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Evolución Del Concepto de Ciudadanía

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EL CONCEPTO DE CIUDADANÍA Y SU EVOLUCIÓN

El concepto de ciudadanía ha ido cambiando a través del tiempo,


especialmente en estos nuevos escenarios sociales, donde las
relaciones de poder posibilitan el aumento o disminución de la
libertad, la igualdad y la justicia social.

En sí, la palabra ciudadanía posee una historia larga, aunque sólo en


los últimos años se ha concretado en una variedad de prototipos cuyo
sentido y efectividad van a depender del diálogo que pueda
establecerse con el experimentador y el concepto. Se encuentra el
término además en relación con el principio de la virtud democrática
y el fin último de la política y la moralidad. Para un mejor
entendimiento se debe comenzar haciendo un recuento de su origen.

Últimamente, la definición del término ciudadanía ha venido


cobrando mayor importancia desde el punto de vista del estoicismo
griego y el romano, el cual lo desarrolla en tres etapas distintas: la
primera corresponde al 300 antes de Cristo, la segunda en el 100
antes de Cristo y la última en 100 después de Cristo.

En este campo se considera como el impulsor del estoicismo político a


Diógenes el Cínico por su máxima “soy cosmopolita”, aunque en ella
había más de crítica a los localismos que de defensa de un modelo
positivo. Tal vez sea Zenón de Citio el principal impulsor de un
proyecto de ciudadanía cosmopolita que englobaba ética y política, y
cuya idea iba más allá de los límites legales que funcionaban en la
política de ese momento.
La palabra ciudadano proviene de civis, el cual es un término romano
que equivale a decir civitas o lo que es lo mismo, ciudad o conjunto de
habitantes. Los griegos consideraban a la ciudad como algo
demasiado importante y cada habitante era considerado ciudadano y
digno de respeto, pero también a cada uno de ellos se les exigía
mostrar mucho interés en ella y si acaso ofendían con sus actos a la
ciudad o alguno de sus ciudadanos se les condenaba al exilio, es
decir, se les expulsaba de la ciudad.

La ciudadanía para los romanos era un honor y era un gran respeto


ser un ciudadano romano. Uno de los mayores aportes del Imperio
Romano ha sido el derecho, esto debido especialmente a que tanto
griegos como romanos definían a la ciudadanía como un concepto que
conllevaba derechos pero también obligaciones. Los hombres libres
eran quienes tenían derecho a la ciudadanía.

El régimen feudal – monárquico cambiaba el término ciudadano por


súbdito, es decir, el que habita dentro de los límites del feudo o reino.
Pero aquí no se consideraba ciudadano al total de la población, sólo
aquellos que pertenecían a la nobleza, sólo ellos tenían derechos.

“Con la revolución francesa el habitante de la ciudad o Estado


adquiere los derechos de la ciudadanía por el simple hecho de
habitarla. Así el súbdito pasa a ser ciudadano, es decir, como
protagonista del acontecer político. En los estados liberales
burgueses y con el triunfo del capitalismo industrial, se extiende la
participación de los ciudadanos a través del sufragio. El ciudadano
es el sujeto político, poseedor de un estatuto que le confiere derechos
civiles y de participación política por parte del Estado. (Borja, 2008,
p. 1)

El concepto de ciudadanía ha ido cambiando a través del tiempo, su


concepción se ha ido ampliando, lo cual ha sido resultado, tanto del
desarrollo social como del civil del Estado democrático. Según Borja,
“el estatuto de ciudadano en la segunda mitad del siglo XX es a su
vez resultado del progreso civil, social y político”. (p. 3)

En cuanto al progreso civil este hace referencia tanto a hombres como


a mujeres, desde el punto de vista social se refiere al estado de
bienestar y desde la esfera política, son los mecanismos de
participación y representación amplios y eficientes.

La ciudadanía también se resume como un contrato social en el que


se dan especificaciones sobre las formas de pertenencia y
participación de los individuos en una comunidad. La ciudadanía ha
sido tomada como un estatus sociopolítico de los individuos, en el
cual están concretizados los derechos y obligaciones que estos van
adquiriendo en la esfera individual y colectiva.

Tanto el término ciudadanía como ciudadano ha variado a través de


la historia lo mismo que entre las distintas formaciones sociales, esto
debido especialmente a que este término se encuentra en estrecha
relación con las diferentes formas de organización humana, las cuales
también van sufriendo transformaciones a través del tiempo. De
acuerdo a lo que señala François Dubet “Conviene tener presente que
no hay una sola ciudadanía; ésta cambia según las épocas, los países
y las tradiciones, y sobre todo, no es homogénea y abarca varias
dimensiones más o menos contradictorias entre sí”. (Dubet, 2003, p.
220)

Siguiendo con la evolución del concepto y de acuerdo al prestigio de


su cuna, es decir Roma, otorgar la ciudadanía se convirtió en un
aspecto que tenía relación directa con el aspecto político, lo cual tuvo
como finalidad atraer a Roma cuanta nación, pueblo, sectores
estuvieran a su alrededor, esto facilitó su expansión política y
cultural.

