Derecho Procesal Civil: Parte General
Derecho Procesal Civil: Parte General
Derecho Procesal Civil: Parte General
PARTE GENERAL
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PARTE GENERAL
978-84-1397-688-4
manuales
DERECHO PROCESAL CIVIL
PARTE GENERAL
COMITÉ CIENTÍFICO DE LA EDITORIAL TIRANT LO BLANCH
tirant lo blanch
Valencia, 2021
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EDITA: TIRANT LO BLANCH
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ISBN: 978-84-1397-689-1
Primera Parte
LOS PRINCIPIOS DEL PROCESO Y DEL PROCEDIMIENTO
Lección 1
LOS PRINCIPIOS DEL PROCESO Y DEL PROCEDIMIENTO................................ 15
Vicente Gimeno Sendra
Segunda Parte
LOS PROCESOS ORDINARIOS
Lección 2
EL PROCESO ORDINARIO..................................................................................... 35
Sonia Calaza López
Lección 3
JUICIO VERBAL....................................................................................................... 49
Manuel Díaz Martínez
Tercera Parte
LOS PRESUPUESTOS PROCESALES
Lección 4
LOS PRESUPUESTOS PROCESALES DEL ÓRGANO JURISDICCIONAL: JURIS-
DICCIÓN Y COMPETENCIA.................................................................................. 61
Vicente Gimeno Sendra
Lección 5
LOS PRESUPUESTOS PROCESALES DE LAS PARTES (I): CAPACIDAD PARA SER
PARTE, CAPACIDAD PROCESAL Y CAPACIDAD DE POSTULACIÓN.................. 95
Sonia Calaza López
Lección 6
LOS PRESUPUESTOS PROCESALES DE LAS PARTES (II): PLURALIDAD DE
PARTES, LITISCONSORCIO, INTERVENCIÓN Y SUCESIÓN PROCESAL........... 111
Sonia Calaza López
8 Índice
Lección 7
LOS PRESUPUESTOS DEL OBJETO PROCESAL..................................................... 131
Vicente Gimeno Sendra
Cuarta Parte
EL OBJETO DEL PROCESO
Lección 8
EL OBJETO DEL PROCESO..................................................................................... 171
Vicente Gimeno Sendra
Lección 9
LA AMPLIACIÓN DEL OBJETO PROCESAL: ACUMULACIÓN DE ACCIONES Y
DE PROCESOS.......................................................................................................... 191
Sonia Calaza López
Lección 10
LOS ACTOS DE DISPOSICIÓN DEL OBJETO PROCESAL..................................... 209
Vicente Gimeno Sendra
Quinta Parte
LAS PARTES DEL PROCESO
Lección 11
LA LEGITIMACIÓN................................................................................................. 231
Vicente Gimeno Sendra
Sexta Parte
ACTOS PREPARATORIOS DEL PROCESO
Lección 12
ACTOS PREVIOS AL PROCESO: DILIGENCIAS PRELIMINARES, ANTICIPACIÓN
Y ASEGURAMIENTO DE LA PRUEBA Y CONCILIACIÓN PREVIA..................... 245
Manuel Díaz Martínez
Índice 9
Séptima Parte
MEDIDAS CAUTELARES
Lección 13
LAS MEDIDAS CAUTELARES (I): DISPOSICIONES GENERALES......................... 273
Manuel Díaz Martínez
Lección 14
LAS MEDIDAS CAUTELARES (II): PROCEDIMIENTO.......................................... 289
Manuel Díaz Martínez
Octava Parte
LOS ACTOS DE ALEGACIÓN
Lección 15
LA DEMANDA Y SUS EFECTOS.............................................................................. 309
Sonia Calaza López
Lección 16
LA CONTESTACIÓN A LA DEMANDA Y LA RECONVENCIÓN......................... 327
Vicente Gimeno Sendra
Novena Parte
LA AUDIENCIA PREVIA
Lección 17
LA AUDIENCIA PREVIA.......................................................................................... 349
Manuel Díaz Martínez
Décima Parte
LOS ACTOS DE PRUEBA Y EL JUICIO
Lección 18
LA PRUEBA: CONCEPTO, CARACTERES, REGULACIÓN, CARGA Y VALORA-
CIÓN......................................................................................................................... 369
Sonia Calaza López
Lección 19
PROCEDIMIENTO PROBATORIO Y MEDIOS DE PRUEBA.................................. 389
Manuel Díaz Martínez
10 Índice
Lección 20
INTERROGATORIO DE LAS PARTES Y PRUEBA TESTIFICAL............................. 397
Manuel Díaz Martínez
Lección 21
LA PRUEBA DOCUMENTAL................................................................................... 413
Manuel Díaz Martínez
Lección 22
LA PRUEBA PERICIAL, EL RECONOCIMIENTO JUDICIAL, LA PRUEBA DE
REPRODUCCIÓN DE SONIDOS E IMÁGENES Y LAS PRESUNCIONES.............. 423
Manuel Díaz Martínez
Lección 23
LA AUDIENCIA PRINCIPAL Y LAS DILIGENCIAS FINALES................................ 441
Manuel Díaz Martínez
Undécima Parte
La sentencia y los efectos económicos del proceso
Lección 24
LA SENTENCIA: COSA JUZGADA Y ACLARACIÓN............................................. 449
Sonia Calaza López
Lección 25
LOS EFECTOS ECONÓMICOS DEL PROCESO: LAS COSTAS. LAS MULTAS POR
MALA FE PROCESAL Y ABUSO DE LA JUSTICIA COMO SERVICIO PÚBLICO.. 465
Vicente Gimeno Sendra
Duodécima Parte
LOS MEDIOS DE IMPUGNACIÓN
Lección 26
LOS RECURSOS (I). DISPOSICIONES GENERALES. LOS RECURSOS ORDINA-
RIOS: REPOSICIÓN, APELACIÓN Y REVISIÓN DE DECRETOS.......................... 499
Vicente Gimeno Sendra
Lección 27
LOS RECURSOS (II). LOS RECURSOS EXTRAORDINARIOS: INFRACCIÓN
PROCESAL, CASACIÓN, INTERÉS DE LEY Y QUEJA............................................ 543
Sonia Calaza López
Índice 11
Lección 28
LOS MEDIOS DE RESCISIÓN DE LA COSA JUZGADA: NULIDAD DE ACTUA-
CIONES, AUDIENCIA AL REBELDE Y REVISIÓN................................................. 589
Sonia Calaza López
Primera Parte
LOS PRINCIPIOS DEL PROCESO
Y DEL PROCEDIMIENTO
Lección 1
LOS PRINCIPIOS DEL PROCESO
Y DEL PROCEDIMIENTO
A) Fundamento
El fundamento de los principios de aportación e investigación no hay
que encontrarlo, sin embargo, en la misma instancia que el dispositivo. Así,
en tanto que, en último término, fueron razones económicas (el reconoci-
miento del «derecho de propiedad») las que determinaron la aparición del
Los principios del proceso y del procedimiento 17
B) Concepto
Así, pues, el binomio aportación-investigación nos indica a qué sujetos
procesales, si a las partes o al Juez, les incumbe la introducción y prueba de
los hechos en el proceso.
Bajo la máxima de la aportación genéricamente se entiende el dominio
de las partes sobre el material procesal, que es aportado como fundamento
de hecho para la Sentencia.
Más concretamente, puede afirmarse que un proceso está presidido por
el principio de aportación, cuando en la constitución del objeto procesal
concurren las siguientes notas esenciales:
A) Fundamento
El sistema de la prueba legal —vigente a lo largo de toda la Edad Me-
dia— se caracterizaba, de un lado, por la existencia de medios de prueba
claramente privilegiados, cuyo resultado debía el Juez apreciar en cualquier
caso (éste era el caso de la confesión, que era la «regina probatorum»), y, de
otro, por la discriminación que debía realizar el Juez con los testimonios de
quienes habían de prestarlos en función de su status social.
Frente a dicho sistema, y como una conquista del pensamiento liberal,
surgió, hacia finales del S. XVIII y principios del S. XIX, el sistema de valo-
ración «en conciencia» o de «libre valoración de la prueba», el cual pronto
se reveló como un sistema de valoración mucho más perfecto que el que
Los principios del proceso y del procedimiento 21
B) Concepto
El sistema de la prueba legal estriba en una sustitución del Juez por el le-
gislador, puesto que éste le establece a aquél, de un lado, la existencia de un
«numerus clausus» de medios probatorios, con arreglo a los cuales deben
las partes convencerlo y, de otro y sobre todo, la de un conjunto de reglas
para la valoración del resultado de la prueba, conforme al cual existirá
una hipervaloración, de determinados medios probatorios en detrimento de
otros manifiestamente hipovalorados.
En el momento actual y en el derecho comparado, el único medio de
prueba hipervalorado es la documental pública, (y no toda ella de su con-
tenido, sino tan sólo determinados documentos públicos, tales como las
sentencias o los testamentos), cuyo fundamento puede encontrarse en la
certeza o seguridad del tráfico jurídico, en la existencia de actos o negocios
jurídicos, que, por haber sido intervenidos por un fedatario público, han de
gozar de un determinado valor probatorio privilegiado y preconstituido.
Por el contrario, el principio de libre valoración de la prueba significa
que el Juez o el Tribunal, a la hora de formar su íntima convicción, no ha
de tener otro límite que los hechos probados en el juicio, los cuales ha de
apreciar y fundamentar en el fallo con arreglo a las normas de la experien-
cia y de la lógica.
22 Vicente Gimeno Sendra
usura, en cuyo caso rige la libre valoración (art. 319.3). La antigua prueba
de «confesión», mejor denominada en la actualidad como «interrogatorio
de las partes» ha sufrido una importante transformación: de un lado, se ha
suprimido cualquier forma de juramento y, de otro, es una prueba de libre
valoración, ya que, si bien es cierto que el Juez habrá de tener como ciertos
los hechos reconocidos y que sean perjudiciales para las partes, tampoco
lo es menos que dicho valor privilegiado queda condicionado a que no lo
contradiga «el resultado de las demás pruebas» (art. 316), lo que convierte
a dicho interrogatorio en una prueba de valoración conjunta. Las demás
pruebas han de ser valoradas con arreglo a las normas de la «sana crítica»,
es decir, según las máximas de la experiencia y de la lógica o, lo que es lo
mismo, con arreglo al sistema de libre valoración; de este modo están so-
metidos a dicho criterio de las regla de la sana crítica: algunos documentos
privados (art. 334.1), el dictamen de peritos (art. 348), la prueba de testigos
(art. 376) y las reproducciones de la palabra, imagen y sonido (art. 382.3).
A) Concentración
Una de las medidas para obtener la necesaria «aceleración» del proce-
dimiento puede consistir en concentrar sus actividades en un espacio corto
de tiempo, reuniendo en la menor cantidad posible de tratamiento todo el
contenido del proceso.
La concentración del procedimiento puede obtenerse a través de todo
un conjunto de medidas, de entre las que cabe señalar las siguientes: 1)
reducción de plazos y términos, conforme a las necesidades sociales del
momento presente; 2) mayor inmediación en los actos de comunicación; 3)
estimulo de la autocomposición intraprocesal; 4) prohibición de incidentes
suspensivos; 5) tratamiento preliminar de los presupuestos procesales; 6)
establecimiento de una fase «elástica» de alegaciones y otra «preclusiva»
de prueba, y 7) instauración plena de la oralidad en la fase probatoria. La
mayoría de tales medidas fueron iniciadas por la «reforma parcial» de 1984
y culminadas por la efectuada mediante la «reforma total» operada por la
vigente Ley de Enjuiciamiento civil 1/2000.
Los principios del proceso y del procedimiento 31
B) Publicidad
En íntima conexión con el principio de oralidad, surge el de publicidad
del procedimiento en la historia de las instituciones procesales. Pero, a di-
ferencia del de concentración, que posee un marcado carácter técnico, el de
publicidad presenta una notable connotación política al haberse manifes-
tado, tal y como hoy lo conocemos, como una conquista del pensamiento
liberal.
Aun cuando sean varios y distintos los conceptos y clasificaciones doc-
trinales del referido principio, conjugando todas ellas se puede extraer la
conclusión de que, aunque excepcionalmente determinadas fases del pro-
cedimiento pudieran permanecer secretas, para una buena administración
de la justicia (v.gr.: la fase instructora del proceso penal), la publicidad en
el proceso contemporáneo ha de serlo, tanto frente a las partes (publici-
dad relativa), como frente a la sociedad o terceros (publicidad absoluta).
El ordenamiento procesal ha de autorizar la posibilidad de la participación
inmediata del público en el desarrollo del juicio, el cual ha de acceder volun-
tariamente al mismo (publicidad activa), aunque excepcionalmente pueda
darse cuenta, con posterioridad a él, de determinadas actuaciones procesa-
les (publicidad pasiva).
En nuestro proceso civil, debido a la vigencia del principio de la orali-
dad, el principio de publicidad absoluta se encuentra recogido allí donde
las actuaciones sean verbales y, de modo especial en la fase probatoria.
Dispone a tal efecto el art. 138.1 que «las actuaciones de prueba, las vistas
y las comparecencias, cuyo objeto sea oír a las partes antes de dictar una
resolución se practicarán en audiencia pública», prescripción que reitera el
art. 289.1, en cuya virtud «las pruebas se practicarán contradictoriamente
en vista pública o con publicidad» y que hay que entender también vigente
en la vista del juicio verbal (art. 443), en la apelación, si hubiere práctica
de prueba (art. 464) y en el recurso de casación (art. 486). Pero el principio
de publicidad absoluto puede ser restringido por el Tribunal «cuando sea
necesario para la protección del orden público o de la seguridad nacional
en una sociedad democrática, o cuando los intereses de los menores o la
protección de la vida privada de las partes y de otros derechos y libertades
lo exijan» (art. 138.2). Las demás actuaciones procesales están presididas
por el principio de publicidad relativa, conforme al cual tan sólo las partes
interesadas están legitimadas para el conocimiento de las actuaciones (arts.
140-141 LEC y 232 y ss. de la LOPJ).
Segunda Parte
LOS PROCESOS ORDINARIOS
Lección 2
EL PROCESO ORDINARIO
ordinario, por expresa indicación del art. 249.2 LEC, las demandas cuya
cuantía excedan de seis mil euros y aquéllas cuyo interés económico resulte
imposible de calcular, ni siquiera de modo relativo.
Ahora bien, el ALMEP, implementa, además de la ampliación cualitativa
del juicio verbal recién advertida, un nuevo alcance cuantitativo o, si se pre-
fiere, una nueva línea divisoria entre el proceso ordinario y el juicio verbal:
así, en defecto de la materia, el objeto litigioso susceptible de ser encauzado
por la tramitación del juicio ordinario, pasará a cuantificarse, de aprobarse
esta Ley, en un importe económico superior a 15.000 euros.
La determinación de la cuantía de cada objeto litigioso reviste cierta
complejidad, pues, como puede fácilmente comprenderse, su más precisa
concreción casi nunca resulta pacífica entre las partes procesales. Por esta
razón y porque la cuantía no está necesariamente relacionada con la difi-
cultad o relevancia del asunto, es por lo que muchos autores cuestionan la
bondad de este criterio de selección: la reconducción al ordinario, en defec-
to de la materia, cuando la cuantía sea superior a una determinada suma
de euros. La LEC establece, en todo caso, unos criterios de fijación de esta
cuantía, que, muy sucintamente relacionados, pueden concretarse en las si-
guientes reglas o parámetros:
Primero: cuando se reclama una cantidad de dinero determinada, la
cuantía de la demanda estará representada por dicha cantidad, y si falta la
determinación, aun en forma relativa, la demanda se considerará de cuantía
indeterminada.
Segundo: Cuando el objeto del proceso sea la condena de dar bienes
muebles o inmuebles, con independencia de que la reclamación se base en
derechos reales o personales, se estará al valor de los mismos al tiempo de
interponerse la demanda, conforme a los precios corrientes en el mercado o
en la contratación de bienes de la misma clase. Para este cálculo podrá ser-
virse el actor de cualesquiera valoraciones oficiales de los bienes litigiosos, si
no es posible determinar el valor por otros medios, sin que se pueda atribuir
a los inmuebles un valor inferior al que conste en el catastro.
Tercero: En los casos en que la reclamación verse sobre el usufructo o
la nuda propiedad, el uso, la habitación, el aprovechamiento por turnos u
otro derecho real limitativo del dominio no sujeto a regla especial, el valor
de la demanda se fijará atendiendo a la base imponible tributaria sobre la
que gire el impuesto para la constitución o transmisión de estos derechos.
Cuarto: En los juicios sobre el derecho a exigir prestaciones periódicas,
sean temporales o vitalicias, se calculará el valor por el importe de una
El proceso ordinario 41
IV. ESTRUCTURA
La estructura del proceso ordinario responde a las notas de generalidad,
universalidad, amplitud y expansividad características de esta modalidad
procesal: recuérdese, globalidad de cognición, exhaustividad de garantías
y plenitud de efectos de cosa juzgada. Para lograr estos elevados y nobles
objetivos, el proceso ordinario se estructura en cuatro fases claramente in-
dividualizadas y delimitadas:
Primera Fase. Fase de alegaciones: demanda, contestación a la demanda
y, en su caso, reconvención.
Segunda Fase. Audiencia previa.
Tercera Fase. Audiencia principal o juicio.
Cuarta Fase. Sentencia.
Procedamos a relatar, muy sucintamente, el contenido de cada una de
estas fases:
2. Audiencia previa
Una vez contestada la demanda o precluido el plazo para contestarla sin
éxito, esto, es, sin que el demandado la hubiere contestado, comienza la se-
gunda fase del proceso ordinario, denominada audiencia previa. La audien-
cia previa se rige por el principio de la oralidad, pues consistirá, esencial-
mente, en la celebración física —en este tiempo de pandemia, normalmente
telemática— de una comparecencia ante el Juez, con asistencia de las partes
—con sus representantes, en caso necesario— y sus respectivos defensores.
La audiencia previa sirve para la consecución de las siguientes finalida-
des:
Primera finalidad de la audiencia previa: El Juez comprobará, en pri-
mer lugar, si subsiste el conflicto, puesto que el mantenimiento de la con-
tradicción durante todo el recorrido procedimental constituye un requisi-
to esencial de todo proceso judicial. Así, pues, si las partes manifiestan, al
mismo inicio de esta audiencia, haber llegado a un acuerdo o se muestran
46 Sonia Calaza López
4. Sentencia
La sentencia se dictará dentro de los veinte días siguientes a la termi-
nación del juicio. Dentro de este plazo de veinte días, el Tribunal todavía
podrá autorizar, mediante auto, la práctica de diligencias finales en los tres
siguientes casos: primero, cuando, por causas ajenas a la parte que la hu-
biese propuesto, no se hubiese practicado alguna de las pruebas admitidas;
segundo, cuando se refieran a hechos nuevos o de nueva noticia; y al fin,
tercero, cuando deban practicarse, de nuevo pruebas, sobre hechos relevan-
tes, oportunamente alegados, debido a que los actos de prueba anteriores
no hubieran resultado conducentes a causa de circunstancias ya desapare-
cidas e independientes de la voluntad y diligencia de las partes, siempre que
existan motivos fundados para creer que las nuevas actuaciones permitirán
adquirir certeza sobre aquellos hechos.
Una vez practicadas estas diligencias probatorias finales, las partes po-
drán, dentro del quinto día, presentar escrito en que resuman y valoren
el resultado. El plazo de veinte días para dictar sentencia, como es lógico,
volverá a computarse cuando transcurra el otorgado a las partes para pre-
sentar el escrito recién mencionado.
Lección 3
JUICIO VERBAL
I. ÁMBITO DE APLICACIÓN
De conformidad con lo dispuesto en el art. 248.1 LEC, toda contienda
judicial entre partes que no tenga señalada por Ley otra tramitación será
ventilada y decidida en el proceso declarativo que corresponda, pertenecien-
do a dicha clase de procesos tanto el juicio ordinario como el juicio verbal.
En cuanto al ámbito de aplicación del juicio verbal, la LEC enumera una
serie de materias que, con independencia de su cuantía, se decidirán en el
verbal y dispone igualmente que también se tramitarán por sus cauces las
demandas cuya cuantía no exceda de 6000 euros y no se refieran a ninguna
de las materias que deban decidirse en el juicio ordinario (art. 250.2 en re-
lación con el art. 249.1 LEC).
Por razón de la materia, se decidirán en juicio verbal las demandas que
tengan por objeto (art. 250 1 LEC): 1º) Desahucio por falta de pago de la
renta o por expiración del plazo fijado contractual o legalmente en arren-
damientos de finca rústica o urbana o en aparcería; 2º) Desahucio por pre-
cario; 3º) Puesta en posesión de bienes a quien los hubiere adquirido por
herencia; 4º) Recuperación de la posesión despojada o perturbada, así co-
mo de la posesión de vivienda por quien haya sido privada de ella sin su
consentimiento; 5º) Suspensión de una obra nueva; 6º) Demolición de obras
ruinosas; 7º) Tutela de los derechos reales inscritos en el Registro; 8º) Ali-
mentos; 9º) Derecho de rectificación; 10º) Venta a plazos de bienes muebles;
11º) Arrendamientos financieros, de bienes muebles, o contratos de venta a
50 Manuel Díaz Martínez
C) Admisión de la demanda
Una vez presentada la demanda, el LAJ decidirá mediante decreto su
admisión a trámite y, si considera que la demanda debe ser inadmitida,
dará traslado al Tribunal para que éste se pronuncie acerca de la admisión
o inadmisión.
El LAJ dictará decreto de admisión cuando considere que se cumplen
todos los presupuestos procesales que condicionan la válida constitución
del proceso (del órgano jurisdiccional, de las partes y del objeto), o cuando,
tratándose de un defecto procesal subsanable, sea subsanado por el actor en
el plazo concedido para ellos.
Por el contrario, si se trata de un presupuesto procesal no subsanable
(p. ej. falta de jurisdicción o de competencia objetiva) o que no haya sido
subsanado en el plazo concedido, el LAJ deberá dar traslado al Tribunal, lo
que encuentra su fundamento en que la inadmisión de la demanda afecta
al derecho fundamental a la tutela judicial efectiva proclamado en el art.
24.1 CE, cuya primera exigencia consiste en garantizar el acceso de las
partes a los Tribunales para la tutela de sus derechos e intereses legítimos.
En tales casos, si el Tribunal coincide con el criterio del LAJ dictará auto de
inadmisión de la demanda, frente al que cabe la interposición del recurso
de apelación; si discrepa del criterio mantenido por el LAJ, dictará auto de
admisión de la demanda.
El ALMEP añade tres nuevos apartados (5, 6 y 7) al art. 439 LEC, estable-
ciendo la inadmisión a trámite de las demandas de juicio verbal de recla-
mación de cantidad formuladas en los casos de cancelación, denegación de
embarque o retraso, si no se ha interpuesto previa reclamación ante la Agen-
cia Estatal de Seguridad Aérea (AESA) o la compañía aérea en su caso, y las
de devolución de cantidades por cláusulas suelo de un consumidor, si este
previamente no ha intentado la reclamación previa extrajudicial a la persona
Juicio verbal 53
3. Desarrollo de la vista
Tal y como se ha señalado, a diferencia del juicio ordinario en donde
una vez transcurrida la fase de alegaciones y antes de la celebración del
juicio tiene lugar la celebración de la audiencia previa, en el juicio verbal
muchos de los cometidos que tienen lugar en dicha fase suceden concentra-
damente en la vista oral: en primer lugar, intento de que las partes lleguen a
un acuerdo o comprobación de si subsiste el litigio entre ellas; en segundo,
depurar el proceso de todos los obstáculos procesales que haya planteado el
demandado en su contestación a la demanda o suscite el Tribunal de oficio;
en tercero, aclaración y fijación de los hechos controvertidos; en cuarto,
proposición, admisión y práctica de a prueba y, por último, eventuales con-
clusiones de las partes.
56 Manuel Díaz Martínez
V. PROCEDIMIENTO TESTIGO
En relación con los juicios verbales donde se ejerciten acciones indivi-
duales de condiciones generales de la contratación en los que no sea preciso
realizar un control de transparencia de la cláusula ni valorar la existencia de
vicios en el consentimiento del contratante, el ALEF introduce en el nuevo
art. 438 ter LEC la posibilidad de elegir un «procedimiento testigo».
En tales casos, el ALJ procederá a dar cuenta al Tribunal, con carác-
ter previo a la admisión de la demanda, cuando considere que la deman-
da incluye pretensiones que han sido objeto de procedimientos anteriores
planteados por otros litigantes y que las condiciones generales cuestionadas
tienen identidad sustancial.
Dada cuenta y examinado el asunto, el Tribunal dictará auto acordando
la suspensión del curso de las actuaciones hasta que se dicte sentencia firme
58 Manuel Díaz Martínez
2. Clases
Los presupuestos procesales pueden sistematizarse en:
1) del órgano jurisdiccional: la jurisdicción y competencia objetiva, te-
rritorial y funcional.
2) de las partes: la capacidad para ser parte y de actuación procesal, la
postulación procesal, la capacidad de conducción procesal y el litis-
consorcio necesario;
Los presupuestos procesales del órgano jurisdiccional 63
3. Examen de oficio
Los presupuestos procesales han de ser observados por el actor en el mo-
mento de la interposición de la demanda. Si incumpliera alguno de ellos, el
demandado tendrá la carga procesal de evidenciar su ausencia en su escrito
de contestación mediante la interposición de la pertinente excepción.
La vigente LEC de 2000 ha acentuado también el «examen de oficio» de
los presupuestos procesales en la fase declarativa y, así, el Juez está expresa-
mente autorizado, en ocasiones, a inadmitir de plano la demanda o a poner
de manifiesto a las partes su incumplimiento en la comparecencia previa,
pudiendo disponer el archivo del proceso si, habiéndose inobservado el pre-
supuesto procesal, fuera de naturaleza insubsanable o la parte, que tuviere
la carga de su sanación, no lo hiciera en el plazo acordado por el Juez (arts.
418 y ss.).
1. Concepto
Se entiende por «Jurisdicción» el otorgamiento por el ordenamiento ju-
rídico a un determinado Tribunal de la potestad de «juzgar y hacer ejecutar
lo juzgado», contenida en el art. 118.3 CE.
Desde un punto de vista funcional dicha potestad constituye un auténti-
co presupuesto procesal, pues es «improrrogable» (art. 9.6 LOPJ), es decir,
se tiene o no se tiene, de manera que las normas que la disciplinan son de
orden público, sin que las partes, ni el propio Juez puedan decidir cuándo
ostentan la Jurisdicción. De aquí que, como todo presupuesto procesal, sea
apreciable de oficio (arts. 9.6 LOPJ y 37 LEC) y que su infracción acarree
una nulidad de pleno derecho (art. 238.1 LOPJ), la cual, como se ha dicho,
puede ser examinada en cualquier estadio del procedimiento (art. 240.2
LOPJ).
Para que el Tribunal ostente legítimamente la potestad jurisdiccional so-
bre un determinado objeto procesal es necesario que el ordenamiento le
atribuya expresamente esta facultad, lo cual implica la exigencia de con-
jugar dos criterios, externo e interno. De conformidad con el primero, el
conocimiento de esa materia u objeto procesal no puede estar exento del
conocimiento de los Tribunales españoles, bien por la existencia de una
inviolabilidad o inmunidad, bien por pertenecer dicho conocimiento a otro
Tribunal de un Estado extranjero (falta de competencia internacional); en
Los presupuestos procesales del órgano jurisdiccional 65
2. Tratamiento procesal
Debido a que la Jurisdicción es un auténtico presupuesto procesal, su
concurrencia debe ser examinada de oficio por el propio órgano jurisdiccio-
nal, sin perjuicio de que, en cualquier otro caso, pueda ser denunciada, vía
excepción, por el demandado.
A) Examen de oficio
Disponen los arts. 36.2 y 37 LEC que los Tribunales civiles «se absten-
drán de conocer» cuando carecieran de Jurisdicción, bien por pertenecer la
potestad jurisdiccional para el conocimiento de un determinado asunto a
un Tribunal de otro Estado, distinto al español, bien por estar atribuida a
un órgano de otro orden jurisdiccional, distinto al civil.
En tal caso, dispone el art. 38, habrá el Juez de oír a las partes y al
Ministerio Fiscal «tan pronto como sea advertida la falta de competencia
internacional o la falta de jurisdicción por pertenecer el asunto a otro orden
jurisdiccional», en cuyo caso «se abstendrán inmediatamente de conocer»,
es decir, a fin de evitar las injustas sentencias absolutorias en la instancia,
examinarán este presupuesto al inicio del proceso, «a limine litis», median-
te auto de inadmisión de la demanda. En dicha resolución, habrá el Juez de
ilustrar a la parte del orden jurisdiccional que estima competente (arts. 9.3
LOPJ y 65.3 LEC).
Mas, podría ocurrir que, planteada la pretensión ante el orden jurisdic-
cional que el Tribunal civil ha estimado como competente, tampoco este
Tribunal reputara que ostenta Jurisdicción para el conocimiento del asunto
determinado. En tal supuesto, surgirá un conflicto negativo de competencia
Los presupuestos procesales del órgano jurisdiccional 71
que habrá de dirimirse por la Sala Especial del TS, contemplada en el art.
42 LOPJ y a través del procedimiento que regulan los arts. 43 a 50 LOPJ.
Si el conflicto negativo surgiera entre un Tribunal del orden jurisdiccio-
nal civil y la Administración o la jurisdicción contable, habrá que plantear
un «conflicto jurisdiccional» de los contemplados en los arts. 38-41 LOPJ y
LO 2/1987, de Conflictos Jurisdiccionales.
B) A instancia de parte
Como todo presupuesto procesal, si el órgano jurisdiccional no lo exa-
mina de oficio, tiene el demandado la carga procesal de denunciar su incum-
plimiento por la vía de las excepciones y en el trámite de contestación a la
demanda (art. 405), pudiéndose, en cualquier caso, plantear en la audiencia
previa del juicio ordinario.
Pero esta regla parece tener una excepción en el caso de la falta de Juris-
dicción, pues el art. 416.2 establece que «el demandado no podrá impugnar
la falta de jurisdicción o de competencia del Tribunal, que hubo de propo-
ner en forma de declinatoria».
Así, pues, en virtud de lo dispuesto en el art. 39 LEC (el demandado po-
drá denunciar mediante declinatoria la falta de competencia internacional o
la falta de jurisdicción por pertenecer el asunto a otro orden jurisdiccional
o por haberse sometido a arbitraje la controversia) debe, en principio, el
demandado interponer, como cuestión previa a la contestación de la deman-
da, la declinatoria, y para ser más precisos, hay que proponerla «dentro de
los diez primeros días del plazo para contestar a la demanda», abriéndose,
en tal caso, un incidente suspensivo, que ha de resolverse con arreglo a lo
dispuesto en los arts. 64-67.
2. Criterios determinantes
Con la sola excepción de las prerrogativas de determinadas Autoridades,
que permanecen aforadas a órganos jurisdiccionales superiores [así, la res-
ponsabilidad civil de las Autoridades, contempladas en el art. 56. 2 LOPJ,
ha de dilucidarse ante la Sala de lo Civil del TS y la prevista en el art. 73.2.a)
y b) a la Sala de lo Civil del TSJ], los criterios determinantes de la competen-
cia objetiva civil son dos: por razón de la cuantía y por razón de la materia.
3. Tratamiento procesal
El régimen procesal de la competencia objetiva es idéntico al de la Ju-
risdicción. Tratándose ambos requisitos de unos presupuestos procesales,
deben ser examinados de oficio por el Juez o pueden ser alegados por la
parte interesada.
A) De oficio
Dispone el art. 48.1 LEC que «la falta de competencia objetiva se apre-
ciará de oficio, tan pronto como se advierta, por el Tribunal que esté co-
nociendo del asunto». Establece, pues, la norma la obligación del Juez de
examinar de oficio su propia competencia «tan pronto como se advierta»,
lo cual ha de suceder en el momento de la admisión de la demanda, en la
que el actor ha de determinar el valor del objeto litigioso (art. 253.1), al
efecto de determinar el procedimiento adecuado y, por tanto, dispone el art.
404 que el Tribunal examinará de oficio su propia competencia objetiva con
anterioridad a la admisión de la demanda. Pero, en tal supuesto, no puede
el Juez, sin más, inadmitir la demanda, sino que habrá de oír previamente
a las partes y al Ministerio Fiscal en el plazo de diez días; una vez transcu-
rrido dicho plazo, dictará auto en el que, declarando la nulidad de todo lo
actuado, apreciará su falta de competencia e indicará, en su resolución, el
órgano jurisdiccional que estima procedente (art. 48.2 y 3).
Mas, podría suceder que, como consecuencia de una calificación defec-
tuosa del bien litigioso, el Tribunal tomara conocimiento de su falta de
competencia en un estadio posterior. Ello es lo que podría suceder en el
caso de que, con ocasión del incidente de fijación de la cuantía al efecto de
determinar la adecuación del procedimiento (arts. 251-255), resultara que
el valor del objeto litigioso no supera los 90 euros. En tal caso, la solución
Los presupuestos procesales del órgano jurisdiccional 75
B) A instancia de parte
Al igual que sucede con el tratamiento procesal del presupuesto de la
Jurisdicción, si el Tribunal no apreciara de oficio su falta de competencia,
el demandado tiene la carga procesal de aducir, como cuestión previa, den-
tro de los primeros diez días de los veinte que la LEC otorga para la con-
testación (art. 64), la excepción de falta de competencia objetiva, a través
del procedimiento de la declinatoria (art. 49); pero también puede la parte
interesada denunciar su violación en cualquier estadio del procedimiento
anterior al momento de dictar sentencia (art. 240.2 LOPJ) y, en particular,
en la audiencia previa.
2. Criterios
A) La fase declarativa
Dispone el art. 61 LEC que «salvo disposición legal en otro sentido, el
Tribunal que tenga competencia para conocer de un pleito, la tendrá tam-
bién para resolver sobre sus incidencias, para llevar a efecto las providencias
y autos que dictare, y para la ejecución de la sentencia o convenios y tran-
sacciones que aprobare».
Así, pues, los órganos jurisdiccionales objetivamente competentes para
el conocimiento de la fase declarativa que son, como sabemos, los Juzga-
dos de Paz y de 1ª Instancia, poseen toda su jurisdicción para el conoci-
miento de las distintas fases procesales por las que transcurre la pretensión
(alegaciones, prueba, conclusiones y sentencia), así como de las cuestiones
incidentales que se planteen y para la adopción y ejecución de todas las
resoluciones interlocutorias y definitivas (providencias, autos y sentencias),
incluidas las diligencias de ordenación, que, como es sabido, son competen-
cia del Letrado de la Administración de Justicia.
En especial, ostentan tales órganos competencia para conocer de cuan-
tos incidentes se produzcan dentro del procedimiento necesarios, bien pa-
ra poder entrar en el conocimiento de dicho objeto (así, un conflicto de
competencia que ha de solucionarse previamente mediante la declinatoria),
bien para integrar la valoración jurídica necesaria para poder satisfacer o
desestimar la pretensión (por ej., la solución de una cuestión prejudicial no
devolutiva del art. 42), así como para la acumulación objetiva y subjetiva
de acciones (arts. 71 y 72) y de procesos (arts. 74 y ss.), siempre que di-
chas acumulaciones sean procedentes, para la instrucción de los incidentes
de recusación contra los Letrados de la Administración de Justicias (art.
115.1) y para la resolución de las recusaciones contra el personal auxiliar y
colaborador (art. 121) y peritos (art. 127), para la reconstrucción de autos
(art. 232), aseguramiento y anticipación de la prueba (art. 293.2) y para la
adopción de medidas cautelares (art. 723.1).
B) La fase de impugnación
En la fase de impugnación cabe distinguir el conocimiento de la apela-
ción o segunda instancia, del de los recursos extraordinarios.
Del recurso de apelación es competente el Tribunal superior al que ha
dictado la resolución definitiva impugnada, esto es, los Juzgados de 1ª Ins-
tancia conocen de las apelaciones contra las resoluciones dictadas por los
Los presupuestos procesales del órgano jurisdiccional 77
Juzgados de Paz (arts. 85.3 LOPJ y 455.2.1 LEC) y las Audiencias Pro-
vinciales de las de los Juzgados de 1ª Instancia (arts. 82.4 LOPJ y 455.2.2
LEC).
Pero, debido a la circunstancia de que la tramitación del recurso de ape-
lación aparece legalmente desdoblada en dos fases la de preparación ante el
órgano «a quo» (es decir, el que dictó la resolución recurrida, de la que, sin
embargo, de aprobarse la LMEP, conocerá la propia AP) y la de interposi-
ción ante el órgano «ad quem» o de segunda instancia, quien ha de resolver
el recurso, es jurisprudencia del TS pacífica la de que la competencia fun-
cional para la resolución de las incidencias que se planteen corresponderá al
órgano que esté conociendo de la correspondiente fase procesal.
Del recuso extraordinario de casación, fundado en Derecho Privado es-
tatal, conoce la Sala 1ª o de lo Civil del Tribunal Supremo. Su competencia
se extiende, tanto en la infracción de normas materiales, como procesales,
pues el malogrado recurso extraordinario «por infracción procesal», del
que había de conocer la Sala de lo Civil del TSJ (arts. 465 y 468 LEC), no
llegó a instaurarse, por lo que también conoce de él el TS (Disp. Final 16ª
LEC). Este recurso de infracción procesal, de aprobarse la LMEP, se refun-
dirá en el de casación, pasando a ser ambos de competencia exclusiva de la
Sala 1ª del TS.
Pero, de conformidad con la naturaleza de nuestro Estado compuesto, si
el recurso se fundara en infracción de normas de Derecho Civil especial o
Foral propio de las CCAA, entiende de él la Sala de lo Civil del TSJ corres-
pondiente (art. 73.1.a LOPJ).
Del recurso de revisión (que, como veremos, sólo formalmente puede ser
calificado de extraordinario, pues, en realidad, encierra un nuevo proceso),
fundado en Derecho Privado estatal, conoce la Sala de lo Civil del TS (arts.
56.1 LOPJ y 509 LEC), en tanto que, si se fundara en Derecho Civil Foral o
especial de la Comunidad Autónoma, habría de conocer su Sala de lo Civil
del TSJ (art. 73.1.b LOPJ).
C) La fase de ejecución
De la ejecución de las Sentencias han de conocer los órganos jurisdiccio-
nales que hubieren conocido del objeto litigioso en la primera instancia y
hubieren, por tanto, dictado la Sentencia, cuya ejecución se pretende (arts.
61 y 545.1 LEC).
Pero el art. 98.1 LOPJ permite que, como Juzgados especializados, pue-
dan instaurarse, como así ha ocurrido en las grandes capitales, «Juzgados
78 Vicente Gimeno Sendra
3. Tratamiento procesal
A) De oficio
La competencia funcional, en tanto que presupuesto procesal, es vigi-
lable de oficio a lo largo de todo el procedimiento, ya que, al igual que la
jurisdicción o la competencia objetiva, la infracción de las normas que la
disciplinan acarrea una nulidad radical (art. 238.1 LOPJ).
B) A instancia de parte
Pero, también pueden las partes denunciar su incumplimiento, por la vía
de la declinatoria, la cual es reclamable para denunciar «la falta de compe-
tencia de todo tipo» (art. 63.1.2) e incluso, habida cuenta de su naturaleza
de orden público, puede también ser discutida en la comparecencia previa
del juicio ordinario, no obstante la aparente prohibición del art. 416.2.
Asimismo, la parte interesada puede denunciar su violación en cualquier
estadio del procedimiento anterior al momento de dictar sentencia (art.
240.2 LOPJ).
Si se interpusiera un recurso ante un órgano jurisdiccional funcional-
mente incompetente, previa audiencia de las partes, inadmitirá el recurso,
con información del órgano competente. La parte gravada dispondrá de un
plazo de diez días para interponer el recurso ante el Tribunal competente
(art. 62).
A) Concepto y fundamento
Se entiende por «reparto de los asuntos» la actividad procesal de los
Jueces Decanos o Presidentes de los Tribunales y Audiencias, consistente
en asignar a un órgano jurisdiccional el conocimiento de una demanda o
recuso determinado.
Una vez determinada la competencia objetiva, funcional y territorial de
la fase declarativa o de impugnación, si el órgano jurisdiccional, que ha de
conocer de un asunto, estuviera integrado por una pluralidad de Juzgados
o de Secciones, será necesario asignar, con arreglo a unas bases objetivas
que distribuyan equitativamente la carga de trabajo y que, sobre todo, no
infrinjan el derecho al Juez legal, el conocimiento de la demanda o recurso
determinado.
Tradicionalmente el fundamento del reparto de los asuntos residía en
obtener una distribución equitativa de la carga de trabajo entre los Juz-
gados y Tribunales de un mismo orden y órgano jurisdiccional a fin de
evitar entre ellos los agravios comparativos. Por ello, la naturaleza de esta
actividad se consideraba meramente gubernativa, sin incidencia alguna en
la esfera del proceso. De esta concepción participa, como veremos, todavía
nuestra LOPJ.
Pero la consagración, al nivel constitucional, del derecho fundamental
«al Juez ordinario predeterminado por la Ley» (art. 24.2 CE) ha ocasio-
nado un cambio esencial en su fundamento y naturaleza, si se repara en
que, de sustentar esa naturaleza meramente gubernativa, bien podría el ac-
tor manipular sobre el reparto de los asuntos a fin de que conociera de
su demanda o recurso un determinado Juzgado que, por razones técnicas
(vgr.: una homogénea línea jurisprudencial de una determinada Sección) o
incluso ideológicas (por ej.: una actitud sensible a la tutela de los intereses
de los inquilinos en los procedimientos de desahucio), fuera proclive a su
pretensión. En tal caso, se vulneraría dicho derecho fundamental al Juez
legal, el cual no puede ser otro, sino el independiente y sometido al imperio
de la Ley (art. 118.1 CE).
Por esta razón, la finalidad del reparto estriba hoy en obtener una dis-
tribución objetiva de los asuntos entre los distintos Juzgados y Tribunales
que asegure su independiente constitución, antes que asegurar el reparto
equitativo de los asuntos, y, por la misma, la naturaleza del reparto, tal y
como efectúa la LEC 1/2000, ha de considerarse como procesal, susceptible
incluso, cuando se atente al derecho al Juez legal, de fundar un recurso de
amparo contra actos del Poder Judicial.
80 Vicente Gimeno Sendra
2. Requisitos
El reparto tan sólo es procedente cuando el ejercicio del derecho de ac-
ción o la interposición de un recurso haya de efectuarse ante un órgano
jurisdiccional plural. Así se encarga de señalarlo el art. 68.1 LEC: «Todos
los asuntos civiles serán repartidos entre los Juzgados de Primera Instancia
cuando haya más de uno en el partido. La misma regla se aplicará a los
asuntos de los que deban entender las Audiencias Provinciales cuando estén
divididas en Secciones».
Si se tratara de la interposición de una demanda, el órgano jurisdiccio-
nal competente para decidir su reparto es el Juez Decano, auxiliado por su
Letrado de la Administración de Justicia, y el Presidente de una Audiencia o
del TS, cuando se haya interpuesto un recurso (arts. 160.9 y 167.2 y 168.2.a
LOPJ).
Tal y como examinamos en nuestra «Introducción», corresponde a las
Salas de Gobierno de los TSJ, aprobar las normas de reparto de su circuns-
cripción. Tales normas o bases de reparto contienen criterios objetivos de
distribución de los asuntos (por ej. el orden de entrada que asigna mecáni-
camente los asuntos entre los Juzgados, la procedencia de los recursos por
demarcaciones de los Juzgados y su asignación permanente a determinadas
Secciones, su especialización, el régimen de sorteo, etc.), con arreglo a los
cuales hay que asignar su conocimiento a los distintos Juzgados o Secciones.
Las bases de reparto, así como los señalamientos a juicio han de hacerse
públicos (arts. 167 y 232.2 LOPJ).
Pues, bien, la actividad del reparto, efectuada por los Jueces Decanos
o Presidentes de los Tribunales, ante la presentación de un nuevo asunto,
consiste en limitarse a la aplicación de tales criterios, contenidos en dichas
bases de reparto, a todos y cada uno de los asuntos ingresados en uno o dos
días, de tal suerte que sean objetivamente distribuidos entre los distintos
Juzgados o Tribunales que integran el órgano jurisdiccional. El Juez Deca-
no extenderá, a tal efecto, una «diligencia de reparto» sobre el escrito de
iniciación del proceso en el que constará el número de Juzgado o de Sección
funcionalmente competente; si faltare esta diligencia y sólo por esa causa, el
Tribunal rechazará de plano la tramitación de la solicitud (art. 68.2 LEC).
C) Medios de impugnación
Cuando el reparto de los asuntos infringiera las normas de reparto o,
lo que es peor, el derecho al Juez legal, la parte gravada debe reaccionar
inmediatamente contra dicha vulneración, habiéndose distinguir dos su-
Los presupuestos procesales del órgano jurisdiccional 81
V. LA COMPETENCIA TERRITORIAL
1. Concepto y fundamento
Se entiende por competencia territorial las normas procesales que, en
atención a la demarcación judicial, asignan el conocimiento en primera ins-
tancia de los objetos litigiosos entre los distintos Juzgados de un mismo
grado (es decir, entre los Juzgados de Paz o de 1ª instancia) de todo el terri-
torio nacional).
Tradicionalmente la competencia territorial respondía al principio de la
autonomía de la voluntad de las partes, de tal suerte que, si ellas habían
82 Vicente Gimeno Sendra
a) Fueros imperativos
Tal y como se ha adelantado y se encarga de señalar el art. 54.1, son fue-
ros legales imperativos los contemplados «en los números 1º y 4º a 15º del
apartado 1 y en el apartado 2 del artículo 52». Tales fueros nunca permiten
su derogación por la autonomía de la voluntad de las partes y han de ser
vigilados de oficio (art. 58).
En efecto, dispone el art. 52 que «1. No se aplicarán los fueros estableci-
dos en los artículos anteriores y se determinará la competencia de acuerdo
con lo establecido en el presente artículo en los casos siguientes:
1º En los juicios en que se ejerciten acciones reales sobre bienes inmue-
bles será Tribunal competente el del lugar en que esté sita la cosa liti-
giosa. Cuando la acción real se ejercite sobre varias cosas inmuebles
o sobre una sola que esté situada en diferentes circunscripciones,
será Tribunal competente el de cualquiera de éstas, a elección del
demandante.
4º En los juicios sobre cuestiones hereditarias, será competente el Tri-
bunal del lugar en que el finado tuvo su último domicilio y si lo
hubiere tenido en país extranjero, el del lugar de su último domicilio
en España, o donde estuviere la mayor parte de sus bienes, a elección
del demandante.
5º En los juicios en que se ejerciten acciones relativas a la asistencia o
representación de incapaces, incapacitados o declarados pródigos,
será competente el Tribunal del lugar en que éstos residan.
6º En materia de derecho al honor, a la intimidad personal y familiar
y a la propia imagen y, en general, en materia de protección civil de
derechos fundamentales, será competente el Tribunal del domicilio
del demandante, y cuando no lo tuviere en territorio español, el Tri-
bunal del lugar donde se hubiera producido el hecho que vulnere el
derecho fundamental de que se trate.
7º En los juicios sobre arrendamientos de inmuebles y en los de desahu-
cio, será competente el Tribunal del lugar en que esté sita la finca.
8º En los juicios en materia de propiedad horizontal, será competente
el Tribunal del lugar en que radique la finca.
9º En los juicios en que se pida indemnización de los daños y perjuicios
derivados de la circulación de vehículos de motor será competente el
Tribunal del lugar en que se causaron los daños.
Los presupuestos procesales del órgano jurisdiccional 85
b) Fueros dispositivos
Los restantes fueros especiales del art. 52 son, por obra del art. 54.1, de
carácter dispositivo. Tales fueros son los siguientes:
2º En las demandas sobre presentación y aprobación de las cuentas que
deban dar los administradores de bienes ajenos será Tribunal competente el
del lugar donde deban presentarse dichas cuentas, y no estando determina-
do, el del domicilio del mandante, poderdante o dueño de los bienes, o el del
lugar donde se desempeñe la administración, a elección del actor.
3º En las demandas sobre obligaciones de garantía o complemento de
otras anteriores, será Tribunal competente el que lo sea para conocer, o esté
conociendo, de la obligación principal sobre que recayeren.
16º En los procesos en los que se ejercite la acción de cesación en defensa
de los intereses tanto colectivos como difusos de los consumidores y usuarios,
será competente el Tribunal del lugar donde el demandado tenga un esta-
blecimiento, y, a falta de éste, el de su domicilio; si careciere de domicilio en
territorio español, el del lugar del domicilio del actor.
del juicio verbal; y c) los contratos de adhesión, los que versen sobre con-
diciones generales de la contratación y los celebrados con los consumidores
(art. 54.1 y 2).
