Para El Grupo 3
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
HERNÁN MIGUEL
MARINA CAMEJO
LEANDRO GIRI
Compiladores
Montevideo, 2017
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
ISBN: 978-9974-8293-1-2
ISBN: 978-9974-8293-1-2
Impresión: IMPRIMEX
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Índice
Presentación.................................................................................................................6
Marina Camejo, Leandro Giri, Hernán Miguel
Los autores...............................................................................................................164
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Presentación
Hernán Miguel
Marina Camejo
Leandro Giri
Montevideo/Buenos Aires, Marzo de 2017
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Un lugar común en el discurso político desde mediados del siglo XX, que hunde
sus raíces en el siglo de las luces, es la necesidad de promover el apoyo social a la
ciencia y fomentar el acercamiento entre el mundo de la ciencia y los ciudadanos. La
cultura científica de una sociedad ha sido desde entonces crecientemente reconocida
como una variable decisiva para la capacidad innovadora y fortaleza democrática de un
país.
Como ha señalado Jon Miller (2012), el correcto funcionamiento democrático de
una sociedad no solo depende de la libertad de elección y la libertad de información,
sino también de la capacidad de los ciudadanos para entender las propuestas y los
términos de la discusión de alternativas. En un mundo crecientemente transformado por
el desarrollo científico-tecnológico, esa capacidad debe ser entendida como la posesión
de una cultura científica “cívica” que permita entender los asuntos de interés general
relacionados con la ciencia o la tecnología, con el fin de que los ciudadanos puedan
formarse una opinión y participar en la vida democrática.
Estas inquietudes están en el origen y explican el intenso desarrollo del campo
de trabajo PUS (public understanding of science) desde hace unos 70 años, coincidiendo
con los inicios de la Guerra Fría. PUS define hoy un ámbito muy amplio y diverso,
donde se reúnen contribuciones teóricas y estudios empíricos sobre percepción social de
la ciencia, cultura científica, actitudes sociales respecto a la ciencia y la tecnología, etc.,
vinculando estos trabajos a temas de políticas públicas, estudios sobre divulgación, o
debates sobre enseñanza de la ciencia.
Hay dos facetas de este campo de trabajo que debemos tener en cuenta. Primero,
PUS delimita un área de investigación multidisciplinar en ciencias sociales, que reúne a
sociólogos, politólogos, filósofos, pedagogos, investigadores en comunicación, etc.2
Pero también, segundo, hace referencia a un área de actividad, por ejemplo la
desempeñada por las unidades de cultura científica de organismos de ciencia, los
servicios de comunicación de grandes empresas, o bien el tipo de trabajo realizado por
los profesionales del periodismo científico o de los museos de ciencia.
Tradicionalmente, desde un ámbito u otro, el objetivo de promover la cultura
científica y conseguir el apoyo social para la ciencia y la tecnología ha sido entendido
como un proceso de corrección de carencias. En un influyente artículo de 2007 (“What
Can We Learn from 25 Years of PUS Survey Research?”)3, Martin Bauer y
1
Grupo de Investigación CTS, Universidad de Oviedo, Red CTS+I, Organización de Estados
Iberoamericanos, cerezo@uniovi.es
2
En tanto que área de investigación, un frecuente referente teórico en los autores PUS es el de los science
and technology studies, o estudios CTS, aunque también es cierto que abundan los estudios con el simple
referente teórico de la disciplina de origen, o bien los informes estadísticos o estudios puramente
descriptivos sin un explícito marco teórico de referencia.
3
Posteriormente recogido con variaciones en Bauer (2009) y Bauer et al. (2012).
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
colaboradores (Nick Allum y Steve Miller) realizan una periodización del campo desde
la década de 1960, diferenciando una serie de fases o paradigmas que conducen a la
situación actual: alfabetización científica, comprensión pública y ciencia-en-sociedad.
Utilizaremos libremente esta periodización para revisar críticamente las principales
tendencias de este campo de trabajo. Como veremos, en cada una de estas fases ha
predominado una preocupación institucional, un planteamiento metodológico y ciertas
propuestas de acción política e investigación académica. La clave principal para
diferenciar esas fases es la identificación y localización de las carencias a corregir.
Una primera fase es la que se denomina scientific literacy, el paradigma de la
“alfabetización científica”, y se desarrolla desde la década de 1960 hasta mediados de
los años 80.4 La idea a la que responde este paradigma es que la ciencia es como la
lectura o la escritura, una forma de alfabetización básica. Pero además se trata de un
tipo de alfabetización que, al igual que en el caso de los rudimentos de cultura política,
debe ser asimilada por los ciudadanos del actual mundo tecnológico para evitar la
demagogia, el radicalismo o la alienación. En este paradigma se atribuye al público un
“déficit de conocimiento”, que explica su percepción negativa y oposición a ciertas
tecnologías (como la energía nuclear), lo descalifica en la discusión pública o la toma de
decisiones, y reclama un mayor esfuerzo educativo y de comunicación. Se trata del
conocido “axioma PUS”: the more you know the more you love it (cuanto mejor
conoces la ciencia mejor es tu actitud).
Quizás el concepto más influyente de “alfabetización científica” es el
desarrollado por Jon Miller, de la National Science Foundation (NSF) de EE.UU., en
diversos artículos desde principios de los años 80. En su enfoque, este tipo de
alfabetización incluye elementos: (i) conocimiento de los hechos básicos de la ciencia,
propios de la ciencia escolar; (ii) comprensión de los métodos científicos, como el
razonamiento probabilístico o los diseños experimentales; (iii) aprecio de los beneficios
de la ciencia y la tecnología; y (iv) rechazo de creencias supersticiosas como la
astrología. El trabajo de Miller, inspirado en la primera encuesta norteamericana de
finales de los 50, ha sido la base de las encuestas bienales de la NSF desde finales de los
años 70, que a su vez han servido de base para el desarrollo de los Eurobarómetros
desde los años 805 y de numerosas encuestas nacionales durante las últimas décadas.6
El principal problema de este paradigma es la medición del conocimiento de
hechos básicos, que suele incluirse en las encuestas a través de preguntas tipo test, del
estilo: “El centro de la Tierra está muy caliente” (V o F), “El oxígeno que respiramos en
el aire proviene de las plantas” (V o F), o “Los seres humanos provienen de especies
animales anteriores” (V o F). Este planteamiento ha recibido numerosas críticas
respecto a la ambigüedad de algunas preguntas, la dudosa relevancia de los datos de la
ciencia escolar en la vida diaria de las personas, la omisión de la ciencia de vanguardia
o los elementos metacientíficos de carácter ético o institucional, la pérdida de peso de
4
En realidad podemos situar su origen en 1957, fecha en la que comienzan en EE.UU. las encuestas sobre
percepción de la ciencia y cultura científica, con la encuesta de la Universidad de Michigan para la
National Association of Science Writers. Esta encuesta ya incluía las dimensiones habituales sobre
consumo de información científica, actitudes hacia la ciencia o conocimiento de los hechos científicos.
5
Si bien las primeras preguntas sobre ciencia en Eurobarómetros podemos encontrarlas a finales de los
años 70.
6
Deben también destacarse las encuestas multinacionales promovidas por la Fundación BBVA (2012) o la
Organización de Estados Iberoamericanos (FECYT-OEI-RICYT, 2009).
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
los procesos en favor de los hechos, y, en general, la capacidad real de estos tests para
medir lo que se supone que deben medir.7
Otros problemas para este paradigma son de carácter tanto conceptual como
empírico. Por ejemplo, la presuposición de que una persona alfabetizada en ciencia deba
albergar actitudes positivas respecto a la ciencia excluye automáticamente a aquellos
que mantengan una actitud crítica, aunque sea una crítica razonable y bien
fundamentada. Y, en cualquier caso, la correlación entre conocimiento y actitud es una
cuestión empírica que deben aclarar las encuestas, no presuposiciones a priori. Otro
tema sobre el que deben decidir los datos empíricos, en lugar de planteamientos
programáticos, es el de la posible coexistencia entre el conocimiento científico y las
creencias supersticiosas, y también aquí los datos demoscópicos desmienten las
asociaciones fáciles (López Cerezo y Cámara, 2005; Shein et al. 2014).
Como es lógico, el horizonte de acción de este paradigma se ha centrado
tradicionalmente en la educación, en mejorar la educación científica en el sistema
escolar y en realizar un mayor esfuerzo de educación continua a través de la divulgación
y los medios de comunicación.
Una segunda fase, que comienza en la segunda mitad de los años 80, es la del
paradigma public understanding (comprensión pública), propiamente dicho. La
transición viene señalada por un influyente informe de la Royal Society de 1985
(coordinado por Walter Bodmer). El principal desafío, en esta fase, no es tanto la falta
de conocimiento como la falta de una actitud favorable respecto a la ciencia; el
problema no es tanto un déficit de conocimiento como un déficit de actitud. Se
presupone también el axioma PUS que asocia linealmente conocimiento y actitud, pero
el conocimiento ya no asume dos estados dicotómicos (alfabetizado/no alfabetizado)
sino que varía en un continuo estrechamente asociado a la actitud. Lo primario es medir
actitudes mediante escalas en cuestionarios, actitudes generales y específicas, y estudiar
su relación con otras variables como interés por la ciencia, consumo de información
científica, y, por supuesto, conocimiento de los hechos de la ciencia.
Desde el punto de vista de una agenda realista, lo que en este paradigma nos
importa de la sociedad es la medida en que apoya al sistema de ciencia y tecnología:
cómo se comportan los ciudadanos en tanto que consumidores de productos
tecnológicos, cómo perciben las innovaciones en sectores estratégicos como la energía o
la alimentación, etc. Y desde este planteamiento, debemos centrarnos en medir y
entender la dinámica de las actitudes con las miras puestas en la competitividad y la
innovación (Bauer et al. 2007: 83). En el horizonte de acción de este paradigma, al
menos desde ese punto de vista realista, el énfasis debe recaer en las relaciones públicas
de la ciencia, en cómo seducir al público, actuando sobre la emoción más que
simplemente sobre la razón. Si bien, de acuerdo con el axioma PUS que veíamos antes,
sigue asumiéndose que las medidas educativas contribuyen a fomentar las actitudes
favorables.
7
En un estudio de 2014, J. Micah Roos argumenta y documenta empíricamente la existencia de dos
dimensiones en las escalas tradicionales de conocimiento tipo test, particularmente en ciertos ítems
sujetos a controversia religiosa. En particular, los ítems sobre el Big Bang y la evolución, defiende este
autor, son más medidas de creencia religiosa que de conocimiento científico (Roos, 2014).
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
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Estos estudios muestran que, cuanto mejor posicionado está un país en actitud favorable, tanto más
probable es que esté mal situado en nivel de conocimiento. Eurobarómetros 35.1 de 1991 y 39.1 de 1993.
9
Un resultado habitual en los estudios demoscópicos nacionales es la asociación positiva significativa
entre nivel de conocimiento científico y actitud favorable a la ciencia, pero, en los países más
industrializados, esta asociación suele invertir su signo a partir de cierto nivel de conocimiento, poniendo
de manifiesto la existencia de una población culta pero cauta, consciente del gran potencial de la ciencia y
la tecnología pero también consciente de riesgos y posibles efectos negativos, así como escéptica ante las
imágenes mitificadas de la ciencia (correlación negativa ideología-conocimiento) (e.g. Bauer et al, 2012).
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Episodios como los de las vacas locas, los alimentos transgénicos, los residuos
nucleares o la vacuna del papiloma humano dan origen a la formación de actitudes
negativas o recelosas por parte del público, y ponen de manifiesto una cierta crisis de
confianza en las instituciones científicas, especialmente en los países más desarrollados.
Y una parte importante de la responsabilidad en esa crisis recae en los propios expertos,
que siguen transmitiendo una imagen mitificada (y errónea) de la ciencia para
protegerse de un público que perciben (también erróneamente) como deficitario y
hostil.10
En esta fase, autores CTS con una orientación muy pragmática (politics-
oriented), como el propio Wynne, cobran influencia en el campo PUS, hasta entonces
dominado por autores más técnicos y policy-oriented. Se trata sin duda de un paradigma
claramente práctico, donde se rechaza la separación entre investigación académica e
intervención social. Su objetivo explícito es cambiar las instituciones y las políticas,
más que acumular estudios demoscópicos y datos cuantitativos desorientadores,
mediante la promoción de un nuevo contrato social para la ciencia que permita
recuperar la confianza pública.
En este contexto se plantea el eslogan central del paradigma: public engagement!
que quizá podemos traducir como “implicación pública”.11 La propuesta se concreta en
promover el escrutinio social y la participación ciudadana temprana desde la definición
misma de las agendas de ciencia y tecnología, impulsando tanto mecanismos de
participación invitada como no invitada. Jurados ciudadanos, gestión negociada, science
shops, conferencias de consenso, encuestas deliberativas y otros mecanismos y fórmulas
de participación son los ejes propuestos para esa reorientación del campo y de las
políticas al respecto. Un protagonismo especial se propone para los llamados “ángeles”
de la participación: profesionales CTS preparados como mediadores, no entre el cielo y
la tierra, sino entre la administración de la ciencia y un público desencantado.
De hecho, el eslogan “public engagement in science” (PES) ha cobrado tanta
fuerza en la última década, que ha ido siendo asumido paulatinamente como etiqueta
identificativa del campo (en lugar del propuesto por Bauer y colaboradores – “ciencia-
en-sociedad”): PES como la nueva fase PUS, donde se trata, en breve, de pasar desde el
déficit al diálogo.
10
Esas concepciones erróneas son las que suelen guiar los esfuerzos institucionales de participación como
una forma de cooptación: iniciativas de participación invitada, promovidas por la administración o las
empresas, donde hay una clara asimetría entre legos y expertos, diseñadas de un modo puramente
instrumental sin efectos prácticos, y donde solo se cuenta con los actores poderosos a fin de tratar de
neutralizarlos.
11
El National Co-ordination Centre for Public Engagement, un centro británico con financiación pública
radicado en Bristol, define “public engagement” del modo siguiente: “Public engagement describes the
myriad of ways in which the activity and benefits of higher education and research can be shared with the
public. Engagement is by definition a two-way process, involving interaction and listening, with the goal
of generating mutual benefit”. En: http://www.publicengagement.ac.uk/what (acceso: 28-01-17).
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Bryan Wynne y Jack Stilgoe y publicado por el instituto británico Demos en 2005. Estos
autores se preguntan por la contribución de la ciencia y la tecnología a los fines sociales
más generales, y señalan que esa discusión corre siempre el riesgo de acabar en uno de
dos callejones sin salida: el determinismo o el reduccionismo. Primero, en el error de
pensar que lo políticamente correcto es definirnos siempre pro-ciencia y pro-innovación,
sin preguntarnos qué ciencia y qué innovación, favoreciendo así por inacción que se
impulsen ciertas trayectorias tecnológicas como si fuesen inevitables, y alimentando un
discurso polarizado pro-innovación versus anti-ciencia. Segundo, el error de creer que
los fines y la orientación de la ciencia y la innovación deben ser fijados por expertos
mediante herramientas como el cálculo económico o el cálculo técnico de riesgos,
excluyendo así el debate social sobre los propósitos últimos de la ciencia y la
innovación.
El concepto de “valor público”, expresado a través de las preferencias públicas y
materializado a través de los servicios implementados por las políticas públicas, define
un espacio para la deliberación participativa que, de acuerdo con estos autores, evita los
riesgos del determinismo y el reduccionismo. Este concepto también releva la
importancia de promover un modelo de participación donde esta no sea vista como un
freno para el progreso sino como una forma de mantener y reforzar el contrato social
que presta apoyo a la ciencia, al estar en condiciones de modificar trayectorias
tecnocientíficas a la luz de la discusión sobre los valores públicos que deberían guiar la
I+D+I (Wilsdon et al. 2005: 29). Para estos autores, “el desacuerdo y la protesta, así
como la participación, son signos de una democracia saludable” (ibíd.).
Otro documento relevante lo encontramos en un informe de la Comisión
Europea de 2008, titulado precisamente “Public Engagement in Science”, donde se
constata la influencia del think tank Demos. El documento comienza reconociendo el
cambio de PUS a PES con el cambio de siglo, así como la necesidad de renovar el
contrato social para la ciencia. Haciéndose eco de proclamas anteriores en el mismo
sentido (como la del Congreso Mundial para la Ciencia de Budapest 1999, promovido
por UNESCO e ICSU), el informe declara: “Hay un creciente cuerpo de evidencia que
muestra que las interacciones entre la ciencia, la sociedad civil y el público más amplio
pueden generar nuevas formas de inteligencia social y crear beneficios mutuos al
estimular nuevas direcciones para la innovación” (Comisión Europea, 2008: 10). El
ejemplo obvio es la implicación de las asociaciones de pacientes afectados por
enfermedades raras en la determinación de la agenda y orientación de la I+D biomédica
(Callon y Rabeharisoa, 2008).
El informe señala también la importancia de promover la investigación de las
ciencias sociales sobre el tema, de financiar e incentivar la cooperación entre la
administración, las universidades e institutos de investigación y las organizaciones de la
sociedad civil, y de desarrollar nuevos modelos de engagement (nuevo hardware) sin
olvidar la acción sobre los códigos y valores que gobiernan la práctica científica (el
software).12
12
Respecto a los obstáculos a superar, el informe señala que “Los sistemas de financiación, los procesos
de evaluación de la investigación y las estructuras de mejora profesional, no proporcionan muchos
incentivos para científicos que quieran utilizar su tiempo implicándose en las dimensiones sociales y
éticas de su trabajo. Estas cuestiones deberían incluirse en el modo en que entrenamos a los científicos.
¿Hasta qué punto la historia de la ciencia, la filosofía de la ciencia o los impactos sociales y dilemas de
las tecnologías forman parte del currículum en nuestras universidades? ¿Qué señales estamos enviando a
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
los científicos jóvenes respecto a la prioridad relativa de estas cuestiones en sus carreras como
investigadores?” (Comisión Europea, 2008: 10).
13
Y recogía el primer programa Science and Society del 6º Programa Marco de la Unión Europea.
14
Como señalan Wilsdon y Willis (2004: 27), “… en la ‘sociedad del riesgo’ quizá el riesgo mayor es
que no lleguemos a hablar de otra cosa”.
16
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
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En este sentido destacan la potencialidad de instrumentos inspirados en los estudios CTS como la
evaluación constructiva de tecnologías.
16
El clip de video trataba de promover el interés por la ciencia entre un segmento infrarrepresentado en
las carreras científicas: las chicas jóvenes. El mensaje intentaba transmitir que puedes ser una científica
sin dejar de ser cool y sexy. El problema es que no decía nada sobre la ciencia, ni sobre por qué merece la
pena como carrera profesional, y sin embargo daba demasiada información sobre los clichés y tópicos con
los que solemos representar a las quinceañeras (el ejemplo es de Jasanoff, 2014: 22). Otro ejemplo es la
segmentación de perfiles poblacionales en los análisis clúster, que escoge como etiquetas identificativas
de esos grupos aquellos términos (variables) que mejor se acomodan a las preconcepciones del analista.
Como en el análisis de TNS Demoscopia para FECYT en la encuesta española de 2004, donde las amas
de casa eran englobadas en el perfil “desinformadas” en vez de, por ejemplo, “desinteresadas” (otra
variable usada para definir el clúster).
17
En palabras de la Comisión Europea, a propósito del programa Horizon 2020, “…responsible research
and innovation agendas that meet citizens’ and civil society’s concerns and expectations” (2011: 8-9).
17
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
18
Jasanoff (2014: 24) no utiliza el término “engagement” sino “representation”, y dice al respecto que
“comprender cómo surgen las representaciones particulares, y las constelaciones de poder y capital que
las producen, es clave para recalibrar las relaciones entre la ciencia y sus múltiples públicos de una forma
beneficiosa para ambos”.
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
social para la ciencia que permita la reorientación social de las políticas y, de ese modo,
reforzar la democracia y la equidad social.
En cualquier caso, la evolución de este campo de trabajo, tanto desde el punto de
vista de la investigación académica como de la acción institucional, nos permite detectar
una tendencia muy clara que apunta al relevamiento del valor de la crítica, del escrutinio
y la implicación social, con relación al objetivo general de promover el acercamiento
entre ciencia y sociedad. Es la idea que planteábamos antes al señalar que el desacuerdo
y la protesta son signos de una democracia saludable en la sociedad del conocimiento.
¿De qué modo puede la crítica social contribuir a la fortaleza de los sistemas de ciencia
y tecnología?
Tenemos que comenzar disociando la crítica de la ciencia de la actitud
anticientífica, el escepticismo inteligente del antagonismo irracional. Y reconocer que
buena parte de la crítica “social” de la ciencia surge dentro de la propia ciencia, como
muestran el Bulletin of the Atomic Scientists, la conferencia de Asilomar, o las voces
críticas desde el interior de la academia que encontramos regularmente en internet y
publicaciones periódicas cada vez que surgen temas controvertidos.19
Pero con independencia de las credenciales, hay un tipo de conciencia crítica de
la ciencia, de “cultura del riesgo” como elemento de la cultura científica, que surge de la
familiaridad y el interés por la ciencia, que está bien fundamentada en el consumo de
información científica y el nivel educativo, y que nos permite identificarla como “crítica
culta”.20 Es el tipo de crítica expresada, desde un punto de vista demoscópico, por los
loyal skeptics de Bauer et al. (2012) o los distrustful engagers de la encuesta británica
PAS de 2014.21 Son los ciudadanos que también han sido llamados “población mucho-
mucho”, por distinguirse en la encuestas (que son capaces de detectarlos)22 como
personas que aprecian muchos beneficios en la ciencia-tecnología pero también muchos
riesgos (mucho-mucho) (Cámara Hurtado y López Cerezo, 2014). Se trata de una
población con un apreciable nivel de escolarización, que se mantiene informada y con
opiniones cualificadas y diferenciadas respecto a distintos ámbitos y aplicaciones de la
ciencia y la tecnología. Son también ciudadanos por lo general inclinados a dar su
opinión en temas sociales controvertidos relacionados con la aplicación de la ciencia o
el desarrollo tecnológico. Se trata de la población ubicada en el extremo derecho de la U
invertida de Bauer, en la asociación entre actitud y conocimiento.
19
Recordemos que los científicos son, en buena medida, legos fuera de su área de especialización y
disciplina de formación.
20
La idea de base es que el posicionamiento crítico de carácter actitudinal o actitudinal-comportamental
pero con soporte cognitivo (i.e. con razones y el referente de los valores públicos) constituye una forma
de “crítica culta” o “crítica inteligente”. El escepticismo del crítico culto le lleva a ser consciente de la
incertidumbre, a contrastar fuentes, a buscar una segunda opinión médica, etc. (Allum, 2007).
21
El perfil de los distrustful engagers (implicados desconfiados) en la encuesta británica Public Attitudes
to Science es el de los ciudadanos muy interesados en la ciencia y que se sienten informados al respecto;
piensan que la ciencia es beneficiosa para la sociedad aunque desconfían o son cautelosos respecto a los
científicos y la regulación; consideran que el público debería jugar un papel en la decisiones sobre temas
relacionados con la ciencia; tienen un alto nivel educativo, muchos tienen estudios en ciencia o ingeniería;
y tienen en general una buena posición social.
