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TEMA 6 Geología.

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TEMA 6.

- GEOCRONOLOGÍA Y ESTRATIGRAFÍA

6.1.- INTRODUCCIÓN.-

La Estratigrafía pretende conocer la ordenación temporal de los fenómenos geológicos


acaecidos en una región concreta y la comparación con los reconocidos en otras regiones.

Por ello es imprescindible introducir en el registro estratigráfico la coordenada tiempo.


Al igual que sucede en la historia de la humanidad, la Estratigrafía y la Geología Histórica
pretenden datar todos los fenómenos y procesos reconocibles y ordenarlos en un
calendario.

Esta ordenación se puede realizar simplemente estableciendo una ordenación relativa de


los fenómenos y procesos, de más antiguos a más modernos, que sería establecer la edad
relativa, o conociendo la magnitud (en años y sus múltiplos) del intervalo de tiempo que
hace que ocurrió un fenómeno geológico con respecto al momento actual, a lo que se
llama edad absoluta.

Términos utilizados desde hace más de dos siglos como Primario, Secundario, Terciario
y Cuaternario y otros introducidos en la nomenclatura geológica hace más de un siglo
(como Carbonífero, Devónico, Jurásico, etc.) son expresiones de la edad relativa. A la
rama de la Estratigrafía que tiene como finalidad la ordenación relativa de los materiales
del registro estratigráfico es la Cronoestratigrafía. La introducción de medidas numéricas
en años y sus múltiplos (edades absolutas) en el registro estratigráfico es el objetivo de la
Geocronometría, que es una ciencia iniciada en los primeros decenios del siglo XX
cuando se aplican las técnicas radiométricas de medida de edad absoluta de las rocas.

6.2.- EDADES RELATIVAS.

El establecimiento de las edades relativas se hace aplicando los principios fundamentales


de la Estratigrafía y ordenando todos los materiales que conforman el registro
estratigráfico de más antiguos a más modernos.

La primera idea fundamental, en cuanto al tiempo geológico se refiere, es que una


superficie de estratificación es una superficie isócrona (Término isócrona significa línea
que une puntos de igual intervalo de tiempo o edades), esto es de igualdad de tiempo,
como ya estableció Steno en su principio de la horizontalidad original y continuidad
lateral de los estratos. Una superficie de estratificación que pueda ser seguida en largas
distancias constituye un excelente criterio de correlación, ya que delimita dos intervalos
de tiempo sucesivos. En la práctica una superficie de estratificación concreta raramente
puede ser observada, de manera continua, en largas distancias en el campo, debido, en
unos casos, a estar cubierta por suelos o por materiales más modernos y, en otros, a estar
afectada por estructuras (pliegues o fallas) que hace que pierda su continuidad lateral. En
las regiones con capas horizontales, con escasa vegetación y con la mejor calidad de
observación una superficie de estratificación puede seguirse excepcionalmente una
decena de kilómetros. En perfiles sísmicos los niveles reflectantes observados en los
mismos son superficies de estratificación y se pueden seguir en algunos casos hasta un
centenar de kilómetros.

6.2.1.- Superposición de estratos

El principio de la superposición de estratos permite, en su aplicación más elemental, la


ordenación de dos estratos, o conjuntos de estratos, consecutivos de manera que el más
bajo es el más antiguo. Su aplicación exige tener las debidas precauciones ya que en
materiales deformados pueden cometerse errores. El mismo principio permite la
ordenación temporal (en tiempo relativo de más antiguo a más moderno) de todos los
materiales que afloran en una región o de los que se detectan por debajo de la superficie
mediante técnicas de geología del subsuelo.

Una sección estratigráfica local es justamente una representación gráfica de los materiales
que afloran en una región, colocados en el mismo orden en el que tuvo lugar su depósito

La ordenación temporal se hace según tiempo relativo, ya que en ningún caso se tiene
cifras numéricas de la valoración del tiempo.