Con exclusión, pues, de tales materias, pueden las partes, expresa o táci-
tamente, someterse a los Juzgados de una demarcación determinada, siem-
pre y cuando respeten su competencia objetiva (art. 54.3). De este modo,
no cabe dicha sumisión a un Juzgado de Paz, cuando la pretensión haya de
plantearse ante un Juzgado de 1ª Instancia, y viceversa.
A) La sumisión expresa
El art. 55 nos define dicha sumisión: «Se entenderá por sumisión expresa
la pactada por los interesados designando con precisión la circunscripción
a cuyos Tribunales se sometieren». Aunque el precepto no lo diga, junto a
la circunscripción de los Tribunales, también hay que reflejar en dicho pacto
la relación jurídico material que pueda provocar el litigio. Además resulta
aconsejable que, a efectos probatorios, quede constancia de él por escrito.
La sumisión expresa es, pues, un negocio jurídico procesal, accesorio de
otro principal, en virtud del cual las partes de un contrato deciden libre y
voluntariamente someter la aplicación, interpretación o rescisión del mismo
a la jurisdicción de los Juzgados de una determinada demarcación judicial.
En la práctica, dicho negocio jurídico suele plasmarse mediante una cláusula
de cierre a un determinado contrato (v.gr.: la sumisión expresa, con renuncia
al fuero propio, a los Juzgados de 1ª Instancia de Madrid o de Barcelona).
Cuando la sumisión se realice a una demarcación que contenga una plu-
ralidad de Tribunales, dicho pacto no puede alcanzar a determinar a cuál de
los Juzgados haya de realizarse la sumisión, ya que, en tal caso, se tendría
por no puesta y la demanda se sometería a reparto (art. 57). La finalidad
de dicha prohibición es clara: evitar las manipulaciones en la constitución
de los Tribunales, lo que atentaría al derecho al Juez legal del art. 24.2 CE).
B) La sumisión tácita
También el art. 56 define la sumisión tácita: «Se entenderán sometidos
tácitamente: 1. El demandante, por el mero hecho de acudir a los Tribunales
de una determinada circunscripción interponiendo la demanda o formulan-
do petición o solicitud que haya de presentarse ante el Tribunal competente
para conocer de la demanda; 2. El demandado, por el hecho de hacer, des-
88 Vicente Gimeno Sendra
4. Tratamiento procesal
En el tratamiento procesal de la competencia territorial se hace obligado
distinguir el de los fueros imperativos, del de los convencionales.
A) Fueros imperativos
Si, por la naturaleza del objeto litigioso, nos encontráramos ante un fue-
ro imperativo de los exceptuados por el art. 54 de la sumisión expresa o
Los presupuestos procesales del órgano jurisdiccional 89
B) Fueros convencionales
Tratándose de objetos litigiosos, sobre los que resultan procedentes los
pactos de sumisión, dispone el art. 59 que «fuera de los casos en que la com-
petencia territorial venga fijada por la ley en virtud de reglas imperativas,
la falta de competencia territorial solamente podrá ser apreciada cuando el
demandado o quienes puedan ser parte legítima en el juicio propusieren en
tiempo y forma la declinatoria».
Por consiguiente, habrá el demandado de interponer la declinatoria, que
aquí opera como una auténtica «excepción» procesal, ya que, si no la plan-
90 Vicente Gimeno Sendra
tea expresamente, se producirá una sumisión tácita (art. 56.2), que impe-
dirá su examen de oficio, pues las normas que disciplinan la competencia
territorial en los fueros convencionales no la convierten en un auténtico
presupuesto procesal.
B) La declinatoria
a) Concepto
Pero el modo más usual de plantear los conflictos de Jurisdicción y de
competencia consiste en interponer una declinatoria, en cuya virtud «el de-
mandado y los que puedan ser parte legítima en el juicio promovido podrán
denunciar la falta de jurisdicción del Tribunal ante el que se ha interpuesto
la demanda, por corresponder el conocimiento de ésta a Tribunales extran-
jeros, a órganos de otro orden jurisdiccional o a árbitros» (art. 63.1).
Los presupuestos procesales del órgano jurisdiccional 91
b) Procedimiento
Una vez planteada la declinatoria en el preclusivo plazo indicado, se abre
un procedimiento incidental y suspensivo del objeto principal (excepción
hecha de los actos de aseguramiento de la prueba y de la adopción de medi-
das cautelares: art. 64.2), en el que el Tribunal le da traslado de la solicitud
de declinatoria y de sus documentos justificativos al actor para que conteste
esta excepción en el plazo de cinco días (art. 65.1). La única prueba admi-
sible es la documental que aporten las partes en sus escritos de alegaciones.
El Tribunal, pues, sin celebración de vista, dicta auto «dentro del quinto día
siguiente» (plazo, por lo demás, frecuentemente incumplido en la práctica
forense) en el que, si estimara esta excepción, habrá de circunscribirse a
su declaración de incompetencia en los casos de falta de jurisdicción por
competencia internacional o arbitraje; pero, tratándose de la falta de ju-
risdicción por tener que conocer del asunto otro orden jurisdiccional o de
falta de competencia objetiva o territorial, junto a dicha declaración nega-
tiva, habrá de indicar también el orden jurisdiccional, Juzgado o Tribunal
objetiva o territorialmente competente, debiendo señalar, en este último ca-
so, como competente el indicado por el demandado, si la asignación de la
competencia no se efectuara en virtud de la aplicación de fueros especiales
imperativos. «El Tribunal, al estimar la declinatoria relativa a la competen-
cia territorial, se inhibirá en favor del órgano al que corresponda la compe-
tencia y acordará remitirle los autos con emplazamiento de las partes para
que comparezcan ante él en el plazo de diez días» (art. 65).
92 Vicente Gimeno Sendra
C) Medios de impugnación
Contra los autos en materia de competencia territorial no cabe recurso
alguno (art. 67). Sin embargo, tratándose de la resolución de la competencia
internacional, de la sumisión al arbitraje, de la competencia de otro orden
jurisdiccional o de la competencia objetiva, hay que distinguir: a) contra el
auto de inhibición cabe la interposición de recurso de apelación, y b) contra
el auto que rechace esta excepción, tan sólo cabe interponer el recurso de
reposición (art. 66).
En cualquier caso, debe la parte gravada por esta resolución, bien me-
diante escrito independiente (en el supuesto de que no quepa la interpo-
sición de recurso alguno), bien en el recurso de reposición, formular su
respetuosa protesta por la infracción de tales normas sobre la jurisdicción o
la competencia, ya que el último inciso del art. 459 exige, como presupuesto
de la admisibilidad del recurso de apelación por vicios «in procedendo»,
la necesidad de denunciar oportunamente dicha infracción ante el Juez «a
quo», si el recurrente hubiere tenido oportunidad procesal para ello.
Idéntico presupuesto procesal de invocación en la instancia de la norma
procesal vulnerada contempla el art. 469.2 en todo lo relativo a la interpo-
sición del recurso de casación por infracción procesal, que será refundido
con el de casación, si prospera el ALMEP.
de plena capacidad para ser parte en los procesos judiciales a los ex-
clusivos efectos que le sean favorables.
3º Las personas jurídicas (art. 6.1.3º LEC). Son personas jurídicas, según
el art. 35 del CCiv: 1º Las corporaciones, asociaciones y fundaciones
de interés público reconocidas por la ley. Su personalidad empieza
desde el instante mismo en que, con arreglo a derecho, hubiesen que-
dado válidamente constituidas.; y 2º Las asociaciones de interés par-
ticular, sean civiles, mercantiles o industriales, a las que la ley conceda
personalidad propia, independiente de la de cada uno de los asocia-
dos. Así, pues, tanto las corporaciones, asociaciones y fundaciones de
interés público, como las asociaciones de interés particular gozan de
capacidad para ser parte en un proceso civil.
Además de estas personas físicas y jurídicas, a las que el Código Civil
reconoce expresamente capacidad jurídica, equiparable, como hemos
visto, a la capacidad para ser parte; la LEC confiere, con mayor am-
plitud, esta última capacidad, a un buen número de personas, grupos
y entidades, con la evidenciable finalidad de que bajo el manto, la
cobertura, la apariencia o el «velo» —recuérdese la famosa teoría del
«levantamiento del velo»— de una formalidad jurídica o de un con-
junto indefinido, efímero o incluso indeterminado, de personas, no se
obstaculice, dificulte o peor aún, se imposibilite el derecho a la tutela
judicial efectiva.
En consecuencia, también gozarán de capacidad para ser parte ante
los Tribunales civiles, los siguientes grupos de personas:
4º Las masas patrimoniales o los patrimonios separados que carezcan
transitoriamente de titular o cuyo titular haya sido privado de sus
facultades de disposición y administración (art. 6.1.4º LEC).
5º Las entidades sin personalidad jurídica a las que la ley reconozca ca-
pacidad para ser parte (art. 6.1.5º LEC).
6º El Ministerio Fiscal, respecto de los procesos en que, conforme a la
ley, haya de intervenir como parte (art. 6.1.6º LEC).
7º Los grupos de consumidores o usuarios afectados por un hecho da-
ñoso cuando los individuos que lo compongan estén determinados o
sean fácilmente determinables. Para demandar en juicio será necesario
que el grupo se constituya con la mayoría de los afectados (art. 6.1.7º
LEC).
8º Las entidades habilitadas conforme a la normativa comunitaria euro-
pea para el ejercicio de la acción de cesación en defensa de los intere-
98 Sonia Calaza López
Justicia, quién dará cabal cuenta de este defecto procesal, podrá inadmitir
la demanda, mediante un auto que, por resolver un óbice procedimental,
carecerá de los efectos materiales de cosa juzgada.
De no haberse detectado ex oficio y, eventualmente reparado, la ausencia
o deficiencia de la capacidad de postulación en esta fase preliminar, tanto el
demandado, en la contestación a la demanda; como el actor, en la audien-
cia, podrán aducir este obstáculo a la válida prosecución del proceso. En
tales casos, por obra del principio de conservación de los actos procesales,
el Juez permitirá la subsanación o corrección en el acto e in situ —esto es,
en la propia audiencia— y, de no ser posible en ese momento y lugar, proce-
derá a su suspensión y arbitrará un plazo máximo de diez días de subsana-
ción, al objeto de que la parte requerida, en caso de omisión, nombre, con
inmediatez, un Abogado y Procurador; y en caso de deficiencia, proceda a
complementar los poderes o demás documentos negligentemente emitidos.
De proveerse, en este plazo, con la debida diligencia, el actor o demanda-
do concretamente requerido, de tales profesionales o complementar, en su
caso, los poderes defectuosamente aportados, entonces el proceso seguirá su
curso. En el caso de que el litigante requerido dejase transcurrir inútilmente
el plazo de subsanación de este óbice procesal, de naturaleza imperativa,
entonces el efecto diferirá en función de cuál de las partes sea la que persiste
en el mantenimiento de esta deficiente u omisiva integración de la capaci-
dad de postulación.
Si el déficit u omisión de la capacidad de postulación no corregido o, en
su caso, no subsanado, afecta al demandado, entonces el Juez le declarará
en rebeldía, sin que de las actuaciones que hubiere llevado a cabo quede
constancia en autos (ex art. 418.3º LEC). Si el déficit u omisión de la ca-
pacidad de postulación no corregido o, en su caso, no subsanado, afecta al
demandante, entonces el Juez dictará auto poniendo fin al proceso (ex art.
418.2º LEC). Esta resolución conclusiva del proceso es de naturaleza proce-
sal y, por tanto, carece de fuerza de cosa juzgada material, pudiendo el actor
reproducir su pretensión, una vez integrada la capacidad de postulación que
motivó la frustración de la anterior, en cualquier otro momento.
Lección 6
LOS PRESUPUESTOS PROCESALES DE LAS
PARTES (II): PLURALIDAD DE PARTES,
LITISCONSORCIO, INTERVENCIÓN
Y SUCESIÓN PROCESAL
I. PLURALIDAD DE PARTES
Las partes procesales son, como se ha expuesto en el tema anterior, quié-
nes ejercitan los derechos de acción y de defensa, esto es, los que pretenden
y frente a los que se pretende la satisfacción de una pretensión, por tratarse
de los sujetos directamente implicados en la relación jurídico-procesal so-
metida a juicio y extenderse a ellos, en consecuencia, los efectos directos de
la sentencia.
El principio de dualidad de partes supone que en cada proceso ha de ha-
ber exactamente dos partes: activa y pasiva; actor y demandado; recurrente
y recurrido; ejecutante y ejecutado. Esta dualidad de partes se refiere, en
verdad, al número dual de posiciones divergentes —no cabe, resulta obvio,
que una persona pretenda algo frente a sí misma— y contradictorias —tan
sólo hay litigio, con carácter general, dónde hay conflicto, litigio, desave-
nencia, contradicción, controversia— (activa y pasiva) que han de integrar,
con plena igualdad, el proceso judicial, y no, desde luego, al número de
litigantes que conforma cada una de estas partes, lados o posiciones, que
podrá ser superior.
112 Sonia Calaza López
II. LITISCONSORCIO
El litisconsorcio, como su nombre indica (consorcio, participación, com-
pañía o agrupación de personas en el litigio) se refiere, sencillamente, a la
unión de litigantes. Los litigantes que integran el litisconsorcio gozan de
Los presupuestos procesales de las partes (II) 113
1. Litisconsorcio voluntario
A) Concepto
El litisconsorcio voluntario —al que también se ha calificado como sim-
ple o facultativo, por la aparente sencillez y la amplia facultad de integra-
ción legalmente conferida a las partes— se refiere al consorcio, concurso o
unión de litigantes cuando libre, voluntaria y espontáneamente así lo deci-
den. Ahora bien, esta voluntad de los litigantes suele referirse a los integran-
tes del lado activo de la relación jurídica, puesto que la preferencia de los
que conforman el lado pasivo —de ser demandados conjunta o separada-
mente—, como es lógico, resulta indiferente a este respecto.
El litisconsorcio voluntario, recién definido como una sencilla acumu-
lación voluntaria de personas (unión de litigantes en alguna de las dos po-
siciones procesales —generalmente, la activa— o en ambas), conlleva, a
su vez, de modo inevitable, una consiguiente y consecuente acumulación
objetiva de pretensiones, si reparamos en que cada uno de ellos pretenderá
algo distinto del otro, en el lado activo; o se defenderá, en el pasivo, frente
a la concreta pretensión que se le formule o en su respectiva proporción.
B) Clasificación
La evidencia de que la voluntad —libre, consciente y espontánea— de
constituir esta modalidad de litisconsorcio voluntario corresponda, al actor,
114 Sonia Calaza López
C) Requisitos
Esta modalidad de litisconsorcio voluntario, como se ha anticipado, se
hace depender, en exclusiva, de la voluntad —libre, consciente y espontá-
nea— de los integrantes de la parte actora, y, en tal sentido, puede concluirse
que esta parte goza de amplias facultades para integrarlo. Ahora bien, esta
facultad de integración de una pluralidad activa, pasiva o mixta de partes,
conferida a los actores de los procesos civiles, como es lógico, no resulta ili-
mitada. Y ello debido a la circunstancia de que toda pluralidad espontánea
de sujetos comporta, necesariamente, una acumulación de pretensiones, si
reparamos en que cada uno de ellos habrá de pretender, en el lado activo
y responder, en el pasivo, de su concreta divergencia, que, por fuerza, será
distinta a la de sus consortes en el mismo litigio.
Esta necesaria complementariedad o recíproca conexión entre la plu-
ralidad voluntaria de personas y la acumulación objetiva de pretensiones
conlleva la pareja necesidad de aplicar al fenómeno del litisconsorcio vo-
luntario, las normas que regulan, y fijan los límites, de la denominada acu-
mulación de acciones. Esta interdependencia recíproca entre la pluralidad
de partes y la acumulación de pretensiones, conviene advertir, tan sólo se
produce en el litisconsorcio voluntario y no en el necesario, dónde la preten-
sión del actor frente al conjunto de demandados puede ser única.
Los límites o, si se prefiere, requisitos de validez del litisconsorcio volun-
tario, podrían clasificarse en objetivos, subjetivos y formales.
El requisito objetivo ha de referirse a que esta voluntaria y espontá-
nea agrupación de personas tan sólo es posible cuando sus pretensiones
provengan de un mismo título o causa de pedir. Así, el artículo 12.1 de la
LEC establece que «podrán comparecer en juicio varias personas, como
demandantes o como demandados, cuando las acciones que se ejercitan
provengan de un mismo título o causa de pedir». El artículo 72 de la LEC,
acomete la regulación de esta misma pluralidad de partes en su modalidad
Los presupuestos procesales de las partes (II) 115
D) Fundamento
El fundamento del litisconsorcio voluntario ha de residenciarse, en pri-
mer término, en la sintonía, armonía o consonancia característica de las
pretensiones ejercitadas por los distintos actores o demandantes, quiénes,
pudiendo entablar sus procesos de manera autónoma o independiente, pre-
fieren, sin embargo, hacerlo conjuntamente.
El litisconsorcio voluntario encuentra, asimismo, un segundo fundamen-
to en razones de economía, material, presupuestaria y procesal. Los litigan-
tes minimizan su energía, su esfuerzo, su dedicación y, desde luego, su coste
económico cuando asumen, en conjunto, sus honorarios, posibilidades, car-
gas y obligaciones procesales. Y desde luego la reunión o concierto de pre-
tensiones, amparadas en un nexo o causa de pedir común, ejercitadas por
una pluralidad de personas en una o en ambas posiciones conlleva, asimis-
mo, un coste procesal menor, al tiempo que una mejor redistribución de la
carga de trabajo de nuestros Tribunales, que asumirán en un solo proceso lo
que, de otro modo, hubiere sido atendido en una multiplicidad de procesos.
Finalmente, no debe obviarse como tercer fundamento de este litiscon-
sorcio voluntario la conveniencia de evitar, gracias a su oportuna integra-
ción, la eventual emisión de resoluciones contradictorias, incompatibles o
incoherentes sobre supuestos similares o, incluso, idénticos.
E) Efectos
Los litisconsortes voluntarios podrán, a su elección, litigar unidos, ba-
jo una misma dirección letrada y representación procesal, o separados. La
suerte o infortunio de uno no conlleva, en todo caso, la del otro; ni la dili-
gencia de uno premia o beneficia la negligencia/inactividad de los restantes.
Los presupuestos procesales de las partes (II) 117
2. Litisconsorcio necesario
A) Concepto
El litisconsorcio necesario —también conocido como cualificado o es-
pecial— se refiere al concurso de litigantes, esta vez en el lado pasivo de
la relación jurídica, cuando lo impone la Ley o resulta imprescindible por
razón de la naturaleza inescindible del objeto litigioso.
El artículo 12.2 de la LEC se refiere al litisconsorcio necesario cuando
establece que «cuando por razón de lo que sea objeto del juicio la tutela
jurisdiccional solicitada solo pueda hacerse efectiva frente a varios sujetos
conjuntamente considerados, todos ellos habrán de ser demandados, como
litisconsortes, salvo que la ley disponga expresamente otra cosa».
118 Sonia Calaza López
B) Clasificación
La LEC tan sólo contempla la existencia del litisconsorcio necesario en
el lado pasivo de la relación jurídica, de suerte que, de entenderse que cabe
la existencia de un litisconsorcio activo necesario, este se encontraría fuera
de la órbita de nuestra normativa procesal.
La mayor parte de la doctrina justifica la inexistencia de un «litisconsor-
cio activo necesario» en la imposibilidad de imponer la obligación de litigar,
a nadie, ni mucho menos de hacerlo en concierto con otros, puesto que el
derecho de acción o derecho a la tutela judicial efectiva, en el marco de los
procesos dispositivos, depende, en exclusiva, de la libre voluntad de quiénes
crean haber sufrido una lesión en sus derechos subjetivos. Aún siendo esto
estrictamente así, lo cierto es que no podemos obviar que tan «indivisi-
bles» son los objetos litigiosos, respecto de los que cabe afirmar la necesi-
dad —que no la conveniencia u oportunidad— de crear un litisconsorcio en
el lado pasivo de la relación jurídica, cuanto también pudieran serlo en el
activo. En este sentido, los sujetos que pretenden el reconocimiento judicial
de la titularidad de bienes comunes o de derechos indivisibles debieran, en
efecto, conformar un litisconsorcio activo necesario, de cara a pretender la
totalidad e integridad del objeto litigioso, al igual que acontece con el pasi-
vo cuando se procura, precisamente, obtener la titularidad de un bien que
corresponde, de modo común y sin posibilidad de fracción, a varios.
El litisconsorcio necesario ha sido objeto de una clasificación doctrinal
entre litisconsorcio necesario legal o propio, para referirse a los supuestos
legalmente tasados y litisconsorcio necesario jurisprudencial o impropio,
para referirse a los casos no recogidos de manera expresa en la Ley a los
que, ello no obstante, la jurisprudencia otorga idéntico tratamiento por ra-
zón de la naturaleza común e indivisible del objeto litigioso.
Sin el menos ánimo exhaustivo, podemos enumerar, como supuestos
típicos de litisconsorcio pasivo necesario legal o propio, entre otros, los
siguientes: la pretensión de nulidad del MF frente a los cónyuges (art. 74
CCiv.); la impugnación de la filiación paterna y materna (art. 140 CCiv.);
la pretensión de condena al cumplimiento de las obligaciones indivisibles
(art. 1139 CCiv.).
C) Fundamento
El fundamento del litisconsorcio pasivo necesario ha de encontrarse, de
un lado, en la evitación de la eventual proliferación de resoluciones contra-
dictorias, ante supuestos idénticos. Asimismo, el litisconsorcio necesario en-
Los presupuestos procesales de las partes (II) 119
D) Tratamiento procesal
A diferencia del litisconsorcio voluntario, cuya existencia se residen-
ciaba, en exclusiva en la libertad, espontaneidad o voluntad de las partes,
razón por la que no precisaba de un procedimiento de denuncia, subsana-
ción e integración, más allá de los consabidos límites objetivos, subjetivos
y formales, el litisconsorcio necesario precisa ser adecuadamente integrado,
a riesgo, en caso de incumplimiento, incluso, de denegación de la tutela ju-
dicial pretendida a limine litis.
La ausencia de incorporación al proceso, de un litisconsorte pasivo ne-
cesario, conlleva nada menos que un defecto de legitimación, puesto que el
proceso se celebraría en ausencia de, al menos, uno de los sujetos a los que
corresponde la carga de la defensa. Si tomamos en consideración que el li-
tisconsorcio necesario comporta la supuesta cotitularidad del bien jurídico
protegido, de naturaleza indivisible o inescindible, entonces resulta evidente
que los litisconsortes pasivos necesarios son las personas legitimadas, en el
lado pasivo de la relación jurídica, para integrar la relación jurídico-proce-
sal del litigio y la eventual ausencia de quiénes no hubieren sido oportuna-
mente integrados al proceso, conlleva una relevante omisión del derecho de
defensa, con todas las manifestaciones que le son propias.
La LEC no ha otorgado, sin embargo, a este relevante problema de legiti-
mación, un tratamiento de fondo, en adecuada coherencia con el conferido
en la propia legislación procesal civil a la legitimación, sino un tratamiento
procesal, como si de una excepción procesal más se tratare. Y con el objeto
de evitar la celebración de un largo, fatigoso y costoso proceso judicial para
concluir algo que perfectamente puede detectarse, a instancia de parte o in-
cluso de oficio, al mismo inicio: la defectuosa —por omisiva— integración
de la relación jurídico procesal en el único lado reconocido legalmente, el
pasivo.
120 Sonia Calaza López
El artículo 420, en sus apartados 2º a 4º, señala, pues, que «si el actor se
opusiere a la falta de litisconsorcio aducida por el demandado, el Tribunal
oirá a las partes sobre este punto y, cuando la solicitud o complejidad del
asunto lo aconseje, podrá resolverlo mediante auto que deberá dictar en
el plazo de cinco días siguientes a la audiencia. En todo caso, esta deberá
proseguir para sus restantes finalidades. Si el Tribunal entendiere proceden-
te el litisconsorcio, concederá al actor el plazo que estime oportuno para
constituirlo, que no podrá ser inferior a diez días. Los nuevos demandados
podrán contestar a la demanda dentro del plazo establecido en el artículo
404, quedando entre tanto en suspenso, para el demandante y demandado
iniciales, el curso de las actuaciones. Transcurrido el plazo otorgado al actor
para constituir el litisconsorcio sin haber aportado copias de la demanda y
documentos anejos, dirigidas a nuevos demandados, se pondrá fin al pro-
ceso por medio de auto y se procederá al archivo definitivo de las actuacio-
nes».
E) Efectos
Los litisconsortes pasivos necesarios podrán actuar, a su elección, con
su propia e individual defensa técnica y representación procesal o con una
conjunta para todos ellos. Asimismo, los distintos litisconsortes pasivos ne-
cesarios podrán efectuar alegaciones, proponer pruebas o, incluso, recurrir
las resoluciones desfavorables, incluida la sentencia, de manera autónoma
o conjunta, si bien, como se verá a continuación, entre tanto el resultado
ventajoso beneficiará todos; el adverso, no perjudicará a ninguno.
El litisconsorcio pasivo necesario, a diferencia del voluntario —que supo-
nía una acumulación no sólo subjetiva de litigantes, sino también objetiva
de pretensiones— conlleva la interposición de una única pretensión frente a
varios demandados y, en consecuencia, la sentencia contendrá un mismo y
único pronunciamiento, que afectará de manera idéntica a todos ellos.
La existencia de una única pretensión, ejercitada frente a todos los litis-
consortes comporta, en consecuencia, que todos ellos participan, ahora sí,
de una misma comunidad de suerte y que la diligencia de los litisconsortes
más activos beneficia o maximiza las posibilidades de éxito de los más inac-
tivos, sin que, por el contrario, los actos perjudiciales efectuados por unos
puedan extenderse y perjudicar al resto. Así, los actos de disposición del
objeto del proceso, tales como el allanamiento o la transacción, requerirán,
la concurrencia de voluntades de todos los litisconsortes pasivos necesarios,
no resultando posible el triunfo de tales actos, ante la fracción o división
de voluntades, por cuánto todos ellos harán frente a una única pretensión.
122 Sonia Calaza López
3. Litisconsorcio cuasi-necesario
El litisconsorcio cuasi-necesario constituye un híbrido ausente de regula-
ción legal expresa, que ha sido, ello no obstante, identificado por la doctri-
na, como aquél que permite a los litigantes, por voluntad propia, su actua-
ción separada o conjunta, de suerte que la Ley no impone la incorporación
forzosa al proceso de todos los posibles afectados por la sentencia que, en
su día se dicte, si bien los efectos de ésta se desplegarán frente a todos ellos,
hayan litigado o no. Un claro ejemplo de este tipo de litisconsorcio lo cons-
tituye el contemplado en el precepto 222.3. III de la LEC cuando señala que
«las sentencias que se dicten sobre impugnación de acuerdos societarios
afectarán a todos los socios aunque no hubieran litigado».
1. Intervención voluntaria
A) Concepto, clasificación y fundamento
La intervención voluntaria supone la incorporación sobrevenida de un
tercero al proceso pendiente por su propia y voluntaria iniciativa. Dentro de
esta categoría de intervención voluntaria se ha distinguido doctrinalmente
entre intervención principal, para referirse a la entrada de un tercero con
una pretensión autónoma, independiente y distinta, incluso incompatible,
Los presupuestos procesales de las partes (II) 123
B) Requisitos y procedimiento
El artículo 13.1º de la LEC establece que «mientras se encuentre pen-
diente un proceso, podrá ser admitido como demandante o demandado,
quién acredite tener interés directo y legítimo en el resultado del pleito. En
particular, cualquier consumidor o usuario podrá intervenir en los procesos
instados por las entidades legalmente reconocidas para la defensa de los
intereses de aquéllos».
Del artículo recién transcrito se desprende que los requisitos de la inter-
vención son, en esencia, dos: el primero, la litispendencia o pendencia del
proceso; y el segundo, el interés directo y legítimo.
124 Sonia Calaza López
C) Efectos
La admisión judicial de la intervención no conlleva, según el artículo
13.3º LEC en su primer inciso, la retroacción de las actuaciones, si bien se
permitirá al interviniente, por reconocerlo el mismo precepto en su segundo
párrafo, realizar las alegaciones necesarias para su defensa, cuando no las
hubiere efectuado por corresponder, precisamente, a momentos procesales
anteriores a su admisión en el proceso. Esta oportuna precisión legal expre-
sa la conveniencia de no dilatar el proceso como consecuencia de la entrada
de los terceros intervinientes, y ello sin merma del más elemental derecho
de audiencia, que habrá de conferirse, en justo equilibrio e igualdad, tanto
al tercero como a las partes principales. De ahí que se advierta que «de esas
alegaciones el Letrado de la Administración de Justicia dará traslado, en
todo caso, a las demás partes, por plazo de cinco días».
El tercero interviniente, a partir de la admisión judicial de su interven-
ción, será considerado parte a todos los efectos. La LEC parece referirse, al
regular los efectos de la intervención, como veremos, a la exclusivamente
litisconsorcial y no a la simple. Así, según el tenor literal de la norma, el
tercero podrá, en primer lugar, «defender las pretensiones formuladas por
su litisconsorte o las que el propio interviniente formule, si tuviere oportu-
nidad procesal para ello, aunque su litisconsorte renuncie, se allane, desista
o se aparte del procedimiento por cualquier otra causa» (ex art. 13.2. I); y
en segundo, «utilizar los recursos que procedan contra las resoluciones que
estime perjudiciales a su interés, aunque las consienta su litisconsorte».
Estas amplias facultades de actuación procesal tan sólo parece que de-
ban conferirse a quién sea cotitular del bien jurídico debatido en el proceso
(interviniente adhesivo litisconsorcial) y no, desde luego, a quién sencilla-
mente acredite tener un interés directo y legítimo en el resultado del proceso
Los presupuestos procesales de las partes (II) 125
2. Intervención provocada
A) Concepto y requisitos
La intervención provocada supone la incorporación sobrevenida al pro-
ceso pendiente de un tercero en respuesta a una provocación o instancia de
parte. En nuestra normativa no se prevé la llamada por el Juez a un tercero
para su incorporación al proceso pendiente, razón por la que esta facultad
de la intervención provocada es única y depende siempre de la llamada o, si
se prefiere, la provocación a instancia de parte.
Esta intervención provocada —también denominada forzosa, llamada
en causa o litisdenunciación— no admite, a diferencia de las restantes mo-
dalidades de pluralidad de partes, la doble clasificación de legal o volunta-
ria, según cual fuere el origen de su solicitud, sino que se arbitra siempre en
supuestos legalmente tasados en nuestra normativa sustantiva.
B) Procedimiento y efectos
El procedimiento de solicitud, llamada o, mejor aún, provocación de
la intervención difiere en función de quién formule esa propuesta, actor o
demandado.
Así, según el artículo 14.1º LEC, «en caso de que la ley permita que el
demandante llame a un tercero para que intervenga en el proceso sin la
cualidad de demandado, la solicitud de intervención deberá realizarse en la
demanda, salvo que la ley disponga expresamente otra cosa. Admitida por
el Tribunal la entrada en el proceso del tercero, éste dispondrá de las mismas
facultades de actuación que la ley concede a las partes».
Como puede observarse, la provocación de la intervención de un tercero,
a instancia del actor, es tan ágil y sencilla como la sola extensión de la de-
manda a este tercero, sin mayor complejidad que la relativa a formar en el
Juez una convicción favorable, con amparo en el precepto legal sustantivo
correspondiente, a la imponderable incorporación de ese tercero al proceso.
Sin embargo, cuando la ley permite al demandado llamar a un tercero
para que intervenga en el proceso, se procederá conforme a las siguientes
reglas:
126 Sonia Calaza López
civil de las personas, impone a las partes legitimadas para el ejercicio de las
«acciones de impugnación» la exigencia de ejercitar el derecho de acción
dentro de un breve plazo de tiempo, que, por el interés público subyacente,
lo es siempre de caducidad.
Pero, en cualquier caso y no obstante su incorrecta denominación, la ca-
ducidad no lo es de la acción, pues nunca se puede prohibir el libre acceso
de los ciudadanos a sus Tribunales, sino del derecho a la interposición de la
pretensión o derecho subjetivo de impugnación. Por esta razón, la existen-
cia o no de caducidad habrá de dilucidarse dentro del proceso, sin que, en
ningún caso, pueda repelerse de oficio una demanda por el incumplimiento
de este presupuesto procesal.
2. Supuestos
Sin ningún ánimo de exahustividad, como supuestos legales de caduci-
dad de la acción, pueden mencionarse los que a continuación se relacionan:
1) Las acciones de impugnación de la paternidad: los arts. 136 y 137.1
CC someten al plazo de un año, contado desde la inscripción de la
filiación el Registro Civil, el ejercicio de dichas acciones, tanto por el
padre, como por el hijo.
2) Las acciones de rescisión de los negocios jurídicos contemplados en
el art. 1.291 CC están sometidas a un plazo de caducidad de cuatro
años (art. 1.299.1).
3) La acción de saneamiento por vicios ocultos o acción «quanta mino-
ris» del art. 1490 CC caduca a los seis meses.
4) La impugnación de acuerdos anulables de las juntas de Propietarios
están sometidos a plazos de uno y tres meses (arts. 17.3.III y 18.3
LPH, Ley 49/1960).
5) La impugnación de acuerdos de las Sociedades de capital están so-
metidos a plazos de un año (art. 204.1 y 2 LSC).
6) El ejercicio de los derechos de retracto arrendaticio urbano (art. 48
LAU), rústico (arts. 22.1 LAR), comuneros y colindantes (art. 1.524
CC), legales y convencionales (arts. 1.508 y 1.524 CC), enfitéutico
(arts. 1.638.II y 1.639 CC), de coherederos (art. 1.067 CC) y bienes
del Patrimonio Histórico Español (art. 38.2º y 3º LPHE) también es-
tá sometido a diversos plazos de caducidad. La acción de oposición
del inquilino a la revisión de su renta está sometida al plazo de tres
134 Vicente Gimeno Sendra
3. Tratamiento procesal
Los plazos de caducidad no son procesales, sino materiales. No se rigen,
pues, por las disposiciones de la LOPJ (arts. 182-185), ni de la LEC (arts.
132 y ss.), sino por el art. 5 del Código Civil: por tanto, no se descuentan
los inhábiles (art. 5.2).
La caducidad no es susceptible de interrupción, ni de suspensión. Tan
sólo se enerva mediante el ejercicio de la acción.
La existencia de caducidad de la acción puede ser denunciada, en calidad
de excepción, por el demandado y dilucidarse en la comparecencia previa
como «circunstancia análoga» (art. 425). El problema reside en que la ma-
yor analogía de la caducidad lo es con los presupuestos procesales de la fal-
ta de jurisdicción y competencia, que no se evidencian, como regla general,
en la audiencia preliminar, sino con anterioridad: en primer lugar, mediante
la declinatoria y, en segundo, en cualquier estadio del procedimiento. Pero
el art. 66 no permite plantear, a través de este incidente, la caducidad de la
acción, por lo que su tratamiento procesal ha de ser similar al de la cosa juz-
gada (art. 421). Si el Juez apreciara, pues, la existencia de caducidad, dictará
auto de sobreseimiento o, en caso contrario, su reanudación.
Ahora bien, la caducidad de la acción, y a diferencia de la prescripción
de la acción, que es una auténtica excepción (por cuanto si el demandado
no la alega, no puede el Juez entrar a conocer de ella, aunque el derecho de
Los presupuestos del objeto procesal 135
III. LA LITISPENDENCIA
1. Concepto, naturaleza y fundamento
Uno de los efectos esenciales de la admisión de la demanda estriba en su
efecto negativo o excluyente, conforme al cual surge la prohibición de que,
sobre esa misma pretensión, pueda conocer otro órgano jurisdiccional; si
así lo hiciera, podrá oponerse en el segundo procedimiento la excepción de
«litispendencia».
Este efecto negativo de la litispendencia intenta preservar los efectos de
la cosa juzgada, impidiendo que, en un futuro, puedan pronunciarse sobre
un mismo objeto procesal dos sentencias contradictorias. Su fundamento,
que convierte a la litispendencia en un antecedente o anticipo de la cosa
juzgada (art. 222.1), de la que participa de similar naturaleza (y de aquí
que sus límites, objetivos y subjetivos hayan de ser, como después veremos,
idénticos), ha sido puesto de relieve reiteradamente por la jurisprudencia.
Por esta razón, porque la litispendencia participa de la naturaleza de
la cosa juzgada, en realidad, no se trata de una mera excepción, sino de
un auténtico presupuesto procesal, vigilable de oficio a lo largo de todo el
procedimiento.
2. Presupuestos
Para que una demanda genere los efectos típicos de la litispendencia,
tanto los positivos como los negativos o excluyentes, es necesario que con-
curran una serie de presupuestos o identidades, cuyo examen se realiza más
136 Vicente Gimeno Sendra
A) Identidades subjetivas
Las identidades subjetivas han de concurrir, tanto en el orden jurisdiccio-
nal, como en las partes:
Para que pueda existir litispendencia es necesario que el órgano judi-
cial asuma su jurisdicción y competencia objetiva y territorial indisponible,
presupuestos procesales que ha de examinar también de oficio el órgano
judicial. Si constatara la ausencia de alguno de estos presupuestos, ha de
inadmitir la demanda, lo que ocurriría, por ejemplo, si fuere manifiesto que
el asunto compete a un tribunal extranjero, denuncia que también puede
hacer valer el demandado mediante la «declinatoria de jurisdicción» (art.
63.1).
Mas puede ocurrir que, habiendo sido admitida la demanda, se haya
deducido, con anterioridad, otra demanda con el mismo objeto y entre las
mismas partes ante otro órgano jurisdiccional perteneciente a un Estado
extranjero. En tal supuesto, lo procedente será plantear la excepción de
«litispendencia internacional», la cual se regula por los correspondientes
tratados bilaterales y de los que ya nos hemos ocupado.
En segundo lugar, y una vez asumida la jurisdicción y competencia por
los órganos judiciales que puedan cuestionar la litispendencia, es necesario
también que ambos tribunales pertenezcan a un mismo orden jurisdiccio-
nal, (civil, penal, administrativo o social) y no entre distintos órdenes, ya
que es ésta una exigencia impuesta por la jurisprudencia reiterada, tanto
del Tribunal Constitucional, como del Tribunal Supremo. Su fundamento
descansa en la afirmación de que no existe norma procesal que obligue a
respetar la litispendencia entre los diversos órdenes jurisdiccionales.
En tercer lugar, ha de existir también, como dispone el art. 222.3 LEC
una identidad entre las «personas de los litigantes y la calidad con que lo
fueron», es decir, entre las partes, entre al actor y el demandado.
Esta exigencia, al igual que la de la identidad objetiva, proviene de la
propia naturaleza de la litispendencia que, como ha quedado dicho, es la
misma que la de la cosa juzgada. De esta manera, la litispendencia es una
institución presuntiva y tutelar de la cosa juzgada o de la univocidad pro-
cesal y del legítimo derecho de quien la esgrime a no quedar sometido a un
doble litigio, y en tal sentido jurisprudencia reiterada exige que, sin varia-
ción alguna la identidad de ambos procesos, se produzca en cuanto a los
Los presupuestos del objeto procesal 137
sujetos, a las cosas en litigio y a la causa de pedir, de suerte que para su es-
timación es necesario que entre el pleito pendiente y el promovido después,
exista perfecta identidad subjetiva, objetiva y causal.
Así, pues, al igual que en la cosa juzgada, también en la litispendencia
han de concurrir las tres identidades requeridas por el art. 222.3 LEC. En
lo que se refiere a la identidad subjetiva o identidad de las «personas de los
litigantes y la calidad en que lo fueron», cabe recordar que el concepto de
parte aquí no puede ser entendido en sentido formal, sino en el material, de
tal manera que lo importante es que sean los mismos sujetos quienes hayan
de sufrir los efectos materiales de la cosa juzgada en las sentencias recaídas
en ambos procesos.
B) Identidad objetiva
En segundo lugar, la identidad también ha de suceder entre «las cosas y
las causas», pues, tal y como indica el art. 222.1 LEC «la cosa juzgada…
excluirá… un ulterior proceso cuyo objeto sea idéntico al del proceso en
que aquélla se produjo».
Esta identidad de objetos procesales, necesaria para que, en un segundo
proceso, triunfe la excepción de litispendencia, puede ser propia e impropia.
La identidad objetiva propia existe cuando los objetos procesales de am-
bos procesos son estrictamente idénticos o, lo que es lo mismo, cuando las
pretensiones deducidas en el escrito de demanda son idénticas, por ser idén-
ticas «las cosas y las causas de pedir».
Recordemos al lector que por «cosas» hay que entender el objeto media-
to de la pretensión o bien litigioso, en tanto que las «causas» hacen referen-
cia a la fundamentación de la pretensión o «causa petendi». Si existiera un
fenómeno de «acumulación de acciones» o de pretensiones, nos encontra-
remos ante una litispendencia «parcial», en cuyo caso ha de producir sus
efectos naturalmente entre las que ha de ser objeto de contraste y no entre
todas ellas.
Pero, junto a la referida identidad objetiva propia, la jurisprudencia del
TS ha admitido también la «impropia», que encuentra su fundamento en
los efectos positivos o prejudiciales de la cosa juzgada contemplados en el
art. 222.4, conforme al cual «lo resuelto con fuerza de cosa juzgada… vin-
culará a un tribunal de un proceso posterior cuando en éste aparezca como
antecedente lógico de lo que sea su objeto, siempre que los litigantes de
ambos procesos sean los mismos o la cosa juzgada se extienda a ellos por
disposición legal».
138 Vicente Gimeno Sendra
3. Requisitos
Para que la excepción de litispendencia, deducida en el segundo proceso,
pueda ser estimada, es necesario que, junto a los presupuestos que se acaban
de examinar, concurran además otros requisitos procesales derivados de la
existencia efectiva de pendencia entre auténticos procesos y que pasamos a
detallar a continuación:
V. TRATAMIENTO PROCESAL DE LA
LITISPENDENCIA Y DE LA COSA JUZGADA
La litispendencia y la cosa juzgada, como se ha dicho, en tanto que pre-
supuestos procesales pueden y deben ser examinados de oficio por el órga-
no jurisdiccional en cualquier fase procesal y, de modo especial, en la com-
parecencia previa (art. 421) en donde ha de evidenciarse su concurrencia,
pero no en la de admisión de la demanda, ya que no lo autorizan los arts.
269.2 y 403 LEC.
Así, pues, al demandado le incumbe la carga procesal de denunciar el in-
cumplimiento de estos presupuestos procesales en su escrito de contestación
(art. 405), en cuyo caso se dilucidará esta excepción en la audiencia previa
del juicio ordinario o en la vista del juicio verbal.
Debido a la circunstancia, tal y como también se ha avanzado, de que
la litispendencia participa de la misma naturaleza que la cosa juzgada, el
art. 421, con muy buen criterio, somete a ambos presupuestos procesales a
idéntico tratamiento procedimental.
Por consiguiente, una vez examinados los presupuestos de las partes, si
el demandado hubiera alegado alguna de estas dos excepciones o tuviera
el tribunal la fundada sospecha de que se está siguiendo un procedimiento
Los presupuestos del objeto procesal 141
2. Procedimiento
Aunque el art. 421 no sea muy explícito a la hora de determinar el pro-
cedimiento a seguir para examinar estos presupuestos procesales, debe el
juez conceder, en primer lugar, la palabra al demandado para que informe
sobre ellos, hayan sido o no tales excepciones planteadas en su escrito de
contestación a la demanda. Posteriormente, otorgará la palabra al actor y,
previo el examen de los testimonios de la sentencia (cosa juzgada) o de los
escritos de demanda y contestación (litispendencia), planteados en otro an-
terior procedimiento, resolverá lo que estime pertinente.
La resolución puede ser oral (art. 421.2) o escrita, mediante auto pro-
nunciado dentro de los diez días posteriores a la audiencia (art. 421.3).
Pero la resolución oral sólo puede suceder cuando sea «desestimatoria»,
en cuyo caso ordenará la reanudación de la comparecencia (art. 421.2).
Si fuere estimatoria, y debido a la circunstancia de que puede incidir en
el derecho a la tutela judicial efectiva, habrá de estar, por exigencias del
principio de proporcionalidad, minuciosamente motivada en forma de au-
to de sobreseimiento. Asimismo, aun siendo desestimatoria, puede utilizar
el juez esta última solución escrita «cuando la dificultad o complejidad de
las cuestiones suscitadas sobre litispendencia o cosa juzgada así lo acon-
sejen» (art. 421.3).
Los presupuestos del objeto procesal 143
2. Tratamiento procesal
Tal y como se ha avanzado y se encarga de disponer el art. 11.1 LA «el
convenio arbitral obliga a las partes a cumplir lo estipulado e impide a los
tribunales conocer de las controversias sometidas a arbitraje, siempre que
la parte a quien interese lo invoque mediante declinatoria». El art. 10.2
del RDL 5/2012, por su parte, dispone que «Durante el tiempo en que se
desarrolle la mediación las partes no podrán interponer entre sí ninguna
acción judicial o extrajudicial en relación con su objeto. El compromiso de
sometimiento a mediación y la iniciación de ésta impide a los tribunales co-
nocer de las controversias sometidas a mediación durante el tiempo en que
se desarrolle ésta, siempre que la parte a quien interese lo invoque mediante
declinatoria».
El tratamiento de este obstáculo procesal, más que el del examen de
oficio, propio de los presupuestos procesales, es el propio de una auténtica
excepción, que ha de plantearse como cuestión previa, dentro del plazo de
los primeros diez días del común de veinte para contestar (art. 404) o en la
contestación a la demanda en el juicio verbal (arts. 64.1 y 438) y por el cau-
ce de la declinatoria (art. 63.1 LEC). Si el tribunal estimase la declinatoria,
así lo declarará mediante auto, absteniéndose de conocer y sobreseyendo el
proceso (art. 65.2).
Pero, si el demandado, no interpone, en dicho preclusivo plazo, la de-
clinatoria se consumaría una sumisión tácita (art. 56.2 LEC) y el Juzgado,
que carecía de competencia para conocer de una relación jurídica someti-
da a arbitraje o a mediación, pasará a ostentarla, sin que pueda hoy (y a
146 Vicente Gimeno Sendra
1. Concepto y fundamento
La denominación «medios adecuados de solución de controversias» (re-
cuérdese, MASC) podría haberse perfilado con mayor precisión y rigor, por
cuánto de esta novedosa construcción conceptual pareciera desprenderse
la distinción o discriminación entre unos medios, que son adecuados —los
que integran la Justicia civil consensuada—, por contraposición a otros,
que sean, sin embargo, inadecuados, acaso, los integrantes de la Justicia
civil contenciosa —el proceso— y de la Justicia civil voluntaria —el expe-
diente—, cuando todos ellos, desde el momento en que son oportunamente
regulados, cumplen —con desigual graduación, por relación a sus distintos
Los presupuestos del objeto procesal 147
2. Ámbito de aplicación
El ámbito de aplicación de los MASC es razonablemente amplio; pero
no, como es lógico, ilimitado, quedando circunscrito, sin necesidad de ma-
yores ambages, a los objetos litigiosos de acentuada naturaleza dispositiva,
con aisladas y puntuales excepciones. Así, el Legislador establece, con poca
sistemática, en dos preceptos procesales distintos —pero, afortunadamente,
no distantes: el 1.4 y el 3— este ámbito de aplicación.
El artículo 1.4 de la futura LMEP se refiere, en síntesis, a las medidas
afectantes a menores, víctimas de violencia de género e internamiento invo-
luntario por razón de trastorno psíquico, con total olvido de los procesos
de provisión de apoyos a las personas con discapacidad en el ejercicio de su
capacidad jurídica que siempre han estado amparados por una protección
152 Vicente Gimeno Sendra
3 Clasificación
Los MASC están reglados pero no tasados —esto es, enunciados legal-
mente— pero constituyen, por suerte, un numerus apertus: y ello parece
positivo, pues la capacidad de respuesta, en cuánto a la implementación de
fórmulas de negociación, no debe estar a expensas de su previa, cerrada y
expresa regulación: siempre que se trate de una materia disponible, entre
dos o más partes, con plena capacidad y voluntad, no parece que deba
existir objeción formal alguna para que el acuerdo se adopte con arreglo
a fórmulas nuevas, físicas o electrónicas, hasta el momento desconocidas;
incluso imprevisibles. Vivimos en tiempos de profundos, constantes e im-
previsibles cambios; en consecuencia, debemos aceptar la regulación aper-
turista, flexible y posibilita de figuras ingeniosas, creativas e innovadoras
que vengan para quedarse y para adaptarse, con los debidos controles, a la
fugacidad de los acontecimientos.
Entre otros MASC, podemos mencionar, de entre los más conocidos,
ensayados y arraigados hasta el momento: la mediación, la conciliación
privada, la oferta vinculante, la evaluación imparcial, la encuesta neutra, el
experto independiente y la mediación-arbitraje (Med-arb) como mecanismo
que combina ambos instrumentos: la mediación, primero, y para el supues-
to de que no resulte exitosa en todo o en parte, el arbitraje después.
