Modulo 02
Modulo 02
Modulo 02
SEXUAL
INFANTIL
MODULO: 02
CENTRO INTEGRADO DE
FORMACIÓN PROFESIONAL Consecuencias del
abuso sexual
infantil.
C.I.F.P. Consecuencias
psicológicas del
abuso sexual
infantil.
CIFP 1
OFICINA: Jr. Ayacucho 948/ Oficina 301 Centro histórico - Trujillo
Telf: 044 633582 Cel: 988 309 441 - Correo: informes@centrocifp.com
Contenido
I. INTRODUCCIÓN…………………………………………………………………….…………………..3
II. OBJETIVOS…………………………………………………………………………………………………6
III. MÉTODO……………………………………………………………………………………………………7
IV. MUESTRA…………………………….…………………………………………………………………….7
V. RESULTADOS……….…………………………………………………………………………………….8
X. PROBLEMAS SEXUALES………………………….…………………………………………………13
XII. DISCUSIÓN…………………………………….…………………………………………………………22
XIV. EXAMEN………………….…………………………………………………………………………….…34
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I. INTRODUCCIÓN
El abuso sexual infantil no es un problema nuevo, sino una de las formas de maltrato
infantil que acompañó al desarrollo del hombre durante toda su historia. Aparece en la
literatura, en el cine y frecuentemente en noticias periodísticas. Es el más escondido de
los maltratos y del que menos se conoce, tanto en el ambiente médico legal como en el
social.
El abuso sexual infantil no ocurre solo en poblaciones marginales sino que abarca todas las
culturas y todas las clases sociales. La estimación de mayor demanda que hay en la
actualidad se debe a que recién ahora las personas involucradas se están animando a
denunciarlo, lo que se refleja en una mayor cantidad de consultas, tanto en el nivel
hospitalario como en el privado.
El diagnóstico no es nada fácil y como suele pasar desapercibido durante mucho tiempo
deja marcas emocionales, que cuanto más antiguas, más difícil son de tratar. La
confirmación diagnóstica es difícil y se basa en el relato del niño, sus juegos, la historia
clínica, el examen físico y los exámenes complementarios. Sin embargo, pocas son las
veces que se encuentran signos físicos de certeza como los relacionados con
enfermedades venéreas, desgarros en zona genital o embarazo
La sospecha llega al consultorio por la demanda familiar (en general la madre) o por
sospecha de un profesional (médicos, maestros) ante signos indirectos (masturbación
compulsiva, lesiones genitales, vulvovaginitis reiteradas, trastornos de sueño, enuresis,
etc.)
El ámbito más frecuente donde se produce el abuso es el ámbito familiar, lo que hace su
abordaje más problemático. Cuánto más cercano a la familia es el acto de abuso más difícil
es trabajar, teniendo en cuenta, además, que en el caso de niños pequeños o personas
con discapacidad, la información solo llega a través de terceros.
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En América latina, 1 de cada 5 niños son abusados por un familiar cercano; en más del
50% hay evidencias de situaciones incestuosas; el 80% son amigos, vecinos o parientes.
Parece no haber una definición universal acerca de qué constituye el abuso sexual infantil.
La claridad de algunas de estas definiciones es obviamente útil, pero existen variaciones
considerables entre las que se adoptan en los diferentes estudios. Estas variaciones
resultan muy importantes porque pueden explicar algunas de las que se observan en las
estadísticas de abuso sexual infantil dadas a conocer.
Las consecuencias psicológicas que se han relacionado con la experiencia de abuso sexual
infantil pueden perdurar a lo largo del ciclo evolutivo y configurar, en la edad adulta, los
llamados efectos a largo plazo del abuso sexual. También es posible que la víctima no
desarrolle problemas aparentes durante la infancia y que éstos aparezcan como
problemas nuevos en la adultez.
Se habla de efectos a largo plazo cuando éstos se encuentran a partir de los dos años
siguientes a la experiencia de abuso, presentándose aproximadamente en un 20% de las
víctimas de abuso sexual infantil.
Los efectos a largo plazo son, comparativamente, menos frecuentes que las consecuencias
iniciales, sin embargo el abuso sexual infantil constituye un importante factor de riesgo
para el desarrollo de una gran diversidad de trastornos psicopatológicos en la edad adulta.
La información actualmente disponible tampoco permite establecer en esta etapa vital un
único síndrome específico, o conjunto de síntomas diferenciados, asociado a la
experiencia de abuso sexual, afectando éste a diferentes áreas de la vida de la víctima; así
como no permite confirmar la existencia de una relación lineal entre la experiencia de
abuso sexual infantil y la presencia de problemas psicológicos en la edad adulta,
existiendo múltiples variables que parecen incidir en esta relación. Los efectos a largo
plazo del abuso sexual infantil han sido considerados especulativos, destacando la
dificultad que entraña su estudio, especialmente al ser comparados con las consecuencias
iniciales, y principalmente dada su interacción con otro tipo de factores relacionados con
el paso del tiempo (López, 1993).
Algunos autores constatan una peor salud mental general en víctimas de abuso sexual
infantil, con una mayor presencia de síntomas y trastornos psiquiátricos; (Peleikis,
Mykletun y Dahl, 2005). Otros estudios, realizados con víctimas de malos tratos infantiles,
incluyendo el abuso sexual, confirman una probabilidad cuatro veces mayor de desarrollar
trastornos de personalidad en estas víctimas que en población general (Vitriol, 2005).
