Green - El Pensamiento Clinico, Introduccion y Cap 1 2
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más fácilmente que el análisis es uno tarca efectuada entro
psicoanálisis desde el ángulo de uno causalidad específica
dos. Esta interpretación debe ser sometida a examen. No
que da sentido a los movimientos, desarrollos y transforma
obstante, como dijo el médico de Macbeth al responder a la
ciones ofrecidos a la escucha del psicoanalista.1 La elabora
pregunta de su señor, quien le reclamaba un tratamiento pa
ción puede llevarse a un nivel de reflexión que ha tomado
ra curar la locura de su esposa: «En es_tecaso, el paciente de-
distancia respecto de la clínica; empero, aunque no haga re
be curarse a sí mismo» {«Therein the patient musí minister to
ferencia a los pacientes, eZ pensamiento clínico hace pensar
himself»). En psicoanálisis se debería hablar de una práctica
siempre en ellos. Los escritog-psicoanalíticos «hablan» o «no
«a la cabecera» del diván, más que al pie del lecho del enfer- habían» a sus lectores. Se puede ceder —reconozco que he
móTNoexiste ninguna palabra para calificar esta situación. £ I sucumbido a ello en efpasado— a los encantos de una elabo-
No es necesario crear una, puesto que todos comprendemos v \ /iración teórica seductora justamente por su abstracción, in-
lo que quiere decir «clínica» en psicoanálisis si pensamos en cluso si se muestra desencamada. No obstante, sin duda se
la experiencia-deja, cura, cuando la hemos v^TdcTFfs~rñ¿?
(reconoce el pensamiento_clínico_cuando la elaboración teó-
difícil en el caso contrario. Y con frecuencia es fuente de rica despierta asociaciones que se refieren a..tal_o.cual_aspec-
malentendidos. Más aún cuando, hoy en día, las prácticas to de la experiencia psicoanalítica en el lector. Es decir que
psicoanalíticas se diversifican según las escuelas. el pensamiento clínico, aun cuando noJiahle expresamente
Sería un error considerar que la clínica es sólo una prác de la clínica, suscita la evocación_de un paciente, o de pn
tica, un arte si se quiere, que atañe más al artesanado que a grupo de pacientes, y trae a la memoria tal o cual momento
la estética. Sobre todo, clínico se opone a teórico. El carácter de un análisis/Estas asociaciones integran el modo de ar
polimorfo, a menudo poco inteligible, de los elementos que ticulación del pensamiento clínico. Al tratarse del psiquis
componen el cuadro clínico lleva a considerarlos propios de mo, el pensamiento no puede faltar en ninguna de sus ma
una coyuntura empírica supuestamente coherente. La ma nifestaciones, ya sea normales o patológicas.
yoría de las veces, el ideal reside en un sensato equilibrio Explícitamente ausente del discurso por momentos, el
entre teoría y clínica: la teoría debe conservar una estrecha analizante, a pesar de las apariencias, no se ausentó ni se
relación entre sus teoremas y lo que enseña la clínica, la perdió en el proceso de formulación de las ideas: sólo se es
cual no siempre coincide con.las explicaciones que sTdan condió entre los pliegues de la escritura.
respecto de sus signos o síntomas; además71a~clíñicadebe- Los textos dirán si el pensamiento clínico es un espejis
ríasuperar sus intenciones descriptivas y elevarse al nivel mo o una piadosa expresión de deseos, o si efectivamente
de abstracción necesario pará~pfomoverJa reflexión. No tiene eLpoder .de volvemoaaensibles ajin_trabajo de pensa-
caeremos en la obviedad de discutir si el psicoanálisis es una mientopue opera enja relación del encuentro psicoanalítico
ciencia o un arte, o ambas cosas, o ninguna de las dos. Conoce —como una representación que trajera a la mente algo que
mos los argumentos que presentan los científicos para ex no está pero que estuvo antes y que demuestra, por su resu
cluirlo de su cuadro elitista invocando la ausencia de rigor rrección, la prosecución ininterrumpida de un trabajo sub
en sus razonamientos, demostraciones y pruebas. En cuan terráneo y silencioso—.
Todavía falta reconocer si esta representación, por defi
to al arte, se alude a un savoir-faire, a una habilidad, que
nición interna, corresponde a algún objeto que tiene la cua
por cierto no faltan en la.técnica del psicoanalista, pero que
lidad de una realidad. ¿Cuál es aquí ese garante de existen
no son suficientes para definirla.
cia? Para evitar los peligros del solipsismo, el reconocimien
Ahora bien, yo sostengo que en psicoanálisis existe no só
to de los otros psicoanalistas, clínicos y practicantes —sobre
lo una teoría de la clínica, sinojtamETén un pensamiento clí;
nico^esdecir, un modo original-y específico de racionalidad
surgido de la experiencia.practicadlo diría que se trata, ha 1 Cf. A. Green, La causalité psychique, Éditions Odile Jacob, 1995 [La
blando con propiedad, de una lógica, aunque nos esforcemos causalidad psíquica. Entre naturaleza y cultura, Buenos Aires: Amorror-
en considerar los fenómenos psíquicos propios del campo del tu, 2005],
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todo, los ajenos al medio en el que nació la escritura—, cum
plirá ese rol. Cesar y Sara Botella propusieron una fórmüla aguardar que la ciencia ilumine los recovecos más oscuros
feliz, celebrada con justicia, «únicamente adentro, también de la vida mental, que haga reinar una claridad capaz de
afuera», para hablar de las relaciones entre la representa eliminar toda sombra de lo que queda oculto, y se deshaga
ción subjetiva y la percepción de la realidad. Adaptándola a de una vez por todas de la insoportable ambigüedad del psi
la situación del pensamiento clínico,-yo diría: «únicamente quismo. Si ese ideal se realizara, lo haría al precio del propio
de mí,jainbién de losbtros». psiquismo, deformado,-trafcionadoCachatado, negado?-
No es fácil decir cómo delimitar este pensamiento. Ha- Reconocer esto implica reconocer que el psiquismo sólo
blar de pensamiento clínico significa aludir, en última iñs' puede ser indagado en fonna indirecta, que él «hace señas».
tancia, a las transformaciones dictadas por la angustia, el Es escuchando, estando a la cabecera del diván, como nos
Idisponemos afresoñar con el inconsciente~déT analizante,
sufrimiento, el dolor; a las estrategias para negarlos o com
batirlos, para tratar de desembarazarse de ellos, y también dejando vibrar el propio. Empero, esta comunicación her
para intentar-superarlos. El pensamiento clínico forja con- mética o de circuito cerrado no basta para constituir una
disciplina, un pensamiento. Siempre hace falta un tercero
cepfós que expresan las razones del inconsciente, la diversi
que escuche lo que los otros dos se dicen y oyen. Por eso, los
dad de respuestas reclamadas por las avanzadas de este,
analistas —y en algunos casos también los analizantes—
sus transformaciones en «realizaciones» alucinatorias, en
escriben. Al hacerlo, se escuchan entre ellos, a veces se re-
actuaciones, somatizaciones, racionalizaciones, bajo el efec conocen, o son impactados por erdestello de una novedad.,
to de las contrainvestiduras, que ponen en acción la desin
vestidura, etc. Convendrá referir la clínica no sólo a aquel Claro que todo esto tiene una historia, cuyo precipitado,
que sufre, sino también al encargado de escuchar ese_sufri- presente en los textos, se funde en lo escrito. Obligatoria
miéñtxTgraciaiTa_unasensibilidad particular: el analista, mente, la clínica, modo de expresión de la enfermedad, bus
Implica, pues, examinar forzosamente las cuestiones rela ca su exphcación en teorías etiopatogénicas que se han su
tivas a la transferencia y a la contratransferencia. Hoy en cedido, por hablar sólo de la tradición occidental de Hipócra
día, el psicoanálisis plantea el problema de las modificacio tes en su renacimiento bajo la forma moderna, en el siglo
nes y variaciones de los cuadros clínicos sobre los cuales se XIX. Foucault le consagró una obra que dejó huellas en la
edificó la obra de Freud, seguida por la de sus sucesores, reflexión.2
que introdujeron enfoques diferentes de los de él —y a me En medicina, las manifestaciones patológicas son escla
nudo diferentes entre sí—, aportando innovaciones en la recidas por el conocimiento de la anatomía y la fisiología,
manera de comprender el discurso de los pacientes y de dar que define la normalidad y permite comprender las altera
le respuestas ignoradas por Freud. Pero el conjunto sigue ciones y disfunciones que afectan al órgano o al sistema, se
generando sentido, aunque sea difícil de reunificar. gún los casos. Empero, este método, válido para toda la me
Sean cuales fueren la diversidad y la abundancia de las dicina, incluyendo la neurología, es impugnado por la psi
soluciones propuestas, siempre quedará una «distancia teó- quiatría. El conocimiento del cerebro, de su anatomía, de su
funcionamiento, no remite a nada equivalente en psiquia
rico-práctica» imposible de salvar. Dicho de otro modo, la
tría. Ese conocimiento fue el sueño de la psiquiatría del si
teñrTanuncapodrá. coincidir íntegramente con la clínica ni
glo XIX. Incluso el ejemplo princeps en el que parecía triun
abarcar toda la extensión de su campo; la clínica nunca será far el método anátomo-clínico, la parálisis general —acci
una aplicación sin resto déla teoría, ni estará compléta dente terciario de la sífilis cuyo agente, el Treponema palli-
mete iluminada por ella.¡El pensamiento clínico deberá te
ner siempre presentes este hiato y este residuo imposible de
2 M. Foucault, Naissance de la clinique, PUF, 1963 ÍEl nacimiento de la
eliminar, y aceptar que no pueden ser colmados íntegra-
clínica: una arqueología de la mirada médica, Buenos Aires: Siglo Veinti
mente. No hay ámbito donde el peso de la incertidumbre sea uno Editores, 2006).
~~~~ -que
Hmayor --- en ' Debemos lamentarnos de esto y
psicoanálisis.
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dum, fue identificado muy tempranamente—, estaba lejos
de explicar esta demencia más que de manera muy general. miento nosográfico. Por ejemplo, es el inventor de la expre
Parecía que se había abierto mía senda para la conquista sión «neurosis obsesiva» (Zwangsneurosé), cuando antes de
proeresira de esas famosas enfermedades de la mente que él no existía más que el campo, muy desordenado, de las ob
proporcionaban materia de peroraciones a los psiquiatras, sesiones, y ello, a despecho de vanas e interminables clasifi
esos charlatanes. Esas ilusiones recibieron su merecido, y caciones.
Las primeras teorizaciones clínicas de Freud apuntarán
sin embargo, hoy en día, las otras formas de demencia, en
a delimitar el campo de aplicación del psicoanálisis: las psi-
tre las cuales el Alzheimer ocupa el sitial de honor, susci
coneurosis de transferencia. El psicoanálisis no podría in
tarían muchas esperanzas similares. Pero, ¿sabemos por
fluir en el estado ni en el curso de las neurosis actuales ni de
qué razón esta demente dice que hay un hombre en su ca
las neurosis narcisistas. En las neurosis actuales, la libido
ma, cuando en realidad duerme sola desde hace mucho
se estanca en el cuerpo, según aquel. Son actuales por su
tiempo?; ¿por qué tal otra seduce a la enfermera y se mas-
falta de referencia al pasado del individuo y porque actuali
turba ante una alumna que viene a visitarla?; ¿por qué esa zan los trastornos sin disfrazarlos. En cuanto a las neurosis
madre que, con más de ochenta años, no tiene reputación de narcisistas, el repliegue de la libido sobre el yo vuelve impo
incestuosa, confunde a su hijo con su marido o acusa a este sible cualquier transferencia. Verdadera o falsa, esta deli-
de haber tenido un hijo natural con una amante imaginaria, mitación del campo del psicoanálisis se basa en un pensa-
causante de su abandono? Está lejos el día en que se podrá 'íménto clínico, aunque en esta fase todavía permanezca ig
echar un puente entre la clínica y las correlaciones psicoló norante de sí mismo. Las psiconeurosis de transferencia (o
gicas supuestamente asociadas. con transferencia) son merecedoras de su nombre pues de
La clínica psicoanalítica surgió, en parte, de la clínica muestran cierta movilidad libidinal, que puede transferir
psiquiátrica de los grandes alienistas del siglo XIX. En esa se del cuerpo al psiquismo en las relaciones con sus objetos
tradición se formó Ereud. En psiquiatría, la proporción de —no es el caso de las otras dos categorías—, y autorizan la
conjeturas etíopatogénicas es mucho más importante que instalación de una transferencia de los objetos primitivos de
en medicina. En la biblioteca de Freud se encontró una obra la infancia sobre la persona del analista. Hay, entonces, una
de Griesinger con abundantes anotaciones de su propie teoría subyacente a la constitución del campo psicoanalítico
tario, casi con seguridad de sus años de aprendizaje. Es que freudiano, y está fundada en una hipótesis teórica que su
la psiquiatría, justamente a causa de su objeto, es decir, las pone la relativa autonomía del psiquismo, marcado por su
enfermedades de la mente o del alma, demanda una y otra infancia y por su lazo eventual con otro psiquismo. Sin em
vez la interrogación, excita la imaginación, hace brotar las bargo, aun cuando yo sea sensible al método comparatista
construcciones teóricas más diversas o incluso divergentes, que Freud utiliza en sus primeros escritos con la intención
de establecer relaciones coherentes e inteligibles entre his
a veces fuertemente antagonistas, puesto que a menudo son
teria, fobia, neurosis obsesiva (e incluso, al comienzo, para
siervas de ideologías filosóficas y también religiosas. La pro
noia) —prueba, seguramente, de una exigencia lógica no
porción de especulación es aquí considerable, pues el campo
table—, me parece que no ha nacido todavía un verdadero
de la experiencia en psiquiatría —maniconial en gran par
pensamiento clínico. Ciertamente.^e, observa una disposi-
te, en esa época—, por más extendido que esté, es poco pro ción a superar el empirismo clínico, pero las hipótesis, las
fundo. Quiero decir con ello que está circunscripto a la ob concepciones,, son, fruto de~uña experiencia_que sería Ja.de
servación de hechos de comportamiento o a descripciones de un psiquiatra a punto de inventar eljpsicoanálisis, másjjue
signos macroscópicos reducidos a déficits evidentes y a la deun psicoanalista reconocídó^queextrae^de siptécnica el
desviaciones manifiestas. Encuadro clínico resultante casi material de su reflexiónjTLas cosas comienzan a cambiar
no es objeto de un procedimiento metodológico preciso, aten- con los Estudios sobre la histeria (1893-1895) de Breuer y
to'á los cambios finos, como lo será para elpsicoanálisisjiás Freud. Aunque no se trate en rigor de psicoanálisis, sino de
tarde. No obstante, Freud se inscribe muy bien en ese movi-
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psicoterapia de la histeria (título del capítulo escrito por el
tendía a confundirlas. Yo mismo propuse, en 1975, un mode
propio Freud), ya se advierte el comienzo de un camino ha
lo que intentaba contribuir a la lectura estructural de esos
cia el psicoanálisis. Creo que el pensamiento clínico se inicia
casos límite, en el informe que redacté en ocasión del con
en verdad con el informe del análisis de Dora y prosiguecon greso de la Asociación Psicoanalítica Internacional4 cele
otros cuatro casos, que forman el corpus de lo que en Fran-
brado en Londres.