La pluralidad y diversidad de MASC es tal que se ha hablado de un muli-
rooms Justice System, en el que parece indicarse que la Justicia del siglo
XXI debe dejar de ser general o universal para convertirse en una Justicia
de diseño, adaptativa, singularizada; una Justicia a la medida de cada justi-
ciable; una Justicia selectiva, multifuncional, específica para cada concreto
tipo de controversia. Y ello en un nuevo contexto, el de una Justicia como
«servicio público» eficiente, justo y sostenible, que también debe incorpo-
rar, de forma activa —y no sólo pasiva, como hasta ahora ha sucedido— a
los ciudadanos, para que, con la expresión formulada por la propia exposi-
ción de motivos de la inminente Ley de eficiencia, «se sientan protagonistas
Los presupuestos del objeto procesal 153
A) La conciliación privada
La denominada conciliación privada constituye una modalidad que, a
buen seguro, gozará de gran expansión y un auge —destacadamente— cre-
ciente en el ámbito empresarial. El artículo 12 de la inminente LMEP ex-
presa, en su apartado primero, respecto de esta figura, lo siguiente: «toda
persona física o jurídica que se proponga ejercitar las acciones legales que
le corresponden en defensa de un derecho que considere vulnerado, puede
requerir a una persona con conocimientos técnicos o jurídicos relacionados
con la materia de que se trate, para que gestione una actividad negocial ten-
dente a alcanzar un acuerdo conciliatorio con la parte a la que se pretenda
demandar».
Para intervenir como conciliador se precisa, según el apartado segundo
de este mismo precepto, cumplir los siguientes requisitos:
Primero: Estar inscrito y en activo en uno de los colegios profesionales de
la abogacía, procura, graduados sociales, notariado, en el de registradores
de la propiedad, así como en cualquier otro que esté reconocido legalmente;
o bien estar inscrito como mediador en los registros correspondientes o per-
tenecer a instituciones de mediación debidamente homologadas, al objeto
de que se garantice su preparación técnica.
Segundo: ser imparcial.
Tercero: en el caso de que se trate de una sociedad profesional, deberá
cumplir los requisitos establecidos en la Ley 2/2007, de 15 de marzo, de
sociedades profesionales, y estar inscrita en el Registro de Sociedades Profe-
sionales del colegio profesional que corresponda a su domicilio.
Esta nueva función del conciliador, que tan solo parece diferir respecto
de la del mediador, con el que —por cierto— comparte precepto, en su
especialización jurídica, pues la novedosa «labor conciliadora» se deriva,
como se ha visto, y sin perjuicio de su factible ampliación a otros colectivos,
a algunos de nuestros más prestigiosos profesionales jurídicos: Notarios,
Registradores, Abogados, Graduados sociales. Ello comporta la reinvención
de la propia profesión para un buen número de juristas que afrontarán, por
vez primera, una labor tan esperanzadora e ilusionante como la de tratar
de disolver el conflicto, dentro de los márgenes legalmente diseñados, con
aportación de una solución, razonablemente beneficiosa para todas las par-
tes y, como suele decirse en estos tiempos, «que no deje a nadie atrás».
Los presupuestos del objeto procesal 155
Esta figura es, de todas las que pudieran insertarse, a día de hoy, bajo el
común paraguas de los MASC, la menos gravosa e invasiva, por cuánto no
precisa la intervención de un tercero: el propio interesado puede enviar por
cualquier vía, de la que quede, eso sí, constancia, una oferta espontánea; ni
celebración de sesiones, reuniones o entrevistas —ni físicas, ni telemáticas—,
muchas veces ralentizadoras, poco operativas o, incluso, distorsionadoras.
Esta técnica parece, en principio, por tanto, la más ágil y menos dramá-
tica a nivel procesal: se lanza una oferta, que se acepta, rechaza o ignora: en
el primer caso, queda resuelta la controversia; en el segundo y tercer caso,
queda expedita la vía judicial. Y todo ello de forma limpia, económica y
rápida. Seguramente será la vía elegida para quiénes, en modo alguno, estén
dispuestos a comenzar un trayecto de «ficción negociadora».
En el caso de que la oferta vinculante sea rechazada, o no sea aceptada
expresamente por la otra parte en el plazo de un mes, el artículo 14, en su
apartado tercero, prevé que la parte requirente podrá ejercitar la acción que
le corresponda ante el tribunal competente, entendiendo que se ha cumpli-
do el requisito de procedibilidad.
Finalmente, y como efecto económico paliativo para quiénes, de buena
fe, lanzaron una oferta que no fue aceptada, el artículo 14, en su cuarto y
último apartado, prevé, con buena lógica, un premio o, si se prefiere, incen-
tivo económico en materia de costas al señalar que «en los casos en los que
la parte que formuló la oferta vinculante resultase condenada en costas,
cuando la oferta no hubiera sido aceptada por la otra parte y la resolución
judicial que ponga término al procedimiento sea sustancialmente similar al
contenido de dicha oferta podrá, iniciado el trámite de tasación de costas,
solicitar la exoneración de su pago o la moderación de su cuantía, presen-
tando para ello la documentación íntegra relacionada con la oferta y trami-
tándose esta petición de acuerdo con lo previsto en la Ley 1/2000, de 7 de
enero, de Enjuiciamiento Civil».
4. Tratamiento procesal
En la Jurisdicción civil se ha creado un nuevo presupuesto procesal, que
será, aún cuando nada diga la LMEP a este respecto, tanto vigilable de ofi-
cio, por parte del propio Juez, como excepcionable a instancia de parte le-
gítima. Y este presupuesto procesal se asienta sobre el debido cumplimiento
—basta el «intento» de buena fe— con alguno de los denominados «medios
adecuados de solución de controversias» —MASC—, que, en propiedad,
como hemos advertido, son, antes bien, «medios de solución consensuada
de controversias» o «medios extrajudiciales de solución de controversias»
—MESC—.
El presupuesto procesal recién nacido —o, si se prefiere, pendiente de
nacer y en tal sentido, nasciturus procesal, que será alumbrado en breve—
no pertenece a esos que imponen una política de resultados: basta haberlo
intentado, con independencia del resultado; pero, eso sí, ha de acreditarse
158 Vicente Gimeno Sendra
5. Honorarios
Finalmente, y este es uno de los «caballos de batalla» de los MASC,
el Legislador no puede eludir el tratamiento de sus honorarios, que lógi-
camente corren a cargo de los interesados y no de la Administración de
Justicia, como si de un servicio público más se tratare, pues —en definiti-
va— los MASC se integran en el proceso pero no participan de la «filosofía
procesal», pues el Estado —a la vista está— no asume su coste, sino que
se lo deriva a los justiciables, como si no tuvieran ya pocos «honorarios»
que abonar. Así, el artículo 8 de la inminente LMEP, establece que cuando
162 Vicente Gimeno Sendra
las partes acudan al proceso negociador asistidas por sus abogados —que
será, recuérdese, en la práctica totalidad de casos «por imperativo legal»—
habrán de abonar los respectivos honorarios. Además, en el caso de que
intervenga un tercero neutral, sus honorarios profesionales serán objeto de
acuerdo previo con las partes intervinientes; acuerdo éste que se nos antoja,
como mínimo, «arduo», pues no debe olvidarse que los particulares, con-
cretamente afectados por la controversia, difícilmente podrán ponerse de
acuerdo en seleccionar, canalizar y ¡costear! un concreto MASC, cuando no
fueron capaces de hacer lo propio respecto de su disputa.
Será por ello que el Legislador, consciente de tamaña dificultad, estable-
ce, a renglón seguido que «si la parte requerida para participar en el proce-
so negociador no acepta la intervención del tercero neutral designado uni-
lateralmente por la parte requirente, deberá ésta abonar íntegramente los
honorarios devengados hasta ese momento por el tercero neutral». Y aquí
nos encontramos con el «impuesto procesal revolucionario»: nos imponen
un MASC, nos exigen acreditarlo, nos obligan a costearlo y nos someten
a esperarlo, muchas veces —seguramente la mayoría, las estadísticas nos
lo dirán—, de forma infructuosa. Tanta imposición ante la mera, sencilla
y razonable pretensión del primer acceso a nuestros Tribunales civiles nos
parece, a todas luces, un «enconamiento procesal» difícilmente conciliable
con el derecho a la tutela judicial efectiva, reconocido en el artículo 24.1 de
nuestra CE, ampliamente reconocido, analizado, proyectado y dignificado
por nuestros más Altos Tribunales.
Finalmente, el Legislador lanza una «imposición» —que no una «suge-
rencia», ni siquiera «encubierta» como en los preceptos anteriores dónde,
como se ha visto, la asimetría entre la tonalidad legal y la realidad es eviden-
te— al Juez, «de valorar positivamente la conducta amistosa de los litigan-
tes», durante la primera fase del proceso, de cara a la fijación de las costas,
a su término: «Si se iniciara un proceso judicial con el mismo objeto que el
de la previa actividad negocial intentada sin acuerdo, los tribunales deberán
tener en consideración la actitud de las partes respecto a la solución amisto-
sa y el eventual abuso del servicio público de Justicia al pronunciarse sobre
las costas y asimismo para la imposición de multas o sanciones previstas,
todo ello en los términos establecidos en la Ley 1/2000, de 7 de enero, de
Enjuiciamiento Civil».
Y aquí aparece un concepto nuevo: «el abuso del servicio público de
Justicia», cuya indeterminación es tal que el propio Legislador, en la EM,
apela, tras dejar sentados sus cimientos en esta norma, a su ulterior edi-
ficación jurisprudencial y que nosotros —aventuramos— no gozará de
gran predicamento en los juicios —como tampoco, desde su surgimiento,
Los presupuestos del objeto procesal 163
2. Tratamiento procesal
Aunque la LEC tan sólo contemple la transacción judicial y la concilia-
ción intraprocesal como excepciones, que pueda aducir el demandado en
164 Vicente Gimeno Sendra
B) Criterios
Al igual que el art. 250, el art. 249 contempla dos tipos de criterios para
determinar el ámbito de aplicación del juicio ordinario: el criterio cualitati-
vo y el cuantitativo.
De conformidad con el criterio cualitativo, las relaciones jurídicas ma-
teriales previstas en su número primero han de dilucidarse siempre a través
166 Vicente Gimeno Sendra
de las normas del juicio ordinario. A tal efecto, será, pues, indiferente que el
valor del bien litigioso no exceda de la cuantía de 6.000 euros (15.000 eu-
ros si prospera la LMEP), establecida en su número segundo; será suficiente
que la pretensión se fundamente en alguna de dichas relaciones jurídicas
para que el juicio ordinario sea, en cualquier caso, siempre el reclamable.
Así lo confirma también el art. 250.2 «in fine» al afirmar que el juicio ver-
bal es el adecuado para los litigios con una cuantía inferior a 6.000 euros
(15.000 euros si prospera la LMEP) «…y no se refieran a ninguna de las
materias previstas en el apartado primero del artículo anterior», es decir, al
art. 249.1.
El criterio utilizado por el legislador para encuadrar dichas relaciones
jurídicas en el juicio ordinario es doble: de un lado, el de su relevancia y,
de otro, el de su complejidad. De conformidad con el primero de los enun-
ciados principios, los procesos sobre tutela de derechos fundamentales o el
denominado amparo ordinario se dilucidarán siempre por las normas del
juicio ordinario, que, aun cuando en el régimen anterior tuvieran, para su
tratamiento, un procedimiento especial, el TS había afirmado la proceden-
cia de suscitar el ordinario; por lo demás, esta previsión legislativa del juicio
ordinario, para solventar tales conflictos, es consecuente con la naturaleza
preponderante de las normas que tutelan los derechos fundamentales (art.
9 CE), tal y como el TC había ya puesto de manifiesto. Con base en el
segundo, las demandas sobre impugnaciones de acuerdos sociales, propie-
dades especiales, como la industrial, intelectual o publicidad, condiciones
generales de la contratación, arrendamientos (excepto desahucio por falta
de pago), retracto y propiedad horizontal (salvo reclamaciones de cantidad
que se tramitan por el «monitorio») se ventilarán siempre a través del juicio
ordinario.
Tales relaciones jurídicas, al igual como acontece con las contenidas en el
art. 250.1, han de dilucidarse mediante los que podemos denominar proce-
dimientos especiales «atípicos» o procesos no contemplados expresamente
en el Libro IV de la LEC, pero que, debido a la introducción tardía de la
oralidad en la tramitación parlamentaria del Proyecto de LEC, el legislador,
no sólo, como debiera haber hecho, no ha derogado esta frondosa selva
procedimental, sino que incluso la ha incrementado con el novedoso pro-
cedimiento sobre las «condiciones generales de la contratación» y otros, de
los que nos ocuparemos más abajo.
Si el objeto litigioso no permitiera ser encuadrado en las anteriores
relaciones jurídicas materiales, en orden a la determinación del proce-
dimiento ordinario adecuado, ha de ser de aplicación lo dispuesto en el
número segundo del art. 249 en relación con el también número segundo
Los presupuestos del objeto procesal 167
del art. 250, en cuya virtud hay que acudir al criterio del valor o cuantía
del bien litigioso: si fuera superior a 6.000 euros (15.000 si prospera
la LMEP), el procedimiento adecuado será el juicio ordinario, en tanto
que, si fuera igual o inferior a dicha cifra, será de aplicación el juicio
verbal. Asimismo, dada la naturaleza «común» de este procedimiento,
han de tramitarse por las normas del juicio ordinario las demandas cuyo
bien litigioso sea inestimable o, como señala el art. 249.2, «aquéllas cu-
yo interés económico resulte imposible de calcular, ni siquiera de modo
relativo».
Así, pues, en la demanda ha de reflejarse la cuantía o valor del bien liti-
gioso en punto a dilucidar el procedimiento ordinario aplicable (art. 253).
Su determinación habrá de efectuarse con arreglo a lo dispuesto en los arts.
251-252, pudiendo el demandado, en su escrito de contestación del juicio
ordinario o en la del juicio verbal, impugnar la cuantía afirmada por el ac-
tor en su demanda y, con ella, la determinación del procedimiento ordinario
aplicable (art. 255).
Ahora bien, si el objeto litigioso no fuera susceptible de valoración eco-
nómica (así, una obra artística, el daño moral, etc.), porque fuera imposible
de calcular, ni siquiera de modo relativo, el procedimiento aplicable será
también, como se ha dicho, el juicio ordinario, que goza de «vis atractiva»
(arts. 249.2 y 254.2).
5. Tratamiento procesal
Aun cuando, como ha quedado dicho, la determinación, tanto de la
cuantía del bien litigioso, como del procedimiento aplicable deba efectuarse
en el escrito de demanda (arts. 253.1 y 399.4), dicha alegación no vincula al
tribunal, pues, de conformidad con su tratamiento de presupuesto procesal
y con la doctrina «antiformalista» del derecho a la tutela, es al tribunal a
quien incumbe decidir el procedimiento adecuado con independencia del
que solicite el demandante (art. 254.1), aunque, eso sí, habrá de indicar al
actor el defecto advertido a fin de que, en el plazo de diez días, proceda a su
subsanación (art. 254. 4).
Sin perjuicio de esta calificación «ab initio» del procedimiento ordinario
adecuado, tiene el demandado la carga procesal de alegar esta excepción en
el escrito de contestación (art. 255.2 y 3), en cuyo caso esta excepción se
dilucidará en la comparecencia previa (arts. 405.3 y 422) o al inicio de la
vista del juicio verbal (arts. 443.2 y 255.3). Lo que no puede hacer el de-
mandado es silenciarla para aducirla extemporáneamente, pues, en tal caso,
si el procedimiento incoado es el ordinario, aunque debiera haberse incoado
un juicio verbal, no ha de prosperar dicha excepción.
Debido a la naturaleza de proceso común, que ostenta el juicio ordina-
rio, y al revestir mayores garantías, es doctrina consolidada del TS, la de
que una aplicación indebida de este procedimiento, que no conlleve una
mutación de la competencia objetiva, o funcional, ni merma del derecho a
un proceso con todas las garantías no ha de ocasionar la nulidad de actua-
ciones.
Cuarta Parte
EL OBJETO DEL PROCESO
Lección 8
EL OBJETO DEL PROCESO
I. CONCEPTO Y FUNDAMENTO
1. Concepto
Contempla el art. 5 LEC el objeto del proceso u objeto litigioso, que
no es otro, sino la pretensión, la cual consiste en una declaración de vo-
luntad, debidamente fundamentada, del actor que formaliza generalmente
en el escrito de demanda y deduce ante el Juez, pero que se dirige contra el
demandado, (haciendo surgir en él la carga de comparecer en el proceso y
de contestarla), en cuya virtud se solicita del órgano jurisdiccional una Sen-
tencia que, en relación con un derecho, bien jurídico, situación o relación
jurídica, bien los declare o niegue su existencia, bien los cree, modifique o
los extinga, o condene al demandado al cumplimiento de una determinada
prestación (art. 5.1).
Eventualmente, también puede integrar el objeto del proceso la contes-
tación del demandado, cuando deduzca una reconvención (art. 406) o ex-
cepciones a ella asimiladas, tales como la de compensación y de nulidad de
negocios jurídicos (art. 408).
Si se parte de un concepto abstracto del derecho de acción, como hace-
mos nosotros, el objeto del proceso no lo constituye la acción (tal y como
afirman los partidarios de la teoría concreta), que, entendido como derecho
de libre acceso a la Jurisdicción a fin de obtener una resolución fundada,
motivada y congruente, se erige en el motor del proceso, pero no en su obje-
172 Vicente Gimeno Sendra
to, el cual viene determinado por la pretensión. Para nosotros, el objeto del
proceso es, como ha quedado dicho, la pretensión procesal o petición que
formula el demandante al Juez de una resolución que, con la autoridad de
la cosa juzgada, ponga fin de una manera definitiva e irrevocable al litigio
por él entablado.
2. Fundamento
La utilidad de la determinación del objeto procesal es múltiple:
a) En primer lugar, sirve para fijar al ámbito cognoscitivo de la decisión
judicial, creando en el Juez la obligación de ser congruente única y
exclusivamente con lo solicitado en la pretensión del actor (arts. 216
y 218). El objeto procesal lo determina, pues, el actor mediante la
interposición de la pretensión (a salvo, claro está, como se ha dicho,
que el demandado conteste mediante una «reconvención»), siendo
indiferente la actitud que, frente a la misma, adopte el demandado,
quien mediante su defensa o resistencia a lo sumo establece el límite
mínimo de la congruencia.
b) En segundo, a través de la pretensión plasmada en el escrito de de-
manda, y una vez admitida por el Juez, surgen los efectos típicos de
la litispendencia (art. 410), uno de los cuales, el negativo o excluyen-
te, impedirá que no pueda volverse a entablarse un segundo proceso
para el conocimiento de la misma pretensión, a la vez que determina
los límites subjetivos y objetivos del objeto procesal, de tal suerte que,
cuando el Juez se pronuncie sobre él en su Sentencia, servirán para
fijar los mismos límites de la cosa juzgada (art. 222).
c) En tercero, la naturaleza de la pretensión permitirá determinar la ade-
cuación del procedimiento (arts. 248 y ss.) que ha de instaurarse para
que la pretensión pueda recibir satisfacción del órgano jurisdiccional.
d) En cuarto lugar, esa misma naturaleza posibilitará dilucidar su com-
patibilidad a fin de autorizar la denominada «acumulación de accio-
nes» (arts. 71-73 LEC), que no es otra cosa, sino una acumulación de
pretensiones originaria, o su «homogeneidad» o «heterogeneidad» a
los efectos de examinar su conexión en el procedimiento de «acumu-
lación de procesos» (arts. 74-98) o acumulación sucesiva de preten-
siones.
e) Finalmente, la fijación de la pretensión en el escrito de demanda per-
mitirá constatar si a lo largo del proceso se ha producido o no una
adición del objeto procesal, vía del demandado o una o ampliación
El objeto del proceso 173
2. De fondo
A diferencia de los requisitos formales, que no forman parte de la pre-
tensión, aun cuando condicionen su examen, los requisitos materiales o de
fondo son inherentes a la misma, por lo que su tratamiento procesal es muy
distinto: en tanto que el incumplimiento de los presupuestos procesales ori-
gina, como se ha dicho, una Sentencia absolutoria en la instancia, el de los
requisitos materiales ha de ocasionar una Sentencia absolutoria «de fondo»
para el demandado, que, por gozar de los efectos materiales de la cosa juz-
gada, provocará la desestimación irrevocable de la pretensión.
Los requisitos materiales pueden clasificarse en subjetivos y objetivos:
A) Subjetivos
Los requisitos subjetivos de la pretensión vienen determinados por la
legitimación, activa y pasiva, de las partes.
De la legitimación nos ocuparemos en la Lección correspondiente. Anti-
cipemos, sin embargo que, legitimado por deducir la pretensión y, con ella,
conformar el objeto procesal lo está, exclusivamente y como regla general,
el actor, quien ha de ostentar la titularidad de una relación jurídica material
o del objeto litigioso (art. 10) o, al menos, ha de ostentar un interés legítimo
(art. 13) directo, colectivo o difuso (art. 11.3) y quien ha de formalizarla
en su escrito de demanda (art. 399). Pero también el demandado está fa-
cultado, no sólo a contestar a la demanda, sino a formular una nueva e
independiente pretensión contra el actor, que, bajo la denominación de re-
convención (arts. 406-407), lo que produce es la adquisición de la asunción
por el demandado de un nuevo «rol» de demandante exclusivamente con
respecto a su reconvención.
Pero, la legitimación no constituye presupuesto procesal alguno, sino
que es un elemento de la fundamentación de la pretensión. Por esta razón,
cuando viene a faltar, no ha de ocasionar una Sentencia procesal, sino abso-
lutoria y de fondo para el demandado y, por la misma y como regla general,
no puede ser examinada de oficio por el Juez, sino que incumbe el actor la
carga de probar que el objeto material de la pretensión (esto es, el derecho
subjetivo, bien o interés que se discute en el proceso) se encuentra, con res-
pecto a las partes, en la relación jurídica requerida por la norma material y,
El objeto del proceso 175
B) Objetivos
Conforman los requisitos objetivos de la pretensión la petición, de un
lado, y la fundamentación, fáctica y jurídica, de otro.
a) La petición
La petición es la declaración de voluntad que, plasmada en el «suplico»
de la demanda, integra el contenido sustancial de la pretensión, determi-
nando los límites cualitativos y cuantitativos del deber de congruencia del
«fallo» la parte dispositiva de la Sentencia (art. 399.1 y 5).
La petición determina la naturaleza cuantitativa y cualitativa de la pre-
tensión, de tal suerte que permite inferir si, en una demanda, se ha plantea-
do una sola o existe una acumulación de pretensiones, así como evidencia
la naturaleza de la pretensión ejercitada (declarativa, constitutiva o de con-
dena).
Dentro de la petición puede distinguirse su objeto inmediato, del media-
to.
El objeto inmediato lo constituye la petición «strictu sensu», es decir, la
solicitud al Juez de que declare la existencia de un derecho o relación jurídi-
ca, condene al demandado al cumplimiento de una determinada prestación
o extinga, modifique o constituya una nueva relación o situación jurídica
material. La petición ha de reunir los requisitos de «claridad y precisión»
exigidos por el art. 399.1 LEC, pudiendo dar lugar su incumplimiento o el
de la determinación de las partes, a que prospere la excepción de «defecto
legal en el modo de proponer la demanda», prevista en los arts. 416.1.5ª y
424 LEC.
El objeto mediato o «bien litigioso» viene determinado por el derecho
subjetivo, bien o interés jurídico al que dicha petición se contrae o sobre el
que recae y que, junto a los requisitos materiales de ser cierto y de lícito co-
mercio, ha de reunir el procesal de ser determinado o, al menos, susceptible
176 Vicente Gimeno Sendra
b) La fundamentación
Pero la petición, por sí misma, no integra la totalidad del objeto proce-
sal, sino que precisa también de la fundamentación. A ella se refiere la LEC
en su art. 399. 3 y 4, que distingue los «hechos», de los «fundamentos de
derecho» que substancian la petición. Así, pues, es la petición, junto con las
partes y la causa de pedir, la que individualiza el objeto procesal, determi-
nando los límites objetivos y subjetivos, tanto de la litispendencia, como
de los futuros efectos de la cosa juzgada de la Sentencia que haya de dar
respuesta a la pretensión.
Ahora bien, dentro de la «causa petendi» cabe distinguir, tal como se-
ñala el art. 399.3 y 4 LEC, la alegación de hechos, de la fundamentación
jurídica, con lo que de inmediato surge la pregunta, consistente en determi-
nar, si ambos fundamentos, de hecho o de derecho, o tan solo los de hecho
constituyen el elemento esencial de la pretensión, determinante, junto con
la petición, de la conformación del objeto procesal. En nuestro país rige la
teoría de la sustanciación. Lo decisivo, a los efectos de la individualización
de la pretensión, son los hechos empíricos, tal y como acontecieron en la
realidad o curso de la historia o, dicho en otras palabras, el fundamento de
la pretensión es el acontecimiento real (el «estado de las cosas») con el que
el actor funda su petición, pero entendido como conjunto de hechos «jurídi-
cos» o hechos al que la norma material asocia el surtimiento de los efectos
jurídicos previstos en dicha norma e instados en la petición.
Por lo tanto, no todos los hechos o acontecimientos anteriores y exter-
nos al proceso, afirmados en la demanda, constituyen el fundamento de la
pretensión, sino tan sólo aquellos que, por ser subsumibles en las normas
materiales que asocian los efectos pretendidos en la petición, se erigen en
el auténtico substrato fáctico del objeto inmediato de la pretensión. Dicho
El objeto del proceso 177
III. CLASES
Al conformar la pretensión el objeto del proceso, no ha de resultar extra-
ño que existan tantas clases de pretensiones, como de procesos.
Así, en una genérica clasificación, pueden sistematizarse las pretensiones
en: de cognición, de ejecución y cautelares.
1. Pretensiones de cognición
Las pretensiones de cognición se plantean en el proceso de declaración
y tienen por objeto obtener del Juez un pronunciamiento mero declarativo,
de condena o constitutivo.
Las pretensiones de cognición están sometidas al cumplimiento más es-
tricto de los principios de contradicción e igualdad de armas. Al demanda-
do se le ha de conceder la posibilidad de poder contestarla, de denunciar
el incumplimiento por el actor de los presupuestos procesales, de formular
excepciones y de alegar cuantos hechos (impeditivos, extintivos o excluyen-
tes) constituyan su propia defensa.
Asimismo, es una característica común de las pretensiones de cognición
la posibilidad de que las partes puedan solicitar la apertura de la fase proba-
toria a fin de poder evidenciarle al Juez la concurrencia de los fundamentos
fácticos, tanto de la pretensión, como de la defensa. La pretensión civil de
cognición se encuentra regida por el principio de «aportación», por lo que
«iudex iudicare debet secundum allegata et probata partium», si bien este
principio, que se manifiesta en su integridad en los procesos declarativos,
puede ser objeto de determinadas restricciones en los procesos sumarios.
Debido a la circunstancia de que en nuestro ordenamiento rige el sistema
de la doble instancia, la pretensión de cognición puede plantearse en la fase
declarativa del proceso o trasladarse a la segunda instancia o a la casación,
en cuyo caso recibe la denominación de pretensión de impugnación. Pero,
en cualquier caso, por el mero hecho de reproducirse en otras instancias
superiores, la pretensión no sufre alteración alguna, sino que permanece
El objeto del proceso 179
B) Pretensiones de condena
a) Las pretensiones de condena se denominan también pretensiones «de
prestación», porque su objeto inmediato reside precisamente en eso,
en obtener del Juez una condena al demandado al cumplimiento de
alguna de las prestaciones contenidas en el art. 1.088 del Código Ci-
vil: por tal razón, las pretensiones de condena también pueden sub-
dividirse en positivas (cuando se condena a una prestación de dar,
hacer o deshacer lo mal hecho) y negativas (cuando estriban en un no
hacer).
Pero la pretensión de condena, en la práctica forense, siempre es «mix-
ta», ya que contiene dos pronunciamientos, declarativo y de condena.
Debido a la circunstancia de que dicha pretensión surge cuando el
actor alega la existencia de unos hechos a los que la norma asocia
el cumplimiento por el demandado de una prestación, la pretensión
de condena ha de contener, en primer lugar, una petición declarativa,
dirigida al Juez a fin de que reconozca la existencia del derecho sub-
jetivo o de crédito y, en segundo, una petición de condena al deudor
por el incumplimiento de su obligación dimanante de aquel derecho
de crédito.
b) Por esta razón, y a diferencia de las declarativas, la legitimación acti-
va en esta clase de pretensiones no puede consistir en un mero interés
jurídico, sino en la titularidad del derecho subjetivo, determinante del
nacimiento de la obligación, lo que no significa que dicho derecho
haya de ser siempre y necesariamente de crédito o real (y así, nuestro
El objeto del proceso 181
C) Pretensiones constitutivas
a) A diferencia de las pretensiones declarativas y de condena, en las que,
de lo que se trata es de obtener el reconocimiento o instar la apli-
cación de unas determinadas consecuencias jurídicas derivadas de
hechos preexistentes al proceso, en las pretensiones constitutivas, lo
que solicita el actor es un pronunciamiento del Juez que cree una con-
secuencia jurídica que hasta el momento no existía y que no puede
originarse, sino a través de la Sentencia. El objeto de la pretensión
constitutiva es, pues, la creación, modificación o extinción de una
determinada relación, situación o estado jurídico y excepcionalmente
incluso de una Sentencia injusta, la cual puede ser anulada a través de
los medios de rescisión de la cosa juzgada (audiencia al rebelde, revi-
sión e incidente de nulidad), que encierran también el planteamiento
de pretensiones constitutivas de anulación.
b) Debido precisamente a que el ejercicio de la acción e interposición de
una pretensión constitutiva puede atentar al principio de seguridad
jurídica, a la certeza que desea obtener la sociedad sobre las situacio-
nes jurídicas pendientes de modificación y a los intereses de terceros,
el ordenamiento somete al ejercicio de tales acciones al cumplimiento
de rigurosos plazos de caducidad (esto es lo que acontece, por ejem-
plo, con el ejercicio de la acción de retracto o la de impugnación de
acuerdos sociales).
c) Las pretensiones constitutivas pueden ser impropias o voluntarias y
propias o necesarias. Las primeras son aquellas que no precisan del
proceso, pues, la modificación de la relación o situación jurídica pue-
de válidamente efectuarse por obra de la autonomía de la voluntad
de las partes (así, por ej., la constitución de una servidumbre o la
disolución de una sociedad mercantil en lo que no se haya estipulado
su duración), en tanto que las segundas exigen acudir al proceso y
obtener en él una Sentencia constitutiva (éste es el caso de las Senten-
cias de separación y divorcio, de provisión judicial de apoyos y estado
civil, impugnación de acuerdos sociales anulables o la disolución de
sociedades constituidas por tiempo determinado).
d) La legitimación activa y pasiva en esta clase de pretensiones viene de-
terminada por la cualidad o estado jurídico requerido por la relación
o situación jurídica cuya modificación se pretende (así, la de marido
o esposa en las acciones de divorcio, la de titular del derecho de re-
tracto y vendedor y comprador, etc.), a la que la Ley, en ocasiones,
puede exigir requisitos complementarios (esto es lo que sucede, por
El objeto del proceso 183
2. Pretensiones de ejecución
Las pretensiones de ejecución, exigen como presupuesto previo la exis-
tencia de un título de ejecución de los contemplados en el art. 517 (Senten-
cia firme, laudo arbitral…), lo cual tan sólo acontece con las Sentencias de
condena, sin que quepa la ejecución de Sentencias meramente declarativas o
constitutivas (art. 521), por lo que tienen como objeto la realización del de-
recho de crédito del acreedor, que ha visto reconocido su derecho en dicho
título. Pero, al proceso de ejecución tan solo cabe acudir ante la resistencia
del deudor condenado, pues en el proceso civil la ejecución es siempre vo-
luntaria (arts. 538.1 y 549.1).
La pretensión de ejecución se deduce en el proceso del mismo nombre,
denominado también «procedimiento de apremio», el cual se caracteriza
por la ausencia de contradicción (fuera de los tasados motivos de oposición
a la ejecución) y por los amplios poderes del Juez, dirigidos a la realización,
en última instancia mediante subasta pública, del derecho de crédito incor-
porado al título.
La pretensión de ejecución, al igual que la de condena, puede consistir en
la realización de una prestación de dar, hacer o no hacer.
3. Pretensiones cautelares
La pretensión cautelar, como su nombre indica, estriba en una petición
de adopción de medidas cautelares, cuya finalidad consiste en prevenir o
garantizar la futura realización de los efectos ejecutivos de la Sentencia.
Se trata de una pretensión instrumental de otra principal (declarativa,
constitutiva o de condena), pero que mantiene una cierta autonomía, pues,
los requisitos materiales no se confunden totalmente con aquella, sino que
es preciso el cumplimiento de determinados presupuestos, tales como el
184 Vicente Gimeno Sendra
B) Requisitos
Del concepto que acabamos de formular el primer elemento que se in-
fiere es que las cuestiones prejudiciales son elementos de hecho que exigen
una valoración jurídica previa e independiente del objeto principal. Tales
elementos de hecho pueden integrar el fundamento de una causa de pedir
(así, por ejemplo, cuando se ejercita una pretensión declarativa de nulidad
de un contrato por constituir un delito de estafa, habrá que determinar pre-
viamente si se cometió o no, en la realidad, dicho delito) o erigirse en una
pretensión autónoma, pero conexa e instrumental de la principal (así, si se
ha deducido una pretensión de condena a la entrega de una cosa por ha-
berse rescindido el contrato de compraventa y se discute la propiedad de la
cosa entre las partes o por un tercero, habrá que determinar y declarar pre-
viamente a quien le corresponde la propiedad). Pero, en cualquier caso, son
cuestiones pertenecientes al fondo o a la fundamentación de la pretensión
sobre las cuales operarán los efectos prejudiciales de la cosa juzgada (art.
222.2), salvedad hecha de que sus declaraciones jurisdiccionales se efectúen
a título incidental (art. 42.2).
En segundo lugar, las cuestiones prejudiciales han de ser relevantes para
el enjuiciamiento del objeto procesal, esto es, de la pretensión principal, con
respecto a la cual guardan una conexión o dependencia. A este requisito,
que podemos denominar «juicio de relevancia», se refiere expresamente el
El objeto del proceso 185
C) Naturaleza y fundamento
En último término, el fundamento de las cuestiones prejudiciales reside
en el principio constitucional de «seguridad jurídica» (art. 9.3 CE), pues, tal
y como el TC tiene declarado «unos mismos hechos no pueden existir y de-
jar de existir para los órganos del Estado» por lo que, si ante la existencia de
cuestiones prejudiciales los Tribunales de cada orden jurisdiccional declara-
ran lo que «ad casum» estimaren conveniente, podrían dictarse Sentencias
contradictorias con grave quebrante de aquel principio constitucional.
Pero el fundamento inmediato de la prejudicialidad consiste en la pre-
vención de los efectos prejudiciales de la cosa juzgada, pues, si, debido a la
conexidad instrumental de pretensiones o de causas de pedir, los Tribunales
decidieran las cuestiones prejudiciales a su antojo, sin respeto a las normas
de jurisdicción y de competencia, se vulneraría, en último término, lo dis-
puesto en el art. 222.4 LEC, conforme al cual «lo resuelto con fuerza de
cosa juzgada… vinculará a un Tribunal de un proceso posterior cuando
en éste aparezca como antecedente lógico de lo que sea su objeto, siempre
que los litigantes de ambos procesos sean los mismos o la cosa juzgada se
extienda a ellos por disposición legal».
La regulación de las cuestiones prejudiciales intenta, pues, prevenir los
efectos reflejos o prejudiciales de las Sentencias, para lo cual precisamente
surgió la doctrina del TS sobre la «litispendencia impropia» y es que, en
efecto, las cuestiones prejudiciales participan de la naturaleza de la litis-
pendencia en la medida en que están destinadas a garantizar y prevenir los
efectos de cosa juzgada de las propias cuestiones prejudiciales.
2. Clases
Atendiendo a su naturaleza y efectos, las cuestiones prejudiciales pueden
ser sistematizadas del siguiente modo:
A) Heterogéneas y homogéneas
Desde el punto de vista del Derecho material, desde del que han de ser
enjuiciadas, las cuestiones prejudiciales pueden ser homogéneas y heterogé-
neas.
Son heterogéneas las que han de decidirse con arreglo a normas distintas
del Derecho Civil. Tales cuestiones han sido las tradicionalmente reguladas
por los arts. 3-7 LECrim y se rigen por el aforismo francés (no en vano la
El objeto del proceso 187
B) Devolutivas e incidentales
Atendiendo a los efectos procesales que en el proceso principal ha de
producir el planteamiento de una cuestión prejudicial, pueden clasificarse
en devolutivas y suspensivas e incidentales o no suspensivas.
188 Vicente Gimeno Sendra
a) Devolutivas
Las cuestiones prejudiciales devolutivas son las que, con suspensión del
proceso civil, han de remitirse o plantearse, para su decisión definitiva, ante
el Tribunal del orden jurisdiccional competente. De la regulación de tales
cuestiones se ocupan los arts. 40 y 42.3, pudiéndose distinguir las penales,
de las demás. A las cuestiones penales se refiere el art. 40, que, de confor-
midad con el principio de «preferencia de la jurisdicción penal» anterior-
mente enunciado, tan sólo contempla las cuestiones prejudiciales penales, a
las cuales la norma asocia a su planteamiento los efectos de la suspensión
automática del proceso civil hasta que se resuelva la cuestión prejudicial
penal. Pero, para que opere dicha suspensión, será necesario, de un lado, la
incoación de un proceso penal (el cual puede suceder de oficio mediante el
levantamiento por el Juez del oportuno testimonio que remitirá al Fiscal:
art. 40.1) y, de otro que se cumpla el «juicio de relevancia» o, lo que es lo
mismo, que «la decisión del Tribunal penal acerca del hecho por el que se
procede en causa criminal pueda tener influencia decisiva en la resolución
sobre el asunto civil» (art. 40.2.2), precepto que intenta prevenir del plan-
teamiento abusivo, por el demandado, de cuestiones prejudiciales plantea-
das a los solos efectos de generar dilaciones indebidas.
Ahora bien, el régimen trazado por el art. 40 LEC precisa ser integrado
con lo dispuesto en los arts. 3-7 LECrim, de cuya regulación cabe concluir
que no siempre «lo penal tiene a lo civil en suspenso», sino que existen su-
puestos, en los que, bien por versar sobre una cuestión de estado civil (art.
5 LECrim), bien por ser determinantes de la culpabilidad o inocencia del
acusado (art. 4 LECrim), se produce la excepción inversa: debe el Tribunal
penal deferir el conocimiento de la cuestión al Tribunal civil con suspensión
del proceso penal.
De las cuestiones prejudiciales no penales (es decir, de las administrati-
vas y laborales) se ocupa el art. 42.3, en cuya virtud, salvo que una norma
expresamente obligue a deferir la competencia del Juez civil y a suspender
el proceso, habrán ambas partes de manifestar su conformidad con el plan-
teamiento de la cuestión devolutiva (lo que difícilmente ocurrirá en la prác-
tica), en cuyo caso el Secretario dictará Decreto de suspensión del procedi-
miento y quedará el Tribunal civil vinculado por la declaración efectuada
por el Tribunal administrativo, social o de Cuentas.
El objeto del proceso 189
b) Incidentales
Como su nombre indica, las cuestiones prejudiciales incidentales son las
que puede conocer «incidenter tantum» el Tribunal civil competente para el
enjuiciamiento de la pretensión principal, sin que haya de deferirse su cono-
cimiento a otro Tribunal. Así, por ejemplo, la determinación del dominio en
un proceso, aun cuando la Administración sea parte.
Las cuestiones incidentales constituyen la regla general y se determinan
con arreglo a un criterio negativo: son cuestiones incidentales todas las que
las normas expresamente no prevean como cuestiones devolutivas.
A ellas se refiere el art. 42.1 y 2, que contempla las cuestiones inciden-
tales en el proceso civil y que encuentra su paralelo en el penal en el art.
5 LECrim, precepto este último que confiere siempre competencia al Juez
penal para el conocimiento de las cuestiones civiles atinentes al derecho de
propiedad y demás derechos reales.
De conformidad con el principio de «vis atractiva» de la jurisdicción ci-
vil, dispone el art. 42.1 que «a los solos efectos prejudiciales, los Tribunales
civiles podrán conocer de asuntos que estén atribuidos a los Tribunales de
los órdenes contencioso-administrativo y social».
Son, pues, cuestiones prejudiciales incidentales todas las administrati-
vas o sociales que no sean devolutivas. Pero el precepto no comprende a
las penales, por cuanto dichas cuestiones, como hemos visto, son siempre
devolutivas y excluyentes, salvedad hecha de lo dispuesto en los arts. 4 y 5
LECrim.
Con pleno respeto al principio de exclusividad de los órdenes jurisdic-
cionales, sustentado por el art. 9 LOPJ, el art. 42.2 deroga expresamente
lo dispuesto en el art. 222.4 LEC, esto es, que la sentencia civil, que decida
una cuestión prejudicial incidental heterogénea pueda extender sus efectos
prejudiciales a los demás órdenes jurisdiccionales.
Lección 9
LA AMPLIACIÓN DEL OBJETO
PROCESAL: ACUMULACIÓN DE
ACCIONES Y DE PROCESOS
I. INTRODUCCIÓN
La ampliación del objeto procesal podrá afrontarse por tres vías: pri-
mera, la ampliación de la demanda; segunda, la reconvención; y tercera, la
acumulación de acciones y de procesos.
La primera de las herramientas procesales dispuestas por la LEC para
afrontar la «ampliación del objeto procesal», la denominada «ampliación
de la demanda», consiste, en esencia, en la adición, por parte del deman-
dante, de nuevas pretensiones, a la demanda ya entablada, siempre que el
demandado todavía no hubiere contestado a esta demanda y, además, se
cumplan tanto los presupuestos procesales —momento procesal oportuno,
competencia y procedimiento adecuado— como los requisitos materiales
—conexidad y prejudicialidad— legalmente establecidos para la «acumu-
lación de acciones», de los que nos ocuparemos en el tercer apartado del
siguiente epígrafe. El precepto 401.2 de la LEC se refiere a esta figura de la
«ampliación de la demanda» cuando señala que «antes de la contestación
podrá ampliarse la demanda para acumular nuevas acciones a las ya ejerci-
tadas o para dirigirlas contra nuevos demandados. En tal caso, el plazo para
contestar a la demanda se volverá a contar desde el traslado de la amplia-
ción de la demanda».
192 Sonia Calaza López
peor, incluso, contradictoria. Ahora bien, la LEC se ocupa de fijar, con todo
detalle y cierta exigencia, a pesar de esta decisiva apuesta por la concentra-
ción procedimental en cuánto sea posible, de los requisitos exigibles a toda
«acumulación de procesos» para evitar la proliferación de solicitudes de
agrupación de procesos que respondan a finalidades dilatorias o, peor aún,
fraudulentas, de burla de presupuestos procesales tales como la competen-
cia y el procedimiento adecuado o, incluso, de subrepticia introducción de
un objeto idéntico en un proceso acumulado, que ya hubiere sido cursado
en otro independiente para maximizar las posibilidades de éxito en alguna
de estas dos pretensiones idénticas.
Los requisitos legalmente exigidos para la viabilidad de la acumulación
de procesos son materiales y procesales. A ellos nos referiremos a continua-
ción.
se trate, a fin de que formulen alegaciones. Contra el auto que decida sobre
la acumulación solicitada no cabrá otro recurso que el de reposición.
La aceptación, por el Tribunal competente, de la acumulación conlleva
la automática ordenación de los procesos, que se afrontará conforme al
conocido principio «prior tempore, potior iure», de suerte que los procesos
más modernos se unirán a los más antiguos, para que continúen sustancián-
dose en el mismo procedimiento o por los mismos trámites y se decidan en
una única sentencia, con tantos pronunciamientos cuántas hubieren sido las
pretensiones adicionadas en esta acumulación de procesos. Si los procesos
acumulados no estuvieran en la misma fase dentro de la primera instancia,
el Letrado de la Administración de Justicia acordará la suspensión del que
estuviera más avanzado, hasta que los otros se hallen en el mismo estado.
La denegación, por el Tribunal competente de la acumulación solicitada,
comportará que los distintos juicios se sustanciarán separadamente. El auto
que deniegue la acumulación condenará a la parte que la hubiera promovi-
do al pago de las costas del incidente.
de veinte días, a la vista de los antecedentes que consten en los autos y de las
alegaciones escritas de las partes, si se hubieran presentado. Contra el auto
que se dicte no se dará recurso alguno.
Lección 10
LOS ACTOS DE DISPOSICIÓN
DEL OBJETO PROCESAL
2. Clases
El art. 19.1 relaciona una serie de actos de finalización anormal del pro-
ceso, del que se puede afirmar que, ni son todos los que están, ni están todos
los que son. En efecto, no incluye la norma la totalidad de tales medios,
por cuanto el art. 22 también contempla la satisfacción extraprocesal de
las partes; y, por el contrario, incluye el precepto a un medio heterocompo-
sitivo de solución de los conflictos que, como es el caso del «arbitraje», si
bien constituye una manifestación del principio dispositivo en el ejercicio
Los actos de disposición del objeto procesal 211
del derecho de acción, que permite a las partes acudir a este «equivalente
jurisdiccional» distinto al proceso, no puede encuadrarse dentro de tales
medios de finalización anormal del procedimiento.
Atendiendo a la concurrencia de la voluntad de una o de ambas partes
los actos de finalización anormal pueden sistematizarse en:
a) Actos unilaterales de las partes:
a’) Intraprocesales:
a”) del demandante: la renuncia y el desistimiento.
b”) del demandado: el allanamiento.
b’) Extraprocesales: la satisfacción extraprocesal de la pretensión
b) Actos bilaterales:
a‘) la transacción.
b’) el desistimiento.
II. LA TRANSACCIÓN
1. Concepto y notas esenciales
Contempla el art. 19.2 un medio bilateral de finalización procesal del
conflicto, cual es la transacción.
La transacción la define el Código Civil (art. 1809) como «un contrato
por el cual las partes, dando, prometiendo o reteniendo cada una alguna
cosa, evitan la provocación de un pleito o ponen término al que habían
comenzado».
De la lectura del precepto, que se acaba de transcribir, claramente se de-
duce que existen dos clases de transacciones: la extrajudicial o pre-procesal
y la judicial o procesal. La primera de ellas, contemplada, como se ha dicho,
en el art. 1.809 CC, se concluye fuera del proceso, como un contrato que
tiene por finalidad precisamente evitar el surgimiento del proceso y, por tan-
to, está sometida a las reglas generales de la contratación, mientras que la
segunda, que es la única a la que se refiere el art. 19.2 LEC, puede aparecer
con posterioridad a la interposición de la demanda, ha de ser reconocida
por el Tribunal y constituye una suerte de negocio jurídico procesal que
tiene por objeto característico poner fin a un proceso ya instaurado.
212 Vicente Gimeno Sendra
2. Requisitos
La validez de la transacción queda condicionada al cumplimiento de
todos y cada uno de sus requisitos, subjetivos, objetivos y formales. De
entre los subjetivos hay que mencionar la capacidad de las partes (cfr. arts.
1.810-1811 CC) y naturalmente la titularidad del derecho, objeto de la
transacción. En cuanto al objeto ha de ser posible, moral, disponible —y
así no cabe transigir sobre el «ius puniendi», aunque sí sobre la acción civil
derivada del delito— y no puede atentar al orden o interés público (arts.
1814-1815 CC, 88.1 LRJAP); el consentimiento ha de ser cierto y expreso,
del que se infiera claramente la voluntad de transigir; y finalmente, en todo
lo referente a los requisitos formales, la transacción exige «mandato expre-
so» (art. 1713.2º CC), por lo que se hace necesario la exigencia del poder
especial o de la ratificación «apud acta», para lo cual, en la comparecencia
previa, bien el Procurador estará asistido de un poder «especialísimo» para
efectuar una transacción determinada, bien habrá de acudir la parte mate-
rial a la comparecencia a fin de manifestar su consentimiento (art. 414.2).
3. Tratamiento procesal
De conformidad con lo dispuesto en el art. 19.3, la transacción judicial,
como la de todos los medios de finalización anormal del procedimiento,
puede efectuarse en cualquier estadio del procedimiento, tanto en la prime-
ra instancia, como en los recursos y en la ejecución. Pero, en la fase declara-
tiva, según la jurisprudencia, ha de suceder siempre que el proceso no haya
concluido para Sentencia. Ello es así, como consecuencia de la vigencia de
la doctrina sobre la litispendencia. Puede obtenerse, pues, dicha transacción
desde la demanda hasta el señalamiento para la deliberación y fallo o cita-
ción para Sentencia, debiéndose presentar ante el Juez de instancia para su
ratificación y homologación.