22
Las encuestas que, como la encuesta iberoamericana de percepción de la ciencia, cultura científica y
participación ciudadana de 2007, promovida por FECYT-OEI-RICYT, desagregan los atributos “riesgos”
y “beneficios” en dos dimensiones diferentes.
20
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Bibliografía
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Hernán Miguel1
1. Introducción
1
Universidad de Buenos Aires / IFF-SADAF, Buenos Aires. ciencias@retina.ar
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
2. Acerca de la racionalidad
Neurath consideró que la pretensión del racionalismo moderno de partir de una base de
fundamentos últimos, de apelar a estándares absolutos e inviolables y de superar las
limitaciones propias del ámbito de la práctica eran signos inequívocos de un pseudo-
racionalismo.
2
Para un análisis de los principios que sustentan esta racionalidad informal, véase Melogno (2012).
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
límites de lo que se entiende por racionalidad, tal como se aprecia con el advenimiento
de la mecánica cuántica, que obliga a cambios de categorías ontológicas que van más
allá del sentido común previo (Lombardi, 2011) y que ponen en entredicho la existencia
de los presuntos enunciados infalsables, ya sea epistémicamente o en la práctica
científica.3
Todo esto nos lleva a una noción de racionalidad fuertemente anclada en el
contexto histórico y social, dependiente de los valores, preferencias, percepciones y
culturas de los agentes (Velasco Gómez, 2011), pudiendo vislumbrarse una
multiplicidad de formas racionales de actuar que componen un abanico aceptable de
posiciones que no necesariamente resultan en una curso de acción consensuado.
Además de este recorrido compacto, revisemos con un poco más de detalle tres
modos en que debemos apartarnos de la racionalidad algorítmica por motivos que son
todavía más cercanos a las epistemologías tradicionales.
Como surge de la reseña anterior, que dista de ser exhaustiva, es muy extensa la
literatura acerca de lo que entendemos por racionalidad y el modo en que debe ponerse
en juego en las controversias, la elección de teorías, la reconstrucción de los episodios
históricos, la toma de decisiones comunitaria, la conducción y cierre de un debate y
muchos otros tópicos de interés.
Como venimos señalando la noción de racionalidad debe apartarse rápidamente
de la de esquema de razonamiento lógico si es que queremos utilizar la racionalidad en
contextos reales de decisión humana. El motivo es bastante claro. Los algoritmos de
deducción mediante esquemas de razonamiento válido no son aplicables a la toma de
decisiones real ya que hay una premisa oculta, implícita, que no puede ubicarse en el
mismo nivel epistémico. Para visualizar este problema recordemos la situación que
enfrentó (y descubrió) Carl Hempel al analizar el poder inferencial de las teorías
científicas y el problema de las salvedades (Hempel, 1988). Aquí Hempel intenta
mostrar de qué modo al obtener las consecuencias observacionales de una teoría, se
presupone que no existen factores perturbadores. Uno de los ejemplos más sencillos es
considerar qué ocurre cuando un imán se parte en dos. Una barra imantada al partirse en
dos, da lugar a dos barras imantadas. Es decir, cada parte de la barra partida se comporta
como un imán completo. Si tomamos en cuenta lo que dice la teoría acerca de los
imanes descritos en términos de dominios magnéticos en el mundo microscópico,
vemos que no es posible aislar un polo magnético de otro (de hecho la teoría de los
dominios magnéticos fue concebida para poder explicar por qué no se pueden aislar los
polos magnéticos). Cada vez que hemos hecho la prueba de partirlo, el imán da lugar a
dos imanes. Sin embargo, sigue Hempel, si la barra imantada se parte en condiciones de
altas temperaturas, las dos partes que obtenemos no se comportan como un imán. Por lo
cual, no podemos extraer la conclusión de que siempre que se parta una barra imantada
se obtendrán dos imanes, porque existen factores, que en caso de estar presentes darían
por tierra con esa conclusión. Es así que, deberíamos decir que, la obtención de
consecuencias observacionales es un proceso que cuenta entre sus premisas con la
3
Op. cit.
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
premisa de carácter óntico que afirma que no están presentes ninguno de los factores
nomológicamente relevantes para la obtención de la conclusión. Pero esta situación es
bastante desagradable. De hecho desmoralizó bastante a Hempel. La situación puede
parafrasearse del siguiente modo: siempre que no ocurra aquello que arruinaría la
conclusión, entonces se obtendría esta conclusión con seguridad.
Uno no debería desesperar. Lo que Hempel nos está mostrando es algo de mayor
valor para la empresa científica aunque de menor valor para la obtención presuntamente
deductiva de las consecuencias observacionales. Dado que la predicción de lo que
ocurriría en ciertas condiciones experimentales es un paso indispensable en la empresa
científica de la puesta a prueba de las teorías, no podemos dejar de obtener esas
consecuencias. Tampoco es cuestión de obtener cualquier conclusión de nuestras teorías
para cada juego de condiciones experimentales. La práctica de obtener consecuencias no
está mal. Lo que está mal es creer que no hay condiciones de derrotabilidad sobre esos
esquemas lógicos.
Dicho brevemente, nuestras teorías nos permiten inferir, a partir de sus leyes y
de las condiciones iniciales, lo que ocurrirá, siempre y cuando no estén presentes
factores que podrían ser nómicamente relevantes y quizás aún no los conocemos.
Justamente es este carácter más amplio y óntico lo que le provee a la empresa científica
una fábrica interminable de posibles factores perturbadores. Así fue como se postuló la
existencia de Neptuno al fallar la predicción de en qué lugar se encuentra Urano, así se
postuló la existencia del neutrino al fallar en las observaciones la conservación del
principio de energía, y un número interesante de hipótesis ad hoc exitosas que pueden
rastrearse en la historia de la ciencia. La aventura de poder utilizar la falla predictiva
como motor heurístico en la búsqueda de nuevos factores es un tópico apasionante y
puede incluso utilizarse para decidir sobre el tipo de cambio conceptual que se produce
frente a cada nivel de conjetura realizado para dar cuenta de las fallas (Miguel, Paruelo
y Pissinis, 2003). Baste dejar sentado aquí, que no es posible ni siquiera garantizar la
obtención de consecuencias de manera deductiva sin incluir una premisa oculta acerca
de cuestiones hasta el momento desconocidas. De modo que toda conclusión puede
tomarse como doblemente no garantizada, por un lado porque la teoría puede ser
incorrecta, como lo ha mostrado la sucesión de teorías abandonadas que tarde o
temprano han encontrado su resultado falsador, o bien porque aún siendo sus leyes
adecuadas para el estado del arte, no se han tenido en cuenta factores relevantes que de
estar presentes impedirían que obtuviéramos esas conclusiones. El carácter inferencial
de nuestras teorías ha quedado mermado o, al menos, supeditado a las condiciones del
experimento mucho más allá de lo que se esperaba. Las condiciones hacen referencia de
modo implícito a factores que todavía no conocemos. Esto no es lo que esperábamos.
Existe un paralelo de esta situación en la aplicación de las normas en el sistema
jurídico. Se trata de la cuestión de que las normas están representadas por condicionales
derrotables (Alchourrón, 1993 y Alchourrón et al. 1985). Cuando decimos que toda
persona que conduce un automóvil y cruza una esquina con el semáforo en rojo debe ser
multada, no tenemos en cuenta que hay una serie de motivos por los cuales esa norma
queda derrotada. Por ejemplo, si detrás del automóvil en cuestión aparece una
ambulancia, o un auto policial o de bomberos con su sirena encendida, la norma de la
luz roja deja de tener validez en la forma en que había sido enunciada.
No solo eso es cierto, también es cierto que podrían aparecer otras condiciones
que derrotan a la norma y que esas condiciones no están todas enumeradas en ningún
28
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
elegir un curso de acción diferente motivado por casos paradigmáticos de la historia que
avalan su elección, e incluso en ausencia de tales ejemplares puede sostener la novedad
de elegir el camino menos indicado por los criterios metateóricos que hemos estado
señalando. El camino que va de los efectos a las causas está lleno de elecciones entre
trayectorias diversas, todas ellas aceptables.
Un tercer motivo por el que se hace evidente que la racionalidad debe separarse
de un mecanismo objetivo o incluso intersubjetivo es la dificultad en sostener la
separación entre hecho y valor (Gómez, 2011). La sensación de que los hechos
registrados son valorativamente neutros y que no hay preferencias en sostener que la
luna es redonda, o que la tierra no es plana, ha sido otro motor para creer que las
disidencias provienen de las lagunas informativas.
Hasta ahora no se ha hecho suficiente hincapié en que podría tratarse de una
cuestión de grados. Que la Tierra es redonda no parece haber sido un asunto sin
consecuencias tecnológicas y económicas. De hecho, el emprendimiento de Cristobal
Colón no vino a confirmar que la Tierra era redonda sino que la planificación de su
viaje solo fue posible sobre la base de que se disponía de ese conocimiento. En todo
caso la presunta confirmación solo vendría de la mano de la circunvalación planificada
por Magallanes. Por lo cual, que fuera redonda o plana no era neutral respecto de
quiénes podrían ser favorecidos. Sin embargo, su carácter no neutral no es tan marcado
como en otros conocimientos.
Mucho menos neutral es el conocimiento acerca de las enfermedades de base
genética que alteran el comportamiento y que, sobre este conocimiento se altera el
tratamiento jurídico de imputabilidad. Cuestión que podría dar como resultado
hipotético que al avanzar la ciencia e identificar conductas con trastornos de la salud
mental, los condenados previos pasen a ser liberados del sistema penal para pasar al
sistema psiquiátrico. Es decir, no parece neutral un conocimiento que altera el
tratamiento jurídico de las personas o que incluso permite cambiar la percepción
cultural de ciertas prácticas. Y todo esto sin necesidad de echar mano de controversias
científicas en que dos teorías y sus defensores se enfrentan cuando todavía no
disponemos de datos suficientes como para tomar partido por una de ellas por sobre la
otra.
No hace falta llegar a la discusión filosófica que ya es suficientemente nutrida
sobre la no neutralidad del conocimiento y mucho menos sobre la no neutralidad de la
tecnología. Mientras que es más difícil mostrar que saber que las manzanas caen a 9,8
m/s favorece algunos valores y va en detrimento de otros, es mucho más sencillo
mostrarlo de una bomba atómica, caso que siempre ha sido utilizado como el ejemplo
paradigmático de la no neutralidad de la tecnología.
Los mejores defensores de la tecnología como herramienta han tenido que echar
mano de su uso según el contexto para poder decir que en ciertos contextos estas
tecnologías no parecen acordes a ciertos valores. Pero creo que hay otro modo de verlo
aún echando mano de valores tecnológicos y no de valores no epistémicos. Si
intentamos clavar un clavo con una bomba atómica veremos que su eficiencia es
bastante baja en contraposición con la eficiencia que muestra en eliminar muchas
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
pueda llegar a cada niño para integrarlo a los saberes que le permitirán desempeños
adecuados en la sociedad que le toca vivir. También es altamente probable que no haya
muchas disidencias con la premisa de que el Estado garantice un nivel básico ineludible
de adecuada nutrición para sus ciudadanos en sus primeros años, incluso abarcando la
alimentación de las madres durante la gestación. En este tema entonces, tanto el plan
educativo como el nutricional no parecen ser discutidos como beneficiosos o no, sino
que lo que puede llegar a estar en discusión es el modo en que pueda implementarse
para cumplir con mayor eficacia sus objetivos (Miguel, 2016). También podrá discutirse
qué compondrá la dieta para optimizar la alimentación, tanto fisiológica como educativa.
Es decir, las discusiones podrían ser bien interesantes acerca de los contenidos y de las
metodologías. Tanto en la alimentación como en la educación es importante no solo que
los ciudadanos tengan acceso a su alimento, sino que puedan modificar sus prácticas,
sus conductas y su manera de concebir esos contenidos. Es así que el plan nutricional y
educativo parece proponerse metas un poco más amplias que la sola oferta de
disponibilidad de comida y libros, ya que apunta a un escenario nuevo en que los
ciudadanos desde pequeños tengan ciertas prácticas alimentarias y de aprendizaje. En
este punto se hace más visible la posibilidad de disenso entre los expertos. Y por lo
tanto, no es trivial que el disenso será removido por una mayor cantidad de información.
No obstante, hemos reseñado el caso de menor conflicto al momento de concebir
escenarios deseables. El disenso acerca de esos escenarios se hace más profundo al tocar
los otros dos casos señalados. Para el plan satelital nacional puede preverse que, por
ejemplo, se argumente que todos los recursos que se han volcado al desarrollo de
satélites, su puesta en órbita y su mantenimiento podrían haberse empleado en un plan
nacional de nutrición infantil. Paradójicamente se puede plantear que, dado que los
recursos son limitados, elegir financiar un proyecto inmediatamente restringe la
disponibilidad para el resto. Esto es cierto en cada uno de los casos y en parte rige las
decisiones en políticas públicas, de allí la paradoja para utilizarlo como única vara de
evaluación. Es así que alguien podría sostener que mientras haya niños desnutridos no
deberían asignarse fondos a ninguna campaña espacial. Sin embargo, es difícil trazar
una línea que delimite todo aquello que no se hará hasta tanto erradicar la desnutrición
infantil.4 Por ejemplo, no mantendremos los gastos en conservación de las rutas, redes
de comunicaciones, etc. Si seguimos esa lógica, deberemos postergar todos los demás
temas de una agenda política, lo cual suena bastante descabellado aunque suele
escucharse también bastante a menudo.
No solo se contrapone la opinión tomando como crítica una falencia en un sector
público para frenar el desarrollo en otro, sin atender a que es posible que la falencia no
provenga del desbalance de fondos, sino que a su vez, puede haber disenso acerca de si
el país debe o no debe tener un plan satelital propio habiendo otros países que ofrecen
sus servicios de telecomunicaciones, imágenes y prospección del territorio. Esta
discusión estaba presente a mediados de la década de los 80 cuando se le consultó a la
Argentina si conservaría los lugares asignados en la órbita geoestacionaria. En esa
década y la siguiente, el país tuvo que abocarse al desarrollo del plan nacional satelital,
4
Al respecto Juan Duran señala (en comunicación personal), creo que muy acertadamente, que mantener
un plan nacional espacial tiene otros beneficios que sobrepasan la discusión económica: orgullo nacional,
educación de alto nivel, competencia internacional. Estos elementos también juegan en presionar a los
estados a bajar la desnutrición infantil (mortalidad infantil, ETS, etc.) precisamente por ser incompatibles
en el imaginario de un país desarrollado.
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
habiendo lanzando decenas de satélites desde épocas anteriores y hasta nuestros días,
culminando con los logros hoy visibles, identificados con los lanzamientos exitosos de
ARSAT 1 y 2 en 2014 y 2015, respectivamente, aunque tales logros fueron
emprendimientos independientes del plan nacional satelital. Por el contexto de discusión
geopolítica señalado, se incluyó esta discusión abierta en libros de texto para la
enseñanza de la física (Miguel 1997: 50). Es de crucial importancia que la ciudadanía
esté al tanto de cuáles fueron los motivos por los que se impulsó este programa. Sería un
despropósito de la enseñanza de las ciencias que los ciudadanos creyeran que en la
década actual el impulso a los satélites es fundacional, comenzando una etapa de país
con tecnología satelital en vez de percibirlo como la consecución de los objetivos
fijados más de 20 años antes. No se trata de que todos tengan las mismas preferencias,
se trata de que las preferencias sean evaluadas en su verdadera dimensión histórica y de
planificación a futuro con las consecuencias y ramificaciones que pueden preverse de
las acciones en discusión. Al respecto es pertinente la noción de ciencia bien ordenada
(WOS: Well Ordered Science):
Una sociedad que practica la investigación científica está bien ordenada solo si asigna
prioridades a líneas de investigación a través de discusiones, cuyas conclusiones son
aquellas a las que se habría llegado por medio de deliberaciones en las que hay mutuo
involucramiento y que exponen las bases sobre las que tales deliberaciones se presentan.
(Kitcher, 2011: 114)5
34
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Por todo esto, parece como mínimo llamativo que en el sistema escolar las
prácticas de discusión abierta sobre tópicos de relevancia social con información
científica y tecnológica no estén presentes con mayor frecuencia. Mientras que no estén
indicadas en el diseño como uno de los objetivos de la enseñanza de las ciencias es
probable que los ciudadanos formados en el presente, sigan sin poder tomar decisiones
científicamente informadas sobre su futuro y que estén todavía condenados, en el mejor
de los escenarios posibles a una tecnocracia en donde esas decisiones permanecen en
manos de los expertos.
Quisiera resaltar que un egresado de la escuela en 2018 que no se dedique
posteriormente a estos temas, seguirá contando con la única información científica y
tecnológica que ha recibido en el sistema escolar y con esa información su voto influirá
en nuestros países hasta aproximadamente el año 2070. Es decir que, casi todo este siglo
de votaciones dependerá, en lo que a proyectos de ciencia y tecnología respecta, de lo
que diseñemos como enseñanza de las ciencias en nuestros sistemas escolares.
7. Conclusiones
Agradecimientos
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Bibliografía
LÓPEZ CEREZO, J. A. (2011). “Un estudio crítico del concepto de objetividad social
en el debate Pasteur-Pouchet sobre la generación espontánea”. En A. R. Pérez Ransanz;
A. Velasco Gómez (comp.) Racionalidad en ciencia y tecnología. Nuevas perspectivas
iberoamericanas. México: UNAM. pp. 375-392.
LÓPEZ CEREZO, J. A.; LUJÁN LÓPEZ, J.L. (2000). Ciencia y política del riesgo.
Madrid, Alianza.
38
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
MIGUEL, H. (2014). “La enseñanza de las ciencias naturales: de los productos a las
prácticas”. En M.C. Di Gregori; L. Mattarollo (coord.), El conocimiento como práctica.
Investigación, valoración, ciencia y difusión. La Plata: Universidad Nacional de La
Plata, pp. 90-117. En:
https://www.academia.edu/8157699/DI_GREGORI_et_all_eds._2014_El_Conocimient
o_como_Practica (acceso: 14/12/2016).
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Leandro Giri1
Héctor Gustavo Giuliano2
1. Introducción
2. Principio de Precaución
Una recorrida por la literatura que se ocupa del tema (p.e. Sandin, 2004; Sunstein,
2005; Gardiner, 2006; entre otros) pone rápidamente en evidencia que no existe una
única definición del PP universalmente adoptada. Como señala Steel (2015: xi, trad.
propia):
1
Sociedad Argentina de Análisis Filosófico-Conicet. leandrogiri@gmail.com
2
Universidad Católica Argentina. gustavo_giuliano@uca.edu.ar
40
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
[el PP] es una premisa influencial aunque intensamente debatida de un extenso cuerpo de
leyes ambientales, especialmente a nivel internacional. Su objetivo central es promover
respuestas oportunas y razonables a amenazas serias a la salud y el ambiente incluso en
presencia de incertidumbre científica sustancial. Sin embargo no hay una interpretación
generalmente consensuada del PP, ni tampoco un acuerdo de que una interpretación del
mismo que sea coherente e informativa sea posible.
Frente a este panorama de diversidad, es útil para el análisis ubicar los extremos
de los posicionamientos, conocidos como la versión “débil” y la “fuerte” del PP. La
primera de ellas es la que recoge el Principio 15 de la Declaración de Río ’92 el que
sostiene que
Para proteger el ambiente, el enfoque precaucionario debe ser ampliamente aplicado por
los Estados de acuerdo a sus capacidades. Donde haya amenaza de daños serios o
irreversibles, la falta de certeza científica no puede ser usada como razón para posponer
medidas económicamente eficientes para prevenir la degradación ambiental. (Steel,
2015: 1, trad. propia)
Sí existe una amenaza (1) que es incierta (2) entonces tomar algún tipo de acción (3) es
necesario (4)
42
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
dimensión de daño es más bien general, de modo de cubrir más casos posibles. De
hecho, el PP que propugnamos poseer esta característica, pues, como mostraremos en el
ejemplo de la próxima sección, creemos que no sólo resulta una herramienta útil para
tomar decisiones concernientes a políticas medioambientales, sino también para
políticas sociales y tecnológicas. Resulta evidente que si se quiere cubrir toda esta gama
de potenciales usos, la generalidad debe ser esencial en la definición ontológica del
daño que se quiere evitar (tanto el que puede causar la acción como el que puede causar
tomar la precaución).
La segunda dimensión es la epistemológica. El PP esencialmente establece que
no es necesario saber a ciencia cierta que el resultado de una acción será en algún
sentido malo: basta con alguna medida de plausibilidad, que, para dar una cierta
confianza y racionalidad, es denominada “científica”. Señala Sandin (1999) que el tipo
de cuestiones con las que debe lidiar el PP son “trans-científicas” recuperando un
concepto de Weinberg (1972:209):
[las preguntas transcientíficas] son preguntas que pueden ser preguntadas a la ciencia y
sin embargo no pueden ser contestadas por la ciencia. (…) Si bien son,
epistemológicamente hablando, cuestiones de hecho y pueden ser planteadas en el
lenguaje de la ciencia, no son respondibles por la ciencia; trascienden a la ciencia. (trad.
propia)
Así, las partículas que componen esta dimensión pueden tomar las siguientes
formas extremas: “si hay la más leve sospecha” o “si se establece un mecanismo causal
consensuado por todos los expertos mundiales”. Nuevamente, un PP racional no
utilizaría ninguna de estas partículas. La primera es demasiado fuerte, pues toda
innovación es pasible de sospecha, aunque fuere por motivos metafísicos: la inclusión
haría que ninguna propuesta novedosa vea nunca la luz. Por otra parte, la segunda
partícula es demasiado débil: a menos que la previsión del riesgo de la acción sea
consensuada por todos los expertos mundiales en el asunto, la misma no sería frenada.
Ello implica que virtualmente toda innovación sería aceptada e implementada, ya que
bastaría un experto que esté de acuerdo en lo beneficioso de la acción (y por ende en lo
dañino de la precaución). Los PP aceptados suelen pararse en un lugar intermedio e
invocar a una plausibilidad que, como mencionamos, debe ser “científica”.
Ahora bien, es trabajo de la filosofía de la ciencia proveer definiciones
comprehensivas y precisas de “plausibilidad científica”, ya que intuitivamente se
entiende por tal el hecho de poseer bases racionales para sospechar de algo sin que se
sepa más allá de toda duda. Desde una racionalidad popperiana, podemos entender que
ningún conocimiento que pueda poseer el ser humano está “más allá de toda duda”, todo
puede ser ciertamente objetado. Pero, por supuesto, puede decirse que poseemos
conocimiento que posee un estatus epistémico que hace que esté “más allá de toda duda
razonable”. Y la dificultad pasa a radicar justamente en el término “razonable”. Y esta
dificultad posee consecuencias.
