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Trabajo Camblong 2.1

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Trabajo final del seminario: Dinmica interpretante de umbrales semiticos (Dra.

Ana Camblong) Doctorado en Semitica Centro de Estudios Avanzados, Universidad Nacional de Crdoba Marcelo Crdoba EL LUGAR DEL CUERPO PROPIO EN EL DESARROLLO DEL HOMBRESIGNO Peirce y Merleau-Ponty en torno a la corporeidad

0. Justificacin: la umbralidad como dispositivo semitico abductivo Alentados por el desafo de plantear instalaciones semiticasdiscursivamente hbridas, sincrticas y experimentales, nos propusimos en este trabajo ensayar un cruce terico-metodolgico entre la semitica de Peirce y la fenomenologa de MerleauPonty. El horizonte temtico del ensayo es trazado por la nocin de corporeidad, uno de los ejes de nuestra investigacin doctoral en curso. Podemos afirmar que el concepto de umbral desempe un papel abductivo en el despliegue de esta labor. Atentos tanto a su acepcin de diferencia tpica, cuanto a su aspecto procesual y a su dimensin incoativa (liminar) del valor y el sentido, contemplamos la umbralidad como una categora fecunda en la sugerencia de hiptesis tericas a ser elaboradas (Camblong 2003). A esta luz, en efecto, el concepto peirceano de hbito (en tanto lmite extrasemisico provisional de la cadena interpretativa), as como el merleau-pontiano de cuerpo propio (en cuanto entidad fundamentalmente ambigua y reversible entre lo sintiente y lo sensible), se nos revelaron como potencialmente compatibles y mutuamente enriquecedores. En esta empresa terica, por lo dems, seguimos en gran medida el modelo del terico social britnico Nick Crossley (1995; 1995b; 1996; 1997), quien, con el propsito de desarrollar una sociologa carnal del cuerpo, ha sealado algunas de las contribuciones que la fenomenologa de Merleau-Ponty est en condiciones de ofrecer a autores como E. Goffman, M. Foucault, P. Bourdieu y J. Habermas. Asimismo, y de un modo similar, nos ha servido de gua el encuentro propiciado por el semitico uruguayo Fernando Andacht (2007), entre la teora del signo de Peirce y el anlisis de los encuadres de la experiencia (frame analysis) de Goffman. Por nuestra parte, creemos que la aproximacin y el cruce terico-disciplinar se justifican en una apuesta epistemolgica: la de elucidar los potenciales aportes de un enfoque descriptivo como el de la fenomenologa de la percepcin, a un enfoque lgico-semitico como el que se funda en el anlisis categorial de la experiencia, y viceversa. 1. Introduccin Es sabido que una de las ventajas fundamentales de la concepcin tridica del signo frente al modelo binario del estructuralismo, radica en que aqulla permite pensar una apertura al mundo extra-discursivo, una relacin dialctica entre significacin y realidad objetiva. Si nos enfocamos en la nocin de signo elaborada por Charles

Sanders Peirce, su avance desbaratar buena parte de los dualismos que sesgaron el pensamiento moderno de raigambre cartesiana. Uno de estos dualismos, el de mente y materia, no slo est en la base del trazado de la frontera jerrquica entre Naturaleza y Cultura; tambin ha contribuido decisivamente al desprecio y ocultamiento padecido por el cuerpo en la modernidad, reducindolo a un estatuto meramente objetivo. Adoptando el dictum peirceano de que el hombre es un signo como premisa de su argumentacin, este trabajo se propone trazar las lneas directrices para pensar el lugar que ocupara el cuerpo en una concepcin semitica y pragmtica del sujetocuyo fundamento es esbozado a travs de un anlisis en trminos semiticos del estadio del espejo, entendido como instancia liminar de ese proceso semisico que es el self. A estos efectos, realizamos un rodeo por el sentido con que Peirce se apropia de la nocin de hecceidad, originalmente concebida por Duns Scoto. La justificacin de este rodeo radica en que dicho concepto le permiti a Peirce desarrollar su original manera de dar cuenta de la materialidad de la experiencia. Por lo dems, contemporneamente al estudio de este concepto, su investigacin da un giro relativo de lo lgico a lo gnoseolgico. Hacia 1890, en efecto, Peirce establece las bases para el desarrollo de las tres categoras universales de la experiencia. En la medida en que ser y ser cognoscible son juzgados trminos equivalentes, este desarrollo tambin encamina definitivamente su concepcin metafsica. Ahora bien, aunque la semitica tridica habilita una consideracin de la dimensin corprea de la produccin del sentido, esta cuestin en particular no se cuenta entre los innmeros temas tratados por Peirce en su obra. Se nos plantea as el original desafo de pensar el aspecto sensible de esa entidad inteligible que es el sujeto humano en tanto signo. A este respecto, hemos decidido recurrir al paradigma de la corporeidad1 de Merleau-Ponty. Tras reconocer la afinidad de sus premisas cosmolgicasla ontologa monista de Merleau-Ponty nos resulta esencialmente compatible con el sinequismo de Peirce, hemos decidido que vale la pena aproximar la semitica pragmtica con la fenomenologa de la percepcin, ensayando as un dilogo terico cuyo objeto sea la corporeidad. Como se ver en la conclusin del trabajo, estimamos que dicho dilogo convergera hacia una concepcin cronotpica del cuerpo y del sentido, en tanto experiencia corporizada. 2.1. El hombre en cuanto signo El hombre es un signo (CP 5.314)2. Tal es la respuesta que C. S. Peirce, en ms de una oportunidad (CP 7.538; 6.344), concede a la pregunta antropolgica bsica (Barrena & Nubiola 2006). La asercin adquiere claridad a la luz de otras nociones bsicas sostenidas por el semitico. Con l consideraremos, pues, que todo pensamiento es un signo, y la vida, por lo dems, no es sino un flujo de pensamientos (CP 5.314). Asimismo, cuando se habla de pensamiento, o de mente, desde esta perspectiva, nos enfrentamos a un concepto original, extrao a los presupuestos mentalistas arraigados en el sentido comn acrtico3.
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Tomamos esta designacin del antroplogo Thomas Csordas, quien la emplea para caracterizar el enfoque fenomenolgico del cuerpo, atento a su condicin de anclaje existencial de la cultura y el self, oponindolo as al paradigma del texto propio del postestructuralismo, definido a su vez por su tendencia a concebir el cuerpo en trminos exclusivamente discursivos. 2 Se citan los Collected Papers of C.S. Peirce (vanse referencias bibliogrficas) segn la convencin aceptada CP [x.xxx], correspondiendo estos dgitos a volumen y prrafo respectivamente.

