382 Invpubjara 01
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Lavalle,
J.
(1988).
El
jarabe...
El
jarabe
ranchero
o
jarabe
de
Jalisco.
México,
D.F.:
Cenidi
Danza/INBA.
Descriptores
Temáticos
(palabras
clave):
El
jarabe
(baile
tradicional),
danza
popular
tradicional,
bailes
tradicionales,
bailes
populares,
Jarabe
(Dance),
popular
dances,
folk
dancing.
EL JARABE ...
El jarabe ranchero o jarabe de Jalisco
Josefina Laualle
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EL JARABE... o&r~ . 1
El jarabe ranchero o ja rabe de Jalisco
Coordinación editorial: Margarita Tortajada y
AlejandrinaEscude10
Dibujos: Arturo Zama.ripa
Reproducción fotog1áfica: Fernando Maldonado
Producción: Dirección General de Promoción
Cul1uralde la SEP.
Pumera edición
DA 0 1988. INBA/Dirección de Investigación
y Documentación de las Artes
Nueva York 267, Col. Nápoles
C.P. 03810, México, D.F.
lmpresoyhechoenMéxico
PrmredmMex1co
ISBN: en 11ám11e
EL JARABE ...
EL JARABE RANCHERO O
JARABE DE JALISCO
Josefina Lavalle
INBA
ÍNDICE
PRESENTACIÓN .
INTRODU CCIO N
El jarabe ranchero o jarabe de Jalisco . 13
CAPiTULO 1
El jarabe y sus anteceden t es genéricos . , 9
CAPITULO JI
El jarabe como género bailable en los escenarios tea-
trales de los siglos XIX y xx, 47
• Anna Pav lova y el jarabe tapatío . 59
• Las consecuencias . 96
CAPÍTULO 111
El jarabe ranchero o jarabe de Jalisco . , 01
• Cómo y dónde surge . 101
• Mi primer jarabe. En Guadalajara . 107
CAPITULO IV
Análisis de la estructu ra del jarabe ranchero o jarabe
de Jalisco . 11 9
Secuencia . 11 9
Análisis de cada parte, en relación con su conte-
nido, sus antecedentes y su forma.. 121
CAPÍTULO V
Anotación de los pasos y de la coreografía del jarabe
ranchero o ja rabe de Jalisco . 135
• Guia para lectura de la anotación.. 136
• Anotación por son o parte... 1 40
CAPiTULO VI
Partitura del jarabe ranchero o jarabe de Jalisco . 161
CAPiTULO VII
Vestuario que propone el Dr. Sánchez Flores para la
reproducción e interpretación del jarabe ranchero o
jarabe de Jalisco. 179
CAPÍTULO VIII
Datos biográficos del Dr. Francisco Sánchez Flores . 187
Testimonios . 189
• Francisco Sánchez Flores y la danza . 197
• Francisco Sánchez Flores y la literatura . 21 4
A Jas Aeuter.
PRESENTACIÓN
10
entrevistas con el Dr . Sánchez Flores en et incomparable
ambiente de su bellisma casa de Guadalajara .
A Sofla Amelía Agatón y Jimena Ru iz Lavalle, pasantes
de la carrera de danza cont emporánea de la Escuela de Dan -
za Contemporánea del Sistema Nacional para la Enseñanza
Profesional de la Danza dependiente del INBA, va también
nuestro agradecimiento , ya que sin su apoyo - al realizar la
árida tarea de recopilación de los materiales en bibliotecas y
hemerotecas - el tiempo dedicado al presente trabajo se hu-
biera triplicado .
Debo dejar constanc ia también del apoyo que nos brindó
el Lic. luis Garza Alejandro, Director General de Promoción
Cultural de la SEP, al proporcionarnos los medios económi-
cos con los cuales se llevaron a cabo los trabajos de campo,
y hacer posible la edición de esta obra.
Sin el apoyo y el estimulo de todos ellos , así como el de
Patricia Aulestia, Directora del CENIOl-DANZA y de tas autori-
dades de la Dirección de Investigación y Documentación de
las Artes del INBA, nuestro esfuerzo - "granito de arena " en
el gran océano que constituye el campo de la investigación
de la danza - no hubiese visto la luz.
Josefina lavalle
Septiembre de 1987 .
11
INTRODUCCIÓN
13
De ahí que muchas veces se propongan acciones,
dentro de !a educación escolarizada, que pretenden exaltar
esos valores, pero que por falta de información y responsa-
bilidad, o bien por confusión intelectual, sea de manera
consciente o no, se proporciona al educando una imagen
falsa y arbitraria, superficial y "turística" de nuestra iden-
tidad.
Tal es el caso de la utilización de la danza llamada
"folklórica", tanto en el ámbito de la enseñanza escolariza-
da (primaria, secundaria, bachillerato). como en la esfera de
la educación profesional de ese arte de la danza.
La irresponsabilidad e ignorancia con la que se manejan
los conceptos de "mexicanidad", "identidad nacional",
etc. propician - dentro de la educación artística, entre
otras- el uso indiscriminado de bailes y danzas supuesta-
mente fotklóricos, y claro está "muy mexicanos", avalados
diaria y constantemente por la televisión comercial y del Es-
tado, sin que desafortunadamente lleven la leyenda explí-
cita de "este producto puede ser perjudicial para la salud
mental y la destrucción de nuestras culturas"
Es una realidad la confusión que existe en el campo de la
"danza fo!klórica" escénica, entre maestros, alumnos, di-
rectores de grupos de danza, llámese folklórica o regional;
ejecutantes e investigadores, en relación con la autenticidad
y veracidad de lo que cada uno propone en sus diversos es-
pectáculos, aseguran muchas veces, poseer la calidad de
hecho folklórico o la autenticidad de "danza prehispánica",
confusión que se multiplica, de manera geométrica, en la
mente sorprendida del alumno de primaria o secundaria, que
se encuentra bombardeado por una parte, por los "coloridos
ballets folklóricos" y por la otra, ante una enseñanza defi-
ciente, transmitida por un maestro a quien no se ha dado los
medios adecuados para su cabal preparación.
De ahí que el presente trabajo no pretenda dirigirse a los
especialistas de la investigación de la danza, sino más bien
pretende ser una herramienta para los maestros deseosos
de comprender el complejo desarrollo de Ja danza como
14
quehacer humano, con todas sus formas y derivaciones, y
dejarles el testimonio de una RECREACIÓN - a nuestro juicio
bien cimentada - de uno de los géneros sobresalientes de
nuestra danza popular, que por espacio de más de un siglo
recorrió figones, subió a escenarios, vivió en haciendas y
rancherias y terminó prácticamente sus días como símbolo
oficial de "mexicanidad", en fiestas escolares. Todo eso es
el JARABE.
De ese amplio panorama hemos seleccionado un jarabe
de rancho acostumbrado posiblemente en las postrimerías
del siglo pasado, en una versión que nos ha heredado el Dr .
Francisco Sánchez Flores, prestigiado investigador jaliscien -
se y uno de los mejores bailadores de jarabes, profundo co-
nocedor de las costumbres de su tierra, sensible hasta no
más, " Taita, topil, sipil y a un tiempo jocoyote; cacique
blanco, aunque moreno; blando. Bailador y pintor; hechice-
ro", como lo llamara Don Agustin Yáñez.
Ese jarabe de rancho, bautizado por el mismo Dr.
Sánchez Flores como jarabe ranchero o jarabe de Jalisco, re-
coge las caracteristicas de su procedencia: el rancho y de su
antecesor: el jarabe de taberna, y nos ofrece, a través de
sus 30 sones o partes, una visión del hombre de campo y de
"a caballo" en la acción juego -galanteo, por medio de la
cual podemos recoger todo un esquema de la vida de ese
hombre y del carácter de su relación amorosa con su pareja.
La versión del Dr. Sánchez Flores, de este jarabe
ranchero, nos sirve de motivo para exponer nuestra certi-
dumbre en cuanto a que las danzas, y sobre todo los bailes
populares, han sufrido múltiples vicisitudes cambios y adi-
ciones a lo largo de su desarrollo, modificaciones según han
pasado -debido al interés humano- de una esfera del
quehacer dancístico a otra - danza popular a danza escéni-
ca o viceversa-, entremezclándose e interinfluyéndose de
tal modo que, con frecuencia, es dificil definir dónde quedó,
dónde perdió o dónde se inició tal o cual característica.
Así cuando hablamos del jarabe, habría que preguntarse
¿Cuál de todos? ¿el que se bailaba en pulquerías y figones?
15
¿el que se usó en las fiestas escolares? ¿el que se bailaba en
Santa Anita?, ¿el que hacia las delicias de nuestros abuelos
y bisabuelos en los escenarios de los viejos teatros de la ca-
pital o el ampliamente comentado, que bailó Anna Pavlova?
Todos ellos son una forma del jarabe y ocupan un espacio en
su propia historia y en la nuestra, con sus características es-
pecíficas. Surge cada uno de un contexto diferente que a su
vez los define y todos nos muestran todo un marco de refe-
ren·cia rico para su análisis.
Es pues importante diferenciar los géneros con el objeto
de que no "aparezca el gato y salte la liebre", es decir, co-
mo dicta de modo certero el refrán, nos den "gato por
liebre''
Por otra parte, han sido muchos los estudiosos, espe-
cia lmente etnomulsicólogos, que se han ocupado del jarabe.
Entre ellos es ampliamente conocido el estudio realizado por
uno de nuestros eminentes investigadores: Gabriel Saldívar,
quien se ocupó profundamente del tema. Son también en-
cantadoras las alusiones que de este género dancfstico ha-
cen los escritores de costumbres, como Don Niceto de Za-
macois, García Cubas, Guillermo Prieto y otros, de los que
solamente sentimos no hubiesen sido más prolijos y
explícitos, en cuanto a la descripción de los movimientos
propios del baile, pues se hubiese evitado que con tan
amplio criterio e imaginación(?), por decirlo así, fuera abor-
dada su reconstrucción.
l os archivos de la Inquisición nos ofrecen también,
entre otros datos importantes, material relativo a las formas
del movimiento usadas para bailar el jarabe y otros bailes de
la época, pero por su carácter de ser bailes prohibidos, los
testimonios de los denunciantes, a quienes les tendríamos
que dar crédito, hacían énfasis o quizá exageraban sus ver-
siones de aquellos movimientos que mucho tuvieran de las-
civos, dejando de lado los meramente dancfsticos.
l a verdad es que conocemos los movimientos y pisadas
de ciertas formas del jarabe por un mera tradición oral, pero
ningún estudio nos informa en detalle de sus movimientos;
16
por lo tanto no podemos asegurar que los pasos o pisadas
que ahora conocemos como propios del jarabe o de los jara -
bes, sean los mismos con los que se bailaban en el siglo XIX,
ni existen datos para establecer esa comparación.
Don Guillermo Prieto, con su encantadora y graciosa
prosa costumbrista, nos adentra en el estilo y en el uso de
ciertas formas de aditamentos utilizados por los bailadores,
sin embargo, poco podemos saber con certeza y a falta de
datos precisos debemos contentarnos con deducir de toda
la información aquello que por lógica nos sea revelado ,
hablando desde el punto de vista de la danza .
Por lo mismo, hemos creído urgente, tratar de salvar pa-
ra el futuro este escollo, incluyendo una notación dancistica
o del movimiento, aunque sea rudimentaria pero que, con-
tando con el posible margen de error, pueda servir al maes-
tro o al interesado en el asunto para reconstruir, con más o
menos fidelidad, los pasos y movimientos de la versión del
jarabe ranchero o jarabe de Jalisco que nos ocupa . Conside -
ramos que un trabajo de estas caracteristicas quedaría in-
completo si no se abordara el aspecto dancístico pro-
piamente, por más profundo que fuese su análisis contex -
tual.
La notación que hemos elaborado no pretende ser exhaus-
tiva, es decir, anota sólo los movimientos de los pies, lo
cual, por la complejidad propia de la danza , resulta ya bas-
tante arduo, sin embargo, la consideramos accesible para
quien tenga la voluntad y el interés de traducirla.
En conclusión , en este trabajo recogemos las opiniones
de quienes ya han transitado por el estudio del tema, pero
proporcionamos también los puntos de vista que arroja un
análisis dancístico, que sirva al especialista de esta área, pa -
ra la reconstrucción práctica de un jarabe de rancho, que por
sus características consideramos valioso.
Quede, pues, el deseo de contribuir con este esfuerzo al
trabajo que realiza el maestro de danza -tan necesitado de
material didáctico - y la pretensión de clarificar, en alguna
medida, los antecedentes y vicisitudes de un género dancls-
17
tico 1tan socorrido, por utilizado, ·en nuestros medios esco-
lares.
18
CAPITULO 1
Niceto de Zamacois
V
ersos y definición
del jarabe que nos
deja Dor1. Niceto de Zamacois, español enamorado de
nuestro país y profundo conocedo~ de nuestras costumbres
de mediados del siglo XIX, dicen:
19
1. Un1 u11mp1 de 1n11tlo, QUI u un p1lmot de m0\l11Tnento y de
alegrll , no. cll une ide1 gr•fle1 de 11 vida l)Of)Ular hace una edlcl de
abuelo. El pueblo era, 1yer como nov. amigo de 11 s ocilbihcl1cl, y no
1enlendo clSmos ru 1ivolis. 1euniase en el figón pc>pullr. QU. 111 nll
de bl ~• . de gulcle1mus y de1hpuces . i.. hibilcle1 mA!J p1n1or1sca lr1·
1emiubl In esa hol1 de solll Que sorpieoclió uno de nuestros dibu ·
}ln1es de 1n111W, pue1 Dee1en e11 el ed+lor, y los •!111111 eran un
grupo de muchachos mo1ocanos bohemio•, L. C111ro, J . Campino, L
Audl y G. Rodrfguei. que dibu¡aban del '1llUlll lo que 61 le1 lndic1bl
oeloleieg(ln." IRubtn M . C1mpo1o. EJfollllol9ylamUS1C•n»1uc•~I
20
més directa emparentado con la seguidilla que ve las luces
en los albores del siglo XVI.
Sarao, jarabe o "xarab" del árabe, el nombre de
nuestro baile se presta a la especulación de los investigado-
res y se pierde en Jos intrincados vericuetos del quehacer
popular, con frecuencia tan dificil de desentrañar, de escla-
recer, de penetrar.
Del canario y la zambra -danza coral esta última de ori-
gen árabe, que, al decir de Gabriel Saldfvar y de otras autori-
dades, sufrió influencia americana en el siglo XVI-, surge el
fandango, género de baile que al mismo tiempo da su
nombre a la fiesta, y que posiblemente resulta el anteceden-
te más lejano del jarabe.
Es indudable la vinculación de dependencia que existe
entre nuestros bailes de tarima y las antiguas seguidillas y
fandangos españoles. Algunos autores hasta han querido
ver una relación significativa entre tas palabras fandango y
huapango, sin dejar de considerar su posible origen autócto-
no de "cuahuitf': leño o madera; "ipan": sobre él; "co": lu-
gar, o sea sobre el tablado, sobre la tarima.J Bailes de tarima
que según Saldlvar reciben el nombre de jarabes cuando se
bailan en los estados de Nayarit, Durango , Colima, Michoa-
cán, Jalisco y otros, y huapangos y sones de tarima los que
se acostumbran en las costas, pero todos ellos con un mis-
mo origen, derivado de los bailes españoles. 4
El fandago, a su vez, tiene como antecedente directo al
canario, baile antiguo, usado entre pavanas, courantes y
aUemandas en tas cortes europeas del siglo XVI, y uno de los
primeros en los que encontramos la forma coreográfica de
pareja, de galanteo franco y con el uso del golpe de planta,
tacón y metatarso.
Autores e historiadores de la danza no se ponen de
acuerdo en la procedencia de este baile, algunos lo hacen
provenir de las Islas Canarias, y otros aseguran que se "deri-
va de un ballet compuesto para una mascarada en la cual los
bailarines estaban vestidos de reyes y reinas de Mauritania,
21
22
2 . T1pica China, siglo x1x.
23
3 G1abldo lrancfs de Babu1t1 . Princlpl09 de Jlglo XIX. Alusrvo a un fan -
dango en Mé•co. aun con luene 1nfluenc.- esoal'loia.
24
una vez realizado esto, se vuelve como antes. Entonces la da-
ma viene y efectUa lo mismo frente a él, volviendo después al
lugar donde estaba y ambos continúan estas idas y venidas
tantas veces como la diversidad de los pasajes se lo permite.
Y advertid que estos pasajes son animados, aunque extrañoS
v fantásticos, pareciéndose en gran manera a las danzas de
los salvajes. Los aprenderéis de aquellos que los saben y po-
déis inventar nuevos a vuestro gusto. Sólo os daré ta melodfa
de esta danza v algunos movimientos de Jos pasajes que tos
bailarines 1ienen costumbre de hacer v que los espectadores
gustan contemplar.7
25
Y continúa:
4 . El¡.anbfl Utogr11!!1 .
26
que previamente se ejecutara el paseo de las parejas, y su
condición de haber sido uno de los bailes principales entre
los de "requerimiento y rechazo" del siglo XVI, caracterfstica
fundamental de nuestros sones y jarabes.
Dejemos que también Curt Sachs nos relate o, más bien,
nos describa el juego coreográfico de las canaries:
¿. ¿ ¿.
¿ ~
¿. ==¡ e:- - ··==-r
do.
