Kant y La Libertad.
Kant y La Libertad.
Kant y La Libertad.
Filosofía
ISSN: 0211-2337
revistaanales@filos.ucm.es
Universidad Complutense de Madrid
España
Recibido: 26/05/2015
Aceptado: 05/02/2016
Resumen
Abstract
This article discusses the problem of freedom in the critical thinking of Kant, ba-
sed on three moments. First, the way Kant poses and solves the problem of freedom
in the third antinomy of the Critique of Pure Reason. Second, how Kant investigates
the law of freedom in the Groundwork of the Metaphysics of Morals. Third, how
Kant related law and freedom to demonstrate the objective reality of freedom in the
Critique of Practical Reason. Centered in the triple sense, the article concludes that
freedom is the keystone of reason and has only objective reality through a fact of the
reason.
1
Aquí es lugar de mencionar el nombre de un gran profesor, a quien debo mucho por sus contribuciones.
Hablo de José Luis Villacañas Berlanga, Catedrático de Historia de la Filosofía de la Universidad
Complutense de Madrid, y que ha auxiliado en mi proyecto de tesis de doctorado durante el período de
octubre de 2013 hasta julio de 2014. También para este artículo sus contribuciones fueran muy valiosas,
y todo lo que se pueda refutar o contestar solo a mí se debe culpar.
Listado de abreviaturas2
1. Introducción
2
Los textos de Kant se cita según la paginación de la Akademie-Ausgabe, Kant´s gesammelte Schriften.
La referencia se indicará según la sigla correspondiente (del listado) y conforme las traducciones
referenciadas al final del artículo.
3
KpV, A4.
4
KpV, A4.
5
Cf. KrV, B586.
6
La libertad necesariamente imbrica entre lo teórico y lo práctico porque es un problema que la razón
teórica tiene la necesidad de plantear, pero que solo podrá ser contestado por la razón práctica, de modo
que surge en la KrV, pero solo encuentra su culminación en la KpV. En este sentido, la libertad puede
ser concebida tanto en el uso teórico como práctico de la razón, aunque en aquella solo como idea. Así
que, razón teórica y razón práctica concurren recíprocamente para el planteamiento y la solución del
problema de la libertad.
7
Cf. KrV, B354-355.
8
Cf. KrV, B352-353.
9
Cf. KrV, B365-366.
10
Kant habla de cuatro antinomias. Las dos primeras corresponden a las ideas matemático-
trascendentales y las dos últimas a las ideas dinámico-trascendentales. En estas, tanto la tesis cuanto
la antítesis pueden ser declaradas verdaderas, mientras que en aquellas tanto la tesis cuanto la antítesis
pueden ser falsas (Cf. KrV, B559-560).
11
Para Kant, antitética no se refiere a afirmaciones dogmáticas y unilaterales, sino apenas a “[...]
conocimientos universales de la razón, solo en lo que concierne al conflicto de ellos entre sí, y a las
causas de éste. La antitética trascendental es una investigación acerca de la antinomia de la razón pura,
de las causas y del resultado de ella” (Cf. KrV, B448).
12
Cf. KrV, B433-434.
13
Cf. KrV, B472-473.
14
Cf. KrV, B585-556.
15
Cf. KpV, A3-4.
16
KrV, B302-303, nota.
17
KrV, B266.
18
Cf. KrV, B566-567.
19
KrV, B561.
20
Cf. KrV, B561.
21
Cf. KrV, B560.
22
Cf. KrV, B580.
23
Cf. KrV, B580-581; B472-474.
24
Cf. KrV, B561.
primer paso, el que tiene que ser complementado. La GMS y la KpV son pruebas de
esta complementación.
