos. Además, no es cierto que
la entrega de llaves importe una tradición meramente simbólica, ya que
constituye un modo concreto de atribuir la posibilidad de disponer físicamente de
la cosa (ver comentario al art. 2385) 33.
En suma, el art. 2412 exige que el tercero haya obtenido la posesión de
quien no tenía derecho a transmitirla, sin distinguir la forma en la que dicho
tercero la obtuvo.
En los supuestos de cosas embargadas, al acreedor le basta con probar que
las cosas estaban en poder de su deudor; mientras que el tercerista debe probar
que el deudor e s tenedor de la cosa, para lo cual puede invocar un contrato o acto
jurídico -que deberá tener fecha cierta anterior a la del embargo para ser opuesto
al acreedor embargante -, y además debe invocar la regla del art. 2412 para poder
triunfar en la tercería34.
La posesión a la que se refiere el art. 2412, que permite generar la
presunción de propiedad, puede ser aplicada a la adquisición de otros
derechos reales y no sólo a la del dominio. Así, por ejemplo, si una persona
33
Conf. C. M. Bianca, La vendita e la permuta, Torino, 1993, n? 416.
34
Se resolvió que no puede fundarse la tercería de dominio sobre cosa mueble en la presunción
sentada por el art. 2412 del Código Civil, cuando la tradición operada no es oponible al embargante
por carecer de fecha cierta (SCBA, ED,145- 466; JA,1992-I-769; DJBA, 142-233;
AyS,1991-II-758; LL,1994-A-478). También que para que proceda la tercería de dominio, es
necesario que el tercerista pruebe que es el propietario de las cosas embargadas y que el deudor que
las detenta es un simple tenedor de ellas, extremos que no se cumplen si sólo se ha acompañado
documentación cuya autenticidad es menester comprobar, a fin de tener por demostrado el mentado
requisito de la propiedad (arts. 1026 y 1031 del Código Civil). En ese marco y si, además, las cosas se
hallan en el domicilio del accionado, a falta de mejores pruebas, corresponde aplicar en su favor el
principio del art. 2412 del Código Civil, al que hace clara referencia el art. 104 del Código Procesal
(CNCiv., Sala H, Nro. de Recurso: H174946,18-9-1995, “Fleitas, Antonio y otra c/Isnardi, Raúl N.
s/Sumario”)."La tercería es improcedente, aún cuando se funde en una escritura pública, si no se
justifica plenamente haberse verificado la tradición" (CCC, Trenque Lauquen, 21-11-89, “Vicente,
Oreste Omar s/ Tercería de dominio” en autos:Casa Marroquín S.A. c/Vicente, Olmes Oscar s/cobro
ejecutivo).
adquiere de buena fe el usufructo de un reloj, de parte de quien no estaba
legitimado, puede también invocar la regla emergente de dicha norma y
conservar el usufructo. Si se puede adquirir el dominio, que es el derecho real
más fuerte, con mayor razón hay que admitir que la misma regla debe servir
para la adquisición de los derechos reales limitados. Además, se explicó en el
comentario a los arts. 2351 y 2355 que el dominio no es el único derecho real
que se ejerce por la posesión. Asimismo, para el derecho real de prenda el
Código prevé esta solución en forma expresa (arts. 2781 y 3213). Del mismo
modo, el art. 2671 dispone que los efectos de la revocación del dominio sobre
cosas muebles no se extienden “contra terceros adquirentes, usufructuarios, o
acreedores pignoraticios” si son de buena fe.
Lo mismo cabe decir de los supuestos de coposesión, aunque habrá que
valorar individualmente la buena fe de cada coposeedor 35.
B) Buena fe.
La buena fe es otro de los requisitos que debe reunir el tercero para poder
invocar la regla emergente del art. 2412 y así repeler la acción reivindicatoria, o
de nulidad, o de resolución, que intente el anterior propietario. La buena fe del
poseedor es una exigencia claramente compatible con la teoría de la adquisición a
non domino .