27
5. El}a,,IH. Ernt11tolcu1.
28
no a la degeneración licenciosa , tanto en letra como en mo-
vimientos, da la segu idilla manchega , asf como a los bole-
ros, se agregó el apelat ivo de jarabe, entre otros .u
A principios del siglo xvm adquieren las seguidillas tanta
importancia que las diferentes regiones de Espal'a se las
apropian , bautizándolas los andaluces como seguidillas bo-
leras , mallares y sevillanas ; en Santander como pasiegas y
aparecen también las guipuzcoanas, gallegas y zamoranas .
Si tales innovaciones suced/an en la Penlnsula , no deja-
ron de tener su contraparte entre los habitantes de la Nueva
Espal'a , quienes pronto empezaron a produc ir sus crea -
ciones propias, no faltas de ingenio y picardla .
Nada de extrai'lo tendrla que Igualmente " la nueva
t ierra " aportara a las diferentes formas del baile peninsular,
29
30
8
--·
C1vd.dimos y llfte ..nos Licognflm de G M Kuri sobre dibUIOI dit M
31
Cierto es que en el Archivo General de la Nación, en el
ramo Inquisición se consignan numerosas prohibiciones en
relación con ciertos bailes supuestamente lascivos "contra-
rios a la profesión del cristianismo y propiciados por el mis-
mo demonio padre de la mentira (el que) se ha visto precisa-
do a confesar que él es el autor de dichos bailes" . 14
Sin embargo, en los años de las primeras denuncias de
esos bailes aún no se les llamaban jarabes, sino más bien se
les conocía por el nombre que recibía la tonadilla, como la
del jarro, denunciada al Santo Oficio en el año de 1752, "en
la que según al decir de un clérigo que estuvo en el fandango
en que se cantó, es son que resucita las almas". is
Ya desde 1778 se menciona al "baile deshonesto" pan
de manteca, o tirana, el cual sigue siendo objeto de persecu-
ciones en años posteriores, en diferentes regiones de la Re-
pública. Se vuelve a mencionar en el bando que prohibe
bailes indecentes fechado en 1782, en la ciudad de Ante-
quera, Valle de Oaxaca.
En el edicto mencionado se queja el Obispo de Oaxaca
con amargura, que en esa ciudad y Obispado
32
ciones sean el mismo baile, pues en la séptima década del
siglo XVIII aparece un jarabe con el nombre de pan de jarabe
" también denunciado por sus versos ofensivos de castos
oídos y sus movimientos acariciantes y llenos de voluptuosi ·
dad ... " 17
De ese modo, si en 1752 año de las primeras denuncias
de tonadillas prohibidas ante la Santa Inquisición aún no se
les mencionaba con el nombre de jarabe, para 1770 ya apa ·
rece con tal nombre.
Las prohibiciones continuaron con mayor energía en los
primeros años del siglo XIX, en ellas ya se hace una franca
referencia a la forma jarabe, como en el caso del jarabe gatu-
no, cuya música no ha sido posible identificar. Mucho me·
nos ha quedado constancia de la forma coreográ f ica de la
que se han ocupado poco los investigadores de esa y de to·
das las épocas, debido a su desconocimiento de la materia,
y a la falta de una notación coreográfica adecuada. Sin em ·
bargo, en el caso que nos ocupa, quedaron descripciones
debidas a los relatos de los denunciantes al Santo Oficio, los
que con frecuencia reconstruían con cierto detalle las licen-
cias que se permitían durante la ejecución de los bailes de-
nunciados, que según ellos sólo eran bailados en casa ordi-
narias de mulat os y gente de color "quebrado", soldados,
marineros y broza, dando barriga contra barriga y "mezclan -
do manoseos de tramo en tramo".
Los círculos elevados, es justo decirlo, también tenian
lo suyo pues en años posteriores el Arzobispado de la
Ciudad de México lanzó un edicto por el cual se prevenía a
los habitantes de la capi tal, se abstuvieran de disfrazarse
con motivo del Carnaval so pena de excomunión . La prohibi ·
ción les fue dada a conocer el domingo de Carnaval, durante
las misas y en medio del alboroto y la preparación para las
fie stas.
Aunque la mitra no reveló los motivos de tal prohibi·
ción, se decía que existían dos razones: primero, el uso fre ·
cuente del disfraz de fraile, y segundo, que recién se había
celebrado un baile de máscaras en una casa panicular, en la
33
que los invitados no llevaban puesto más prenda que el anti-
faz. 1e
Pero volvamos al jarabe. Innumerables son, pues, los
casos de prohibiciones de música y bailes, por denuncias al
Santo Oficio y cuyas descripciones podemos encontrar con
más detalle en el capítulo sobre el jarabe amplia y sabiamen-
te escrito por Gabriel Saldívar, en su Historia dela música en
México y en su espléndido trabajo sobre el tema que nos
ocupa. De Saldívar hemos tomado 1a siguiente letra de un ja-
rabe fechado por él, en 1795, dato que nos lleva a asegurar
que este género del baile popular, era ya perfectamente co-
nocido en las postrimerías del siglo XVIII:
34
9 Grabfdo de BocQultl y d1b1.110 de FOt'HV (1840-18501
PeflDllil)el 11pic:os me111caoos
35
10 UChina,1lglox111
~china, QUe nada 11une que ver con la ''ch1na poblana" Hldua concurren-
te a los ligones:' .I• le PftlfJ\mlas a un loterato, te responde16 que la china
es una 11111slón de la m1111 espalkila, v el erud110 1e diré que no lllS 01ra cos.a
que un mal boJQue¡o de la manola. pero a mi que no soy n1 erudito m litera
10, la china es la 1eg111ma y heunou h•Jll de Mb1co. v un con¡un10 de ten -
taciones capaz de hace1me 1bandonat mis cos1umbres pacificas "
!Guillermo Pnelo MttmorkU de mt:r t1t1mptJ$)
36
Santa Anna v de muchos de sus hombres, exigían una reafir-
mación de los valores nacionales, los que quedaron plasma-
dos de manera clara en las obras literarias de Don Guillermo
Prieto v de muchos escritores de la misma época.
En sus Memorias, Don Guillermo menciona al pan de ja-
rabe como el género de baile más usado por la gente del
pueblo antes de la Independencia, mientras que la clase
"encopetada", segUn nos relata, se ocupaba de los minués,
del campestre y del olé.19
37
Estaba una v1e¡a
en su balconcito
gr1U1ndole al gato :
bichito, bichito ...
38
sentado así como otros sonecitos del país (trompito, perico,
etcétera).20
Y el gato picaresco:
También deja bien claro cuáles eran los bailes que se acos-
tumbraban en las distintas clases sociales:
39
Formaba contraste esta queja de trovador melancólico con el
malcriado, que aún vivia, y se bailaba con sombreros anchos,
mangas embrocadas, calzoneras y sables de vaina de acero
que se arrastraban durante el baile, se sacaban y esgrimían en
un momento dado, calentándose los combatientes y dando lu-
gar a escenas grotescas.
Alborotando los barrios y salpicando accesorias y casas de
vecindad, de palmadas, risas y contento, guitarra en mano,
hacían sus excursiones el Artillero y los Enanos, cantando:
E/Atole
Yo quiero beber atole
de enfrente de San Fernando:
el atole es de lo bueno,
la atolera se está agriando.
fl Guajiro
Guajito ... ¿a mi qué?
Agua del pozo no beberé
· con una de ta Mareé ...
Guajito too -a mi no
agua del pozo no bebo yo ...
fl Palomo
Una paloma de dijo
en la tapia de un convento :
¿Dónde estás, palomo mío?
¿Dónde estás, que no te tiento? ..
Seña Severiana
¡Qué !'Ja Severiana
tan linda y tan bella!
se puede sacar
un retrato de ella.
40
¡Quf ~a Severianal
LI quieto 1ant1to
porque en ella tengo
un Severianlto.
El Durarno
Me he de comer un durazno
desde la ralz hasta el hueso ..•
Me muero por las casadas
ser6 mi gusto v por eso ... 21
41
Vicente T. Mendoza considera que en el jarabe se puede
apreciar dos aspectos o etapas muy claras: como forma
simple de canto y baile, es decir, cada son por separado, tal
como aparece en el siglo XVIII, y como un conjunto o una se-
rie de sones, con su canto y su baile cada uno, forma com-
puesta que va adquiriendo hasta fines del siglo XIX.
No sabemos, a ciencia cierta, el lugar de procedencia de
estos sones mencionados por Prieto, algunos de los cuales
q~edaron reunidos en el jarabe tapatío, nacional y "oficial"
y desde luego como hemos dicho, en la versión regional del
ranchero de Jalisco, debida al Dr. Francisco Sánchez Flores;
sin embargo el mismo Prieto hace una referencia al hecho
real del intercambio de canciones, sones y diferentes
melodías, entre las distintas poblaciones del país, una vez
que la comunicación quedó establecida entre ellas.
Nos dice Don Guillermo:
42
tacan por su interés en la historia de la música popular de Mé-
xico, un ejemplo del pan de jarabe de finales del siglo xv111, el
palomo federal que podrla fecharse en 1840 y el jarabe
corriente del que hace mención especial Don Gui!lermo Prieto
ensusMemorias2J
Por ot ra parte Don Vicente afirma que para fines del siglo XIX
todos los ejemplos mencionados anteriormente se cantaban
v bailaba n profusamente en San Pedro Piedra Gorda, Zaca-
tecas, por lo que según sus propias palabras " ... puede de-
cirse sin temor a equivocarse, que en este género estaba
represe ntada la casi totalidad de dicho siglo" .2 4
A mayor abundamiento, si tomamos en cuenta que, co -
mo dice Don Vicente T. Mendoza en la obra El folklore de
San Pedro Piedra Gorda, Zacatecas ha recibido influencias
culturales del sur, especialmente de Lagos, Jalisco y de León,
Guanajuato, desde 157 5 año en que se fundó Aguascalien-
tes, la referencia de Prieto al mercado de San Juan de los la-
gos, como lugar al que todo llegaba y de donde todo partia,
toma mayor significación.
Nada nos asegura, como bien dice Saldívar, que los aires
comprendidos en el jarabe tapatio, o en la versión que nos
ocupa, sean de procedencia jalisciense, pero tampoco exis-
ten evidencias de Jo contrario, más bien podria decirse que
pertenecen a un conjunto de aires representativos de una
época dada, provenientes de distintos lugares del país, afi-
nes por circunstancias históricas, a través de los cuales se
conform a la fisonom ía de un pueblo que, como dice nuestro
querido Don Guillermo Prieto
43
1J El jar1be 111>11lo o Mcional que se blillbl en todl.1 IH ncuelu del
1l11em1 eduu!lvo nacion•I por loa 11\o1 treint1
44
de arpas y bandolones, hábilmente bailado por los persona-
jes populares más característicos de la naciente ciudad de
México.
La inspiración popular dio su aportación para que sones y
jarabes circularan por los caminos de toda la Repüblica, inter-
influyéndose y confundiendo su origen y procedencia y al
mismo tiempo echando raíces en nuevos sitios en donde
permanecieron y se desarrollaron con características pro-
pias.
Et jarabe, casi desde el momento en que aparece en su
forma popular, tiene una doble vida más artificiosa, con la
que vivirá simultáneamente y para siempre y que terminará
por absorberlo: su versión teatral.
Por su importancia daremos a esta forma del jarabe
- que estamos tentados a llamar espúrea y que no lo hare-
mos por las consideraciones que veremos posteriormente -
un capítulo aparte.
Indudablemente que esta forma teatral del jarabe inflÚirá
en la versión popular, es decir, modificará la forma acos-
tumbrada con que era anteriormente bailada y cantada entre
las clases populares de ciudades y rencherías, tanto que al
fina lizar el siglo XIX, el jarabe será ya un conjunto de aires o
sones encadenados unos a otros, que se seguirán cantando
y bailando, pero con nuevas características.
Al iniciarse el siglo xx, se le da al jarabe el rango de
representatividad nac ional y oficial, al tenor de las nuevas
ideas de la educación nacionalista. No tardarlan en aparecer
las versiones regionales equivalentes, los jarabes "estata-
les", conformados muchas veces con sones más del gusto
y del antojo del recopilador o arreglador musical, a quien im-
porta menos el respeto por la auten t icidad de su proceden-
cia, que su efectividad teatral.
Mucho quedará todavía por decir sobre el jarabe, y
mucho que revisar y rectificar en trabajos venideros.
45
Notas
46
CAPÍTULO 11
H a sido un error - el
que afortunadamen-
te empieza a superarse - considerar que los productos de la
creación popular permanecen en el tiempo sin cambio alguno.
Hablando de las formas dancísticas y musicales, las va-
riaciones que muchos de sus géneros han sufrido a lo largo
de ros siglos, han sido considerables. En cambio quizá otras
expresiones también del área de la danza han sido más resis-
tentes al cambio o bien, quienes han estado a cargo de ellas
han tratado de que permanezcan sin adulteraciones, tal es el
caso de las danzas utilizadas para el servicio religioso. Sin
embargo, aun dentro de este género, no se ha podido evitar
que el desarrollo humano o el llamado "progreso", haya de-
jado su huella también en este tipo de danza, debido a los
cambios en usos y costumbres propiciados por el desarrollo
de la ciencia y de la tecnología . Posiblemente este fenóme-
no se nos presenta con mayor claridad a partir del segundo
tercio de este siglo; aunque de manera acelerada se ha dado
siempre, de una forma o de otra.
En el caso de los bailes, producto de la creación popular
que han servido como una forma de esparcimiento en dife-
rentes acontecimientos sociales, la transformación ha sido
47
mucho mayor en virtud de que no ha sido objeto del cuidado
de personas especializadas corno es el caso de la danza ce-
remonial, sino que las modificaciones, influencias o adulte-
raciones se han dado de manera libre y totalmente espontá-
nea. Por lo mismo, los cambios sufridos por sones y jarabes,
desde su nacimiento hasta el presente, han sido evidentes,
más profundos y de mayores consecuencias.
Desde aquellos sonecitos de la tierra que terminaron por
ser sones y jarabes prohibidos por la Santa Inquisición, ya a
fines del siglo XVII, hasta el jarabe institucionalizado por la
Secretaría de Educación, encontrarnos una variedad de for -
mas que conllevan propósitos diferentes utilizados para dis-
tintas actividades sociales, pero que a lo largo de su historia
no han dejado de tener influencia unos en otros.
Así pues, los sones y los jarabes no solamente fueron
utilizados para el regocijo y esparcimiento popular, sino que
pronto fueron trasladados a los escenarios de los teatros de
todos Jos géneros, por toda clase de comediantes.
SegUn la información que tenernos, las versiones teatra-
les de Jos jarabes aparecieron muy poco tiempo después de
haber sido aceptados, cantados y bailados con gran jolgorio
y entusiasmo, por el pueblo. Por lo mismo, su éxito en los
foros de los teatros capitalinos fue tal, que las modifica-
ciones sufridas en los escenarios tuvieron amplia resonancia
en las versiones populares, de tal suerte que sería difícil de-
terminar si tales o cuales movimientos o características se
debieron a la creación popular espontánea o a la invención
de cómicos, maestros o profesionales de la danza de los tea-
tros de la ciudad.
Bien podríamos decir que, en una buena parte, los cam-
bios sufridos por los jarabes se debieron al tratamiento escé-
nico que se les dio en distintas épocas de su larga historia.
Las primeras referencias que se hacen del jarabe en la
Reseña histórica del teatro en México, de Olavarría y Ferrari,
se remontan al año de 1790, y se refieren a una función da-
da por una Compañía de volatines que tuvo lugar el 9 de ju-
lio del año mencionado, en el famoso Teatro del Coliseo.
48
En el programa se incluye, como gran atractivo, el anun-
cio de que el payaso bailaría el jarabe, vestido de mujer en la
misma "maroma" en que la Romanita, a cuyo beneficio se
daría la función , y harla dificiles equilibrios en la tabla, la me-
sa y la silla. 1
Las funciones de maroma no eran otra cosa que distin -
tos actos en los que se mostraban las destrezas de los parti-
cipantes, sorprendiendo al público con sus ejercicios acro-
báticos y de equilibrio sobre una cuerda tensada en la que
daban saltos y volteretas, muchas veces con aditamentos
como mesas y sillas; en las funciones no podía faltar el pa-
yaso que se dirigía al público para dar inicio a la presenta-
ción y quien siempre terminaba bailando.
En el Libro de mis recuerdos, Antonio García Cubas nos
relata con detalle cómo eran estas funciones de maroma;
transcribimos el siguiente texto el cual era recitado por el
payaso mientras el volatinero probaba el adecuado y nece -
sario temple de su cuerda:
49
las Catarinas garbosas,
y lindas las Agustinas;
las Tomasas muy catrinas,
las Pepas, cielo estrellado;
50
Arizar, para amenizar las funciones de "beneficio", ofreci-
das a diferentes artistas.
En 1808 , a decir de Olavarría y Ferrari, adquirió fama
otra bailarina apodada "La lnesilla ", destacada por su belle-
za, a quien el Virrey de la Nueva España otorgó la gracia de
su beneficio, como era costumbre en aquella época; en di-
cho beneficio bailó "el son de la tierra llamado jarabe y la
bamba poblana" .s
Para 1846, los problemas políticos del país provocaron
un decaimiento en la vida teatral de la capital, y aun cuando
los espectáculos fueran pobres y ruinosos, como dice Ola-
varría, a "causa de los trastornos políticos y de la guerra
americana, que consumía todos los recursos y diezmaba la
juventud mexicana en infructuosos combates"s, no dejaba
de bailarse el jarabe como fin de fi esta, interpretado por los
mismos actores que dramatizaban sainetes, para no morir
de hambre.
