Daño Psicologico
Daño Psicologico
Daño Psicologico
2.1.1. La certeza del daño El principal presupuesto para que el daño sea resarcible es que sea
cierto, es decir, que exista realmente y no se trate de un perjuicio meramente eventual o
hipotético. Así, el Código Civil y Comercial de la Nación Comentado | 449 Comentario al art.
1739 simple peligro o la sola amenaza o perspectiva de daño —que puede eventualmente dar
lugar a la tutela preventiva— no es suficiente para tornarlo indemnizable. Tanto es así que, si
se indemnizara un perjuicio incierto y, finalmente, este no llegara a consumarse, existiría un
enriquecimiento sin causa por parte de la víctima. Si hay certeza, poco importa que el daño sea
actual o futuro, pues en ambos casos procederá su reparación. También en la pérdida de
chance se exige certeza acerca de la existencia de un porcentaje de posibilidades de obtener
un beneficio o evitar un perjuicio, que se vio frustrado por la comisión del hecho ilícito.
2.1.2. La subsistencia del daño Para que sea resarcible, el perjuicio debe subsistir al momento
de dictarse la sentencia, pues nadie puede reclamar la reparación de un daño que ya ha sido
resarcido. Si el propio responsable es quien ha indemnizado el daño, su obligación queda
extinguida por pago, o por alguno de los otros modos de extinción previstos en el
ordenamiento jurídico. Si lo reparó un tercero (por ejemplo, compañía de seguros), la deuda
de responsabilidad subsiste —en principio— respecto de este. Si, finalmente, el bien
menoscabado (daño fáctico, pero no jurídico) es reparado por la víctima, entonces el perjuicio
subsiste en su patrimonio, y debe ser resarcido.
2.1.3. La personalidad del daño El perjuicio, para ser resarcible, debe ser personal de quien
reclama su indemnización. Esto implica que únicamente la persona que sufrió el daño (aquella
cuyos intereses fueron lesionados mediante el hecho lesivo) puede requerir su reparación, y
resulta inadmisible reclamar a nombre propio la reparación de daños ocasionados a terceros.
Este presupuesto no se encuentra mencionado expresamente en la norma en análisis, pero —
además de resultar evidente— se infiere de la referencia que ella realiza a la reparación del
perjuicio “directo o indirecto”. Tanto si quien reclama la reparación es la víctima del hecho
ilícito (damnificado directo) como si se trata de un tercero que ve lesionado un interés propio
como consecuencia de aquel (damnificado indirecto) la pretensión resarcitoria se refiere a la
vulneración de intereses propios o personales de quien demanda, lo que excluye
implícitamente el supuesto inverso.
Puede sostenerse que habrá daño siempre que exista una lesión a un derecho subjetivo o
a una facultad del sujeto, pero cabe agregar que "la lesión a un interés, personal y directo,
que no surge de una situación violatoria de una norma de orden público, cuando asume la
condición de un daño cierto, implica el perjuicio a que se refiere un precepto de tanta
latitud como lo constituye el artículo 1068 del Código Civil (2)".
Más allá de las disputas doctrinarias que la definición contenida en la norma citada ha
ocasionado, para que ese daño de lugar a la existencia de responsabilidad civil es
necesario que se reúnan, al mismo tiempo, otros caracteres:
d) que medie un nexo de causalidad adecuado entre el hecho ilícito y el daño (3). A ello
debe sumarse que el hecho generador del daño puede también consistir en un acto
perfectamente lícito o en una omisión.
Ahora bien, formuladas estas reflexiones, debe remarcarse que el daño psicológico no se
encuentra expresamente contemplado en la legislación civilista vigente, por lo cual resulta
necesario recurrir, según algunos autores, entre ellos Daray, a la norma del artículo
1068 para su encuadre como daño en tanto esta norma comprende a los daños sufridos
por la persona misma ya sea en sus derechos y/o facultades.
A su vez, la Suprema Corte de Buenos Aires decidió que "... no distingue entre daño físico
y daño psíquico; se refiere simplemente a daño e inequívocamente incluye tanto a uno
como a otro"(4), haciendo referencia a su encuadre normativo dentro de las disposiciones
del artículo 1086 del Código Civil.
En tal sentido, es necesario destacar que la norma contenida en el artículo 1746 del Cy CC
y Com consagra que "si el delito fuere por heridas u ofensas físicas, la indemnización
consistirá en el pago de todos los gastos de la curación y convalecencia del ofendido, y de
todas las ganancias que éste dejó de hacer hasta el día de su completo restablecimiento".
El accidente sufrido por el sujeto le ocasiona no sólo distintos gastos vinculados con la
curación, comprendidos dentro del denominado "daño emergente", tales como los gastos
de internación, de medicación, etc., sino que también lo priva durante el tiempo de su
convalecencia de la obtención de beneficios derivados de la actividad o actividades
productivas que llevaba a cabo en su vida cotidiana, los que dan lugar al "lucro cesante".
Es decir, que la norma en análisis nos pone frente a un daño a la persona que, si bien no
consiste en la muerte del sujeto afectado, si le ocasiona una disminución o achicamiento
de su capacidad física, entendiéndose esta capacidad física no sólo como la clásica
capacidad laboral del sujeto sino también como comprensiva de los restantes aspectos de
la vida cotidiana del individuo y no mensurables, tan fácilmente, en términos económicos.
Sentadas estas breves reflexiones sobre el daño jurídico, podemos pasar a mencionar las
distintas definiciones de daño psicológico que han elaborado los autores y la
jurisprudencia. Daray lo define como "la perturbación transitoria o permanente del
equilibrio espiritual existente, de carácter patológico, producida por un hecho ilícito, que
genera en quien lo padece la posibilidad de reclamar una indemnización por tal concepto a
quien la haya ocasionado o deba responder por ella" (6).
Por su parte, la Dra. Zavala de González define al daño psicológico como "una
perturbación patológica de la personalidad, que altera el equilibrio básico o agrava algún
desequilibrio precedente del damnificado. Se entiende que comprende tanto las
enfermedades mentales como los desequilibrios pasajeros, pero sea como situación
estable o bien accidental y transitoria, implica en todo caso una faceta morbosa, que
perturba la normalidad del sujeto y trasciende en su vida individual y de relación" (8).
El daño psíquico "es la modificación patológica del aparato psíquico como consecuencia
de un trauma que desborda toda posibilidad de su elaboración verbal o simbólica
produciendo una modificación o alteración de la personalidad que se expresa a través de
síntomas, inhibiciones, depresiones, bloqueos, actuaciones"(9).
Otra definición es aquella que señala que el mismo "importa un deterioro, disfunción,
disturbio o trastorno, o desarrollo psico-genético o psico-orgánico que, afectando sus
esferas afectivas y/o intelectiva y/o volitiva, limita su capacidad de goce individual, familiar,
laboral, social y/o recreativo"(10).
Por su parte, Ghersi lo ha definido como "la perturbación transitoria o permanente del
equilibrio espiritual preexistente de carácter patológico"(11). En otros de sus trabajos el
mismo autor lo define como "la alteración o modificación patológica del aparato psíquico
del individuo que aparece como consecuencia de un evento traumático, que produce una
perturbación en el plano cognitivo (percepciones, memoria, atención, inteligencia,
creatividad, lenguaje), volitivo y de relación social con los individuos. Un evento, por su
intensidad, puede dejar una huella psíquica que desborda la capacidad de defensa del
individuo frente al acontecimiento. Generalmente, dichos traumas, por ser tan intensos se
reprimen, quedan en el inconsciente y se manifiestan a través de síntomas tales como
fobias, psicosis, ansiedades o miedos entre otras, que pueden o no ser reversibles"(12).
Se ha afirmado que "el daño psicológico consiste -en cuanto lesión- en una alteración,
modificación, perturbación o menoscabo, de carácter patológico, del equilibrio mental del
sujeto, generalmente permanente y de diversa gravedad y magnitud, generando por
consiguiente una alteración de la personalidad del sujeto, en su manera de proyectarse en
la sociedad (13).
De las distintas definiciones citadas surge que el rasgo distintivo del daño psicológico
radica en su carácter patológico. La segunda acepción brindada por el Diccionario de la
Lengua Española de la Real Academia Española, vigésima segunda edición, define
patológico como "... que se convierte en enfermedad" y, a su vez, define a la expresión
patología como "... conjunto de síntomas de una enfermedad" (también en su segunda
acepción); en consecuencia, estas definiciones permiten trazar la línea definitoria entre el
daño psicológico y los restantes tipos de daños.
Sentadas las distintas definiciones del daño psicológico brindadas tanto por la doctrina
como por la jurisprudencia, cabe preguntarse qué clases de trastornos comprende o
cuáles pueden ser sus manifestaciones. Para ello resulta necesario partir de la premisa de
que todos los individuos presentan rasgos de personalidad que con el devenir de su
desarrollo determinaran la personalidad del sujeto a lo largo de su vida, ya que todos los
individuos, esencialmente aquellos que habitan las grandes urbes de nuestra época,
presentan ciertos anomalías o estados anímicos que se encuentran en el interior de su
psiquis sin presentar manifestaciones de carácter patológico, salvo la ocurrencia de
eventos traumatizantes.
Teniendo ello presente puede decirse que el daño psicológico puede manifestarse a través
de neurosis y stress en sus distintas variedades (este último básicamente postraumático),
fobias, apatías, desgano, irritabilidad, obsesiones, ideas de muerte, angustia, bloqueos,
ansiedad, inhibiciones, insomnio y otras formas, incluso orgánicas, las que pueden
presentar carácter permanente o transitorio, características que deberán ser puestas de
manifiesto por el perito psicólogo o psiquiatra en su dictamen.
Se ha señalado que "comprende tanto las enfermedades mentales como los desequilibrios
pasajeros, sea como situación estable o bien accidental y transitoria que implica en todo
caso una faceta morbosa, que perturba la normalidad del sujeto y trasciende su vida
individual y de relación"(15) No obstante las distintas derivaciones que pueda presentar el
daño psicológico debe destacarse que su existencia no puede quedar condicionada por la
simple circunstancia de que produzca o no secuelas físicas o consecuencias económicas,
sino que debe tenerse muy presente que el mismo queda en el inconsciente del individuo
afectado y los mecanismos que éste puede desarrollar para internalizarlo son variados
pudiendo, incluso, evidenciar una mayor actividad laboral o en otros ámbitos de su vida
para ocultarla. Es decir, debe evaluarse la procedencia del daño psicológico,
independientemente de la postura que se adopte frente a su autonomía, por más que la
victima no presente ninguna incapacidad física o detrimento económico en el orden
laboral.
En ese mismo orden de ideas, se ha expresado que la lesión psicológica puede ser
distinguida de la incapacidad sobreviniente atento a que la primera "puede dejar incólumes
las posibilidades laborales y el resto de los aspectos vitales de un ser humano,
considerados en su proyección hacia un mundo exterior y sólo producir consecuencias
disvaliosas en su vida interior"(16). Asimismo, un prestigioso jurista expresó en una
sentencia que el daño psicológico "... debe resarcirse en la medida que se verifique un
perjuicio en la psiquis que se traduzca en una disminución de las aptitudes para el trabajo
y para la vida de relación que justifica su inclusión dentro de la incapacidad sobreviniente o
bien cuando su entidad justifica su indemnización autónoma; o aun quedando incólumes
las posibilidades laborales y el resto de los aspectos vitales de un ser humano,
considerados en su proyección hacia el mundo exterior, produzca consecuencias
disvaliosas en lo que genéricamente puede denominarse la vida interior del individuo,
revistiendo connotaciones de índole patológica"(17) Piénsese en el tipo ejemplo del sujeto
que para afrontar las consecuencias derivadas del evento traumático padecido, sin darse
cuenta de ello, se vuelve hiperactivo y tiene un mayor rendimiento laboral y/o en otros
aspectos de su vida, patologías que en cualquier momento pueden manifestarse y sólo
podrán ser tratadas por un profesional en la materia.
Entendemos que este es un aspecto esencial que, dejando de lado las posturas sobre el
punto de la autonomía del daño en cuestión, debe ser valorado por los magistrados en sus
pronunciamientos para no privar a los afectados de la correspondiente indemnización
integral que les reconoce el ordenamiento legal por la única razón de no presentar,
reiteramos, sólo momentáneamente, ninguna consecuencia patrimonial o física inmediata.
* "El daño psicológico consiste -en cuanto lesión- en una alteración, modificación,
perturbación o menoscabo, de carácter patológico, del equilibrio mental del sujeto,
generalmente permanente y de diversa gravedad y magnitud, generando por consiguiente
una alteración de la personalidad del sujeto, en su manera de proyectarse en la sociedad"
("Sancho, Adrián Miriam vs. Valletto, Jesús Ignacio y otro s/ daños y perjuicios", CCC, sala
II, Mar del Plata, 08/07/2003, webrubinzal_jupri; 254.3.4.r77).