Para el siglo 28 antes de Cristo, el derecho de ciudadanía en Roma se


empieza a otorgar, no solamente a individuos, también a sus familias,
aunque preferencialmente a las pertenecientes a las clases altas de
aquellos pueblos que iban conquistando y además a la totalidad de
las comunidades. Luego del 212 después de Cristo, todos los
habitantes libres que vivían en el Imperio fueron reconocidos como
ciudadanos, por el edicto imperial de Caracalla, edicto llamado,
Constitutio Antoniniana.

Según lo anterior se puede decir que la ciudadanía se inicia en Roma


al igual que su evolución y dentro de esta evolución, también se
pueden distinguir varios tipos, entre los cuales se pueden mencionar:

 Cives Romani: Estos son los llamados ciudadanos romanos


plenos, eran los únicos que podían acceder a todos los
beneficios y protecciones que la ley romana otorgaba. Por
ejemplo, el uso de toga era exclusividad para los ciudadanos
romanos. Se dividían los cives Romani en dos clases: los “non
optimo jure”, los cuales gozaban sólo de algunos derechos,
como el del comercio, la propiedad y el matrimonio y los
“optimo jure”, quienes además de los anteriores tenían derecho
a voto y a ser elegidos a puestos en la administración publica.

 Cives Latini: Esta liga latina se encontraba regida por el


derecho latino, que les concedía derechos como la propiedad y
el comercio, el moverse libremente, asentarse en Roma si así lo
deseaban, pero no se podían casar con ciudadanos romanos.

Este grupo estaba constituido por aquellos que eran habitantes de la


Liga Latina, quienes estaban regidos por el “derecho latino” (jus latii).
Tenían el derecho a propiedad y comercio y el derecho a libre
movimiento y asentamiento en Roma.

 Socii: Llamados también asociados o federados, al que


pertenecían ciudadanos de aquellos estados que tenían
obligaciones legales con Roma, como tratados, acuerdos, lo cual
les concedía una serie de derechos como el poder ser
nombrados magistrados, soldados, etc. También se les
concedía el derecho a no pagar tributo, tanto a las ciudades
como los estados.

La concesión de estos derechos originó la llamada Guerra Social y


como consecuencia de esta guerra se expediría la Lex Julia, en la que
se manifestaba el otorgamiento de derechos a los cives romanii, a
todos los latini y los socii cuyos estados aceptaran una paz inmediata
o no hubieran participado en tales guerras.
Siguiendo la conclusión de la guerra social, lo mismo fue otorgado a
todos los estados socii, poniendo fin efectivamente a esas categorías
legales.

 Provinciales: A esta clase pertenecen los ciudadanos que se


encontraban influenciados o controlados por los romanos; ellos
no contaban más que con el derecho a ser considerados
ciudadanos.

 Peregrini: Con este término se designaba a aquellas personas


que no eran ciudadanos romanos, pero que se encontraban en
Roma de forma temporal, este término se fue expandiendo a
medida que se acrecentaba el poder en Roma.

Todos estos aspectos son parte fundamental en la evolución de este


concepto, pues tanto su definición como su clasificación son tema
central al momento de realizar un análisis de ciudadanía, pues en
cada tiempo y en cada espacio, varía su concepción, ya que la
ciudadanía es una construcción histórico-social, que responde a las
características de cada lugar en el cual se pretenda realizar la
concepción.

La ciudadanía como concepto se articula en base a tres condiciones


fundamentales:

 La primera es el acceso, es decir, criterios y normas que


determinan la entrada del individuo a la vida pública.
 La segunda es la pertenencia, o sea, los derechos y obligaciones
que va adquiriendo el individuo a través del tiempo.

 Y por último, la participación, que es definida como los


mecanismos de participación política y social.

Un aspecto que se ha derivado de este concepto es el de formación


ciudadana, la cual es especialmente importante para el país, ya que
ella es la que determina su progreso. De allí que el gobierno deba
estar atento a que las instituciones educativas se preocupen por
ofrecer un marco apropiado para impartir esta formación, ya que la
escuela es la primera institución que debe velar por ella. Al interior
de la escuela se dan los primeros lineamientos para ese tipo de
sociedad que el Estado no solamente debe construir sino mantener.

El desenvolvimiento del ámbito político está en estrecha relación con


el desarrollo de la cultura política y esta va a incidir en las acciones
que las instituciones educativas ejerzan sobre el entorno en el cual se
desenvuelve el hombre. En toda formación ciudadana se dan los
primeros lineamientos para el desenvolvimiento del hombre en el
entorno social y su forma de relacionarse con los demás integrantes
del grupo social al cual pertenece.