Como vemos, en pocos años, los sones y sobre todo los
jarabes van perdiendo su plural para ir definiéndose como EL
JARABE y, al mismo tiempo, concretando su carácter de baile
nacional, sin que sepamos. a ciencia cierta, cuáles eran los
sones que lo componían, si se trataba de un solo son, y
mucho menos , cómo eran sus pasos y su coreografia.
A fines de 1849, llega a México , procedente de Europa,
"la grande y famosa Compañía Coreográfica" de los espo-
sos Hippolyt e y Adéle Monplaisir, después de haber realiza-
do una exitosa gira por los Estados Unidos. Dan algunas fun-
ciones en el puerto de Veracruz, iniciando sus presenta-
cio nes casi inmediatamente después de haber de ~.e mbarca
do de Nueva Orléans, el 22 de noviembre de 1949.7
Formaban parte del elenco principal, el nl.cabilísimo y
gracioso bailarín Sr. Corby, quien alternaba en los primeros
lugares con el Sr. Viethoff.
Un año después, la Compañía Monplaisir - que aún per-
manecía en nuestro país- era sumamente querida y admira-
da por el público mexicano, quien para entonces ya le había
prodigado calurosos aplausos, considerándose la larga es-
51
tancia de esa Compañía como un acontecimiento si ngular
en la vida cultural de la capital y de algunos de los estados
que posteriormente fueron visitados por ella.
Ocupaba un lugar especial en el cariño del público el Sr.
Corby y más aUn cuando el 19 de septiembre de 18 50 , con
motivo de su beneficio se presentó vestido de "poblana ".
haciendo pareja con Viethoff en traje de ranchero, y bailan-
do un jarabe, según comenta nuestro cronista. "con mucho
chiste".s
Y así llegamos al 1 7 de noviembre de 1858. fecha en la
que se estrena una ópera cómica en dos actos basada en
costumbres nacionales. titulada Un paseo en Santa Anita,
escrita por Don José Casanova y Don Vlctor landaluce, con
mUsica de Antonio Barilli. En esta ópera cómica no podría
faltar el jarabe y otros bailes nacional es con acompañamien-
to de una "banda de jaranas y bandolones, ensayada y diri -
gida por el profesor Don Sabás Contla'' ,9 La decoración, co-
mo es natural, debla mostrar el conocido canal de Santa
Anita con la vista alejada del puente de Jamaica , bien logra -
da por su autor Don Manuel Serrano . segUn las crónicas de
la época.
Aun cuando ya se habla presentado alguna obra de com-
positores mexicanos, parece ser que Un paseo en Santa
Anira fue la primera escrita con el propósito de mostrar el
ambiente mexicano, pues la anterior, debida a la inspiración
de Don Cenobio Paniagua, pertenecla más bien a la escuela
de música italiana , con textos en ese idioma y cuya trama
nada tenia que ver con nuestro pals.
luis Reyes de la Maza consigna esta obra como Un pa-
seo a Santa Anita, de la que dice :
52
Sin embargo, ya en los primeros meses del mismo año de
18 58 un grupo de actores del Teatro Nacional, habla ofreci-
do a Don Félix Zuloaga "una función de obsequio", con la
comedia mexicana La Ranchera de San Miguel el Grande o
La feria de San Juan de los Lagos, también con bailecitos del
país y música de bandolones.
Es muy posible que esta comedia no hubiese sido lobas-
tante interesan1e como para haber trascendido en el ámbito
cultural o, por el contrario, fuera un antecedente inmediato
que impulsara ta creación de obras con espíritu nacionalista.
lo cierto es que el éxito de Un paseo en Santa Anita permi-
tió que esta obra continuara por muchos años en la cartelera
de los teatros. Treinta años después fue montada nueva-
mente con poemas de Juan de Dios Peza y música de luis
Arcaraz, esta vez con Felicidad Pastor que apenas contaba
con 1 4 años, ta que declamaba y bailaba el jarabe con tal
gracia que, según cuenta el cronista, le valió ser premiada
con el caluroso aplauso del público.
la llegada del can cán a nuestro país fue un aconteci-
miento que entusiasmó a muchos e irritó a otros. las fami-
lias "decentes" proscriblan el pecaminoso baile y los padres
sacaban indignados a sus retoños de las funciones en las
que el can cán enloquecla de frenético entusiasmo a los es-
pectadores.
Don Ignacio Altamirano previene sentenciosamente que
"aquello es el principio de una nueva era de degradación
moral y un golpe de muerte al buen gusto" . 11
Pero ni las críticas, ni la iglesia, ni la indignación de los
padres de familia , con su hipócrita moralina, impidieron que
"el condenado baile" se presentara en pleno domingo de
pasión, con la complacencia de la sociedad católica capitali -
na, ante la cual el propio Altamirano debió aceptar el hecho
con e1 comentario siguiente:
53
fríamente y hoy fue aplaudida con frenes!. Si esto no es cam-
biar las costumbres que venga Dios y lo diga. 1 2
54
tario que con motivo de esa "triste" representación nos de-
jó Don Enrique Olavarría y Ferrari, en su Reseña del teatro en
Mexico:
55
Toledano, empezamos a reconocer los aires o sones que
componen la versión última del jarabe, llámese tapatfo o na-
cional. En esa colección, no solamente reconocemos algu-
nos aires de esa última versión a la que hacemos referencia,
sino también algunos otros que se encuentran comprendi-
dos en otros jarabes como el tlaxcalteca y el parreño.
La versión de Ríos Toledano fue publicada en 1890, por
lo que sería muy lógico considerar que, por lo menos las ver-
siones musicales que se bailaban como jarabe, en el último
tercio del siglo XIX, estaban dentro de estos treinta aires.
De la forma coreográfica no tenemos más datos que el
que nos da el propio Saldívar en su estudio citado, al referir-
se a la selección que hace Castro Padilla -músico dedicado
al género de la revista- en los primeros años del XX, de los
nueve sones o aires del jarabe tapatlo o nacional, bien llama-
do por Saldívar "oficial". En esa misma nota, menciona a
Felipa López "maestra tapatía de baile", como la respon-
sable de la selección de los pasos que intergrarlan la versión
del jarabe tapatío o nacional, pronto a oficializarse. Conside-
ra Saldívar que, ni Castro Padilla ni Felipa López, se apega-
ron a la tradición y que ambos se alejaron del buen gusto.
Desconocemos la fuente de donde Gabriel Saldívar to-
mó los datos anteriores. Por nuestra parte, las indagaciones
sobre Felipa López como "maestra tapatia de baile", han si-
do infructuosas. Ni el propio Dr. Francisco Sánchez Flores,
ni otros maestros de Jalisco nos han podido dar noticia algu-
na sobre ella.
Sabemos, sin embargo, que Felipa López ya era buena
bailadora de jarabes por el año de 1887, según la mención
que Olavarría y Ferrari hace de ella en su Reseña histórica,
en la que consigna el dato con motivo del beneficio de Enri-
queta Alemany, en el que alternó con la Lepri, bailando el ja-
rabe con Melesio López, considerados ambos como buenos
bailadores de jarabe. is
Otra mención que Olavarría y Ferrari hace de Felipa ló-
pez es la que transcribimos a continuación, también del año
de 1887:
56
En Arbeu, el enfermo era el público, tanto que la Compañía de
zarzuela hubo de desistir de dar funciones en las noches, con·
tentándose con tas de las tardes de dlas festivos, en que ponla
El poros/submarino, con muchos aplausos para la sílfide mexi·
cana Felipa lópez, que pareció a muchos la más lista artista
coreográfica del pafs.16
57
14 Ann11 Pavlov•
58
ANNA PAVLOVA Y El JARABE TAPATiO
ANNA PAVLOVA
RAFAEL LóPEZ
59
Eb UíllVE~iAL IL~iT~ADO
60
lombi nas de México, aunque se desc uidara la de los "a rcon-
tes de Grecia"?
Precedida de enorme publicidad, llega A nn a Pavlova a
nuest ro país, en el mes de enero de 1 91 9, en me dio de un
inhóspito clima invernal. El anuncio del debut de la Gran
Compañía de Bailes Clásicos de Anna Pav lova, previsto pa ra
el 15 de enero, aparece en los dia rios ca pita linos, desde los
primeros días del mes. El 2 de enero de 19 1 9 el Excé/sior,
ya entonces "periódico de la vida nacional", en su sección
de espectácu los anuncia:
Teatro Arbeu
Gran Compai'iía de Bailes Clásicos de "Anna Pavlowa" 17 úni-
ca en el mundo. Corta temporada gran debut el 15 de enero.
Abierto el abono para 8 linicas funciones en el repertorio
de música de Enrique Munguia.
61
62
Anna Pavlowa envfa un saludo al Sr. Presidente
Ayer se recibió en esta capital un cablegrama dirigido al Sr.
Miguel Gutiérrez, procedente de La Habana, en el que anuncia
su socio Sr. Valdés, que la gran artista Anna Pavlowa, antes
de embarcarse rumbo a tierra mexicana, tuvo la gentileza de
enviar un cordial mensaje a nuestro primer mandatario, salu-
dándolo a él y al pueblo mexicano y felicitándose de llegar
pronto a nuestro país .
Así pues, podemos asegurar a nuestros lectores que la
grandiosa Compañia "Anna Pavlowa" llegará a Veracruz el
próximo sábado, en el vapor Esperanza.
63
r: TEATRO ARBEU
Gl'ln Co•P1il1 •• lllln Clialcn
ANNA PAVLOWA
mingo an l1 l1rd1 oltima m1tineé de abono,
repitiéndose al hito de la temporada
"La Bella Durmiente en el
Bosque"
Por la noche a lu 8.45
Gran función popular poniendose en
¡rucanaalgl'lfl 111ucesS'I
- · "RAYMUNDA"
64
gratos sucesos artísticos: el debut de la compañía de ballets
rusos de la maravillosa Anna Pavlowa en el Arbeu, y el estreno
de Ja espléndida revista El príncipe de Camavaf en el teatro
lris .21
65
TEATRO PRINCIPAL
Graa Ga•p1ll1 fe 111111 Clúlcos
ANNA PAVLOWA
HOY, VIERNES 21. A LIS 7.15 P. M.
TANDA OE MODA
66
en la belleza, V es el más mustio de sus pensamientos los que
vemos reflejarse en el cuerpo rítmico y bello, dócil al espítitu
artista.
El arte de la danza es maravilla de maravillas. La música y
la poesía en él se encantan y arroban.22
O bien:
67
s1ca , la pintura y la coreografla hablan realizado los rusos,
asombrando al mundo , " el cual , ha venido a substituir. por
ser más de nuestra época, y por más hondamente responder
a nuestra propia manera de ver y sentir, al viejo baile
clásico .··n
La amplia cultura de Don Carlos González Peña, aunada
a su sensibilidad y seguramente al conocimien10 que tenla
de la danza y de las nuevas corríentes del ballel clásico que
debla haber vis10 en sus viajes por Europa , fundamentan la
validez de sus criticas . Sin hacer ninguna concesión a la fa.
ma - aunque bien ganada - y al halo luminoso con que ve·
nla cubierta la " gran diva ", Don Carlos dice lo que piensa ,
bueno o ma lo, en pro o en contra del espectáculo que se pre ·
senta .
Afortunadamente nos de1a una seue de magnificas crítl·
cas, perfec tamen1e analizadas y fundamentadas , de cada
una de las obras que fueron presentadas al público de Mbi·
68
co, en aquella primera temporada del año de 1 9 1 9. De esa
manera, recibe la actuación de la Pavlova con Jos siguientes
comentarios, en los q ue se deja ver la seguridad que da el
conocimiento:
Pase, pues, la primera parte del programa, sin que nada e)(t1a ·
ordinario nos arreba1ase con ese avasalladOf ges10 de los en·
tusiastas irresistibles.
Y aguardamos la segunda, fa aguardamos con la esperan -
za de que el noble anhelo artístico que nos llevara al teatro se
cumpliese.
Se cumplió en parte. La noche de Valpurgis, bailable
e)(traldo del Fausto de Gounod, v arreglado en la parte coreo-
gráfica por Yvan Clustine, es una hermosa visión plástica. No
pidáis, ni a Gounod ni a los coreógrafos que interpreten ni si-
quiera sea lejanamente el pensamiento difuso y recóndito de
Goethe en esla parte del poema inmortal. De lo que se trata,
simplemente, es de reproducir a los ojos una embriaguez de
color y de movimiento. Y esto si que lo consigue la Compañia
de Pavlowa.26
69
Ya lo ve !a gloriosa artista, y esto debe complacerla;
queremos algo muy suyo, porque es de su patria: arte ruso in-
terpretado por la más famosa de las artistas rusa.
Decirle lo contrario, asegurarle que nos conformamos con
bailes clásicos sería una inexcusable mentira.29
70
damas que, leyendo relatos novelescos, gustaban de sufrir
desmayos. El esplendoroso maestro de la prosa vacía vive por
sus versos y por sus viajes, no por sus novelas .. . 30
71
¡No alcanza a compensarnos de tal ausencia de verdad V de
belleza, ni siquiera el primor acrob<ltico de bailes en que abun-
da Giselle!
¿Ouerria creerme una cosa la Sra. Pavlowa? Giselle es un
culebrón indigno de su genio de artista .
72
años de 'ºgénero chico", mi amado por las piruetas de dos ge-
neraciones de he1a1ras, y por la groserfa de millares de obfucas
en que ta vulgaridad corrla pare1a con la ausencia 101al de sen-
1ido comün - pur1f1ca su ambiente abriendo las puertas a esa
maravilla de gracia alada, de luz, de genio diverso, que es el
Arte de Anna Pavlowa
Es v1nud del aíre libre orear los panianos hediondos. Asf el
arte de la gran bailarina convertiré en perfumes sutiles - al
menos po' dos semanas - las miasmas pestilentes de esa
vie1a cloaca .u
Tal era el desprecio que se tenía por el género " l anderit " de
tanta tradición en nuestro pals .
El mismo23 de febrero, en el E11cdls1or y en EIUmversal,
tres péginas adelante de la agrésiva crítica de González Pe-
20 los bailes " llotC01·• me.tCanos cor111nuaban s.enda recreados por los
1r11stas de los 11bladol 1n los 1ea1ros, 1 Pf1nc1p¡o De siglo He1m11n111
Nrez Caro. Colección de Felipe Segura
73
ña, encontramos el anuncio de que en el Teatro Lírico, nada
menos que el Lírico, cuya fama de teatro frívolo quedaba
todavia más abajo, se llevaría a cabo el miércoles 26, un ho-
menaje a Anna Pavlova, en "el que tomarán parte todas las
tiples mexicanas"
Por esos días en el Teatro Lírico, se estaba presentando
la Compañía de Opereta y Zarzuela de Leopoldo Beristáin
con obras como: La crisis del papel, Rebozos y mantones, El
señor 1919, México en discos, Don Juan de Huarache, La
ciudad de los camiones y La Princesa Chichicaxtle, entre
otras, seguramente en las que se consideraban los canden-
tes problemas politicos de México, de aquel entonces, la
mayor de las veces con crítica política y subidas de color.
Desconocemos de quién partió la idea del mencionado
homenaje. ¿Sería acaso por el interés de la misma Anna, que
deseaba conocer y ponerse en contacto con las expresiones
más populares del arte mexicano? Revolotearía ya la idea de
realizar una obra "balletística" con tema mexicano como
honesto y sincero homenaje al público de un país que tan cá-
lidamente la había recibido, o bien, ¿alguno de sus promoto-
res de "colmillo retorcido" quería explotar, con fines incon-
fesables, un halago al público mexicano?
Muy posiblemente nos inclinemos a considerar -sin
mayores elucubraciones"- que fue la gente de la "farándu-
la" con su nobleza característica, que -como dice la nota
aparecida el 23 de febrero- deseó rendir un tributo a una
gran artista, que llegó a nuestro país, precedida de una gran
fama internacional.
La verdad, a ciencia cierta, no la sabremos; sin embar-
go, debemos reconocer que era en el ambiente "tanderil",
el único medio artístico, bueno o malo, donde se consentía
el ingrediente mexicano. El artista nacional, músico, pintor o
coreógrafo, dedicado al arte escénico, no podía desarrollar-
se más que en aquel medio, ya que todos los espectáculos
estaban acaparados por el género español y la ópera ita-
liana. El género mexicano se había refugiado en las tandas
que desde e! año de 1916 eran presentadas en el Teatro
74
21. Anna Pavlova y Alaaandre Vc:W1n'ne en el iarabe u,1pa1lo, 1nch.111Xl en la
FantHt. me111cam1 Colección de Felipe Segura
75
2 2 Cróoica de la 1c1u1clón de Ann1 P1vlov1 y 1u comp.11\ll en la
Fantuiil mf!lllCólfll en Rttvlstl de Revistas !marzo de 19191
UAICO
76
Tomando parte las artistas Mimi Derba, Columba Quintana,
Marieta Femández y Eva Pérez
El homenaje
77
¿Habrá sido el obsequio de Leopoldo Beristáin et que
motivó el in1erés de la Pavlova por el jarabe? Solamente
podremos decir que los hechos se dieron de esa forma, con
la cronología que se nos permite consignar a través de las
notas aparecidas en Jos diarios .
El jueves 6 de marzo, la Gran Compa~ra de Bailes Clési-
cos termina su corla temporada en el Teatro Principal, para
trQsladarse a la ciudad de Puebla, donde ofrece algunas fun-
ciones. El debut de la mencionada Compa~fa, es anunciado
para el sábado 8, en el Teatro Variedades de aquella ciudad,
e inmediatamente la prensa capitalina sorprende gratamen-
te al público mexicano con la no1icia de que habrá otra corta
temporada de Anna Pav1ova, antes de marcharse a Nueva
York, nuevamente en el Teatro Arbeu .
