Carta 2
Carta 2
Carta 2
Mi querido Orugario:
Veo con verdadero disgusto que tu paciente se ha hecho cristiano. No te permitas la vana
esperanza de que vas a conseguir librarte del castigo acostumbrado; de hecho, confío en que, en
tus mejores momentos, ni siquiera querrías eludirlo. Mientras tanto, tenemos que hacer lo que
podamos, en vista de la situación. No hay que desesperar: cientos de esos conversos adultos, tras
una breve temporada en el campo del Enemigo, han sido reclamados y están ahora con nosotros.
Todos los hábitos del paciente, tanto mentales como corporales, están todavía de nuestra parte.
Ahí está nuestra oportunidad; pero también, tenlo presente, nuestro peligro: una vez que superan
con éxito esta aridez inicial, los humanos se hacen menos dependientes de las emociones y, en
consecuencia, resulta mucho más difícil tentarles.
Cuanto te he escrito hasta ahora se basa en la suposición de que las personas de los bancos
vecinos no den motivos racionales para que el paciente se sienta decepcionado. Por supuesto, si los
dan —si el paciente sabe que la mujer del sombrero ridículo es una jugadora empedernida de
bridge, o que el hombre de las botas rechinantes es un avaro y un chantajista—, tu trabajo
resultará mucho más fácil. En tal caso, te basta con evitar que se le pase por la cabeza la
pregunta: "Si yo, siendo como soy, me puedo considerar un cristiano, ¿por qué los diferentes vicios
de las personas que ocupan el banco vecino habrían de probar que su religión es pura hipocresía y
puro formalismo?" Te preguntarás si es posible evitar que incluso una mente humana sé haga una
reflexión tan evidente. Pues lo es, Orugario, ¡lo es! Manéjale adecuadamente, y tal idea ni se le
pasará por la cabeza. Todavía no lleva él tiempo suficiente con el Enemigo como para haber
adquirido la más mínima humildad auténtica: todo cuanto diga, hasta si lo dice arrodillado, acerca
de su propia pecaminosidad, no es más que repetir palabras como un loro; en el fondo, todavía
piensa que ha logrado un saldo muy favorable en el libro mayor del Enemigo, sólo por haberse
dejado convertir, y que, además, está dando prueba de una gran humildad y de magnanimidad al
consentir en ir a la iglesia con unos vecinos tan engreídos y vulgares. Mantenle en ese estado de
ánimo tanto tiempo como puedas.
Tu cariñoso tío,
ESCRUTOPO
Cartas del Diablo A Su Sobrino
Dinámica de la Carta II
Formar equipos de tres y entregarles una tarjeta y un bolígrafo para que escriban el tema (s) principal (es) de la carta y dos
preguntas para debatir en el grupo, relacionados con dicho tema.
▪ La conversión cristiana -rendición sin condición- es un proceso, no un evento (1 Pedro 2:2; Juan 15:1-8; 10:28,29).
▪ Hábitos mentales y corporales (convicciones y conductas), los que implican mayor esfuerzo y tiempo para
transformar.
▪ El edifico.
▪ La liturgia o culto
▪ Otros cristianos, la idea gráfica vs lo visible
Es algo conocido para nosotros que el mundo postmoderno es más abierto a las realidades de tipo espiritual. Sin
embargo, su espiritualidad acostumbra a ser egocéntrica. Su espiritualidad está orientada a vivir y experimentar
situaciones y experiencias que gratifiquen, que satisfagan la necesidad de una dimensión trascendente de la vida,
sin que necesariamente impliquen o exijan un compromiso ético y moral. Es, en definitiva, una espiritualidad que
ofrece pero no exige. Este tipo de espiritualidad, en tanto que es egocéntrica, está centrada en el individuo y sus
necesidades, no necesariamente en Dios y en el servicio al prójimo y en un compromiso con éste y sus necesidades
(Mateo 17:4).
No hay libertad sin posibilidad de elección; Dios nos permite como seres libres equivocarnos, decepcionarnos,
hacer las cosas por “sí solos”, porque el amor opera de esta manera, para ayudarnos a crecer y experimentar
plenitud.
No hay libertad sin responsabilidad. Una vez pasada la etapa de “enamoramiento” se prueba el amor auténtico.
Para evitar el orgullo espiritual es necesario reconocer nuestra condición (Lucas 18:9-14).