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Tamanes Rev China

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:standing, Pen- 22.

República Popular China


on & Schuster,

), Alianza Edi-

996.
n, for the third
vst, 9.IH.1998.
i fry», Business

>er?>>, Financial

22 A De gran Imperio a país sem icolonial1

Un inmenso país (9,2 millones de km2), sólo menor por su superficie que la
ex-URSS y Canadá. La nación más poblada de la Tierra, con 1.330 millo­
nes de habitantes (2009). Y una de las unidades políticas y culturales más
viejas de la Historia, pues en la tercera centuria a. J.C., el pueblo chino for­
maba ya un gran Imperio, que a lo largo, de los siglos dio al mundo nu­
merosas e importantes muestras dé su genio en invenciones y técnicas: el
papel, los precedentes de la imprenta, la pólvora, la porcelana, la seda, la
brújula, el uso de los abonos, la rotación de cultivos, etc. Así como aporta­
ciones filosóficas tan notables como las de Confúcio, Mencio, Lao-Tsé...
Los primeros' contactos directos de la Historia moderna entre China y
Occidente —aparte de Marco Polo en el siglo xm, que llegó a la ciudad de
Shansdu en 1275, regresando a Venecia en 1295— se debieron a los na­
vegantes portugueses (1516), que ya en 1533 establecieron su factoría en
Macao 2. En realidad, desde los tiempos de Roma hubo un comercio con

! Para una visión más amplia de China, Ramón Tamames, El siglo de China. De Mano
a primera potencia mundial, Planeta, Barcelona, 4.a edición, 2008. En libro de bolsillo
con un prólogo y un epílogo de actualización en Booket, Barcelona, 2008.
2 Para una visión histórica de China puede verse W. Eberhard, A History o f China,
Routledge & Kegan, Londres, 1952:

537
Las grandes potencias económicas

Occidente — recuérdese la «Ruta de la Seda»- pero a través de pueblos


intermedios, y fundamentalmente de los árabes durante toda la Edad Media.
Los productos de la excelente artesanía china (sedas, tejidos, porcelanas,
marfiles, etc.) fueron muy apreciados en Occidente durante los siglos xvi-
xviii, compitiendo en precio y calidad con los de otras procedencias. Sin
embargo, esa situación comparativamente buena de los artículos de fabrica­
ción china habría de cambiar de forma dramática con el maqumismo. El
mercado chino no tardó en convertirse, desde principios del siglo xix, se­
gún veremos, en el área de toda clase de ambiciones del capitalismo euro­
peo, japonés y de EE.UU.
La compleja historia de China alcanzó momentos de gran brillantez en
los siglos xvu y xviíi. Durante la Dinastía Manchú, y más concretamente
en el remado de Kangshi (1661-1722), transcurrió uno de los más largos
períodos de paz y de prosperidad que China conoció a lo largo de toda su
Historia. Pero el comienzo de la decadencia no tardó en presentarse; ya a
finales del siglo xviii se advierten los primeros síntomas de presiones za­
rista y británica, que poco más tarde habrían de transformarse en ataques
directos al Imperio. Se inició de este modo una nueva fase, en la que los
chinos, acostumbrados a tratar a los extranjeros más próximos (birmanos,
vietnamitas, coreanos, tibetanos e incluso japoneses) como vasallos, hubie­
ron de tolerar primero como iguales, y como superiores en fuerza después,
una nueva cohorte de naciones occidentales —Inglaterra, Rusia, Alemania,
Francia, EE.UU.— y el renovado Japón.
Los problemas exteriores ya con caracteres bélicos se iniciaron en 1834,
año en que las fuerzas británicas y chinas se enfrentaron en lucha abierta por
primera vez. Ello se debió a la no aceptación por parte de China de la pre­
tensión británica de obtener mayores ventajas comerciales, hasta entonces
perfectamente definidas y controladas por una especie de monopolio bilate­
ral; de un lado, la «Compañía Inglesa de las Indias Oriénteles», y del otro, el
propio monopolio chino de comercio exterior, que tenía en Cantón su único
puerto de entrada para los géneros extranjeros. Sin embargo, con la aboli­
ción en el Reino Unido de los monopolios de las grandes compañías colo­
niales, Inglaterra quiso que se extendieran las concesiones para todos sus
grandes comerciantes, indiscriminadamente. En definitiva, desde Londres se
veía China como un área de futura expansión británica a partir de la India; y
a corto plazo como el más importante mercado para colocar no sólo la pro­
ducción de sus huevas industrias mecanizadas, sino también —y a precios
exorbitantes— el opio de India y Persia, cuyo consumó había sido prohibido
en. China en 1792. Se abrió así la fase de las llamadas «Guerras del Opio»,
seguidas de toda clase de avatares, que duraron desde 1839 (comienzo de la
primera) hasta prácticamente la proclamación de la República China, en
1912, con el destronamiento del último emperador de la Dinastía Manchú.

538
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'"e-:« ^opiilar China

Sin posibilidad material de convertir al «Celeste imperio» —por su ex­


tensión y su población— en una colonia, las grandes potencias europeas, la
Rusia de los zares y Japón fueron arrebatándole progresivos privilegios,
tanto de carácter comercial como territorial. Así, en 1842 los británicos se
instalaron en Hong Kong; en 1857 los rusos consiguieron los territorios ai
norte del río Amur; entre 1894 y 1910 los japoneses se hicieron con Corea,
Formosa y las islas Riu Km; Francia, Alemania y Estados Unidos lograron
importantes concesiones comerciales, la célebre política de puerta abierta
y de concesiones, que convirtió toda China en un área de influencias eco­
nómicas de los países industriales. Las bases militares foráneas en diversos
puertos (principalmente en Shanghai) eran la garantía para el mantenimien­
to de tales privilegios.
Este largo, proceso de despiece del Imperio, y d.e penetración sistemáti­
ca, en el que desempeñaron un importante papel los misioneros católicos y
protestantes, culminó en 1900 con la guerra de los fíoxers, .originada por
grupos políticos de ese nombre (era boxeadores), xenófobos, partidarios de
la expulsión de todos los extranjeros. De modo que tras la intervención
militar conjunta de las grandes potencias, que llegaron a ocupar Pekín du­
rante algún tiempo, China quedó prácticamente convertida en un país semi-
colonial.
Ante esa situación, las fuerzas más jóvenes y progresivas presionaban en
favor de una modernización del país, única forma de desembarazarse algún
día del intervencionismo de fuera.. Con una élite cultural educada en el
extranjero, núcleos de obreros industriales en el litoral cada vez más reivin­
dicantes, el desmoronamiento general de la administración imperial y el
recurso sistemático a la fuerza militar por los generales para detentar su
propio dominio personal en las provincias, no es extraño que un día se pro­
dujese el derrocamiento del Imperio y la proclamación de la República
(1912). Sus dirigentes, y sobre todo el grupo nacionalista del «Kuomin-
tang» (KMT), formado alrededor de Sun Yat Sen, pretendían hacer salir a
China de su medievalismo económico y de su semicolonialismo político.

22.2 La larga guerra civil y la intervención japonesa

Con la proclamación de la República China se abrió así una fase de confu­


sión general, de fraccionamiento del país y de luchas intestinas entre los
«señores dé la guerra», jefes militares locales, que de hecho no reconocían
la autoridad de la República de Sun Yat Sen, que además de presidente del
KMT había pasado a ser el presidente de la República.
En medio de esas agitaciones, que no parecían cesar, en julio de 1921,
con la asistencia de un delegado de la IH Internacional, quedó formalmente

539
Las grandes patencias económicas

organizado el Partido Comunista de China (PCCh) con doce miembros, en­


tre ellos Mao Tse Tung y Chu En Lai3. En lo sucesivo, el PCCh habría de
ser el aglutinante político de las fuerzas campesinas y obreras. La Historia
de China a partir de este momento, y hasta 1949—año de la proclamación
de la República Popular—, había de ser un continuo enfrentamiento entre el
PCCh y el Knomíntang, por mucho que en ocasiones se produjera la cola­
boración entre ambas fuerzas frente a un enemigo común; los señores de la
guerra y los imperialismos extranjeros, en especial los japoneses. Pero en
realidad, esos pactos, a partir de la muerte de. Sun Yat Sen en 1925, no ten­
drían sino un carácter transitorio, de aplazamiento hasta un final que se de­
cantaría en favor del PCCh, por su más amplia base popular, su mejor orga­
nización y su desarrollo de una teoría revolucionaria marxista, con
importantes innovaciones, fundamentalmente en la identificación del cam­
pesinado como principal fuerza revolucionaria.
El primer enfrentamiento armado entre comunistas y nacionalistas se
produjo el 12 de abril de 1927, cuando el nuevo líder del Knomíntang — el
general Chang Kai Chek— decidió exterminar a los militantes del PCCh en
Shanghai. En realidad, fue un episodio más de la serie de fricciones que se
sucedían entre ambos partidos; así como el resultado de una larga polémica
dentro del propio PCCh sobre la oportunidad de seguir colaborando con los
nacionalistas que ya no seguían las máximas de Sun Yat Sen (independen­
cia, nacionalismo y democracia) y que se habían hundido en el despotismo
y la corrupción.
Dentro del PCCh había dos corrientes bien diferenciadas. Uña, apoyaba la
línea soviética de persistencia en la colaboración con el Knomíntang y de ba­
sar la futura revolución en el proletariado urbano-industrial; la facción que
así pensaba recibía el apoyo delKomintem y estaba dirigida por Chen Tu
Siu. La otra, encabezada por Mao Tse Tung, no tenía reparos ante una ruptu­
ra con los nacionalistas, y veía la posibilidad inmediata de la Revolución con
base en las masas campesinas. Esta tendencia tuvo su primera expresión doc­
trinal en un celebrado trabajo de Mao, Una investigación sobre el movimien­
to campesino en Hunan, aparecido en marzo de 1928, donde se registraban
las primeras experiencias de la lucha directa contra los terratenientes, usure­
ros y elementos nacionalistas corrompidos; con el propósito firme de instau­
rar gobiernos locales tipo Soviet que llevarán a cabo la Reforma Agraria.

3 Las biografías sobre Mao son ya muy numerosas. No falte, entre ellas la habitual de R.
Payne (autor de otras sobre Marx, Lenin, etc.): Portrait o f a Revolutionary: Mao Tse
Tung, Abelard-Schumann, N ueva York, 1961. Para la vida y la obra doctrinal de Mao
hasta 1949 contamos en lengua española con el libro de Jerome Chen (Mao y la Revolu­
ción china, Oikos-Tau, Barcelona, 1967). También es de interés la obra de L. M. Chas-
sin, La conquista de China p o r Mao Tse Tung (Alianza Editorial, Madrid, 1966).

