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Sentencia T-364/99

ESPACIO PUBLICO-Ampliación del concepto

ESPACIO PUBLICO-Efectos de los actos de perturbación/ESPACIO


PUBLICO-Repercusiones por ocupación

LIBERTAD DE LOCOMOCION-Impedimento para transitar en espacios


accesibles a miembros de la comunidad

ESPACIO PUBLICO-Reglas para la preservación deben ser razonables

Las reglas diseñadas    para la preservación del espacio público, desde que sean
razonables, no    pueden ser consideradas como un impedimento para la libertad
de las personas sino la base misma de esa libertad, extendida y articulada para
todos. En consecuencia los ciudadanos deben sujetarse a los mandamientos
constitucionales y legales que regulan el debido aprovechamiento del espacio
público, como parte de su responsabilidad con la comunidad y de sus deberes
constitucionales.

ESPACIO PUBLICO-Legitimidad de las conductas tendientes a la


protección

La Corte constitucional ha advertido la legitimidad de las conductas tendientes


a tratar de proteger el espacio público y el legítimo interés de las ciudades, de
proteger los derechos y los intereses de la colectividad y en especial de los
peatones. La función de regular el uso del suelo y del espacio público
corresponde a una verdadera necesidad colectiva y, por tanto, no es apenas una
facultad sino un deber de prioritaria atención, entre los que tienen a su cargo
las autoridades.

ESPACIO PUBLICO-Actuaciones de la policía administrativa

ESPACIO PUBLICO-Solución de problemas sociales por las autoridades


debido a la ocupación

ESPACIO PUBLICO-Fenómeno social que conlleva la economía


informal

PRINCIPIO DE LA CONFIANZA LEGITIMA-Conciliación del interés


general con los derechos de las personas que ejercen el comercio informal

DERECHO AL TRABAJO-Ejercicio del comercio informal

PRINCIPIO DE LA CONFIANZA LEGITIMA-Alcance

El principio de la confianza legítima se aplica como mecanismo para


conciliar el conflicto entre los intereses público y privado, cuando la
administración ha creado expectativas favorables para el administrado y lo
sorprende al eliminar súbitamente esas condiciones. Por lo tanto, la
confianza que el administrado deposita en la estabilidad de la actuación de
la administración, es digna de protección y debe respetarse. Debe aclararse
que la confianza o la buena fe de los administrados no se protege
garantizando la estabilidad de actos u omisiones ilegales o
inconstitucionales sino a través de la compensación, no necesariamente
monetaria, del bien afectado. Igualmente, este principio tampoco significa
"ni donación, ni reparación, ni resarcimiento, ni indemnización, como
tampoco desconocimiento del principio de interés general"

PRINCIPIO DE LA CONFIANZA LEGITIMA-Presupuestos

El principio de confianza legítima tendrá tres presupuestos. En primer lugar,


la necesidad de preservar de manera perentoria el interés público; en
segundo lugar, una desestabilización cierta, razonable y evidente en la
relación entre la administración y los administrados; por último, la
necesidad de adoptar medidas por un período transitorio que adecuen la
actual situación a la nueva realidad. Por lo tanto, el principio de la buena fe
exige a las autoridades y a los particulares mantener una coherencia en sus
actuaciones, un respeto por los compromisos a los que se han obligado y una
garantía de estabilidad y durabilidad de la situación que objetivamente
permita esperar el cumplimiento de las reglas propias del tráfico jurídico,
como quiera que "así como la administración pública no puede    ejercer sus
potestades defraudando la confianza debida a quienes con ella se relacionan,
tampoco el administrado puede actuar en contra de aquellas    exigencias
éticas".

PRINCIPIO DE LA CONFIANZA LEGITIMA-Pruebas de la buena fe


de vendedores ambulantes

ESPACIO PUBLICO-Diseño y ejecución de un adecuado y razonable


plan de reubicación de vendedores ambulantes

ESPACIO PUBLICO-Presupuestos necesarios para reubicación de


vendedores ambulantes

DISCAPACITADOS-Protección constitucional especial

DISCAPACITADOS-Integración laboral

DESEMPLEO-Gobiernos municipales también pueden presentar


soluciones

Referencia: Expediente T-199799 y


acumulados.
Solicitante: Maritza Madera y otros.

Procedencia: Juzgado 1° Laboral de


Montería y otros

Temas:
Espacio público
Confianza legítima
Comercio informal
Protección a los minusválidos

Magistrado Ponente:
Dr. ALEJANDRO MARTINEZ
CABALLERO

Santa Fe de Bogotá, D.C., veinte (20) de mayo de mil novecientos noventa y


nueve (1999).

La Sala Séptima de Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los


Magistrados doctores, Alejandro Martínez Caballero, Fabio Morón Díaz y
Vladimiro Naranjo Mesa, en ejercicio de sus competencias constitucionales y
legales

EN EL NOMBRE DEL PUEBLO


Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCIÓN

Ha pronunciado la siguiente

SENTENCIA

Dentro de las acciones de tutela instauradas en Montería (T- 199799 y 199800),


Cali (T-199879) y Santafé de Bogotá (T- 200448) por unos vendedores
ambulantes y contra las respectivas administraciones locales.

ANTECEDENTES

Por decisión de diferentes Salas de Selección, se ordenó la acumulación de tres


expedientes de tutela    al clasificado con el número T-199799, teniendo en
cuenta que todos los cuatro    contienen solicitudes instauradas por personas
naturales que han ejercido o ejercen el comercio informal en sitios catalogados
como espacio público en Montería, Cali y Santafé de Bogotá.
1. Expediente 199799 (solicitante Maritza Madera Torres)

Se trata de una vendedora de libros en el parque municipal Laureano Gómez de


Montería y solicita que el alcalde de esa ciudad no ordene el desalojo de su sitio
de trabajo o la reubique en otro lugar.

La misma peticionaria reconoce que nunca le han querido dar el permiso para
ocupar ese espacio público, agrega que la mayoría de los vendedores ambulantes
tienen permiso pero que “hay dos solamente que no tienen permiso que soy yo y
otro”. Ninguna prueba adjuntó para demostrar la confianza legítima en la
ocupación del mencionado espacio público.

El Secretario de Gobierno Municipal informó al juez de tutela que ya se hizo un


desalojo colectivo de los vendedores que estaban en el parque Laureano Gómez
con base en una Resolución de la Alcaldía Municipal porque esos vendedores
ocupaban el espacio público del parque sin ningún permiso.

Un testigo Fabio Taboada Moreno dice que jamás la alcaldía les ha dado
permiso; por el contrario otro testigo, Roberto Carreño Ramos, dice que se les
ha dado un permiso provisional sin señalar nombres, ni presentar documentación
alguna.