* "El daño psicológico ésta constituido por las disfunciones o afectaciones a la psiquis,
cuando se altera en algún modo la personalidad del sujeto, considerada -desde luego- en
su aspecto integral, y computándose también la incidencia o repercusión que el evento
ocasionó sobre la vida de relación de la persona damnificada" ("Castillo de Barcena,
Zenona vs. Tricarino, Liliana s/ daños y perjuicios", CNCiv., sala B, 01/07/2008,
webrubinzal_jupri: 254.3.4.r232).
* "El daño psíquico, a diferencia del daño moral, que escapa al horizonte pericial
psicoforense por no conllevar patología, implica conformación o incremento de una
patología preexistente en una personalidad predispuesta para ello. En el daño psíquico se
debe evaluar la perturbación o lesión de las facultades mentales y alteraciones en los
rasgos de personalidad. Se puede hablar de daño psíquico en una persona cuando ésta
presenta un deterioro, disfunción o trastorno en el desarrollo psico-orgánico que, afectando
sus esferas afectiva, volitiva o intelectual, limita su capacidad de goce individual, familiar,
laboral o social" ("Herrera, Ramón G. y otro c/ Instituto Nacional de Vitivinicultura y otra s/
juicio de conocimiento", CNFedContAdm., sala II, 16/04/1998).
* "La parte que provocó un accidente de tránsito no puede eximirse de abonar a la víctima
del siniestro una suma indemnizatoria por el tratamiento psicológico al que debió
someterse, pues el artículo 1086 del Cód. Civil impone resarcir todos los gastos de
curación y convalecencia, y en el caso no se demostró que las sumas abonadas por la
empresa de medicina prepaga a la cual estaba asociada la víctima hayan sido suficientes
para atender a dicho costo" ("T., J. c/ Erra, Nicolás", CNCom., sala D, 15/03/2005).
En primer término resulta indispensable resaltar que, más allá de la postura que como
practicantes de la ciencia jurídica podamos adoptar frente al tema que nos ocupa, los
psicólogos y afines consideran que el daño psicológico y el daño moral son totalmente
independientes. Para su ciencia ambas clases de daños existen con total independencia
uno del otro, aunque no es posible la existencia de un daño psicológico sino existe, al
mismo tiempo y previamente, un daño moral en la persona del reclamante, es decir, el
sujeto puede haber sufrido un daño moral sin encontrarse afectada su psiquis pero nunca
puede haber un daño psicológico sin un daño moral padecido por el reclamante.
Fernández Madero expresa que "el daño psíquico como entidad mixta de orden
psicológico y jurídico implica un trastorno emocional ocasionado por algún tipo de
acontecimiento disvalioso, a raíz del cual es susceptible de identificarse a un responsable
legal a cargo del cual estará la indemnización del perjuicio ocasionado" (20) Por lo tanto,
para la psicología existirá un daño psicológico, en el ámbito jurídico, siempre que un sujeto
presente un deterioro o disminución en las distintas esferas de su personalidad (volitiva,
intelectual o afectiva) que produzcan una disminución de su capacidad de goce individual,
familiar, laboral, social y/o recreativa (21).
Para el perito llamado a intervenir a los efectos de la determinación de la existencia y
magnitud de ese daño, interesará el nivel de tolerancia que presente el sujeto para
elaborar en su inconciente la situación traumática vivida, es decir, si puede hacerlo por sus
propios medios o será necesaria la ayuda de un profesional; ello se debe a la circunstancia
de que frente a experiencias traumáticas cada sujeto reaccionara conforme la organización
de personalidad de que se encuentre dotado.
Si el sujeto no puede elaborar el acontecimiento traumático vivido por sus propios medios
entonces resultara clara la existencia de un daño psicológico atento a que el mismo
requerirá un tratamiento a los efectos de paliar las consecuencias negativas que el evento
provocó en su psiquis.
Ahora bien, qué entiende el psicoanálisis por trauma. El mismo se configura ante la
presencia de ciertos elementos: a) la ocurrencia de un acontecimiento marcado por su
intensidad; b) la incapacidad del sujeto, ante esa eventualidad, para responder frente a él y
elaborarlo en su inconciente. Los autores citados expresan en ese sentido "llamamos
situación traumática a una experiencia vivida que aporta, en poco tiempo, un aumento tan
grande de excitación en la vida psíquica, que fracasa su liquidación o elaboración por los
medios normales y habituales, lo que inevitablemente da lugar a trastornos
duraderos..."(22).
Esa alteración que afecta al sujeto puede manifestarse de distintas maneras. La más grave
de ellas es la psicosis con sus distintas variantes: maníaco- depresiva, esquizofrenia y sus
trastornos psicóticos, demencia, donde el sujeto carece de conciencia de la realidad; en
estos supuestos, dada su gravedad la mayoría de los sujetos que la padecen se
encuentran bajo medicación psiquiatrita y no tienen retorno de la misma. En segundo
lugar, se pueden mencionar las patologías donde el sujeto, si bien no pierde la conciencia
de la realidad, padece determinadas descompensaciones en su conducta que pueden
revestir cierta gravedad; entre ellas pueden mencionarse las adicciones, los trastornos
alimenticios, las perversiones, las psicopatías. Por último, los supuestos más comunes se
encuentran constituidos por las neurosis, que padecen la mayoría de los individuos de la
sociedad durante lapsos cortos o largos de su vida, gozando de plena conciencia, y que
están representadas por las fobias, angustias, los trastornos de ansiedad, el stress
postraumático, el stress agudo, los trastornos obsesivo compulsivos, las neurosis
obsesivas y las histerias (23).
El mismo autor menciona que los supuestos mencionados en segundo y tercer lugar
pueden ser enfrentados científicamente mediante internaciones, medicamentos (en mucha
menor dependencia que en el primer supuesto enumerado) y el psicoanálisis
extrahospitalario. Agrega que los especialistas en la materia han determinado la existencia
de un daño psicológico ante la configuración de situaciones de stress agudo o
postraumático, trastornos adaptativos o mentales consecuencia de situaciones de
conmoción, pero siempre que dichas situaciones excedan la noción básica de "sufrimiento
normal". Por su parte, ZAVALA de GONZÁLEZ en su clásico libro (24) expone, desde el
punto de vista de la ciencia psicoanalítica, las lesiones psíquicas más comunes con
relevancia en el ámbito jurídico.
Comienza distinguiendo entre las lesiones psíquicas que tienen una base orgánica y
aquellas que no la presentan. Las primeras son aquellas donde se advierte la existencia de
una lesión cerebral consecuencia directa del acontecimiento traumático padecido o a sus
secuelas; jurídicamente no presentan mayor inconveniente que la demostración de su
relación causal con el hecho traumático.
Las lesiones psíquicas que no cuentan con una base orgánica son las denominadas
neurosis traumáticas donde la patología es "desencadenada por el componente emotivo
del trauma (terror, espanto) o puestas ulteriormente en marcha por la elaboración
intrasíquica de las consecuencias del traumatismo"; las mismas se encuentran vinculadas,
en cierta medida, con las características personales del sujeto afectado y presentan un
nexo causal con el accidente acaecido dando origen a daños susceptibles de
resarcimiento.
Entre las diferentes neurosis traumáticas la jurista mediterránea sistematiza las siguientes:
el histerotraumátismo que "se caracteriza... por la influencia primordial que en su
producción tiene la sugestión (involuntaria) de la víctima en correlación con una
constitución histérica de la personalidad..."; es una patología común en accidentes de no
mayor gravedad, que difícilmente genere una incapacidad de carácter permanente.
Más allá del pronóstico favorable que la jurista expone ante cada una de las neurosis
mencionadas, debe tenerse presente que esa evolución siempre dependerá, en última
instancia, de las características personales de la propia víctima.
Por último, me parece conveniente destacar y pensar la reflexión efectuada por Fernández
Madero "...constatamos que en otros supuestos, como por ejemplo el daño físico
resultante de la destrucción de una vivienda o de la pérdida de una suma de dinero a
consecuencia de una estafa, la indemnización a pagar por el responsable puede ser
proporcional a los valores en juego. ¿Se ha tenido presente en el tribunal alguna vez que
el daño psíquico consistente en una disminución importante de la capacidad intelectual,
emocional, laboral, de relación, de una persona puede ser mucho mas grave que los
daños físicos del tipo de los expuestos más arriba? La pérdida de dinero, por ejemplo, no
puede nunca compararse con la imposibilidad de seguir viviendo con todas las aptitudes,
capacidades y facultades que se tuvieron antes del daño psíquico" (25). Es una respuesta
que, tal vez, le debamos al resto de la sociedad y, principalmente, a los demandantes.
CAPÍTULO IV.
Con independencia de la postura que se adopte frente a este daño, un tema de capital
importancia para la procedencia de su reclamo radica en su prueba. En este punto,
dejando de lado la parte general referida a la prueba y los distintos medios que posibilitan
su realización, haremos hincapié exclusivamente en la acreditación de su existencia.
El daño psicológico, en principio, puede ser acreditado a través de cualquiera de los
medios de prueba previstos en los códigos de forma aplicables en las distintas
jurisdicciones del país.
Cabe destacar que de la aplicación de este artículo se sigue que es la supuesta victima
quien correrá con los riesgos derivados de la falta de acreditación del daño psicológico
invocado o de la deficiencia de su demostración.
De los distintos medios de prueba existentes, aquella que prácticamente carece de eficacia
probatoria en esta materia radica en la prueba confesional atento a que consiste en
manifestaciones vertidas por la propia victima, sin obligación de decir verdad, ante las
preguntas a las que lo somete la contraparte; es decir, sin otros medios que la respalden
relevantemente en las actuaciones tramitadas ante el tribunal, entendemos que no resulta
suficiente para generar una convicción en el magistrado interviniente.
Las pruebas testimonial, informativa y documental presentan una mayor entidad que la
mencionada precedentemente, ya que si bien posiblemente, en forma individual, no sean
suficiente para formar un pleno convencimiento en el juez, si pueden dar lugar a una
presunción de la existencia del daño alegado por el sujeto, trátese de la declaración de
testigos que conocían al damnificado con anterior al hecho generador del daño y al
continuar manteniendo contacto con éste luego del mismo son susceptibles de declarar
sobre la existencia de modificaciones en su personalidad; la respuesta brindada por
entidades públicas o privadas a los oficios diligenciados por la parte puede permitir indagar
acerca de los posibles tratamientos que el sujeto hubiera o no recibido o de su
comportamiento en el ámbito laboral o cualquier otro, etc.
En lo referido a la prueba testimonial, tal como enseña Daray debe dejarse de lado la
atendibilidad limitadísima que se brinda a los testigos íntimamente cercanos a la víctima
como consecuencia de que los mismos se encuentran en excelentes condiciones de poner
claridad sobre el comportamiento y la personalidad de la víctima con anterioridad al suceso
dañoso y señalar los posibles cambios acontecidos con posterioridad al mismo.
Más allá de estas breves consideraciones sobre los restantes medios de prueba, la
manera de acreditar la existencia del daño psicológico que reviste mayor relevancia y es
susceptible de generar una plena convicción en el juzgador es la prueba pericial.
La prueba pericial se encuentra prevista en los artículos 457 a 478 del C.P.C.C.N. y su
procedencia en el pleito se encuentra supeditada a que la demostración de los hechos
controvertidos en el proceso requiera la aplicación de conocimientos propios de alguna
ciencia, arte o actividad técnica especializada. Precisamente, la determinación de la
existencia o no de un daño en la psiquis de un sujeto, su magnitud y las posibilidades de
recuperación total o parcial es algo que, aunque nos cuente reconocerlo como
profesionales de la ciencia jurídica, es algo que excede holgadamente los conocimientos
propios de nuestra actividad.
Reiteramos que este es el medio de prueba con mayor entidad a la hora de posibilitar
acreditar el daño psicológico alegado puesto que no sólo permitirá demostrar su
certidumbre (en cuanto a requisito que hace a la existencia misma del daño) sino también
la relación de causalidad que presenta con el hecho generador del daño. En lo que hace a
la certidumbre del daño debemos tener presente que nos encontramos frente a patologías
que se generan en el interior de la psiquis del sujeto, por lo cual formar dicha certidumbre
sobre su efectiva existencia es bastante problemático; atento a la ausencia de
manifestaciones más o menos constatables como en el supuesto de una lesión física, sin
dejar de tener presente el problema de la simulación del perjuicio psíquico alegado, ya sea
sobre su existencia o sobre su gravedad o extensión.
Es aquí donde reviste una importancia capital la prueba pericial puesto que los distintos
estudios técnicos que practiquen los especialistas de la ciencia psicoanalítica posibilitarán
una determinación más concreta acerca de la existencia y extensión de las dolencias
psíquicas alegadas por la supuesta víctima.
La determinación de los puntos de pericia resultará esencial, puesto que posibilitara a los
actores adoptar el discurso científico que consideren más adecuado para la demostración
del daño cuyo reconocimiento reclaman atento a las distintas posturas existentes en la
ciencia específica en esta materia (26) y que deberá ser mantenido, como consecuencia
del principio de congruencia, a lo largo de todo el proceso y, especialmente, al momento
de formular las impugnaciones al dictamen emitido por el perito.