540
22. Itepúlstka Popular China

Los partidarios de la guerra revolucionaria basada en los campesinos


pronto fueron la facción mayoritaria del PCCh, a cuya cabeza figuraron
Mao Tse Tung, Chu En Lai, Chu Té, Lin Piao, y otros dirigentes, los autén­
ticos creadores del «Ejército de Liberación Popular»_ (ELP); que en lo suce­
sivo habría de actuar conforme a un lema bien conocido, que se convirtió
en el aforismo de la moderna guerra de guerrillas:. «Cuando el enemigo
avanza, nos retiramos; cuando se para, le acosamos; cuando se retira o se
debilita, atacamos.»

Una Guerra Civil altamente cruenta se desarrolló entre 1927 y 1934.


Los nacionalistas, a lo largo de cinco campañas, fueron limitando los re­
ductos del ELP., En la fase final de ese proceso, Chan Kai Chek recibió
asistencia técnica del Ejército alemán, y en octubre de 1934, casi completa­
mente derrotado, el ELP inició un repliegue general para resistir en un nue­
vo baluarte. De esta forma dio comienzo «La Larga Marcha», desde los
antiguos reductos comunistas de Jiangxí y Fujian ,(Ias provincias frente a
Formosa) hacia la ciudad de Yenan, en la provincia de Shanxi, casi en los
confines de la Mongolia Interior4. Una marcha de más de 3.500 kilómetros
y llena de dificultades. De manera que de los 90.000 soldados que la inicia­
ron, tan sólo llegaron a Yenan 30.000.,
En tan largo recorrido se confirmó el liderazgo de Mao Tse Tung, y se
formó el núcleo aguerrido de los dirigentes capaces, indoctrinados en el
marxismo; y de sembrar las semillas de la reforma agraria, de la Revolu­
ción y de la honestidad del ELP; que sólo un decenio después habrían de
fructificar para la definitiva conquista de China por Mao Tse Tung.
Durante la guerra Chino-Japonesa, iniciada por la invasión de China en
1937, y prolongada durante toda la SGM hasta 1945, los ejércitos del PCCh
y del Kuomintang volvieron a colaborar en las grandes líneas de acción
frente al enemigo común. Con la diferencia de que al final de la SGM, el
ELP y el PCCh habían multiplicado su fuerza y su prestigio por 100, mien­
tras que el Kuomintang, erosionado por la corrupción, el sentido autocràti­
co y la falta de un ideal popular, se encontraba en trance de desmorona­
miento.
Tras varios intentos frustrados de creación de un gobierno nacional en el
que entrasen los dos grandes partidos, ya después de la SGM, en 1946 se
reanudó la Guerra Civil, en la que Chang Kai Chek recibió inicialmente in­
tensa ayuda militar de EE.UU. Pero los reveses cada vez mayores de sus
tropas hicieron que la Misión estadounidense presidida por el general
Marshall, decidiera en julio de 1946 la suspensión del apoyo norteamerica-

4 Un buen resumen sobre «La Larga Marcha» puede verse en el interesante y apasiona­
do libro de Claude Roy Clefs pour la Chine, Laffont, París, 1953.

541
no al Kuomintang. Marshall, a quien nos referimos extensamente en el ca- j
pitillo 2 de este libro, supo apreciar cabalmente en el campo nacionalista
los fenómenos generalizados de desconfianza, inflación, corrupción, luga
de capitales y moral de derrota. El General estadounidense tomó la más sa­
bia de las decisiones: no implicarse en lo que habría sido una guerra impo­
sible en China. Y en consecuencia, abandonó al corrupto Chang, y desvió
su atención a Europa (el Plan Marshall), para salvar allí la victoria de la
SGM, frente a las apetencias expansionistas de Stalin.
En el nuevo contexto, el desplome de los ejércitos nacionalistas no tardó
en producirse ante la presión creciente del ELP, armado en buena parte con j
los stocks y los arsenales que los japoneses habían dejado en Manchuria en |
manos de los soviéticos, así como con las propias armas norteamericanas I
arrebatadas al enemigo. El 1 de octubre de 1949, en Pekín, Mao Tse Tung i
proclamaba la República Popular China en la histórica plaza de Tiananmen. j
Salvo el Tíbet —que pasaría a control de Pekín en 1950, y Formosa (Tai- j
wán), retenida por Chang con el apoyo de EE.UU.—, toda la inmensidad de j
China quedaba unificada y en paz tras más de un siglo de convulsiones y j
veintitrés años de guerra civil combinada con ocho años de guerra con Ja- !
pón. Tras veintinueve años, el PCCh, basándose en los campesinos y en el j
ELP, llegaba al poder efectivo en 1949. Así se abrió una nueva y revolucio- j
naria página de la historia china. j
Pero antes de entrar en el análisis de las grandes transformaciones ope- j
radas por la Revolución China, debemos hacer un breve paréntesis sobre la j
estructura económica y social de la China tradicional, y sobre la política de |
aislamiento preconizada por EE.UU. contra la nueva China.

233 La condición humana en la estructura económica


anterior a ia Revolución de Mao5

Según una estimación de las Naciones Unidas, en 1947 la renta per cápita
de China era de sólo unos 40 dólares por año, la mitad que en la India y
muy por debajo de los 250 dólares per cápita del promedio mundial de en­
tonces6.

5 Un «clásico» relativamente olvidado sobre este tema es la obra de R. H. Tawney Land


and Labour in China, A llen & Unwin, Londres, 1932.
6 Sobre este período, puede verse la obra de T. H. Gugbes y D. E. T. Luard La China
Popular y su economía, versión española, FCE, México', 1961, así como el libro de A.
D. Bam ett China on the eve o f Communist Takeover; Thames & Hudson, Londres,
1963.

542

t
22 , Popular China

Un país rural en términos abrumadores, con muy escaso desarrollo de


la industria y con una masiva población agrícola esquilmada por los pro­
pietarios y los usureros,. El tipo de interés de los préstamos a que recurrían
los campesinos se situaba normalmente al nivel del 35 o el 40 por 100, y los
arrendamientos que habían de pagar a los propietarios alcanzaban de un
50 a un 80 por 100 del valor efectivo de las cosechas. Ello tenia como con­
secuencia una agricultura intensiva, casi de jardinería, pero con muy escasa
inversión: medios muy toscos de cultivo, carencia de fertilizantes químicos,
labores poco profundas, desconocimiento de la selección de semillas, etc.
Por otra parte, la falta de una política nacional de conservación de recursos
hidráulicos contribuía a las enormes fluctuaciones en las cosechas, deter­
minadas unas veces por sequías pertinaces y otras por inundaciones desas­
trosas. ,
La gravedad de esas fluctuaciones se veía acentuada por la falta de un
verdadero sistema de transportes a escala nacional y, debido a ello, a menu­
do se daba la circunstancia de una aguda escasez de alimentos con hambres
exterminadoras en unas regiones, simultáneamente con situaciones de so­
breabundancia y de precios envilecidos en otras no muy distantes.
La situación de los obreros en las ciudades industriales, sobre todo del
litoral, no era mucho mejor. Todavía en los años treinta y cuarenta eran fre­
cuentes las jomadas de trabajo de doce o catorce horas. En las fábricas, de
Shanghai lo normal eran dos tumos de doce horas cada uno. Las mujeres y
los niños, que en conjunto suponían más del 50 por 100 de la fuerza laboral
en la industria, eran objeto de especial explotación, con salarios muy infe­
riores a lo que en cualquier otro país podría haberse considerado el nivel de
subsistencia.
La carencia de seguridad social era absoluta; en la China Nacionalista ni
siquiera llegó a existir el seguro de accidentes de trabajo. Las condiciones
de vivienda llegaban a límites infrahumanos, y la educación era casi inexis­
tente para el pueblo. Sólo un 10 por 100 de la población sabía leer y escri­
bir.
En definitiva, la China anterior a 1949 era un país de economía tradicio­
nal, explotado por una clase mediocre de terratenientes y usureros locales,
dominados a su vez por concesionarios industriales y comerciantes en gran
parte extranjeros. En los últimos tiempos esta situación estaba protegida
por el Kuomintang y, sobre todo, por la casta de militares corrompidos que
dominaba el partido que Sun Yat Sen había creado para modernizar, inde­
pendizar y democratizar China.
Sobre ese mosaico de problemas, ampliamente diferenciado según las
regiones, había de operar el PCCh en peores condiciones que los bolchevi­
ques en la Rusia de 1917. La mayor ventaja comparativa era la masiva ad-
hesión del pueblo chino a la Revolución y a sus dirigentes, y la casi total

543

*
,ss g ra fía s patencias econ*

-'rm ifilación con su máximo líder, Mao Tse Tung, y el ELP, que en su
avance hacia el Sur había iniciado la entrega de las tierras a los campesinos,
consumando así la definitiva extinción de los terratenientes y los usureros
como clase explotadora más numerosa.
Pero frente a esta ventaja comparativa, no tardó en surgir otra de carácter
negativo. La situación de aislamiento internacional contra China, un ele­
mento que pasamos a analizar, y sin cuya debida comprensión no sería po­
sible entender los sucesivos desarrollos de toda la economía y la política de
la República Popular China. Un aislamiento que, por otro lado, hizo aún
más difícil para los occidentales el conocimiento de lo que en verdad suce­
día en China, convertida en el más enigmático coloso, rodeado por una es­
pecie de «cordón sanitario» internacional que, ciertamente, fue cediendo en
su eficacia hasta desaparecer en la década de 1970.

