2017
2017
2017
JUNIO
TEXTO A-ARISTÓTELES
JUZGAR Y CONOCER
Aristóteles cree que el bien supremo del hombre es la felicidad. Ésta es la máxima virtud. Pero
a diferencia de su maestro Platón, para quien el Bien es único, la felicidad (o el bien en
Aristóteles) consiste en el ejercicio perfecto de cada actividad propia del hombre. En este
sentido, hay muchos tipos de bien, unidos cada uno de ellos a una virtud distinta. Es necesario
partir de la experiencia propia y de los hechos para alcanzar el máximo grado de perfección y
virtud en cualquier actividad. De este modo, se alcanza la felicidad o la bondad, a la que se
llega por muchos caminos. Durante el período helenístico, las distintas corrientes éticas
mostraron sus diferencias con respecto al tema del bien. En el estoicismo, el bien representa la
virtud más alta. Ésta se consigue viviendo de acuerdo con la Naturaleza, a la que consideran un
Todo ordenado y racional. Para alcanzar el bien o la virtud han de evitarse por completo las
pasiones (dolor, temor, placer, deseo sensual) mediante el autodominio y la ataraxia (o
imperturbabilidad del ánimo). En el terreno del conocimiento, es posible ser virtuoso o bueno
a través de la epojé o suspensión del juicio.
Aristóteles defiende que solo hay Physis. Esta se divide en el mundo supralunar, el de los
astros, hechos de éter y donde no hay corrupción, y el mundo sublunar, el de la tierra que se
compone de los cuatro elementos y donde hay cambio. Esta Physis se estudia a través de la
Física y, en su fundamento último, a través de la Metafísica. La Física estudia la Physis. Según la
Teoría Hilemórfica, los seres se componen de Materia, de qué están hechos, y Forma, su
sustancia o esencia: lo que les hace ser lo que son. Esta Forma, a su vez, se divide en sustancia
primera y sustancia segunda. La sustancia primera es el individuo concreto (“este perro”) y la
sustancia segunda es el universal (“ser perro”, la especie). Además, los seres pueden tener
accidentes (lo que puede quitar a una sustancia primera sin que deje de ser lo que es).
Igualmente, según la Teleología, los seres cambian buscando llegar a ser tan perfectos como
marque su esencia y cumplir su finalidad. Este cambio se produce por el paso de la potencia (lo
que se puede llegar a ser) al acto (lo que se es). Así, el cambio sería el paso de la potencia al
acto guiado por la propia esencia, por la que cada ser busca llegar a ser lo que debe ser, su
finalidad propia. Por último, para explicar la naturaleza debemos recurrir a la teoría de las
cuatro causas. Estas causas son: formal (lo que se es, la esencia), material (de qué está hecho),
eficiente o agente (quién o qué lo hizo) y final (para qué se hizo). Con estas cuatro causas,
según Aristóteles, se podría explicar cualquier fenómeno natural. La otra parte del estudio de
la realidad es la Metafísica. La Metafísica estudia la realidad en cuanto tal, lo universal, que
todo lo existente cumple. Así, el objeto de estudio de la Metafísica es el ente, el ser en cuanto
ser, y no lo concreto y particular de cada ser. Igualmente, la Metafísica investiga acerca de los
primeros principios universales de la realidad, aquello que todo ser real debe cumplir: los
axiomas (primeros principios indemostrables que rigen lo real) y las categorías (lo que se
puede predicar de los seres: lugar, tiempo, cantidad,...). Asimismo, Aristóteles estudia el
fundamento último de la existencia del movimiento. Este ser es el Primer Motor Inmóvil, que
inició el movimiento y a su vez hace, por atracción, que las cosas busquen su propia perfección
a través del cambio. Es acto puro, pues es perfecto, y su actividad es exclusivamente pensarse.
En su análisis del conocimiento, Aristóteles defiende que empieza por los sentidos
(sensibilidad). Se conoce a través de un proceso de inducción, de lo particular a lo universal,
que comienza con la sensibilidad. A través de la imaginación se genera la imagen mental y esta
es recogida por el entendimiento que hace el proceso de abstracción. Éste se divide en dos: el
entendimiento agente (que es universal) y que nos permite abstraer la esencia de los seres; y,
el entendimiento paciente (individual) que retiene las abstracciones posibilitando los juicios.