cia recibio’el nombre de Cinq psychanalyses3 (Dora, el pe-
Luego —como posteriormente tuve oportunidad de seña
queño Hans, el Hombre de las Ratas, el presidente Schre- lar—, me interesé por las correspondencias entre esos dos
ber, el Hombre de los Lobos). grandes grupos. Por ejemplo, propuse trazar un paralelis
En estos textos se aprecia con toda nitidez la diferencia mo entre la angustia de castración (en el hombre) yja de pe-
entre la exposición de casos tal como se la efectúa tradicio netratfón~(ehlamujer) y la angustia de separación y la de
nalmente en medicina, o incluso en psiquiatría, y su versión intrusión en los dos sexos. A la amenaza que pesa sobre la
psicoanalítica, que encara a la vez la historia del enfermo, la /f organización sexual en el primer caso se puede oponer la
historia de la enfermedad^la historia del tratamieñtoja , que afecta al yo en el segundo. Angustias de castración y de
comprensión de las relaciones entre el pasado y el presénte penetración se observan sobre todo en la neurosis, el par se-
la aplicación de los conceptos psicoanalíticos (sexualidad in- , paración-intrusión es de constatación corriente en los casos
fantil, fantasma inconsciente, complejo de Edipo) vistos l límite. Hoy vuelvo a estas cuestiones de manera más deta
desde el ángulo de la especificidad de la transferencia. Asis llada para cada uno de los campos clínicos, aislados en el
timos al pensamiento del analista en plena tarea, pero refe marco de las psiconeurosis de transferencia, mostrando
rido sólo al paciente. Nace el pensamiento clínico, aunque ciertas relaciones que mantienen con los casos límite: ya sea
todavía se ignora a sí mismo como tal. encarando frontalmente la problemática planteada por una
Al releer esas reseñas se aprecia lo que este pensamiento de las entidades (es el caso de la histeria), ya sea conside
tiene de nuevo, de único y valioso, así como no se puede de rando uno de los aspectos derivados de una de estas neuro
sis cuando la estructura neurótica no llega a organizarse co
jar de ver cómo cambiaron las cosas desde entonces. Por eso,
mo tal y origina así configuraciones que remiten a ella...
es necesario revisar nuevamente el triángulo canónico his-
por defecto5 (analidad primaria en la organización obsesi
teria-fobia-neurosis obsesiva, para darle una luz actual.
va), ya sea otorgando, finalmente, a una de ellas una gene
Desde la introducción de los casos límite (borderlinejen
ralidad que se aprecia en el seno del funcionamiento mental
la clínica psicoanalítica, definidos en un principio como ca
en ciertos análisis (posición fóbica central).
sos situados en los límites de la psicosis (hoy prefiero hablar Nos situamos, definitivamente, después de Freud, pero
de estructuras no neuróticas), cuando se pudo ubicar a esos todavía permanecemo_sj.unto a él para preguntamos por
pacientes en los límites de múltiples organizaciones (depre nuestro
>'■■■ —saber.
sivas, perversas, psicopáticas, psicosomáticas, etc.), se pen
só primero en relacionar las neurosis con estas estructuras Si tuviéramos que elegir un rasgo único para caracteri
nuevas para distinguirlas de aquellas. Su delimitación clí zar el cambio producido después de Freud, pienso que se lo
nica es imprecisa, y sus mecanismos, oscuros. El conoci debería situar enja crítica deja_teoxía de las pulsiones, en la
miento que tenemos de ellas se impregna fácilmente de la medida en que descuida, incluso omiteTel róTdélóqueadop-
confusión, contrastando con la precisión, la nitidez y la cla
ridad de la problemática bien delimitada de las neurosis.El 4 A. Green, «L’analyste, la symbolisation et l’absence dans le cadre ana-
esfuerzo del clínico buscaba, en especial, marcar las diferen litique», en La folie privée, Gallimard, 1990 [«El analista, la simbolización
cias entre las dos categorías, sobre todo porque a menudose y la ausencia en el encuadre analítico», en De locuras privadas, Buenos Ai
res: Amorrortu, 1990],
5 A. Green, Introducción a On Prívate Madness, Hoggarth Press e Insti-
3 S. Freud, Cinq psychanalyses, PUF, 1953 ¡Cinco conferencias sobn tute of Psychoanalysis, 1986 ¡De locuras privadas, op. cit.l.
psicoanálisis, en Obras completas, Buenos Aires: Amorrortu editores Wí).
24 vols., 1978-1985, vol. 11,1979).
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tani el nombre. según las teorías, de objeto (relación de».
considerarse lo que emanaba de allí. En cuanto al analista,
Otro icen minúscula y con mayúscula», sujeto (intersubjeü-
se pensaba en él sólo para protegerlo, ponerlo en guardia
vidad\ a los que Freud no les otorga interés suficiente. No
contra las trampas de la transferencia, recomendarle firme
retomare en detalle esta crítica,6 Me contentaré con exami
za e incluso inflexibilidad, alentarlo a adoptar una actitud a
narla desde el ángulo que me parece más esencial- La me-
menudo autoritaria, a aplicar la persuasión en vez de dejar
tapsicolcgía de Freud puede dar la impresión de que, tanto
resurgir la sugestión, a no retroceder ante una actitud pe
en la estructuración del psiquismo como en la comprensión
dagógica (•poseducación- del neurótico).
de las psiconeurosis y en la evolución déla.cura analítica, to
La mayoría de los escritos técnicos de Freud son ante
do se basa en un funcionamiento endógeno, impulsado per sj
riores a 1918. En 1920 publica Más allá del principio de pla
organimeión interna según un movimiento autónomo casi
cer, trabajo en el cual están desarrolladas la compulsión de
independiente de las circunstancias —ya se trate del desa-
repetición (anticipada ya en 1914) y la hipótesis de la pul
rrollodela sexualidad infantil o de la transferencia en la ca sión de muerte (tímidamente defendida en esa época, pues
ra—. que sugiere la comparación con un mecanismo de re Freud no estaba seguro y adquiriría sólo más tarde la certe
lojería interno cuyo funcionamiento está_inmutab!ecáte za sobre la legitimidad de su teoría). Por mi parte, sostengo
regulado. Por cierto, esta descripción es exagerada y carica que la hipótesis de la pulsión de muerte es la respuesta.teó-
turesca, porque no hay nada fijo ni establecido en la descrip rica de Freud a.lamisteriosa comprobación deluA-norme
ción teórica de estas manifestaciones psíquicas, y porque lo frecuencia de la reacción terapéutica negativa, en la que do
que se descubre en ellas es, sobre todo, la importancia del mina una compulsión de repetición esterilizante. J
dinamismo que las anima y las conduce a incesantes trans Poco después, en 1924, irrumpe con Ranky Ferenczi una
formaciones —las cuales, por otra parte, son expresión, sin reflexión crítica sobre la técnica, a la que cada uno de estos
duda, de la movilidad y las transformaciones de la libido—. autores aportará una respuesta diferente, que culminará
Sin embargo, subsiste la impresión de un circuito cerrado, finalmente en su desacuerdo. Nace entonces una nueva es
como si los cambios que se producen en el ámbito del aná pecie de analista: el analista-terapeuta. Cierto es que Freud
lisis fueran independientes tanto de la estructura psíquica siempre tuvo en vista la necesidad de una utilidad práctica
de los padres en lejanos tiempos como de la ecuación per de su técnica. Y yo sostengo que sólo había un médico, un te
sonal del analista en el presente. En efecto, Freud siempre rapeuta, capaz de descubrir el inconsciente, inventar el psi
tuvo encuentael rol de la contratransferencia, pero atendía coanálisis y, al mismo tiempo, crear conjuntamente el pen
a ella tan sólo en la medida en que dichas manifestaciones samiento clínico. Pero Freud, cuyo interés por la terapéu
entorpecían un curso casi programado o desviaban su reco tica era muy moderado, se apasionaba en especial ¡xjr lo que
rrido espontáneo. Fue necesario esperar hasta el final déla podía aprender de los pacientes sobre el psiquismo, comple
obra de Freud, y en particular hasta-Construcciones en el tando las enseñanzas que él podía extraer de la investiga
análisis-, para que se reconociera, un poco tardíamente,que ción en otros ámbitos: el arte, la antropología, la psicología
t efanálisis se desarrollaba en dos escenarios completamente colectiva, etc. A partir de 1924 (cuatro años después de Más
(distintos: el de cá3auna_3_éjas_dqs partes^ Empero, lo que allá...), se desarrolla un interés, que para algunos ae yolvc-
estaba escrito estaba escrito, y era demasiado tarde como rá posteriormente casi exclusÍYO^l>óda_tcnjI’£UtÍ£ü_psico-
para revisarlo. El pensamiento clínico se había centrado analítica. ¿Cómo curar? (
hasta entonces en lo intrapsíquico del paciente. Sólo debía Seguirán explorándose otros campos, pero la preocupa
ción principal será, a todas luces, curar.
6 A. Groen, Le tempe éclatée, Édítíons de Minuit, 2000 [El tiempo frag
mentado, Buenos Aires: Amorrortu, 2001). Debido a esto, el pensamiento clínico se modificará: ya 1
7 S. Freud, «Constructions dan« J’analyse-, en /léeullat», idéei, prM- .no se tratará de descifrar el código de la estructuración del
mes, trad. de J. Laplanche et al., vol. 11, PUF, 1985, pág. 270 |-Constru«i'> (mundo interno sólo del paciente, sino que, fundándose en
nca en el análisis", en AE, vol. 23, 1980J.
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las enseñanzas de la cura, deberá preocuparse porel papel
que los intercambios entre el analizante y el analista tienen tersubjetivista», tan corriente en Estados Unidos, aunque
en el desenlace de la cural Aquí, incluso entre otros, el nom sin muchas repercusiones en Europa.
bre de Ferenczi debe ser ubicado en primerjiigar. Su sólida No obstante, el cuestionamiento de la técnica de Ferenc
reputación de terapeuta en el psicoanálisis de aquellos tiem zi no disminuirá en modo alguno el considerable interés de
pos hace que la cura con él sea muy demandada por pacien sus descubrimientos auténticos, originales y siempre actua
tes y por futuros analistas. Freud no tiene particular afición les sobre la cuestión del trauma, la esciswn narcisista, la
por los enfermos difíciles, que suelen aburrirlo y suscitan en . puesta fuera de sí de una parte.del funcionamiento del yo,
él la idea de que el análisis no les resulta de gran ayuda. Pa | que adopta la insensibilidad como defensay_la deshabita-
raFerenczi ocurre a la inversa: cuanto más difícil es efpa- . ción del cuerpo por el sujeto (lo que he propuesto llamar »ex-
dente, más acepta él el desafío. No sólo porque explorando ¡ corporación»), el deseo de arrastrar al analista en una locu
ese campo yermo espera hacer un gran descubrimiento que ra complementaria; todos estos descubrimientos son motivo
le procure un renombre adidonal. Ya goza de gran prestigio. ! de los escritos de Ferenczi de 1928 a 1933.
I
En realidad, a Ferenczi lo atraen como un imán esos casos
Desde entonces, en el movimiento analítico, el acento se
I que le exigen el pago de un pesado tributo. Y es en ese mo
desplaza de la elucidación de los mecanismos inconscientes
mento cuando el pensamiento clínico cambia de rumbo. No
a las influencias mutuas de los dos miembros de la pareja
es válida, para darse cuenta de esto, la lectura del Diario
analítica. Con Melanie Klein (Ferenczi fue su primer ana
clínico que redactó en 1932, de enero a octubre, interrumpi
lista, a quien ella dejó para seguir con Abraham), la relación
do entonces por las complicaciones de su estado de salud.
de objeto (cuyoverdaderoinventor fue Fairbairn) se con
Del Ferenczi de esta época sólo se recuerda la cuestión del vierte en el principal tema de interés de la cura. En suma,
beso, licenda autorizada por el papá Ferenczi (más bien por Freud se interesaba en la estructura del psiquismo del pa
la fiema madre). ¡Se dejaba besar —afectuosamente— por ciente, y Melanie Klein no lo concibe sino en la relación que
sus parientes! Cuando Freud se enteró, le dirigió un firme el yo del niño muy pequeño, presente desde el nacimiento,
sermón paternal, pero el hecho tiene, en verdad, urna impor mantiene con el objeto, objeto que se supone existente desde
tancia secundaria. Ferenczi hizo una crítica radical de la el principio. Pero, por más que se esfuerce en penetrar en
técnica de Freud, cuestionando su personalidad. Lo acusó, a las capas más profundas y antiguas de la psique, Klein man-
partir de sus conversaciones privadas, de despreciar a los tiene distancia. Difícilmente se la pueda imaginar abordan
parientes, de pensar que no se podía hacer nada por ellos, do sus propios conflictos infantiles con el analizante como lo
Que le servían al analista sólo para aprender algo sobre la hacía Ferenczi. En Francia, Lacan reformulará la teoría y
naturaleza del psiquismo, a la vez que le permitían ganarse también él, en tanto que persigue el mismo fin que Freud
la vida. Ferenczi le reprocha al analista de entonces la frial —la elucidación del inconsciente— y comparte con él la
dad, la falta de sinceridad, la hipocresía. Por más justifica- mezquina opinión sobre los pacientes, se siente obligado a
jdos que puedan parecer estos reproches, en los cuales no se réformulárláteoría central, cuyo eje es el lenguaje, introdu-
puede negar una parte de verdad, se trata de otra cosa. Al ciendo el objeto a, el Gran Otro, entre otros conceptos nue
•perder toda prudencia, toda distancia crítica, Ferenczi se vos, relativizando así, sin llegar a suprimirlo, el concepto de
neja llevar no sólo por la locura de la transferencia del ana pulsión. Laplanche, después de él, retomará el punto de vis
lizante, sino también por el delirio de a dos de la cura analí ta del primado del otro diferenciándose de Lacan.
El movimiento intersubjetivista defenderá aún más el
tica. Pues el nuevo fenómeno mayor es el análisis mutuo,
efecto de simetría entre analizante y analista. Se considera
que conduce a complicaciones patéticas y; a veces, incluso
que el analizante sabe tanto como el analisjaija neutrali
trágicas. La lectura del Diario clínico justifica la digresión y dad no sólo es imposible, sino casi indeseable. También se
iclara pretendidas novedades, tales como la revelación de puede asociar la teoría del vínculo de Isidoro Berenstein. En
os sentimientos del analista en el llamado ^movimiento in-
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todas partes, la misma consigna: guerra ajsplipsismo. Pare
ce que la cura psicoanalítica, en la que ya ha salido a a uz motivo de muchas controversias hasta hoy, obligan a exami
lalocuraleb transferencia, tomó conciencia secundaria nar los casos (no neuróticos en su mayoría) en que esta dis
mente de la locura potencial de la situación analizante. Esto tinción es casi imposible. El afecto.continúa provocando dis
explica la desconfianza y los llamados al orden de Freud, el cusiones en las que ninguna posición es.unánime: la rela-
ción del afecto con el cuerpo y con el soma, su vínculo con el
í autoritarismo de los partidarios de la egopsicology (el yo del
inconsciente y con la represión, su culminación en la des
\ analista, considerado más fuerte que el del analizante, for
carga, su sensibilidad hacia los afectos de otro en la rela
zosamente tiene razón). De parte de Lacan, los analizantes
ción, forman una maraña_de problemas cuyas intrincacio-
reciben malos tratos: no sólo la sesión corta, sino también nes son difíciles de despejar. Se creyó encontrar una solu-
signos de desprecio hacia ellos (los mira elevando la vista cioíFréñovando los estudios sobre las neurosis con la refe-
desde el libro que fue a buscar ostensiblemente a la biblio rencia a la pregenitalidad y, al mismo tiempo, relativizando
teca y que lee de pie junto al diván, demostrando un total la importancia del complejo de Edipo. Se ponía entonces el
desinterés por las palabras del paciente, escondiéndose de acento en la importancia y la tenacidad de las fijaciones en
trás de un biombo, golpeando cada tanto con el bastón o con las relaciones primitivas duales, haciendo foco en las prime
los pies, manifestando humillaciones de diverso orden), sin ras etapas de las relaciones madre-bebé. ¿Bastaba con esto
olvidar ciertos refinamientos que alimentan el masoquismo 0 para autorizarse a borrar el papel del tercero? ¿No era pro
\ del paciente para evitar, según él, que encuentre en otra $ cedente ampliar el problema de la triangulación edípica re-
1 \ parte la posibilidad de satisfacer su necesidad de autocasti- , mitiendo la relación ternaria a una base más fundamental,
' go, lo cual acarrearía catástrofes todavía más dañinas. Por constitutiva del pensamiento y de la semiología? Lacan se
un lado, ponerse a resguardo de la locura del paciente man había referido —puesto que se centraba en el lenguaje— al
teniéndose a distancia de una demanda considerada, de pensamiento de Saussure (un Saussure, sin embargo, un
cualquier manera, exorbitante; por el otro, una locura sin lí tanto simplificado por los editores del Curso de lingüística
mite de parte del analista, cuyo talento supuestamente lo general) y había mencionado como al pasar el nombre de C.
autoriza a todo. En este último caso, ya no hay pensamiento S. Peirce. ¿No había introducido este último, ampliando la
clínico, sino manipulación y degradación del análisis al ni- referencia a la representación, la posibilidad de ir más allá
' vel del adiestramiento animal. i de la lingüística para estudiar el juego de los otros signos?