El análisis de riesgos como disciplina posee métodos cuantitativos estocásticos
que permiten prever escenarios futuros, asignarles una probabilidad y una medida de
costo, y a partir de ello los expertos pueden efectuar distintos análisis (en general
variaciones del llamado “análisis costo-beneficio” para tomar decisiones racionales. No
es alcance de este trabajo el análisis y crítica de dicho método, pero sí nos
43
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
(a) Certeza si se sabe que cada acción lleva invariantemente a una salida
específica (las palabras prospecto, estímulo, alternativa, etc. también son usadas).
(b) Riesgo si cada acción lleva a uno de un conjunto de salidas específicas
posibles, cada salida ocurriendo con una probabilidad conocida. Las probabilidades se
asumen conocidas para el decisor. Por ejemplo, una acción puede llevar a esta salida
riesgosa: una recompensa de $10 si una moneda sale cara y una pérdida de $5 si sale
ceca. Por supuesto la certidumbre es un caso degenerado de riesgo donde las
probabilidades son 0 y 1.
(c) Incertidumbre si cada acción tiene como consecuencia un conjunto de
posibles salidas específicas, pero donde las probabilidades de dichas salidas son
completamente desconocidas o no son significativas. (Luce & Raiffa, 1957: 13, trad.
propia)
Si se está en un contexto donde no se conocen las salidas posibles de una acción,
se dirá que se está en un contexto de ignorancia (por ejemplo, Shrader-Frechette, 1991).
Steel argumenta que estas definiciones que son basales al fundamento de la teoría de la
decisión, son problemáticas. La primera dificultad aparece con la esencia ambivalente
de la noción de probabilidad. Dada la centralidad del argumento, citaremos in extenso:
PP sea la base para la toma de decisiones rara vez la información frecuencial esté
disponible. Casi ninguna política innovadora poseerá información frecuencial relevante
como para poseer confianza en la predictibilidad de la salida de un curso de acción, y
habrá que analizar contextualmente en cada caso si la información obtenida de una
distribución de frecuencia puede extrapolarse temporal y geográficamente. Por otro lado,
queda claro que la probabilidad personal es subjetiva, en cuyo caso se está realizando un
salto de fe hacia quien la sugiere, generalmente un experto. Así, puede decirse que sea
cual sea la probabilidad que se utilice, la noción de riesgo clásica parece insuficiente
para definir una situación real. Así también lo expresa Terje Aven (2003:x):
Steel (2015) hace notar que una formulación como la de Río ’92 toma el rol de
requerimiento procedimental, ya que simplemente establece como restricción para la
toma de decisión que el proceso decisorio no se paralice ante la falta de certeza
científica. A este tipo de formulación Steel le llama el Principio de Metaprecaución
(MPP), y propone que siempre debe formar parte de los argumentos decisorios. Pero el
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
PP propiamente dicho tiene que ser más fuerte, a fin de proveer a los decisores los otros
dos roles: debe proveerse la posibilidad de seleccionar entre alternativas y a su vez debe
establecerse cómo llevar adelante las investigaciones científicas relevantes para el
problema sobre la premisa de la no-neutralidad del conocimiento y la probabilidad de
error. Por otra parte sostiene que los niveles de daño y de seguridad aceptables deben ser
objeto de deliberación democrática debiendo tenerse siempre presente en el debate la
idea de “proporcionalidad” entendiendo que la medida precautoria seleccionada se debe
corresponder con la plausibilidad y la severidad de la amenaza a enfrentar (como dice el
dicho popular, no mates a un mosquito con un cañón). La única restricción en este
procedimiento es que no debe resultar del consenso una política de acción que sea
paralizante. En definitiva, para Steel el PP debe cumplir los tres roles anteriormente
señalados en simultáneo, para lo cual el PP debe llevar aparejado una premisa adicional,
el MPP.
Vale la pena hacer mención de la posición que tiene la epistemología del PP
respecto a la no-neutralidad del conocimiento científico. Steel (2015) toma como
anclaje el argumento clásico del riesgo inductivo (ver por ejemplo Churchman (1956),
Hempel (1965) y Gómez (2014)). El mismo sostiene que lo que es considerado
“evidencia científica suficiente” de que una determinada acción no representa un riesgo
refleja un juicio de valor que sopesa el costo relativo de una regulación que quizás no
sea necesaria versus el costo del error y el problema desencadenado por éste. Es decir, el
experto decide, y en su decisión entran necesariamente factores no cognitivos (éticos,
políticos, religiosos, en definitiva ideológicos), y en definitiva se sopesa, antes de
decidir, qué peso se le dará a la posibilidad de obtener un falso positivo (es decir,
aseverar que la acción tendrá consecuencias nefastas cuando no las iba a tener) y a la
posibilidad de un falso negativo (es decir, aseverar que la acción tendrá consecuencias
positivas cuando en realidad tendrá consecuencias nefastas). Está claro que el sistema
socio-técnico-científico es pro-innovación, y por ende se suele asignar un peso mayor a
los falsos positivos: implícitamente se considera terrible no innovar, minimizándose la
posibilidad de consecuencias negativas de la innovación. El enfoque precautorio busca
que, al explicitar la no-neutralidad del conocimiento, se asigne un peso más parejo a la
potencialidad de la ocurrencia de ambos tipos de error.
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
5
http://web.archive.org/web/20150503002552/http://www.vot-ar.com.ar/es-ar/sistema-de-votar/ (última
visita: 08/02/17)
6
https://www.pagina12.com.ar/5171-el-voto-electronico-se-quedo-sin-corriente (última visita: 08/02/17)
7
http://www.perfil.com/politica/salta-denuncian-irregularidades-en-el-sistema-de-voto-electronico-0412-
0066.phtml (última visita 08/02/17)
49
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
8
http://www.clarin.com/next/voto-electronico-hackers-conteo-asistido_0_Hym-utA1x.html (última visita
08/02/17)
9
http://www.cba24n.com.ar/content/por-que-alemania-y-holanda-rechazaron-el-voto-electronico (última
visita 08/02/17)
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Si existe plausiblidad científica de que haya peligro de que la transparencia electoral sea
afectada de tal forma que la opinión pública generalizada sufra la pérdida de confianza
en ella entonces la innovación del sistema electoral deberá posponerse hasta poder
aseverar que los medios existentes y públicamente conocidos de adulteración de los
votos son evitables.
4. Conclusiones
52
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Bibliografía
KNIGHT, F. (1921). Risk, Uncertainty and Profit. New York: Houghton, Mifflin
Company.
LUCE, R., RAIFFA, H. (1957). Games and Decision: Introduction and Critical Survey.
New York: John Wiley & Sons.
53
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STEEL, D. (2015). Philosophy and the Precautionary Principle: Science, Evidence, and
Environmental Policy. Cambridge: Cambridge University Press..
SUNSTEIN, C. (2005). Laws of Fear: Beyond the Precautionary Principle. New York:
Cambridge University Press.
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Jorge Rasner1
1
Facultad de Información y Comunicación, Universidad de la República, jorge.rasner@fic.edu.uy
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
(…) el modo como los hombres producen sus medios de vida depende, ante todo, de la
naturaleza misma de los medios de vida con que se encuentran y que se trata de
reproducir. Este modo de producción no debe considerarse solamente en cuanto es la
reproducción de la existencia física de los individuos. Es ya, más bien, un determinado
modo de la actividad de estos individuos, un determinado modo de manifestar su vida,
un determinado 'modo de vida' de los mismos. (Marx y Engels, 1970: 19)
El desarrollo del Capital Fijo revela hasta qué punto el conocimiento o knowledge
social general se ha convertido en fuerza productiva inmediata, y, por lo tanto, hasta qué
punto las condiciones del proceso de la vida social misma han entrado bajo los controles
del general “intellect” y remodeladas conforme al mismo. Hasta qué punto las fuerzas
productivas sociales son producidas no sólo en la forma del conocimiento, sino como
órganos inmediatos de la práctica social, del proceso vital real. (Marx, 2007: 229-230)
56
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
De los instrumentos, unos son inanimados y otros animados; por ejemplo, para un piloto,
el timón es inanimado, y animado el vigía (pues en las artes el subordinado hace las
veces de un instrumento). Así también, las posesiones son un instrumento para la vida y
la propiedad es una multitud de instrumentos; también el esclavo es una posesión
animada, y todo subordinado es como un instrumento previo a los otros instrumentos.
Pues si cada uno de los instrumentos pudiera cumplir por sí mismo su cometido
obedeciendo órdenes o anticipándose a ellas, si, como cuentan de las estatuas de Dédalo
o de los trípodes de Hefesto, de los que dice el poeta que ¨entraban por sí solos en la
asamblea de los dioses¨, las lanzaderas tejieran solas y los plectros tocaran la cítara, los
constructores no necesitarían ayudantes ni los amos esclavos. (Aristóteles, 1988: 54-55)
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
decir, sujetos considerados incapaces de pensar por cuenta propia. Hasta cierto punto, y
desde nuestro contexto, resulta difícil de entender la afirmación de Aristóteles, ya que
podría parecer irracional condenarse al perjuicio que deviene de no disponer de una
mejor y mayor cantidad de bienes y servicios (incluso si éstos sólo dependieran de la
ineficiente labor de la mano de obra esclava, lo que sin dudas no es así). Pero, como se
ha dicho, no son, en este caso particular, ni la mayor o menor eficiencia ni los
rendimientos en la producción los que cuentan en primer grado, sino el temor o
sencillamente la incapacidad para concebir al bárbaro como humano y el consiguiente
trastoque del orden instaurado que supondría la intervención técnica de estos individuos,
pervirtiendo el lugar y la condición de instrumentos animados.
Este punto parece relevante por cuanto contribuye a señalar que en los procesos
de cambio o resistencia al cambio técnico no valen afirmaciones generales. En este caso
para comprobar que el cambio tecnológico no está motivado por una necesidad de hacer
más eficiente la tarea proyectada sino que, tanto hoy como ayer, intervienen elementos y
factores de muy diferente índole que promueven u obstaculizan su evolución, y que,
también en cada caso, es menester identificar la incidencia de esas variables.
Es ya conocida la división de tareas entre ciudadanos, o nobles y caballeros y
siervos de la gleba durante la Edad Media, o, más generalmente, gente del común,
dejando para estos últimos las tareas manuales e impropias de quien detentara cierta
posición social. Lo cual trajo como consecuencia la profunda división entre la teoría y la
práctica, entre el pensar y el hacer que se arrastra hasta el siglo XVI de nuestra era,
cuando en Europa Occidental asoma muy lentamente una nueva mentalidad,
fundamentalmente, motivada por los profundos cambios políticos, sociales, económicos
e ideológicos que se venían registrando desde el advenimiento de la denominada
Revolución Comercial de los siglos XII y XIII.
Por tratarse de un proceso de largo aliento sólo es posible datarlo de manera
aproximada, pero es notorio que a partir de la Edad Media tardía, y fundamentalmente
desde el Renacimiento y la temprana Modernidad, comienza a gestarse el profundo
cambio cultural que sentará la condiciones de posibilidad para una transformación que
tendrá su desenlace durante la revolución científica y técnica de los siglos XVI y XVII.
Este proceso sólo puede entreverse a través de testimonios y acciones concretas que han
sido trasmitidos, pero en todo caso se trata básicamente de la convergencia paulatina
entre el saber y el hacer que tendrá a la Revolución Industrial del siglo XVIII como uno
de sus hitos fundamentales.
Las causas de este proceso son múltiples y continúan siendo tema de debate,
pero sin dudas esta transformación cultural, social, política y económica, que propició la
expansión europea a nivel mundial, constituye un desencadenante de fuerzas que
condujeron a un cambio en lo atinente al tratamiento de los asuntos y las
preocupaciones mundanas y cotidianas. Desde entonces el grueso de la producción y
trasmisión de conocimiento se orienta decididamente (aunque no exclusivamente) a la
resolución de los problemas prácticos que genera la nueva coyuntura. El "sabio"
frecuentemente se conjuga con el "mecánico" o busca establecer vínculos, alianzas e
interacciones con el campesino, el artesano y el manufacturero que le permitan la
apropiación del saber tradicional, apropiación que transforma a los individuos y
simultáneamente al quehacer, porque nuevas expectativas y nuevos emprendimientos
reclaman su puesta en acción.
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Prestamos atención a las opiniones y al saber del otro, y eso es todo: debemos hacerlos
nuestros. Nos parecemos propiamente a aquel que, necesitando fuego, fuera a buscar a
lo de su vecino, pero al encontrar uno bueno y grande se detuviera en él para calentarse
sin acordarse más de llevar fuego a su casa. ¿De qué nos sirve tener la panza llena de
comida si no la digerimos, si no se transforma en nosotros, si no nos aumenta y fortifica?
(Montaigne, 2011: 134)
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Posteriormente, un día pensé que me parecía una cosa criticable, vituperable, cruel y
digna de castigo no pequeño si nos remitimos a Dios y a los hombres, querer estudiar
como instruir en tal ejercicio, dañino para el prójimo y también destructor de la especie
humana, máxime para los Cristianos en sus continuas guerras. Por esto no solamente
pospuse totalmente el estudio de dicha materia y me dediqué a estudiar otra cosa, sino
que además destruí y quemé todos los cálculos y escritos importantes que se ocupaban
del tema. Y mucho me duele y me avergüenza el tiempo dedicado a susodicha actividad,
y aquellas particularidades que me quedaron en la memoria (contra mi voluntad) y que
nunca quise revelar a alguien ni por amistad ni por recompensa (sin importar qué tanto
me hubiesen sido requeridas por muchos), porque enseñarlas me parece que hubiera
dado lugar a un gran error. Pero viendo al lobo deseoso de entrar en nuestro rebaño, y
estando los pastores de acuerdo para defenderse, no me parece bueno tener ocultas
dichas cosas, y entonces decidí hacerlas públicas, una parte por escrito y la otra de viva
voz a todos los cristianos, pues cada uno está sujeto a ser atacado y debe ser capaz de
defenderse de aquello. (Tartaglia, 1998: 65)
Finalmente queremos advertir a todos los hombres que piensen en el verdadero fin de la
ciencia y no la busquen por el placer del alma o por amor de la disputa o por
menospreciar a los demás, o por el propio interés o por fama o poder personal u otros
fines inferiores de este tipo, sino con vistas al beneficio y necesidades de la vida y que
la cultiven y perfeccionen en espíritu de caridad. (Bacon, 1985: 59-60)
Tal como expresa Farrington (1971: 13), para Bacon el propósito del
conocimiento es proporcionar su fruto en obras, que la ciencia debería ser aplicable a la
industria y que los hombres deberían organizarse con la mirada puesta en la mejora de
sus condiciones de vida. Y no otro sueño expresa el relato utópico baconiano La nueva
Atlántida en un contexto tan fermental como políticamente caótico, independientemente
de que se comparta o no ese deseo baconiano por construir una sociedad
hiperestructurada y milimétricamente organizada hasta el agobio.
Es desde este período de consolidación de la modernidad europea, y
fundamentalmente durante el siglo XVIII, que se observa cómo la fiabilidad de los
resultados obtenidos, la eficacia productiva, el conocimiento útil y socialmente
enfocado, se constituyen en valores sustantivos a la hora de proponer y diseñar políticas
60
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
públicas. Y sólo para dar cuenta de uno entre tantos testimonios ejemplares, haré
referencia a D’Alambert (1717-1783), quien en su Discurso preliminar de la
Enciclopedia (1985), reivindica el papel que históricamente han jugado las artes
mecánicas y los artesanos como "bienhechores del género humano" a través de un
trabajo silencioso, prolongado, acumulativo y paciente que llevó a que algunas técnicas
consiguieran su máximo perfeccionamiento al brindar prestaciones nunca antes
imaginadas. Y resulta significativo que el autor haga hincapié en la técnica de la
relojería, emblema por entonces del automatismo y de la máquina como paradigmas de
la creatividad del ingenio humano: el artefacto. Lo radicalmente nuevo, lo que se
incorpora al conjunto de objetos que pueblan nuestro mundo.
62
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
(…) el enfoque que llamamos sistémico consiste en considerar que las unidades de
análisis para estudiar las propiedades de la técnica o para construir una teoría del
desarrollo tecnológico, no son conjuntos de conocimientos o conjuntos de artefactos,
sino sistemas técnicos. La idea intuitiva subyacente en este enfoque es que un sistema
técnico es una unidad compleja formada por artefactos, materiales y energía, para cuya
transformación se utilizan los artefactos, y agentes intencionales (usuarios u operarios)
que realizan esas acciones de transformación.
63
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
3. El sistema y la red
Fabricar una máquina de vapor, por ejemplo, no sólo requiere algún conocimiento de las
propiedades elásticas del vapor, sino la habilidad para forjar cilindros de hierro de
considerables dimensiones con una precisión tolerable. Una cosa es producir una sola
máquina de vapor como un juguete caro, tal como la máquina diseñada por Herón, y
otra producir una máquina que producirá potencia de una económica y efectivamente.
Las dificultades experimentadas por Watt y Boulton para lograr un ajuste de pistón a
cilindro ilustra los problemas de crear una tecnología, en contraste con una única
máquina. (Heilbroner, 1967: 339)
Saber cómo se fabrican los automóviles, cómo funcionan y cómo se utilizan, así como
conocer las reglas de tránsito y la política de transporte urbano, sirve de poco para
ayudarnos a comprender cómo afectan los automóviles a la estructura de la vida
moderna. En estos casos una comprensión estrictamente instrumental/funcional no es de
utilidad. Lo que se necesita es una interpretación de las maneras, tanto obvias como
65
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
ocultas, en que la vida diaria se transforma por el papel mediador de los elementos
técnicos.2
Pero también considero indispensable invertir la pregunta para indagar cómo los
elementos técnicos discurren por el tejido social y se transforman por el papel mediador
de la vida diaria, ya sea a través de las diversas maneras por las que grupos de usuarios
y consumidores manifiestan su conformidad o disconformidad respecto a la calidad o
eficacia de los productos disponibles; ya sea por el decidido rechazo de otros frente a
sistemas técnicos incompatibles con sus creencias o modos de vida (dispositivos de
anticoncepción, intervenciones terapéuticas, etc.); ya sea, en fin, a través del uso y
apropiación que los sujetos hacen tanto del sistema como de sus productos, tal como nos
relata Pacey (1990: 13 y ss.) a propósito del ejemplo de la invención y difusión del
trineo de nieve motorizado, que de un uso original previsto para fines recreativos, acaba,
también, en herramienta de trabajo para los habitantes de las zonas árticas,
reconvirtiéndose (¿retrotrayéndose?) en ocasiones en un trineo tirado por perros ante la
carencia de combustible para ponerlo en marcha.
Lo anterior señala que la consideración de un sistema técnico también resultaría
incompleta si no se incluye en el análisis la apropiación, el uso y las peculiares
adaptaciones que los destinatarios dan a los productos técnicos, (Edgerton, 2004),
(Basalla, 2011), y lo que de esta dialéctica resulta.
En este contexto, donde se plantea la discusión política sobre el impacto de los
sistemas técnicos, es donde emergen consideraciones en torno a la mayor o menor
intensidad de su impacto (determinismo, neutralidad instrumental). Y si bien es cierto
que, como ya constatara Simondon (2008), la lógica y coherencia interna de los
sistemas moldea y hasta fabrica un marco de aceptabilidad que encuentra pocas
resistencias en una recepción difusa que rápidamente se adapta a los requerimientos del
sistema (nueva organización social y del trabajo, transformación de criterios
operacionales); no lo es menos que la intensidad de estas resistencias está en relación
directa con el grado de cohesión de los consumidores y usuarios para oponer
necesidades propias a la lógica que intenta imponer el sistema. No obstante, de esta
cuestión por demás compleja me interesa aquí destacar cómo los procesos de aplicación
y recepción encarnan una dialéctica de, en principio, inciertos resultados, que, como
tales, no pueden saldarse con criterios generales con pretensiones de validez universal
sobre el mayor o menor grado de poder coercitivo de los sistemas técnicos.
No abundaré sobre el particular, pero resulta de gran utilidad la percepción que
sobre el particular expresa Winner (2008: 37 y ss.) cuando descarta la idea de sostener
un "determinismo tecnológico" por su radicalidad y fatalidad sin resquicios (tal como es
presentada de manera tan convincente por Ellul (1990), e incluso por Heidegger (1994,
2012), y apela, en cambio, al concepto de "sonambulismo tecnológico" para calificar
ese dejarse llevar e incluso arrastrar, como individuos y como sociedad, por la lógica
moldeadora de los sistemas técnicos, rehusando implicarnos o consintiendo de una
manera u otra ser parte casi pasiva en la reconstrucción política y social en aras de la
eficiente sincronía de sus componentes que imponen los sistemas técnicos como
requisito para su óptimo funcionamiento. La distancia entre uno y otro concepto es muy
estrecha -en ocasiones indiscernible- y ameritaría una discusión más prolongada -que
2
Las itálicas me pertenecen.
66
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
apenas dejaré planteada- sobre si este dejarse llevar es mero adormecimiento cómplice o
no es ya consecuencia del fuerte condicionamiento de una concepción del mundo, que
desde luego incluye un hacer en el mundo, que a través de las diferentes instancias de
socialización de los individuos, naturaliza e incorpora como ineludibles ciertos criterios
técnicos de eficiencia instrumental.
Propongo darle contenido a esta discusión un tanto abstracta recurriendo
nuevamente al ejemplo de la marinería portuguesa del siglo XV: la habilidad ancestral
del marino portugués a través de la "navegación de estima" no permanecerá incambiada
luego de que a la navegación de cabotaje que le era relativamente conocida sume la
experiencia de haber podido resolver favorablemente largos meses de navegación en
pleno océano, lejos de costas y referencias conocidas, tal como lo proporcionan la tierra
firme o la estrella polar una vez que se abandona el hemisferio norte. A raíz de estos
viajes ultramarinos la economía del reino de Portugal, deprimida y marginal en el
contexto tardomedieval de Europa occidental, dará un salto cuantitativo y cualitativo a
través del tráfico de bienes importados, posicionándola en un lugar destacado que se
sostendrá en el tiempo aun después de que el descubrimiento y conquista de América y
la afluencia de metales preciosos reconfigure el mapa político y económico de Europa,
pero para ello debió construir redes eficientes de tráfico e intercambio con los nativos
africanos y europeos. Finalmente, cuando este proceso de expansión iniciado por el
príncipe Enrique y su Escuela de Sagres logre su objetivo en 1497, con el arribo de
Vasco da Gama a la India, habrá cambiado sustantivamente tanto la propia concepción
respecto a los límites y las posibilidades efectivas de expansión, como la propia imagen
que del mundo tenía la cultura europea antes que se "doblara" por vía marítima el cabo
sur de África, ya que por vez primera los portugueses alcanzaron el extremo oriente
prescindiendo de rutas terrestres. Asimismo, ante esta nueva realidad los portugueses se
vieron obligados a diseñar y montar -contando con una población total de un millón de
habitantes y una clara inexperiencia al respecto- un sistema técnico que fuera capaz de
generar no sólo carabelas y destreza marinera, sino también instituciones de control, de
supervisión fiscal y de acopio y trasmisión de información (que fue celosamente
custodiada de extraños y recursivamente empleada para mejorar los procesos de
navegación y descubrimiento) para sostener adecuadamente esta marinería eficiente y
una larga red de enclaves militares y de intercambio y aprovisionamiento logístico a lo
largo de la ruta comercial que unía Lisboa a Calicut, en la actual India.