Aristóteles, además, fue el creador de la Lógica. La lógica aristotélica pretende ser un método
para que la argumentación sea rigurosa y coherente, preocupándose no tanto del contenido
de los argumentos como de la validez de su estructura. Analizará la forma de las
argumentaciones buscando cuáles son las correctas –modos del silogismo válidos- y cuáles las
incorrectas – falacias-
Siguiendo su teoría hilemórfica afirmará que el cuerpo (la Materia) y el alma (la Forma) forman
una única sustancia natural (primera o individual) y su unión es esencial. El alma es el principio
de vida y es mortal (aunque el entendimiento agente sea inmortal, pero no personal). El alma
humana tiene tres funciones: la facultad vegetativa o nutritiva es la capacidad para
alimentarse y desarrollarse y es propia de todos los seres vivos; la facultad sensitiva que
permite la sensibilidad, siendo propia de todos los animales; y la facultad intelectiva exclusiva
de los seres racionales y que posibilita el pensamiento. La intelección es considerada como la
superior de las funciones humanas, la más característica y esencial pues es la que le distingue
de los demás seres.
Para Aristóteles, la moral sigue un esquema teleológico, pues los seres tienden a un fin que en
los seres humanos es la felicidad y, por ello, su ética se denomina Eudemonismo. Según
Aristóteles, la felicidad consiste en desarrollar y cumplir lo propio de cada ser de acuerdo a su
esencia. Esto en los seres humanos es la actividad intelectual, la vida contemplativa, pues la
facultad intelectiva es lo característico del ser humano, que lleva al conocimiento de los seres y
especialmente del ser supremo, el motor inmóvil. Por ello, lo fundamental será perfeccionar
esta característica racional y con ella las virtudes dianoéticas o intelectuales, que son aquellas
que perfeccionan el entendimiento: la sabiduría o la contemplación, la reflexión,... Pero el
hombre no es sólo una sustancia con entendimiento, sino que tiene necesidades corporales y
sociales resultándole imposible conseguir la plena felicidad pues no puede ejercer plenamente
la vida contemplativa (que sería estar permanentemente pensando) siendo la felicidad
absoluta exclusivamente propia del Primer Motor. Así, la felicidad humana es limitada.
Precisamente, para cumplir estas necesidades sociales están las virtudes éticas o prácticas, las
más humanas (frente a las dianoéticas que serían "divinas") y que deben organizar nuestras
vidas de forma que podamos dedicarnos a lo que nos es propio (el desarrollo de la facultad
intelectiva). La virtud ética se define en Aristóteles como un hábito (disposición adquirida por
la práctica frecuente) de determinar con prudencia (utilizando la facultad intelectiva o
entendimiento) el término medio entre dos extremos viciosos (uno por defecto y otro por
exceso) de forma personal. El término medio es personal, no universal.
Algo muy distinto piensan otras escuelas de esa época, como el hedonismo o el epicureísmo. El
hedonismo considera que el bien es la satisfacción del placer sensual, mientras que el
epicureísmo considera que la felicidad del hombre consiste en la búsqueda del placer, un
placer moderado que se consigue obrando ‘con buen cálculo’. No elegimos cualquier placer,
sino que a veces evitamos placeres porque de ellos se deriva un dolor mayor. De acuerdo con
esto, todo placer es por naturaleza un bien, pero no todo placer ha de ser aceptado. El bien
dentro de la moral cristiana también presenta distintos aspectos. En pensadores como San
Agustín o Santo Tomás, el fin último del hombre es la contemplación de Dios. Dios representa
el máximo Bien y la más alta Verdad, de modo que una persona se hace virtuosa en la medida
en que se aproxima al conocimiento de lo divino (...) En la época moderna, la reflexión sobre el
bien plantea el problema ético que consiste en saber si los valores morales –entre ellos la idea
del Bien- son naturales (y, por consiguiente, innatos y esenciales al ser humano) o si, por el
contrario, son convencionales y fruto del acuerdo entre los hombres. Esta discusión estuvo ya
presente entre Sócrates y los sofistas. De acuerdo con este planteamiento, algunos autores del
XVIII, como Condillac, creen que por naturaleza algunos hombres sufren ante el dolor ajeno y
se complacen con los placeres de los demás, por lo que cabe decir que son buenos o
benevolentes. Así, el bien depende de una sensibilidad connatural al ser humano. También
Rousseau cree que el hombre es por naturaleza bueno, pero es la sociedad el que lo pervierte
y distorsiona. De ahí que sea necesario regresar al ‘estado de naturaleza’ original en el que la
humanidad es ajena a las injusticias e intereses creados por la sociedad. Contra esto, Hobbes