22.4 El triunfo comunista y la política de aislamiento


de China

Operando sobre la estructura económica tradicional que hemos considerado,


el PCCh puso esa marcha una serie de reformas, con el propósito de desarro­
llar rápidamente el país en un proceso de sociálizacíón que al propio tiempo
lo había de convertir en una gran potencia económica y militar, con aspira­
ciones ideológicas de llevar la revolución a todo el mundo subdesarrollado.
En ese planteamiento, cuya evolución estudiamos en los apartados si­
guientes, operó hasta 1972 el intento de la segregación de China de la co­
munidad internacional de las Naciones Unidas. Ello se debió básicamente a
la decisión de EE.UU. de boicotear de manera sistemática, hasta 1972, la
entrada de la China Popular en la ONU. En pocas palabras, se trató de una
manifestación, quizá la más ostensible del imperialismo norteamericano, de
no reconocer a un país de más de 800 millones de habitantes el papel que le
correspondía en los destinos del mundo y dentro del continente asiático, del
cual EE.UU. quiso ser, como por doquier, el único e indiscutido rector.
Dentro de esa lógica imperialista, EE.UU., con la amplia cohorte de los
países más adictos a su política exterior, mantuvo la ficción de la República
China (de Formosa), último refugio del dictador Chang Kai Chek, que con­
servó en la ONU su puesto como «quinto grande» (!), con derecho de veto
en el Consejo de Seguridad. Así, el KMT, desde Formosa ocupó hasta 1972
un puesto que desde 1949 ya no le correspondía.
Esa situación de cerco internacional, promovido por el protagonismo del
capitalismo mundial (sólo el Reino Unido, Francia, algunos países escandi­
navos y unas decenas de países del Tercer Mundo tuvieron embajadas en
Pekín antes de 1970), se vio agravada para China a partir de 1960, con el

544
enfriamiento progresivo de las relaciones con la URSS. Esas fricciones, a
las que nos referiremos in extenso más adelante, desembocaron finalmente
en una verdadera escisión del movimiento comunista internacional.

22,5 Las grandes transformaciones de la Revolución

Como veremos, la escisión chino-soviética también pudo imputarse en bue­


na parte al propio desarrollo de la Revolución china, que finalmente pasa­
mos a examinar en sus grandes fases: la Reforma Agraria seguida de la co­
lectivización y las comunas, el Primer Plan Quinquenal, el «Gran Salto
Adelante» y su relativo fracaso, el reajuste subsiguiente, la «Revolución
Cultural», y la nueva política de Den Xiaoping.

22.5.1 la reforma agraria7

El viejo propósito de Sun Yat Sen, expresado en uno de sus slogans preferi­
dos, «la tierra para los campesinos», no pudo ser llevado a la práctica en
vida del fundador del Kuomintang, y ni siquiera se aspiró a materializarlo
por sus corrompidos sucesores. Fueron los comunistas, según ya vimos,
quienes pusieron en marcha la experiencia de la reforma agraria durante la
década de 1930 en las «zonas liberadas», coincidiendo con la guerra civil.
La reforma era la meta final de la inmensa mayoría del campesinado chino
que para Mao Tse Tung representaba el 70 por 100 en la ponderación de los
factores decisivos para realizar la Revolución.
Una vez configurada la República Popular poder por el PCCh, la refor­
ma agraria se generalizó a todo el país, y a fines de 1953 estaba práctica­
mente ultimada. El mecanismo básico consistió en la confiscación de todas
o parte de sus tierras a los propietarios ricos y medios, para su redistribu­
ción entre los campesinos pobres y los obreros agrícolas asalariados. La re­
forma, que se hizo a título individual, significó la difusión máxima de la
propiedad privada y la supresión definitiva de la clase terrateniente, de los
arrendamientos onerosos, de los salarios miserables y del crédito usurario.
En definitiva, la reforma supuso la adhesión de la inmensa mayoría del
pueblo chino — 120 millones de títulos de propiedad y unos 500 millones
de beneficiarios— a la causa de la revolución. Los políticos chinos, por pri-

7 Sobre los aspectos agrarios de la Revolución china son indispensables las obras de
Charles Bourrier {La Collectivisation de l ’Agriculture URSS, Chine, Démocraties Popu­
laires, FNSP, París, 1958) y de René Dumont {Révolution dans la campagne chinoise,
Seuil, Paris, 1957).

545
Las gaftaes patencias ee^fioisiícss

mera vez en el siglo xx, no faltaban a sus promesas, hechas no en unas


elecciones, sino a lo largo de una dura guerra revolucionaria.
La reforma tuvo, pues, un tinte marcadamente individualista. No obstan­
te, junto con la entrega de los títulos de propiedad, se fomentaron una serie
de fórmulas de cultivo en común, como los «equipos de ayuda mutua» y las
cooperativas de formación voluntaria. De hecho, no se hacía sino reforzar
entre los campesinos libres algo enteramente lógico en zonas de minifun­
dio. Formadas con 20 a 50 socios cada una, estas cooperativas voluntarias
ya ascendían a fines de 1956 a un total de dos millones, que agrupaban al
90 por 100 de las explotaciones agrícolas.
La eooperativización (en cuyos resultados participaban los socios según
la cuota de capital-tierra aportada) constituyó una gran mejora. Permitió un
aumento considerable de la producción y de los rendimientos por traba­
jador, que habían caído inmediatamente después de la reforma agraria, de­
bido al fraccionamiento de la superficie rural en explotaciones de muy
reducida dimensión.
Sin embargo, desde el punto de vista de la construcción del socialismo y
del comunismo, las cooperativas tenían un inconveniente para los dirigen­
tes chinos: perpetuaban la noción de propiedad privada de la tierra. A ello
se unía la aspiración de conseguir economías de escala, merced a explo­
taciones de mayor extensión y plenamente integradas. Con esos dos pro­
pósitos, desde fines de 1956 y durante todo 1957, se pasó del estadio de las
«cooperativas elementales de producción», o Cooperativas voluntarias de
las que antes nos hemos ocupado, a las «cooperativas de producción avan­
zada», que comprendían cada una de 100 a 200 de las antiguas explotacio­
nes familiares. De ese modo, a comienzos de 1958 los 120 millones de ex­
plotaciones familiares se habían concentrado en sólo 700.000 cooperativas
avanzadas. El paso fue simplemente técnico, de agregación para llegar a
grandes explotaciones. Seguía habiendo propiedad privada, aunque fuera
dentro de un marco cooperativo.
El siguiente paso había de ser la construcción de las comunas, figura en
las cuales se combinarían, según veremos, elementos estrictamente de polí­
tica agraria con los de organización industrial y administración en el plano
regional. Todo dentro del movimiento para pasar de forma acelerada al co­
munismo integral. Este invento fue conocido como el «gran salto adelan­
te», al que nos referiremos con más detalle en 5.2.
Según parece, el movimiento hacia las comunas tuvo sus orígenes en
una iniciativa espontánea de asociación de una treintena de «cooperativas
avanzadas». La primera experiencia se hizo en la provincia de Hunan en
abril de 1958, y al tiempo que se iba a la concentración de una gran super­
ficie bajo una sola dirección, se suprimía por entero el concepto de propie­
dad privada. Mao Tse Tung visitó estas primeras experiencias, dio su apro-
546
bacíón y la formación generalizada de las comunas no se hizo esperar. De
este modo, a fines del mismo año 1958 las 700.000 cooperativas avanzadas
se habían transformado en unas 26.500 comunas; cada una de ellas agrupa­
ba como promedio 4.750 de las antiguas explotaciones familiares.
La explotación de cada comuna pasó a hacerse por medio de brigadas de
trabajo (de 50 a 100 familias cada una, según las zonas), administradas por
un Comité elegido, actuante asimismo en otras áreas de problemas: indus­
trias rurales, comunicaciones, conservación de aguas, repoblación forestal
(a la cual se dio un fuerte impulso), esparcimiento, cultura e incluso defen­
sa. Como ya se indicó, con la formación de las comunas todas las antiguas
formas de propiedad privada de los medios de la producción rural quedaron
abolidas.
Este rápido esfuerzo de colectivización, por lo que parece, fue mucho
más espontáneo y racional que la experiencia soviética de los años finales
de la década de 1920 y primeros de la de 1930, a la que nos hemos referido
en 21.3. Sin embargo, los resultados de la formación de las comunas no
fueron totalmente positivos. Coincidiendo con graves dificultades climato­
lógicas durante 1959, 1960 y 1961 (las «eternas» secuencias de sequías e
inundaciones) y con una intensa actividad fabril en las áreas rurales, la pro­
ducción agrícola cayó de forma muy sensible. La correspondiente revisión
del movimiento de las comunas se introdujo también con gran rapidez, una
muestra más de la flexibilidad con que hasta entonces iba operando el
PCCh. Se autorizaron de nuevo algunas formas de propiedad privada, en
concreto hasta un 5 por 100 de la superficie de la comuna, para dedicarla a
cultivos hortofrutícolas; la cría de aves y cerdos, la artesanía doméstica y
los mercados locales de productos provenientes de la producción privada
también fueron autorizados.
Al propio tiempo, se redujo la dimensión media de las comunas, para
poder administrarlas mejor. Su número pasó a unas 76.000, frente a las
26.500 que eran a fines de 1958. La mejora en la producción no se hizo es­
perar, y desde mediados de la década de 1960, China ya no se vio precisada
de hacer las grandes compras de alimentos, especialmente cereales, a las
que sí hubo de recurrir en 1962 y 1963. A ello contribuyeron también otros
dos elementos importantes: las grandes obras de embalses, regadíos y dre­
najes, que amortiguaron el «eterno» problema de las sequías y las inun­
daciones; y la mejora del transporte interno, que permitió una mejor distri­
bución de los productos a escala nacional.
Aparte de las comunas que, como hemos visto, eran de origen cooperati­
vo, también existían en China explotaciones estatales, cuyo objetivo era el
cultivo extensivo en las regiones fronterizas de Xinjiang, Mongolia Interior
y del Nordeste (antigua Manchuria), aunque también se crearon en otras
áreas del resto del país.

547
Las grandes patencias económicas

Los efectivos humanos de esas explotaciones promovidas por el Estado


fueron iniciairnente gran número de veteranos del ELE, así como muchos
de los chinos regresados del extranjero tras el triunfo de la Revolución. Ha­
cia 1960, últimos datos disponibles en Occidente, estos «sovjoses» chinos
(2.490 en total) representaban una superficie aproximada de 3,2 millones
de Ha, empleaban 2,8 millones de obreros y unos 10.000 tractores, centrán­
dose fundamentalmente en la producción de cereales y carne para el abaste­
cimiento de ios grandes centros urbanos8.