Asimismo, la determinación de dichos puntos implica la elección del profesional que deba
llevar a cabo la práctica pericial atento a que, lo que quizás pueda tener una relación con
la postura que se adopte ante la autonomía o no de este daño, no revestirá la misma
entidad el dictamen emitido por un psicólogo que por un profesional de la medicina, entre
ellos los psiquiatras, especializado en otros ámbitos de la ciencia forense; esto se traduce
en que no sería lo mismo peticionar una pericia médica, donde el especialista convocado
al efecto se expedirá sobre las posibles lesiones derivadas del accidente y,
ocasionalmente, sobre las posibles implicancias psicológicas que el mismo pudo ocasionar
en la víctima (ya sea personalmente o derivando esta última cuestión a un profesional de
su entorno), que solicitar la realización de una pericia médica(al mismo fin que la anterior)
y otra psicológica a los efectos de que un profesional especializado se pronuncie sobre las
posibles patologías que el actor padezca.
Entendemos que, como estrategia, resulta pertinente ofrecer la prueba pericial psicológica
independientemente de las restantes especialidades periciales que se pretendan llevar a
cabo, lo cual posibilitará la intervención de un experto que podrá pronunciarse con mayor
rigor científico sobre los distintos aspectos que hacen al daño psicológico: las patologías
que sufre el sujeto demandante; la magnitud y gravedad que las mismas revisten,
indicando incluso si las mismas son ficticias o exageradas por la víctima; grado de
incapacidad que las mismas configuran lo que permitirá, al mismo tiempo, la determinación
del monto a resarcir, deslindándolas de las posibles incapacidades físicas que también
deriven del hecho dañoso para el sujeto; necesidad de un tratamiento y efecto que el
mismo tendrá sobre la patología encontrada en el individuo analizado; posibilidad de que la
patología actual sirva de base o no a la configuración, en un futuro, de nuevas dolencias
psíquicas; en qué ámbitos de la vida del afectado dichas patologías puede tener
consecuencias; etc.
Por el contrario, aglutinar en una única prueba pericial aquella tendiente a discernir las
lesiones físicas y psíquicas resultantes del hecho sufrido por el reclamante limitará
enormemente las conclusiones que el profesional interviniente pueda extraer, más que
nada en el ámbito psicológico, atento a exceder sus conocimientos científicos.
Si la opción por una u otra estrategia depende de la postura que personalmente adopte
cada letrado frente a la autonomía del daño en estudio se estarán cercenando algunas de
las chances indemnizatorias que podrían corresponder al consultante, lo que merece un
replanteo de nuestra parte como estudiosos de la ciencia jurídica.
Luego de esta brevísima digresión, cabe adentrarnos al análisis del otro elemento
importantísimo que permitirá, aunado a los restantes medios de prueba ofrecidos,
determinar la pericia llevada a cabo: la relación de causalidad entre el daño psicológico
padecido por la víctima y el hecho generador del daño. Al fijarse los puntos a someter a
consideración del perito interviniente deben formularse todas las consideraciones que el
letrado estime adecuadas para intentar demostrar la relación causal entre el hecho
traumático en que se vio involucrado su cliente y el daño psicológico que se intenta
acreditar atento a que la determinación de esa vinculación no resulta tan segura como en
el caso de las lesiones físicas.
El Código Civil adopta en este punto el sistema de la causalidad adecuada, según el cual
"son imputables al agente las consecuencias previsibles de su conducta, sean inmediatas
o mediatas"(28). Esa previsibilidad se configura cuando el hecho en cuestión tiene la
aptitud suficiente para, según el curso normal y natural de las cosas (art. 901 del código
citado), producir la consecuencia en cuestión, es decir, el hecho analizado normalmente
debe provocar esa consecuencia, debe tener una probabilidad objetiva de generar esa
consecuencia, por lo que resultan excluidas las circunstancias excepcionales o insólitas
derivadas del mismo; en tal sentido resultaría lógico que, ante un accidente de
automotores de carácter catastrófico un sujeto presente una patología que lo lleve a
negarse a volver a conducir un vehículo.
Ahora bien, conforme lo señala la autora citada en la nota precedente "el juicio de
adecuación se formula en abstracto, de manera objetiva, en función de las normas
corrientes de la vida y de las posibilidades de conocimiento de un observador normal, de
una mentalidad promedio, cuyo intérprete último es el magistrado y sobre la base de un
estudio técnico sobre el sujeto. Además, ese análisis es retrospectivo, pues prescinde la
de real sucesión de los hechos, del desenvolvimiento concreto que ha tenido el proceso, a
fin de indagar, a partir de un suceso dado, si éste ha sido apto para determinar la
consecuencia que se juzga". La pericia posibilitará, señalamos una vez más, determinar no
sólo el daño psicológico sino también si el mismo es una consecuencia lógica o normal del
hecho traumático que la persona analizada ha atravesado; ello a su vez, permitirá
determinar qué relación tiene la patología actual con las características personales que el
afectado presentaba con anterioridad al hecho dañoso. El dictamen pericial deberá dejar
en claro si la personalidad de base de la víctima constituyó o no una condición para la
patología detectada o si, por el contrario, esa misma personalidad configuró una papel
causal para el surgimiento de esa patología.
En cualquiera de los casos el daño psicológico debe ser resarcido, ello es innegable, con
exclusión de aquellos supuestos donde la personalidad de la víctima desempeña un papel
causal en la patología encontrada. Sin embargo, nos parece que en uno u otro caso
deberá variar la magnitud del resarcimiento a otorgar al actor por el perjuicio padecido.
Lo contrario debe propiciarse en aquellos casos donde el evento dañoso opera como
detonante de los rasgos de personalidad que el individuo afectado ya presentaba con
anterioridad. De esto se sigue que el experto debe indicar con claridad cuando el sujeto
presentaba con anterioridad al hecho traumático una verdadera patología que se
encontraba latente en su inconciente y respecto de la cual el suceso dañoso sólo obró
como acelerante para que se manifestara en virtud de que cualquier otra circunstancia por
la que éste atravesara, tarde o temprano, provocaría la misma consecuencia: en este
supuesto la patología era anterior al evento traumático y hubiera presentado el mismo
desarrollo con el devenir de la vida del sujeto, tuviera lugar el trauma o no.
También existe la posibilidad de que la patología descubierta por el perito suponga una
combinación de los supuestos mencionados en los párrafos anteriores, en cuyo caso, nos
encontraríamos frente a una concausalidad: el sujeto puede presentar cierta alteración
pero es el acaecimiento del hecho traumático el que provoca el agravamiento de la misma.
La concausa es el factor que actúa modificando la evolución normal de una lesión, atento a
que la evolución de la problemática se daría de un modo distinto sin la misma. Dicha
concausa puede ser preexistente, ya existe un estado latente anterior al hecho que a partir
de ese evento se desencadena, o sobreviniente, el evento acelera o agrava el estado
anterior del sujeto.(29) Ante la verificación de la existencia de concausalidad el
demandado no debe soportar el resarcimiento integro del daño sino tan sólo debe cargar
con su cuota de responsabilidad en el agravamiento del mismo. Tal como apunta la Dra.
ZAVALA de GONZÁLEZ en el trabajo citado en distintos lugares de esta obra "(el daño
psíquico) se configura no únicamente por la alteración del equilibrio de la personalidad de
la víctima y sí también por la agravación de un desequilibrio precedente.... debiendo
aplicarse en el último de los supuestos la doctrina de la concausa, debiendo el obligado
responder sólo por el agravamiento".
En el mismo sentido puede efectuarse la siguiente cita "el daño psíquico resarcible se
configura no únicamente por la alteración del equilibrio de la personalidad de la víctima y sí
también por la agravación del desequilibrio anterior, pero en este último caso el obligado
no soporta la integridad resarcitoria del perjuicio sino sólo la cuota de agravación. Se
aplica aquí la doctrina de la concausa, en cuya virtud se margina de la cuenta
indemnizatoria, la contribución que al resultado lesivo aporta la situación precedente del
afectado"(30).
Una mención aparte merece la cuestión relativa al reconocimiento por parte del
sentenciante de un monto indemnizatorio en concepto de "gastos de tratamiento
psicológico". En distintos pronunciamiento se advierte que, erróneamente, se reconoce
una indemnización por el daño acreditado u otra por los gastos correspondientes a los
tratamientos a afrontar en razón de la patología que, ya probada, se sabe padece el actor.
Ello es así puesto que el tratamiento no necesariamente logrará eliminar por completo de
la psiquis del sujeto la patología padecida, sino tan sólo paliarla en sus consecuencias
dejando latente la existencia de un remanente o resto no asimilable por el aparato psíquico
del individuo, posibilitándole al sujeto una vida más "normal", aunque nunca como la que
tenía con anterioridad al accidente; en estos casos, la indemnización otorgada en concepto
de daño psicológico deberá ser reducida en la proporción que el perito estime en su
dictamen de que el tratamiento podrá paliar dicha patología para no indemnizar en un
100% una lesión que en el futuro se verá disminuida en cierta medida. El monto a acordar
por tratamiento será el resultado de multiplicar la cantidad de sesiones aconsejadas por el
perito en su dictamen por el costo estándar de esas sesiones en plaza, ya que como con
un razonable criterio lo reconoce cierta jurisprudencia, no existe una norma legal que
obligue al damnificado a someterse a un tratamiento ante instituciones públicas o que le
brinden la terapia en forma gratuita debiendo otorgársele, siempre dentro de límites que no
exceden de la media.
* "No corresponde confundir el reclamo por terapia psicológica con la denuncia de lesión
psíquica incapacitante porque el primero constituye un verdadero daño emergente
derivado de la lesión psíquica enderezado a que el responsable asuma el costo del
tratamiento psicológico tendiente a repararla, en tanto que el segundo esta vinculado a
secuelas incapacitantes y con el porcentaje de incapacidad que corresponda tomar para
calcular el lucro cesante" ("Quinteros, Luis Alberto vs. Porta, Alejandro Luis s/ daños y
perjuicios", CCC 2ª, Córdoba, 25/08/2006, webrubinzal_jupri: 254.3.4.r85).
* "No existe superposición entre los rubros indemnizatorios "daño psicológico" y "gastos de
tratamiento". El primero está destinado a paliar la producción de un daño definitivo o
transitorio o a evitar su agravamiento; el segundo tiende a paliar los gastos de una terapia
aconsejada para disminuir o erradicar el perjuicio" ("Cahn, Marcelo Ernesto y otro vs.
Empresa Monte Grande S.A. s/ daños y perjuicios", CNCiv., sala M, 20/11/2002,
webrubinzal_jupri: 254.3.4.r159).
* "La indemnización de los gastos de tratamiento psicológico con una partida autónoma a
la asignada por daño psíquico, de ningún modo implica reparar dos veces el mismo
detrimento. Es que la procedencia paralela de ambas partidas se encuentra plenamente
justificada cuando las lesiones psíquicas revistan cierta magnitud según la evaluación de
las circunstancias de la causa. Y la partida que aquí se dispone de ningún modo se
superpone con lo acordado por incapacidad psíquica, ya que mientras ésta apunta a
reparar -mediante la entrega de una suma de dinero- la mentada incapacidad, la suma
otorgada por tratamiento psicológico no se dirige a esa reparación sino a que la víctima
pueda sobrellevar en el futuro aquella dolencia psíquica que aconteciera con por el injusto,
tratando en todo caso de neutralizarla de ser ello factible" ("Ricarde, Graciela Edelma vs.
Derincovsky, Rodolfo Eugenio s/ daños y perjuicios", CNCiv., sala B, 28/10/2008,
webrubinzal_jupri: 254.3.4.r252).
* "El hecho de que se haya otorgado una suma por el daño psicológico no es obstáculo
para que se otorgue otra para el tratamiento psicoterapéutico dado que no se produce una
duplicidad de la indemnización que suple la minoración. El tratamiento apunta a evitar el
empeoramiento de unos estados psicológicos de gravedad, y en todo caso a conseguir un
progreso de la salud, pero no a recuperarla totalmente" ("B., M. L. vs: A., M. A. s/ daños y
perjuicios", CCC, sala I, Lomas de Zamora, 29/04/2008, webrubinzal_jupri:
254.3.5.4.9.r144).
* "El daño psicológico y los gastos de terapia son rubros indemnizatorios independientes,
el primero destinado a paliar la producción del daño definitivo o transitorio y el segundo a
resarcir los gastos de terapia aconsejados para disminuir y evitar el empeoramiento del
perjuicio" ("Miguez González, Tomas vs. Torres, Carlos Alberto s/ daños y perjuicios",
CNCiv., sala M, 07/06/2004, webrubinzal_jupri: 254.4.9.r65).