Estudios como el de Bersntein, Stein y Handelsman (1998), han concluido que, al contrario
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que en los demás tipos de maltrato infantil, el abuso sexual no correlaciona con ningún
trastorno de personalidad en específico, si bien, en cierta medida lo hace con todos ellos.
Se espera que la presente investigación sea punto de partida para otras que aborden los
síntomas y consecuencias psicológicas en víctimas de abuso sexual, y que a su vez, se logre
la realización de intervenciones tanto individual como comunitarias con el objetivo de
disminuir los factores de riesgo que potencian la aparición de este tipo de fenómeno, tan
reprimido en la conciencia social. Además de ser un aporte en cuanto a clasificación de los
síntomas, según las categorías encontradas, se constituye en útil material bibliográfico
para los especialistas que abordan el tema desde sus diferentes escenarios de actuación
profesional. En ese contexto surge el siguiente planteo: ¿Cómo se comportan, a largo
plazo, las consecuencias psicológicas del abuso sexual en un grupo de niños atendidos en
el Centro de Menores del Municipio de Artemisa?
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España hasta el momento, únicamente un 20 o 30% de las víctimas de abuso sexual
infantil permanecerían estables emocionalmente tras esta experiencia. Si bien son
diversos los autores que constatan la existencia de víctimas asintomáticas, estas víctimas
podrían llegar a presentar problemas posteriormente, configurando los llamados efectos
latentes del abuso sexual infantil12.
El objetivo del presente trabajo es ofrecer una revisión actualizada de las principales
consecuencias físicas, iniciales y a largo plazo, del abuso sexual infantil, tanto en estudios
nacionales como internacionales, que permita a los profesionales de la salud detectar
aquellos problemas físicos que pueden estar vinculados a la experiencia de abuso sexual
en la infancia.
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II. Objetivos
General
Identificar, a largo plazo, las consecuencias psicológicas del abuso sexual en un grupo de
niños atendidos en el Centro de Menores del Municipio de Artemisa.
Específicos
Reconocer y clasificar las diferentes consecuencias psicológicas a largo plazo del abuso
sexual infantil según los estudios revisados.
Elaborar una propuesta de plan de acción a llevar a cabo por la atención primaria y
secundaria de salud en nuestro municipio.
III. Método
Se utilizaron investigaciones precedentes durante los últimos cinco años en este tema en
nuestro país. Se clasificaron los distintos síntomas en cinco categorías: problemas
emocionales, problemas de relación, problemas funcionales, problemas de adaptación y
problemas sexuales. Además se realizó una confirmación de estos síntomas en una
muestra seleccionada de 20 niños abusados sexualmente pertenecientes al municipio de
Artemisa, para lo cual se utilizó el análisis del expediente de estas víctimas ubicado en el
Centro de Atención de Menores, por lo que no fue necesario el consentimiento informado
a los sujetos ya que solo se trabajó con sus expedientes.
IV. Muestra
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La muestra está conformada por 20 niños que han sido llevados al Centro de Atención de
Menores del Municipio de Artemisa. De ellos 12 son pertenecientes al sexo femenino y los
8 restantes al masculino, las edades oscilan entre 7 y 10 años, exceptuando a dos niños
que son menores de cinco años. El total de la muestra convive con familias disfuncionales
donde los métodos educativos utilizados frecuentemente son el castigo físico y las
prohibiciones injustificadas.
El 40% de la muestra son hijos de padres divorciados con mal manejo de este divorcio
incluso no existiendo vínculo afectivo entre la figura paterna y el niño. Los niños que
conviven con ambos padres manifiestan un abandono por parte de los mismos con
justificaciones de no existir el tiempo necesario para su atención y cuidado, trabajar
demasiado para poder sobrevivir, entre otras.
V. Resultados
Se han agrupado en los apartados siguientes las distintas problemáticas (Cuadro 1). a largo
plazo encontradas:
Las consecuencias físicas del abuso sexual infantil son poco frecuentes,
extraordinariamente variables y, en muchos casos, compatibles con otro tipo de lesiones
no relacionadas con la experiencia de abuso sexual, provocando que sea muy difícil
detectar estos casos a partir de hallazgos físicos. Algunas dermopatías, lesiones
congénitas, traumatismos e infecciones, e incluso fisuras anales por estreñimiento
crónico, pueden ser confundidos con signos de abuso sexual y viceversa. En la mayor parte
de los casos los hallazgos físicos son nulos en estas víctimas y, por tanto, un examen
normal no debe excluir la posibilidad de que un abuso sexual haya tenido lugar. Cabe
recordar que muchos tipos de abuso sexual no incluyen contacto físico entre agresor y
víctima y, por tanto, no existen lesiones físicas que permitan confirmarlos. Incluso si se
produce penetración, pueden no aparecer lesiones ni quedar rastros que confirmen el
abuso sexual.
Sin embargo, algunas víctimas de abuso sexual infantil sí presentan lesiones genitales y
anales que son claros indicadores de esta experiencia, así como lo es la presencia de
esperma y, sobre todo, las infecciones de transmisión sexual (gonococia, condilomas
acuminados, sífilis) antes de la pubertad y, en ciertos casos, el embarazo. El virus de
inmunodeficiencia humana (VIH) no es demasiado frecuente como indicador, pero
también se encuentra en algunos casos, especialmente en países no occidentales.