67
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Una revolución tecnológica puede ser definida como un poderoso y visible conjunto de
tecnologías, productos e industrias nuevas y dinámicas, capaces de sacudir los cimientos
de la economía y de impulsar una oleada de desarrollo de largo plazo. Se trata de una
constelación de innovaciones técnicas estrechamente interrelacionadas, la cual suele
incluir un insumo de bajo costo y uso generalizado —con frecuencia una fuente de
energía, en otros casos un material crucial— además de nuevos e importantes productos,
procesos, y una nueva infraestructura. (Pérez, 2004: 32)
68
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Una vez que se conocen las trayectorias válidas para los nuevos productos y procesos,
así como para sus mejoras, pueden generarse muchas innovaciones sucesivas y exitosas
en serie. Éstas serán compatibles entre sí, interactuarán sin dificultad, conseguirán los
insumos que requieran, el personal calificado y los canales de mercado, mientras se
benefician de una creciente aceptación social basada en el aprendizaje con los productos
previos. (Pérez, 2004: 55)
69
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
En este sentido hay una considerable literatura disponible. Constant (2000), por
ejemplo, sugiere que la práctica de producción tecnológica es recursiva, por cuanto
quienes adquieren centralidad en esta etapa son los tecnólogos, que proceden
cuidadosamente a comprobar un gran número de diseños posibles a través de su
aplicación y testeo de funcionamiento. Cada prueba, a su vez, produce resultados que
son acumulados e incorporados al "saber cómo" que se reintroduce en una nueva prueba.
Tanto el conocimiento básico como el diseño y la implementación de artefactos actúan
conjuntamente y se retroalimentan.
Se trata de un proceso de "ensayo y error", pero de manera controlada,
sistemática y no azarosa. Por tanto, los que evolucionan son los diversos dispositivos y
artefactos, pero lo que posibilita esta evolución es la información sistemáticamente
organizada que se acumula en el proceso y permite progresivamente una mejor
adecuación del objeto o dispositivo a la función para la cual fue ideado y diseñado.
Porque, como señala James Fleck (2000), la tecnología opera en el mundo real y los
resultados de su aplicación deben articular la información acumulada con las
circunstancias específicas que alimentan su desarrollo, el resultado será un objeto o un
dispositivo que interactúa con el mundo material y las necesidades sociales,
organizacionales o corporativas que lo propiciaron.
Asimismo Mokyr (2008: 71 y ss.) hace un uso intenso del concepto de
trasmisión y organización de la información como elemento clave del desarrollo técnico.
Para ello emplea el concepto de "Ilustración Industrial" para ejemplificar la creciente
circulación y transmisión de información referida a nuevos conocimientos y nuevas
tecnologías de la que se beneficiaron tanto los científicos como los artesanos y
emprendedores desde los siglos XVIII y XIX. Aquí juega un papel clave el acceso a la
información, sus costos, la velocidad y fiabilidad de las trasmisiones. Factores que sólo
se tornan significativos, y por tanto se los hace converger, en la medida en que esta
información no constituye ya mera ilustración, ornamento o anécdota, sino una clave
sistémica para el desarrollo de áreas precisas.
La organización y sistematización de la información proporciona las condiciones,
a su vez, para la generación de un círculo virtuoso que permita pasar de una fase de
recolección y acumulación de datos a su sistematización con propósitos de utilización
definidos. Headrick señala la importancia de este proceso de sistematización de la
información como condición necesaria para la consolidación de las ciencias modernas a
través del ejemplo de Linneo y de la investigación que lo condujo a la publicación de su
Systema Naturae en 1758. Y esto en virtud de que:
A partir del ejemplo anterior resulta notoria la convergencia entre las formas en
que se procesa y sistematiza la información durante la "Ilustración Industrial" y la fase
de estabilización de las ciencias naturales. Proceso que, sin embargo, no es sólo de
sistematización, sino que apunta a una codificación compartida de la información
70
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
5. Consideraciones finales
72
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Bibliografía
DAVID, P. (1997). “Path dependence and the quest for historical economics. One more
chorus of the ballad of Qwerty”. Discussion papers in economic and social History, 20.
University of Oxford. pp.3-47.
_____________ (2008). The shock of the old. Great Britain: Profile Books.
HEIDEGGER, M. (2012). “La época de la imagen del mundo”. En Caminos del Bosque.
Madrid: Alianza. pp. 66- 90.
73
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
LAW, J. (1987). “On the Social Explanation of Technical Change: The Case of the
Portuguese Maritime Expansion”. Technology and Culture, 28 (2), pp. 227-252. En:
http://www.jstor.org/stable/3105566
MONTAIGNE, M. (2011). Ensayos. Libro Primero, cap. XXIV. Buenos Aires: Losada.
PARRY, J.H. (1966). The establishment of the European hegemony: 1415-1715. New
York: Harper Torchbooks
74
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
75
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Martín Parselis3
1. Introducción
(…) es solamente un ejemplo entre los muchos que existen encaminados a demostrar la
insuficiencia de los vigentes ordenamientos jurídicos y de los actuales conceptos de
jurisprudencia, en orden a hacer justicia en lo referente a matanzas administrativas
organizadas por la burocracia estatal.
3
Universidad Católica Argentina, martin@parselis.com.ar
76
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
los problemas que manifiesta la crítica radicalizada, pero se entiende que cualquier
acción transformadora no implicaría necesariamente un cambio completo del sistema.
Este es el caso de Feenberg (2005) o Quintanilla (2002) y la idea de
democratización. En el primer caso se tiende a una democratización asociada a la crítica
radicalizada, democratizar es sinónimo de ejercicio de poder con “prioridad” (y en el
extremo exclusivo) de aquellos que hoy se agrupan como “dominados”. Los que fueron
dominados tendrán poder, y por lo tanto consideramos poco probable que bajo este
esquema de asimetrías “por definición” pueda mejorarse cualquier situación de equidad.
Otra idea de democratización se asocia más al diálogo y a la deliberación, a esquemas
menos orientados hacia acciones “anti” y más hacia una mayor simetría entre actores.
La lectura latinoamericana de Feenberg suele asociarse a una crítica más radicalizada,
pero consideramos que se trata de una crítica moderada.
Parte de la visión capitalista del desarrollo tecnológico radica en que las
decisiones sobre el rumbo de la tecnología suelen tomarse en grandes empresas (aunque
es cierto que en las últimas décadas muchas pequeñas las han tomado por sorpresa). Por
otra parte, dar prioridad política a la toma de decisión sobre las tecnologías asumiría que
el Estado sea el árbitro de los procesos de toma de decisión más amplios. En cualquiera
de los dos casos las decisiones son opacas. En las empresas porque la transparencia en
el uso de sus tecnologías implica opacidad en su diseño. En el estado porque los
sistemas de deliberación son insuficientes, o se encuentran cooptados. Fuera de Wall
Street y la bolsa de Chicago la mayoría del pensamiento mantiene críticas al capitalismo.
Por caso, desde el Papa Francisco hasta los Partidos Pirata, y en medio todos los
pensadores de la postmodernidad, o sobremodernidad, observan una época donde la
industria y especialmente la concentración financiera, constituye el centro de poder más
importante (Parselis, 2016b: 40).
En síntesis, parece razonable que la política sea una vía civilizada para trabajar
en forma amplia sobre el destino de la tecnología, pero no está claro que existan los
mecanismos que garanticen el grado de amplitud necesario para la democratización de
la tecnología. De hecho, antes de ocuparnos de estos mecanismos deberíamos
considerar con qué fin queremos que existan. Por otra parte, pensar que la política es un
camino apto no invalida los aspectos técnicos propios de la tecnología, y menos aún
podría considerarse que la técnica es un resultado que puede ser determinado en forma
completa por decisiones políticas. Es decir, la política sin la racionalidad técnica no
puede obtener resultados técnicos valiosos.
Sin haber analizado qué significa “democratizar” en profundidad, hay un rasgo
de la política que es básico: estar juntos unos con los otros, además diversos (Arendt,
2015: 131). La tecnología está directamente relacionada con nuestra forma de vida, y la
política no es más que un instrumento del modo de estar juntos.
78
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
cualquier juicio. Cualquier exigencia para juzgar el modo en que unos se relacionan con
otros reviste una cuestión ética antes que política. Por ello no parece desacertado
recurrir a la honestidad, reduciendo la relación entre “mismo” y “otro” de Levinas a una
condición básica, que es la honestidad.
El concepto de honestidad resulta esquivo cuando buscamos referencias
concretas, a pesar de que solemos entender rápidamente de qué se trata. La honestidad
se relaciona con la coherencia entre lo que pensamos, decimos y hacemos. Si hacemos y
decimos lo que pensamos seremos honestos con nosotros mismos. Pero también hay una
dimensión relacional de la honestidad, lo que hacemos y lo que decimos a otros que
hacemos. Dejaremos de lado la honestidad con uno mismo para centrarnos en la
honestidad con los demás, por lo que caracterizaremos la idea de honestidad a partir de
acciones y la comunicación de las acciones frente a otros. Podremos ser honestos con
los demás, entonces, en cualquier actividad que implique una relación social.
Este artículo consta de una perspectiva propositiva que toma posición a partir
del modo en el que somos expulsados de la verificación de esta honestidad. El aspecto
propositivo rescatará algunas características que permitirían el desarrollo de tecnologías
honestas, en parte con alguna inspiración desde ideas sobre la democratización de la
tecnología y en parte observando las tecnologías entrañables de Quintanilla recogidas en
Parselis (2016a, 2016b).
Los intereses y propósitos por los que se decide diseñar y producir un artefacto
no constituyen razones técnicas. Son parte de la dimensión cultural, tanto como el modo
de organizar la producción. Sin embargo, otros componentes de la dimensión cultural
son parte de una suerte de “sustrato” cultural, y que podemos asociar con el imaginario
social o las representaciones sociales de una época para una comunidad, el
conocimiento disponible, el lenguaje, un paradigma, etc. Del mismo modo, la
dimensión técnica de un artefacto se compone de su función, de los mecanismos que
garantizan su cumplimiento, y del diseño de uso, estereotipado generalmente a través de
interfaces o (sub) sistemas de operación. También hay un “sustrato” en esta dimensión
conformado por los recursos disponibles para que un diseño pueda llevarse a cabo,
además de las regularidades de un entorno que permiten el diseño de un mecanismo.
La dimensión cultural de los artefactos, tiene un componente persistente,
conformado por las representaciones sociales, valores y el conocimiento disponible.
También se constituye de aspectos particulares asociados a cada artefacto como
finalidades, intereses, propósitos y organización que definen los agentes intencionales
en el contexto del hacer tecnológico, que no necesariamente coinciden con los
propósitos, finalidades e intereses que tienen los agentes intencionales en el contexto de
uso. Las razones no-técnicas por las que un agente intencional ejerce acciones sobre un
artefacto que cumple con su función a través de sus mecanismos y sus modos de
operación reflejan un grado de incertidumbre. De hecho, aquello que no es interpretable
es la parte constitutiva de los artefactos, pero a través del concepto de affordance de
Norman (1999: 3) vemos que hay un fenómeno relacional que construye modelos
mentales en relación a los artefactos. Dicho de otro modo, puede diseñarse el modo de
operación de los artefactos estereotipando procedimientos y a los agentes intencionales
79
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
que, en conjunto, conformarán el sistema técnico, pero los modelos mentales se vuelven
intersubjetivos y finalmente, en la medida en que persisten, son contenido cultural que
forma parte de nuestras representaciones sociales, modificando también nuestras
interpretaciones (Moscovici, 1961: 75-77).
En el diseño, actividad clave en el contexto del hacer tecnológico, se definen los
modos de operación a través de mecanismos de uso que no son necesariamente los
mecanismos de funcionamiento, aunque están acoplados generalmente en forma opaca.
Los agentes intencionales en el contexto de uso entonces son, para el diseño, una
representación conceptual acoplada al artefacto, que debe seguir ciertos procedimientos
para lograr que el artefacto cumpla con su función en el contexto de uso,
independientemente de la finalidad por la cual cada usuario lo hace.
Las dimensiones técnica y cultural se asocian, en el diseño, en forma coherente
para un artefacto particular que al acoplarse en el contexto de uso con un agente
intencional conforman un sistema técnico. Si un artefacto hubiera sido producido o
diseñado de otro modo, aún aquellos que son funcionalmente equivalentes, sería distinto,
y por lo tanto, tenemos evidencia de su historia y su constitución, entonces, es
manifestación de ambas dimensiones.
El artefacto en el contexto de uso es el componente material, no intencional, de
un sistema técnico. Sin embargo sus características están marcadas por la dimensión
cultural en el contexto de diseño por un agente intencional. La historia de cada artefacto
abre o cierra posibilidades en el contexto de uso. Esto es completamente compatible con
la idea de código técnico de Feenberg.4
En resumen: el artefacto, su funcionamiento, modo de propiedad, gestión y
relación con un entorno, son rasgos de la dimensión cultural coherentes con la forma del
artefacto en su dimensión técnica. El arbitraje de estos rasgos culturales materializados
en la dimensión técnica está determinado por los agentes intencionales en el contexto
del hacer tecnológico, y particularmente en el contexto de diseño.
Cuando planteamos en otras instancias nuestro modelo sobre los artefactos y las
tecnologías caracterizándolo a partir de las dimensiones técnica y cultural, advirtiendo
los contextos de diseño y producción diferenciados del contexto de uso, pero no
independientes; proponemos que las tecnologías en general y los artefactos en particular
son una síntesis entre estas dimensiones, en concordancia con la propuesta de la doble
naturaleza de los objetos técnicos de Kroes & Meijers (2002: 5). Por otra parte, la
relación necesaria entre los contextos del hacer tecnológico y del uso puede encontrar
ideas similares en el reino de las posibilidades que plantea Broncano (2008: 19).
Cada tecnología es según este modelo una síntesis particular y coherente de una
dimensión técnica y una dimensión cultural que articula el contexto de quienes hacen
estas tecnologías y el contexto de quienes las utilizamos. Cuando describimos el
contenido de estas dimensiones encontramos elementos que cambian a un ritmo
acelerado (opiniones, valores, intereses) y otros que no cambian, que cambian más
4
El concepto de código técnico se refiere a la encarnación de valores bajo la forma de las tecnologías.
Esto implica que cada tecnología no puede comprenderse solamente desde sus características técnicas
objetivas sino que las condiciones de diseño y producción “marcan” o “embeben” los valores bajo la
apariencia objetiva de las tecnologías. En palabras de Feenberg (2005: 114) “Un código técnico es la
realización de un interés bajo la forma de una solución técnicamente coherente a un problema”. Observa
que si estos intereses se dan dentro de un marco capitalista, el resultado serán tecnologías capitalistas; por
lo tanto, propone la “democratización” para que el contenido del código técnico migre hacia tecnologías
socialistas.
80
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
5
En la tesis de doctorado “Las Tecnologías Entrañables como Marco para la Evaluación Tecnológica” de
Parselis, defendida en 2016 en la Universidad de Salamanca se presenta el modelo completo que
identifica tres “modos de extrañamiento” entre los contextos de diseño y uso causado por
“desvinculaciones” en la dimensión técnica, en la dimensión cultural, y en la representación que se
produce en el contexto de uso con respecto a la dimensión técnica en el contexto de diseño. Sugerimos
revisarla para comprender mejor esta propuesta.
81
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
código técnico a partir de cuán democráticas sean o no las tecnologías. Nuestra idea, en
cambio, no solamente identifica con rigor los espacios que producen la falta de
honestidad, sino que también a través de las tecnologías entrañables proponen un modo
novedoso y relacionado con lo intrínsecamente técnico en vistas a relacionarnos con
tecnologías honestas.
Criterios entrañables
Autonomía Cuidado Consenso Responsabilidad
Comprensible
Contexto de
manifiesto)
Reversible Limitada
Funciones latentes Explorable
Tecnologías y artefactos
usuarios)
Prestaciones-
affordances
(percepción y
construcción de
Polivalencia
modelos mentales
en función de
intereses de los
usuarios)
Fuente: elaboración propia
6
Aunque no profundizamos la cuestión de los commons en este artículo, se trata de un aspecto clave
dentro del marco de las Tecnologías Entrañables asociadas a nuestro modelo. Para ver el inicio de la
discusión puede verse Hardin en su trabajo “La tragedia de los comunes” (1968). Todo proceso de
desarrollo tecnológico se asocia en algún punto con algún common del tipo de los que llamamos “dados”,
como el agua o el aire; y también con alguno del tipo “construidos” como el conocimiento científico. Una
de las discusiones complejas sobre los commons es que ese estatus, frente al “privativo” y “público”, se
“otorga”, y por lo tanto nada es un common en sí mismo. Según Zamagni (2014: 27-28): “mientras que en
relación con los bienes de la esfera privada es necesario apelar al principio del cambio de equivalentes, y
para resolver el problema de los bienes públicos se puede pensar, al menos al nivel teórico, en la
aplicación del principio de redistribución, cuando se llega a la cuestión de los bienes comunes se vuelve
indispensable poner en juego el principio de reciprocidad”. Puede definirse: “estos bienes son comunes
por pertenecer a una comunidad determinada y, según lo acordado, podrán ser utilizados, explotados pero
nunca apropiados” (Vercelli & Thomas, 2008: 10)
83
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
3. Comentarios finales
7
El entrecomillado responde a un artículo de definiciones sobre Tecnologías Entrañables de Quintanilla
al que tuvimos acceso por su voluntad, que no ha sido publicado antes de la publicación del presente
artículo.
84
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
85
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Bibliografía
BRONCANO, F. (2008). "In media res: cultura material y artefactos". ArtefacTos, 1 (1),
pp. 18–32. En: http://revistas.usal.es/index.php/artefactos/
article/viewFile/13/12
HARDIN, G. (1968). "The Tragedy of the Commons". Science, 162 (3859), pp. 1243-
1248.
KROES, P., & MEIJERS, A. (2002). "The Dual Nature of Technical Artifacts –
presentation of a new research programme". Techné: Research in Philosophy and
Technology, 6 (2), pp.4–8.
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/04ParselisEDITADO.pdf
PARSELIS, M. (2016 b). Las Tecnologías Entrañables como Marco para la Evaluación
Tecnológica. Universidad de Salamanca.
86
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
VERCELLI, A.; THOMAS, H. (2008). Repensando los bienes comunes. Análisis socio-
técnico sobre la construcción y regulación de los bienes comunes. Universidad Nacional
de Quilmes. En: http://www.bienescomunes.org
/archivo/rlbc-1-0.pdf
87
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Agustín Courtoisie1
1. Introducción
1
CLAEH, Uruguay. agucourt@gmail.com
2
Este texto reutiliza algunas ideas de mi exposición para la segunda edición del Seminario “Bertrand
Russell” en agosto de 2016. Disponible en: https://soundcloud.com/agustin-courtoisie/filosofia-de-la-
ciencia-seminario-bertrand-russell-agosto-2016
3
N. del ed.: acrónimo de Diccionario de la Real Academia Española.
88
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Casi siempre, los hombres que realizan esos inventos fundamentales de un nuevo
paradigma han sido muy jóvenes o muy noveles en el campo cuyo paradigma cambian.
Y quizá no fuera necesario expresar explícitamente este punto, ya que, evidentemente,
se trata de hombres que, al no estar comprometidos con las reglas tradicionales de la
ciencia normal debido a que tienen poca práctica anterior, tienen muchas probabilidades
de ver que esas reglas no definen ya un juego que pueda continuar adelante y de
concebir otro conjunto que pueda reemplazarlas. (Kuhn, 1999: 142) (Kuhn, 1962-1970:
90)
Ese fenómeno Kuhn lo juzga suficientemente aceptado como para afirmar que:
Por su parte, Wittgenstein, muchos años antes, ya había sugerido que una buena
teoría es como una buena montura, hay que aferrarse a ella aunque los hechos
corcoveen. Se trata del aforismo 616 de Sobre la certeza: En la peculiar traducción
española de Josep Lluís Prades y Vicent Raga puede leerse: “Sin embargo, ¿sería
inconcebible que permaneciera en la silla por mucho que se resistieran los hechos?”
(Wittgenstein, 1958b: 811). Más afortunada parece ser la opción de María Victoria
89
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Suárez: “¿Sería impensable que me mantuviera en la montura por más que los hechos
corcovearan?”(Wittgenstein, 1972: 37).4
En cuanto a la apelación a la teoría de la Gestalt, en el capítulo X de SSR5,
“Revolutions as Changes of World View”, Kuhn afirma:
Pero también podemos ver la ilustración unas veces como una cosa, otras veces como
otra .—O sea que la interpretamos, y la vemos tal como la interpretamos (…) La
siguiente imagen, que he sacado de Jastrow, se llamará en las observaciones que siguen
la cabeza-C-P. Se la puede ver como cabeza de conejo o como cabeza de pato.
(Wittgenstein, 1958b: 563) (Wittgenstein, 1958b: 562)
4
En el original: “Aber wäre es denn undenkbar, daβ ich im Sattel bleibe, auch wenn die Tatsachen noch
so sehr bockten?” (Wittgenstein, 1969b: 810). En la traducción al inglés de Denis Paul y Elizabeth
Anscombe: “Why, would it be unthinkable that I should stay in the saddle however much the facts
bucked?” (Wittgenstein, 1969: 49).
5
N. del Ed.: Acrónimo de The Structure of Scientific Revolutions, texto emblemático de Kuhn.
6
Con anterioridad hemos recomendado una herramienta más refinada, de filtros más rigurosos, para la
apropiación ciudadana de C&T: las charlas TED (Technology, Entertainment, Design) y su lema “Ideas
worth spreading” (Courtoisie, 2013: 87-88).
90
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
2. Incertidumbres teóricas
Los filósofos de la ciencia han demostrado repetidamente que siempre se puede tomar
base más que en una construcción teórica, sobre una colección de datos determinada. La
historia de la ciencia indica que, sobre todo en las primeras etapas de desarrollo de un
nuevo paradigma, ni siquiera es muy difícil inventar esas alternativas. Pero es raro que
los científicos se dediquen a tal invención de alternativas, excepto durante la etapa
anterior al paradigma del desarrollo de su ciencia y en ocasiones muy especiales de su
evolución subsiguiente. En tanto los instrumentos que proporciona un paradigma
continúan mostrándose capaces de resolver los problemas que define, la ciencia tiene un
movimiento más rápido y una penetración más profunda por medio del empleo confiado
de esos instrumentos. La razón es clara. Lo mismo en la manufactura que en la ciencia,
el volver a diseñar herramientas es una extravagancia reservada para las ocasiones en
que sea absolutamente necesario hacerlo. El significado de las crisis es la indicación que
proporcionan de que ha llegado la ocasión para re-diseñar las herramientas (Kuhn, 1999:
123) (Kuhn, 1962-1970: 76).
cosas se ven de otra manera, en ciencia, no siempre hay chances (o ya no hay interés) de
verlas del modo anterior (a diferencias de los clásicos dibujos de la Gestalt). Pero la
actitud conservadora, que aquí hemos denominado como “perseverancia conceptual”,
reside más bien en negarse a ver hechos que contradicen aquello que hasta el momento
se cree bien establecido. Es característico de esa actitud la de tomar en cuenta
publicaciones, autores, cifras, instrumentos, instituciones y experiencias que apoyen la
propia perspectiva o que de algún modo resulten confirmatorias de ella, mientras se
desestiman o hasta se ignoran por completo las que amenazan el marco o paradigma
adoptado. Cuando la ciencia evoluciona, hay temas que ya no se discuten y es
comprensible que así sea.