A veces se llega a la paradoja. No se le puede negar a Hay acuerdo en reconocer que las relaciones duales no sólo
Winnicott la condición de gran pensador delaclírnca, que tienenjalpárticulandad de confundir la diferenciación_de
llevó la imaginación teórica a extremos raramente alcanza- las actividades psíquicas instaladas en las neurosis, sino
también~ía de ser infiltradas por una destructividad que
donantes. Sin embargo, aparece en él la misma ingenuidad
ocupa a veces eljugar más importante, eclipsando a las pro
que en Ferenczi: la obstinación en creer que basta con en-
ducciones de la libido erótica, j
carnar la imagen de la madre buena (a fin de que aparezca
La idea de pulsión de muerte que Freud introdujo en
frente al analizante apenas como suficientemente buena)
1920, experimentada primero por él como una convicción
para curarlo con esa experiencia renqvadora/Los efectos no
personal que no se planteaba compartir, tomó luego una di
se hicieron sentir en Masud Khan, dotado además de una
mensión cada vez más extendida en su obra, a tal punto que
creatividad innegable. Más que nunca, las cuestiones de
en sus últimos trabajos aquel no concebía que se pudiera
técnica quedan abiertas, pues el pensamiento clínico no dudar de ella, a menos que uno se volviera ciego y sordo a
puede excluir lo que afecta al analista. / sus manifestaciones. Si bien la mayoría de los analistas, so
bre todo quienes se consagran al estudio de las estructuras
Tbdas estas cuestiones implicaban la revisión de ciertos no neuróticas, están obligados a reconocer que ja clínica
aspectos de la teoría freudiana surgidos del análisis de las contemporánea los confronta muy a menudo con las inci-
neurosis. De ese modo, las relaciones representación-afecto,
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dencias de la destructividad ei^ljuncionamientomental
(problema que se intenta resolver permanentemente en las va las ideas simples^ están ávidqsjle.sojuciones pragmáticas y
reacciones terapéuticas negativas), pocos son los que adhie- de recetas fáciles de aplicar. Fracaso aseguradp.
ren a la concepción freudiana de la pulsión dé~muerte?~Es । Es un buen augurio que el psicoanálisis avance, que pro-
necesario, pues, revisar el concepto, puesto que perjudica en l ceda con idas y vueltas, con teorías que se entrecrucen e in-
I cluso pugnen entre sí. Rene Thom afirmaba que las teorías
grado sumo el pensamiento clínico. W. R. Bion, uno de los
grandes teóricos de la psicosis, y que en esta ocasión refórma son como organismos vivos que luchan por su supervivencia
la el conjunto de la teoría psicoanalítica, pone los trastornos hasta el momento en que mueren, no porque se haya de
del pensamiento entre las más importantes desorganiza mostrado que eran equivocadas, sino porque ya no tienen
ciones producidas por las psicosis. El pensamiento clínico de quienes las defiendan (R. Kuhn).
la destructividad responde, pues, a la necesidad de pensar el
Son muchos aún los admiradores de Freud entre los psi
antipensamiento en el trabajo psicoanalítico. Es lo que he in
tentado hacer, por mi parte, en El trabajo de lo negativo^ coanalistas, incluso entre aquellos cuyas opciones contem
poráneas se separan tanto de su obra —aunque se procla
Si el pensamiento psicoanalítico sufre hoy, no es por su
men sus continuadores—, que ya no tienen mucho en común
cuestionamiento de las ideas freudianas. Esto sería más
con ella. Y, de un deslizamiento a otro, lo que hace temer la
bien el indicio de un psicoanálisis en movimiento, y no fijado inminencia de lo peor es la referencia cada'véz más.prédo-
a la idolatría de su creador y a su teoría. No, lo que preocupa
miñante á~láidea dé tm desarrollo regido por el estudio de
es la multiplicidad de respuestas de reemplazo, la disper las ¿relaciones^ que minimiza cada vez más el papel de la.or-
sión de referencias fundamentales, la ausencia de un exa ganización psíquicajntema. ¿Retomo a Freud? No exacta
men atento y desprovisto de prejuicios de los cuerpos doc mente, pues la solución que preconizamos —compartida en
trinarios que se reparten el campo del psicoanálisis. Es váli medida considerable— es la articulación de lo intrapsíquico
do preguntarse si, a pesar de los notables logros de la poste y lo intersubjetivo. Es lo que caracteriza, en mi ppiñíorü al
ridad de Freud, algo no se perdió, o si las numerosas modifi enfoquetoe-los-psicoanalistas. Es lo que marca su originali
caciones aportadas a sus interpretaciones de la clínica, sus dad y hace irreemplazable al psicoanálisis, un psicoanálisis
recomendaciones técnicas, sus hipótesis teóricas, no lleva cuya teoríase construye sobrelos cimientos.delaexperien-
ron a una crisis del entendimiento psicoanalítico. Si la es cia.. Empero, esta experiencia no puede ser invocada como
cucha del psicoanalista remite a sus juicios sobre la natu un dato en bruto que basta ingenuamente con reseñar. Sea
raleza del inconsciente o del ello, estos juicios ya no tienen como fuere, el relevo de la experiencia por el pensamiento
mucho en común con el núcleo de la teoría freudiana. El ci- clínico sigue siendo la etapa previa a cualquier teoría que se
ne ^Hollywood, en cierta época, se interesaba humanita proponga lograr el consentimiento de quienes reclaman pa
riamente en la psicopatología de sus héroes, fuesen crimi ra el psicoanálisis el estatus de disciplina fundamental. La
nales o perversos que llevaban el horror a límites insoporta teoría sólo se esclarece, se integra, se profundiza y multipli
bles, o presentasen rasgos de carácter considerados fuera de ca sus conexiones extrayendo de la experiencia sus poten
cialidades, su interpretación del psiquismo,.para.acceder a
lo común; todos recibían una misma explicación: habían te
lo que, según ella muestra,permanece escondidoperojcons-
nido una infancia desgraciada. Con el tiempo, la compren
( tantementg activo y. a veces, de manera, perturbadora. Un
sión adquirió otros matices, se hizo más sutil, más afín a las
1 psicoanálisis que no se interesara por el pensamiento clíni-
contradicciones del alma humana. Temo que el psicoanáli ! co constituiría una disciplina mundana, ornamental y es-
sis retroceda al nivel del cine de Hollywood de aquel enton ’téril. Terminaría agonizando. Hay perspectivas mejores.
ces. Ante la hipercomplejidad, los psicoanalistas prefieren Tratemos de ir más lejos para precisar la idea del pensa
miento clínico. Hoy en día, este se aprehende de manera óp
tima en el espacio-tiempo definido por el encuadre psico-
8 A. Green, Le travail du négatif, Éditions de Minuit, 1993 [EZ trabajo de
lo negativo, Buenos Aires; Amorrortu, 1995].
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7/2-/VS K_ o rJrJcA1-
analítico. Sin embargo, no se puede pasar por alto que el en
cuadre varía de un país al otro y de un movimiento psico psicoterapia psicoanalítica hacen necesaria una redefini
analítico al otro, según que el psicoanálisis se ejerza en el ción de las relaciones encuadre-sueño. No basta con carac
terizar las relaciones entre el análisis clásico y la psicotera
ámbito privado o en una institución, etc. No se puede preco
pia mediante las fórmulas emblemáticas diván-sillón y si
nizar ni defender un relativismo que vacía al concepto de to
llón-sillón. En efecto, el pensamiento clínico ejercido no es el
do contenido, ni tampoco proponer una de sus modalidades
mismo en uno y otro caso; pero, por otro lado, si estas psico
excluyendo todas las otras. Es necesario, pues, superar esta
terapias se consideran psicoanalíticas, es porque el psico-
contradicción. No obstante, conservando el valor referencial
análísta no renuncia a encontrar y ejercer su modo singular
de la cura psicoanalítica, es forzoso comprobar que la prácti
de pénsamiéñtoTPara salir del atolladero propuse distin
ca del psicoanalista tiene hoy una proporción importante de
guir, en él seno del encuadre, dos partes: una que llamo ma
pacientes a quienes se trata frente a frente. Esta forma de triz activa, constituida por la asociación libre del paciente
práctica se llama «psicoterapia psicoanalítica». Constituye acoplada con la escucha flotante y la neutralidad benévola
una de las modalidades cada vez más frecuentes del trabajo del analista, matriz que forma el núcleo de la acción psico
de psicoanálisis, que hemos contrapuesto al trabajo del psi analítica, sean cuales fueren las modalidades en que el ana
coanalista que entra al servicio de instituciones cuyo propó lista se ve llevado a trabajar. Su naturaleza es de orden dia
sito esencial no es el tratamiento psicoanalítico. lógico. Sería como la fracción constante del trabajo analíti
El pensamiento clínico depende, pues, de las caracterís co. La otra parte haría, por el contrario, el papel de unajTuc-
ticas del campo en el cual el psicoanalista es llevado a traba ción variable, constituyendo de alguna manera un estuche
jar. En la comparación que hicimos entre el modelo médico y protector de la matriz activa. El estuche correspondía a las
el modelo psicoanalítico, poniendo lo que se puede conocer y disposiciones secundarias (visibilidad o no visibilidad del
lo que se hace al pie del lecho del enfermo en paralelo con lo analista, carácter oneroso o gratuito del tratamiento, fre
que se puede conocer y lo que se hace a la cabecera del di cuencia semanal de las sesiones, su duración, acuerdo acer
ván, no hemos precisado hasta ahora que la diferencia no ca de las sesiones perdidas, etc.). De ningún modo minimizo
reside tan sólo en el reposo en cama forzado por la enferme las diferencias que pueden afectar a esas disposiciones prác
ticas, pero la experiencia muestra que se trata de una parte
dad, por un lado, y el paciente recostado en el diván sin ver
variable, convencional y eventuahnente revisable. Faltaría
a su terapeuta, por el otro, en una disposición diván-sillón
aún precisar cierto número de problemas técnicos funda
que responde a un artificio técnico que supuestamente fa
mentales: silencio o verbalización más o menos sostenida
vorece el desarrollo de la cura. Acerca de la legitimidad de
del analista, interpretación de la transferencia o abstención
este artificio técnico nos hemos explayado muchas veces, sobre este punto, medidas de urgencia eventuales, etc. Por
sosteniendo que los parámetros que rigen el encuadre psico ahora, los dejaremos de lado con el fin de volver a lo esencial
analítico apuntan a crear una situación análoga a la del y describir las principales características de la observación
sueño.9 El paralelo entre el modelo del capítulo VII de La in del pensamiento clínico.
terpretación de los sueños y las condiciones del encuadre es En cualquier caso, el psicoanálisis clásico o con varjacio-
fácil de demostrar. Se trata, sin duda, de la forma óptima nes y la psicoterapia persiguen los mismos objetivos,jomo
para poner a trabajar el pensamiento clínico, pero la fre ampliar la toma de conciencia del paciente (a través de la
cuencia de los casos en que el analista está obligado a acep transferencia, interpretada o no, y de la resistencia) con res
tar variaciones de la técnica10 y el aumento incesante de la pecto a su modci_deNuncionamiento, la naturaleza,de^sus
conflictos, sus relaciones con su propia historia y, finalmen
9 Véase A. Green, «Le silence du psychanalyste», en La folie privée, op. te, su relación con su propia palabra y con la^escucha_dfil
cit. [«El silencio del psicoanalista», en La nueva clínica psicoanalítica y Ia otr^. Este conjunto constituye la mira del trabajo del psico
teoría de Freud, Buenos Aires: Amorrortu, 1993]. analista. Debería conducir a cambios significativos que se
10 A. Green, «Mythes et réalités sur le processus psychanalytique», Re-
vue Frarqaise de Psychosomatique, n° 19, PUF, 2001, págs. 57-89. 29
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traduzcan en una mayor libertad y, en consecuencia, estar
acompañado de una actividad psíquica de representación
más profunda y amplia. La curación, se sabe, es un benefi
cio anexo, según la confesión de Freud. ~
El pensamiento clínico es el resultado de un trabajo mu-
\ tuo de observación y de autoobservación de los procesos
I mentales que utilizan el canal de la palabra. Hemos escrito
j en otra parte que el trabajo psicoanalítico transformaba el
aparato psíquico en aparato de lenguaje. Para describir la
actividad psicoanalítica hemos propuesto la fórmula de la
vuelta a sí mismo a través del rodeo porelotro semejante. A
-- " -- -1 1* 1 .1
cstas formulaciones agregaremos hoy que el trabajo del
pensamiento clínico consiste en relacionar, a partir del len
guaje, dos formas que este mantiene con la psique. La pri
mera es la de las relaciones entre pensamiento consciente^
pensamiento preconsciente, ambos siempre indisociables
del lenguaje. La segunda forma de relación buscaría esta
blecer los vínculos entre pensamiento consciente y precons
ciente, por una parte, y las conjeturas surgidas del grupo
anterior acerca del pensamiento inconsciente, que no tiene
la misma relación de dependencia con las representaciones
de palabras y se sustenta más en las representaciones de co
sas. Tal sería, a nuestro parecer, el núcleo dinámico del pen
samiento clínico, pero reconoceremos que, en ciertas situa
ciones extremas, la separación entre pensamiento conscien
te y actividad no consciente puede ser ampliada aún más.
Es lo que impulsó a Freud a reemplazar el concepto de in
consciente por el de ello, donde los aspectos sometidos a la
interpretación del pensamiento clínico pueden tomar las
formas de lo alucinatorio, de la actuación o de la somatiza-
ción. Estamos aquí en los límites de lo analizable, es decir,
en los límites de lo concebible para el pensamiento clínico.
Al referimos al pensamiento clínico como una actividad
esencialmente caracterizada por los procesos de relación en
tre los diversos regímenes de las instancias de la personali
dad psíquica, anteponemos dos conceptos, uno de los cuales
ya conocemos. En efecto, hace ya mucho tiempo que intro
dujimos los procesos terciarios, junto a los procesos prima
rios y secundarios. Caracterizamos estos procesos señalan
do que consistían en el establecimiento de lazos. Supusimos
que la actividad analítica, en su mejor nivel, consistía en un
ir y venir permanenteentredatos que podíanser relaciona-
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dos con los procesos primarios y con los del pensamiento se-
cúndanzado. El concepto nuevo que nos gustaría introducir
ahora concierne a la relación de esos procesos terciarios con
lo virtual. Apreciamos las relaciones sustentadas por la red
de los procesos terciarios-terceridad-virtuaL Lo virtual se
inscribe en el orden de las posibilidades ofrecidas por los la
zos que gobiernan las relaciones y, sobre todo, las interrela
ciones, para concebir una hipótesis que permanezca dentro
del orden de lo no especularizable, de lo posible, de lo even
tualmente realizable y que, en todos los casos, trabaje sub
terráneamente y no emerja sino como eventualidad. En
congamos en este punto una de las características del pen
samiento hipercomplejo, a saber: la curva de retroacción
entre la causa y la consecuencia (E. Morin). Aquí volvemos a
un tema que hemos tratado ampliamente y que llamamos
trabajo de lo negativo, del cual esta es una de sus formas. En
el pensamiento clínico fundado en la confianza depositada
en el dejar fluirde la asociación libre se exige un dato que
Bion subrayó: la capacidad negativa, que tomó de Keats.
