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Carta 2

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Carta II

Mi querido Orugario:

Veo con verdadero disgusto que tu paciente se ha hecho cristiano. No te permitas la vana
esperanza de que vas a conseguir librarte del castigo acostumbrado; de hecho, confío en que, en
tus mejores momentos, ni siquiera querrías eludirlo. Mientras tanto, tenemos que hacer lo que
podamos, en vista de la situación. No hay que desesperar: cientos de esos conversos adultos, tras
una breve temporada en el campo del Enemigo, han sido reclamados y están ahora con nosotros.
Todos los hábitos del paciente, tanto mentales como corporales, están todavía de nuestra parte.

En la actualidad, la misma Iglesia es uno de nuestros grandes aliados. No me interpretes mal; no


me refiero a la Iglesia de raíces eternas, que vemos extenderse en el tiempo y en el espacio,
temible como un ejército con las banderas desplegadas y ondeando al viento. Confieso que es un
espectáculo que llena de inquietud incluso a nuestros más audaces tentadores; pero, por fortuna,
se trata de un espectáculo completamente invisible para esos humanos; todo lo que puede ver tu
paciente es el edificio a medio construir, en estilo gótico de imitación, que se erige en el nuevo
solar. Y cuando penetra en la iglesia, ve al tendero de la esquina que, con una expresión un tanto
zalamera, se abalanza hacia él, para ofrecerle un librito reluciente, con una liturgia que ninguno de
los dos comprende, y otro librito, gastado por el uso, con versiones corrompidas de viejas
canciones religiosas —por lo general, malas—, en un tipo de imprenta diminuto; al llegar a su
banco, mira en torno suyo y ve precisamente a aquellos vecinos que, hasta entonces, había
procurado evitar. Te trae cuenta poner énfasis en estos vecinos, haciendo, por ejemplo, que el
pensamiento de tu paciente pase rápidamente de expresiones como "el cuerpo de Cristo" a las
caras de los que tiene sentados en el banco de al lado. Importa muy poco, por supuesto, la clase
de personas que realmente haya en el banco. Puede que haya alguien en quien reconozcas a un
gran militante del bando del Enemigo; no importa, porque tu paciente, gracias a Nuestro Padre de
las Profundidades, es un insensato, y con tal de que alguno de esos vecinos desafine al cantar, o
lleve botas que crujan, o tenga papada, o vista de modo extravagante, el paciente creerá con
facilidad que, por tanto, su religión tiene que ser, en algún sentido, ridícula. En la etapa que
actualmente atraviesa, tiene una idea de los "cristianos" que considera muy espiritual, pero que, en
realidad, es predominantemente gráfica: tiene la cabeza llena de togas, sandalias, armaduras y
piernas descubiertas, y hasta el simple hecho de que las personas que hay en la iglesia lleven ropa
moderna supone, para él, un auténtico (aunque inconsciente, claro está) problema. Nunca
permitas que esto aflore a la superficie de su conciencia; no le permitas que llegue a preguntarse
cómo esperaba que fuesen. Por ahora, mantén sus ideas vagas y confusas, y tendrás toda la
eternidad para divertirte, provocando en él esa peculiar especie de lucidez que proporciona el
Infierno.
Trabaja a fondo, pues, durante la etapa de decepción o anticlímax que, con toda seguridad, ha de
atravesar el paciente durante sus primeras semanas como hombre religioso. El Enemigo deja que
esta desilusión se produzca al comienzo de todos los esfuerzos humanos: ocurre cuando el
muchacho que se deleitó en la escuela primaria con la lectura de las Historias de la Odisea, se pone
a aprender griego en serio; cuando los enamorados ya se han casado y acometen la empresa
efectiva de aprender a vivir juntos. En cada actividad de la vida, esta decepción marca el paso de
algo con lo que se sueña y a lo que se aspira a un laborioso quehacer. El Enemigo acepta este
riesgo porque tiene la curiosa ilusión de hacer de esos asquerosos gusanillos humanos lo que Él
llama Sus "libres" amantes y siervos ("hijos" es la palabra que Él emplea, en Su incorregible afán
de degradar el mundo espiritual entero a través de relaciones "contra natura" con los animales
bípedos). Al desear su libertad, el Enemigo renuncia, consecuentemente, a la posibilidad de
guiarles, por medio de sus aficiones y costumbres propias, a cualquiera de los objetivos que Él les
propone: les deja que lo hagan "por sí solos".

Ahí está nuestra oportunidad; pero también, tenlo presente, nuestro peligro: una vez que superan
con éxito esta aridez inicial, los humanos se hacen menos dependientes de las emociones y, en
consecuencia, resulta mucho más difícil tentarles.