Desde la libertad trascendental, cuya idea es lógicamente posible, pues no es
incompatible con el mecanismo de la naturaleza, Kant puede pensar en un arbitrium
liberum (libre-albedrío) en oposición al arbitrium brutum (arbitrio animal) y demos-
trar que el albedrío humano es sensitivum, pues está patológicamente afectado por
la sensibilidad, pero también es liberum, porque su acción no es patológicamente
forzada, de modo que el hombre es capaz de determinarse con independencia de los
impulsos sensibles25. De este modo Kant presenta el concepto de libertad práctica,
aunque en sentido negativo, como “[...] la independencia del albedrío, respecto de la
coacción por impulsos de la sensibilidad”26. Además, también solamente de forma
provisional, pues la libertad trascendental es solo una idea y su realidad objetiva
tiene que ser probada, de modo que su imposibilidad implicaría, consecuentemente,
la aniquilación de toda la libertad27.
Una vez resulto el malentendido de la tercera antinomia, la razón establece para sí
la libertad como idea reguladora, mediante la cual se ve limitada en su ímpeto natural
de pretender exigir del entendimiento lo que este no es capaz, a saber, de conocer
objetos que trascienden la experiencia. Empero, para no entrar en contradicción con
la naturaleza, la razón se ve forzada a crear la idea de un mundo distinto del sensible
para poder alojar su nuevo concepto. Este mundo es denominado inteligible y es una
idea como la de la libertad trascendental; y aunque parezca que Kant presta mayor
atención a esta última, en ningún momento ignora aquella idea de mundo inteligi-
ble. En la KrV este nuevo mundo no podrá ser demostrado, pues esto exigiría la
demostración de la posibilidad de la propia libertad. Así, ambos conceptos (libertad
y mundo inteligible) surgen sin que puedan ser demostrados.
Sin embargo, esto no quiere decir que estas ideas sean quimeras, pues concluir
así sería tomar la justicia por la propia mano, una especie de juicio precipitado
sin antes recurrir a un tribunal competente, lo cual, en el caso de las ideas, solo
puede ser una crítica de la facultad práctica de la razón pura. Además, pensar
estas ideas como quimeras sería lo mismo que pensar la dialéctica natural de la
razón también como nada más que quimera y, por lo tanto, entender la crítica
como trabajo perdido. Entonces, si la idea de libertad no es más que una sospe-
cha, la dialéctica de la razón también lo es, de modo que solo a partir de ideas no
se puede fundar, con absoluta seguridad, sistema filosófico alguno, ni siquiera el
teórico, pues, conforme dirá Kant en su Segunda Crítica, solo mediante la demos-
tración de la libertad práctica se puede dar por fundado un sistema completo de
la razón pura. En este sentido, si la deducción trascendental de las categorías es
25
Cf. KrV, B561-562.
26
KrV, B562.
27
Cf. KrV, B562.
Otro momento en que Kant trata del problema de la libertad es en la GMS, cuándo
isla el mundo inteligible29 para buscar la ley que rige dicho mundo; pues si todo lo
que acontece en el mundo sensible solo puede acontecer en total subordinación a las
leyes de este mismo mundo, entonces, para que exista un mundo inteligible en el que
sea posible empezar una acción con total libertad, esto es, con independencia de lo
sensible, este mundo también tiene que poseer una ley mediante la cual aquel tipo de
acción sea posible. Se trata de una investigación aún en el ámbito de lo teórico, esto
es, con base apenas en aquella idea de la libertad trascendental concebida mediante
la disolución de la tercera antinomia, pero ya con la intención de encontrar el fun-
damento de la moralidad para, de este modo, ofrecer a la razón pura, tanto en su uso
teórico como en el práctico, la entera seguridad en su actividad.
28
Cf. KrV, B699.
29
La solución de la tercera antinomia, en la KrV, conduce Kant a concebir un mundo distinto del
sensible, pues si la libertad es pensada determinando a los fenómenos juntamente con las leyes de la
naturaleza, entonces esto generaría un incompatibilismo inevitable, de forma que Kan tendría que dar
razón a la antítesis y admitir que no es posible ninguna libertad, mas todo es solo naturaleza (Cf. KrV,
B475). Por tanto, hay que haber un abismo entre naturaleza y libertad, el que es representado por la
distinción entre mundo sensible y mundo inteligible. Además, esta distinción es pensable porque el
hombre es dotado de libre albedrío, el cual no es patológicamente necesitado por las inclinaciones, sino
que tiene una facultad de determinarse por sí mismo (Cf. KrV, B562). Es decir, la noción de arbitrium
liberum hace con que Kant pueda ver más allá del mundo de los sentidos y pueda contemplar al hombre
como cosa en sí, es decir, como miembro de un mundo inteligible (moral).