Esa tolerancia a lo negativo aplicable al paciente es tam
bién uríáactitud que adopta el analista cuando trabaja. Es,
sin duda, la forma más fructífera y creativa del trabajo de lo
negativo. John E. Jackson desarrolló recientemente, en este
sentido, los aspectos concernientes a la creación poética.11 A
menudo se sostiene la comparación entre la activación del
inconsciente y la poesía. Todo analista sabe que nada es
más ilusorio que la instalación más o menos insidiosa en él
de un pensamiento próximo al de la traducción simultánea, .
forma sutil de robotización del vínculo escucha-palabra in- ¡
terpretante. Comparada con la precipitación interpretativa,
la elaboración es una actividad de efecto retardado.jEs de
seable que la interpretación surja como una apertura de la
latencia en la que se mantiene. En ese momento se asiste a
una especie de positivación de lo negativo o de puesta en
forma de la virtualidad. En ese preciso movimiento, el pen
samiento no articulado del inconsciente, al enunciarse, se
articula y de ese modo se limita. Al limitarse, es posible cir
cunscribirlo. Quizá perdió parte de su dinamismo, pero ad
quirió una precisión que le permite ser comunicado y mane-
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judo por el pcnflninicnlo. En suma, accedió a un estatus d».
lenguaje. Si volvemos a las relaciones entre encuadre y sue
ño, la modificación del encuadre —en el frente a frente, por
ejemplo— evita dejarse engañar por el señuelo de la presen
cia, por los signos corporales (gestos, mímicas), por la fasci
nación hipnótica del discurso ofrecido y que, dada la posibi
lidad que tiene el paciente de observar los cambios en el ros
tro del analista, puede atrapar a este en las redes de sus
proyecciones «perceptivizadas». Conviene, pues, tener una
confianza limitada en la escucha de un pensamiento ágilL a
menudo narrativo, cargado a veces de fuertes emociones,
que suscita empatia en lo consciente. Sean cuales fueren las
formas de ejercicio del pensamiento psicoanalítico (sillón-
diván o sillón-sillón), sean cuales fueren las limitaciones en
la implementación de sus condiciones de ejercicio, siempre
llega un momento en que el paciente toma conciencia de la*
extraordinaria libertad que le ofrece la situación. Termina
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biéninclinarseante el hecho de que no se puede estar plena
mente vivo ni ser plenamente humano si se pretende evitar
las perturbaciones de existir, desear y peh'safTEsta compro
bación no basta; pues'si bien el conflicto yace en el núcleo de
la actividad psíquica, se prolonga en el combate entre la
«enfermedad», por una parte, y lo que llamamos la «salud»,
por la otra. El postulado del psicoanálisis es que el pensa
miento no se detiene en el umbral de la clínica, sino que la
habita como anima el espíritu de quien ha decidido que su
pensamiento puede ponerse al servicio de las fuerzas de
vida contra las de destrucción. Sin embargo, Bion nos ha en
señado que pensar es doloroso, y cuando la tarea es pensar
el dolor —cómo la clínica nos lo propone tan a. menudo—?el
pensamiento clínico enfrenta lo insalvable. Aunque la em
patia sea necesaria, pensar sigue siendo indispensable.
Pensar como psicoanalista. Sin dureza, sin lagrimeos, sin
cortinas de humo. Eso se Uama_«psicoanalizar». / Cp
Empero, psicoanalizar remite a un campo, causa del psi
coanálisis. Un campo atravesado por fuerzas que tienen
nombre: displacer, angustia, sufrimiento, dolor. Para quie
nes no siguen a Freud en su hipótesis de la pulsión de muer
te, incluso el dolor más agudo sería una más entre las for
mas extremas del goce. Lo que nos concierne no es.sab.e_r.si
estamos ante el dolor o ante el goce, sino saber si el analista
puede cambiar algo al respecto, si está en condiciones de re
sistir a la tentación_de-beneficiarse a expensas del analizan
te. Sea como fuere, nos encontramos en la frontera de lo que,
por ser del orden del malestar, plantea la cuestión de la en
fermedad. Por lo tanto, de la clínica. Ya sea que el paciente
esté recostado o sentado frente al analista, en cualquier ca
so, el mal habrá hecho estragos, reemplazando el placer de
existir por un estado que parece más cerca.de lamuerfeque
de ía vida. Ese mal demanda,un.tratamiento, obliga a bus
carjuna manerade. tratar con_él,-incluso.de.ser tratadojor
un analista. Para deshacer ese mal, este último casi no tie-
né elección. Mente brillante como puede ser la suya, el ana-
distajao_puede prescindir de ser.clínicp, pero un clínico que
pueda pensar como piensa la clínica. Más allá de ese viaje
con el paciente, en el que tiene a veces la suerte de volverlo
a la vida, necesita contar su odisea y transmitir a los otros lo
que ese pensamiento clínico, único en su género, le habrá
permitido entender. Tal es la razón de ser de este libro.
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La mutación posfreudiana
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1. Lo intrapsíquico y lo intersubjetivo
Pulsiones y lo relaciones de objeto
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dencia. Del lado de lo intrapsíquico, no tardará en recono
cerse la hipótesis central de la pulsión; del lado de lo inter
subjetivo, se desembocará en la perspectiva inaugurada por
la relación de objeto, que se apoya sobre todo en la idea de
una «tioo bodies psychology», como si la invocación de la
dualidad trasladara automáticamente la problemática al
plano psicológico, que nace de la relación de un psiquismo
con el otro. La mayoría de las veces se preferirá reinterpre
tar los efectos tributarios de cada uno de los términos en
cuestión, proponiendo una nueva manera de considerar sus
relaciones. Es lo que haré por mi parte. Mis puntos de apoyo
se esforzarán por tener en cuenta las enseñanzas de la clíni
ca contemporánea, muy especialmente de las estructuras
no neuróticas.
El doble límite
Al proponer el modelo del doble límite1 para caracterizar
el pensamiento de los casos límite, así denominados por
considerárselos en los límites de la psicosis, tracé en un mis
mo esquema el límite vertical entre adentro y afuera, y en el
seno del adentro, dividiéndolo por la mitad, el límite hori
zontal entre lo consciente en el piso superior y lo inconscien
te en el piso inferior. A partir de allí resultaban definidos
dos campos: el de lo intrapsíquico, adentro, que es producto
de las relaciones entre las partes que lo componen, y el de lo
intersubjetivo, entre adentro y afuera, cuyo desarrollo com
prende la relación con el otro, pues el aíuera, para la estruc
turación psíquica, no es solamente la realidad sino, en su
seno, al simbolizarla y significarla, lo que se designa en psi
coanálisis como objeto,_que de hecho remite al otro sujeto. El
objeto, entonces, se halla en un doble lugar: pertenece a su
vez al espacio interno de los dos pisos, consciente e incons-
¡ cíente, y está presente también en el espacio externo como
objeto, como otro, como otro sujeto. .í>
— í--- -
y * -4
1 A. Green, «La double limite», en La folie priuée, op. cit. [«El doble lími
te», en La nueva clínica psicoanalítica y la teoría de Freud, op. cit.].
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k
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En mi informe de landres'1 consideré que se estaba ins
talando una nueva metapsicología, que tii a a poi a otea se interesaron más en las estructuras psicóticas y en las psi
las distinciones freudianas para centrarse ahora en el es cosis. La represión de la realidad invocada por Freud impli
tudio do las relaciones entre el Self y el objeto. El Sel/ es el caba la imposibilidad de aceptar informaciones proporcio
más reciente de los productos de la teoría. Muchas veces se nadas por la percepción. La alucinación positiva se arraiga
ha señalado la insuficiencia del concepto de yo y se le ha ba en una alucinación negativa. Y aunque la rcncgación y la
agregado, según los contextos teóricos, otras entidades: el escisión fueron descriptas primero en relación con el feti
sqieto, el je* la persona y, finalmente, el Self, también com chismo, en una segunda etapa la Spaltung fue reconocida
prendido de manera diferente según los autores, desde E. en la fragmentación presente en la psicosis (Esquema del
Jacobson hasta Kohut. Self yo, sujeto,je: para el psicoanáli psicoanálisis). Y, sobre todo, era incorrecto limitar la per
sis se abría entonces una genealogía subjetal que desde cepción a la sensorialidad, como lo hacía la psicología. Bas
ahora estaría en correspondencia con la genealogía objetal taba con leer a Freud con un poco de atención para darse
conocida desde hacía mucho tiempo. Como se ve, la pulsión cuenta de que también hacía intervenir la percepción en.el
freudiana era la gran sacrificada en este asunto. Quisiera mundo interior, el más lejano de la psique, al percibir e_sta-
dos del cuerpo propio; a la inversa, sucede lo mismo en el
aprovechar la ocasión para restablecer un equilibrio ame
ámbito del pensamiento, pues para Freud la función princi
nazado por lo que temo que sea una tendencia idealizante
pal del lenguaje era la de hacer perceptibles los procesos de
en el seno del psicoanálisis. Trataré de sostener los dos pla
pensamiento.’ Mientras que la percepción era definida por
tillos de la balanza que van de la pulsión al objeto y vicever-
Freud, al comienzo de su obra, sobre todo como concepto que
sa. porque lo importante no son las situaciones extremas si-
se puede oponer a la representación portadora de índices de
no el ir y venir, el recorrido, la oscilación; en suma, la diná
realidad y utilizada para el conocimiento del presente, el de
mica que los reúne^
sarrollo del pensamiento psicoanalítico lo obligaría a reco
nocer en ella una función más compleja. De hecho, lejos de
estar al abrigo de las vicisitudes del mundo interior, la per-
cepción puede convertirse, a su vez, en sede deprocesosque
Percepción y representación demuestran-uñ~cúestionamiento de su función de garante
de lo real. ¿No era esto lo que el saber clásico había descu-
¿Cómo ayuda el mundo exterior al mundo interior a biértó a su respecto desde hacía mucho tiempo? El caso de la
I construirse, y según qué parámetros organizadores? ¿De escisión fetichista lo ejemplificaba bien, y la alucinación ne
qué manera el mundo interior moldea nuestra visión, nues gativa de la percepción del mundo exterior podía ser consi
tra concepción del mundo exterior, en función de qué exi derada el equivalente de la represión para el mundo inte
gencias? Es este un viejo problema para el psicoanálisis; di rior. La prueba de realidad ya no se satisfacía con el soporte
ría incluso que es su problema más viejo, pues fue por él por de la percepción. La relación percepción-representación, si
donde comenzó: la relación percepción-representación. La bien conservaba cierta validez, debía ser repensada, pues
percepción perdió terreno, en los orígenes del psicoanálisis, no era suficientemente fiel a su complejidad.
Lo sucedido con la percepción tuvo una suerte de reitera
desde que Freud inventó el encuadre psicoanalítico destina
ción en el caso de la representación. No sin motivo, la segun
do a favorecer y estimular la esfera de las representaciones,
da tópica le quitó en el nivel del ello el lugar que la primera
pero volvió muchos años después, cuando los psicoanalistas
le reconocía en lo inconsciente.
La representación, en cuanto opuesta a la percepción,
5 A. Green, -L’analyste, la symbolisation et l'absence dans le cadre ana-
vio extender su campo. La célula básica sigue siendo, para
hroque-. Ix. cit
• Je es -yo-, pero en cuanto entidad psíquica que ciertas escuelas ps- cualquier psicoanalista, la oposición que Freud instituye
«Ktiras posfreudianas distinguen de la instancia psíquica moi. GV. entre representación de cosa y representación de palabra
lo I)
41
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—es decir, en la cura, entre lo que significa el discurso del
analizante y loque remite a él en el inundo interior, sin que" periencia psicoanalítica son más seguros cuando uno se li
pueda reducírselo—, pero, de hecho, una concepción nías mita a la órbita de las neurosis. Ya sea que se tome la direc
afinada de la representación muestra que hay que exten ción de la patología o la de las diferentes formas de sublima
derla a otros datos que no han sido considerados; por ejem ción, la proporción de lo aleatorio y de lo especulativo será
más importante. Este reconocimiento, sin embargo, debe
plo, las representaciones de la realidad. Freud habla de
alertar contra las eventuales tentativas de dar cuenta de los
ideas y juicios que representan a la realidad en el yo. Dicho
estados «neurótico-normales» que siguen siendo el eje de las
en otras palabras, la realidad no se contenta con ser percibi
indicaciones del psicoanálisis, según datos de inspiración
da: también está representada en el yo a través de juicios.
exclusivamente «psicológica». Intentaríamos deshacemos,
Es esto aquello a lo cual el lenguaje da acceso, sin explicarlo. entonces, del rol de las polaridades biológicas, somáticas, o
En'élótro extremo, hay que recordar lo que Freud denomi de los efectos del actuar que limitan la estética de nuestras
na «representante psíquico de la pulsión», concebida esta, a especulaciones y que proponén una visión más halagadora,
su vez, como un representante psíquico de las excitaciones espiritualmente más apasionante, de nuestros determinis-
nacidas en el interior del cuerpo. Se entiende, entonces, que mos psíquicos. A la inversa, la evocación de estos determi-
la idea del sentido al que Freud continúa siendo fiel depen nismos no podría relegar la potencialidad, incluida desde
de de un gradiente que se extiende con la fuerza que atra los primeros lincamientos del psiquismo, de aquel aspecto
viesa los espacios psíquicos, sufriendo transformaciones, de este que ha apelado al concepto de trascendencia. Somos
atrapada entre la salida de la descarga según varios modos presa de tendencias opuestas de diversos reduccionismós.
de expresión—somático, alucinatorio o actuado—, o partici El reduccionismo psicologizante no es el menos atractivo.
pando en desórdenes del sentido limitadores del despliegue Súvuelve evidente^por lauto, que la oposición entre el
diversificado de sus expresiones. A la inversa, otros recorri adentro y el afuera va a ser objeto de una radicalización: en
dos, que introducen la actividad psíquica en los circuitos lar su polo más interno, que escapa más a la influencia de la
gos de la élaboración, adoptan los caminos de la representa- realidad externa, la pulsión; en su polo más extemo, el más
ción, transformando sus productos gracias a la proximidad opuesto, diríamos, a la pulsión, el otro, con toda la compleji
dad que le impide ser definido por su sola relación con la
de ámbitos que se prestan a lo representativo. ^Todo esto en
pulsión y remite siempre, de hecho, a un sujeto; pues, como
globa un conjunto de regímenes que van desde sus precipi
ya lo he señalado, no hay sujeto sino para otro. El objeto, re
taciones somáticas hasta las formas intelectuales de la abs
cordémoslo, está sometido al juicio de existencia. Hay que
tracción. Esta jerarquía implícita no debe autorizar la impo
reconocer aquí el paso decisivo que dieron Bion y Winnicott
sición de un modelo único, pues la abstracción no tiene que
en su reformulación del problema; pero, luego de oponer es
ser entendida en el sentido exclusivo que le da la ciencia. La
tos dos mundos, hay que articularlos. Utilizaré una fórmula
abstracción artística o filosófica corresponde a modelos dife
de Cesar y Sára Botella, concisa y contundente: «únicamen-
rentes. te adentro, también_afuera». Nos topamos aquí con la tan
En lo que concierne a la práctica psicoanalítica, aparece conocida posición de Freud: encontrar un objeto es reencon
aquí la oportunidad de abarcar un campo más vasto que el trarlo.
de la cura clásica, ya que puede incluir las somatosis y las
psicosis, incluso las psicopatías, o al menos los aspectos de
estas entidades que se prestan a la investigación del psi
quismo comprometido en ellas, lo cual supera las perspecti La pulsión y el objeto
vas abiertas por las indicaciones clásicas de las neurosis. En
la dirección opuesta, la del destino evolutivo de las pulsio Cada uno de estos dos polos, p.ulsión_y_flhjeto, demanda
nes, la investigación se extiende hasta las sublimaciones. un análisis semántico. En lo que concierne a la pulsión, el
No obstante ello, es innegable que los resultados de la ex-
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conjunto, descripto de la manera más rigurosa por Freud,
reúne las nociones_de concepto límite, anclaje en el soma, habla de un objeto único, un objeto que hay que reemplazar
excitación que llcgaal psiquismo y medida de la_exigcñcia a cualquier precio si llega a faltar. Se puede decir que el yo
de trabajojmpuesta a lo psíquico a causa de su lazo con lo sacrifica una parte de sí mismo para reemplazar a ese obje
corporal, He demostrado4 cómo la conocida definiciorule to. Es evidente que la cuestión de la sustitución y del reem
i Freud englobaba los tres puntos de vista: dinámico (que re- plazo no concierne a una teoría unívoca o exclusiva, como
corre el trayecto del cuerpo a lo psíquico), tópico (por defini- pretenden hacer creer ciertas teorías inspiradas en Lacan.
