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Modulo 02

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ABUSO

SEXUAL
INFANTIL

MODULO: 02
CENTRO INTEGRADO DE
FORMACIÓN PROFESIONAL Consecuencias del
abuso sexual
infantil.

C.I.F.P. Consecuencias
psicológicas del
abuso sexual
infantil.

CIFP 1
OFICINA: Jr. Ayacucho 948/ Oficina 301 Centro histórico - Trujillo
Telf: 044 633582 Cel: 988 309 441 - Correo: informes@centrocifp.com
Contenido

I. INTRODUCCIÓN…………………………………………………………………….…………………..3
II. OBJETIVOS…………………………………………………………………………………………………6
III. MÉTODO……………………………………………………………………………………………………7

IV. MUESTRA…………………………….…………………………………………………………………….7

V. RESULTADOS……….…………………………………………………………………………………….8

VI. PROBLEMAS EMOCIONALES…………………….………………………………………………11

VII. PROBLEMAS DE RELACIÓN…………………………………………….…………………………12

VIII. PROBLEMAS DE CONDUCTA Y ADAPTACIÓN SOCIAL…………….………………….12

IX. PROBLEMAS FUNCIONALES………………………………….………………………….………13

X. PROBLEMAS SEXUALES………………………….…………………………………………………13

XI. TRANSMISIÓN INTERGENERACIONAL………………………….…………………………..21

XII. DISCUSIÓN…………………………………….…………………………………………………………22

XIII. REVISIÓN SISTEMÁTICA DE LAS CONSECUENCIAS NEUROBIOLÓGICAS DEL


ABUSO SEXUAL
INFANTIL………………………………………………………………………………………………….25

XIV. EXAMEN………………….…………………………………………………………………………….…34

CIFP 2
I. INTRODUCCIÓN

El abuso sexual infantil no es un problema nuevo, sino una de las formas de maltrato
infantil que acompañó al desarrollo del hombre durante toda su historia. Aparece en la
literatura, en el cine y frecuentemente en noticias periodísticas. Es el más escondido de
los maltratos y del que menos se conoce, tanto en el ambiente médico legal como en el
social.

El abuso sexual infantil no ocurre solo en poblaciones marginales sino que abarca todas las
culturas y todas las clases sociales. La estimación de mayor demanda que hay en la
actualidad se debe a que recién ahora las personas involucradas se están animando a
denunciarlo, lo que se refleja en una mayor cantidad de consultas, tanto en el nivel
hospitalario como en el privado.

El diagnóstico no es nada fácil y como suele pasar desapercibido durante mucho tiempo
deja marcas emocionales, que cuanto más antiguas, más difícil son de tratar. La
confirmación diagnóstica es difícil y se basa en el relato del niño, sus juegos, la historia
clínica, el examen físico y los exámenes complementarios. Sin embargo, pocas son las
veces que se encuentran signos físicos de certeza como los relacionados con
enfermedades venéreas, desgarros en zona genital o embarazo

La sospecha llega al consultorio por la demanda familiar (en general la madre) o por
sospecha de un profesional (médicos, maestros) ante signos indirectos (masturbación
compulsiva, lesiones genitales, vulvovaginitis reiteradas, trastornos de sueño, enuresis,
etc.)

El ámbito más frecuente donde se produce el abuso es el ámbito familiar, lo que hace su
abordaje más problemático. Cuánto más cercano a la familia es el acto de abuso más difícil
es trabajar, teniendo en cuenta, además, que en el caso de niños pequeños o personas
con discapacidad, la información solo llega a través de terceros.

CIFP 3
En América latina, 1 de cada 5 niños son abusados por un familiar cercano; en más del
50% hay evidencias de situaciones incestuosas; el 80% son amigos, vecinos o parientes.

Parece no haber una definición universal acerca de qué constituye el abuso sexual infantil.
La claridad de algunas de estas definiciones es obviamente útil, pero existen variaciones
considerables entre las que se adoptan en los diferentes estudios. Estas variaciones
resultan muy importantes porque pueden explicar algunas de las que se observan en las
estadísticas de abuso sexual infantil dadas a conocer.

Definición de abuso sexual: Cualquier solicitud o ejercicio de contacto, caricias, juegos o


toqueteos, en los que al menos uno de los implicados no desea, conoce o carece de
conciencia de lo que está pasando y que se obtiene por la fuerza o la ascendencia con la
víctima.(García Morey, 2008)

Las consecuencias psicológicas que se han relacionado con la experiencia de abuso sexual
infantil pueden perdurar a lo largo del ciclo evolutivo y configurar, en la edad adulta, los
llamados efectos a largo plazo del abuso sexual. También es posible que la víctima no
desarrolle problemas aparentes durante la infancia y que éstos aparezcan como
problemas nuevos en la adultez.

Se habla de efectos a largo plazo cuando éstos se encuentran a partir de los dos años
siguientes a la experiencia de abuso, presentándose aproximadamente en un 20% de las
víctimas de abuso sexual infantil.

Los efectos a largo plazo son, comparativamente, menos frecuentes que las consecuencias
iniciales, sin embargo el abuso sexual infantil constituye un importante factor de riesgo
para el desarrollo de una gran diversidad de trastornos psicopatológicos en la edad adulta.
La información actualmente disponible tampoco permite establecer en esta etapa vital un
único síndrome específico, o conjunto de síntomas diferenciados, asociado a la
experiencia de abuso sexual, afectando éste a diferentes áreas de la vida de la víctima; así
como no permite confirmar la existencia de una relación lineal entre la experiencia de
abuso sexual infantil y la presencia de problemas psicológicos en la edad adulta,
existiendo múltiples variables que parecen incidir en esta relación. Los efectos a largo
plazo del abuso sexual infantil han sido considerados especulativos, destacando la
dificultad que entraña su estudio, especialmente al ser comparados con las consecuencias
iniciales, y principalmente dada su interacción con otro tipo de factores relacionados con
el paso del tiempo (López, 1993).

Algunos autores constatan una peor salud mental general en víctimas de abuso sexual
infantil, con una mayor presencia de síntomas y trastornos psiquiátricos; (Peleikis,
Mykletun y Dahl, 2005). Otros estudios, realizados con víctimas de malos tratos infantiles,
incluyendo el abuso sexual, confirman una probabilidad cuatro veces mayor de desarrollar
trastornos de personalidad en estas víctimas que en población general (Vitriol, 2005).
Estudios como el de Bersntein, Stein y Handelsman (1998), han concluido que, al contrario

CIFP 4
que en los demás tipos de maltrato infantil, el abuso sexual no correlaciona con ningún
trastorno de personalidad en específico, si bien, en cierta medida lo hace con todos ellos.

Existen variables que pueden incidir en el desarrollo de problemas psicológicos en


víctimas de abuso sexual infantil como es el ambiente familiar disfuncional, si bien la
mayoría de estudios siguen constatando una relación directa entre la experiencia de
abuso sexual y el posterior desarrollo de problemas psicológicos.

Se presenta a continuación una propuesta de clasificación de los efectos psicológicos a


largo plazo basada en la sintomatología más frecuente indicada en los estudios revisados,
de forma similar al trabajo realizado por Pereda en el 2009. La limitación de intentar
clasificar los diversos efectos psicológicos en categorías teóricas debe tenerse en cuenta.

Se espera que la presente investigación sea punto de partida para otras que aborden los
síntomas y consecuencias psicológicas en víctimas de abuso sexual, y que a su vez, se logre
la realización de intervenciones tanto individual como comunitarias con el objetivo de
disminuir los factores de riesgo que potencian la aparición de este tipo de fenómeno, tan
reprimido en la conciencia social. Además de ser un aporte en cuanto a clasificación de los
síntomas, según las categorías encontradas, se constituye en útil material bibliográfico
para los especialistas que abordan el tema desde sus diferentes escenarios de actuación
profesional. En ese contexto surge el siguiente planteo: ¿Cómo se comportan, a largo
plazo, las consecuencias psicológicas del abuso sexual en un grupo de niños atendidos en
el Centro de Menores del Municipio de Artemisa?

La experiencia de abuso sexual en la infancia es un problema social grave que comporta,


en la mayoría de los casos, serias repercusiones para la víctima que lo sufre, que
interfieren en su adecuado desarrollo y tienen un efecto negativo en su estado físico y
psicológico1. La amplia extensión de esta problemática ha sido constatada, tanto a nivel
nacional2,3 como internacional4, con cifras que oscilan entre un 10 y un 20% de la
población infantil, en el mundo occidental5.
Se observan consecuencias que afectan a todas las áreas de la vida de la víctima, tanto en
la infancia6,7 como en la edad adulta8,9, y que impiden hablar de un síndrome del abuso
sexual infantil, que permita detectar esta experiencia con total certeza y fiabilidad. Los
trabajos publicados al respecto demuestran la no existencia de un patrón de síntomas
único, así como la presencia de una extensa variedad de síntomas en estas víctimas, e
incluso la ausencia total de síntomas en algunas de ellas, impidiendo establecer un
síndrome que defina y englobe los problemas físicos, emocionales, cognitivos y sociales
que se relacionan con la experiencia de abuso sexual (ver una reciente revisión de R.
Maniglio10).
Las consecuencias en la salud que suelen acompañar a la vivencia del abuso sexual infantil
son frecuentes y diversas, tanto aquellas que se producen en la infancia como las que, en
muchas ocasiones, perduran en la adolescencia hasta la edad adulta 11. Como afirma F.
López2 en el único estudio representativo del total de población española realizado en

CIFP 5
España hasta el momento, únicamente un 20 o 30% de las víctimas de abuso sexual
infantil permanecerían estables emocionalmente tras esta experiencia. Si bien son
diversos los autores que constatan la existencia de víctimas asintomáticas, estas víctimas
podrían llegar a presentar problemas posteriormente, configurando los llamados efectos
latentes del abuso sexual infantil12.
El objetivo del presente trabajo es ofrecer una revisión actualizada de las principales
consecuencias físicas, iniciales y a largo plazo, del abuso sexual infantil, tanto en estudios
nacionales como internacionales, que permita a los profesionales de la salud detectar
aquellos problemas físicos que pueden estar vinculados a la experiencia de abuso sexual
en la infancia.

