Patologías Del Sistema Nervioso Central
Patologías Del Sistema Nervioso Central
Patologías Del Sistema Nervioso Central
Es muy conveniente consultar bibliografía específica: al final del módulo indicamos la más adecuada,
correspondiente a cada uno de los grupos de patologías desarrollados.
Objetivos:
Adquisición de conocimientos básicos sobre aspectos clínicos de las patologías abordadas más frecuentes,
que permita reconocer las diferentes entidades y dirigir y planificar una estrategia de ampliación de
conocimientos si se considera necesario.
Referencia a los conocimientos básicos sobre aspectos clínicos de las patologías abordadas menos
frecuentes, que permita reconocer las diferentes entidades y dirigir y planificar una estrategia de
ampliación de conocimientos si se considera necesario.
1. Hidrocefalia
Introducción
1.1 Introducción
El líquido cefalorraquídeo (LCR) es un fluido que baña al Sistema Nervioso Central desempeñando un papel
fundamentalmente de protección (puramente física o mecánica y también participando en el equilibrio de
presiones intracraneales), aunque también tiene implicaciones en la nutrición.
La patología que afecta al LCR puede ser cualitativa (alteraciones en la composición del LCR, generalmente
secundarias a otras enfermedades) y cuantitativa. La patología cuantitativa aparece cuando se altera el equilibrio
continuo y dinámico entre la producción y la reabsorción del LCR. Podemos encontrar patología por defecto (ya
sea por hipoproducción o, lo que es más frecuente, por aumento de la reabsorción o por disminución de la
cantidad de LCR circulante por pérdidas a través de fístulas o extracciones) que conduce clínicamente al
Síndrome de Hipotensión de LCR; o patología por exceso (ya sea por hiperproducción de LCR o por disminución
de la reabsorción).
Hidrocefalia significa etimológica y literalmente “agua en el cerebro”, dicho de una manera más científica,
aumento del LCR intracraneal.
Desde un punto de vista fisiopatológico sencillo, la hidrocefalia puede producirse, como ya hemos comentado,
por un aumento de la producción del LCR o por una disminución de su “eliminación” que, a su vez, puede ser
debida a alteraciones de la absorción propiamente dichas o a interrupciones/obstrucciones en la circulación del
LCR entre los puntos de producción y de absorción del mismo.
De una manera sencilla, y con interés fundamentalmente práctico, se han clasificado las hidrocefalias en
comunicantes y no comunicantes u obstructivas.
En las primeras no hay ningún obstáculo a la circulación del LCR, mientras que en las segundas sí que lo hay en
la circulación desde la producción intraventricular hasta su salida al espacio subaracnoideo.
Así, desde un punto de vista etiológico, la hidrocefalia puede ser debida a hiperproducción de LCR, situación
bastante excepcional que puede aparecer en los papilomas de plexo coroideo y, con mucha mayor frecuencia, a
obstrucción en la circulación o hiporeabsorción del LCR. En muchas ocasiones, los mecanismos etiopatogénicos y
fisiopatológicos son mixtos.
Teniendo en cuenta la presión del LCR, las hidrocefalias pueden ser hipertensivas y normotensivas.
1. No obstructivas:
a. Hiperproductivas: papiloma de los plexos coroideos (rara).
b. Hidrocefalia “idiopática” del adulto.
2. Obstructivas:
a. Congénitas: Estenosis del acueducto, Síndrome de Dandy-Walker (atresia de los forámenes de Luschka y
Magendie), Malformación de Arnold-Chiari, MAV vena de Galeno.
b. Adquiridas: tumores (especialmente fosa posterior), patología vascular (hemorragias de fosa posterior, en
menor grado infartos de fosa posterior, hemorragia subaracnoidea), infecciones (meningitis sobre todo
tuberculosa o fúngica), otras causas.
Si la obstrucción se produce a nivel del orificio de Monro, se producirá dilatación de un solo ventrículo lateral; si
a nivel del Acueducto de Silvio, se producirá hidrocefalia triventricular (ventrículos laterales y tercer ventrículo);
si a nivel de los forámenes de Luschka y Magendie, será hidrocefalia tetraventricular.
Clínica
La clínica depende de diversos factores, pero principalmente del momento de la instauración (lactantes y niños
pequeños, adolescentes y adultos) y de la evolución de la misma.
En niños mayores y adultos, la etiología de la hidrocefalia suele ser secundaria o adquirida. La clínica depende,
por un lado, de la hidrocefalia y, por otro, de la etiología de la misma, especialmente en su presentación y
evolución. La hidrocefalia produce hipertensión intercraneal (HIC): cefalea, nauseas, vómitos, alteraciones
visuales y disminución del nivel de conciencia con edema de papila bilateral con características de “agudeza”
(hemorrágico) en el fondo de ojo. Evolutivamente aparecen parálisis de nervios craneales, especialmente del
sexto -VI- uni o bilateral, ataxia, alteraciones del ritmo cardiorrespiratorio y finalmente la muerte por
enclavamiento. La rapidez depende fundamentalmente de la etiología.