78
La reaparición tiene lugar el jueves 13 de marzo, en un
matiné a las 4 de la tarde con el siguiente programa: Orfeo,
Copos de nieve y siete Diversiones.
El domingo 1 6 de marzo, dentro de la cartelera que
anuncia el programa de la función de ese día, nos encontra·
mos ya con la información importante para nuestros fines:
" Proximamente Bailes Mexicanos".
Finalmente, los bailes mexicanos, o más bien dicho la
Fantasía mexicana, es presentada el 18 de marzo, en el Tea-
tro Arbeu, en una función en honor y beneficio de Alejandro
Volinine, junto con Thais, Copos de nieve y seis Diver-
siones. El éxito de Fantasía mexicana fue sensacional y des-
de esa fecha no dejó de bailarse en cada función que la
Compañía ofrecía, ya fuera en el teatro o en la Plaza del To-
reo. El revuelo que levantó la Fantasfa mexicana entre la
crítica, dejó de nuevo, al descubierto, todo nuestro comple-
jo malinchista, y podríamos decir, la vergüenza de sacar "a
la tonta de la casa", como no fuera ataviada y maquillada
por un modisto francés.
De pronto, nuestro humilde jarabe de teatro, bailado
desde hacía más de cien años por payasos, cómicos o co-
mediante~; cuando• mucho como fi~ de fiesta en bene!icios
y homenaies, pasó a ser el consentido de nuestros bailes y
aceptado por la sociedad, naturalmente enmarcado en la
versión de un México romántico, plácido y bucólico, muy
alejado de la realidad que en esos momentos vivía el pueblo
mexicano.
El público y la crítica se rindieron, no ante un jarabe
acostumbrado a ser bailado a mediados del XIX en las pi-
queras, en calzón blanco y tosco huarache, sino a aquella
versión, en delicada zapatilla de raso color de rosa.
El tema de la obra fue creado por J. Martínez del Rfo, el
cual describe Don Carlos González Peña, de la siguiente ma-
nera:
'79
24 Eva Pl!rez Caro. Quien par11c1pó en e! montate de la F11nt<11"1 ~•fC•·
11d C~ec:CiÓl'I Fet1pe Segura
80
das por sus charros, que vienen a ofrecer a una enamorada pa-
reja et fruto divino de la eterna primavera de los canales. La
enamorada pareja baila. las floristas y sus charros bailan tam-
bién y no hay más ... ¿Pero no es eso bastante?33
81
25 . L111ipM1 me•ic•nn H •ficloNron 11 empleo de i. upa111J• de pun-
11. Cell1 NrH. Colección de Felipe Segur1
82
se destaca, admirablemente colorido, el motivo floral de una
jícara de Uruapan. ¡Eso es todo! Pero, al mismo tiempo que
cautiva nuestros ojos, cuánto y qué noblemente nos hace
pensar acerca de tantas encantadoras cosas como encierran
las artes vernáculas de nuestra patria; cosas que pasan ante
los ojos de la muchedumbre todos los dias, y que sólo saben
ver, y que sólo descubren, artistas que, como Adolfo Best,
buscan interpretaciones de honda belleza en la obra popular.
Ai'iadid a esto el primor de los trajes, Best ha estilizado el
de la china poblana con una riqueza tal de color, con una tan
caprichosa seducción de líneas, que nos sugiere mil hermosas
posibilidades respecto a lo que podría ser en lo futuro la aplica-
ción de la pintura - inspirada en ese inagotable e inexplorado
filón que son nuestros viejos trajes nacionales- a la canción
popular y a la danza. También Best renueva, volviéndolo a su
pureza primitiva, el traje de charro.35
83
pues su fecha de nacimiento, según nuestras fuentes, se
consigna en 1897 .Je
Sin que podamos asegurar, ya que este asunto sería moti-
vo de una investigación más profunda, nos inclinamos a
creer que Castro Padilla realizó Ja selección de Jos nueve so-
nes o aires en 1919 , cuando contaba con 22 años, aproxi-
madamente, y con motivo del gran acontecimiento que para
el medio de la revista significó, el que la admirable Pavlova ,
expresara su deseo de bailar un jarabe mexicano.
Si como dice Saldívar, Castro Padilla hizo la selección de
los nueve aires del jarabe "ofic ial ", y ésta corresponde a la
misma selección con la cual bailó Pavlova, y si por otra parte
no la hizo en 1905, sino en años posteriores, también nos
inclinamos a creer que su arreglo se basó en la versión de
José de Jesús Martínez, publicada en 191 3, ya que coinci -
de prácticamente en todos sus sones.
Es decir que, considerando el año de su nacimiento, el
arreglo de Castro Padilla debe haber sido hecho después de
1 91 3, fecha en la que se publica la versión de El verdadero
jarabe raparía, realizada por José de Jesús Martínez, y por lo
tanto muy posiblemente, basado en ella.
Aun cuando Saldívar considera que esta versión de
Martínez fue hecha por :;u autor, o más bien su arreglista
- como claramente se indica en la publicación - en oposi-
ción a la de Castro Padilla, podemos asegurar que contienen
los mismos sones o aires, sólo que están dispuestos en un
orden diferente, como se verá a continuación:
El jarabe "oficial" y supuesta versión de Castro Padilla,
se inicia con el penúltimo aire de la de José de Jesús
Martínez:
84
El trozo musical anterior corresponde, desde luego, a la
primera "pisada" del jarabe que nos ocupa. l a segunda par-
te es una variación de esta melodía y sobre la cual se ejecuta
la segunda "pisada ". la tercera parte, es una repetición del
primer aire que como ya se indicó, corresponde al penültimo
de la versión de Martínez.
la cua rta parte del jarabe "oficial" corresponde al aire
dispuesto como tercero, en El verdadero jarabe tapatío de
Martínez, y aun cuando éste no lo consigna, la letra de este
son es ta siguiente, en una de sus mültiples versiones:
85
El quinto aire, que en la versión de Castro Padilla y del ja~
rabe "oficial", corresponde al cuarto del arreglo de J . de J.
Martínez es el son llamado El aro/e, con la siguiente letra que
tampoco la consigna Martínez :
~=-
~~~~[)-"""! :::::.: a
86
!ª
f. -- 1.
El sexto aire corresponde al quinto de la versión de
Martfnez, con pequeñas variaciones en su linea melódica:
87
El verdadero Jarabe 'l'apafio
~~·~·
' ~ ,,~ -.;;~~
·.··' • "!'*!
1 3~ w1
.... 4 "
88
Por Ultimo el jarabe "oficial" termina de la misma forma
que el de Martínez con lo que se ha llamado La diana, tan
característica en nuestro jarabe, y de la cual se dice también
que fue incluida por un creógrafo checoeslovaco o yugosla-
vo que montaba "bailables" en los teatros de la revista me-
xicana.
89
Como vemos, de la versión de El verdadero jarabe tapa-
tlo de Martínez, sólo queda fuera del arreglo para el jarabe
"oficial" el siguiente son, el cual se encuentra con frecuen-
cia en varias versiones anteriores, como en la de Miguel Ríos
Toledano, publicada veintitrés años antes y que también es-
tá incluida en la del Prof . Franc isco Sánchez Flores, del jara-
be de Jalisco, como descanso o "paseo", entrelazando va-
rias de sus partes:
90
Y el son conocido como El coconito:
91
Muchas son las versiones que hemos encont rado sobre
la forma en que se enseñó a Anna las pisadas del jarabe, y
m uchas las personas que se disputan ese derecho. Entre
ot ras Eva Beltri, quien lo asegura en una entrevista que se
encuentra grabada; se dice también que f ue el coreógrafo
Rafael Díaz . Otras versiones le conceden el honor a otro
maestro de baile de apellido Rubio . El maestro Miguel Peña
lo menciona de manera categórica, en ent re vista realizada
con et maestro Felipe Segura 41 y fin almente la bailarina Eva
Pérez Caro, a quien nosotros le atribuimos el crédito, por las
ra zones que expondremos a continuación.
Por el año de 1 91 9 era Eva Pérez Caro quien, dentro del
teatro de revista cult ivaba con mayor éxito el género del
baile mexica no; las crónicas de la época la mencionan como
una de las artistas que tomó parte en el homenaje que el 2 7
de febrero hicieran a la Pa vlova, los actores y actrices del
medio "t anderil ".
Desgraciadamente , Carlos González Peña no la men-
ciona en su crónica del 1 9 de marzo, sin embargo, en Revis-
ta de Revistas 30 del mismo mes, aparece una fotografía de
Anna Pavlova, Pianowsky y Eva Pérez Caro, en la que se le
menciona como "la tiple mexicana quien dirigió los bailables
mexicanos".
En entrevista que nos concedió Eva Arreola , sobrina de
Eva Pérez Caro, comentó que fue Eva y no otra, la qu e mon ·
tó el jarabe a Pavtova. Nos dice la entrevistada:
92
sándose siempre en los pasos montados por Eva Pérez Caro
a la PavJova.
Por otra parte, existen varias fotograffas en las que apa-
recen la Pavlova y la Pérez Caro juntas, ya con Anna Vestida
de china poblana, posiblemente al finalizar alguna de las
funciones en las que se presentó o en la que se estrenó la
Fantasía mexicana. Por lo anterior y por la coincidencia en
cuanto a las fechas, nos inclinamos a considerar que entre
ellas había nacido alguna simpatía mayor, producto de un
trabajo realizado en comú n.
El maestro Segura . quien posee varios documentos de la
época, coincide con nosotros en que la versión más acep-
table es la que señala a Eva Pérez Caro como la bailarina que
enseñó a Pavlova el tan mencionado ja rabe.
Por lo tanto, la versión de Eva Pérez Caro fue la que se
siguió bailando, tanto por Eva Beltri como por otras bailari-
nas, hasta quedarse plasmada en ta misma versión del jara -
be "oficial".
Después de que Anna PavJova bailó el jarabe, las cróni-
cas de la época parecen descubrir todo un arte popular me-
nospreciado has1a en1onces, gracias a que la "eximia", nos
vino a mostrar "la belleza de nuestros bailes nacionales".
El propio González Peña, comenta:
93
originalidades propias"; "La Sra. Pavlowa dignifica nuestro
típico jarabe".
Y por elocuente, transcribimos una parte de la crónica
publicada por Luis A. Rodríguez en El Universal /lustrado, el
28 de marzo de 1919:
94
Creemos que, en todo caso, la versión del jarabe que se
bailaba en el medio de revista, podrla ser criticable por "es-
pectacularizado' ', por no contener cabalmente las caracte-
rlsticas originales, su escencia, por más que este razona-
miento sea también muy discutible, ya que no se puede evi-
tar que el arte popular sea cambiante y sus manifestaciones
utilizadas, modificadas o recreadas de acuerdo y en relación
con el medio que las adopta.
lo que no creo que se pueda aceptar es el espíritu "ma-
linchista'', reflejado en la consideración de que el mismo ja -
rabe que se bailaba en las "tandas" - por nuestros artistas
de la revista- se viera "ennoblecido ", "dignificado", etc.,
por el solo hecho de ser bailado por la Pavlova; más aún
cuando ese jarabe fuese la misma versión y montado preci-
samente por una de las "tiples" del género. Ese género que,
por otra parte, era posiblemente el único que se atrevía a
mostrar en un foro un México real, verdadero, y que moles-
taba a muchos porque hería sus "buenas conciencias".
La incongruencia salta a la vista, al igual que nuestro
"ma linchismo" tradicional. Dicho en forma sencilla: era pre -
ciso aceptar el arte menospreciado de las "tandas",
siempre que hubiese sido "dignificado" por Anna Pavlova.
Ella merece nuestro más profundo respeto y admiración. No
tuvo prejuicio alguno para acercarse a las tiples mexicanas y
aprender de ellas - cualquiera que fuese su versión- una
vieja expresión dancística y tradicional. El mundo de las
"tandas" se le rindió con la nobleza que caracteriza al artis-
ta popular.
Después de mucho anunciarse, Pavlova se despide de
México. el 30 de marzo. cerrando su estancia en tierras me -
xicanas, con una pequeña temporada en el Teatro Granat, a
precios sumamente populares y en la que, en cada función
ya fuera "vermouth" -como se acostumbraba llamar a tas
funciones de "moda" - , o bien de noche, no podría faltar la
Fantasía mexicana, que tantos éxitos le valió en nuestro
país y posteriormente en el extranjero.
95
Terminaba así, la visita de Pavlova a México del año de
1919 para volver en 1925, trayendo nuevamente en su re -
pertorio el jarabe tapatío.
LAS CONSECUENCIAS
96
Efectivamente, la "reforma educacionalista" de Vasconce -
tos, como la llama Don Próspero Mirador, trajo consigo, en
el campo de la danza, un reconocimiento a los bailes popula -
res del país, de modo que en todas las escuelas se empeza-
ron a enseñar profusamente . Era lógico, que habiendo teni -
do tanto éxito el jarabe tapatio, fuera éste, es decir la misma
ve1sión, el que se tomara - antes que otros bailes - para ser
incluido en la enseñanza de la danza dirigida a niños y ado -
lescentes. Por otra parte, era el que estaba fresco y tenían a
la mano los maestros. Para los años de 1925, el jarabe tapa -
tio era el repertorio más socorrido en fas escuelas primarias
y en las fiestas ofi ciales, de tal suerte que llegó a ser "ofi -
cial " y " decente' ', aquel jarabe del que Don Julio Jiménez
Rueda dijera lo siguiente :
Pues bien, aquella versión del jarabe que era mal vista por
ser ejecutada por las "tiples mexicanas", en ta tandas de los
teatros del género, llegó a ser - vía Anna Pavlova - el jara -
be oficial bailado por la niñez mexicana como un emblema
nacional , como el baile nacional y mexicano por excelencia,
aceptado por las autoridades educativas del país, como ma -
terial didáctico de las escuelas, jarabe tapatío o nacional
que, como dice Saldivar, debería ser llamado más bien, jara -
be oficial.
Tales fueron las andanzas de nuestros jarabes, por los
escenarios de México , desde fines del siglo XVIII hasta el XX
cuando lo encontramos ya establecido y " respetable" , con-
v iv iendo en las fiestas, con to mejor de la sociedad .
97
Notas
98
29 lbidem
30 . Carlos Gonz.ilez Peña. en El Univers;:lf, 12 de febrero de 1919
31 . Carlos Gonz.ilez Peña . " Anna Pavlowa enel Principal", en EIUniver-
sal, 23 de febrero de 1919 .
32 ''Por los escenarios . Grandes v pequeños sucesos'', en El Universal_
4 de marzo de 1919, p. 7.
33 . Carlos Gonz.ilez Peña . ··Anna Pav1owa v el baile popular'', en El Uni·
versal, 19 de marzo de 1919
34 . Kei1h Money. Anna Pavlova, Her lite and arr. Nueva York, Alfre A
Knopl, 1982 . p . 274.
35 . Gonz.ilez Peña, op cit.
36 . Manuel Cast•o Padilla nació en la ciudad de México. en el año de
1897 ymuereenlamismaciudaden1940.aconsecuenciadelas
heridas que le causaron pistoleros a sueldo, después de que censuró
en alguna de sus revistas a una central obrera -segUnconsignanal -
gunasfuentes - o biencriticóaalgUnaltopersonajedela política de
México.
37 . Gabriel Saldivar. E/jarabe, México, 1937. p. 8 .
38 . Enciclopedia de Mé1<ico . México, 1978.
39 Esta ve1s ión corresponde a la ve1sión de Río Toledano.
40 . Publicado en el estudio El jarabe de Saldivar, mencionado en este trabajo.
41 . ' 'Charlas de Danza' ' . Entrevista con el maestro Felipe Segura ••Era el
que hacia todaslas1evistas mexicanas ise refiere a Castro Padillafy
le hablo a él .. Yo quisiera llevarme un ballet mexicano" lse refiere a la
Pavlova). Y entonces le hizo una especie de selección de sones mexi-
canos como las espuelas de Amozoc, una cosa que había por aquella
época. una especie de popurr!, y que terminaba con el jarabe tapa1ío.
En1onces ella dice: "lquién me lo podrá montar?" "Yo tengo un co-
1eógrafo del Principal". Y fui yo quien montó ese ballet
42 . Carlos González Peña "Crónicas de arte", en Et Universa/, 19 de mar-
zo de 1919.
43 . Julio Jlménez Rueda 'El jarabe y la Pavlowa", en Excéfsior. 3 de ma-
yo de 1925.
99
CAPITULO 111
E ntremos ahora al
tema del presente
trabajo, el jarabe ranchero o jarabe de Jalisco, a través de
las consideraciones del Dr. Francisco Sánchez Flores, cuya
versión y recopilación estamos exponiendo.
Como hemos dicho, se trata de una recreación de un
"jara be de rancho", que llega a nosotros por medio de los
recuerdos de uno de los mejores bailadores de jarabe de Ja -
lisco, que además cuenta con muchas otras cualidades.
El Dr. Francisco Sánchez Flores es además poseedor de
una gran cultura, de una rica experiencia lograda a lo largo
de su vida; experiencia que ha acumulado a través de su
sensibilidad y de su inteligencia. Su contacto con el paisaje
terreno y humano lo acreditan para heredarnos lo mejor de
sus vivencias, surgidas de la interrelación verdadera con su
pueblo. No en vano coincidió cabalmente con Silvestre Re -
vueltas, con el Dr . Atl y otros exponen les de una generación
que vivió el nacimiento de un arte de carácter propio y de la
revalorización de nuestro arte popular.