CIFP 6
II. Objetivos

 General

Identificar, a largo plazo, las consecuencias psicológicas del abuso sexual en un grupo de
niños atendidos en el Centro de Menores del Municipio de Artemisa.

 Específicos

Reconocer y clasificar las diferentes consecuencias psicológicas a largo plazo del abuso
sexual infantil según los estudios revisados.

Identificar la presencia de consecuencias psicológicas a largo plazo del abuso sexual en la


muestra seleccionada.

Elaborar una propuesta de plan de acción a llevar a cabo por la atención primaria y
secundaria de salud en nuestro municipio.

III. Método

Se utilizaron investigaciones precedentes durante los últimos cinco años en este tema en
nuestro país. Se clasificaron los distintos síntomas en cinco categorías: problemas
emocionales, problemas de relación, problemas funcionales, problemas de adaptación y
problemas sexuales. Además se realizó una confirmación de estos síntomas en una
muestra seleccionada de 20 niños abusados sexualmente pertenecientes al municipio de
Artemisa, para lo cual se utilizó el análisis del expediente de estas víctimas ubicado en el
Centro de Atención de Menores, por lo que no fue necesario el consentimiento informado
a los sujetos ya que solo se trabajó con sus expedientes.

Se seleccionaron aquellas publicaciones entre septiembre de 1999 y septiembre de 2009,


en inglés o español, centradas en las consecuencias físicas relacionadas con la experiencia
de abuso sexual infantil a través de las bases de datos Medline, Psycinfo, Science Citation
Index y Social Sciences Citation Index de la Web of Science utilizando los siguientes
términos: (consequences OR effects) AND (sexual abuse OR child sexual abuse) AND
(medical OR physical). Como complemento a lo anterior, también se examinaron las listas
de referencias de estudios publicados acerca de las consecuencias físicas de
lavictimización en la infancia. Se descartaron todos aquellos estudios en cuyo resumen no
se incluían los temas de la revisión o hacía referencia a temas relacionados, pero no
directamente vinculados, como la violencia sexual en la edad adulta o las consecuencias
psicológicas del abuso sexual infantil.

IV. Muestra

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La muestra está conformada por 20 niños que han sido llevados al Centro de Atención de
Menores del Municipio de Artemisa. De ellos 12 son pertenecientes al sexo femenino y los
8 restantes al masculino, las edades oscilan entre 7 y 10 años, exceptuando a dos niños
que son menores de cinco años. El total de la muestra convive con familias disfuncionales
donde los métodos educativos utilizados frecuentemente son el castigo físico y las
prohibiciones injustificadas.

El 40% de la muestra son hijos de padres divorciados con mal manejo de este divorcio
incluso no existiendo vínculo afectivo entre la figura paterna y el niño. Los niños que
conviven con ambos padres manifiestan un abandono por parte de los mismos con
justificaciones de no existir el tiempo necesario para su atención y cuidado, trabajar
demasiado para poder sobrevivir, entre otras.

V. Resultados

Se han agrupado en los apartados siguientes las distintas problemáticas (Cuadro 1). a largo
plazo encontradas:

Las consecuencias físicas del abuso sexual infantil son poco frecuentes,
extraordinariamente variables y, en muchos casos, compatibles con otro tipo de lesiones
no relacionadas con la experiencia de abuso sexual, provocando que sea muy difícil
detectar estos casos a partir de hallazgos físicos. Algunas dermopatías, lesiones
congénitas, traumatismos e infecciones, e incluso fisuras anales por estreñimiento
crónico, pueden ser confundidos con signos de abuso sexual y viceversa. En la mayor parte
de los casos los hallazgos físicos son nulos en estas víctimas y, por tanto, un examen
normal no debe excluir la posibilidad de que un abuso sexual haya tenido lugar. Cabe
recordar que muchos tipos de abuso sexual no incluyen contacto físico entre agresor y
víctima y, por tanto, no existen lesiones físicas que permitan confirmarlos. Incluso si se
produce penetración, pueden no aparecer lesiones ni quedar rastros que confirmen el
abuso sexual.
Sin embargo, algunas víctimas de abuso sexual infantil sí presentan lesiones genitales y
anales que son claros indicadores de esta experiencia, así como lo es la presencia de
esperma y, sobre todo, las infecciones de transmisión sexual (gonococia, condilomas
acuminados, sífilis) antes de la pubertad y, en ciertos casos, el embarazo. El virus de
inmunodeficiencia humana (VIH) no es demasiado frecuente como indicador, pero
también se encuentra en algunos casos, especialmente en países no occidentales.

Incluso se han observado lesiones orofaciales compatibles con abuso físico y sexual. Una
dificultad añadida es que, en la mayoría de los casos, estos indicadores únicamente son
visibles durante un breve período de tiempo tras el abuso (presencia de esperma y/o vello
púbico, abertura anormal del ano, entre otros) y no es habitual que la víctima sea
atendida inmediatamente, sino que lo más frecuente es que transcurran meses, e incluso
años, antes de que alguien descubra el abuso o éste sea revelado. Son pocos los casos de

CIFP 8
abuso sexual posteriormente examinados y atendidos por profesionales del ámbito de la
salud, principalmente debido al secreto que se impone a este tipo de situaciones por parte
de la víctima, del agresor y, con demasiada frecuencia, del entorno más cercano al menor.
Recientemente se han ofrecido recomendaciones y guías de evaluación e intervención
para los profesionales de la salud ante estos casos, así como formas de actuar con la
paciente víctima de abuso sexual en la infancia ante procedimientos médicos invasivos,
como la endoscopia o la colonoscopia (tabla 1).

En la edad adulta, son múltiples los problemas físicos que se han relacionado de forma
repetida con la experiencia de abuso sexual en la infancia (recientes revisiones son las de
J. Leserman o la de PA. Hulme).
Los estudios también muestran una relación significativa entre la experiencia de abuso
sexual infantil y un peor estado de salud general y menor calidad de vida, tanto mediante
síntomas físicos reales como según la percepción de salud subjetiva de las víctimas, con
problemas físicos que se cronifican a lo largo de los años, y que pueden llegar a la vejez de
estos individuos, así como un mayor número de consultas médicas que grupos control. Sin
embargo, se ha observado que en mujeres esta afectación física y sintomatología
psicosomática mejora si la víctima cuenta con el apoyo de una persona cercana,
especialmente su pareja, y también se incrementa al tener que afrontar los factores
estresantes cotidianos.
Algunos de los problemas físicos más estudiados, debido a su frecuente aparición en estas
víctimas, son los dolores físicos sin razón médica que los justifique, fatiga crónica
idiopática y el trastorno de somatización, definido como la presencia de síntomas
somáticos que requieren tratamiento médico y que no pueden explicarse totalmente por
la presencia de alguna enfermedad conocida, ni por los efectos directos de una sustancia;
el trastorno de conversión que incluye la afectación de alguna de las funciones motoras o
sensoriales de la víctima, o las denominadas crisis no epilépticas, que cambian
brevemente el comportamiento de una persona y parecen ataques epilépticos, si bien no
son causados por cambios eléctricos anormales en el cerebro sino por la vivencia de
acontecimientos fuertemente estresantes. Se ha observado, por otro lado, que la
experiencia de abuso en la infancia incrementa el riesgo de trastornos cardiovasculares en
la mujer, reduciendo la protección biológica vinculada al sexo para este tipo de trastornos.
Todo ello implica un importante gasto para los sistemas de salud, especialmente si estos
problemas no se diagnostican ni tratan de forma adecuada.