Pero el Juez «de oficio» —y el Letrado de la Administración de Justicia,
de aprobarse la LMEP— tan sólo puede instar la conciliación intraprocesal
dentro de la primera instancia y en la comparecencia previa (art. 414.1.II).
Dicho intento ha de promoverlo el órgano judicial una vez contestada la
demanda y a la vista de las alegaciones de todas las partes personadas.
Si en dicha comparecencia las partes manifestaran su voluntad de llegar
a un acuerdo, el Juez examinará de oficio su capacidad, legitimación y natu-
raleza disponible de su objeto (art. 415.1.III). La transacción judicial, para
que surta los efectos que le son propios, precisa ser homologada por el Juez
(arts. 19.2 y 415.1 y 2).
Los actos de disposición del objeto procesal 213
4. Efectos
El acuerdo que implique la desaparición de la controversia deberá ser
homologado por el Juez o Tribunal mediante auto. Si el órgano jurisdiccio-
nal estimara que contraviene el ordenamiento jurídico o lesiona el interés
público o de terceros denegará dicho auto, en cuyo caso habrá de continuar
el procedimiento hasta Sentencia.
Pero, si homologara dicho acuerdo, hay que tener en cuenta que la tran-
sacción, dispone el art. 1.816 CC, «tiene para las partes la autoridad de
la cosa juzgada; pero no procederá la vía de apremio sino tratándose del
cumplimiento de la transacción judicial». En similares términos se pronun-
cia, tanto el art. 415.2 LEC, en cuya virtud «el acuerdo homologado judi-
cialmente surtirá los efectos atribuidos por la ley a la transacción judicial
y podrá llevarse a efecto por los trámites previstos para la ejecución de las
Sentencias y convenios judicialmente aprobados», como el art. 517.3 que
confiere a tales acuerdos judicialmente homologados el carácter de título de
ejecución.
Obsérvese que los efectos de la cosa juzgada se reconducen exclusiva-
mente a la transacción judicial. Con respecto a los de la extrajudicial habrá
que atenerse a la naturaleza del documento en el que se plasmó la tran-
sacción: si se tratara de una escritura pública, tal y como acontece con el
acuerdo de mediación (Ley 5/2012, de 6 de marzo) podrá suscitarse el co-
rrespondiente proceso sumario de ejecución.
En cualquier caso, lo manifestado en el convenio de transacción goza del
valor de la confesión extrajudicial (art. 1239 CC) y, en cuanto tal, es apre-
ciable conforme a las reglas de la sana crítica.
Mayor valor ha de gozar el auto del Tribunal por el que se accede a la
transacción judicial. Los arts. 415.2 y 517.3, en consonancia con lo dispues-
to en el art. 1.816 CC, permiten acudir al procedimiento de ejecución. Por
lo demás, el efecto excluyente de la transacción podrá hacerse valer, en un
ulterior proceso declarativo y de ejecución al amparo de la excepción pre-
vista en el art. 557.6ª LEC, siempre y cuando conste en documento público.
Pero lo convenido en transacción judicial no goza de la totalidad de los
efectos de la cosa juzgada. Los arts. 1.817-1.819 CC facultan a rescindir lo
convenido en la transacción por las causas de error, dolo, violencia, falsedad
de documentos (art. 1817), ocultación maliciosa de los mismos (art. 1.818)
y cosa juzgada (art. 1819); en tales casos habrá que ejercitar la acción de
nulidad de dicho contrato a través del proceso declarativo correspondiente.
214 Vicente Gimeno Sendra
III. LA RENUNCIA
1. Concepto y notas esenciales
Aun cuando el art. 20.1 contemple la renuncia a la acción, desde una
concepción abstracta de dicho derecho fundamental, se trataría de un acto
nulo, pues nadie puede renunciar a su derecho a acudir a los Tribunales.
En realidad, la renuncia, como medio de finalización del proceso, tiene por
objeto el derecho subjetivo material que fundamenta la pretensión y la pre-
tensión misma.
Por esta razón, puede conceptuarse la renuncia como un acto unilate-
ral del demandante por el que decide abandonar su derecho subjetivo o
derecho a pretender y, por tanto, la pretensión, provocando la finalización
anormal del proceso mediante la emisión de una resolución jurisdiccional,
que ha de gozar de todos los efectos de la cosa juzgada, y que ha de impedir,
por tanto, la incoación de un nuevo proceso sobre el mismo objeto de la
renuncia.
Del enunciado concepto claramente se infiere que, en primer lugar, la
renuncia es un acto unilateral, porque se integra con la sola declaración de
voluntad del demandante (lo que lo diferencia con el desistimiento, que,
como veremos, aunque corresponda también al actor, es un acto bilate-
ral); en segundo, es un acto cuya titularidad corresponde exclusivamente al
demandante, a diferencia del allanamiento que encierra el mismo acto de
disposición, pero que pertenece a la esfera de la titularidad del demandado;
en tercero, se trata de un medio autocompositivo, por el cual, y a través del
sacrificio que efectúa el actor de su derecho subjetivo, se pone fin al litigio;
y, finalmente, la resolución jurisdiccional que acepta dicha finalización goza
de los efectos materiales de la cosa juzgada, por cuanto supone la declara-
ción jurisdiccional de la extinción, tanto del derecho subjetivo, como de
Los actos de disposición del objeto procesal 215
2. Naturaleza
De lo que llevamos dicho claramente se infiere que la renuncia es una
institución perteneciente al ámbito del derecho material. Su fundamento hay
que encontrarlo, pues, en la «renuncia de derechos» contemplada en el art.
6.2º del CC, conforme al cual dicha renuncia sólo será válida cuando no con-
traríe el interés o el orden público y no perjudique a terceros. Por esta causa,
el órgano jurisdiccional habrá de determinar la naturaleza del objeto litigioso
en cada caso concreto a fin de constatar la validez de la renuncia, debiendo
aceptarla cuando se trate de un mero conflicto intersubjetivo y, por el contra-
rio, está autorizado a oponerse a ella, por ser «legalmente inadmisible» (reza
el art. 20.1), en el hipotético supuesto de que pudiera estar comprometido el
orden público (v.gr. en los procesos de estado civil, pretensiones constituti-
vas de anulación, protección de derechos fundamentales…) o los intereses de
terceros (provisión de apoyos a personas con discapacidad, menores…), en
cuyo caso habrá de sostener la pretensión el MF. En este último supuesto, el
Juez deberá declarar en el pertinente auto la inadmisibilidad de la renuncia y
ordenará la reanudación del procedimiento (art. 20.1).
3. Requisitos
Debido a la circunstancia de que la renuncia conlleva el voluntario sa-
crificio de un derecho subjetivo, la jurisprudencia es rigurosa a la hora de
exigir la concurrencia de determinados requisitos, materiales y formales,
a través de los cuales se garantice la libertad o espontaneidad de dicho
abandono del derecho. De este modo, afirma el TS que la renuncia ha de
ser personal, clara, concluyente e inequívoca, consciente o previsible, sin
que pueda renunciarse «pro futuro» derechos inciertos, ha de ser expresa,
sin que implique la transmisión de un derecho a un tercero o se efectúe con
condicionamiento alguno.
A causa de los graves efectos de cosa juzgada que genera la renuncia, ha
de formularse mediante Procurador con poder especial o mediante ratifica-
ción «apud acta» (cfr. art. 74.2 LJCA), debiendo determinarse con precisión,
en el correspondiente acto procesal, los derechos que son objeto de este acto
definitivo de disposición (art. 1815.2º CC), porque tan sólo a ellos se exten-
derán tales efectos materiales. Si la renuncia fuera declarada admisible, el Juez
dictará Sentencia en la que absolverá en el fondo al demandado (art. 20.1).
216 Vicente Gimeno Sendra
IV. EL DESISTIMIENTO
1. Concepto y notas esenciales
El desistimiento es una declaración de voluntad, efectuada por el actor
o el recurrente con la conformidad, en su caso, del demandado, mediante
la cual manifiesta su deseo de abandonar la pretensión que ejercitó en el
proceso o recurso por él interpuesto.
Al igual que la renuncia, el desistimiento es un acto de finalización del
procedimiento que corresponde al actor. Pero se diferencia de ella, tanto
por su objeto, como por su naturaleza y efectos. Su objeto se contrae a un
abandono o dejación de ejercicio de la pretensión y, por tanto, del pro-
cedimiento, sin que dicha dejación suponga una disposición del derecho
subjetivo material que permanece intacto. De lo que desiste el demandante
es únicamente de la litispendencia o, si se prefiere, de la continuación del
procedimiento o del recurso por el instado. Por esta razón, el desistimiento,
en principio, no genera efectos materiales de cosa juzgada (a diferencia de
la renuncia y del allanamiento) y de aquí que el art. 20.3.II disponga que el
Tribunal «dictará auto de sobreseimiento y el actor podrá promover nuevo
juicio sobre el mismo objeto» (con similar redacción, el art. 74.3 LJCA de-
clara que el Juez o Tribunal «dictará auto en el que declarará terminado el
procedimiento —y no el proceso—, ordenando el archivo de los autos…»),
por lo que cabe la posibilidad de que el demandante pudiera volver a pro-
mover nuevo proceso sobre el mismo objeto, a salvo, claro está, que la
acción hubiere fenecido por caducidad.
De lo dicho se infiere que el desistimiento ofrece un singular interés para
el demandante cuando por incumplimiento de algún presupuesto procesal
o defectos en el modo de proponer la demanda pueda arriesgarse a una
Sentencia desestimatoria de la pretensión y/o una condena en costas, en
cuyo caso, mejor será volver a iniciar el proceso con el cumplimiento de la
totalidad de los presupuestos y requisitos procesales.
3. Requisitos
El desistimiento, al igual que los demás medios anormales de finalización
del procedimiento, puede plantearse en cualquier estadio del procedimiento
con anterioridad al momento de la emisión de la Sentencia, tanto en la fase
declarativa (art. 19.3), como en la segunda instancia o en la casación (art.
450).
En la primera instancia, el desistimiento puede formularse desde la ad-
misión a la demanda hasta la citación para Sentencia. No cabe, por tanto,
218 Vicente Gimeno Sendra
4. Procedimiento
Una vez formulado el desistimiento, debe dársele traslado de él al de-
mandado por plazo de diez días (art. 20.3) y, aunque la ley no lo diga, me-
diante suspensión del procedimiento.
El demandado puede oponerse, allanarse o no contestar. Tan sólo la pri-
mera posibilidad permite al Juez disponer la reanudación del procedimiento
(art. 20.3.III). En las demás, como consecuencia de la vigencia de los prin-
cipios dispositivo y de congruencia, ha de acordar, mediante auto de sobre-
Los actos de disposición del objeto procesal 219
5. Efectos
Los efectos del desistimiento se ciñen exclusivamente, en su dimensión
objetiva, al procedimiento o recurso instado y, en la subjetiva, a las partes
materiales principales, que efectivamente lo efectuaron, de tal suerte que no
afecta a los demás demandantes que no decidieron suscribirlo, con respecto
a los cuales ha de seguir para ellos el procedimiento (cfr.: art. 450.2).
Ahora bien, de la anterior regla general hay que exceptuar a los coadyu-
vantes o partes secundarias, con respecto a los cuales tiene sustentado, con
acierto, la jurisprudencia que el desistimiento de la parte principal afecta al
coadyuvante, quien no puede impulsar el procedimiento; e inversamente,
producido el desistimiento por el coadyuvante, no afectará a la parte prin-
cipal.
En materia de costas, el art. 396 contempla dos situaciones diferencia-
das: la del desistimiento que no haya de ser consentido por el demandado,
en cuyo caso el demandante correrá con el pago de la totalidad de las cos-
tas, y la del consentido por el demandado, en donde no existirá condena en
costas. Olvida el precepto el supuesto de no consentimiento o de oposición
del demandado al desistimiento, en cuyo caso el actor debe satisfacer la to-
talidad de las causadas a su instancia, máxime cuando el desistimiento sea
debido a la defectuosa constitución de la relación jurídico procesal, tan solo
atribuible al demandante.
V. EL ALLANAMIENTO
1. Concepto y notas esenciales
El allanamiento es un acto del demandado, por el que, manifestando su
conformidad con la pretensión formulada por el demandante, pone fin al
proceso, provocando la emisión de una resolución con todos los efectos de
la cosa juzgada.
Sujeto, pues, del allanamiento es exclusivamente el demandado, quien
reconoce fundada la pretensión del actor y se conforma con la misma. Por
ello, es un acto unilateral y expreso del demandado, que encuentra su pa-
ralelo con el mismo acto realizado por el actor, esto es, con la renuncia,
220 Vicente Gimeno Sendra
2. Clases
Atendiendo a los límites objetivos del allanamiento, dicho acto de dis-
posición puede ser total o parcial. Es total, cuando el demandado reconoce
todas las pretensiones, declarativas y de condena, del actor y manifiesta su
disposición a cumplir voluntariamente con todas las prestaciones. Es par-
cial, cuando dicho reconocimiento se limita a determinadas pretensiones
(así, ante una pretensión mixta, el demandado reconoce la declarativa, pero
no la de condena) y no a otras o cuando existiendo una sola pretensión la
Los actos de disposición del objeto procesal 221
3. Requisitos
Al igual que la renuncia, el allanamiento ha de ser personal, claro, con-
cluyente e inequívoco, expreso, consciente y previsible y efectuado sin con-
dicionamiento alguno
En cuanto a los requisitos formales, también el allanamiento, en tanto
que acto de disposición de la pretensión, requiere ratificación «apud acta»
o autorización expresa y la concurrencia de los demás requisitos formales
del desistimiento, ya estudiados.
El allanamiento puede efectuarse en cualquiera de las fases (declarativa,
de impugnación o ejecución) del proceso (art. 19.3).
4. Efectos
Desde una dimensión objetiva, tan sólo el allanamiento total, tal y como
se ha indicado, produce la finalización anormal del procedimiento. Si fuere
parcial, dispone el art. 21.2 que «el Tribunal, a instancia del demandante,
podrá dictar de inmediato auto acogiendo las pretensiones que hayan sido
objeto de dicho allanamiento». Pero, para ello, no sólo será necesario que
el actor expresamente solicite dicho auto, sino también que la conexión con
las demás pretensiones no tenga efectos prejudiciales, de tal suerte que «no
prejuzgue las restantes cuestiones no allanadas». En cualquier caso, el pro-
cedimiento seguirá adelante con respecto a las pretensiones no allanadas,
sin perjuicio de que el actor pueda acudir al proceso de ejecución (y no a
la ejecución provisional), pues, de conformidad con lo dispuesto en el art.
517.3º dicho auto es un título de ejecución.
Desde un punto de vista subjetivo, el allanamiento tan sólo afecta a las
partes principales que lo hubieren efectuado (art. 13.3). Por lo tanto, no
extiende sus efectos a las demás partes principales o litisconsortes, a quienes
también hay que recabar su voluntad de poner fin al procedimiento y sí que
los extiende, por el contrario, a los coadyuvantes de la parte allanada.
En materia de costas, el art. 395, con el objeto de estimular las soluciones
auto compositivas, distingue el allanamiento efectuado con anterioridad a
222 Vicente Gimeno Sendra
2. Procedimiento
La satisfacción extraprocesal puede suceder en cualquier estadio del pro-
cedimiento (art. 19.3), esto es, tanto en la fase declarativa, cuanto en la de
impugnación y ejecución.
La satisfacción del actor hay que ponerla en conocimiento del Tribunal,
por cualquiera de las partes. Una vez dado traslado del pertinente escrito
a la contraparte, en el que habrá de adjuntarse el documento acreditativo
de la pérdida del objeto procesal, si ésta manifestara su conformidad a di-
cha satisfacción extraprocesal, el Letrado de la Administración de Justicia,
sin efectuar condena en costas, dictará Decreto de terminación del proce-
dimiento, que «tendrá los mismos efectos que una Sentencia absolutoria
firme» (art. 22.1.II), es decir, plenos efectos materiales de cosa juzgada y
liberatorios para el demandado.
Pero «si alguna de las partes sostuviere la subsistencia de interés legí-
timo», el Letrado de la Administración de Justicia, dispone el art. 22.2
convocará a las partes a una comparecencia. No obstante la redacción del
224 Vicente Gimeno Sendra
precepto que parece admitir que el demandado pueda oponerse a dicha ter-
minación anormal del procedimiento, esta conclusión no puede alcanzarse,
si se piensa en que la única causa para instar esta forma de terminación
es la ausencia de legitimación activa (art. 22.1: «…dejare de haber interés
legítimo en obtener la tutela judicial pretendida…») y el único motivo de
oposición ha de fundarse en la «subsistencia de interés legítimo» (art. 22.2);
luego ha de inferirse que, excepción hecha del supuesto de reconvención,
carece el demandado de legitimación para oponerse a este medio de finali-
zación por satisfacción extraprocesal del demandante. Ello no obstante, la
exigencia, en principio, de acuerdo entre las partes para la vinculación del
Tribunal en cuanto a la procedencia de este medio de finalización (art. 22.1.
«in fine») no permiten configurar plenamente a este medio como un acto
unilateral del actor.
La oposición, pues, a la adopción del auto de terminación la formulará el
actor «negando motivadamente que se haya dado satisfacción extraprocesal
a sus pretensiones o con otros argumentos». Por «otros argumentos», que
el legislador no define, pueden reputarse incluidos todos los de desaparición
del objeto procesal.
Si existiera oposición, establece el art. 22.2 que el Juez citará a las partes
a una «comparecencia», que habrá de celebrarse en el plazo de diez días.
Aunque la Ley no lo diga, el objeto de esta comparecencia consistirá en exa-
minar si efectivamente ha existido o no una satisfacción extraprocesal o la
desaparición del objeto, por lo que, en dicha comparecencia, a la que habrá
de asistir el Juez (art. 137.2) y será pública (art. 138.1), habrá de admitirse
toda la prueba pertinente, que pueda en ella practicarse, en relación con
dicho tema. La comparecencia se efectuará en la forma prevista en el art.
185. Si, en la comparecencia, las partes no reconocieran la existencia de una
satisfacción extraprocesal, pero se manifestaran predispuestas a llegar a un
acuerdo, pensamos que debe el Juez procurar la conciliación o transacción
intraprocesal en la forma prevenida en el art. 415.
Una vez terminada la comparecencia, el Tribunal decidirá, mediante au-
to y dentro de los diez días siguientes, acerca de la continuación o no del
procedimiento, habiendo de condenar en costas a quien viere rechazada su
pretensión (art. 22.2.III).
Contra el auto que ordene la continuación del procedimiento, dispone
el número tercero del art. 22 que no cabrá recurso alguno, en tanto que,
contra el que acuerde su terminación, podrá la parte gravada interponer
recurso de apelación (art. 22.3), el cual no operará con efecto suspensivo
(art. 456.2).
Los actos de disposición del objeto procesal 225
2. Clases
La suspensión del proceso puede suceder, pues, «de oficio» o «a instancia
de parte». La suspensión de oficio se ocasiona cuando surge un evento al
que la norma procesal asocia la paralización del curso de los autos. Esto
es lo que sucede ante la incomparecencia del Abogado del demandante en
la audiencia previa (art. 414.3.II y 4), la interposición de cuestiones pre-
judiciales penales devolutivas, recursos suspensivos, conflictos de compe-
tencia, planteamiento de cuestiones prejudiciales devolutivas y suspensivas,
226 Vicente Gimeno Sendra
II. CLASES
Desde un punto de vista subjetivo, la legitimación puede ser activa y
pasiva y, desde el objetivo, originaria y extraordinaria.
2. La legitimación ordinaria
La legitimación ordinaria, originaria, directa o propia es la que se os-
tenta en virtud de la titularidad de un derecho o interés legítimo. A ella se
refiere, tanto el art. 24.1 CE, al proclamar el derecho a la tutela judicial
efectiva de «los derechos e intereses legítimos», como el art. 10.1 LEC que
contrapone dicha legitimación frente a la extraordinaria contemplada en el
segundo párrafo de dicho precepto.
Así, pues, tanto los titulares de las relaciones jurídicas —a título de due-
ño (así, por ejemplo, el de propiedad para el ejercicio de la acción reivindi-
catoria del art. 348 CC) o al de cualquier otro derecho real o de crédito—,
como los obligados por dichas relaciones, ostentan legitimación ordinaria
para comparecer en el proceso en calidad de partes principales, sean origi-
narias o sobrevenidas, lo que puede acontecer, en este último caso, como
consecuencia de la aparición de alguno de los fenómenos de sucesión pro-
cesal contemplados en los arts. 16-18 LEC.
Pero la legitimación originaria, no sólo viene otorgada por la titularidad
de un derecho subjetivo, sino que, en ocasiones, la Ley faculta a comparecer
como partes a quienes ostenten un «interés legítimo». Aun cuando en nues-
tro proceso civil, no tenga cabida la «acción civil popular», existen proce-
sos, cuyo objeto no lo constituye una relación, sino una situación jurídica,
en la que la legitimación originaria viene determinada por la afirmación
de un interés legítimo. Ello es lo que sucede en los procesos de provisión
judicial de apoyos, matrimoniales o de filiación, en los que las partes han de
ostentar un interés legítimo (art. 24.1 CE), pues el ordenamiento procesal
no puede amparar pretensiones que puedan obedecer a intereses espurios
(así, el internamiento de un menor o la provisión de apoyos a un mayor de
edad con la exclusiva finalidad de obtener la indebida administración de
sus bienes).
La legitimación 235
3. La legitimación extraordinaria
A la legitimación extraordinaria se refiere el segundo párrafo del art. 10
LEC, en cuya virtud, y después de proclamar en el primero la exigencia de
la legitimación ordinaria, establece la excepción de «los casos en que por ley
se atribuya legitimación a persona distinta del titular».
Y es que, también en ocasiones, el demandante puede actuar en el pro-
ceso en interés de un tercero, produciéndose, en tal supuesto, una falta de
identidad entre las partes materiales y las formales que comparecen en el
proceso. En la legitimación extraordinaria, por tanto, quien comparece en
el proceso actúa en interés de otro. Pero dicha intervención ha de circunscri-
birse a los taxativos supuestos en los que la Ley expresamente lo autorice.
Dicha actuación de la parte formal en interés de un derecho de la ma-
terial puede ser en nombre propio, en cuyo caso nos encontraremos ante
un fenómeno de «sustitución procesal» o en nombre e interés ajeno, lo que
encierra una legitimación por «representación procesal».
B) La legitimación representativa
Al igual que en la legitimación por sustitución, también en la represen-
tativa la parte formal actúa derechos ajenos, pero, mientras en aquélla, lo
hace en nombre e interés propio, en la representativa, la defensa de dichos
derechos también lo es en nombre e interés de otro.
La legitimación representativa es distinta a la representación material o
procesal, cuya causa de estas últimas obedece a la suscripción de un contra-
to de mandato. En la legitimación representativa es la Ley la que atribuye o
encarga al tercero la facultad de ejercitar la acción en nombre e interés de
otros y para la defensa de sus derechos.
Constituyen supuestos de legitimación representativa:
1) La representación orgánica del Presidente de una Comunidad de Pro-
pietarios para todo lo que sea favorable a dicha comunidad y los
intereses de los copropietarios (art. 13.3 LPH, Ley 49/1960).
2) Los Colegios Profesionales tienen legitimación para reclamar los ho-
norarios de sus colegiados (art. 5.p) Ley de Colegios Profesionales
2/1974).
3) La «Sociedad General de Autores» ostenta «ex lege» legitimación pa-
ra reclamar o defender los derechos de la propiedad intelectual de
sus asociados. Dicha legitimación era considerada por la jurispru-
dencia, al amparo de lo dispuesto en el art. 135 LPI de 1987, como
un supuesto de sustitución procesal, si bien, cuando el ejercicio de las
238 Vicente Gimeno Sendra
2. Notas esenciales
Las medidas que la LEC 1/2000 permite adoptar con carácter preliminar
se encuentran recogidas en el art. 256 del texto legal. Este precepto enu-
mera un catálogo de medidas que, atendiendo al tenor literal de la norma,
debemos entender de aplicación a toda clase de procesos («Todo juicio po-
drá prepararse…»), con independencia de que el futuro escrito de demanda
haya de tramitarse de conformidad con las normas del juicio ordinario o
verbal, ya sea un proceso declarativo ordinario, especial o sumario.
Dichas diligencias preliminares hemos de considerarlas un numerus
clausus, así querido por el legislador, de forma que sólo podrán acordarse
aquéllas expresamente previstas por la Ley, aun cuando ello no impida que
se deba realizar una interpretación flexible de los supuestos contemplados
en dicho precepto, acordes con la finalidad que lo inspira de preparación de
un proceso o de evitación, en muchos casos, de su interposición.
El carácter de «numerus clausus» no impide de suyo la solicitud de
cualesquiera diligencias que los peticionarios reputen conducente o con-
veniente interesar con precedencia al inicio de un proceso jurisdiccional,
pero tampoco permite, sin embargo, acceder a la práctica de las que ni se
encuentren específicamente previstas, ni resulten «necesarias» de acuerdo
con la disciplina legal, al existir otros medios por los cuales el peticionario
pueda obtener, sin demérito alguno, la información que postula.
En cualquier caso, y dentro de dicha flexibilidad, no debe olvidarse la
naturaleza y finalidad de las diligencias preliminares, de acuerdo con su
configuración legal, que no puede confundirse con otra figura o institución
en cierto modo conexa, pero distinta y sujeta a otros requisitos: la anticipa-
ción y aseguramiento de la prueba que regulan los arts. 293 y ss. LEC. La
finalidad de las diligencias preliminares ha de quedar circunscrita a la efec-
tiva preparación de un proceso, especialmente en relación con la obtención
de ciertos datos previos a la presentación de la demanda que el solicitante
no puede recabar, por sí mismo, sin el auxilio judicial, no teniendo tal con-
sideración las actuaciones que tengan una finalidad de aseguramiento de la
prueba y que, por tanto, afecten al fondo del asunto y no a la debida consti-
tución de la litis. Podemos afirmar que las diligencias preliminares no tienen
como finalidad la obtención de pruebas, pero facilitan el derecho funda-
mental a la prueba, sobre todo de las que deben aportarse con la demanda.
248 Manuel Díaz Martínez
A) Diligencias subjetivas
Se encuentran reguladas en los apartados 1º y 6º del art. 256.1 de la
LEC, expresando el texto normativo que «Todo juicio podrá prepararse
(…):
1) Por petición de que la persona a quien se dirigiría la demanda declare,
bajo juramento o promesa de decir verdad, sobre algún hecho relativo a su
capacidad, representación o legitimación, cuyo conocimiento sea necesario
para el pleito, o exhiba los documentos en los que conste dicha capacidad,
representación o legitimación (art. 256.1.1º LEC)».
A través de esta medida se pretende averiguar algún hecho que sea útil
para determinar a quién corresponde, esencialmente, la legitimación pasiva
en el proceso principal.
Nos encontramos ante un supuesto en el cual el solicitante conoce los he-
chos, pero ignora quién debe responder de ellos y recaba el auxilio judicial
para conseguirlo, habiéndose de prestar dicha declaración, pese al silencio
legal, de conformidad con el interrogatorio de las partes como medio de
prueba (arts. 301 y ss. LEC), debiendo documentarse el acto por el LAJ (art.
146 LEC) y registrarse la comparecencia en soporte apto para la grabación
audiovisual (art. 147 LEC).
Actos previos al proceso 249
B) Diligencias objetivas
Las restantes diligencias contenidas en el art. 256 LEC están orienta-
das, no a la obtención de información referente a los sujetos que pudieran
ostentar la condición de partes en el futuro proceso, sino a la exhibición
de diferentes tipos de documentos y de cosas idóneos para determinar con
precisión el objeto de un proceso ulterior.
A través de estas medidas podrán prepararse los juicios:
1. Mediante solicitud de que la persona a la que se pretende demandar
exhiba la cosa que tenga en su poder y a la que se haya de referir el juicio
(art. 256.1.2º LEC).
pasan a ocupar los núms. 7º y 8º del apartado 1º del citado art. 256 LEC,
dando cumplimiento a la Directiva 2004/48/CE del Parlamento Europeo y
del Consejo, de 29 de abril de 2004, relativa al respeto a los derechos de
propiedad intelectual e industrial.
Estas diligencias preliminares, específicas para la protección de los dere-
chos de propiedad industrial e intelectual, no pretenden solventar dudas de
carácter procesal, sino que están encaminadas a la averiguación de datos
relacionados con el fondo del asunto, ya que, la primera de ellas, tiene por
objeto la obtención de información sobre el origen y redes de distribución
de las obras, mercancías o servicios que infringen tales derechos, y la segun-
da, el acceso a ciertos documentos de carácter contable.
Por su parte, la Ley 21/2014, de 24 de noviembre, por la que se modifica
el texto refundido de la Ley de Propiedad Intelectual, dio nueva redacción
al apartado 7º del art. 256.1 LEC, sustituyendo la referencia a «actos desa-
rrollados a escala comercial» por la de «actos que no puedan considerarse
realizados por meros consumidores finales de buena fe y sin ánimo de ob-
tención de beneficios económicos o comerciales», e introdujo los números
10º y 11º, que contienen diligencias preliminares en materia de propiedad
intelectual e industrial tendentes a la obtención de aspectos relevantes para
la identificación de quienes vulneren tales derechos en el ámbito de la socie-
dad de la información.
A tenor de lo dispuesto en el art. 259.4 LEC, la información obtenida
mediante estas diligencias se utilizará exclusivamente para la tutela juris-
diccional de los derechos de propiedad industrial o de propiedad intelectual
del solicitante de la medida, con prohibición de divulgarla o comunicarla
a terceros. A instancia de cualquier interesado, el Tribunal podrá atribuir
carácter reservado a las actuaciones, para garantizar la protección de los
datos o información que tuvieren carácter confidencial.
4. Procedimiento
A) Competencia objetiva y territorial
La competencia objetiva para la resolución sobre las peticiones de dili-
gencias preliminares se atribuye a los Juzgados de Primera instancia o de lo
Mercantil, cuando proceda, esto es, cuando nos encontremos ante alguna
de las materias y cuestiones previstas en el art. 86 ter.2 de la LOPJ.
En cuanto a la competencia territorial, el art. 257 LEC establece un fuero
legal imperativo a favor del Juez del domicilio de la persona requerida a
realizar la diligencia instada, tenga por objeto la declaración, exhibición o
intervención de otro modo en las actuaciones que se acuerden para prepa-
rar el juicio.
Sin embargo, cuando se trata de las diligencias destinadas a la averi-
guación de las personas que formen parte de un grupo de afectados por un
hecho dañoso (art. 256.1 6º), de las específicas para la protección de los
derechos de propiedad intelectual e industrial (art. 256.1. 7º y 8º), así como
de las contenidas en Leyes especiales (art. 256.1.9º), será territorialmente
competente el Tribunal que vaya a conocer de la pretensión principal que se
deduzca en el proceso posterior.
Dispone el art. 257 LEC que, si en estos casos, se solicitasen nuevas di-
ligencias (siempre que sean de las previstas en los apartados 6º, 7º, 8º y 9º
del art. 256.1 LEC), a raíz del resultado de las hasta entonces practicadas,
podrán instarse del mismo Tribunal o bien del que, a raíz de los hechos
averiguados en la anterior diligencia, resultaría competente para conocer de
la misma pretensión o de nuevas pretensiones que pudieran eventualmente
acumularse, inciso con el que se pretenden solventar los inconvenientes que
se pueden plantear cuando al solicitante le resulte de muy difícil averigua-
ción el órgano que va a conocer del futuro proceso.
No se admitirá declinatoria en las diligencias preliminares. El Juez ante
el que se solicite revisará de oficio su competencia objetiva y territorial y, si
entendiese que carece de ella, se abstendrá de conocer indicando al solici-
tante el Juzgado de Primera Instancia al que debe acudir, previa audiencia a
la parte personada y al MF (arts. 48.1 y 3 y 58 LEC). Si este último Juzgado
se inhibiere, asimismo, de su competencia, decidirá el conflicto negativo el
Tribunal inmediato superior común, según lo previsto en el art. 60 LEC
(art. 257.2 LEC).
Actos previos al proceso 259
B) Capacidad de postulación
En relación con la capacidad de postulación procesal, esto es, si la inter-
vención de Abogado y Procurador resulta facultativa o preceptiva para lle-
var a cabo la solicitud de diligencias preliminares, los preceptos que regulan
esta materia no establecen nada al respecto, debiendo suplirse dicha laguna
legal acudiendo a las reglas generales que establecen los arts. 23 y 31 de
LEC, preceptos que excluyen la representación preceptiva del Procurador
y la intervención de Abogado en los supuestos que «se soliciten medidas
urgentes con anterioridad al juicio».
Por tanto, dicha cuestión debe resolverse a favor del carácter preceptivo
de la intervención de los citados profesionales cuando las diligencias preli-
minares sean necesarias, pero no urgentes, lo cual sucederá en la mayoría de
los casos, aun cuando no pueden descartarse algunas diligencias prelimina-
res en las que dicha nota de urgencia se encuentre presente.
En todo caso, lo más coherente sería exigir la intervención obligatoria de
Abogado y Procurador cuando ésta sea preceptiva en el proceso principal
(no en vano, las diligencias preliminares existen en función de un proceso
al cual sirven).
D) Fase de admisión
Una vez presentada la solicitud de diligencias preliminares, el Juez ha de
resolver mediante Auto acerca de su admisibilidad en el plazo de cinco días
siguientes a su presentación.
Acreditado el cumplimiento de los presupuestos procesales que condi-
cionan la admisión a trámite del escrito de solicitud de diligencias prelimi-
nares (competencia objetiva y territorial, capacidad de postulación), el Juez,
sin oír a la persona frente a la que se pide la diligencia, decidirá acceder o
denegar la petición, y para ello habrá de tener en cuenta:
a) La legalidad de la diligencia solicitada, esto es, que está prevista en el
art. 256 LEC o en alguna Ley especial.
Actos previos al proceso 261
A) La ficta confessio
Cuando la diligencia acordada consista en que la persona contra la que
el solicitante afirme que se propone dirigir la demanda declare bajo jura-
mento o promesa de decir verdad «sobre algún hecho relativo a su capa-
cidad, representación o legitimación», si el requerido no atiende el reque-
rimiento y, sin oponerse al mismo, no comparece, se niega a contestar o lo
hiciere con respuestas evasivas, el Tribunal, por medio de auto, podrá tener
por respondidas afirmativamente las preguntas que el solicitante pretendie-
ra formularle y los hechos correspondientes se considerarán admitidos a
efectos del juicio posterior (art. 261.1.1ª), si bien, los efectos de esa posible
ficta confessio habrán de producirse en un posterior proceso.
B) La entrada y registro
La posibilidad de que el Juez acuerde la entrada y registro aparece con-
templada, con carácter general, para los casos en los que se haya pedido y
264 Manuel Díaz Martínez
2. Anticipación de la prueba
Dispone el art. 297 LEC que previamente a la iniciación de cualquier
proceso, el que pretenda iniciarlo, o cualquiera de los litigantes durante el
curso del mismo, podrá pedir del Tribunal la práctica anticipada de algún
acto de prueba cuando exista el temor fundado de que, por causa de las
personas o por el estado de las cosas, dichos actos no puedan realizarse en
el momento procesal generalmente previsto.
3. Aseguramiento de la prueba
A) Fundamento
El aseguramiento de la prueba presenta como rasgo común a su antici-
pación el momento procesal en el que puede solicitarse, a saber, tanto antes
de la iniciación del proceso como durante su tramitación, pero se diferencia
de ella en su finalidad, ya que con el aseguramiento de la prueba se pretende
asegurar la fuente de prueba, pero sin llegar a practicar el medio, para evi-
tar que, por conductas humanas o acontecimientos naturales, que pueden
destruir o alterar los objetos materiales o estado de cosas, resulte imposible
en su momento practicar una prueba relevante o incluso carezca de sentido
proponerla (art. 297.1 LEC).
Actos previos al proceso 267
B) Las medidas
Las medidas de aseguramiento de la prueba que puede adoptar el órga-
no judicial competente, que será el mismo que en el supuesto de la prueba
anticipada, consistirán en: a) La conservación de las cosas o situaciones; b)
Dejar constancia fehaciente de su realidad y características; c) El mandato
de hacer o de no hacer, con apercibimiento de proceder, en caso de infrin-
girlos, por desobediencia a la autoridad.
En los casos de infracción de los derechos de propiedad industrial e in-
telectual, tales medidas pueden consistir en la descripción detallada, con o
sin toma de muestras, o la incautación efectiva de las mercancías y objetos
litigiosos, así como de los materiales e instrumentos utilizadas en la produc-
ción o la distribución de estas mercancías y de los documentos relacionados
con ellos (art. 297.2 LEC).
C) Procedimiento
En la solicitud de medidas para el aseguramiento de la prueba, la per-
sona interesada deberá argumentar sobre: a) las razones por las cuales los
medios de prueba a practicar en su día sobre las fuentes de prueba cuyo
aseguramiento se insta son pertinentes y útiles; b) los motivos para temer
que, de no adoptarse las medidas de aseguramiento, puede resultar imposi-
ble en el futuro la práctica de dicha prueba; y c) que la medida de asegura-
miento que se propone pueda llevarse a cabo dentro de un tiempo breve y
sin causar perjuicios graves y desproporcionados a las personas implicadas
o a terceros.
Se prevé la posibilidad de que el Tribunal pueda supeditar la ejecución de
la medida adoptada a la prestación de una caución suficiente para respon-
der de la práctica de la prueba cuyo aseguramiento se pretenda, por parte
de la persona que habría de soportar la medida de que se trate (art. 298.3
LEC).
Las medidas de aseguramiento de la prueba se adoptarán previa audien-
cia de la persona que haya de soportarla (art. 298.4 LEC).
Ello no obstante, cuando dicha audiencia pueda ocasionar daños irrepa-
rables o cuando exista riesgo de que se destruyan pruebas o se imposibilite
de otro modo su práctica, el Tribunal podrá acordar la medida sin más trá-
mites, mediante providencia. En tales casos, quien fuera a ser demandado o
ya lo hubiera sido o quien hubiera de soportarla podrán formular oposición
en el plazo de veinte días, desde la notificación de la providencia que la
268 Manuel Díaz Martínez
2. Competencia
Será competente para conocer de los actos de conciliación el Juez de
Paz o el LAJ del Juzgado de Primera Instancia o de lo Mercantil, cuando
Actos previos al proceso 269
3. Procedimiento
El procedimiento se inicia con una solicitud del interesado ante el órga-
no competente en la que habrá de indicarse los datos y circunstancias de
identificación del solicitante y del requerido, determinando con precisión el
objeto de la conciliación y su pretensión, solicitud que irá acompañada de
los documentos que considere oportunos.
En los expedientes de jurisdicción voluntaria no será preceptiva la inter-
vención de Abogado ni Procurador.
En el plazo de 5 días hábiles desde la presentación de la solicitud, el LAJ
o, en su caso, el Juez de Paz, dictará resolución sobre su admisión y citará a
los interesados al acto de conciliación, que se desarrollará oralmente.
La admisión de la solicitud de conciliación implicará la interrupción de
la prescripción, tanto adquisitiva como extintiva, desde el momento de su
presentación, comenzando a correr de nuevo inexorablemente desde que el
acto se da por terminado sin efecto al no haberse logrado la avenencia (art.
143 LJV).
El acto de conciliación o vista se iniciará con la exposición del solicitante
de su reclamación, luego contestará el requerido lo que crea conveniente,
pudiendo los intervinientes exhibir o aportar cualquier documento en que
funden sus alegaciones. Si no hubiera avenencia ente los interesados, el LAJ
o el Juez de Paz procurará que alcancen un acuerdo, permitiéndoles repli-
car y contrarreplicar, si así lo desean y ello pudiera facilitar el acuerdo (art.
145.1 LJV).
Si hubiere conformidad entre los interesados en todo o en parte del obje-
to de la conciliación, se hará constar detalladamente en un acta todo cuanto
270 Manuel Díaz Martínez
acuerden y que el acto terminó con avenencia, así como los términos de la
misma, debiendo ser firmada por los comparecientes.
Este acta, junto con el Decreto dictado por el LAJ o el auto del Juez de
Paz haciendo constar el acuerdo alcanzado por las partes en el acto de con-
ciliación, llevan aparejada ejecución, siendo competente para su ejecución el
mismo Juzgado que tramitó la conciliación cuando se trata de asuntos de la
competencia del propio juzgado. En los demás casos, será competente para
la ejecución el Juzgado de Primera Instancia a quien hubiere correspondido
conocer de la demanda (art. 147.1 y 2 LJV.
Séptima Parte
MEDIDAS CAUTELARES
Lección 13
LAS MEDIDAS CAUTELARES (I):
DISPOSICIONES GENERALES
III. PRESUPUESTOS
1. Peligro por la mora procesal
Como presupuesto básico de toda medida cautelar se contempla el peli-
gro por la mora procesal o la existencia de riesgo de que, como consecuencia
del mero transcurso del tiempo en que el proceso se desarrolla, se puedan
producir situaciones que impidieren o dificultaren la efectividad de la tutela
que pudiera otorgarse en una eventual sentencia condenatoria, lo que se ha
designado con la expresión latina «periculum in mora» (art. 728.1 LEC)
En principio, se deberán tener en cuenta todos aquellos hechos que razo-
nadamente puedan poner en peligro, total o parcialmente, la efectividad de
la tutela judicial, de modo que el pronunciamiento judicial resultara ilusorio
o que retrasara excepcionalmente la efectividad del derecho reconocido, lo
que puede provenir tanto del demandado como de terceros o estar despro-
visto de toda atribución subjetiva, en tanto que este requisito se configura
en términos objetivos.
En todo caso, la parte peticionaria de las medidas deberá alegar y acre-
ditar que existe un peligro real, objetivo e inminente, especificando en cada
caso concreto cuál sería la coyuntura específica capaz de desvirtuar la efi-
cacia del futuro pronunciamiento judicial, no siendo admisibles situaciones
Las medidas cautelares (I): disposiciones generales 277
3. Caución
El tercer requisito exigible para la adopción de la medida cautelar viene
referido al ofrecimiento de caución (art. 728.3 LEC).
Toda medida cautelar, en mayor o menor medida, puede originar per-
juicios al demandado que la sufre, por lo que es preciso asegurar que el de-
mandante, instante de la medida, haya de responder de ellos en el supuesto
de que se diere una sentencia desestimatoria de la presentación principal,
de modo que ello venga a significar que la medida acordada era carente de
justificación.
Aun cuando el art. 728.3 LEC establezca que «el solicitante de la medida
cautelar deberá prestar caución…», bastará con el ofrecimiento por parte
del solicitante de prestar caución suficiente en los términos exigidos por la
Ley para que la medida pueda ser adoptada, mientras que la prestación de
la caución se configura como una condición a la que se supedita el acto de
cumplimiento de la medida cautelar ya acordada. En todo caso, no basta
con un ofrecimiento genérico, sino que se ha especificar de qué tipo o tipos
se ofrece constituirla y con justificación del importe que se propone, ello
con la finalidad de que el demandado pueda hacer alegaciones en orden a
tal extremo en la audiencia que contempla el art. 734 LEC.
Para la determinación del importe de la caución, el Tribunal tomará en
consideración los siguientes elementos: a) la naturaleza y contenido de la
pretensión; b) la estimación de los posibles daños y perjuicios que la medida
pudiere ocasionar y c) la valoración que realice sobre el fundamento de la
solicitud de la medida, es decir, el concreto peligro que se derive de la demo-
ra y, especialmente, de la apariencia de buen derecho del actor.
La prestación de caución, como presupuesto de la medida cautelar, tan
sólo resulta excluible cuando así venga establecido por disposición legal ex-
presa, exclusión que puede contraerse a la prestación misma o a establecer
que lo sea con carácter discrecional, como sucede en los procedimientos en
los que se ejercite una acción de cesación en defensa de los intereses colec-
tivos y de los intereses difusos de los consumidores y usuarios, supuesto en
que el Tribunal puede dispensar al solicitante de la medida cautelar del de-
ber de prestar caución, atendidas las circunstancias del caso, así como la en-
tidad económica y la repercusión social de los distintos intereses afectados.
Las medidas cautelares (I): disposiciones generales 279
VI. COMPETENCIA
1. Medidas cautelares solicitadas en primera instancia o con anterio-
ridad al proceso principal
Como es sabido, las medidas cautelares mantienen una relación de ins-
trumentalidad con el proceso principal, lo que justifica que se atribuye la
competencia para su conocimiento al Tribunal que conozca del asunto prin-
cipal en primera instancia, cuando se trate de medidas solicitadas con la
demanda, o al que sea competente para conocer de la demanda principal
(Juez de Primera Instancia o, en su caso, de lo Mercantil en las materias que
le sean propias), cuando se soliciten con carácter previo.
Un sector de la doctrina ha planteado la conveniencia de que fueran
distintos órganos los que hubieran de conocer de las medidas cautelares y
del asunto principal, respectivamente, en cuanto entienden que la decisión
a tomar en las medidas cautelares implica, en cierto modo, un juicio previo
sobre la cuestión a resolver en el asunto principal, que, aunque lo sea con
carácter provisional e indiciario, entienden puede producir una cierta vin-
culación psicológica en el momento de resolver sobre el asunto principal.
Frente a ello, la propia Exposición de Motivos de la LEC señala que todos
284 Manuel Díaz Martínez
las mismas puedan ser solicitadas y acordadas por el Tribunal por quien
acredite ser parte de un convenio arbitral con anterioridad a las actuaciones
arbitrales o de un proceso arbitral pendiente en España (art. 11.3 LA).
Así pues, con la actual regulación, durante la pendencia del procedimien-
to arbitral la tutela cautelar se podrá otorgar por los propios árbitros, salvo
acuerdo en contrario de las partes (art. 23 LA), quienes también podrán
solicitar de un Tribunal la adopción de las medidas cautelares (art. 11.3
LA). Por el contrario, con anterioridad al proceso arbitral la competencia
corresponderá a la autoridad judicial (art. 11.3 LA).
En los dos últimos supuestos, será tribunal competente territorialmente
el de Primera Instancia o de lo Mercantil del lugar en que el laudo deba ser
ejecutado y, en su defecto, el del lugar en que las medidas deban producir su
eficacia (art. 724 LEC).
También se contempla la posibilidad, sin perjuicio de las reglas especia-
les previstas en los Tratados y Convenios o en las normas comunitarias que
sean de aplicación, de solicitar de un Tribunal español la adopción de me-
didas cautelares por quien acredite ser parte de un proceso jurisdiccional o
arbitral que se siga en un país extranjero, siempre que se den los presupues-
tos legalmente previstos, siendo de aplicación la misma regla prevista en el
caso del arbitraje en orden a la determinación de la competencia territorial
del tribunal.
23.2.3º y 31.2.2º LEC), lo que se cohonesta con el art. 730.2 LEC, que
dispone que también pueden solicitarse las medidas cautelares antes de la
demanda si quien en ese momento las pide alega y acredita razones de ur-
gencia o necesidad, de modo que aquella urgencia es presupuesto de la pro-
pia medida en tal supuesto, si bien la excepción que se está contemplando
es sólo y exclusivamente para la solicitud de las medidas, no para el resto
de las actuaciones que hayan de producirse, que ya precisarán de Abogado
y Procurador cuando lo precise el proceso principal.
Lección 14
LAS MEDIDAS CAUTELARES
(II): PROCEDIMIENTO
2. Requisitos
Este precepto (art. 732 LEC) expresamente impone los siguientes requi-
sitos: a) claridad y precisión; b) justificación de los presupuestos precisos
para su adopción; c) que se acompañen los documentos que apoyen la soli-
citud y d) el ofrecimiento de caución.
A pesar de no hacerse mención expresa, por su carácter general para
toda solicitud y por ende exigibles en todo caso, debe concurrir también la
presentación ante Tribunal competente (arts. 723 y 724 LEC), con identifi-
cación del instante de la medida y frente a quien se insta, con indicación de
la legitimación que viene dada ex art. 721.
El escrito de solicitud habrá de concretar la medida que se solicita, no
siendo aceptable una petición en abstracto, esto es, sin concreción, ya que,
en caso contrario, resultaría vacío de contenido lo dispuesto en el art. 731
LEC, que impide, tal y como hemos visto, que el Tribunal pueda adop-
tar medidas más gravosas que las solicitadas, siendo necesario para ello
la concreción de las pedidas, como también lo es para que el demandado
frente al que se instan pueda articular su defensa u oposición en cuanto a
la adopción.
Por otra parte, no puede existir claridad y precisión si no hay concreción,
siendo que el término claridad y precisión se refiere tanto al contenido de lo
que se pide, cuanto a la razón o fundamento en qué se pide, que habrán de
guardar la debida relación, todo ello mediante la argumentación procedente
y los hechos y circunstancias en que se ampare, que deberán ir necesaria-
mente encaminados a acreditar el cumplimiento de los presupuestos legales
precisos para la adopción de las medidas instadas, no siendo suficiente la
mera cita del precepto legal en donde aparecen regulados tales presupues-
tos.