6.2.2.- Ordenación temporal con los fósiles

El "principio de la sucesión faunística o de la correlación" de Smith estableció un


interesante criterio de ordenación temporal (tiempo relativo) de amplia escala mediante
los fósiles. El fenómeno de la evolución biológica es un proceso no repetible, ya que cada
especie ha vivido en el pasado durante un intervalo de tiempo concreto y nunca vuelve a
aparecer. A partir de la distribución de las diferentes especies de fósiles en el registro
estratigráfico, delimitan unidades (volúmenes de estratos) con características propias
(unidades bioestratigráficas) que representan intervalos de tiempo sucesivos,
reconocibles en otras secciones estratigráficas.
En la escala de tiempo geológico, en la que raramente se delimitan intervalos de tiempo
inferiores a los 100.000 años (Kauffman, 1988), la aparición de una especie es
considerada como isócrona (Que se produce o se hace con un ritmo constante, con
intervalos o períodos de igual duración, o en tiempos de igual duración a los de otros.) a
nivel mundial. Por tanto la presencia de un fósil en unos materiales concretos constituye
un criterio de correlación (comparación en tiempo) a grandes distancias que permite
establecer divisiones de tiempo relativo de extensión mundial. Las unidades
bioestratigráficas seleccionadas constituyen unidades de valor de tiempo.

6.2.3.- La escala de tiempo geológico relativo


Tomando como base la sucesión de especies del registro estratigráfico se puede establecer
una división del tiempo geológico, en tiempos relativos, de aplicación en toda la Tierra
para materiales desde el Cámbrico hasta nuestros días y con un alto grado de precisión ya
que se pueden diferenciar un elevado número de divisiones consecutivas.

Las primeras divisiones de tiempo relativo se establecieron en el siglo XVII (Moro,


Arduino, Lehmann, Werner) y consistían en separar grandes conjuntos de materiales con
diferentes grados de deformación y diferentes litologías. Así se definieron los materiales
correspondientes a las diferentes eras y progresivamente se fueron estableciendo
subdivisiones dentro de ellos.

A lo largo del siglo XIX, cuando no se disponían de valoraciones de tiempo absoluto, se


fue elaborando la escala mundial de tiempo relativo que es la sección estratigráfica
idealizada en la que se superponen los diferentes grupos de estratos, caracterizados por
sus fósiles, desde los más antiguos a los más modernos, independientemente de la
localidad geográfica en la que afloren.

Para su elaboración se siguen simultáneamente tres criterios: el principio de la


superposición, el reconocimiento de las asociaciones fosilíferas sucesivas y la existencia
de discordancias o de cambios litológicos bruscos. Mediante el primero se elaboran las
secciones estratigráficas locales, en las que al estudiar su contenido fosilífero se obtienen
visiones parciales de la distribución de los organismos en el tiempo. Mediante el segundo
se pretende asociar los datos de todas las secciones estratigráficas locales de manera se
pueda reconstruir la distribución temporal ideal de los diferentes fósiles. Las dificultades
de la elaboración de esta escala estriban en que el registro estratigráfico, con mucha
frecuencia, es incompleto de manera que se pueden considerar consecutivos dos grupos
de estratos, con sus fósiles correspondientes, y sin embargo mediar entre ellos una
interrupción sedimentaria, incluso importante. Mediante el tercero se pretendía que los
límites entre unidades coincidiesen con intervalos cortos de tiempo en los que ocurrieron
deformaciones tectónicas (límites de ciclos orogénicos) o con momentos de cambios
generalizados de la sedimentación.
A la división en eras le sigue la subdivisión de las mismas y la definición de los sistemas
(y períodos) dentro de cada era. Cada intervalo de tiempo fue definido con un nombre
generalmente alusivo a la localidad donde aflora los materiales que sirven de referencia
(p. ej. Devónico del condado de Devon, Jurásico de las montañas del Jura) mientras que
en otros casos es alusivo a un tipo de roca (p. ej. Cretácico de creta, Carbonífero de
carbón, etc.) y en otros alusivos a su posición temporal (p.ej. Paleógeno y Neógeno,
divisiones del Terciario). Dentro de cada uno de los sistemas se establecieron divisiones
de orden menor y se definieron durante el siglo XIX gran parte de los pisos de la escala
estratigráfica de referencia mundial, de uso en la actualidad, también llamada escala de
tiempo geológico (Harland et al., 1990). Los nombres de los pisos son casi
exclusivamente referidos a la localidad donde se definieron (p.ej. Bathoniense de la
localidad de Bath, Inglaterra; Barremiense en la localidad de Bárreme, Francia; etc.). Una
excepción es el Tithoniense (o Tithónico) que se define con respecto a unas facies y no a
una localidad.