CIFP 9
Destacan, por otro lado, los estudios sobre trastornos ginecológicos, particularmente
dolores pélvicos crónicos, con alteraciones del ciclo menstrual, así como también un inicio
significativamente temprano de la menopausia en mujeres víctimas de abuso sexual. Un
reciente estudio realizado en los países nórdicos muestra que, en gran parte de los casos,
el profesional desconoce la historia de abuso de la paciente y no reconoce los posibles
signos físicos asociados, imposibilitando que la víctima reciba un tratamiento adecuado.
Es importante también tener en cuenta por su gravedad las conductas autolesivas que
pueden acompañar o no a ideas suicidas e intentos de suicidio. Entre las conductas
autolesivas más frecuentes se observan los cortes y las quemaduras en antebrazos y
muñecas, que aparecen ya en la adolescencia y se encuentran tanto en muestras de
víctimas provenientes de clínicas psiquiátricas, como en víctimas de población general y
en las revisiones realizadas de diversos estudios.
Son diversos los estudios que demuestran la frecuente presencia de trastornos de la
conducta alimentaria en víctimas de abuso sexual infantil, como la obesidad, la bulimia y
la anorexia nerviosa, si bien otros recientes trabajos relacionan más otros tipos de
maltrato infantil con estos problemas. También se han observado problemas de sueño en
mujeres víctimas de abuso sexual, al llegar a la adolescencia.
Respecto a las conductas de riesgo para la salud, la experiencia de abuso sexual se ha
relacionado en múltiples y diferentes estudios con una mayor propensión al abuso y la
dependencia de sustancias nocivas (alcohol, tabaco, marihuana), incluso al ser
comparados con otros tipos de maltrato, a un inicio temprano de este trastorno 78 y a un
mayor riesgo de recaídas y peor pronóstico en el tratamiento, tanto en mujeres como en
hombres. En relación al tabaco, estos riesgos parecen incrementarse al aumentar el
número de experiencias adversas vividas durante la infancia.
En el área sexual, se observan con frecuencia las denominadas conductas sexuales
promiscuas vinculadas a un precoz inicio de la sexualidad y un mayor número de parejas y
disfunciones sexuales (una reciente revisión de este tema es la de TE. Senn et al.) en
víctimas de ambos sexos; una mayor tendencia al mantenimiento de relaciones sexuales
sin protección, con el consiguiente riesgo de VIH y de otras enfermedades de transmisión
sexual, tanto en varones como en mujeres; una mayor frecuencia de embarazos y abortos
en edades tempranas, tanto en varones como en mujeres; así como nuevos embarazo en
un corto periodo de tiempo en adolescentes; una mayor tendencia a experimentar
sentimientos negativos y de rechazo hacia el embarazo, así como depresión postparto.
Estas mismas conductas de riesgo se han observado también en estudios llevados a cabo
en culturas no occidentales, como la china o la de tribus nativas americanas (tabla 2).

CIFP 10
VI. Problemas emocionales

Dentro de este apartado destacan, por su presencia en gran parte de las víctimas de abuso
sexual infantil, los trastornos depresivos y bipolares; los síntomas y trastornos de
ansiedad, destacando por su elevada frecuencia el trastorno por estrés postraumático; el
trastorno límite de la personalidad; así como las conductas autodestructivas (negligencia
en las obligaciones, conductas de riesgo, ausencia de autoprotección, entre otras); las
conductas autolesivas; las ideas suicidas e intentos de suicidio; y la baja autoestima. Fue
detectado en el 72% de la muestra con la presencia variada de uno y otro problema
emocional.

CIFP 11
VII. Problemas de relación

El área de las relaciones interpersonales es una de las que suele quedar más afectada,
tanto inicialmente como a largo plazo, en víctimas de abuso sexual infantil. Esta área fue
la de mayor por ciento existente en la muestra, casi la totalidad de la misma presenta
dificultades en el establecimiento de relaciones con los coetáneos y dificultades en los
padres como pareja.

Destaca la presencia de un mayor aislamiento y ansiedad social, menor cantidad de


amigos y de interacciones sociales, así como bajos niveles de participación en actividades
comunitarias. Se observa también un desajuste en las relaciones de pareja, con relaciones
inestables y una evaluación negativa de las mismas, entre otras. También aparecen
dificultades en la crianza de los hijos, con estilos parentales más permisivos en víctimas de
abuso sexual al ser comparados con grupos control, así como un más frecuente uso del
castigo físico ante conflictos con los hijos y una depreciación general del rol maternal.

VIII. Problemas de conducta y adaptación social

Se observan mayores niveles de hostilidad en víctimas de abuso sexual infantil que en


grupos control, así como una mayor presencia de conductas antisociales y trastornos de
conducta. Kaufman y Widom (1999), por su parte, constataron, mediante un estudio
longitudinal (1989-1995), el mayor riesgo de huida del hogar que presentaban las víctimas
de maltrato infantil, entre ellas, de abuso sexual infantil, en comparación con un grupo
control. A su vez, la conducta de huida del hogar, así como el haber sufrido abuso sexual
infantil, incrementaban el riesgo de delinquir y de ser arrestado por delitos diversos.
Dentro de la muestra existen dos niños con problemas de conducta que están siendo
valorados por el CDO del municipio para ser insertados en una escuela apropiada para
este tipo de trastorno.

CIFP 12
IX. Problemas funcionales

Uno de los problemas que afecta a las funciones físicas de estas víctimas de forma más
frecuente son los dolores físicos sin razón médica que los justifique. También se observan
algunas cefaleas, fibromialgias y trastornos gastrointestinales, lo que implica un
importante gasto para los sistemas de salud, especialmente si no se diagnostican ni tratan
de forma adecuada (Walker, Unutzer, Rutter, Gelfand, Saunders, VonKorff et al., 1999).

Son diversos los estudios que demuestran la frecuente presencia de trastornos de la


conducta alimentaria en víctimas de abuso sexual infantil, especialmente de bulimia
nerviosa. También se detectan trastornos de conversión, que incluyen la afectación de
alguna de las funciones motoras o sensoriales de la víctima (APA, 2002); las denominadas
crisis convulsivas no epilépticas, que cambian brevemente el comportamiento de una
persona y parecen crisis epilépticas, si bien no son causadas por cambios eléctricos
anormales en el cerebro si no por la vivencia de acontecimientos fuertemente
estresantes; y el trastorno de somatización, definido como la presencia de síntomas
somáticos que requieren tratamiento médico y que no pueden explicarse totalmente por
la presencia de una enfermedad conocida, ni por los efectos directos de una sustancia
(APA, 2002). Se ha observado, a su vez, la frecuente presencia de síntomas y trastornos
disociativos en víctimas de abuso sexual infantil, referidos a aquellas situaciones en las
que existe una alteración de las funciones integradoras de la conciencia, la identidad, la
memoria y la percepción del entorno (APA, 2002). Concuerdan con estos datos tres niños
que tuvieron tratamiento psiquiátrico por pérdida de memoria retrograda.

Destacan, por otro lado, los estudios sobre desórdenes ginecológicos, particularmente
dolores pélvicos crónicos, así como también un inicio significativamente temprano de la
menopausia en mujeres víctimas de abuso sexual. Este punto no pudo ser constado por el
período de tiempo que requiere y además por no contar con la muestra física.

Los trastornos relacionados con el abuso de substancias también aparecen


frecuentemente en estudios sobre consecuencias del abuso sexual infantil. Otros trabajos
han mostrado la relación existente entre la experiencia de abuso sexual infantil y un peor
estado de salud física general, tanto mediante síntomas físicos reales como según la
percepción de salud subjetiva de las víctimas (Walker, Gelfand, Katon, Koss, Von Korff,
Bernstein et al., 1999; Swanston, Plunkett, O"Toole, Shrimpton, Parkinson y Oates, 2003).

X. Problemas sexuales

Browning y Lauman (2001) defienden que la sexualidad desadaptativa es la consecuencia


más extendida del abuso sexual infantil, no obstante, destacan la no existencia de una
relación causal entre la experiencia de abuso sexual infantil y el desarrollo de este

CIFP 13
problema, si bien el abuso sexual infantil actuaría como un importante factor de riesgo a
tener en cuenta.

Otros estudios también han confirmado la frecuente presencia de problemas de tipo


sexual en víctimas de abuso sexual infantil, como una sexualidad insatisfactoria y
disfuncional, conductas de riesgo sexual (como el mantenimiento de relaciones sexuales
sin protección, un mayor número de parejas y una mayor presencia de enfermedades de
transmisión sexual y de riesgo de VIH). Derivados de estos problemas de tipo sexual y,
particularmente de las conductas sexuales promiscuas y del precoz inicio a la sexualidad
que presentan estas víctimas, destaca también la prostitución y la maternidad temprana.

 Revictimización

La revictimización es una de las consecuencias del abuso sexual infantil relacionadas con el
área de la sexualidad que supone una mayor gravedad. Por revictimización se entiende la
experiencia posterior de violencia física y/o sexual en víctimas de abuso sexual infantil por
agresores distintos al causante del abuso en la infancia (Maker, Kemmelmeier y Peterson,
2001). Existe una niña que ha sido revictimizada y es un caso bastante serio que está
siendo tratado por especialistas superiores dentro del Centro y por todo un equipo
multidisciplinario.

Son diversos los estudios que han mostrado el riesgo de revictimización que presentan las
víctimas de abuso sexual infantil. Las revisiones realizadas, por otro lado, destacan las
enormes diferencias existentes entre los porcentajes de revictimización obtenidos por los
diversos estudios, oscilando entre un 16% y un 72%, según las definiciones y las muestras
utilizadas.

La revictimización hace referencia directamente a un sujeto puesto en una condición no


libre ni voluntaria sino dada por el ejercicio de otro poder, que ejerce fuerza o presión.
Se trata de un alguien que
ha sido víctima, pero el
prefijo re, nos dice de la
característica de esa
condición su repetición.
Por lo tanto, la re-
victimización es una
palabra derivada que hace
referencia a la experiencia
que victimiza a una
persona en dos o más
momentos de su vida.

CIFP 14
La revictimización es el conjunto de hechos o “el hecho en que un individuo sea víctima de
violencia interpersonal en dos o más momentos de la vida. Ambas experiencias son
separadas en el tiempo y realizadas por parte de al menos dos perpetradores diferentes.
Es decir, se refiere a sufrir abuso físico o sexual por parte de un familiar durante la niñez y
luego experimentarlo nuevamente durante la vida adulta, cuando el perpetrador es la
pareja masculina”.