En este marco de referenciaexplcitamente contrario a todo psicologismo, mente no designar una sustancia pensante definida en trminos abstractos, sino la estructura formal de la inteligencia, esa forma lgica consustancial a todo proceso vital. De aqu que no contemplamos un atributo o proceso exclusivo del ser humano; el pensamiento, antes bien, es esa disposicin universal al aprendizaje inherente a todo proceso teleolgico auto-controlado. Toda vez que observemos una actividadsea humana, sea naturalorientada por un propsito, en la que se actualice una tendencia a arribar a un cierto estado final, nos hallamos ante una manifestacin de la mente. De aqu que Ransdell (1997) enfatice que si aceptamos estos usos muy libres y extendidos de los trminos mente y pensamiento, acordaremos con Peirce cuando ste afirma que el objeto del que se ocupa la disciplina semitica son los fenmenos mentales (CP 1.189). El hombre es signo, es pensamiento, pero naturalmente tambin es ms que esto. Para funcionar como tal, todo signo debe encarnarse en una instancia material; de donde se sigue que todo signo necesariamente presentar propiedades no-semiticas (Ransdell 1997b: prr. 27). La nocin de signo, en la semitica de Peirce, es de carcter dinmico; define, en sentido estricto, una relacin, la relacin de representacin. Esta relacin es tridica, por cuanto supone la conexin de dos trminos a partir de la mediacin de un tercero. Entre estos trminos, el elemento sensibleesto es, material y observable, corresponde al representamen, el primero de la relacin tridica (CP 1.540-41; 2.242; 2.274). El representamen es el sujeto concreto de la relacin sgnica; es ese algo que media entre el objeto y el interpretante. El ulterior desarrollo de las implicaciones de esta propuesta de considerar al hombre como signo ha de abordar el papel desempeado por su encarnacin fsica. Este sustrato orgnico est en el origen de aquello que distingue al hombre de cualquier otro signo, a saber, la conciencia (CP 5.313). El hombre es psiquisesto es, mente, pensamiento , pero corporizada. La conciencia, por tanto, es esa sensacin que acompaa la posesin de un cuerpo animal. La conciencia inmediatapor oposicin al razonamiento consciente, que, como toda operacin mental, implica mediacin, es una mera sensacin, forma parte de la cualidad material del hombre-signo. As entendida, la conciencia es una propiedad mondica, adscripta a esa categora de la experiencia denominada por Peirce primeridad. Ahora bien, el hombre en tanto signo da cuenta de una tendencia interpretativa, esto es, de un proceso inferencial correspondiente a la categora de la terceridad. Desde esta perspectiva, el cuerpo es el instrumento del pensamiento humano (CP 5.315). Esto no supone, por cierto, una subordinacin idealista de la materia a la mente. Para el pragmatismo semiticohostil a toda suerte de oposicin dualista, idealismo y materialismo no son concepciones inconciliables, sino enfoques complementarios. Por otro lado, esos fenmenos mentales a los que aqul se aboca, no reciben una explicacin psicolgica; antes bien, se trata de una aproximacin lgica a cuestiones psicolgicas. La clave radica en no concebir al pensamiento como algo que est en el hombre: es el hombre, en verdad, el que est en el pensamiento (CP 5.289 n.1). De aqu la posibilidad, ciertamente innovadora, de dar un recuento objetivo, no subjetivista, de los fenmenos mentales. En este punto se condensa la apuesta decisiva de la apasionada polmica contra el dualismo cartesiano (CP 7.570). El cuerpo humano no es una caja de carne y hueso (CP 7.591) en cuyo interior se encontrara una sustancia pensante identificada con la esencia humana.
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Enfatizamos la calificacin en la medida, precisamente, en que Peirce describi a su mtodo como una aplicacin del sentido comn crtico.