El Dr . Sánchez Flores no sólo recuerda este jarabe de
rancho en cuanto a la mecánica de su movimiento y sus "pi ·
sadas", sino recobra mostrándonos - con su atinada mira -
da - la esencia de una manifes1ación popular, plena de sen -
tido, de gracia, de finura .
101
El Dr. Sánchez Flores, "Taita, topil, sipil y a un tiempo
jocoyote; cacique btanco, aunque moreno; blando. Bailador
y pintor; hechicero." 1 Como le decía Don Agustín Yáñez,
nos cuenta que vio bailar este jarabe desde que era un niño,
en su pueblo natal , Tlajomutco, Jalisco, "a un señor que le
nombraban Don Miguel Platas, porque usaba una pantalone-
ra de plata , allá por los años diez ... "2
Nos narra nuestro maestro y amigo, que además de
bailador, pintor y "hechicero", es también un escritor de cos-
tumbres - que en él, como dice Navarro Sánchez, son vida
propia -, en su libro titulado La vida y la muerte entre los tla-
jomulcas, la historia de T lajomulco:
102
Usaban muchas plantas medicinales . Culiivaban la tierra y
el ganado, eran muy buenos tejedores de lana y algodón y ex ·
quisitos alfareros : aún se hacen aqul los mejores cántaros y
las preciosas ollas vidriadas con greda .
Eran indígenas de 1an buen ánimo, que el obispo don Pedro
Maraver, ya en plena Colonia, los amó entrañablemente; tan ·
10, que al Tati1a coe1áneo el buen obispo le dio su nombre.
Los tlajomulcas, a la llegada de los encomenderos, y tras
ellos todos sus asecuaces, presintieron el desmoronamiento
de su poder temporal y al abandonarlos el último fraile creye·
ron perder toda esperanza.
La comunidad, reducida a unos trescientos individuos. se
conserva unida en trabajos y alegrías ."'
103
torrenciales, pedregosos, prestigiados de ópalos y arenas
auriferas; con sus dos minas: una de cantera roja y caolín, y la
oua de oro, enmedio de dos zapotillos señeros -canicas
verdes -, en espera siempre de la anhelada bonanza; con la
barranca de los Venados y et viejo cauce encantado por una
india, quien envió así la codicia de los tarascos: cuando hubo
arrojado un tecomate sobre los veneros líquidos del río, consi-
guió desviar su corriente al otro lado del valle.
Al sur el cerro Viejo impresiona por su magnitud y sus conse-
jas: El atajo empedrado en sus cresterias, el patio de los naranjos
fantasmas, la cueva encantada con su teso10 escondido, fabulo -
so - cien cargas de barras de oro, mil de plata, ornamentos pre -
ciosos, vasos sagrados, armas, etcétera - custodiado por cien
espiritus cuyas osamentas, de gran uniforme y armados de pun-
ta en blanco, permanecen de pie en el vest1bulo de la gran cueva
del Todo o Nada. El viernes santo de cada año, al salir el sol un
peñasco marca con su sombra la boca de la cueva tapiada por los
legendarios bandidos: con sangre de mula hicieron la arga-
masa para pegar las piedras: mas ese dia, s1 apareciera ante
nuestros ojos a las doce de la noche la llamarada del oro,
penetraríamos al misterioso y codiciado escondrijo. Avaros de
amarillas onzas y pesos cuadrados; llenas nuestras alforjas;
dueños de vasos rotos, hechos fardo en una capa pluvial, bor-
dada por regias manos españolas ... Inútilmente buscaríamos
la salida, porque las voces terribles de los esqueléticos guar-
dianes nos aturdirian: "¡Todo o nada!"
¡Nada l..Si, toda la alegria saliendo al fin, para ver nueva -
mente la luz de las estrellas y senti1 el fresco y rumoroso aire
entre los madroños y los pinos, y avizorar, allá a lo lejos, las lu -
ces de la ciudad de Guadalajara, y alli en el fondo, la perfecta
cuadricula que auna su trazo la presencia del franciscano fun-
dador ; la perfecta cuadrícula del pueblo. blanco de luna, cobi-
jado amorosamente por las pétreas alas de la sierra del Águila
- ahora de la Cruz -, que por el poniente cierra el molcajete de
montanas. Con el placer de Lázaro desperezaríamos los múscu-
los en las neverías, estanque en el escarpado arroyo donde
hay que retirar los tejos de hielo para tomar el baño ... y des -
pués ve1 salir el sol sobre el cerro del Tecolote, y allá en su fal-
da, sobre las casas, pintar de azul las banderas de humo que
pregonan el hogar de los humildes. ~
104
Sigamos con nuestro amigo recorriendo la Villa, rica en con-
sejas como todo pueblo viejo, c r ucemos el arroyo y vaya -
mos de su mano hasta la casa de Don MJguel Platas, aquel
personaje que le antecedió en "la bailada":
105
nistrador de la hacienda . Se mezclaban .. . cuatro parejas
baillando, parejas del pueblo, algunos con botines, con calzón
blanco o con pantalón ... No había una uniformidad ... el vesti-
do era de la gente de su clase y de su tiempo. Creo que
siempre fue así. .. '
106
Sonrie el Tatita v con él, los demás.
·No te apures, yo te bautizaré lo que venga y cuenta con la se-
milla V los animales para tu siembra. Decidimos darte la tierra
del rincón grande, allí hay agua, te repondrás, pero el hambre
te la aguantas con nosotros .10
107
Dice que aquí en Guada lajara ya nadie sabe, o no quiere
bailarlos. Ayúdenme a salir del compromiso si son mis amigos.
Pancho tiene mucho ascendiente y simpatía en " La Pre-
pa" y fuera de ella. Es nuestro compañero de grupo; nos
consiguió descuentos en cines, teatros, librerías, tiendas
grandes y chicas, tranvías y hasta en las cuotas de inscrip-
ción de la Universidad .
En cambio de impresiones, resultamos algunos bailado-
res; los demás dicen que si supieran hacerlo, irían con
mucho gusto. Decidimos aceptar la invitación; Pancho debe
cumplir su compromiso, y las muchachas de "La Industrial"
son muy simpáticas. Nos enlistamos doce . Pancho está feliz .
- Gracias compañeros. Mañana a las seis, aquí nos
reunimos; vístanse como si fueran a bailar en la mejor fiesta
ranchera de su pueblo.
Eso es lo dificil, pensé: después de tres años, aquella ro-
pa ya no me queda, si guardaron alguna; el sombrero ancho
de fieltro de mi abuelo resultaría inconveniente. Veré qué
puedo hacer.
Llego tarde a la cita. Pancho está solo, preocupado, se
pasea a grandes trancos por la oficina; me ve y habla:
- A! fin llegas -voltea hacia un reloj colgado a la
pared - son unos incumplidos. - Continúa su paseo.
- Se les dificultaría la ropa. Me costó trabajo conseguir
ésta; el sombrero fui a comprarlo a San Juan de Dios. La blu -
sa y el pantalón me los prestó mi tío Manuel a quien cono-
ces.
El reloj suena las seis y media.
- Ya no vinieron esos informales - , se detiene y me pre-
gunta de improviso:
-¿De veras bailas el jarabe? - . A mi asentimiento, con-
tinúa jubiloso:
- ¡Contigo resolvemos el compromiso!, vámonos.
- ¡Yo solo y así! Me sentiría ridículo -le digo, y me suel-
ta un discurso, vuelto a enojar. Cambia de tono y sigue ..
Me convence: no soy tlmido ni apocado: y ¿cómo no voy a
tener confianza, si de veras bailé jarabes, como nadie en mi
108
pueblo? ¡El amor propio y la presunción truinfan! Pancho
con ellos.
Un viejo automóvil nos lleva a "La In dustrial". En la
pueria de la calle de lópez Cotilla está la comisión que reci -
birá al señor gobernador y a sus invitados .
Entramos por la puerta de la calle de Madero. Nos espe -
ran un mariachi reforzado con et arpón de la sierra, de Abun -
dio Martinez, y doce muchachas vestidas de rancheras .
Comprendo su desencanto: llegamos Pancho, y yo solo ves -
tido para la fi esta: pantalón claro medio atacado, de ancho
aletón ; blusa de manta alforzada; sarape blanco de Jocote -
pec, floreado, y sombrero de soyate con cintas y barboquejo
negros de lana. Vengo bien plantado; ¿cuál de todas será mi
pareja?
Pancho me presenta con las muchachas y les dice , segu -
ro para animarlas:
- Mi tocayo es un fenómeno: tan buen bailador que si
quieren las baila a todas juntas o de a una por una. - Me mi -
ran in crédulas, curiosas .
Llega Berenice Aamirez, secretaria de la escuela, y se en -
tera por Pancho de lo sucedido; tranquila me toma ta mano y
habla cordial , amable:
- Con usted y su buena voluntad basta; se lo agradece-
mos.
- Pregunta si vamos a bailar sin algún ensayo.
- Como se pueda; saldremos adelante, descuide.
El director de mariachi, que es de Pueblo Nuevo, me in -
forma que le tocaban a don Rafael Urzúa , allá en la sierra , ja -
rabes hechos con sones , zapateados y coplas viejas que él
escogía . En su violfn me señala el principio de algunos pasa -
jes conocidos y otros que nunca había escuchado.
- Qué bueno "maistro" ¡así es la música de jarabe!, le
intercalamos los "paseos" necesarios y ya está.
Llega corriendo una guapa muchacha con recado: el go -
bernador está por llegar. Berenice nos habla:
- Mis dos Panchos, en ustedes confiamos -me mira;
son muy bellos sus ojos color de miel. Se aleja presurosa .
109
Algunas muchachas se componen y zapatean tararean-
do el "jarabe tapatío"; me desilusionan. le dije al director:
- lúzcanse tocando; canten todas las partes que me se-
ñaló con un violín y cuanto sonecito viejo se les ocurra; todo
lo que gusten, menos el "jarabe tapatío" del disco para fo-
nógrafo que tocan en los bailes de barrio y en las escuelas
de la ciudad, y recuérdelo "maistro": entreveren algún pa -
seo·cuando nos vea cansados.
Se oyen aplausos y dianas del mariachi que se fue
corriendo al patio del festejo.
Cuatro muchachas me interrogan:
- ¿Cómo vamos a bailar sin haber ensayado antes?
-Como podamos le cumpliremos a su secretaria - les
digo, animándolas. Ellas son: lupe, María del Refugio, Cha-
le, Carmen ..
Aún no conozco a Josefina Gómez, la directora; sólo
presiento su sensibilidad, a través de la singular invitación:
¡dizque a bailar jarabes de pueblo, ante un gobernador y en
su capital! ¡Vaya!
- la fiesta al Mandatario Benítez es un té, amenizado
por las alumnas de la escuela, entonando canciones anti-
guas de Jalisco, y el jarabe como fin de fiesta - me informa
la profesora Cuenca.
En el patio a media luz, colocaron mesitas primorosa-
mente adornadas con bocadillos que par€·cen flores, y lám-
paras con pantallas rosa y verde.
Guapas muchachas, vestidas de rancheras alumnas de
las señoritas Aldrete, sirven el té.
la mesa de honor, con el mandatario, sus invitados y la
Directora, es atendida por la gentil Berenice, Candita, su
hermana, morena de ojos negrisimos, mi preciosa prima Ani-
ta Sánchez del Castillo y lupe Álvarez, breve y linda, "la
monedita de dos pesos", de puro oro, la nombra, cariñoso,
el pintor Sánchez Guerrero, mi tío.
las alumnas, sentadas a las mesas de té, inician una
canción que parece lejana por su delicadeza; acompañan
guitarras invisibles.
110
Victima fui de un desengaño cruel.
El destino me arrancó lejos de ti
sólo Dios sabe si mañana mismo
el destino me acerque junto a ti.
Si acaso el mundo te ofreció riquezas
yo sólo tengo para darte un corazón.
Las palomitas pérfidas volaron
y yo triste apasionado me quedé.
111
"pisarla", descanso. Al fin permite que la cubra el ala de mi
cobija: ¡la tengo abrazada!
¡Cuca pespuntea la diana!, yo debo seguirla.
Todos pudieron admirar en ella la fiel interpretación del
carácter recatado de la joven jalisciense. Es casi una niña,
arisca, pero baila muy bien; con gran sentido del ritmo, ya
que improvisamos, ella más, en las coplas y sones escucha-
dos por primera vez: de muchos le dije el nombre a la pasa-
da, y de los que nunca escuché antes, me los imaginé, y les
puse nombre. Después de todo, Cuca me dijo:
- Es usted un muchacho bronco y decidido; me gusta
como zapatea, mueve su cobija; y sus botines lucen mucho.
- Claro, los compré en "El nuevo Rigal"; me costaron
noventa y cinco pesos, regateando: son de los más ceros.
- ¡Fue un triunfo! -e xclama Berenice.
Hasta el gobernador, puesto de pie, coreaba y aplaudía.
- ¡Voy polla! - gritó en una ocasión: seguro recordando
viejos tiempos.
-¡Vamos pollo! todavía no tiene espolones de gano
-gritaba la "plebe" de las muchachas.
llevan caballo: el sexo que llaman débil es aquí e\ más
fuerte y opina diferente al señor gobernador. Me siento hala-
gado.
Todos piden otro jarabe. El licenciado Benitez y la direc-
tora nos invitan a su mesa y nos cumplimentan , en tanto los
aplausos siguen; Berenice me pregunta sonriendo, llena de
malicia:
- ¿No le dijo Pancho Martin a las muchachas que usted
podía bailar con todas juntas, o de una por una? - Ríen, y yo
sufro cruel afrenta.
Una muchacha, puesta en jarras, se planta en la tarima y
me interroga sonriendo:
- ¿No viene a bailar conmigo Pan cho?
Ni siquiera digo "con permiso" a mis anfitriones. Siento
que me pongo colorado; corro a la provocación y bailo.
Bailo como nunca lo hice, y Carmen ... Carmen Nava
- escucho el nombre - , si baila conmigo acoplada; quiere
112
hacerlo por su cuenta, y se deja volver al redil; a veces se
enfurruña igual a Cuca; sin embargo, ¡me conquet ea zala ·
meral la plebe de las muchachas aplaude y grita.
Animados los mariacheros, cantan coplas, tocan sones
que involucran objetos, hombres o animales en actitudes que
debemos interpretar bailando "pespuntes", " fl oreos" y
"zapateados ".
Sones y sonecitos y pasos de punta y talón, resuenan en
la tarima: ¡tuviera cánta ros debajo como en las feria s de Ca ·
jititlán, durante la fiesta de sus taumaturgos Santos Reyes !
las contradanzas, pavanas, seguidillas y jotas, vistas en
los ricos salones de la Colonia, por los indios "encomenda·
dos" a cristiano cuidado espiritual, fueron imitadas con jus·
ta ironia, en los tugurios o bajo los árboles, en vergonzante
solaz; escape a su desgracia de esclavos, y son origen de
muchos pasos de todos los jarabes, junto con algunas dan·
zas rituales, interpretativas, como El venado y El guajolote,
antes libres, ahora en el ambiente cristiano-pagano de atrios
y plazas en fiestas de santos.
Más tarde, los peones, y sus mujeres bailaron en las ha ·
ciendas para solaz de sus amos, no entendida ya la crítica
indígena y el remedo mordaz.
los jarabes, desde su aparición, fueron de todos sabores
y colo1es; pero todos cuidaban la fina ironía y delicada
crítica, por ello más sangrienta, señalada por Jos nativos.
En algunas ciudades, ante las pasiones desbordadas, las
pugnas entre clero y autoridades, los bailes traídos de la
Península a teatros , figones, plazas de gallos, con china
bailadora y cantadoras, provocaron la repetición de la reac -
ción popular: los léperos, gente de trueno y mal vivientes,
bailaron los jarabes "gatuno'', "pan de manteca" y de "las
bendiciones", en t re otros, a cua l más irreveren tes y proca -
ces; llegaron a tan t o, que los inquisidores intervinie ron ale·
gando influencia satánica y ataques a la moral.
Aún no habían llegado los franceses, y el mariachi y sus
jarabes, en mayoría de edad, fueron enjuiciados por la Santa
Inquisición.
113
En la Insurgencia se derramaron, crueles, en el campo de
los pat riotas; en Guadalajara, los chinacos encontraron pas-
to abonado para su desahogo. La Nueva Galicia era panino
de jarabes, v cuna del mariachi.
En la Guerra de Tres Años, las "chinas", entre otras mu-
jeres, usaban zapatitos de raso, verde o rojo, según fueran
conservadoras o juaristas.
Imagino algunos jarabes con resabio amargo: chinas bai-
lando hasta con texanos gringos; antes lo hicieron con inva·
sores franceses. Las litografías de la época me indignan.
La ciudad se conmovió con una desgracia:
-Un tal "Huesitos", jarabero en el teatro Principal de
Guadatajara , se cayó muerto en el foro, bailando un jarabe.
El hombre era muy decente en lo particular, y nunca exageró
cuando jarabeaba - me lo contó un tío abuelo.
Me alegran juicio y admiración de insignes extranjeros
frente a la "singular belleza exótica de los jarabes de estas
tierras americanas ": Humboldt, Pavlova, Madn, Garner,
Markova, Voronova ..
Bailamos La feria:
El atole v El borracho:
114
la chinita tenía calzones
y de ta silla se le escapó.
Los enanos:
Ya los enanos
ya se enojaron
porque las na -nas tes pellizcaron .
La bola:
Viene la bola
a'I va la bola
pronto se enredará
viene la bola
a'i va la bola
"échatela " o se te va.