22.5.2 La primera industrialización y el Gran Salto Adelante

Inicialmente, el Gobierno de la República Popular China se planteó la in­


dustrialización del país según el modelo soviético, si bien, como podremos
comprobar, a partir de 1958 ya se apreció en la industrialización un claro
apartamiento de esa línea. Para comprender mejor cuál fue la política in-;
dustrial china, cabe distinguir varias fases en su evolución9: recuperación
(1949-1952), el Primer Plan Quinquenal (1953-1957), la fase de transición
de «las cien flores» (1957), y el «Gran Salto Adelante» (1958-1960). Des­
pués nos referiremos a la «Revolución Culturab> y a las reformas post-Mao.

a) La recuperación (1949-1952)

El restaño de las profundas heridas económicas de la Guerra Civil se


produjo con asombrosa rapidez. La inflación fue controlada de inmediato
con la reforma monetaria y el control de precios y salarios, que fueron liga­
dos a sendos índices 10. Paralelamente se dieron los primeros pasos en el
control socialista de la economía. Aparte de la reforma agraria —ya exami­
nada en 5.1— se nacionalizaron las principales industrias, la banca y todo
el comercio al por mayor. Sin embargo, subsistió en manos privadas — aun­
que con un fuerte control del Estado— la mayor parte de la pequeña y me­
diana industria.

b) El Primer Plan Quinquenal (1952-1957)

En 1953 fue aprobado el Primer Plan Quinquenal, y siguiendo el modelo


soviético de planificación, las decisiones se centralizaron en una Comisión

8 Wang Chen, «China’s State Farms», en Peking Review, abrii 1961.


9 T. R. Tregear, An Economic Geography of China, Butterworths, Londres, 1970,
pâgs. 99 y sgs.
10 Yang Pei-Hsin, «How China conquered inflation» {People's China, numéro de 16 de
junio de 1950).

548

*
22, República PopüUr China

Estatal de Planificación;, presidida por Li Fu Chun. El núcleo central de ese


Primer Plan consistió en la construcción de 694 importantes centros fabri­
les y mineros, de los cuales 156 habían de realizarse con asistencia soviéti­
ca. Los resultados, en términos generales, fueron excelentes: rápido aumen­
to de las producciones, según veremos más adelante, formación de gran
número de técnicos, implantación progresiva de una verdadera administra­
ción pública, información estadística, y mayor grado de aprovechamiento
de la capacidad en las industrias ligeras y en la artesanía; en las que se hi­
cieron escasas inversiones, precisamente con el objetivo de disminuir el
fuerte potencial ocioso de mano de obra.
Sin duda, el problema más importante que pudo apreciarse en el inci­
piente proceso de industrialización fue la aparición de algunos síntomas de
burocratismo, resultado casi inevitable por la falta de crítica.

c) La fase de transición de «las cien flores» (1957)

Ante las incipientes muestras de rigidez y burocratismo, en marzo de


1957, Mao Tse Tung planteó una política de liberalización para la crítica.
Este fue el tema de un celebrado discurso, en el que invitaba a que surgie­
sen por doquier las opiniones críticas, «como cien flores».
Las reacciones no tardaron en manifestarse. Un economista del PCCh,
Ma Yin Chu, asumió el papel de protagonista en las críticas frente a la po­
lítica oficial de la Comisión Estatal de Planificación y de su presidente
Li Fu Chun, centrando sus objeciones fundamentalmente en los siguientes
puntos11:

— Una planificación excesivamente centralizada, burocratizada, sin fle­


xibilidad.
— El desconocimiento del óptimo de dimensión y localización para las
plantas industriales de las diversas ramas de la industria.
— La excesiva compartimentación ó «departamentalismo» apreciable
en la burocracia del Estado; con sus secuelas de falta de coordina­
ción.
— El movimiento excesivamente rápido y demasiado pronunciado de
transferencia del esfuerzo de industrialización del litoral al interior, con
un derroche claro de recursos y de efectivos humanos cualificados.
— La falta de uso de los precios como incentivos para conseguir mayo­
res niveles de productividad en la industria.

11 K.&R. Walker, «A Chinese Discussion on Planning for Balanced Growth. A Sum­


mary o f the Views Ma Yin Chu and His Critics», en The Economic Development o f
China and Japan, Allen & Unwin, Londres, 1964.

549
LaS §T3ñ'í~x fa s económicas

Estas criticas de Ma Yin Chu, y otras muchas que se suscitaron en tomo menos
a la política seguida durante el Primer Plan Quinquenal no fueron bien aco­ ayuda s
gidas oficialmente. Por el contrario, provocaron una viva reacción maoísta tivos?
de réplica a las actitudes liberalizantes y flexibilistas, a las que se calificó La c
de «economicismo». De hecho se estaba combatiendo no ya la amenaza de por las
una NEP, impensable en la China de 1957, sino del paso a China de las in­ clara es
cipientes tendencias a la liberalización económica. los cen
De hecho, se inició así una clara separación de los puntos de vista sovié­ mutuar
ticos, que habría de hacerse más ostensible en las sucesivas secuencias de 5 muy es
la Revolución china. La apertura de esa línea, integrada en la teoría de la i: en los ]
continua «contradicción» preconizada por M ao12, no tardaría en traducirse ; Sint
en un nuevo autodesafío de China, en lo que se llamó el «gran salto ade- ■ básicas
lanle».

d) El Gran Salto Adelante (1960)

Con ocasión de prepararse el Segundo Plan Quinquenal (1958-1962), el


Gobierno de la República Popular China (RPC), suprimida la libertad de ;
crítica y reinstaurada la expresión unificada, se planteó la necesidad de for­
zar el crecimiento económico en un esfuerzo masivo de colectivización de —
la agricultura (ya vimos sus manifestaciones en 5. L, en la formación de las
comunas) y en el desarrollo industrial acelerado.
Se trataba de industrializar no solamente a base de grandes inversiones y
tecnología, en buena parte soviética, sino utilizando también técnicas inter­
medias, recursos locales en todo el país, incluso en las áreas mrales más re- •
motas y con menos tradición industrial, y haciendo uso de una nueva inver­
sión masiva de «capital humano». Sintéticamente, el propósito del GSA
consistía en sobrepasar los niveles de producción del Reino Unido —por j
entonces todavía la tercera potencia económica mundial— para 1972. j
El GSA consiguió grandes éxitos inmediatos cuantitativos: Por ejemplo,
la producción de hierro y acero, el sector en que se puso más énfasis, se do- j
bló en sólo un año. Lo mismo sucedió en la minería del carbón, y también
se consiguieron fuertes aumentos en otras producciones 13. Pero la propia
intensidad del esfuerzo, la falta de coordinación, las catastróficas circuns­
tancias meteorológicas de 1959 a 1960 —ya aludidas en 5.1.—, la falta de
claridad de la Estadística, cada vez más utilizada con fines propagandís- i
ticos, y la retirada de la ayuda soviética en julio de 1960, provocaron una
súbita suspensión de los propósitos del GSA, para pasar a una política de
reajuste. Pero antes, debemos hacer algunas consideraciones sobre por lo
i da sú
-------------- • i . nomí
12 Mao Tse Tung, On Contradiction, Foreign Language Press,, Pekín, 1960. ceñir
13 Y. L. Wu, The Steel índiistry in Communist China, Hoover ínstitute, Stanford, 1965.
S menos dos cuestiones que nos parecen importantes: ¿por qué se retiró ia
ayuda soviética?, ¿fue el GSA un completo fracaso o tuvo aspectos posi-
| tivos?
j La contestación al primer interrogante no resulta fácil; no básicamente
j por las circunstancias en que se produjo el inicio de lo que después sería
1 clara escisión chino-soviética, sino sobre todo por el cúmulo de ataques que
| los centros ideológicos y propagandísticos de ambos países se propinaron
1 mutuamente desde 1960 hasta ahora. En esa polémica se mezclaron una
í muy estimable serie de argumentos y contraargumentos que no aparecían
en los primeros estadios.
Sintetizando, podríamos decir que tres por lo menos fueron las razones
básicas de la retirada de la ayuda soviética a China:
i
| — China con su GSA, intentaba quemar etapas, pasando directamente
| al comunismo, sin necesidad de un largo período transitorio como el
I que desde 1917 estaba realizando la URSS. De hecho, esto venía a
1 ser una crítica despiadada de la política soviética de transforrnacio-
| nes internas progresivas, y de la lejanía aún grande de las metas pro-
j gramáticas del comunismo.
| — Por otra parte, 1960 fue el momento en que tras varios titubeos Niki-
j ta Kruchev planteó en la URSS la política de la «coexistencia pacífi-
j ea» con el capitalismo. Aparte de otros posibles detalles, esta política
} equivalía de hecho a una cierta contemporización soviética-nortea-
j mericana, en cuyo marco la conquista de Taiwan se posponía de ma-
j ñera indefinida y se venía a aceptar, tácitamente, el aislamiento in-
j temaeional de China. La agresividad de China en los nuevos países
j de África también producía una profunda irritación en la URSS, más
j preocupada por su desarrollo económico que por el apoyo a las revo-
j Liciones locales derivables de movimientos guerrilleros en el Tercer
¡ Mundo. La tesis de la «coexistencia pacíñca» (URSS) y de la «revo-
| lución ininterrumpida» (China) chocaban abiertamente.
| — Por último, cuestiones de hoch politik en el sentido tradicional de
| esta expresión. La URSS se había comprometido —en 1958— a fa-
| cilitar a China asistencia técnica para que ésta construyese su propia
bomba atómica. A última hora, tal vez la URSS pensó que por muy
socialista que fuese, no le convenía que su poderoso vecino tuviese
tan formidable arma.

Estas tres posibles razones explicaban —pero no justificaban— la retira­


da súbita de la ayuda soviética, que ocasionó un golpe feroz a toda la eco­
nomía china, pues, la construcción de grandes obras, plantas industriales,
centrales eléctricas, etc., quedó inevitablemente interrumpida, en muchos

551
Las granees ;Kdê*>eías ec&ftémfcâs

casos incluso por años. Después, vinieron otros desarrollos en el creciente


antagonismo chino-soviético: la polémica sobré si el capitalismo era un «ti­
gre de papel», las reivindicaciones territoriales chinas al Norte del Amur y
en Asia Central Soviética, la diferente actitud ante la guerra del Vietnam,
ante la intervención militar rusa en Checoslovaquia, etc.
Queda ahora la segunda de las dos cuestiones que más arriba nos plante­
ábamos: ¿fue un completo fracaso el GSA? Desde una óptica occidental
muy simplista, así podría parecerlo. Sin embargo, lo cierto es que con el
GSA se consiguió un fortalecimiento de China: una más clara comprensión
de que todo el conjunto chinó es una sola nación, y las grandes migraciones
interregionales desencadenadas en esta fase contribuyeron no poco a ello;
la idea de prestar servicio a la comunidad sin esperar un premio inmediato
se extendió mucho más de lo que podría pensarse.
; No cabe duda, pues, que aunque no se cubrieron muchos de los objeti­
vos, el GSA influyó decisivamente en la consolidación del sistema socialis­
i ta en China.
Con el primer año del GSA se puso término a un decenio de intenso cre­
cimiento económico en China, que fue seguido de las convulsiones de los
años 1959-1960, hasta que en la segunda mitad de 1960 se adoptó una línea
más flexible en la política económica: se redujeron las ambiciosas metas de
crecimiento que se había demostrado eran excesivas, y se limitó el alto gra­
do de autarquía regional que se había generado con la fuerte dispersión de
pequeñas instalaciones industriales, muchas de ellas claramente antieconó­
micas. Así, se volvió de nuevo a los proyectos de gran dimensión de ámbito
nacional sobre la base de una coordinación míerregional14.