2.2. La crtica al dualismo cartesiano y el cuerpo como pivote de la insercin en el mundo La crtica al dualismo, en efecto, desbarata las bases sobre las que se asienta la concepcin mecanicista del cuerpo humano, concepcin constitutiva del individualismo occidental que emerge con la modernidad. Entre los siglos XVI y XVII se instalpor lo menos entre las elites ms formadasel novedoso sentimiento de ser un individuo. Uno de los factores que ms contribuy a este proceso es una determinada mutacin en la representacin y el estatuto del cuerpo humano: cifra del cosmos durante la Edad Media, adquiere con la nueva poca la funcin de servir de frontera del individuo. Asimismo, se lo degrada del orden del ser al del poseer; el cuerpo se distinguey deviene una propiedadde la persona humana (Le Breton 1995). En el marco de la filosofa mecanicista, en general, y del dualismo cartesiano, en particular, el cuerpo es slo una mquina que oficia de recinto material paray est subordinada aesa entidad fantasmal que es el cogito. Cuerpo y mente son dos sustancias en principio inconciliables, separadas por un abismo ontolgico. La alternativa de Peirce a este dualismo se condensa en su propuesta sinequista, cuyo ncleo es la tendencia a ver todo como continuo4. Segn esta doctrina, los fenmenos psquicos y fsicos son del mismo carcter, distinguindose tan slo como aspectos, ms mentales y espontneos unos, y ms materiales y regulares los otros (CP 7.570). Desde la perspectiva de la semitica tridica, materia y pensamiento se presentan en perfecta continuidad en virtud de su compartida capacidad para adquirir hbitosy el hombre, por lo dems, no es sino un manojo de hbitos (CP 6.228). Seala Le Breton (1995: cap. 2) que el principio de individuacin a travs de la materiaoriginariamente propuesto por Santo Toms, slo se volvi aceptable en el plano social con el desarrollo del individualismo moderno. As las cosas, el correlato antropolgico de este principio ontolgico fue el cuerpo humano concebido como factor de individuacin. Ahora bien, estas premisas individualistas en la comprensin del cuerpo son incompatibles con la perspectiva pragmtica y continuista de Peirce. Andacht y Michel (2005) demuestran que considerar el hombre como un signo (como un signo en el mundo, y no como un objeto del mundo), nos permite integrar tericamente los dos aspectos de la naturaleza humana, a saber, nuestra tendencia interpretativa y nuestra objetiva existencia encarnada en el mundo (p. 66). Es decir, desde esta perspectiva podemos dar cuenta del carcter intelectual (CP 5.315) del self 5. El s mismo, por cierto, es inferido (CP 5.462). En tanto inferencia, participa de la terceridad. La terceridad integra el modo de ser de los universales, del pensamiento sobre el pensamiento, esto es, de las abstracciones. Ahora bien, como lo advierten Andacht y Michel (2005), el s mismo no puede tolerar demasiada abstraccin. Destacar exclusivamente el aspecto intelectual del hombre no es suficiente para singularizarlo en el tiempo y el espacio. Para desarrollarse, el hombre-signo debe
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Los otros dos grandes principios que definen la concepcin cosmolgica peirceana son, junto al sinequismo, el agapismo (la tendencia evolutiva del universo, dinamizada por el amor) y el tijismo (la presencia operativa del azar en dicho proceso evolutivo universal). 5 Por lo dems, la argumentacin de Andacht y Michel (2005) tiene como propsito principal diferenciar entre el self como un proceso inferencial, esto es, como un fenmeno genrico, y las identidades particulares del sujeto entendidas como interpretantes dinmicos autnomamente generados por aqul. A su vez, esta distincin central no implica el desconocimiento de otras, tambin determinantes en la existencia del sujeto. Entre ellas, es pertinente mencionar la que existe entre la causalidad final, la que rige los procesos psquicosesto es, mentales y lgicos, interpretativos, y la causalidad eficiente, la que rige los procesos fsicosesto es, la constitucin material y orgnica, objetiva, en el ser humano.

estar situado en una determinada comunidad de comunicacin, ambiente necesario para generar autnomamente las respuestas interpretativas que conforman su identidad 6. El self, en efecto, precisa de lazos con un lugar, un tiempo y con otros concretos, esto es, requiere del puesto de trabajo (working station) de su propio cuerpo situado en el seno de alguna comunidad, en algn particular perodo de su historia (Andacht y Michel 2005: 60). En suma, el hombre es signo, pensamiento, psiquis, esto es, mente, pero mente encarnada. El ser del sujeto es una forma de semiosis, y esto tambin significa que para ser cognoscible precisa de una apariencia externa, objetivamente observable. Esta encarnacin corporal est en la base del reconocimiento intersubjetivo del individuo a lo largo del tiempo; es la condicin material de la individuacin biogrfica del sujeto, ese elemento fctico encargado de garantizar la unidad de referencia y origen de la enunciacin biogrfica (Fumagalli 1996)7. El s mismo no puede existir separado de la persona social, de esa red de relaciones sociales que lo constituye. Y el cuerpo es el pivote de esta insercin en el mundo social. El pragmatismo sostiene la idea de individuacin por socializacin, postulando la interdependencia dialctica entre la autonoma individual y los ideales colectivos. A los fines de alcanzar una comprensin ms profunda de este proceso, y del papel que en l est llamado a cumplir el cuerpo, proponemos abundar en la particular teora de la individuacin de Peirce. 2.3. La hecceidad como principio de individuacin Ante la necesidad de proponer una teora de la individuacin, Peirce recurri a la nocin de haecceitas del filsofo medieval Duns Scoto. La hecceidad es el hic et nunc, la aqu-idad y ahora-idad (hereness and nowness), del individuo (DiLeo 2003). Independientemente de toda determinacin cualitativa, la hecceidad opera como principio de diferenciacin. Sin aadir nada al carcter de una cosa, la determina no obstante como esta cosa individual; es lo que le confiere existencia concreta. La hecceidad no es una cualidad ni un concepto, sino ms bien una experiencia (CP 6.318). Es la experiencia del esfuerzo y la resistencia, del shock de la reaccin entre ego y noego (CP 8.266). El hecho de mantener reacciones dinmicas con su ambiente es lo que define, sin ms, al individuo existente y concreto. En las prximas secciones intentaremos demostrar cmo el sentido del yo, en cuanto inferencia, est primordialmente arraigado en esta relacin corporizada con el mundo, esto es, en la experiencia de la resistencia de la realidad externa. Es precisamente este hallazgo de la haecceitas escotista lo que le permiti a Peirce, en su bsqueda de un principio que diera cuenta de los existentes individuales, formular la categora universal de la segundidad. La segundidad corresponde al modo de conocer y de ser de los hechos brutos, didicamente estructurados, cuya insistencia resiste nuestra voluntad. La hecceidad constituira el aspecto material (DiLeo 2003) de la segundidad. No obstante, esto no ha de sugerir la idea de una res extensa autosuficiente
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A este respecto, Jay Zeman (1977) comenta que considerar al intrpreteesto es, a la mente, al sujeto como un continuum histricamente existente de interpretantes echa luz sobre la afirmacin, en apariencia curiosa, de que el hombre es un signo. 7 Segn Ricur (1996), la corporeidad, la condicin corporal y terrestre del ser humano, es el invariante existenciario sobre el que se despliega el intervalo dinmico entre mismidad e ipseidad dialctica que abre el espacio para la articulacin de la identidad narrativa del sujeto. Aqu conviene acotar, con todo, que el pragmatismo sostiene una concepcin de la identidad del yo fundada, ms que en su naturaleza narrativaesto es, en la competencia humana para configurar y seguir una trama, en su disposicin teleolgica, orientada a fines ideales.