El palomo y la paloma
se fueron a refrescar.
la paloma era solita
de pronto quiso llorar.
115
Y El arrullo:
Solt amos brazos y piernas para baila r una jota española que
se naturalizó en la tierra nuest ra, aba nicada por puntas ce-
deñas de rebozo de Santa María y mascada voladora de seda.
116
Diana diana chin chin chin
diana diana chon chon chon
le tiramos al violln
le pegamos al violón ..
Ya salió la luna
se fue la tormenta
y si est~n cansados
¿por qué no se acuestan?
117
Notas
118
CAPITULO IV
119
Las treinta partes del jarabe ranchero o jarabe de Jalisco
1. Salida y saludo.
2. Zapateado fino con remate.
3. Lazada sencilla y lazada doble.
4. Zapateado fino con medias naranjas.
5. Convite.
6. Atole.
7. Paseo corto con medias naranjas.
8. Taconeo volado y naranjas completas.
9. Paseo largo.
10 . El beso
11. El Chabolla.
12 . Zapateado .
1 3. El espinado.
14 . Paseo largo.
15. El beso.
16 . La bola.
17. El limón.
18. La pavana.
19 . El burro.
20. Preparación para la jota tapatia .
21 . La jota tapatía.
22. La rueda.
23. La perica.
24. La rueda.
25. El palomo.
26. La rueda.
27. La tirada del sombrero.
28. La pisada.
29. La dormida.
30. La diana.
120
ANÁLISIS DE CADA PARTE, EN RELACIÓN CON SU
CONTENIDO, SUS ANTECEDENTES Y SU FORMA
121
ses en las mitologias clásicas, disfrazándose de mil cosas
para enamorar a las ninfas. Así pues, el bailador representa
múltiples situaciones muy particulares, para hacerse no-
table ante la pareja y para que ella ceda a sus insinuaciones.
Es el requiebro a través del cual él aspira a que la "polla" se
le rinda.
Chata ve a Guadalajara
si quieres te llevaré
a que bailes el jarabe
con el mero caporal
o con tu prieto mejor.
122
Se inicia la primera parte EL SALUDO, en la que efectivamente
se produce el reconocimiento de la pareja. Se acercan y se
alejan, observándose con disimulo.
La segunda parte: EL ZAPATEADO FINO. Llamado ásf por el
maestro Sánchez Flores. porque la bailadora debe ejecutarlo
como una filigrana, alternando las puntas y los talones. con
delicado asentam iento. Mientras tanto, el hombre lo realiza
con toda la planta del pie, en rápido pero fino movimiento.
la LAZADA SENCILLA y LA LAZADA DOBLE que constituye la
tercera parte es, en sentido figurado, una forma propiciato·
ria de atraer a ta compañera, rememorando el lazo de cuero
que el hombre de "a caballo" echa a la res, para sujetarla.
En la cuarta parte se repite EL ZAPATEADO FINO, con una
serie de medias vueltas que nuestro maestro llama "medias
naranjas", porque asl escuchó que las llamaba Don Miguel
Platas.
la quinta parte es EL CONVITE, en el que se invita a la
compañera, al son del siguie nte verso, sección que Don
Francisco Sánchez Flores llama también La feria:
123
cinco que, junto con El palomo, El perico, Los enanos y La
diana, integraban originalmente el jarabe.
i:ste es un son imitativo. En su primera parte los bailado·
res se desplazan de lado a lado, como si se cayeran de borra-
chos; en la segunda, se imita -con los pies- el movimiento
que se hace con la cuchara para menear el atole y que éste
no se pegue en la olla, mientras está en 1a lumbre. Esta sec·
ción termina con cuatro "medias naranjas".
La séptima parte la constituye el primero de los paseos,
EL PASEO CORTO, que no es otra cosa que un pequeño des·
canso.
Según anota Saldfvar, ya el Lic. Juan N. Cordero , en
1897, se referia a Jos pasajes que , como el paseo, eran ver·
daderos periodos de descanso que preparaban partes más
agitadas y difíciles, en las que los bailadores cambiaban de
lugar, con pasos "cadenciosos y lánguidos" En este aspec-
to, nuestro jarabe no se aleja de la tradición.
Sigue precisamente, una parte (octava) de difícil ejecu-
ción: EL TACONEO VOLAOO combinado con "medias
naranjas". i:sta es una pisada caracterlstica de Jalisco, de
gran belleza plástica . Los bailadores hacen gala de sus habi·
lidades, y como bien dice Don Guillermo Prieto :
124
Amor con pena v resabio
es et mayor sacrificio
vale más tonto v no sabio
que amante pero sin juicio
para no sentir agravio
ni agradecer beneficio.
125
música sirve sólo de apoyo, ya que permanece en un armo-
nioso segundo plano.
La décimo tercera parte, es el famoso ESPINADO, men -
cionado por Don José Ma. Rivera en su artículo sobre "La
China", publicado en 1855 y del cual dice:
126
combatir, sino que pretende fascinar. vencer. subyugar al
mentado bailador de jarabes de aquel barrio .
-Verso verso
-Si ¡verso! repite la multitud
A'i va la bola
A'i va la bola
atájata que se va
corre ta bola
pasa la bola
córrele que se te va ..
Viene la bota
A ' i va la bola
pronto se enredará
Viene la bola
A'i va la bola
"échatela" o se te va.
127
Según dice Rubén M. Campos, este son es sin duda una alu -
sión al "muitle'', la planta que suelta ese color. Mientras
tanto los bailadores hacen verdaderos equilibrios subiéndo -
se a las puntas de los pies y luego a los talones, o mejor
dicho, a los tacones.
La décimo octava parte es LA PAVANA. Un bello pasaje
musical , en "tempo de pavana " , con movimientos que se
nos antojan el elegante "tranco " de un hermoso caballo
bailador. En este son el cortejo entre la pareja se hace fran -
128
En relación con el verso, el Dr . Sánchez Flores nos hace
el siguiente comentario:
129
peso, realizando al mismo tiempo un dibujo en circulo que
hace girar a los dos cuerpos de los bailadores.
A LA RUEDA le sigue LA PERICA -sección vigésima terce-
ra- o EL PERICO, son antiguo que ya hemos consignado . Éste
es otro son imitativo que describe también Juan N. Cordero,
en su ya mencionado estudio de 1897, el que transcribe
Saldívar, en su escrito sobre el jarabe:
130
Vuelve nuevamente LA RUEDA -sección vigésimo sex -
ta - que parecería despertar a la pareja, introducción al son
vigésimo séptimo: LA TIRADA DELSDMBRERD, el que, según di-
ce Sánchez Flores, no es otra cosa que el slmbolo del nido,
en el que poco a poco irá a caer la bailadora.
Después de una pequeña introducción en la que la pare -
ja baila alrededor del sombrero - una de las secciones más
conocidas de este baile - en este jarabe, sigue a esta ac -
ción, un movimiento en el que la baitadora va descendiendo
lentamente hasta quedar propiamente dentro del sombrero,
en el nido como bien dice el maestro Sánchez Flores . Sin
embargo no lo toca, la bailadora queda hincada o postrada,
pero fuera del sombrero.
Al respecto debemos comentar, que todos los datos nos
revelan la falsedad de bailar esta parte dentro del sombrero,
es decir, pisando el a1a del mismo; cosa que sí hizo Anna
Pavlova, cuando bailó el jarabe de puntas, to que posterior-
mente repitieron muchas de sus seguidoras.
Según anota Saldívar, en el camPo. jamás se bailaba
dentro del ala del sombrero v comenta:
... la razón nos la dan algunos ancianos, quienes aseguran que
sólo a las instancias de los espectadores v al grito de ¡plsalo
china, que ya está pagado! la china bailaba una vuelta con un
pie dentro v el otro fuera del sombrero. 15
Ya se va la nube
se fue la tormenta
v si están cansados
¿por qué no se acuestan? ...
131
Y así meciéndose en tierno abrazo termina prácticamente el
jarabe ranchero o jarabe de Jalisco, pues el maestro Sán-
chez Flores asegura que LA DIANA, el son trigésimo, jamás se
baila; agrega que jamás lo vio bailar en su pueblo.
En nuestro jarabe LA DIANA sirve para agradecer a los
bailadores su actuación, y los bailadores agradecen al públi-
co, a los espectadores, su aplauso.
Y hasta aquí dejamos la descripción de las distintas par-
tes de este jarabe que, como hemos visto y demostrado, se
basa en lo mejor de nuestra tradición musical y dancística,
se fundamenta en la verdadera motivación de los bailes de
pareja, y recoge las caracterlsticas esenciales de auténticas
y viejas costumbres populares.
Por lo mismo, es un material confiable para su inclusión
en la educación de jóvenes y niños.
No ras
132
12. Sachs, op. cir. , p. 3 7 1 .
13 . Gabriel Saldivar, op. cir.
f4. fbidem, p . 17 .
15. fbidem, P. 14 .
133
CAPITULO V
135
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CAPÍTULO VI
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CAPITULO VII
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186
CAPITULO VIII
N acido en Tlajomul·
co, Jal. en 1910, en
plena época de fuertes con vulsiones revolucionarias, se
descubre a poco andar como predestinado a recoger un Mé·
xico que está fuera de tos textos. Eso lo lleva a una peregri-
nación que hasta hoy -aún con el alma joven - no termina.
Responde a la creencia de que para el hombre, las artes
constituyen un vehículo de realización individual; adquiere
como ser humano cabal dimensión al sumarse al proceso de
crear belleza y cumple, como ser humano creador, la tarea
de transformar el mundo.
Ha vivido el arte en muchas de sus manifestaciones: en
la poesía, en la pintura, en la escultura, en la literatura y en
la danza. En cada una de ellas ha hecho aportaciones pro-
pias, substanciales. Se ha realizado generosamente porque
escogió el camino de un arte en interrelación con su pueblo,
comprometido poderosamente con las rafees de su so-
ciedad.
Muy posiblemente por ello , se quedó en la danza del
pueblo y buscó en ella la respuesta. Comprendió que allí es-
187
1aba el punto de encuentro con esa realidad que, a menudo.
se nos presenta con el rostro enmascarado, como en esos
1tayacates que danzan sin descanso .
Ha viajado al pasado v desde sus sombras ha rescatado
esas antiguas expresiones de humanidad en pos de comuni-
cación, de relación de amor.
Pero no vive en el pasado, afirma solamente :
"Conservamos herencias del pueblo de México, y estamos
obligados, cuando menos, a recordarlas con propiedad ."
188
Herencias que se proyectan en el presente entrelazadas
con los hombres que repiten sin tregua su esencia .
El Dr . Sánchez Flores no solamente recuerda, sino más
bien recobra un pasado que al fin de c uentas nos define . Va
por el tiempo , investiga y rearma la tradición perdida.
Es más que un t estigo, es historia, de la buena, la que
brota del quehacer positivo y que no persigue mayor
recom pen sa que la de mostrar su pasión por el ser hum ano.
Pero ... ¿q uién es Francisco Sánchez Flores?
Mi temor a no responder cabalment e a esta pregunta,
me lleva a considerar un mejor camino que revele con mayor
cla ridad quién es este hombre de Tlajomulco que ha hecho
carne y opción de vida su sentimiento de mexicanidad.
Y no hemos encontrado mejor elección que incluir en es-
te capítulo, una bre ve selección de testimonios que han de-
jado verdaderos escritores, conocedores del oficio, que han
sabido plasmar acertadamente tas cualidades de este ser
singular y que como nosotros lo han querido y admirado, se-
guros de que a trav és de ellos encontraremos la respuesta.
TESTIMONIOS
189
crecido amor a la Sierra del Tigre, bajando para Pihuamo. (Acá, fu-
nambulesco, hizo pareja con aquel otro doctor telúrico y funambu-
lesco, porción volcánica de Popocatépetl y Paricutfn, rey de oros,
el gran Atl, pintor fáustico. Los dos doctores -el viejo de barba
vellida y carcajada estentórea, el joven lampiño con risa de ra -
tón - allá entablaron competencias de amor a la Tierra: la reco-
rrían incansablemente a caballo y a pie, la miraban y pintaban sin
descanso, la nombraban en cada uno de sus accidentes con leta -
nlas interminables . Aquella gran tierra con el corazón - de pláta-
no - en Pihuamo, señoreada por volcán de nieve y volcán - ro-
to - de fuego, dilatada en paleta de todos colores y tonos, rica en
tesoros y leyendas , custodiada en orden de batalla por las estriba-
ciones de la Sierra del Tigre, broncas . Placeres de oro y de chaca-
les en los rlos, yacimientos de hierro, bosques de maderas pre-
ciosas y de guacamayas, cañaverales , platanares, a la vez tierra
tórrida y fría. En la plaza de Pihuamo las muchachas en coro, y en
las calles, y en los jardines interiores de la casa).
Mas la Tierra centro del alma vegetal que anima dentro del
doctor jocoyote, la tierra de su savia y aliento, impronta de su des-
tino, es Tlajomulco, por los siglos de Jos siglos. Tierra que tiene al
Gato por tótem, y por paisaje nativo la hechicería. Fuerte . Fatal.
tierra de convenciones seculares hechas forma de vida . Inexo-
rable. Tierra reseca . Risueña en sus milagrerfas. En sus historias,
en sus leyendas, trági¡;a. Por tanto, solemne. Religiosa -pagana-
mente solemne. Tierra de continua liturgia. En el centro, la Virgen
y el Gato. En la periferia, los taítas, mayordomos, topiles. Los pas-
tores. Los cortejos del Santo Entierro. La blanca caravana de ceras
decoradas, como un jardín que camina . (Macbeth, tú serás rey.) Y
a un lado la figura del pintor: este funambulesco médico que si de
otro modo lo llaman, fue designio dinástico que se llamara Francis-
co, Francisco Sánchez Flores (vegetal aún el apellidol. Producto
de su Tierra, la lleva en su sangre no sólo a tos actos y preferen-
cias: a cada movimiento de su existir. Ella grita en su cándida o en
su desgrarrada alegría, brota en sus giros de bailador, en la luz de
sus cuadros ensombrecidos. Ella surge cuando él pinta el cuerpo
humano y los cielos. Ocre y verde son sus colores, en deriva-
ciones bermellón y moradas. Cuando canta, cuando asume grave-
dad patriarcal o de médico, se siente la percusión de la Tierra
nutricia. Y tanto , que la fidelidad a ella le ha impedido ser no más
pintor, o bailador, o médico, educador, político y ahora escritor.
190
Cómo se enamora de tierras ajenas. Quizá porque a través de
cada un a sólo ve trasuntos de ta suya, nativa.
Nat ivo esencial. Pagano-cristia no-pagano. Sin duda nacido en
dla de jubileo. Ueva la música por dentro y por fuera. Sus colores,
fiesta. Igual que bailador fuera mariachi o torero. Le gusta y es él
mismo perpetua pirotecnia . Revestimiento de lluvia de oro. Torito
de bengalas y buscapiés . Nat ivo docto en todos los menesteres de
la liturgia popular, docto en todos los aires del recuerdo local
- músicos, usos, costumbres, bocados, antojos, composturas y
toda ortodox ia suntuaria - , docto en las exigencias de la amistad.
Cordial, t ierno, sombra y juego de platanar. En el fon do del huerto
anida la melancolfa, la nat iva melancolla de formas exquisitas:
cuando el cofrade reflexiona en el transitorio esplendor de la fiesta
o cuando terminada se piensa en el año que ha de transcurrir para
t::¡ue vuelva .
Maestro de ceremonias y obras, albañil también. A veces
construye con las nubes, pero buscándoles apariencias terrenas,
colores indígenas, como cuando pinta es fácil hallar paisajes en
los rostros, manos y actit udes de sus personajes, o rastros de al-
bañilería en el oficio; caras de tierra, de piedra, de arbustos; cuer-
pos de adobe, caicanto y cantera; revoques y aplanados de zoqui-
te ; tonos de pintura municipal. Personajes de cercas , de malezas,
de huertos y jardines . Personajes de terrado, de teja y tejamanil,
parejos , inclinados y de dos aguas, de techo bajo y de varios pi-
sos, con ventanas o a espacios vacíos, de una o varias puertas,
anchas o estrechas, regulares o asimétricas, con apariencia de
iglesia o mesón, de palacio, vecindad, cabaña, enramada .
Conoce , como si se los hubiera dado, los nombres de las pie-
dras , de Jos árboles, de las flores, de los frutos, de los pájaros, de
los peces, de los ríos, de Jos valles de Jos montes; casi todas sus
leyendas y muchas de sus virtudes. Posee un elenco especial de
las estrellas y las constelaciones: astronomía terrena que aprendió
de algún tafta o topil agorero. Sabe donde hay tesoros aunque no
le preocupe halla rlos. Nada, en fin, que la tierra - su tierra - con-
cierna le es ajeno. Por donde hundiendo sus rafees en Tlajomulco,
resulta esencial jalisciense y mexicano hasta las cachas.
Quitándole y poniéndole, asf es el autor de las páginas - ma-
ceradas con sabores vegetales- que vienen en seguida. (Termino
el retrato antes que Sánchez Flores concluya el mio, hace años
proyectado.!
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27 f,.,,cisco Stnchu Rores Lil p1et#• lm4n 11979). Oteo sobre lel•
Colección del Uc Juan Diego CHIAl\edli CebAUos
192
fórjase, en la entraña misma de la tierra, el maestro pintor; o bien
la respuesta del por qué y para qué lo llevan a la medicina: hipocrá-
ticamente realza, entre el dolor, la alegría de los pinceles y el tam-
borileo de los pies . Pero hay también ocasiones en que el humus
exige el sueño de las paradojas , la política ensoñada, que por ser
realidad, también desvela ..