Incluso se han observado lesiones orofaciales compatibles con abuso físico y sexual. Una
dificultad añadida es que, en la mayoría de los casos, estos indicadores únicamente son
visibles durante un breve período de tiempo tras el abuso (presencia de esperma y/o vello
púbico, abertura anormal del ano, entre otros) y no es habitual que la víctima sea
atendida inmediatamente, sino que lo más frecuente es que transcurran meses, e incluso
años, antes de que alguien descubra el abuso o éste sea revelado. Son pocos los casos de
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abuso sexual posteriormente examinados y atendidos por profesionales del ámbito de la
salud, principalmente debido al secreto que se impone a este tipo de situaciones por parte
de la víctima, del agresor y, con demasiada frecuencia, del entorno más cercano al menor.
Recientemente se han ofrecido recomendaciones y guías de evaluación e intervención
para los profesionales de la salud ante estos casos, así como formas de actuar con la
paciente víctima de abuso sexual en la infancia ante procedimientos médicos invasivos,
como la endoscopia o la colonoscopia (tabla 1).
En la edad adulta, son múltiples los problemas físicos que se han relacionado de forma
repetida con la experiencia de abuso sexual en la infancia (recientes revisiones son las de
J. Leserman o la de PA. Hulme).
Los estudios también muestran una relación significativa entre la experiencia de abuso
sexual infantil y un peor estado de salud general y menor calidad de vida, tanto mediante
síntomas físicos reales como según la percepción de salud subjetiva de las víctimas, con
problemas físicos que se cronifican a lo largo de los años, y que pueden llegar a la vejez de
estos individuos, así como un mayor número de consultas médicas que grupos control. Sin
embargo, se ha observado que en mujeres esta afectación física y sintomatología
psicosomática mejora si la víctima cuenta con el apoyo de una persona cercana,
especialmente su pareja, y también se incrementa al tener que afrontar los factores
estresantes cotidianos.
Algunos de los problemas físicos más estudiados, debido a su frecuente aparición en estas
víctimas, son los dolores físicos sin razón médica que los justifique, fatiga crónica
idiopática y el trastorno de somatización, definido como la presencia de síntomas
somáticos que requieren tratamiento médico y que no pueden explicarse totalmente por
la presencia de alguna enfermedad conocida, ni por los efectos directos de una sustancia;
el trastorno de conversión que incluye la afectación de alguna de las funciones motoras o
sensoriales de la víctima, o las denominadas crisis no epilépticas, que cambian
brevemente el comportamiento de una persona y parecen ataques epilépticos, si bien no
son causados por cambios eléctricos anormales en el cerebro sino por la vivencia de
acontecimientos fuertemente estresantes. Se ha observado, por otro lado, que la
experiencia de abuso en la infancia incrementa el riesgo de trastornos cardiovasculares en
la mujer, reduciendo la protección biológica vinculada al sexo para este tipo de trastornos.
Todo ello implica un importante gasto para los sistemas de salud, especialmente si estos
problemas no se diagnostican ni tratan de forma adecuada.
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Destacan, por otro lado, los estudios sobre trastornos ginecológicos, particularmente
dolores pélvicos crónicos, con alteraciones del ciclo menstrual, así como también un inicio
significativamente temprano de la menopausia en mujeres víctimas de abuso sexual. Un
reciente estudio realizado en los países nórdicos muestra que, en gran parte de los casos,
el profesional desconoce la historia de abuso de la paciente y no reconoce los posibles
signos físicos asociados, imposibilitando que la víctima reciba un tratamiento adecuado.
Es importante también tener en cuenta por su gravedad las conductas autolesivas que
pueden acompañar o no a ideas suicidas e intentos de suicidio. Entre las conductas
autolesivas más frecuentes se observan los cortes y las quemaduras en antebrazos y
muñecas, que aparecen ya en la adolescencia y se encuentran tanto en muestras de
víctimas provenientes de clínicas psiquiátricas, como en víctimas de población general y
en las revisiones realizadas de diversos estudios.
Son diversos los estudios que demuestran la frecuente presencia de trastornos de la
conducta alimentaria en víctimas de abuso sexual infantil, como la obesidad, la bulimia y
la anorexia nerviosa, si bien otros recientes trabajos relacionan más otros tipos de
maltrato infantil con estos problemas. También se han observado problemas de sueño en
mujeres víctimas de abuso sexual, al llegar a la adolescencia.
Respecto a las conductas de riesgo para la salud, la experiencia de abuso sexual se ha
relacionado en múltiples y diferentes estudios con una mayor propensión al abuso y la
dependencia de sustancias nocivas (alcohol, tabaco, marihuana), incluso al ser
comparados con otros tipos de maltrato, a un inicio temprano de este trastorno 78 y a un
mayor riesgo de recaídas y peor pronóstico en el tratamiento, tanto en mujeres como en
hombres. En relación al tabaco, estos riesgos parecen incrementarse al aumentar el
número de experiencias adversas vividas durante la infancia.
En el área sexual, se observan con frecuencia las denominadas conductas sexuales
promiscuas vinculadas a un precoz inicio de la sexualidad y un mayor número de parejas y
disfunciones sexuales (una reciente revisión de este tema es la de TE. Senn et al.) en
víctimas de ambos sexos; una mayor tendencia al mantenimiento de relaciones sexuales
sin protección, con el consiguiente riesgo de VIH y de otras enfermedades de transmisión
sexual, tanto en varones como en mujeres; una mayor frecuencia de embarazos y abortos
en edades tempranas, tanto en varones como en mujeres; así como nuevos embarazo en
un corto periodo de tiempo en adolescentes; una mayor tendencia a experimentar
sentimientos negativos y de rechazo hacia el embarazo, así como depresión postparto.
