Lucia Garay
Lucia Garay
Lucia Garay
Se parte de la afirmación de que las instituciones educativas son: como objeto social,
complejas, como campo de la acción de los sujetos individuales, grupales o colectivos,
sombreados laberintos. Producto y productora de procesos. Inscriptas en la historia social y en
la historización singular.
Educación y escuelas...
La educación es una función humana y social. Está presente en todo grupo o sociedad;
posibilita su continuación y cambio a partir de la socialización. Para el individuo singular, es
la posibilidad de humanización, su transformación en sujeto social, la posibilidad de
formar su identidad y construir su proyecto histórico personal. La educación está asociada,
además, al crecimiento económico, al desarrollo social, de la ciencia y la tecnología y es una
herramienta en la lucha por la preservación del medio ambiente.
Sin embargo, al final del siglo XX la escuela está conmovida por una profunda crisis
institucional. Hoy es claramente reconocible una pérdida de las tradicionales funciones de los
sistemas educativos (formación ideológica, de recursos humanos para el trabajo, de
dirigentes, entre otros).
Una institución para ser generada supone otras instituciones que le sirven de
plataforma. Necesita de otras instituciones. Desplaza otras; reabsorbe algunas. Nace y se
institucionaliza en oposición a otras instituciones o complementariamente. Sin duda, fue el
anudamiento de dos grandes instituciones, la Escuela y el Estado, el más importante para la
institucionalización de la modernidad; el más fructífero para cada una y para el desarrollo
nacional y educativo. Este anudamiento fue, también, el talón de Aquiles de la
institución educativa. La transformación del papel del Estado, entre la que se cuenta el
abandono de su histórica función de Estado Educador, es un componente esencial, a la vez
que desencadenante de la impactante crisis institucional de la Educación y la Escuela
Argentina.
El proceso de institucionalización tiene tres planos: •Uno con la sociedad y con la etapa
histórica que ha creado las condiciones (objetivas y subjetivas) que posibilitan el surgimiento e
institucionalización. •Otro, en la sociedad con la creación de condiciones y mecanismos
que aseguren su reproducción, en este caso la escolarización. •Por último, la
institucionalización en los individuos, denominado Socialización Institucional. La
institucionalización, en tanto proceso concreto, deja sus marcas, no sólo en los
establecimientos, en su espacio interior, sino, y de modo más profundo, en la mentalidad de la
gente. Ella produce, y es reproducida, por luchas de fuerzas, por movimientos, por mutaciones
y transformaciones de sus características. A estas fuerzas se las llaman INSTITUYENTES,
productoras de nuevas ideas y valores – o podrían ser ideas y valores del pasado que
se restituyen. Son fuerzas productoras de códigos, de símbolos. Generan una nueva
institucionalización. Otras características institucionales, otro instituido. Se trata, también, de
nuevos procesos estructurales; económicos, sociales, políticos, psicosociales,
comunicacionales y científicos. Y por sobre todo, nuevos actores sociales. Ideas, metas, valores
sostenidos por fuerzas instituyentes, imaginarios transformadores, utopías sociales o
educativas, para instituirse deberán plasmarse en PROYECTOS y no de unos pocos sino de
muchos, consensuado; abarcante de y para el conjunto. Tampoco esto sería suficiente.
