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Luis Armando Ortiz, Etc., Demandantes Y Recurridos, V. Levitt & Sons Of Puerto Rico,
Inc., Demandada Y Recurrente
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No es su edad cronológica, sino su capacidad para apreciar o percibir el peligro-su
inteligencia, conocimientos, madurez y experiencia-lo que convierte a un niño en sujeto
incapaz, o capaz, de sucumbir ante un peligro atrayente.
3 - ID.-ID.-ID.-ID.-ID.-ID.
En la determinación de la aplicabilidad de la doctrina del peligro atrayente, un tribunal
debe resolver cada caso a base de sus propios hechos y circunstancias, y ninguna regla
estricta o inmutable puede basarse únicamente en la edad del menor perjudicado,
debiendo la norma para la aplicación de dicha doctrina integrarse por la inteligencia,
conocimiento o experiencia del niño afectado, debiendo determinarse el grado o medida
de obligación en cada caso por la capacidad que corrientemente posean y usen los niños
de la edad y desarrollo de la clase a que pertenece el individuo afectado.
4 - ID.-ID.-ID.-ID.-ID.-ID.
Examinada la prueba en el caso de autos-demanda en daños y perjuicios por la muerte de
un niño que pereció ahogado en un canal, parte de un sistema para disponer de aguas
pluviales de la urbanización Levittown-el Tribunal concluye que la demandada-
recurrente no incurrió en ningún tipo de negligencia que le haga responsable de los
hechos que dan lugar a la presente reclamación.
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SENTENCIA de Telésforo Rosa Resto, J. (Bayamón) declarando con lugar una demanda en
daños y perjuicios. Revocada, y en su lugar se dicta otra declarando sin lugar la demanda.
Antonio Córdova González, Pedro Toledo González, y Edwin Tayler Albizu, abogados de la
recurrente; Rieckehoff, Calderón, Vargas & Arroyo, como amicus curiae; R. Elfrén Bernier,
Plinio Pérez Marrero y Hjalmar Flax, abogados de los recurridos.
El 6 de febrero de 1969 el niño de 13 años Luis Armando Ortiz Rivera, residente de Levittown,
Toa Baja, pasó una cerca y se lanzó a bañarse al canal que separa las secciones 4a y 5a de dicha
urbanización. A poco de nadar regresó a la orilla a quitarse los zapatos tennis porque podía darle
calambre; se lanzó nuevamente al agua, cruzó a la orilla opuesta, descansó, y cuando regresaba
nadando de espaldas, se hundió. Su cuerpo sin vida fue extraído del fondo por un buzo
profesional.
A la fecha de su deceso el joven Luis Armando cursaba el octavo grado, su promedio académico
era de 3.00 equivalente a "B", su coeficiente de inteligencia era de 118 que le daba rango en el
tope o nivel superior formado por el 15% de su grupo escolar.
El referido canal de 15 a 20 pies de profundidad, es parte del sistema para disponer de aguas
pluviales de Levittown que desembocan en un lago artificial. A la fecha del suceso el canal
estaba aislado en ambos lados por verjas de alambre eslabonado de cuatro a cinco pies de altura
y en toda su extensión tenía rótulos prohibiendo bañarse o pescar en el mismo. Personas no
identificadas ocasionalmente rompían las cercas para ganar acceso al canal pero la corporación
demandada tenía una brigada de mantenimiento que se encargaba de restaurarlas, cerrando los
rotos con alambres.
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Los padres y hermanos del niño ahogado trajeron esta acción de daños y perjuicios bajo dos
teorías: Primero, que el canal constituía un peligro atrayente y Segundo, que el niño que es
residente de Levittown era un invitado de la urbanizadora demandada, inducido por ésta a residir
allí y a disfrutar de deportes acuáticos, en la propaganda o anuncios transmitidos por los distintos
medios publicitarios. Aceptando ambas teorías, el tribunal de instancia condenó a la demandada
al pago de una cuantiosa indemnización.
En el decurso de nuestra jurisprudencia hemos adoptado como guías para fijar responsabilidad
por mantener una condición peligrosa atractiva para niños, unas reglas tomadas de Restatement,
Torts, sec. 339 citadas en Pérez Vázquez v. Sucn. Amill, 89 D.P.R. 370 , 375 (1963), así:
"Un poseedor es responsable de daños corporales recibidos por niños que entran sin permiso en
su propiedad, causados por una estructura u otra condición artificial que él mantenga en el
terreno, si
'(a) el sitio donde se mantiene la condición es uno que le consta al poseedor o que le debe constar
que está sujeto a transgresión por los niños; y
'(b) la condición es una respecto de la cual el poseedor sabe o debe saber y comprende o debe
comprender que envuelve un irrazonable riesgo de muerte o grave daño corporal para tales niños;
y
'(c) los niños, debido a su edad, no descubren la condición o no comprenden el riesgo envuelto
en intervenir con ella o en invadir el área que se tornó peligrosa debido a tal condición; y
'(d) la utilidad que recibe el dueño proveniente del mantenimiento de tal condición resulta
pequeña si se compara con el riesgo que la misma envuelve para los niños."'.
'(e) el poseedor omite ejercitar el cuidado razonable para eliminar el peligro o de otra forma
proteger los niños.' " 1(1)
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[1] La acción de la demandada manteniendo verjas protectoras a ambos lados del canal de
desagüe, preservándolas y restaurándolas cuando agentes extraños las rompían y fijando letreros
claramente legibles en que se prohibía bañarse o pescar en el canal, satisface las normas de
previsibilidad en protección de los niños que recorren esos predios. Si a dichas medidas
preventivas añadimos las cualidades de desarrollo intelectual del joven occiso que no permiten
atribuirle rasgos de ingenuidad, inmadurez y poco juicio que le vedaran conocer el peligro una
vez desatendida la prohibición de los rótulos y rebasada la verja erigida a lo largo del canal, no
tenemos presente la figura de peligro atrayente.