Si la evolución es lenta, aparecen cefaleas matutinas, vómitos con las maniobras de Valsalva, mareos
inespecíficos, somnolencia, crisis epilépticas, alteraciones endocrinas (obesidad, amenorrea y diabetes insípida),
bradipsiquia, alteraciones visuales, pérdida de olfacción, alteraciones de la marcha, incontinencia urinaria,
pérdida de memoria,etc. En el fondo de ojo encontramos edema de papila “crónico” o atrofia papilar y, en el
resto de la exploración, piramidalismo y ataxia/apraxia de la marcha.
Diagnóstico
La hidrocefalia puede ser diagnosticada intraútero mediante ecografía. En los lactantes también se utiliza la
ecografía transfontanelar seriada y también resulta útil e informativa el estudio ecodoppler transcraneal de la
circulación intracraneal.
Tratamiento
El tratamiento de la hidrocefalia consiste, desde un punto de vista teórico, en restablecer el equilibrio entre la
producción y reabsorción del LCR, y, desde un punto de vista práctico en la normalización del flujo del LCR y la
presión intracraneal. Por supuesto, en aquellos casos de hidrocefalia secundaria en que sea posible debe
realizarse el tratamiento de la causa (extirpación tumoral si es una causa compresiva, descompresión
suboccipital en hidrocefalia secundaria a Arnold Chiari,…).
El tratamiento consiste fundamentalmente en la instauración de un sistema de derivación del LCR que solvente
el problema del flujo de LCR. Se coloca una cánula de drenaje en ventrículo lateral derecho, una válvula, de
presión y flujo unidireccional; subcutánea epicraneal parietooccipital derecha y un drenaje que a través de la
vena yugular y cava superior drena en aurícula D (drenaje ventrículo atrial), cada vez menos utilizado; o que se
tuneliza subcutáneamente hasta peritoneo (derivación ventrículoperitoneal). Una alternativa puede ser la
ventriculostomía endoscópica perforando el suelo del tercer ventrículo y estableciendo una comunicación con las
cisternas de la base que restablece el flujo del LCR.
Un concepto relacionado con el tema que nos ocupa, que merece algún comentario adicional es el de Hidrocefalia
“ex vacuo”. Se trata de un concepto obsoleto (a pesar de lo cual todavía se encuentra en numerosos textos). En
realidad se trata de una alteración morfológica con dilatación del sistema ventricular (único dato que comparte
con la hidrocefalia genuina) pero con un mecanismo fisiopatológico distinto, ya que es secundaria a atrofia y se
acompaña de dilatación de los surcos por aumento del espacio subaracnoideo, secundario también a la atrofia
del tejido cerebral. La atrofia puede ser global (generalmente degenerativa) o focal (aunque también puede ser
degenerativa, suele ser secundaria a patología focal vascular o de otra índole). Por tanto, el término
“Hidrocefalia ex vacuo” es inadecuado y debe ser sustituido por el de Atrofia corticosubcortical.
Otro concepto de sumo interés práctico es el de “Hidrocefalia a presión normal”. Desde el punto de vista
etiológico, puede ser idiopática o secundaria a cualquier obliteración ventricular o meníngea (meningitis,
hemorragia subaracnoidea, etc.) que dificulte la reabsorción o circulación del LCR. Clínicamente se caracteriza
por la triada de Hakim-Adams consistente en alteraciones de la marcha (apraxia), incontinencia urinaria y
deterioro cognitivo. Su importancia desde el punto de vista práctico reside en la potencial reversibilidad del
cuadro clínico con el tratamiento adecuado. Es decir, estaríamos ante un cuadro de demencia curable.
Radiológicamente se constata una dilatación ventricular, con índice de Evans aumentado, con desproporción en
los surcos de la convexidad cerebral. Un estudio de RM con dinámica de flujo de LCR ayuda a confirmar el
diagnóstico.
El diagnóstico de sospecha clínico-radiológico debe precisarse con la práctica de una punción lumbar con
extracción de LCR y comprobar mejoría clínica del cuadro, con un test de perfusión o con la práctica de una
cisternografía isotópica que mostrara un patrón de inversión del flujo de LCR.
2. Tumores cerebrales
La afectación del Sistema Nervioso Central en relación con la patología neoplásica puede ser primaria por
procesos neoplásicos del propio Sistema Nervioso o secundaria ya sea por invasión directa o metástasis a
distancia de procesos neoplásicos de otros órganos, por acción remota generalmente inmunomediada
(síndromes paraneoplásicos) o por efecto del tratamiento (cirugía, quimioterapia, radioterapia). Analizaremos
breve y sucintamente la patología tumoral cerebral sin tratar la afectación cerebral indirecta (síndromes
paraneoplásicos y efectos secundarios del tratamiento) ni la afectación de la médula espinal.