Con base en la última declaración mencionada y aceptando los hechos y la


pretensión de la solicitud de tutela, el Juzgado Primero Laboral del Circuito de
Montería, el 11 de diciembre de 1998, concedió la tutela, por violación al
derecho al trabajo y le ordenó al Alcalde Municipal de Montería “que permita
que la accionante mantenga su puesto de venta en el parque Laureano Gómez
hasta que en el cumplimiento de la obligación de recuperar el espacio público,
tome las medidas adecuadas    para reubicar a la señora Maritza Madera
Torres”.

2. Expediente T- 199800 (solicitante Maria Ramos Escorcia)

Se trata de otra vendedora de libros en el citado parque Laureano Gómez en la


ciudad de Montería y también    pide que no se la desaloje de dicho sitio o que se
la reubique en un lugar que ofrezca las mismas garantías.

A diferencia de la anterior, la peticionaria presenta la siguiente prueba


documental: pagos a la Tesorería municipal por concepto de contribución por
tener la venta estacionaria, carnet de la Secretaría de Gobierno que la acredita
como vendedora de revistas y libros, comunicación del Secretario de Gobierno y
de la “Primera dama del municipio” en donde le recomiendan mantener aseado
el lugar del parque donde labora. Además hay declaración del señor Emiro
Hernández, quien dice que la señora Maria Ramos ha tenido permiso para estar
vendiendo libros en el parque. Por el contrario, el señor Fabio Taboada dice que
no ha habido permiso.
El 11 de diciembre de 1998, el Juzgado Primero Laboral de Montería, concedió
la tutela y al igual que en el caso anteriormente reseñado, le ordenó al    Alcalde
que mantuviera a la peticionaria en el puesto que actualmente ocupa mientras se
toman las medidas adecuadas para la reubicación.

3. Expediente    T- 199879 (solicitante Ilder Lucumí Banguero)

Es un vendedor de comestibles que atiende en un carro metálico y a quien el 4


de noviembre de 1998 la policía le retuvo su carro de venta de comestibles por
estar    ocupando un espacio    público en la carrera 44    con calle 14, frente al
Idema, en la Ciudad de Cali, sin tener permiso ni autorización alguna, ni mucho
menos licencia para laborar como vendedor ambulante.

No era la primera vez que se le decomisaba el carro y    se lo consideró infractor


del Código Nacional de Policía. Inclusive el 26 de noviembre de 1998 se le
impuso por la Secretaría de Gobierno una multa de $40.000,oo y se ordenó
devolverle lo decomisado.

No hay ninguna prueba que indique estar cobijado bajo la figura de la confianza
legítima. Solamente existe la manifestación del peticionario en el sentido de que
esta forma de trabajo sirve de sustento para su familia.

El 18 de diciembre de 1998, el Juzgado 4° Laboral de Cali negó la tutela que se


había interpuesto    contra la Alcaldía Municipal de Cali.

4. Expediente T- 200448 (solicitantes Héctor Arias y Marlén Arias)

Instauran la tutela contra el Alcalde Local de Puente Aranda (Santafé de Bogotá)


para que los ubique “en forma adecuada” como vendedores ambulantes que son.

Respecto al caso de estos dos peticionarios, el Instituto Nacional Para Ciegos


informa que se trata de dos personas con limitaciones visuales, usuarios del
INCI y que también son personas de la tercera edad, luego requieren de la
especial protección del Estado.

De la prueba recaudada se colige que durante diez años, a partir de 1987,


tuvieron una venta de comestibles en una caseta ubicada en el parqueadero del
hospital Trinidad Galán y en los últimos meses (antes de presentar la tutela)
estuvieron en la parte externa de dicho hospital, es decir en sitio catalogado
como espacio público. Afirman que el anterior Alcalde local les permitió ocupar
ese espacio, presentaron como prueba que respaldara esta última afirmación,    el
acta de una visita que el INCI    hizo al Alcalde Efraín García y en la cual
expresamente se indica    que argumentó “el alcalde que no podría dar permiso”
a los Arias, “ya que el espacio público no se podía ocupar máxime si ofrecíamos
oportunidades a la población limitada visual cuando era prohibido”, de todas
maneras, a renglón seguido, el mismo alcalde agrega que “no impediría la
ubicación, pero si le llegasen quejas ordenaría el levantamiento”.
Los nuevos funcionarios de la Alcaldía Local de Puente Aranda, diferentes al
anterior Alcalde señor García, informaron al juez de tutela que el Personero
Local puso en conocimiento de la Alcaldía la invasión del espacio público por
parte de las dos personas antes indicadas y que por ese motivo se inició una
querella y se profirió una Resolución que ordenó al restitución, puesto que la
caseta de los Arias ocupaba espacio público en la carrera 60 frente al # 4-15 de
la ciudad de Santafé de Bogotá.

El Juzgado 6° Laboral del Circuito de Santafé de Bogotá, como juez de instancia


en la tutela, el 26 de noviembre de 1998, denegó la acción.

Impugnada la decisión, la Sala Laboral del Tribunal Superior del Distrito


Judicial de Santafé de Bogotá confirmó la sentencia del a-quo, mediante
providencia de 22 de enero de 1999. No obstante, la decisión tuvo un
salvamento de voto del magistrado Reinaldo Cote Ruiz quien consideró que lo
expresado en el acta    levantada por el INCI era prueba suficiente para demostrar
la existencia de la confianza legítima.

Estos cuatro casos son los que las Salas de Selección han ordenado que se fallen
de manera acumulada.

CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL

A. Competencia.

Esta Corte es competente para conocer de los    fallos materia de revisión, de


conformidad con los artículos 86 y 241 de la Constitución Nacional y del
Decreto 2591 de 1991, por la escogencia de los casos antes indicados y por la
acumulación ordenada.

B. Fundamentos Jurídicos.   

1. Del concepto de    espacio público y su protección constitucional.

De conformidad con el artículo 82 de la Constitución Política, la integridad del


espacio público y su destinación    al uso común, son conceptos cuya protección
se encuentra a cargo del Estado, precisamente por la necesidad de asegurar el
acceso de todos los ciudadanos al goce y utilización    común e indiscriminado
de tales espacios colectivos.

El tema del espacio público, a partir de la Constitución de 1991, adquiere una


clara    connotación constitucional que supera los criterios del derecho
administrativo y civil, previamente delimitadores de la noción y su contenido y
de las atribuciones de la autoridad en cuanto a su manejo y tratamiento en la
legislación.