Estas mismas conductas de riesgo se han observado también en estudios llevados a cabo
en culturas no occidentales, como la china o la de tribus nativas americanas (tabla 2).
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VI. Problemas emocionales
Dentro de este apartado destacan, por su presencia en gran parte de las víctimas de abuso
sexual infantil, los trastornos depresivos y bipolares; los síntomas y trastornos de
ansiedad, destacando por su elevada frecuencia el trastorno por estrés postraumático; el
trastorno límite de la personalidad; así como las conductas autodestructivas (negligencia
en las obligaciones, conductas de riesgo, ausencia de autoprotección, entre otras); las
conductas autolesivas; las ideas suicidas e intentos de suicidio; y la baja autoestima. Fue
detectado en el 72% de la muestra con la presencia variada de uno y otro problema
emocional.
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VII. Problemas de relación
El área de las relaciones interpersonales es una de las que suele quedar más afectada,
tanto inicialmente como a largo plazo, en víctimas de abuso sexual infantil. Esta área fue
la de mayor por ciento existente en la muestra, casi la totalidad de la misma presenta
dificultades en el establecimiento de relaciones con los coetáneos y dificultades en los
padres como pareja.
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IX. Problemas funcionales
Uno de los problemas que afecta a las funciones físicas de estas víctimas de forma más
frecuente son los dolores físicos sin razón médica que los justifique. También se observan
algunas cefaleas, fibromialgias y trastornos gastrointestinales, lo que implica un
importante gasto para los sistemas de salud, especialmente si no se diagnostican ni tratan
de forma adecuada (Walker, Unutzer, Rutter, Gelfand, Saunders, VonKorff et al., 1999).
Destacan, por otro lado, los estudios sobre desórdenes ginecológicos, particularmente
dolores pélvicos crónicos, así como también un inicio significativamente temprano de la
menopausia en mujeres víctimas de abuso sexual. Este punto no pudo ser constado por el
período de tiempo que requiere y además por no contar con la muestra física.
X. Problemas sexuales
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problema, si bien el abuso sexual infantil actuaría como un importante factor de riesgo a
tener en cuenta.
Revictimización
La revictimización es una de las consecuencias del abuso sexual infantil relacionadas con el
área de la sexualidad que supone una mayor gravedad. Por revictimización se entiende la
experiencia posterior de violencia física y/o sexual en víctimas de abuso sexual infantil por
agresores distintos al causante del abuso en la infancia (Maker, Kemmelmeier y Peterson,
2001). Existe una niña que ha sido revictimizada y es un caso bastante serio que está
siendo tratado por especialistas superiores dentro del Centro y por todo un equipo
multidisciplinario.
Son diversos los estudios que han mostrado el riesgo de revictimización que presentan las
víctimas de abuso sexual infantil. Las revisiones realizadas, por otro lado, destacan las
enormes diferencias existentes entre los porcentajes de revictimización obtenidos por los
diversos estudios, oscilando entre un 16% y un 72%, según las definiciones y las muestras
utilizadas.
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La revictimización es el conjunto de hechos o “el hecho en que un individuo sea víctima de
violencia interpersonal en dos o más momentos de la vida. Ambas experiencias son
separadas en el tiempo y realizadas por parte de al menos dos perpetradores diferentes.
Es decir, se refiere a sufrir abuso físico o sexual por parte de un familiar durante la niñez y
luego experimentarlo nuevamente durante la vida adulta, cuando el perpetrador es la
pareja masculina”.
Desde esta definición más amplia que define sujetos institucionales como responsables de
la re revictimización, se comprende en el marco de la violencia sociopolítica situaciones en
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que los procesos jurídicos revictimizan sometiendo a una persona a interrogatorios
innecesarios que reviven la experiencia traumática o que indirectamente sugieren
situaciones que atentan contra su dignidad, es el caso que enfrentan entre otras víctimas
las mujeres abusadas sexualmente cuando se indaga en qué medida su comportamiento o
actitud puede haber aportado a la violencia sexual. Otras situaciones que se pueden
mencionar es el caso del uso de terceros como informantes y/o testigos para hacer falsas
acusaciones sobre las víctimas. La falta de eficiencia en la administración de justicia y la
permanente impunidad aumentan el sufrimiento de la mayoría de las víctimas.
De igual forma los medios de información masiva muchas veces operan como mediadores
de los intereses de los victimarios, cuando no ellos, deliberadamente se convierten en
máquinas de revictimización. Luego de decisiones de las Cortes, entre ellas
internacionales, como por ejemplo, en el caso del asesinato de Manuel Cepeda Vargas o
de fallos nacionales, como el de los familiares de los desaparecidos en la cafetería del
Palacio de Justicia, familiares de las víctimas se han visto sometidos a graves
señalamientos y acusaciones infundadas por sujetos procesales, el gobierno y por los
generadores de opinión que argumentan con su libertad de opinión y expresión
irrespetando en lo más profundo la dignidad y el bienestar de las víctimas.
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en el peor de los casos eliminar ya sea individual o comunitariamente a quienes no
responden al propósito de dominación, a quienes no están de acuerdo con un modelo de
sociedad y de economía. En Colombia este modelo social y económico permite solamente
determinadas libertades de expresión, de oposición y de exigencia.
En este sentido, los medios masivos de información han generado una reacción en la
sociedad en donde la estigmatización es el denominador común. Esto se expresa en
afirmaciones justificadoras como: “por algo será”, “algo habrá hecho para que le sucediera
lo que le sucedió”. Algunos autores han llamado a este efecto social de “consentimiento”
la revictimización terciaria.