Si todos los miembros de una comunidad respondiesen a cada anomalía como causa de
crisis o abrazaran cada nueva teoría propuesta por un colega, la ciencia dejaría de existir.
En cambio, si nadie reaccionara a las anomalías o a las flamantes teorías de tal manera
que se corrieran grandes riesgos, habría pocas o ninguna revoluciones. En asuntos como
estos el recurrir a los valores compartidos, antes que a las reglas compartidas que
gobiernan la elección individual, puede ser el medio del que se vale la comunidad para
distribuir los riesgos y asegurar, a la larga, el éxito de su empresa. (Kuhn, 1999: 275)7
7
Junto al doctor en Ciencias Biológicas y paleontólogo Richard Fariña, hemos desarrollado in extenso lo
que puede ocurrir cuando se cuestiona un paradigma vigente en Historia reciente del poblamiento remoto.
Los hallazgos del Arroyo del Vizcaíno, Sauce (2015). Edición de la Intendencia de Canelones. Descarga
libre: https://www.researchgate.net/publication/294581208_Historia_reciente_del_poblamiento_remoto
92
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
“Respondamos con franqueza. Quienes profieren tales frases, además de mostrar supina
ignorancia acerca del carácter esencialmente objetivo de las ciencias micrográficas,
confunden lastimosamente el hecho de observación, noción fija y perenne, con la
interpretación teórica, esencialmente mudable y acomodaticia” (Ramón y Cajal, 1981:
183-184). Medio siglo después ya existía un consenso en las más variadas disciplinas
acerca de la íntima ligazón entre hechos y teorías. Eso ocurre incluso si pasamos de la
neurohistología a disciplinas relacionadas con objetos visibles a simple vista. Un teórico
de la arqueología, Ian Hodder, afirmaba por ejemplo:
Al principio prevaleció sobre todo una posición de tipo empirista en arqueología, que
consideraba que los hechos hablaban por sí solos —«dejemos que las vasijas hablen».
Colt Hoare dijo que hablamos a partir de los hechos, no de la teoría. Se afirmaba que
ateniéndonos a los hechos, podíamos llegar a conocer con certeza algunas cosas, aunque
evidentemente no todas. Eso no es más que una simplificación de una compleja serie de
creencias que mantuvieron muchos arqueólogos antes de la aparición de la arqueología
procesual. Pero en general, la deducción seguía el esquema: datos → teoría. Poco
después surgió una visión alternativa, según la cual los datos existían en función de una
teoría (…) Binford y Sabloff sostienen que la relación entre teoría y hechos es tan
estrecha que los hechos se observan en el marco de una teoría y que, por lo tanto, los
datos observacionales son en realidad teorías (…) Así, mientras que todos los enfoques
mencionados anteriormente afirmarían que el mundo real existe independientemente de
nuestras observaciones de él, el proceso observacional se considera cada vez más
dependiente de la teoria. (Hodder, 1994: 29-30)
Los fundamentos de esas afirmaciones son reiterados una y otra vez por el autor:
la experiencia sensorial no es fija ni neutra y las teorías no son simplemente
interpretaciones de datos dados (Kuhn, 1999: 190). Más en particular:
Muy diferentes estímulos pueden producir las mismas sensaciones; el mismo estímulo
puede producir muy distintas sensaciones, y, finalmente, el camino del estímulo a la
sensación está condicionado, en parte, por la educación. Individuos educados en
distintas sociedades se comportan en algunas ocasiones como si vieran diferentes cosas
(…) Dos grupos, cuyos miembros tienen sensaciones sistemáticamente distintas al
recibir los mismos estímulos, en cierto sentido viven en diferentes mundos. (Kuhn, 1999:
284) (Kuhn, 1962-1970: 200)
93
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
94
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Por último, para culminar este breve recorrido que ha sugerido varias
incertidumbres acerca de los cambios conceptuales y los factores de la perseverancia,
debe recordarse a Carlos Vaz Ferreira, que en la primera década del siglo XX introdujo
la noción de “cambio de espíritu”, con entonación muy similar a la de Russell,
consignada líneas arriba. Por ejemplo, en Lógica viva (1910) decía:
Debe consolarnos la convicción de que, como les estoy explicando en esta conferencia,
las cuestiones no se resuelven totalmente por el raciocinio. Si las cuestiones debieran
resolverse totalmente por el raciocinio, no sólo habría cuestiones que no acabarían de
discutirse jamás, sino que los sofismas seguirían pululando hasta el infinito en cantidad
creciente. Como sucedía en las discusiones de forma escolástica. (Vaz Ferreira, 1957:
237)
No nos damos cuenta de que los progresos y los grandes cambios sociales nunca o casi
nunca se hacen a consecuencia de raciocinios, sino que lo que cambia es el estado de
espíritu; algo mucho más hondo que el plano psicológico puramente intelectual. En
otros tiempos se daban razones para justificar la esclavitud; y hoy se dan razones para
justificar muchas instituciones actuales que quizá sean poco menos atroces que ella.
Hoy, con respecto a las instituciones viejas que han desaparecido, encontramos
inmediatamente el raciocinio que destruye aquellos raciocinios; ya encontrarán nuestros
descendientes el raciocinio que destruya los nuestros de hoy. Entretanto, los cambios
sociales no se hacen principalmente por la argumentación, por la teoría: los hombres
cambian de estado de espíritu. (Vaz Ferreira, 1957: 160)
3. Más perplejidades
8
“Inteligencia grupal colaborativa. Caso de falla del periférico de un PC”, en Actas del Congreso de
ALAIC 2014, Lima. http://congreso.pucp.edu.pe/alaic2014/wp-content/uploads/2013/12/ALAIC-2014-
Agustin-Courtoisie-Uruguay.pdf
96
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Sin embargo, más llama la atención el hecho de que Kuhn reconociera que los
científicos aceptan razones sesgadas por conveniencia nacionalista o por autoridad.
¿Cuál era el entorno inmediato de trabajo de Kuhn? Dicho de otra forma: es efectivo
que en la empresa de convicción se usen todo tipo de argumentos, como los argumentos
por autoridad, pero también es cierto que estos mecanismos se delatan y se reconocen,
ya desde Aristóteles, como movimientos falaces, y la propia competencia argumentativa
del hablante-oyente permite denunciar esta estrategia. (ibídem: 168)
No queda en absoluto claro por qué el libro de texto, en tanto autoridad para el lector,
tenga que ser sistemáticamente engañoso. La explicación de Kuhn de la forma en que
funcionan los libros de textos, a los que agrega los textos de divulgación y las obras
filosóficas, no arroja ningún análisis que el profano en las ciencias no adquiera por uso
cotidiano. Supuestamente, y de acuerdo con la perspectiva socio-psicológica de Kuhn,
el engaño del libro de texto se vería a través de la simplificación del lenguaje, la falta de
citas a estudios genuinos y la persistente tendencia a normalizar el conocimiento, pues
esto sería un requerimiento interno de la ciencia que empuja por mantener la tradición.
Nunca ha habido claridad sobre esto. El mismo hecho de que Kuhn denunciara esto a
través de su libro, muestra que existía ya en aquel entonces la posibilidad de encontrar
publicaciones con distintos grados de erudición sobre temas varios que pusieran aviso
sobre algún ilícito. No se sigue, ipso facto, que una vez que aparezca un libro de texto
se esté frente a un engaño. En efecto, como otros tipos de publicaciones, los libros de
textos son síntesis o manuales que intentan estar al alcance del lector, pero es tarea del
editor, por ejemplo, filtrar los engaños posibles. (ibídem: 169)
97
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Transcribimos estas críticas de Santibáñez no por coincidir con ellas, sino para
sugerir la complejidad de estas cuestiones. La “perseverancia conceptual” y su periódica
ruptura no es un asunto misterioso, pero es un asunto complejo –como lo indican las
ideas de Vaz Ferreira, Bachelard y Russell.
4. Presentación de ejemplos
9
The Human Experiment está disponible con subtítulos en español. Las “cuatro defensas del perro”
comienzan a los 28 minutos, 15 segundos: https://www.youtube.com/watch?v=5snYkx7MR9s
98
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
exhaustiva sino que se procurará señalar apenas algunas obras que han tenido cierta
repercusión, o que han motivado comentarios en revistas y portales de medicina. En
ambos segmentos encontraremos ilustraciones de polémicas ausentes pero al parecer
necesarias, apariencia de consenso, omisión de evidencias o tratamiento silencioso para
las opiniones no hegemónicas, entre otros factores de los contextos de producción,
evaluación y aplicación.
Los portales y blogs asociados al Plan Ceibal, suelen mostrar con naturalidad su
alineamiento a las perspectivas más difundidas en los medios acerca del cambio
climático: carácter antropogénico, tono de alarma, énfasis en ciertos gases de efecto
invernadero y no otros, etcétera. No es posible objetar, sin embargo, que esa
popularización de la ciencia se emprenda sin rigor. Por ejemplo, a través de
documentales como ¿”Qué es la variabilidad y el cambio climático?”, los doctores
Marcelo Barreiro, Felipe García Rodríguez, Madeleine Renom y Mariana Meerhoff,
explican con solvencia qué es el tiempo, el clima, la variabilidad y el cambio climático.
La dificultad reside en omitir la mención de posibles desacuerdos, lo cual sería útil para
una comunicación más adulta.10 Desde hace décadas la psicología social ha mostrado
que la presentación bilateral de argumentos, desde la infancia, contribuye a fundar
mejor de las opiniones, por ello habla del saludable “efecto vacuna” al exponer a las
personas a las teorías contrarias de las que se intenta favorecer (Aronson, 1975: 89-90 y
103). En esos y otros materiales se elude u omite mostrar la complejidad y los debates
aún pendientes. Uno tiene la impresión de que se instala, sin querer, un consenso
forzado. Es decir, el portal del Plan Ceibal y sus sitios asociados en el caso del cambio
climático se adhieren al marco básico de Al Gore y el IPCC y se omiten autores como
Björn Lomborg, James Lovelock o, en lo nacional, Aramis Lachtinian. Son ignorados
también documentos de FAO (2006) y WorldWatch (2009) que plantean que la industria
alimentaria cárnica es contaminante y es factor de cambio climático comparativamente
mucho mayor que el dióxido de carbono.
Por ejemplo, James Lovelock, miembro de la Royal Society, creador del detector
de trazas de pesticidas clorados y científico de fama internacional, es un autor
preocupado por el cambio climático pero con una perspectiva algo diferente: la
tradicional quema de rastrojos, la deforestación y los cultivos industriales perjudican el
ambiente tanto o más que otros factores que suelen señalarse. Su solución no es
ortodoxa en términos ambientalistas: propone jugarse a la energía nuclear (Lovelock,
2007). Por su parte, Aramis Latchinian, ex Director Nacional de Medio Ambiente,
licenciado en Oceanografía y magister en Ciencias Ambientales ha afirmado:
Históricamente el escepticismo y la duda son las chispas que encienden el motor de los
científicos, o deberían serlo. No obstante, ese mecanismo no funciona bien en temas
ambientales (…) Cuando ese consenso artificial que descalifica y penaliza la
10
Ver por ejemplo: http://blogs.ceibal.edu.uy/formacion/cambio-climatico/
http://www.ceibal.edu.uy/UserFiles/P0001/ODEA/ORIGINAL/efectoinvernadero_cclim1.elp/efectos_del
_cambio_climtico.html
99
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Tan contundentes han resultado sus conclusiones, que miembros del IPCC han
flexibilizado su discurso mencionando que el “efecto Svensmark” tal vez explicaría
parcialmente el calentamiento y complementaría el efecto del CO2. (Svensmark, 2006)
(Latchinian, 2009: 247-248)
11
Por algo el Museo de Ciencias de Boston organizó un panel sobre Forks Over Knives con Rip Esselstyn,
David M. Eisenberg, Tara Mardigan y Louisa Kasdon.
https://www.youtube.com/watch?v=8qA-8Kk7y8w
100
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
5. A modo de conclusión
12
http://www.sciencemag.org/content/326/5953/716.figures-only
13
“Livestock's Long Shadow: Environmental Issues and Options.” Food and Agriculture Organization of
the United Nations. http://www.fao.org/docrep/010/a0701e/a0701e00.htm
14
http://www.imdb.com/title/tt1528734/
101
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
hasta dichos autores no supuso una marcha atrás, sino que responde a ciertas
insuficiencias de Kuhn para explicar los fenómenos de la producción de conocimiento
normal o en tiempos de crisis (Santibáñez). Las nuevas tecnologías habilitan canales
para la apropiación ciudadana de la ciencia (Netflix, YouTube) cuya riqueza de
contenidos, si se los sabe buscar, complementan o hasta compiten con las formas
rutinarias de hacer y comunicar ciencia –o vender y comprar tecnologías–.15
La ciencia no posee un Supremo Pontífice. Eso no significa que todo argumento
de apelación a la autoridad sea siempre falaz. La ciencia es una empresa humana como
cualquier otra y bajo circunstancias normales es aconsejable no contradecir al jefe. Pero
esto no debería inhibir los gestos críticos por parte de los científicos y de apropiación y
control por parte de los ciudadanos. Las resultantes de las luchas en varios niveles se
presentan como consenso, cuando en realidad suelen tratarse de acuerdos colegiados,
siempre provisorios. La “perseverancia conceptual” y su superación no es un misterio,
sino un proceso social complejo. He intentado mostrarlo con el mismo talante de los
distrustful engagers, aludidos en este mismo volumen: “Son los ciudadanos que también
han sido llamados “población mucho-mucho”, por distinguirse en la encuestas (que son
capaces de detectarlos) como personas que aprecian muchos beneficios en la ciencia-
tecnología pero también muchos riesgos” (López Cerezo, 2017).
15
La caracterización del concepto de “apropiación ciudadana de la ciencia”, la he desarrollado en
“Apropiación ciudadana de la ciencia. Condiciones de su posibilidad” (Courtoisie, 2013: 73-100);
“Apropiación ciudadana de la ciencia y la tecnología. El caso de Pedro Figari” (Courtoisie, 2014: 3-24); y
“La filosofía biológica de Pedro Figari” (Courtoisie, 2016: 67-88).
102
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Bibliografía
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http://www.fao.org/docrep/010/a0701e/a0701e00.HTM (Acceso: 14/2/2017)
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key actors in climate change were pigs, chickens and cows? Washington: Worldwatch
Institute. En: http://www.worldwatch.org/node/6294 (Acceso: 1/3/2017)
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Washington, DC: Center for Science in the Public Interest. En:
http://www.cspinet.org/EatingGreen/pdf/arguments4.pdf (Acceso: 14/2/2017)
104
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
WRIGHT, G.H.; ANSCOMBE, G.E.M (ed.) (1998). The Collected Works of Ludwig
Wittgenstein, Basil Blackwell. Oxford. Blackwell Publishers.
105
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Pablo Melogno1
1. Introducción
1
Universidad de la República / Agencia Nacional de Investigación e Innovación, Uruguay,
pablo.melogno@fic.edu.uy
2
Sobre este y otros aspectos de la obra de Feyerabend, consideramos de interés el reciente trabajo de
Gargiulo (2015).
106
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
107
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
2. Inconmensurabilidad
En un sentido que soy incapaz de explicar de manera más completa, quienes proponen
los paradigmas en competencia practican sus profesiones en mundos diferentes… Al
practicar sus profesiones en mundos diferentes, los dos grupos de científicos ven cosas
diferentes cuando miran en la misma dirección desde el mismo punto. (Kuhn, 2013: 233)
3
En lo que sigue presentamos un panorama esquemático de la inconmensurabildad en Kuhn y
Feyerabend, prescindiendo de las copiosas discusiones que el tema ha generado. Para ello remitimos a los
clásicos trabajos de Sankey (1994), los volúmenes compilados por Preston et al (2000), Hoyningen-
Huene y Sankey (2001), y los colectivos más recientes de Bokulich et al (2015) y Blum et al (2016).
4
“a medida que cambian los problemas, cambian las normas que distinguen una solución científica real
de una mera especulación metafísica, un juego de palabras o un pasatiempo matemático. La tradición
científica normal que surge de una revolución científica no sólo es incompatible con la anterior, sino que
a menudo resulta de hecho inconmensurable.” (Kuhn, 2013: 246)
108
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
experimentación…” (2013: 234), por lo que la persuasión, el sentido del riesgo y otros
factores tradicionalmente confinados al contexto de descubrimiento juegan un papel
central en la elección entre paradigmas.
En Feyerabend, la inconmensurabilidad se inspira más directamente en su crítica
a la distinción empirista entre lenguaje teórico y lenguaje observacional y a la
independencia de la base observacional respecto del conocimiento teórico (Feyerabend,
1981).5 Si bien desde el comienzo la tesis tuvo en Feyerabend una orientación hacia la
dimensión semántica del cambio teórico, las consecuencias de su versión de la
inconmensurabilidad son muy próximas a las de Kuhn, como ambos han señalado
(Kuhn, 2002; Feyerabend, 1975).
Para Feyerabend no es posible reducir el significado de los enunciados de
observación a la experiencia interna del observador, ni a alguna instancia de lo dado6, ni
tampoco es posible aislar un lenguaje de observación puro, no afectado por lenguajes
teóricos; así llega a que “La interpretación de un lenguaje de observación está
determinada por las teorías que usamos para explicar lo que observamos, y cambia tan
pronto como dichas teorías cambian.” (Feyerabend, 1981: 31)
Esto implica que la distinción entre términos teóricos y observacionales es de
tipo pragmático, en cuanto responde al estado del conocimiento y a las características de
la teoría a la que pertenecen los términos en juego. No hay por tanto una distinción de
orden ontológico entre ambas clases de términos, ni un dominio de entidades
(teóricas/observacionales), correspondiente a cada una. Pero si ‘teórico’ y
‘observacional’ no designan categorías semánticas, entonces el cambio de teoría genera
cambios no sólo en los términos no observables, sino también en los términos de
observación, una vez que ambos forman parte de la misma estructura. Este holismo
semántico conduce a que
(…) introducir una nueva teoría implica cambios de perspectiva tanto respecto a los
rasgos observables como a los rasgos no observables del mundo, y cambios
correspondientes en el significado de los términos incluso más ‘fundamentales’ del
lenguaje empleado. (Feyerabend, 1989: 39)
(…) lo que ocurre cuando se da el paso de una teoría T’ restringida a una teoría T más
amplia… Es, más bien, una sustitución de la ontología de T’ por la ontología de T, y el
correspondiente cambio en el significado de todos los términos descriptivos de T’.
(1989: 92)
5
Según ha señalado Oberheim (2005) los orígenes de la inconmensurabilidad feyerabendiana se remontan
a la tesis doctoral Zur Theorie der Basissätze escrita en 1951 y aún inédita.
6
De aquí que “el significado de un término observacional y el fenómeno que conduce a su aplicación son
dos cosas enteramente diferentes. Los fenómenos no pueden determinar el significado, aunque el hecho
de que hayamos adoptado cierta interpretación puede determinar los fenómenos.” (Feyerabend, 1981: 27).
109
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
7
Es célebre en este punto el ejemplo de la revolución copernicana: Copérnico, Galileo y Kepler
enfrentaron diversas objeciones a la hipótesis heliocéntrica, a las cuales no tenían respuesta, y pese a las
cuales decidieron -dogmáticamente y en ausencia de pruebas- seguir adelante con la teoría. Sólo gracias a
esta clausura de la crítica, el copernicanismo logró desarrollarse. Feyerabend (1994) coincide en que este
y otros casos (Newton, Einstein, Böhr) exigieron la defensa incondicional de una teoría en etapa de
creación, pero disiente en que una vez establecidas las teorías su defensa a ultranza se convierta en la
actitud fundamental de los científicos.
110
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
(…) la empresa que le ocupa se caracteriza, en todo momento, por una visión
drásticamente restringida. Pero dentro de la región sobre la que se enfoca dicha visión,
el continuo intento de adecuar los paradigmas con la naturaleza vendría a parar en un
conocimiento y una comprensión de detalles esotéricos que no hubiera sido posible
alcanzar de otra manera. (1981: 33-34)
No es nuestro propósito discutir este aspecto del debate, pero sí cabe señalar que
Kuhn y Feyerabend parecen aquí estar distanciados mucho más por cuestiones de
principios que por diferencias conceptuales o problemas de reconstrucción histórica.
Feyerabend no parece discrepar con Kuhn en que la homogeneidad de pensamiento
favorece la especialización, sino que critica la homogeneidad de pensamiento en
nombre de que hay otros fines más valiosos que la especialización o la eficacia para
resolver problemas. Mientras Kuhn se propone averiguar cuáles son los mejores
mecanismos para formar especialistas científicos, Feyerabend se cuestiona si la ciencia
debe formar especialistas; mientras Kuhn analiza cuáles son los mejores medios para
lograr la especialización, Feyerabend cuestiona que la especialización sea un fin valioso.
No sería entonces un contraargumento eficaz aducir contra Feyerabend que en
períodos de consenso la ciencia funciona mejor, porque el punto central está en cómo
definimos qué es mejor, y en los fines de realización humana que no pueden alcanzarse
si se suprime la crítica, “Cada refutación victoriosa, al abrir camino a un sistema de
categorías nuevo y todavía sin intentar, devuelve temporalmente a la mente la libertad y
la espontaneidad que son sus propiedades esenciales.” (1994: 28)
La defensa del dogmatismo por parte de Kuhn responde a una consideración
basada en determinados fines intrínsecos a la ciencia: resolver problemas, sistematizar
el esfuerzo científico y aumentar la especialización. La postura antidogmática de
Feyerabend por el contrario, responde a la intención expresa de subordinar la ciencia a
una serie de fines extrínsecos, pero social y antropológicamente más valiosos: la
realización humana, el ejercicio del libre pensamiento, el desarrollo de la capacidad
crítica.9
9
El carácter extrínseco de estos fines responde a que para Feyerabend el dogmatismo es nocivo ante todo
por sus consecuencias en el papel social de la ciencia, y por esto “A Feyerabend le preocupaba que fuera
tan fácil para la élite intelectual de una cultura científica recaer en una veneración acrítica de las ciencias,
especialmente en épocas en que su poder cognitivo y sus logros prácticos fueran evidentes.” (Kidd, 2015:
347)
112
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
4. El dominio de la inconmensurabilidad
10
Agassi (2014) ha deslizado que esta idea ‘posmoderna’ (sic) responde en Feyerabend más a una
provocación que a una argumentación genuina. Sin discutir la cuestión en detalle, consideramos que la
especificación de las cosmologías como unidades de la inconmensurabilidad juega a favor de la segunda
opción más que de la primera.