y autocontenida. Un cuerpo material por s mismo no puede resultar eficaz en tanto principio de individuacin; antes bien, es en su relacin didica con el ambiente, en sus reacciones con la alteridad, de donde se deriva su individualidad. Esta materialidad ha de entenderse, pues, en el sentido de las relaciones espaciales contradas por un cuerpo concreto y actual. Segn E. Vern (2004), es precisamente este mbito de la experiencia el que es recuperado por la concepcin tridica del signo. Contemplar la segundidad como la categora universal de las propiedades didicas, de la reaccin dinmica entre seres o eventos existentes, permite dar cuenta del funcionamiento indicial del signo. El ndice, en tanto signo cuya capacidad denotativa radica en el hecho de mantener una conexin fctica con el objeto (CP 4.447), es el tercer trmino que subvierte el binarismo del signo imperante en la reflexin semiolgica. Desde el punto de vista del inters de este trabajo, nos atrevemos aqu a sugerir un paralelismo entre la tendencia del dualismo moderno a despreciar y ocultar el cuerpo8 (Le Breton 1995), y el bloqueo que el modelo binario del signo impone a la cuestiones de la referencia y de la apertura al mundo. El signo tridico, por el contrario, permitira conceptualizar los distintos niveles de funcionamiento a travs de los cuales se desarrolla el sujeto en el seno de la semiosis social (Vern 2004). 2.4. El estadio del espejo en trminos semiticos Para seguir con la arriba mencionada lectura de Vern, afirmaremos que la dimensin indicial de la significacin operara conforme a la regla metonmica de la contigidad. El cuerpo significante constituira el pivote de esta capa metonmica de produccin del sentido, cuya dinmica respondera a un juego de deslizamientos intercorporales movilizados por las pulsiones9. En un comienzo, pues, esta capa metonmica presenta una estructura multidimensional e inestable, cuyo destino ser someterse al proceso de socializacin en virtud del cual se producir la linealizacin de la materia significante de los cuerpos actuantes. Interviene, aqu, el proceso conceptualizado por Lacan como estadio del espejo, en cuyo transcurso se produce la estructuracin de la imagen del cuerpo propio, concomitantemente a una progresiva estabilizacin del espacio perceptual. Creemos asimismo que a este proceso de estabilizacin del campo perceptual fundamento, como trataremos de demostrar ms adelante, del sentido y la significacin se refiere Eco cuando plantea una instancia ontogentica de carcter presemitico o protosemitico, a la que designa como indicatividad o atencionalidad primaria (1997: 22). Por cierto, este fenmeno est ntimamente relacionado con la corporeidad, en tanto sta es la base de nuestra experiencia, en funcin de cuyo emplazamiento espacial se define nuestro punto de vista del mundo. En este sentido, tambin podremos entender el estadio del espejo como un proceso indicial con arreglo al cual el nio atrae la atencin del adulto hacia el hechoque subsecuentemente inferirde que posee un cuerpo propio, visible para los otros y dotado de fronteras definidas.
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Me refiero a la ya mencionada tendencia a reducir el cuerpo a objeto, ignorando al mismo tiempo la experiencia del cuerpo propio. Esta experiencia es lo que designa el cuerpo vivido de Merleau-Ponty, unidad emergente de la dialctica reversible sujeto-objeto, manifestacin sensible y sintiente de nuestra existencia encarnada en el mundo. En este punto, Merleau-Ponty prosigue la distincin fenomenolgica ya establecida entre tener un cuerpo objetivo (Krper) y la vivencia subjetiva de ser un cuerpo (Leib). 9 Dicha dinmica, por lo dems, representa el principio pre-reflexivo sobre el que se funda esa lazo humano primordial que Merleau-Ponty designar intercorporeidad.

Lacan (2003) explica que el estadio del espejo cumple la funcin de la imago, estableciendo as la relacin del organismo con la realidad, del Innenwelt con el Umwelt. El infante asume su imagen especular, proyectando una anticipacin imaginaria de su unidad corporal. Este proceso describe una ilusin de identificacin espacial, por la cual el sujeto deja atrs la imagen fragmentada del cuerpo identificndose con una forma ortopdica de su totalidad. Esta fase crucial del desarrollo ontogentico consiste, pues, en la experiencia jubilosa de una relacin dinmica con una forma exterior asumida como propia. La hecceidad de esta identificacin con la imagen reflejada, origen de la funcin enajenadora del yo ideal, puede entenderse como la actualizacin de la conciencia inmediata, aquella que surge directamente de la sensacin de poseer un cuerpo animal. Remitindonos otra vez a Eco (1997), esta experiencia originaria, por la cual el infante se reconoce como un ser corporizado, constituira el Objeto Dinmicoen cuanto terminus ad quem, esto es, como una base (y una prehistoria) de ese momento icnico inicial del proceso cognitivo (p. 139)el Objeto Dinmico, decamos, del self entendido como relacin de representacin. Sugerimos, por tanto, pensar el estadio del espejo como el primer eslabn de una cadena semitica en la que la imagen especular, el cuerpo reflejado, operara como interpretante dinmico de la incipiente funcin del yo. En este sentido, desde la perspectiva del desarrollo del sujeto, la identificacin originaria con la imagen del cuerpo propio podra ser abordada como un caso de lo que Ransdell (1986: prr. 41) denomina auto-representacinnocin con la que este autor designa la posibilidad terica, implicada por la iconicidad, de una identidad material entre objeto, signo e interpretante10. Aqu tambin seguimos otra interpretacin de Eco, en la que ste sostiene que el proceso perceptivodesarrollo que desemboca de modo continuo y autnomo en la funcin simblicaempieza en una zona vaga y pantanosa entre Firtness, Secondness y Thirdness (1997: 132). Consecuentemente, conforme se desarrolla la socializacin la sujecin a la ley social derivada de la insercin en la matriz simblica del lenguaje , aquella identificacin primaria con la propia imagen dar lugar a otros vnculos. Luego, seran los otros en interaccin simblica con el sujeto los que pasaran a desempear el papel de interpretantes de su self, en conformidad con la estructura dialgica del pensamiento (CP 5.421), y con la concepcin pragmtica del self como un proceso sgnico comunicativo orientado hacia fines mediante el auto-control (Rochberg-Halton 1986). Esta conclusin est informada, asimismo, por la distincin analtica propuesta por Andacht y Michel (2005), en virtud de la cual estos autores procuran aportar una solucin a lo que califican como una ancestral paradoja terica, a saber, cmo entender la multiplicidad de identidades que constituyen el self, una multiplicidad por otro lado concomitante con nuestro sentido de unidad y consistencia a travs del
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Es importante retener la advertencia de que identidad material no implica identidad semitica. Conviene recordar que segn Lacan la identificacin imaginaria con la imagen especular, origen del yo ideal, es enajenadora: la funcin del yo adviene como una relacin del ego con un otro, con lo que el otro se presenta como alter ego. Por otro lado, insistimos en el carcter pre-reflexivo de esta objetivacin originaria; en su propia lectura de la observacin lacaniana, Merleau-Ponty describe un repliegue del cuerpo sobre s mismo, una reflexividad carnal merced a la cual el sujeto se identifica con su imagen especular objetivada, fenmeno que oficia de prototipo para los posteriores procesos de identificacin con los otros, conformando de este modo la autoconciencia (Crossley). Por ello dice Merleau-Ponty que la vivencia de mi presencia en el mundo, la experiencia de un cuerpo singular, es coronada por un para-s, esto es, por una conciencia corporizada (2000: 439). En otros trminos, la vivencia inmediata no se completa hasta el momento de su sntesis inferencial.