30
Cf. GMS, AXV.
31
Cf. GMS, AIII-IV.
32
Cf. MS, A379.
33
Cf. MS, A205.
34
Cf. MS, A226.
35
Cf. GMS, AXVI.
36
Cf. KpV, A14 y nota.
37
Cf. GMS, A1.
la más pura voluntad buena que el entendimiento más vulgar es capaz de reconocer,
y que no necesita ser enseñada, sino simplemente esclarecida38.
Kant, cuando habla de razón común, se está refiriendo a la razón pura sin sus pre-
tensiones dialécticas (aquí hay que entender aquellas de la Primera Crítica), pues, de
otro modo, aquella idea de voluntad buena no se presentaría como siendo de la razón
pura, sino de un ente trascendente (Dios) que la razón crea cuando se envuelve en
una dialéctica natural con el entendimiento. La idea de una pura voluntad buena, per-
teneciente apenas a la razón pura, solo puede aparecer con el aislamiento del mundo
de la razón (inteligible) en relación con el mundo sensible. Ahora bien, la dialéctica
natural turba la pureza de aquel concepto de voluntad buena en la medida en que el
entendimiento permanezca vulgar. Solo así la razón puede revelar para sí misma sus
ideas sin entrar en contradicción consigo misma. De este modo, si preguntamos a la
razón pura (no influenciada por ilusiones dialécticas) cuál es la cosa más perfecta de
todas, la respuesta es: una voluntad buena. Pero, si preguntáramos lo mismo cuando
todavía sigue envuelta de ilusiones, entonces la respuesta sería: la voluntad de Dios.
Por esto es tan importante y necesaria una KrV, puesto que sin ella la ilusión trascen-
dental turbaría conceptos que solo tienen sentido para una razón práctica; de hecho,
la búsqueda de un fundamento de la moral solo puede darse con entera independen-
cia de las ilusiones dialécticas de la Primera Crítica.
La búsqueda de Kant acerca de la ley moral depende, de un lado, de una razón
no envuelta de ilusiones, lo que se puede lograr con la crítica. Sin embargo, el modo
como Kant puede investigar la ley en la GMS es solamente según la idea trascen-
dental de libertad y, por lo tanto, aun en el uso teórico de la razón. La GMS es una
búsqueda que se da en todos los rincones del mundo inteligible, alcanzando hasta los
límites más extremos de una investigación moral en el campo meramente teórico39.
Estos límites alcanzan hasta el momento en que todo lo pensable se queda esclare-
cido, pero, también, es el momento en que se plantea un nuevo problema, a saber,
¿cómo aquellos conceptos pensados pueden obtener realidad objetiva, una vez que
son conceptos puros de la razón y no fenómenos de la intuición sensible?
Frente la idea de una voluntad buena que la razón pura dispone de forma entera-
mente a priori, de tal modo que todo ser racional, por el simple hecho de ser racional,
puede concebirla, Kant dice haber encontrado el concepto de lo bueno más puro e
ilimitado que se puede pensar, pues – dice Kant – su bondad (santidad) no es medida
por lo que es capaz de promover o realizar o por lo apta que sea para alcanzar un
determinado fin, sino en sí misma, en el sencillo querer. Kant compara la voluntad
buena con una joya que posee todo su brillo en sí misma, no necesitando de un fin
ulterior para valorarla40. Ella es, al fin, el más alto y estimable valor moral pensable
38
Cf. GMS, A8.
39
Cf. GMS, A125-126.