Este es el efecto logrado a través de los objetivos de la represión como parte de la guerra
psicológica. Se pretende “construir, formar o modelar la opinión pública a través del
lenguaje constituido por contenidos ideológicos, imágenes y asociaciones simbólicas,
utilizadas con una intencionalidad, una orientación y un sentido preciso.
Esos efectos ocultos, aparentemente invisibles, son parte de lo que se quiere lograr con la
violencia. El miedo, el silencio, la parálisis, las afecciones en el modo de ocupar un espacio,
son parte de las expresiones emocionales que afectan a la persona, al grupo humano y la
sociedad.
Cuando una persona ha sido víctima se generan cambios en su vida personal, familiar,
organizacional y/o comunitaria por la ruptura, por la lesión, por el trauma y los efectos
que esto tiene depende de muchos factores. Pueden generar efectos psicosociales más
duraderos deteriorando de manera importante la calidad de vida y en general el bienestar
de las personas. Es posible que una persona todavía no haya alcanzado a través de un
proceso adecuado la elaboración de sus duelos cuando es revictimizada, lo cual puede
provocar un agravante para la salud física y emocional llevando incluso, en algunos casos
extremos, a trastornos mentales.
Los factores que inciden en el impacto son los antecedentes individuales, familiares,
organizativos, comunitarios, la personalidad de los individuos, las redes sociales con las
que se cuenta, el nivel de estudios, las ideologías, las creencias que se tiene, la reacción de
la sociedad, entre otros.
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Sin embargo, ante la necesidad de tener en cuenta los factores mencionados, se ha
encontrado que ante los hechos traumáticos las afectaciones emocionales en general se
manifiestan a nivel de los sentimientos, a nivel físico, a nivel comportamental y de los
pensamientos. En un alto porcentaje estas afectaciones no terminan en trastornos o
enfermedades mentales puesto que hay otro elemento importante que hay que tener en
cuenta y es la capacidad de resiliencia de las personas.
A nivel de los sentimientos normalmente se genera miedo, rabia, ansiedad, dificultad para
centrar la atención, sensación de inseguridad, sensación de cansancio sin que una
actividad física lo justifique, tristeza que dependiendo de la forma como se maneje o de la
misma revictimización puede desembocar en depresión. Todas estas reacciones
emocionales se pueden generar con una victimización y la revictimización hace que se
remuevan dichas emociones experimentadas anteriormente y las actualice vivenciando de
esta forma una nueva situación dolorosa que puede ser incluso traumática. Sentimientos
que se presentan con mayor frecuencia son la rabia, la impotencia y la desesperanza.
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frecuencia en las víctimas. En ese sentido se puede presentar pesimismo, falta de ganas de
vivir más, sentimientos de culpa y/ o de auto-reproches, pero pueden también
presentarse pensamientos positivos a partir de la comprensión que la persona tiene de lo
que le está sucediendo y de la conservación de su identidad.
De acuerdo a los grupos o colectivos a los que una persona pertenece o en general, de
acuerdo a la cultura en la que se nace y se crece, una persona forma su identidad, que
puede verse afectada por los hechos de violencia. Las identidades se van fraccionando con
aseveraciones escuchadas en noticieros o programas radiales como “ciudadanos de bien”,
lo cual implica que unas personas son buenas, dignas, merecedoras de vivir en sociedad y
otras, que son indignas, indeseadas y que por dicha razón se termina justificando la
estigmatización, la exclusión, el señalamiento, y hasta el asesinato.
Por estas razones, muchas personas no se atreven nuevamente a denunciar las violaciones
de sus derechos, lo cual impide dimensionar de manera completa la violencia estatal, y la
problemática del conflicto. Todo esto genera otro impacto en las familias, comunidades,
grupos o en general en la sociedad y es la ruptura de la confianza en los seres humanos, lo
que tiene implicaciones fuertes en la construcción de un modelo de sociedad justa,
incluyente, equitativa.
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Trascendiendo la mirada victimizante
Se plantea: “Una inmensa fuerza humana trabaja en una gran diversidad de campos en
Colombia para construir y dar solución a diferentes problemáticas, sin embargo en
ocasiones no lo logra. De la misma manera existe una inmensa fuerza humana que se
destina a trascender las desgracias, a sobrepasar las crisis, a sobreponerse al dolor de las
heridas producidas por las actuales condiciones que el país atraviesa y continuar
ejerciendo su soberanía sobre la vida.” (pág. 27).
María Eugenia Colmenares citando a Boris Cyrulnik se refiere a la palabra resiliencia como
“La resiliencia es más que resistir, es
también aprender a vivir (…) antes del
golpe uno estima que la vida nos es
debida y la felicidad también (…) el
hecho de haber vivido una situación
extrema, de rondar la muerte y haberla
destruido, hace nacer en el alma del
niño herido un extraño sentimiento de
vivir la prolongación de un plazo (…) la
prueba, cuando uno la sobrepasa,
cambia el gusto del mundo. Toda
situación extrema en tanto que proceso
de destrucción de la vida, encierra en
forma paradójica un potencial de vida (…)”. (pág. 58)
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directamente a un desequilibrio mental, como desde una comprensión simplista,
reduccionista se podría interpretar.
La posible transmisión intergeneracional de las prácticas parentales, así como del maltrato
y el abuso sexual infantil sigue siendo un tema de estudio controvertido y con resultados
que pueden llegar a ser contradictorios. Un niño maltratado tiene alto riesgo de ser
perpetrador de maltrato en la etapa adulta a su pareja o a sus hijos.