En orden a la justificación de tales presupuestos legales, se ha de articular
prueba, que habrá de ser propuesta, como momento preclusivo, en el escrito
de solicitud de las medidas; cabe entender que ese momento preclusivo ope-
ra también en relación con la alegación de hechos y circunstancias.
En efecto, el art. 732.2 LEC exige expresamente que se acompañen los
documentos que apoyen la petición o se ofrezca la práctica de otros medi-
dos para la acreditación de los presupuestos que autorizan la adopción de
las medidas de que se trate, precluyendo para el actor dicha posibilidad de
proposición de prueba con el escrito de solicitud de las medidas cautelares.
Dicha exigencia legal tiene por finalidad que la parte demandada pue-
da disponer previamente de la información necesaria acerca de los medios
Las medidas cautelares (II): procedimiento 291
II. PROCEDIMIENTO
La LEC no contempla un único y uniforme procedimiento para la adop-
ción de las medidas cautelares.
En efecto, en primer lugar, se contempla un procedimiento general, que
resulta de aplicación cuando se solicitan medidas cautelares en la deman-
da o al iniciarse el procedimiento arbitral o extranjero sin la concurrencia
de circunstancias específicas, esto es, sólo con las ordinarias y propias de
toda medida cautelar; en segundo, un procedimiento acelerado, cuando las
medidas se acuerdan sin audiencia del demandado por razones de urgencia
o con justificación de que el procedimiento general puede comprometer el
buen fin de la medida; en tercero, un procedimiento con especialidades en
los supuestos de medidas solicitadas con anterioridad a la presentación de
292 Manuel Díaz Martínez
1. Procedimiento contradictorio
El procedimiento o trámite ordinario sobre solicitud de medidas caute-
lares sucede con audiencia del demandado, pudiendo el sujeto pasivo de las
medidas solicitadas formular oposición, que habrá de ser realizada en for-
ma oral, respondiendo ello a criterios de rapidez atendiendo al presumible
carácter urgente de la medida.
B) Celebración de la vista
En la vista, el demandante y el demandado podrán exponer, de un lado,
lo que a su derecho convenga, pudiendo servirse de cuantas pruebas dispon-
gan y, de otro, hacer alegaciones relativas al tipo y cuantía de la caución,
así como en orden a la sustitución de la medida cautelar solicitada por la
caución sustitutoria.
Naturalmente, el demandante instante de la medida alegará lo conve-
niente en orden a su procedencia, como regla general, mediante la ratifica-
ción de lo expuesto en su solicitud inicial y sin modificar la petición inicial-
mente expuesta, a menos que sea para reducirla. Por su parte, la actuación
Las medidas cautelares (II): procedimiento 293
1
AAP de Sevilla, Sección 5ª, de 27 de abril de 2017, AAP de Madrid, Sección 28ª, de 7
de abril de 2017, AAP de Madrid de 27 de septiembre de 2012, AAP de Barcelona de
13 de agosto de 2012, AAP de Madrid de 19 de julio de 2012).
Las medidas cautelares (II): procedimiento 295
B) Resolución
El Tribunal, recibida la solicitud, pasará sin demora a valorar, por sepa-
rado, la justificación de la petición de adopción de las medidas sin audiencia
del demandado y de los presupuestos generales de las medidas cautelares
solicitadas, a la vista de la documentación aportada, que puede incluir, ade-
más de los documentos públicos y privados, los dictámenes de peritos de-
signados por el solicitante e incluso los nuevos medios tecnológicos del art.
299.2 LEC.
La resolución habrá de dictarse en el plazo de cinco días y reviste la for-
ma auto. El párrafo segundo del art. 733 LEC viene a resaltar la urgencia
al establecer que contra el auto que acuerde medidas cautelares sin previa
audiencia del demandado no cabrá recurso alguno y se estará a lo dispuesto
en el capítulo III de este título, referido a la oposición de medidas cautelares
adoptadas sin audiencia del demandado.
C) Oposición
En los casos en que la medida hubiera sido acordada sin previa audiencia
del demandado podrá éste formular oposición en el plazo de veinte conta-
dos desde su notificación, constituyendo esta oposición una contradicción a
posteriori o diferida, lo que viene justificado por la especial urgencia que re-
quiere el art. 773 LEC para acordar la medida cautelar inaudita parte y por
el respeto de los principios generales de defensa, audiencia y contradicción.
Las medidas cautelares (II): procedimiento 297
mento no pudieren ser tenidos en cuenta, tesis esta última que, entendemos,
constituye la ratio del precepto, siendo necesario, además, que esos hechos
o circunstancias nuevas o de nuevo conocimiento gocen de entidad para
modificar el pronunciamiento previo, no siendo suficiente los meros indi-
cios.
En cuanto al trámite para solicitar, sustanciar y resolver sobre la modifi-
cación de medidas cautelares se hace expresa remisión al art. 734 y ss. LEC,
preceptos que regulan el procedimiento contradictorio.
V. ALZAMIENTO
1. Alzamiento de la medida tras sentencia absolutoria no firme
El art. 744 LEC, que lleva por rúbrica «alzamiento de la medida tras sen-
tencia no firme», contempla el supuesto de la existencia de una sentencia,
dictada en primera o segunda instancia, desestimatoria de las pretensiones
ejercitadas por el demandante, que, si bien no ha adquirido firmeza, va más
allá de los indicios o apariencias que se precisaron para adoptar la medida
cautelar, lo que justifica el alzamiento de la medida, en cuanto tal sentencia
debilita el presupuesto de la apariencia de buen derecho o fumus boni iuris,
que hubo de tenerse en cuenta para la adopción de la medida.
Sin embargo, el alzamiento de la medida cautelar no es absoluto, por
cuanto el mismo precepto contempla y permite que el recurrente, inicial
demandante e instante de la medida, pueda paralizar ese efecto mediante la
solicitud del mantenimiento de la medida o la adopción de otra distinta, lo
que habrá de hacer al tiempo de interposición del recurso de que se trate.
En este caso, se dará cuenta al Tribunal y se abrirá un trámite incidental
consistente en la audiencia de la otra parte y, sin regulación de plazos, el
Tribunal habrá de resolver lo procedente, siempre con anterioridad a la
remisión de los autos al Tribunal ad quem.
Dicha resolución habrá de dictarse previa valoración de la subsistencia
de los presupuestos tenidos en cuenta para la adopción de la medida de que
se trate y de las circunstancias que concurran y justifiquen el mantenimiento
o la adopción de alguna medida distinta, lo que significa que el Tribunal dis-
pone de un amplio criterio en cuanto al contenido de esta resolución, que,
además, habrá de resolver lo procedente en relación con la caución.
De idéntica manera habrá de procederse en el supuesto de que la senten-
cia recaída en el asunto principal y no firme estime en parte las pretensiones
302 Manuel Díaz Martínez
En cualquier caso, habrá que tener presente la causa que haya motivado
la suspensión y examinar si tal concreta causa contempla un efecto diferen-
te.
El apartado segundo del art. 731 LEC prevé otro supuesto de alzamiento
de las medidas cautelares, que, en esta ocasión, encuentra su fundamento
en el hecho de que se haya despachado ejecución provisional de sentencias
de condena, de modo que no ha de entenderse que la ejecución provisional
sustituya a la medida cautelar para convertirla en ejecutiva, sino que se alza
o deja sin efecto aquella para iniciar la ejecución, aunque lo sea con carácter
provisional.
En este caso, la ejecución provisional podrá instare en cualquier momen-
to desde la notificación de la resolución en que se tenga por interpuesto el
recurso de apelación de que se trate, o, en su caso, desde el traslado al ape-
lante del escrito de impugnación del apelado.
Cuando se trate de ejecución provisional de sentencia de condena dic-
tadas en la segunda instancia habrá de estarse a lo que establece el art.
535 LEC, según el cual podrá instarse la ejecución provisional en cualquier
momento desde la notificación de la resolución que tenga por interpuesto
el recurso extraordinario por infracción procesal o el recurso de casación y
siempre antes de haya recaído sentencia en estos recursos extraordinarios.
I. INTRODUCCIÓN
El proceso civil, como se ha expuesto en el primer tema de esta obra, se
encuentra presidido, de principio a fin, por el principio dispositivo, con la
sola excepción, dentro de su ámbito objetivo, de aquellos procedimientos
especiales de naturaleza indisponible dónde se ven comprometidos dere-
chos e intereses de menores, personas con discapacidad provistas de apoyos
judiciales y/o ausentes, que serán estudiados en nuestro «Derecho procesal
civil. Parte especial».
La primera manifestación del principio dispositivo, que informa —como
se acaba de apuntar— la práctica totalidad de procesos civiles es la impres-
cindible «instancia de parte»: nemo iudex sine actore —no hay juicio sin
actor— o ne procedat iudex ex officio —no proceda el Juez de oficio—.
Ningún proceso civil dispositivo podrá, pues, instarse, a diferencia del pro-
ceso penal, de oficio. La naturaleza privada de los bienes conflictivos —que
tan sólo cobra relevancia directa en la relación jurídica susceptible de ser
judicializada y no trasciende a derechos e intereses de terceros, ni mucho
menos de la sociedad en su conjunto—, conlleva, a mayores, que nadie
deba verse obligado a litigar, de suerte que el proceso civil dispositivo tan
sólo se instaurará cuando, al menos, un sujeto decida, libre, consciente y
voluntariamente, ejercitar su derecho a la tutela judicial efectiva en defensa
de algún derecho o interés legítimo propio, mediante la interposición de la
demanda.
La demanda se erige, pues, en el trascendental acto de postulación iniciá-
tico del proceso civil en su primera instancia. La interposición de la deman-
310 Sonia Calaza López
III. REQUISITOS
Los requisitos de la demanda pueden clarificarse en requisitos materiales
y formales. Dentro de los primeros —los materiales—, afectantes al fondo
del litigio —y no a la accesibilidad o formalidad procedimental— todavía
cabe distinguir los requisitos objetivos —relativos al objeto— y los subje-
tivos —relativos a los sujetos: recuérdese, Juez, actor/es y demandado/s—.
1. Requisitos materiales
Los requisitos materiales vienen referidos, en verdad, a los elementos
esenciales de identificación del «objeto del proceso»: las partes, el petitum
y la causa petendi. Entre tanto los requisitos materiales objetivos sirven
para delimitar, con la mayor claridad y precisión posibles, el concreto «ob-
jeto litigioso» que estrena su andadura procedimental, ante la Jurisdicción,
en el crucial momento de admisión de la demanda, con la más perfecta
configuración de su pretensión o petitum y de su correlativa calificación,
título jurídico o causa petendi; los requisitos materiales subjetivos sirven,
sin embargo, para concretar, desde este incipiente momento, quiénes sean
los protagonistas principales de ese concreto litigio: el Juez legal prede-
terminado por la Ley y los sujetos concretamente legitimados (actor/es y
demandado/s).
La demanda y sus efectos 315
2. Requisitos formales
Los requisitos formales de la demanda son mínimos, pues al estar la
admisión de este acto de postulación iniciático del proceso íntimamente co-
nectada con el ejercicio del derecho fundamental de naturaleza procesal por
excelencia: el derecho de acción o derecho a la tutela judicial efectiva del
artículo 24.1 de la CE, el Legislador se ha limitado, de un lado, a imponer el
cumplimiento de tres requisitos esenciales a la hora de redactarla: ordena-
ción, claridad y precisión; así como a establecer, de otro, una sencilla estruc-
tura —encabezamiento, fundamentación fáctica, fundamentación jurídica y
petitum—, que facilite el entendimiento y comprensión de su contenido. A
esta estructura nos referiremos en el siguiente epígrafe.
3. Tratamiento procesal
La demanda —tanto ordinaria, como sucinta— habrá de ser, pues, com-
pleta, clara y precisa. Si faltase o no fuese suficientemente ilustrativa de al-
guno de los elementos esenciales de su objeto —ya fueren los requisitos ma-
teriales objetivos: sujetos; ya los requisitos materiales subjetivos: petitum y
causa petendi; ya sus requisitos formales: claridad y precisión—, entonces el
Juez, de oficio, o a instancia de la parte perjudicada —que lo será el deman-
dado originario frente a la demanda ordinaria o el demandado sobrevenido,
frente a la demanda reconvencional— podrá arbitrar un plazo de subsana-
ción, cuyo transcurso sin éxito determinará el archivo de las actuaciones.
Si el demandado alegare en la contestación a la demanda la falta de cla-
ridad o precisión de ésta en la determinación de las partes o en las preten-
siones deducidas, o si el actor adujere en la audiencia esos mismos defectos,
respecto de la contestación o de la reconvención, o si, de oficio, el Tribunal
apreciare unos u otros, admitirá en el acto de la audiencia las aclaraciones
o precisiones oportunas.
En caso de no formularse aclaraciones y precisiones, el Tribunal sólo
decretará el sobreseimiento, en una clara apuesta por los principios pro
actione y de conservación de los actos procesales, si no fuese en absoluto
La demanda y sus efectos 319
IV. ESTRUCTURA
La estructura de la demanda ha de responder a una ordenación secuen-
cial, de presentación de las partes -actor, demandado y órgano judicial—,
narración los hechos y exposición de los fundamentos de derecho, lógica y
cronológica. Las partes esenciales de la demanda son cuatro: primera, en-
cabezamiento; segunda, fundamentación fáctica; tercera, fundamentación
jurídica, con una doble proyección: material y procesal; cuarta, petición.
Procedamos a detallar, con cierto grado de detalle, cada una de estas partes.
Primera parte de la demanda: encabezamiento.
En el encabezamiento, habrán de constar, al menos, los siguientes extre-
mos: primero, el lugar y la fecha de interposición de la demanda; segundo,
el órgano judicial al que se dirige; tercero, los datos y circunstancias de
identificación del actor y del demandado, así como el domicilio o residencia
en que pueden ser emplazados; y cuarto, el nombre y apellidos del Procura-
dor y del Abogado, cuando intervengan.
Segunda parte de la demanda: Fundamentación fáctica (los hechos).
Los hechos se narrarán de forma ordenada y clara con objeto de facilitar
su admisión o negación por el demandado al contestar. Con igual orden y
claridad se expresarán los documentos, medios e instrumentos que se apor-
ten en relación con los hechos que fundamenten las pretensiones y, final-
mente, se formularán, valoraciones o razonamientos sobre éstos, si parecen
convenientes para el derecho del litigante.
Tercera parte de la demanda: Fundamentación jurídica, con una doble
proyección: material y procesal.
En los fundamentos de derecho, además de los que se refieran al asunto
de fondo planteado, se incluirán, con la adecuada separación, las alegacio-
nes que procedan sobre capacidad de las partes, representación de ellas o
del Procurador, jurisdicción, competencia y clase de juicio en que se deba
sustanciar la demanda, así como sobre cualesquiera otros hechos de los que
pueda depender la validez del juicio y la procedencia de una sentencia sobre
el fondo.
320 Sonia Calaza López
ficación por causa de sucesión, esto es, cuando se produce una transmisión,
ya estudiada en el tema correspondiente, inter vivos o mortis causa del ob-
jeto litigioso.
nas de las pretensiones del actor, así como a parte de la única pretensión
aducida».
Tal y como tuvimos ocasión de examina, el allanamiento es un acto del
demandado, por el que, manifestando su conformidad con la pretensión
formulada por el demandante, pone fin al proceso, provocando la emisión
de una resolución con todos los efectos de la cosa juzgada.
De conformidad con lo dispuesto en el art. 21 LEC el allanamiento pue-
de ser total o parcial. Es total, cuando el demandado reconoce todas las pre-
tensiones, declarativas y de condena, del actor y manifiesta su disposición
a cumplir voluntariamente con todas las prestaciones. Es parcial, cuando
dicho reconocimiento se limita a determinadas pretensiones (así, ante una
pretensión mixta, el demandado reconoce la declarativa, pero no la de con-
dena) y no a otras o cuando existiendo una sola pretensión la conformidad
se circunscribe a un solo pronunciamiento (así a la principal de condena,
pero no a la de pago de intereses y costas). Pero, tan solo el allanamiento
total produce la finalización anormal del procedimiento (art. 21.1).
En cualquier caso, el allanamiento ha de ser personal, claro, concluyente
e inequívoco, expreso, consciente y previsible y efectuado sin condiciona-
miento alguno. El allanamiento, en tanto que acto de disposición del dere-
cho subjetivo material, ha de ser expreso, debiéndose plasmar en el «supli-
co» de la contestación a la demanda.
2. La contestación a la demanda
En segundo lugar (supuesto más normal), puede proceder el demandado
a negar determinados hechos de la demanda y alegar otros que desvirtúen la
fundamentación de la pretensión. Para tal supuesto de conducta defensiva
del demandado deberá articular el correspondiente escrito de contestación
a la demanda.
A) Concepto y fundamento
Se entiende por contestación a la demanda el acto de postulación del
demandado por el que se reconocen o niegan los hechos de la demanda,
se determina el tema de la prueba y se solicita del órgano jurisdiccional la
inadmisión y/o la desestimación, total o parcial de la pretensión.
Su fundamento hay que residenciarlo en el derecho fundamental de de-
fensa del art. 24.2 CE y en el cumplimiento de los principios constituciona-
les de «contradicción» e «igualdad de armas», que implícitos en el también
330 Vicente Gimeno Sendra
derecho fundamental «a un proceso con todas las garantías» del art. 24.2
CE, son consustanciales al concepto mismo de proceso.
B) Requisitos subjetivos
La contestación a la demanda es, ante todo, un acto de postulación del
demandado, que se dirige contra el demandante y se presenta ante el Juez,
que está conociendo de la demanda, para solicitarle su absolución procesal
y/o material.
En la contestación a la demanda han de observarse la concurrencia de
todos los presupuestos procesales ya estudiados, tanto del Tribunal y del
objeto procesal, como de las partes.
Sin embargo, el demandado no podrá hacer valer el conjunto de excep-
ciones procesales que hoy pueden dilucidarse a través de la «declinatoria»
(falta de jurisdicción, sumisión a arbitraje y falta de competencia en cual-
quiera de sus manifestaciones), si no lo efectúa dentro de los primeros diez
días del plazo para contestar a la demanda (arts. 64.1, 416.2 y 443.2.II).
Ello no obstante, producida dicha denuncia, puede el demandado «ad
cautelam» (es decir, para el supuesto de que no prospere la declinatoria)
efectuar la contestación de fondo, sin que ello implique una sumisión tá-
cita.
En la medida en que los presupuestos procesales son obstáculos que
impiden la emisión de una sentencia de fondo, ha de ser el actor quien
tendrá el interés en observar su cumplimiento a fin de que se constituya
válidamente la denominada «relación jurídica procesal». De esta manera,
incumbe al demandante la carga de presentar la demanda ante el órgano
judicial competente, de instar el procedimiento adecuado y de cumplir con
la capacidad y legitimación, tanto activa, como pasiva, debiendo dirigir la
demanda contra todos los litisconsortes necesarios.
De lo dicho anteriormente no se desprende, sin embargo, la conclusión
de que el demandado esté exonerado de la carga de integrar determinados
presupuestos procesales relativos a él mismo, cuales lo son los de represen-
tación material, capacidad de actuación procesal y de postulación. Si no
lo hiciere, el Juez, en la comparecencia previa sugerirá su subsanación y, si
desobedeciere dicho requerimiento, podrá el Juez declarar la rebeldía del
demandado (art. 418.3).
La contestación a la demanda y la reconvención 331
e) La alegación jurídica
Al igual que en la demanda, una vez expuestas las alegaciones de he-
cho, debe el demandado efectuar, en un orden correlativo, las de Derecho o
«fundamentos jurídicos», distinguiendo, a tal efecto, los procesales, de los
materiales (art. 399.4).
Pero, si, debido a la vigencia de la teoría de la sustanciación, los funda-
mentos jurídicos no constituyen elemento esencial alguno de la demanda,
con mayor razón este carácter accesorio ha de ser predicable también en el
escrito de contestación, habida cuenta además de que, como ha quedado
dicho, este acto de alegación del demandado no delimita el objeto procesal.
Por lo tanto, también en la contestación a la demanda rige la máxima
«iura novit Curia». Lo importante ha de ser la introducción de los elemen-
tos de hecho, de los que el Tribunal pueda inferir la concurrencia de cada
una de las excepciones. Así, en el caso de la prescripción, lo que individua-
liza a esta excepción no es la invocación del pertinente precepto, de entre
los contenidos en los arts. 1.966-1.968 CC, que la individualiza, sino la
narración fáctica acerca de la fecha de nacimiento de la obligación («dies a
quo»), sin que hayan existido por parte del acreedor actos de interrupción
de la prescripción («dies ad quem») durante los plazos preestablecidos en
tales normas civiles.
Ello no obstante, la invocación de las normas aplicables a las excepcio-
nes alegadas y su jurisprudencia resulta aconsejable, tanto para persuadir al
órgano judicial, como para facilitarle su labor en orden a la individualiza-
ción de los preceptos, procesales y materiales, que pueden ocasionar el éxito
de la defensa del demandado.
E) Requisitos formales
Tal y como dispone el art. 405.1, el escrito de contestación observará
los requisitos de la demanda contenidos en el art. 399, es decir, contendrá
un encabezamiento, una exposición, numerada y efectuada con claridad y
precisión, de hechos, otra de Fundamentos de Derecho, para finalizar con el
«suplico» y los oportunos «otrosí».
Si se incumplieran dichos requisitos, podrá el Letrado de la Administra-
ción de Justicia requerir su subsanación, de conformidad con lo dispuesto
en el art. 405.4 que considera de aplicación dicho trámite contenido en el
art. 404.2.2).
III. LA RECONVENCIÓN
1. Concepto y fundamento
La reconvención es una nueva pretensión del demandado, yuxtapuesta a
su escrito de contestación, que crea en el actor, a su vez, la carga de ejercitar,
frente a la misma, su derecho de defensa, asumiendo, respecto a esta nueva
pretensión el «rol» de demandado.
El fundamento de la reconvención es el mismo que el de la acumulación
de acciones, (no en vano se trata de una acumulación por inserción), es
decir, la economía procesal, pues sería antieconómico, sobre todo para el
demandado, que tuviera que esperar a finalizar el procedimiento iniciado
por el actor o incoar otro en paralelo, cuando en él concurra también la
circunstancia de ser acreedor de su actor. En tal supuesto, lo más racional y
340 Vicente Gimeno Sendra
2. Requisitos
Los requisitos de la reconvención pueden sistematizarse en objetivos,
subjetivos y formales.
A) Objetivos
El requisito objetivo, que cualifica a la reconvención, consiste en la intro-
ducción de una nueva pretensión en el escrito de contestación a la demanda.
Como consecuencia de esta interposición, se ocasiona una inversión de «ro-
les» en el proceso, de tal suerte que el demandado se transforma en actor y
viceversa.
A este requisito se refiere expresamente el art. 406.1, al autorizar que «al
contestar a la demanda, el demandado podrá, por medio de reconvención,
formular la pretensión o pretensiones que crea que le competen respecto del
demandante».
Ahora bien, para que la reconvención sea procedente, es necesario, de
un lado, que exista una conexión entre ella y la contenida en la demanda y,
de otro, que la naturaleza de la competencia objetiva y del procedimiento
lo permitan.
a) La conexión de pretensiones
Al primero de los enunciados requisitos se refiere expresamente el segun-
do apartado del art. 406.1, en cuya virtud «sólo se admitirá reconvención si
existiere conexión entre sus pretensiones y las que sean objeto de la deman-
da principal», prescripción que reitera el art. 438.1.II, al exigir que «exista
conexión entre las pretensiones de la reconvención y las que sean objeto de
la demanda principal».
Pero, junto a esta conexión subjetiva ¿exige la LEC también una cone-
xión objetiva entre las pretensiones? En mi opinión, no debiera exigirse una
conexión, ni en los hechos, ni siquiera en la causa de pedir. Desde luego, no
debiera invocarse el art. 72 que exige un «nexo por razón del objeto y del
título o causa de pedir», entendiendo por tal, la exigencia de que «las ac-
ciones se funden en los mismos hechos» (art. 72.2.); no puede aplicarse este
precepto porque su ámbito de aplicación es distinto: en tanto que el art. 72
La contestación a la demanda y la reconvención 341
b) La competencia objetiva
En segundo lugar, tampoco es procedente la reconvención «cuando el
Juzgado carezca de competencia objetiva por razón de la materia o de la
cuantía» (art. 406.2).
De esta regla, sin embargo, el art. 406.2.II, y de conformidad con el
principio procesal civil de que «el Juez que puede lo más, puede lo menos»,
exceptúa los asuntos que «por razón de la cuantía hayan de ventilarse en
juicio verbal», sobre los que sí se puede reconvenir en el juicio ordinario,
pero nunca, al revés, en el juicio verbal, por vedarlo el art. 438.1.II y 2.II.
No pueden, sin embargo, acumularse a una reconvención, las preten-
siones que «ratione materiae» deban dilucidarse a través del juicio verbal
y ello, porque habrán de sustanciarse a través del correspondiente proce-
dimiento especial o sumario, que tampoco es acumulable por prohibición
genérica del último inciso del art. 406.2 y expresa del art. 438.1, en todo lo
relativo a la reconvención de los procesos sumarios.
Silencia la norma el tratamiento de los presupuestos de la jurisdicción y
de la competencia territorial, presupuestos que también ha de cumplir el de-
mandado y que son siempre vigilables de oficio. Pero, si el actor no opusiera
la declinatoria y la competencia territorial no fuere imperativa, existirá una
sumisión tácita.
342 Vicente Gimeno Sendra
c) El procedimiento adecuado
Tampoco se admitirá la reconvención —concluye el art. 406.2.I—
«cuando la acción que se ejercite deba ventilarse en juicio de diferente tipo
o naturaleza».
Desde luego cabe la reconvención de pretensiones que deban tramitarse
a través de los procedimientos ordinarios, incluida la del verbal al ordina-
rio, y no es procedente la de los sumarios a un ordinario (art. 438.1.I). Pe-
ro, ¿resulta procedente la incorporación de pretensiones de procedimientos
especiales al ordinario, viceversa o entre varios especiales? La respuesta, en
principio, debiera ser negativa, toda vez que el art. 406.2.I ha añadido el
término «naturaleza», que no se encuentra recogido por su precepto aná-
logo, el art. 73.2 («que las acciones… no deban ventilarse… en juicios de
diferente tipo»).
En la práctica, la jurisprudencia del TS, tras determinados titubeos ini-
ciales que no permitían la reconvención en los juicios de tercería (admi-
tiendo, sin embargo, la excepción de nulidad del título), se manifiesta hoy
unánime al admitir esta posibilidad. Por el contrario, no ha admitido la
reconvención en la impugnación de las operaciones del contador-partidor,
ni en materia de derechos fundamentales, supuesto este último que debiera
reconsiderar la jurisprudencia, pues, al menos en el conflicto «libertad de
expresión»-«derecho al honor» la reconvención es consustancial al mismo,
ya que ambos derechos fundamentales se limitan mutuamente, por lo que
el ejercicio de uno por el actor (así, por ejemplo el del derecho al honor)
conlleva necesariamente el ejercicio del otro por el demandado (la libertad
de expresión).
B) Subjetivos
La reconvención, en la medida en que supone el ejercicio de una pre-
tensión por el demandado contra el actor y una inversión de «roles» pro-
cesales, exige, como se ha dicho, una identidad subjetiva entre ambos y así
lo ha venido reconociendo la jurisprudencia, que niega el ejercicio de la
reconvención frente a terceros. Si el demandado quiere interponer una pre-
tensión contra un tercero, que no ostente vínculo alguno con el actor, habrá
de presentar, pues, la pertinente demanda en otro proceso.
Pero, puede suceder que exista una pluralidad de partes materiales o
formales en la posición actora o demandada, en cuyo caso ¿pueden tales
litisconsortes ejercitar la reconvención con independencia? La respuesta a
esta pregunta exige diferenciar ambos supuestos:
La contestación a la demanda y la reconvención 343
a) Litisconsorcio activo
Esta posibilidad aparece autorizada en el art. 407.1, conforme al cual
«la reconvención podrá dirigirse también contra sujetos no demandantes,
siempre que puedan considerarse litisconsortes voluntarios o necesarios del
actor reconvenido por su relación con el objeto de la demanda reconven-
cional».
El precepto introduce una innovación en el tratamiento de la reconven-
ción, que ha de llevar a una rectificación de la doctrina sobre la prohibición
de entrada de terceros al proceso.
Dicha innovación resulta muy plausible, pues, la norma, consecuente con
la declaración contenida en el art. 12.1, con los postulados del derecho de
defensa y en coherencia también con el régimen de acumulación de preten-
siones (art. 72) permite la entrada, no sólo de los litisconsortes necesarios
(fenómeno procesal que, tratándose de un proceso único con pluralidad de
partes, no debiera ocasionar problema alguno), sino también de los volun-
tarios, quienes, al ser llamados al proceso, podrán ejercitar su derecho de
defensa, extendiéndose sobre ellos los límites subjetivos de la cosa juzgada.
Lo que el precepto no autoriza, sin embargo, es a dirigir la pretensión
también contra otros codemandados que pudieran ser, al propio tiempo,
litisconsortes del actor. Esta posibilidad está expresamente desterrada por
la redacción del art. 407 que, en perfecta sintonía con la jurisprudencia del
TS, que expresamente la ha prohibido, exige que los litisconsortes lo sean
«del actor reconvenido por su relación con el objeto de la demanda recon-
vencional».
b) Litisconsorcio pasivo
También los litisconsortes pasivos necesarios pueden interponer la re-
convención, pues, todos ellos son demandados en el proceso en su calidad
de partes necesarias, por cuanto a todos ellos se extenderán los efectos de la
cosa juzgada. Pero ¿puede el demandado reconviniente convertirse, a su vez,
en reconvenido por el actor? o ¿están autorizados los litisconsortes pasivos
voluntarios o intervinientes adhesivos simples a ejercitar la reconvención?
En mi opinión, la respuesta a ambas cuestiones ha de ser forzosamente
negativa. La primera, porque la jurisprudencia nunca ha admitido la «re-
convención de la reconvención» y los arts. 406 y 407 tampoco lo autorizan.
Y la segunda, porque, aun cuando el art. 13.3 permita que el interviniente
formule pretensiones con independencia de las de su parte principal («aun-
344 Vicente Gimeno Sendra
C) Formales
Los requisitos formales de la reconvención se encuentran regulados en
el art. 406.3 con una redacción «obsesiva», tendente a desterrar la doctrina
antiformalista del TS sobre la reconvención implícita que el propio Tribunal
Supremo había ya abandonado, pues, de conformidad con su última doc-
trina, la reconvención había de explicitarse en el suplico de la contestación,
de tal manera que una petición que se limitara a solicitar la desestimación
de la demanda no podía concebirse como una reconvención. Esta doctrina
se ha incorporado al último apartado del referido precepto, en cuya virtud
«en ningún caso se considerará formulada reconvención en el escrito del
demandado que finalice solicitando su absolución respecto de la pretensión
o pretensiones de la demanda principal».
Así, pues, y de conformidad con lo dispuesto en la referida norma, la
reconvención habrá de yuxtaponerse al término de la redacción del escrito
de contestación. La forma de la reconvención, al contener una nueva pre-
tensión, ha de ser la misma que la de la demanda (art. 390), a cuyo estudio
remitimos al lector. Asimismo, rige también en la reconvención la obliga-
ción de exahustividad de «causas petendi» establecida por el art. 400.
Ha de reflejarse en la solicitud con claridad «la concreta tutela judicial
que se pretende obtener» o, lo que es lo mismo, ha de determinarse la pre-
tensión, sin que pueda, como se ha dicho, el demandado limitarse a solicitar
la desestimación de la demanda. Como puede observarse, el art. 406.3 ha
eliminado la reconvención implícita, que permanece reducida a los supues-
La contestación a la demanda y la reconvención 345
3. La estimación de la reconvención
Del mismo modo que la reconvención ha de ser explícita, también lo ha
de ser la sentencia que la resuelva. Así se encarga de señalarlo el art. 409,
conforme al cual «las pretensiones que deduzca el demandado en la con-
testación y, en su caso, en la reconvención, se sustanciarán y resolverán al
propio tiempo y en la misma forma que las que sean objeto de la demanda
principal».
Lo que viene a establecer el precepto es que, tratándose la reconvención
de un fenómeno de acumulación de pretensiones, deben resolverse todas
ellas (tanto la de la demanda, cuanto la de la reconvención) en un solo pro-
cedimiento, si bien la sentencia tendrá tantos pronunciamientos, cuantas
pretensiones haya deducido, tanto el actor como el demandado.
El referido precepto ha venido a dar al traste a una polémica doctrina
del TS, en cuya virtud «la reconvención implícita puede ser desestimada
implícitamente».
346 Vicente Gimeno Sendra
2. Notas esenciales
Del señalado concepto se pueden extraer las siguientes notas esenciales:
a) Frente a lo que acontece en otros países, en donde el Tribunal puede,
atendiendo al caso concreto, convocar o no la audiencia previa al
juicio, la solución por la que ha optado nuestro legislador es la de
establecer su celebración con carácter preceptivo, siempre y cuando la
relación jurídica controvertida tenga en el ámbito del juicio ordinario
el procedimiento adecuado para su resolución.
b) En cuanto al momento de su celebración, el art. 414.1 LEC señala
que, una vez contestada la demanda y, en su caso, la reconvención,
o transcurridos los plazos correspondientes, el LAJ, dentro del tercer
día, convocará a las partes a la audiencia, que habrá de celebrarse en
el plazo de los veinte días desde la convocatoria.
Así, pues, la audiencia previa tiene lugar tras la fase de alegaciones
de las partes y, por tanto, una vez delimitado el objeto del proceso
en sus aspectos esenciales, siendo en los escritos de contestación a la
demanda y, en su caso, a la reconvención donde el demandado y el
actor, respectivamente, aducirán las excepciones de carácter procesal
que serán tratadas en la audiencia, lo que justifica su ubicación en este
momento.
Si no se hubiera realizado antes, en esta convocatoria se informará a
las partes de la posibilidad de recurrir a una negociación para inten-
tar solucionar el conflicto, incluida la mediación, informando en la
audiencia sobre los resultados obtenidos.
c) La audiencia previa, como su nombre indica, se celebrará oralmente
y de forma concentrada, bajo la inmediación del Tribunal, lo que se
infiere tanto de su regulación contenida en los arts. 414 y ss LEC,
cuanto, con carácter general, de lo que señala el art. 137 LEC, según
La audiencia previa 351
el cual las vistas y las comparecencias que tengan por objeto oír a
las partes antes de dictar una resolución se celebrarán siempre ante
el Juez o los Magistrados integrantes del Tribunal que conozca del
asunto, sancionándose su incumplimiento con la nulidad de todas las
actuaciones.
II. FINALIDADES
La audiencia previa al juicio presenta las siguientes finalidades:
1ª Evitar la continuación del proceso, ya sea comprobando al inicio de
la audiencia si el litigio subsiste, pues cabe la posibilidad de que las
partes hayan llegado a un acuerdo extrajudicial, ya sea intentando
que las partes lleguen a un acuerdo en la audiencia que será homolo-
gado judicialmente. También puede suceder que las partes, de común
acuerdo, soliciten la suspensión del proceso, para someterse a media-
ción.
2ª No habiéndose alcanzado un acuerdo que evite la continuación del
proceso, la audiencia continuará para cumplir con su finalidad sa-
neadora del proceso, examinando las cuestiones procesales y cuales-
quiera otras circunstancias que pudieran obstar a la prosecución del
proceso y a su terminación mediante sentencia sobre el fondo.
3ª Una vez resueltas las cuestiones de índole procesal, la siguiente finali-
dad consiste en delimitar con precisión el objeto del proceso, permi-
tiéndose a las partes, bajo determinadas condiciones, efectuar alega-
ciones complementarias, aclaraciones, peticiones accesorias e incluso
alegar hechos nuevos o de nueva noticia, lo que permitirá al Tribunal
definir con precisión el objeto de la controversia.
4ª Una de las innovaciones de la LEC 1/2000 ha consistido en permitir
que, en la audiencia previa, pueda dilucidarse el incidente de impug-
nación de documentos, así como que las partes expresen lo que a
su derecho convenga acerca de los dictámenes periciales presentados
hasta ese momento, admitiéndolos, contradiciéndolos o proponiendo
que sean ampliados en los extremos que determinen.
5ª Fijados los términos del debate, la audiencia continuará para que las
partes o sus defensores, con el Tribunal, fijen los hechos sobre los que
existe conformidad o disconformidad de los litigantes, delimitando,
en consecuencia, el tema de la prueba.
352 Manuel Díaz Martínez
2. Consecuencias de la incomparecencia
Cuando a la audiencia previa no compareciere ninguna de las partes, se
levantará acta haciéndolo constar y el Tribunal, sin más trámites, dictará
auto de sobreseimiento del proceso, ordenando el archivo de las actuacio-
nes.
Si quien no comparece a la audiencia es el demandante, por sí mismo o
debidamente representado con Procurador con poder especial, o no asis-
tiere su Abogado, la solución que se adopte va a depender de la voluntad
del demandado: si no pide que continúe el procedimiento para que se dicte
sentencia sobre el fondo, el Tribunal dictará auto de sobreseimiento. Por
el contrario, si pide la continuación del procedimiento, alegando interés
legítimo en que llegue a dictarse una sentencia sobre el fondo del asunto, el
proceso continuará y lo hará sólo con la presencia del demandado.
Téngase en cuenta que tanto en el primer supuesto (falta de comparecen-
cia de ambas partes), como en este último (incomparecencia del actor), el
auto de sobreseimiento deberá notificarse al Procurador del actor y, al tra-
La audiencia previa 353
tarse de una resolución definitiva que pone fin a la instancia, será suscepti-
ble de ser recurrida en apelación. Sin embargo, al tratarse de una resolución
meramente procesal, una vez adquiera firmeza no produce efectos de cosa
juzgada material, pudiendo el actor instar un nuevo proceso sobre el mismo
objeto, razón por la cual el demandado puede tener interés legítimo en que
continué el proceso, a pesar de la no comparecencia del demandante, con el
fin de que se dicte una sentencia sobre el fondo del asunto.
Por último, en el supuesto de no comparecencia del demandado o su
Abogado el proceso continúa, celebrándose la audiencia sólo con el deman-
dante en lo que resulte procedente, sin que dicha incomparecencia produzca
efecto alguno (no implica allanamiento, ni admisión de hechos), salvo el
derivado de la imposibilidad de poder proponer medios de prueba.
A) Capacidad y representación
El primero de los presupuestos procesales objeto de examen hace re-
ferencia a la capacidad y a la representación de las partes, cuya omisión
habrá sido denunciada por el demandado en la contestación a la demanda
o puesto de manifiesto por el actor en la misma audiencia. Tratándose de
presupuestos que, en la generalidad de los casos, son fácilmente subsana-
bles, se prevé la posibilidad de su corrección en el mismo acto; si ello no
fuera posible, se podrá conceder un plazo de subsanación no superior a diez
días, con suspensión de la audiencia.
Subsanado el defecto la audiencia continuará; en caso contrario, si el
defecto no fuera subsanado en el acto o en el plazo establecido, se distingue
según afecte al demandado o al demandante; tratándose del demandado, se
le declara en rebeldía, sin que de sus actuaciones quede constancia en los
autos, continuándose el proceso con la sola intervención de la parte deman-
dante. Si fuera imputable al demandante, se dictará auto poniendo fin al
356 Manuel Díaz Martínez
C) Litisconsorcio necesario
Tratándose de la falta de litisconsorcio pasivo necesario, o lo que es lo
mismo la necesidad de demandar a varios sujetos conjuntamente por ser
todos ellos cotitulares de la relación jurídica controvertida y, por tanto,
por verse todos ellos afectados por la sentencia que en su día se dicte, si el
demandado opuso en su contestación a la demanda esta excepción procesal
se contempla una doble solución legal (art. 420 LEC):
En primer lugar, cabe la posibilidad de que el actor admita la existencia
del mismo, en cuyo supuesto puede presentar en el acto de la audiencia es-
crito dirigiendo la demanda contra los sujetos que el demandado consideró
en su contestación que eran litisconsortes, sin que pueda modificar el objeto
del proceso, ni en cuanto a la pretensión, ni en cuanto a la causa de pedir,
pudiendo tan sólo añadir las alegaciones que sean imprescindibles para jus-
tificar que la pretensión se dirige contra los nuevos demandados.
La audiencia previa 357
F) Demanda defectuosa
La LEC impone al actor la carga procesal de fijar con claridad y preci-
sión su petición, así como la de exponer de forma ordenada y clara los he-
chos con relevancia jurídica que la fundamentan (arts. 399.1 y 3 LEC) a fin
de que, por una parte, el demando pueda ejercitar con eficacia su derecho
defensa y, por otra, que el Juez cumpla con su deber de congruencia (art.
218.1 LEC). Idénticos requisitos ha de reunir el escrito de reconvención
que, en su caso, formule en demandado.
360 Manuel Díaz Martínez
con precisión el objeto del debate, pudiendo aportar las partes los docu-
mentos y dictámenes que las justifiquen (art. 426.5 LEC).
A) Actos de aclaración
Una vez que la audiencia previa ha cumplido su función saneadora del
proceso, se permite a las partes aclarar las alegaciones que hubieren formu-
lado, así como rectificar extremos secundarios de sus pretensiones, siempre
sin alterar el objeto litigioso en sus términos esenciales (art. 426.2 LEC).
Se permite con ello que cualquier aspecto que no haya quedado suficiente
claro, que sea necesario rectificar o alguna laguna que sea necesario colmar
pueda efectuarse en este acto, todo ello con la finalidad de contribuir a la
delimitación más precisa del objeto del debate.
También se contempla la posibilidad de que, a requerimiento del Tribu-
nal, las partes realicen las aclaraciones o precisiones necesarias sobre los
hechos y argumentos contenidos en sus escritos de demanda y contestación
a la demanda, lo que tendrá lugar cuando sea necesario que las partes se
pronuncien, de modo expreso, sobre los hechos afirmados por la contraria,
negándolos o admitiéndolos, cuando ello no haya quedado suficiente claro
de los escritos de contestación a la demanda o reconvención.
Si la parte afectada incumpliera con dicho requerimiento, el Tribunal
le advertirá de que puede tener por existentes los hechos afirmados por la
parte contraria y sobre los que no exista pronunciamiento expreso y claro
(art. 426.6 LEC).
B) Alegaciones complementarias
La audiencia previa tiene lugar una vez contestada la demanda y, en su
caso, la reconvención, razón por la cual dicho acto es el único momento
procesal de que dispone el demandante para contestar a los hechos afirma-
dos por el demandado en su contestación a la demanda (o el demandado
para contestar a los hechos afirmados por el actor en su contestación a la
reconvención).
Con esta finalidad, el art. 426.1 LEC permite a los litigantes, sin alterar
sustancialmente sus pretensiones ni los fundamentos de éstas expuestos en
sus escritos, efectuar alegaciones complementarias en relación con lo ex-
puesto de contrario, esto es, siempre y cuando tales alegaciones las provo-
que las que hayan sido efectuadas en la contestación a la demanda (o, en su
caso, a la reconvención).
362 Manuel Díaz Martínez
C) Peticiones complementarias
Una vez que ha sido establecido el objeto del proceso en la demanda, en
la contestación y, en su caso, la reconvención, las partes no podrán alterarlo
posteriormente (art. 412 LEC), pero sí cabe que en la audiencia previa el
demandante o reconviniente formulen peticiones accesorias o complemen-
tarias, que habrán de ser siempre dependientes o subordinadas de la preten-
sión principal.
Si la parte contraria muestra su conformidad se admitirá tal petición
y sobre ella habrá de pronunciarse el Tribunal en la sentencia. En caso de
oposición, el Tribunal decidirá sobre su admisibilidad, que sólo acordará
cuando entienda que su planteamiento en la audiencia no impide a la parte
contraria ejercitar su derecho de defensa en condiciones de igualdad (art.
426.3 LEC).
periciales elaborados por los peritos por ellas designados que consideren
oportunos para la defensa de sus derechos (art. 336.1 LEC).
La audiencia previa al juicio constituye el momento procesal oportuno
para que cada parte se pronuncie sobre los documentos aportados de con-
trario hasta ese momento, manifestando si los admite o reconoce o impug-
na, proponiendo prueba, en su caso, sobre su autenticidad. De la misma
manera, expresarán lo que convenga a su derecho sobre los dictámenes pe-
riciales presentados hasta ese momento, admitiéndolos, contradiciéndolos o
proponiendo que sean ampliados los extremos que determinen.
Asimismo, cuando a raíz de los documentos que se hubieran aportado
en la audiencia previa en justificación de las aclaraciones, alegaciones com-
plementarias, peticiones accesorias o introducción de hechos nuevos o de
nueva noticia surgiera la necesidad de aportar al proceso algún dictamen
pericial, se contempla la posibilidad de que las partes puedan hacerlo con
cinco días al menos de antelación al juicio. También se prevé, en estos mis-
mos casos, que las partes puedan manifestar que, en vez de aportar dicta-
men por perito de su libre designación, se designe por el Tribunal un perito
que dictamine (art. 427.3 y 4 LEC).
I. CONCEPTO Y CARACTERES
La prueba es la médula espinal del proceso. El éxito de todo proceso ju-
dicial justo descansa en la verificación de los hechos históricos o empíricos
controvertidos, que se caracterizan, precisamente, por las siguientes obser-
vaciones: primera, son unos hechos ya pasados, que pertenecen, por tanto,
a un período de tiempo acabado, concluso y sin retorno; segunda, son unos
hechos inmutables, por cuánto la imposibilidad de retroceder en el tiempo
impide que puedan ser modificados o revertidos; tercera, son unos hechos
desconocidos para el Juez, que es, precisamente, el principal destinatario de
la prueba; y cuarta, son unos hechos controvertidos, esto es, no son pacífi-
cos.
La prueba es la actividad procesal —con categoría de derecho funda-
mental— encauzada a demostrar, ante el Juez legal predeterminado por la
Ley, la veracidad o falsedad de las alegaciones fácticas controvertidas sobre
las que se sustentan las pretensiones —actora o defensiva— de las partes,
bajo los principios de publicidad, oralidad, concentración e inmediación.
De este concepto, cabe extraer las siguientes notas o características esen-
ciales:
Primera: Tan sólo los hechos narrados por las partes, activa o pasiva —y
no el Derecho— son susceptibles de ser probados. Esta primera conclusión
lógica encuentra su fundamento en dos evidencias: primera, el Juez conoce
el derecho (iura novit curia) y tiene el deber de aplicarlo (da mihi factum et
dabo tibi ius); y segunda, el Derecho no pertenece a la ciencia privada de
las partes, sino que es público, conocido y fácilmente accesible para toda la
sociedad.
En consecuencia, el Derecho, con carácter general, no se prueba. Ahora
bien, el art. 281.2 establece que «serán objeto de prueba la costumbre y el
derecho extranjero».
La obligación legal de «probar el Derecho extranjero» —o incluso, el
interno, cuando fuere de difícil acceso— reside en una triple dificultad: en
primer lugar, de localización; en segundo, de fijación e interpretación, no só-
lo de su contenido, sino también, en su caso, de la doctrina jurisprudencial
que lo complementa —una vez traducido—; y en tercero, de la determina-
ción cronológica de su vigencia. Es por ello por lo que el art. 281.2.III LEC
señala que «el derecho extranjero deberá ser probado en lo que respecta a
su contenido y vigencia, pudiendo valerse el Tribunal de cuantos medios de
averiguación estime necesarios para su aplicación».
Finalmente, la costumbre también precisa prueba cuando resulte contro-
vertida o marque los designios una relación afectada por materias de orden
público. El propio art. 281.2.II LEC determina que «la prueba de la cos-
La prueba: concepto, caracteres, regulación, carga y valoración 373
Segunda: No todos los hechos del proceso precisan prueba sino solo
aquéllos que, guardan estrecha relación con la tutela judicial pretendida —
vid. art. 281.1 LEC «la prueba tendrá como objeto los hechos que guarden
relación con la tutela judicial que se pretenda obtener en el proceso»—.
Y es que la narración subjetiva y parcial de los hechos no siempre se
contrae, específicamente, al «meollo» del conflicto, pues las partes, de ma-
nera ingenua, involuntaria y/o inconsciente, se extralimitan en la exposición
del relato fáctico y entremezclan hechos absolutamente relevantes y revela-
dores del conflicto, con otros datos superficiales que no revisten el menor
interés a la hora de otorgarle fundada respuesta. Es por ello por lo que el
Juez habrá de seleccionar, con todo rigor y precisión, cuáles —de todos los
hechos descritos— guardan relación estrecha y directa con el objeto litigio-
so, y además son útiles, para el esclarecimiento de los hechos, resultando
realmente oportuna su verificación, pues el artículo 283 de la LEC reclama,
a los efectos de la conveniencia probatoria, el más estricto cumplimiento,
precisamente, de estos dos parámetros —pertinencia y utilidad—: a la per-
tinencia se refiere su primer apartado: «no deberá admitirse ninguna prueba
que, por no guardar relación con lo que sea objeto del proceso, haya de
considerarse impertinente»; y a la utilidad, su segundo apartado: «tampoco
deben admitirse, por inútiles, aquellas pruebas que, según reglas y criterios
razonables y seguros, en ningún caso puedan contribuir a esclarecer los
hechos controvertidos».