Para comprender la esencia de lo anteriormente mencionado, debe entenderse


por espacio público, en virtud de la ley 9ª de 1989 sobre reforma urbana, el
“conjunto de inmuebles públicos y los elementos arquitectónicos y naturales de
los inmuebles privados, destinados por su naturaleza y por su uso o afectación, a
la satisfacción de necesidades urbanas colectivas que trascienden, por tanto, los
límites de los intereses individuales de los habitantes.”1

Esta definición, amplía conceptualmente la idea de espacio público


tradicionalmente entendida en la legislación civil 2 (Artículos 674 y 678 C.C.),
teniendo en cuenta que no se limita a reducirla a los bienes de uso público
(calles, plazas, puentes, caminos, ríos y lagos) señalados en la mencionada
legislación, sino que extiende el alcance del concepto a todos aquellos bienes
inmuebles públicos, que al ser afectados al interés general en virtud de la
Constitución o la    ley, están destinados a la utilización colectiva. 3 En otras
palabras, lo que caracteriza a los bienes que pertenecen al espacio público, es su
afectación al interés general4 y su destinación al uso directo o indirecto en favor
de    la colectividad, razón por la cual    no pueden formar parte de esta categoría,
aquellos bienes que son objeto de dominio privado de conformidad con lo
establecido por la ley, ni aquellos que son del pleno dominio fiscal de los entes
públicos, (bienes “privados” del Estado)5

Ahora bien, en el uso o administración del espacio público, las autoridades o los
particulares deben propender, no sólo por la protección de la integridad del
mismo y su destinación al uso común, sino también, -atendiendo el derecho a la
igualdad de todos los ciudadanos- , por facilitar el adecuamiento, diseño y
construcción de mecanismos de acceso y tránsito, que no solo garanticen la
movilidad general, sino también el acceso a estos espacios, de las personas con
movilidad reducida, temporal o permanente, o cuya capacidad de orientación se
encuentra disminuida por edad, analfabetismo, incapacidad o enfermedad.6

El trastorno del espacio público ocasionado por un particular o por la actuación


de autoridades no competentes7, puede llegar a vulnerar no sólo derechos
constitucionales individuales de los peatones, y aspiraciones colectivas de uso y
aprovechamiento general, sino    también la percepción de la comunidad respecto
de las áreas a las que tiene acceso libre y a las que no lo tiene. En efecto,
algunos estudios y estadísticas    sugieren que los actos de perturbación que
ocurren en un sitio público, posiblemente afectan a miles de personas    por
hora8. Los ciudadanos, entonces, a mayor desorden en las áreas comunes, tienen
la tendencia de disminuir su acceso a ellas, generando en consecuencia un
detrimento de esas mismas localidades y una disminución en su utilización por
parte de la    sociedad en general. Esas situaciones como consecuencia, crean la
necesidad de cerrar establecimientos de comercio y de trasladar y cambiar los
lugares de trabajo de muchas personas, en razón de la complejidad que
1
Ley 9 de 1989. Artículo 5º.
2
Corte Constitucional. Sentencia C-346 de 1997. Antonio Barrera Carbonell.
3
Corte Constitucional. Sentencia T-518 de 1992. José Gregorio Hernández Galindo.
4
La afectación es el hecho o la manifestación de voluntad del poder público, en cuya virtud la cosa queda
incorporada al uso y goce de la comunidad (Marienhoff)
5
Corte Constitucional. Sentencia T-508 de 1992. M.P. Fabio Morón Díaz.
6
Corte Constitucional. Sentencia T-288 de 1995. M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
7
Corte Constitucional. Sentencia T-550 de 1992. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
8
Robert C. Ellickson. Controlling Chronic Misconduct in City Spaces : Of Panhandlers, Skid Rows, and
Públic-Space Zoning. The Yale Law Journal. Volume 105, Mazo de 1996.
adquieren tales zonas, el difícil acceso a ellas, al parqueo, e incluso el
favorecimiento de    actividades ilícitas.

Adicionalmente, las    repercusiones pueden ser no    sólo colectivas, sino


también privadas,    y acarrear la vulneración del derecho a la libertad de
locomoción de los transeúntes al cual alude el artículo 24 de la Carta 9, en cuanto
se impide a las personas transitar    en espacios que, por su carácter público,
deben ser accesibles para todos los miembros de la comunidad en igualdad de
condiciones. También se puede infringir “el derecho a la seguridad personal de
los peatones    y vehículos que se sirven de esos bienes públicos que son las vías,
parques, aceras, etc. y el muy importante interés de los comerciantes aledaños
que no solamente pagan sus impuestos, utilizan los servicios públicos
domiciliarios y cumplen la ley, sino que también representan una actividad
económica garantizada igualmente por la Constitución (art. 333 y ss. C.N.) y,
como si fuera poco, dan trabajo    y son el resultado de esfuerzos personales a
veces muy prolongados.” 10 Una situación de perturbación prolongada del
espacio público, especialmente cuando es debida a factores estructurales de la
sociedad, desborda el control de las autoridades,    y también pódría calificarse
como un signo de erosión en el cumplimiento de los deberes de la
Administración y del Estado. Es por ello,    tal y como lo ha dicho la Corte en
otras oportunidades:

“…una vía pública no puede obstruirse privando a las personas del simple
tránsito por ella, pues semejante conducta atenta contra la libertad de
locomoción de la mayoría de los habitantes y lesiona el principio de
prevalencia del interés general, además de que constituye una apropiación
contra derecho del espacio público, esto es, un verdadero abuso por parte de
quien pone en práctica el mecanismo de cierre.    No pueden tampoco
ocuparse los andenes -que son parte de la vía pública- ni las áreas de
circulación peatonal, espacios que se hallan reservados para el tránsito de
toda persona sin interferencias ni obstáculos como, por ejemplo,
estacionamiento de vehículos y el levantamiento de casetas de vendedores
ambulantes.    Tampoco puede invadirse el espacio público con materiales de
construcción o exhibiciones de muebles o mercaderías, ni con la
improvisación de espectáculos u otra forma de ocupación de las calles, claro
está sin detrimento de las libertades de trabajo, empresa y reunión, las cuales
deben ejercerse de tal forma que no lesionen otros derechos y de conformidad
con las restricciones que impone el ordenamiento urbano a cargo de las
autoridades municipales.”11

Hay que tener claro, que    el orden en los espacios abiertos, como calles y
parques,    debe ser un valor social por excelencia que genera confianza, respeto
y tranquilidad en la comunidad, porque contribuye a mejorar las condiciones de
vida urbana y a neutralizar, así sea en mínima parte, las agresiones propias de
una gran ciudad (visuales, auditivas, de tránsito, de seguridad, etc.). Es por ello
que algunos doctrinantes sostienen que, el “atributo básico de una ciudad

9
Corte Constitucional. Sentencia T-550 y T-518 de 1992. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
10
Corte Constitucional. T-778 de 1998. M.P. Alfredo Beltrán Sierra.
11
Corte Constitucional. Sentencia T-518 de 1992. José Gregorio Hernández Galindo
exitosa es que una persona pueda transitar libremente por las vías públicas y
además pueda sentirse    personalmente segura en las calles, entre todos los
ciudadanos que transitan en ella”. 12

En ese orden de ideas,  las reglas diseñadas    para la preservación del espacio
público, desde que sean razonables, no    pueden ser consideradas como un
impedimento para la libertad de las personas13 sino la base misma de esa
libertad, extendida y articulada para todos. En consecuencia los ciudadanos
deben sujetarse a los mandamientos constitucionales y legales que regulan el
debido aprovechamiento del espacio público, como parte de su responsabilidad
con la comunidad y de sus deberes constitucionales.