tiempo (p. 51). De cara a este propsito, introducen en un principio la nocin del self de Giddens, quien entiende a ste como una continuidad reflexiva a lo largo del tiempo y el espacio biogrfico. Con todo, desarrollan esta concepcin desde un marco semitico, estableciendo as la diferencia entre el self como disposicin inferencial, por un ladoesto es, como proceso genrico y teleolgico, lo que para el pragmatismo semitico equivale a un fenmeno intelectual, generador de efectos de sentido, y las identidades particulares, por el otrolas que se definen precisamente como los efectos significativos del self, es decir, como los interpretantes dinmicos autnomamente generados por ese signo tridico. 3.1. Compatibilidades ontolgicas: la polmica contra el cartesianismo como premisa compartida entre Peirce y Merleau-Ponty Como ya han afirmado otros autores, la semitica de Peirce slo se comprende cabalmente a la luz de su cosmologa, y viceversa (Eco 1997; Marafioti 2005). Abocados al proyecto de elucidar el lugar del cuerpo en ese proceso de semiosis que es el self, la remisin al pensamiento de Merleau-Pontycuyo principal inters intelectual fue poner de relieve el lugar del cuerpo en la existenciaresulta prometedora. En Lo visible y lo invisibleobra en cuyo desarrollo se encontraba al momento de su muerteMerleau-Ponty se propone explicitar ontolgicamente las conclusiones de la fenomenologa de la percepcin. Es aqu donde plantea la fundamental reversibilidad del cuerpo propio, en tanto sintiente y sensible, observador y observado. Esta reversibilidad es aprehendida por el complejo concepto de la carne, en cuanto tejido elemental del Ser. Postula as la continuidad ontolgica, y al mismo tiempo el entrecruzamiento (quiasmo), entre lo percibido y quien percibe; la visin y lo visible como elementos totales de un mismo Mundo (Rechter 2007). Asimismo, esto le permiti a Merleau-Ponty desprenderse de la dualidad sujeto-objeto, en cuyos trminos an se haba planteado la fenomenologa de la percepcin. La fecundidad de este apareamiento terico reside sobre la base de que, tanto en trminos ontolgicos como gnoseolgicos, Merleau-Ponty y Peirce comparten el mismo punto de partida, a saber, la refutacin al dualismo cartesiano. Aqul se aleja del universo conceptual mentalista; la percepcin no es una representacin interior del mundo exterior; es una apertura al mundo, es del mundo. En el entrecruzamiento de los distintos campos perceptales se conforma un espacio intermundano, en cuyo seno se diluye la frontera entre interioridad y exterioridad. En la Fenomenologa, MerleauPonty ya haba resuelto este dualismo al hacer de la corporeidad la forma visible de nuestras intenciones, disolviendo de este modo el problema de cmo acceder a la subjetividad interior. El postulado de que el cuerpo es eminentemente un espacio expresivo (2000: 163), implica la visibilidad de los predicados mentales, esto es, el carcter concreto y observable de los hechos psquicosemociones, pensamientos, intenciones, en tanto formas de comportamiento. Peirce, por su parte, desarrolla las consecuencias de la incapacidad de introspeccin y de intuicin; todo pensamiento es un proceso inferencial desarrollado a travs de signos, y en cuanto tal, pblicamente comunicable11. La idea de un ego pensante abstrado de la comunidaduna res cogitans autosuficiente, es para Peirce sencillamente un
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Andacht y Michel (2005) citan a Ransdell para dar cuenta del carcter complementario de las nociones de signo y de representacin en la semitica tridica. Representacin remitira al sentido en su dimensin subjetiva, de interioridad; signo, por su parte, es el sentido en tanto pblicamente accesible en el mundo exterior, objetivo.