Finalmente, este mismo artículo en su apartado tercero prescribe que
«nunca se admitirá como prueba cualquier actividad prohibida por la ley».
A esta última premisa nos referiremos en el epígrafe destinado a la valora-
ción de la prueba.
Tercera: No todos los hechos que guarden estrecha relación con el objeto
litigioso y son útiles para resolverlo, precisan prueba sino solo aquellos que,
además, son contradictorios, controvertidos o conflictivos, pues los hechos
pacíficos no necesitan, como es lógico, prueba alguna, limitándose o, más
bien, ciñéndose la contradicción a una diversa interpretación jurídica de
dichos incontrovertidos hechos, que corresponderá dirimir al Juez. El artí-
culo 281.3 LEC se refiere a estos hechos cuando señala que «están exentos
de prueba los hechos sobre los que exista plena conformidad de las partes,
salvo en los casos en que la materia objeto del proceso esté fuera del poder
de disposición de los litigantes».
374 Sonia Calaza López
IV. VALORACIÓN
La valoración de la prueba consiste en la actividad intelectual del Juez, a
la vista de lo percibido por sus sentidos, que le permite llegar a la considera-
ción de que determinados hechos son ciertos o, por el contrario, son falsos.
La valoración se produce, como es lógico, después de un procedimiento,
legalmente establecido —al que se dedica la siguiente Lección de este Ma-
nual— en el que la prueba ha de obtenerse de manera lícita —esto es, sin
quebranto de las normas procesales—, y por supuesto, permitida, sin vulne-
ración, directa o indirecta, de los derechos o libertades fundamentales. Esta
prueba podrá practicarse con anticipación al mismo comienzo del proceso
—prueba anticipada—, como se ha visto en la Lección correspondiente a
los actos previos al proceso, o en el momento procesal oportuno, la audien-
cia principal o juicio del proceso ordinario y la vista del juicio verbal, como
se verá en a Lección siguiente.
El Juez habrá de verificar, en primer lugar, la validez, rectitud y licitud
del procedimiento probatorio, y ello tanto respecto de la prueba anticipada,
como de la celebrada en el momento procesal habilitado para ello dentro
de cada proceso.
El artículo 287 de la LEC se refiere, precisamente, a la prueba civil de
valoración prohibida: «cuando alguna de las partes entendiera que en la
obtención u origen de alguna prueba admitida se han vulnerado derechos
fundamentales habrá de alegarlo de inmediato, con traslado, en su caso, a
las demás partes. Sobre esta cuestión, que también podrá ser suscitada de
oficio por el Tribunal, se resolverá en el acto del juicio o, si se tratase de jui-
cios verbales, al comienzo de la vista, antes de que dé comienzo la práctica
de la prueba. A tal efecto, se oirá a las partes y, en su caso, se practicarán las
La prueba: concepto, caracteres, regulación, carga y valoración 383
I. EL PROCEDIMIENTO PROBATORIO Y SU
DIMENSIÓN CONSTITUCIONAL
Una vez determinado que el objeto de la prueba viene determinado por
los hechos controvertidos que guarden relación con la tutela judicial que se
pretenda obtener en el proceso, en la presente lección nos centraremos en
el procedimiento probatorio, entendido como el conjunto de actividades
encaminadas a convencer al juzgador de la veracidad de tales hechos intro-
ducidos por las partes en sus escritos de alegaciones.
Con carácter previo a entrar a analizar las distintas fases que integran
dicho procedimiento probatorio, conviene advertir de su dimensión consti-
tucional a tenor de lo dispuesto en los arts. 24.2 y 120 CE.
De conformidad con lo dispuesto en el primero de los preceptos citados,
el reconocimiento del derecho a un proceso con todas las garantías implica
ciertamente que, para evitar el desequilibrio entre las partes, ambas dispon-
gan de las mismas posibilidades y cargas de alegación, prueba e impugna-
ción.
Concretamente, en orden al contenido constitucional del derecho a la
utilización de los medios de prueba, este derecho fundamental no faculta a
exigir la admisión de cualesquiera pruebas que puedan las partes proponer,
sino para la recepción y práctica de las que sean pertinentes, útiles y lícitas
(art. 283 LEC), correspondiendo el juicio sobre la pertinencia, utilidad y
licitud de las pruebas al juzgador ordinario, el cual, como es obvio, habrá de
llevarlo a cabo de acuerdo con el carácter fundamental que a este derecho
otorga la Constitución y explicitarlo.
390 Manuel Díaz Martínez
II. FASES
1. Proposición
A) Régimen general
La primera de las fases por las que transcurre la actividad probatoria
consiste en la proposición de los distintos medios de prueba, correspondien-
do a las partes, como regla general, la iniciativa de la actividad probatoria
(art. 282 LEC). El Tribunal también podrá acordar, de oficio, que se prac-
tiquen determinadas pruebas o que se aporten documentos, dictámenes u
otros instrumentos probatorios, cuando así lo establezca la Ley (vgr. proce-
sos sobre capacidad, filiación, matrimonio, menores ex art. 752.1.II LEC).
Pero, al margen de estos supuestos, la única prueba que podrá practicarse
en el proceso civil será la que insten las partes (art. 216 LEC).
En cuanto al momento procesal en que ha de producirse la proposición,
se hace preciso distinguir en función de si el procedimiento adecuado es el
juicio ordinario o el verbal.
Si la pretensión objeto del proceso se tramita conforme al juicio ordina-
rio, la proposición de los medios de prueba sucede en la audiencia previa. En
efecto, en dicho trámite procesal, una vez resueltas las cuestiones de índole
procesal, tendrá lugar la delimitación precisa del objeto procesal, fijando
las partes o sus defensores, con el Tribunal, los hechos sobre los que existe
conformidad o disconformidad de los litigantes, quedando delimitado, en
consecuencia, el tema de la prueba. A continuación, una vez comprobada
la existencia de hechos controvertidos, las partes propondrán los medios de
prueba de que intenten valerse para su acreditación.
A tal efecto, las pruebas se propondrán oralmente expresando cada uno
de los medios de prueba con separación. Se consignará, asimismo, el domi-
cilio o residencia de las personas que, en su caso, hayan de ser citadas para
Procedimiento probatorio y medios de prueba 391
B) Excepciones
Tanto en el ámbito del juicio ordinario, como del verbal, la regla general
en cuya virtud la prueba se propone en la audiencia previa o en la vista oral,
respectivamente, admite excepciones en relación con la prueba documental,
pública y privada, en que las partes funden su derecho a la tutela judicial
efectiva (art. 265.1.1º LEC), los dictámenes periciales en los que las partes
apoyen sus pretensiones (art. 265.1.4º LEC) y los medios de reproducción
392 Manuel Díaz Martínez
de sonido e imágenes (art. 265.1.2º LEC), que han de ser aportados con
anterioridad, junto con los escritos de demanda y contestación.
2. Admisión
Una vez propuesta la prueba por las partes, el Tribunal decidirá sobre
su admisión o inadmisión a trámite. En el juicio ordinario esta decisión se
adoptará al término de la audiencia previa (art. 429.2 LEC), mientras que
en el juicio verbal se hará en la propia vista oral.
La resolución judicial que se pronuncie sobre la admisión o inadmisión
de la prueba, que habrá de revestir la forma de auto (art. 206.1.2ª LEC),
atenderá a los ya citados criterios de pertinencia, utilidad y licitud. En este
sentido, dispone el art. 283 LEC que «no deberá admitirse ninguna prueba
que, por no guardar relación con lo que sea objeto del proceso, haya de
considerarse impertinente». Tampoco deberán admitirse las pruebas inúti-
les, que son «aquellas pruebas que, según las reglas y criterios razonables y
seguros, en ningún caso puedan contribuir a esclarecer los hechos contro-
vertidos». Por último, nunca se admitirá como prueba cualquier actividad
prohibida por la Ley.
Contempla la LEC una regulación específica del régimen de recursos
contra la resolución sobre la admisibilidad de las pruebas propuestas, es-
tableciendo que «contra la resolución que admita o inadmita cada una de
las pruebas solo cabrá recurso de reposición, que se sustanciará y resolverá
en el acto, y, si se desestimare, la parte podrá formular protesta al efecto de
hacer valer sus derechos en la segunda instancia» (art. 285.2 LEC).
Así, pues, cuando el Juez resuelva sobre la admisión de cada una de las
pruebas propuestas habrá de preguntar a las partes si manifiestan su in-
tención de recurrir (art. 210.2.1 LEC). En el supuesto de qua manifestarán
su intención de recurrir, no deben esperar a la comunicación escrita de la
resolución, sino que habrán de fundar oralmente su recurso de reposición; a
continuación, el Tribunal habrá de conceder la palabra a la parte contraria
para que en el mismo acto pueda impugnarlo. Finalizadas las alegaciones
orales, el Tribunal también resolverá en el acto, y si se desestimare el recur-
so, la parte gravada podrá formular la oportuna protesta al efecto de hacer
valer sus derechos en la segunda instancia.
Este régimen de recursos frente a la admisión e inadmisión de pruebas
resulta de aplicación al juicio ordinario y también al verbal (art. 446 LEC).
Procedimiento probatorio y medios de prueba 393
3. Práctica
A) Tiempo y forma
En el juicio ordinario, una vez admitidos los medios de prueba en la
audiencia previa, por el LAJ o el Juez, siempre que el señalamiento pueda
hacerse en el mismo acto, se procederá a fijar la fecha del juicio. Así, pues,
es en el juicio donde tendrá lugar la práctica de las distintas pruebas que
hayan sido previamente admitidas.
Por el contrario, en el juicio verbal, la práctica de la prueba sucede en
la vista oral, seguidamente tras su admisión (art. 443.3. in fine LEC). Por
ello, el LAJ, al citar a las partes a la vista, ha de advertirles de que han de
concurrir con los medios de prueba que estimen pertinentes.
Excepcionalmente, también se contempla la posibilidad de que la prueba
se practique con anterioridad al juicio o vista (art. 290 y 429.4 LEC), en
cuyo caso el LAJ señalará día y horas en que hayan de practicarse, para que
se cite a las partes, testigos y peritos con suficiente antelación.
En cuanto a la forma, la práctica de la prueba se desarrolla contradicto-
riamente, de forma oral, con publicidad e inmediación (art. 289 LEC) y en
unidad de acto (art. 290 LEC).
Sin embargo, como es lógico, la presentación de documentos originales o
de copias auténticas, la aportación de otros medios o instrumentos probato-
rios, el reconocimiento de la autenticidad de un documento privado, la for-
mación de cuerpos de escritura para el cotejo de letras y la mera ratificación
de la autoría del dictamen pericial se llevarán a cabo ante el LAJ, siempre
que tengan lugar fuera de la vista pública o el LAJ estuviera presente en el
acto. Lo relevante tratándose de la prueba documental y de los informes y
dictámenes escritos es que el Tribunal los examine por sí mismo (art. 289.3
LEC)
B) Lugar
Como regla general, la prueba deberá practicarse en la sede de la oficina
judicial del Tribunal que conozca del asunto (art. 129.1 LEC).
Evidentemente, existen determinadas actuaciones judiciales que, por su
propio contenido o naturaleza, no es posible realizarlas en la sede del Tri-
bunal, tal y como acontece, por ejemplo, con la prueba de reconocimiento
judicial.
394 Manuel Díaz Martínez
C) Orden
Por último, la LEC establece un orden, salvo que el Tribunal acuerde de
oficio o a instancia de parte otro distinto, en la práctica de los medios de
prueba, que es el que, a continuación, se relaciona: 1º declaración de las
partes; 2º interrogatorio de testigos; 3º informes orales y contradictorios de
peritos; 4º reconocimiento judicial, en su caso; 5º reproducción de palabras,
imágenes y sonidos (arts. 300 y 431 LEC).
2. Elementos subjetivos
La LEC contempla distintas situaciones en lo que se refiere a los sujetos
de este medio de prueba.
En primer lugar, se contempla, siendo la regla general, el interrogatorio
de la parte contraria, pudiendo interrogar y ser interrogados, recíproca-
mente, tanto la parte demandante como demandada («cada parte podrá
solicitar del tribunal el interrogatorio de las demás…» —art. 301.1 LEC—).
En segundo, también se prevé la posibilidad del interrogatorio de la par-
te colitigante, lo que significa que la prueba pueda ser promovida por una
parte cualquiera para que responda a sus preguntas un litisconsorte, esto es,
otro demandante u otro demandado que ocupe la misma posición procesal
que la parte proponente, condicionándose dicha circunstancia a que exista
en el proceso oposición o conflicto de intereses entre ambos (art. 301.1.II
LEC).
En tercero, cabe la opción de que sea un tercero (declaración de tercero)
quién de respuesta al interrogatorio, lo que se contempla en los siguientes
supuestos:
a) Cuando la parte legitimada, actuante en el juicio, no sea titular de la
relación jurídica controvertida ni titular del derecho en cuya virtud se
acciona (legitimación extraordinaria), la LEC le autoriza a solicitar el
interrogatorio de dicho sujeto o titular (art. 301.2 LEC).
b) Cuando alguna pregunta se refiera a hechos que no son personales del
declarante éste, sin perjuicio de responder según sus conocimientos,
podrá proponer que conteste también a la pregunta un tercero que
Interrogatorio de las partes y prueba testifical 399
4. Procedimiento
A) Proposición
La prueba del interrogatorio de las partes se propone en la audiencia
previa o en la vista, según el tipo de proceso, indicando los hechos a los que
se referirá, sin necesidad de acompañar, tal y como sucedía en la regulación
anterior, ningún escrito con la relación de preguntas concretas, excepción
hecha del interrogatorio de Administraciones y Organismos públicos.
5. Valoración
La valoración de la prueba de interrogatorio de las partes o, para ser
más exactos, la valoración de las respuestas, se encuentra regulada en el art.
316 LEC, que deja a salvo las ya expuestas posibilidades de reconocimiento
tácito o ficta confessio si la parte no comparece o se niega a responder o lo
hace de modo evasivo o con respuestas inconcluyentes.
De conformidad con lo dispuesto en el art. 316.1 LEC, «si no lo contra-
dice el resultado de las demás pruebas, en la sentencia se considerarán cier-
tos los hechos que una parte haya reconocido como tales si en ellos intervi-
no personalmente y su fijación como ciertos le es enteramente perjudicial».
Tres son los presupuestos que han de concurrir para que el interrogato-
rio de las partes tenga un valor de prueba legal o tasada: 1º) que la parte
que declare haya intervenido personalmente en los hechos; 2º) que su reco-
nocimiento como ciertos le sea enteramente perjudicial; y 3º) que se trate
del único medio de prueba practicado en relación con los hechos objeto del
interrogatorio.
En todos los demás casos, los Tribunales valorarán las declaraciones de
las partes según las reglas de la sana crítica.
2. Requisitos subjetivos
A) Idoneidad
En principio, todas las personas son idóneas para participar en el proce-
dimiento probatorio a través de la prueba testifical con tal de que tengan la
aptitud necesaria para percibir los hechos y dar razón de su percepción, no
siendo necesario que posean capacidad de obrar.
En tales términos aparece redactado el art. 361 LEC, según el cual «po-
drán ser testigos todas las personas, salvo las que se hallen permanentemen-
te privadas de razón o del uso de sentidos respecto de hechos sobre los que
únicamente quepa tener conocimiento por dichos sentidos».
También pueden serlo los menores de catorce años, siempre y cuando, a
juicio del Tribunal, posean el discernimiento necesario para conocer y para
declarar verazmente.
B) Imparcialidad
Habida cuenta de su condición de tercero ajeno al proceso, el testigo ha
de ser imparcial, en el sentido de no guardar relación alguna con el objeto
del proceso ni con ninguna de las partes de la relación jurídica controver-
tida.
A tal efecto, la LEC contempla dos formas de poner de manifiesto la
parcialidad del testigo: 1) la una al inicio de la práctica de la prueba, con la
Interrogatorio de las partes y prueba testifical 405
C) Derechos y deberes
Derecho básico del testigo es el de recibir una indemnización por los
gastos y perjuicios que su comparecencia le haya originado, que habrá de
ser sufragada por la parte procesal que haya propuesto al testigo, sin per-
juicio de que, si en la resolución definitiva se impone la condena en costas
a la parte contraria, haya de ser esta la que se haga cargo de dicha indem-
nización. Si varias partes propusieren a un mismo testigo, el importe de la
indemnización se prorrateará entre ellas (art. 375.1 LEC).
El importe de la indemnización lo fijará el LAJ mediante decreto, que
tendrá en cuenta los datos y circunstancias que se hubieren aportado; si la
parte o partes que hayan de indemnizar no lo hicieran en el plazo de diez
días desde la firmeza del mencionado decreto, el testigo puede acudir direc-
tamente al procedimiento de apremio (art. 375.2 LEC).
Entre los deberes que recaen sobre los testigos cabe destacar los que, a
continuación, se relacionan:
a) Comparecer en el juicio o vista en el día y hora en que hubieren sido
citados (salvo enfermedad u otro motivo justo, en el que pueden de-
clarar en su domicilio), bajo sanción por el Tribunal de multa de 180
a 600 euros y apercibimiento de proceder contra él por desobediencia
a la autoridad (art. 292.1 y 2 LEC).
b) Prestar juramento o promesa de decir verdad, con anterioridad a su
declaración, con la conminación de las penas establecidas para el de-
lito de falso testimonio en causa civil (art. 365 LEC). Cuando se trate
de testigos menores de edad penal no se les exigirá juramento ni pro-
mesa de decir verdad.
El incumplimiento del deber de decir verdad, ya sea faltando a ella,
ya sea alterando con reticencias, inexactitudes o silencios los hechos
o datos relevantes, se tipifica como delito de falso testimonio en los
arts. 458 y 460 CP, respectivamente.
406 Manuel Díaz Martínez
3. Procedimiento
A) Proposición y admisión
La prueba testifical ha de proponerse y admitirse, bien en la audiencia
previa del juicio ordinario, bien en la misma vista del juicio verbal.
El art. 362 LEC establece la carga procesal de las partes en el momento
de la proposición de la prueba testifical de indicar todos los datos de los que
dispongan para su correcta identificación (nombre, apellidos, profesión, do-
micilio, cargo que ostentare o cualesquiera otras circunstancias), así como
el lugar en que puedan ser citados.
La correcta identificación de los testigos en este momento procesal re-
viste singular importancia tanto para su citación judicial, si así lo solicita la
parte proponente (art. 429.5 LEC), como para poder plantear la tacha de
testigos.
Con la proposición de la prueba testifical, además, deberá hacerse refe-
rencia a los hechos sobre los que la misma ha de recaer, con el fin de motivar
su pertinencia.
No existe límite legal del número de testigos a proponer, pero los gastos
de los que excedan de tres por cada hecho discutido serán, en todo caso, de
cuenta de la parte que los haya presentado (art. 363 LEC). Por otra parte,
el apartado segundo de este precepto permite al Tribunal, cuando hubiera
escuchado el testimonio de al menos tres testigos en relación con un mismo
hecho discutido, obviar las declaraciones testificales que faltaren, si se con-
siderare suficientemente ilustrado con las ya emitidas.
Una vez propuesta, el Tribunal se pronunciará sobre su admisión aten-
diendo a las reglas generales de pertinencia y utilidad, acordando se proce-
da a la citación de los testigos (en el juicio ordinario) o a la expedición de
los exhortos oportunos.
Interrogatorio de las partes y prueba testifical 407
B) Tiempo y lugar
Como regla general, la prueba testifical se practicará durante el desarro-
llo del juicio (juicio ordinario) o la vista (juicio verbal), bajo la inmediación
del órgano judicial.
Sin embargo, al igual que acontece con el interrogatorio de las partes, la
LEC prevé que pueda realizarse la declaración del testigo en su domicilio
bien directamente, bien a través de auxilio judicial, según que dicho domi-
cilio se halle o no en la demarcación judicial del órgano competente. Este
supuesto excepcional procederá cuando por enfermedad del testigo, por
razón de la distancia, dificultad de desplazamiento, por sus circunstancias
personales o por cualquier otra causa de análogas características, el Tribu-
nal considere que algún testigo no puede comparecer en la sede del Tribunal
(art. 364.1 LEC).
En tales casos, el régimen de intervención de las partes y sus Abogados
es idéntico al del interrogatorio de las partes, a cuyo estudio nos remitimos.
C) Práctica
La práctica del interrogatorio de testigos se lleva a cabo según las si-
guientes reglas:
1º) Con la finalidad de garantizar la espontaneidad del testimonio, cuan-
do sobre unos mismos hechos hayan de declarar dos o más testigos,
se adoptarán las medidas necesarias para evitar que se comuniquen
entre sí, no pudiendo asistir unos a las declaraciones de los otros
(art. 366.2 LEC).
2º) Los testigos declararán separada y sucesivamente, por el orden en
que vinieran propuestos, salvo que el Tribunal encuentre motivado
alterarlo, siendo razonable comenzar, pese al silencio legal, por el
interrogatorio de los testigos propuestos por la parte demandante
(DE LA OLIVA).
3º) Prestado juramento o promesa de decir verdad, el interrogatorio co-
mienza formulando a cada testigo las denominadas «preguntas ge-
nerales de la Ley», con las que se pretende, tal y como ya ha sido se-
ñalado, poner de manifiesto la posible parcialidad en la declaración
del testigo mediante una serie de preguntas dirigidas a la averigua-
ción de elementos de juicio que permitan apreciar su relación con las
partes, sus representantes y Abogados, así como con el asunto.
408 Manuel Díaz Martínez
los citados preceptos, las partes tienen la carga de acompañar a sus escritos
de demanda o contestación los informes elaborados por profesionales de la
investigación privada legalmente habilitados sobre hechos relevantes en que
apoyen sus pretensiones.
Una vez aportados tales informes, si los hechos que en ellos se afirmen no
hubiesen sido reconocidos como ciertos por todas las partes a quienes pu-
dieren perjudicar, se interrogará como testigos a los autores de los informes,
en la forma prevenida en la Ley, pero con las siguientes reglas especiales
(art. 380.1 LEC): 1ª) No procederá la tacha del testigo por razón de interés
en el asunto, cuando el informe haya sido elaborado por encargo de unas de
las partes; 2ª) el autor del informe habrá de acreditar su habilitación profe-
sional, reconocer el informe y ratificarse en su contenido con anterioridad a
que se le formulen las preguntas pertinentes; 3ª) el interrogatorio se limitará
a los hechos consignados en los informes.
Una vez recibidas las respuestas escritas, el LAJ dará traslado de ellas a
las partes y podrán ser objeto de contradicción, tanto en la posibilidad de
contradecir mediante otras pruebas lo declarado, como en la posibilidad de
que la persona o personas físicas cuyo testimonio pueda resultar pertinente
y útil puedan ser llamadas, de oficio o a instancia de parte, a declarar en
el juicio o vista para aclarar o completar lo reflejado por escrito, si fuera
oscuro o incompleto.
5. La tacha de testigos
Tal y como ha sido señalado, rasgo distintivo de la prueba testifical en
relación con el interrogatorio de las partes es la posibilidad que cada parte
tiene de poner de manifiesto al Tribunal ciertas circunstancias concurrentes
en los testigos de la parte contraria, e incluso a los propuestos por ella mis-
ma, y que, en principio, pueden reflejar la existencia de parcialidad en su
declaración como elemento fundamental de su correcta valoración judicial
en la resolución definitiva del litigio.
Las circunstancias legalmente previstas como causas de tacha coinciden
con las contempladas en las «preguntas generales de la Ley» (existencia de
parentesco con una parte, su Procurador o Abogado; relación de dependen-
cia o comunidad de intereses; interés directo o indirecto en el pleito; amis-
tad o enemistad manifiesta, a las que cabe incluir la de haber sido el testigo
condenado por falso testimonio), pero mientras que estas últimas tienen
lugar al inicio de la práctica de la prueba, las tachas se habrá de formular
por las partes desde el momento en que se admita la prueba testifical y hasta
que comience el juicio.
En el juicio verbal, en donde la admisión de la prueba no se produce sino
durante la tramitación de la vista oral ya iniciada, hay que entender admi-
sible que las tachas puedan plantearse tan pronto se proponga la prueba de
testigos.
Con la alegación de las tachas, la parte podrá proponer la prueba con-
ducente a justificar la existencia y veracidad de la causa alegada, pudiendo
hacer uso de cualquier medio de prueba que no sea la testifical (art. 379.1
LEC). También se contempla la posibilidad de que las demás partes puedan
oponerse, pudiendo aportar documentos. En caso de no hacerlo, se enten-
derá que reconocen el fundamento de la tacha.
Sea como fuere, el procedimiento para la tacha de testigos finalizará en
ese momento, no siendo necesario que el órgano judicial tenga que pro-
nunciar resolución alguna, por cuanto el Tribunal valorará la tacha en el
412 Manuel Díaz Martínez
6. Valoración
Dispone el art. 376 LEC que «los tribunales valorarán la fuerza proba-
toria de las declaraciones de los testigos conforme a las reglas de la sana
crítica, tomando en consideración la razón de ciencia que hubieren dado, las
circunstancias que en ellos concurran y, en su caso, las tachas formuladas y
los resultados de la prueba que sobre éstas se hubiere practicado».
Se consagra, de este modo, la libre valoración de la prueba testifical,
concretando el legislador que, de entre las distintas reglas de la sana crítica,
se deben tener especialmente en consideración: 1º) la razón de ciencia que
hubieren dado los testigos, esto es, lo que hayan declarado con respecto a
la forma en que hayan tenido conocimiento de los hechos; y 2º) las circuns-
tancias que en ellos concurran y, en su caso, las tachas formuladas y los
resultados de la prueba que sobre éstas se hubiere practicado.
Lección 21
LA PRUEBA DOCUMENTAL
II. CLASES
1. Documentos públicos
De conformidad con lo dispuesto en el art. 317 LEC, a efectos de prueba
en el proceso, se consideran documentos públicos:
1º). Las resoluciones y diligencias de actuaciones judiciales de toda es-
pecie y los testimonios que de las mismas expidan los Letrados de la Admi-
nistración de Justicia.
2º) Los autorizados por Notario con arreglo a derecho.
3º) Los intervenidos por Corredores de Comercio Colegiados y las cer-
tificaciones de las operaciones en que hubiesen intervenido, expedidas por
ellos con referencia al Libro Registro que deban llevar conforme a derecho.
4º) Las certificaciones que expidan los Registradores de las Propiedad y
Mercantiles de los asientos registrales.
5º) Los expedidos por funcionarios públicos legalmente facultados para
dar fe en lo que se refiere al ejercicio de sus funciones.
6º) Los que, con referencia a archivos y registros de órganos del Estado,
de las Administraciones públicas o de otras entidades de Derecho público,
sean expedidos por funcionarios facultados para dar fe de disposiciones y
actuaciones de aquellos órganos, Administraciones o entidades.
A tenor de dicha enumeración podemos clasificar los documentos pú-
blicos, por razón del funcionario que los autoriza, en tres categorías: docu-
mentos notariales y registrales (en la actualidad, como es sabido, los Nota-
rios y Corredores de Comercio forma un cuerpo único de Notarios, por lo
que carece de sentido la distinción entre documentos públicos autorizados
por Notario y los intervenidos por Corredor de Comercio a las que se refie-
ren los números 2º y 3º), documentos judiciales y administrativos.
También tienen la consideración de documentos públicos, a efectos pro-
cesales, los documentos extranjeros a los que, en virtud de Tratados o Con-
venios Internacionales o de Leyes especiales, haya de atribuírseles la fuerza
probatoria propia de tales documentos (art. 323.1 LEC).
En defecto de Tratado, Convenio o Ley especial, se considerarán do-
cumentos públicos los que reúnan los siguientes requisitos: a) que en su
otorgamiento o confección se hayan observado los requisitos que se exijan
en el país donde se hayan otorgado para que hagan prueba plena en juicio;
b) que contenga la legalización o apostilla y los demás requisitos necesarios
para su autenticidad en España (art. 323.2 LEC).
La prueba documental 415
2. Documentos privados
Los documentos privados aparecen definidos de un modo negativo o de
exclusión, en cuya virtud son documentos privados los que no son públi-
cos o, lo que es lo mismo, «se considera documentos privados, a efectos de
prueba en el proceso, aquéllos que no se hallen en ninguno de los casos del
art. 317» (art. 324 LEC).
3. Documentos electrónicos
Junto a los documentos públicos y privados, debemos también hacer re-
ferencia a los denominados documentos electrónicos, que, de conformidad
con lo dispuesto en la Ley 59/2003, de 19 de diciembre, de firma electró-
nica, puede ser definido como aquel redactado en soporte electrónico que
incorpore datos que estén firmados electrónicamente (art. 3).
Tales documentos pueden ser divididos, a su vez, en públicos y privados
(art. 3.6), teniendo la consideración de públicos los documentos electró-
nicos firmados electrónicamente por funcionarios que tengan legalmente
atribuida la facultad de dar fe pública, judicial, notarial o administrativa,
siempre que actúen en el ámbito de sus competencias con los requisitos exi-
gidos por la Ley en cada caso.
B) Excepciones
Existen, ello no obstante, excepciones a la regla general previstas en los
arts. 270 y 271 LEC. El primero de los citados preceptos, que lleva por
rúbrica «presentación de documentos en momento no inicial del proceso»,
permite al actor o al demandado presentar, después de la demanda y la
contestación o, cuando proceda, de la audiencia previa al juicio, los docu-
mentos relativos al fondo del asunto que se encuentren en alguno de los
casos que, a continuación, se relacionan: a) ser de fecha posterior a tales
momentos procesales, siempre que no se hubieren podido confeccionar, ni
obtener con anterioridad; b) ser de fecha anterior, siempre y cuando la parte
que pretende introducirlos justifique no haber tenido antes conocimiento
de su existencia y c) no haber sido posible obtenerlos con anterioridad, por
causas no imputables a la parte, siempre y cuando se hubiere realizado la
oportuna designación.
Por último, el art. 271 LEC establece como preclusión «definitiva» para
la presentación de documentos en la primera instancia la finalización de la
fase probatoria y la de conclusiones o, en palabras del legislador, «no se
admitirá a las partes ningún documento […] que se presente después de la
vista o juicio».
Sucede, sin embargo, que dicha regla admite, una vez más, excepciones,
por cuanto, por una parte, dicho precepto contempla la posibilidad de apor-
tar documentos en el trámite de las diligencias finales, siempre y cuando se
refieran a hechos nuevos o de nueva noticia que se produzcan hasta el mo-
La prueba documental 417
mento mismo de iniciarse el plazo para dictar sentencia, los cuales pueden
ponerse de manifiesto ante el órgano jurisdiccional a través del denominado
«escrito de ampliación» (art. 435.1.3ª en relación con el art. 286 LEC) y,
de otra, permite que las partes, incluso durante el plazo previsto para dictar
sentencia, puedan aportar sentencias, resoluciones judiciales o de autoridad
administrativa dictadas o notificadas en fecha no anterior al momento de
formular las conclusiones, siempre que puedan resultar condicionantes o
decisivas para la resolución del litigio en la primera instancia o en cualquier
recurso (art. 271.2).
Tratándose de los documentos exigidos en los casos especiales del art.
266 LEC (demanda de responsabilidad civil contra Jueces y Magistrados,
el juicio de alimentos, el de retracto y los procesos sucesorios) no opera, sin
embargo, la preclusión, sino la inadmisión de la demanda (art. 269.2 LEC),
por cuanto, en tales supuestos especiales, la aportación de dichos documen-
tos justifica el presupuesto procesal de la capacidad de conducción procesal.
2. Forma
Con el fin de dotar a los documentos públicos del valor privilegiado que
les concede el art. 319 LEC resulta aconsejable su aportación al proceso
en su formato o matriz original, reduciéndose de este modo la posibilidad
de la contraparte de impugnar su autenticidad, que quedará limitada tan
solo a la alegación de su falsedad, la que habrá de suscitarse en el corres-
pondiente proceso penal por el delito contemplado en los arts. 390 a 394
(de la falsedad de documentos públicos) y 397 a 399 (de la falsificación de
testimonios) del CP.
Sin embargo, no resulta frecuente que las partes dispongan de los origi-
nales, que suelen ser custodiados por los fedatarios públicos, razón por la
cual lo usual es que los documentos públicos se aporten por medio de copia
auténtica (los notariales), certificación (los administrativos) o testimonio
(los judiciales), admitiéndose también la posibilidad de presentación de co-
pia simple de tales documentos (arts. 318 y 267 LEC).
Los documentos privados se presentarán en original o mediante copia
autenticada por el fedatario público competente y se unirán a los autos o se
dejará testimonio de ellos, con devolución de los originales o copias feha-
cientes presentadas, si así lo solicitan los interesados. También se contempla
la posibilidad de presentar copia simple, que producirá efecto probatorio si
la parte contraria no impugna su autenticidad (art. 268 LEC).
418 Manuel Díaz Martínez
V. EXHIBICIÓN
Como es sabido, la LEC amplía el régimen de las obligaciones procesales
de las partes, que encuentran su fundamento tanto en lo dispuesto en el art.
118 CE, que establece la obligación de las partes de prestar la colaboración
requerida por los Jueces y Tribunales en el curso del proceso, como en la
vigencia del principio general de buena fe procesal como principio rector de
todo proceso civil (art. 247 LEC).
Entre tales obligaciones procesales se encuentra la relativa a la exhi-
bición de documentos, que cualquiera de las partes puede solicitar, para
que lleven a cabo dicha presentación documental tanto las restantes partes
procesales como terceras personas, cuando no dispongan de un documento
o cuando sólo dispongan de una copia no fehaciente del mismo y precisen
hacerse con el original o con una copia fehaciente.
2. Por terceros
La exhibición de documentos a cargo de terceros se presenta en la LEC
con un carácter excepcional, ya que, salvo lo dispuesto en materia de dili-
gencias preliminares, únicamente será admisible cuando, pedida por una de
las partes, el Tribunal entienda que su conocimiento resulta trascendente a
los fines de dictar sentencia (art. 330. 1 LEC).
Formulada la solicitud el Tribunal ordenará la comparecencia del tercero
y, tras oírle, resolverá lo procedente, resolución contra la que no procede re-
curso alguno, sin perjuicio de que la parte a quien interese pueda reproducir
su petición en la segunda instancia.
Cuando los terceros estuviesen dispuestos a exhibirlos voluntariamente,
no se les obligará a que los presenten en la Oficina Judicial sino que, si así
lo exigieren, irá el LAJ a su domicilio para testimoniarlos (art. 330.1. III
LEC); de no exigirlo así, los presentarán en la sede del órgano judicial y, si
no quisiesen desprenderse de los mismos para su unión en los autos, el LAJ
extenderá testimonio de los documentos aportados (art. 331 LEC).
A diferencia de lo acontece en sede de diligencias preliminares, nada
se contempla legalmente sobre qué sucede si el tercero incumple el man-
dato judicial de exhibición, por lo que resulta dudoso que pueda librarse
mandamiento de entrada y registro domiciliaria, ni tan siquiera es posible
extraer la consecuencia de la admisión tácita o ficta confessio respecto de
las fotocopias o copias simples aportadas, que no es posible cotejar ante la
negativa del tercero.
I. LA PRUEBA PERICIAL
1. Concepto y notas esenciales
La prueba pericial puede definirse como el medio probatorio por medio
del cual se aporta al proceso un dictamen elaborado por una o varias per-
sonas ajenas al proceso y expertas en alguna de las ramas de la ciencia, de
las artes o del saber en general, acompañado, en su caso, de la intervención
de tales expertos en el juicio o vista para someterse a las preguntas y ob-
servaciones pertinentes, con el objeto de asesorar e informar al Juez de los
conocimientos técnicos que le permitan valorar adecuadamente los hechos
o circunstancias relevantes en el asunto o adquirir certeza sobre ellos.
En tales términos se pronuncia el art. 335.1 LEC, según el cual «cuan-
do sean necesarios conocimientos científicos, artísticos, técnicos o prácti-
cos para valorar hechos o circunstancias relevantes en el asunto o adquirir
certeza sobre ellos, las partes podrán aportar al proceso el dictamen de
424 Manuel Díaz Martínez
2. Elementos subjetivos
A) Clases de peritos e idoneidad
Tal y como dispone el art. 335.1 LEC, las partes pueden optar, en igual-
dad de condiciones y con el mismo valor probatorio, por aportar al proceso
el dictamen elaborado por los peritos libremente designados por ellas o
solicitar que se emita el dictamen por el perito designado judicialmente.
En ambos casos, y teniendo en cuenta que la intervención del perito se
justifica en atención a sus conocimientos técnicos, los peritos han de estar
en posesión de un título oficial que, además, se corresponda o sea el propio
de la materia sobre la que se informa y de la naturaleza del dictamen. Tan
sólo si se tratara de materias que no estén comprendidas en títulos profesio-
nales oficiales, los peritos habrán de ser nombrados entre personas expertas
o entendidas en tales materias (art. 340.1 LEC).
Aun cuando el autor material del dictamen haya de ser necesariamente
una persona física, la LEC permite solicitarlos de academias e instituciones
culturales y científicos que se ocupan del estudio de dichas materias. De
igual modo, el dictamen puede ser solicitado o pedir la designación del
perito a personas jurídicas legalmente habilitadas para tal función, como
podría ser el caso de una sociedad experta en tasaciones inmobiliarias o en
daños de diversa índole.
B) Garantías de imparcialidad
Cualquiera que sea el sistema de designación de peritos, resulta necesario
garantizar la objetividad e imparcialidad de tales profesionales.
A tal efecto, la LEC establece un sistema de control mediante el estable-
cimiento de unas causas objetivas de recusación, para los peritos designados
judicialmente, y de tacha, para los designados por las partes.
De conformidad con lo dispuesto en el art. 343.1 LEC, sólo podrán ser
objeto de recusación los peritos designados judicialmente, precepto que ha
de completarse con lo establecido en el art. 124 LEC, que limita la recusa-
ción a los peritos designados judicialmente mediante sorteo, lo que excluiría
a los peritos designados judicialmente pero con base en otro sistema. Este
último precepto (art. 124 LEC) prevé un catálogo de causas tendentes a
evitar cualquier riesgo de imparcialidad, bien sea por la existencia de una
relación de proximidad entre el perito y la parte a quien pueda beneficiar el
dictamen, o por la posibilidad misma de conflicto con el recusante o ambos
426 Manuel Díaz Martínez
C) Deberes y derechos
En el momento de la emisión del dictamen, el perito deberá manifestar
bajo juramento o promesa de decir verdad que ha actuado y, en su caso,
actuará con la mayor objetividad posible, tomando en consideración tanto
lo que pueda favorecer como lo que sea susceptible de causar perjuicio a
cualquiera de las partes, y que conoce las sanciones penales en las que podrá
incurrir si incumpliere su deber como perito (art. 335.2 LEC).
Cuando el perito faltare manifiestamente a la verdad, falseando datos
que son ciertos y objetivos, incurrirá en el delito de falso testimonio con-
templado en el art. 459 CP; en el caso de que no actuara con objetividad, es-
to es, cuando no atendiera a la totalidad de las circunstancias que coexisten
en el caso, podrá ser condenado por el delito del art. 460 CP, que sanciona
la conducta del perito que, sin faltar sustancialmente a la verdad, la altere
con reticencias o silencie hechos o datos relevantes.
Los peritos también tienen el deber de comparecer al juicio o vista o
a cualquier acto procesal en el que se exija su presencia con el fin de so-
meterse a las preguntas, aclaraciones u observaciones que tanto las partes
como el órgano judicial puedan dirigirle en relación con el contenido de
su dictamen. Si la incomparecencia es injustificada, podrá interrumpirse
el juicio o la vista cuando resulte imprescindible su presencia (arts. 193 y
292.3 LEC), pero la misma engendrará responsabilidades pecuniarias, bajo
apercibimiento de proceder contra él por desobediencia a la autoridad (art.
292.2 LEC).
La prueba pericial, el reconocimiento judicial 427
Como derecho esencial del perito puede señalarse el de percibir sus ho-
norarios, que se han de abonar por la parte a cuya instancia se ha designado
el perito (art. 241.1 LEC), en el bien entendido que ello lo será a expensas
de lo que se resuelva definitivamente una vez se pronuncie la correspondien-
te condena en costas.
El perito podrá confeccionar una provisión de fondos con cargo a la
parte obligada a ello; dicha cuenta será aprobada o desestimada por el LAJ
mediante decreto. Si no se paga la cuenta en el plazo de cinco días, el perito
podrá libremente y sin responsabilidad alguna eximirse de cumplir el encar-
go, sin que pueda procederse a una nueva designación.
Si el perito fue designado de común acuerdo, en cuyo caso cada parte de-
be abonar la mitad de los honorarios, y una de ellas no abona la parte que le
corresponde de la provisión de fondos, la otra puede actuar, bien pagando
la totalidad de la provisión o la parte que falte y procediendo, si lo estima
adecuado, a una ampliación del dictamen, bien, simplemente, recuperando
lo pagado o renunciando por esta vía a la prueba pericial (art. 342 LEC).
3. Procedimiento de designación
La LEC establece un doble sistema de aportación del dictamen pericial
en el proceso: por una parte, la introducción por las propias partes de los
dictámenes periciales que hayan sido elaborados por los peritos previamen-
te designados por ellas y, por otra, la aportación al proceso de los dictáme-
nes que hayan sido emitidos por los peritos designados por el Tribunal en
los casos en que así proceda.
b) Nombramiento y aceptación
Dos son los sistemas previstos para la designación judicial de peritos, el
dependiente en exclusiva de las partes y el de insaculación.
Si ambas partes se muestran de acuerdo en que el dictamen sea emitido
por una persona determinada o una entidad también concretamente seña-
lada, se habrá de proceder de este modo designando el Tribunal a quien las
partes hubieren nombrado (art. 339.4 LEC). En caso contrario, el sistema
será el de insaculación de los peritos, designándose al que corresponda de la
lista cuya remisión anual se solicitará de los distintos Colegios profesiona-
les, Academias, instituciones culturales y científicas (art. 341.1 LEC).
En cuanto al número, se parte de la regla general del nombramiento de
un solo perito, cualquiera que sea el número de partes que haya solicitado
la prueba, por cada cuestión o conjunto de cuestiones sobre la que haya de
versar la prueba, a salvo que la materia exija, por su diversidad, la opinión
de varios expertos (art. 339.6 LEC).
En el mismo día o al siguiente de la designación, el LAJ se lo comunicará
al perito, requiriéndole para que en el plazo de dos días manifieste si acepta
el cargo. Si acepta el cargo, se efectuará el nombramiento y nacerán todas
y cada una de las obligaciones, especialmente las de realizar el dictamen y
actuar al respecto con imparcialidad y objetividad, previa manifestación del
correspondiente juramento o promesa.
Si adujere justa causa que se lo impidiere y se considerare suficiente será
sustituido por el siguiente de la lista (art. 342.1 y 2 LEC).
4. Ejecución de la prueba
Los dictámenes se formularán por escrito pudiéndose acompañar, en su
caso, de los demás documentos, instrumentos o materiales adecuados para
exponer el parecer del perito sobre lo que haya sido objeto de la pericia y
que estimen adecuados para su más acertada valoración.
La prueba pericial, el reconocimiento judicial 433
5. Valoración
El Tribunal valorará los dictámenes periciales según las reglas de la sana
crítica (art. 348 LEC).
Valoración conforme a las reglas de la sana crítica, como es sabido, es
apreciación libre, sólo ajustada a las normas de la razón, de la lógica, de la
coherencia, que no están previstas en norma alguna con rango jurídico y
que, por tanto, son variables y relativas. Tales normas están reñidas con la
arbitrariedad, de la cual son la otra cara de la moneda por no responder tal
criterio a la justa razón y el buen criterio.
A pesar, pues, de que los Jueces y Magistrados no poseen los conocimien-
tos propios de los técnicos que aportan el dictamen no quedan en modo
alguno vinculados al dictamen o dictámenes que se emitan, cualquiera que
sea su contenido, materia o especialidad en que se fundamenten, pudien-
do prescindir de él cuando sus argumentos no sean convincentes e incluso
llegar a conclusiones distintas de las del perito utilizando las reglas de la
lógica, pudiendo, finalmente, preferir un dictamen a otro, entre los varios
emitidos, siempre y cuando lo razone debidamente, lo que posibilita el con-
trol de la decisión en fase de impugnación.
En todo caso, el TS estima que deben respetarse determinados criterios
para que la valoración se acomode a lo que debe entenderse por sana crítica:
1º) La prueba ha de ser apreciada conjuntamente, toda ella, sin fraccio-
nar el dictamen en apartados o partes cuando los mismos no son
susceptibles de tal separación.
2º) Lo esencial a la hora de valorar el dictamen no es la conclusión al-
canzada, sino su fundamentación, sus razonamientos, la explicación
que ofrece de los hechos analizados, elemento éste que es, además, el
que resulta más susceptible de analizar a la luz de normas no técni-
cas.
Naturalmente, la conclusión adquirirá una fuerza superior cuando
la misma venga confirmada por otros elementos de prueba obrantes
en autos, ya que en tal caso la prueba tomará una radical importan-
cia en el asunto.
La prueba pericial, el reconocimiento judicial 435
2. Procedimiento
A) Proposición
La prueba de reconocimiento judicial habrá de proponerse en la audien-
cia previa, o en el acto de la vista en el juicio verbal, debiéndose expresar
por la parte que lo solicite los extremos principales a que quiera que se
refiera el reconocimiento, indicando, además, si pretende concurrir al acto
con alguna persona técnica o práctica en la materia (art. 353.2 LEC).
B) Admisión
El Juez o Tribunal se pronunciará en el acto sobre la admisión del medio
de prueba y, en caso afirmativo, indicará la amplitud o extensión que de-
ba comprender el reconocimiento, pudiendo adoptar cualesquiera medidas
necesarias para su efectividad, incluida la de ordenar la entrada en el lugar
que deba reconocerse o en que se halle el objeto o la persona que se deba
reconocer (art. 354.1 LEC).
El señalamiento del día y hora en que haya de practicare se hará por el
LAJ con, al menos, cinco días de antelación.
Una vez admitida la prueba, la parte que no la haya propuesto podrá,
ante de la fecha señalada para su realización o del momento en que la
misma deba ejecutarse, proponer otros extremos que le interesen, debien-
do también manifestar si asistirá al reconocimiento acompañada de alguna
persona técnica o práctica en la materia (art. 353.2.II LEC).
C) Práctica
La práctica del reconocimiento judicial puede producirse tanto en la sede
del Tribunal y en el propio acto del juicio o vista oral, cuanto en el lugar
físico que deba reconocerse o en aquel en donde se encuentre la persona o
cosa que haya de ser objeto del reconocimiento, si no fuera posible trans-
portarlo hasta ella.
La prueba pericial, el reconocimiento judicial 437
3. Valoración
Aun cuando el legislador guarde silencio sobre la valoración de este me-
dio de prueba, ha de entenderse que se trata de una prueba de libre valora-
ción, que habrá de apreciarse conforme a las reglas de la lógica y de la sana
crítica.
Sin embargo, la exigencia legal de que el reconocimiento sea documen-
tado en un acta por el LAJ, que, de conformidad con lo dispuesto en el art.
317.1 LEC, tiene la condición de documento público y grabado por los
medios técnicos adecuados, hace que, al menos, en lo relativo al hecho, acto
o estado de cosas que se documenten, así como la identidad del fedatario y
demás personas que intervengan en el reconocimiento judicial, esta prueba
tenga valor tasado.
438 Manuel Díaz Martínez
A) Prueba prohibida
Pero, con anterioridad a la práctica de la prueba, puede suceder que se
haya suscitado o se suscite la vulneración de derechos fundamentales en la
obtención u origen de alguna prueba, en cuyo se resolverá primero sobre
esta cuestión (art. 433. 1.I LEC).
Como es sabido, la admisión de la prueba está condicionada no solo a
su pertinencia y utilidad, sino también a su licitud, no surtiendo efecto las
pruebas obtenidas, directa o indirectamente, violentando los derechos o li-
bertadas fundamentales (art. 11.1 LOPJ).
Para hacer efectiva la inadmisibilidad o la declaración de ineficacia de
las fuentes de prueba así obtenida habrá de estarse a lo previsto en el art.
287 LEC, según el cual cuando alguna de las partes entendiera que en la
obtención u origen de alguna prueba admitida se han vulnerado derechos
fundamentales habrá de alegarlo de inmediato, con traslado a las demás
partes, cuestión sobre las que se resolverá en el acto del juicio o, si se trata-
La audiencia principal y las diligencias finales 443
del juicio. Si entendieran que algún hecho debe tenerse por cierto en virtud
de presunción, lo manifestarán así, fundamentando su criterio. Podrán, asi-
mismo, alegar lo que resulte de la carga de la prueba sobre los hechos que
reputen dudosos.