Tendrán que existir condiciones objetivas que lo hagan posible; condiciones objetivas y
subjetivas al interior de la institución y en la sociedad. La demanda social de educación se
nutre en las “necesidades del individuo humano”. Hay dos tipos de necesidades básicas: las
de subsistencia y las de existencia. Estas últimas tienen que ver con el sujeto como ser social,
como sujeto de saber, como sujeto de poder hacer, con su identidad e individuación. Las
necesidades no se definen sólo como carencia, hay necesidades activas, sostenidas por el
deseo en términos de voluntad, de intención de búsqueda y se las llama DEMANDAS. La
institucionalización originaria, como la institucionalización de las transformaciones, es un
proceso complejo, no lineal, con avances y retrocesos. Desigual en sus avances y en sus
efectos. A veces se esfuman, quedan como utopías deseables, como imaginarios escindidos del
hacer. Intentos fallidos, fracasos, o mutados de tal modo que se constituyen en
remodelaciones, nuevos rostros de lo instituido. La institución es en sí proceso: el
movimiento de las fuerzas históricas que hacen y deshacen las formas. Tiene tres
momentos: •De universalidad de la ideología dado en lo instituido. •De particularidad de la
base social que encarnan las fuerzas instituyentes. •De singularidad de la base material,
constituyente de las “formas y el fuego” que garantizará la legitimidad, la duración de
esas formas (Lourau, R. – 1980). Se trata de la institucionalización. La parte del proceso
que realiza el trasvase de lo instituyente en instituido. En el análisis institucional lo
instituido se describe fácilmente puesto que se corresponde con lo dado, lo organizado, con
los patrones según los cuales se realiza todo en Pro de la institución. Lo instituyente es
buscado y reconocido como la potencia organizante, el reino de los imaginarios sociales e
individuales de lo nuevo, lo diferente deseado. Objeto de una “intención de hacer” en Pro
de la transformación. La institucionalización es una fase activa. El modo en cómo realmente
suceden las cosas. La historia en acción. Es la fase cuyo conocimiento aporta más claves para
comprender e interpretar el escenario institucional. Se parte del supuesto básico de que el
establecimiento como unidad de análisis es un escenario donde los actores, sus papeles, los
guiones y sus productos no se explican por sí mismos. Las fracturas, los conflictos, las
funciones, los estilos conllevan las marcas de la institucionalización. Dar cuenta de la
institucionalización no sólo tiene valor para el análisis, sino para el reconocimiento de
aquellos proyectos, ideas, propuestas, prácticas instituyentes que quedaron en el camino,
que pueden volver a constituirse en el germen de proyectos transformadores. Sirve
tanto para analizar una institución globalmente, como para comprender y explicar los
contenidos y sentidos de una función. Dada la similitud en características institucionales y
pedagógicas con las escuelas europeas, se podría decir que la escuela argentina como
institución, llegó con la historia a cuestas. Este hecho, hizo que buena parte del proceso de
institucionalización escolar de la educación fuera, en realidad, implantación. Quizás, esa
sensación de ajenidad, de transitoriedad que tienen en nuestro país los proyectos de
reformas educativas reconozcan su origen en esta institucionalización fallada.
Posiblemente esta carencia haya hecho perder sentido construir una memoria técnica
singular. Un docente que innova, que crea y proyecta cuando se va de la escuela, se va con las
innovaciones a cuestas. El individualismo profesional y la casi absoluta ausencia de trabajo en
equipos hacen muy difícil la continuidad y el desarrollo de una cultura técnico-pedagógica de
producción colectiva y pertenencia institucional.
La temporalidad institucional.
Podemos así decir que el micromundo institucional no está constituido sólo por
configuraciones de relaciones sociales derivadas de las posiciones y roles instituidos
(directivo, docente de aula, alumnos, administrativos, supervisores) sino también por tramas
de vínculos con sus investimientos de afectos, deseos, seducción, dominio, prejuicios,
fantasmas y atavismos. Los “lugares” que los sujetos ocupan en la institución no se
determinan ni legitiman, solamente a partir de las posiciones y roles prefigurados por
un orden simbólico normatizado, sino por las tramas de vínculos que, a no dudarlo,
pueden confirmar la legitimación funcional, deslegitimarla, negándola o haciéndola causa de
conflictos. Las instituciones educativas son, entonces, instituciones en el sentido neto del
término: compromete la existencia humana de modo sustantivo.
Matriz Institucional
El orden simbólico
Cada institución se inscribe en un orden simbólico, social y cultural global, a la vez constituye
su propia TRAMA simbólica. Las instituciones educativas socializarán a los individuos en ese
orden contribuyendo a formar su identidad social y cultural. El orden simbólico es un sistema
de símbolos sancionados. Los símbolos no sólo designan objetos sino relaciones. Remiten a la
universalidad. Un símbolo es un signo abstracto que significa, designa objetos, actos,
sentidos. La función “ordenadora” de estos signos es colocar a los objetos y los sujetos
en una red de relaciones articuladas, causales y posibles, regidas por leyes dentro de un
sistema. Posiciones y funciones: son funciones y posiciones prescriptas, desde lo simbólico,
regidas por una legalidad en el marco del sistema educativo. El autoritarismo, por definición,
tiene en el orden simbólico de nuestro sistema educativo, la posición directiva. Una posición
no es neutra, introduce un estilo. Otra función del orden simbólico, es crear sentido. Que
los sujetos, los colectivos, perciban como legítimas estas posiciones y funciones así como las
relaciones que engendran. Esta capacidad de determinar sentido y legalidad se la
denomina EFICACIA SIMBÓLICA DEL ORDEN SIMBÓLICO. ¿En qué se funda esta eficacia
simbólica? En valores, en normas legitimadas. En lograr este carácter conjuntista del
sentido tiene un papel principal la socialización institucional. En el caso de los actores
escolares, la eficacia del orden está asegurada por un largo proceso de permanencia, de
escolarización. Desde este orden simbólico se instituyen identidades (ser escolar, estudiante,
docente). Se significan identidades, relaciones. Para que la relación se actúe no es necesario
recurrir a sanciones. Actúa eficazmente el orden simbólico en que esta docente socializada. El
orden simbólico institucional y el orden simbólico social El orden simbólico escolar es una
construcción, sus contenidos y los sentidos que genera, han ido transformándose. El carácter
simbólico de los tres núcleos que vertebran la formación de maestros – lo moral, el
conocimiento de su materia y el saber pedagógico.