22.6 El significado de la Revolución Cultural

Tras los problemas del GSA, la recuperación económica se produjo más rá­
pidamente de lo que en. Occidente se pensaba, y en 1964 China se encontra­
ba de nuevo en condiciones de plantearse algo parecido a un nuevo gran
salto adelante con una doble alternativa. De un lado, estaba la postura de
Mao, partidario siempre de la lucha, del avance revolucionario, pero sin
duda transitoriamente debilitado en su prestigio y su influencia política por
el fracaso, al menos relativo, del GSA.
Debido a esas circunstancias, en septiembre de 1958, Mao había aban­
donado la Presidencia de la República (ocupada desde enero de 1959 por

14 Maurice Niveau, Histoire des faits économiques contemporains, PUF, 2.a ed., Paris,
1969, pâg. 539. De grau interés también para esta fase es el libre de Edgar Snow La
Chine en Marche, version francesa, Stock, Paris, 1963.

552

*
»úbiíea Popular China

Liu Shao Ki), aunque conservó la Presidencia del PCCh. Y entre 1962 y
1964 se gestó dentro del Partido el enfrentamiento de Mao y sus adictos
con la fracción encabezada por el propio Liu Shao Ki y Peng Chen (alcalde
de Pekín). La polémica se convirtió en septiembre de 1965 en lucha abierta
por el control efectivo del PCCh. Mao, con parte del Comité Central (fun­
damentalmente Chu En Lai y Lin Piao), marchó a Shanghai, desde donde
puso en marcha la «Revolución Cultural», masivamente respaldada por la
juventud — «Guardias Rojos»—, que con diversas alternativas se mantuvo
en ebullición a lo largo de 1966, 1967 y 1968.
En pocos textos como en la entrevista que el sinólogo Edgar Snow le
hizo en enero de 196515, puede apreciarse el estado de ánimo de Mao poco
antes de esos acontecimientos. En aquella ocasión se expresaba en términos
de duda, y todavía sin una previsión clara sobre el futuro. Vacilaba entre
abandonar y retirarse, o seguir en la brecha. «Los chinos que ahora tienen
veinte años —dijo, según el citado testimonio de E. Snow— no lucharon en
la guerra, nunca vieron a un imperialista, ni conocieron el poder del capita­
lismo... Hay dos posibilidades. Es posible que continúe desarrollándose la
revolución orientada hacia el comunismo, o bien la juventud podría negar
la revolución y ofrecer un lamentable espectáculo: concertar la paz con el
imperialismo, promover el retomo de los restos de la camarilla de Chang
Kai Chek, y apoyar a la pequeña proporción de contrarrevolucionarios que
todavía viven en el país.»
La vacilación de Mao duró bien poco; la Revolución Cultural, de im­
pregnación masiva de la juventud en la ideología de Mao, llegó a todo el
país. Ya en agosto de 1966 la balanza del poder empezó a vencerse clara­
mente a favor de Mao y la Revolución Cultural. El 8 de ese mes, el Comité
Central del PCCh aprobó una Resolución sobre la «Gran Revolución Cultu­
ral» que en dieciséis puntos apoyaba incondicionalmente a Mao, exaltando
su pensamiento hasta casi la deificación. Que la polémica era sobre todo
ideológica lo demuestra el escaso contenido económico de «Los Dieciséis
Puntos», de lo cual da una idea el número XIV —que reproducimos a con­
tinuación—, el único en que se desarrollan algunos aspectos económicos, y
como se verá, muy generales16:
«La gran revolución cultural proletaria procura capacitar al hombre para
que revolucione su propio pensamiento, permitiendo de ese modo la reali­
zación de tareas en todos los campos con resultados mayores, más rápidos,

15 Recogida en el número de The New Republic del 27 de febrero de 1965.


16 Transcrito del apéndice documental del libro de A. Doak Bamett China después de
M ao, versión española, Paidós, Buenos Aires, 1967, pág. 239. El libro de A.D. Bamett
es de interés (tanto por su propio contenido como por los anexos documentales) para el
estudio de la Revolución Cultural.

553
mejores y más económicos. Si se moviliza por completo a las masas y se 2 2 .7
crean formas organizativas satisfactorias, es posible garantizar que la revo- i
lución cultural y la producción no se estorbarán mutuamente y que en todos i
los casos se obtendrá un trabajo de elevada calidad. La gran revolución cul- j ras ja
tural proletaria es una poderosa fuerza motivadora para el desarrollo de la { p ^ g aj p
productividad social de nuestro país. Es erróneo oponer la gran revolución 1 tjco y SOt
cultural al desarrollo de la producción.»17 | gógica n
En octubre de 1968, dentro de un proceso de aparente desorden, pero agricidtu
con su propia lógica, Liu Shao Ki fue depuesto de su cargo de Presidente C01
de la RPC, y al año siguiente, en 1969, con ocasión del IX Congreso del gro sj
PCCh, Mao recuperaba el pleno control del Partido, volviendo a ocupar la su 0£jet-,
presidencia de la República. ' de econo
La tesis final de Mao en el curso de la Revolución Cultural —que cierta- partlc
mente estuvo llena de incidentes a veces pintorescos, y de exaltaciones en sería, mei
muchos casos de matiz parafaseista en apariencia— era clara: «La marcha qUe sa
hacia el socialismo no es irreversible. En una sociedad socialista mal dirigí- nen \QS (
da puede asistirse a una vuelta atrás hacia el capitalismo, a través del revi- lograr el
sionismo. Es un peligro más insidioso que el de una acción contrairevolu- a esos ml
cionaria violenta, porque procede de una evolución pacífica que sustituye a Todo •
la revolución; desvía la dictadura del proletariado hacia el revisionismo, n¿sta
que se ve favorecido por una degeneración de la dirección del Partido y del ! tomado 1
Estado. Esa situación ya se ha producido en Yugoslavia; está en trance de ; mente lo
repetirse en la Unión Soviética.» Eran palabras, proféticas, a su gran amigo ¡as cua
Edgar Snow.
El 25 de octubre de 1971 China Popular fue admitida como miembro de \ p n |a
las Naciones Unidas, en el lugar antes ocupado por China Nacionalista. lectivizat
Así, se consagró mundialmente como gran potencia, con su puesto en el jes £] p¿
Consejo de Seguridad junto a los otros cuatro «grandes» (Estados Unidos, i nistrativa
URSS, Reino Unido y Francia). | parcela s
A partir de entonces —y con relaciones cada vez más normalizadas con macenes
EE.UU. tras el viaje de Nixon a Pekín en 1972—.China empezó a participar
en todas las grandes reuniones internacionales: la UNCTAD, la Conferen- ;
cia sobre el Medio Humano, en Estoeolmo (1972); la de Población de Bu- Bantam B
carest (1974), etc. En definitiva, la entrada de China en la ONU contribuyó v
• i 1973 (exis
a disminuir la tensión mundial A a la China
___________ na: la opii
17 Ibídem. John K. C
18 Para la presente sección se ha tenido en cuenta la siguiente bibliografía: Lucien Bo- 1973.
dard, Les plus grand árame du monde, la Chine, Gallimard, Pans, 1968. lean Pierre Para la
Brulé, China comes o f age, Penguin, Londres, 1971. Jean Deleyne, L ’Economie Chinoi- Chinese R
se, Senil, París, 1971. Edgar Snow, Red China Today. The oth?r side ofthe river, Pen- i Informa; :
guin, Londres, 1972. W inberg Chai (editor), Essential Works o f Chinese Communism,, China en <

554
. 22, ' ^ j China

22.7 La política de modernizaciones y la teoría de los dos


sistem as19

Tras la muerte de Mao en 1977 y la definitiva consolidación de Den Xiao-


ping al frente del poder, la formulación oficial del proceso de cambio polí­
tico y social en China pasó a fundarse —siguiéndose todavía la pauta peda­
gógica maoísta de las enumeraciones —en las cuatro modernizaciones:
agricultura, industria, ciencia y tecnología. El carácter de éstas se despren­
de de connotaciones ideológicas («¿qué más da que el gato sea blanco o ne­
gro, si sirve para cazar ratones?», en frase de Den) con el resultado de que
su objetivo final estaba poco claro. ¿Sería el retomo definitivo a un sistema
de economía mixta, con tan fuerte presencia del sector privado y tan eleva­
da participación de la inversión exterior que toda referencia al socialismo
sería meramente hueca? ¿O encontraría China una fórmula de equilibrio en
la que sin desmontarse los fundamentos de una estructura socialista funcio­
nen los dispositivos necesarios a fin de conseguir suficiente eficacia para
lograr el bienestar que se está buscando? Por ahora, no hay respuesta segura
a esos interrogantes.
Todo el cambio arrancó del pleno del Comité Central del Partido Comu­
nista Chino celebrado en diciembre de 1978 — la gran oportunidad del re­
tomado Den Xiaoping tras su destierro por Mao— que enterró definitiva­
mente lo que quedaba de la revolución cultural. Y se pusieron en marcha
las cuatro modernizaciones.

En la agricultura, se pasó del sistema de comunas, como proyecto de co­


lectivización total, al sistema generalizado de parcelas familiares individua­
les. El papel de la comuna se vio limitado al de una unidad político-admi­
nistrativa, que ya no podía controlar el uso de la tierra. El poseedor de la
parcela se comprometía a entregar la cantidad prevista de bienes a los al­
macenes del Estado, a un precio fijado previamente, pero podía disponer

Bantam Books, Nueva York, 1972. Bárbara W. Tuchman, Notes from China, Collier
Books, Nueva York, 1972. Alain Peyrefitte, Quand la Chine s ’éveillera..;, Fayard, Pans,
1973 (existe version española en Plaza y Janes, Barcelona, 1974). Vicente Talón, Viaje
a la China de Mao, G. del Toro, Editor, Madrid, 1973. James Tobin, «La Economía chi­
na: la opinión de un turista», en Perspectivas Económicas, n.° 3, 1973, págs. 18 a 21.
John K. Galbraíth, Pasajero en China, versión española, Plaza y Janés, Barcelona,
1973.
19 Para la presente sección se han tenido en cuenta la obra de Lynn Pan, «The New
Chinese Révolution», Hamish Hamilton, Londres, 1987; y las publicaciones de Beijing
Informa; y sobre todo mis propias apreciaciones, consecuencia del viaje que realicé a
China en el verano de 1987.