despropsito, un error. Como ya se ha argumentado, la base existencial de esta insercin en el mundo intersubjetivo es el cuerpo propio, la materializacin sensible de una mente humanaen otros trminos, de una subjetividad. Como apuntamos en secciones anteriores, al presentar la concepcin pragmatista del self, el carcter genrico e inferencial de ste precisa de un anclaje fctico en una situacin histrica concreta. La tesis de la fenomenologa de la percepcin segn la cual la corporeidad es el medio y la base de toda experiencia personal, el vehculo del ser-en-el-mundo, dara cuenta de este aspecto existencial, y consustancialmente intersubjetivo, del self. 3.2. El esquema corpreo como la terceridaden el cuerpo Las compatibilidades tericas se vuelven ms operativas en la medida en que nos detenemos en la descripcin del cuerpo vivido desarrollada por Merleau-Ponty. Puesto a superar la concepcin mecanicista del cuerpo humanoentendido, al modo de la fisiologa, como un organismo objetivo, este autor destaca su carcter activo y competente en el movimiento de la existencia. Esta agentividad corprea es condensada en el concepto de cuerpo-sujeto. Arthur Frank (1996), un socilogo britnico abocado a la cuestin de la corporeidad, seala que cuerpo-sujetocomo la vivencia subjetiva, emocionalmente experimentada, de la corporeidady self resultan, en principio, indistinguibles; ahora bien, analticamente, ste se diferenciara por su capacidad de auto-conciencia, por la facultad de adoptar un punto de vista externo desde el que objetivar ese cuerpo vivido de modo inmediatofacultad cuyo momento liminar, presimblico, es la ya discutida experiencia de identificacin imaginaria con su reflejo especular, pero cuyo desarrollo pleno se actualiza a travs de la adquisicin del lenguaje12. Con Peirce, podramos decir que aqu interviene la ya mencionada distincin entre la sensacin que acompaa la posesin de un cuerpo animaluna instancia del orden de la inmediatez cualitativa, del sentimiento, de la primeridad, y el self como un flujo de pensamientos-signomanifestacin propia de la terceridad. Ahora bien, intentaremos demostrar que la nocin de cuerpo-sujeto remite de manera an ms comprehensiva a las categoras peirceanas. Creemos, en efecto, que en el cuerpo-sujetoentendido como el soporte de la accin social (Crossley)operan modos de comprensin, si bien de naturaleza no discursiva, susceptibles con todo de un aprendizaje a travs de la experiencia. En otros trminos, existira en el cuerpo propio una disposicin a actuar de manera lgica y autnomapor causacin final, en cada situacin determinada. Nos hallamos, pues, ante una forma de terceridad arraigada en el cuerpo propio, y operativa por debajo del nivel de la conciencia verbal13. El modo de funcionamiento de esta terceridad del cuerpo se entender a la luz del concepto de esquema corpreo. El esquema corpreoafirma Merleau-Pontyes el
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En la Fenomenologa de la percepcin, Merleau-Ponty acu la expresin cogito tcito: la vivencia de m por m (2000: 412). En sus obras posteriores abandonara esta aportica designacin. Sin embargo, creemos legtimo mantener esta idea de una forma de comprensin o conciencia del cuerpo, independiente del desarrollo de la competencia estrictamente lingstica. Ms que de cogito tcito, se preferir, pues, hablar de una comprensin prctica o existencial, no discursiva. 13 Existira en el cuerpo humano, en efecto, un telos de racionalidad. Merleau-Ponty sostiene que el cuerpo propio se interpreta a s mismo: Sistema de potencias motrices o de potencias perceptivas, nuestro cuerpo no es un objeto para un yo pienso: es un conjunto de significaciones vividas que va hacia su equilibrio (2000: 170). Cabe recordar aqu que para Peirce, el rasgo distintivo de los procesos semisicos es su carcter teleolgico, su tendencia a alcanzar un estado final mediante el aprendizajeasimismo, desde otro punto de vista, esto puede entenderse como la tendencia a abandonar un estado de irritacin, pragmticamente insatisfactorio, para arribar a una relacin ms armnica con lo real.

que da un sentido motor a las consignas verbales (2000: 159). En otros trminos, es una regla de interpretacin que se manifiesta en competencias motoras, a travs de las cuales el cuerpo-sujeto selecciona las lneas de comportamiento apropiadas en una situacin espacial dada. Juzgamos una feliz y reveladora coincidencia que Merleau-Ponty empleara el vocablo habitud para referirse a estas disposiciones corporales aprendidas; en ese trmino, en efecto, resuena para nosotros la nocin pragmtica del hbito como interpretante lgico. La habitud es una disposicin14 a procesar en cierto sentido la informacin sensorial pertinente del contexto situacional; as las cosas, sobre la base de esta lectura de la situacin sensorial, el cuerpo-sujeto est en condiciones de actuar de una manera espontnea y auto-controlada, pero tambin regular y previsible. Cabe insistir en este punto: la manipulacin del esquema corpreo habilita la adquisicin cultural de nuevas habitudes en tanto competencias. La insistencia se encuentra en la propia argumentacin de Merleau-Ponty, y su propsito es disociar esta nocin de todo marco de referencia conductista. La disposicin del cuerpo a comportarse de un cierto modo ante una determinada situacin, no es, por cierto, el producto de un adiestramiento mecnico conforme al modelo de estmulo-respuesta. Si as fueraesto es, si el esquema corpreo actuara como un reflejo condicionadonos encontraramos ante una relacin didicacausacin eficiente, y no ante una relacin tridica, de carcter inferencial, lgicacausacin final. Nuestra interpretacin quedara, pues, impugnada. Pero Merleau-Ponty es claro en este punto, y enfatiza que el esquema corpreo es la base de una competencia creativa; es una forma de comprensin, un aprendizaje entendido como incorporacin del sentido. Se dice que el cuerpo ha comprendido, que la habitud es adquirida cuando se ha dejado penetrar por una nueva significacin, cuando se ha asimilado un nuevo ncleo significativo (Merleau-Ponty 2000: 164). 3.3. La percepcin como origen del sentido: la sntesis prctica del juicio perceptivo La argumentacin de la terceridad inherente a la accin del cuerpo propio, tal como ste es descrito por Merleau-Ponty, no puede eludir la tesis central de su fenomenologa, a saber, la primaca de la percepcin. La percepcin, en efecto, constituye para Merleau-Ponty la capa primordial de la experienciaesto es, de la subjetividad, en cuanto ella faculta al cuerpo para abrirse al mundo y entrar en relacin con l. La percepcin, por su parte, depende del punto de vista, y ste, naturalmente, de la posicin que el cuerpo viviente ocupa en el espacio. Ahora bien, esta dependencia del punto de vista, antes que una limitacin, es la condicin misma de la naturaleza interpretativa del campo perceptual. Aqu no podemos sino subrayar el carcter activo de la percepcin. La percepcin, siempre contextualmente situada, opera una sntesis prctica de cuanto aparece en su horizonte de visin. Esta labor de sntesis de los datos sensoriales es a su vez inherente a la actitud pragmtica que el cuerpo propio mantiene hacia el mundo nuestra relacin con ste, en efecto, no consiste de un yo pienso sino de un yo puedo (Crossley). La percepcin, en efecto, no es contemplacin pasiva, sino el principio dinmico que posibilita el involucramiento existencial en un mundo (fsico e intersubjetivo). No ha de entendrsela, por tanto, como un proceso fisiolgico que
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Entre las diversas nociones aristotlicas que Peirce recuper a lo largo de su obra, est la de hexis, cuyo sentido es precisamente el de disposicin.

