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Dios Es Nuestro Sanador

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DIOS ES NUESTRO SANADOR

Dios es nuestro sanador. Hombre sanado levantando sus muletas en un


atardecer
¿Necesita la sanidad de Dios en un área de su vida? Dios es nuestro
sanador
Dios no es solo Aquel que sanó en las historias de la Biblia. Hebreos
13:8dice “Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos.” Jehová Rapha
significa Jehová tu sanador (Éxodo 15:26). Jesucristo sanó a cojos, ciegos,
sordos y enfermos en el Nuevo Testamento, es el mismo Dios sanador de
hoy. Dios es nuestro sanador.

Dios es mi sanador
Dios quiere sanar cada aspecto de tu ser. Y Él quiere que los redimidos
oren por su sanidad como un acto de confianza y dependencia en Él y que
sepan de dónde viene nuestra última fuente de sanidad. Mientras que
algunos aspectos de nuestro ser son sanados inmediatamente, otros los
sana con el tiempo como una forma de transformarnos a la semejanza de
Cristo.

AQUÍ HAY SITE FORMAS EN LAS QUE DIOS ES NUESTRO SANADOR:


1. Dios es nuestro sanador porque nos sana físicamente
Los médicos pueden decirle que la curación es el resultado de la ciencia
médica, pero Dios obra a través de los médicos y les da sabiduría. Los
nutricionistas pueden decirle que la curación es el resultado de
suplementos naturales, pero Dios proporcionó esos agentes curativos en
la naturaleza y también actúa a través de ellos.
Dios también sana a través del poder de la oración, porque Dios es
nuestro sanador
Hay casos en los que un tumor estaba claramente en una resonancia
magnética y después de mucha oración y una segunda o tercera
exploración, el tumor desapareció por completo, sin otra explicación que
la mano sanadora de Dios, pues Dios es nuestro sanador.
Dios es mi sanador y el tuyo también
También he visto a Dios obrar a través de una combinación de tratamiento
médico, remedios naturales y las oraciones de su pueblo. Una vez, Jesús le
dijo a una mujer que arriesgó todo para tocarlo: “tu fe te ha salvado”
(Mateo 9:22). Al ejercer sabiduría y diligencia para hacer lo que pueda
para estar saludable, ¿Tienes fe en que Él puede sanar tus enfermedades
físicas?, la mujer del flujo de sangre tuvo fe, lo tocó con fe, y fue sanada.
Aunque Dios puede sanar cualquier dolencia física que tengamos, a veces
nos permite soportar ciertas dolencias, porque nos hacen depender más
plenamente de Él y nos acercan más a Él de lo que hemos estado antes. Ya
sea que Dios decida sanarnos físicamente o no, debemos mantener la
confianza en Él, en que Él es bueno y que nada toca nuestros cuerpos que
no haya pasado primero por Sus manos amorosas.

2. Dios es nuestro sanador, porque Dios sana la enfermedad del pecado


Isaías 53 nos dice todo lo que Jesús soportó en Su propio cuerpo en la cruz
para sanar nuestra naturaleza pecaminosa y liberarnos de los estragos del
pecado. “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros
pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos
nosotros curados” (Isaías 53:5).
Por su llaga fuimos curados porque Dios es nuestro sanador
La belleza de este pasaje es que esta profecía de lo que Jesús soportaría
por nosotros para limpiarnos del pecado fue escrita en tiempo pasado,
aunque fue proclamada varios cientos de años antes de que Jesús viniera
a la tierra; sin embargo, nuestra condición de ser sanados se declara en
ese versículo en tiempo presente. Eso me dice que antes de que se llevara
a cabo, Dios vio nuestra obra de sanidad como ya hecha en Cristo Jesús,
porque Dios es nuestro sanador.
Alaba a Dios porque, a través de tu fe en la muerte y resurrección de
Jesucristo, Él ya te ha sanado de una condición de pecado que ni tú ni
ningún médico pudieron remediar.
3. Dios es nuestro sanador y cura la enfermedad del yo
Podemos invitar a Jesús a nuestras vidas y reclamar el regalo de la vida
eterna y llamarnos Sus hijos, pero todavía queda la enfermedad del yo por
sanar, incluso después de que la enfermedad del pecado haya sido
expiada. En Romanos 7:18, el Apóstol Pablo abordó la batalla entre su
carne (yo) y el espíritu de Dios, cuando escribió: “Y yo sé que en mí, esto
es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero
no el hacerlo”
Pero luego Pablo nos da esperanza para esta batalla constante arraigada
en nuestra carne cuando dice en Romanos 8:1: “Ahora, pues, ninguna
condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan
conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”. En otras palabras, la
autodisciplina, la determinación, esforzarse más o enmascararnos en
buenas obras no funcionarán.
Dios es nuestro sanador
Gracias a Dios, Jesús es el Único que puede curarnos de la enfermedad del
yo cuando “morimos a nosotros mismos” y vivimos para Él.
Pablo nos dijo la clave para sanar la enfermedad del yo: “Con Cristo estoy
juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que
ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se
entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20). ¿Has muerto a ti mismo por
medio de la fe en Jesús para que Dios finalmente pueda curarte de la
enfermedad del orgullo y del egoísmo?
4. Dios es nuestro sanador y nos sana emocionalmente
A veces, las heridas emocionales pueden ser más profundas y dolorosas
que las lesiones o enfermedades físicas. La ausencia del amor de los
padres, el dolor del rechazo o la traición, el horror emocional de la
violación o el dolor inexplicable de perder a un hijo, cónyuge o alguien a
quien amaba profundamente, pueden parecer incurables. Dios nunca nos
diseñó para experimentar ese tipo de dolor y tristeza.
Fuimos hechos para amar a Dios y disfrutarlo para siempre en un paraíso
libre de pecado y enfermedades. Sin embargo, nuestro pecado inherente
de Adán marcó el comienzo del dolor y la angustia que todavía se siente
ajeno al tipo de vida para el que fuimos diseñados.
Jesús sana las heridas emocionales porque Dios es nuestro sanador
Jesús sana ese tipo de heridas que no se pueden curar con cirugía,
medicamentos o una actitud positiva. Salmo 147:3 nos dice: “Él sana a los
quebrantados de corazón y venda sus heridas”. Y Hebreos 4:15-16 nos
dice: “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda
compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo
según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues,
confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar
gracia para el oportuno socorro”.
Ese Sumo Sacerdote es Jesús. Isaías 53:4 dice: “Ciertamente llevó él
nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos
por azotado, por herido de Dios y abatido”. Él ha experimentado todo lo
que alguna vez soportaremos en términos de tentación, tristeza, dolor y
más, y lo ha vencido y puede ayudarte a soportarlo o vencerlo también.
¿Has entregado tu equipaje emocional a Aquel que puede curarlo todo?