555
Las q m n ém patefiria» st^ n é m icsz

del resto de su capacidad de producción para los mercados libres. Incluso


con la posibilidad de subcontratar total o parcialmente otras parcelas de los
menos decididos, y emplear trabajo ajeno, hasta un límite teórico de siete
personas, tope que cabe superar fácilmente con algunos subterfugios. Por
otro lado, son miles y miles las empresas de ámbito rural que trabajan para
abastecer de piezas y partes a las fábricas de las ciudades, que en vez de
ampliar prefieren disminuir sus capacidades autárquicas para entrar en la
vía de la subcontratación.
El proceso de reprivatización rural a que nos referimos culminó el 12 de
abril de 1988, cuando la Asamblea Nacional Popular (el Parlamento) apro­
bó una enmienda constitucional —por 2.821 votos a favor, 22 en contra y
16 abstenciones— autorizando la legalidad de la libre compraventa de dere­
chos de utilización de la tierra. Esta aprobación se hizo —según portavoces
oficiales— «como complemento de la economía socialista», asegurándose
que el Estado «protegerá los intereses y derechos del sector, mediante la
ley, la supervisión y el control»20.
En la industria, como se puso de relieve en los planes quinquenales 6.° y
7.H (1981/1985 y 1986/1990), las prioridades se dirigieron a resolver los
cuellos de botella más importantes: en la energía, para poner fin a las seve­
ras penurias del suministro de electricidad; en el transporte, para superar la
situación de atraso en los ferrocarriles y atender los impresionantes aumen­
tos de las necesidades de pasajeros y carga; y en las telecomunicaciones era
preciso agilizar las interconexiones de la inmensa China en sus relaciones
internas y exteriores.
Pero el sector industrial se transformó, sobre todo, por un vasto proceso
d&desregalación, que fue permitiendo a las empresas dedicar una parte de
sus beneficios a atender el mejor desarrollo de las inversiones, o a pagar
pluses a sus trabajadores, vender en el mercado libre por encima de una
cierta cantidad oficialmente establecida; y retener parte de las divisas obte­
nidas por exportación. Se introdujo, además, el derecho de despido de los
obreros ineficaces, y el acceso cada vez más libre al crédito bancario. Las
nuevas fórmulas culminaron con la posibilidad de vender acciones a los
propios obreros, a otros ciudadanos, o incluso en la bolsa de valores.
Otro instrumento introducido para estimular la productividad industrial y
el desarrollo de toda clase de servicios, fueron las zonas económicas espe­
ciales (7.F.F.Y de las cuates la primera y más importante es la de Shenzhen;
en la frontera misma con Hong Kong, que se puso en marcha no sólo para
aprovechar los excedentes de capital del todavía enclave británico, sino
para preparar psicológicamente el retomo a la soberanía china de ese terri­
torio (en 1997), y el del Macao portugués (en 1999).

20 Cinco Días, 13 de abril de 1988.

556
22. República P au tar China

En las ZEE, se impulsó la iniciativa extranjera, con toda clase de facili­


dades, para atraer a suelo chino industrias de alta intensidad de capital, y
tecnologías de punta; así como nuevas formas de organización que luego
pudiesen ser un modelo para el resto del país.
En definitiva, con las cuatro modernizaciones, China experimentó un
importante progreso, quebrantándose la fosilizada estructura económica an­
terior para agilizar la economía en la dirección de un nuevo sistema que los
propios chinos pasaron a denominar ambiguamente mercantilsocialismo.
Todos los planteamientos hechos por Zhao Ziyang — sucesor aparente
de Den Xiaoping-— con ocasión del XIII Congreso del PCCh (octubre de
1987), implicaron una buena dosis de optimismo. Claro que también hubo
escépticos sobre la continuidad sin sobresalto de la experiencia; a l no des­
cartarse la posibilidad de una marcha atrás como consecuencia d e un prin­
cipio de austeridad, de vuelta a las primeras esencias maoístas. «Sincera­
mente —escribía él autor en la 12.a edición de este libro en 1988— creo
que esta eventualidad es cada vez más lejana. Frenado el paraíso que se les
prometió en los primeros tiempos revolucionarios, los chinos ya han pro­
bado el fruto del árbol del capitalismo; y parece que no les ha disgustado.
Un retomo a la austeridad, al centralismo y a los planteamientos heroicos,
parecen planteamientos imposibles.»
Los sucesos de Tiananmen, la gran plaza de Pekín, donde murieron cen­
tenares de estudiantes bajo el fuego del ejército en la primavera de 1989,
supusieron un sangriento interrogante respecto a las reflexiones anteriores.
Por lo demás, el trauma político, no pudo por menos que afectar a la situa­
ción económica intema, que se vio muy deteriorada desde finales de ese
año 1989; por el freno introducido a los movimientos liberalizadores, en lí­
nea con el pretendido retomo a ciertas ortodoxias comunistas del primer
ministro Li Peng, bajo la égida del veterano Den Xiaoping.
Luego, durante los años 1990 y 1991 —la crisis del Golfo favoreció a
China al desviar la atención mundial al Oriente Medio— las relaciones in­
ternacionales de Beijing fueron normalizándose, y el gobierno de Li Peng
se planteó nuevas metas de crecimiento para frenar el descontento de la po­
blación21.
En este sentido, se abrieron nuevas zonas económicas especiales para la
inversión según los métodos capitalistas. Y se dieron facilidades para adop­
tar mecanismos más flexibles en el propio interior del país, al objeto de im­
pedir una dualización del sistema productivo chino. Por lo demás, y al mar-

21 Una aportación de gran interés al estudio de la China de principios de 1990, es el li­


bro de Enrique Fanjul —residente en Beijing durante cinco años, como jefe de la Sec­
ción Económica d éla Embajada de España—, Reforma y Crisis en China, Arias Monta­
no, Madrid, 1991.

557
Las «raíidas potencias econéímcs«

gen de la recesión de los países industriales del Norte durante los años
1990/92, China continuó creciendo a ritmos musitados.

22.8 Pasajero en China22

En la primera decena de diciembre del 2000 el autor de éste libro estuvo


en China para dictar varias conferencias, en Pekín y Shanghai; y también en
Chengdu, esta última, la capital de la provincia de Sechuán, la mayor del
país, entonces con 85 millones de habitantes, población superior a la de
cualquier Estado miembro de la Unión Europea.
En ese mi segundo viaje a China continental—el primero lo realicé en
1987— pude apreciar en directo los profundos cambios de los últimos tiem­
pos, en verdad espectaculares. Pekín, la capital, es en más del 50 por 100 de
su amplia superficie una ciudad completamente nueva, de planificación
urbana en muchos aspectos admirables y Shanghai con un nuevo distrito ur­
bano (Pudong) con la arquitectura seguramente más atrevida del planeta.

22.8.1 Un gran país en marcha: liberalizadón, convertibilidad


y apertura financiera

El tema principal de las conferencias que dicté en mi recorrido por China


fue la modernización de su economía, fundamentalmente a partir de los pre­
parativos para lo que sería su entrada en la Organización Mundial de Co­
mercio (OMC), una incorporación que por fin se produjo en noviembre del
2001 en la Conferencia de Doha, como tuvimos ocasión de ver el capítulo 5,
donde hicimos algunas reflexiones sobre los compromisos del nuevo socio.
Eso significa una auténtica revolución a numerar como la cuarta-, la pri­
mera, al formarse lo. República por Sun Yat Sen en 1912; la segunda, en
1949 —tras la larga marcha, la contienda civil, y la segunda guerra mun­
dial'—, al crearse la República Popular por el impulso político de Mao Tse
Tung23. La tercera se produjo a partir de 1978, cuando se abordaron las

22 El título de esta sección es un homenaje a J.K. Galbraith, quien en 1973 publicó un


pequeño gran libro, precisamente con el nombre de Passenger in China. Introduzco
aquí ese título, traducido literalmente al español y consciente de que incurro en un an­
glicismo; muy expresivo, sin embargo, de mi admiración por el Profesor de Harvard.
23 Con ocasión del 50 aniversario de la creación de la República Popular China, en
1999, en todos los principales medios de prensa hubo suplementos especiales sobre tal
efemérides con visiones retrospectivas de indudable interés-: The Economist, «W ill Chi­
na be next?», 24.X.1998; El Mundo, «50 Años de la República Popular», Documentos,
30.IX.1999; lam es Kynge, «R eflections o f half a century», Financial Times, LX. 1999.
t
22. República Pó putar China

ios años cuatro modernizaciones de Deng Xiaoping. Y al volver la página del siglo
y el milenio, llegó el mayor de los cambios, de la mano de Jiang Zeming y
Zhu Rongji, Presidente de la República y Primer Ministro, respectivamente.
En el esquema de entrada en la OMC, a la liberalización comercial, ya
comentada en el capítulo 5, se incluyeron los servicios —fletes, derechos de
propiedad, seguros, establecimiento de entidades financieras, etc.— para dar
o estuvo máxima flexibilidad a la economía. Y fundamentalmente habrá d e permitir­
nbién en se la libre circulación d e capitales, suprimiéndose las fuertes restricciones
layor del imperantes con facilidades también en el derecho de establecimiento.
r a la;de Por lo demás, con la mayor afluencia de capitales foráneos surgieron
nuevas estructuras de propiedad; con mayor presencia de empresas multina­
ealicé en cionales, y una mayor difusión de bancos extranjeros y otras entidades fi­
nos tiem- nancieras. Igualmente, se abrió plenamente el tráfico de IT (Information
or 100 de Technologies), y de las demás actividades relacionadas con internet.
íficación En esa dirección de grandes reformas, están en marcha los preparativos
istrito ur- para crear un único mercado bursátil a escala de todo el país, lo cual plan­
oreta. tea un serio problema entre los tres existentes en Hong Kong, Shanghai y
Shezhen. Debiéndose agregar en este punto que durante el año 2001 co­
menzaron a cotizar en bolsa las grandes compañías estatales en una genera­
ad lización ya total.
: Entrando ahora en una visión más amplia, y para damos idea de qué su­
pone la liberalización financiera en China, subrayemos que la participación
or China
de las inversiones extranjeras directas en el total ha experimentado una evo-
e los pre-
| lución impresionante. Con la particularidad de que las aportaciones de tales
il de Ca­
fondos además de constituir un complemento muy significativo del ahorro
mbre del
nacional, lleva aparejadas otras consecuencias de largo alcance en términos
ipitulo 5,
de tecnología, recursos humanos, management, marketing, etc.
vo socio.
En definitiva, la aceptación por China de nuevas reglas y la prestación
a: la pri-
de más sólidas garantías ha contribuido a que el capital foráneo crezca y al
unda, en
tiempo se diversifique. A tales efectos será bueno precisar que una gran
rra mun-
j parte del capital extranjero de los últimos 20 años ha procedido de Hong
Mao Tse
Kong y Taiwan (los chinos de ultramar). En un fenómeno particularmente
laron las
! intenso en Hong Kong, que literalmente se vació de fabricas en su territorio
para irse ai continente, a fin de polarizar en su propia demarcación como
uiblicô un Región de Régimen Administrativo Especial —desde la salida de los britá­
ntroduzco nicos en 1997— su actividad en comercio internacional, finanzas, y nuevas
en un an-
tecnologías.
irvard.
Por lo demás, ha de señalarse también que los chinos de ultramar tienen
China, en
las máximas facilidades para desenvolverse en el continente, por razones de
s sobre tal
idioma, relaciones familiares —la fidelidad entre parientes reviste en China
<Will Chi-
cumentos,
la máxima importancia— , y el mejor conocimiento de la idiosincrasia lo­
l.X . 1999. cal, en la que los foráneos tardan un tanto en entrar.