Se llega al final del siglo XIX con una escala de tiempo geológico relativo muy detallada,
en la que se reconocían más de 50 intervalos de tiempo sucesivos, y sin embargo se seguía
teniendo una idea pintoresca del valor del tiempo absoluto. Esta escala de tiempo
geológico relativo, ya muy detallada, era modificada permanentemente a medida que se
conocían materiales no representados en ella. Esto ocurría, en especial, al estudiar
regiones nuevas, fuera de los países donde se definieron la mayoría de los pisos y
encontrarse materiales que contenían asociaciones de fósiles intercaladas entre dos que
se habían considerado consecutivas anteriormente. El amplio conocimiento regional y la
multiplicidad de los estudios de fósiles hacen que esto ocurra cada vez con menos
frecuencia.

6.3.- EDADES ABSOLUTAS

La edad absoluta de una roca es la medida del tiempo transcurrido desde su formación
hasta nuestros días, expresada en años y sus múltiplos. Cuando se habla de edad absoluta
de la Tierra se refiere a la edad de la formación de la Tierra como planeta dentro del
sistema solar, la cual siempre será obviamente anterior a la edad de la roca más antigua
conocida. Cuando las medidas se expresan en millones de años no es necesario tomar un
punto de referencia reciente para iniciar la cuenta. Sin embargo para medidas recientes
(centenas o miles de años) se recurre como en la Arqueología a una fecha de referencia,
concretamente al año 1950, indicándose con la expresión B.P. (before present) que la
cifra dada está contada desde esta fecha hacia atrás.

6.3.1.- Primeros intentos de dataciones

Los primeros intentos de datación absoluta son cálculos sobre la edad de la Tierra, y no
medidas directas de la edad de rocas concretas.
Cuando en nuestros días se lee que el obispo Ussher calculó, hacia mediados del siglo
XVII, que la Tierra fue creada el año 4004 antes de J.C, el 25 de octubre a las 9 de la
mañana, causa cierta hilaridad. Sin embargo, como analiza Hallam (1985), dicho cálculo
realizado a partir de la interpretación de documentos antiguos, en especial del sistema de
calendario astronómico, fue hecho con el máximo rigor en su época (a partir de un amplio
conocimiento de lenguas, de historia y de astronomía). Se basaba en la suposición de que
la existencia de la Tierra era contemporánea con la existencia del hombre. El resultado
no es más que una prueba del grado de ignorancia que, sobre la edad de la Tierra y de las
rocas que la forman se tenía en los principios de la Geología como ciencia.

A lo largo del siglo XVIII se sigue admitiendo de manera generalizada una cifra del orden
de los 6.000 años para la edad de la Tierra. Buffon hacia el final del mismo siglo propuso
una edad de 75.000 años, cifra que desde la perspectiva actual es ridícula, pero que en su
tiempo significaba un aumento considerable. Buffon se basó para su cálculo en la
evidencia del calor interno y midiendo el índice de enfriamiento partiendo de una supuesta
masa en fusión permanente.