1 ción de los espacios somático y psíquico) y económico (por la De hecho, este sólo puede defender la parcialidad como ca
¡medida de la exigencia de trabajo exigida por sus relacio rácter esencial del objeto a condición de poder disponer de
un concepto de otro que supere la idea de un objeto total co
nes). Sin duda, esta noción de trabajo psíquico es la más im
mo fuente de engaños y extravíos teóricos.
portante y muestra que la idea de un psiquismo puro y ele-
Esta división entre la pulsión y el objeto nos remite a
mental nojjuede definir completamente a la pulsión, como
oposiciones sistemáticas que hay que corregir, refutar e in
se tiende a pensar, sino queesta es en sí misma la sede y e[ vertir. He sostenido que el objeto era el revelador de la pul-
producto de un trabajo. Sólo se la puede calificar, pues, con sión. Si no hubiera falta de objeto, no sabríamos que la pul
relación a las formas más sofisticadas de representación. sión existe, puesto que es en ese momento cuando ella se
Ahora bien: esta definición, cuya orientación intrapsíquica manifiesta de manera apremiante. A la inversa, yo diría
es ostensible, puede también ser leída según una grilla de que no hay objeto, cualquiera que sea, que no esté investido
inspiración diferente. En efecto: se puede imaginar que esta y animado por las pulsiones y, más aún, habitado él mismo
grilla describe la relación de un infans con su madre, o tam por sus propias pulsiones. Siempre se habla de la relación
bién la excitación nacida del estado del infans y que tiende a de objeto del niño con la madre, pero la madre también es
exteriorizarse para alcanzar el espacio psíquico materno, un ser pulsional y aún más que él, puesto que su vida pul
trabajando sobre sí misma y obligando a la madre a traba- sional ha llegado a la madurez.5
jar a su vez para responder al estado de desamparo del niño. Este equilibrio pulsión-objeto que es posible observar en
I Esta sería una interpretación intersubjetiva. Sin embargo,' la teoría se quebró en el curso de la historia del psicoanáli
¡ lo que importa es que la misma definición pueda ser leída se sis. Hubo una acentuación del rol del objeto porque este fue
gún dos grillas diferentes, intrapsíquica e intersubjetiva, co subestimado en la obra de Freud. En efecto, hay en Freud
mo matriz primaria de la cual han de surgir las diferencia- una tendencia a describir las cosas de manera solipsista, co
■ clones ulteriores de una y otra, su oposición y su complemen- mo si el desarrollo del niño se hiciera a partir de los objetos
'■> tariedad. que él mismo crea, y no con relación a la influencia que esos
En cuanto al objeto, su definición no es más sencilla. Es objetos ejercen en él. j
Todo investigador o, mejor aún, todo descubridor tiende
polisémica, siempre hay más de un objeto, como habíamos
a resaltar lo que sus concepciones aportan de novedoso. No
dicho, y el conjunto de ellos reúne numerosos campos y ase
está tan interesado en dar un lugar a cada cosa como preo
gura funciones que no pueden ser abarcadas por un concep
cupado por ver su descubrimiento —o las consecuencias de
to único. La teoría del objeto está marcada por una contra
él— relativizado y, por lo tanto, potencialmente subestima
dicción observada ya en Freud y que según mi conocimiento do y hasta precarizado. Para Freud, lo que había de nuevo
no ha sido superada. Cuando Freud habla del objeto a pro era ese determinismo con relación a la actividad pulsional
pósito de los componentes de Ja pulsión, estima que es una (en cuanto opuesta a la actividad surgida de las excitaciones
de las características más contingentes de esta, la más reem externas y sometidas al control de la actividad voluntaria).
plazable, la más sustituibley, sin duda, la más simbolizable. La excitación pulsional demostraba ser la dueña del juego
Por el contrario, cuando elabora la teoría de la melancolía,
5 La represión de su vida pulsional no basta para anularla.
4 A. Green, La folie privée, op. cit.
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en el mundo interior y daba cuenta de la constancia de los
factores que escapaban a las variaciones que influían en los
elementos de la realidad externa. Freud quería subrayar el menos general el curso seguido posteriormente por la teori
rol.de to estructural contra lo,coyuntural, eLdeJa regulari zación psicoanalítica.
dad contraloaccidental. Sin embargo,había definido clara
mente la idea de las series complementarias. No supo cons
truir un estructural que fuera el resultado de las relaciones
pulsiones-objeto, cuya asimetría fuese el elemento más di
Revisión de la teoría
námico e interesante. Preocupado por relacionar el psi
Se impuso, pues, en un momento dado, la necesidad de
quismo con las leyes de lo viviente, quizá calificó en forma
revisar la teoría para incluir en ella el rol del objeto. Si to
insuficiente la especificidad de lo humano en el seno de este, mamos como punto de partida la demanda, que se ejerce por
por lo menos en lo que concierne a sus hipótesis sobre el fun intermedio de la activación pulsional, el modo en que el ob
damento del psiquismo. Por el contrario, algunos de quienes jeto habrá respondido a esta demanda contribuirá a la es
lo sucedieron, interesados sobre todo en marcar esta última tructuración primitiva organizadora. Esto fue descuidado
especificidad, propusieron una interpretación distinta, que por el psicoanálisis durante mucho tiempo. Winnicott fue
tendía a enfatizar la delimitación con las otras formas de lo quien, en el fondo, planteó mejor el problema —en mi opi
viviente. La consecuencia fue el alejamiento cada vez mayor nión, únejonquelMelame Klein, que defendió la teoría de la
de la pulsión, que se quería hacer caer en desuso. Asistimos existencia del objeto desde el comienzo—. Tal concepción
entonces a una deriva incesante que proponía, según el ca puedeparecer evidente y tener en su favor la confirmación
so, la promoción sucesiva del objeto, luego del Self y, final de los hechos a partir de procedimientos de observación cu
yos métodos no fueron discutidos lo suficiente.___________
mente, de lo intersubjetivo. Lo intrapsíquico, por poco que
Winnicott planteó un tema esencial: ¿qué efecto produce!
se continuara defendiendo esta noción, no era más que el
reírun niño tener una madre psicótica o loca, o un padre conj
depósito de las relaciones pasadas y presentes entre «suje
[esas características?/Esto no fue'tratadópór Freud. Si, por
tos», sin que hubiera un gran interés en darle una definición
ejemplo, releemos hoy el caso Schreber a través de la docu
que superase la aprehensión fenomenológica inmediata.
mentación que poseemos gracias a Niederland, se plantea
Esta observación, evidentemente, no se aplica a la teoría la-
claramente un problema con respecto a las relaciones del
caniana, que propuso, por el contrario, el concepto de un su
paciente con su padre. No se trata de establecer el rol de fac
jeto del inconsciente definible únicamente de acuerdo con
tores considerados exteriores al sujeto, que no dependen de
una formalización, hipótesis que amplía en grado sumo la él. Se trata de saber de qué manera el hecho de teneruna
distancia con los axiomas fundamentales de Freud. El in madre o un padre «loco»_puede_infl.uir_en la.prop.ia estructu-
conveniente de estas últimas posiciones estriba en que dan ración psíquica interna por medio de las identificaciones y
pie a la irrupción de las ciencias del cerebro, objetivistas y el reconocimiento del deseo.por-el otro,.conjuntQ_que_puede
simplificadoras. Por más que se haya querido defender el afectanlos-fundamentosJeLpsiquismol En este punto hay
derecho a la autonomía de las organizaciones psíquicas, la que estar alertas, porque el reconocimiento de la «locura»
teorización dejó aquí una lamentable laguna. Enjpdos los del padre o de la madre puede ser un factor de desconoci-
aspectos, es más fructífero que construyamos este lugar miento (de sí) mucho más importante que ló habitual. La
nosotros mismos para oponernos a las visiones tiránicas y defensaTmpIementada instalará la renegación del juego de
esquematizadófas de losjrgpreseaiantes dejas ciencias na- proyecciones y contraproyecciones recíprocas, que empobre
turaleSiJi ce el psiquismo para evitar compartir la psicosis del padre o
Esta digresión era indispensable para intentar explicar de la madre. Esta defensa de supervivencia tiene como con
trapartida la ocultación de la red de relaciones intersubjeti
la posición de Freud, la de sus sucesores y la evolución ac
vas que afectan al mundo intrapsíquico del sujeto.
tual. No obstante, es necesario considerar de una manera
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Otra razón para cuestionar la división entre pulsión y
objeto surgió del interés otorgado a los casos límite. En estos rodeo por el otro, Dicho do otro modo, originalmente hay
casos límite se asiste a una cristalización de Jaalienapión una investidura previa n cualquier transferencia en sentido
del sujeto. Uno no se enfrenta sólo a una organización con estricto, y ella misma es producto de una transferencia en
flictiva interna, como en las neurosis, sino también a una sentido amplio. De hecho, esta investidura sólo adquiere
verdadera alienación en un objeto interno. Da la impresión, sentido después de haber pasado por el otro. Esto suscita co
por momentos, de que ya no es el sujeto el que habla, sino el mentarios que nos obligan a volver sobre lo que pensába
objeto a través de la voz del sujeto. Se podría decir que a ve mos. En otras palabras, hay una fuente interna que empu
ces nos hallamos ante una especie de ejercicio de ventrilo ja, la pulsión, pero, ¿a qué empuja?Xmvestir un objeto, el
quia. Pienso en una vieja película de sketches que se titula objeto de transferencia, con miras a un fin, con una esperan
ba Dead ofNight (A! morir la noche). Uno de ellos, que según za desatisfaccj^TRétomóUrfórmula de Freud que siempre
creo era de Cavalcanti, contaba la historia de un ventrílocuo me ha parecido en extremo interesante, aunque dudo de
que se había vuelto loco porque su marioneta había tomado que haya tenido el mismo efecto en mis pares. Aparece en
las Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis.
la palabra por sí sola y se había adueñado de sus pensamien
«En el camino que va de la fuente a la meta, la pulsión ad
tos. En la historia del psicoanálisis asistimos a un giro cru
quiere eficacia psíquica».6 Reflexionemos detenidamente
cial en el momento en que el objeto abandonó su estatus de
sobre lo que esto quiere decir. Freud concibe la pulsión, en la
exterioridad referencial. Ya no se trataba simplemente de
fuente, como anclada en el cuerpo y dependiente de la orga
un objeto fantasniático, como en Freud, sino de lo que Me-
nización corporal, aunque ya posee la cualidad propia del
lanie Klein llamó «objeto interno». Ya no era simplemente psiquismo, bajo una forma que, como él mismo lo reconoce,
un objeto que se podía ver desde el ángulo del fantasma, no puede definir según los criterios rigentes en materia de
sino un objeto que formaba la base del universo interioróle! actividad psíquica. Empero, cuanto más se acerca la pulsión
sujeto,"animado por una especie de furor destructivo que a la meta, es decir, necesariamente al objeto, más «eficacia
amenazaba7~abyo~cóñ"la aniquilación, haciéndole vivir terro- psíquica» adquiere. Esta formulación demanda aclaracio
resde los que el ruño trataba desesperadamente de liberarse- nes. Es como si durante el recorrido pulsional se desarrolla
Este trabajo de destrucción del sentido impedía el desarrollo ra todo un trabajo cuyo resultado fuera hacer bascular pro
de estructuras que permitiesen organizado bajo la influen gresivamente a la pulsión, nacida en las profundidades del
cia de angustias arcaicas. Más tarde aparecieron otras des cuerpo, hacia el lado del psiquismo, esto es, hacia un estado
cripciones bajo la pluma de autores conocidos, como Bion, que transforma la dirección del movimiento en intencionali
que describió los '<ittgc¿S'Ofí4ink¿ng»rataque&-contra los la dad. Uno puede preguntarse por qué. Si la pulsión está an
zos. Por mi parte, traté de contribuir al estudio de estos fenó clada en lo somático, es decir, si su determinación más fun
menos desde otro punto de vista, poniendo en evidencia pro damental está atrapada en la organización corporal, se pue
cesos pertenecientes a lo que llamé trabajo de lo negativo. de pensar que en su estado de activación —que podría com
¿Estos casos son excepcionales? ¿No nos obligan a revi pararse con un estado de necesidad (Freud, a la inversa de
sar nuestras posturas sobre las propias bases del intercam Lacan, defiende esta posibilidad)— ella funciona de un
bio anah'tico? modo que se podría calificar —por comparación— de abso
lutamente narcisista. Estaría unida al cuerpo, sería su pri
sionera. Sin embargo, dado que la pulsión —al menos, es el
caso de todas aquellas que no pueden satisfacerse autoeróti-
El intercambio analítico 6 S. Freud, -L’angoLsse et la vie pulsionnelle-, en Nouvelles conférences
d'introduction a la psychanalyse, Irad. de Rose-Marie Zeitlin, Gallimard,
Lo característico de la situación que se produce en un in 1984, pág. 130 [-Angustia y vida pulsional-, enNucios conferencias de in
tercambio psicoanalítico es la vuelta a sí mismo mediante el troducción al psicoanálisis, en AE, vot 22. 1979],
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cántente— está forzada a desplegarse alejándose de esa
fuente somática, como una bestia que, en busca de la presa, te caso, la pelota queda en el campo del futuro sujeto. Ella
sale de su guarida, se ve obligada, pues, no a abandonar su explica la mutación que permite pasar del empuje de un
fuente somática, sino a salir a la búsqueda de lo que puede cuerpo en busca de lo queje falta al de un proceso de crea
aliviar su tensión. Adquirir «eficacia psíquica» quiere decir ción, de una incorporación objetaly de una apropiación sub
estimular jos recursos, sin duda muyjimitados pero_exis- jetiva, matando de esta manera dos pájaros de un tiro. Pos
tentes, de una actividad de significación. Recordemos la teriormente, estas dos operaciones condensadas en una se
idea de concepto límite, que implica la potencialidad psíqui- diferenciarán.
Volvamos a la fórmula de Freud, más intrapsíquica que
ca. Al sostener que el psiquismo se activa en proximidad del
intersubjetiva. Recordemos la definición de la que hablába
objeto, Freud quiere decir, sin duda, varias cosas. La prime
mos poco antes: «Las excitaciones originadas en el interior
ra es que, como el objeto se encuentra al alcance, el psiquis
del cuerpo y que llegan al psiquismo». La fecundidad de
mo redobla la actividad jpara alcanzarlo con la esperanza de esas definiciones de la pulsión en Freud reside, como ya di
acercarse a la satisfacción,ya.sea que la obtenga directa- jimos, en que pueden ser entendidas desde el ángulo de lo
mente o que se procure indirectamente el medio de alcanzar intrapsíquico y también como una interiorización de la in
su meta. Empero, de todas maneras, el objeto encarna esta tersubjetividad. Cuando Freud hace referencia a la pulsión
anticipación y excita su realización virtual. «¡Un esfuerzo de manera solipsista, puede pensarse que, en su opinión,
más!». Esto quiere decir también que la proximidad delrob- hay una necesidad que surge en el cuerpo, y que el cuerpo
jeto, dotado por su parte de un psiquismo desarrollado, mfa- envía señales para que la «mente», el pensamiento, encuen
libléméñte da origen a üñareZacíbn que es la característica tre los medios de satisfacer esa necesidad, sin olvidar la
misma del psiquismo. Relaciónentre un psiquismo elemen destinación deseante de esa condición inicial. Esto es expre
tal amenazado por la desorganización, en fuerte demanda sión de una concepción cerrada, de una visión interna que
de satisfacción, y un psiquismo desarrollado que responde a no implica al objeto, pero también se puede retomar la mis
esta demanda, de manera necesariamente desfasada —per ma definición y decir que, indirectamente, alude por un lado
cibida empáticamente—, ofreciendo lo que posee para res al niño y por el otro a la madre, es decir, al niño que emite
ponder a la situación. Una vez más, esta formulación puede señales para que la madre suprima la situación de angus
aclararse si en lugar de la pulsión ponemos al infans, y en tia. Si se acercan las dos interpretaciones, la solución apare
lugar del objeto, a la madre y/o su pecho. Deberemos recono ce en eUnodelo intrapsíquicQ_a.tiavés_deJa estimulación de
cer, entonces, que para que el sistema funcione hay que su la mente del infans, y en el modelo intersubjetivo, por el so
poner una comunidad de metas: el deseo de satisfacción en corro de la madreZLas dos soluciones son insatisfactorias.