Peculiaridades
Una de las peculiaridades de los tumores del cerebro con mayor repercusión práctica, además de la naturaleza
histológica de los mismos, es la localización de la lesión en un estuche rígido e inextensible y con un continente
constituido por multitud de estructuras, núcleos celulares, vías, nervios, etc. Cualquier lesión ocupante de
espacio o proceso expansivo intracraneal, ya sea tumoral o de otra índole (hemorragia, edema cerebral,…)
genera un conflicto de espacio que se traduce en un incremento de la presión intracraneal (Síndrome de
Hipertensión Intracraneal) y compromete las estructuras intracraneales.
Por otro lado, tumores localizados en áreas cerebrales “poco expresivas” clínicamente pueden tardar en dar
manifestaciones clínicas permitiendo a la lesión alcanzar grandes dimensiones. Si a ello unimos un crecimiento
lento, posibilitando mecanismos de compensación y adaptación al desequilibrio de espacio, entenderemos que
grandes tumoraciones hayan podido pasar desapercibidas clínicamente. Algo similar, aunque en menor grado,
puede suceder con tumores infiltrativos.
En otras ocasiones, pequeños tumores localizados en áreas estratégicas, pueden condicionar una clínica florida.
Otras peculiaridades anatómicas e histológicas de los tumores cerebrales, con repercusión directa en las
posibilidades terapéuticas son: la funcionalidad de determinadas áreas cerebrales y la propia sensibilidad del
tejido nervioso a cualquier tipo de agresión y especialmente a las maniobras quirúrgicas (limitando en muchas
ocasiones las cirugía) o a la radioterapia y la existencia de una barrera hematoencefálica que contribuye a
incrementar la falta de eficacia de la quimioterapia.
Otra de las peculiaridades de los tumores cerebrales es que no se propagan a distancia, no metastatizan fuera
del Sistema Nervioso Central, salvo excepciones muy concretas. Algunos tumores se propagan por el LCR,
metastatizando en el propio SNC o en las meninges.
Etiopatogenia
En relación con la etiopatogenia de los tumores cerebrales, las incógnitas son las mismas que para el resto de
tumores. Se interpreta que sobre una base genética (se conocen diversos síndromes tumorales familiares)
actúan factores ambientales que facilitan el desarrollo de los tumores. Solo se ha establecido una relación clara
entre las radiaciones ionizantes y los gliomas y meningiomas, así como entre los estados de inmunosupresión y
los linfomas cerebrales.
Afortunadamente los tumores cerebrales primarios son bastante raros. Se calcula una incidencia de
aproximadamente 7-10/100000 habitantes. Independientemente de una falsa impresión de incremento de los
tumores cerebrales relacionada con la disponibilidad de técnicas de diagnóstico más precisas en el último tercio
del siglo pasado (TC y RM), estamos asistiendo a un incremento real de los mismos condicionado por un
incremento en la esperanza de vida en el caso de los gliomas, un aumento de las situaciones de
inmunosupresión (VIH, tratamientos inmunosupresores,…) en el caso de los linfomas, aumento de la
supervivencia de los tumores malignos viscerales incrementando el riesgo de metástasis, etc. El tumor benigno
más frecuente, el meningioma, se diagnóstica en muchas ocasiones incidentalmente al realizar estudios de
neuroimagen por otros motivos.
Estadística
En estadísticas generales se estima que los tumores cerebrales más frecuentes son los gliomas (45%) seguidos
de metástasis (15%), meningiomas (15%), neurinomas del acústico (8%), adenomas de hipófisis (8%),
repartiéndose el 9% restante entre una gran variedad de tumores de otros tipos.
Si bien los tumores cerebrales malignos solo representan el 1% de los tumores malignos, constituyen la segunda
causa de muerte en niños y la quinta en adultos, lo cual es reflejo de la agresividad de los mismos junto a la
limitación de recursos terapéuticos.
En los niños los tumores más frecuentes asientan en la fosa posterior (meduloblastoma, ependimoma,
astrocitoma) en la línea media (tumores de células germinales, craneofaringiomas,…) y, al contrario que en los
adultos, son menos frecuentes gliomas y metástasis. En adultos, la mayoría de los tumores son supratentoriales
y de estirpe glial, siendo el segundo tumor en frecuencia el meningioma.
Manifestaciones clínicas
Las manifestaciones clínicas de los tumores cerebrales pueden ser muy variables y dependen, como ya hemos
comentado, de varios factores: localización, tamaño, velocidad de crecimiento, entre otros.
La disminución del nivel de conciencia suele ser indicador de evolución y correlacionarse con el tamaño de la
lesión, en el que juega también un papel importante el edema perilesional.
Las crisis epilépticas son una manifestación frecuente en los tumores cerebrales (>35%) y en muchas ocasiones
constituyen la manifestación inicial. Suelen ser de inicio focal y pueden generalizarse secundariamente. A
diferencia de la cefalea, las crisis focales tienen carácter localizador. Las características clínicas de la crisis
parcial o del “aura” pueden indicar la localización del tumor en los tumores supratentoriales. Evidentemente,
dicha localización debe ser confirmada con estudios de imagen.
Constituyentes del SHIC, las náuseas y vómitos pueden ser secundarias al incremento de la presión, pero
también puede aparecer en lesiones de fosa posterior incluso de pequeño tamaño.