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genera una imagen psquica o mental, sino como un elemento ontolgico que est en el mundo15. As las cosas, esta sntesis prctica, derivada de los esquemas perceptales culturalmente adquiridos, es para Merleau-Ponty el origen pre-reflexivo del sentido. La percepcin entraa siempre ya significaciones prcticas, las cuales se incorporan en un proceso continuo de generalizacin. Por cierto, no son impresiones brutas a lo que se alude; antes bien, sobre la base de los productos elaborados por esos esquemas perceptales, el cuerpo-sujeto comprende su situacin espacial, y asume, en la conjuncin entre sta y el proyecto personal, una lnea de accin competente. La percepcin es, pues, el elemento constitutivo del saber del cuerpo. De lo que precede se sigue que, para Merleau-Ponty, la percepcin no admite ser concebida como una relacin didica, sino ms bien como un proceso tridico cuyo fin es elaborar significativamente las sensaciones (estmulos) recibidos por el cuerpo en situacin. En este aspecto, la fenomenologa de Merleau-Ponty resulta nuevamente congruente con el proceso en cuyos trminos Peirce procura dar cuenta de lo que l denomina juicio perceptivo. ste, en efecto, hace referencia a la relacin tridicaes decir, significativaen la que desemboca un proceso perceptivo, dinamizado por inferencias eminentemente abductivas, por cuya mediacin el percepto experimentado como una imposicin brutal (CP 1.253), es interpretado y revestido de un sentido16. 4. La fenomenologa como soporte de la semitica y fundamento del anlisis pragmtico del self Hacia la dcada de 1890, la investigacin de Peirce registra un giro relativo de la lgica a la gnoseologa. Determinante para este desplazamiento es el encuentro con el ya desarrollado concepto de hecceidad de Duns Scoto. Los tres valores con arreglo a los cualessegn el modelo de KantPeirce haba procurado analizar los elementos de la proposicin, se convierten en las tres categoras universales de la experiencia con que aspira a dar cuenta de los rasgos formales del fenmeno. Peirce se aplica, as, al desarrollo de la fenomenologa en tanto disciplina pre-lgica17, soporte de la semitica. A los fines poner de relieve la originalidad de su proyecto, Peirce reemplaza eventualmente el trmino fenomenologa con el neologismo faneroscopa, designando as a una rama de su filosofa de la que derivar las herramientas necesarias para dar cuenta de la terceridad presente en la naturaleza. Peirce asentar, de este modo, uno de los fundamentos de su concepcin cosmolgica, segn la cual el universo presenta una ley inherente que lo dispone al crecimiento autnomo y continuo hacia la generalidad. El mundo en su totalidad estara regido por este principio que Peirce identifica como la propia ley de la mente, esto es, la tendencia a adquirir hbitos cada vez ms complejos (CP 6.101). Dicha tendencia
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Esto evoca otro paralelismo con Peirce: as como el pensamiento no est en nosotros, sino que nosotros estamos en el pensamiento, de modo anlogo, la percepcin no ocurre en nuestras mentes, sino en-elmundo (Crossley). 16 Para una explicacin del carcter representativo del juicio perceptivo, esto es, del modo en que ste opera una mediacin o sntesis entre los elementos de primeridad y de segundidad que componen el percepto, ver CP 7.625-30. 17 Peirce plantea a la fenomenologa, en efecto, como una ciencia descriptiva, por contraste a la naturaleza normativa de la lgica entendida como semitica. En consecuencia, le asigna un mtodo inductivo, basado en la observacin directa del fenmeno universal (tambin denominado phaneron), esto es, de todo lo que de algn modo aparece a la mente (CP 1.284).

