Competencias Parentales
Competencias Parentales
Competencias Parentales
Las competencias parentales forman parte de lo que hemos llamado la parentalidad social,
para diferenciarla de la parentalidad biológica , es decir, de la capacidad de procrear o dar la
vida a una cría.
La mayoría de los padres pueden asumir la parentalidad social como una continuidad de la
biológica, de tal manera que sus hijos son cuidados, educados y protegidos por las mismas
personas que los han procreado. Sin embargo, para un grupo de niños y niñas esto no es
posible. Sus padres tuvieron la capacidad biológica para copular, engendrarlos y en el caso de
la madre parirles, pero desgraciadamente no poseen las competencias para ejercer una
práctica parental mínimamente adecuada.
Las causas de estas incompetencias se encuentran en las historias personales, familiares y sociales de estos
padres y que en la mayoría de los casos, encontramos antecedentes de malos tratos infantiles, medidas de
protección inadecuadas o inexistentes, institucionalización masiva, pérdidas y rupturas, antecedentes de
enfermedad mental de uno o de los dos padres, pobreza y exclusión social.
Al identificar las causas de estas incompetencias puede existir la tentación de identificarse con el sufrimiento de los
padres en desmedro de las necesidades y derechos de sus hijos.
Desgraciadamente los malos tratos, consecuencia de las incompetencias de los padres, provocan diferentes tipos
de daños siempre graves en los niños, aunque no siempre visibles. Esto último explica que a menudo nos
referimos al dolor de los niños, niñas y jóvenes como “el dolor invisible de la infancia”.
Los daños que los niños sufren son: trastornos del apego y de la socialización, trastornos de estrés traumático de
evolución crónica, traumatismos severos y alteración de los procesos resilientes (Barudy J., 1998).
Pero además, si los niños no reciben protección oportuna y adecuada, ni tratamientos para reparar estos daños
existe una gran probabilidad que en la adolescencia el sufrimiento se exprese por manifestaciones como:
comportamientos violentos, delincuencia, abusos sexuales, uso de drogas y alcohol.
Los malos tratos en la infancia junto con los factores culturales resultados de la ideología patriarcal, juegan un
papel preponderante en la producción de la violencia conyugal que hace víctimas y asesina a cientos de mujeres.
Por otra parte, las tragedias infantiles de los padres que son factores causales de los diferentes tipos de malos
tratos a sus niños, pueden ser la base de las incompetencias parentales que éstos pueden presentar mañana.
La detección y la protección de los niños niñas maltratados y el apoyo terapéutico para la reparación de sus
carencias y sufrimientos es una forma efectiva de prevenir lo que se conoce como la transmisión
transgeneracional de los malos tratos.
Todos los niños y niñas y en particular aquellas víctimas de malos tratos tienen el derecho de acceder a una
parentalidad social capaz de satisfacer sus necesidades y respetar sus derechos.
Por esta razón, hay que evaluar las competencias parentales de todos los miembros adultos de la red familiar del
niño o niña, para determinar cuál puede ser el adulto capaz de garantizar el ejercicio de esta función, protegiéndole
además del daño causado por las personas que les han maltratado.
La permanencia de estos niños y niñas en sus entornos socio-familiares, debe ser posible solamente en los casos
que existan adultos protectores con competencias parentales para asegurarles un desarrollo sano.
Cuando esto no es posible, la parentalidad ejercida por otros cuidadores, pueden compensar las incompetencias
de los padres biológicos. En esta perspectiva, el acogimiento familiar o residencial, así como la adopción, deben
ser considerados como recursos que una comunidad pone al servicio de los niños y niñas para asegurarles una
parentalidad social.
Los padres acogedores o los educadores que se ocupan de los niños en Programas de tratamiento deben ser
considerados como dispensadores de una parentalidad social. El trabajo de estas personas, verdaderos tutores de
resiliencia , como diría Boris Cyrulnik.
No reemplazamos la importancia simbólica de los padres biológicos. Al contrario el ejercicio de la parentalidad
social implica el respeto incondicional por la filiación de los niños, así como el facilitar y participar en todas aquellas
intervenciones que permitan mantener un vínculo de los niños con sus familias de origen.
Según las características de los padres biológicos, hay que facilitar siempre que se pueda, el ejercicio por parte de
éstos de una co-parentalidad. En este caso, los niños deberán integrar en su desarrollo la singularidad de una
doble vinculación: a sus padres biológicos y a “sus padres sociales”,
Además de resolver los conflictos de lealtad que pudieran presentárseles, para integrar en sus identidades estas
dos pertenencias de la forma más equilibrada posible.