A partir del final de la controversia catastrofismo-uniformismo (1830-1840) empezaron


a realizarse las primeras estimaciones con la nueva filosofía uniformista y la metodología
del actualismo. Darwin (1859) al referirse al libro de Lyell (Principies of Geology) dice
".Quien no acepte cuan incomprensiblemente inmensos han sido los periodos de tiempo
pasado, ya puede cerrar este libro.". Algunos autores de esta época critican la frase de
Lyell en la que se dice que en la historia de la Tierra "no encontramos huellas de un
principio" por interpretar que se refería a un tiempo ilimitado. El propio Lyell, en la
décima edición del citado libro, publicada en 1868, hacía una estimación de la edad de
los materiales del Cámbrico que cifraba en 240 M.a. a partir de unas consideraciones
teóricas sobre la duración de las "revoluciones" en las que tuvieron lugar el cambio de la
totalidad de las especies en tiempos pasados.

Entre 1860 y 1870 William Thomson (Lord Kelvin), profesor de Filosofía Natural de la
Universidad de Glasgow, y una figura relevante de la Física, desarrolló una teoría según
la cual en la Tierra hay una disminución progresiva de la temperatura, desde una inicial
semejante a la de la fusión o solidificación de las rocas hasta la actual; Kelvin midió este
descenso de temperatura y estimó que la edad de la Tierra era de 100 Ma. Las ideas de
Kelvin, que actualmente no se mantienen, tuvieron una influencia enorme hasta los
primeros años del siglo XX y más concretamente hasta que la puesta a punto de las
técnicas radiométricas acabó con todos los intentos previos de datación.

Desde 1860 hasta 1910 se publicaron diferentes estimaciones de la edad de la Tierra


basadas todas ellas en estimaciones del espesor total del registro sedimentario (sumando
los espesores máximos de cada intervalo de tiempo) y medidas de la tasa de
sedimentación. Eicher (1976) presenta una tabla con una veintena de datos obtenidos por
diferentes autores de este intervalo de tiempo y llama la atención sobre como la mayoría
de las cifras se acercan consciente o inconscientemente a la cifra que propuso Kelvin (100
Ma). Algunos autores se separan de la cifra anterior y llegan a plantear cifras muy
superiores, del orden del millar de millones de años.

Otra peculiar teoría aplicada para estimar la edad de la Tierra es la de la salinidad


cambiante de los océanos, en la que se considera que originariamente era de agua dulce.

Esta teoría fue inicialmente propuesta por Halley a principios del siglo XVIII y
desarrollada por Joly a final del siglo XIX. Este autor partía de la idea de que la tasa de
aporte de sodio a través de los ríos al mar ha sido constante, de manera que midiendo
dicha tasa y la salinidad del mar actual calculó el tiempo que haría que el mar era de agua
dulce, estimando que la edad de la Tierra era de 90-100 Ma.
En definitiva al inicio del siglo XX la edad estimada para la Tierra por la mayoría de los
científicos era del orden de los 100 Ma, aunque incluso había científicos que seguían
admitiendo edades muy inferiores, del orden de las propuestas por Buffon (75.000 años).

6.3.2.- Métodos radiométricos

La controversia sobre la edad de la Tierra (Hallam, 1985, cap. 4) acabó con la utilización
de las técnicas radiométricas que permitieron dataciones de rocas y por tanto de
fenómenos geológicos ocurridos en el pasado. Este avance en el campo de la Geología
vino como consecuencia de un avance en otras ciencias y por tanto como una aportación
interdisciplinaria.

Entre 1895-1905 científicos del máximo prestigio en los campos de la Física y la Química,
entre ellos Becquerel, el matrimonio Curie, Strutt, Ruttherford y Soddy, descubrieron el
fenómeno de la radioactividad y reconocieron que en la naturaleza hay formas inestables
de elementos químicos (isótopos radioactivos) que están en continua desintegración
emitiendo radioactividad y cambiando hacia formas de menor energía.