Esta consecuencia pudo ser constada pero en los padres de los niños víctimas en las
historias psicosociales aparece el dato de que los padres de 4 niños de la muestra fueron
abusados durante su infancia.
Tabla 1
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XII. Discusión
Los estudios realizados sobre consecuencias psicológicas a largo plazo del abuso sexual
infantil confirman la gravedad de los problemas que pueden presentar estas víctimas y su
extensión a lo largo del ciclo evolutivo, a pesar de la dificultad que implica el estudio de
este tema, así como los múltiples problemas de tipo metodológico que estos estudios
suelen presentar.
Estas dificultades metodológicas pueden llevar a minimizar las diferencias entre los grupos
comparativos y, por tanto, las consecuencias a largo plazo del abuso sexual infantil.
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Otra dificultad implícita en este tema es la definición de abuso sexual infantil que se haya
seleccionado para el estudio y que determinará el tipo de muestra seleccionada y, por
tanto, las consecuencias psicológicas que puedan evaluarse, así como los instrumentos de
evaluación utilizados.
Una de las críticas a destacar es la realizada a los estudios que utilizan muestras
provenientes de servicios psiquiátricos, que suelen incluir los casos de abuso sexual más
graves y sobrestimarían la severidad de los síntomas del abuso sexual infantil o, en el otro
extremo, la utilización de estudiantes universitarios, que minimizaría estas consecuencias.
Si bien al comparar el nivel de sintomatología de las víctimas de abuso sexual de población
universitaria con los resultados pertenecientes a víctimas de población general, su
malestar psicológico parece ser muy inferior y menos perdurable, los autores defienden la
utilización de este tipo de muestras puesto que las diferencias encontradas, si bien deben
tenerse en cuenta, no llegan a ser significativas y es una de las formas de evitar las
distorsiones y los problemas de memoria que pueden presentar los adultos mayores en
estudios retrospectivos (Rind, Tromovitch y Bauserman, 1998).
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línea de trabajo a seguir en los años subsiguientes dado el gran impacto que parece tener
en las víctimas.
Los servicios de Atención Primaria (APS) tienen un papel destacado en la prevención del
maltrato infantil, al ser los únicos servicios comunitarios a los que tienen acceso
normalizado y generalizado las familias, en un periodo de edad en el que el niño es
especialmente vulnerable (menores de 5 años de edad).
A continuación proponemos una serie de acciones a realizar por parte de los especialistas:
-Identificar los puntos valiosos y positivos de los padres, alabar sus esfuerzos, reforzar la
autoestima y la competencia.
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-Remitir a centros de salud mental a padres con adicción al alcohol, drogas o trastornos
psiquiátricos. Recomendar el tratamiento por su médico de familia de los trastornos de
ansiedad o depresivos.
XIII. Revisión sistemática de las consecuencias neurobiológicas del abuso sexual infantil
El abuso sexual ha sido uno de los tipos de maltrato infantil más tardíamente estudiado, si
bien su revelación como maltrato frecuente, y con importantes y perdurables efectos
psicológicos para sus víctimas, ha dado lugar en las últimas décadas a un notable
crecimiento en el interés profesional sobre la detección de estos casos y la intervención
posterior con estas víctimas1. Estudios nacionales2 e internacionales3,4 han constatado la
amplia extensión de este problema en el mundo occidental, con una prevalencia que
oscila entre un 10% y un 20% de la población5.
Recientemente se ha producido una especial sensibilidad hacia este tema, tanto por los
investigadores como por parte de la sociedad, y se observa un notable esfuerzo e interés
de las administraciones en el campo de la atención y la protección del menor en este
aspecto. Sin embargo, la ausencia, en la mayoría de las ocasiones, de un daño físico
visible, así como la inexistencia de un conjunto de síntomas psicológicos que permitan su
detección y diagnóstico unívoco, ha hecho que el abuso sexual infantil sea difícil de
detectar por los profesionales de la salud6.
Diferentes estudios constatan consecuencias que afectan a todas las áreas de la vida de la
víctima, tanto en la infancia 7 como en la edad adulta8-10, y que impiden hablar de un
síndrome del abuso sexual infantil. Así, los trabajos publicados al respecto demuestran
que no hay un patrón de síntomas único, y sí una extensa variedad de síntomas en estas
víctimas e incluso la ausencia total de síntomas que presentan algunas de ellas, lo cual
impide establecer un síndrome que defina y englobe los problemas físicos, emocionales,
cognitivos y sociales que se relacionan con la experiencia de abuso sexual 11.
Una de las áreas de estudio actual más importante en casos de abuso sexual infantil, más
allá de la psicopatología, es la relacionada con las consecuencias neurobiológicas de esta
experiencia, dadas sus repercusiones en el individuo 12, centrándose en el estudio del eje
hipotalámico-hipofisario-adrenal debido a su importante función en la respuesta al
estrés13, aunque se ha observado que otros sistemas neurofuncionales también pueden
verse implicados14.