plantea que el ser humano es por naturaleza egoísta, y se mueve por el deseo de dominio y
por la necesidad de evitar la muerte. Lo que hace que los hombres no se devoren los unos a los
otros es el acuerdo mutuo mediante normas y leyes morales y jurídicas establecidas
convencionalmente. Es lo que él llama contrato social. El llamado utilitarismo inglés reflexiona
también sobre la naturaleza de los valores morales, incluido el bien. Para Stuart Mill, Bentham
o Godwin, el fundamento de la psicología humana es el principio del placer y del dolor: el
hombre persigue por naturaleza el placer y evita el dolor. El criterio básico para definir el bien
es la cantidad de placer que puede conseguirse tanto individual como socialmente. El
utilitarismo acepta las bases de una moral establecida convencionalmente. Para ellos, por
tanto, lo bueno es la mayor felicidad para el mayor número de personas. Hume considera que
el bien es lo útil. Lo útil es lo único que aumenta el placer y disminuye el dolor. Kant dedicó
buena parte de su obra a analizar y profundizar en el fundamento de la moral y de las
costumbres. Según él, la moral es intrínseca y connatural al hombre. Lo bueno, el bien, es la
buena voluntad. El ser humano se mueve naturalmente entre una disposición al bien (en tanto
que ser ético y social) y una inclinación al mal (en tanto que ser empírico-sensible), siguiendo
el principio maniqueísta de la lucha entre el Bien y el Mal. Su ética formal, frente a las éticas
materiales anteriores a él (incluido el utilitarismo de muchos empiristas), es básicamente una
ética del deber. El bien es la consecución de una acción por respeto a la ley. La ley o la norma
se presenta así como el principio regulador de nuestra conducta, de manera que una acción es
buena por naturaleza si se obra por deber, de modo incondicionado y tomando la ley como
finalidad en sí misma. La moral y la religión se unen en Kant gracias a la idea del Bien. Ya que el
ser humano es un ser dotado, por naturaleza, de libertad y de razón, puede juzgar, medir y
condenar sus propios actos. El uso adecuado de la razón, como guía de conocimiento práctico,
puede emanciparle de la barbarie y tender al Bien supremo, que es el provecho de la
comunidad universal.
TEXTO B-DESCARTES
Una vez descubierta ésa primera verdad, Descartes se propondrá reconstruir sobre ella el
edificio del saber y, al modo en que operan los matemáticos, por deducción, tratará de extraer
todas las consecuencias que se siguen de ella.
¿Qué soy yo? Una cosa que piensa dirá Descartes. ¿Y qué es una cosa que piensa?. Una cosa
que siente, que quiere, que imagina... Descartes atribuye al pensamiento los caracteres de una
sustancia, haciendo del yo pienso una "cosa", a la que han de pertenecer ciertos atributos. La
duda sigue vigente con respecto a la existencia de cosas externas a mí, por lo que el único
camino en el que se puede seguir avanzando deductivamente es el del análisis de ese "yo
pienso" al que Descartes caracteriza como una sustancia pensante, como una cosa que piensa.
¿Qué es lo que hay en el pensamiento? Contenidos mentales, a los que Descartes llama
"ideas". La única forma de progresar deductivamente es, pues, analizando dichos contenidos
mentales, analizando las ideas.
Distingue Descartes tres tipos de ideas: unas que parecen proceder del exterior a mí, a las que
llama "ideas adventicias"; otras que parecen haber sido producidas por mí, a las que llamara
"ideas facticias"; y otras, por fin, que no parecen proceder del exterior ni haber sido
producidas por mí, a las que llamará "ideas innatas". Las ideas adventicias, en la medida en
que parecen proceder de objetos externos a mí, están sometidas a la misma duda que la
existencia de los objetos externos, por lo que no puede ser utilizadas en el avance del proceso
deductivo; y lo mismo ocurre con las ideas facticias, en la medida en que parece ser
producidas por mí, utilizando ideas adventicias, debiendo quedar por lo tanto también
sometidas a duda. Sólo nos quedan las ideas innatas.
Se trata de eliminar la posibilidad de que esas ideas puedan haber sido producidas por mí. Una
vez asegurado eso Descartes analiza dos de esas ideas, la de infinito y la de perfección, y
argumentando que no pueden haber sido causadas por mí, dado que soy finito e imperfecto,
sólo pueden haber sido causadas por un ser proporcionado a ellas, por lo que tienen que
haber sido puestas en mi por un ser infinito y perfecto, que sea la causa de las ideas de infinito
y de perfección que hay en mí. A partir de ellas, demuestra Descartes la existencia de Dios
mediante los dos conocidos argumentos basados en la idea de infinitud y en la de perfección.