En el marco de la violencia sociopolítica, cuando se habla de perpetrador no


necesariamente se habla de personas con nombres y apellidos sino de grupos o
estructuras con un proyecto político, económico y social que se impone, se imprime o se
construye con el uso de la fuerza. Se trata de la Fuerza Pública, organismos de seguridad
del Estado, su estrategia regular e irregular denominada paramilitares, que en mayor
medida protegen intereses de sectores del poder establecido o posibilitan su
enriquecimiento. Y se trata también de las guerrillas, como grupo político disidente en
armas que pretende sabotear y/o instaurar otro orden. En la guerra se pretende herir,
capturar o matar al adversario, y más allá de los códigos entre los guerreros, la población
es convertida en víctima. En Colombia, personas, también grupos humanos, han sido
victimizadas por el Estado y tiempo después la misma estructura institucional o para
institucional la revictimiza, aunque no sea el mismo autor material. Los ejercicios del
poder violento para el aseguramiento de un estatus quo, hacen de la persecución bajo
diversas técnicas uno de los medios privilegiados de sometimiento y exterminio, lo que
hace posible la revictimización hasta el logro de objetivos estratégicos.

Otros autores hablan de la victimización secundaria para hacer referencia a la


revictimización. En este sentido, ésta se deriva de las relaciones de la víctima con las
instituciones sociales de servicios sociales, sanitarios, medios de comunicación, jurídicos,
entre otros. (Soria, 2006) Sin embargo, en este caso aplicaría la definición de
revictimización al tener en cuenta que si una persona ha sido víctima y posteriormente es
maltratada por alguna institución porque se le niega información, no se le reconoce como
una interlocutora válida, no se le escucha con el debido respeto y en otros casos estas
mismas instituciones a las que acuden porque cumplen alguna función de protección, son
las que les amenaza, les investiga, les persigue. En estos casos claramente se están
evidenciando nuevos episodios de violación de derechos y por lo tanto de revictimización.

Desde esta definición más amplia que define sujetos institucionales como responsables de
la re revictimización, se comprende en el marco de la violencia sociopolítica situaciones en

CIFP 15
que los procesos jurídicos revictimizan sometiendo a una persona a interrogatorios
innecesarios que reviven la experiencia traumática o que indirectamente sugieren
situaciones que atentan contra su dignidad, es el caso que enfrentan entre otras víctimas
las mujeres abusadas sexualmente cuando se indaga en qué medida su comportamiento o
actitud puede haber aportado a la violencia sexual. Otras situaciones que se pueden
mencionar es el caso del uso de terceros como informantes y/o testigos para hacer falsas
acusaciones sobre las víctimas. La falta de eficiencia en la administración de justicia y la
permanente impunidad aumentan el sufrimiento de la mayoría de las víctimas.

De igual forma los medios de información masiva muchas veces operan como mediadores
de los intereses de los victimarios, cuando no ellos, deliberadamente se convierten en
máquinas de revictimización. Luego de decisiones de las Cortes, entre ellas
internacionales, como por ejemplo, en el caso del asesinato de Manuel Cepeda Vargas o
de fallos nacionales, como el de los familiares de los desaparecidos en la cafetería del
Palacio de Justicia, familiares de las víctimas se han visto sometidos a graves
señalamientos y acusaciones infundadas por sujetos procesales, el gobierno y por los
generadores de opinión que argumentan con su libertad de opinión y expresión
irrespetando en lo más profundo la dignidad y el bienestar de las víctimas.

 Efectos Psicosociales de la revictimización

La revictimización genera impactos psicosociales porque remueven las situaciones


traumáticas generadas por la violación de la dignidad y de derechos. No basta con
mencionar los efectos de la revictimización sino el auscultar sobre las pretensiones y los
actores que generan dicha revictimización. La revictimización genera condiciones que
empeoran, que producen mayor vulneración de la situación de las víctimas, como es el
caso de las víctimas de crímenes de Estado. Ellas siguen expuestas no solamente a la
continuidad de violación de sus derechos sino de ser invisibilizadas, en medio de avances
formales de democratización, continúan sometidas a técnicas y medios novedosos de
persecución.

Cuando se hace referencia a las víctimas de crímenes de Estado en donde se niega la


realidad del Estado como un victimario, las víctimas enfrentan una doble necesidad: ser
reconocidas como víctimas y reclamar sus derechos al mismo tiempo.

Al reconocer como responsable de la violación de sus derechos a quienes han generado la


violencia y a quienes mantienen el control social, esta situación les expone fácilmente a
ser revictimizadas con la intención de debilitar, dominar y doblegar la voluntad de las
personas para intentar hacerles desistir de sus procesos de exigibilidad de sus derechos y

CIFP 16
en el peor de los casos eliminar ya sea individual o comunitariamente a quienes no
responden al propósito de dominación, a quienes no están de acuerdo con un modelo de
sociedad y de economía. En Colombia este modelo social y económico permite solamente
determinadas libertades de expresión, de oposición y de exigencia.

En este sentido, los medios masivos de información han generado una reacción en la
sociedad en donde la estigmatización es el denominador común. Esto se expresa en
afirmaciones justificadoras como: “por algo será”, “algo habrá hecho para que le sucediera
lo que le sucedió”. Algunos autores han llamado a este efecto social de “consentimiento”
la revictimización terciaria.

Este es el efecto logrado a través de los objetivos de la represión como parte de la guerra
psicológica. Se pretende “construir, formar o modelar la opinión pública a través del
lenguaje constituido por contenidos ideológicos, imágenes y asociaciones simbólicas,
utilizadas con una intencionalidad, una orientación y un sentido preciso.

Hablar de los efectos psicosociales de la revictimización no es tarea fácil puesto que no


hay estudios estructurados que den cuenta de dicha problemática y por la complejidad en
si misma del fenómeno. No obstante, las mismas víctimas y organizaciones acompañantes
desde su reconstrucción de la represión han ido identificando esos efectos.

Esos efectos ocultos, aparentemente invisibles, son parte de lo que se quiere lograr con la
violencia. El miedo, el silencio, la parálisis, las afecciones en el modo de ocupar un espacio,
son parte de las expresiones emocionales que afectan a la persona, al grupo humano y la
sociedad.

Cuando una persona ha sido víctima se generan cambios en su vida personal, familiar,
organizacional y/o comunitaria por la ruptura, por la lesión, por el trauma y los efectos
que esto tiene depende de muchos factores. Pueden generar efectos psicosociales más
duraderos deteriorando de manera importante la calidad de vida y en general el bienestar
de las personas. Es posible que una persona todavía no haya alcanzado a través de un
proceso adecuado la elaboración de sus duelos cuando es revictimizada, lo cual puede
provocar un agravante para la salud física y emocional llevando incluso, en algunos casos
extremos, a trastornos mentales.

Los factores que inciden en el impacto son los antecedentes individuales, familiares,
organizativos, comunitarios, la personalidad de los individuos, las redes sociales con las
que se cuenta, el nivel de estudios, las ideologías, las creencias que se tiene, la reacción de
la sociedad, entre otros.

CIFP 17
Sin embargo, ante la necesidad de tener en cuenta los factores mencionados, se ha
encontrado que ante los hechos traumáticos las afectaciones emocionales en general se
manifiestan a nivel de los sentimientos, a nivel físico, a nivel comportamental y de los
pensamientos. En un alto porcentaje estas afectaciones no terminan en trastornos o
enfermedades mentales puesto que hay otro elemento importante que hay que tener en
cuenta y es la capacidad de resiliencia de las personas.

 Manifestaciones emocionales de la revictimización

A nivel de los sentimientos normalmente se genera miedo, rabia, ansiedad, dificultad para
centrar la atención, sensación de inseguridad, sensación de cansancio sin que una
actividad física lo justifique, tristeza que dependiendo de la forma como se maneje o de la
misma revictimización puede desembocar en depresión. Todas estas reacciones
emocionales se pueden generar con una victimización y la revictimización hace que se
remuevan dichas emociones experimentadas anteriormente y las actualice vivenciando de
esta forma una nueva situación dolorosa que puede ser incluso traumática. Sentimientos
que se presentan con mayor frecuencia son la rabia, la impotencia y la desesperanza.

Físicamente también se presentan algunas sintomatologías como consecuencia


psicosomáticas que implican alteraciones a nivel físico producido por la psiquis pero que
no precisamente se enmarcan dentro de una enfermedad específica, como es el caso de
los trastornos somatomorfos en donde, según el DSM IV, dicho trastorno “es la presencia
de síntomas físicos que sugieren una enfermedad médica y que no pueden explicarse
completamente por la presencia de una enfermedad, por los efectos directos de una
sustancia o por otro trastorno mental”(3) . Los síntomas psicosomáticos que más se
presentan en las víctimas de la violencia sociopolítica son los dolores de cabeza o cefaleas,
problemas de respiración como las asfixias, dolor en el pecho, diarrea, taquicardia,
sudoración.

A nivel de la conducta o el comportamiento, se evidencia una posibilidad de extremos


como el aislamiento o la extroversión y activismo, pueden presentarse dificultad para
conciliar y mantener el sueño, así como las constantes pesadillas relacionadas con los
hechos traumáticos, así mismo los estados de ánimo de tristeza y desesperanza pueden
repercutir en movimientos lentos que denotan una gran carga emocional o una constante
agresividad ante estímulos externos incluso irrelevantes (esto se presenta con una alta
frecuencia en los niños y las niñas).