Componentes Evaluables de la Parentalidad
Las Capacidades Parentales Fundamentales: son el conjunto de capacidades cuyo origen está
determinado por factores biológicos y hereditarios, no obstante, son modulados por las experiencia
vitales y son influenciados por la cultura y los contextos sociales.
Capacidad de Apegarse a sus hijos: los recursos emotivos, cognitivos y conductuales que las madres
y los padres poseen para apegarse a sus hijos.
La Empatía: Capacidad de percibir las vivencias internas de sus hijos a través de la comprensión de
sus manifestaciones emocionales y gestuales a través de las cuales manifiestan sus necesidades.
Capacidad de sintonizar con el mundo interno de sus hijos para responder adecuadamente a sus
necesidades. Los trastornos de la empatía están en estrecha relación con los trastornos del apego, en la
mayoría de los casos son una consecuencia de éste.
Los modelos de crianza : saber responder a las demandas de cuidados de un hijo o una hija, así como
protegerle y educarle. Las formas de percibir y comprender las necesidades de los niños están implícitamente o
explícitamente incluidas, así como las respuestas para satisfacer estas necesidades, así como las formas
prácticas para protegerles y educarles.
La capacidad de participar en redes sociales y de utilizar los recursos comunitarios : capacidad de pedir,
aportar y recibir ayuda de sus redes familiares y sociales, incluyendo las redes institucionales y profesionales que
tienen como mandato promover la salud y el bienestar infantil.
La capacidad de los profesionales para considerarse parte de las redes de apoyo de las familias y promover el
funcionamiento de redes naturales (familia extensa, barriales, etc) nutritivas, seguras y protectoras para los niños
y las niñas es fundamental para apoyar la parentalidad.
Las Habilidades Parentales
Se corresponden con la plasticidad de las madres y padres, que les permite dar una respuesta
adecuada y pertinente a las necesidades de sus hijos de una forma singular, de acuerdo a sus fases del
desarrollo. Dicha plasticidad se basa en experiencia de vida en un contexto social adecuado. Como
profesionales, podemos aportar en desarrollar un conjunto de acciones destinadas a facilitar los
procesos adaptativos y el apoyo social para hacer frente a situaciones de estrés.
Buenos Tratos y Resiliencia
“La resiliencia es la capacidad de una persona o de un grupo para desarrollarse bien, para seguir
proyectándose en el futuro a pesar de los acontecimientos desestabilizadores, de condiciones de
vida difíciles y de traumas a veces graves”. Manciaux, Vanistendael, Lecomte y Cyrulnik (2003)
Definición nos parece sobre todo útil, para trabajar promoción del buen trato, reparación del daño y
rehabilitación de las competencias parentales.
Las investigaciones sobre resiliencia demuestran el papel central de la familia en la protección
psicológica del niño o la niña ante las experiencias traumáticas.
La presencia de al menos un progenitor que asegura una parentalidad competente,
proporcionando afecto y apoyo a los hijos e hijas, puede permitir que estos pasen hacia la vida
adulta por una adolescencia sana .
“ Parentalidad Competente y Resiliente ”
Capacidad de las madres y de los padres, para asegurar no sólo los cuidados necesarios a sus
hijos, sino que ayudarles a hacer frente a los sucesos dolorosos que les toca vivir.
La parentalidad resiliente se reconoce como aquella ejercida por la madre y/o el padre, que es
capaz de apoyar afectivamente a sus hijos, transmitiéndoles que los sucesos de la vida son parte
de un proceso continuo donde existen perturbaciones y consolidaciones.
En el desafío de existir, las dificultades perturbadoras, pueden ser fuentes de crecimiento,
siempre y cuando el niño o el joven encuentren en una madre o en un padre el apoyo necesario
para enfrentarlas y darles un sentido.
La existencia de este apoyo, es un indicador que los progenitores también son resilientes y que esto se nutre de
un sentimiento de pertenencia a una familia.
Entre las características de estos padres competentes y resilientes, se encuentran una opción prioritaria para
estar presentes con afectividad y autoridad en los cuidados y educación de sus crías, así como flexibilidad,
capacidad para enfrentar y resolver problemas, las habilidades de comunicación y las destrezas para participar
en redes sociales de apoyo.
Diferentes autores señalan el papel crítico de un ambiente social y cultural adverso para la salud y el desarrollo
infantil. Por una parte, el papel nocivo de los entornos sociales plenos de carencias, resultado de la pobreza y la
exclusión social. Por otra parte, se insiste también que los entornos caracterizados por la acumulación de las
riquezas materiales presentan el riesgo de transformar las relaciones familiares y sociales en meros formalismos,
que privan a los niños de la afectividad y el apoyo social que necesitan para crecer sanamente.
Tutores de resiliencia