* "El daño psíquico resarcible se configura no únicamente por la alteración del equilibrio de
la personalidad de la víctima sino también por la agravación de un desequilibrio anterior,
pero en este último caso el obligado no soporta la integridad resarcitoria sino sólo la cuota
de agravación" ("Fernández de Massari, Elida y otro vs. González, Gabriel Alejandro s/
daños y perjuicios", C 1ª CC, sala II, Lomas de Zamora, 14/05/1996, webrubinzal_jupri:
254.4.9.r129).
* "En este sentido, considero que, al haberse fijado una suma tendiente a sufragar los
gastos resultantes de un futuro tratamiento psicológico que, según la opinión del experto
hará desaparecer la incapacidad por ellos padecida, resulta entonces evidente que las
partidas por ellos asignadas para enjugar el rubro en cuestión deberán ser
considerablemente reducidas, empero no rechazadas, toda vez que se ha decidido que el
daño psicológico transitorio, es decir, el que se extiende desde el accidente hasta la
finalización de la terapia, resulta resarcible, más allá de los gastos que irrogue el
mencionado tratamiento" (CNCiv., sala M, "Gallardo, Hugo c/ Garello, Vicenta", L.L. 1997-
F-960).
* "Para que el daño psicológico pueda ser indemnizado es menester que sea definitivo y
no meramente transitorio. Por lo tanto, a los fines de cuantificar la indemnización debe
valorarse la circunstancia de que un tratamiento podría atenuar e incluso eliminar la
existencia del referido daño, en cuyo caso no cabria una suma por daño psicológico sino
por el costo del tratamiento" (CNCiv., sala H, r. 288943, del 29/11/2000).
* "Para que el daño psicológico pueda ser indemnizado es menester que sea definitivo y
no meramente transitorio. Por lo tanto, a los fines de cuantificar la indemnización debe
valorarse la circunstancia de que un tratamiento podría atenuar o incluso eliminar la
existencia del referido daño, en cuyo caso no cabria una suma por daño psicológico sino
por el costo del tratamiento" ("CNCiv., sala H, r. 288.943, del 29/11/2000).
* "Si se probare la existencia del daño psíquico será necesario distinguir entre el producido
como consecuencia directa del acaecimiento del siniestro y aquel que se ha derivado de la
situación personal anterior del damnificado. La distinción es útil porque el causante del
hecho ilícito sólo debe cargar con las consecuencias derivadas de aquél y paliar esas
secuelas exclusivamente porque las restantes que aparezcan teniendo como etiología una
estructura de personalidad proclive a la descompensación y la derivada aplicación del
perjuicio no deben ser receptadas" ("Chopitea, Juana c/ Empresa de Transporte
Microómnibus Sáenz Peña SRL s/ sumario"; CNCiv., sala J, 19/05/1994).
* "Existen serias diferencias entre indemnizar una lesión psíquica y otorgar una suma en
concepto de tratamiento psicoterapéutico. Mientras en la primera se repara una
disminución en la capacidad de una persona, en la segunda se intenta mejorar y no
agravar esta situación, por medio de apoyo profesional adecuado" ("Sánchez Peralta,
Pablo H. c/ Scoppa, Martín s/ sumario", CNCiv., sala J, 06/08/1996).
* "En lo ateniente a los gastos de tratamiento psíquicos futuros, los mismos resultan
improcedentes en razón del otorgamiento de una indemnización por la discapacidad
psíquica, pues al tener este daño carácter permanente, deviene abstracto fijar una suma a
efectos de solventar un presunto tratamiento" ("Tiscornia, María c/ Arrambide, Gustavo
Rogelio y otro s/ sumario", CNCiv., sala L, 30/04/1992).
* "Si de la pericia resulta que el accionante en la faz psicológica padece una determinada
patología, pero también que en la personalidad de base hay una natural predisposición o
terreno mórbido que favorece la aparición de dicha enfermedad, cabe concluir que el
accidente ha obrado concausalmente y no puede atribuírsele la totalidad de esta secuela"
("Oblitas Ramos, Nancy c/ Copla Coop. de Provisión de Servicio para Transportista,
Consumo y Crédito Ltda. s/ daños y perjuicios", CNCiv., sala L, 05/06/1995).
* "Habida cuenta de que se ha otorgado una suma para solventar el tratamiento psíquico,
el perjuicio a resarcir por daño psicológico se configurara durante el lapso que medie entre
el accidente y la finalización de la terapia" ("Báez, José O. c/ Ferrocarriles Argentinos s/
daños y perjuicios", CNCiv., sala L, 23/10/1995).
* "Las afecciones psíquicas, aun desencadenadas por un factor traumático, tienen siempre
cierta relación, más o menos intensa, con la personalidad de la víctima. Este vínculo
despierta diversas dudas al efecto de establecer la debida conexión causal entre el hecho
y la lesión psíquica. Es menester distinguir cuáles perturbaciones reconocen su fuente en
el suceso o se han agravado con él y cuáles, en cambio, obedecen a un curso patológico
preexistente, a cuyo respecto el accidente sólo obra como detonante" ("Baldi, Carolina c/
Transporte Villa Adelina S.A. y otro s/ daños y perjuicios", CNCiv., sala H, 22/08/1996).
* "El hecho de que la actora sea beneficiaria de una obra social no tiene incidencia en la
indemnización que se otorgue por la necesidad de una psicoterapia, toda vez que ello no
puede obligar a la víctima a acudir a las prestaciones que aquélla ofrece, por cuanto ésta
tiene derecho a ser tratada por el profesional que más confianza le merezca. Tal tesitura
no significa agravar la responsabilidad del deudor ya que, en definitiva, no se trata más
que de resarcir a la víctima del daño ocasionado" ("Gramajo, Luz Divina c/ Soro, Marcelo
Christian y otros s/ daños y perjuicios", CNCiv., sala F, 16/09/1993).
* "En el caso debe resarcirse no sólo la incapacidad psíquica, sino también el gasto
presumible del tratamiento, pero ante la falta de prueba concreta sobre la entidad de
ambos, corresponde fijar en uso de las facultades atribuidas por el art. 165 del Cód. Proc.
Civil y Com. de la Nación el resarcimiento en forma global por ambos ítem. Pero teniendo
en cuenta que si el tratamiento psicológico ha de reducir en alguna medida la incapacidad
permanente, también deberá reducirse el porcentual estimado por el experto, en atención
a las características particulares del damnificado" ("Giunta, Julio A. c/ Mendoza, Ricardo
Daniel s/ daños y perjuicios", CNCiv., sala C, 23/021995).
* "No es admisible que se acceda a la implícita duplicación del mismo perjuicio consistente
en el reconocimiento de gastos por tratamiento psicológico, pues si se lo supone exitoso,
su aceptación impondría reducir la previsión del daño psicológico y si se lo presupone
ineficaz, faltaría la causa legítima para agravar la carga de los obligados" ("Ruiz, Laura M.
c/ La Independencia de Transporte s/ daños y perjuicios", CNCiv., sala C, 20/06/1995).
* "La incapacidad psíquica para ser indemnizable debe ser permanente, como secuela
irreversible, pues de lo contrario una transitoria afectación susceptible de reparación, se
traduciría exclusivamente en el costo del tratamiento psicológico indispensable para
superarla" ("Varela, Aurora I. c/ Ricard, Omar I. s/ daños y perjuicios", CNCiv., sala A,
18/05/1994).
* "Es cierto que del informe producido por el cuerpo de médicos forenses surge que la
víctima tenía una personalidad neurótica, inmadura y empobrecida afectivamente,
trastornos que son anteriores al accidente, pero no lo es menos que como consecuencia
del siniestro se incrementaron tales alteraciones psicológicas, ya que actuó sobre dicha
sintomatología. Tal situación evidentemente produce un perjuicio a la víctima, pues existe
nexo causal entre el evento dañoso y la lesión pretendida, y aunque la personalidad de la
actora tuviera las características antes señaladas, el hecho exacerbó el cuadro psicológico
existente" ("Garreto de Amed, Juan A. c/ Surnor Línea 15 s/ sumario", CNEspCivCom, sala
V, 12/05/1988).
* "Toda vez que las lesiones psíquicas pueden resolverse mediante tratamientos
psicológicos, corresponde sólo otorgar una indemnización por este concepto y no por
incapacidad sobreviniente derivada de una incapacidad psíquica" ("Cabrera, Fátima
Lorena vs. Empresa de Transporte Mariano Moreno S.A. Línea 36 s/ daños y perjuicios",
CNCiv., sala C, 27/05/2004, webrubinzal 254.4.9.r142).
* "...aun cuando se alentase el muy difícil pronóstico de que el daño cesara completamente
con la terapia indicada, de todos modos cabría resarcir el que media desde la producción
del evento dañoso hasta la finalización de la mentada terapia, que no puede quedar
irreparado" ("Serrano, Carlos A. y otro vs. Edenor S.A.", CNCiv, sala M, 09/11/1998).
* "Los perjuicios psíquicos deben ser tratados con un criterio normal y ordinario quedando
fuera del terreno de la responsabilidad civil todas aquellas consecuencias que aparezcan
como desmesuradas en el sujeto, porque indudablemente no reconocen origen en el
accidente en sí, sino en una estructura de personalidad propensa a la descompensación y
subsiguiente magnificación del real menoscabo sufrido" ("F. de B., I. y otro c/ Piccolo,
Víctor", CCivyComQuilmes, sala I, la Ley Online).
* "Resulta procedente la indemnización del daño psicológico aun cuando se confiera una
suma resarcitoria en concepto de gastos de tratamiento psicoterapéuticos, sin que un
rubro excluya al otro, toda vez que la indemnización otorgada por daño psicológico está
destinada a paliar la producción del daño definitivo o transitorio mientras este dure y, el
resarcimiento otorgado en concepto de tratamiento médico, se dirige a paliar los gastos de
terapia para disminuir, erradicar o evitar el agravamiento del perjuicio" ("Martínez, Marta
Aidé c/ Transporte Río Grande S.A.C.I.F.", CNCiv., sala M, 02/06/2003, la Ley Online).
CAPÍTULO V DAÑO MORAL Y DAÑO PSICOLÓGICO Como ya esbozáramos
anteriormente la postura mayoritaria considera comprendido al daño psicológico dentro de
las clásicas categorías de daño patrimonial y daño extrapatrimonial, esencialmente dentro
de este último, ya sea dentro de una de ellas en exclusividad o conjuntamente en ambas,
es decir, quedando comprendidos distintos aspectos del mismo dentro de las dos
categorías al mismo tiempo (básicamente, el daño psicológico propiamente dicho dentro
del agravio moral y la partida por gastos de tratamiento psicológico dentro del daño
patrimonial emergente).
Estos dos pronunciamientos permiten tener una idea de la postura que con más adeptos
cuenta en los tribunales nacionales: el daño psicológico integra en esencia, como ítem
indemnizable, el daño moral, salvo que genere consecuencias incapacitantes y/o
económicas en cuyo caso, quedará comprendido dentro del daño material o patrimonial;
incluso puede integrar ambas partidas, el daño patrimonial como gasto de tratamiento y el
daño moral como daño psicológico propiamente dicho.
Sentado esto, en este capítulo trataremos de resumir las distintas posturas doctrinarias y
jurisprudenciales que engloban al daño psicológico dentro de la categoría de daño moral o
extrapatrimonial.
La conceptualización del daño moral puede agruparse en dos corrientes principales: una
que pone el acento en la violación de los derechos personalísimos de índole no patrimonial
reconocidos al sujeto por el ordenamiento, es decir, la cuestión radica en la naturaleza del
derecho afectado (Brebbia, Zanonni, y otros); otra que tiene en cuenta las consecuencias
derivadas del hecho, es decir, para esta postura existirá un daño moral cuando el hecho en
cuestión ocasione un menoscabo en intereses espirituales del sujeto sin connotaciones de
carácter patrimonial (Orgaz, Zavala de González, y otros)(37).
Entre quienes postulan la distinción entre el daño moral y el daño psíquico puede
mencionarse a Néstor Amílcar CIPRIANO. Este autor expone que ambos daños tienen en
común el lugar donde se desarrollan, esto es, en la psique. La diferencia entre ellos radica
en que mientras el daño moral afecta mayoritariamente a los sentimientos, el daño
psicológico impacta en la esfera del razonamiento del sujeto (38).
Para los cultores de la distinción entre ambos, la diferencia radica, esencialmente, en que
mientras el daño psicológico presenta las características de ser generalmente duradero y
patológico, el agravio moral presenta las notas de transitoriedad y de no ser una patología:
la diferenciación está dada por el grado de intensidad.
Ahora bien, la prestigiosa jurista Matilde ZAVALA de GONZÁLEZ expresó que "el daño
psíquico... puede ser encuadrado... como factor agravante del menoscabo espiritual (daño
moral), pues éste resulta más serio si también afecta la normalidad del siquismo..."(39).
Sin ahondar en mayores consideraciones, podríamos tomar la postura expuesta por esta
autora, como un breve resumen del argumento mayoritario que sostiene que daño
psicológico se encuentra englobado dentro del agravio moral padecido por el individuo
afectado por el hecho traumatizante.