Pero, como Yáñez diria más tarde - aprovechando la fórmula
terenciana -, a Sánchez Flores nada humano le es ajeno: ¿Cómo
puede serle ajena una literatura que el pueblo hace, agita, desen-
vuelve a los cuatro puntos cardinales? Palabra. Silencio .
Recogimiento cordial. Cordón de una geografía que anuda mil ve -
ces el ánimo: por el pueblo y para el pueblo.
Del pueblo Sánchez Flores extrae la más rica sustancia: tan
profunda, que nadie puede medir su anchura y su largura y su pro-
fundidad. El hombre ha quedado allí, enraizado. Las costumbres
no son la superficie -aunque en muchos casos Jo sea - , pues
en tre ellas y con ellas anda un juego peligroso . Sánchez Flores lo
advierte y, no obstante, entrega el cuerpo de sus motivos al abra-
sante ¡uego.
Siempre he creído que el folklor lo ejerce el escritor profe-
sional, cuando, al buscar la nota de lo pintoresco, es falso.
Sánchez Flores no lo es . En él las costumbres son vida propia. Sus
ojos y sus manos de pintor, por ser humano, no rozan la epider-
mis.
No puede rozarla, ya que Sánchez Flores y Tlajomulco son,
convertidos por la literatura mexicana, consiervos de un mismo
reino. Tlajomulco y Sánchez Flores son el pueblo mismo, mejor
dicho, el mismo pueblo. Las palabras en el escritor son el signo de
la verdad; entrecomillarlas sería falsear el sentido propio, indiso -
luble. Forzar la construcción - "embelleciéndola", como muchos
escritores de cuello alto prefieren - seria ocultar la luz que irradia
la comunidad.
Comunidad tiene aqui un sentido casi litúrgico: alguien es Al-
guien cuando, en el silencio de su corazón, se busca y se en-
cuentra, limitado, reducido a su ínfimo valor, pero transformado
por el don de la gracia en columna y sostén de la gran bóveda basi-
lical. ¿Y qué es el lenguaje, sino la intercomunicación de palabras
cultas - tan graves - y llanas?
De este pintor y escritor - fáustico, dice Yáñez -, cuyos inci-
sivos están a flor de piel, siempre hay que esperar algo: puede ser
193
la busca de lo profundo, o el ofrecimiento de una alegría, Dionisos
casi del sueño, que transmuta y ofrece la tierra - tu tierra, nuestra
tierra- a la tierra me>.icana.
é/... 2
194
Con la serenidad de la creación, el paisaje incita a caminar y a
sestear, a ver, oír, oler, gustar y tocar.
Luz y claridad, medios tonos y contrastes se funden en una só-
lida armonía .
Febrero 12 de 19 71
Jubileo de color J
195
28 , Fr•nc11co Sánchei Flores. EJl>aculo "-,. •Jtt•I• 119531. Oleo sobre
1ela. Colección del Uc, F1anc1sco Medina Ascenclo.
196
como no podla bailar, su inquietud eterna lo volvió a lo que es el
tema de esta historia: la pintura . En efecto, en sus ratos "libres"
decoró las paredes del sanatorio con dos murales realizados al
fresco, que fueron sendas alegorias de la Mujer y de la Medicina.
Parece que, definitivamente, el nuevo Médico, va a limitar sus
devaneos artisticos; porque ahora decide establecerse en la pobla·
ción de Pihuamo para ejercer su humanitraria profesión; pero la
verdad es que Sc1nchez Flores no practica "devaneos" con la pin -
tura sino que la sien1e y la vive; como vive y siente el baile regional
y toda actividad folklórica.
197
Con ello queremos además, rendir un homenaje a
nuestro sabio y querido maestro Sánchez Flores, de
quien nunca acabaremos de reconocer todo lo que nos
ha entregado y más aún, Jo que nos inspira: Maestro,
fuente inagotable de tradiciones que como su Culebra,
ha subido y ha bajado por todas las montañas del mun-
do y del espíritu humano.
El GENIO Y LA CULEBRA
Memoria
198
De Cocula ni macho ni mula
ni mujer alguna
ni tratos con el cura
ni ropa en el asoleadero .
199
Ténme confianza. Ni mato ni robo. No soy el ogro que piensan to-
dos. Menos maricón . Soy muy hombre y te pagaré a su tiempo.
Tampoco tú eres rico ... y esto no será en balde ... Pronto estaré
bien.
-Despreocúpate. Descansa. El Director de Educación me pi-
dió te recordara que eres nuestro huésped muy estimado, y le gus-
tarla, si lo invitas, acompañarnos en esta aventura. - Me ataja:
-No es aventura. Te digo que voy a trabajar. Ya podrías enten-
derlo. Ellos no. - Cierra los ojos y, a ratos, ronca. Dejó en el aire la
respuesta.
Por esto que nombran camino, nos lleva el automóvil Dodge
abierto. El rey del camino, le dicen.
Arribamos a la plaza de armas de la pequeña ciudad, al ocultar-
se el sol.
Chiquillería en azoro, juega alrededor del vehículo abandonado
al sufrido chofer, que bien ganó la paga.
El crepúsculo es un dechado magnífico de luz y color. Entolda
el recinto flanqueado por el palacio del Ayuntamiento con sopor-
tarles; casas próceres; comercios, v la Parroquia de Señor San Mi -
guel, de alta torre cuyo remate parece un botellón gigante de barro
colorado, ¡de veras! Lo festejamos por su originalidad, y nos gust a
presidiendo al frondoso jardín, con poyos de primitiva mamposte-
ría, angostos andenes v el kiosco
Encienden amarilla luces eléctricas v una veintena de meche-
ros con flama dorada en la plaza del comercio, aquí junto, entre los
pilares del Ayuntamiento y el jardín.
Los músicos de la banda pasan al kiosco. Cargan sus instrumentos.
- ¡Acaben de llegar ! Siempre se demoran - , piensa en voz alta
el Genio y me dice:
-Mira, y las campanas del reloj público sonaron las siete.
Su tranquilo descanso. Sentado en una banca, había sido roto
por otra espera también angustiosa, impaciente por escuchar una
banda del interior. No lo hubiera creído si me lo cuentan. Acaso
estudie la verdad musical de nuestras bandas.
- Cuanta calma - , lo dice criticando al "cita" que distribuye,
sobre los atriles, papeles de alguna partitura.
Los músicos afinan sus instrumentos.
Al fin levanta los brazos el director.
Desentonada marcha espantó a las palomas que zureaban arri-
ba de la linternilta del kiosco.
200
Alguna campana llama al rosario y hasta el borriquillo del agua-
dor, aliviado de su carga, suelta Inefable rebuzno. Volteo a ver al
Genio. Espero andanada de e1epresiones adversas. Sin embargo,
miro en su cara, con los ojos cerrados, paz y satisfacción. Habla
cruzado los brazos sobre el vien tre . Pienso si estrá dormido. Sigo
de invitado de piedra .
Sin prisa, mujeres y hombres, al encuentro, recorren los ande-
nes . Algunos enamorados intercambian flores .
Resuenan herraduras sobre los empedrados de las calles fron -
teras. Más fuerte pregonan los neveros su nieve de garrafa.
Los vendedores de fruta : de árbol y de horno. los dulceros.
Dos niñas ofrecen, con discreción, pequeños ramos de flores:
desde las románticas violetas, ¡blancas algunas!, hasta pomposas
rosas y una camelia " alba plena" que me apresuro a comprar.
¿Para quién? No conozco a nadie aquí todavla .
La banda concluye su tanda de tres piezas; la última es música
clásica. No discierno al auto1 .
El Genio se incorpora v habla en voz baja, como si no quisiera
interrumpir el final y los ruido s vecinos; ¡eso es !
- Increíble, ¡qué hubiera dado Verdi si llega a escuchar asl su
músical Admira mi camelia y tomamos tepache de ollas relucien -
tes, que nos sirve joven aguafresquera. La bebida se derrama es -
pumante, al añadirle pequeña cucharada de carbona to . ..
- ¡Estupendo tepachel - , exclamó en eructo feliz. De nuevo
en la banca, cierra los ojos y espera paciente que los músicos ter -
minen su descanso.
A la moza de las aguas frescas, con quien me puse a platicar,
le reglé mi "alba plena ". Más brillaron sus ojos verdosos junto al
mechero de petróleo.
La concurrencia a la serenata es nutrida . Las bancas están
ocupadas por " gente del pueblo" ; en silencio disfrutan de la músi -
ca, o descansan. En la nuestra se ha sentado una pareja de novios;
linda chiquilla los acompaña .
Los paseantes siguen incansables su recorrido por los andenes.
Escucharé mejor dispuesto la música de la banda en su am -
biente . Creo entender lo que complace al Genio . Siento frío. Me
pongo el saco, y él, callado después del concepto sobre Verdi y el
saboreo del 1epache, a quemarropa me pregunta por qué bailo so·
nes, jarabes y jotas, que si en Cocula nació el mariachi y mil cosas
201
que no me deja contestar. Con su habla atropellada, pregunta, se
contesta y concluye :
- Sólo falta destruir las trabas. Si es necesario, a balazos
- habla para él, pero logro escuchar.
- Cuajaré mi Jalisco Centro -Y, con voz indefinible, bonda-
dosa o soberbia, me dice:
- Podras oír lo que siempre has escuchado y nunca oído. Has-
ta tus pasos bailadores . Te vi gozar con mis Paralelas; entiendes
mi mUsica ... por eso te la brindo.
-:-Oué voy a entender; o gusto o no de ella. Fue cierta mi gran
emoción al escucharle Siemprevivas a un poeta, y lo del brindis no
lo comprendo.
Vuelve a ensimismarse. ¡Hace anotaciones a pluma, en los pu -
ños de su camisa! Prefiero no interrumpirlo . Con el dedo señala el
kiosco; parece dirigir la banda .
Por el andén viene el Director de Educación, el Secretario y una
cauda criolla de políticos ... Se lo digo al Genio a tiempo de volver a
esfumarnos.
- ¿Llegó? -simplemente me dice y se compone para recibirlo;
cordia l acepta las obligadas presentaciones.
- Estupendo que preferiste Cocula para escuchar un buen ma-
riachi. Nos espera el mejor del rumbo, y allí cenaremos. ¿Vamos?
-Se lo lleva del brazo.
La velada fue corta; lastima. En cambio, el mismo marlachi esta-
ra mañana "en casa de la familia Vidrio", donde las autoridades de
Cocula nos ofrecen " un pico de gallo". Se imponía el descanso.
Amaneció el lunes con Las mañanitas cantadas por mucha -
chas de la ciudad, triste dicen algunos, que hoy trasciende alegría.
Sigue una "cura'" en salud y el almuerzo "para resucitar difun-
tos'
A las once, el mentado "pico de gallo".
Ref inamiento culinario esta conjunción de naranja, jícama y
pepino : finamente picados, ademada con piñones, nueces de la
tierra y cacahuates; cebolla, picantes, limón, "sal y azúcar para
refinar sabores ' ' . Es el comodín de esta rumbosa fiesta pródiga en
botanas .
''La sangre de diablo'' : puro jugo de granadas no dulces, tam-
bién con aditamentos insospechados de sabor, y el "pico de
gallo"' , son cunas y sosiego al bravo "tequila de punta", destilado
202
de mezcales seleccionados a propósito, para las grandes oca-
siones.
Al ponche de granada, cuyos granos deben flotar entrevera-
dos en el " rosado V traidor líquido espirituoso", se le añade, al
servirlo, fruta en vinagre v nuez de Amacueca , en fragmentos pe-
queñísimos.
Et mariachi lo envuelve todo.
- ¡Qué bárbaros! ¡Qué buenos son! v ellos como si nada - ,
habla exclamado el Genio.
Rebumbio magnifico. Cocula engallada, única. Sus palomas
alerta, parecen confiadas.
En los corrales podríamos encontrar algunas mulas.
203
Zapateo en busca del ritmo. No le viene ninguno de mis pasos
floreados para jarabes.
Con los pies alternando, zapateo el son; tampoco, resultarfa
monótono, precipitado, imposible; lo confirmo. Herejía si lo ha-
ciera en otra forma. Insisto: alterno los pies: izquierdo, derecho,
izquierdo, para pequeño salto del pie derecho sobre el suelo gol-
peando, y el pie izquierdo también al aire. Cae primero el derecho
en fr¡mco golpe; alternan: uno, con el pie izquierdo dos, tres, cua-
tro, cinco, para que el pie izquierdo repita el golpe, suba, y conti-
núe ... Tatáta-tán-tatátatáta-tán-tatátatáta-tán ..
"lo tengo". Sigo zapateando.
- ¡lo tienes! ¿Qué esperas? Párate. - Grita el Genio y las per-
sonas que le forman cohorte. Me incorporo, ajusto el paso al rit-
mo, al bolero .. . a la culebra. Sigo de pie acompasando el ritmo de
la música. Encuentro alguna variante que supero. Trato de esca-
par. ¿El animal, arrastrándose, me seguirá? Volteo y miro donde
pueda bailar sin estorbarle. Busco a la culebra por uno y otro lado.
Como ella, ondulo erecto: así era en el Paraíso. Bailo y la imito. lo
puedo hacer: soy muy delgado. Alguno, a la pasada, me presta un
sombrero ancho. Me adorno cuan largo soy, crecido con el som-
brero al aire en la mano, y con su falda golpeo la tierra dormida. la
llamo: se me ocurre que, despierta, me identificaría con su hija la
culebra. Si lo hace, ya sabré cómo invocarla y pedirle alguna mer-
ced.
Las mujeres gritan: "¡la culebra", "l<i culebra"!, ¡que vieron,
oorque cierran los ojos azoradas, y se cubren las piernas cruzando
las enaguas! Y con los ojos muy abiertos, me grita despavorida mi
pareja;
- ¡No vayas a enredarme!
¡El milagro! ¡Vieron en mf a la culebra! ¡Acaso lo fui en transfi-
guración fugaz! Las mujeres son muy sensibles a su presencia y en
general les tienen horror. Sin embargo, mi especie no tiene ponzo-
ña. No mata humanos. Por el contrario, limpia de alimañas las tie-
rras en barbecho. Es amiga del campesino. Podda ser su interme-
diaria mágica con la tierra, su tierra, la tierra de ambos, la buena
tierra no siempre propicia.
Algunas culebras se engríen, igual que los gatos, en los hoga-
res costeños.
Habla nacido la mística de La culebra, y su coreografía ya ini-
ciad.ci está en proceso de asentamiento emocional. Redonderán su
204
presencia, un grupo de mujeres y hombres del campo, en coro
danzante.
El Genio, que regó cerveza y ponche de granada en tanto yo
bailaba, me habla emocionado:
- lo prometido es deuda. - Y casi me ahoga con su abrazo
que siento apadrina ta nueva danza, nacida en Cocula, donde me
identifico a través del tiempo, con mi ancestro.
Le habla contado al Genio que a mi tío abuelo, don Pepe Trigo,
coronel del Ejército Republicano, le regaban el piso con champaña
y coñac, cuando bailaba su jarabe, como nadie lo hizo, en la ciu-
dad de Tepic. Su hermana: viuda entonces. Mi abuelita, mucho
tiempo después, me lo contó, y más lindezas de su hermanito.
- " Pepe y yo, cuando niños, bailamos jotas, pavanas y se-
guidillas, aprendidas de mi linda tía y aún joven, doña Nepomuce-
na; reunidos en la casa de mi tía doña Ricardita, su hermana, muy
mayor, con quienes también vivía mi abuela doña Mariquita cuña-
da de ambas. "
- " Mi padre, viudo por segunda vez, le hacía la corte a una pa -
rienta lejana, de familia venida de la Península, pocos años antes
que la nuestra: Nicha Fernández del Valle" .
- " Mi padre don Isidro andaria por los cuarenla, y comentaba
con los frailes de San Francisco, nuestros vecinos y en ocasiones
invitados al chocolate de mi tia doña Ricardita, como nosotros,
qué bueno sería cumplir aquel viejo compromiso de unir las dos fa -
milias, que no consiguió aquel Fernández, con mi linda tia doña
Chena, entonces tan bella y distinguida. "
- "Mi tía doña Nepomucena te agradecía la flor; pero asegura -
ba que nunca le gus1ó el novio, y que estaba más a gusto ayudan -
do a vestir los santos del convento. Más de prisa batía el chocola-
te y le servía primero al más humilde fraile."
- " Tu tío don Pepe, pronto se hizo hábil ranchero en San Lo-
renzo, la Presa, y San Isidro. Lazaba y toreaba los animales más
bravos. En una ocasión toreó a uno bravísimo, con una corona de
flores de Santa Maria, en lugar de capote."
- " Y en fas bodas de TéUez, el caporal, sin haberlo hecho nun -
ca, lo vi bailar un jarabe, como el mejor maestro."
"¿Y tú, abuelita? " - le pregunté entonces.
- " No Quito: yo no debía bailar jarabes: no era China .. luego
me casé."
205
- "En Tepic, al poco tiempo, ya aceptaban el jarabe en casas
distinguidas''.
la culebra triunfa como fin de fiesta en "El pico de gallo" en
Cocula, festival que hicimos en el Centro Escolar Abel Ayala,
correspondiendo a la entusiasta invitación de Magdalena Cuevas,
ameritada maestra. Fue la primera en presentar nuestro pequeño
grupo de danza jalisciense. La chiquilleria tapatía del barrio de
Analco, aplaudió, junto con sus padres y maestros.