La Corte constitucional ha advertido, en consecuencia, la legitimidad de las


conductas tendientes a    tratar de proteger el espacio público y el legítimo
interés    de las ciudades, de    proteger los derechos y los intereses    de la
colectividad y en especial de los peatones. Así las cosas, la función de regular el
uso del suelo y del espacio público corresponde a una verdadera necesidad
colectiva y, por tanto, no es apenas una facultad sino un deber de prioritaria
atención, entre los que tienen a su cargo las autoridades.14

Actuaciones de la policía administrativa respecto al    espacio público.

Los alcaldes están investidos de autoridad suficiente para disponer, en caso de


ocupación, la restitución de bienes de uso público, de conformidad con el
Código Nacional de Policía (artículo 132). También, tienen competencia para
señalar restricciones en lo relativo a su uso por razones de interés común, sin
que el razonable ejercicio de esta facultad represente desconocimiento de
derechos o garantías constitucionales.

Sin embargo, las actuaciones de la policía que bajo esas atribuciones se realicen,
deben orientarse esencialmente a hacer realidad los mandatos constitucionales
de protección de las personas residentes en Colombia en su vida, honra, bienes,
creencias y demás derechos y libertades, en la búsqueda de la convivencia
pacífica, la vigencia de un orden justo (artículo 2º) y en la prevalencia del interés
general (artículo 1º).

“Una actuación desordenada e ineficiente de la administración, aunque el


objetivo    buscado con ella sea la prevalencia    del interés general sobre el
particular, puede llevar a la generación de daños en virtud del mismo caos
generado en la falta de previsión de las autoridades,    que al salirse de su
propio control, puede además de causar “perjuicio al interés colectivo, una

12
Jane Jacobs. The Death and Life of Great American Cities. 1961. Citado, Robert C. Ellickson. Controlling
Chronic Misconduct in City Spaces : Of Panhandlers, Skid Rows, and Públic-Space Zoning. The Yale Law
Journal. Volume 105, Mazo de 1996.
13
Robert C. Ellickson. Controlling Chronic Misconduct in City Spaces : Of Panhandlers, Skid Rows, and
Públic-Space Zoning. The Yale Law Journal. Volume 105, Mazo de 1996.
14
Corte Constitucional. Sentencia T-203 de 1993. José Gregorio Hernández Galindo.
violación de los derechos fundamentales    de los asociados involucrados en
tal situación.”15

Por consiguiente, las autoridades no pueden apuntar a un solo objetivo en el


momento en que se deciden a cambiar las condiciones que han generado ellas
mismas,    para el ejercicio de una actividad o para la ocupación de zonas de uso
público, porque ellas son, por mandato constitucional,    también las
responsables de las alternativas que en este sentido se puedan desplegar    para
darle solución a los problemas sociales de sus propias localidades. En ese
sentido    no pueden buscar culpables solo en los    usurpadores del espacio
público sino en su propia desidia en la búsqueda de recursos efectivos en la
solución de problemas sociales.

Comportamiento de la jurisprudencia constitucional colombiana frente a


la ocupación del espacio público por vendedores informales

La Corte Constitucional, para resolver algunos de estos conflictos,    ha optado


por buscar una fórmula de conciliación conforme a la cual la administración
cumpla su deber de proteger el espacio público, sin que ello signifique
desconocimiento del    derecho al trabajo de las personas que resulten afectadas
en los procesos de recuperación del espacio público.16 Por consiguiente, “ha
ordenado que las autoridades respectivas implementen    planes y programas
que permitan la coexistencia armónica de los intereses que colisionan, toda vez
que tampoco se puede desconocer”, como se verá,    “el fenómeno social que
conlleva esta economía informal”17.

Es por ello que la Corte Constitucional se ha pronunciado en varias


oportunidades, aplicando el principio de confianza legítima como
mecanismo para conciliar, de un lado el interés general que se concreta en el
deber de la administración de conservar y preservar el espacio público y, de
otro lado, los derechos al trabajo e igualdad de las personas que ejercen el
comercio informal. 18

Así las cosas, un detallado análisis de la jurisprudencia constitucional


permite deducir las siguientes premisas:

a) La defensa del espacio público es un deber constitucionalmente exigible,


por lo que las autoridades administrativas y judiciales deben ordenar su
vigilancia y protección, según se explicó antes.

b) Quienes ejercen el comercio informal hacen uso de su derecho al trabajo,


el cual también goza de protección constitucional. Claro que la actividad de
los vendedores informales coloca en conflicto el deber de preservar el
15
Corte Constitucional. Sentencia T-115 de 1995. José Gregorio Hernández Galindo.
16
Corte Constitucional. Sentencias T-225 de 1992, M.P. Jaime Sanin Greiffenstein, T-091 de 1994. M.P.
Hernando Herrera Vergara, T-115 de 1995 M.P. José Gregorio Hernández Galindo y T-160 de 1996 M.P. Fabio
Morón Díaz.
17
Corte Constitucional. Sentencia T-778de 1998. Alfredo Beltrán Sierra. Corte Constitucional. Sentencia Nº
T-225. Junio 17 de 1992. Magistrado Ponente: Doctor Jaime Sanín Greiffenstein.
18
Ver las sentencias T-225 de 1992, T-372 de 1993, T-091 de 1994, T-578 de 1994, T-115 de 1995 y T-
438 de 1996, T-617 de 1995, T-398 de 1997, T-160 de 1996, T-550 de 1998 y T-778 de 1998.
espacio público y el derecho al trabajo; y, hay algo muy importante, en
algunas oportunidades se agregó que también habría que tener en cuenta la
obligación estatal de “propiciar    la ubicación laboral de las personas en
edad de trabajar”, (Sentencias T-225 de 1992 M.P. Jaime Sanin Greiffenstein
y T-578 de 1994 M.P. José Gregorio Hernández Galindo.)

c) Pese a que el interés general de preservar el espacio público prima sobre el


interés particular de los vendedores ambulantes y estacionarios, es necesario,
según la jurisprudencia, conciliar proporcional y armoniosamente los
derechos y deberes en conflicto. Por consiguiente, el desalojo del espacio
público está permitido constitucionalmente, siempre y cuando exista un
proceso judicial o policivo que lo autorice, con el cumplimiento de las reglas
del debido proceso previo al desalojo y que se dispongan políticas que
garanticen que los “ocupantes no queden desamparados porque estamos en
un Estado Social de Derecho” (Sentencia T-396 de 1997 M.P. Antonio
Barrera Carbonell).