40
Cf. GMS, A3-4.
y está por encima de cualquier cosa que los hombres puedan desear. Es la condición
que debe ser planteada antes de cualquier otra, pues, aunque se reconozca algo como
bueno, lo que frecuentemente hacen los hombres con relación a los talentos natura-
les, nada puede ser considerado bueno en sí mismo sino apenas una voluntad buena,
la cual tendrá siempre que preceder aquellas cualidades que, aunque no se pueda
negar que son deseables, también podrán ser malas si no hay una voluntad buena que
de ellas haga un uso adecuado41. Así sucede también con relación a la felicidad, sobre
la cual no queda duda que sea deseable, pero nunca podrá ser buena en sí misma,
teniendo siempre que ser precedida de una voluntad buena, de modo que no basta
para la moral ser feliz, sino que es necesario ser digno de la felicidad42.
Sin embargo, esta voluntad no corresponde a la naturaleza de la voluntad huma-
na, que está envuelta de estímulos sensibles y no es necesariamente buena en sí. Si la
voluntad humana fuera naturalmente de acuerdo con la razón, entonces tendría que
ser santa, pero, como no lo es, la razón determina que lo sea. Es decir, la voluntad
humana no es pura, sino que tiene que ser purificada. El deber (Pflicht) es el concep-
to que contiene aquel otro de voluntad buena y hace que se manifieste por contraste
frente la voluntad sensiblemente afectada de los hombres, sin que las inclinaciones
de esta puedan quitar la magnífica pureza de aquella43.
Para encontrar cuál es este deber que contiene la voluntad buena, Kant realiza
tres pasos. El primero consiste en aislar, entre las acciones que son realizadas con-
forme al deber, aquellas que son realizadas simplemente por deber, las cuales son
las únicas dotadas de auténtico valor moral. Por eso, ya de inicio, Kant deja de lado
todas las acciones que son contrarias al deber, puesto que estas apenas pueden ser
útiles para los fines que la voluntad se propone, de modo que, en cuanto a ellas, ni
siquiera es posible plantear la cuestión de saber si fueran cumplidas por deber. Entre
las acciones realizadas conforme al deber, existen aquellas que son practicadas por
inclinación inmediata y aquellas con intención egoísta, pero ninguna posee el autén-
tico valor moral que posee una acción por deber44.
El segundo paso consiste en determinar el valor moral de una acción realizada
por deber, el cual se da en la máxima de la voluntad con independencia de todo
propósito de la acción, esto es, con exclusión de toda materia de la voluntad. Así,
ningún valor moral puede ser extraído de los fines o móviles de una voluntad, sino
solamente del principio subjetivo (máxima) en la medida en que se encuentra separa-
do de toda materia. Ahora bien, la voluntad humana se encuentra en una encrucijada
entre su móvil a posteriori (la materia) y su principio a priori (la forma), principio
41
Cf. GMS, A1.
42
Cf. GMS, A1-2.
43
Cf. GMS, A8.
44
Cf. GMS, A8-9.
por el cual la voluntad se encuentra en dependencia con la razón45. Las máximas de-
rivan de esta disputa natural que acontece entre razón e inclinaciones por el dominio
de la voluntad46. De ese modo, una acción por deber requiere la independencia de
la voluntad de todo móvil de la acción para restar apenas el principio por el cual la
voluntad es meramente dependiente de la razón.
Ahora bien, efectivamente la voluntad humana no puede evitar ser afectada por
las inclinaciones, aunque no puede ser determinada por las mismas, si se quiere
pensar una determinación racional pura, o sea, sin influencia de lo sensible. En la
GMS, Kant simplemente intenta decir que lo sensible no determina la manera como
la razón tiene que determinar la voluntad y es justamente este el sentido de puro
en las obras de la filosofía práctica de Kant, o sea, una manifestación de la libertad
trascendental; pues las leyes no son puras, ni pueden serlo, una vez que la razón tiene
que producir la determinación como represión de lo sensible y, por lo tanto, mezcla-
da con lo empírico. Todas las veces que Kant utiliza el término puro en la filosofía
práctica está, en verdad, volviendo a la filosofía trascendental. En este sentido, una
ley solo puede ser dicha pura si se habla desde una perspectiva de la filosofía trascen-
dental y, por lo tanto, bajo la idea de libertad, que es un concepto originalmente de
la filosofía teórica y no práctica. A partir de esta idea, una ley es pura porque es vista
desde una perspectiva analítica. Sin embargo, a partir de la práctica, toda ley solo
puede ser a priori, pues tiene que ser vista desde una perspectiva sintética.