La esfera del pensamiento es también afectada en cuanto que los pensamientos


repetitivos frente al hecho concreto de la violación pueden evidenciarse con una alta

CIFP 18
frecuencia en las víctimas. En ese sentido se puede presentar pesimismo, falta de ganas de
vivir más, sentimientos de culpa y/ o de auto-reproches, pero pueden también
presentarse pensamientos positivos a partir de la comprensión que la persona tiene de lo
que le está sucediendo y de la conservación de su identidad.

 Manifestaciones colectivas de la revictimización

De acuerdo a los grupos o colectivos a los que una persona pertenece o en general, de
acuerdo a la cultura en la que se nace y se crece, una persona forma su identidad, que
puede verse afectada por los hechos de violencia. Las identidades se van fraccionando con
aseveraciones escuchadas en noticieros o programas radiales como “ciudadanos de bien”,
lo cual implica que unas personas son buenas, dignas, merecedoras de vivir en sociedad y
otras, que son indignas, indeseadas y que por dicha razón se termina justificando la
estigmatización, la exclusión, el señalamiento, y hasta el asesinato.

Por estas razones, muchas personas no se atreven nuevamente a denunciar las violaciones
de sus derechos, lo cual impide dimensionar de manera completa la violencia estatal, y la
problemática del conflicto. Todo esto genera otro impacto en las familias, comunidades,
grupos o en general en la sociedad y es la ruptura de la confianza en los seres humanos, lo
que tiene implicaciones fuertes en la construcción de un modelo de sociedad justa,
incluyente, equitativa.

Socialmente se ha venido estigmatizando a las víctimas con la manipulación psicológica a


través de muchos medios, especialmente los de información masiva, pero también como
consecuencia de no impartir justicia ante las violaciones dejando la sensación que ha sido
justo lo que le ha pasado a la víctima y poco a poco invirtiendo valores éticos: la víctima se
convierte en victimario, la mentira en verdad, el resultado justifica los medios, etc.

La imposibilidad del restablecimiento emocional, social y económicamente ante una


revictimización agrava la salud física y mental; también es necesario tener en cuenta que
la impunidad ante los crímenes y violaciones de derechos humanos es una forma continua
de revictimización que tiene como consecuencia lógica la pérdida de credibilidad en las
instituciones del Estado y en funcionarios del gobierno. En este sentido es contradictorio
cuando esas mismas instancias reclaman a las victimas confianza y les responsabilizan por
la falta de avances en las investigaciones de crímenes, dado su falta de colaboración con
las autoridades.

CIFP 19
 Trascendiendo la mirada victimizante

La revictimización y sus efectos en el marco de la violencia sociopolítica no son una


situación nueva. Las víctimas han estado expuestas a múltiples formas y veces de
revictimización y aún continúan existiendo, exigiendo y construyendo país. Ese es el caso
de muchas víctimas organizadas como las del Movimiento de Víctimas de Crímenes de
Estado – MOVICE, por poner un ejemplo e incluso otras víctimas que no se han
organizado: pero a todos les mantiene en pie la esperanza de que algún día van a
encontrar justicia por lo menos en su caso.

Se plantea: “Una inmensa fuerza humana trabaja en una gran diversidad de campos en
Colombia para construir y dar solución a diferentes problemáticas, sin embargo en
ocasiones no lo logra. De la misma manera existe una inmensa fuerza humana que se
destina a trascender las desgracias, a sobrepasar las crisis, a sobreponerse al dolor de las
heridas producidas por las actuales condiciones que el país atraviesa y continuar
ejerciendo su soberanía sobre la vida.” (pág. 27).

María Eugenia Colmenares citando a Boris Cyrulnik se refiere a la palabra resiliencia como
“La resiliencia es más que resistir, es
también aprender a vivir (…) antes del
golpe uno estima que la vida nos es
debida y la felicidad también (…) el
hecho de haber vivido una situación
extrema, de rondar la muerte y haberla
destruido, hace nacer en el alma del
niño herido un extraño sentimiento de
vivir la prolongación de un plazo (…) la
prueba, cuando uno la sobrepasa,
cambia el gusto del mundo. Toda
situación extrema en tanto que proceso
de destrucción de la vida, encierra en
forma paradójica un potencial de vida (…)”. (pág. 58)

La resiliencia entonces es la capacidad que tienen las personas de sobreponerse ante


situaciones adversas integrándolas en sus vidas y haciendo de estas un escalón
importante en la continuidad de su existencia. Este es un potencial que no evita los
impactos psicosociales inmediatos de la revictimización, pero sí habla de los mecanismos
de afrontamiento, que no hacen posible que la experiencia traumática desemboque

CIFP 20
directamente a un desequilibrio mental, como desde una comprensión simplista,
reduccionista se podría interpretar.

Así, paradójicamente, la revictimización se enfrenta a un remanente existencial, a un


sustrato de la sensibilidad, de la mente, de la voluntad que posibilita el afrontamiento, y la
afirmación de la propia dignidad ante el propósito del victimario.
Ese remanente está ahí como base de superación, de síntesis y de elaboración personal y
colectiva frente a la repetición de hechos con los cuales se pretende negar la posibilidad
de las exigencias de verdad, de justicia y de reparación, la discusión política, la
deliberación y otro tipo de sueños y de sociedad democrática.

XI. Transmisión intergeneracional

La posible transmisión intergeneracional de las prácticas parentales, así como del maltrato
y el abuso sexual infantil sigue siendo un tema de estudio controvertido y con resultados
que pueden llegar a ser contradictorios. Un niño maltratado tiene alto riesgo de ser
perpetrador de maltrato en la etapa adulta a su pareja o a sus hijos.

Las revisiones específicas sobre la hipótesis de la transmisión intergeneracional del


maltrato, es decir, la hipótesis de la reproducción del maltrato de padres a hijos,
confirman su posible existencia (Green, 1998), aunque los autores constatan la enorme
variabilidad en los porcentajes entre diversos estudios. Centrado en el tema del abuso
sexual infantil, se han obtenido cifras de la posible transmisión intergeneracional situadas
entre el 20% y el 30% de los casos, si bien la controversia sobre esta posible consecuencia
del abuso sexual sigue existiendo y los resultados de las diversas investigaciones no
pueden considerarse definitivos.

Esta consecuencia pudo ser constada pero en los padres de los niños víctimas en las
historias psicosociales aparece el dato de que los padres de 4 niños de la muestra fueron
abusados durante su infancia.

La mayoría de los indicadores que a continuación se relacionan fueron encontrados en los


dibujos de los niños de la muestra que fueron analizados por los especialistas que
atendieron las particularidades de todos los casos al ser llevados al centro según aparece
en las historias clínicas revisadas: 1. Indicadores sexualmente inapropiados y agresivos,
(símbolos fálicos, exposición de genitales). 2. Incapacidad para confiar, (perspicacia,
suspicacia, ojos y oídos alertas, boca desmesuradamente grande y reforzada). 3. Figuras
humanas pequeñas. 4. Ansiedad, miedo, desamparo, (impotencia).5. Baja autoestima;
depresión, rabia.6. Conflictos familiares. 7. Daño al esquema corporal y el deterioro del
concepto de "humano" en los niños abusados.

Tabla 1

CIFP 21
 

XII. Discusión

Los estudios realizados sobre consecuencias psicológicas a largo plazo del abuso sexual
infantil confirman la gravedad de los problemas que pueden presentar estas víctimas y su
extensión a lo largo del ciclo evolutivo, a pesar de la dificultad que implica el estudio de
este tema, así como los múltiples problemas de tipo metodológico que estos estudios
suelen presentar.

La ausencia de grupos de control adecuados en muchos estudios, e incluso la ausencia


total de grupos de control, es una de las mayores dificultades destacadas por los autores,
así como la posible inclusión de falsos negativos, o víctimas de abuso sexual no
detectadas.

Estas dificultades metodológicas pueden llevar a minimizar las diferencias entre los grupos
comparativos y, por tanto, las consecuencias a largo plazo del abuso sexual infantil.

CIFP 22
Otra dificultad implícita en este tema es la definición de abuso sexual infantil que se haya
seleccionado para el estudio y que determinará el tipo de muestra seleccionada y, por
tanto, las consecuencias psicológicas que puedan evaluarse, así como los instrumentos de
evaluación utilizados.

Respecto a las características de la muestra, es importante señalar que la mayoría de


estudios se centran en la evaluación de víctimas de sexo femenino, si bien algunos
estudios utilizan grupos de ambos sexos, no realizando, en muchos casos, comparaciones
de género, e imposibilitando la clarificación de los síntomas que puedan presentar las
víctimas de abuso sexual de sexo.

Una de las críticas a destacar es la realizada a los estudios que utilizan muestras
provenientes de servicios psiquiátricos, que suelen incluir los casos de abuso sexual más
graves y sobrestimarían la severidad de los síntomas del abuso sexual infantil o, en el otro
extremo, la utilización de estudiantes universitarios, que minimizaría estas consecuencias.
Si bien al comparar el nivel de sintomatología de las víctimas de abuso sexual de población
universitaria con los resultados pertenecientes a víctimas de población general, su
malestar psicológico parece ser muy inferior y menos perdurable, los autores defienden la
utilización de este tipo de muestras puesto que las diferencias encontradas, si bien deben
tenerse en cuenta, no llegan a ser significativas y es una de las formas de evitar las
distorsiones y los problemas de memoria que pueden presentar los adultos mayores en
estudios retrospectivos (Rind, Tromovitch y Bauserman, 1998).