Cuanto te he escrito hasta ahora se basa en la suposición de que las personas de los bancos
vecinos no den motivos racionales para que el paciente se sienta decepcionado. Por supuesto, si los
dan —si el paciente sabe que la mujer del sombrero ridículo es una jugadora empedernida de
bridge, o que el hombre de las botas rechinantes es un avaro y un chantajista—, tu trabajo
resultará mucho más fácil. En tal caso, te basta con evitar que se le pase por la cabeza la
pregunta: "Si yo, siendo como soy, me puedo considerar un cristiano, ¿por qué los diferentes vicios
de las personas que ocupan el banco vecino habrían de probar que su religión es pura hipocresía y
puro formalismo?" Te preguntarás si es posible evitar que incluso una mente humana sé haga una
reflexión tan evidente. Pues lo es, Orugario, ¡lo es! Manéjale adecuadamente, y tal idea ni se le
pasará por la cabeza. Todavía no lleva él tiempo suficiente con el Enemigo como para haber
adquirido la más mínima humildad auténtica: todo cuanto diga, hasta si lo dice arrodillado, acerca
de su propia pecaminosidad, no es más que repetir palabras como un loro; en el fondo, todavía
piensa que ha logrado un saldo muy favorable en el libro mayor del Enemigo, sólo por haberse
dejado convertir, y que, además, está dando prueba de una gran humildad y de magnanimidad al
consentir en ir a la iglesia con unos vecinos tan engreídos y vulgares. Mantenle en ese estado de
ánimo tanto tiempo como puedas.

Tu cariñoso tío,

ESCRUTOPO
Cartas del Diablo A Su Sobrino

Dinámica de la Carta II

Dinámica: ¿Te gustan tus vecinos? http://www.paralideres.org/VerArticulo.aspx?Idp=8087 15 min.)

Lectura de Carta II - (5 min.)

Propuesta de los temas/preguntas de debate (15 min.)

Formar equipos de tres y entregarles una tarjeta y un bolígrafo para que escriban el tema (s) principal (es) de la carta y dos
preguntas para debatir en el grupo, relacionados con dicho tema.

Debate (60 min.)

La conversión cristiana –se ha hecho cristiano

▪ La conversión cristiana -rendición sin condición- es un proceso, no un evento (1 Pedro 2:2; Juan 15:1-8; 10:28,29).
▪ Hábitos mentales y corporales (convicciones y conductas), los que implican mayor esfuerzo y tiempo para
transformar.

La iglesia visible, “real”

▪ El edifico.
▪ La liturgia o culto
▪ Otros cristianos, la idea gráfica vs lo visible

¿Qué es lo que hace a una persona ser “cristiano”?


No sabemos cuántos millones de creyentes nacidos de nuevo existen en el mundo. Sin embargo, todos ellos, como
nosotros, han sido unidos a Cristo y, por tanto, se ha establecido una relación entre ellos y nosotros (Apocalipsis 5:9-
10).
¿Tienes problemas para aceptar a otros cristianos por sus formas peculiares de vivir la vida cristiana? Si es así, ¿qué
cosas prácticas puedes hacer para amarlos y aceptarlos como hermanos sin que ello implique renunciar a tus
legítimas convicciones? (1 Juan 3:12; 14-15; Romanos 12:10, 13, 15).

Etapa de decepción: Crisis y oportunidad

▪ Entre el sueño y el quehacer


▪ Libertad y soledad
▪ Emoción y razonamiento

Es algo conocido para nosotros que el mundo postmoderno es más abierto a las realidades de tipo espiritual. Sin
embargo, su espiritualidad acostumbra a ser egocéntrica. Su espiritualidad está orientada a vivir y experimentar
situaciones y experiencias que gratifiquen, que satisfagan la necesidad de una dimensión trascendente de la vida,
sin que necesariamente impliquen o exijan un compromiso ético y moral. Es, en definitiva, una espiritualidad que
ofrece pero no exige. Este tipo de espiritualidad, en tanto que es egocéntrica, está centrada en el individuo y sus
necesidades, no necesariamente en Dios y en el servicio al prójimo y en un compromiso con éste y sus necesidades
(Mateo 17:4).
No hay libertad sin posibilidad de elección; Dios nos permite como seres libres equivocarnos, decepcionarnos,
hacer las cosas por “sí solos”, porque el amor opera de esta manera, para ayudarnos a crecer y experimentar
plenitud.
No hay libertad sin responsabilidad. Una vez pasada la etapa de “enamoramiento” se prueba el amor auténtico.

Los defectos auténticos de otros cristianos

▪ Sus vicios y carácter


▪ Enfocar en otros y no en sí mismo
▪ Orgullo espiritual –pecado, el deseo del ser humano de ser como Dios

Para evitar el orgullo espiritual es necesario reconocer nuestra condición (Lucas 18:9-14).

Conclusiones (10 min.)

Resumir y anotar las conclusiones del grupo.

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