Muy poco tiempo después Boltwood (1907) descubrió que el plomo se asociaba a los
materiales de uranio, y lo consideró como su producto de desintegración. Este autor
observó que la relación entre los dos elementos (uranio/plomo) era igual para rocas de la
misma edad mientras que variaba en rocas de distintas edades, con lo que pensó que
podría servir para determinar la edad de una roca. Calculó en el laboratorio, con las
técnicas disponibles, de manera simple la velocidad de desintegración y calculó el tiempo
del inicio del proceso de desintegración, que hacía coincidir con la edad de la roca. Este
autor suministro las nueve primeras dataciones radiométricas de rocas, todas ellas del
Paleozoico y del Precámbrico. Los valores obtenidos (desde 410 a 2.200 Ma) son
sorprendentemente coincidentes con los medidos sobre los mismos materiales en tiempos
recientes con las técnicas instrumentales mucho más desarrolladas.

A pesar de este éxito, visto con la perspectiva histórica, Boltwood dejó esta línea de
investigación y fue Strutt quien la siguió en su laboratorio del Imperial College de
Londres aunque con un método basado en el helio, cuyos resultados no fueron tan
brillantes. Un discípulo de Strutt, llamado Arthur Holmes (1890-1965), puso a punto la
técnica del uranio/plomo y determinó la edad de numerosas rocas, situándolas en su
posición estratigráfica de la escala de tiempo relativo, publicando (Holmes, 1913) la
primera tabla de tiempo geológico relativo con valores de edades absolutas en varios de
sus límites. La publicación del artículo de Barrell (1917) que incluye una nueva tabla de
edades en millones de años, marca el final de la controversia sobre la edad de la Tierra,
de manera que a partir de este momento y hasta la actualidad se consideran, de manera
generalizada, como únicos métodos fiables de medida de edades absolutas los métodos
radiométricos. La edad de la roca más antigua conocida es de unos 3.600-3.800 Ma. La
edad de la Tierra obviamente es superior, y diferentes cálculos efectuados a partir de
numerosos muestras, incluidas algunas de meteoritos, estiman en 4.600 Ma (ver
argumentación en Anguita, 1988), con lo que todas las estimaciones realizadas por los
diferentes autores en el siglo precedente pasan a ser meros datos curiosos en la historia
de la ciencia.

6.3.2.1.- Métodos más usuales

Una descripción detallada de los diferentes métodos radiométricos se puede encontrar en


Eicher (1976), Faure (1986), Anguita (1988) y Prothero (1989). En la actualidad, son tres
los métodos más usuales de datación radiométrica aplicables a rocas de cualquier edad,
cuyo fundamento y posibilidades de aplicación se resumen a continuación.

Método Potásico-Argón
Se trata de un método que se puede aplicar sobre una roca volcánica, en muestra total,
sobre algunos de sus minerales (muscovita, biotita, hornblenda, glauconita, etc). El
potásio es uno de los ocho elementos más abundantes de la corteza terrestre y un 0,4%
del mismo corresponde a 40K radiactivo (Potasio con un núcleo de 19 protones y 21
neutrones). La desintegración del mismo suministra un 11% de Ar y un 89% de 40Ca, al
tiempo que emite partículas 8. La medida del calcio (como elemento hijo) no es posible
por ser un elemento muy abundante en las rocas y por tanto lo que se mide es el 40Ar.

Método Rubidio-Estroncio
Es un método aplicable a diversos minerales como la muscovita, biotita, lepidota,
microclina o glauconita de rocas ígneas o metamórficas. En el caso de las rocas ígneas
data la edad de la solidificación, por tanto de la roca, mientras que en las rocas
metamórficas data la última etapa de metamorfismo. El rubidio es un elemento poco
común en la corteza terrestre, pero un 28% del mismo corresponde al isótopo radiactivo
87Rb. Aparece como elemento traza (elemento traza se define como un elemento que está
presente en una roca en concentraciones menores al 0.1% (1000 ppm). La mayoría de los
elementos traza si bien no forman especies minerales por si solos, son capaces de sustituir
a los elementos mayores en los minerales formadores de roca) en los minerales antes
citados y se descompone dando como elemento hijo 87Sr, emitiendo partículas 6.