559

*
las grandes p a s a d a s e m m m ia a .t

22.8.2 Reformas económicas y sociales

Las empresas públicas, que en la jerga chinoinglesa se denominan SOE


(state owned enterprises), generan hoy en torno al 25 por 100 del PIB
(2009), y a pesar de su fuerte saneamiento, todvaía están fuertemente sub­
vencionadas en muchos casos, a fin de enjugar las pérdidas provenientes de
su gestión ineficiente; en gran parte concebida como una forma de crear
empleo a muy baja productividad.
En otras palabras, aunque cada vez menos, las SOE están sobrecargadas
en sus nóminas por la práctica habitual de colocar compulsivamente a mi­
llones de personas que de otra forma serían parados de solemnidad. Con la
clara conciencia ya de la necesidad de reformar las SOE, y de privatizarlas
en buena medida aunque sea a costa de un mayor desempleo, que tendrá
que regularse con un sistema nacional de seguridad social para toda la Na­
ción. que ya está previsto desarrollar a lo largo de los próximos años; inclu­
yendo, lógicamente, un nuevo sistema de pensiones también a escala nacio­
nal. De ese modo podrán cubrirse más racionalmente los pagos a los
jubilados, algo ya imposible de todo punto de abarcar por las empresas. .
También será necesaria una reforma fiscal, para elevar la presión tributa­
ria todavía muy baja; estimada en sólo el 20 por 100 de un PIB por lo de­
más muy infravalorado oficialmente al no incluir la amplia economía infor­
mal. Y para aumentarla y practicar una verdadera política de desarrollo
social, será necesario gravar más a los nuevos millonarios, los funcionarios,
y la ya consolidada clase media. Un reforzamiento impositivo que es lo
único pensable para cubrir el todavía considerable déficit de infraestructu­
ras y de toda clase de equipamientos sociales que hoy padece el país: nue­
vos tramos ferroviarios, autopistas^ aeropuertos, energía, urbanismo, reor­
ganización de la agricultura, política de vivienda, I+D, etc.
Además de las ya destacadas, conforme a las previsiones de la OMC se
han hecho reformas en cuyo detalle no podemos entrar aquí: moderna legisla­
ción mercantil, más rápido funcionamiento de la justicia, flexibilidad y res­
ponsabilidad de los mercados financieros, nuevo marco de relaciones labora­
les, sistema educativo renovado, planificación de las ciudades medianas y
pequeñas, régimen actualizado de acceso a la vivienda, etc. También serían
necesarios importantes reajustes e inversiones en materia de medio ambiente;
por la poca atención prestada al tema desde que en 1978 se inició el creci­
miento acelerada. Los ríos y lagos están contaminados y sin vida por la lluvia
ácida; los residuos se acumulan, y las exigencias energéticas conducen a fuer­
tes emisiones de COr Todo eso y muchas más cosas necesitan de cambios, es­
pecialmente de cara al Protocolo de Kioto-bis (o de Copenhague), cuando
China, que ya es el primer país industrial y también el máximo contaminador
del planeta, tendrá que asumir sus responsabilidades de disminuir sus emisiones.

560
Y last but not least, n o cabe dejar en el olvido la adopción de una políti­
ca de derechos humanos —objeto ya de un primer acuerdo entre Jian Ze-
ming y Mary Robinson, la responsable del tema en las Naciones Unidas—,
con la revisión de las leyes penales; para, entre otras cosas, acabar un día
con la pena de muerte, que despiadadamente siega la vida de miles de chi­
nos cada año; por delitos que en Europa Occidental a veces no superan el
nivel de meras infracciones administrativas.

22.8.3 Dualismo y migraciones

Pero con ser importantes las dificultades reseñadas' en todo lo anterior, las
cuestiones decisivas de cara al futuro de China radican en su estructura so­
cial y en las migraciones que puedan producirse en el futuro. En otras pala­
bras, la República Popular es un país dual, de grandes desequilibrios, que
ha progresado de forma espectacular en Pekín, la costa del Pacífico (sobre
todo en las zonas económicas especiales) y en las grandes ciudades del in­
terior. En el resto del territorio, el centro y el oeste, se vive con un nivel
tecnológico inferior y todavía con fuertes penurias inffaestructurales.
Ese dualismo no deja de ser un verdadero sarcasmo histórico, a poco
que se recuerde que la revolución de Mao la hicieron los campesinos, cuyo
nivel de vida sigue muy bajo; en pequeñas explotaciones de baja capitaliza­
ción, y muchas de ellas en tierras áridas o en zonas montañosas, donde el
cultivo sólo es posible atenazando laderas en bancales; que son origen de
paisajes de gran belleza pero de escasa productividad. Por lo demás, una
parte muy considerable de la producción es retirada a los agricultores por
los organismos oficiales a bajos precios.
Los economistas chinos reconocen paladinamente tan fuertes desequili­
brios, con gran proporción de ciudadanos en situación de pobreza, la in­
mensa mayoría en las zonas rurales. Y con la finalidad de atenuar tal estado
de cosas, desde 1978 se pusieron en marcha los llamados programas para
aliviar la pobreza, que han contribuido a mantener la paz social; y que nun­
ca cayeron en el nacionalismo necio de excluir los créditos tipo FAD, otras
formas de ayuda oficial al desarrollo (OAD) de los países más avanzados, e
incluso la asistencia humanitaria. Pero esas ayudas son insuficientes para lo
que se prepara: la mayor migración de todos los tiempos.
En la actualidad puede haber en China un contingente cifrable entre 50 y
100 millones de personas no oficialmente registrado; tal como se suscitó
con ocasión del censo del 2000. Pero el mayor problema es que a esos efec­
tivos tan importantes se unirán las próximas migraciones, con la común
particularidad de que tanto los migrantes aún no inscritos en asentamientos
ilegales, como quienes van llegando a sus nuevos destinos también ilegal-
Lss graneles potencias económicas

mente, no reciben las prestaciones sociales más indispensables. La conse­


cuencia es que no tienen otro remedio que organizar sus propios disposi­
tivos de salud, lugares de enseñanza, etc.; convirtiéndose en una primera
expresión, elemental si se quiere pero más que significativa, de una emer­
gente sociedad civil.
Las migraciones quiere dirigirlas el Gobierno a la conquista del Oeste,
en lo cual no todos ven un mero afán de reequilibrio económico, con la evi­
dente aspiración de nuevas colonizaciones de las regiones menos desarro­
lladas; para procurarse las indispensables materias primas: carbón e hidroe-
léctricidad de Secbuán y el Tíbet, gas natural y petróleo de Qinghai y
Xinjiang. Como también se trata de reforzar las fronteras más sensibles, lo
cual entraña una indudable y conflictiva componente política: que la pobla­
ción Han —los chinos en sentido étnico y lingüístico más estricto— vaya
engrosando en la composición demográfica autóctona, hasta superar en
número a las minorías; especialmente en los casos de los tibetanos, y de los
uigures de raza turca y religión musulmana de Xinjiang. Lo cual explica
los estallidos de protesta, y de tinte nacionalista que se producen en esas
dos regiones autónomas.
En fin de cuentas, insistimos, el Gobierno chino se encuentra ante un reto
descomunal, algo perfectamente conocido por sus actuales dirigentes, Hu
Jintao, Presidente de la República Popular, y Wen Jiabao, primer ministro.
Ambos grandes reformadores en pro de los menos favorecidos; en una ten­
dencia contraria al Clan de Shangai (de Jian Zeming) que era mucho más fa­
vorable a mantener el más alto crecimiento, aunque fuese con los más fuertes
costes sociales y medioambientales. La búsqueda de soluciones es la decisión
menos mala, para prevenir el malestar social y los disturbios políticos, que ya
están servidos. Sobre todo, desde que se inició la crisis global en el verano de
2007 y que ya en 2008, afectaba gravemente la economía china; hasta el pun­
to de producirse una caída de exportaciones de un 30 por 100, y del 40 en el
caso de las importaciones. Con una reducción del tipo de crecimiento del PIB
del 11,5 en el primer trimestre de 2008, a 7,5 en el primero de 2009.
Ante esa situación el Gobierno de Pekín no vaciló en lanzar un vasto
programa de infraestructuras y mejoras sociales, con una inversión pública
de 600.000 millones de dólares, también con la idea de dar más importan­
cia al consumo interno. El resultado fue que China fríe la gran potencia que
antes salió de la crisis global iniciada en 2007.
Por lo demás, el PCCh habrá de elegir entre seguir como hasta ahora
—con métodos represivos entreverados de permisividad y corrupciones—,
o dedicarse seriamente a promover y defender los derechos de los obreros y
campesinos. Y si no escoge esta última alternativa, el propio partido irá dis­
gregándose, al perder la confianza de los trabajadores, que no verían en él
-—como en gran medida ya sucede— la verdadera defensa de sus intereses.

562

*
22, República Popular China

En la dirección apuntada, el PCCh con 75 millones de afiliados, segui­


rá siendo el gran regulador del cambio, integrado por sus componentes
tradiciones: soldados, ahora dentro de un ejército más tecnificado; obre­
ros, en gran parte ya ingenieros y técnicos altamente capacitados; y cam­
pesinos, en muchos casos en la vía del agrobusiness. Y al lado de los tres
clásicos componentes del PCCh figuran los empresarios archimillona­
rios en dólares, admitidos desde 2002; al tiempo de reconocerse la pro­
piedad privada de los medios de producción y del suelo urbano; quedando
pendiente el tema de las tierras agrícolas que aún pertenecen por entero al
Estado.