Las alteraciones visuales, ya sea por afectación de las vías ópticas o por compromiso de los centros o nervios
craneales implicados en la motilidad ocular, son frecuentes ya sea por afectación directa en el caso de tumores
intraparenquimatosos supratentoriales o de tronco cerebral o indirecto por compresión por dichos tumores o, con
mayor frecuencia, por tumores extraaxiales.
Además de estos síntomas, más o menos generales, los tumores pueden producir cuadros clínicos específicos
en función de su localización:
- Los tumores del ángulo pontocerebeloso (generalmente neurinomas del acústico o meningiomas y, menos
frecuentemente, otros tipo de tumores) producen hipoacusia, vértigo, parálisis o espasmo facial, diplopía, y si
alcanzan tamaño considerable ataxia cerebelosa, hidrocefalia y SHIC.
- Los tumores de cerebelo pueden producir dismetría, ataxia, cefalea, vómitos sin nauseas, SHIC precoz por
bloqueo de LCR.
- Las lesiones de base de cráneo producen, en función de su localización, síndromes abigarrados de afectación
de diversas combinaciones de nervios craneales, cefalea, neuralgia, compromiso de tronco cerebral, etc. Estas
alteraciones pueden ser debidas a extensión de lesiones tumorales de cavum, senos paranasales o rinofaringe.
- Los tumores hemisféricos condicionan cefalea inespecífica, SHIC tardíamente, alteraciones psíquicas y
conductuales (más en frontales), signos focales en función de localización, crisis epilépticas, afectación de vías
largas con sintomatología contralateral.
- La afectación tumoral del tronco cerebral produce diversas combinaciones de afectación de nervios craneales,
ya sea directamente por afectación nuclear, o indirectamente por compresión o tracción de los diferentes
nervios. Se acompaña de alteración de vías largas contralaterales, homolaterales o cruzados, en función de la
localización en relación con la decusación de las vías piramidales.
Los síndromes descritos son numerosos: síndrome de la región pineal, del seno cavernoso, del agujero magno,
del ala del esfenoides, etc.
Clasificaciones
Entre las clasificaciones histogenéticas de los tumores cerebrales resumimos brevemente la clasificación de la
OMS:
- Tumores neuroepiteliales primarios (gliomas: astrocitoma en sus diversos grados, glioblastoma multiforme;
oligodendroglioma, ependimoma, papiloma de plexos coroideos, tumores neuroepiteliales de origen incierto,
tumores neuronales: gangliocitoma, ganglioneuroma, tumores disembrioplásicos; pinealomas: pineocitoma y
pineoblastoma; tumores embrionarios: neuroblastoma, meduloblastoma);
- Tumores de la vaina de mielina de los nervios (schwanoma o neurinoma y neurofibroma);
- Tumores derivados de las meninges (meningioma, hemangiopericitoma, sarcomas, melanomas primario);
- Tumores de células germinales (teratomas, disgerminomas);
- Tumores de histogénesis incierta (hemangioblastoma);
- Tumores hereditarios, linfomas, cordomas, quistes (dermoides, epidermoides, coloides, aracnoideos,
craneofaringioma), tumores sellares (adenomas de hipófisis), metástasis, miscelánea.
Existe una cierta tendencia a correlacionar algunas variedades histológicas con la localización (en algunas
determinada por la propia histología) y con la edad.
Diagnóstico
El diagnóstico de los tumores cerebrales tiene como base la sospecha clínica en función de la sintomatología
referida y la confirmación morfológica/macroscópica mediante las técnicas de neuroimagen (TC y RM
fundamentalmente) que permiten precisar localización, extensión, compromiso de estructuras, etc. y presunción
de naturaleza benigna/maligna e incluso histológica. Diversas secuencias y programas informáticos permiten
precisar los datos obtenidos mediante RM convencional (espectroscopía, neuronavegación…). No obstante, el
diagnóstico de confirmación debe ser histopatológico.
Pronóstico y tratamiento
El tratamiento de los tumores se basa en distintas combinaciones de los tres pilares terapéuticos: cirugía,
radioterapia y quimioterapia. La cirugía se establece en función de localización, tamaño, presunción histológica,
características del paciente (edad, comorbilidades,…). La radioterapia (convencional o radiocirugía) y la
quimioterapia precisan de confirmación y diagnóstico histológico por lo cual son complementarias de la anterior.
Las infecciones del SNC comprenden los procesos infecciosos que afecten a las
membranas que envuelven al cerebro (meningitis), al tejido cerebral (encefalitis y
abceso), epéndimo (ventriculitis), espacio subdural (empiema subdural) y sistema
venoso intracraneal (tromboflebitis infecciosa).
El cuadro más frecuente es la meningitis bacteriana aguda. Consiste en la inflamación supurativa de meninges -
leptomeninge, aracnoides y pía madre- y del LCR del espacio subaracnoideo. Se afecta también el epéndimo y el
LCR ventricular. En mayor o menor grado se afecta también el parénquima cerebral constituyendo un cuadro de
meningoencefalitis.