el niño, al que hace eco el deseo de la madre de satisfacer al La primera, porque no tiene ninguna posibilidad de éxito si
el objeto no llega a tiempo luego de los mensajes enviados
niño. Se puede agregar, en efecto, que la satisfacción mata
por el infans-, la segunda, porque si la solución corresponde
dos pájaros de un tiro, al obtener como resultado la incorpo
a la madre, la mente del niño no tiene ninguna razón para
ración de lo que provee el objeto y, por transferencia metoní-
desarrollarse. De cualquier manera, el progreso sólo puede
mica y metafórica, del objeto en sí. No obstante, esto no hace provenir del par pulsión y objeto o infans y madre, reunidos
más que reforzar el doble lugar del objeto incorporado, den en una tensión óptima, suficiente para confiar en la solu
tro y también fuera del cuerpo. Winnicott verá aquí la oca ción y mejorar la eficacia de los mensajes del lado del infans,
sión de defender lo que consideró una paradoja ineluctable. y suficientemente imperfecta para no aportar la solución de
A esta descripción se puede añadir que el acto de incorpora la madre más que de manera imperfecta. De todos modos,
ción no suprimaúnicamente la.tensión~clé la insatisfacción, existe esta fuente que trata deinvestir un objeto y quedeja
así como tampoco se contenta con proveer las impresiones el campo más Ubre posible a las transformaciones y ¿las ex
agradables que lo acompañan. Este placer confiere retroac presiones de lajauísión; tal es el sentido del cfesh'no.de las
tivamente a la incorporación el valor de una creación. En es
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pulsiones, la explicación de la necesidad de las defensas. Sin
embargo, dentro de esa misma libertad, la pulsión eñcuen-
facultades teóricas, debemos recurrir a un pensamiento dia
tra obstáculos en la comunicación. Tenemos un ejemplo con
léctico. De otro modo, tendremos sólo una idea en la cabeza:
el problema de las dos censuras implicadas en la situación
desembarazarnos de la pulsión porque no sabemos qué ha
analítica: censura moral, pero también censura racional. cer csñ“ella.(
Por una parte, la amenaza de la transgresión de lo prohibí-
do, con sus sanciones de parte del superyó; por la otra, la
amenaza de desorganización, que reduce al yo a la impoten,
cia y conmina con hundirlo en el caos bajo el imperio del ello. El doble tiempo
Es lo que formulamos como regla fundamental, para quie
nes siguen enunciándola: «Diga lo que le pase por la cabeza, Anteriormente, para describir la situación analizante
aunque le parezca absurdo». No es sólo una cuestión de pu- utilizábamos una secuencia que era aceptada por el conjun
) dor: es tambiénuna cuestión de emancipación con respecto to de los analistas. Se partía de un discurso en el que se ex
y a la lógica racional, cosa que olvidamos muy a menudoj presaban la transferencia y la resistencia, ante el silencio
Por lo tanto, ¿qué decir con respecto al objeto? El objeto del analista; en el momento pertinente se enunciaba la in
es, por su esencia, desconocido y polisémico, despierta el de terpretación, y luego comenzaba un nuevo ciclo.
De hecho, creo que esas descripciones, por útiles que ha
seo, es inaccesible; el contacto con él es a la vez imposible,
yan sido, han adquirido un carácter un tanto esquemático.
. A prohibido (al menos en la situación analítica); siempre está
Lo característico en la transferencia es que se trata de una
huyendo y, al mismo tiempo que se expone, se esconde. Por
¿ doble transferencia en una sola operación, es decir,_una
un lado, el analista se ofrece a la transferencia y, por el otro, v transferencia sobre la palabra y una transferencia sobre el
no responde a las demandas de satisfacción que en ella se objeto/Transferencia sobre la palabrajquiere decir que todo
expresan. Más_precisamente, no responde en acto: responde y ! acontecimiento que se produce en la esfera psíquica, todos
escuchando la demanda y, eventualmente, interpretándola, ' i los movimientos que la animan, todos los afectos, todos los
lo cual significajjue la ha «escuchado» y que este reconocí- ^fantasmas, todo lo que pasa justamente en lo intrapsíquico,
miento vale como satisfacción —en parte—.] jdebe ser verbalizado. Por supuesto, me objetarán: «¿Qué
Estopennitever quedas relaciones entre objeto y pul hace usted con lo preverbal?». Un análisis de lo preverbal
sión son tales que el objeto es preconcebido, proyectado, re sólo puede hacerse apoyándose en la verbalización a través
presentado, construido, mientras que la pulsión es activa de una traducción, de una traslación a la palabra. Lo pre
da, dinámica, autoorganizada (en el sentido de Atlan) y su verbal existe, como la pulsión, pero, como ella, sólo es inteli
jeta a la transformación. Temo que, por no especificar las re gible por medio de sus representaciones. A menudo, esta re
laciones mutuas entre el objeto y la pulsión, se simplifiquen presentación se referirá a un estado hipotético del desarro-
mucho las cosas. 11o del niño.
f,a construcción, del objeto lleva retroactivamente a la Larjtransferencia sobre el objeto/es, precisamente, la
construcción de Idfpulsión.que construye_al objeto. Ea cons transferencia sobre el analista. Aquí nos encontramos en la
trucción deTolójeto no se concibe sino a partir de que es in relación in tersubjetiva. Estas dos operaciones constituyen
vestido por la pulsión. Sin embargo, cuando el objeto se ha una sola, yes por eso que las teorías de la transferencia a
construido en la psique, esto conduce a la construcción de la menudo son confusas. En ciertos análisis —pienso especial
mente en los casos límite—, los pacientes manifiestanja im-
; pulsión aposterioñ, en tanto que la falta de objeto origina la
posibilidad_de-decir. Ellodio significa que haya una censura
concepción de la pulsión como expresión inaugural del
activa, como en los neuróticos, que retienen lo que piensan
sujeto. A partir de allí, surge la posibilidad de concebir el de
porque está mal. No, aquí no se trata tanto de prohibición
seo o la toma de conciencia de la animación pulsional que
como de imposibilidad- Sin embargo, no se puede excluir la
dio nacimiento al deseo y al objeto. Para libramos de las di
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idea de censura, aunque esta no puede ser definida sólo por
la referencia moral. Y aun cuando la moral no estuviera au
sente del cuadro, sus efectos no se manifestarían de la mis quenwha hecho a mí mismo no puede olvidar la parte que
hajirá ocupado el otro semejante. El concepto respectivo de-
ma manera; La dificultad, incluso la imposibilidad, de estosf
\ be ser superado para hacer posible la diferencia, pero debe
analizantes para expresarse verbalmente, es decir, paral seguir presente en cuanto a que el trato que infligiré al otro
traducir sus acontecimientos psíquicos en palabras, parece tendrá siempre su límite, ya que no deja de ser un semejan-
provenir de mecanismos oscuros que ponen en juegojal' /te. Lo que se revela a través de estas transformaciones, en
pensamiento. La red representativa que incluye el mundo i definitiva, es la escisión constitutiva del yo.
de las cosas y el de las palabras está cortada a nivel del pen Volvamos al otro semejante y a su función en el análisis.
samiento, el pensamiento que circula entre las cosas y las ] La función del otro no es sólo la de ser aquel a quien uno se
palabras. Estos pacientes_se_queian de que su pensamiento / dirige para hacer escuchar una demanda que hay que satis-
está vacío, por.lo cual nojhaynada para decir. Sin duda, son \ (facer. En otras palabras, el hecho de decirlos pensamientos
entonces presa de un pensamiento-cosa, fijado sin media a otro es lo que los transforma, porque en ese momento la
ción al cuerpo o al actuar, o bien la relación entre pensa palabra se refleja en ella misma. «¿Qué dije? ¿Por qué dije
miento y palabra es desviada por la actividad alucinatoria, eso?». Y puede suceder que el analista permanezca callado o
que hable. En todos los casos, la palabra enunciada vuelve
a menudo acompañada de una especie de síndrome de in
al sujeto, transformada por el hecho deque ha sido enuncia-
fluencia silencioso. Vemos, por consiguiente, que aun cuan
da'para otro y, de alguna manera, ha efectuado uña teavesía
do aquí está en juego la censura, es ante todo del ámbito de por el otro semejante, o sea, el analista, sin alcanzarl5~pTe-
\ lo impensable.
námente, y está obligada aBesáñdar el camino. Adivinamos
Si se consideran los dos aspectos que acabo de describir la analogía con la activación psíquica de la pulsión en proxi
-fe —transferencia sobre la palabra y transferencia sobre el ob midad del objeto. En esas condiciones, se ve cómo intrapsí-
jeto—, se los puede aplicar a la fórmula que propuse antes, quico e intersubjetivo son dimensiones que en la práctica
J que caracteriza el proceso activo en el análisis como vuelta a /analítica están imbricadas y que el análisis descompone, en
sí mismo a través del rodeo por el otro. Agregaré ahora una |!sentido lógico, para comprender lo que sucede en la relación
observación. Debemos a Lacan la introducción de la refe /consigo y con el otro. En ja-cura, esas dos dimensiones, aun
rencia al otro (con minúscula y con Mayúscula) en el psico cuando en ciertos momentos puedan oscilarcoñpredominio^
análisis. De él procede, pues, mi propia formulación. No obs de un aspecto sobre el otro, son efectivamente indisociables. ~
tante, en lo que a mí concierne, quiero precisar que califico# Cuando laque prevalecetesda dimensión narcisista, el obje-
este otro como otro semejante. Además, todo acceso a la alte- to nunca está totalmente ausente. Y cuando la que predomi
// rídad del otro como otro lo subordino a la existencia previa na es la dimensión objetal, siempre hay un reducto narcisis-
de un otro semejante, es decir, de un otro bastante cercano ta no alcanzado por la relación.
como para poder identificarse con él y así ayudarlo en la En el transcurso de la sesión, esa palabra dirigida a otro
Hilflosigkeit. La diferencia, el otro como diferente (ya sea descansa en un ciclo de excitaciones mutuas, instituidas.
intrapsíquicamente, el otro en cuanto es inconsciente; ya Dicho de otro modo, el inconsciente es excitado por el ejerci
sea intersubjetivamente, el otro en cuanto es un yo fuera de cio de la regla fundamental que empuja a la verbalización. A
mí), es a la vez desarrollo del otro semejante y apertura ha la inversa, cada vez que yo hablo libremente, alimento a
cambio los circuitos de excitación inconsciente sobre mi dis
cia una destinación nueva: lo que fue semejante ya no lo es,
curso. Es un ciclo que se retroalimenta. Quien dice «excita
es otro. Puedo concebirlo porque ya no necesito el sostén que
ción inconsciente» dice necesariamente «puesta en relación
provee la similitud; la.cpnciencia de la separación con res con la fuente pulsional». El hablarj,a#limenta de esa excí-
pecto al otro ya no amenaza mHugar en cuanto yoTPuedo tación inconsciente y pulsionaLque la vectorización del^psi-
pensar al otroporque puedóséguir sieñdoyomismo, conci qúismo~transf5nna en palábras^Háblgrjgg_Pr2jHS15-^l^-e~
biéndome como falto dé otro y en busca de el. Mas aquello
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nevar sentido dirigido al otro que supuestamente escucha.
Esta excitación pulsional va a reinvestir el circuito de la pa
cia a lo «intra» en cuanto sería opuesta a lo -ínter»,porque lo
labra enriqueciendo su flujo, impidiendo que se agote. Si esa
más intra no puede pensarse independientemente de la me
investidura se debilitara, el analista sólo escucharía una diación de lo más ínter. Además, el pensamiento de lo -ín
palabra sin vida apenas dirigida a él. Sin embargo, no hay ter» en psicoanálisis no puede limitarse a lo que se desa
palabra dirigida a alguien que no incluya su respuesta, ima rrolla sólo entre ambos miembros de una pareja, sino que
ginaria o real. Es un punto en el que Lacan insistió con jus remite a otro orden de determinación, que escapa a la obser
ticia. Aquí también lo intrapsíquico y lo intersubjetivo re vación de sus relaciones. Lo que sucede en cada intrapsíqui
suenan entre sí. co, y en el momento de la vinculación entre dos sujetos, re
vela que la relación intersubjetiva está, de alguna manera,
por encima de ambos polos. Y ello, con el fin de poder apre
ciar a la vez las semejanzas y las diferencias que surgen en
la pareja y que pesarán en la concepción que se construirá
Para sí mismo y para el otro de sus intercambios. relación intersubjetíva tiene la pro-
piedad de crear una plusvalía de sentido con respecto a la
Se comprende inmediatamente la conexión entre la di-
significación que ella cobra para cada uno deJosjniembros.
1 mensión interna de lo psíquico y el vínculo de alteridad que Ya sélbpuede suponer cuando se estudian las relaciones in-
I entabla el sujeto con el objeto, como si se entendiera por esto trapsíquicas, pero en el caso en que dos sujetos están reuni
■ que lajpsique fuera para_sí mismo y el sujeto para el otro. dos ello pasa a ser una evidencia. No obstante, esta plusva
i . En el análisis, la intersubjetividad se convierte en la me- lía tendrá validez sólo a condición de que se refiera a cada
। diación necesaria para arribar a la toma de conciencia de lo polo intrapsíquico. Es evidente que el conjunto de estas con
intrapsíquico. Esto es coherente con la idea de la división sideraciones introduce una duda acerca de la posibilidad de
del sujeto, tanto en su interior como en su relación con el arribar a resultados verdaderamente significatiyosmedian-
otro. Su heterogeneidad interna y su dependencia de los te la sola observación. Tal es el privilegio deja escucha? que
efectos producidos por el otro semejante han marcado con al no poder referirse a informaciones sensoriales estáybli- p
su sello los orígenes de su organización mental. gada a construir el sentido a partir de la interpretación de la ""
Nada fundamental que concierna a lo intrapsíquico po palabra, incluyendo tambiéndo nodícho.J
drá sortear los efectos de la rglación intersubjetiya. Esta da He aquí otra manera de recordar el papel del rodeo que
acceso a la construcción hipotética de lo intrapsíquico de un he tratado de poner en evidencia. En la referencia a lo intra
sujeto, desde el momento en que se toman jm cuenfajos no podemos sustraemos de los efectos de las organizaciones
efectos de resonancia inducidos por lo intrapsíquico de otro biológicas, así como la referencia a lo Ínter remite a los efec
sujeto. Insisto en este punto pues, por lo común,“está ausen tos del socías; empero, ya se trate de una o de otra, el en
te en las teorizaciones que hacen hincapié en la dimensión cuentro con el psiquismo exige el recurso al rodeo. En suma,
I intersubjetiva tal como en general se la entiende. Esta remi lo intrapsíquico necesita el rodeo por lo intersubjetivo, pero
te necesariamente a lo intrapsíquico de cada uno de los suje el otro, implicado por lo intersubjetivo, remite al modelo de
su constitución, que comparte con aquel al cual está unido,
tos que ella pone en relación.
incluso su propia dependencia de las organizaciones biológi
Concebir este vínculo como una simple relación entre un
cas. Como su par, deberá transformar lo que se origina en
sujeto y otro es desconocer que allí se juega algo más que el este anclaje. Hay que tener en cuenta una particularidad de
efecto de transferencia que ella supone. Es necesario pensar ciertas funciones biológícas~clel humano que deben incluir al
en lo que la relación entre uno y otro introduce como enri otro en su proyecto: la sexualidad, el erosj
quecimiento suplementario de cada polo considerado aisla
damente, que no sigue siendo el mismo en el contexto de sus
relaciones. Y ello obliga a una profundización de la referen
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E1 avance de la teoría freudiana.
el pasaje de la primera tópica a la segunda ideas, a condición de crear un régimen de flujo de ideas
—asociación libre— que imite el régimen de flujo libre de
¿Cuáles son las consecuencias de esta controversia en el
las imágenes en el sueñojDe ese modo, se evidencian nue
psicoanálisis moderno? ¿Qué pensar del radicalismo pulsio vas relaciones entre la sucesión de imágenes oníricas y la de
nal de Freud? Es imposible avanzar en la discusión si no nos los pensamientos de la vigilia suscitados por ellas. Se trata
Í
percatamos de las profundas razones que llevaron a Freud del par representación de cosa-representación de palabra. Y
se puede señalar otra particularidad de las representacio
a oponer una segunda tópica a la primera.
nes visuales del sueño: son conscientes pero no pertenecen
Veamos por un instante la primera tópica. Está construi
al sistema consciente, puesto que no obedecen a las coorde
da sobre un modelo óptico, el telescopio, utilizado esencial
nadas que lo caracterizan, la de los procesos secundarios.
mente a partir de La interpretación de los sueños, donde La conciencia.es más un sistema que una simple cualidad
predominan las representaciones visuales. Es lo que se po psíquica.
dría llamar la «dióptrica de Freud», del mismo modo que En estas condiciones, se comprende que se haya sosteni
hay, como se sabe, una dióptrica en Lacan, que debe dar do que La interpretación de los sueños introdujo el corte
cuenta de lo especularizable y de lo no especularizable, de la epistemológico que permitió el nacimiento del pensamiento
imagen real y deja imagen virtual. psicoanalítico. Ese libro es el resultado de una estrategia
La primera tópica freudiana está centrada en torno a la teórica de Freud, estrategia que comenzó al tratar de con-
proposición «Psíquico no es igual a consciente»; pero psique vencer a Fliessincluso utilizando suíenguaje, el lenguajefi-
es espejo, no lo olvidemos. Si se consideran las tres instan siológicoTpara transmitirle lo_quc él,Jfreud,_quería_decir.
cias, consciente, preconsciente, inconsciente, se observa que Creo quesehá cometido un error al pensar que en Freud
hay una raíz común: consciente. Las otras dos se definen hubo una fase fisiológica, demostrada por el «Proyecto de
con relación a esta: preconsciente significa inconsciente que psicología». De hecho, el momento fisiológico de Freud está
puede volverse consciente, entanto que inconsciente no destín ado únicamente_a hacer comprender a Fliess su enfo-
puede jamás volverse consciente. El conjunto sólo puede ser que y sus descubrimientos-En el pensamiento de Freud ha
pensado a partir de la experiencia de la conciencia. El mo bía una división de tareas: Fliess debía ocuparse de la parte
delo óptico hace aparecer en el seno de la conciencia lo que b fisiológica y orgánica, y Freud debía tratar la parte psicoló-
no está allí, mientras que lo inconsciente permanece «invi 1 gica. Eso llevó al fracaso del emprendimiento, como se sabe.