La citada autora expone distintos argumentos para sustentar esta posición y responder a
quienes defienden la autonomía conceptual del daño psicológico frente a las dos clásicas
categorías de daños que, brevemente, expondremos a continuación a los efectos de poner
de relieve los argumentos de la posición mayoritaria que engloba al daño psicológico
dentro del agravio moral o extrapatrimonial (en el siguiente capítulo haremos lo mismo con
el daño patrimonial, más precisamente la incapacidad sobreviniente, y el daño
psicológico).
Por un lado señala que existe una orientación a emplazar el daño moral en el ámbito
exclusivamente afectivo distinguiéndolo del daño psicológico que afectaría la esfera del
razonamiento e inteligencia del sujeto. A esto se opone señalando que el daño
mencionado en segundo término constituye un "plus en la distorsión del equilibrio
espiritual, pero siempre en la órbita del daño moral"; para ella la única diferencia radica en
el carácter patológico que reviste el daño psicológico pero ambos agravios repercuten en
la personalidad de la víctima.
También manifiesta que se suele distinguir ambos daños con base en el tiempo de
incidencia de cada uno de ellos en el sujeto: así expresa que se considera que el
sufrimiento vinculado al agravio moral reviste un carácter meramente transitorio ya que con
el tiempo se mitiga o desvanece, mientras que el daño psicológico presenta una mayor
permanencia o, directamente, reviste la condición de permanente. ZAVALA opina que ello
no es así atento a que existen distintos "sufrimientos" derivados del agravio moral que
pueden llegar a no ser superados por el sujeto durante su vida, pero sin constituir una
patología, como puede suceder al presenciarse la muerte traumática de un familiar muy
cercano, así como que existen patologías psíquicas que revisten el carácter de
transitoriedad.
-Como último punto destacable, ZAVALA explica que si bien para la ciencia médica, uno
es diagnosticable mientras que el otro (daño moral) no lo es, desde el punto de vista
jurídico tal distinción no es aplicable sino que debe considerarse que el daño psíquico se
verifica en la psique mientras que el daño moral es un efecto jurídico derivado de aquella
lesión.
En otros de sus trabajos, la mencionada magistrada ha destacado que "... cuando la lesión
síquica y el daño moral coinciden en un caso dado, la diversidad se encuentra en que
aquélla es el presupuesto material de dicho perjuicio espiritual resarcible. El daño síquico
es un concepto de la naturaleza, propio de la ciencia medica, que constituye la fuente de
un concepto jurídico: el daño indemnizable. El daño síquico reside en la alteración misma
de la personalidad; el daño moral recoge esa realidad y la valora en tanto desequilibrio
espiritual profundo, que el derecho no puede ignorar en tanto y en cuanto implica una
honda lesión de las afecciones legítimas de la víctima. Desde el punto de vista de la
causalidad jurídica o principio de la razón suficiente, la lesión síquica puede ser causa o
génesis de daño, no sólo moral sino también... patrimonial"(40). Finalmente, puede decirse
que expone su criterio en el siguiente pasaje de la obra citada en la nota precedente "dada
la íntima relación etiológica (aunque con autonomía antológica) entre lesión síquica y daño
moral, no cabe resarcir la misma alteración por ambos conceptos, es decir, resulta
improcedente una acumulación de dos títulos resarcitorios por razón de esa idéntica
situación lesiva: como daño síquico y como moral. Lo que sí se impone, en cambio, es
valorar la enfermedad síquica como un factor de intensificación del daño moral resarcible
que de otro modo hubiese correspondido". Acá debemos dejar planteada una respetuosa
discrepancia con tan meritoria autora, la que radica en que la ciencia experta en la materia
entiende que, a la inversa que la jurista cordobesa, no puede existir un daño psicológico si
previamente no se encuentra presente en el sujeto un daño moral en razón de que el
mismo estaría constituido por un sufrimiento o vivencia traumática que no puede ser
suprimido por los mecanismos habituales del sujeto y se transforma en una patología que
requerirá la intervención de un experto que colabore en su superación a futuro o, en todo
caso, en su contención para posibilitar al afectado una vida más apacible, pero no
constituye el daño psicológico una consecuencia jurídica de esa agravio moral ni un daño
moral agravado.
* "El daño psicológico no puedo verse como un rubro resarcitorio autónomo y distinto del
daño moral y patrimonial. En consecuencia la lesión psíquica no es resarcible per se, sino
en sus disonancias espirituales y en la eventual proyección patrimonial, cabiendo ser
considerado excepcionalmente como rubro autónomo si estuviera demostrado en forma
indubitable una perturbación patológica de índole permanente e irreversible en el sujeto"
("Otero, Jessica Noemí vs. Gangoso, Alberto s/ daños y perjuicios", CCC, sala I, Azul,
07/09/2006, webrubinzal_jupri: 254.3.4.r60).
* "El daño psicológico o trastorno psíquico no constituye una categoría que amerite un
resarcimiento autónomo, sino que se subsume en el daño moral, en tanto aflicción o
padecimiento espiritual, y/o en el daño patrimonial, en tanto esos padecimientos se reflejen
en la necesidad de un tratamiento psicológico" (Castrillón, Leandro vs. Centro Navarro Sud
y otros s/ daños y perjuicios", CCC, sala II, Mar del Plata, 16/12/2003, webrubinzal_jupri:
254.3.4r.71).
* "El daño psíquico debe ser diferenciado del moral, constituyendo dos partidas que -según
las circunstancias- merecen ser indemnizadas independientemente. El daño moral sucede
en la esfera del sentimiento, mientras que el daño psicológico afecta preponderantemente
la del razonamiento" (Misme Cancari, Natalio Adrián vs. Expreso Panamericano SRL. y
otro s/ daños y perjuicios", CNCiv., sala E, 01/12/2003, webrubinzal_jupri: 254.3.4.r75).
* "El daño moral afecta la esfera del sentimiento, el psicológico la del razonamiento, por lo
que es aceptable la indemnización de las secuelas psíquicas con independencia de que se
conceda también una reparación en concepto de daño moral" ("Correa, Amelia Inés vs.
Domato, Miguel y otros s/ daños y perjuicios", CNCiv., sala E, 12/02/2004,
webrubinzal_jupri: 254.3.4.r131).
* "El daño psíquico no implica cualquier desequilibrio espiritual, sino uno patológico,
diagnosticable y más o menos clasificable por la ciencia médica. Si existe, producirá
siempre un daño moral, pero no se identifican conceptualmente, aunque éste derive de
aquél..." ("Ortiz, Juan Eduardo vs. Martín Martín, Miguel s/ daños y perjuicios", CCCM, sala
1ª, San Juan, 25/11/2002, webrubinzal_jupri: 254.3.4.r133).
* "Los estados depresivos forman parte del daño moral, el cual comprende no sólo los
padecimientos, dolores, tribulaciones, sino también el daño síquico transitorio o
permanente. Las perturbaciones sicosomáticas se incorporan al daño inmaterial o
extrapatrimonial, contemplado en el artículo 522 del Código Civil" (CNCiv., sala C, "Poblete
Cáceres, José E. c/ Ferrocarriles Argentinos", La Ley 1990-A-155).
* "Debe diferenciarse el déficit producido en el ámbito psíquico, del daño moral. Si bien
ambos afectan el equilibrio espiritual del damnificado, aquél reviste connotaciones de
índole patológica..." ("López, Aldo vs. Autopistas urbanas S.A. s/ daños y perjuicios",
CNCiv., sala B, 01/08/2004, webrubinzal_jupri: 254.3.4.r188).
* "No cabe duda de que el daño moral y el daño psicológico son rubros indemnizatorios
que pueden ser considerados con autonomía. La confusión entre el daño psíquico y el
daño moral es inadmisible. Son conceptos diferentes. Uno constituye un menoscabo
patológico de la salud psíquica, que integra el concepto de incapacidad sobreviniente,
mientras que el otro repercute en los sentimientos o en la interioridad del damnificado, lo
dañado son bienes de goce, afección y percepción emocional y física" ("Maruici, Roberto
C. vs. Martín, Alejandro E. B. s/ daños y perjuicios", CnCiv., sala F, 19/08/2008,
webrubinzal_jupri: 254.3.4.r243).
* "En cuanto al tratamiento del daño psicológico juntamente con el daño moral, la
jurisprudencia es conteste en admitir que se tratan de conceptos diferentes. En efecto, el
primero se configura mediante una alteración patológica de la personalidad, una
perturbación del equilibrio emocional que afecta toda el área del comportamiento,
traduciéndose en una disminución de las aptitudes para el trabajo y la vida de relación y
que, como toda incapacidad, debe ser probada en cuanto a su existencia y magnitud.
Mientras que el daño moral constituye una lesión a los sentimientos que puede definirse
como la privación o disminución de aquellos bienes que tienen un valor importante para la
vida del hombre como la paz, la libertad individual, la integridad física, etc." ("Pizarro
Avendaño, Javier Daniel vs. Ehrenfeld, Emilio David s/ daños y perjuicios", CNCiv., sala J,
12/07/2007, webrubinzal_jupri: 254.4.9.r63).
* "El daño moral y el daño psíquico son perjuicios resarcibles en forma independiente,
pues el primero sucede prevalecientemente en la esfera del sentimiento y el segundo
afecta la del razonamiento" ("S., Rosa C. vs. Alvarado Carrasco, Julio Arnaldo s/ daños y
perjuicios", CNCiv., sala E, 14/05/2004, webrubinzal_jupri: 254.4.9.r68).
* "La indemnización por daño moral debe atender a los sufrimientos psíquicos y afectivos
sufridos por el reclamante" ("Sgreccia, Lidia Norma vs. Expreso La Nueva Era -línea 93- s/
daños y perjuicios", C 1ª CC, sala I, San Isidro, 13/08/2004, webrubinzal_jupri:
254.4.9.r98).
* "El daño moral y el daño psíquico son dos conceptos perfectamente diferenciables. Una
cosa es la lesión a los sentimientos de la víctima provocada por el ilícito y otra, diferente,
las psicopatías que le afecten con carácter permanente" ("Gómez, José Luis vs.
Microómnibus Mitre S.A. s/ daños y perjuicios", CCC, sala II, Lomas de Zamora,
15/08/1996, webrubinzal_jupri: 254.4.9.r113).
* "El daño psíquico nunca constituye un daño autónomo, sino que puede encuadrarse
dentro del rubro incapacidad sobreviniente o del daño moral según las circunstancias del
caso" ("Fusco, Matías Hernán vs. Macias, Mariano y otros s/ daños y perjuicios", CNCiv.,
sala F, 16/06/2005, webrubinzal_jupri: 254.4.9.r136).
* "Esta sala ha distinguido el daño psíquico del daño moral, pues en tanto el último afecta
los sentimientos en cuanto dolor que experimenta la víctima o los familiares de ésta como
consecuencia de un agravio; el primero, es susceptible de ser apreciado científicamente
por los síntomas que se exteriorizan mediante diferentes formas, pero que evidencian
siempre una situación traumática" ("Correa, Pablo Javier c/ Renault Argentina S.A. s/
ordinario", Incom, sala E, 22/05/2008).
* "La indemnización por daño psicológico sólo constituye una categoría independiente del
daño moral en la medida en que la lesión psíquica tenga una causa adecuada con el
hecho producido y no basada en la personalidad de la víctima" ("Ponce, Sergio Edmundo y
otros vs. González, Alejandro Osvaldo s/ daños y perjuicios", 4ª CCCMPT, Mendoza,
02/02/2006, webrubinzal 254.4.9.r146).
* "Daño psicológico y daño moral son conceptos claramente distinguibles. En tal sentido, el
principal elemento que se toma en cuenta hoy para diferenciar entre el daño moral y el
daño psicológico radica en las manifestaciones sintomáticas de uno y otro, toda vez que si
bien este último también es un sufrimiento subjetivo, no necesariamente se expresa a
través de síntomas o cualquier otra alteración psicopatológica. En otras palabras, el dolor,
la angustia, pueden permanecer en la esfera interna del damnificado, sin manifestaciones
que puedan tener entidad clínica. Así entendido, el daño psíquico puede producir un
verdadero colapso en la autoestima, sea porque a partir del perjuicio sufrido la persona
puede perder aptitud laboral, o por una cuestión netamente estética, circunstancias que
resultan idóneas para frustrar todo proyecto de futuro y que pueden generar una sensación
inmediata de imposibilidad de desplegar habilidades vitales para siempre" ("G., L. L. vs.
Estado Nacional", Cam. Fed. de Apel., sala III, La Plata, 13/02/2006, webrubinzal
254.4.9.r151).
* "La diferencia entre daño psíquico y daño moral es clara, pues al resarcir el primero no
se trata de comprender ni de identificarse empáticamente o moralmente con el
damnificado, sino de objetivar un diagnóstico clínico que tenga entidad psicopatológica. En
cambio, el segundo supone un sufrimiento subjetivo que puede no trascender en
modificaciones psicopatológicas que tengan entidad clínica, por lo que su evaluación
queda sometida a valores de quien lo estima". ("Olmos, Luis Alberto vs. Diario La Prensa
S.A. s/ daños y perjuicios", CNCiv., sala J. 01/04/2006, webrubinzal 254.4.9.r158).