Un compañero de clase del niño Luis Armando Ortiz aporta en su testimonio el dato de que éste
no fue víctima de la ignorancia. En su deposición admitida en evidencia, declara su condiscípulo
Miguel Aníbal Rivera Deiter, conocido por Deiter:
"P. Tú sabías ese día del accidente que allí uno no se podía bañar?
R. Sí.
P. Tú habías comentado ese hecho, o sea, que allí uno no se podía bañar, alguna vez con el
muchachito que se ahogó?
R. Ajá.
P. Lo habías comentado?
R. El mismo día, precisamente. El mismo día que nos íbamos planeando para ir para allá, pero
habíamos comentado de que si nos cogía el 'watchman', nos podía regañar. Porque otras veces, la
patrulla de la policía, los había cogido y se los llevaba para el Cuartel de Cataño, hasta que los
padres los iban a buscar. Pero con todo y eso, él se tiró." (Páginas 12 y 13 de la deposición.)
[2] El requisito letra (c) de las guías citadas en Pérez Vázquez v. Sucn. Amill, supra, que
incorpora la edad del niño como factor determinante ha sido modificado por recientes desarrollos
en la interpretación jurídica realista sustituyendo la inteligencia, madurez y experiencia del niño
por su edad cronológica. No debe preocuparnos el número mágico de años
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que convierte al niño en sujeto incapaz de sucumbir ante un peligro atrayente. Lo que
verdaderamente concierne en una adjudicación de este tipo es su capacidad para apreciar o
percibir el peligro. 16 A.L.R.3d 51 (b). El reconocido comentarista Prosser al adoptar este nuevo
criterio en su artículo Trespassing Children, 47 Calif. L. Rev. 427, 440, se expresa de este modo:
"Aparte de ser un método puramente arbitrario para disponer de casos difíciles y molestosos sin
entrar a considerar los hechos, esta antigualla [la edad límite de los 14 años] no presenta nada
que la haga estimable."
[3] Cada caso que surge ha de resolverse sobre sus propios hechos y circunstancias, y ninguna
regla estricta o inmutable puede basarse únicamente en la edad, debiendo la norma integrarse por
la inteligencia, conocimiento o experiencia del niño afectado; el grado o medida de obligación en
cada caso habrá de determinarlo la capacidad que corrientemente posean y usen los niños de la
edad y desarrollo de la clase a que pertenece el individuo afectado. 16 A.L.R.3d 262.
Mucho antes de que la voracidad de los complejos industriales secara los manantiales y antes de
que el sistema gubernamental de riego suplantara nuestras lagunas por canales y embalses cuyas
aguas alimentan las turbinas generadoras de energía eléctrica, a lo largo del tiempo y de la
historia nuestros niños, especialmente los de montaña adentro, han nacido y crecido junto a los
ríos y los lagos, libres en sus juegos y caminatas, cuidándose instintivamente de los peligros del
agua como se cuidan del borde de los precipicios en la sierra agreste, a pesar de que su cuna y la
primitiva docencia de su ambiente no les dieron las aptitudes excepcionales de inteligencia,
vocación de estudio y serenidad que los recurridos le atribuyen al niño ahogado. Preservó sus
vidas la temprana y asustadiza noción de peligro que el ser humano intuye desde los albores de
su existencia ante la presencia del fuego, los cuerpos de agua, el ruido intenso o el abismo.
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Vargas Rodríguez v. Fuentes Fluviales, 86 D.P.R. 104 (1962); Díaz Colón v. Autoridad de
Tierras, 96 D.P.R. 42 (1968).
No hace diferencia que el canal estuviese ubicado en un área de gran extensión poblacional.
Puerto Rico es uno de los países más densamente poblados y sólo el retorno a la plácida vida
pastoral sin represas hidroeléctricas, ni lagos artificiales, ni contaminación ambiental de mayor o
1
Notas al calce:
?
(1) Adición al texto original. Véanse Díaz v. Central Lafayette, 66 D.P.R. 827 (1947); Vargas
Rodríguez v. Fuentes Fluviales, infra; y Serrano v. P.R. Cement Corp., 99 D.P.R. 405 , 413
(1970).
menor grado, lograrían eliminar de un todo las inconveniencias de esta era industrial. Díaz
Colón, supra.
En el caso que nos ocupa no tenemos que rebasar nuestras fronteras del Mar de las Antillas en
busca de precedentes. Bástanos releer el Art. 1802 de Código Civil 31 L.P.R.A. sec. 5141 . "El
que por acción u omisión causa daño a otro, interviniendo culpa o negligencia, está obligado a
reparar el daño causado."
[4] Sólo la libertad, en el orden de valores humanos, es más respetable que la vida; y en este
accidente lamentable se extinguió la vida de un prometedor joven de 13 años. Pero no bastan la
aflicción y la rudeza de esta tragedia para hacer de este caso uno compensable ipso facto.
Nuestro ordenamiento civil enmarcado en el Art. 1802 exige culpa o negligencia de parte de
quien cause el agravio antes de que pueda imponérsele la obligación de indemnizar. No
encontramos que la demandada haya incurrido en ningún tipo de negligencia que la haga
responsable por los hechos que dan lugar a esta reclamación.