I Freud tuvo que renunciar a ese proyecto.
sible» para la conciencia. Incluso para decir que lo incons
El desarrollo del proceso estratégico tuvo diversas eta
ciente es radicalmente distinto de ella, su término de com
pas. Luego de haberse interesado en las neurosis y de com
paración continúa siendo la conciencia. Y lo problemático
probar que desembocaba en caminos sin salida, Freud pen
es, por supuesto, la cuestión del estatus de la representa
só que la única manera de conocer lo inconsciente era inte
ción inconsciente. rrogar al suyo propio. Para ello, debía privarse de todos los re
El lenguaje es suficientemente rico como para proveer cursos de la conciencia, y es por esta razón que La interpreta
nos gran cantidad de locuciones y expresiones que demues ción de los sueños es un libro estratégico. Esta reclusión de
tran esta relación: «ya veo» por «cpmprendo»,^que por lojle- Freud en el dormir que da cobijo a sus sueños, fuera de toda
más quiere decir «soy consciente de». Aquí, la relación con la información perteneciente al sistema consciente, le permiti
I imagen —es esencial destacar que en el sueño se trata de rá comprender la manera en que funciona lo inconsciente,
J 1 imágenes formadas fuera de todo lazo con un objeto y, por lo obligando a los procesos conscientes a interesarse en él al
danto, sin relación con unreal, y que no pueden ser referidas despertarse. Superada esta etapa, se puede decir que el sue
la él— es singular. Al no poder poner en relación esa imagen ' ño se convierte en el paradigma central de lo inconsciente,
¿on un objeto, no hay otra solución que hacerla hablar, es aunque no es el únicoTEIlodaorigen, en esa época, a un mo-
[decir, reemplazar el par imagen-objeto por el par imagen-'
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délo que demostrará ser relativamente eficaz para el análi
sis dejas neurosis,___ _______ __ organización —por no hablar de las características bien_cm
^-^Clínicamente, el modelo es: sueño, relato del sueño, in 1nocidas de los procesos primarios:.ignorancia del.t> empo, <Io
la negación ^ de la contradicción—. Sobre todo, la novedad
terpretación. Dicho de otro modo, uno sueña y, a partir de lo
que Freud afirma indirectamente es que el ello no deja lu
que soñó, relata; luego asocia y, al hacerlo, se comprueba gar a la representación,7 puesto que sólo las investiduras
cierto número de conexiones que permitirán descubrir el( pulsionales buscan la descarga. Todos estos argumentos
trabajo del sueño.'No olvido las otras manifestaciones delo'
Í procuran justificar que la parte primitiva de la personali
inconsciente: actos fallidos, lapsus, síntomas. En cualquier dad psíquica no pueda definirse únicamente por su cualidad
caso, el método seguirá siendo el mismo: la producción de inconsciente; dicho de otro modo, que toda referencia a la
asociaciones libres, pero en estas últimas el material de ba conciencia, positiva o negativamente, debe ser abandonada *
se forma un corpus menos organizado que el sueño y, en De hecho, el abandono de la representación se justifica por
cierta medida, menos emancipado de las influencias de la la terrible comprobación de que la rememoración tropieza
conciencia. En este aspecto, el sueño no puede ser sospe con enormes obstáculos y de que es el actuar lo preferido por
choso. La relación representación de cosa-representación de el analizante. Ahora bien, todo sucede como si Freud hubie
palabra está más claramente establecida aquí que en nin ra ligado la rememoración a la relación inconsciente-toma
guna otra parte. de conciencia. Se hacía necesario, pues, hallar un modelo
La manera de responder a la cuestión del pasaje a otra que explicara la gran propensión al actuar. Para él era evi
tópica consiste en identificar las novedades del modelo más dente que en el comienzo fue el acto, y sin duda habría espe
tardío que dan, a posteriori, las razones de la insuficiencia rado que la representación constituyera una mutación de
del modelo más antiguo. El modelo de la segunda tópica di cisiva. De hecho, volver al acto era reencontrar el comienzo.
fiere de su predecesor en un punto esencial y muy a menudo Queda aún la cuestión del antagonismo de los dos órdenes
ignorado: en la primera tópica, las pulsiones no forman par- de pulsiones, es decir, la manera en que podemos aprehen
te del aparato psíquico. Esa comprobación sorprende sobre- derlas cuando no disponemos, para imaginar la situación,
manera. Sin embargo, es lo que Freud da a entender al pre de ninguna de las propiedades del yo o de las inferencias de
cisar que una pulsiónjio esconsciente ni inconsciente, y que la representación. Entre pulsiones de vida y pulsiones de
sólo es accesible a través de sus represeñtantes-Es evidente muerte no hay ninguna diferencia en cuanto a su meta: la
que sí una pulsión no es consciente ni inconsciente, está fue búsquedajIEládéscáfga.¿En qué se diferencian, entonces?
ra de un aparato psíquico construido sobre el modelo óptico. La respuesta más clara ele Freud es la que caracteriza a las
Dicho de otro modo, la pulsiónestá situada jmás acá del um- pulsiones efe vida por su tendencia a la aglomeración, de la
que'éTyo eíTdesarrollo sacará partido ulteriormente. Dicho
bral del psiquismo, en la mayor proximidad con el cuerpo.
Este axioma es el que va a ser totalmente modificado con de otro modo, procediendo a agolpamientos más o menos
la segunda tópica, que va a incluir a la pulsión. Esto se afir vastos, las pulsiones de vida se encaminan a una organiza
ción potencial que puédé~ííáCCiI71eJIós lázos que se esíñble-
ma explícitamente respecto de la instancia llamada "ello».
cén efTel seno de los conjuntos así creados. Por el contrario,
El ello, dice Freud, es el rcservorio de las pulsiones, pero
I las pulsiones de muerte tienden a prevenir esta posibilidad.
es un -reservorio» presa de una agitación que «pulsiona»,
/j Esta dualidad originaria demandaría desarrollos más nm-
1 unas contra otras, mociones en conflicto. En él opera el an
I plios, que merecen por sí mismos un estudio. A fin de cuen-
tagonismo entre pulsiones de vida y pulsiones de muerte.
] tas, el último argumento de Freud para defender la pulsión
Por supuesto, tal formulación no puede ser aceptada sin dis
cusión en Ja actualidad. No es fácil imaginar a qué remite
ese funcionamiento si se quiere permanecer en el marco de 7 Nouuclles confircnces d'introduction á la psychanalysc, op. cit., pAg.
la lógica pulsional, es decir, despojar a esta instancia de to 104.
* Traducción literal del original francés. (TV. de la T.)
da propiedad adjudicable al yo: personalidad, racionalidad,
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de agresión, de destrucción o de muerte es su comprobación
de la imposibilidad de erradicar el sadismo y aún más el sulta imposible una formulación que obedezca al realismo
biológico, es más elocuente intuitivamente cuando uñóse dis
masoquismo. Corresponde agregar que ninguna concepción
pensa de esta «versión doblada» al lenguaje de los biólogos.
ha logrado proporcionar, hasta ahora, una explicación que
Hay que reconocer que este modelo se adapta mejor a la
obtenga el consenso necesario como para reemplazar a la de
relación oral y a la relación sexual genital, Cuando están en
Freud.8 Ello nos obliga a interrogar una vez más el concepto
juego las otras pulsiones —escópicas o sadomasoquistas, por
de pulsión. ejemplo— se necesita una teorización más complicada, por
La reinterrogación del concepto más fundamental de la que es verdad que se puede objetar: ¿La excitación pulsional
teoría se plantea por un afán de mayor coherencia. Debe tierm suLfiiente-en£lpÍQji£n.la musculatura? Sería demasiado
mos reconocer primero que las proposiciones teóricas de simple, y sin embargo el placer de ver (yele serviste), de gol
Freud pueden provocar cierto malestar. Las confusiones y pear (o de ser golpeado), es innegableTLáverdad obliga a de
los malentendidos posibles acerca de las relaciones entre cir que aquí falta el lugar del fantasma/ en tanto que en la
instinto y pulsión son, a menudo, el trasfondo del debate. relación oraTeste aparece... naturalmente. Aunque, inclu
No obstante, incluso haciendo a un lado el equívoco, el ma so en este último caso, las derivas patológicas nos indican
lestar persiste. Quienes se oponen a esta teoría le reprochan que la necesidad ya no tiene nada que ver. Razón de más pa
a Freud su biologismo axiomático y subrayan que la biolo ra reflexionar acerca de las relaciones entre psiquismo cor-
gía misma no encuentra en sus descubrimientos nada que poral y psiquismo fantasmático_sin recurrir a la solución de
justifique el concepto de pulsión. Se propone, pues, una teo deshacerse del anclaje corporal o de imaginar especulacio
ría de reemplazo fundada en una psicología, es decir, en hi nes poco creíbles, que tienden a mitologizar el cuerpo.
pótesis mixtas surgidas de las ciencias cognitivas y de las Otras soluciones van a revelar, sobre todo, sus preferen
neurociencias. En efecto: desde el punto de vista de la biolo cias por una concepción surgida del estudio de las relaciones
gía, el modelo de la pulsión ya no es aceptable tal cual. ¿Có entre el niño y su objeto primario. Las teorías diferirán en
mo ubicar los elementos del concepto límite entre el soma y cuanto a las distintas versiones de esa relación: relaciones
la mente? ¿La «mente» que trabaja estaría fuera del soma? de objeto de los kleinianos, resultados surgidos de la obser
Por supuesto que no, pero, en lugar de quedamos con esta vación madre-bebé, acento puesto en el Self en los kohutia-
primera lectura, tratemos de traspasar las figuras del argu nos, teoría de la seducción generalizada de Laplanche, etc.
mento inventado por Freud. Consideremos, pues, que todo Esta última se presenta verdaderamente como una alterna-
£ tiva a la teoría de las pulsiones, al proponer la idea de un ob
sucede en el interior del soma; para ser~nTá~s~claros;efTcTce-
rebro. Lo que Freud'désigñáría aquí «soma» son las repre- jeto-fuente injertado en el sujeto y que cumple una función
■séntaciones del cuerpo en estado de necesidad, en fjueel antes atribuida a una fuente pulsional orgánica. En un ni-I
vel más alto, la «intersubjetividad» será llevada al conjunto \ A.
estado délas «fuentes»' cáreúeríaTkTaígo y las «representa
de las relaciones mutuas entre analista y analizante, libe
ciones» de esos estados se inscribirían en el nivel de las es
rándose de la molesta teoría freudiana, en un enfoque de
tructuras cerebrales, cuya organización cortical es la más de
inspiración fenomenológica.
sarrollada. Lo que Freud llama «mente» pondría en juego
bP» T° <,cA'
los circuitos de la corteza cerebral encargados de encontrar
soluciones para remediar el sufrimiento de los estratos sub
corticales, movilizando representaciones en el nivel supe Sobre la fuerza y el sentido
rior. Tal construcción, cuyo único fin es mostrar que no re-
Lo esencial en la teoría de las pulsiones es que-nos per
8 Véase A. Green, «Pulsión de mort, narcissisme négatif, fonction désob-
mite no sólo concebir un psiquismo primitivo dependiente
jectalisante», en Le travail du négatif, op. cit. [«Pulsión de muerte, narci
sismo negativo, función desobjetalizante», en El trabajo de lo negativo, op. de las necesidades originadas en el cuerpo (anclaje en lo so-
citj, e infra, cap. 7.
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ma ico, aunque ya psíquico), sino, sobre todo, describir un
soporte teórico adecuado para defender la idea de que el ps¡.
más exactamente el psiquismo_inconsciente, no puede ser
quismo está constituido por fuerzas capaces de evolucionar, caracterizado sin recurrir a la noción de fuerza. Ella misma
pero que mantienenjrreductible una parte relativamente está ligada a la de energía. Freud la considera sinónimo de>
importante de su configuración originaria. Esta parte, se- libido. Se sabe que la energética ha suscitado muchas críti
gún las circunstancias, permanece parcialmente rebelde a cas, quizá debido a que se la ha explicado apoyándose en la
cualquier evolución, aprendizaje o domesticación por el en- clínica. Teóricamente, es claro el vínculo entre empuje inter-
tomo inmediato o regulado por la influencia cultural, sin no de la pulsión, fuerza y energía. Dado que este conjunto
contar con que a veces esta influencia se ejerce en el sentido puede despertar objeciones, se prefieren otras concepciones,
favorable a la pulsión. Más aún que lo inconsciente, esta es que dan lugar a la teoría de referencias «mecanicistas». Se
la herida más profunda infligida a nuestra,humanidad. Lq resaltan entonces, por medio de la dimensión relaciona!, las
)vías del sentido, en circulación a través de la intenciona
inconsciente afecta la soberanía del yo, pero la pulsión tiene
alameñte bajosuférúía, pues no hay que contentarse con lidad de los intercambios entre varios partícipes. Quedan
cierto número de rasgos propios de la causalidad psíquica
creer que sólo es ese fondo lo que nos impide evolucionar,
tal como la concibe el psicoanálisis, que son relegados a un
sino también todas las formaciones ulteriores a las cuales
segundo término; citaré, sin detenerme: la excitación del
aportó su colaboración, donde se hallan disfrazados los as-
deseo, la atracción incoercible de su objeto, la tenacidad de
pectos considerados más primitivos según explicaciones de la fijación, la movilización que permite el intercambio susti-
tipo abiertamente psicológico y racionalizante. J*or otra par tutivo cíe"objetos y metas, la obstinación de la fijación y de la
te, ellconcepto de fuerzajés, sin duda, el que mejor explica el resistencia, el sentimiento de impotencia de la razón y de la
déresistencia£A3émas, aunque una fuerza tal no pueda voluntad, el carácter caótico y contradictorio~de~Ías metas
$ iísé^cómpletamente en las organizaciones del sentido, perseguidas y, last but not least, el aspecto demoníaco de la
V puede, por el contrario, alimentarlas y transferirse en las
5 compulsión de repetición. Cuando Freud recuerda que «la
sublimaciones más elaboradas, nutriendo así la búsqueda pulsión debe su nombre»9 a la idea de un montante de ener
incesante de sus metas. Empuje-resistencia: efecto y con gía que empuja en una dirección determinada, instituye es
tragolpe de la pulsión sobre el yo e inversión de esta. Sería ta fuerza de manera indiscutible. En adelante, para desoli
muy largo de explicar aquí el modo en que la otra gran ins darizarse de esta visión del psiquismo será necesario desha
titución contestataria del yo, es decir, su escisión, en el ori cerse de la pulsión.
gen del superyó, puede proceder a la negativización de la Más allá de la clínica, es puesto en tela de juicio un con
fuerza que anima al empuje pulsional, ejerciendo su presión junto de axiomas respecto de los cuales no se sabe con qué se
en nombre de una realidad y de una «conciencia» tan sorda los podría reemplazar. En el fundamento del psicoanálisis,
Freud inserta una concepción dinámica de los aconteci
ser mcapazde satisfacer süs^aspiracioneg. Poco importan mientos psíquicos. El término fue tan desacreditado que
las especulaciones sobre la pulsión de muerte: todavía hay puede prestarse a malentendidos. Para restituirle algo de
que encontrar en su base la idea de fuerza. Es en vano inte su significación original, recordemos ciertas exigencias de
rrogarse sobre si se trata de la misma fuerza invertida o de la comprensión psicoanalítica: la regla de decir todo, que
impide la selección o la argumentación según ímjüicio pre-
dos fuerzas distintas. Lo esencial es no ceder a la idea de
determm5dój~éTflujo de"la asociación libre y de la atención
• que sólo sería una defensa. Desde el momento en que la pul
sión de muerte puede adquirir una independencia suficien- flotante o, también, en suspenso] Hay en esto una suerte de
intento de encontrar una modalidad originaria de investi-
te y sustraerse a la acción de las pulsiones, de vida, merece
ser considerada un concepto distinto.