* "El daño psíquico configura un detrimento a la integridad personal, que para que sea
indemnizado independiente del moral, debe ser consecuencia del siniestro y motivado por
causas que no sean preexistentes al mismo. Ello se da en una persona que presenta luego
de producido el hecho, una disfunción, un disturbio psíquico de carácter permanente. Debe
acreditarse una modificación definitiva de la personalidad que la diferenciaba de las demás
personas antes del hecho; una patología psíquica originada en éste que permita que se le
reconozca como un efectivo daño a la integridad psicofísica y no constituir simplemente
una sintomatología que aparezca como una modificación disvaliosa del espíritu o de los
sentimientos, que lo harían encuadrable tan sólo en el concepto de daño moral. En
consecuencia, sólo será resarcido el daño psíquico en forma independiente del moral,
cuando sea consecuencia del accidente, sea coherente con éste y se configure en forma
permanente" ("Woodgate, Juan Alberto vs. Legarden, Horacio José y otro s/ daños y
perjuicios", CNCiv., sala L, 01/08/2007, webrubinzal 254.4.9.r159).
* "El daño psicológico merece ser diferenciado del daño moral, constituyendo dos partidas
que merecen ser, según las circunstancias, indemnizadas por separado, puesto que el
daño moral sucede prevalecientemente en la esfera del sentimiento, en tanto que el
primero afecta preponderantemente la del razonamiento, y además mientras el moral no
requiere prueba acerca de su existencia y extensión, el otro exige demostración de ambos
aspectos" ("Malera, Juan Carlos vs. Zunino, Oscar Roberto s/ daños y perjuicios", CNCiv.,
sala E, 28/09/2007, webrubinzal 254.4.9.r164).
* "El daño psíquico tiene de común con el daño moral la circunstancia de que ambos
acontecen en la psiquis. Ello podría conducir a un análisis acerca de la denominación de
"daño psíquico" por cuanto el "daño moral" no deja de ser psíquico. Pero se debe acudir a
una delimitación convencional y los nombres no confunden, en ese caso, los conceptos
que traducen. Se puede tomar como delineación inicial que el daño moral acontece
prevalecientemente en el sentimiento, mientras que el daño psíquico afecta con
preponderancia el razonamiento. Esto no determina, por supuesto, una suerte de
compartimientos estancos. Si bien son definibles o idealmente separables, el razonamiento
y el sentimiento tienen zonas estrechamente relacionadas y relacionantes y acaecen en la
esfera de la psique. El sentimiento se acerca más a la emotividad, a la impresión. Por su
parte, el razonamiento forma ideas, conceptos, juicios para llegar a conclusiones"
("CNCiv., sala H, r. 250.341, noviembre de 1998).
* "El daño psicológico debe ser diferenciado del físico y del moral, si de la pericia surge la
existencia de una alteración emocional que repercute patológicamente en la faz psíquica,
como consecuencia del accidente padecido" ("Pérez de Pérez Novoa, Delia c/ Massad,
Raúl A. s/ daños y perjuicios", CNCiv., sala M, 15/10/1997).
* "La pérdida del sentimiento de seguridad y tranquilidad que debió sufrir la actora a raíz
de las características del evento dañoso, así como también la angustia vivida a causa de
las lesiones sufridas, son parámetros a computar para determinar la indemnización por
daño moral" ("Gramajo, Luz Divina c/ Soro, Marcelo Christian y otros s/ daños y perjuicios",
CNCiv., sala F, 16/09/1993).
* "El daño psicológico no constituye por si un daño patrimonial, puede ser un daño
patrimonial indirecto o sea susceptible de apreciación pecuniaria, si produce un
menoscabo en los bienes del patrimonio. El daño psicológico es siempre un daño moral
porque afecta un interés extrapatrimonial de la víctima y puede también constituir un daño
patrimonial indirecto si repercute sobre las posibilidades económicas de aquélla" ("Hazán
de Saúl, Adriana Reina y otros c/ Bisignano, Carlos Alberto y otro s/ daños y perjuicios",
CNCiv., sala F, 20/09/1994).
* "Si de las pericias se desprende que la víctima ha experimentado, a raíz del siniestro,
cierta afección emotivo-espiritual, este padecer en los sentimientos en modo alguno
importa lesión en la faz psíquica; en todo caso encuadraría su reclamo dentro del concepto
de daño moral, ya que no ha sobrevenido secuela incapacitante alguna y, por lo tanto,
permanente e irrecuperable" ("Almada de Dibartolo, Albina J. c/ Caruso, Gerardo y otros s/
daños y perjuicios", CNCiv., sala A 17/12/1997).
* "El daño psíquico debe ser indemnizado como diferenciado del estético y del moral, si de
la pericia surge la existencia de una alteración emocional, como consecuencia del
accidente padecido" ("Migliaro, Pedro H. y otros c/ Osso, Pedro y otra s/ sumario",
CNEspCivCom, sala V, 21/07/1988).
* "El daño psicológico no constituye un tercer género que extralimite la rígidamente bifronte
clasificación de los daños en patrimoniales y extrapatrimoniales que nuestra Ley Civil ha
consagrado. Ese desorden psicológico, cuando existe, produce siempre daño moral y debe
valorarse como un factor de intensificación del mismo que lleva a dimensionar en un monto
mayor la indemnización a acordarse por él; a la vez, puede producir en ciertos casos
perjuicio patrimonial resarcible, v. gr. el lucro cesante derivado de una pérdida de la
capacidad productiva de bienes o servicios o el daño emergente provocado por el costeo
de la terapia necesaria para la curación de la víctima" ("C. de W., Dora Elsa vs. C. O. y M.
Trelew y otros s/ daños y perjuicios", Cam. Apel., sala A, Trelew, 26/03/2009, webrubinzal
254.4.9.r187).
* "El daño psicológico tiene por objeto resarcir el menoscabo producido por el ilícito en los
procesos mentales consciente o inconscientes, con alteración de la conducta y de la
voluntad; se trata de un daño indirecto, en tanto mal hecho a las facultades de la persona,
de carácter patológico (art. 1068, Código Civil). Puede dar lugar a dos tipos de
resarcimiento, uno consistente en los gastos necesarios para lograr, en la medida de lo
posible, la restitución de las cosas al estado anterior (art. 1069 y 1086, Código Civil), otro
por su proyección limitante para las actividades del diario vivir, incluyendo las de carácter
laboral. En cambio, el daño moral supone la privación o disminución de aquellos bienes
que tienen un valor precipuo en la vida del hombre, todo lo que se conoce como las
afecciones legítima del anterior art. 1078, Código Civil (art. 1078 y nota al 2312). En
conclusión, sin perjuicio de otras diferencias, dos son los elementos distintivos de estos
rubros: en su origen -patológico en un caso y en el otro no- y la entidad del mal sufrido -
material uno, inmaterial el otro-" ("Rotondo, Ricardo R. vs. Sclani, Jorge C. y otro s/ daños
y perjuicios", CCC y Garantías en lo Penal, Necochea, 17/12/2002, webrubinzal
254.4.9.r166).
* "Esta sala ha sustentado el criterio de que el denominado daño psicológico -como regla
general- no es indemnizable con independencia del daño moral puesto que si aquél es
enfocado como una modificación disvaliosa del espíritu, cabe el resarcimiento a titulo de
daño moral atento la total asimilación entre uno y otro. En este sentido no se advierte
como conveniente aumentar el catálogo de daños indemnizables, siendo que los
reconocidos por nuestro sistema jurídico dan adecuada satisfacción al interés de la víctima
y al principio de reparación integral" ("García, Héctor Gabriel vs. Labriola, Víctor Juan y/o
quien resulte responsable s/ sumario por daños y perjuicios", C 2ª CC, sala II, Paraná,
18/05/1994, webrubinzal 254.4.9.r167).
* "El daño psicológico debe ser valorado dentro de la indemnización del daño moral, si el
perito psicólogo determinó que el síndrome depresivo reactivo de características
postraumáticas sufrido por el damnificado, que fuera originado parcialmente como
consecuencia del accidente de tránsito, es de carácter transitorio y puede ser superado
mediante la realización del tratamiento psicoterapéutico aconsejado" ("Gómez, Horacio
Martiniano c/ Serantes, Pablo Alberto y otros", CNCiv., sala H, 09/06/2004, la Ley Online).
* "Cabe distinguir el daño psíquico del moral..., pues el primero se refiere a la afectación
de la salud psicológica de la víctima en cuanto produce disturbios de conducta y dificultad
en su relación, mientras el segundo tiene por objeto indemnizar los trastornos y angustias
padecidos en atención a la índole de las lesiones sufridas y a sus consecuencias"
("González, Haydeé B. c/ Arcos Dorados S.A. y otros", CNCiv., sala B, 31/03/2005, la Ley
Online).
Podemos citar a la Suprema Corte de la provincia de Buenos Aires a los efectos de definir
qué se entiende por incapacidad sobreviniente "...la primera (la incapacidad sobreviniente)
es la secuela o disminución física o psíquica que pudiera quedar luego de completado el
período de recuperación o restablecimiento..."(41).
En este mismo antecedente se hace una referencia a la lesión estética pero que, por su
claridad conceptual, puede ser trasladada perfectamente al daño que constituye el objeto
de esta tesis "la lesión estética, constituye un daño material en la medida en que influya
sobre las posibilidades económicas futuras del damnificado o lo afecten en sus
posibilidades sociales proyectándose sobre su vida individual, razón por la cual tampoco
puede considerarse su reparación comprendida dentro de la del daño moral".
También se ha señalado que "la incapacidad sobreviniente abarca e involucra todas las
afecciones a la integridad psicofísica de la persona y resarce todas las repercusiones, no
sólo laborales o productivas, sino también las personales, familiares y sociales de la
víctima" (42).
En otro precedente el citado tribunal provincial expuso que "los perjuicios indemnizables
por daños psíquico y físico quedarán comprendidos dentro del daño material atento a las
diferencias del rubro en cuestión respecto del daño moral, las que van desde su origen (en
un caso de tipo patológico y en el otro no) hasta la entidad del mal sufrido (material uno,
inmaterial otro), con la consecuente proyección de efectos dentro del ámbito jurídico
procesal en materia probatoria (el primero requiere de pruebas extrínsecas, en tanto el
restante se prueba en principio in re ipsa)"(43).
Estas pautas jurisprudenciales resultan plenamente aplicables a los efectos de resumir la
postura que incluye al daño psicológico dentro del daño patrimonial aun cuando
específicamente se encuentre referida al denominado daño estético, otro de los nuevos
daños que ha generado tantas controversias como el psíquico.
Ahora bien, aunque excede el marco de este trabajo, en este breve párrafo corresponde
dejar sentado que cuando hablamos de incapacidad nos estamos refiriendo tanto a la
permanente (la disminución física o psíquica que afecta al damnificado luego de concluida
la etapa de recuperación, es decir, aquellas secuelas que persisten luego de terminada la
"curación") como a la transitoria (donde solo se resarce el lucro cesante padecido durante
el lapso de duración de esa incapacidad), ya que para la reseñada postura en cualquiera
de los dos supuestos el daño psicológico se encontraría comprendido dentro de la
incapacidad sobreviniente.
Un aspecto esencial en la vinculación del daño psicológico a la órbita del daño material
radica en las posibles secuelas que el mismo puede producir en la esfera productiva del
sujeto afectado. "Las lesiones síquicas pueden implicar ante todo un daño patrimonial
indirecto, en tanto generan deterioros orgánicos... que impiden o dificultan el ejercicio
habitual de la actividad laborativa de la víctima"(45). Pero esto nos lleva a preguntarnos si
la falta de secuelas incapacitantes hace que, necesariamente, como sostiene ZAVALA de
GONZÁLEZ en la obra que citamos en numerosas ocasiones, la lesión psicológica quede
comprendida dentro del agravio moral.
* "El daño psicológico debe resarcirse en la medida que se traduzca en una disminución
de las aptitudes para el trabajo y al vida de relación, o incluso cuando, quedando
incólumes las posibilidades laborales, produzca consecuencias en la vida interior del sujeto
revistiendo connotaciones de índole patológica. Ello se verifica en una persona que
presente, luego de producido el hecho, una disfunción, un disturbio de carácter psíquico
permanente que implique una modificación definitiva en la personalidad que la diferenciaba
de las demás personas antes del hecho, una patología psíquica originada en éste que
permita que se le reconozca como un efectivo daño a la integridad corporal y no
simplemente una sintomatología que sólo aparezca como una modificación disvaliosa del
espíritu, de los sentimientos, que lo haría encuadrable tan sólo dentro del daño moral"
("Caballero, Luis Aníbal y otros vs. Vázquez, Isidoro y otros s/ daños y perjuicios", CNCiv.,
salaL, 01/06/2005, webrubinzal_jupri:254.3.4.r108).