La llegada de los gérmenes suele ser por vía hematógena, procedente de focos infecciosos a distancia,
directamente por heridas penetrantes o infección de heridas quirúrgicas o por contigüidad directa o por vía
venosa retrógrada a partir de focos infecciosos óticos o rinosinusales.
La epidemiología de la meningitis bacteriana está cambiando continuamente. En los últimos años ha
descendido notablemente la incidencia de meningitis por Haemophilus influenzae (menos del 10% en casi todas
las series) y también por Neisseria Meningitidis a consecuencia de la introducción y uso de vacunas. No obstante,
también se producen cepas especialmente virulentas de Neisseria M o resistentes a antibióticos de Streptococcus
Pneumoniae. Streptococus Pneumoniae es responsable de aproximadamente el 50 % de los casos comunitarios,
Neisseria del 25%, Streptococcus del grupo B del 15% y Listeria Monocytogenes del 10% aproximadamente.
Staphylococcus Aureus y estafilococos coagulase negativos son los más frecuentes en meningitis tras
intervenciones, especialmente de los sistemas de derivación de LCR.
En las meningitis meningococémicas puede presentarse una erupción máculo-pápulo eritematosa que semeja
inicialmente un exantema vírico y evoluciona rápidamente a petequias. Es un signo de mal pronóstico.
La meningitis bacteriana es una urgencia médica y como tal debe ser tratada sin esperar a confirmar el
diagnóstico etiológico, a ser posible tras la obtención de muestras de sangre y de LCR para analíticas y cultivos.
El tratamiento antibiótico empírico se establece en función de las características del huésped (edad, estado
inmunológico…), antecedentes (traumatismo, infección ORL, intervención neuroquirúrgica craneal…),
epidemiológicas (entorno, adquisición extra o intrahospitalaria…). El tratamiento debe cubrir todo el espectro de
posibles gérmenes hasta que sea posible realizar un tratamiento específico dirigido por antibiograma. Este
tratamiento debe mantenerse hasta una semana después de que el paciente esté afebril (generalmente 10-14
días) y hasta 4 semanas en gérmenes como Listeria, Estafilococos o Gran (-). El tratamiento antibiótico se
complementa con tratamiento corticoide si es posible iniciar la administración antes de la primera dosis de Ab o
en las 6 primeras horas del inicio de tratamiento AB. El tratamiento corticoideo se mantiene durante 4 días.
Si se presentan complicaciones reciben el tratamiento específico en muchas ocasiones en una UCI. Crisis
epilépticas (benzodiacepinas, fármacos antiepilépticos). SHIC: cabecera elevada, intubación con hiperventilación,
Manitol.
Un 25% de los supervivientes sufren secuelas moderadas o graves: disminución de capacidad intelectual,
alteraciones de memoria, crisis epilépticas, hipoacusia, mareos, alteraciones de la marcha.
3.2 Otras afectaciones infecciosas del SNC
Cerebritis
La afectación infecciosa del parénquima cerebral recibe el nombre de cerebritis; cuando se encapsula (10 días
aprox.), constituyendo una infección focalizada supurativa, recibe el nombre de absceso cerebral. Es una
infección rara que suele tener su origen en focos infecciosos óticos (otitis, mastoiditis), rino-sinusales;
traumatismos craneales o intervenciones quirúrgicas o por diseminación hematógena (endocarditis, foco
infeccioso lejano). Los abscesos hematógenos (25%) suelen ser múltiples. Hasta una cuarta parte de los
abscesos son criptogénicos.
El cuadro clínico es el de un proceso expansivo intracraneal subagudo (menos rápido que un hematoma y más
que un tumor) constituido por la colección supurativa y el edema vasogénico circundante que suele ser
importante. Síntomas como cefalea (75%) y signos como fiebre (50%), acompañados de sintomatología focal
(60%) en dependencia de su localización que puede ser epiléptica (15-35%).
Empiema subdural
Absceso epidural
Meningoencefalitis vírica
meningitis aséptica (“meningitis no purulenta o de líquido claro”) o una encefalitis aguda. El límite entre ambas
es impreciso y de manera práctica hablamos de meningoencefalitis vírica.
Las manifestaciones clínicas de la meningitis vírica son similares a las bacterianas (fiebre, síndrome
meníngeo). Suelen existir datos de afectación generalizada como malestar general, mialgias, artralgias,
diarrea… El componente encefalítico incluye alteración variable del nivel de conciencia, alteraciones neurológicas
focales (afasia, déficit motor, alteraciones visuales), crisis epilépticas focales/generalizadas y mioclonías.
El diagnóstico sindrómico es clínico. Los estudios de neuroimagen suelen ser normales o presentar datos de
afectación parenquimatosa en los cuadros predominantemente encefalíticos. El diagnóstico sindrómico se
confirma con las características del LCR (claro, con leucocitosis mononuclear, glucosa normal y aumento de
proteínas), mientras que el etiológico se realiza mediante técnicas serológicas y PCR.