Los resultados de diversos estudios sugieren que hay un período crítico en el desarrollo
del individuo en el cual la experiencia de estrés puede conllevar cambios neurobiológicos
permanentes o muy duraderos, que aumentan la probabilidad de desarrollar trastornos
del estado de ánimo y de ansiedad como respuesta a la experiencia de otros estresores
posteriores en la vida del individuo 15,16. Esta perspectiva se relaciona con el concepto de
alostasis, definido como la capacidad de conseguir estabilidad a través del cambio y
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referido a la respuesta que los sistemas nervioso e hipotalámico-hipofisario-adrenal del
individuo proporcionan ante un estresor, y que tiene como finalidad el retorno a la
estabilidad fisiológica. No obstante, si el estresor perdura durante largos períodos de
tiempo y la respuesta de los sistemas implicados resulta infructífera para estabilizar al
individuo, se produce una sobre reactividad crónica que puede conllevar consecuencias
fisiopatológicas12. Esto es especialmente grave si se produce en el período de desarrollo
del individuo, es decir, durante la infancia17, pues las regiones cerebrales sensibles al
estrés se encontrarían en un momento de máxima sensibilidad18-20.
En este sentido, y relacionado con lo ya expuesto, resulta especialmente útil conocer las
consecuencias neurobiológicas y su variedad de formas, ya que ello nos permite
aproximarnos al concepto de resiliencia psicobiológica 21. Así, ser portador de
determinados alelos puede conferir una cierta protección durante los períodos críticos
que acabamos de comentar22.
Aunque hay algunas revisiones previas sobre este tema 23-28, ninguna de ellas se ha
centrado exclusivamente en el área del abuso sexual infantil. Además, es necesaria una
actualización en lengua española de las investigaciones publicadas al respecto. En esta
línea, el objetivo del presente trabajo es ofrecer una revisión actualizada de las principales
consecuencias neurobiológicas del abuso sexual infantil, que permita a los profesionales
de la salud conocer las nuevas líneas de trabajo y los nuevos hallazgos experimentales
que, en un futuro, podrían facilitar su prevención o el tratamiento de sus consecuencias.
Se llevó a cabo una búsqueda bibliográfica exhaustiva, entre los meses de febrero y marzo
de 2010, y se seleccionaron aquellas publicaciones centradas en las consecuencias
neurobiológicas relacionadas con la experiencia de abuso sexual infantil de los últimos 10
años (de enero de 1999 a enero de 2010), por los relevantes cambios llevados a cabo en
este tema en la última década.
CIFP 26
que hacían referencia a temas relacionados, pero no directamente vinculados, como la
violencia sexual en la edad adulta, o las consecuencias psicológicas del abuso sexual
infantil.
Se tuvieron en cuenta diferentes variables de los trabajos incluidos, como son el tipo de
alteraciones analizadas en el estudio (neuroendocrinas, estructurales, funcionales o
neuropsicológicas) y sus principales hallazgos; la existencia de grupo experimental y de
grupo control; el tamaño muestral de cada grupo; las características de la muestra
experimental (p. ej., casos de abuso sexual infantil o casos de maltrato, incluyendo el
abuso sexual como subgrupo); el sexo de los participantes y el grupo de edad (mayores o
menores de 18 años).
La revisión de las publicaciones se llevó a cabo por los autores del presente estudio, de
forma independiente y con un valor de acuerdo inicial kappa del 97,05%. En los pocos
casos en que se produjo discrepancia, se llegó finalmente a un consenso.
CIFP 27
Resultados
Se identificaron 159 artículos, de los cuales tras su revisión se seleccionaron 34 (figura 1).
Los estudios revisados son, principalmente, trabajos relativos a las alteraciones
neuroendocrinas (11 estudios, un 32,3% de los incluidos) y estructurales (14 estudios, un
41,2% de los incluidos) que se han vinculado con la experiencia de maltrato y abuso sexual
infantil, así como en menor medida a alteraciones funcionales (4 estudios, un 11,8% de los
incluidos) y neuropsicológicas (5 estudios, un 14,7% de los incluidos). Cabe destacar que
algunos estudios analizan tanto los efectos del maltrato infantil sobre la estructura como
sobre la función cerebral, por lo que los porcentajes referidos a los estudios no son
mutuamente excluyentes. En la tabla 1 se presentan los estudios que han mostrado
resultados significativos al comparar grupos de víctimas.
N: tamaño de la muestra; ASI: abuso sexual infantil; MF: maltrato físico; MI: maltrato
infantil; NEG: negligencia; DEP: depresión; TEPT: trastorno por estrés postraumático; VSA:
victimización sexual en la edad adulta; BUL: bulimia; ATI: acontecimientos traumáticos en
la infancia; TLP: trastorno límite de la personalidad; ME: maltrato emocional; CFS: castigo
físico severo; AVM: accidente vehículo motor. Sólo se han incluido en la tabla aquellos
estudios que obtuvieron diferencias significativas entre grupos.
Alteraciones neuroendocrinas
CIFP 28
traumáticas en la vida de estos individuos pueden explicar las diferentes consecuencias
psicobiológicas35.
Alteraciones estructurales
CIFP 29
Respecto a una posible influencia de la experiencia de maltrato infantil en otra estructura
límbica, como es el tamaño del hipocampo de estas víctimas, estudios llevados a cabo con
resonancia magnética y tomografía por emisión de positrones han hallado un volumen del
hipocampo izquierdo entre un 5% y un 18% menor en las víctimas adultas de maltrato
infantil, incluyendo la experiencia de abuso sexual, en comparación con grupos control 46,47,
y un volumen de la amígdala significativamente menor 47,48, así como la relación de estas
consecuencias con el desarrollo de diversas afecciones tales como el trastorno límite de la
personalidad y el trastorno por estrés postraumático 48,49. Este mismo efecto en el tamaño
del hipocampo en las víctimas de malos tratos en la infancia no se ha constatado en
muestras de adultos jóvenes50 ni en estudios con menores12,43,44,51.