d) De ahí que las personas que usan el espacio público para fines de trabajo
pueden obtener la protección, a través de la acción de tutela, siempre y
cuando se encuentren amparados por el principio de la confianza legítima
con las condiciones que la jurisprudencia ha indicado. Es así como los
comerciantes informales pueden invocar el aludidio principio de confianza
legítima, si demuestran que las actuaciones u omisiones de la administración
anteriores a la orden de desocupar, les permitía concluir que su conducta era
jurídicamente aceptada, por lo que esas personas tenían certeza de que “la
administración no va a exigirle más de lo que estrictamente sea necesario
para la realización de los fines públicos que en cada caso concreto persiga ”
(Sentencia T-617 de 1995 M.P. Alejandro Martínez Caballero).

Este principio de la confianza legítima se aplica como mecanismo para


conciliar el conflicto entre los intereses público y privado, cuando la
administración ha creado expectativas favorables para el administrado y lo
sorprende al eliminar súbitamente esas condiciones. Por lo tanto, la
confianza que el administrado deposita en la estabilidad de la actuación de la
administración, es digna de protección y debe respetarse. Al respecto la Corte
ha dicho:

“Este principio, que fue desarrollado por la jurisprudencia alemana,


recogido por el Tribunal Europeo de Justicia en la sentencia del 13 de julio
de 1965, y aceptado por doctrina jurídica muy autorizada, pretende
proteger al administrado y al ciudadano frente a cambios bruscos e
intempestivos efectuados por las autoridades. Se trata entonces de
situaciones en las cuales el administrado no tiene realmente un derecho
adquirido, pues su posición jurídica es modificable por las autoridades.
Sin embargo, si la persona tiene razones objetivas para confiar en la
durabilidad de la regulación, y el cambio súbito de la misma altera de
manera sensible su situación, entonces el principio de la confianza legítima
la protege. En tales casos, en función de la buena fe (CP art. 83), el Estado
debe proporcionar al afectado tiempo y medios que le permitan adaptarse
a la nueva situación. Eso sucede, por ejemplo, cuando una autoridad
decide súbitamente prohibir una actividad que antes se encontraba
permitida, por cuanto en ese evento, es deber del Estado permitir que el
afectado pueda enfrentar ese cambio de política. “19

Ahora bien, debe aclararse que la confianza o la buena fe de los


administrados no se protege garantizando la estabilidad de actos u omisiones
ilegales o inconstitucionales sino a través de la compensación, no
necesariamente monetaria, del bien afectado. Igualmente, este principio
tampoco significa “ni donación, ni reparación, ni resarcimiento, ni
indemnización, como tampoco desconocimiento del principio de interés
general”20

Así las cosas, el principio de confianza legítima tendrá tres presupuestos. En


primer lugar, la necesidad de preservar de manera perentoria el interés
público; en segundo lugar, una desestabilización cierta, razonable y evidente
en la relación entre la administración y los administrados; por último, la
necesidad de adoptar medidas por un período transitorio que adecuen la
actual situación a la nueva realidad. Por lo tanto, el principio de la buena fe
exige a las autoridades y a los particulares mantener una coherencia en sus
actuaciones, un respeto por los compromisos a los que se han obligado y una
garantía de estabilidad y durabilidad de la situación que objetivamente
permita esperar el cumplimiento de las reglas propias del tráfico jurídico,
como quiera que “así como la administración pública no puede    ejercer sus
potestades defraudando la confianza debida a quienes con ella se relacionan,
tampoco el administrado puede actuar en contra de aquellas    exigencias
éticas”21

Dentro de este contexto, constituyen pruebas de la buena fe de los


vendedores ambulantes: las licencias, permisos concedidos por la
administración (sentencias T-160 de 1996 M.P. Fabio Morón Díaz, T-550 de
1998 M.P. Vladimiro Naranjo Mesa y T-778 de 1998 M.P. Alfredo Beltrán
Sierra), promesas incumplidas (sentencia T-617 de 1995), tolerancia y
permisión del uso del espacio público por parte de la propia administración
(sentencia T-396 de 1997 M.P. Antonio Barrera Carbonell y T-438 de 1996
M.P. Alejandro Martínez Caballero). En consecuencia, “no pueden conculcar
el derecho al trabajo de quienes, siendo titulares de licencias o permisos
concedidos por la propia administración, se ajustan a sus términos”
(Sentencia T-578 de 1994 M.P. Jose Gregorio Hernández Galindo).

¿Cuál ha sido la tradicional medida que la jurisprudencia ha acogido


para los vendedores ambulantes amparados por la confianza legítima?

19
Sentencia C-478 de 1998 M:P. Alejandro Martínez Caballero. Sobre este tema también pueden
consultarse las sentencias T-398 de 1997, T-576 de 1998 y SU-260 de 1998.
20
Sentencia T-617 de 1995 M.P. Alejandro Martínez Caballero
21
Ibídem.
Un mecanismo que ha utilizado la jurisdicción constitucional colombiana
para ponderar los intereses en conflicto, es ordenar a la administración que
diseñe y ejecute un “adecuado y razonable plan de reubicación” (Sentencias
T-225 de 1992, T-115 de 1995 M.P. José Gregorio Hernández Galindo).
Igualmente, que la administración tome “medidas adecuadas, necesarias y
suficientes para reubicar a los vendedores ambulantes” (Sentencia T-372 de
1993 M.P. Jorge Arango Mejía.)

Ha considerado la jurisprudencia que son presupuestos necesarios para que


opere la reubicación de los vendedores ambulantes: “que se trate de
trabajadores que con anterioridad a la decisión de la administración de
recuperar un espacio público de uso común, hayan estado instalados allí”; “que
dicha ocupación hubiese sido permitida con anterioridad por las respectivas
autoridades, a través del respectivo permiso o licencia” (Sentencia T-160 de
1996 M.P. Fabio Morón Díaz. En el mismo sentido las sentencias T-115 de 1998
M.P. Vladimiro Naranjo Mesa y T-778 de 1998 M.P. Alfredo Beltrán Sierra).

También se ha dicho que las políticas de reubicación se deben cumplir en


igualdad de condiciones para los vendedores informales (Sentencias T-617 de
1995 M.P. Alejandro Martínez Caballero y T-115 de 1995 M.P. José Gregorio
Hernández Galindo). Igualmente, la intención de la administración “no
puede quedar sin definición en el tiempo desconociendo el derecho al
trabajo de quienes como realidad social dependen de actividades de ventas
ambulantes” (Sentencia T-133 de 1995 M.P. Fabio Morón Díaz). Pero, se
repite, hasta ahora, lo principal    que haya un plan razonable de reubicación.