11
Kuhn se refirió al “aislamiento sin parangón de las comunidades científicas maduras respecto de las
exigencias de los ciudadanos y de la vida diaria… no hay otras comunidades profesionales en las que el
trabajo creador individual se dirija y se evalúe de manera tan exclusiva por otros miembros de la
profesión.” (2013: 330-331)
113
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
sostiene que los lenguajes, y los tipos de reacción que implican, no son meros
instrumentos para describir eventos, sino que también son conformadores de eventos.”
(1986: 214).
La influencia que las tesis empíricas de la lingüística y la antropología ejercieron
en la formulación de la inconmensurabilidad, llevó naturalmente a considerar que si la
inconmensurabilidad ocurre entre miembros de diferentes comunidades científicas,
también puede darse entre miembros de diferentes comunidades lingüísticas: “las
personas que sostienen puntos de vista inconmensurables han de tenerse por miembros
de distintas comunidades lingüísticas, de modo que sus problemas de comunicación han
de considerarse como problemas de traducción.” (Kuhn, 2013: 347) La filosofía de
Quine12, la psicología genética de Jean Piaget13 y en menor medida la psicología de la
Gestalt14, serán otras de las fuentes que estimularán esta imagen ampliada de la
inconmensurabilidad, que también incluirá una fuerte analogía entre el aprendizaje de
un lenguaje científico por parte de los nuevos miembros de la comunidad y el
aprendizaje de la lengua materna por parte de los niños (Kuhn, 1989; Feyerabend, 1989).
Asimismo para Kuhn, no sólo quienes están separados por diferentes marcos
culturales tienen las mismas dificultades lingüísticas que quienes están separados por
diferentes paradigmas, sino que también el trabajo interpretativo del historiador de la
ciencia queda ubicado en analogía con el trabajo empírico del antropólogo;
12
En relación a la tesis de la indeterminación de la traducción (Quine, 1968) acota Kuhn “En estas
circunstancias, ‘gavagai’ permanece como un término indígena irreductible que no puede ser traducido al
castellano. Aunque las personas que hablan el castellano pueden aprender a utilizar el término, cuando lo
hacen están hablando la lengua indígena. Estas son las circunstancias para las que yo reservaría el término
‘inconmensurabilidad’.” (1989: 107)
13
“Un ejemplo interesante de sistemas fisiológicamente determinados que conducen a la
inconmensurabilidad, nos lo proporciona el desarrollo de la percepción humana. Como Piaget y su
escuela han señalado, la percepción del niño se desarrolla a través de varias etapas antes de alcanzar su
relativamente estable forma adulta.” (Feyerabend, 1986, 219)
14
Inicialmente (2013), Kuhn fue extremadamente cauto ante la posibilidad que los cambios de Gestalt
experimentados durante una revolución científica fueran asimilables a los cambios gestálticos fuera de la
ciencia. Posteriormente abandonará de modo explícito las apelaciones a la psicología gestáltica (Bird,
2002).
15
La mención explícita a la influencia que la tesis Sapir-Whorf ejerció sobre Kuhn se encuentra en el
Prólogo de La estructura (Kuhn, 2013). También Feyerabend (1986: cap. 17) se refirió en términos afines
al trabajo de los antropólogos.
114
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
(…) deberíamos considerar las concepciones del mundo ofrecidas por la Biblia, por el
poema épico de Gilgamesh, por La Ilíada y los Edda como alternativas cosmológicas
plenamente maduras que pueden usarse para modificar, e incluso sustituir, las
cosmologías 'científicas' de un período dado. (1986: 32)
16
En otro lugar (Melogno, 2011) hemos defendido la debilidad de dicha analogía y los inconvenientes
que trae su introducción.
115
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
5. Cosmologías o paradigmas
Si tenemos dudas, como a tantos nos ocurre, acerca de que los campos científicos no
progresen, eso no es así porque no progresen las escuelas individuales. Por el contrario,
más bien se ha de deber a que siempre hay escuelas rivales, cada una de las cuales pone
constantemente en tela de juicio los fundamentos mismos de las demás. (Kuhn, 2013:
329)
116
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
(…) si las razones que damos para establecer a la ciencia como una autoridad socio-
epistémica son sospechosas, entonces necesitamos repensarlas—después de todo, si
pensamos que la ciencia es epistémicamente privilegiada porque tiene un método
especial, entonces si resulta que no hay tal cosa, entonces necesitamos ofrecer
credenciales alternativas, o repensar esos privilegios. (Kidd, 2015: 345)
117
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
6. Conclusiones
Desde la segunda mitad del siglo XX, la ciencia y la tecnología ocupan un papel
cada vez más preponderante en las sociedades modernas. Como consecuencia de ello, es
cada vez mayor el número de personas que reciben instrucción en alguna disciplina
científica, así como también es cada vez mayor el monto de los fondos -públicos y
privados- destinados a financiar la investigación científica y la formación de nuevos
científicos. En este marco, indagar qué tipo de proceso es la educación científica y cómo
debe conducirse, es relevante tanto para las nuevas generaciones de científicos como
para las relaciones entre la ciencia y el resto de la sociedad.
Hasta qué punto la educación científica es una actividad instrumental y
mecánica, hasta qué punto debe estar abocada a formar científicos con sentido
humanista y sensibilidad social, son cuestiones que dividieron las aguas entre Kuhn y
Feyerabend, y cuyo análisis permite ver cómo cualquier posición sobre los fines de la
educación científica supone una concepción general acerca de qué es la ciencia y de
118
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
cómo funcionan las comunidades científicas. Esto resulta de relieve para moderar las
consecuencias más radicales del debate que hemos revisado. Varios de nosotros
tendemos a pensar que la educación científica requiere ciertas prácticas de
adiestramiento dogmático -á la Kuhn-, y que a su vez éstas pueden convivir con otras
prácticas enfocadas en el desarrollo del sentido crítico -á la Feyerabend-. Si se acepta
esto, puede decirse que tanto Kuhn como Feyerabend detectaron correctamente ciertos
aspectos de la educación científica, pero que ambos fallaron en integrarlos en una visión
común.
Esta alternativa es atrayente, aunque sólo con proclamar falsas oposiciones es
poco lo que se resuelve. Si entendemos que la educación científica tiene algunos
ingredientes kuhnianos y otros feyerabendianos, es necesario ofrecer una concepción
general de la ciencia que ampare la convivencia de prácticas críticas y dogmáticas
dentro del mismo proceso educativo. En principio dicha concepción no es la de Kuhn ni
la de Feyerabend, en tanto para el primero la crítica no tiene función ninguna en la
ciencia normal, y para el segundo todo dogmatismo es nocivo para la ciencia. A partir
de aquí, una estrategia posible consiste en evaluar si es posible a) una lectura de
Feyerabend que conceda algo de espacio al dogmatismo en la educación científica
regular, o b) una lectura de Kuhn que conceda algo de espacio al sentido crítico en la
formación de los científicos.
Sólo a modo de bosquejo, nos atrevemos a apostar por la segunda alternativa. La
reivindicación del sentido crítico y la oposición a toda forma de autoritarismo,
responden en Feyerabend a razones políticas y antropológicas tan arraigadas, que
difícilmente pueda ofrecerse una versión de la filosofía feyerabendiana que incluya la
supresión del sentido crítico en al menos algunas prácticas científicas17. En el caso de
Kuhn por el contrario, el modo de funcionamiento de la ciencia normal reclama una
formación dogmática de los científicos, pero especialmente en aquellos sectores del
paradigma que afectan la resolución de problemas y la articulación con la naturaleza.
Visto esto, nada impide en un marco kuhniano defender que comunidades científicas
eficazmente adiestradas en los detalles esotéricos de sus paradigmas, puedan al mismo
tiempo recibir una formación que fomente el sentido crítico en otros tópicos no
vinculados con el núcleo esotérico de su disciplina. En estos términos, un físico puede
tener una actitud dogmática frente a la validez de la relatividad general, pero una actitud
crítica hacia la administración de fondos en las políticas científicas; y del mismo modo
un químico puede tener una actitud dogmática sobre la tabla periódica y una postura
crítica frente a la aplicación masiva de productos agroquímicos.18
Seguramente estas líneas que estamos ensayando aceptan varias objeciones: se
podría aducir que la distinción entre problemas esotéricos y no esotéricos no es clara o
no es exhaustiva, o que se trata de una posición conservadora, en cuanto deja fuera del
escrutinio crítico justamente al núcleo esotérico de la ciencia. Pero más allá de que
puedan ser o no de recibo, con estas sugerencias apuntamos a desarmar la idea de que la
relación crítica/dogmatismo es una cuestión de todo o nada, en buena parte promovida
por la forma en que tanto Kuhn como Feyerabend enfocaron el asunto.
17
Cuestión diferente es si resulta efectivamente posible el trabajo intelectual sin supuestos protegidos de
la crítica, o en otras palabras, si es posible exponer a crítica la totalidad de nuestros sistemas de
pensamiento -científicos o no-; en otro texto (Melogno, 2013) nos hemos inclinado en contra de esta
posibilidad.
18
Algunos ejemplos de estos tópicos pueden encontrarse en el trabajo de Hernán Miguel incluido en este
volumen (Miguel, 2017).
119
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
120
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Bibliografía
BLUM, A.; GAVROGLU, K.; JOAS, C.; RENN, J. (eds.) (2016), Shifting Paradigms.
Thomas S. Kuhn and the History of Science. Berlin: Max Planck Institute for the History
of Science.
______________ (1982). La ciencia en una sociedad libre. Madrid: Siglo XXI. [1978]
121
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
KIDD, J. (2015). “What’s so Great About Feyerabend? Against Method, Forty years on”
(review). Metascience, 24 (3), pp. 343-349.
PRESTON, J.; MUNÉVAR, G.; LUMB, D. (eds.) (2000). The Worst Enemy of Science?
Essays in Memory of Paul Feyerabend. New York: Oxford University Press.
122
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Lucía Federico1
1. Introducción2
Este proceso enfermero se distingue del proceso médico, en parte por cómo
entiende al “paciente”, un “ser holístico” indivisible (según las distintas teorías de la
enfermería) a diferencia del “sistémico” médico, y en parte por entender que toda
disciplina científica presenta “un método científico” que lo caracteriza y el PAE es el de
la enfermería:
1
Centro de Estudios de Filosofía e Historia de la Ciencia, Universidad Nacional de Quilmes
Argentina, luciafed@hotmail.com
2
La autora de esta contribución se esfuerza porque el lenguaje del presente texto no presente asimetrías
desde el punto de vista del género y se trata de que el lenguaje no sea discriminatorio entre mujeres y
varones. Sin embargo no es fácil lograr esa simetría. Así, por ejemplo, cuando sea nombren “enfermeros”
se está haciendo referencia a “enfermeros” y “enfermeras” pues no existe un término neutro en el idioma
español.
123
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
(…) el proceso enfermero permite elevar el nivel de atención a los pacientes por parte
del personal de enfermería. Si bien en algunas instituciones aún el profesional centra su
actuación en base a las indicaciones médicas, enfocadas más a la enfermedad que a la
persona, también hay una profesionalización de la enfermería más independiente.
(Reyes Gómez, 2009: 88)
124
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
responsable legal de toda acción: éstos últimos engloban los denominados “diagnósticos
de enfermería (D.E)”, parte esencial del PAE.
Aunque se acepta que el PAE tiene sus orígenes en 1955, más tempranamente,
en 1953 Fry ya había propuesto la creación de un “diagnostico en enfermería”
favoreciendo una práctica más independiente de las médicas, pero en aquel entonces no
prosperó (Reyes Gómez, 2009:88). Las primeras iniciativas, como las de Hall en 1955,
Jonson en 1959 y Orlando en 1960, proponían tres etapas (valoración, planeación y
ejecución). Posteriormente Yura y Walsh en 1967, establecieron cuatro (valoración,
planificación, realización y evaluación) y luego Roy en 1975, entre otros, establecieron
las cinco etapas actuales al añadir la etapa de diagnóstico. A partir de los 80 el PAE ha
sido legitimado como “sistema de práctica de la enfermería profesional” e incorporado a
los planes de estudio de las Licenciaturas en Enfermería (Bello Fernández, 2016: 198).
El uso de este instrumento o procedimiento permite crear un plan de cuidados
centrado en las respuestas humanas: “es el conjunto de actividades sucesivas e
interdependientes de la enfermería dirigidas a ayudar al hombre sano a mantener su
equilibrio con el medio y al enfermo a restaurar su equilibrio, acelerando su retorno al
bienestar físico y mental” (Bello Fernández, 2016: 200).
A continuación se presenta las partes o etapas del PAE:
La primera etapa, la de valoración, se centra en la recopilación de información
sobre la situación de salud de la persona y su entorno mediante diversas fuentes. Las
fases de esta etapa son: recolección de los datos (objetivos y subjetivos, actuales e
históricos), validación (para evitar incongruencias o errores de toma), organización y
registro. Los datos se obtienen por observación, exploración física, y entrevista.
El diagnóstico es el juicio clínico sobre las reacciones a los problemas de salud
reales y potenciales. Sirve de base para la etapa de planeación. Entre otras cosas, se
identifican los problemas de la persona, se proporcionan elementos de información, se
adopta un vocabulario común, se centran los cuidados en aspectos de enfermería, se
desarrolla el saber enfermero, etc. Permite elegir una intervención enfermera para
conseguir un resultado deseado.
Desde 1973 existe la North American Nursing Diagnosis Association
(NANDA), formado por un equipo de profesionales que trabajan en un criterio de
clasificación de los diagnósticos en enfermería, producto de las investigaciones del área.
Concretamente en esta etapa se comienza por el análisis e interpretación de los
datos relevados para la identificación del problema, luego se elige un diagnóstico que se
ajuste a los factores relacionados. El diagnostico se estructura en dos o tres enunciados
(formato PES): el primero indica el problema (P), el segundo la etiología o causa del
problema (E) y el tercero (si corresponde) indica la sintomatología y los signos (S).
En la etapa de planeación se elaboran las estrategias para evitar, reducir, corregir,
etc. la respuesta del paciente. En esta etapa se establecen prioridades (detectar las
amenazas a la persona), se elaboran los objetivos (los beneficios que se esperan ver en
la persona y los cuales tienen que ser mensurables) y resultados esperados, se
determinan los cuidados (la intervención, acciones o estrategias de enfermería a seguir)
y se documentan.
La ejecución es la etapa donde se pone en práctica el plan de cuidados elaborado.
Consta de la preparación (reunir el material y equipo, crear un ambiente confortable y
seguro para el paciente, etc.), la intervención y la posterior documentación de la
respuesta del paciente.
125
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
3
Aunque interesante para analizar, en el presente trabajo se deja de lado el método de resolución de
problemas expuesto en la segunda columna de la Figura 1. El mismo es un proceso metódico y
estructurado compuesto por etapas que permite estudiar un hecho, una situación o un problema con la
finalidad de encontrar una solución. Se entiende que es una guía heurística para el proceder enfermero en
una situación clínica.
127
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
128
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
4
Una mala traducción del original “puzzle” que se encuentra, por ejemplo, en Kuhn (2004). Una
traducción más precisa hubiese sido “rompecabezas”.
129
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Visto desde este nuevo marco el PAE es el protocolo que repiten los usuarios de
la matriz que los lleva a resolver los enigmas. Así una vez que el profesional en
enfermería recoge los datos y los analiza, “lanza” un diagnóstico que no es ni más ni
menos que la pretensión de aplicar a esos datos, el caso o paciente nuevo, las
generalizaciones simbólicas y alguna ley especial de la matriz que den cuenta de su
comportamiento. Al igual que en la resolución de los enigmas no se espera que el
diagnostico del PAE falle (se refute la predicción y se enfrente una anomalía), pues si
esto ocurre el diagnostico resultaría fallido y el paciente se encontraría en una situación
de riesgo. Si bien el proceso de validación es en términos lógicos el mismo, el usuario
de la teoría o matriz no tiene la presunción de poner a prueba la generalización
simbólica sino que da por sentado que ésta no fallará. Su presunción es la de solucionar,
dar cuenta, de un problema concreto con el cual se topó. De la misma manera que
cuando se decide un diagnóstico en el PAE no se espera que falle y si falla la culpa no es
ni del PAE ni de la teoría o matriz, sino del profesional que falló al señalar un
diagnostico por otro.
En el área de la enfermería se cuenta con un gran número de modelos y teorías
factibles de ser utilizadas cuando el profesional aplica el PAE y decide bajo qué marco
conceptual trabajar. Es por eso que “es fundamental enmarcar, que los modelos y teorías
de enfermería deben apoyar y fundamentar el método del cuidado de trabajo de
enfermería o PAE” (Reyes Gómez, 2009: 83).
Además, como ocurre en un periodo de ciencia normal, una institución de la
comunidad enfermera como la ya mencionada North American Nursing Diagnosis
Association (NANDA) tiene entre sus tareas la de acumular y clasificar los casos
exitosos que actuarán de ejemplares paradigmáticos, aquellos que los profesionales
usarán como referencia, buscando analogías, a la hora de solucionar los nuevos enigmas
que se presenten.
Ahora bien, volviendo a la categorización de contextos, Echeverria (1995)
propone cuatro contextos científicos: el de educación, el de innovación, el de validación
y el de la aplicación, que permiten reforzar la presunción anterior.
Antes de argumentar a favor de la tesis aquí expuesta, de manera sucinta se
procede a presentar los contextos según el autor: el contexto de educación, que captura
parte del proceder en ciencia normal, hace inteligible el vocabulario teórico de una
disciplina científica incluido el vocabulario observacional, siendo este contexto tan
relevante que “no hay descubrimiento ni justificación científicas sin previo aprendizaje,
y por ello hay que partir del contexto de enseñanza a la hora de analizar las grandes
componentes de la actividad científica” (1995: 59). El contexto de descubrimiento lo
amplía al de innovación pues intenta englobar ambos aspectos de la investigación, los
descubrimientos y las invenciones científicas:
(…) es la ciencia y el arte del cuidado, ciencia porque implica una serie de
conocimientos científicos de diversas disciplinas; y arte, porque mas allá de los saberes
intelectuales requiere cierta cuota de intuición creativa para integrar lo cognitivo a la
necesidad de atención. (2009: 5)
Sin embargo hay una intuición de que en sus orígenes el término “arte” se
encontraba vinculado a una práctica de carácter “artesanal”, es decir, carente de los
aspectos científicos.
Así la enfermería en su propia conceptualización se encuentra profundamente
imbricado con su origen práctico. Sin embargo a partir de los cincuentas se empiezan a
desarrollar teorías propias que guían una práctica distinta a la de la médica, siendo éstas
componente esencial del proceso enfermero. Sin embargo entender que el PAE es el
método científico propio de la enfermería arrastra una confusión acerca de la distinción
ciencia-tecnología. A continuación analizaremos este aspecto del proceso enfermero.
Siguiendo a Agazzi (1998: 2) la distinción entre técnica y tecnología clásica
propone que:
5
La traducción me pertenece.
132
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
6. Consideraciones finales
6
La traducción me pertenece.
133
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Un abordaje de la persona en su recorrido salud vs. enfermedad debe atender no sólo los
aspectos físicos o materiales, también existenciales, familiares, grupales y comunitarios.
Lo que explica que debe utilizar para ello además de metodologías cuantitativistas otros
abordajes metodológicos como etnometodología, fenomenología, etnografía,
etnoecología, etc. (Alves Apóstolo y Gonçalves Henriques Gameiro, 2005: 36)
Más sorprendente podrá parecer la propuesta del contexto de educación al mismo nivel
que los otros tres contextos: el de innovación, el de evaluación y el de aplicación. Sin
embargo p ara entender un enunciado científico hay que haber aprendido todo un
sistema de complejos conocimientos, teóricos y prácticos, sin los cuales no hay
posibilidad de descubrir, de justificar, ni tampoco de aplicar el conocimiento científico.
No hay descubrimiento ni justificación científicas sin previo aprendizaje, y por ello hay
que partir del contexto de enseñanza a la hora de analizar las grandes componentes de la
actividad científica. (1995: 59)
Es por ello que aquí se cree de vital relevancia una clarificación sobre el PAE que
sustente la práctica y formación profesional.
134
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Bibliografía
135
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
136
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Marina Camejo1
Máximo Núñez2
1. Epistemología y pedagogía
1
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Departamento de Historia y Filosofía de la
educación, leticm@gmail.com
2
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, maximonunez.uy@gmail.com
137
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
3
Ver Bourdieu, Chamboredon, Passeron (2004), Bourdieu (2003).
4
Estas palabras Chevallard las dice a razón de las teorías elaboradas sobre el sistema didáctico y el
sistema de enseñanza.
138
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Muchas referencias más podríamos ofrecer pero las que hasta ahora se han
brindado son lo suficientemente poderosas, a nuestro juicio, para mostrar el estado de
situación de la disciplina. Podemos por tanto concluir que la/s ciencia/s de la educación
se encuentran en un estado de vulnerabilidad en tanto su dependencia de otros saberes
(muchos de ellos científicos) y su heterogeneidad, impide una caracterización y una
sanción epistemológica unívoca.
En definitiva, tal como señala Santos (2015) entre los problemas que presentan
algunos de los campos que estudian lo educativo para concebir su estatuto de
cientificidad encontramos a) la dificultad para delimitar sus objetos de estudio, sin
perder de vista que dichos objetos se encuentran disputados por otras disciplinas en
cuestión; b) el carácter prescriptivo de los productos de los campos que estudian lo
educativo, cuando refieren al deber ser, productos de carácter tecnológico más que
propiamente científicos; y por último c) el tipo de texto que se produce desde estos
campos y que en particular en la pedagogía se manifiesta en diferentes formatos. (185-
186)
2. Pedagogía e Ideología
139
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
140
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
ciencias. Pero no todo es oscuridad ya que en este panorama aparecen voces que
pretenden defender la cientificidad de la pedagogía: Kant y Herbart5 son algunos de
ellos. Herbart afirma que hay que diferenciar entre la ciencia de la pedagogía y el arte
de la educación, distinción que se apoyaría en la propuesta kantiana de considerar a la
pedagogía “teoría” y a la educación “praxis”. (Huarte Cuéllar, 2012)
Lo que nos llama poderosamente la atención es desde donde se alzan estas voces.
No es desde el campo epistemológico (pues este aún no estaba conformado aunque
podemos decir que estaba germinando con la obra de Kant6) pero sí desde la filosofía o
incluso podemos afirmar que desde la filosofía de la educación. Es desde la filosofía en
general que aparece la preocupación por dirimir diversas cuestiones relativas a la
pedagogía.