En relación con el resultado de las pruebas y la aplicación de las normas
sobre presunciones y carga de la prueba, cada parte principiará refiriéndose
a los hechos aducidos en apoyo de sus pretensiones y seguirá con lo que se
refiera a los hechos aducidos por la parte contraria (art. 433.2 LEC).
Una vez que el demandante, en primer lugar, y el demando, en segundo,
han formulado oralmente sus conclusiones, se les concede la posibilidad de
que informen sobre los argumentos jurídicos en que se apoyen sus preten-
siones, que no podrán ser alteradas en este momento.
Finalmente, en el supuesto de que el Tribunal no se considere suficien-
temente ilustrado sobre el caso con las conclusiones e informes, puede dar
a las partes la palabra cuantas veces estime necesario indicando sobre qué
cuestiones desearía ser informado (art. 433.4 LEC).
2. Procedencia
Como regla general, las diligencias finales solo podrán adoptarse a ins-
tancia de parte, excluyéndose, como principio básico, la posibilidad de
acordar cualquier diligencia de prueba que se hubiese podido proponer por
las partes en tiempo y forma, incluidas las que hubieran podido proponer-
se tras la manifestación e indicación que el Tribunal hubiera realizado a
las partes ex art. 429.1 LEC cuando entienda que las pruebas propuestas
pudieran resultar insuficientes para el esclarecimiento de los hechos contro-
vertidos.
446 Manuel Díaz Martínez
3. Procedimiento
Las diligencias finales se propondrán por escrito dentro del plazo de
veinte días previsto par dictar sentencia en el juicio ordinario, escrito que
habrá de estar fundamentado en alguno de los supuestos mencionados. Por
el contrario, cuando la diligencia final se adopte de oficio, ex art. 435.2
LEC, bastará con que el Tribunal así lo acuerde.
En todo caso, será necesario dictar auto donde se justifique la proceden-
cia de las diligencias adoptadas, auto cuya emisión suspenderá automática-
mente el plazo para dictar sentencia (art. 434.2 LEC).
Cuando la diligencia final consista en que se practique de nuevo pruebas
sobre hechos relevantes, insiste la LEC en una especial motivación del auto,
en el que deberá expresarse las circunstancias por las que la prueba fracasó,
su desaparición y los motivos para creer que puede tener éxito.
Las diligencias que se acuerden se llevarán a cabo dentro del plazo de
veinte días y en la fecha que señale a tal efecto, de resultar necesario, el LAJ,
y se practicarán en la forma establecida en la Ley para las pruebas de su
clase.
Una vez practicadas, las partes podrán, dentro del quinto día, presentar
escrito en el que resuman y valoren su resultado, volviendo a computase el
plazo de veinte días para dictar sentencia cuando transcurra el otorgado a
las partes para presentar dicho escrito (art. 436.2 LEC).
Undécima Parte
LA SENTENCIA Y LOS EFECTOS
ECONÓMICOS DEL PROCESO
Lección 24
LA SENTENCIA: COSA JUZGADA
Y ACLARACIÓN
I. LA SENTENCIA
La sentencia es, sin lugar a dudas, el acto más relevante del proceso,
pues los justiciables, aquejados por el conflicto, tan sólo asumen la «ju-
dicialización» de su controversia, a través de un recorrido procedimental,
probablemente dilatado en el tiempo y poco económico —en la Lección in-
mediata siguiente veremos que no son pocas las costas procesales— ante la
expectativa cierta de que ese conflicto será resuelto, por un órgano judicial
independiente, en el marco de un proceso garantista, mediante una resolu-
ción que será cumplida en todo caso.
En nuestra «Introducción al Derecho procesal», dedicamos un tema es-
pecífico a la sentencia, razón por la que nos conformaremos, ahora, con
recordar, muy brevemente, sus caracteres esenciales y su clasificación. Para
un estudio detallado de la forma, estructura — recuérdese: encabezamiento;
antecedentes de hecho, fundamentos de derecho; fallo— y contenido —cla-
ridad y precisión; motivación; congruencia— nos remitimos a ese lugar.
2. Clasificación
Las sentencias responden, esencialmente, a la siguiente clasificación:
Primera: Sentencias estimatorias o desestimatorias, según sean, en su
contenido sustantivo, favorables o desfavorables a la pretensión planteada
por el actor principal en su demanda ordinaria o por el actor reconvencio-
nal en su reconvención.
Segunda: Sentencias de enjuiciamiento o de homologación judicial de
los actos de disposición material de la pretensión, según sean fruto, en el
primer caso, del esfuerzo del Juez en su labor habitual, cotidiana o normal,
de depuración de las purgas procesales, verificación de la realidad empírica,
aplicación del derecho y emisión de la conclusión Juzgadora; o, en el segun-
do —renuncia, allanamiento total, acaso transacción—, de la mera vigilan-
cia acerca de la efectiva naturaleza disponible del objeto, de un lado, y de la
ausencia de vicios, de otro, sin la menor labor de enjuiciamiento.
La sentencia: cosa juzgada y aclaración 453
contra las que no cabe recurso alguno, bien por no preverlo la ley, bien
porque, estando previsto, ha transcurrido el plazo legalmente fijado sin que
ninguna de las partes lo haya presentado (ex art. 207.2 LEC).
Así, la LEC, en su precepto 207, referido específicamente a la «cosa juz-
gada formal», noción integrada en su propio título, incide en el obligado
acatamiento judicial de la sentencia firme, al reiterar, en los apartados 3º y
4º, respectivamente, lo siguiente: «Las resoluciones firmes pasan en autori-
dad de cosa juzgada y el Tribunal del proceso en que hayan recaído deberá
estar en todo caso a lo dispuesto en ellas». «Transcurridos los plazos pre-
vistos para recurrir una resolución sin haberla impugnado, quedará firme y
pasada en autoridad de cosa juzgada, debiendo el Tribunal del proceso en
que recaiga estar en todo caso a lo dispuesto en ella».
El fundamento de la cosa juzgada formal ha de encontrarse, de un lado,
en razones de certeza, permanencia y fijeza del Derecho, así como de segu-
ridad jurídica, y por qué no evidenciarlo, de economía procesal, toda vez
que sería arbitrario, irracional y desde luego, un dispendio, que pudiesen
reabrirse las resoluciones firmes, al solo y exclusivo compás de la voluntad
de Jueces y/o justiciables.
C) Límite temporal
El denominado «límite temporal de la cosa juzgada material» se refiere,
en verdad, a la radical mutación, alteración o cambio de las circunstancias
concurrentes al momento de dictarse la sentencia, provocada por el normal
devenir del tiempo, de suerte que esta novedosa y divergente realidad ac-
tual —amparada en hechos nuevos y distintos a los aducidos en el proce-
so precedente— resulta merecedora, en buena lógica, de un enjuiciamiento
actualizado, por cuánto los fundamentos fácticos y, acaso jurídicos, se han
modificado sustancialmente y, en consecuencia, precisan una respuesta ju-
dicial acorde a la modernidad reclamada.
El precepto 222.2.II de la LEC establece, al efecto del momento de deter-
minación de la novedad y divergencia de los hechos, que «se considerarán
hechos nuevos y distintos, en relación con el fundamento de las referidas
pretensiones, los posteriores a la completa preclusión de los actos de alega-
ción en el proceso en que aquéllas se formulen».
D) Excepciones
La cosa juzgada material encuentra dos excepciones en nuestro ordena-
miento jurídico-procesal, así, no producen la totalidad de efectos de cosa
juzgada, de un lado, los procesos sumarios y, de otro, los expedientes de
Jurisdicción voluntaria.
El precepto 447 de la LEC establece, en sus apartados segundo y tercero,
respectivamente, que «No producirán efectos de cosa juzgada las sentencias
que pongan fin a los juicios verbales sobre tutela sumaria de la posesión ni
las que decidan sobre la pretensión de desahucio o recuperación de finca,
rústica o urbana, dada en arrendamiento, por impago de la renta o alquiler
o por expiración legal o contractual del plazo, y sobre otras pretensiones
La sentencia: cosa juzgada y aclaración 461
que esta Ley califique como sumarias. Carecerán también de efectos de cosa
juzgada las sentencias que se dicten en los juicios verbales en que se preten-
da la efectividad de derechos reales inscritos frente a quiénes se opongan a
ellos o perturben su ejercicio, sin disponer de título inscrito».
La no producción de efectos de «cosa juzgada material» de estos proce-
sos sumarios —todavía conocidos en la práctica forense como interdictos—
habrá de entenderse ad extra —esto es, hacia el ulterior proceso ordinario
correspondiente— y nunca ad intra, pues la sentencia dictada en los proce-
sos sumarios produce efectos de cosa juzgada material, como es lógico, en
el marco de su propio ámbito, y por tanto, circunscrita al concreto objeto
litigioso ventilado, lo que se traduce en la razonable imposibilidad de re-
producir un segundo proceso sumario por idéntico objeto entre las mismas
partes.
Aún cuando los expedientes de la Jurisdicción Voluntaria se resuelven
por medio de auto y no de sentencia, nos parece oportuno incorporar, en
este epígrafe, estas resoluciones judiciales que resuelven, en verdad, cues-
tiones civiles de incuestionable relevancia, respecto de las que, al igual que
acontece con los interdictos, no cabe predicar los efectos materiales de cosa
juzgada en toda su amplitud, pero sí circunscritos al concreto objeto litigio-
so, respecto del que el Juez ya se ha pronunciado.
Así, la Ley 15/2015, de Jurisdicción Voluntaria establece, en su artículo
15.3º, de manera muy esclarecedora, que «resuelto un expediente de juris-
dicción voluntaria y una vez firme la resolución, no podrá iniciarse otro
sobre idéntico objeto, salvo que cambien las circunstancias que dieron lugar
a aquél. Lo allí decidido vinculará a cualquier otra actuación o expediente
posterior que resulten conexos a aquél».
Finalmente, y dado que estos autos que culminan los procesos civiles
voluntarios no gozan ad extra de la totalidad de efectos de cosa juzgada
material, el apartado cuarto del mismo precepto señala que «la resolución
de un expediente de Jurisdicción voluntaria no impedirá la incoación de un
proceso jurisdiccional posterior con el mismo objeto que aquél, debiendo
pronunciarse la resolución que se dicte sobre la confirmación, modificación
o revocación de lo acordado en el expediente de jurisdicción voluntaria».
E) Tratamiento procesal
La cosa juzgada constituye un presupuesto procesal imprescindible, de
naturaleza insubsanable, que podrá ser apreciado, tanto de oficio —por
462 Sonia Calaza López
tiones mediante auto, dentro de los cinco días siguientes a la audiencia, que
proseguirá en todo caso para sus restantes finalidades» (ex art. 421.3º LEC).
Y, al fin, la tercera: si el Tribunal considera inexistente la cosa juzgada,
«lo declarará así, motivadamente, en el acto y decidirá que la audiencia pro-
siga para sus restantes finalidades» (ex art. 421.2º LEC).
Del tenor literal del precepto, que no constituye «numerus clausus» al-
guno, resulta, pues, claro que, dentro del derecho de crédito que conlleva el
pago de las costas han de incluirse necesariamente los siguientes conceptos:
Recordemos que los peritos podrán ser designados por las partes (art.
336.1 LEC) o por el Juez (art. 339), si bien, en este último caso, la designa-
ción podría ser instada por una de las partes (art. 339.2 LEC), por ambas
partes «ab initio» (art. 339.2.III) o consecuencia de alegaciones o peticiones
complementarias acaecidas durante el transcurso del procedimiento (art.
339.3) o bien, por último, de oficio por el propio Juez (art. 339.5 LEC).
Con la única salvedad del último de los supuestos enumerados (perito
designado de oficio por el órgano judicial), en todos los demás casos, los
honorarios de los peritos podrán pasar en concepto de costas siempre que la
actuación no sea inútil ni superflua. Y sucede al respecto que, en función de
uno u otro supuesto, se conocerá «a priori» la correcta inclusión de dicha
partida en la tasación, pues, en determinados casos, se hace necesario un
previo juicio sobre la pertinencia o utilidad de la prueba pericial. Obvia-
mente, en tales casos, la adecuación de dicha partida a los requisitos del art.
243.2 está perfectamente justificada.
c) Tasas judiciales
El número 7º del art. 241.1, introducido por la Ley 37/2011 de agiliza-
ción procesal, incluye también en el concepto de costas las tasas judiciales,
(cuya omisión constituye un requisito sanable) que, suprimidas por la Ley
25/1986 (para evitar la «astilla» en los juzgados), fueron parcialmente rein-
troducidas por el art. 35 de la Ley 53/2002, de medidas fiscales, administra-
tivas y del orden social, exclusivamente para las personas jurídicas. Pero la
polémica Ley 20/2012 generalizo el pago de las costas, incluyendo también
como sujetos pasivos a las personas físicas hasta que el RDL b1/2015 les
470 Vicente Gimeno Sendra
eximiera de dicho pago. A dicha tasa estatal todavía hay que incorporar la
tasa autonómica, exigible en las CCAA con competencia en materia de jus-
ticia y que la hayan instaurado (así, el art. 16 de la Ley 5/2012 de Cataluña).
consonancia con el cual, cada parte debería correr con el pago de las costas
causadas a su instancia y de las comunes por mitad.
Conviene, en todo caso, tener presente la distinción entre el vencimiento
parcial —a que se acaba de hacer referencia— y el vencimiento mutuo o re-
cíproco, que surgiría en los procedimientos en los que el demandado recon-
viene y se produce una estimación parcial, tanto de la demanda del actor,
cuanto de la demanda reconvencional. En tales casos, a diferencia de lo que
sucede en los supuestos de vencimiento parcial, será necesario contar con
un doble y se parado pronunciamiento judicial en materia de costas: uno,
en relación con la demanda del actor y otro, en relación con la demanda
reconvencional interpuesta por el demandado.
La regla general, según la cual en los supuestos de vencimiento parcial
no habrá expresa condena en costas en relación con ninguna de las partes,
encuentra también una posible excepción en aquellos supuestos en los cua-
les el Juez aprecie que alguna de las partes litigó con «temeridad». En tal
supuesto, el art. 394.2 in fine otorga al juez la facultad de dirigir la condena
contra el litigante malicioso. Temeridad y mala fe (art. 394.3.II LEC) reapa-
recen pues como criterios que, en determinadas circunstancias, justificarían
la condena en costas de alguno de los litigantes.
Por último, la ausencia en la LEC de 2000 de tratamiento de las costas
en los supuestos litisconsorciales hace pensar que el codemandado conde-
nado no correrá con el pago de las costas de los codemandados absueltos
y las costas a sufragar por el litisconsorte vencido serán las resultantes de
dividir la cuantía total a que éstas ascienden entre el número total de litis-
consortes. Lógicamente, esta será la solución a adoptar en los supuestos de
intervención de tercero en calidad de parte, para los cuales la LEC tampoco
ha previsto un tratamiento específico en materia de costas.
C) El criterio de la temeridad
Del mismo modo y por las mismas causas que la teoría del vencimiento
lleva a condenar al vencido al pago de las costas, conlleva también la no im-
posición de condena alguna cuando las pretensiones han sido tan sólo par-
cialmente estimadas. Sin embargo, es lo cierto que ambas reglas generales
admiten excepciones: la existencia de «dudas de hecho o de derecho» para
el caso del vencimiento total y la consiguiente condena en costas al vencido
y la «temeridad» para el caso de la estimación parcial de pretensiones con
la consiguiente ausencia de condena al pago de las costas.
Los efectos económicos del proceso 475
2. Requisitos subjetivos
Tal y como dispone el art. 394.1, la condena al pago de las costas ha de
recaer, única y exclusivamente, sobre las «partes», entendiéndose por este
concepto quienes hayan sido parte formal en el proceso y no sus profesio-
nales que los representen o defiendan. Por tanto, y con la única excepción
del Ministerio Fiscal (art. 394.4), todas las personas físicas y jurídicas, que
hayan comparecido, en calidad de parte, en el proceso, pueden ser condena-
das al pago de las costas procesales.
Por ello, resulta evidente que, en los supuestos de representación, será el
representado y no el representante quien, caso de ser condenado, resultará
obligado al pago de las costas.
Mayores problemas suscitan, sin embargo, los casos de sucesión proce-
sal. El sucesor del actor o del demandado entra en la posición originaria
que estos ostentaban, de tal modo que, si como consecuencia de la teoría
del vencimiento resulta condenada en costas, será el sucesor el obligado a
satisfacerlas, puesto que, desde un punto de vista material, el sucesor asu-
me todos los derechos y obligaciones del causante (art. 661 CC) y, desde
el procesal, asume también todos los derechos y obligaciones procesales,
posibilidades y cargas procesales, viniendo a ocupar la misma posición que
el causante o transmitente (arts. 16.1 y 17.1 LEC). Así, pues, y para el su-
puesto de que se entendiera temeraria —y ello determinara la condena en
costas— alguna de las actuaciones de la parte originaria, el obligado a su
pago seguirá siendo la parte procesal condenada mediante sentencia (esto
es, el sucesor), sin perjuicio del derecho de repetición que ostente, en su ca-
so, frente al anterior titular y parte procesal de la relación jurídica debatida.
3. Requisitos formales
La configuración que efectúa art. 394 LEC sobre la condena en costas,
en tanto que norma de ius cogens, conlleva la imposición de oficio de las
mismas, y ello, con independencia de que exista expresa solicitud o instan-
cia de la parte interesada.
La condena en costas habrá de venir impuesta mediante resolución ju-
dicial. El tipo de resolución no se encuentra especificado en nuestra legisla-
ción, de modo que, en principio, y aunque lo habitual es que la condena se
plasme en la parte dispositiva de la Sentencia, no se trata ésta de la única
forma posible. Las resoluciones judiciales susceptibles de contener la con-
dena en costas podrán ser las sentencias (ya sean de fondo o absolutorias en
la instancia), los autos resolutorios de incidentes, los que resuelven recursos
Los efectos económicos del proceso 481
4. El allanamiento
En caso de allanamiento del demandado a la pretensión del actor, el art.
395 distingue si este medio autocompositivo sucede con anterioridad o con
posterioridad a la contestación a la demanda. En el primer caso, la regla ge-
neral es su no-imposición y la excepción, su condena, si el tribunal apreciare
mala fe, en tanto que, en el segundo, la remisión que el art. 395.2 efectúa
al art. 394.1 permite concluir que rige el criterio del vencimiento atenuado.
Pero, para que rija el primer criterio, es necesario que el allanamiento sea
total, no parcial.
El principal problema, que, desde siempre, se ha generado en torno a la
regulación de las costas en el allanamiento, es el de la prueba de la «mala
fe». Ése es el motivo, por el que el legislador de 2000 introdujo un apartado
482 Vicente Gimeno Sendra
5. El desistimiento
Tratándose de un desistimiento, el art. 396 contempla dos distintas solu-
ciones, en función de su naturaleza: si no fuere consentido por el demanda-
do, se impondrán las costas al actor y, si lo fuere, no se condenará en costas
a ninguno de los litigantes.
En principio, podría afirmarse que el desistimiento es tan sólo un acto
procesal del demandante pero no debe olvidarse la importancia del concur-
so de la voluntad del demandado, toda vez que cabe la posibilidad de que
éste tenga un interés legítimo en la obtención de una resolución de fondo a
fin de no verse sujeto a ulteriores procesos entablados por el mismo actor
y con la misma finalidad o reparar su «difamatio iuditialis». Consciente de
tal realidad, el legislador regula el desistimiento como institución de carác-
ter bilateral, aún admitiendo la posibilidad de que, bajo la concurrencia de
determinadas circunstancias, no fuera estrictamente necesario el consenti-
miento del demandado. Así, el desistimiento podrá tener carácter unilateral
cuando el demandado todavía no haya sido emplazado o haya sido decla-
rado en rebeldía (art. 20.3). En el resto de supuestos, el desistimiento osten-
tará carácter bilateral y así, si el demandado hubiere sido emplazado, se le
dará traslado del escrito de desistimiento, concediéndosele un plazo de 10
días para contestar. En cualquier caso, la oposición del demandado frente
al desistimiento no vincula al Juez de tal modo que, ante dicha oposición,
ha de resolver lo que estime pertinente sobre la continuación o finalización
del procedimiento.
Si, pese a la oposición del demandado frente al desistimiento, dicho acto
se estima, finalizando así el procedimiento, la única solución acorde con la
teoría de la causalidad pasa por entender que las costas correrán a cargo del
actor, que es quien originó el proceso y quien, en un determinado momento,
ha decidido abandonarlo.
Pero podría suceder que, como consecuencia de la voluntad del deman-
dado oponiéndose al desistimiento, el proceso continúe hasta que llegar a
dictar una sentencia de fondo. La imposición de las costas, en este supues-
to, no aparece expresamente regulada pero, en lógica consonancia con los
Los efectos económicos del proceso 483
6. Los recursos
La imposición de las costas ha de plasmarse en la correspondiente reso-
lución judicial. Dicha resolución —tal y como se ha dicho— podrá adoptar
la forma de auto o de sentencia (no así la de providencia por la necesaria
motivación que ha de efectuarse acerca de la condena), pero lo relevante es
que, en cualquiera de los dos casos, la resolución judicial sobre costas podrá
ser apelada.
De conformidad con lo dispuesto en el art. 397 LEC a las costas deriva-
das de la tramitación de dicha apelación le serán de aplicación los mismos
criterios que para la primera instancia ha previsto el art. 394.
La apelación del pronunciamiento sobre las costas podrá fundarse, bien
en la disconformidad del condenado en relación con la condena, bien en la
propia ausencia de pronunciamiento; y, lógicamente, el recurso podrá sus-
tentarse exclusivamente en esta causa o, por el contrario, podrá acumularse
a los demás motivos de apelación planteados. Naturalmente para que pro-
ceda la condena en costas es necesario que la parte sostenga su pretensión
en la segunda instancia, por lo que no cabe imponerlas al apelado que no se
adhiere a la apelación.
Es importante tener presente que la LEC regula la posible apelación de
la condena en costas con independencia de cuál haya sido el criterio de im-
posición; es decir, independientemente de si se han impuesto sobre la base
del vencimiento o si, precisamente, no se han impuesto las costas a ninguna
de las partes por concurrir cualesquiera circunstancias («dudas de hecho o
de derecho») que excluyeron la aplicación de dicho criterio legal. Así, esta
posibilidad de recurrir en apelación la condena al pago de las costas (o la
no imposición de las mismas), explica la necesaria argumentación de las
circunstancias que excepcionan la aplicación del criterio del vencimiento.
De lo contrario, la manifestación contenida en el art. 397 sería meramente
programática.
El art. 398 distingue claramente entre dos supuestos: el de la desesti-
mación total del recurso —que supondrá la imposición de costas al venci-
do— y el de la estimación total o parcial del mismo —que supondrá la no
imposición de costas a ninguna de las partes—.
484 Vicente Gimeno Sendra
1. Requisitos
Pero, no toda infracción de las máximas de la buena fe puede llevar
aparejada la sanción económica prevista en el art. 247.3, sino que es ne-
cesario el cumplimiento de determinados requisitos, subjetivos, formales y
materiales.
A) Subjetivos
En primer lugar, dicha infracción la han de cometer las partes formales
o, lo que es lo mismo, el actor o el demandado. A diferencia de otras obli-
gaciones procesales, que, como es el caso de la de inmediación judicial (art.
137) o la de obtención de la exahustividad probatoria (art. 282, 306.1.II,
327.2 y 429.1), incumben exclusivamente al órgano jurisdiccional, o la de
colaboración en la eficacia de la actividad probatoria (art. 261.5) que puede
asistir a terceros, es ésta una obligación cuyo sujeto pasivo lo son exclusiva-
mente las partes procesales. Aun cuando el art. 247.1 se refiera a todos los
«intervinientes» procesales, en tanto que obligados a actuar de buena fe, no
cabe confundir este deber ético con la auténtica obligación procesal, con-
minada con multa, que tan solo es predicable de las partes. Así se encarga
de señalarlo el art. 247.3, en cuya virtud dicha sanción económica tan sólo
puede ser impuesta a las partes («Si los tribunales estimaren que alguna de
las partes…»), debiendo entenderse por «partes» exclusivamente a las for-
486 Vicente Gimeno Sendra
males, pues, las que no han comparecido, nunca pueden haber infringido la
«buena fe procesal». Por consiguiente, ni a las partes materiales, que, como
es el caso de los litisconsortes inactivos, no comparecieron en el proceso, ni
a los testigos o peritos se les puede imponer la referida sanción económica.
B) Formales
En segundo lugar, la infracción de las reglas de la «buena fe» ha de ser
procesal y no material (arts. 6.4 y 7.1 y 2 CC), por lo que dicha vulneración
ha de transcurrir dentro del proceso, es decir, con ocasión de la realización
de actos procesales, los cuales tienen lugar desde la interposición de la de-
manda hasta la obtención de una sentencia firme. Así se encarga de dispo-
nerlo el art. 247.3 cuando se refiere a la infracción de las «reglas de la buena
fe procesal». Ello no significa que la vulneración de la buena fe material
que ha de regir la contratación (arts. 1.255 y 1.275 CC), carezca de efectos
procesales, pues una demanda temeraria, como hemos visto, puede hacer
acreedor al demandante del pago de las costas procesales (art. 394.1 y 2).
Pero, por la sola circunstancia de plantear una demanda que, por el carácter
manifiesto de su ausencia de fundamentación jurídico material, merezca la
calificación de temeraria, no debiera irrogarse, sin más, la imposición de
la multa prevista en el art. 247.3. Para que pueda ordenarse esta sanción
económica se hace preciso, además, que la demanda temeraria suponga un
manifiesto abuso procesal del derecho a la tutela o se convierta en objeto
material de un fraude procesal.
C) Materiales
El precepto sanciona genéricamente, en su número primero, la infracción
de las «reglas de la buena fe», en tanto que el segundo, que reproduce el
contenido del art. 11.2 LOPJ, faculta al órgano judicial a repeler las peti-
ciones e incidentes que se formulen con manifiesto «abuso de derecho» o
entrañen «fraude de ley o procesal».
El estándar «buena fe» es un concepto indeterminado y omnicomprensi-
vo del abuso del derecho y del fraude procesal, lo que no significa que todas
las infracciones a aquel concepto general abierto se reconduzcan a estos dos
últimos, pues su contenido es, como vamos a ver enseguida, muchos más
amplio. A este parámetro, cabe adicionar, el nuevo concepto de «abuso del
servicio público de Justicia», incorporado por la proyectada LMEP.
Los efectos económicos del proceso 487
a) La buena fe procesal
Por buena fe entiende la jurisprudencia la «conducta ética significada
por los valores de la honradez, lealtad, justo reparto de la propia responsa-
bilidad y atenimiento a las consecuencias que todo acto consciente y libre
puede provocar en el ámbito de la confianza ajena».
Dentro de dicho estándar procesal, de carácter objetivo —por cuanto no
requiere la prueba de la culpabilidad de quien lo infringe—, hay que esti-
mar incluidos los deberes de veracidad, probidad y lealtad procesal, en la
medida en que no se puede calificar de conducta honesta la de la parte pro-
cesal que intenta obtener el éxito de su pretensión mediante afirmaciones
mendaces, silenciando un régimen de separación de bienes, replanteando un
objeto procesal sobre el que ya existía cosa juzgada o introduciendo nuevos
motivos de impugnación, con malas artes (por ej., con «cohechos» en el
Juzgado), con una conducta sinuosa (planteando, por ejemplo, incidentes
manifiestamente improcedentes), tendente a impedir el surgimiento de la
verdad o a retrasar indebidamente en el tiempo la publicación de la senten-
cia o, como señala la doctrina alemana, actuando, en general, dentro del
proceso «con chicanas o enredos». Tales actuaciones, en la medida en que
pueden conculcar los derechos fundamentales «a un proceso sin dilaciones
indebidas» y a que la tutela judicial sea «efectiva» del art. 24 CE, han de
merecer, sin duda, también un reproche constitucional.
Dentro de la infracción a la buena fe procesal hay que entender incluido la
vulneración del principio general del Derecho de que «nadie puede ir contra
sus propios actos», lo que sucedería, si, una vez obtenido una terminación
anormal del procedimiento, mediante alguno de los actos contemplados en
los arts. 19 y ss. (renuncia, allanamiento, etc.), sin causa justificada alguna,
pretendiera la parte, que manifestó su consentimiento a dicho acto de ter-
minación anormal, la reanudación del procedimiento; o el planteamiento
de incidentes o recursos con sucesivo desistimiento sin causa alguna que lo
justifique (por ej., la realización de gestiones amistosas) o la tergiversación
de las alegaciones o del objeto procesal efectuada en un recurso devolutivo.
En cualquier caso, la regla general ha de ser la de la presunción general
de la buena fe de las partes, por lo que la estimación de la mala fe requiere
una determinada actividad probatoria por quien alega su infracción y, de
aquí, que el art. 247.3 exija que la imposición de la sanción se efectúe «de
forma motivada» o, lo que es lo mismo, mediante un acuerdo en el que ha-
brá de declararse probada la mala fe. Pero, una vez declarada probada, su
valoración pertenece a la soberanía del juzgador de instancia, por lo que,
como regla general, no puede ser trasladada al TS mediante el recurso de
488 Vicente Gimeno Sendra
c) El fraude procesal
Finalmente, y como vicio todavía más lesivo de la buena fe procesal,
proscribe el art. 247.2, tanto el fraude de ley, como el procesal.
Ahora bien, en la medida en que el art. 247.3 tan solo sanciona la vul-
neración de «las reglas de la buena fe procesal» y debido a las exigencias
del principio de legalidad del art. 25 CE, reclamable en todo procedimiento
sancionador, una de las cuales es la de la «tipicidad» de la conducta (esto es,
la necesidad, no solo de la «Lex praevia», sino también de la «Lex certa»),
tan sólo el fraude procesal puede ser conminado con la multa prevista en
dicho precepto. La comisión de un fraude de ley material, como se ha dicho
más arriba, puede llevar aparejada la condena en costas, pero no debiera,
como regla general, llevar también asociada la sanción económica estable-
cida por el citado art. 247.3.
Sucede, sin embargo, que, en ocasiones, es muy difícil deslindar el fraude
de ley material, del procesal, y ello porque pueden concurrir simultáneamen-
te. Esto es lo que sucede, por ejemplo, cuando se simula un arrendamiento
para posibilitar una acción de retracto o cuando se permuta al arrendador
para evitar el derecho a la prórroga forzosa del inquilino y facilitar, así, su
desahucio. En tales supuestos, existe, en realidad, un fraude procesal.
Entiende la jurisprudencia que, para que exista fraude procesal, es nece-
sario la concurrencia de los siguientes requisitos: «que el acto o actos sean
contrarios al fin práctico que la norma defraudada persigue y supongan, en
consecuencia, su violación efectiva, y que la norma en que el acto pretende
apoyarse (de cobertura) no vaya dirigida, expresa y directamente, a prote-
Los efectos económicos del proceso 491
gerle, bien por no constituir el supuesto normal, bien por ser un medio de
vulneración de otras normas, bien por tender a perjudicar a otros, debiendo
señalarse, asimismo, que la susodicha figura no requiere la prueba de la
intencionalidad, siendo, pues, una manifestación objetiva a apreciar por la
circunstancia de concurrir los requisitos que la configuran».
Exige, pues, el fraude procesal que se efectúe una actuación, al amparo
de una norma procesal de cobertura, a través de la cual se infrinja o se evite
la aplicación de otra norma eludible o soslayable, ocasionando un determi-
nado perjuicio a alguna de las partes procesales.
De este modo, si, con manifiesta vulneración de las reglas de la legitima-
ción activa, alguno de los demandantes asume el indebido «rol» de parte
demandada con el objeto, bien de intentar un indebido allanamiento, bien
de ejercitar el derecho a los recursos si la demandada fuere absuelta, nos
encontraríamos ante un auténtico fraude procesal, pues, utilizando como
normas de cobertura las que permiten la personación del demandado, se
vulneran las que disciplinan la legitimación activa o las del gravamen en
los recursos con claro perjuicio de la auténtica parte demandada. Lo mismo
ocurriría, si se cambia el domicilio con el fin de manipular en la competen-
cia territorial o si se desiste de una demanda ya «turnada» para manipular
en el reparto de los asuntos, si se pretendiera la nulidad de un procedimien-
to de apremio con la finalidad de plantear indebida e intempestivamente,
una tercería de mejor derecho, si extemporáneamente se introduce un do-
cumento, sin posibilidad de contradicción por la parte contraria y con la
finalidad de inducir a error al órgano jurisdiccional, si se pretendiera eludir
las garantías que ofrece una prueba pericial, mediante sus sustitución por
otra de informes o si, con la finalidad de extraer indebidamente un crédito
de la masa de la quiebra, se planteara una demanda contra el administrador
de la quebrada, oponiéndose a la acumulación de autos.
2. La sanción
De conformidad con lo dispuesto en el art. 247.3, la vulneración de la
buena fe procesal y, de aprobarse la LMEP, el abuso de la Justicia como
servicio público puede ocasionar la imposición de una multa de 180 hasta
6.000 euros.
Dicha sanción puede imponerse, tal y como se ha reiterado, con inde-
pendencia de la condena en costas (arts. 394 y ss.). Es más, en la práctica
forense, lo normal es que se irrogue de una manera acumulativa, pues, la in-
fracción de la buena fe procesal y la temeridad material suelen ser «compa-
ñeras de viaje». Pero, podría ocurrir que existiendo una, no concurriera, sin
embargo, la otra: así, una demanda puede ser temeraria y el actor moverse
dentro del proceso con pleno cumplimiento de sus deberes de veracidad,
probidad y lealtad procesales; y, viceversa, una demanda fundada material-
mente puede ocasionar la vulneración de la buena fe procesal, si el actor
utiliza artimañas y males artes para conseguir el éxito de su pretensión.
Lo que interesa destacar es, como se ha reiterado, que lo que el art. 247.3
sanciona es exclusivamente la infracción de la buena fe procesal. Cumplido
este presupuesto, puede el órgano judicial imponer la sanción, si concu-
rrieran, además, el requisito de la proporcionalidad, exigido por el mismo
precepto y el de «audiencia al interesado» exigido por el procedimiento de
«las correcciones disciplinarias» (art. 453 LOPJ).
Los efectos económicos del proceso 493
A) La proporcionalidad
Según lo dispuesto en el art. 247.3 la multa ha de imponerse «mediante
acuerdo motivado, y respetando el principio de proporcionalidad», lo que
constituye una auténtica redundancia, pues el primer requisito formal de la
doctrina constitucional sobre la proporcionalidad consiste en que la resolu-
ción limitativa de un derecho fundamental (que, en nuestro caso, es el prin-
cipio de «legalidad» del art. 25 CE) ha de estar minuciosamente motivada,
sin que puedan utilizarse fórmulas estampilladas o impresas.
Por esta razón, se hace conveniente, aunque sea de una manera somera,
recordar al lector dicha doctrina sobre la proporcionalidad. En tal sentido,
y de conformidad con la doctrina del TEDH y jurisprudencia del Tribunal
Constitucional, pueden extraerse del principio de proporcionalidad, las si-
guientes notas esenciales: a) «toda resolución que limite o restrinja el ejer-
cicio de un derecho fundamental ha de estar motivada»; b) «las medidas li-
mitadoras habrán de ser necesarias para conseguir el fin perseguido» por la
medida, el cual habrá de estar constitucionalmente protegido, lo que ocurre,
en nuestro caso, ya que dicho interés constitucional estriba en el correcto
funcionamiento de la justicia (art. 118 CE); c) ha de existir una adecuación
o «congruencia entre la medida prevista o aplicada y la procuración de di-
cho bien constitucionalmente relevante» y, d) la finalidad perseguida por la
medida no ha de poder alcanzarse, sino mediante dicho acto y no con otro
igualmente eficaz, pero no restrictivo del derecho fundamental o no debe
poderse comprobar «ex post» que el mismo objetivo hubiera podido alcan-
zarse con otro medio menos restrictivo.
Así, pues, la imposición de esta sanción ha de disponerse mediante
acuerdo motivado, de tal suerte que han de plasmarse en él la declaración
de hechos probados y la valoración de la mala fe procesal del sujeto pasivo.
La necesidad de que la medida se obtenga previa la determinación de di-
cha conducta y constatación que se ha infringido una obligación que tiene
su fundamento en el art. 118 CE. Pero, además es necesario que no exista
«otra alternativa menos gravosa» para dicho sujeto, de tal manera que, si
los fines de prevención general procesal pueden alcanzarse a través de otras
medidas (la repulsa de plano del escrito contrario a la buena fe o la imposi-
ción de costas), deben utilizarse éstas, antes que la imposición de la multa.
De lo dicho se desprende que no cabe imponer automáticamente la san-
ción económica contemplada en el art. 247.3, sino que ha de reservarse para
las infracciones más graves a la buena fe procesal.
Asimismo, ha de ser también proporcionada la individualización de la
sanción. Para ello, impone la norma un requisito negativo y otro de ca-
494 Vicente Gimeno Sendra
B) La audiencia al interesado
En segundo término, y aunque la LEC no diga nada al respecto, debe el
órgano judicial observar el principio general del Derecho, conforme al cual
«nadie puede ser condenado sin haber sido previamente oído».
Pero, tratándose de una «corrección disciplinaria», no debe ser de apli-
cación el procedimiento sancionador contemplado en la LRJPAC, sino el
introducido por la LO 9/2004 en los arts. 552-557 LOPJ, a los que ahora se
remite el nuevo número 5º del art. 247 LEC, que, con acierto, ha incorpora-
do la Ley 13/2009 y que vienen a establecer una «corrección disciplinaria».
Dispone, a este efecto, el art. 555.2 que la corrección «podrá imponerse
en los propios autos o en procedimiento aparte», si bien la necesidad de
que el Letrado de la Administración de Justicia efectúe un acta en la que se
contiene un auténtico pliego de cargos («…por el Letrado de la Adminis-
tración de Justicia se hará constar el hecho que motive la actuación correc-
tora…») o la ausencia de razones de urgencia (al contrario de las medidas
disciplinarias en la «policía de vistas»), aconsejan que se incoe la oportuna
pieza separada, en la que se dará traslado de dicho pliego al sujeto pasivo
Los efectos económicos del proceso 495
(«se harán constar… las alegaciones del implicado») para resolver el órgano
judicial mediante acuerdo.
Contra esta resolución gubernativa podrá interponer, en el plazo de tres
días, el sancionado el oportuno recurso de «audiencia en justicia» ante el
propio órgano judicial que ha irrogado la sanción y, contra dicho acuerdo
resolutorio, cabe «recurso de alzada» ante la Sala de Gobierno del Tribunal
Superior de Justicia (art. 556 LOPJ).
I. DISPOSICIONES GENERALES
El Título IV del Libro II de la LEC aparece dividido en siete capítulos,
de los cuales el primero no sin razón se intitula «De los recursos: Disposi-
ciones generales», porque, en efecto, sus arts. 448 a 450 contemplan toda
una serie de presupuestos y requisitos para recurrir, que son reclamables en
cualquier tipo de medio de impugnación
500 Vicente Gimeno Sendra
1. Concepto y fundamento
Bajo el término de recursos cabe entender el conjunto de actos de postu-
lación, a través de los cuales la parte perjudicada por una determinada reso-
lución judicial, impugnable y que no haya adquirido firmeza, puede obtener
su revisión, bien por el mismo órgano judicial autor de la misma, bien por
otro superior con la finalidad de garantizar, en general, que todas las reso-
luciones judiciales se ajusten al Derecho y, en particular, que la Sentencia
sea respetuosa con las exigencias del derecho a la tutela judicial efectiva o
derecho a la obtención de una Sentencia motivada, razonada en la prueba,
fundada en el Derecho aplicable al objeto procesal y congruente.
Su fundamento descansa en la falibilidad del órgano judicial y en la nece-
sidad de evitar que la certeza, implícita en toda resolución judicial, alcance
su plenitud cuando la parte gravada por ella la estime desacertada, para lo
cual el ordenamiento procesal le otorga la posibilidad de la impugnación,
que el recurso supone. Esta misma razón justifica la limitación del sistema
de recursos, tanto en cuanto a la existencia de recurso contra concretas re-
soluciones, como en cuanto a la exigencia de determinados requisitos o pre-
supuestos para recurrir, limitación a través de la cual se pretende cohonestar
la seguridad y certeza de las resoluciones judiciales con la evitación de la
dilación que el ejercicio de todo medio de impugnación siempre supone.
Por esta razón, el Tribunal Constitucional ha tenido ocasión de concep-
tuar el «derecho fundamental a los recursos», que se encuentra implícito
en el derecho a la tutela judicial efectiva del art. 24.1 CE, como un derecho
de configuración legal en el sentido de que el Poder Legislativo es dueño de
determinar, tanto el número e índole de los recursos (con la sola excepción
del proceso penal y ello como consecuencia de la vigencia del art. 15.5 del
PIDCP y 2.1 del Protocolo núm. 7 al CEDH, que consagran el derecho a la
«doble instancia penal»), como los requisitos que, en un recurso concreto,
determinan su admisibilidad, por lo que su ejercicio se encuentra condicio-
nado al cumplimiento de los requisitos legalmente establecidos, cuya con-
currencia debe ser valorada en exclusiva por el órgano judicial, quedando
el sistema de recursos incorporado al derecho a la tutela judicial en la con-
figuración que le otorga cada una de las leyes reguladoras de los diversos
órdenes jurisdiccionales, de tal modo que el derecho de acceso a los recursos
contra resoluciones judiciales en el proceso civil no nace «ex Constitutio-
ne», como es el caso del derecho de acción o libre acceso a la jurisdicción,
sino de lo que en cada momento hayan dispuesto las leyes procesales, sin
que ni siquiera exista un derecho constitucional a disponer de tales medios
Los recursos (I). Disposiciones generales. Los recursos ordinarios 501
2. Clases
Los medios de impugnación pueden ser sistematizados con arreglo a las
siguientes categorías doctrinales:
B) Ordinarios y extraordinarios
Según se puedan interponer ante cualquier resolución impugnable y por
cualquier motivo (recursos ordinarios) o sólo frente a determinadas resolu-
ciones y por determinados y concretos motivos (recursos extraordinarios),
admitidos como tales por la ley; correspondiendo al primer grupo los recur-
sos de reposición, apelación, queja y revisión de los decretos del Letrado de
la Administración de Justicia, y al segundo, los de casación, por infracción
procesal y constitucional de amparo. En tanto que los recursos ordinarios
posibilitan una plena revisión del objeto procesal, a través de los recursos
extraordinarios no se puede obtener una modificación de los hechos pro-
bados, ni de su valoración (funciones que corresponden en exclusiva a los
Tribunales de instancia), sino tan sólo de la aplicación e interpretación de la
Ley, tanto sustantiva como procesal.
502 Vicente Gimeno Sendra
C) Devolutivos y no devolutivos
También denominados verticales y horizontales. Los primeros son aqué-
llos en los que del recurso conoce un órgano judicial distinto, denominado
órgano «ad quem», que es el superior jerárquico del que dictó la resolución
impugnada u órgano «a quo», y los segundos son aquéllos de los que co-
noce el mismo órgano que dictó la resolución; pertenecen al primer grupo,
el recurso de reposición y el de nulidad de sentencias y, al segundo, todos
los demás.
D) Plenos y limitados
En atención a la amplitud de conocimiento del órgano «ad quem», dis-
tinción que viene a coincidir con la de recursos ordinarios, los cuales tienen
una cognición plena, y extraordinarios que la poseen limitada, por ser tam-
bién limitados los motivos de impugnación.
3. Notas esenciales
No obstante la distinta tipología de los medios de impugnación, de su
régimen procesal, cabe extraer las siguientes notas esenciales:
a) Como regla general sólo la parte perjudicada por la resolución osten-
ta legitimación para recurrirla, esto es, sólo en ella concurre el interés
para recurrir.
b) La interposición de un recurso no afecta a la subsistencia de los efec-
tos procesales de la litis, permaneciendo durante su tramitación los
Los recursos (I). Disposiciones generales. Los recursos ordinarios 503
4. Presupuestos procesales
Los presupuestos procesales de los recursos pueden ser clasificados, en
una primera sistematización, en comunes o de inexcusable observancia en
todo tipo de recursos y especiales o específicos de determinados medios de
impugnación. En tanto que los primeros se contemplan en el art. 448, de los
segundos se ocupa el art. 449.
A) Comunes
De conformidad con lo dispuesto en el art. 448 son dos los presupuestos
procesales que ha de cumplir el recurrente y que le legitiman para la inter-
posición de los recursos: el gravamen y la conducción procesal.
504 Vicente Gimeno Sendra
a) El gravamen
a’) La legitimación para recurrir se identifica con la existencia de un
«gravamen» o perjuicio que ha de sufrir la parte por la resolución, cuya
impugnación se pretende. A él se refiere el art. 448.1 bajo las expresiones
«que les afecten desfavorablemente», de las que se infiere que sólo podrá
interponer un recurso quien haya sufrido un gravamen por la resolución
impugnada, bien porque no le otorgue la tutela judicial de sus derechos
o intereses materiales, bien porque no la otorgue en la medida solicitada,
con lo que el presupuesto del gravamen como habilitante del recurso, es lo
que hace nacer el interés en la eliminación o sustitución del contenido de la
resolución que se impugna.
Por consiguiente, sin gravamen no existe legitimación para recurrir, gra-
vamen que además ha de ser propio de la parte que pretende recurrir, dado
que no es lícito invocar el perjuicio causado a otra de las partes.
La posibilidad de interponer recursos y de combatir una concreta resolu-
ción corresponde únicamente a quien ocupa la posición de parte agraviada
o, siendo tercero, le alcancen los efectos de la cosa juzgada, por lo que, sin
gravamen no existe legitimación para recurrir, y tampoco está permitido
a un litigante invocar el perjuicio causado a otro por la decisión de que se
trate. De esta manera, por no ostentar gravamen, tampoco un codeman-
dado puede recurrir contra la absolución de otro codemandado, ni a tra-
vés del recurso postular la condena para el codemandado absuelto, cuyo
procedimiento absolutorio haya sido consentido, al no recurrir los únicos
legitimados para impugnar la decisión —las partes demandantes—, lo que
se entiende sin perjuicio de las reclamaciones que contra aquéllos se puedan
formular en el juicio correspondiente.
La misma exigencia de gravamen o perjuicio hay que reclamar con res-
pecto a los intervinientes y, en general, a todos los litisconsortes, los cuales,
en su calidad de parte principal, pueden interponer los recursos proceden-
tes contra la sentencia, siempre y cuando les proporcione gravamen. Así
lo confirma el art. 13.3.III, cuando en su último párrafo afirma que «el
interviniente podrá, asimismo, utilizar los recursos que procedan contra las
resoluciones que estime perjudiciales a su interés, aunque las consienta su
litisconsorte».
5. Resoluciones recurribles
Expresamente señala el art. 448 que los recursos posibles son los «pre-
vistos en la ley»; de lo que se infiere que el derecho fundamental a los recur-
sos es, como ya se ha indicado, un derecho de configuración legal, que en la
regulación actual permite extraer estas dos conclusiones: primera, que no
existen otros recursos, sino los que la Ley contempla; y segunda, que sólo
son recurribles aquellas resoluciones con respecto a las cuales la LEC admi-
ta su posibilidad de impugnación, prohibición que requiere una matización,
en el sentido inverso al expuesto, esto es, que, frente a toda resolución no
excluida por la LEC expresamente de recurso, cabe la interposición de los
que en atención a la naturaleza de la misma vengan previstos y, por ello, la
propia Ley, a través de su articulado, recoge expresamente los supuestos en
que la resolución es firme por naturaleza, esto es, no recurrible.
Por lo tanto, son resoluciones susceptibles de ser impugnadas todas las
emanadas de los Letrados de la Administración de Justicia y de los Tribuna-
les que, por razones de economía procesal y por no causar indefensión a las
Los recursos (I). Disposiciones generales. Los recursos ordinarios 509
de la LEC que los contemplan, si bien la LEC vigente unificó buena parte
de ellos, de tal suerte que hoy puede afirmarse que, como regla general, el
plazo es de cinco días para la interposición de los recursos ordinarios de
reposición (art. 452), apelación y revisión de los decretos del Letrado de la
Administración de Justicia (art. 457.1 y 454 bis.2), queja (art. 495.1) y ex-
traordinarios de infracción procesal (art. 470.1) y de casación (art. 479.1).
Poseen, sin embargo, plazos más amplios el recurso extraordinario en inte-
rés de Ley (1 año: art. 492.1) y los medios de rescisión de la cosa juzgada,
tales como el incidente de nulidad de actuaciones (veinte días: art. 241.1.II
LOPJ), el recurso de audiencia al rebelde (20 días, si se le notifica personal-
mente la Sentencia, o 4 meses, si se publicara mediante edictos: art. 502.1.1
y 2) y el recurso de revisión (5 años o, en supuestos especiales, 3 meses: art.
512.1 y 2).
Dicho plazo para recurrir ha de computarse «desde el día siguiente al
de la notificación de la resolución que se recurra» (arts. 448.2 y 133.1).