Habrá buena fe cuando el poseedor esté persuadido, sin duda alguna, de la
legitimidad de su adquisición (arts. 2356 y 4006), es decir, que no haya sabido,
después de una conducta diligente, que quien le trasmitió la cosa mueble no
estaba legitimado para hacerlo. Se requiere la buena fe en el momento de
adquirir la posesión. La mala fe sobreviniente no perjudica al adquirente ya que,
de lo contrario, se vería frustrada la finalidad de dar seguridad al comercio
jurídico de cosas muebles.
35
Comp. Lopez de Zavalía, 2, p. 227, y nota 23.
Si el tercero que puede invocar el art. 2412 y, por lo tanto, adquirió la
propiedad, luego le transmite a otro que conocía la irregularidad anterior, éste
también adquiere el derecho real sin que se le pueda reclamar al haber adquirido
de quien era el dueño y tenía derecho a transmitir legítimamente la cosa36.
La buena fe también se presume, razón por la cual quien alegue la
existencia de mala fe en el poseedor tendrá que demostrarlo.
La exigencia de buena fe en el adquirente implica la existencia de un título
idóneo para la transmisión del dominio, o de otro derecho real (v.gr., prenda,
usufructo). Puede ser título, en el sentido de causa, cualquier negocio o acto
judicial que tenga eficacia traslativa del derecho real. Si la adquisición es a título
gratuito también es idónea para invocar la presunción de propiedad, pero no lo
será para detener la acción reivindicatoria del anterior propietario (arts. 2767 y
2778).
C ) Título oneroso.
36
Bibiloni, Anteproyecto, III, p. 243 en nota.
37
Alsina Atienza, El principio de la buena fe en el Proyecto de Reformas de 1936, n? 612.
de buena fe, frente a todos menos respecto del anterior 38.
39
El derecho real..., p. 130
40
Derechos reales, 2, ps. 251/3.
41
Curso, I, ps. 271/2.
42
Derechos reales, 2, ps. 252/3.
particular del propietario en beneficio del interés general existente en la
circulación de los bienes muebles. Pero esta justificación política legislativa se
debilita cuando la adquisición se realiza a título gratuito, ya que no existe un
interés público en la confiada circulación de los bienes muebles donados, ni
puede sostenerse que habría un daño social si el donatario no pudiese confiar en
lo que le transmite el donante43. De todos modos, lo cierto es que el donatario
también puede prevalerse de la regla del art. 2412 y, por lo tanto, no necesita
realizar fatigosas investigaciones para determinar la legitimidad de su
adquisición; pero si se enfrenta con el anterior dueño, la ley prefiere no sacrificar
a este último frente a quien nada desembolsó para obtener la cosa mueble.
En cuanto a la prueba de la onerosidad de la adquisición, se sostiene que al
existir una presunción de título, cabe entender que se presume su onerosidad
(arg. art. 1818) 44.
D) Cosa mueble no robada ni perdida.
Es claro que el artículo no se aplica en materia de cosas inmuebles, sino
que se limita a los muebles. A su vez, ciertas cosas muebles cuentan con
regímenes específicos, de los cuales el Código Civil sólo es subsidiario
(automotores, buques, etc.).
Como se expuso, Vélez siguió la tradición germánica y francesa, conforme a
la cual la atribución de propiedad que establece la primera parte del art. 2412 se
aplica en supuestos en los cuales el propietario se hubiese desprendido
voluntariamente de la cosa, aun cuando su voluntad estuviera viciada (v. gr., venta
obtenida mediante engaño, cuya nulidad no afectaría al tercero poseedor de
buena fe -art. 2413-).
Se dijo también que en el supuesto de tratarse de cosas robadas o perdidas,
los poseedores, aun cuando tengan buena fe y hayan adquirido a título oneroso,
no gozan de la atribución de propiedad ni están en condiciones de repeler la
acción reivindicatoria del propietario, al menos mientras no se opere en su favor
la prescripción adquisitiva.
43
Messineo, Manual de Derecho Civil y Comercial, III, p. 350.
44
Lopez de Zavalía, 2, p. 253. Así se pronunció la CNCiv., Sala H, DJ, 1999-2-190.
actual el precio que él hubiese pagado por la cosa. El poseedor de la cosa
reivindicada sólo podrá reclamar la indemnización pertinente a quien se la
trasmitió, el cual está obligado en virtud de la garantía de evicción. Pero, en
principio, nada puede exigirle al propietario que reivindica.