Antes de seguir avanzando debemos preguntamos en 9 Nouvelles conférences d’inlroduction d la psychanalyse, op. cit., pág.
qué argumentos descansa la idea de que el psiquismo, y 130.
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dura. Recordemos asimismo el régimen de flujo libre de la
energía en los procesos primarios, el lugar central otorgado gidas al objeto que se vuelve demanda de significar la de-
a la moción pulsional en la segunda tópica. Finalmente, ]a mánda^Nada-puedé■construirse sin tomar en consideración
última teoría de las pulsiones facilitará la posibilidad de esta amalgama de la fuerza y del sentido por medio de la re
una versión menos mitológica de las entidades postuladas presentan cia.
al darles los atributos de la energía ligada y libre, reencon.
trando así viejas intuiciones.
I En síntesis, si la dinamicidad es el argumento central
_ f —por no nombrar las correlaciones entre los puntos de vista ¿Una metabiología?
dinámico, tópico, económico—, es el movimiento lo que hay
Sin duda, es necesario comprender que tenemos que dis
que privilegiar entre todas las propiedades del psiquismo. Y
tinguir entre el interés heurístico de un concepto y su inter
rin fuerza cari no hay movimiento posible.
pretación literal.
Este es el núcleo indestructible de la teoría freudiana. Si Así, del mismo modo en que Freud inventó una metapsi-
origina problemas, no es sólo porque se le opone el sentido: cología, es decir, una psicología sobre lo que está más allá de
también es porque este se expresa bajo disfraces muy va la conciencia, su teoría necesita también de una metabiolo
riados. Imaginar una fuerza totalmente ciega, absoluta gía, pues la biología no es sólo lo que los biólogos dicen que
mente desprovista de sentido, sería inconcebible. Esta fuer es. La ciencia biológica es la suma de los descubrimientos de
za necesita una mínima intención. Freud creyó encontrarla sus representantes. Los problemas que plantea el examen
en ¿TDnncroíó^de'placer, pero tuvo que abandonar la idea del psiquismo, y cuya solución no puede satisfacerse con
de crue tal principio pudiera responder a todas las situacio concepciones que prescinden de toda base biológica, pueden
nes* Más tarde haría preceder la soberanía del principio no ser abarcados por el conjunto de conocimientos de la bio
de placer por la ligazón como forma inaiigiiraLdel^ntid.o. logía, por razones metodológicas. La metabiología es la teo
Agriaremos un corolario.' lo que permite liberarse de la do rización que_explíca esto como complemento dela metapsí-
minación exclusiva de la fuerza.esla repre.Sñtacíwf?que ad- cología, a la espera de que el progreso lo aporte la ciencia ofi
qufere el poder de situarse como objeto sustitutivo del objeto ciaos! puede. Es posible hallar un paralelo con aquella afir-
de la pnlrión Gracias a la representaUón7í¿TuerzayeriIés- mación de los epistemólogos según la cual las teorías de la
nlázáTse la aprovecha para mantener juntos los elementos realidad no deben ser confundidas con la realidad. Lo esen
de la representación y para fijar a esta —relativamente— cial es que esta metabiología no caiga en la ideología.
con el fin de permitir su transformación. Además, el sentido Ironía de la historia: se pensaba que ya se había termi
debe ser adjnjgible. Plantearé la hipótesis de que larepre- nado con el obsoleto concepto de pulsión, que su desapari
sentaa'ón, para establecerse, necesita una.participación.del ción programada finalmente había sobrevenido, y de pronto
objeto, al tiempo que la figuración de este se amalgama con irrumpe en el campo social la insospechada ola de la pedofi-
lia, que nos obliga a volver atrás y relacionar un comporta
un modo de representación resultante de las exigeneiasjjel
miento psíquico bien específico (por otra parte, sin que la
cuerpo. De esta conjunción nace verdaderamente el incons
contribución del psicoanálisis lo hiciera objeto del menor re
ciente. Y los avatares de este encuentro son los que esclare conocimiento) con su supresión por castración química. ¿No
cen sus fallos. En mi opinión, es así como se puede articular es la pulsión la que resucita? La discreción de los medios
la segunda tópica con la primera, sin renunciar a sus apor psicoanalíticos ante la importancia del fenómeno es más
taciones. En consecuencia, la fuerza y eljsentido están jne- que llamativa. ¿Estarán afectados por una especie de retor
diatizados por la representación: representación comqje- no de lo reprimido?
legación de las exigencias del cuerpo en busca de satisfac- Debemos admitir que precisamos de una metabiología
ción, es decir, de objeto; representación de. satisfacciónjH16 en función de cierto número de exigencias lógicas-:oncer-
hace figurar el objeto; representación dé las demandasJÜH'
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soma I a aciones entre nuestro psiquismo-y-Questro
—p . necesidad de cubrimos contra especulaciones ps¡. con ellos se introduce la cultura. Empero, no por dar lugar a
co ogicas también podría satisfacerse aquí. La función de la la dimensión cultural hay que desechar lóLíológicordeTa
metabiología sería, pues, sacar a la luz lo impensable"de la misma manera en que uno no se vuelve sordo a lo cultural
psicología, cosa que la naetapsicología freudiañaTiabía co- porfómar
pVA en VUVUVU
ovmcu <zAA el papel~deJo~5rológ
cuenta V^A VA^ ico. XNuevamente,
LUUlUfrlVU. 1 UC Y QUICIILU,
menzado a.hacer. La segunda contribución que nos obliga a tenemos que recusar viejas ideas recibidas. La crítica de la
reinterrogar el concepto de pulsión es la de la psicosomáti- dimensión biológica se justifica a menudo por la ideología _
ca. Aquí, la mutación de la actividad pulsional provocada que se adivina detrás de ella, en defensa de un fijismo quej'G / 5
por el proceso de somatización da oportunidad para repen defiende la inalterabilidad de una naturaleza humana o,
más precisamente, de una concepción del hombre visto al’p'
sar las relaciones psique-soma, admitiendo que muchos \
través de las ciencias naturales. No obstante, cuando se tra
puntos permanecen todavía oscuros. Finalmente, los datos
ta del psiquismo humano, el papel de la epigénesis ya no es
apremiantes sobre la delincuencia y la criminalidad concu
cuestionado por nadie. Más aún: al subrayar la conjunción,
rren al mismo objetivo. desde el principio, entre lo natural y lo cultural, no sólo se
Todos estos son puntos de partida para refutar las teori defiende la idea de su imbricación, sino que al mismo tiem
zaciones esquematizantes de las neurociencias y proponer po se resalta la extensión y Ja profundización del campo del
' una concepción que haga justicia a la complejidad, respe- conflicto, dado que es el conflicto, sin duda, lo que el examen
/ tando a la vez las exigencias que pesan sobre la descripción del psiquismo humano revela en todos los niveles, y el pro-
V de los fenómenos. pio del nivel sociaTesíá lejos de ser menos importante.que el
derniveTbiblógico] Hay que agregar que los efectos de la si
nergia y del antagonismo entre causalidad natural y causa
lidad cultural requieren estructuras intermediarias para
Lo cultural ser tratados adecuadamente. La creación del superyó (como
la del ello^ responde a esta exigencia. La hipótesis de esas 1
Hasta ahora sólo hemos centrado nuestra reflexión en la formaciones permite imaginar la manera en que se relacio- I
dependencia de lo psíquico respecto de nuestro cuerpo en nan unas con otras, el modo en que contraen afianzas o en- 1
cuanto este mismo depende de su organización biológica. tran en conflicto. La oscuridad de tales relaciones es la que |
El otro aspecto de la segunda tópica que no existía en la obliga a este tratamiento metafórico. El riesgo estriba, por
primera y que Freud creó en su totalidad es el superyó. Con supuesto, en tratar estas relaciones de una forma que res
el superyó, es toda la creación del polo cultural la que inter ponda a lo que se desea encontrar, y no teniendo en cuenta
viene, gracias a los procesos .transgeneracionales. Se com su complejidad. En este punto, está claro que la posición so
prende entonces que el aparato psíquico está en la conver- ciológica intenta situarse, en su relación con la teoría psico-
gencia de lo biológico y lo cultural. No harémoTmá?que uña analítica, del lado de la intersubjetividad, minimizando los
alusión müyrestringida a ella, limitándonos a señalar su efectos de la vida pulsional. Ala inversa, en el otro extremo
presencia en las teorizaciones que ponen en primer plano la —pienso en la psicosomática—, el papel de la intersubjetivi
intersubjetividad. Hay una relativa autonomía de lo cultu dad está eclipsado por la insistencia en el punto de vista eco
ral, así como hay una relativa autonomía de lo biológico. Los nómico, lo cual no deja lugar suficiente para otros procesos
intentos de los sociobiólogos de referir lo cultural a mecanis psíquicos, como la identificación.
El interés del modelo fundado en la segunda tópica re
mos genéticos fueron refutados por los antropólogos. Nues
side en que ilustra la profunda heterogeneidad del psiquis
tra .originalidad en cuanto psicoanalistas radica en Hacer
mo. Ya no hay referente común, como lo era la conciencia en
emerger lo psíquico de ese.doble detérmínismo. Ésto requie
la primera tópica, puesto que las instancias están marcadas
re la postulación de que el superyó comienza a intervenir
por oposiciones más radicales. El ello y el superyó son pola-
desde el primer aniamantamiento o el primer biberón, pues
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thndad rt í C6ntra^’5tonas. conflictivas; su confía
.„.z , / f coTnplejización del pgíquismo. Ademá»
• Sin embargo, considero que la taris de la existencia del
. A a^rmaíJo Que en Ja primera tópica el principé
objeto desde el principio de la vida, sin .ser totalmente falsa,
b una diferenciación fundada en una jerarquía implícita
no puede implicar la conciencia de un objeto independiente
ya (fue teda la estructura del aparato psíquico descansa del sujeto y percibido como tal. Esta independencia será ad
la hipótesis del fundamento sobre el que se ha edificado: |¿ quirida con el desarrollo (reencuentro del objeto perdido,
actividad pulsional. Para esclarecer aún más esta hipótesi? Freud).
habría que subrayar que las pulsiones de vida (o de amor; • El estatus del objeto será determinado por ¡a pulsión.
son ellas mismas el resultadóde un progreso respecto de 1& El objeto es el revelador de la pulsión, lo cual implica que la
pulsiones de muerte. No obstante, para Freud, conquista o activación pulsional_ea la que llama al objeto a la existencia,
así como la adquisición de la conciencia del objeto ocurre co
jerarquía no significan nunca que lo que se ha conquistadoo
mo consecuencia de sus inadaptaciones forzosas a las de
superado esté venado. En cualquier momento, el orden ob
mandas pulsionales.
tenido puede invertirse, y las potencias de abajo pueden re
• El objeto primario viene a cumplir dos funciones. La
cuperar su fuerza perdida. primera es la de «cubrir» lagjner.eftidadp.q del infans. Esta
La idea fundamental es que la pulsión pasa a ser la ma función indispensable permite, sobre todo, establecer una
triz del sujeto. Cuando pienso en el recordado aforismo de existencia subjetiva naciente (objeto subjetivo de Winni-
Freud: «Woes war, solllch werden», «Allídondeeso_estaba, cott), fuente primera de_creatmdad y-transformación ela-
C jio ro n ó
yo debo advenir», según una inspirada traducción de La- borativa dejasjexcitaciones pulsionales (función a de Bion).
can * me siento tentado de enunciarlo a la inversa: «Si yo La segunda función se establece de manera explícita y posi
advine, ¿dónde estaba eso?» [«Si je suis advenu, oü done tiva en forma de objeto de la pulsión, con todas las posibili
était-ce?»]. Esta posición articulada de Freud se fue desgas dades de desarrollo imaginario (el fantasma), constitutivo
tando progresivamente. Dicho de otro modo, la muertedgl del yo placer purificado.
padre desapareció bajoja.renegación de lo pulsional. • El objétoentra, pues, en relación con la actividad pul
sional, que él transforma por la respuesta que le da y que
conlleva, a cambio, una transformación del estatus inicial
de aquel. Llega al estatus de objeto del deseo y de la deman
da (Lacan), para alcanzar finalmente la condición de objeto
Retorno al objeto
objetivamente percibido (Winnicott) o incognoscible en
cuanto absoluto (Bion).
Antes de cerrar esta reflexión quiero reexaminar tam
bién el concepto de objeto. Lo hice extensamente en el pa • El resultado de esta evolución no suprime las etapas
sado y no volveré a examinarlo en detalle.10 Nos conforma precedentes y lleva al sujeto a vivir en la paradoja de la esci
sión entre objeto subjetivo y objeto objetivamente percibido
remos con recordar algunas verdades elementales:
(Winnicott).
• El concepto de pulsión no es pensable sin el objeto. La
• La integración en el campo de lo intrapsíquico de las re
prueba reside en que el objeto es parte del montaje pulsio-
laciones corrientes en los intercambios intersubjetivos da
nal. Además, el objeto así concebido supone siempre un ob
I lugar a la creación de una función intrasubjetiva que se des-
jeto externo a ese montaje e independiente de él, aseguran ' pliega en diversos niveles. Esta descripción responde a la
do funciones de supervivencia, al principio.
‘concepción de los procesos de subjetivación que demuestran
• Ninguna vida psíquica, y a fortiori ningunayida, es po la apropiación por éFsujeto~cle uná"función que interviene
sible paraun ser humano si un objeto no~afíendealá?msu-
en la creatividad, entendida en el sentido más amplio. La
acepcioñ~3é esta se extieníemucho más aüaclelos procesos
*oEAnp “ngi"a1, Jc ¿oís advenir.. (N. de la T.) de creación propiamente dichos, de los cuales el arte es el te-
Grcen, Pmptóeutique, op. cit., caps. VI, VII, VIII, IX.
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jreno dilecto. Comáwnp i. -------- '---------- -
Propia dél Bujsií^n I>UeíSta *” juftg° d' k w'-
7/,nta c * CfJD^uce a WSüñar una junción objet/jj,
** * t^fbrwar e^taras
50 Tunes particulares, en <JjjeUjo¡ convertidc® en propia
aadss del sujeto y que sustituyen a sus objetos natural^
Tal es la interpretación qu e damos ¿el tros freudíano.
fondón encuentra su contrapartida en una función de&J^
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