Las sociedades construyen sus órdenes simbólicos. La educación, como sus instituciones,
ocupa un lugar en estos órdenes que inciden, en la formación de las tramas simbólicas
institucionales. La eficacia de estas tramas será más fuerte cuando el orden simbólico social las
confirme y legitime. La transformación de lo simbólico institucional no es independiente
de las transformaciones n lo social. La crisis actual de la educación y de la escuela es una
crisis institucional estructural porque, se ha roto, ha perdido legitimidad, el orden simbólico
unívoco que estructuró las funciones y la vida institucional de la educación y la escuela
argentina por más de un siglo. Al fin del Siglo XX la revolución de la comunicación y la
información que trajo consigo la globalización contactó a los hombres y a las comunidades
con la variedad de las costumbres, con la heterogeneidad cultural y sus transformaciones en el
tiempo. Concedemos a ésta ruptura del orden simbólico escolar – el modelo de la escuela
pública estatal, laica y gratuita – un peso igual, o mayor, que a los factores estructurales de
naturaleza material en la crisis institucional tanto de la educación como de las escuelas.
Los individuos en tanto SUJETOS, no son pasivos. Toman POSICIONAMIENTOS en relación a las
funciones que desempeñan, a las relaciones que los involucran. Intervienen activamente,
posicionándose, a partir de su capacidad singular de producir sentido y de RESIGNIFICAR
introduciendo la SUBJETIVIDAD. Los sujetos pueden posicionarse conflictivamente o de
modo ambiguo, variables y contradictorios; privilegien una instancia: lo social, lo político e
ideológico, lo afectivo, lo profesional y técnico, etc. Puede posicionarse desde su identificación
(más fuerte) con otras instituciones (la familia, la iglesia, el credo). Puede posicionarse
privilegiando la subjetividad intrapsíquica, que lo domine un posicionamiento
conflictivo, circunstancia que incrementará su malestar, e incluso, introducir conflictos
institucionales. Aceptar estos supuestos, implica reconocer que allí donde suponemos
unicidad, homogeneidad, hay heterogeneidad, diferenciación. Hacerse sujeto es una
construcción en la que el proceso de SOCIALIZACIÓN ocupa un lugar central.
Socialización mediatizada por las instituciones (lenguaje, familia) que al ser común a una
sociedad y a una época, al estar atravesada por el orden simbólico social, genera sujetos
que comparten zonas de identidad común, zonas de homogeneidad. Cada unidad institucional,
cada establecimiento, reconstruye y resignifica, produciendo redes simbólicas singulares.
Tramas de vínculos intersubjetivos Hay un “lugar” que cada sujeto tiene anticipadamente
asignado en la institución a partir de posiciones sociales y pedagógicas – legitimadas por
el orden simbólico- : lugar de alumno, lugar directivo, lugar de enseñante. Desde este
concepto podríamos decir que una institución es una trama de posiciones
interconectadas más o menos instituidas. Trama compuesta por múltiples redes desde
donde se asignan lugares y roles. Hay condiciones técnico-pedagógicas y simbólicas para
acceder y permanecer en estos lugares. A estos “lugares” en la institución, derivados de
las posiciones estructurales, los completa un “otro lugar” que a los sujetos y los grupos,
les son otorgados por las tramas de vínculos intersubjetivos. Buena parte de la significación
profunda, de los vínculos que los sujetos entablamos en y con las instituciones, provienen de
las tramas intersubjetivas. Pensarme fuera de esas tramas no sólo es no estar sino no ser;
carecer de indicios en la realidad que indiquen filiación, permanencia, identidad.