22.8.4 Sobre el inevitable cambio político

Según mediciones recientes, la economía china ha experimentado un cam­


bio extraordinario desde 1978. Hasta el punto de que actualmente (2009),
el 55 por 100 del PIB lo genera el sector privado, y el 25 por 100 proviene
del ya muy disminuido sector público; correspondiendo el restante 20 por
100 a otras entidades productivas, fundamentalmente de las áreas rurales y
del cooperativismo.
Esa composición del PIB viene a decimos que el cambio de la econo­
mía, aún nominalmente comunista y con mucho pretendido mercado socia­
lista,, está evolucionando con rapidez a una estructura de carácter mixto,
con un papel más y más relevante de la empresa privada; aunque cierta­
mente, en las decisiones de importancia el intervencionismo estatal conti­
núa siendo decisivo, y no menos el de los poderosos gobiernos de las regio­
nes y provincias, y de las grandes municipios autónomos como Pekín,
Shanghai, Tianjin y Chunking.
Lógicamente, desde la entrada de China en la OMC en 2001, ese proce­
so de transformación fue ganando en velocidad. De modo que se hará ine­
vitable el cambio de la actual estructura política, todavía basada en el prin­
cipio del poder monolítico del PCCh, para ir dando paso a una expresión
diferente de fuerzas, derivando, más o menos problemáticamente, hacia la
senda de la democracia.
En esa dirección, será bueno subrayar que en un país de tales dimensio­
nes geográficas y demográficas, siempre ha existido el temor a la disgre­
gación —en otros tiempos debido a largas y sangrientas contiendas civiles y
la acción de los señores de guerra—, por lo cual, en el futuro, China habrá
de adoptar, inevitablemente, un modelo federal; sirviendo de base el actual
diseño de provincias y regiones autónomas.
Claro es que esas mutaciones —de-las que va-haibendo indicios día a
día— tienen una configuración difícil de prever, y se verá más o menos fa-

563

9
cilitada por la creciente prosperidad de las áreas urbanas. En otras palabras,
al lado de la oligarquía del Partido y una burguesía ya consolidada, están en
surgiendo segmentos sociales equiparables a clases medias. Que sin duda ^
contribuirán a una transición razonablemente calma, sin grandes convulsio- [es
nes sociales. Sobre todo si el PCCh sabe conducir ese trance sin veleidades ¿0
de vuelta ai pasado, y si un día — como sucedió en España en 1976— se C0I
hace el harakiri político para dar paso a las libertades; En el sentido que
apuntamos, los dirigentes chinos, desde Den Xiaoping para acá, han sabido ma
ir adaptándose de manera muy dúctil a las necesidades del cambio, y a dife- C10
renda de la vía Gorbachov, optaron de manera decidida por la economía q0
primero. De lo cual fue un doloroso exponente el Tiananmen de 1989, y ec¡£
ahora la persecución de las sectas pararreligiosas y los ñacionalismos; pero <je
con indudables éxitos en la senda del crecimiento.
Esos antecedentes nos mueven a pensar que los dirigentes chinos van a
seguir siendo pragmáticos de aquí al futuro. Especialmente si se aprecia ajLl
que el PCCh no es una nomenclatura sino una organización de indudable t0D
eficacia para promover el crecimiento. A diferencia de lo que sucedió en <ja
los últimos tiempos de la URSS con el PCUS; y después con la propia di- cia
solución de la Unión Soviética, que se tradujo en el cambio de la clase díri- qUe
gente autoritaria a una estructura mañosa y sin principios morales de nin­
guna clase. pr0
de
a c;
22.9 El futuro de China y de Asia ma
; drá
Recapitulando, cabe decir que durante treinta años hemos asistido al espec- cas
tacular crecimiento de China, desde la entrada en vigor de las «cuatro mo- es<
demizaciones» de 1978, con una expansión ulterior a un ritmo medio del igu
9,5 por 100 acumulativo anual, con el resultado de que el P1B en términos nal
reales se ha multiplicado por dieciocho en menos de una generación. El de •
crecimiento más impresionante de la historia, naturalmente con toda clase
de desequilibrios en su arrollador avance. las
En paralelo —y esto refuerza nuestra tesis de que los cambios hay que ing
hacerlos sobre la marcha, sin esperar a pretendidos remansos—, China fue Jap
cambiando de piel, de modelo económico. Para irse instalando de forma un
gradual en un sistema de economía mixta, en la que cada vez pesa menos el cor
sector público y más el privado. Sin que tal cosa signifique que el futuro bla
esquema de funcionamiento del país esté definitivamente abocado a un ca- am
pitalismo de corte occidental. Lejos de ello, resulta más verosímil la idea To<
de que el sector público siempre mantendrá un elenco de macroempresas di£
predominantemente públicas, para utilizarlas como dispositivo de control co:
de los grandes sectores estratégicos. no
22o Kspyblica rapüt.ñí Chma

En esa prospectiva también es evidente que las autoridades chinas —y


en el 17 Congreso del PCC de octubre de 2008 se vio con toda claridad—,
habrán de emprender la senda de las grandes reformas económicas y socia­
les. Entre otras cosas, para ir rectificando el dualismo en que se ha incurri­
do a causa del crecimiento acelerado, con ricos riquísimos, pero también
con todavía muchos pobres paupérrimos.
La consecuencia del crecimiento a costa de todo durante tres décadas se
manifiesta en que el pueblo chino no tiene buen medioambiente, ni servi­
cios sociales adecuados, ni un sistema de salud pública en condiciones.
Como también carece de un marco general de pensiones para la tercera
edad y de mecanismos de educación superior a la altura de sus pretensiones
de gran potencia tecnológica.
Todo ello significa que será preciso introducir dispositivos de redistribu­
ción de riqueza y renta, vía fiscalidad y, sobre todo, con las reformas ya
aludidas, con una nueva para el campo que haga propietarios a los agricul­
tores. De otra manera, China, al pasar por una fase de crisis con fuerte caí­
da de sus ritmos económicos, podría entrar en una fase de turbulencias so­
ciales que frenarían su expansión, realimentando su acervo de problemas,
que exigirían soluciones cada vez más difíciles.
El cambio a que nos referimos estaría en correspondencia con el firme
propósito de China de convertirse en gran potencia, incluyendo cuestiones
de defensa, relaciones exteriores, etc. Pero para todo eso, además de llevar
a cabo los desarrollos antes mencionados, el gran país habrá de asumir algo
más que una méra fachada de pretendidas buenas intenciones. Mucho ten­
drá que hacer en lo tocante a derechos políticos y humanos, minorías étni­
cas (tibetanos, urigures y mongoles, sobre todo) que se asientan en lo que
es el 50 por 100 del territorio; y también sociales, de los ciudadanos. Como
igualmente habrá de elevar el perfil de China en los organismos internacio­
nales —ya lo está haciendo— para tener el nivel que le permita un diálogo
de tú a tú con EE. UU. y la Unión Europea.
El rumbo hacia un poder mucho mayor que el actual pasa también por
las alianzas asiáticas de la República Popular. Con Rusia, sobre todo para
ingentes suministros energéticos y de materias primas desde Siberia; con
Japón, para cuestiones tecnológicas y de equipo capital indispensables para
un crecimiento más sofisticado; con la India para recrecer el volumen de
comercio y aprovechar las facilidades de software del segundo país más po­
blado del planeta. Y con el Sudeste Asiático, en lo que podría ser una nueva
amplia área de coprosperidad, extensíble a Australia y Nueva Zelanda.
Todo eso obliga a mucho, y China tendrá que demostrar en la esfera mun­
dial su solidaridad, aunque sea interesada. Como de hecho lo está haciendo,
con su simbiosis económica y financiera con EE. UU. que data, por lo me­
nos, de 1995.
565

*
Las granáis ¡pUlfcnuss económicas

E n definitiva, la crisis que China comenzó a padecer desde el año 2008,


podrá contribuir a que los cambios generales se aceleren; y sería muy posi­
tivo para configurar una plataforma internacional de decisiones, en la línea \
con lo que en otra parte de este libro consideramos cómo un esquema futu-
rible de «gobierno económico mundial» (punto 10 del capítulo 5).

Nota bibliográfica

Adem ás de la bibliografía citada en cada caso, para la actualización del capítulo


sobre China se ha tenido en cuenta la bibliografía que m encionam os:

A lberto Bailarín M arcial, «China: otra perestroika», Ed. San Martín, Madrid, 1991.
L uis González Seara, «China: cien flores que esperan», Tecnos, Madrid, 1991.
Enrique Fanjul, «R evolución en la revolución. China, del m aoísm o a la era de la
reform a», A lianza Editorial, Madrid, 1994.
A licia Tamames, «La influencia del confucianism o en el desarrollo económ ico del
sudeste asiático y de Extrem o Oriente. El caso específico de China: com unism o
versus confucianism o», edición lim itada, 1995.
M artin W olf, «A country divided by growth. Market reforms could threaten China’s
cohesion by exacerbating inequality between the interior and coastal regions»,
Financial Times, 20.11.1996. El In
Jonathan M oore y D avid Lindorff, «For business, the Taiwan strait narrows. A s ten­ to al
sion subsides, the island reaches out to China», Business Week, 27.V .1996. deE:
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A lain Peyrefitte, «D eng X iaoping», ABC, 20,11.1997. limit
Tony Walker, «C hina’s pioneer o f market reform s. D eng dared to break the m ould sas y
o f M aoist dogm a», Financial Times, 20.11.1997. parte
Tony Walker, «T he dragon’s new head. Jiang Zem in is taking control o f China»,
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Financial Times, 21.11.1997. i
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Tony Walker, «C hina could overtake U S by 2020», Financial Times, 22.IV. 1997.
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Tony Walker, «From shadow to spotlight. China’s new boss has established his lea­
dership», Financial Times, 20.IX .1997.
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Tony Walker y Jam es Harding, «K ey stage on long march to market», Financial diana
Times, 8.X II. 1997. ducti
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«China after D eng. The last param ount leader is gone.: W ill stability reign?»,
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Joyce Barnathan, D exter Roberts, Mark L. Clifford, Brace Einhom y Pete Engar­ Estr
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«China’s p olitical cage. E conom ic-stresses and strains are on their way. Political Para
reform w ould m ake them easier to bear», The Economist, 8.VIIL1998. que
566

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