Protección a los discapacitados

(Este aspecto se refiere única y exclusivamente a la T-200448).

El artículo 13 de la C. P.    establece la protección especial del Estado para


aquellas personas que se hallen en debilidad manifiesta, por su condición física,
mental o económica. A su vez el artículo 54 ibídem establece que “Es
obligación del Estado y los empleadores ofrecer formación y habilitación
profesional y técnica a quienes lo requieran. El Estado debe propiciar la
ubicación laboral de las personas en edad de trabajar y garantizar a los
minusválidos el derecho a un trabajo acorde con sus condiciones de salud”.

Dentro de los ordenamientos legales, la ley 361 de 1997, establece en su artículo


4° la obligación ineludible del Estado de poner a disposición todos los recursos
necesarios para la protección de los minusválidos. Entre los objetivos de la
protección está la “integración laboral”.

Para la integración laboral de las personas con limitaciones físicas, la


normatividad internacional también es prolija. Están, por ejemplo, la declaración
de los derechos humanos    proclamada por las Naciones Unidas en 1948, la
declaración de los derechos del deficiente mental    aprobada por la ONU en
1971, la declaración de los derechos de las personas con limitación, aprobada
por la Resolución 3447; en 1975; el Convenio 159 de la OIT 22, la
Recomendación 168 de la misma OIT, artículos 1 a 14; la declaración de Sund
Berg de Torremolinos de la UNESCO en 1981, la declaración de las Naciones
Unidas concerniente a las personas con limitación de 1983.

Es apenas justo proteger a los minusválidos. Y no es justo que se hallen de


repente en el desempleo total, con franco deterioro para su forma de vivir, lo
cual implica la propagación de la pobreza, que según la OIT es “moralmente
inadmisible y económicamente irracional”23.

En estos casos la protección al trabajo no se puede desligar de la realidad del


desempleo, lo cual conlleva a una intervención del Estado, de acuerdo a lo
señalado en el artículo 334 de la Constitución, que precisamente en uno de sus
apartes indica: El Estado, de manera especial, intervendrá para dar pleno
empleo a los recursos humanos y asegurar que todas las personas, en particular
las de menores ingresos, tengan acceso efectivo a los bienes y servicios
básicos”. El objetivo tendrá que ser una protección tal que las políticas de ajuste
estructural no pueden llegar a la deshumanización, ni menos a aumentar el
gravísimo problema del desempleo. Para ello el juez de tutela en sus decisiones,
como funcionario del Estado,    debe hacer una lectura integrada del artículo 334,
del artículo 25 sobre derecho al trabajo y del artículo 54 C.P.. Esta última norma
de carácter programático, se torna en una disposición activa, que apunta hacia el
bienestar el empleo inmediato y del entorno en que se vive y que señala para los
habitantes de la República un derecho a algo,    enmarcado dentro de la
intervención del Estado en la economía y compaginado con la cláusula del
Estado social de derecho, convirtiéndose así el derecho al empleo en algo que no
puede estar distante    del derecho al trabajo.

Aparece aquí una nueva cuestión social que según Emilio Bogado Valenzuela24
“se expresa principalmente en los campos de la educación, la salud, el medio
ambiente, la vivienda, la alimentación, la igualdad de oportunidades, el empleo,
la capacitación, la seguridad social, la marginación y exclusión, las relaciones
de trabajo”. Se aprecia la presencia armónica del derecho al trabajo y el derecho
al empleo, por ello Américo Pla Rodríguez25 hace caer en la cuenta que “se ha
sostenido por distinguidos laboralistas que la desocupación se ha convertido en
una compañera inseparable del derecho del trabajo, y que hay que
acostumbrarse a la cohabitación con ella”. Esta armonización del trabajo y del
empleo con mayor razón debe darse tratándose de discapacitados.

CASOS CONCRETOS

22
Art. 7º del Convenio 159: “Las autoridades competentes deberán adoptar medidas para proporcionar y
evaluar los servicios de orientación y formación profesionales, colocación, empleo y otros afines, a fin de que
las personas inválidas puedan lograr y conservar un empleo y progresar en el mismo...”
23
La OIT sostiene que “es importante ofrecer un mínimo de seguridad económica a los pobres ya que no
tienen otro modo de valerse por si solos”. El empleo en el mundo, Ginebra, 22 de febrero de 1995
24
Evolución del pensamiento juslaboralista, en homenaje al profesor Héctor Hugo Barbagelata, p. 331
25
ib., p. 387
De los planteamientos anteriormente relacionados surge que las autoridades
policivas están facultadas para recuperar el espacio público, es su obligación
hacerlo, respetando claro está el debido proceso y la confianza legítima.

El juzgador analizará si hay elementos probatorios que permitan la calificación


de estar determinado vendedor informal    cobijado con la confianza legítima.
Uno de ellos, pero no el único, es el de la carnetización que las mismas
autoridades policivas hacen de los trabajadores informales y específicamente de
los vendedores ambulantes. Puede haber otros medios de prueba que demuestren
la confianza legítima; por ejemplo, acuerdos entre las autoridades y los
vendedores sobre estancia en el espacio público, recepción de entidades
municipales de gravámenes, acciones u omisiones ostensibles de las cuales se
infiere que ha surgido la confianza legítima; en otras palabras, el medio de
prueba no es únicamente el documental.

En conclusión, prosperan las tutelas, como protección al derecho al trabajo, en la


dimensión que se ha indicado en este fallo, sólo cuando el solicitante esté
amparado por la confianza legítima. Para lo cual    pormenorizadamente se
analizarán    las situaciones consignadas en los expedientes acumulados:

a) Respecto a los dos ancianos, casi ciegos, (T-200448) a quienes el Alcalde


Local de Puente Aranda (Bogotá) les permitió ocupar espacio público,
mientras alguien se quejara, tal comportamiento, de contenido humanitario,
es prueba de la confianza legítima. Aunque los discapacitados eran
concientes de que ocupaban espacio público también tenían la buena fé de
que se les permitía hacerlo. Además, para estas personas especiales es
obligación del Estado ayudarles en la ubicación de un sitio para que
laboren. Luego, la sentencia de instancia que no concedió la tutela debe
revocarse.

b) También hay que conceder la tutela en el caso de María Ramos (T-199800)


porque ella demostró la confianza legítima con prueba documental, como
se relacionó al principio del presente fallo. Sin embargo, la orden a dar no
puede ser, como lo hizo el a-quo, la de permitir que siga ocupando el
espacio público, sino la de reubicarla.

c) No puede prosperar la tutela instaurada por Maritza Madera (T-179799)


porque no probó que estuviera cobijada por la confianza legítima. Esa
ausencia de prueba y la confesión de ella en el sentido de que no se le había
otorgado permiso para desempeñar sus labores de vendedora ambulante
obligan revocar la decisión que se revisa.

d) Se confirmará la decisión de no concederle la tutela a Ilder Lucumá porque


no probó la existencia de la confianza legítima.