Sigue confirmándose la relación entre la experiencia de abuso sexual y el desarrollo de


una diversidad de problemas psicológicos, principalmente relacionados con la
sintomatología internalizante (depresión, ideación y conducta suicida, trastorno por estrés
postraumático) y los problemas en el área de la sexualidad.

En relación con la problemática sexual, la revictimización y la transmisión


intergeneracional del abuso sexual han sido dos de las consecuencias encontradas con
frecuencia en los estudios sobre este tema que implican una mayor gravedad y
controversia, así como importantes repercusiones a nivel social.

La revictimización, también denominada polivictimización, si bien ésta última tiende a


aplicarse a aquellos menores que sufren diferentes tipos de maltrato durante su infancia,
implica el mayor riesgo que sufren las víctimas de abuso sexual de experimentar otros
acontecimientos violentos a lo largo de su vida. Esta consecuencia del abuso sexual
supone que las investigaciones deberían centrarse más en evaluaciones amplias que
tengan en cuenta la experiencia de diferentes acontecimientos de violencia interpersonal
a lo largo del desarrollo para poder establecer los efectos reales y específicos de cada tipo
de victimización. El efecto acumulativo de la victimización a lo largo del ciclo vital y su
impacto en la salud mental ha empezado a analizarse recientemente y debería ser una

CIFP 23
línea de trabajo a seguir en los años subsiguientes dado el gran impacto que parece tener
en las víctimas.

Respecto al fenómeno de la transmisión intergeneracional la crítica principal a la


obtención de información por parte de agresores sexuales es que éstos pueden
manifestar haber sufrido maltrato o abuso sexual infantil como medio para explicar su
propio comportamiento violento e incluso para ganar la simpatía del terapeuta o del
jurado, en caso de agresores en proceso penal, destacando su cuestionable naturaleza y
apuntando a que pueden conducir a una sobrevaloración de los porcentajes de maltrato.
Los autores, sin embargo, abogan por considerar el maltrato infantil un factor de riesgo
para que el individuo se convierta en posterior agresor, si bien defienden que, por el
momento, no puede establecerse una relación directa o causal puesto que múltiples
factores personales, familiares y sociales pueden llegar a mitigar ese riesgo.

En síntesis, la experiencia de abuso sexual conlleva importantes repercusiones para sus


víctimas en todos los períodos del ciclo evolutivo, siendo necesario que los profesionales
sean capaces de detectar estas problemáticas para poder intervenir en estos casos de
forma adecuada y eficaz.

Los servicios de Atención Primaria (APS) tienen un papel destacado en la prevención del
maltrato infantil, al ser los únicos servicios comunitarios a los que tienen acceso
normalizado y generalizado las familias, en un periodo de edad en el que el niño es
especialmente vulnerable (menores de 5 años de edad).

A continuación proponemos una serie de acciones a realizar por parte de los especialistas:

-Cursos de preparación al parto.

-Escuelas de padres u otros centros comunitarios, promoviendo valores de estima hacia la


infancia, la mujer y la paternidad.

-Prevenir el embarazo no deseado, principalmente en mujeres jóvenes.-Evaluar la calidad


del vínculo afectivo padres-hijos, los cuidados al niño, presencia de síntomas que sugieren
abandono o carencia afectiva.

-Identificar los puntos valiosos y positivos de los padres, alabar sus esfuerzos, reforzar la
autoestima y la competencia.

-Reconocer situaciones de violencia doméstica o de abuso a la mujer como una medida


efectiva de prevenir el maltrato infantil

-Remitir a los miembros de la familia a un centro de terapia psicológica para educar en el


"manejo del enfado y la ira".

CIFP 24
-Remitir a centros de salud mental a padres con adicción al alcohol, drogas o trastornos
psiquiátricos. Recomendar el tratamiento por su médico de familia de los trastornos de
ansiedad o depresivos.

XIII. Revisión sistemática de las consecuencias neurobiológicas del abuso sexual infantil

El abuso sexual ha sido uno de los tipos de maltrato infantil más tardíamente estudiado, si
bien su revelación como maltrato frecuente, y con importantes y perdurables efectos
psicológicos para sus víctimas, ha dado lugar en las últimas décadas a un notable
crecimiento en el interés profesional sobre la detección de estos casos y la intervención
posterior con estas víctimas1. Estudios nacionales2 e internacionales3,4 han constatado la
amplia extensión de este problema en el mundo occidental, con una prevalencia que
oscila entre un 10% y un 20% de la población5.

Recientemente se ha producido una especial sensibilidad hacia este tema, tanto por los
investigadores como por parte de la sociedad, y se observa un notable esfuerzo e interés
de las administraciones en el campo de la atención y la protección del menor en este
aspecto. Sin embargo, la ausencia, en la mayoría de las ocasiones, de un daño físico
visible, así como la inexistencia de un conjunto de síntomas psicológicos que permitan su
detección y diagnóstico unívoco, ha hecho que el abuso sexual infantil sea difícil de
detectar por los profesionales de la salud6.

Diferentes estudios constatan consecuencias que afectan a todas las áreas de la vida de la
víctima, tanto en la infancia 7 como en la edad adulta8-10, y que impiden hablar de un
síndrome del abuso sexual infantil. Así, los trabajos publicados al respecto demuestran
que no hay un patrón de síntomas único, y sí una extensa variedad de síntomas en estas
víctimas e incluso la ausencia total de síntomas que presentan algunas de ellas, lo cual
impide establecer un síndrome que defina y englobe los problemas físicos, emocionales,
cognitivos y sociales que se relacionan con la experiencia de abuso sexual 11.

Una de las áreas de estudio actual más importante en casos de abuso sexual infantil, más
allá de la psicopatología, es la relacionada con las consecuencias neurobiológicas de esta
experiencia, dadas sus repercusiones en el individuo 12, centrándose en el estudio del eje
hipotalámico-hipofisario-adrenal debido a su importante función en la respuesta al
estrés13, aunque se ha observado que otros sistemas neurofuncionales también pueden
verse implicados14.

Los resultados de diversos estudios sugieren que hay un período crítico en el desarrollo
del individuo en el cual la experiencia de estrés puede conllevar cambios neurobiológicos
permanentes o muy duraderos, que aumentan la probabilidad de desarrollar trastornos
del estado de ánimo y de ansiedad como respuesta a la experiencia de otros estresores
posteriores en la vida del individuo 15,16. Esta perspectiva se relaciona con el concepto de
alostasis, definido como la capacidad de conseguir estabilidad a través del cambio y

CIFP 25
referido a la respuesta que los sistemas nervioso e hipotalámico-hipofisario-adrenal del
individuo proporcionan ante un estresor, y que tiene como finalidad el retorno a la
estabilidad fisiológica. No obstante, si el estresor perdura durante largos períodos de
tiempo y la respuesta de los sistemas implicados resulta infructífera para estabilizar al
individuo, se produce una sobre reactividad crónica que puede conllevar consecuencias
fisiopatológicas12. Esto es especialmente grave si se produce en el período de desarrollo
del individuo, es decir, durante la infancia17, pues las regiones cerebrales sensibles al
estrés se encontrarían en un momento de máxima sensibilidad18-20.

En este sentido, y relacionado con lo ya expuesto, resulta especialmente útil conocer las
consecuencias neurobiológicas y su variedad de formas, ya que ello nos permite
aproximarnos al concepto de resiliencia psicobiológica 21. Así, ser portador de
determinados alelos puede conferir una cierta protección durante los períodos críticos
que acabamos de comentar22.

Aunque hay algunas revisiones previas sobre este tema 23-28, ninguna de ellas se ha
centrado exclusivamente en el área del abuso sexual infantil. Además, es necesaria una
actualización en lengua española de las investigaciones publicadas al respecto. En esta
línea, el objetivo del presente trabajo es ofrecer una revisión actualizada de las principales
consecuencias neurobiológicas del abuso sexual infantil, que permita a los profesionales
de la salud conocer las nuevas líneas de trabajo y los nuevos hallazgos experimentales
que, en un futuro, podrían facilitar su prevención o el tratamiento de sus consecuencias.

 Métodos Selección de los estudios

Se llevó a cabo una búsqueda bibliográfica exhaustiva, entre los meses de febrero y marzo
de 2010, y se seleccionaron aquellas publicaciones centradas en las consecuencias
neurobiológicas relacionadas con la experiencia de abuso sexual infantil de los últimos 10
años (de enero de 1999 a enero de 2010), por los relevantes cambios llevados a cabo en
este tema en la última década.

 Criterios de inclusión y exclusión

Se revisaron los resultados de cada búsqueda y sólo se incluyeron artículos empíricos, no


revisiones de artículos. Los artículos incluidos podían estar escritos en español, dada la
importancia de considerar trabajos en esta lengua en una revisión dirigida a población
hispanoparlante, o inglés, idioma en que se publican la mayoría de los trabajos empíricos.
Se incluyeron trabajos cuyas muestras estuvieran formadas exclusivamente por casos de
abuso sexual infantil, o por casos de malos tratos infantiles que contuvieran subgrupos de
abuso sexual.