Método Uranio-Thorio-Plomo
Especialmente aplicable a rocas ígneas, entre ellas las graníticas, con minerales de circón,
los cuales contienen alrededor del 0,1% de uranio. Se ha aplicado con éxito a muestras
totales de rocas lunares. El método comprende varios procedimientos relacionados con
las cadenas de desintegración de 238U, 235U y 232Th que tienen como elementos finales
206Pb, 207Pb y 208Pb, respectivamente, emitiendo en todos los casos partículas a.

Métodos radiométricos especiales para materiales cuaternarios


Los métodos anteriores apenas se pueden aplicar, con cierta precisión, al intervalo de
tiempo más reciente, concretamente al último millón de años. Un método utilizado con
mucha frecuencia para materiales del Cuaternario es el del Carbono-14 que se aplica
especialmente sobre la materia orgánica de los sedimentos. El 14C es un isótopo
radioactivo que aparece en las plantas y animales vivos, cuya desintegración se inicia
cuando el organismo muere. El método tiene una limitación temporal muy importante ya
que solamente se puede aplicar para los últimos 35.000 años, con lo que se trata de un
método de uso en Arqueología y en el estudio de los procesos de sedimentación actual.

Las mayores dificultades de datación absoluta corresponden al intervalo de los 35.000


años hasta el millón de años. Para determinar la edad absoluta en testigos de pistón
tomados en los centro de los océanos, en los que usualmente se cortan los sedimentos del
último millón de años, se han utilizado los métodos del Thorio-230/Protactinio-231 y
Uranio-234/Thorio 230/Radio-226, ambos aplicables en muestras de roca total de
sedimentos de mares profundos. Los elementos radioactivos proceden del agua del mar y
comienzan su desintegración cuando quedan aislados de la masa de agua oceánica, o sea,
cuando se depositan.

6.3.2.2.- Limitaciones

La principal limitación de los métodos radiométricos para determinar edad absolutas en


rocas sedimentarias estriba, esencialmente, en que las medidas sólo se pueden realizar en
rocas ígneas, datándose la fecha de solidificación de un plutón o de una colada volcánica.
Solamente en algunos métodos de aplicación exclusiva en materiales cuaternarios se
pueden realizar determinaciones directamente sobre material sedimentario.

Además de esta grave limitación hay otras dos limitaciones que conviene considerar. La
primera de ellas es que han podido ocurrir modificaciones de las composiciones
isotópicas originarias, debidas a procesos de reactivación como el metamorfismo, que
producen un "rejuvenecimiento" de la edad de la muestra, con lo que los resultados
obtenidos pueden ser erróneos. Otra posible causa de modificación de la composición
isotópica original es la producida por la meteorización por lo que hay que cuidar al
máximo que las muestras que se tomen no presenten signos de alteración.

La segunda limitación son las propias limitaciones instrumentales del método que de una
parte exigen el uso de equipo complejos y costosos y de otra conllevan un margen de
error en la medida a veces considerable (del 1 a 5%). Este margen de error es superior al
centenar de millones de años en el Precámbrico, del orden de la decena de millones de
años en el Paleozoico y algo menos en el Mesozoico. Así por ejemplo, entre dos muestras
cuyas dataciones de 190 ± 10 Ma y 185 ± 10 Ma no se podrá decir cuál es la más moderna
y cual la más antigua.

En definitiva cuando se habla de técnicas radiométricas no se trata de un método simple


consistente en un pequeño equipo instrumental que se lleva al campo y que nos mida
directamente la edad de una roca sedimentaria, sino que se trata de técnicas de laboratorio
muy complejas, que exigen equipos instrumentales muy sofisticados y un alto costo de
mantenimiento, aplicables esencialmente a rocas ígneas.

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