Sin embargo, la regla expuesta sufre algunas excepciones, pues existen
supuestos en los que el reivindicante, si bien puede hacerlo, debe reembolsar al
poseedor e l precio que por la cosa hubiese pagado. Ello ocurre cuando la cosa se
hubiese vendido con otras iguales, en una venta pública, o en una casa de venta
de objetos semejantes (art. 2768, segunda parte), o por un individuo que
acostumbraba vender cosas semejantes (art. 3214).
Así, por ejemplo, si a una persona le roban su reloj, y éste es vendido por el
ladrón a un joyero, quien a su vez lo vende en su joyería a un tercero de buena fe,
éste no podrá repeler la acción reivindicatoria del propietario, ya que el art. 2412
no se aplica a las cosas robadas, pero sí tendrá derecho -siempre que sea de
buena fe- a que se le restituya el precio que pagó por el reloj en función de lo
dispuesto por el art. 2768.
De todas formas, en el ejemplo anterior, el propietario que reivindica podrá
recuperar la suma que debió reembolsar al poseedor reclamándosela al joyero,
pues éste no puede mejorar su posición ni empeorar la del propietario por vender
la cosa robada en un lugar donde se vende otras semejantes (art. 2769).
Además, existe otro supuesto en el cual el poseedor que sufre la
reivindicación de la cosa robada o perdida tiene derecho a ser indemnizado, lo
que acontece cuando el propietario difícilmente hubiera podido reencontrarse con
la cosa, de no haber existido la adquisición del poseedor de buena fe y a título
oneroso (art. 2422). En este caso no se trata de un reembolso sino de una
indemnización proporcionada, que será fijada por el juez teniendo en cuenta las
circunstancias del caso, los gastos efectuados por el adquirente y lo dificultoso
que le hubiese sido al propietario reencontrarse con la cosa (v. gr.: cuadro robado
y vendido en el extranjero que retorna al país en virtud de la adquisición realizada
por el poseedor). En suma, por regla las cosas robadas o perdidas pueden ser
reivindicadas del poseedor, aun cuando éste sea de buena fe y a título oneroso.
La variante que puede darse es que en algunas situaciones especiales, el
poseedor tenga derecho a un reembolso o a una indemnización proporcionada,
sin poder repeler la acción real. Sin perjuicio de ello, el poseedor de tales cosas
podría adquirir su propiedad por el juego de la prescripción adquisitiva o
usucapión, cuestión que excede el objeto de este trabajo.
45
Llambías-Alterini, IV-A, p. 159; Lopez de Zavalía, 2, p. 253; Busso, Código Civil anotado,
sobre el art. 550, n? 6.
9. Excepciones al sistema del art. 2412. Cosas respecto de las cuales
no es posible invocar la presunción de propiedad.- Además de las cosas
robadas o perdidas (ver comentario al art. 2412), hay otras cosas muebles
sobre las cuales no es posible invocar la presunción de propiedad emergente
de dicha norma. Dispone el art. 2415 que “Tampoco puede ser invocada respecto a las
cosas muebles del Estado general, o de los estados particulares, ni respecto a las cosas
accesorias de un inmueble reivindicado”.
46
Mariani de Vidal, Régimen jurídico de las cosas muebles, p. 53; Salvat, I, n? 290; Bibiloni,
III, p. 248; Llambías-Alterini, IV-A, p. 160; Papaño-Kiper-Dillon-Causse, I, p. 271; Lopez de
Zavalía, 2, ps. 231/2.
de cosas principales, y sería aplicable respecto de ellas lo dispuesto en el art.
2412, en tanto dicha separación no hubiese sido indebidamente realizada (arg.
arts. 2762, 2766, 3160 y 3162) 47.
47
Salvat, III, n? 2046; Lafaille, III, p. 424; Mariani de Vidal, Curso, I, p. 280; Papaño-Kiper-
Dillon-Causse, I, ps. 271/2; Lopez de Zavalía, 2, p. 232.