Se impuso al público y a los bailadores (no paraban de bailar
aun el mariachi callado) en el bello huerto (hoy desaparecido) del
Hospicio Cabañas: el pilón convertido en foro. Fiesta que apoya-
ron la Directora del Hospicio y don Florencia Topete, presidente
del PRM, entonces nuestro partido. Don Lencho, fino político y en-
tusiasta poeta de la expresión popular, apadrinó a mi grupo en la
canción del ejido: drama sublimado en alegria, que finaliza con la
culebra.
El Parque Paulino Navarro de la ciudad de Autlán fue escenario
natural, durante la visita como candidato del General Ávila Cama-
cho, quien, electo Presidente de la República, dispuso presentarla
en las celebraciones de su toma de posesión.
"Fue un acontecimiento político social la función de gala en
Bellas Artes ... " Allí me pidió el presidente que presentara la obra
en Los Pinos, ante el General Cárdenas y su esposa"
la culebra resonó el entusiasmo de algunos, sobre el tabla-
do del teatro de mármol , y de todos, sobre el suelo del frontón de
la Casa Presidencial, improvisado patio de humilde casa en el eji-
do: la carreta alegórica de paja. Flores de campo fueron cuna a las
mazorcas de maíz, volcadas de canastas piscadoras en ofrenda de
abundancia conseguida con el trabajo. Los hijos de campesinos de
Jalisco: estudiantes, entonces actores, convivieron con el Gene-
ral, su esposa y algunas amistades .
El Departamento Centra), por acuerdo de la Presidencia de la
República, ofreció a los habitantes de la ciudad de México, una
temporada en el Teatro de las Bellas Artes con la canción del eji-
do. El teatro fue puesto a mi disposición:
"En tan corto tiempo Jo negamos a quienes lo disfrutaban a su
antojo''
Una solicitud me angustió: era para rendir homenaje al Genio,
reciente su tránsito. Cedimos el teatro y nos unimos al sencillo ac-
to: para el que no aceptaron nuestra humilde colaboración artisti-
206
ca, fue lo inesperado: en el minuto de silencio a su recuerdo, en
donde se volcaron mil situaciones entrañables, bailé la culebra
como entonces, y pude escuchar lo prometido ... hasta mis
pasos ...
Su faz sin sombras, tanquila, magnifica, se diluyó entre los
bellos mosaicos de la gran bóveda, que resonó final jubiloso, a to·
da orquesta de mi corazón: la diana de Méitico.
Durante la semana de arte jalisciense, organizada por nuestros
artistas e intelectuales, entusiasmaron nuestras danzas, entre
ellas, la culebra, acompañadas por el Mariachi Monumental que,
por primera vez, unificamos para ese evento, el maestro Rolón,
Chucho Estrada y mi audaz intervención; mil perdones.
El señor Omansski, Embajador de la URSS ante nuestro gobier-
no, llegó hasta el foro atestado de jaliscienses entusiasmados; él
quizá más, no tuvo empacho en expresarlo y hacernos la invita-
ción, para que bailadores y músicos del Mariachi Monumental,
fuéramos a su pais - "donde mis compatriotas bailan con la ale-
gría de ustedes" -. Me dijo también que la invitación ternaria los
conductos debidos, y nos abrazó de nuevo; habiamos bailado el
jarabe de Jalisco, Anita Casillas y yo.
En el salón de fiestas del Palacio Nacional, en brillante recep-
ción a los diplomáticos acreditados ante nuestro Gobierno, el nu-
meroso grupo del mariachi, reducido a la mitad, tocó tres bellos
sones y Lety, conmigo y el pequeño Panchito Ruiz, bailamos: él,
Las alazanas; nosotros, el Jarabe . El Presidente quiso que yo hi-
ciera el solo de La culebra.
Dias después, en Los Pinos, me habló de la conveniencia de
preparar La canción del ejido para una gira por e! extranjero.
Desgraciado accidente aéreo borró el deslumbrante sueño vi-
vido con Omansski.
Me retuvo la ciudad de México, y planté algunas lanzas óe bue-
na voluntad. Encontré ta simpatia de los cultivadores de nuestras
danzas populares: las hermanas Campobello, la profesora Duarte,
Luis Felipe Obregón, Amado López, Marcelo Torreblanca ...
Me costó trabajo volver a Guadalajara. Perduran algunas de
mis danzas: El maracumbé, Las coperonas. El son de la negra, ¡a.
carandoso y alegre, lo viven intensamente Guille Galarza y Arman·
do Partida. El caballito trizca feliz con Pita Sandoval y Mario Piza.
no. El jarabe de Jalisco está presente con supresiones y añadidos.
Asl es el jarabe; ahora nombrado Jarabe largo ranchero en el grupo
207
de danza que dirige Elisa Palafox de Jacobo en el Depa rtamento
Cultural, lo guarda en el tono cabal de lo resurgido en su recuerdo,
con amorosa dignidad.
La culebra dormita.
Grave compromiso pendient e con mi Alma Mater fue supera-
do. La ayuda de mi hermana Concha y del general Manuel Ávila
Caíf!aCho fueron definitivas para cumplir la última voluntad de mi
padre: al fin me hago médico.
A las andadas vuelvo: Agustín Yáñez, candidato a goberna-
dor, recorre Jalisco en memorable gira política. El bolero que repta
va por delante con su peregrinar, como señalando sendas en olvi-
do, que redescubren extensas tierras escondidas, arrinconadas:
huertos cerrados inaccesibles, dominio y refugio de caciques into-
cables.
La culebra reptó poderosa en las fiestas de su toma de pose-
sión. entre doce castillos voladores, mil girándulas. Lluvias de oro
en cascadas sobre la gran plaza de La liberación estrenada enton-
ces en verdad, pletórica de tapatíos y jaliscienses que aplaudie ron
sin regateos, La culebra y todos los bailes de los muchachos del
Departamento Cultural, junto a !as danzas autóctonas de Jalisco.
Allí las vio Amalia Hernández, cuyo sentido avezado todo lo vuel-
ve espectáculo deslumbrante.
Asi Jos incrustaría después en su Ballet Folklórico de la Ciudad
de Mexico.
El primero de los siete trabajos emprendidos en la costa por
Agustín Yáñez, gobernador, fue abrir aquellas tierras a la libertad,
para bien de Jalisco.
Los caciques desaparecieron. No fueron problema el embt1za-
do Sipil y el Hueuentón ya sin ahijados, ni onagros ni nahuales.
Los más tenaces y porfiados se autodestruyeron.
Rotundo vuelco. Puertas abiertas al mar. Puertas de casa y del
mundo. La nao de la China se estremeció en soñado museo, surta
entonces en la bahla de su Barra Bíblica cabe la isleta de conchas,
entre mangle caballero y arenas doradas.
O junto a la orquestada isla de los pájaros en Chamela, solaz
de golondrinas y gaviotas, pichichis, tildios y pelícanos, guacos,
cigarras y, ¿alguna vez caracolas?, en conciertos matutinos, ves-
pertinos y nocturnos.
208
Los zilgueros, cenzontles, mulatos y clarines, son distinguidos
solistas entre los directores de orquesta, los antiguos y siempre
jóvenes tlaloques.
Nereidas y tritones criollos, no permitirfan nuevos maridajes ni
dependencias ...
Termino este capitulo con el ritmo encantado, en honor de
Agustin Yáñez, quien nos dio seis años de su vida fecunda.
Tatatatátatátatátatátátatátatátataá ..
209
co. El promotor del programa Jo tenia lleno con predominio de bailes
de otros estados. Nos dejó un lugar para la culebra. El grupo de
Jalisco lo formaban fogueada juventud de brillante historial. Se
"crecieron" ante la casi repulsa, y bailaron como nunca: la cu-
lebra reptó ante el entusiasmo de los fríos, en apariencia, especta-
dores extranjeros: los diplométicos y sus esposas obligaron a la
repetición de la danza, y volvieron a verla puestos de pie, rubrican-
do el final encendido aplauso y gritos de aprobación .
Tamaño triunfo confirmó nuestra seguridad en su valor dentro
de la danza mexicana.
En el centro y aqui se inicia la ''nueva onda'' de pasos y actitu-
des "unisex". Las mujeres perdiendo femineidad, frente a honro-
sa protesta que no evitó la escalada.
Se recurrió a ta "calzonera", era obvio, al prescindir de las
enaguas de abajo. De ningún modo son nuestras calzoneras
nobilísimas de cuero, guarnecidas con galones plateados o borda-
dos de pita.
Sin embargo, en grandes conjuntos y espacios abiertos, pro -
pios a la euforia desbordada de las trompetas en el nuevo ma -
riachi, se miran los bailadores llenos de alegría, color y agilidad;
son ellos parte de la juventud limpia y sana: el mejor fruto de la
Patria.
Y no es leal ni justo a la reconocida fuerza creadora de
nuestros jóvenes, en el campo de la danza, orillarlos a la procaci-
dad.
No vayan a la deriva las excepcionales facultades coreogréfi-
cas del grupo que concursó hace poco en el Sindicato de Ma -
estros, y que hubiera triunfado, con amplio margen, con mejor di-
rección, acorde con los valores eternos de nuestra sociedad, y
mejor documentada; en un ambiente sereno, y música mejor
comprendida. la iguana y la mula ... , sean memoria para lo que
no debe hacer ninguno, si queremos que la danza popular conser-
ve su dignidad.
En el mismo evento se bailó la culebra que, a pesar del ves-
tuario diferente y actitudes exageradas, sigue siendo la culebra,
ya en la década nombrada: Jalisco Moderno. Aun asi, la culebra
culminó su triunfo en el foro del Primer Festival Mundial del
FolkJor, durante las representaciones en el Auditorio de Guadajara
lleno a toda su capacidad. El pueblo, después de treinta y tres
años, enterado de la procedencia musical y coreográfica de la cu-
210
lebra, que habfa visto bailar muchas veces, aplaudió con verdade-
ro entusiasmo. la consideró, desde entonces, en su corazón.
Se olvidan circunstancias. Perdura lo esencial. Ojalá viva entre
nuestras danzas populares .
El mariachi de México nacido en Jalisco; en la entraña Coca,
esa indefinida tierra; Cocula casi en el centro, de la que se hicieron
lenguas los cronistas del andariego Fray Alonso Ponce, allá por el
siglo XVI, cuando lo reciblan "con muchas danzas y bailes, mucha
música y ramadas y infinita jente", que se proveía de instrumen·
tos musicales en Cintzuntza; si no, los construían en sus casas:
"instrumentos hechizos", desde Matzamitla hasta Acaponeta;
desde Aullán a Colima , pasando por Zapotlán y Tuchpa, sin olvi-
dar Xalisco y Tlajomulco.
De entonces data la constancia de que en estas tierras tam-
bién existian trompetas . " Salieron a recibir con música de trompe-
tas" . Nada nuevo al fin .
Los mariachis antiguos, de Jos que haya memoria, nunca usa-
ron las tompetas.
¿Prescindieron de ellas al refinarse el gusto, si las usaron en un
principio; y ahora, al recobrarlas, vuelve el mariachi al rudo empe·
zar? ¿O nunca las usaron?
la culebra fue ensayada con un grupo bajo la dirección de Ar-
mando Partida, en la Escuela de Jalisco.
Al siguiente día, en la casa del Lic. Rubén Zuno, la presenta-
mos a María Esther, acompañada por amigas de infancia. Recono-
cieron la danza; algunas la habla bailado.
María Esther, con esa dulzura personal que no trasciende nin-
guna de sus mil fotografías de prensa, le pidió a Heriberto García,
en ausencia de Rafael Zamarripa, que devolvieran a la culebra su
primitiva sencillez.
El grupo Folklórico de ta Universidad de Guadalajara había sido
invitado por el regente de la ciudad de México, Lic. Senties, para
acompañarlo durante la entrega de la Bandera Ollmpica a su nueva
sede: la ciudad de Munich.
Maria Esther me pidió asesoría; Esperanza Castro y Emilio Gó-
mez Martfnez bailaron m i versión del jarabe. lo aprendieron junto
con el mariachi " Los toritoS" de Jalisco, en el corredor de mi casa,
en dos o tres ensayos. No fue posible continuar con la culebra.
Rafael : polifacético artista , director y coreógrafo, me dijo en
211
vísperas de la partida: "Estoy verdaderamente abrumado y aun no
sé por cuáles bailes decidirme para la presentación en Alemania"
Lo supe cuando un músico, al regalarme el disco que hicieron
de la culebra, me contó de su triunfo en Munich; y Pancho Cara-
calla me platicaba que había entusiasmado a profesores europeos,
técnicos de la danza, según informe de Zamarripa.
Rafael la presentó con estupendos jóvenes bailadores; los vi-
mos en televisión, vestidos de charro los muchachos y ellas con el
brillante traje, versión de Jalisco Moderno. Sería que el tiempo les
impidió cambiar vestuario, o no se atrevieron a presentarla en su
nativa humildad: huaraches, calzón blanco, camisa de color, blusa
de manta, alforzada, ceñidor azul, café o rojo, y sombrero de soyate
de trenza parada. Ellas con enagua y saco de percal, rebozo de
Santa María y, eso si: mostrando la espuma de tira bordada y
encajería de sus enaguas blancas, y de la zanca, no más del huesi-
to, como en tiempos de Sor Juana. No de María Castaña.
Fue lo más importante, que Jos muchachos de la U. de G. lleva -
ron en triunfo, a Europa, entre otras danzas, la culebra, cuya
esencia no modifica el disfraz.
"Las palomas de San Gerónimo" preparaban su fiesta anual,
con el rubro de nuestra tierra.
Zamarripa supervisaba Jalisco Moderno; yo, las danzas autóc -
tonas del Sur, y la Boda indfgena de Tuxpan. Rafael me hizo ver a
jovencitos ensáyando la culebra: no hacían el oaso fundamental.
Esa rama de la danza de J.iilisco le correspondía a otro compañero
maestro; sin embargo, La culebra se impuso, y el grupo superó la
prueba.
En este convite inolvidable, María Esther, supo hermanar, sin
levantar la voz, las danzas de Jalisco.
Concluyó la fiesta, y con ella tantas fatigas que no trascienden.
Acompañada por el presidente Echeveria, la regente de la ciudad
de Parls, y de Jos que siempre la secundan en esta actividad que
no ha descuidado. aun cuando cumple tantas y tan graves fun-
ciones inherentes al cargo de su esposo; la aplaudí, adueñándo-
me la representación de todo jalisciense bien nacido, satisfecho
de constatar vivas en su academia, que Dios guarde, nuestras
danzas más dilectas.
El aplauso del público y de los actores; las dianas del mariachi
y de la banda de Tuxpan, se volcaron al palco donde también
aplaudían, puesto de pie, el presidente y sus invitados.
212
Maria Esther agradeció con delicado saludo.
El palco de honor, igual a todos los del ameno sitio, lucía ex-
quisito v precioso adorno, hecho con ternura indígena tuxpaneca :
festones de oloroso pino v hojas tiernas de maguey, vueltas a flo-
recer con insospechado primor.
El presidente las mostró complacido, a su huésped francesa.
la culebra triunfó en el Caribe, aun cuando Fidel Castro in-
terrogó discreto:
-¿En Mé,dco matan víboras a sombrerazos?
Generalmente nuestros danzantes v bailadores ignoran el con-
tenido de las danzas como fin, las bailan ajenos a principios v me-
dios.
Y es urgente obtener más clara comunicación con los especta-
dores, a quienes les debemos prima información .
Su mejor triunfo: la bailan los niños de las academias de danza
mexicana.
La gozan bailando, a su manera, los jaliscienses nostálgicos de
su provincia.
Está en la conciencia del mundillo afín a estas disciplinas .
los maestros de la Academia Nacional de la Danza Mexicana
del tNBA, bailaron la culebra primitiva, comprendida su esencia, V
fueron aplaudidos por los alumnos, presente "la Compañía" , el
personal administrativo v las autoridades.
los amantes de nuestras danzas criollas v autóctonas son
también valores de la Patria .
No vivimos en el pasado:
Conservamos herencias del pueblo de México, v estamos obli-
gados, cuando menos , a re cordarlas con propiedad .
" Si la creación bate las alas v alcanza la obra de arte, por pe-
queña que parezca. acrecienta el tesoro artístico de la Nación".
Fue la última sentencia del Genio, después de aquel inolvidable
"pico de gallo" en Cocula.
213
SÁNCHEZ FLORES Y LA LITERATURA
OBRAS:
Notas
214
BIBLIOGRAFÍA
215
9. Mendoza T., Vicente. Panorama de la música tradicio·
na/ de México. México, Imprenta Universitaria, 1956.
216
20. Saldívar, Gabriel. El jarabe. Baile popular mexicano.
México , Talleres Gráficos de la Nación, 1937.
HEMEROGRAFIA
217
Revista de Revistas. Artículos y crónicas sobre Anna Pavlo-
va. 1919.
ENTREVISTAS
218
SECRETARiA DE EDUCACIÓN PUBLICA
Miguel González Avelar
Secretario
Raymundo Figueroa
Subdirector General de Difusión y Administración
Víctor Sandoval
Subdirector General de Promoción y Preservación del
Patrimonio Artístico Nacional
Jaime Labastida
Subdirector General de Educación e Investigación Artisticas
Esther de la Herrán
Directora de Investigación y Documentación de las Artes
219
Esta obra se terminó de imprimir en el mes de noviembre de
1988 . con un tiraje de 2 000 ejemplares, en los talleres de
IMAFSA, S.A. de C.V.
INBA DIRECCION GENERAL DE PROMOCION CULTURAL SIJI