El tercer paso es una consecuencia de los dos anteriores. Consiste en la definición
del deber que contiene la voluntad buena y es así presentada: “el deber significa que
una acción es necesaria por respeto hacia la ley”47. Pues bien, como la voluntad
humana no es totalmente determinada por la razón pura, no es una voluntad santa y,
como tampoco es totalmente determinada por la sensibilidad, no es un arbitrio ani-
mal. La voluntad humana es, conforme dice Kant en la KrV, un arbitrium liberum,
determinado por la razón y, al mismo tiempo, afectado por la sensibilidad48. De este
modo, la influencia de la sensibilidad en la voluntad produce inclinaciones, pero el
deber de la razón produce respeto, de modo que solo puede ser objeto de respeto lo
que está ligado con la voluntad como principio y nunca como efecto. En este sentido,
si una acción por deber requiere independencia completa de la materia de la volun-
tad, entones solo lo que resta para determinarla es la ley objetivamente y el respeto
subjetivamente por esta misma ley49.
45
Cf. GMS A13-14.
46
Cf. GMS, A62-63.
47
Cf. GMS, A14.
48
Cf. KrV, B562.
49
Cf. GMS, A14-15.
Esta definición de acción por deber que Kant presenta en este tercer paso es una
definición ética que, en los términos de la GMS, equivale al deber moral en general,
pero que más tarde, en la MS, Kant tomará cómo valida apenas para una parte de la
moral. La ley moral es, en términos de la GMS, una ley de la moralidad, esto es, de
la ética, ya que en esta obra Kant correlaciona ética con moral. De este modo, si se
toma como punto de partida la estructura de pensamiento de la GMS, la sumisión del
derecho a la moral implica su subordinación inevitable a la ética. Sin embargo, tan
pronto Kant distingue ética de moral en la MS, subordinando el derecho a la moral y
no más a la ética, pues ambos (derecho y ética) son solamente partes de una doctrina
general de las costumbres, la ley moral ya no puede pertenecer más a la ética, sino
a la moral y, por tanto, tiene que ser el fundamento tanto de la moralidad cuanto de
la legalidad de las acciones de los hombres. No obstante, no subordinar el derecho a
la ética no significa anular la posibilidad de correlacionarlos, lo que Kant realmente
hará en la MS. Aunque el derecho no sea subordinado a la ética, todos los deberes
jurídicos también pertenecerán a la ética, empero no como deberes propios de la
misma, o sea, como deberes de virtud. Como legislación interna, la ética necesita
contener también los deberes de la legislación externa, comparativamente a lo que
se da en la KrV en relación a los sentidos interno y externo de la sensibilidad, en que
el tiempo (sentido interno) tiene que abarcar todas las representaciones, inclusive las
del espacio (sentido externo), de modo que todas las representaciones, simplemente
porque son representaciones, pertenecen al sentido interno50. Eso no significa que
el tiempo subordine al espacio, sino apenas que es más amplio para contemplar las
representaciones espaciales también como temporales. Es precisamente esto lo que
sucede con la relación entre ética y derecho, pues la primera es capaz de contemplar
los deberes jurídicos obligándolos como deberes éticos indirectos51, sin que con esto
haya una relación de subordinación.
Del concepto de deber que contiene aquel otro de voluntad buena nace conse-
cuentemente el concepto de ley, pues si la voluntad humana no es naturalmente pura,
la razón tiene que determinar su purificación, de modo que la representación del
deber para tal voluntad es un mandato de la razón, cuya fórmula se denomina im-
perativo52. Ahora bien, el hecho de que el deber surge del contraste entre voluntad
santa y voluntad humana no significa que sea un concepto empírico53, sino que está
mezclado con lo empírico. Así, la razón tiene que competir contra las inclinaciones
por el dominio de la voluntad. Empero, si el deber es un concepto que está mezclado
con lo empírico (con el placer y desplacer, las inclinaciones, los deseos, etcétera),
aunque no sea un concepto empírico, no es totalmente a priori (puro), sino solo par-
50
Cf. MS, A214.