En esta línea, el trabajo de Cohen et al 52 muestra un menor tamaño del córtex cingulado
anterior y del núcleo caudado, de aproximadamente un 2% a un 5%, en los adultos
víctimas de acontecimientos traumáticos en la infancia, entre ellos el maltrato y el abuso
sexual.
Alteraciones funcionales
En línea con estos estudios, Bremner et al 55,56, utilizando la tomografía por emisión de
positrones en su trabajo, han observado que las mujeres víctimas de abuso sexual infantil
con diagnóstico de trastorno por estrés postraumático presentan una respuesta neuronal
generalizada, con una mayor activación del cerebelo, el polo temporal, el giro frontal
inferior izquierdo y el tálamo, ante la presentación de una breve historia relacionada con
el recuerdo del abuso sexual, independientemente de su estado psiquiátrico 54, así como
descensos en el flujo sanguíneo en extensas áreas, que incluyen la corteza orbitofrontal, la
corteza cingulada anterior y la corteza prefrontal medial (áreas de Brodmann 25, 32 y 9),
el hipocampo izquierdo y el giro fusiforme/giro inferotemporal, con una activación
aumentada en la corteza cingulada posterior, la corteza inferotemporal izquierda, el giro
frontal medial izquierdo y en las cortezas motoras y de asociación visual, ante la
memorización de palabras con connotaciones emocionales frente a palabras neutras 56.
Estudios más recientes, como el de Lanius et al 57, han comparado la actividad cerebral en
una muestra de mujeres que habían padecido alguna forma de abuso o agresión sexual en
diferentes épocas de su vida y en una muestra de controles, en diversas tareas. Los
resultados indicaron una conectividad reducida entre diferentes estructuras límbicas,
como el giro dentado, y una hiperactivación de la amígdala. Así, el abuso sexual infantil no
sólo afecta al desarrollo de diferentes estructuras cerebrales, sino a cómo estas
estructuras se relacionan entre ellas e incluso a su funcionamiento en situaciones de
CIFP 30
condicionamiento y aprendizaje. En este sentido, se ha analizado la activación de la
amígdala ante la adquisición de miedo en víctimas de abuso sexual infantil con diagnóstico
de trastorno por estrés postraumático asociado, comparándolas con no víctimas sin
trastorno, y se ha observado una mayor activación de la amígdala izquierda ante esta
situación y una menor función del cingulado anterior ante la extinción del miedo 58.
Alteraciones neuropsicológicas
Discusión y conclusiones
CIFP 31
Siguiendo a Meaney et al18, el maltrato infantil, y dentro de éste la experiencia de abuso
sexual, comporta para la víctima una reprogramación o adaptación al medio violento de
diversos sistemas cerebrales que, si bien inicialmente pueden ayudarla a autoprotegerse,
a largo plazo se convierten en problemáticas para su correcto desarrollo e integración.
Más en concreto, parece que la ocurrencia de este tipo de acontecimientos traumáticos
durante ventanas específicas del desarrollo afecta a los patrones de metilación de algunos
genes relacionados con la respuesta al estrés 67. Este fenómeno, conocido como regulación
epigenética, podría ser parte de la explicación de los mecanismos psicobiológicos de
resiliencia68 frente a episodios traumáticos. Otros autores han investigado la capacidad de
resiliencia que pueden conferir algunas variantes genéticas del gen de la
monoaminooxidasa A o del transportador de la serotonina frente al maltrato infantil o a
los acontecimientos vitales estresantes69,70. Una de las claves de esta resiliencia
psicobiológica parece que sería la plasticidad cerebral, y de ahí la importancia de los
efectos del maltrato durante el desarrollo 68. Así, el estudio de las interacciones de
genotipo y ambiente puede ofrecer una prometedora respuesta para explicar estas
diferencias individuales respecto a la vulnerabilidad frente a la psicopatología 70.
Como hemos visto, aunque son escasos los trabajos que hasta ahora han explorado los
efectos neurobiológicos del maltrato infantil, y dentro de éste del abuso sexual, se están
abriendo prometedoras líneas de investigación. Por ejemplo, conocer cuáles son los
efectos de las diferentes formas de maltrato durante el desarrollo y en la edad adulta nos
debería permitir desarrollar tratamientos ajustados a las necesidades de cada víctima 67. Se
hace, pues, necesario considerar el maltrato y el abuso sexual infantil como problemas de
CIFP 32
salud que afectan a diferentes áreas de la vida de sus víctimas, como son la psicológica, la
social, la física y, según los últimos trabajos revisados, la neurobiológica y la
neurofisiológica. Este enfoque debería favorecer que los profesionales incrementen su
formación sobre este problema y enfocar los programas de intervención y tratamiento a
estas víctimas teniendo en cuenta sus múltiples efectos.
Resumen
Objetivos
Métodos
Resultados
Conclusiones
Los trabajos que hasta ahora han explorado los efectos neurobiológicos del maltrato
muestran que es necesario considerar a éste y al abuso sexual infantil como problemas de
salud que afectan a diferentes áreas de la vida de sus víctimas, favoreciendo así el
desarrollo de programas de intervención y tratamiento teniendo en cuenta sus múltiples
efectos.
XIV. EXAMEN
CIFP 33
1. ¿CUÁLES SON LAS CONSECUENCIAS DEL ABUSO SEXUAL ANFENTIL?
4. ¿QUÉ ES REVICTIMIZACIÓN?
CIFP 34