5. Dios es nuestro sanador y nos sana espiritualmente


Conozco a muchas personas que se criaron en sectas o en hogares
cristianos llenos de legalismo, hipocresía, juicio y adicciones carnales. Sin
embargo, nuestra visión de Cristo no puede ser contaminada por
representaciones impropias de Él por parte de aquellos que nunca lo
conocieron o que fueron malas imitaciones de Él. Debemos mirar a la
persona de Jesús y la descripción de Dios en las Escrituras para conocer Su
verdadero carácter, o podemos permanecer espiritualmente enfermos.
Sharon, una mujer que fue horriblemente abusada por su padre desde la
niñez hasta la adolescencia, creía que Dios era tan distante y odioso con
ella como su padre. Pero su perspectiva de Dios cambió el día que un
pastor que enseñaba la Biblia le preguntó: "¿En qué Dios estás creyendo?"
Le recomendó que leyera lo que dice la Biblia sobre el carácter de Dios y
que no confiara en sus ideas preconcebidas o conceptos erróneos acerca
de Dios.
Cuando Sharon siguió el consejo de ese pastor y comenzó a escudriñar las
Escrituras, descubrió que Dios era puro, amoroso, bondadoso, bueno y
fiel, todo lo que su padre terrenal no era. A través de la Palabra sanadora
de Dios, pudo desentrañar las mentiras que había creído acerca de Dios y
abrazar la verdad acerca de Él.
La oración de David en Salmo 139:23-24 se convirtió en su oración
personal para ser sanado espiritualmente, y puede ser la tuya también:
“Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis
pensamientos; Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en el
camino eterno”
6. Dios sana las heridas del pasado, porque Dios es nuestro sanador
Se ha dicho que “el tiempo cura todas las heridas”. Creo que eso sucede
cuando entregamos nuestras heridas a Dios y confiamos en que Él puede
sanarlas, en Su tiempo. Las heridas abiertas en carne viva no se curan de la
noche a la mañana. Pero, a medida que cultivamos un estilo de vida de
confiar en Dios, perdonar a los demás, caminar en Su luz (1 Juan 1:7), y
aferrándose a Su Palabra, Él nos sana de aquellas heridas pasadas que
parece que no podemos superar por nosotros mismos. Jesucristo nos sana
de las heridas del pasado porque Dios es nuestro sanador.
Tal vez no te estés aferrando a una ofensa de otra persona. Tal vez te
estás aferrando a algo que hiciste y que no puedes perdonarte a ti mismo.
Confía en que si Dios puede perdonarte tu pecado más atroz, tú también
puedes perdonarte a ti mismo. No creas que eres la excepción cuando
dijo: “Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros
nuestras rebeliones” (Salmo 103:33).
No creas que estás excluido de su generosa oferta: “De modo que si
alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí
todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17). Deja que Él te sane de lo que
sea que haya en tu pasado porque Él es el Dios de nuevos comienzos y
nuevas oportunidades.
7. Dios sana la mente, el corazón del hombre; porque Dios es nuestro
sanador
¿Tienes un problema para amar a alguien? ¿Perdonar a alguien? ¿Pasar
más allá de cierto dolor porque tu mente sigue repitiéndolo? Dios es el
Único que puede encargarse de eso por completo.
Recuerda siempre que Dios es tu sanador
Romanos 12:2 nos dice que no nos conformemos con el mundo y su forma
de pensar y de comportarse, sino que seamos transformados por la
renovación de nuestra mente para que podamos discernir la buena
voluntad de Dios, agradable y perfecta.
Permite que Dios renueve tu mente y la sane a través de la lectura y el
estudio constantes de las Escrituras, a través de la compañía de otros que
obedecen Su Palabra y a través de una continua entrega a la dirección y
convicción del Espíritu Santo.

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