51
Cf. MS, A221.
52
Cf. GMS, A37.
53
Cf. GMS, A8; 25.
cialmente54. Sobre esta base, Kant distingue la filosofía trascendental, que es pura,
de la filosofía práctica, que es a priori, pero no pura55. Desde allí, la razón pura,
mientras está centrada en sí misma, se dota de ideas fecundas para el uso práctico,
no obstante sean puras, esto es, pertenecientes a la filosofía trascendental, como es
el caso de las ideas de libertad, Dios e inmortalidad del alma. Pero, tan pronto la
razón avanza a lo práctico, es decir, cuando es aplicada a la voluntad empíricamente
afectada de los hombres, ya no puede ser pura (trascendental), sino que es a priori,
teniendo que purificarse.
Siguiendo este raciocinio, la ley moral es, en cuanto deducida de la libertad tras-
cendental, un concepto puro y, por lo tanto, perteneciente al ámbito teórico, aunque
fecundo para la práctica. Para que esta ley sea producida para la voluntad sensible-
mente afectada de los hombres, tiene que poseer la capacidad de exigir imperativa-
mente el respeto, de modo que tendrá que ser sintética, pero aun a priori. O sea, la
ley moral, analíticamente pensada, es pura, pero, sintéticamente aplicada a la vo-
luntad humana, es a priori y exige el respeto en perjuicio de todas las inclinaciones.
Como representación pura, la ley moral no puede ser sino analítica y, por lo tanto,
tautológica; pero, como sintética, la ley es a priori y produce coerción moral56.
Esta es la problemática moral de Kant: hace necesaria una ley que no sea tomada
desde la sensibilidad o de la antropología y, sin embargo, que no sea meramente pura
(tautológica). Esta serviría muy bien para ángeles, pero no serviría para hombres,
esto es, no sería aplicable a una voluntad patológicamente afectada; aquella serviría
para hombres, pero no los serviría como ley moral. Una es demasiada santa para
aplicarse a la conducta humana y la otra es demasiada empírica para ser llamada
moral. Entonces, una ley que sea aplicable a la conducta humana y que pueda ser
llamada moral, tiene que ser simultáneamente a priori (pues su fuente no puede ser
lo empírico) y sintética (lo que implica no ser pura).
En la GMS, Kant presenta dos tipos de imperativos: los hipotéticos y los categóri-
cos. Los primeros son analíticos, pues corresponden a las reglas de acciones posibles
para la realización de un objeto de la facultad de desear, de modo que, si la voluntad
logra un fin, también logra los medios necesarios para realizarlo57. Los segundos son
sintéticos, pues son leyes que determinan la voluntad independientemente de todo
objeto, esto es, de toda materia de la voluntad. Estos determinan una acción como
objetivamente necesaria, sin relación con los objetos de la voluntad o de cualquier
fin posible, pero aquellos siempre tienen en vista una finalidad dada por la voluntad
patológicamente afectada58.
54
Cf. KrV, B2-3.
55
Cf. KrV, B28-29; B829, nota.
56
Cf. KpV, A57-58.
57
Cf. GMS, A44-45.
58
Cf. GMS, A39-40.
59
Cf. KpV, A35-36.
60
GMS, A52.
61
GMS, A87.
62
Cf. GMS, A95-96.
63
Cf. GMS, A103.
64
Cf. GMS, A128.
65
Cf. GMS, AXIII-XIV.
66
Cf. KpV, A3; A56.
67
Cf. KrV, B586.
68
Cf. KpV, A4.
resta es desfrutar del momento hasta que llegue la hora de despertar y volver a la
realidad. Es necesario, por tanto, algo que demuestre que todo aquello pensado no es
mera ilusión, sino que es también posible en la realidad práctica. Esta prueba solo la
presenta Kant en la KpV y es la conciencia de la ley moral, el saber práctico que es
inmediatamente dado a los hombres y que posibilita la conciencia de la libertad69.