La más frecuente, y la más importante desde un punto de vista práctico, es la encefalitis (meningoencefalitis)
herpética. Producida en la mayoría de los casos por el VHS 1. La afectación del parénquima se localiza
predominantemente en la región basal de los lóbulos frontales y temporales con un intenso componente
hemorrágico y necrótico.
Las peculiaridades clínicas dependen de este tropismo. Predominan los síntomas y signos de afectación
temporal: afasia, trastornos de conducta y de memoria, crisis epilépticas parciales complejas, alucinaciones
olfatorias o gustativas… El estudio del LCR muestra un “perfil vírico” con incremento linfocitario discreto,
presencia de hematíes (traducción del componente hemorrágico que comentábamos), proteínas ligeramente
elevadas y excepcionalmente hipoglucorraquia.
En los estudios de neuroimagen, especialmente en RM, se constata la afectación de forma precoz de forma uni o
bilateral de los lóbulos temporales. El EEG puede mostrar lentificación focal y ondas trifásicas pseudoperiódicas
(PLEDs, periodic lateralized epileptiform discharges). El diagnóstico etiológico se confirma mediante PCR.
La importancia desde el punto de vista práctico que la encefalitis herpética entraña, reside en que es la única
encefalitis aguda vírica susceptible de tratamiento. El tratamiento con Aciclovir ha reducido la mortalidad a
menos del 20%. Aproximadamente la tercera parte de los supervivientes presentan secuelas neurológicas con
repercusión funcional y neuropsicológica importante.
La consideración de subaguda o crónica en relación con una infección del SNC, ya sea bacteriana o no, es
arbitraria y depende del tiempo de evolución de los síntomas (entre 1 y 3 semanas y más de 4 semanas
respectivamente). Suelen ser menos expresivas desde el punto de vista clínico, tanto en la semiología como en
la intensidad de la misma. Suelen corresponder a “meningitis de líquido claro”, no obstante la determinación de
glucorraquia puede ayudar a diferenciar entre meningitis crónica con hipoglucorragia (tuberculosis, brucelosis,
micosis) frente a las que suelen cursar con glucosa normal (sífilis, borreliosis, sarcoidosis).
Otra forma, cada vez menos frecuente, es la meningoencefalitis brucelar que ocurre hasta en un 2-5% de las
infecciones por Brucella Melitensis, de forma subaguda, aunque también puede presentarse de forma aguda
constituyendo la primera manifestación de la brucelosis, en forma de meningitis o meningoencefalitis aguda. El
diagnóstico de sospecha es clínico y la confirmación serológica.
Aunque sin alcanzar cotas históricas, la incidencia de sífilis (producida por el Treponema Pallidum) primaria
sigue siendo elevada. La neurosífilis puede aparecer en cualquier estadio de la enfermedad. En el estadio
primario suele constituir una forma de meningitis linfocitaria que muchas veces pasa desapercibida. En estadios
posteriores las manifestaciones corresponden a una meningoencefalitis crónica que reciben el nombre genérico
de neurolúes o neurosífilis.
Las manifestaciones de la neurolúes ocurren a partir de los dos años de la primoinfección y corresponden a un
cuadro de meningoencefalitis crónica, inicialmente con afectación meníngea y de nervios craneales y
posteriormente con afectación del parénquima y de los vasos. Las manifestaciones clínicas incluyen:
sintomatología neurológica (cefalea, infartos cerebrales de repetición, parálisis de nervios craneales, paraparesia
o paraplejía, crisis epilépticas) y sintomatología psiquiátrica (alteraciones cognitivas, conductuales,
alucinaciones, delirios, psicosis...) La forma psiquiátrica clásicamente se denominaba PGP o Parálisis General
Progresiva. Otra forma clásica que en la actualidad se ve muy poco es la tabes dorsal.
El diagnóstico es clínico radiológico y se confirma mediante las pruebas no treponémicas (VDRL y RPR) y
treponémicas (FTA-Abs, EIA y hemaglutinación) en sangre y en LCR. El tratamiento con Penicilina G consigue
curar la infección en todos los pacientes inmunocompetentes.
La neuroborreliosis o enfermedad de Lyme, está producida por otra espiroqueta, la Borrelia burgdorferi.
Alrededor del 20% de los pacientes afectado por la Borrelia presentan una meningitis aséptica en la fase
secundaria de la enfermedad acompañada de multirradiculitis y paresia de nervios craneales, con especial
predilección por el facial. El diagnóstico, al igual que sucede en la sífilis y en la brucelosis, comprende el
diagnóstico de la enfermedad sistémica y el de la neurológica. Es diagnóstico serológico y de interpretación
dificultosa. El tratamiento de la neuroborreliosis es penicilina G o ceftriasona.
Dentro de las infecciones del SNC incluimos también la enfermedad de Whipple producida por Tropheryma
Whipplei. Enfermedad rara con manifestaciones sistémicas (diarreas, artritis,…) y cerebrales hasta en un 50%.
La sintomatología neurológica es compleja: deterioro cognitivo, alteraciones de conducta, crisis convulsivas,
ataxia,… El diagnóstico es difícil por la inespecificidad clínica. Se realiza mediante biopsia y PCR. El tratamiento
es similar a las anteriores (penicilina G o ceftriasona).