Creemos que es pertinente detenernos en el carácter ideológico de la pedagogía
pues no debe ser asumido como algo negativo. La educación como fenómeno, como
proceso es esencialmente ideológica como nos recuerda Quintanilla (1978), pero en
lugar de quedarnos con la connotación negativa de ideología, nos invita a rescatar lo que
podríamos considerar la connotación positiva y desde allí hacer camino en este proceso
de discusión sobre la cientificidad de la pedagogía. Entiende que resulta relevante
analizar las consecuencias que poseen los contenidos ideológicos de la educación -y
nosotros agregamos de la pedagogía-, con vistas al posible carácter científico de la
investigación educativa (1978:93). Quintanilla señala que hay dos acepciones sobre
ideología. En primer lugar, entendemos que ideología es un pensamiento totalizador, de
ese modo funciona como sinónimo de concepción de mundo aunado a una naturaleza
práctica en tanto aporta o justifica una propuesta de determinados objetivos que guían la
acción humana; en segundo lugar, entendemos que una ideología es una especie de
pensamiento deformado y deformante, es decir que se trata de un pensamiento ilusorio,
engañoso, erróneo. Si nos atenemos a estas caracterizaciones, entonces ideología se
opone fuertemente a ciencia, por tanto parecería difícil reconocer o adjudicar a la
pedagogía un estatuto científico dada su fuerte impronta ideológica.
No obstante, esta oposición no debe tomarse al pie de la letra, puesto que la
ciencia tal como Feyerabend (1981) ha señalado en más de una oportunidad es una
ideología más. Si bien Feyerabend reconoce que la ciencia logró liberar al hombre del
yugo de la religión, es decir que logró que no fueran las explicaciones religiosas las que
dieran cuenta de los acontecimientos naturales y en su lugar se impusieran explicaciones
basadas en la observación de dichos acontecimientos, nos recuerda que la ciencia es en
sí misma una ideología. Gracias a la ciencia el hombre se ha liberado de formas rígidas
de pensamiento. La relación entre ciencia e Ilustración se dio naturalmente, es decir,
pensar en el poder conferido a la razón como instrumento de escrutinio y de
5
Ambos autores aunque desde lugares diferentes ofrecieron insumos para mostrar que la pedagogía es
una ciencia. En el caso de Herbart es considerado el padre de la pedagogía científica desarrollando en su
Pedagogía General deducida del fin de la educación (1806) los principios fundamentales de un sistema
de educación.
6
Nos estamos refiriendo a la Crítica de la Razón Pura, en la misma aparece un intento por fundamentar
filosóficamente a la ciencia. No es un tratado de epistemología tal como la entendemos por estos lares
hoy día, pero el objeto de reflexión que ocupa a Kant a lo largo de la Crítica es el conocimiento. Si bien
podemos decir que en un primer momento parte de él como un hecho (en tanto entiende que los hombres
pueden conocer) debe explicar cómo el conocimiento se da. Para ello Kant indaga en las condiciones de
posibilidad del conocimiento, interesándose especialmente por las matemáticas y la física, a quienes
considera ciencias maduras.
141
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Parece que todos pueden dar cátedra respecto a cómo educar, incluso parece que todos
pueden desarrollar las tareas que un pedagogo desarrolla, y a su vez el pedagogo parece
que no está formado para incursionar en otros campos disciplinarios. Todos pueden
hablar de educación mas aquel que está preparado para ello, no puede siquiera
desempeñar tareas o actividades propias de otras profesiones. Tal vez esto ocurra porque
la pedagogía no goza de prestigio ni de reconocimiento social en tanto su estatus es
confuso.
¿Cómo asumir a la pedagogía como ciencia cuando aún continuamos
discutiendo qué es y de qué trata? Hoyos Medina entiende que los problemas en torno a
la pedagogía se agudizan cuando “se analiza que el discurso de la disciplina, antes que
estar posibilitado de un devenir científico, está cargado de normatividad y consignas. Es
una disciplina todavía orientada a promover el ‘deber ser’, una mera prescriptiva.”
(op.cit.:11)
Por lo dicho hasta ahora parece que hasta que la pedagogía no logre determinar
con claridad cuál es su objeto de estudio y cuál es la metodología a seguir para ello no
podrá declarársela ciencia. Los intentos llevados a cabo por la pedagogía para establecer
objeto y metodología han fracasado pues se daba de bruces con otras disciplinas
devenidas ciencias que ya habían hecho suyo el objeto o el método que ésta proponía. Y
por si fuera poco, se puede agregar otro elemento más a la tensión suscitada por el
establecimiento del estatus de la pedagogía. ¿Cuál es la actividad propia del pedagogo?
Hoyos Medina señala que al pedagogo no le es permitido generar teoría que no
corresponda a su muy limitado ámbito -claro está que todavía está por verse cuál es ese
ámbito-. Cuando el objeto de estudio de la pedagogía es aprehendido por las tecno-
burocracias, los corpus administrativos de racionalidad instrumental, el papel del
pedagogo es prácticamente nulo. Esto se debe a que las decisiones en esos casos quedan
sometidas a la “racionalidad administrativa del dato técnico”. Si tenemos en cuenta que
es propio de la pedagogía prescribir, al pedagogo se le asignan las funciones de
operacionalidad técnico- instrumental (op.cit.: 13) siendo el objeto pedagógico no algo
dado sino algo que está en vías de construcción.
En base en lo que hasta ahora se ha presentado vemos lo difícil que resulta poder
laudar la naturaleza científica de la pedagogía pero no podemos renunciar a intentarlo.
Tal vez ello sea posible si asumimos una perspectiva hermenéutica o una postura que
provenga del propio seno de la pedagogía dejando de lado posturas positivistas. Junto a
esto es necesario ofrecer una idea de ciencia más flexible aunque ciñéndose al rigor
científico que creemos la pedagogía puede satisfacer.
En este punto nos interesa apelar a ciertos aportes realizados por Quintanilla
respecto a las ciencias de la educación pero que creemos son válidas para hablar de
pedagogía. La primera propuesta consiste en decir que las ciencias de la educación son
ciencias humanas. Propuesta que se inscribe en una línea hermenéutico dialéctica, y que
sostiene que estas ciencias poseen un valor, una metodología y un sentido que difiere al
de las ciencias naturales. En segundo lugar la propuesta expuesta por Quintanilla niega
que las teorías pedagógicas sean teorías científicas aunque sostiene que se trata de
teorías prácticas. Las teorías prácticas no se confunden con las teorías científicas aunque
establecen relaciones con ellas. Por último, Quintanilla expone otra alternativa que
consiste en afirmar que las ciencias de la educación son ciencias aplicadas que se
caracterizan por formular normas de actuación técnica para conseguir ciertos fines que
se consideran deseables pero que no son discutidos por dichas ciencias (1981: 97).
144
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
7
El esquema siguiente retrata como es según Moore la estructura lógica de una teoría práctica.
1) P es deseable como finalidad.
2) En las circunstancias actuales Q es la forma más efectiva de lograr P.
3) Por consiguiente, haz lo que exige Q.
El esquema nos pone en conocimiento del carácter prescriptivo de las teorías pedagógicas (3) y de la
dependencia de éstas con juicios de valor (1). Asimismo nos muestra el papel que juegan las ciencias
empíricas en las teorías educativas ya que los enunciados tipo (2) son el resultado de investigaciones
empíricas de ciencias aplicadas a la educación.
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Toda disciplina intelectual, sea científica o no, tiene una historia plena de tradiciones de
investigación; en la filosofía, empirismo y nominalismo; en la teología, voluntarismo y
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
(…) las teorías pedagógicas por ellos impugnadas acusan una carencia sólo explicable
en función de sus posiciones epistemológicas subyacentes que las obligan a ignorar o en
el mejor de los casos, rehuir su reconocimiento, carencia que tiene que ver precisamente,
de forma directa o indirecta, con el peso y las implicancias que se le reconozca a la
“transformación”. (op.cit.:70)
147
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
solo desde la manera en que se aprehende esa creación sino desde lo que esencialmente
se trata de construir; desde aquí hay un impacto propio de la finalidad pedagógica, pues
es la que se absorbe en el contenido educativo. Su finalidad no es azarosa, más bien
intenta perfeccionar a la educación en sí, por medio de su conocimiento y estudio; para
esto, ciertas disciplinas resultan favorables para la formación en sí. Discernimiento,
innovación y transformación pueden ser algunos atributos que se adjudiquen aquí y que
sirvan como soporte para hablar de pedagogía.
Lo pedagógico, en relación a lo artístico, nos convoca a zambullirnos en
escenarios con vida, en las profundidades de la emoción de otros y con otros, donde
crear es el imperativo que encuentra cabida para la trans-formación. Tal como expresa
Falcón:
Desde aquí se desprenden aquellas situaciones que hacen del sujeto un ser
creativo, que aprende y que resignifica lo formativo. Lo pedagógico como arte nuclea
las condiciones que posibilitan al sujeto una convivencia común a otros, desarrollando
sensibilidad, empatía y dinamismo con el entorno, pues no se concibe un principio
pedagógico sin una mínima apreciación por esto, pues su contrario sería una
desvalorización de su riqueza.
Expresa Torregrosa:
6. A modo de conclusión
151
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
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Bibliografía
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155
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Karina Alleva1
1. Introducción
1
Universidad de Buenos Aires, CONICET, Instituto de Química y Fisicoquímica Biológica “Alejandro C.
Paladini” (IQUIFIB) And Departamento de Fisicomatemática. kalleva@ffyb.uba.ar,
karina.alleva@gmail.com.ar
156
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
(…) no es de extrañar que la masa cada vez mayor de científicos esté absorbida por la
preocupación de esa competencia de tipo empresarial que al menor desfallecimiento
puede hacerle perder subsidios, contratos y prestigio, y se deje dominar por la necesidad
de vender sus productos en un mercado cuyas normas es peligroso cuestionar.
(Varsavsky, 2010:40)
Los equipos de investigación son centrales para los sistemas I+D. Estos equipos
están formados por las personas2 responsables de llevar adelante las líneas de
2
Para hacer referencia a los equipos de personas que desempeñan tareas en el sistema, es común que en la
bibliografía en inglés se hable de “workforce” o “fuerza de trabajo”, este concepto no es muy utilizado en
la literatura en español. Al hablar de “workforce” se suele hacer referencia tanto a empleados como a
estudiantes, incluyendo como trabajadores a ambos. En muchos países está vigente el debate sobre
quiénes son los “trabajadores” en el ámbito científico, y esta cuestión no es solo un problema de
157
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
investigación financiadas.
Dado que las tareas a desarrollar en el ámbito de la investigación científica
suelen requerir alto entrenamiento científico, los grupos de trabajo están conformados,
en general, por individuos con estudios de postgrado, en particular, estudios doctorales.
La conformación de los grupos de trabajo de las ciencias biológicas según el tipo
de tareas que desarrollan los miembros de dichos grupos es bastante conservada
internacionalmente. Estos grupos suelen estar formados por Investigadores (con mayor
o menor grado de independencia para conducir grupos de investigación), investigadores
en formación entre los que se incluyen a estudiantes de doctorado y a doctores
realizando su formación postdoctoral, también denominados internacionalmente
postdocs3) y Personal de Apoyo (personal técnico y profesional con diferente grado de
capacitación específica). En cada país la clasificación que reciben los investigadores es
diferente, incluso la organización jerárquica dentro de la Carrera de Investigador es
institución-dependiente. Todo grupo de investigación suele tener un responsable de la
línea de investigación que se lleva adelante, quien a su vez suele ser el director de los
subsidios a través de los cuales se consiguen los recursos financieros para el
funcionamiento del grupo, a este miembro en muchos países se lo denomina
Investigador Principal, Jefe de Grupo, Investigador Responsable (IR) o PI, por su
acrónimo en inglés por Principal Investigator. Entre los Becarios es importante la
distinción entre Becario de Maestría o Doctorado y Becario Postdoctoral, siendo los
primeros graduados universitarios que realizan sus estudios de postgrado con el fin de
obtener un título de Magister o Doctor, y los segundos, miembros del grupo que ya han
obtenido su título de Doctor pero aún no cumplen con requisitos para ocupar el puesto
de IR. Finalmente el Personal de Apoyo, es un grupo de variada composición, ya que
puede ir desde personal de mantenimiento a profesionales con alta capacitación, con
estudios universitarios o incluso con doctorado terminado, que no revisten el lugar de
Investigador ya que no deciden líneas de investigación a seguir ni tienen posibilidad de
dirigir subsidios. En algunos casos, pueden también formar parte del grupo de
investigación estudiantes de grado realizando pasantías de investigación.
La cantidad de cada uno de los de miembros en un grupo de investigación
presenta variaciones que son política-científica dependiente. Según la reciente
publicación de la Academia Nacional de Ciencias en Argentina sobre grupos de trabajo
en las ciencias exactas, físicas y naturales (Academia Nacional de Ciencias Exactas
Físicas and Academia Nacional de de Ciencias 2015) en el área Biología de Sistemas
cada grupo tiene 2 o 3 Investigadores formados, entre 0 y 2 investigadores en formación,
1 o ningún becario postdoctoral, entre 2 y 4 becarios doctorales y 1 o ningún personal
técnico. Según este informe la falta de personal técnico es un reclamo de los
investigadores y el número informado podría ser aún menor ya que se evidencia que
gran parte del personal técnico no pertenece a los grupos de trabajo sino a las
instituciones y participa en tareas de más de un grupo a la vez. Si bien no hay datos con
este nivel de detalle para otras áreas biológicas los resultados suelen ser similares, por
ejemplo en el área Biología Molecular y Química Biológica, había en el año 2012 3,5
becarios doctorales por cada becario postdoctoral, si bien estos datos no dan
información por grupo, la relación resulta muy similar a la descripta por grupo en el
área Biología de Sistemas. En los países desarrollados, la composición general de los
grupos es similar o levemente más grande, aunque llama la atención que los grupos de
investigación suelen tener un mayor número de postdocs, pero conocer el número
exacto dentro del sistema científico es complicado dada la dispersión de tipos de
contratación para estos actores del sistema (Stephan et al., 2014).
La movilidad de investigadores entre países es frecuente (Hunter et al. 2009). En
Argentina, los investigadores extranjeros no conforman un grupo muy considerable en
términos numéricos. En mediciones realizadas en 2005 los datos muestran que los
extranjeros con doctorado en Argentina no superan el 0,2% (Auriol, 2007). Sin embargo,
en los países desarrollados la movilidad es muy alta. Según Franzoni y colaboradores,
en países como Canadá, Australia, Estados Unidos o Suiza aproximadamente el 40% de
sus investigadores son extranjeros (Franzoni et al., 2012). Según Stephan, el número de
extranjeros que se queda luego de una estadía de formación a trabajar en Estados
Unidos de forma permanente sufrió un aumento dramático en los años ´90, pero en la
última década comenzó a descender, este descenso estaría relacionado con las políticas
de retorno de científicos que aplicaron últimamente varios países emergentes (Stephan,
2010).
Los modos de financiamiento de las actividades I+D en los diferentes países
provienen tanto del sector federal como del sector privado. En América Latina, el 90%
de las actividades I+D de la región están concentradas en Brasil, México y Argentina,
siendo el financiamiento gubernamental cercano al 60% del total y la participación del
sector empresarial (incluyendo empresas públicas y privadas) de aproximadamente 36%
(Red Iberoamericana de Indicadores de Ciencia y Tecnología RICYT 2014; OECD
2017). En Argentina, el sector público reúne más del 70% de todas las actividades
científicas y tecnológicas que se desarrollan en el país (Vasen, 2013; Beigel, 2015). En
Estados Unidos, se da la particularidad de que el sistema científico está fuertemente
sostenido por fondos privados, y si bien el aporte federal en términos absolutos es muy
alto, en los últimas décadas el sector privado ha llegado a cubrir aproximadamente el
70% del total de la inversión que se realiza en I+D (Audretsch et al., 2002; OECD
2017).
El modo de evaluar el impacto de la financiación en las biociencias suele
realizarse a partir de analizar la productividad científica del sector. Existen diferentes
indicadores bibliométricos utilizados cuya validez parte de aceptar que, si bien las
publicaciones no son el único producto de las actividades I+D, éstas tienen un papel
decisivo en la difusión de los nuevos conocimientos4. Algunos indicadores utilizados
son: el número de investigadores de un país, el número de publicaciones realizadas
durante algún período de tiempo, y el porcentaje del Producto Bruto Interno (PBI)
invertido. Si se miran estos parámetros en forma comparativa entre países se ve que no
4
En el área de las biociencias suelen cuantificarse y cualificarse las publicaciones realizadas por estos
grupos analizándose tanto el tipo de revista en la que se hace la publicación como el número de autores, la
cantidad de publicaciones por año y el lugar de autoría ocupado por cada miembro del equipo o
colaborador.
159
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
5
Datos crudos para el período 2005-2015 de número de investigadores por cada millón de habitantes (NI),
número de artículos publicados durante el 2013 (NP) y %PBI para cinco países se indican a continuación:
Argentina, NI=1202, NP=8053, %PBI=0,61%; Brasil, NI=698, NP=48622, %PBI=1,24%; Estados
Unidos, NI=4019, NP=412542, %PBI=2,73%; Alemania, NI=4381, NP=101074, %PBI=2,87%; Suecia,
NI=6868, NP=19363, %PBI=3,16%. Así el orden según %PBI es Argentina<Brasil<Estados
Unidos<Alemania<Suecia, según número de investigadores por cada millón de habitante es
Brasil<Argentina<Estados Unidos<Alemania<Suecia, y según número de publicaciones es
Argentina<Suecia<Brasil<Alemania<Estados Unidos. Reporte del Banco Mundial disponibles en
http://wdi.worldbank.org/table/5.13#.
6
La relación del número de publicaciones de todos los países que integran cada bloque económico en
función del porcentaje de PBI del bloque invertido muestra un coeficiente R de 0,97, presentando esta
relación un valor de cero publicaciones para un PBI menor a 0,4. No se pretende en absoluto que estos
datos puedan extrapolarse a cualquier sistema científico ya que como se indica en el texto hay muchas
variables que inciden país a país, pero sí se podría establecer en líneas generales que a mayor inversión en
el área mayor productividad, y que con valores muy bajos de PBI la productividad puede ser muy baja
debido justamente a la dependencia de una infraestructura adecuada y comunidades científicas sólidas
para que se comience a producir significativamente.
7
El modo en que dicho dinero se traduce en productividad tiene que ser analizado con cuidado ya que el
disponer o no de producción local de insumos es una variable que en general no se incluye en los análisis
comparativos de inversión. Como ejemplo de utilidad puede analizarse el costo de servicios o
equipamientos: un subsidio en Estados Unidos financia aproximadamente USD 500000 (NIHR01),
mientras que un subsidio en Argentina (ANCYPT, PICT) es de aproximadamente un orden de magnitud
menor, siendo por ejemplo el costo de un equipo pequeño de mesada para medir pH en Estados Unidos de
entre 300 y 500 USD y en Argentina de entre 700 y 1400 USD. Aun considerando servicios tales como la
secuenciación de un gen, que cuesta aproximadamente 5 USD para cualquier país, el peso de este costo es
significativamente diferente para cada uno de los subsidios utilizados como ejemplo.
160
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Una parte de los fondos invertidos en cada país para I+D se vuelca a la
investigación en forma de subsidios. El área de investigación biológica y biomédica es
un área netamente experimental, por lo que resulta fuertemente dependiente de estos
fondos para que se realicen los experimentos y ensayos involucrados en cada plan de
investigación. Para conseguir subsidios, cada grupo de investigación debe demostrar
que el proyecto que lleva adelante merece ser financiado y que como grupo se tienen las
condiciones científicas adecuadas para asegurar el éxito de dicho proyecto. Aquí lo
central que es los fondos que permiten aumentar la productividad se obtienen
demostrando buena productividad. El ciclo productividad-financiamiento-productividad
hace que los grupos de investigación deban competir por los recursos disponibles de
maneras cada vez más exigentes. Si bien cada sistema científico tiene sus diferencias en
cuanto a contratación de investigadores formados, el modo de conseguir recursos para
equipamiento e insumos es similar: se presentan a evaluación proyectos que podrían ser
subsidiados durante un período que puede variar entre 2 y 10 años, siendo más
frecuentes los subsidios de corta duración (3 años en promedio), y éstos son sometidos a
evaluación por pares.
La competencia por obtener financiación y puestos de trabajo estables es muy
alta. El modo de competir por recursos en el área de las biociencias ha sido
caracterizado por el economista Freeman como compatible con una estructura
económica “de torneo” (Freeman et al., 2001). Según Freeman, en este tipo de
estructuras, los participantes tienen la oportunidad de ganar un premio importante -
renombre, una carrera independiente, etc.- si participan de la competición. Freeman
señala que esta competición intensa tiene lugar amplificando diferencias de
productividad muy pequeñas. Es decir, estas diferencias poco significativas en
productividad se traducen en grandes diferencias en reconocimiento académico y en
disponibilidad de recursos financieros, haciendo que el incentivo por ganar sea
desproporcionado.
La hipercompetitividad se evidencia especialmente en cuatro aspectos:
161
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
biociencias, una gran parte de los experimentos que se realizan en el marco de las líneas
de investigación son llevados adelante por personal en formación, tales como
estudiantes de doctorado o incluso estudiantes de grado, por supuesto también tienen un
lugar importante en estas tareas los postdoc. Este fenómeno no solo se observa en los
países desarrollados, estudios realizados en América Latina muestran problemas
similares (Pérez and Naidorf, 2015).
Publicaciones: La productividad cuantificada a partir de publicaciones realizadas
por cada investigador como medida de su prestigio pone demasiada presión por publicar.
En las biociencias, no solo se contabilizan las publicaciones realizadas en determinado
período sino que se otorga un alto valor a que dichas publicaciones hayan sido
realizadas en revistas de “alto impacto”, también se valoran las citas que estas
publicaciones reciben8. Se ha señalado que esta presión por publicar está llevando a que
se exagere el valor genuino de algunos resultados para hacer más tentadora la lectura del
trabajo y lograr así más citas, a que se atomicen resultados para publicar más trabajos
más rápido aún en detrimento de la calidad de la revista, o a que incluso no se publiquen
resultados negativos (Fanelli, 2012). Por otro lado se ha señalado que la falta de
reproducibilidad en los resultados publicados es un problema cada vez más importante
en el área biomédica (Prinz et al., 2011; Landis et al., 2012; Collins and Tabak, 2014).
Agenda segura: Las bajas probabilidades de obtener un subsidio dada la relación
entre recursos disponibles y demanda, hace que los proyectos tiendan a presentar bajo
nivel de riesgo en el planteo de las hipótesis a ser investigadas. Este aspecto
conservador en el diseño de los proyectos que buscan financiación se da tanto por
pedido de quienes financian y evalúan (que exigen factibilidad y gran cantidad de
resultados preliminares), como de quienes diseñan los proyectos (que no pueden
arriesgarse a ser cuestionados por falta de factibilidad o s no publicar en caso de ser
financiados y que la línea no resulte exitosa, ya que si un subsidio financiado no
redunda en publicaciones, peligran los futuros pedidos de subsidios (Azoulay et al.,
2011). Según Stanford (Stanford, 2015) este problema no se daría solo en las
biociencias, sino que sería consecuencia general de la profesionalización que la ciencia
ha sufrido después de la Segunda Guerra Mundial. Esta profesionalización,
caracterizada por el corrimiento hacia la financiación por parte de los estados, la
validación a través de revisión por pares de los proyectos, y la aceleración de lo que se
conoce como Big Science, es la fuente más probable de la falta de libertad que reclaman
los científicos para llevar adelante proyectos de investigación que vayan más allá de lo
que él denomina “ortodoxia teórica” (Stanford, 2015). Stanford alerta sobre las
consecuencias de esta situación señalando que la “agenda segura” genera
conservadurismo intelectual y teórico (Stanford, 2015).