Así que, la libertad es la ratio essendi de la ley moral, pero la ley moral es la ratio
cognoscendi de la libertad. Si la razón no estableciera con anterioridad y claridad
una ley moral, jamás sería posible admitir algo como la libertad. Si no existiera
ninguna libertad, ninguna ley moral podría ser encontrada en la razón70. Desde el
punto de vista teórico, es por causa del uso dialéctico de la razón que puede haber
una antinomia cuya solución conduce a la idea de libertad, mediante la cual es posi-
ble llegar a la ley moral. Por otro lado, desde el punto de vista práctico, solamente la
ley moral (la que todo el hombre es consciente de forma a priori) puede demostrar
la realidad objetiva de la libertad práctica y, por consiguiente, también de la libertad
trascendental. En otros términos, es gracias a la dialéctica natural de la razón que es
posible obtener la idea de libertad y es gracias a esta idea que se puede llegar al con-
cepto de una ley moral, aunque la razón teórica jamás pueda demonstrar su realidad
objetiva, pues no es un concepto que tiene referencia con objetos de la experiencia
empírica. Pero, si no hubiera una tal ley anteriormente dada por la razón, jamás ha-
bría sido posible llegar a la idea de libertad, pues la dialéctica se forma, en el fondo,
de la antinomia entre las leyes de la libertad y las leyes de la naturaleza. Además, si
no fuera posible la libertad, lo que se queda demostrado mediante un factum71, todo
el sistema de la razón se quedaría en ruinas, pues sin libertad no es posible imputar
moralmente las acciones de los hombres y, además, la razón se quedaría sin límites
en su uso especulativo de las ideas, de modo que no sería posible formar un sistema
seguro acerca de su uso completo.
Entonces, desde una perspectiva teórica, la razón pura comienza estableciendo
el concepto de libertad, que solo puede ser dado problemáticamente, y conduce al
concepto de ley moral. Sin embargo, desde una perspectiva práctica, empieza por la
conciencia de la ley moral y conduce a la conciencia de la libertad. Justo porque la
razón teórica no puede concebir la conciencia de la ley moral, no puede demostrar
la realidad objetiva de la libertad. La razón práctica, por concebir esta conciencia,
que es inmediatamente dada, puede demostrar la realidad objetiva de la libertad72.
Es notable, ahora, la interdependencia entre las dos críticas de Kant, pues sin la
primera no podría haber la segunda, pero sin la segunda, la primera no podría ser
completada. En verdad, esta interdependencia es la demostración de aquella exigen-
69
Cf. KpV, A52-53.
70
Cf. KpV, A5, nota.
71
Cf. KpV, A56.
72
Cf. KpV, A52-53.
cia que Kant hace en el prefacio de la GMS como criterio para establecer el principio
supremo de una metafísica de las costumbres, a saber, que debe haber una unidad
entre los usos teórico y práctico de la razón, una vez que, en el fondo, ambos son
facultades de una única y misma razón pura73. Además, Kant dirá que una crítica
de la razón pura, para ser efectivamente llevada a cabo, tendrá que poseer todas sus
facultades sometidas a la crítica y, por tanto, aun faltaría una crítica de su facultad
de juzgar. Por eso, una verdadera unidad (sincronía) entre todas las facultades de la
razón pura solo puede ser acabada con la publicación de la KU en 179074.
5. Conclusión
Referencias bibliográficas
Al-Azm, S.J. The origins of Kant’s arguments in the antinomies, Oxford, At the Cla-
rendon Press, 1972.
Allison, H.E. El idealismo trascendental de Kant: una interpretación y defensa,
Traducción de Dulce María Granja Castro, Barcelona, Anthropos, México,
Universidad Autónoma Metropolitana – Iztapalapa, 1992.
Allison, H.E. Kant’s theory of freedom, Cambridge University Press, Cambridge,
1990.
73
Cf. GMS, AXIV.
74
Cf. KU, BVI; BX.