Como criterio de exclusión, se descartaron todos aquellos estudios en cuyo título o


resumen no se incluyeran los temas de la revisión. Asimismo, tampoco se incluyeron los

CIFP 26
que hacían referencia a temas relacionados, pero no directamente vinculados, como la
violencia sexual en la edad adulta, o las consecuencias psicológicas del abuso sexual
infantil.

 Análisis de la revisión de la literatura científica

Se tuvieron en cuenta diferentes variables de los trabajos incluidos, como son el tipo de
alteraciones analizadas en el estudio (neuroendocrinas, estructurales, funcionales o
neuropsicológicas) y sus principales hallazgos; la existencia de grupo experimental y de
grupo control; el tamaño muestral de cada grupo; las características de la muestra
experimental (p. ej., casos de abuso sexual infantil o casos de maltrato, incluyendo el
abuso sexual como subgrupo); el sexo de los participantes y el grupo de edad (mayores o
menores de 18 años).

La revisión de las publicaciones se llevó a cabo por los autores del presente estudio, de
forma independiente y con un valor de acuerdo inicial kappa del 97,05%. En los pocos
casos en que se produjo discrepancia, se llegó finalmente a un consenso.

CIFP 27
 Resultados

Se identificaron 159 artículos, de los cuales tras su revisión se seleccionaron 34 (figura 1).
Los estudios revisados son, principalmente, trabajos relativos a las alteraciones
neuroendocrinas (11 estudios, un 32,3% de los incluidos) y estructurales (14 estudios, un
41,2% de los incluidos) que se han vinculado con la experiencia de maltrato y abuso sexual
infantil, así como en menor medida a alteraciones funcionales (4 estudios, un 11,8% de los
incluidos) y neuropsicológicas (5 estudios, un 14,7% de los incluidos). Cabe destacar que
algunos estudios analizan tanto los efectos del maltrato infantil sobre la estructura como
sobre la función cerebral, por lo que los porcentajes referidos a los estudios no son
mutuamente excluyentes. En la tabla 1 se presentan los estudios que han mostrado
resultados significativos al comparar grupos de víctimas.

Consecuencias neurobiológicas del abuso sexual infantil

N: tamaño de la muestra; ASI: abuso sexual infantil; MF: maltrato físico; MI: maltrato
infantil; NEG: negligencia; DEP: depresión; TEPT: trastorno por estrés postraumático; VSA:
victimización sexual en la edad adulta; BUL: bulimia; ATI: acontecimientos traumáticos en
la infancia; TLP: trastorno límite de la personalidad; ME: maltrato emocional; CFS: castigo
físico severo; AVM: accidente vehículo motor. Sólo se han incluido en la tabla aquellos
estudios que obtuvieron diferencias significativas entre grupos.

 Alteraciones neuroendocrinas

Uno de los sistemas neurobiológicos que se ven especialmente afectados por la


experiencia de abuso sexual infantil es el eje neuroendocrino hipotalámico-hipofisario-
adrenal, lo que supone un fracaso en la capacidad de alostasis del individuo,
especialmente en aquellas víctimas que presentan trastorno por estrés postraumático.
Concretamente, desregulaciones en el funcionamiento de este eje conllevan mayores
concentraciones urinarias de dopamina, noradrenalina, adrenalina y cortisol. Así lo han
encontrado Widom et al en víctimas ya adultas de abuso sexual infantil, al compararlas
con controles de la misma edad, etnia, estatus socioeconómico y estructura familiar. En
general, esta alteración en la regulación del eje hipotalámico-hipofisario-adrenal, y por
consiguiente en la liberación de hormona liberadora de corticotropina, se encuentra
repetidamente en la literatura, si bien estudios realizados por otros autores con muestras
similares de maltrato infantil han obtenido, opuestamente, una menor concentración de
cortisol en estas víctimas30-32. La importancia de esta hormona en la presencia o ausencia
de estrés es cabal, debido a su relación con el desarrollo de psicopatología en situaciones
estresantes33, tanto en hombres como en mujeres.

En este sentido, se ha sugerido la posibilidad de que diferentes formas de maltrato


pueden conllevar diferentes efectos biológicos, e incluso que las posteriores experiencias

CIFP 28
traumáticas en la vida de estos individuos pueden explicar las diferentes consecuencias
psicobiológicas35.

Las disfunciones en el eje hipotalámico-hipofisario-adrenal también parecen confirmarse


en otros trabajos. La concentración de cortisol ante una tarea cognitivamente estresante,
tanto en el período de anticipación como durante la tarea, en víctimas adultas con
diagnóstico de trastorno por estrés postraumático y experiencia de maltrato infantil,
parece ser significativamente más alta que en no víctimas sin diagnóstico, estableciéndose
esta elevación en un 63%. Se ha sugerido una sensibilización de este eje y de la respuesta
autónoma al estrés, que aumenta el riesgo de desarrollar determinados trastornos
psiquiátricos, tales como trastornos de ansiedad, depresión o trastorno por estrés
postraumático, especialmente tras la vivencia de otros estresores añadidos en la edad
adulta.

En relación a los sistemas de neurotransmisión, un reciente estudio llevado a cabo con


muestras clínicas, en concreto en mujeres con trastornos de la conducta alimentaria,
también ha hallado una elevación de la serotonina en las víctimas de abuso sexual infantil
al compararlas con grupos de no víctimas.

 Alteraciones estructurales

Otra importante área de estudio dentro de las consecuencias neurobiológicas es la posible


influencia de la experiencia de maltrato y abuso sexual infantil en la estructura del
cerebro, por ejemplo en el tamaño del hipocampo, el volumen cerebral, el volumen
intracraneal y el volumen de los ventrículos laterales o de las cortezas prefrontal y cingular
anterior. El estudio de De Bellis et al 12 es una de las escasas investigaciones sobre este
tema realizadas con víctimas infantiles de malos tratos, incluyendo el abuso sexual. Los
autores apreciaron un menor tamaño intracraneal (7%) y cerebral (8%) en estas víctimas
que en el grupo control. Los resultados indicaron que el volumen intracraneal se
correlacionaba positivamente y de forma significativa con la edad de inicio del maltrato
(con un menor tamaño craneal en las víctimas de malos tratos más jóvenes), así como
negativamente con la duración de este maltrato (con un menor tamaño intracraneal en las
víctimas de malos tratos más duraderos), y los autores concluyen que el maltrato infantil,
incluyendo la violencia física, la negligencia, la victimización sexual y la exposición a la
violencia, parece influir de forma adversa en el desarrollo cerebral de las víctimas. Otros
estudios, utilizando muestras de diferentes tipos de maltrato, obtuvieron resultados
similares al evaluar el cuerpo calloso de víctimas de negligencia física 19, hallaron una
asimetría reducida en el lóbulo frontal y también un menor tamaño cerebral general en
las víctimas de distintos acontecimientos traumáticos en la infancia (maltrato emocional,
abuso sexual, negligencia física, exposición a violencia, separación y pérdidas) 43, pérdida
neuronal en el cingulado anterior (víctimas de abuso sexual, maltrato físico y exposición a
violencia)44, y constataron que la experiencia de violencia en la infancia altera el desarrollo
cerebral, especialmente el sistema límbico45.

CIFP 29
Respecto a una posible influencia de la experiencia de maltrato infantil en otra estructura
límbica, como es el tamaño del hipocampo de estas víctimas, estudios llevados a cabo con
resonancia magnética y tomografía por emisión de positrones han hallado un volumen del
hipocampo izquierdo entre un 5% y un 18% menor en las víctimas adultas de maltrato
infantil, incluyendo la experiencia de abuso sexual, en comparación con grupos control 46,47,
y un volumen de la amígdala significativamente menor 47,48, así como la relación de estas
consecuencias con el desarrollo de diversas afecciones tales como el trastorno límite de la
personalidad y el trastorno por estrés postraumático 48,49. Este mismo efecto en el tamaño
del hipocampo en las víctimas de malos tratos en la infancia no se ha constatado en
muestras de adultos jóvenes50 ni en estudios con menores12,43,44,51.

En esta línea, el trabajo de Cohen et al 52 muestra un menor tamaño del córtex cingulado
anterior y del núcleo caudado, de aproximadamente un 2% a un 5%, en los adultos
víctimas de acontecimientos traumáticos en la infancia, entre ellos el maltrato y el abuso
sexual.

También se ha encontrado que el volumen de materia gris en las mujeres víctimas de


abuso sexual en la infancia, en la zona del córtex visual primario y del córtex de asociación
visual, tanto derecho como izquierdo, es entre un 13% y un 18% menor, y este resultado
estaba influido por la duración del abuso 53. Similares resultados se han obtenido con
víctimas de otros tipos de violencia, como el castigo físico corporal 54.