Del cómputo de dicho plazo se excluirán los inhábiles, que son los del mes
de agosto, Sábados, Domingos y festivos (art. 133.2 LEC). Son inhábiles a
efectos procesales, según el art. 182.1 LOPJ, los sábados y domingos, los
días 24 y 31 de diciembre, los días de fiesta nacional y los festivos a efectos
laborales en la respectiva comunidad autónoma o localidad.
La determinación del «dies a quo», para el cómputo de tales plazos es
distinta, según se haya o no interpuesto un recurso de aclaración: a) si se
hubiere solicitado aclaración de la resolución recurrida, el día inicial del
cómputo, será el de la notificación de la aclaración o de su denegación
(arts. 448.2 y 215.4), lo que confiere a la parte gravada un mecanismo para
alargar el plazo para recurrir y, así, dilatar la firmeza de la resolución im-
pugnada (y de aquí que este precepto no se aplique en el cómputo del plazo
de veinte días para la interposición del recurso de amparo ante el TC); b) si
no se hubiere solicitado dicha aclaración, «se contarán desde el día siguiente
a la notificación de la resolución que se recurra» (art. 448.2). El «dies ad
quem» viene determinado por el del vencimiento del plazo para recurrir,
que expirará a las veinticuatro horas (art. 133.1), debiéndose entender pro-
rrogados hasta el día siguiente hábil, si finalizaran en un día inhábil (art.
133.4), pudiéndose extender, en último término, hasta las quince horas del
día hábil siguiente al del vencimiento del plazo, si se presentara en la Secre-
taría del Tribunal (art. 135.1).
En cuanto a la naturaleza de los plazos en cada caso establecidos para
recurrir, y habida cuenta de que afectan a la firmeza o cosa juzgada formal
de la resolución recurrida, la jurisprudencia ha tenido ocasión de proclamar
de que se trata de plazos de caducidad, de inexorable e insalvable cumpli-
Los recursos (I). Disposiciones generales. Los recursos ordinarios 511
B) Forma
Conforme a lo prevenido en el art. 25.2.1º el Procurador precisa de po-
der especial para desistir.
El Abogado del Estado, según lo dispuesto en el art. 7 de la Ley 52/1997,
de Asistencia Jurídica al Estado e Instituciones Públicas, precisa autoriza-
ción expresa de la Dirección del Servicio Jurídico del Estado que deberá,
previamente, en todo caso, recabar informe del Departamento, Organismo
o entidad pública correspondiente.
512 Vicente Gimeno Sendra
C) Límites subjetivos
Cuando sean varios los recurrentes con pretensiones independientes, el
desistimiento de uno sólo afectara a la propia pretensión impugnatoria,
siempre que la misma fuere exclusiva de quien la desiste, sucediéndose la
firmeza de la resolución impugnada. Mas, en el caso de que no exista tal
independencia, no se produce dicho efecto, sino que, por el contrario, habrá
de continuarse en el conocimiento del recurso mantenido por el recurrente
que no ha desistido, pudiendo incluso la resolución final afectar favorable-
mente y en exclusiva al recurrente que haya desistido, en inaplicación de
la doctrina jurisprudencial, conforme a la cual en la segunda instancia no
cabe favorecer la situación de quien no apela ni se adhiere a la apelación, o
desiste, ni es dable entrar a conocer cuestiones consentidas por los litigan-
tes, la cual quiebra en los supuestos en que los pronunciamientos deban ser
absolutos e indivisibles por su naturaleza y en aquellos otros de litisconsor-
cio necesario o solidaridad procesal al ejercitarse conjuntamente la misma
acción frente a varias personas colocadas en idéntica situación procesal,
nacida de unos mismos hechos, con invocación de los mismos fundamentos
legales y apoyada en alegaciones que hacen idéntica la condición de los liti-
gantes, bastando, por tanto, el recurso de uno de ellos, para que el Tribunal
de apelación pueda conocer el problema en toda su amplitud.
En materia de costas existe una laguna legal, que ha de ser colmada me-
diante una aplicación analógica de los arts. 396 y 398, conforme a la cual
procede hacer expresa imposición de las costas devengadas en el recurso a
la parte que manifiesta su desistimiento.
3. Procedimiento
El recurso de reposición se ha de interponer por la parte gravada, previa
constitución de depósito de 25 euros, si no cabe interponer con antelación
el recurso de queja (DA 5ª.4 LOPJ) y dentro del plazo de cinco días, con-
tados a partir de la notificación de la resolución, cuya reforma se pretende.
Asimismo, habrá de determinarse «la infracción en la que la resolución hu-
biera incurrido a juicio del recurrente» (art. 452.I), infracción que puede
ser, tanto procesal, como material, debiéndose reflejar las pertinentes citas
de las normas supuestamente vulneradas. Ambos requisitos se configuran
como presupuestos de su admisibilidad, esto es, como de inadmisión del
recurso y sin posibilidad de ulterior impugnación. Así lo corrobora el pá-
rrafo 2ª del propio art. 452: «si no se cumplieren estos dos requisitos, se
inadmitirá, mediante Providencia no susceptible de recurso, la reposición
interpuesta frente a providencias y autos no definitivos, y mediante decreto
directamente recurrible en revisión la formulada contra diligencias de orde-
Los recursos (I). Disposiciones generales. Los recursos ordinarios 515
5. La reposición oral
Como consecuencia de la introducción tardía del principio de oralidad
en nuestro proceso civil, junto a la clásica tramitación escrita del recurso
de reposición, contempla también la LEC una doble regulación, no exen-
ta de contradicciones: en primer lugar, una tramitación oral común de la
reposición verbal de las resoluciones judiciales que puedan recaer en las
audiencias, previa y principal y, en segundo, otra específica para los actos
de inadmisión de la prueba.
La reposición oral no requiere la satisfacción de caución.
516 Vicente Gimeno Sendra
A) Tramitación común
La regulación común de la reposición oral se encuentra prevista en el
art. 210, en cuya virtud el Tribunal o el Letrado de la Administración de
Justicia pueden dictar resoluciones verbales (art. 210.1); en tal supuesto,
preguntará a las partes, si se aquietan ante ellas o manifiestan su intención
de recurrir (art. 210.2). Si manifestaran dicha intención, y tras documentar
su resolución oral, el Tribunal o el Letrado de la Administración de Justicia
han de redactar por escrito el correspondiente auto o decreto, que habrá
de estar fundamentado (art. 247 LOPJ), y notificarlo a las partes, en cuyo
caso, dispone el art. 210.2.II que «el plazo para recurrir comenzará a contar
desde la notificación de la resolución debidamente redactada», por lo que
el recurso de reposición se interpondrá con arreglo a su tramitación común
y escrita, contenida en los arts. 451 y siguientes. Como puede observarse,
aquí la reposición permanece siendo escrita.
en el mismo acto, pueda impugnarlo (art. 453.1). Una vez finalizadas tales
alegaciones orales, el Tribunal resolverá también en el acto lo que estime
procedente (art. 453.2). Si se desestimara su recurso verbal, la parte gravada
«podrá formular protesta al efecto de hacer valer sus derechos en la segunda
instancia».
5. Plazo
Establece el art. 458.1, como plazo para recurrir, el común de «veinte
días», debiendo estar, en cuanto a su cómputo, a lo contemplado en el art.
448.2, integrado en las disposiciones generales a los recursos.
El transcurso de dicho plazo sin la interposición del recurso de apelación
provocará la firmeza de la resolución, salvedad hecha de que se interponga
el recurso de aclaración, en cuyo caso, tal y como examinamos en la Lección
anterior, su cómputo se iniciará a partir de la notificación de dicha aclara-
ción (art. 448.2).
7. Objeto procesal
El objeto procesal de la apelación se delimita mediante la puesta en re-
lación del art. 456 con el art. 465, de cuyo régimen interesa destacar que,
si bien la apelación, en tanto que recurso ordinario, permite el examen,
tanto de las cuestiones procesales, cuanto de las materiales, salvo supuestos
de conformidad, allanamiento y prohibición de «reformatio in peius», su
objeto queda constreñido a las alegaciones de hecho y de Derecho de las
pretensiones formuladas ante el Tribunal de primera instancia, lo que viene
a suponer una clara expresión de que, en la apelación, rige también la pro-
hibición de la «mutatio libelli», la cual venía siendo afirmada como princi-
pio general por la jurisprudencia, al señalar que el recurso de apelación, aun
cuando permita al Tribunal de segundo grado examinar en su integridad el
objeto litigioso, no constituye un nuevo juicio, ni autoriza a resolver cues-
tiones o problemas distintos de los planteados en la primera instancia, dado
que a ello se opone el principio general de Derecho «pendente appellatione
nihil innovetur».
Tal y como tuvimos ocasión de examinar en las Lecciones relativas al
objeto procesal y a la cosa juzgada, el objeto del proceso civil viene deter-
minado por la petición y los hechos constitutivos de los títulos jurídicos que
la fundamentan, debiéndose distinguir, tal y como preceptúa el art. 218.1.II
entre los fundamentos de Derecho y los fundamentos legales, toda vez que
Los recursos (I). Disposiciones generales. Los recursos ordinarios 521
8. Finalidad
El propio art. 456.1 determina la finalidad última del recurso, cual es
la revocación del auto o Sentencia a que se contraiga, con emisión de otro
u otra favorable al recurrente, lo que se encuentra implícito en el propio
concepto y en el requisito del perjuicio o gravamen habilitante del recurso,
como también lo está que esa resolución que, a través del recurso se postula,
se haya de producir a través de un nuevo examen de las actuaciones ya rea-
lizadas por el Tribunal de primera instancia, nuevo examen que, como antes
se ha dicho, no constituye un nuevo juicio, sino una «revisio pioris instan-
tiae», rigiendo el principio de preclusión, tanto en cuanto a la aportación de
hechos, como en la de fundamentos jurídicos, en los términos antes vistos,
si bien con la excepción que se presenta en todo lo referente a los hechos
nuevos («nova producta») y en a los hechos pasados pero desconocidos
para la parte que los invoque («nova reperta»), sobre los que el art. 460.3º
permite articular prueba en el recurso y consecuentemente alegaciones para,
en orden a los mismos, fundamentar la pretensión.
Pese a ser el efecto suspensivo el propio de apelación, se han de tener
en cuenta los supuestos concretos en que la Ley le atribuye a tal recurso el
efecto no suspensivo, cuales son los siguientes:
– Art. 716, al auto que fija en ejecución la cantidad que debe abonarse
por el acreedor al deudor como daños y perjuicios, cuya apelación lo
es sin efectos suspensivos.
– Art. 774.5, recurso contra Sentencia recaída en procedimiento sobre
separación, divorcio o nulidad, en cuanto no suspende la eficacia de
las medidas que se hubieren acordado en la misma Sentencia.
– Art. 778, recurso contra el auto que acuerde alguna medida apartán-
dose de los términos del convenio, en los procesos de separación o
divorcio solicitados de mutuo acuerdo o por uno de los cónyuges con
el consentimiento del otro.
– Art. 735.2 recurso contra el auto que acuerda medidas cautelares,
previa audiencia del demandado.
– Art. 741.3 recurso contra el auto que decide sobre la oposición a cau-
telares acordadas sin previa audiencia del demandado y en trámite de
oposición.
Los recursos (I). Disposiciones generales. Los recursos ordinarios 523
B) Plazo
La interposición ha de efectuarse dentro del plazo de veinte días, con-
tados desde el día siguiente de la notificación de la resolución impugnada
(art. 458.1) y computados en la forma que determinan en los arts. 133 y
siguientes de la LEC, debiendo tenerse en cuenta lo prevenido en el art. 135
LEC, en orden a su presentación. Ha de recordarse, a este respecto, que no
se admitirá la presentación de escritos en el Juzgado que preste el servicio
de guardia, pero sí podrá efectuarse, hasta las quince horas del día hábil si-
guiente al del vencimiento del plazo, en la oficina judicial del Tribunal o, ca-
so de existir, en la oficina o servicio del registro central que se haya estable-
cido. La ausencia de presentación o presentación extemporánea del escrito
de interposición conlleva la declaración, por el Tribunal, previa propuesta
del Letrado de la Administración de Justicia, de inadmisión del recurso (art.
458.3 LEC), con la consecuente firmeza de la resolución recurrida, obvia-
mente si se trata de recurso único, ya que, de ser varios los recurrentes, solo
se tendrá por inadmitido el recurso no interpuesto, con imposición de las
costas, si las hubiere, al apelante que no haya interpuesto la apelación.
Naturalmente el escrito ha de presentarse en la Secretaría del Juzgado «a
quo». Ello no obstante, si se presentara mediante correo certificado y lle-
gara al Tribunal dentro del referido plazo de cinco días, procederá también
su admisión.
C) Contenido
El escrito de interposición ha de determinar la resolución a la que se con-
trae el recurso, con manifestación de la voluntad de recurrir, expresión de
los pronunciamientos que se impugnan y las alegaciones en que se base la
impugnación (art. 458.2); de los tres precedentes requisitos cobra especial
consideración el segundo y el tercero. El segundo, porque esa expresión de
los pronunciamientos que se impugnan delimita ya el ámbito u objeto del
recurso, conforme al principio «tantum devolutum, quantum apellattum»,
y se ha de considerar el momento de la interposición como preclusivo a tal
efecto, esto es, que en momento posterior no se podrá ampliar el ámbito
del recurso o los pronunciamientos objeto de impugnación, debiendo pre-
cisarse que, dado que lo que se recurre es el fallo o parte dispositiva, a los
pronunciamientos en éste contenidos se habrá de contraer la impugnación.
Los recursos (I). Disposiciones generales. Los recursos ordinarios 525
E) Admisión
Si fuera admitido el recurso, el Letrado de la Administración de Justicia
lo tendrá por interpuesto, le dará traslado a las demás partes, emplazándo-
Los recursos (I). Disposiciones generales. Los recursos ordinarios 527
las por diez días para que presenten sus escritos de oposición o impugna-
ción del recurso (art. 461.1). Contra la diligencia de ordenación o provi-
dencia que tenga por interpuesta la apelación no cabe recurso alguno, sin
perjuicio de la alegación que pueda realizar la parte apelada en el trámite de
oposición (art. 458.3.III LEC).
Si el Letrado de la Administración de Justicia entendiera que se incum-
plen tales requisitos, lo pondrá en conocimiento del Tribunal para que se
pronuncie sobre la admisibilidad del recurso. Si el Tribunal lo admite, se
tendrá por interpuesto mediante providencia y, en otro caso, dictará Auto
de inadmisión, contra el que cabe interponer recurso de queja (art. 458.3.II
y III LEC).
que se encuentren en algunos de los casos previstos en el art. 270 (1º ser de
fecha posterior a la demanda o contestación o, en su caso, a la audiencia
previa, y no haberse podido confeccionar ni obtener con anterioridad a
dichos momentos procesales; 2º, Los anteriores a la demanda o contesta-
ción o, en su caso, a la audiencia previa al juicio, respecto de los cuales la
parte que los presente justifique no haber tenido antes conocimiento de su
existencia y 3º, los que no haya sido posible adquirir con anterioridad por
causas que no sean imputables a la parte, siempre que haya hecho la opor-
tuna designación a que se refiere el párrafo 2º del art. 265, y los dictáme-
nes periciales, en que las partes apoyen sus pretensiones, cuando alguna de
ellas goce del beneficio de justicia gratuita, caso en el que basta anunciar el
dictamen de acuerdo con lo que prevé el art. 339, por remisión al núm. 4º
del apartado 1º del artículo 265), documentos todos ellos que excepcional-
mente pueden aportarse después de la demanda y la contestación o, cuando
proceda, con posterioridad a la audiencia previa, y que han de referirse al
fondo del asunto y no han de poder haber sido aportados en la primera
instancia, tal y como establece el art. 270, al que se remite dicho precepto.
De la expresión que utiliza el mencionado art. 460.1 «sólo podrán acom-
pañarse al escrito de interposición», referido a los documentos que se en-
cuentren en alguno de los del art. 270, se hace obligado concluir en que,
no sólo establece la norma un plazo preclusivo para la aportación de tales
documentos, sino que también se limitan los documentos que se pueden
acompañar.
Respecto a este supuesto hay que indicar que sólo habilita para su so-
licitud a la parte que haya propuesto la prueba en la primera instancia y
exige como presupuesto que la prueba o pruebas, de que se trate, hayan
sido admitidas en la primera instancia y no practicadas, sin que esta impo-
sibilidad obedezca a la falta de la indispensable diligencia en el proponen-
te, indicando el TC que el derecho a la práctica de prueba, como derecho
potestativo del litigante, dado en su beneficio —con lo que ello entraña de
carga procesal, no de obligación o deber para la parte, ni tampoco para el
Juez, pues a éste le afecta el principio dispositivo y no el de «ex officio»,
en materia civil— implica que es a la parte, a quien compete, la realización
de la oportuna reclamación o exigencia de efectividad, así como su activa
colaboración (no hay un interés público, sino privado en disputa) en orden
a que la prueba se practique, una vez admitida por el Juez o Tribunal.
Por ello, la Ley de Enjuiciamiento Civil, exige que la prueba en la 1ª ins-
tancia no se haya podido practicar por causa no imputable a la parte (art.
460.2) y, por esta misma causa, resulta obligado afirmar que no cabe hablar
de indefensión cuando la propia parte ha contribuido a ella. Para que pue-
da estimarse la vulneración del derecho a la tutela, en su manifestación de
derecho a la prueba, es necesario que exista un juicio de reproche del Juez o
Tribunal, bien porque haya inadmitido una prueba de interés relevante para
la decisión, sin justificar su inadmisión de modo razonable, es decir, arbi-
trariamente, bien porque la práctica de la diligencia de prueba no se haya
realizado por actos directamente imputables al órgano judicial y, de haberse
efectuado su práctica, en cambio, se habría alterado o podido producir una
solución distinta en la Sentencia, casos todos ellos en los que se produciría
la necesaria indefensión, en cuanto se le habría negado al litigante una res-
puesta judicial correcta y adecuada, consecuente con el principio de justicia
al que alude el art. 1 CE.
«3º Las que se refieran a hechos de relevancia para la decisión del pleito
ocurridos después del comienzo del plazo para dictar Sentencia en la primera
instancia o antes de dicho término siempre que, en este último caso, la parte
justifique que ha tenido conocimiento de ellos con posterioridad».
530 Vicente Gimeno Sendra
13. La vista
Naturalmente la vista es preceptiva siempre que haya de ejecutarse al-
gún medio de prueba o se admita algún documento, siendo facultativa del
Tribunal en los demás casos (art. 464). En tal caso el Letrado de la Admi-
nistración de Justicia señalará día para la celebración de la vista, la cual se
efectuará dentro del mes siguiente, conteniendo el art. 464.1 «in fine» una
remisión al juicio verbal en cuanto a la celebración de la vista de la apela-
ción, remisión de difícil comprensión, ya que el juicio verbal, en tanto que
proceso ordinario, contiene algo más que una vista; pero es que, ni teniendo
por hecha esa remisión al precepto que regula de forma concreta el desarro-
llo de la vista, el mismo se adecua a lo que por esencia y naturaleza ha de
ser la vista de un recurso, debiendo entenderse conforme a la más elemental
lógica dentro del sistema y de acuerdo con lo prevenido en el párrafo 2º
del art. 443, que la vista habrá de comenzar con la práctica de las pruebas
admitidas y, una vez realizada, se habrá de oír a las partes para que hagan
la valoración de su resultado en relación con las alegaciones mantenidas en
sus respectivos escritos de interposición, oposición y, en su caso, de impug-
nación y oposición a ésta; además habrán de tenerse en cuenta, en todo lo
referente a la celebración de la vista, las normas contenidas en los arts. 182
a 193.
En el supuesto de que se practique la vista, el Tribunal habrá de resolver
sobre el recurso de apelación dentro de los diez días siguientes a su termi-
nación (art. 465.2).
Los recursos (I). Disposiciones generales. Los recursos ordinarios 535
14. Decisión
Si no se ha celebrado vista, el Tribunal de apelación habrá de dictar Auto
o Sentencia. El Tribunal resolverá sobre el recurso de apelación mediante
auto cuando el mismo hubiera sido interpuesto contra un auto y mediante
sentencia en caso contrario (art. 465.1).
Dicha resolución habrá de dictarse en el plazo (frecuentemente incum-
plido) de diez días siguientes a la realización de la vista o en el de un mes, a
contar desde el día siguiente a aquél en que se hubieren recibido los autos
en el Tribunal «ad quem» (art. 465.2).
El artículo 465 hace una prolija regulación del contenido del Auto o
Sentencia, debiendo entenderse efectuada, en cuanto a su forma, una re-
misión implícita a los artículos 208 y 209, relativos, respectivamente, a la
536 Vicente Gimeno Sendra
1. Resoluciones
Recordemos al lector que los decretos son resoluciones motivadas, si-
milares a los autos, que el Letrado de la Administración de Justicia puede
dictar en las materias de su competencia y que deciden puntos esenciales o
ponen fin al procedimiento (arts. 463.4 LOPJ y 206.2.2ª y 208 LEC).
Excepcionalmente el art. 451.1 permite recurrir en revisión determina-
das diligencias de ordenación. Ello es lo que ocurre, por ejemplo, con la
diligencia de adecuación del procedimiento (art. 254.1)
Pero, como regla general este recurso devolutivo, tan sólo es procedente
contra los decretos y siempre que un precepto de la LEC expresamente
lo autorice (así, los arts. 41.3, 134.2, 237.2, 244.3, 246.3 y 4.II, 254.1,
528.2.2ª.II, 531, 551.5. 558.2, 563.1, 570, 583.III, 607.7.III, 612.2, 632.3,
633.II, 639.2III, 650.4.III, 670.4.III, 678.2.II, 690.3, 700.II, 706.II, 777.3,
781.2…) o, sin preverlo, que pongan fin al procedimiento o impidan su
continuación. Y, así, por no cumplir dichos requisitos, no son susceptibles
de revisión los decretos en materia de suspensión del procedimiento (cfr.:
arts. 15.3, 19.4, 40.5 y 6, pero sí cabe contra el de alzamiento de la sus-
pensión —arts. 41.3, 42.3, 84.2, 102.2—), resoluciones de habilitación de
días y horas inhábiles (art. 131.4), de admisión de la demanda (arts. 404.1
y 440.1), de contestación a la reconvención de nulidad del negocio (art.
Los recursos (I). Disposiciones generales. Los recursos ordinarios 541
408.2), de admisión de recursos (arts. 453.1, 457, 458, 470, 471, 472, 480,
481, 482.), declaración de rebeldía (art. 496.1), etc. Aunque pongan fin
al procedimiento tampoco es susceptible de este recurso los decretos de
aclaración, por prohibirlo expresamente el art. 215.5. Salvedad hecha de
este último supuesto, que ha de ser impugnado a través de los medios de
impugnación ordinarios o extraordinario, todos estos decretos podrán ser
recurridos en reposición ante el Letrado de la Administración de Justicia,
pero no mediante el recurso de revisión (art. 451.1).
Por el contrario, si una norma procesal autoriza el recurso de revisión,
no será procedente interponer la reposición (art. 451.1), debiéndose inter-
poner directamente la revisión, si la LEC lo autorizara, y, en cualquier otro
caso, tal sólo le queda a la parte gravada la posibilidad de reproducir su pe-
tición ante la primera audiencia y, en último término, antes de que se dicte
la resolución definitiva (art. 454 bis.1).
2. Procedimiento
El recurso de revisión ha de interponerse ante el Letrado de la Adminis-
tración de Justicia, dentro de los cinco días y sin que sea necesaria la inter-
posición de la caución referida en la DA 15ª LOPJ, mediante un escrito en
el que habrá de determinarse la infracción cometida. Admitido el recurso,
el Letrado de la Administración de Justicia dará traslado a las demás partes
para «impugnarlo, si lo estiman conveniente» (sic). Pero el Tribunal podrá
también inadmitirlo o entrar en el fondo, estimando o desestimándolo me-
diante auto dictado en un plazo de cinco días (art. 454 bis.2).
Contra las resoluciones de admisión o inadmisión no cabe recurso al-
guno. Pero contra las de fondo, si ponen fin al procedimiento o impiden su
continuación, cabe recurso de apelación.
Lección 27
LOS RECURSOS (II). LOS
RECURSOS EXTRAORDINARIOS:
INFRACCIÓN PROCESAL, CASACIÓN,
INTERÉS DE LEY Y QUEJA
I. INTRODUCCIÓN
Los recursos extraordinarios, tal y como acabamos de estudiar en la Lec-
ción referida a las «Disposiciones generales de los recursos», son aquellos
recursos devolutivos —pues de ellos siempre ha de conocer un órgano ju-
dicial distinto y superior al que ha emitido la resolución impugnada— que
caben contra las resoluciones legalmente estipuladas, por motivos tasados
—y no contra una amplia generalidad de ellas, por motivos tan amplios
y variados como la infracción de la norma legal y/o procesal a lo largo y
ancho de toda su andadura procedimental precedente, como acontece con
los ordinarios—.
El derecho a los recursos, como también se ha advertido, es una manifes-
tación, una proyección o, si se prefiere, una ramificación del derecho funda-
mental a la tutela judicial efectiva, si bien el número, tipo y procedimiento
de cada uno de estos recursos constituye, en nuestro país, una cuestión de
legalidad ordinaria, que corresponderá configurar al Legislador en función
de parámetros diversos. De ahí que el Legislador del año 2000 haya ope-
rado una profunda transformación de los recursos extraordinarios, con la
restricción de la casación civil clásica para la resolución de cuestiones sus-
tantivas; y la innovadora creación de una dualidad de recursos completa-
mente nuevos: el recurso por infracción procesal, de un lado, y el recurso en
interés de Ley, de otro, para dar respuesta a las infracciones exclusivamente
procesales.
Así, pues, dos son los recursos extraordinarios por excelencia en nuestro
horizonte procesal civil: el recurso por infracción procesal —arts. 468 a 476
LEC—, para la restauración de las más graves infracciones procesales; y el
recurso de casación —arts. 477 a 489 LEC—, para la reparación y nueva
resolución de las infracciones sustantivas. A estos dos transcendentales re-
cursos extraordinarios, cabe adicionar otros dos, que también estudiaremos
en el presente tema: el recurso en interés de Ley —arts. 490 a 493 LEC—,
para la unificación de la doctrina jurisprudencial en materia procesal; y el
recurso de queja —arts. 494 y 495 LEC— frente a los autos denegatorios de
la tramitación de la apelación, infracción procesal y casación.
retorcido régimen transitorio, nada menos, que desde el año 2000, fecha
de aprobación de nuestra vigente LEC. Este régimen transitorio mantie-
ne, además, una «infracción procesal», como se verá, carente de toda in-
dividualidad, pues para que resulte exitosa, habrá de acreditarse, no sólo
la propia infracción procesal, con demostración, por parte del recurrente
agraviado, de una oportuna queja —que hubiere venido explicitándose en
las anteriores instancias—, sino también de que el concreto asunto litigioso,
susceptible de conocimiento por la vía recurso extraordinario, presenta, a
su vez, infracción casacional sustantiva.
Este recurso de infracción procesal, que constituye acaso una de las in-
novaciones más rompedoras y transgresoras de la LEC 1/2000, se crea con
la finalidad de descongestionar de trabajo al TS. Ante el elevado grado de
saturación del TS vislumbrado a finales del pasado siglo, el Legislador optó
por disociar la casación civil clásica, comprensiva de infracciones tanto sus-
tantivas como procesales, en dos tipos de casaciones: una casación material,
y que conservará el nombre de «casación», para la resolución de infrac-
ciones sustantivas o de fondo, de la que conocería, en lo sucesivo, el TS; y
otra casación procesal —denominada, a partir de ese momento, «infracción
procesal»—, para la resolución de infracciones procesales, de las que cono-
cerían, en lo sucesivo, los Tribunales Superiores de Justicia de las distintas
Comunidades Autónomas (en adelante, TSJs).
La novedosa atribución de un buen número de casaciones —todas las
que viniesen a amparar la inobservancia o violación de la legislación pro-
cesal— a los TSJs conllevaría, era de prever, una notable descongestión del
TS. El Legislador del año 2000, consciente de la dramática situación en la
que se encontraba este Alto Tribunal —incapaz de canalizar el mayúsculo
número, en progresivo aumento, de casaciones presentadas diariamente por
los justiciables— afrontó esta apuesta de liberación de una parte sustancial
del ingente trabajo que pesaba sobre el escaso número de Magistrados del
TS: a partir de ese momento, tan sólo conocerían de las casaciones sustan-
tivas, pues las procesales se derivarían a los TSJs.
La bifurcación entre derechos fundamentales de naturaleza procesal y
de naturaleza material sirvió de acicate, al Legislador del año 2000, nada
menos que para crear este nuevo recurso, el de «infracción procesal», dis-
tinto a la casación, del que, a su parecer, podrían conocer los TSJs. Con ello
se descongestionaba, insistimos, el TS —que ya sólo conocería de la única
casación posible: la material— al tiempo que se dotaría de nuevas compe-
tencias a los TSJs —afamados por su «desaprovechamiento» e «infrautili-
zación»—. Una apuesta demasiado improvisada, rompedora y transgresora
que, afortunadamente, nunca prosperó porque la reforma procesal de la
546 Sonia Calaza López
C) Infracción de las normas legales que rigen los actos y garantías del
proceso cuando la infracción determinare la nulidad conforme a la ley
o hubiere podido producir indefensión
La infracción de las normas legales que rigen los actos y garantías del
proceso cuando la infracción determinare la nulidad conforme a la ley pa-
rece una llave de acceso a la «infracción procesal» más precisa —por en-
contrarse prevista en los preceptos 225 LEC y 238 LOPJ— que aquella otra
consistente en que la referida quiebra procesal hubiere, en hipótesis, podido
producir indefensión.
Este motivo en su conjunto —esto es, tanto por causa de nulidad como
de indefensión— encuentra, en todo caso, su fundamento en la inobser-
vancia o infracción de normas procesales que, efectivamente, obstaculice,
distorsione o dificulte gravemente los derechos de acción y de defensa de
los litigantes.
La relación de muchas de las quiebras procesales, que deben entenderse
incluidas en este motivo de «infracción procesal», resultará, por lo demás,
coincidente con la infracción de otros tantos derechos fundamentales de
naturaleza procesal —tanto en su versión originaria o primigenia, como en
sus variadas proyecciones—, siendo de obligada demostración, para todas
ellas, la acreditación de la indefensión sufrida o juicio de relevancia entre
la quiebra procesal soportada y el perjuicio material obtenido, cuyo signo
habría sido diferente —incluso opuesto— de haber ejercido el justiciable
agraviado por la sentencia, todos sus derechos procesales —tanto ordina-
rios como constitucionales— en plenitud de condiciones.
554 Sonia Calaza López
5. Procedimiento
El procedimiento de infracción no es especialmente complejo, o al menos
no lo es por contraste a la dificultad previa de acreditación de la infracción
procesal y sustantiva, ya sea para la interposición individualizada del re-
curso por infracción procesal, ya sea para la interposición yuxtapuesta o
conjunta de este recurso con el de casación. Este procedimiento consta de
las siguientes fases: primera, la interposición ante el Tribunal a quo, esto es,
ante el mismo Tribunal que dictó la resolución que pretende impugnarse;
segunda, resolución y remisión de los autos al TS; tercera, admisión del
Los recursos (II). Los recursos extraordinarios 555
tes y que no hayan sido ya rechazadas por el Tribunal, solicitar las pruebas
que se estimen imprescindibles y pedir la celebración de vista.
Una vez transcurrido el referido plazo de 20 días, se hayan presentado o
no los escritos de oposición, la Sala señalará, mediante providencia, dentro
de los treinta días siguientes, día y hora para la celebración de vista o, en
su caso, para la votación y fallo del recurso extraordinario por infracción
procesal.
Si se hubiere pedido y admitido la práctica de alguna prueba o si la Sa-
la, de oficio o a instancia de parte, lo considerare oportuno para la mejor
impartición de la justicia, en el recurso extraordinario, se acordará que se
celebre vista, que comenzará con el informe de la parte recurrente, para des-
pués proceder al de la parte recurrida. Si fueren varias las partes recurrentes,
se estará al orden de interposición de los recursos, y siendo varias las partes
recurridas, al orden de las comparecencias.
La práctica de las pruebas se regirá por lo dispuesto en la ley para la vista
de los juicios verbales.
E) Sentencia
La Sala dictará sentencia dentro de los veinte días siguientes al de fina-
lización de la vista, o al señalado para la votación y fallo. La casación con-
lleva, en todos los supuestos de prosperidad, una ruptura, anulación o inva-
lidación de la concreta parte dispositiva o fallo de la sentencia que hubiere
sido, concretamente, recurrida. Ahora bien, el TS asumirá, en ciertos casos
—generalmente los de detección de infracción procesal— su Jurisdicción
de un modo negativo —casación con reenvío al Tribunal inferior para su
ulterior resolución en este mismo grado— y en otros, de un modo positivo,
casación sin reenvío, con asunción por el propio TS de la redacción de una
nueva sentencia que venga a suplir la anterior.
La virtualidad de la asunción de una Jurisdicción negativa parece resi-
denciarse en dotar al justiciable del grado real de conocimiento que, en apa-
riencia, perdió como consecuencia de la infracción soportada; y con él, de
una renovada posibilidad de recorrer todo el camino procedimental, desde
que se produjo la violación detectada: instancia, apelación y hasta casación,
permitiéndole recuperar, al término, todas las «oportunidades procesales»
que podría perder si, en otro caso, el TS dictase una sentencia de casación,
frente a la que tan sólo pudiera instarse, fuera ya de nuestro Poder Judicial,
un amparo ante el TC.
558 Sonia Calaza López
material, lo que parece, a todas luces, un exceso del vigente sistema de ac-
ceso.
Finalmente, ha de significarse que la superposición de Tribunales —TS
y TC— para conocer de unos mismos derechos fundamentales vulnerados,
por muy razonable que parezca su sobre-protección, genera disfuncionali-
dades extremas. Y no sólo de orden procesal —el obligatorio «agotamiento
de la vía previa» y su incierta interpretación genera no pocas situaciones de
severa indefensión—, sino también de Justicia material. Así, hemos de re-
cordar, por muy elemental que parezca, que la última palabra en materia de
derechos fundamentales la tiene el TC, razón por la que los pronunciamien-
tos del TS, a pesar de ser el último bastión dentro de nuestro Poder Judicial,
podrán quedar relegados ante los procedimientos exitosos de amparo.
De ahí que los esfuerzos, de nuestro TS, por alcanzar la tan anhelada «ju-
risprudencia consolidada» en aquellas cumbres jurídicas borrascosas preci-
sadas de su interpretación deban centrarse, exclusivamente, en asuntos que
presenten, realmente, un «interés casacional» —material o sustantivo— que
trascienda a los casos particulares para erigirse en una fuente de inspiración
judicial colectiva; y no en una constante proliferación de resoluciones dis-
persas, de relevancia particular o privada, que escasamente puedan coadyu-
var a la creación y mantenimiento de una sólida doctrina jurisprudencial.
1. Retos de la casación
La casación tiene, al menos, tres retos, desafíos o funciones elementales,
que habrán de ser convenientemente equilibradas, pues ninguna de ellas
tiene una transcendencia tal que deba, a priori, absorber, orillar o, cuando
menos, desmerecer la virtualidad de los otras: nomofiláctica, tuitiva e inte-
gradora.
4. Procedimiento
El procedimiento de la casación es similar al de la infracción procesal.
No en balde ambos recursos extraordinarios corresponden, en el último
estadio de la liga procesal, al TS. Las fases son las siguientes: interposición,
auto la admisión del recurso respecto de las demás que el recurso denuncie.
Contra el auto que resuelva sobre la admisión del recurso de casación no se
dará recurso alguno.
Quinto. Admitido el recurso de casación, el Letrado de la Administración
de Justicia dará traslado del escrito de interposición, con sus documentos
adjuntos, a la parte o partes recurridas, para que formalicen su oposición
por escrito en el plazo de veinte días y manifiesten si consideran necesaria
la celebración de vista. En el escrito de oposición también se podrán alegar
las causas de inadmisibilidad del recurso que se consideren existentes y que
no hayan sido ya rechazadas por el Tribunal.
E) Sentencia
La Sala dictará sentencia sobre el recurso de casación dentro de los vein-
te días siguientes al de finalización de la vista, o al señalado para la votación
y fallo.
Si se tratare de los recursos de casación referidos a la vulneración de de-
rechos fundamentales o a la suma de gravamen superior a 600.000 euros, la
sentencia que ponga fin al recurso de casación confirmará o casará, en todo
o en parte, la sentencia recurrida.
Cuando el recurso de casación se refiera a alguno de los tres supuestos o
identificadores del «interés casacional», si la sentencia considerara fundado
el recurso, casará la resolución impugnada y resolverá sobre el caso, decla-
rando lo que corresponda según los términos en que se hubiere producido
580 Sonia Calaza López
1. Concepto y caracteres
La nulidad de actuaciones, al que la LEC denomina «incidente excepcio-
nal de nulidad de actuaciones» constituye, como su propio nombre sugiere,
un incidente, de carácter excepcional, que ha de ser interpuesto en el marco
Los medios de rescisión de la cosa juzgada 591
del propio proceso, una vez concluso, ante el mismo órgano judicial que
dictó la resolución firme, susceptible de ser anulada, por las causas legal-
mente estipuladas.
De este concepto, se infieren las siguientes notas características:
Primera: Se trata de un incidente —del que conoce el propio Juez a quo—
inserto en el propio proceso, cuya nulidad se procura. En consecuencia, no
ha de identificarse, ni con un ulterior procedimiento autónomo —como
sucede con los otros dos «medios de rescisión de la cosa juzgada»: la au-
diencia al rebelde y la revisión—; ni tampoco con un recurso ordinario o ex-
traordinario —pues ataca la firmeza de la resolución que pretende recurrir,
a diferencia de los recursos, que se dirigen frente a resoluciones definitivas,
pero nunca firmes—.
Segunda: Su configuración como incidente intraprocesal conlleva que
su tramitación y resolución en pieza separada se efectuará, como hemos
anticipado, en el marco del propio proceso principal, cuya solución última
—resolución firme— se viene a atacar, precisamente, ante el mismo órgano
judicial que la ha alcanzado.
Tercera: Se trata, además, de un incidente excepcional y ello por tres
razones:
1ª) Primera razón de su excepcionalidad: tan sólo cabe contra resolu-
ciones definitivas y firmes, esto es, contra resoluciones con fuerza
de cosa juzgada, tanto formal —que despliegan sus efectos ad intra:
irrecurribilidad—, como material —que despliegan sus efectos ad
extra: ne bis in idem—, de suerte que si la reparación pudiese obrar-
se por vía del recurso —sea ordinario, sea extraordinario—, enton-
ces no cabría acudir a esta última ratio, que es la nulidad de actua-
ciones. Ha de advertirse, a mayores, que la nulidad de actuaciones
—a diferencia de la audiencia al rebelde y la revisión— cabe, no solo
contra las sentencias, sino también contra todo tipo de resoluciones
judiciales siempre, eso sí, que sean irrevocables.
2ª) Segunda razón de su excepcionalidad: tan sólo cabe cuando no se
haya podido denunciar esta gravísima infracción —que se contrae,
como veremos de inmediato, a la vulneración de derechos funda-
mentales y libertades públicas, antes de recaer resolución que ponga
fin al proceso— de tal modo que si el justiciable agraviado por la
sentencia firme contraventora, en apariencia, de tan relevantes de-
rechos y libertades, hubiera podido denunciarlos en la instancia en
la que se encontrase, entonces no prosperará este excepcionalísimo
expediente de nulidad de actuaciones.
592 Sonia Calaza López
3ª) Tercera razón de su excepcionalidad: tan sólo cabe por motivos ta-
sados de extrema gravedad, en concreto los siguientes: vulneración
de las libertades y los derechos reconocidos en el artículo 14 —de-
recho a la igualdad: «Los españoles son iguales ante la ley, sin que
pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, ra-
za, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia
personal o social»— y la Sección primera del Capítulo segundo de la
CE, esto es, todos los derechos fundamentales y libertades públicas.
Cuarta: El órgano judicial competente para conocer de este incidente es,
como ya hemos avanzado, el mismo Juzgado o Tribunal que dictó la reso-
lución que hubiere adquirido firmeza.
2. Procedimiento
El procedimiento o, si se prefiere, la tramitación de este este expediente
incidental de nulidad de actuaciones comienza mediante una solicitud es-
crita, dirigida al mismo Juez o Tribunal que ha dictado la resolución que
ha ganado firmeza, dentro del plazo legalmente establecido, con exposición
sucinta de, al menos, los siguientes extremos: primero, la resolución que se
pretende revertir; segundo, el motivo o, en su caso, los motivos de nulidad;
y tercero, los documentos o principios de prueba en que se apoya la concre-
ta pretensión de nulidad.
El plazo para pedir la nulidad será de 20 días, desde la notificación de
la resolución o, en todo caso, desde que se tuvo conocimiento del defecto
causante de indefensión, sin que, en este último caso, pueda solicitarse la
nulidad de actuaciones después de transcurridos cinco años desde la notifi-
cación de la resolución (arts. 241.1.II LOPJ y 238.1.II LEC).
El Juzgado o Tribunal inadmitirá a trámite, mediante providencia sucin-
tamente motivada, cualquier incidente presentado fuera del referido plazo
o en el que se pretenda suscitar cuestiones distintas a las legalmente esta-
blecidas: recuérdese, vulneración de las libertades públicas y los derechos
fundamentales reconocidos en el artículo 14 y en la Sección primera del
Capítulo segundo de la CE. Contra la resolución por la que se inadmita a
trámite el incidente no cabrá recurso alguno.
La admisión a trámite del escrito en el que se pida la nulidad fundada
en los vicios ya advertidos —vulneración de las libertades públicas y los
derechos fundamentales—, no conllevará la suspensión de la ejecución, ni
de la eficacia de la sentencia o resolución irrecurribles, salvo que se acuerde
Los medios de rescisión de la cosa juzgada 593
2. Procedimiento
La rescisión de sentencia firme a instancia del demandado rebelde sólo
procederá si se solicita dentro de los plazos establecidos en el artículo 502
de la LEC:
1º De veinte días, a partir de la notificación de la sentencia firme, si dicha
notificación se hubiere practicado personalmente.
2º De cuatro meses, a partir de la publicación del edicto de notificación
de la sentencia firme, si ésta no se notificó personalmente.
Estos plazos podrán prolongarse si subsistiera la fuerza mayor que hu-
biera impedido al rebelde la comparecencia, pero sin que en ningún caso
quepa ejercitar la acción de rescisión una vez transcurridos dieciséis meses
desde la notificación de la sentencia.
El procedimiento de audiencia al rebelde consta de dos fases o períodos
procesales: El primero se tramita por el cauce del proceso ordinario y dis-
curre ante el Juez o Tribunal —de primera instancia, segunda o, incluso, de
casación— que hubiere dictado la sentencia firme tras un proceso celebrado
en rebeldía y servirá para determinar si se concede o no la audiencia al re-
belde. El segundo, al que sólo se llegará si prospera el primero, conllevará
una retroacción de las actuaciones al órgano judicial y momento procesal
en que se decretó dicha involuntaria rebeldía, esto es, a la primera instancia.
El procedimiento de audiencia al rebelde comienza, por tanto, con una
demanda ordinaria, formulada por quién haya sido parte en el proceso (art.
504.2 LEC), en la que habrá de acreditar, al menos, los siguientes extremos:
primero, la sentencia firme; y segundo, alguna de las causas que justifican
la «involuntariedad» de la rebeldía decretada, con los documentos, en su
caso, en que se base.
Esta demanda, encauzada por el rebelde condenado en el proceso dic-
tado en su ausencia, se trasladará a todas las partes implicadas, para que
afronten sus alegaciones y participen, en su caso, en el juicio, con la prácti-
ca de la prueba pertinente sobre las causas que justifican la rescisión. Una
vez celebrado el juicio, el Tribunal resolverá la concesión —o no— de la
audiencia al rebelde, mediante sentencia, que no será susceptible de recurso
alguno.
Si la sentencia declare no haber lugar a la rescisión solicitada por el liti-
gante condenado en rebeldía, entonces se impondrán a éste todas las costas
del procedimiento. Si la sentencia, por el contrario, estima procedente la
rescisión, no se impondrán las costas a ninguno de los litigantes, salvo que
el Tribunal aprecie temeridad en alguno de ellos. La sentencia estimatoria
Los medios de rescisión de la cosa juzgada 597
IV. LA REVISIÓN
La cosa juzgada material impide, por las tantas veces aludidas razones de
seguridad jurídica, economía procesal y coherencia interna en la aplicación
judicial del ordenamiento, la reproducción de procesos entre los mismos
sujetos por idéntico objeto.
Ahora bien, la LEC acomete, de modo restrictivo, en su regulación
objetiva, algunas excepciones en las que el valor Justicia se impone frente
a aquellos nobles objetivos de seguridad jurídica, economía y coherencia
judicial: la nulidad de actuaciones, la audiencia al rebelde y la revisión. Ya
hemos analizado la nulidad de actuaciones y la audiencia al rebelde. Nos
referimos ahora al excepcional proceso de revisión de sentencias firmes,
que permitirá reabrir un proceso culminado con fuerza de cosa juzgada
material, por haber sido celebrado y, eventualmente, ganado de manera
injusta.
598 Sonia Calaza López
2. Motivos de revisión
La revisión tan sólo cabe por los cinco motivos expresamente incorpora-
dos en el art. 510 de la LEC. Procedamos a estudiarlos.
Primer motivo de revisión: Si después de pronunciada —la sentencia, se
entiende—, se recobraren u obtuvieren documentos decisivos, de los que no
se hubiere podido disponer por fuerza mayor o por obra de la parte en cuyo
favor se hubiere dictado (art. 510.1.1º LEC).
Este primer motivo de revisión, como puede desprenderse de su tenor
literal, precisa, a su vez, de la concurrencia a un mismo tiempo, de los si-
guientes requisitos:
Primer requisito del primer motivo de revisión (aparición extemporánea
de documentos decisivos): que los documentos se «recobren u obtengan»
después de pronunciada la sentencia, y nunca antes, pues de haberse tenido
ocasión de introducirlos al proceso, entonces el Juez o Tribunal, que hubiere
dictado la sentencia, ya habría podido valorarlos y el cauce para rebatirlos
no sería el recurso que correspondiese y no, desde luego, la revisión, que es
un medio excepcionalísimo «de rescisión de la cosa juzgada».
Segundo requisito del primer motivo de revisión (aparición extemporá-
nea de documentos decisivos): que estos documentos no se hubieren podido
obtener con antelación a la completa culminación del proceso, susceptible
de revisión, por alguna de estas dos causas: primera, por fuerza mayor;
segunda, por actuación —probablemente estratégica— imputable a la per-
sona beneficiada o favorecida por la sentencia.
Tercer requisito del primer motivo de revisión (aparición tardía de do-
cumentos decisivos): que estos documentos sean decisivos del resultado del
proceso susceptible de revisión, de modo tal que su introducción al proceso
—aunque tardía— produzca, invariablemente, un enjuiciamiento de signo
diverso al que se ha alcanzado sin ellos, esto es, que reviertan el sentido del
fallo.
Segundo motivo de revisión: Si hubiere recaído en virtud de documentos
que al tiempo de dictarse ignoraba una de las partes haber sido declarados
falsos en un proceso penal, o cuya falsedad declarare después penalmente
(art. 510.1.2º LEC).
Tercer motivo de revisión: Si hubiere recaído en virtud de prueba tes-
tifical o pericial, y los testigos o los peritos hubieren sido condenados por
falso testimonio dado en las declaraciones que sirvieron de fundamento a la
sentencia (art. 510.1.3º LEC).
600 Sonia Calaza López
3. Procedimiento
El proceso principiará por demanda, a la que, además de los documen-
tos en que el demandante funde su concreto motivo de revisión, habrá de
acompañarse, por exigirlo expresamente como requisito de admisibilidad
el art. 513 LEC, justificación de haber depositado 300 euros, cantidad que
será devuelta si el Tribunal estima esta demanda.
La legitimación para interponer la demanda en los cuatro supuestos clá-
sicos —primero, aparición extemporánea— por causa imputable a fuerza
mayor o a la parte beneficiada —de documentos decisivos para el enjui-
ciamiento; segundo, prueba documental falsa; tercero, prueba pericial o
testifical falsa; cuarto, cohecho, violencia o maquinación fraudulenta— co-
rresponde, como es lógico, a quien hubiere sido parte perjudicada por la
sentencia firme impugnada. La legitimación para interponer la demanda en
el quinto supuesto —declaración, por el TEDH de resolución dictada con
violación de alguno de los derechos reconocidos en su Convenio Europeo
para la Protección de los Derechos Humanos y las Libertades Fundamen-
tales y sus Protocolos— corresponde, sin embargo, a quien hubiera sido,
precisamente, demandante ante aquel TEDH.
Los medios de rescisión de la cosa juzgada 601