El SNC también puede verse afectado por hongos, especialmente en personas inmunocomprometidas.
Criptococosis, candidiasis, mucormicosis (en diabéticos), aspergilosis o coccidiomicosis pueden producir
alteraciones neurológicas especialmente en forma de meningitis crónicas o de abscesos cerebrales.
De igual manera, incluimos entre las enfermedades infecciosas del SN las parasitosis: toxoplasmosis,
cisticercosis e hidatidosis así como la tripanosomiasis.
Omitiremos en esta breve revisión otras patologías infecciosas tanto víricas (herpes zoster, rabia, poliomielitis,
encefalitis letárgica de Von Economo, Panencefalitis esclerosante subaguda, leucoencefalopatía multifocal
progresiva, VIH…) como la afectación indirecta por toxinas bacterianas (botulismo, tétanos).
4. Encefalopatías tóxico-metabólicas
Los cuadros de encefalopatía aguda se producen en situaciones de falta de oxígeno más o menos agudas
(alpinismo, “mal de altura”) o intoxicaciones por monóxido de carbono. La hipoxia “media” sostenida puede
generar alteraciones cognitivas (estados confusionales, delirium). La hipoxia severa pero breve se traduce en
síncopes, mientras que la hipoxia severa sostenida puede llevar al coma y la muerte cerebral o la recuperación
con importantes secuelas neurológicas (demencia, estado vegetativo persistente).
Semiología similar, pero más insidiosa, presentan los pacientes con Síndrome de Apnea-Hipopnea del sueño.
La disponibilidad de tratamiento efectivo (CPAP) convierte en obligado investigar esta posibilidad diagnóstica en
pacientes con alteraciones de memoria, atención, concentración, con somnolencia diurna, ronquidos nocturnos
con pausas de apnea… En definitiva un cuadro encefalopático sutil que muchas veces se acompaña de cefalea
matutina.
Las secuelas de la hipoxia grave, generalmente secundaria a paros cardiorrespiratorios, intoxicaciones graves
por monóxido de carbono, estrangulamiento/ahorcamiento, dependen fundamentalmente de la duración e
intensidad de la misma hasta la instauración de las maniobras de recuperación. Los pacientes pueden presentar
confusión, amnesia anterógrada grave y retrograda variable, alteración de la memoria inmediata y remota, de
manera similar al síndrome de Korsakoff. A veces, tras la recuperación inicial, varias semanas después aparece
un cuadro diferido de encefalopatía con apatía, irritabilidad, confusión e incluso agitación o manía. Aunque la
recuperación suele ser la norma, algunos pacientes presentan secuelas permanentes que pueden ser desde
coma o estupor persistente, estado vegetativo, agnosia visual, síndrome extrapiramidal, coteoatetosis, ataxia
cerebelosa, Síndrome de Lance Adams (mioclonías de acción o intención) o Síndrome de Korsakoff.
Las alteraciones anatómicas pueden presentarse varias semanas después, al igual que en la intoxicación por
monóxido de carbono, y puede presentar tres patrones lesionales fundamentales: lesión selectiva de sustancia
blanca, necrosis retardada del globo pálido o degeneración de las células piramidales de la zona CA1 del
hipocampo. El primero de ellos se corresponde con una clínica de agitación y confusión que puede evolucionar a
estupor y coma. El segundo produce corea, signos motores y de disfunción de lóbulos frontales mientras que el
tercero puede condicionar una demencia amnésica.
La insuficiencia renal crónica a través de la uremia puede afectar al sistema nervioso periférico produciendo una
polineuropatía, y con menor frecuencia al Central produciendo Encefalopatía urémica. En los episodios de
insuficiencia renal aguda también puede producirse un cuadro de encefalopatía aguda que si no se resuelve
puede evolucionar al coma. Los pacientes con encefalopatía urémica presentan más un cuadro confusional que
de demencia. Inicialmente presentan apatía, fatiga, dificultad para mantener la atención y concentración e
irritabilidad. Más adelante se añaden confusión, estupor, trastornos de la percepción (ilusiones), alucinaciones…
Esta sintomatología suele ser inicialmente fluctuante pero persistente. En etapas más avanzadas se añaden
signos motores, temblor, asterixis, mioclonías, hipertonía y convulsiones.
Al igual que la insuficiencia renal produce cuadros de encefalopatía urémica aguda o crónica, la insuficiencia
hepática puede condicionar también cuadros similares de encefalopatía hepática aguda que puede llevar al
coma y la muerte. Algunas veces, los pacientes que sobreviven a uno o varios episodios de coma (e incluso a
veces sin estos antecedentes) presentan secuelas neurológicas en forma de temblor, asterixis, movimientos
coreicos, disartria, ataxia y alteraciones cognitivas llegando a la demencia, constituyendo lo que se ha
denominado Degeneración Hepatocerebral adquirida.
Desde un punto de vista práctico y especialmente por su prevalencia, insistiremos en el hipotiroidismo y en los
trastornos del metabolismo de la glucosa.