Una situación similar se presenta cuando un inmueble se encuentra
hipotecado, ya que las cosas muebles, mientras estén unidas al inmueble,
adquieren este carácter por accesión física o moral y, por ende, se encuentran
sujetas a la hipoteca (arts. 2315, 2316, 2322, 3110). Tal es lo que ocurre con
las cañerías e instalaciones de gas o agua, los radiadores, los artefactos del
baño adheridos al suelo, entre otros supuestos48. Esta situación también cesa
cuando las cosas muebles son separadas, sin perjuicio de los derechos del
acreedor si la separación se realizó de manera indebida. Cuando se trata de
cosas muebles adheridas temporariamente, o por la profesión del propietario
del inmueble, que no pierden su calidad de tales, cabe entender que se
encuentran excluidas de la garantía hipotecaria49, por lo que sería aplicable a
su respecto el régimen emergente del art. 2412. Cabe recordar que lo
convenido por las partes incluyendo o excluyendo a determinadas cosas
muebles de la garantía hipotecaria carece de relevancia, ya que tanto en
materia de hipoteca como de privilegios rige el orden público.
C) Cosas muebles registrables.- Esta clase de cosas, entre las cuales cabe
mencionar los automotores, los buques, las aeronaves y los caballos de pura
sangre de carrera, cuentan con un régimen específico que las sustrae del
principio establecido por el art. 2412. Para cierta doctrina, con apoyo
especialmente en el art. 4016 bis, “es perfectamente posible el funcionamiento
del art. 2412 para las cosas registrables, con el añadido de la inscripción”50.
Cabe interpretar que las cosas muebles registrables se rigen por sus normas
específicas, sin que ello impida recurrir a las del Código Civil para completar
aquellas dudas que se presenten o para regular aquello no previsto
expresamente (art. 16). Además, la cita del art. 4016 bis no parece un buen
argumento, en tanto esta norma se refiere a las cosas robadas o perdidas, las
que justamente también están excluidas de las presunciones derivadas del art.
2412.
48
Salvat, IV, n? 2223; Mariani de Vidal, Curso, 3, p. 155.
49
Papaño-Kiper-Dillon-Causse, II, p. 362; Mariani de Vidal, Curso, 3, p. 156, donde pueden
verse los distintos criterios sostenidos por la doctrina.
50
Lopez de Zavalía, 2, ps. 233/5.
representativo.
Los títulos de crédito nominativos y a la orden, por exigir endoso o cesión
para su trasmisión, es decir, que cuentan con un régimen específico, están
excluídos del sistema previsto en el art. 2412. En cambio, se rigen por esta norma
los títulos al portador, dado que se trasmiten por la sola entrega del documento o
tradición51 .
51
Elena Highton, Derechos reales, vol. I, Bs. As., 1979, p. 161.
Desde otra óptica, se considera que los títulos de crédito, aún al
portador, configuran entes de una muy particular configuración, ya que lo que
vale en ellos no es el papel sino el derecho a él incorporado, lo que establece
no sólo un régimen de circulación, sino también una distinción entre la
legitimación y la propiedad del título, todo lo cual exige que la materia sea
objeto de un análisis por separado, según el derecho singular de cada
situación52.
52
Lopez de Zavalía, 2, p. 244.
53
Lopez de Zavalía, 2, ps. 232/3.
54
Bianca, Diritto Civile, 6, “La propietá”, ps. 800/1, n? 386.
55
Messineo, III, p. 354.
56
Messineo, III, p. 354.
el dominio de tales cosas se adquiere por apropiación. Cabe también recordar que
los tesoros cuentan con un régimen especial.
G) Caso especial del privilegio del locador.- Se detecta en los arts. 3883, 3884 y 3885 otra
situación que escapa al régimen del art. 2412, en tanto el locador puede perseguir durante un mes los
muebles afectados por el privilegio que hubieren sido sustraídos de la cosa alquilada, a fin de hacer efectivo
su privilegio, aunque el poseedor de tales cosas sea de buena fe. Una situación similar se presentaría con el
privilegio que sobre ciertos bienes otorga el art. 269 de la Ley de Contrato de Trabajo al trabajador57.
57
Mariani de Vidal, en Bueres-Highton, 5, ps. 172 y 174.