* "El daño psicológico debe ser distinguido respecto del daño moral e incapacidad
sobreviniente en todos los casos en que nos encontremos con una discapacidad psíquica
permanente, con secuelas que afectan la actividad del damnificado en relación causal con
el hecho; quedando demostrada la patología psicológica a través de su comprobación
pericial sin que implique duplicar la indemnización ya que se refieren a conceptos distintos"
("Caballero, Luis Aníbal y otros vs. Vázquez, Isidoro y otros s/ daños y perjuicios", CNCiv.,
salaL, 01/06/2005, webrubinzal_jupri:254.3.4.r109).
* "La lesión psíquica provoca, al igual que la física, un daño patrimonial indirecto cuando,
coadyuva con ésta a generar una incapacitación parcial y permanente que limita las
posibilidades económicas de la víctima no sólo en el aspecto laborativo... sino en su vida
social y familiar... el así llamado daño psíquico no constituye, por esta razón, un concepto
autónomo sino que, en tanto daño patrimonial indirecto, integra el de incapacidad...",
(CNCiv, sala G, "Luna, Juan B. c/ Delfino, Antonio M", La Ley 1994-C-50).
* "El daño psicológico debe ser diferenciado del físico y del moral si de la pericia surge la
existencia de una alteración emocional que repercute patológicamente en la faz psíquica
como consecuencia del suceso" ("De La Rosa, Edgardo Ariel vs. Autopistas Urbanas S.A.
s/ daños y perjuicios", CNCiv., sala M, 01/03/2004, webrubinzal_jupri: 254.3.4.r207).
* "No procede el resarcimiento autónomo del daño psicológico en la medida en que está
incluido en la misma categoría del daño material" ("Calabró, Carlos vs. Mayotti, Marcelo s/
sumario", CNCom., sala D, 28/04/2008, webrubinzal_jupri: 254.3.4.r255).
* "El daño psíquico no queda comprendido dentro del daño moral... Así esta clase de daño
está incluida en la incapacidad sobreviniente, pues la misma abarca cualquier disminución
física o psíquica que afecte tanto la capacidad laborativa del individuo, como aquélla que
se traduce en un menoscabo en cualquier tipo de actividad que desarrollaba con la debida
amplitud y libertad" ("Villarino, Mónica Aurora vs. Trenes de Buenos Aires y otro s/ daños y
perjuicios", CNCiv., sala E, 17/05/2005, webrubinzal_jupri: 254.4.9.r95).
* "La lesión psicológica se conforma independientemente del daño físico, por lo que si de
la prueba rendida se desprende una alteración en la personalidad y una perturbación
profunda del equilibrio emocional a causa del accidente, este perjuicio debe ser
indemnizado respondiendo así al principio de reparación integral que rige la materia"
("Cornaggia, Gustavo Rubén vs. Maguna, Manuel s/ daños y perjuicios", CCC, sala II,
Lomas de Zamora, 22/02/1996, webrubinzal_jupri: 254.4.9.r134).
* "El Código Civil argentino no recepciona categoría alguna diferente del daño patrimonial
y del moral, consecuentemente en caso de proceder la incapacidad psicológica alegada en
forma autónoma, la misma debe ser subsumida dentro del daño patrimonial o del moral,
según cuales fueran las circunstancias" ("Ramírez, Olga vs. Fassero, Gustavo Andrés s/
daños y perjuicios", CCC, sala II, Quilmes, 12/12/2006, webrubinzal 254.4.9.r170).
* "El daño psicológico puede presentarse como daño material y producir incapacidad
psíquica. En tal caso, se lo reparara como incapacidad sobreviniente y también puede dar
lugar al resarcimiento de los gastos de tratamiento psicológico. En cambio, cuando no
trasciende como incapacidad sino que queda reservado a la vida interior se lo ponderará al
determinar el daño moral" ("Magadan, Enrique vs. Sistema de Protección Médica S.A.
(S.P.M.) s/ ordinario", CNCom., sala D, 23/04/2008, webrubinzal 254.4.9.r171).
* "No cabe duda de que el daño moral y el daño psicológico son rubros indemnizatorios
que pueden ser considerados con autonomía. La confusión entre el daño psíquico y el
daño moral es inadmisible. Son conceptos diferentes. Uno constituye un menoscabo
patológico de la salud psíquica, que integra el concepto de incapacidad sobreviniente,
mientras que el otro repercute en los sentimientos o en la interioridad del damnificado, los
dañado son bienes de goce, afección y percepción emocional y física" ("Mariuci, Roberto
C. vs. Martín, Alejandro E. B. s/ daños y perjuicios", CNCiv., sala F, 19/08/2008,
webrubinzal 254.4.9.r181).
* "No resulta admisible pretender la concesión por separado de dos rubros indemnizatorios
tales como incapacidad física y psíquica, por cuanto el porcentaje incapacitante padecido
por la damnificada repercute unitariamente en su persona, lo cual aconseja que se fije una
partida que abarque ambos aspectos. Si bien conforman dos índoles diversas de lesiones,
ellas se traducen en el mismo daño, que consiste en la merma patrimonial que sufre la
víctima por la disminución de sus aptitudes y para el desempeño de cualquier trabajo o
actividad productora de beneficios materiales" ("Marceli de Vilar, Isabel F. c/ Hussain,
Alejandro H. s/ daños y perjuicios", CNCiv., sala A, 20/05/1993) * "A los fines de la fijación
de la discapacidad cabe analizar la repercusión que la falencia física ha tenido en la vida
del reclamante. Con respecto a la dolencia psíquica, no resulta insuficientemente
fundamentada la conclusión pericial que determina la existencia de una depresión reactiva.
Por ello también debe tenerse en cuenta dicha dolencia emocional al fin de realizar
adecuadamente el análisis de la indemnización por incapacidad sobreviniente" ("Rivera
Triveño, Ángel c/ La Vecinal de Matanza S.A. s/ daños y perjuicios", CNCiv., sala A,
15/03/1995).
* "Si bien la inclusión en un solo rubro indemnizatorio de las lesiones físicas, psíquicas,
incapacidad sobreviniente y lucro cesante, puede merecer, como metodología, algún
cuestionamiento, no es menos cierto que también la jurisprudencia ha establecido que
resulta adecuado englobar en una única indemnización el resarcimiento por tales rubros,
pues esa solución tiene su razón de ser en que la medida del daño inferido a la persona
corresponde apreciarlo en lo que representa como alteración y afectación, no sólo del
cuerpo físico, sino también del ámbito psíquico del individuo, con el consiguiente
quebranto de la personalidad" ("V., D. c/ J., A. y M., M", CNCiv., sala D, 19/04/1990).
* "El daño psíquico o emocional es un daño que no incide en el cuerpo humano, sino en la
estructura anímica de la víctima. De allí que el reclamo por este concepto justifica su
tratamiento con independencia de aquel que se relaciona con la incapacidad
sobreviniente" ("Juárez, José A. c/ Microómnibus Norte S.A. s/ daños y perjuicios", CNCiv.,
sala H, 10/10/1996).
* "Existe daño psicológico aun cuando quedando incólumes las posibilidades laborales y el
resto de los aspectos vitales de un ser humano, considerados en su proyección hacia el
mundo exterior, produzca consecuencias disvaliosas en lo que genéricamente puede
denominarse la vida interior del individuo, revistiendo connotaciones de índole patológica.
Esto así, por cuanto no todos los trastornos de índole psíquica afectan necesariamente el
ritmo laboral de la persona disminuyéndolo, sino que por el contrario, existen ciertas
patologías que desencadenan en una hiperactividad laboral" ("Escobar, Rubén D. c/
González, Oscar y otros s/ daños y perjuicios", CNCiv., sala M, 21/11/1995).
* "El daño psicológico debe ser diferenciado del físico y del moral, si de la pericia surge la
existencia de una alteración emocional que repercute patológicamente en la faz psíquica,
como consecuencia del accidente padecido" ("Pérez de Pérez Novoa, Delia c/ Massad,
Raúl A. s/ daños y perjuicios", CNCiv., sala M, 15/10/1997).
* "... entiendo que tanto la incapacidad física como la psíquica y sus correspondientes
tratamientos reclamados por la actora integran el rubro sub exámine..." ("Rossi, Edgardo
Daniel c/ Autopista del Sol S.A.", CNCiv., sala L, 21/06/2007, publicado en la Ley Online).
* "El daño psicológico debe considerarse en forma independiente del daño físico... pues
ambos recaen sobre bienes de la vida diferentes y su indemnización responde a objetivos
también diferentes" ("Cantuarias Acosta, Marco A. c/ Pasco Tenis Paddle S.A.", CNCiv.,
sala J, 26/02/2004).
* "El daño psíquico no constituye un daño autónomo, sino un aspecto a considerar dentro
del rubro incapacidad sobreviniente... pues configura una disminución de aptitudes con
repercusiones en el patrimonio y la vida de relación del damnificado" ("Cantuarias Acosta,
Marco A. c/ Pasco Tenis Paddle S.A.", CNCiv., sala J, 26/02/2004, voto en disidencia
parcial de la doctora Brilla de Serrat).
* "La lesión psíquica, al igual que la física, provoca un daño patrimonial indirecto cuando
coadyuva con ésta para generar una incapacitación parcial y permanente que limita las
posibilidades económicas de la víctima, no sólo en el aspecto laborativo, sino en su vida
social y familiar" ("Luna, Juan B. c/ Delfino, Antonio M.", CNCiv., sala G, 03/11/1993).
* "el déficit en el ámbito psíquico debe ser diferenciado del daño moral, dado que, si bien
ambos afectan el equilibrio espiritual del damnificado, aquél reviste connotaciones de
índole patológica. Asimismo, debe ser diferenciado de la incapacidad sobreviniente, que
ha sido tipificada como la disminución en las facultades atenientes a lo laboral y al resto de
la vida social. El daño psicológico puede dejar incólumes las posibilidades laborales y el
resto de los aspectos vitales de un ser humano, considerados en su proyección hacia el
mundo exterior y sólo producir consecuencias disvaliosas en su vida interior" ("Peralta,
Antonio c/ Herman, Ramón E.", CNCiv., sala D, 16/06/1992, voto del Dr. Daray).
* "El daño psíquico -y su eventual tratamiento- debe ser indemnizado dentro del rubro
"incapacidad sobreviniente", pues los deméritos sufridos en la salud repercuten
íntegramente sobre las personas y cuando el daño ocasiona un menoscabo en el
patrimonio, se está en presencia de un daño material, cualquiera sea la naturaleza del
derecho lesionado" (Vázquez, Juan Carlos c/ Velázquez, Ricardo Alberto y otros", CNCiv.,
sala A, 10/09/2007, la Ley Online).
* "Dentro del rubro incapacidad sobreviniente debe ser indemnizada tanto la merma física
como la psíquica, ya que si bien éstas conforman dos índoles diversas de lesiones, ambas
repercuten unitariamente sobre el damnificado y se traducen en la minusvalía patrimonial
que surge por la disminución de las aptitudes para el desempeño de cualquier trabajo"
("Muñoz, Gabriel Ricardo y otros c/ Díaz, Ramón Antonio y otro", CNCiv., sala A, la Ley
Online).
Para comenzar este capítulo final, nos parece interesante efectuar la siguiente cita: "Para
los egipcios, la muerte era fundamentalmente la separación de las cinco partes esenciales
de que constaba el individuo. Tres de ellas estaban directamente vinculadas con la
condición material del ser humano: el cuerpo (khet), la sombra (shut) y el nombre (ren)...
Las partes inmateriales del hombre residían en dos entidades. Una era el ka, la parte
anímica,... El ka era el principio vital por excelencia: todos los seres humanos tenían el
mismo ka... La segunda parte espiritual del individuo era el ba, el conjunto de
peculiaridades íntimas de cada persona; o, utilizando un término actual, su
personalidad..."(46).
Desde antiguo la personalidad de cada individuo era considerado, para una de las
civilizaciones fundantes de la sociedad actual, como una parte absolutamente distinta de la
materialidad del hombre; entonces no cabe preguntarnos, en cierta medida, si al
considerarla como un integrante de la incapacidad sobreviniente no estamos retrocediendo
en cuanto a la concepción que tenemos sobre nosotros mismos como entes individuales.
Tal como los egipcios entiendo que la personalidad del ser humano, al verse afectada por
un evento traumático, merece una tutela propia y específica, diferenciada de las dos
categorías clásicas receptadas por el Código Civil.
Hemos visto que el rasgo distintivo del daño psíquico es su carácter patológico, término
que excede de sobremanera el ámbito del daño patrimonial o del agravio moral: estamos
frente a un daño que presenta como nota relevante su carácter de enfermedad tratable por
profesionales en un arte distinto al de la ciencia jurídica, circunstancia que, por menor que
parezca, no podemos pasar por alto.