Respecto a las ordenes que se darán en los casos de tutela que prosperan se
tendrá en cuenta lo determinado en la sentencia SU-360/99, en los puntos que
tienen que ver con la participación de los gobiernos municipales en la solución
al desempleo, en la forma de presentar opciones a los favorecidos con la tutela y
en las recomendaciones finales.

a) Los gobiernos municipales también pueden presentar soluciones al


desempleo

En el mencionado fallo se dice al respecto:

“Generalmente las cuestiones relativas al sector no estructurado se


analizan en el contexto de las economías nacionales. Pero se olvida que la
mundialización está incidiendo muchísimo en el futuro de las ciudades y en
el empleo urbano. Hoy las autoridades locales se están convirtiendo en un
punto fuerte de la política de empleo, porque la realidad ha obligado a la
descentralización de responsabilidades, a expedir marcos reglamentarios y
a la necesidad de forjar alianzas nuevas    y crear asociaciones
participativas,    dentro de lo cual la gestión del gobierno local y el
compromiso cívico son cruciales, siempre y cuando haya transparencia,
responsabilidad, consulta, participación, es decir, democracia real. La OIT
ha dicho26:

“Sin duda, para que las ciudades puedan crear y proteger eficazamente el
empleo    mediante acción desplegada en tres niveles27, han de desarrollar
la capacidad técnica necesaria para comprender las complejidades de la
economía internacional y desarrollar y aplicar las políticas locales de
empleo. Considerando la situación actual, las ciudades se preocupan a
menudo por reducir los daños, limitándose a tratar de hacer frente en
forma pasiva a todas las consecuencias negativas del desempleo urbano
que son la pobreza, la violencia, los estupefacientes, la falta de vivienda,
los niños de la calle y las arcas municipales vacías. El tema central de las
siguientes secciones, enfocado desde un punto de vista práctico, será el
desarrollo de la capacidad institucional de los protagonistas a nivel local.
En particular, se insistirá en las esferas prioritarias, donde las autoridades
locales, asociadas con otro protagonista clave, pueden ejercer una
influencia determinante.”

Talvez una de las soluciones locales que ha planteado una mayor inquietud
es la de si debe legalizarse el sector informal o por el contrario dejarse
dentro del principio liberal del Laissez faire. Teniendo como fuente el
estudio The informal sector: legalization or laissez-faire, 28 la OIT dibuja
esta realidad:

“Mediante una serie de estudios realizados en unos veinte países se han


evaluado las repercusiones de las reglamentaciones sobre la creación, el
funcionamiento y el desarrollo de las actividades del sector informal o no
26
El futuro del empleo urbano, p. 31
27
Según la OIT los tres nivles son: Tener influencia a nivel internacional, para lo cual se insinúa una
asociación de alcaldes a escala mundial. A escala nacional incidir en las políticas macroeconómicas,
insinuándose la unidad con las organizaciones de trabajadores y empleadores. Y un tercer nivel, local, que
apunte a una serie de medidas municipales de desarrollo económico y social.
28
Ver Revista internacional del trabajo, vol 134, Nº 6
estructurado. Dichos estudios muestran que la mayoría de las empresas de
este sector son de hecho “semilegales”. Aunque la mayoría de ellas
cumplen ciertas reglas básicas (autorizaciones locales, registro y licencias)
son muy pocas las empresas que respetan las disposiciones tributarias y
laborales nacionales.”

De allí se colige que los objetivos    de la política de empleo a nivel local


son indispensables para dar una justa solución. Sirve de ilustración    el
Convenio 122 de la OIT, numerales 2 y 3, art. 1°, que señala:

“La política indicada debe tender a garantizar :

a. Que habrá trabajo para todas las personas disponibles y que busquen
trabajo;
b. Que dicho trabajo será tan productivo como sea posible;
c. Que habrá libertad para escoger empleo y que cada trabajador tendrá
las posibilidades de adquirir la formación necesaria para ocupar el
empleo que le convenga    y de utilizar en este empleo esta formación y
las facultades que posea, sin que se tenga en cuenta su raza, color, sexo,
religión, opinión política, procedencia nacional u origen social.

d. La indicada política deberá tener en cuenta el nivel y la etapa de


desarrollo económico, así como las relaciones existentes entre los
objetivos del empleo y los demás objetivos económicos y sociales, y será
aplicada por métodos apropiados a las condiciones y prácticas
nacionales”.

Por consiguiente, los objetivos pueden ir más allá de la simple reubicación,


aspecto que no pueden despreciarse en las    decisiones judiciales. A
manera de ejemplo y continuando con la invocación a la OIT, se tiene que
ésta al referirse al sector urbano no estructurado en los países en
desarrollo, dice 29    que “ese sector desempeña una función    de red de
seguridad, consistente en absorver la mano de obra sobrante, la política
general al respecto debería consistir en suprimir los obstáculos
administrativos o de otra índole que coarten su crecimiento. Conviene
además, promover el segmento    modernizador del mismo facilitando su
acceso al crédito, a insumos productivos y al conocimiento de técnicas
mejores de producción, así como sus vínculos con el sector moderno”.
Claro que “mas que el acceso al crédito, es su costo el nudo de
estrangulamiento de las empresas pequeñas” (R. Meier y M. Pilgrim en
Small Enterprise Development, Londres, junio de 1994, pgs. 32-38). En
otras palabras, una medida muy efectiva para superar el problema del
desempleo urbano es la implantación    de una política de calado popular;
alentando ésta se contribuye a generar empleo, y, según la OIT “En muy
diversos países, la aplicación de planes originales de crédito, destinados a
los productores modestos, ha dado resultados excelentes” (Informe de la
OIT sobre el empleo en el mundo, año de 1995, página 13). Esto obliga a:
29
El empleo en el mundo, año de 1995, p. 14
estar abierto a sugerencias, integrar equipos multidisciplinarios. Y hay
elementales principios: que la educación y formación del trabajador sea
para que compita, que se    planifiquen los recursos humanos, que se tomen
en cuenta las    dimensiones culturales de ajuste y por supuesto que haya
voluntad política.”

b) Respecto a la manera como el Juez de tutela le presenta opciones al


beneficiado con el fallo, la misma sentencia SU-360/99 expresa:

“Lo prudente es que antes del desalojo se trate de concertar y concretar,


con quienes estén amparados por la confianza legítima, un plan de
reubicación u otras opciones que los afectados escojan, la administración
convenga    y sean factibles de realizar o de principiar a ser realizadas. La
propia administración del Distrito ha fijado estrategias al respecto, muy de
acuerdo con lo que al respecto ha dicho la OIT. En esta concertación no
solamente pueden participar las organizaciones que agrupan a los
vendedores ambulantes y estacionarios sino los propios afectados, si lo
desean. Por supuesto que el plazo para la concertación tenía y tiene que
ser fijo, porque de lo contrario sería muy difícil recuperar el espacio
público y así lo ha considerado la Corte Constitucional (ver sentencia de
los recicladores). El derecho de quien ya hubiera sido el desalojado, no
exime al juez constitucional de ordenar el amparo, porque en primer lugar
no es un hecho consumado ya que el problema sigue latente, y en segundo
lugar si se pensara que la tutela no cabe, se llegaría al absurdo de que la
celeridad en el desalojo dejaría sin piso la protección al derecho al trabajo
y al empleo de quienes, en el estudio de cada caso concreto, tuviera
derecho a tal protección por estar cobijados por la confianza legitima.
Pero, lo que no puede hacer el juez constitucional es en la sentencia
ordenar indemnización por ese desalojo de personas amparadas por la
confianza legítima porque este tema le corresponde analizar y dilucidar a
la jurisdicción contencioso-administrativa.

2. Es indispensable analizar si hay en los expedientes elementos


probatorios que permitan la calificación de estar los vendedores
informales que instauraron la tutela cobijados con la confianza legítima.
No se puede aceptar que la sola manifestación del interesado obligue al
juez a ordenar la protección. Es necesario analizar las pruebas. Una de
ellas, pero no la única, es el de la carnetización que las mismas
autoridades policivas hacen de los trabajadores informales y
específicamente de los vendedores ambulantes. Documento que es una
prueba concluyente de que el vendedor está de buena fe en su oficio; buena
fe que no desaparece si unilateralmente la administración resuelve
formalmente “dejar sin efecto” dicho reconocimiento, porque esa
derogación unilateral del permiso inicial afecta el respeto al acto propio,
no tiene fuerza suficiente para destruir la buena fe que motivó la confianza
legítima, y, mas bien se puede ver como mecanismo amañado para
proceder al desalojo sin cortapisa. Pero puede haber otros medios de
prueba que demuestren la confianza legítima;    por ejemplo, acuerdos
serios entre las autoridades y los vendedores o sus representantes
gremiales sobre estancia en el espacio público o compromisos previos al
desalojo, pronunciamientos en los Concejos Municipales o en las Juntas
Administradoras Locales sobre protección a tales trabajadores, recepción
de entidades municipales de tarifas por servicios públicos correspondientes
a las estructuras donde funciona el comercio informal siempre y cuando
estén acompañadas de acciones u omisiones ostensibles de las cuales se
infiere que ha surgido la confianza legítima. En otras palabras, el medio de
prueba no es únicamente el documental.”

c) Vale la pena reiterar las anotaciones finales hechas en la tutela en mención:

Con el propósito de que las    órdenes que se den en este fallo no sean
obstaculizadas ni por la administración ni por los solicitantes de tutela, la Corte
Constitucional considera que además de la competencia que el funcionario de
primera instancia tiene para hacer cumplir esta clase de decisiones, es también
necesario que la Personería del Distrito ejerza la vigilancia sobre    el
cumplimiento de la presente tutela.

Como las normas sobre acciones populares aún no están vigentes, quiere decir
que no existe via alternativa a la tutela. Cuando entren en vigencia aquellas
normas, podría ser un mecanismo adecuado; hoy lo es la tutela; además las
acciones de grupo no desplazan a la tutela cuando en ésta se invocan los
derechos fundamentales de personas individualizadas.

Es necesario resaltar que si se opta por la reubicación, ésta no puede ser en un


bien inmueble afectado al espacio público, aunque si puede serlo a un bien
inmueble que no tenga esa característica, siendo fiscal; porque como ya se
explicó los bienes de uso público no pueden ser ocupados por particulares,
mientras tengan tal afectación, observando que la afectación puede ser natural
(como por ejemplo playas, riveras) o puede ser jurídica por existir determinación
de autoridad competente.

Igualmente se repite que la reubicación es una de las opciones. Las otras ya se


han mencionado anteriormente, por las referencias hechas a la O.I.T. y a las
propias extrategías que el Distrito Capital a fijado: pero puede haber otras más
como por ejemplo sería el arrendamiento de inmuebles acompañado de cánones
sociales, accesibles a la capacidad económica del posible usuario, teniendo en
cuenta la utilidad que se pueda obtener.

En mérito de lo expuesto, la Sala Plena de la Corte Constitucional,


administrando justicia en nombre del pueblo y por autoridad de la Constitución

RESUELVE.

Primero. REVOCAR la decisión contenida en el expediente T-199799, cuyo


solicitante es Maritza Madera Torres, por las razones expuestas en el presente
fallo y en su lugar NO CONCEDER    la tutela instaurada.
Segundo. CONFIRMAR la protección al trabajo contenida en la sentencia
proferida en el caso de María Ramos Escorcia, T- 199800 por las razones
indicadas en la parte motiva, pero MODIFICAR la orden en el sentido de
ordenar    al Alcalde de Montería que en el término de ciento veinte días hábiles
reubique a la solicitante o se permitan las otras opciones indicadas en la parte
motiva, previo acuerdo con la interesada.

Tercero. CONFIRMAR la decisión de instancia proferida en el caso de Ilder


Lucumí Banguero T-199879 en cuanto no concedió la tutela impetrada.

Cuarto. REVOCAR las decisiones tomadas en la tutela T-200448 instaurada por


Luz Marlene Arias Rodríguez y Héctor Arias y en su lugar CONCEDERLA en
el sentido de ORDENAR al Alcalde Local de Puente Aranda que en el término
de sesenta días hábiles reubique a los peticionarios, o se adopte alguna de las
otras opciones a las cuales se hizo referencia en la parte motiva, con la
aceptación de los interesados y previo acuerdo con éstos y con el INCI, en un
lugar donde, sin violarse la ley, puedan ejercer su labor de vendedores
ambulantes. En caso de incumplimiento por parte el Alcalde se tramitará el
desacato y las acciones penales correspondientes.

Quinto. Por la Secretaría    procédase a cumplir con lo establecido en el artículo


36 del decreto 2591 de 1991.

Sexto. Envíese copia de este fallo al INCI.

Cópiese, notifíquese, cúmplase y publíquese en la Gaceta de la Corte


Constitucional.

ALEJANDRO MARTÍNEZ CABALLERO


Magistrado

FABIO MORÓN DÍAZ


Magistrado

VLADIMIRO NARANJO MESA


Magistrado
PABLO ENRIQUE LEAL RUIZ
Secretaria General (E)

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