Precisamente por los datos de “hipoactividad”, comentados con anterioridad, el hipotiroidismo pasa más
desapercibido que el hiper y su diagnóstico es más tardío. Los pacientes presentan semiología psiquiátrica en
forma de depresión, aunque también se han descrito manía, agitación, irritabilidad y psicosis esquizofreniforme.
Algunos pacientes presentan somnolencia intensa hasta el estupor y el coma. A veces la primera manifestación
es un síndrome demenciante. La demencia hipotiroidea presenta características de demencia subcortical con
dificultad para mantener la atención, alteraciones visuoespaciales, lentificación psicomotriz y dificultad para el
razonamiento abstracto, estando más conservados el lenguaje y las habilidades constructivas y gnósicas.
La diabetes con mal control metabólico se acompaña de alteraciones neuropsicológicas de difícil valoración y en
las que juega un papel importante las características de enfermedad crónica y el hecho de que la hiperglucemia
es factor de riesgo importante para diversas enfermedades neurológicas.
Sin embargo, al igual que sucede con el hipotiroidismo, la hipoglucemia y sobre todo las hipoglucemias
recurrentes pueden pasar más desapercibidas, especialmente en pacientes ancianos, pudiendo producir un
cuadro de encefalopatía crónica y una demencia.
Dentro de los trastornos hidroelectrolíticos relacionados con encefalopatía se contemplan: hipo e hipercalcemia,
hipo e hipernatremia, hipomagnesiemia e hipopotasemia. Las características del cuadro clínico son superponibles
a las comentadas con anterioridad.
El proceso diagnóstico es común a todas las encefalopatías metabólicas, partiendo de la sospecha clínica y la
confirmación análitica. Los estudios de neuroimagen pueden precisar la afectación neuropatológica. El
tratamiento correspondiente puede servir de prueba “ex yuvantibus”, aunque si la situación clínica ha sido
mantenida durante mucho tiempo, la respuesta puede no ser completa. Un estudio neuropsicológico ayuda a
precisar las alteraciones especialmente las diferidas y a planificar una programa terapéutico acorde con las
mismas.
El déficit de vitamina B1 o tiamina, además de alteraciones a nivel del Sistema Nervioso Periférico
(polineuropatía), está relacionada con el Síndrome de Wernicke Korsakoff (WK), con la degeneración cerebelosa
cortical y con la ambliopía nutricional. El síndrome de Wernicke-Korsakoff está constituido por la asociación
secuencial en el tiempo de la encefalopatía aguda descrita por el primero y el síndrome amnésico descrito por el
segundo.
Dentro de las sustancias tóxicas exógenas, la más prevalente y más significativa desde el punto de vista práctico
es el alcohol. La afectación neurológica secundaria al alcohol puede ser debida a efecto tóxico directo del mismo
o a efecto secundario, especialmente a déficits nutricionales y situaciones carenciales (brevemente comentadas
con anterioridad). El efecto tóxico del alcohol puede manifestarse sobre el SNP (polineuropatía, miopatía) o
sobre el SNC en forma de encefalopatía aguda tanto por intoxicación como por deprivación (intoxicación etílica o
delirum tremens) o crónica (Síndrome de Korsakoff, demencia alcohólica, atrofia cerebral).
Otras sustancias tóxicas capaces de provocar alteraciones neurológicas y entre ellas encefalopatía son los
metales: aluminio, arsénico, bismuto, mercurio, manganeso, plomo, estaño o talio fundamentalmente. También
solventes orgánicos industriales como el disulfuro de carbono, n-hexano y metil-butil-cetonas,
perclorietileno, tricloroetileno, tolueno, etc. Los pesticidas (organofosforados y carbamatos) afectan al sistema
nervioso periférico (neuropatía) y en menor grado al central (encefalopatía).
La gran variedad de drogas y sustancias de abuso también se relacionan con cuadros encefalopáticos:
marihuana, cocaína, anfetaminas, inhalantes, alucinógenos, opiáceos, heroína, drogas de diseño, etc., ya sea
por mecanismos neurotóxicos directos como indirectos, pueden producir alteraciones del sistema nervioso
central.
No podemos acabar esta revisión sin citar como factores productores o favorecedores de encefalopatía a los
fármacos. Numerosos medicamentos pueden producir alteraciones del SNC, especialmente en personas
mayores y cuando son utilizados en politerapia. Fármacos como los anticolinérgicos directos u otros con acción
anticolinérgica, antiepilépticos, neurolépticos, ansiolíticos, hipnóticos, litio e incluso algunos aparentemente
inocuos como antihipertensivos, protectores gástricos, analgésicos antiinflamatorios, a veces incluso fármacos de
aplicación local (colirios), pueden estar implicados en la génesis de un cuadro encefalopático agudo o crónico.
En todas ellas, una sospecha diagnóstica y una adecuada encuesta epidemiológica puede a establecer el
diagnóstico. El tratamiento lógicamente consiste en evitar la exposición al elemento tóxico.
Anexos
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