La cuestión se encuentra en el bien afectado por el daño: y con ello no quiero tampoco
hacer referencia a la distinción que algunos autores formulan en el sentido de que uno
afecta el sentimiento y el otro el raciocinio sino en las consecuencias que el daño tiene
sobre la individualidad del sujeto. El agravio moral, con mayor o menor esfuerzo, podrá ser
superado por el individuo, mientras que el daño psicológico no podrá serlo sin la
colaboración de un profesional; de la misma manera no es de esperarse que el daño moral
genere consecuencias que modifiquen, en forma marcada y notoria, la vida del sujeto
mientras que el daño psíquico, mientras no encuentre amparo en un tratamiento eficiente,
es decir, mientras no logre ser elaborado por el propio sujeto, provocará distintas
distorsiones en la vida del individuo, tanto en su fuero íntimo como en su vínculo con los
restantes sujetos del entorno. Tampoco puede ser equiparado el daño psicológico a la
incapacidad sobreviniente, salvo que se quiera subsumir en un único concepto las diversas
entidades que conforman el ser humano. Las incapacidades físicas padecidas por un
sujeto, más allá de las implicancias que provoquen en la vida futura del sujeto, son
netamente diferentes a las consecuencias psicológicas que éste sufra ya que el daño
psíquico no tiene una incidencia sobre el cuerpo humano sino sobre el futuro
comportamiento que ese individuo mostrara ante la sociedad.
Muchas veces se lee que el daño psicológico, con fundamento en las consecuencias
patrimoniales que pueda acarrear para el afectado, debe quedar comprendido en la
mencionada incapacidad. Ello podría ser aceptable cuando el daño en la psiquis provoque
una disminución en las aptitudes del sujeto susceptible de privarlo de ganancias, pero cuál
es el fundamento para llevar a cabo esa asimilación cuando el daño en la psiquis provoca
una hiperactividad en el sujeto: resulta difícil de explicar.
Considero que nos encontramos frente a tres daños de distinta entidad, uno de los cuales
no puede subsumirse en ninguno de los otros dos. La psiquis del sujeto, como bien
tutelable, merece un resarcimiento individual y propio, ajeno al daño moral y a la
incapacidad sobreviniente: es un bien esencialmente distinto al comprendido por los daños
clásicos que debe ser resarcido como tal.
Es posible admitir que ciertas consecuencias del daño psíquico sean englobadas en el
daño patrimonial, léase los gastos de tratamiento, pero el daño psicológico debe ser
indemnizado en forma autónoma atento a la distinta naturaleza del bien tutelado frente a
los aspectos patrimoniales o extrapatrimoniales del daño: debe ser resarcido como un bien
propio del ser humano en sí mismo: la psiquis, distinta a los sentimientos comprendidos en
el agravio moral y a la integridad física del individuo.
Por último, cabe poner de manifiesto que, como bien propio del ser humano, cualquier
afección a la psiquis debe ser plenamente resarcida, ya sea permanente o transitoria. En
efecto, procede su reparación incluso en aquellos casos donde el tratamiento psicológico
puede paliar sus consecuencias en razón de que es innegable que el sujeto ha padecido
una afección en su psiquismo en el lapso que transcurre entre el acaecimiento del evento
traumático y el alta del tratamiento.
Es una distinción sutil, otorgarle individualidad a la psiquis como bien propio de la persona
humana o entenderla comprendida dentro de cualquiera de los daños clásicos: nosotros
escogemos la primera de las posturas por considerarla como un bien con individualidad
que no provoca consecuencias sobre el físico o los sentimientos del sujeto.
3) BREBBIA "El resarcimiento del daño moral después de la reforma de la ley 17.711", ED,
58-239.
4) S.C.B.A., Ac. L. 41225, 14/03/89, "Vázquez, Ángel Eduardo V. Cia. Ind. Ganadera Penta
s/daños y perjuicios", DJJ 136-149 5) Cam. Nac. de Apelaciones Especial en lo Civil y
Comercial, sala V, 23/05/1988, "Banfi, Argentina y otro c/ Yedro, Raul H. y otro", La ley
1989-C-638.
6) DARAY, Hernán, "Daño psicológico", Ed. Astrea, página 16, 2º edición.
7) Cam. Nac. Civ. Sala H, 14/06/96, "Fioritu, Elvira c/ Maldonado, Ramos y otros, LL 1997-
A-177.
9) MILMAINE, José E., "el daño psíquico", en Ghersi, Carlos A. "Los nuevos daños:
soluciones modernas de reparación", Ed. Hammurabi, Bs. As., 1995, página 74, Nº 15.
10) KRAUT, Alfredo J. "Los derechos de los pacientes", Ed. A. Perrot, Bs. As., 1997,
página 140, Nº 23.
11) GHERSI, Carlos, "Valuación económica del daño moral y psicológico: daño a la
psiquis", Ed. Astrea (2000), página 172.
14) CCCom. de Lomas de Zamora, sala I, 10/06/2004, "Machado, José Luis c/ Camayo,
Roberto Omar y otros s/ daños y perjuicios"; CCCom. de Azul, sala II, 25/11/2003, "Lucero,
Emilio Raúl y otros c/ Suardiaz, Marta y otros s/ daños y perjuicios".
16) Càm. Nac. Civ., sala B, 16/11/1999, "P., B. D. c/ Zunino de Cardoner, Laura M. y
otros", L.L. 2000-D-493.
17) Cám. Nac. Civ., sala M, 28/02/1994, "Garrica, Olga c/ El Puente S.A.", J.A. 1994-IV-
695.
18) Cám. Nac. Civ., sala H, 27/06/2000, "Cernevale, Luis A. c/ Microómnibus Norte S.A. y
otros", Revista Responsabilidad Civil y Seguros 2001-171.
19) PUHL, Stella M., SARMIENTO, Alfredo J., IZCURDIA, María A. y VARELA, Osvaldo
H., "Daños a las personas en el discurso psicológico jurídico", páginas 55-69, "La
psicología en el campo jurídico", Ed. E.C.U.A. (2005).
21) PUHL, Stella M., SARMIENTO, Alfredo J., IZCURDIA, María A. y VARELA, Osvaldo
H., op. citado.
26) Posturas que exceden el marco de este trabajo y para cuya profundización remitimos a
la obra de DARAY, Hernán "Daño psicológico", editorial Astrea, 2º edición, páginas 162-
172.
27) PUHL, Stella M., SARMIENTO, Alfredo J., IZCURDIA, María A. y VARELA, Osvaldo
H., "Daños a las personas en el discurso psicológico jurídico", páginas 55-69, "La
psicología en el campo jurídico", Ed. E.C.U.A. (2005).
28) ZAVALA DE GONZALEZ, "Daños a las personas: integridad psicofísica", tomo II a, Ed.
Hammurabi, Bs. As..
29) PUHL, Stella M., SARMIENTO, Alfredo J., IZCURDIA, María A. y VARELA, Osvaldo
H., "Daños a las personas en el discurso psicológico jurídico", páginas 55-69, "La
psicología en el campo jurídico", Ed. E.C.U.A. (2005).
30) CCivCom. Morón, sala II, 09/08/1994, JA, 1998-I-66, secc. índice, nº 39.
31) CNCiv, sala K, 21/06/2007, "Ferrero, Héctor Horacio c/ Tecore SRL y otros", La Ley
24/01/2009, pág. 4.
32) CNCiv., sala A, 22/03/2007, "Ranrroc, Juana Esther c/ Trenes de Buenos Aires", La
Ley 2007-D-316.
35) CCCom. De San Isidro, sala I, 03/07/2003, "Calderón, Cintia y Gómez, Natalia c/
Escobar, Bonifacio s/ daños y perjuicios".
36) CCCom. De Azul, sala II, 29/05/2001, "Condorelli, Marta Hilda c/ Damming, Alfredo
Federico y otra s/ daños y perjuicios".
37) CASIELLO, Juan José, "Sobre el daño moral y otros pretendidos daños", La Ley 1997-
A-177, comentario a fallo.
38) CIPRIANO, Néstor Amílcar, "El año psíquico", La Ley 1990-D- 678.
41) SCJBA, 02/08/1994, "Gómez, Aurelio y otros c/ Agri, Antonio s/ daños y perjuicios", Ac.
52.258.
42) GALDOS, Jorge Mario, "Daños a las personas en la provincia de Buenos Aires", En:
Determinación judicial del daño I.- (En: REVISTA DE DERECHO DE DAÑOS, Buenos
Aires, Rubinzal-Culzoni, 18-MAR-05, Volumen: 2004-3).
44) CCCom. de San Isidro, sala II, 25/03/2004, "D´Angelo, Alejandro c/ Strina, Juan Carlos
y otros", L.L. B.A. 2004-909.
46) "El más allá en el antiguo Egipto", Revista "Historia. National Geographic", número 68,
páginas 26-39.
[Contenido Relacionado]
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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58-239. - CASIELLO, Juan José, "Sobre el daño moral y otros pretendidos daños",
comentario a fallo, La ley, 1997-A-177. - CIPRIANO, Néstor Amílcar, "El año psíquico", La
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GONZALEZ, "Daños a las personas: integridad psicofísica", tomo II a, Ed. Hammurabi, Bs.
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Suplemento IV - abril de 2006, REVISTA DE RESPONSABILIDAD CIVIL Y SEGUROS,
Buenos Aires, La Ley, 04-MAY-07, Volumen: 2006.
COD CIVIL Y COMERCIAL
Sección 4ª.
Daño resarcible Artículo 1737. Concepto de daño Hay daño cuando se lesiona un derecho o un
interés no reprobado por el ordenamiento jurídico, que tenga por objeto la persona, el
patrimonio, o un derecho de incidencia colectiva.
Artículo 1740. Reparación plena La reparación del daño debe ser plena. Consiste en la
restitución de la situación del damnificado al estado anterior al hecho dañoso, sea por el pago
en dinero o en especie. La víctima puede optar por el reintegro específico, excepto que sea
parcial o totalmente imposible, excesivamente oneroso o abusivo, en cuyo caso se debe fijar
en dinero. En el caso de daños derivados de la lesión del honor, la intimidad o la identidad
personal, el juez puede, a pedido de parte, ordenar la publicación de la sentencia, o de sus
partes pertinentes, a costa del responsable. Arts. 1741 - 1746 272 | Ministerio de Justicia y
Derechos Humanos de la Nación
Artículo 1741. Indemnización de las consecuencias no patrimoniales Está legitimado para
reclamar la indemnización de las consecuencias no patrimoniales el damnificado directo. Si del
hecho resulta su muerte o sufre gran discapacidad también tienen legitimación a título
personal, según las circunstancias, los ascendientes, los descendientes, el cónyuge y quienes
convivían con aquél recibiendo trato familiar ostensible. La acción sólo se transmite a los
sucesores universales del legitimado si es interpuesta por éste. El monto de la indemnización
debe fijarse ponderando las satisfacciones sustitutivas y compensatorias que pueden procurar
las sumas reconocidas.
Artículo 1743. Dispensa anticipada de la responsabilidad Son inválidas las cláusulas que eximen
o limitan la obligación de indemnizar cuando afectan derechos indisponibles, atentan contra la
buena fe, las buenas costumbres o leyes imperativas, o son abusivas. Son también inválidas si
liberan anticipadamente, en forma total o parcial, del daño sufrido por dolo del deudor o de
las personas por las cuales debe responder.
Artículo 1744. Prueba del daño El daño debe ser acreditado por quien lo invoca, excepto que la
ley lo impute o presuma, o que surja notorio de los propios hechos.
Artículo 1746. Indemnización por lesiones o incapacidad física o psíquica En caso de lesiones o
incapacidad permanente, física o psíquica, total o parcial, la indemnización debe ser evaluada
mediante la determinación de un capital, de tal modo que sus rentas cubran la disminución de
la aptitud del damnificado para realizar actividades productivas o económicamente valorables,
y que se agote al término del plazo en que razonablemente pudo continuar realizando tales
actividades. Se presumen los gastos médicos, farmacéuticos y por transporte que resultan
razonables en función de la índole de las lesiones o la incapacidad. En el supuesto de
incapacidad permanente se debe indemnizar el daño aunque el damnificado continúe
ejerciendo una tarea remunerada. Esta indemnización procede aun cuando otra persona deba
prestar alimentos al damnificado.
Artículo 1747. Acumulabilidad del daño moratorio El resarcimiento del daño moratorio es
acumulable al del daño compensatorio o al valor de la prestación y, en su caso, a la cláusula
penal compensatoria, sin perjuicio de la facultad morigeradora del juez cuando esa
acumulación resulte abusiva.
Artículo 1748. Curso de los intereses El curso de los intereses comienza desde que se produce
cada perjuicio. Sección 5ª. Responsabilidad directa
Artículo 1749. Sujetos responsables Es responsable directo quien incumple una obligación u
ocasiona un daño injustificado por acción u omisión.
Artículo 1750. Daños causados por actos involuntarios El autor de un daño causado por un acto
involuntario responde por razones de equidad. Se aplica lo dispuesto en el artículo 1742. El
acto realizado por quien sufre fuerza irresistible no genera responsabilidad para su autor, sin
perjuicio de la que corresponde a título personal a quien ejerce esa fuerza.