Ensayo Warma Kuyay
Ensayo Warma Kuyay
Ensayo Warma Kuyay
INTRODUCCIÓN
Warma Kuyay es un cuento del escritor peruano José María Arguedas publicado en 1933 en la
revista Signo de Lima, aunque presumiblemente por un error tipográfico apareció titulado
como «Wambra Kuyay». Fue el primer cuento divulgado por el autor (al menos del que se
tiene constancia) y junto con otros dos relatos, «Agua» y «Los escoleros», conformó su primer
libro, titulado Agua, que fue publicado en 1935. Warma Kuyay es un cuento breve pero bien
elaborado, que inauguró una nueva época en la historia del indigenismo literario en el Perú[1]
y que ha sido considerado como una de las mejores obras de Arguedas.
FUNDAMENTOS
La obra trata sobre un niño llamado Ernesto, sobrino de uno de los dos patrones de la
hacienda Viseca, que se enamora de una india joven llamada Justina, a quien una noche la ve
bailar en el patio del caserío. Pero ella prefiere al Kutu, un joven indio y novillero, empleado de
la hacienda. Ernesto no entiende cómo, siendo el Kutu feo y con “cara de sapo” pueda ser el
preferido de la Justina. Ella y los demás indios se burlan de Ernesto, quien se retira
avergonzado mientras continúa el jolgorio, hasta que llega don Froylán, el otro patrón, quien
sacude su látigo y manda a dormir a todos. Esa misma noche Ernesto se entera que don
Froylan ha abusado sexualmente de Justina, cuando esta fue de mañana a la toma de agua
para bañarse. Es el mismo Kutu quien le cuenta esta desgracia, y entonces Ernesto le incita a
que asesine al ofensor. Pero el novillero se niega por «ser indio», es decir, socialmente inferior,
además porque el patrón tenía nueve hijos que aún eran muy pequeños. Ernesto no entiende
estas razones y cree que por maula o cobarde el Kutu no quería enfrentar al malvado patrón.
El Kutu trata de consolarle, diciéndole que pronto se iría y le dejaría a la Justina para él solo. En
las noches, el Kutu iba al corral y daba de latigazos a los becerros del patrón, a modo de
desquite; Ernesto lo veía y aprobaba su acción, pero luego se arrepentía y abrazaba a los
animales, llorando y pidiéndoles perdón por tal crueldad. Dos semanas después, el Kutu,
hastiado de las humillaciones, se marcha de la hacienda, dejando a la Justina. Ernesto
mantiene su amor por la muchacha aunque sin guardar esperanzas, pues su amor era solo un
warma kuyay (amor de niño) y no creía tener derecho sobre ella; sabía que debía ser de otro,
de un hombre ya mayor. Finalmente Ernesto es llevado a la costa, donde vive amargado y
languidece «como un animal de los llanos fríos trasladado al desierto», imaginando que lejos,
el Kutu, aunque cobarde, llevaría una vida mejor trabajando en las haciendas de la sierra.
CONCLUSIONES
El relato está narrado en primera persona; el narrador se hace llamar Ernesto, que no es sino
el mismo Arguedas relatando un episodio de su niñez, sin duda ya distorsionado y cargado de
fantasía. La narración se abre con un coro de voces y entre los parlamentos y cantos hay
brevísimas apuntaciones impersonales sobre el escenario («Noche de luna en la quebrada de
Viseca»), lo que da al texto un semblante de un libro dramático.Este relato, como muchas de
las obras narrativas del autor, es de una gran belleza plástica. El hermoso colorido de los
bailes, las canciones y los poemas quechuas se nos muestra en toda su dimensión. En este
relato se advierte el primer problema que tuvo que enfrentar Arguedas en su narrativa: el
encontrar un lenguaje que permitiera que sus personajes indígenas (monolingües quechuas) se
expresaran en idioma castellano sin que sonara falso. Tras una larga y angustiosa búsqueda del
estilo adecuado, Arguedas resolvió el problema con el empleo de un «lenguaje inventado»:
sobre una base léxica fundamentalmente ca
stellana, injertó el ritmo sintáctico del quechua.