 Alteraciones funcionales

En línea con estos estudios, Bremner et al 55,56, utilizando la tomografía por emisión de
positrones en su trabajo, han observado que las mujeres víctimas de abuso sexual infantil
con diagnóstico de trastorno por estrés postraumático presentan una respuesta neuronal
generalizada, con una mayor activación del cerebelo, el polo temporal, el giro frontal
inferior izquierdo y el tálamo, ante la presentación de una breve historia relacionada con
el recuerdo del abuso sexual, independientemente de su estado psiquiátrico 54, así como
descensos en el flujo sanguíneo en extensas áreas, que incluyen la corteza orbitofrontal, la
corteza cingulada anterior y la corteza prefrontal medial (áreas de Brodmann 25, 32 y 9),
el hipocampo izquierdo y el giro fusiforme/giro inferotemporal, con una activación
aumentada en la corteza cingulada posterior, la corteza inferotemporal izquierda, el giro
frontal medial izquierdo y en las cortezas motoras y de asociación visual, ante la
memorización de palabras con connotaciones emocionales frente a palabras neutras 56.
Estudios más recientes, como el de Lanius et al 57, han comparado la actividad cerebral en
una muestra de mujeres que habían padecido alguna forma de abuso o agresión sexual en
diferentes épocas de su vida y en una muestra de controles, en diversas tareas. Los
resultados indicaron una conectividad reducida entre diferentes estructuras límbicas,
como el giro dentado, y una hiperactivación de la amígdala. Así, el abuso sexual infantil no
sólo afecta al desarrollo de diferentes estructuras cerebrales, sino a cómo estas
estructuras se relacionan entre ellas e incluso a su funcionamiento en situaciones de

CIFP 30
condicionamiento y aprendizaje. En este sentido, se ha analizado la activación de la
amígdala ante la adquisición de miedo en víctimas de abuso sexual infantil con diagnóstico
de trastorno por estrés postraumático asociado, comparándolas con no víctimas sin
trastorno, y se ha observado una mayor activación de la amígdala izquierda ante esta
situación y una menor función del cingulado anterior ante la extinción del miedo 58.

 Alteraciones neuropsicológicas

La afectación de procesos básicos como la memoria 49 o la atención y la concentración 59 en


víctimas de maltrato y abuso sexual infantil ha sido constatada en varios trabajos, aunque
no en todos los estudios revisados 60, lo que apunta a la existencia de deficiencias
neuropsicológicas en estas víctimas, incluso en muestras sanas de estudiantes
universitarias61.

Se ha observado una mayor respuesta acústica de sobresalto, reflejo subcortical


modulado por los mismos sistemas neurales implicados en el trastorno por estrés
postraumático, en las víctimas con una elevada frecuencia de abuso sexual y maltrato
infantil, al compararlas con víctimas de los mismos malos tratos pero con una menor
frecuencia de violencia. Este efecto se mantenía incluso al controlar por el sexo, la edad y
los síntomas postraumáticos y depresivos62.

 Discusión y conclusiones

Como constatan los diversos trabajos publicados al respecto, la vivencia de una


experiencia fuertemente estresante, como es el abuso sexual en la infancia, en un período
de alta plasticidad neuronal, provoca disregulaciones en el desarrollo neurofisiológico
cerebral y un fracaso en la capacidad de retorno del individuo a la normalidad fisiológica o
alostasis, lo cual a su vez parece conllevar problemas de relación, disregulación del estado
de ánimo y de la conducta, así como múltiples problemas sociales y emocionales 63,64.

Se ha observado que, dentro de la experiencia de maltrato infantil, el abuso sexual puede


comportar disfunciones y lesiones duraderas en el eje hipotalámico-hipofisario-adrenal, y
esto puede implicar dificultades en la víctima para autorregular sus estados afectivos y
controlar su propia conducta64. Los estudios confirman la existencia de una relación entre
la experiencia de estrés infantil y la sensibilización de este sistema que, especialmente con
la vivencia de otros estresores en la edad adulta, conduce a una mayor vulnerabilidad en
el desarrollo de síntomas depresivos, ansiedad y otras anormalidades fisiológicas, tales
como irregularidades en la cantidad de cortisol secretado 65,66 y un menor volumen del
hipocampo27,38. Sin embargo, la afectación causada por las experiencias violentas en la
infancia no se limita sólo al hipocampo, sino que destacan los trabajos que han observado
disfunciones en otras estructuras como el núcleo cingulado anterior o el núcleo caudado,
y que muestran que la vulnerabilidad ante el estrés en la infancia se extiende a diversas
estructuras cerebrales52.

CIFP 31
Siguiendo a Meaney et al18, el maltrato infantil, y dentro de éste la experiencia de abuso
sexual, comporta para la víctima una reprogramación o adaptación al medio violento de
diversos sistemas cerebrales que, si bien inicialmente pueden ayudarla a autoprotegerse,
a largo plazo se convierten en problemáticas para su correcto desarrollo e integración.
Más en concreto, parece que la ocurrencia de este tipo de acontecimientos traumáticos
durante ventanas específicas del desarrollo afecta a los patrones de metilación de algunos
genes relacionados con la respuesta al estrés 67. Este fenómeno, conocido como regulación
epigenética, podría ser parte de la explicación de los mecanismos psicobiológicos de
resiliencia68 frente a episodios traumáticos. Otros autores han investigado la capacidad de
resiliencia que pueden conferir algunas variantes genéticas del gen de la
monoaminooxidasa A o del transportador de la serotonina frente al maltrato infantil o a
los acontecimientos vitales estresantes69,70. Una de las claves de esta resiliencia
psicobiológica parece que sería la plasticidad cerebral, y de ahí la importancia de los
efectos del maltrato durante el desarrollo 68. Así, el estudio de las interacciones de
genotipo y ambiente puede ofrecer una prometedora respuesta para explicar estas
diferencias individuales respecto a la vulnerabilidad frente a la psicopatología 70.

 Fortalezas y limitaciones del estudio

El presente estudio supone la primera revisión sobre las consecuencias neurobiológicas


del abuso sexual infantil en lengua española publicada hasta el momento, y permite
acercar los últimos avances sobre esta reciente línea de investigación a la población
hispanoparlante. Al tratarse de una revisión sistemática cuenta con la ventaja de su
replicabilidad. Sin embargo, una de las limitaciones de los estudios llevados a cabo en este
campo, y por lo tanto de la revisión que se presenta, es la heterogeneidad de las muestras
utilizadas, que suelen incluir diferentes tipos de malos tratos, más que centrarse en una
forma de violencia específica. Si bien algunos trabajos han constatado que las
consecuencias asociadas a la experiencia de maltrato infantil son inespecíficas y no es
posible diferenciar consecuencias concretas en función del tipo de maltrato recibido, al
menos en el ámbito psicológico71, sería interesante observar si sucede lo mismo con las
consecuencias neurobiológicas de este tipo de experiencias, tal y como sugieren algunos
estudios32. El presente trabajo, a pesar de ser sistemático, no es un metaanálisis; así, no es
posible cuantificar de forma directa los efectos de diferentes formas de maltrato en los
diversos tipos de afectaciones que hemos revisado. Futuros trabajos en esta línea deberán
tenerlo en cuenta.

Como hemos visto, aunque son escasos los trabajos que hasta ahora han explorado los
efectos neurobiológicos del maltrato infantil, y dentro de éste del abuso sexual, se están
abriendo prometedoras líneas de investigación. Por ejemplo, conocer cuáles son los
efectos de las diferentes formas de maltrato durante el desarrollo y en la edad adulta nos
debería permitir desarrollar tratamientos ajustados a las necesidades de cada víctima 67. Se
hace, pues, necesario considerar el maltrato y el abuso sexual infantil como problemas de

CIFP 32
salud que afectan a diferentes áreas de la vida de sus víctimas, como son la psicológica, la
social, la física y, según los últimos trabajos revisados, la neurobiológica y la
neurofisiológica. Este enfoque debería favorecer que los profesionales incrementen su
formación sobre este problema y enfocar los programas de intervención y tratamiento a
estas víctimas teniendo en cuenta sus múltiples efectos.

 Resumen
 Objetivos

Los resultados de diversos estudios sugieren la existencia de un período crítico en el


desarrollo del individuo en el cual la experiencia de maltrato y abuso sexual puede
conllevar cambios neurobiológicos permanentes o muy duraderos, afectando
especialmente a la respuesta del eje neuroendocrino hipotálamico-hipofisario-adrenal. El
objetivo de este trabajo es ofrecer una revisión actualizada de las principales
consecuencias neurobiológicas del abuso sexual infantil.

 Métodos

Se seleccionaron aquellas publicaciones de enero de 1999 a enero de 2010, en inglés o


español, centradas en las consecuencias neurobiológicas relacionadas con la experiencia
de abuso sexual infantil mediante las bases de datos Medline, Scopus, Psycinfo y Web of
Science. También se examinaron las listas de referencias de estudios publicados acerca de
las consecuencias neurobiológicas de la victimización en la infancia.

 Resultados

Se incluyeron 34 estudios sobre consecuencias neurobiológicas del abuso sexual infantil,


de los cuales se extraen alteraciones neuroendocrinas, estructurales, funcionales y
neuropsicológicas que afectan a un importante número de víctimas.

 Conclusiones

Los trabajos que hasta ahora han explorado los efectos neurobiológicos del maltrato
muestran que es necesario considerar a éste y al abuso sexual infantil como problemas de
salud que afectan a diferentes áreas de la vida de sus víctimas, favoreciendo así el
desarrollo de programas de intervención y tratamiento teniendo en cuenta sus múltiples
efectos.

XIV. EXAMEN

CIFP 33
1. ¿CUÁLES SON LAS CONSECUENCIAS DEL ABUSO SEXUAL ANFENTIL?

2. ¿QUÉ SON LOS PROBLEMAS EMOCIONALES?

3. ¿CUÁLES SON LOS PROBLEMAS DE CONDUCTA Y ADAPTACIÓN SOCIAL?

4. ¿QUÉ ES REVICTIMIZACIÓN?

CIFP 34

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