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evolutiva se despliega a travs de un proceso de aprendizaje auto-controlado de carcter tridico; en otros trminos, la ley de la mente se instanciaes decir, se materializa como un proceso semisico de generacin de signos. Ya sealamos que, conforme al modelo antropolgico del hombre-signo, el cuerpo en tanto instancia sensible correspondera al representamen, el primero de la relacin sgnica. Ahora hemos de destacar el papel del elemento tercero de dicha relacin, el interpretante. En una de sus varias versionesacaso la ms genuinamente pragmaticista18, aqul se entiende como el efecto significativo de la accin sgnica; en este sentido, Peirce distingue tres clases de interpretante: emocional, energtico y lgico (CP 5.473-76). Estas clases se corresponden respectivamente con las categoras de la experiencia, por lo que el interpretante lgico es concebido como un pensamiento. As las cosas, y en conformidad con la mxima pragmtica19, Peirce plantea como destino a largo plazo (in the long run) de la semiosis un interpretante lgico final, la nica instancia sgnica con la generalidad suficiente para captar el significado total de un concepto dado (CP 5.491). La mencin de la mxima pragmtica no es anecdtica, por cuanto el interpretante lgico final ha de comprenderse como un hbito, una disposicin a actuar y sentir de ciertos modos ante determinadas circunstancias. Segn la lectura de Eco (1998), en tanto momento preliminar de la prctica, el hbitoo en todo caso, el cambio de hbitorepresentara el lmite extrasemisico (siempre, por cierto, provisional) del proceso sgnico. El hbito es postulado, as, como el significado viviente del concepto. Tal como hemos visto a propsito de Merleau-Ponty y su concepto de esquema corpreo, el aprendizaje de nuevas habitudes se describe como la (literal) incorporacin de significaciones. Esta tendencia al aprendizaje, fuente de las disposiciones a conducirse de manera espontnea y creativa en determinadas situaciones, justific nuestra conclusin de que la terceridad opera ya a nivel del cuerpo propiobajo la forma de un proceso inferencial, del tipo abductivo y desplegado en un nivel pre-reflexivo o no consciente. De este modo, la corporeidad, en tanto concepcin no objetivista del cuerpo humanoesto es, el enfoque del cuerpo como sujeto activo en el mundo, justifica la conclusin de que, lejos de un hiato sustancial, entre lo fisiolgico y lo psquico existe ms bien continuidad. Si en el pensamiento de Merleau-Ponty la unin del alma y del cuerpo [] se consuma a cada instante en el movimiento de la existencia (2000: 107), paralelamente, como ya hemos visto, para la semitica pragmtica es precisamente la nocin de hbito la que permite conjugar mente y materia, impugnando el dualismo ontolgico. Por lo dems, desde esta perspectiva, el sujeto humano no se concibe sino como un agente somtico, histricamente situado, e inserto en un plexo de prcticas sociales reconocibles. La identidad humana es un concepto prctico, nunca formal. En este sentido, el yo siempre emerge del nosotros, en la medida en que se despliegan los procesos de identificacin con otros determinados. Y para el pragmatismo, en efecto, esos procesos de identificacin equivalen a la incorporacin de determinados hbitos de conducta. Es esa incorporacin la que convierte al organismo humano en un agente humano racional, en la medida en que son los hbitos quienes sustentan los ideales y fines hacia cuya realizacin se orienta la conducta con sentido (Colapietro 2006).
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Pragmaticismo es el neologismo que acu Peirce para diferenciar su teora de lo que en cierto punto comenz a juzgar como interpretaciones desvirtuadas del pragmatismo. 19 En una de sus versiones ms difundidas, la mxima pragmtica afirma: Para averiguar el significado de una concepcin intelectual uno debera considerar qu consecuencias prcticas podran concebiblemente resultar por necesidad de la verdad de esa concepcin; y la suma de esas consecuencias constituir el significado completo de esa concepcin. (CP 5.9)

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5. Conclusin: Hacia una comprensin cronotpica del cuerpo y la subjetividad El cartesianismo postul al cuerpo como principio de individuacin. Hemos procurado demostrar que Peirce inaugur un pensamiento pragmtico, opuesto a estas premisas mecanicistas e individualistas desde las que la modernidad pens al cuerpo y a la identidad humanas. No son las fronteras del cuerpo individual las que singularizan a un sujeto, sino su emplazamiento contextual en el continuum espaciotemporalesto es, lo que define su campo perceptual distintivo. De aqu que la idea de hecceidad, el hic et nunc irreductible del individuo concreto, ms que con un objeto mecnico donde morara un cogito solipsista y monolgico, presenta una semejanza con la nocin de excedente de visin, empleada por Bajtn (2005) para valorizar el lugar nico e insustituible que cada sujeto ocupa en el acontecimiento del serextraposicin espacial de donde se deriva la multiplicidad de perspectivas necesaria para que se desenvuelva la definicin dialgica de cada s mismo singular. Asimismo, Merleu-Ponty recurri por su parte al principio de la hecceidad para invalidar de entrada al idealismo trascendental en cuanto teora cognoscitiva. Todo conocimiento parte y se funda en la percepcin; principio que, lejos de avalar una alternativa empirista, recalca la dependencia de lo sensorial con respecto al punto de vista particular, esto es, de la situacin espacial del cuerpo en cuanto medio de comunicacin con el mundo y base de toda experiencia. Para l, a fin de cuentas, no somos ms que un punto de vista. La centralidad que ambos enfoques conceden a la nocin de hbitoen trminos semiticos uno, existenciales el otro, nos remite a la necesidad de pensar los fenmenos de significacin desde una perspectiva social e histricamente situada, y asimismo, como procesos consustancialmente prcticos y corporizados. De aqu que, para concluir, podamos afirmar que tanto pragmatismo semitico como fenomenologa de la percepcin, apuntan hacia una concepcin cronotpica y dialgica del cuerpo, la subjetividad y el sentido. 6. Referencias bibliogrficas ANDACHT, Fernando (2007): Um encontro inesperado do modelo semitico da representao e da anlise goffmaniana da experincia no marco da epistemologia comunicacional, in Jairo Ferreira (org.), Cenrios, Teorias e Heranas do Campo Acadmico da Comunicao, Rio de Janeiro, e-papers, disponible en http://www.epapers.com.br ANDACHT, Fernando & MICHEL, Mariela (2005): A Semiotic Reflection on Selfinterpretation and Identity, in Theory & Psychology, 15, 51-74, London, SAGE Publications. BAJTIN, Mijail M. (2005): Autor y personaje en la actividad esttica, en Esttica de la creacin verbal, 13-190, Buenos Aires, Siglo XXI. BARRENA, Sara & NUBIOLA, Jaime (2006): Antropologa pragmatista: el ser humano como signo en crecimiento, extrado de http://www.unav.es/gep/IIPeirceArgentinaBarrenaNubiola.html CAMBLONG, Ana (2003): Macedonio. Retrica y poltica de los discursos paradjicos, Buenos Aires, Eudeba.

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