Los derechos de ciudadanía se dividen en tres categorías: los derechos


civiles, los derechos políticos y los derechos sociales y su garantía por
parte del Estado da la seguridad a cada uno de sus integrantes de
sentirse como un integrante pleno, el cual tiene capacidad para
participar y disfrutar de la vida en común. Si algunos de estos
derechos son violados o al menos limitados, llevará a la conformación
de un grupo social marginado e incapacitad para participar. “A esta
concepción suele denominársele ciudadanía “pasiva” o “privada”, dado
su énfasis en los derechos puramente pasivos y en la ausencia de
toda obligación de participar en la vida pública. (Kymlicka & Norman,
1996, p. 8)

Esta concepción llevó a que se expidiera la Ley 115 de 1994, la cual


recalca la importancia de los valores humanos, el respeto a los
derechos humanos, a los principios democráticos, a la libertad de
formación que otorga el derecho de participación en todas aquellas
decisiones que de una u otra manera afectan su vida, tanto desde el
punto de vista económico y político como del administrativo y
cultural.

Mediante esta ley se perfila a las instituciones educativas, como


aquellas que deben velar por una buena instrucción cívica, que
propenda por la democracia, la solidaridad, el cooperativismo, es
decir, todo aquello que constituye, una formación ciudadana basada
en los valores humanos.

A partir de la década de los noventa, se da un nuevo giro a la


concepción de formación ciudadana, en la cual prevalece la protección
a los derechos humanos como aquellos que estimulan la participación
de la sociedad para hacer que se cumpla con el objetivo general que
es la defensa de lo público. Es importante recalcar que es a partir de
los modelos de desarrollo como se puede lograr una formación en
ciudadanía que tenga participación activa en la gestión pública.
La formación ciudadana debe estar enmarcada dentro del principio de
ciudadanía activa y responsable, especialmente responsable ante las
decisiones de orden público. Cuando se tiene una ciudadanía pasiva
acceder a los derechos sociales se va dificultando de manera peligrosa
el acceso a los derechos sociales, de allí que al ciudadano se le deba
también capacitar para que aprenda a atacar los conflictos, para que
entienda la importancia de organizarse de participar, de opinar y
tomar decisiones ya que tales argumentos son un derecho pero a la
vez es un deber.

Aquí nuevamente se hace la distinción entre quienes tienen una


posición social que les da acceso a espacios privilegiados de
información y círculos de influencia, versus aquellos que por su
situación de marginalidad deben limitar su participación a lo
estrictamente relacionado con su sobrevivencia. Para esas personas
no se puede exigir el deber que como ciudadanos les correspondería
de velar y de responsabilizarse por el desarrollo del país en su
conjunto. Al contrario, en tales casos queda claro lo ya mencionado
acerca de contar con ciertas condiciones mínimas para el ejercicio
ciudadano. (Fernández, 2002, p. 15).

Se puede entonces afirmar que tanto la ciudadanía como la


democracia y lo público se encuentran en estrecha relación con el
Estado. Así, el Estado y lo público se han considerado como un símil.

La Profesora Rabotnikof caracteriza lo público en tres sentidos: “Lo


público como utilidad común que atañe a lo colectivo; lo que es visible
y ostensible contra aquello que es secreto y lo que es de uso común,
accesible a todos, q No obstante, con las tendencias estatales
privatizadoras y la incapacidad del Estado para garantizar la
dimensión pública en los territorios nacionales (caso América Latina)
se habla de un “el eclipse de lo público” porque las esferas del interés
público y el privado se han vuelto borrosas”. (Rabotnikof, 1995, p 11)

Desde este punto de vista se vuelve a hacer notar la importancia de


formar desde la escuela, ciudadanos que superen el poder
hegemónico, haciendo que prime el individuo como modelo
democrático-liberal, donde se den las condiciones apropiadas de
proyección e integración con la sociedad en general.

Esto lleva a que se valoren ciertas categorías como la igualdad,


participación activa y decisoria, libertad y transparencia en todo
aquello que tenga relación con la vida colectiva. Es de anotar, que la
democracia se interrelaciona con la participación ciudadana, por lo
tanto, ambos deben tratar de mejorar las condiciones de vida digna y
de mejorar las oportunidades de desarrollo.

Hay que buscar alternativas en cada sociedad, como bien lo expresa


Paul Ricoeur (1975) “Lo que hoy necesitamos, sin embargo es un
pensamiento libre ante cualquier operación de intimidación ejercida
por los unos contra los otros; un pensamiento que tenga la audacia y
la capacidad de encontrar a Marx en el camino, sin seguirlo y sin
combatirlo”.

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