Exclusión de jóvenes investigadores: Los jóvenes investigadores son los más
afectados por el sistema actual, ya que se les exige una productividad para ser
subsidiados que muchas veces es incompatible con las posibilidades genuinas de una
carrera científica innovadora. Así, para un postdoc, alejarse demasiado de la línea de
trabajo de su doctorado implica un riesgo alto de no obtener publicaciones de buen
8
El h-index, pretende medir tanto la productividad como su impacto, es decir evalúa la cantidad de citas
que un investigador recibe por sus trabajos. El cálculo de este índice se realiza considerando lo siguiente:
"Un investigador tiene un índice h si sus Np papers han tenido al menos h citas cada uno y el resto de sus
publicaciones no tiene más de h citas” (Hirsch, 2005).
162
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
impacto en el corto plazo que dura la beca postdoctoral, pero continuar las líneas de
investigación de quienes hayan sido sus mentores es, a su vez, valorado negativamente
por los sistemas de evaluación y esto resta posibilidades de conseguir una posición
estable, o incluso otra beca postdoctoral. Esta situación trae como consecuencia que los
jóvenes alarguen sus trayectos postdoctorales trabajando en líneas que no dirigen a la
espera de un número adecuado de publicaciones. Es importante señalar que una vez que
los jóvenes investigadores consiguen posiciones fijas el problema no desaparece
instantáneamente, en Estados Unidos aun habiendo ya obtenido una posición estable en
la academia o en un instituto de investigación, los jóvenes investigadores deben esperar
actualmente un promedio de entre 4 y 5 años para obtener su primer subsidio. Otro dato
preocupante es que mientras que en 1980 el 16% de los subsidios eran obtenidos por
jóvenes de menos de 36 años, la población de este rango de edad que ahora recibe
subsidios bajó al 3% (National Institutes of Health, 2012). Situaciones similares se
registran en varios países centrales.
163
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
jóvenes que han obtenido su título de doctor permanecen en la fase postdoctoral por
más tiempo del deseado por falta de puestos fijos. En Argentina solo es posible tener
una beca postdoctoral por un período de dos años, pero en mucho de los países
desarrollados los jóvenes científicos suelen pasar de beca en beca, moviéndose muchas
veces de país en país por períodos que van entre los 4 hasta los 10 años (Kahn and
Ginther , 2017).9
La falta de puestos fijos es desde hace algunos años preocupante, en Estados
Unidos mientras el número de estudiantes que se gradúan en el área de las ciencias
biomédicas aumentó en las últimas décadas (National Science Foundation, 2014), la
fracción de doctorados en el área que tienen una posición estable 5 años después de la
obtención de su título de doctor disminuyó notablemente (National Science Board,
2014). En 2010, menos del 15% de los postdoc estadounidenses trabajando en las áreas
biológicas y en ingeniería había logrado obtener un puesto fijo en alguna institución
educativa entre los 5-7 años posteriores a la obtención de su título de doctorado
(Sauermann and Roach, 2012). En Estados Unidos, especialmente en el área de las
biociencias, la proporción de doctores que logran una posición estable en la Universidad
es cercana al 26% (National Institutes of Health, 2012). Es decir, en diferentes países
del mundo se da un fenómeno similar, mientras el número de posiciones postdoctorales
aumenta, los puestos fijos no lo hacen.
La importancia del papel que un becario postdoctoral juega en el grupo de
investigación puede verse reflejada en las autorías de los trabajos científicos publicados.
Según Black and Stephan (2008), el 21% de los autores de publicaciones científicas son
postdoc, y en particular los postdoc conforman el 41,6% de los primeros autores.10 La
falta de relevamiento de datos concretos sobre cantidades genuinas de postdoc, hace que
los números sobre primeras autorías pueden además no ser totalmente representativos
del lugar de estos investigadores jóvenes en el sistema, ya que muchos de ellos, debido
a la alta precarización del puesto, no llegan a realizar publicaciones en el tiempo en que
desarrollan su estadía postdoctoral.
La pregunta que surge inmediatamente es ¿por qué tantas contrataciones con
formato postdoc si el lugar de estos investigadores es tan importante en la productividad
de los grupos de investigación? ¿no sería más fértil para el futuro del sistema científico
que estos jóvenes investigadores sean personal estable?
La gran cantidad de puestos postdoctorales disponibles no es un fenómeno que
se de en forma separada de la hipercompetitividad antes analizada. El sistema científico,
en particular en las áreas biológicas y biomédicas, se ha desarrollado de modo tal que
los grupos dirigidos por un investigador principal requieren jóvenes altamente formados
para desarrollar experimentos y colaborar en la formación de estudiantes de doctorado
que no compitan por financiamiento y sean relativamente poco costosos para el sistema.
Según Stephan “el uso de postdocs ha ido en aumento en los años recientes –en parte
debido a que ellos son una ganga relativa11 comparada con los estudiantes de grado”
(Stephan, 2010:97), haciendo referencia a que a un estudiante de grado hay que
9
Hasta hace poco tiempo no existían restricciones en el número de estadías postdoctorales que un joven
investigador podía tomar, sin embargo en los últimos años varios países han comenzado a limitarlas.
10
En las biociencias, ocupar el lugar de primer autor es señal de haber sido la persona que más trabajo
experimental realizó, en general es primer autor el estudiante de doctorado o el postdoc cuya línea de
trabajo es la que se está publicando. El lugar del último autor suele indicar a quien fuera el responsable de
la línea de trabajo, este lugar suele corresponder al Investigador Principal.
11
Entrecomillado en el original.
164
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
12
Varias organizaciones de becarios reclaman por esta situación desde hace varios años. En Argentina se
destaca el caso de Jóvenes Científicos Precarizados.
13
De acuerdo a datos del Ministerio de Ciencia y Tecnología de Argentina (MINCyT) de los 6000
investigadores argentinos que vivían en el exterior hacia el año 2000 (30% de los cuales estaban en
Estados Unidos y 21% en Brasil (MINCyT, 2011), 1100 se reinstalaron en el país por los programas de
repatriación ofrecidos entre el 2003 y el 2015 (RAICES, Red de Argentinos Investigadores y Científicos
en el Exterior) (Bayle 2015).
165
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
varios países por becas doctorales y postdoctorales. Esta forma de contratación temporal
presenta la particularidad de ofrecer una importante flexibilidad en el personal de los
laboratorios que no permite la contratación de técnicos profesionales que tendrían
cargos permanentes.
La situación de los postdoctorados ha sido revisada y cuestionada durante los
últimos años, tanto por los propios jóvenes investigadores como por las instituciones
(McDowell et al., 2014; Petsko et al., 2014). Esto se da porque la situación actual es
sumamente extrema dado el nivel de precarización sufrida por los investigadores que
atraviesan esta fase de la carrera científica. Como señalan McDowell y colaboradores
(McDowell et al., 2014) en realidad la fase postdoctoral no es un período genuino de
formación sino tiempo que un investigador joven dedica a contribuir significativamente
con los objetivos de investigación de un IR. A su vez el IR también es parte afectada por
la situación actual que le exige hiperproductividad y gran tiempo dedicado a la
búsqueda de fondos para hacer su trabajo. Así, el sistema científico actual, el menos en
las áreas analizadas, se sostiene debido a que una parte importante de los equipos de
investigación cuenta con personal altamente capacitado que trabaja gran cantidad de
horas a muy bajo costo.
5. Consideraciones Finales
En los países desarrollados, cada vez más son los llamados a la reflexión sobre la
crisis del sistema. En estos años el sistema de investigación en biociencias está
sufriendo recortes importantes de presupuesto en los países desarrollados (Izsak et al.,
2013) Así, los científicos de estos países, particularmente los de Estados Unidos,
señalan que una de las causas del colapso que está a punto de vivir el área de las
biociencias está en el haber asumido por años que el sistema de investigación se
expandiría indefinidamente (Alberts et al., 2014). Algunos diagnósticos señalan que se
contratan muchos becarios con el fin de aumentar la productividad y que esto lleva a
que por cada Investigador Principal, se entrenen más científicos de los que serán
necesarios para reemplazarlo. Es decir, se forman más científicos que las posiciones que
hay disponibles en la academia e institutos de investigación, incluso más científicos de
los que el sector privado puede absorber (Alberts et al., 2014). Ante este panorama, y
con la crisis del sistema postdoctoral instalada desde al menos 15 años, se desemboca en
que es aparentemente necesaria una urgente reforma del sistema; incluso se plantea que
debe reducirse el número de ingresantes a la carrera de doctorado en función de los
puestos futuros disponibles (Taylor, 2011; Alberts et al., 2015). Este argumento, puede
ser de algún modo atendible, aunque debería discutirse, en países que tienen su sistema
científico altamente desarrollado (no sólo medido en productividad sino también en
impacto social de sus investigaciones y desarrollo de las industrias asociadas tales como
producción de equipamiento científico e insumos, etc.). Pero lo preocupante es que este
argumento sea también utilizado en países en desarrollo para detener el crecimiento del
sistema regional cuando es claro que esté no está saturado. Según la OECD, Argentina
presenta 2,6 investigadores por cada mil personas económicamente activas, mientras
que países como Bélgica, Canadá, Francia o Estados Unidos presentan entre 6 y 10
investigadores por cada mil personas económicamente activas (OECD, 2017). Además,
en los países en desarrollo en general se importan tanto equipamiento como la mayor
166
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
parte de los insumos, y muchas líneas de trabajo no son de importancia regional sino
heredadas de los países desarrollados en los cuales el Investigador Principal realizó su
postdoc. Uno de los graves problemas que pueden derivarse de esta situación es que la
aplicación de políticas científicas de recorte de fondos y disminución de puestos para
jóvenes investigadores en América Latina esta vez no se paliará con la aceptación de
estos jóvenes, aún en condiciones de contratación precaria, en los países desarrollados
ya que éstos están disminuyendo el número de becas postdoctorales o limitando el
tiempo en que una persona puede realizar estadías postdoctorales. Es decir, en la
situación actual no es posible pensar en que una nueva fuga de cerebros jóvenes ocurra.
Así una retracción del sistema implicaría que personas con alta formación científica
queden fuera del mismo tanto regional como internacionalmente.
No parece coherente, si se pretende consolidar sistemas de investigación en
biociencias, que la variable de ajuste en un sistema científico que no encuentra un
horizonte claro de crecimiento racional sean los investigadores jóvenes, que son quienes
deben formarse en forma continua para encarar los desafíos próximos. Muchas
instituciones ya están recomendando abandonar el sistema de postdoctorados y ofrecer a
los jóvenes investigadores, que son profesionales con postgrados terminados y alta
experiencia, puestos fijos y contratos laborales no precarios. Además, el aumento de
personal técnico profesional y de investigadores jóvenes con contratos laborales dignos
sin duda mejoraría las condiciones de trabajo de los equipos y por lo tanto daría espacio
a pensar creativamente en proyectos de investigación que permitan el avance del
conocimiento.
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
171
Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Los autores
Karina Alleva
Bioquímica egresada de la Facultad de Farmacia y Bioquímica (FFYB), Universidad
de Buenos Aires. Fue becaria iniciación (ANCYPT y UBA) hasta obtener el título de
Doctora de la Universidad de Buenos Aires en 2007. Luego fue becaria posdoctoral
CONICET y se incorporó a la Carrera del Investigador Científico de dicha institución
en el 2009, donde actualmente se desempeña como Investigadora Adjunta dedicándose
a los estudios biofísicos sobre canales transportadores de agua. Desde hace 18 años es
docente de Cátedra de Física de la Facultad de Farmacia y Bioquímica, ocupando
actualmente el cargo de Profesora Asociada. Obtuvo el Diploma Superior en
Enseñanza de las Ciencias (FLACSO) y es Especialista en Educación y Nuevas
Tecnologías (FLACSO) y ha realizado también estudios de Epistemología e Historia
de la Ciencia en la Universidad de Tres de Febrero (doctorado en curso). Ha dirigido y
dirige estudiantes de Doctorado en el área Biofísica y se dedica la formación de
docentes universitarios como Directora del Espacio de Formación e Innovación de la
Cátedra de Física (FFYB-UBA). Publicó trabajos a nivel internacional sobre temas de
su especialidad en el área de la biofísica así como también en el área de la Filosofía de
la Ciencia.
Marina Camejo
Profesora de Filosofía egresada del Instituto de Profesores Artigas, Maestranda en
Ciencias Humanas opción Filosofía Contemporánea en Facultad de Humanidades y
Ciencias de la Educación. Ayudante de Historia y Filosofía de la Educación, Instituto de
Educación, de la misma Facultad. Ayudante de Historia de las Ideas en Facultad de
Derecho. Compiladora de Miradas desde Foucault: aportes a las humanidades y a la
educación (UCEP, 2015), compiladora junto a Andrea Díaz de Epistemología y
Educación: articulaciones y divergencias (Espacio Interdisciplinario, 2015). Ha
publicado diversos artículos tanto en nuestro país como en el extranjero, ha participado
en congresos en diferentes países entre ellos: Uruguay, Argentina, Brasil, México.
Agustín Courtoisie
Profesor de Filosofía (IPA) y docente universitario (ORT Uruguay). Ex Director
Nacional de Cultura, Ministerio de Educación y Cultura (MEC). Autor de Para mí los
Blanes (Arca, 1995), Cadenas de conocimiento (Biblioteca de Marcha, 1998) y A
ciencia cierta. Una historia reciente de lo que se sabe (UTU, RREE, SUAT, ORT, 2010).
Ha investigado autores como Carlos Vaz Ferreira, Luce Fabbri, Carlos Quijano y Arturo
Ardao. A los 150 años del nacimiento de Pedro Figari (1861-1938) fue responsable del
estudio preliminar de Arte, estética, ideal (2011) para la Serie Edición Homenaje
publicada por el Ministerio de Relaciones Exteriores y el Consejo de Educación Técnico
Profesional – UTU. Fue el creador de la Página Latinoamericana de Filosofía,
colaborador de Cuadernos de Marcha y editor de la sección culturales de la revista
Letras Internacionales. Actualmente escribe para El País Cultural y revista
Relaciones. En 2012 presentó su ponencia para ALAIC “Grupos de Galton: un espacio
particular de procesos de comunicación”, junto a Omar Gil (UDELAR) y doctor en
Matemáticas por la Universidad Autónoma de Madrid.
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Lucía Federico
Licenciada en Ciencias Biológicas de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales,
Universidad de Buenos Aires (UBA) y Doctora en Epistemología e Historia de la
Ciencia de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF). Profesora de la
materia Historia de la Ciencia III de la Maestría- Doctorado en Epistemología e Historia
de la Ciencia (UNTREF) y de la materia Filosofía de las Ciencias de la Vida de la
Maestría en Filosofía de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ). Adjunta de la
materia Epistemología en Enfermería de la Licenciatura en Enfermería (UNQ). Sus
temas de investigación se desarrollan en la Filosofía de la Ciencia y la Filosofía de la
Biología, Bioquímica y Ciencias Biomédicas. Es miembro de la Asociación de Filosofía
e Historia de la Ciencia del Cono Sur (AFHIC), de la Sociedad Argentina de Análisis
Filosófico (SADAF) y de la Asociación Iberoamericana de Filosofía de la Biología
(AIFIBI). Actualmente se desempeña como investigadora del Programa/Centro
“Filosofía e Historia de la Ciencia”, IESCT-UNQ.
Leandro Giri
Ingeniero Químico en la Universidad Tecnológica Nacional, Argentina, y dedicado a los
servicios técnicos a la industria petrolera en empresas privadas y actualmente como
asesor y capacitador en servicios técnicos. Su interés por la formación de los ingenieros
como agentes de cambio social lo llevó a concentrarse en el uso de modelos globales
para la toma de decisiones por parte de los hacedores de políticas públicas. Es así que
realiza su doctorado con una beca de la Agencia Nacional para la Promoción de la
Ciencia y la Tecnología en Argentina en un proyecto acreditado dentro del cual se
dedica a la Epistemología de Modelos Globales. También es investigador en dos
proyectos de Enseñanza de la filosofía de la ciencia, y de Construcción de materiales
digitales para su enseñanza. Se desempeña como capacitador docente en materias de
posgrado en Filosofía e Historia de la Ciencia y la Tecnología en la Universidad
Nacional del Comahue, en la Universidad Tecnológica Nacional y en el Instituto
Universitario de la Policía Federal, todos en Argentina. Cuenta con publicaciones como
autor y coautor en revistas especializadas en las temáticas de Ciencia y Tecnología en
Sociedad. Ha presentado comunicaciones en congresos en La Falda, Córdoba, Buenos
Aires, Valparaíso y Montevideo. Actualmente se le ha acreditado una beca Conicet.
Gustavo Giuliano
Doctor y Magíster en Epistemología e Historia de la Ciencia por la Universidad
Nacional de Tres Febrero. Ingeniero en Electrónica egresado de la Universidad Nacional
de La Plata. Realizó becas de estudio y perfeccionamiento en la Comisión de
Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires, obteniendo una
especialización de posgrado en temas de acústica. Se desempeñó durante trece años
como responsable del área de Telefonometría y Calidad de voz en el Laboratorio de
Telecomunicaciones de Telefónica de Argentina donde participó de numerosos
proyectos, nacionales e internacionales, retirándose de la empresa con la categoría de
Ingeniero Senior. Fue Secretario Técnico del Centro de Profesionales de Empresas de
Telecomunicaciones y coordinador del Grupo de Estudios y Propuestas sobre Ciencia,
Tecnología y Sociedad del Instituto de Estudios y Formación de la CTA. Actualmente es
Profesor Titular con dedicación de docencia e investigación en la Facultad de Ciencias
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Pablo Melogno
Profesor de Filosofía por el Instituto de Profesores Artigas, Licenciado en Psicología
por la Facultad de Psicología de la Universidad de la República, Uruguay. Master en
Filosofía Contemporánea por la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
de la UdelaR. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores de la ANII, en
condición de Candidato. Profesor Adjunto en régimen de Dedicación total en la
Facultad de Información y Comunicación de la UdelaR. Dirige proyectos de
investigación y enseñanza financiados por la CSE-UdelaR y la ANII. Ha realizado
estancias de investigación en la Universidad Autónoma Metropolitana (México), la
Universidad de Buenos Aires (Argentina) y la Universidad de Zaragoza (España). Ha
publicado diversos artículos en temas de filosofía e historia de la ciencia, en revistas de
Uruguay, Brasil, Venezuela, Argentina, Perú, España y México. Es compilador de
Problemas en Filosofía de la Ciencia (UdelaR, 2013), Cambio conceptual y elección de
teorías (FIC, 2014), y Ciencia, matemática y experiencia (Índice, 2015) y Perspectivas
sobre el lenguaje científico (Índice, 2016).
Hernán Miguel
Licenciado en Física por la Universidad de Buenos Aires y Dr. en Filosofía por la
Universidad Nacional de La Plata, Argentina. Se desempeña en la actualidad como
Profesor Titular de Introducción al Pensamiento Científico, Ciclo Básico Común de la
Universidad de Buenos Aires, y Profesor en la Maestría en Enseñanza de las Ciencias
Exactas y Naturales de la Universidad Nacional del Comahue. Referente Coordinador
del Bachillerato con Orientación en Ciencias Naturales, Ministerio de Educación de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Sus temas de interés en la investigación son:
Filosofía de la Ciencia, la reflexión y alfabetización científica y tecnológica y la
relación Ciencia y Tecnología en Sociedad, la enseñanza de las ciencias en los niveles
medio y superior y la capacitación docente en esos mismos niveles. Fue presidente de la
Asociación de Filosofía e Historia de la Ciencia del Cono Sur (AFHIC), miembro de la
Sociedad Argentina de Análisis Filosófico (SADAF), director de proyectos de
investigación en filosofía de la ciencia y enseñanza de las ciencias en Argentina y
miembro de grupos de investigación de México. Docente de posgrado en varias
universidades de Argentina, en la Universidad de Concepción en Chile, en UdelaR y
CLAEH en Uruguay. Autor y coautor de numerosos artículos en revistas especializadas
del país y del exterior en las temáticas de filosofía de la ciencia, enseñanza de las
ciencias y diseño curricular. Ha publicado libros para la enseñanza de la física y de la
filosofía de las ciencias.
Máximo Núñez
Licenciado en Ciencias de la Educación por la Facultad de Humanidades y Ciencias de
la Educación, Universidad de la República, Uruguay. Maestrando en Ciencias Humanas
opción Teorías y prácticas educativas, e integrante del Departamento de Historia y
Filosofía de la Educación de la misma facultad. Editor responsable de la Revista
Presencia: miradas desde y hacia la educación del Colegio Stella Maris, Christian
Brothers del Uruguay. Es autor de diversas contribuciones publicadas en revistas
uruguayas y brasileras; y ha participado en eventos académicos en Uruguay, Brasil,
Argentina, Grecia y México.
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Ciencia, tecnología y educación: miradas desde la filosofía de la ciencia
Martín Parselis
Profesor e investigador de la Universidad Católica Argentina (UCA) y tiene experiencia
como consultor y emprendedor. Trabajó en el ámbito privado y público en el Ministerio
de Educación y en el Ministerio de Ciencia y Tecnología de Argentina en proyectos de
cooperación internacional. Es Doctor y Magister en Estudios Sociales de Ciencia y
Tecnología por la Universidad de Salamanca, Magister en Administración de Empresas
Industriales por la UCA-EOI, Diplomado en Innovación Tecnológica por la Universidad
de Oviedo e Ingeniero Electrónico por el Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA).
Jorge Rasner
Magíster en Ciencias Humanas y Licenciado en Filosofía por la Facultad de
Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República, Uruguay.
Profesor Agregado y Coordinador de la Sección Académica de Teoría de la
Comunicación en la Facultad de Información y Comunicación de la UdelaR. Profesor
Adjunto del Depto. de Inserción Social del Ingeniero, en Facultad de Ingeniería de la
UdelaR. Participa como docente en cursos de maestría de la Facultad de Información y
Comunicación, Facultad de Ingeniería y Facultad de Psicología de la UdelaR, y en
diversos cursos de posgrado y actualización en el Instituto de Perfeccionamiento y
Estudios Superiores (IPES), de la ANEP. Participa frecuentemente en charlas de
divulgación del conocimiento científico en Montevideo y el Interior. Es miembro del
Sistema Nacional de Investigadores de la ANII, e Investigador del Programa Académico
para el desarrollo de la Información y la Comunicación (PRODIC), con sede en la FIC-
UdelaR. Entre otros ha publicado La comunicación en la era de la mundialización de las
culturas-Exploraciones transdisciplinares (CSIC-UdelaR, 2009), De la epistemología a
la metodología y viceversa. Una aproximación a la investigación en ciencias humanas y
sociales (UCEP-UdelaR, 2010) y Ciencia, conocimiento y subjetividad (CSIC-UdelaR,
2008).
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