Una vez demostrada la existencia de Dios, dado que Dios no puede ser imperfecto, se elimina
la posibilidad de que me haya creado de tal manera que siempre me engañe, así como la
posibilidad de que permita a un genio malvado engañarme constantemente, por lo que los
motivos aducidos para dudar tanto de la verdades matemáticas y en general de todo lo
inteligible como de la verdades que parecen derivar de los sentidos, quedan eliminados. Puedo
creer por lo tanto en la existencia del mundo, es decir, en la existencia de una realidad externa
mí, con la misma certeza con la que se que es verdadera la proposición "pienso, existo", (que
me ha conducido a la existencia de Dios, quien aparece como garante último de la existencia
de la realidad extramental, del mundo).
• una sustancia infinita, Dios, que es la causa última de otras dos sustancias finitas:
Descartes afirmará un dualismo según el cual alma (el cogito) y cuerpo (sustancia extensa)
mantienen una lucha permanente siendo dos sustancias diferentes. La relación entre estas dos
sustancias se da a través de la glándula pineal, haciendo posible al alma gobernar el cuerpo a
través de dicha conexión. El ser humano es propiamente la sustancia pensante (el cogito),
independiente de la sustancia extensa (que en este caso es su cuerpo físico). El cuerpo, como
toda la realidad física, actúa como una máquina (tal y como defiende el Mecanicismo) y no
puede comportarse de forma libre. Sin embargo, el alma (el cogito), que es inmortal, actúa de
forma libre y debe gobernar a esa misma máquina. Con el desarrollo de la perfección del alma
se consigue la felicidad. Descartes identifica el desarrollo de la perfección del alma con el
desarrollo de la libertad. La libertad se consigue con el dominio y guía de los deseos y pasiones
que surgen del cuerpo pues entonces es cuando el sujeto no se encuentra dominado por la
sustancia extensa sino que gobierna en él su cogito siendo, por tanto, auténticamente libre. La
libertad es así concebida como la realización por la voluntad de lo que propone el
entendimiento como bueno y verdadero. Descartes no tendrá un sistema ético terminado sino
que defenderá una moral provisional. Como resultado de la duda como método y mientras se
construye una ética indudable y cierta, los seres humanos deberán actuar moralmente de
forma moderada, de acuerdo a las costumbres y leyes de los distintos lugares. Así, con esta
moderación el error no será nunca absoluto mientras se busca, de ahí que sea una moral
provisional, esa ética cierta que producirá la Razón.
La realidad (ontología).
La realidad, lo que Descartes llama “mundo”, está formado por el conjunto de las sustancias
extensas.
Para Hume, la existencia de un mundo físico, de un mundo formado por sustancias extensas,
es una creencia generada por los hábitos de la razón. El hombre sólo tiene certeza de sus
impresiones. Atribuir a esas impresiones una causa externa e independiente del mundo es un
error. La idea de sustancia carece de una impresión correspondiente, por lo tanto, es un
creencia. Ante el mundo externo sólo cabe el escepticismo.
El conocimiento (epistemología)
Según Hume, tenemos impresiones e ideas. Las ideas son verdaderas sólo si provienen de una
impresión. La impresión es una percepción que nos llega a través de los sentidos. En ningún
momento discute Hume la validez de esas impresiones porque tampoco establece vínculo
alguno entre ellas y el hipotético mundo externo que las causaría. El sujeto se encuentra con
que tienen impresiones. La razón es el origen de los conocimientos no ciertos, de las creencias.
La razón atenazada por los hábitos “inventa” ideas. El criterio de verdad reside en las
impresiones.
Aunque las creencias no proporcionan certezas, sin ellas la vida sería imposible. No tienen que
ser rechazadas, sino asumidas como necesarias para la vida.
Descartes sostiene que gracias a los argumentos racionales, el ser humano puede llegar a
conocer la existencia de Dios y su naturaleza. Para ellos desarrolla tres argumentos:
-Argumento de contingencia
La crítica de Hume al concepto de causa ,que es una creencia, ataca la validez de los dos
argumentos causales cartesianos para probar la existencia de Dios. El argumento ontológico,
que parte de las características de la idea de ser perfecto, es criticado porque tal idea es falsa,
no proviene de ninguna impresión.
Para Descartes el ser humano es una sustancia cuya naturaleza o esencia consiste en pensar. El
yo es una sustancia pensante.
Para Hume, el yo, es una creencia de la razón. La idea no surge de ninguna impresión, por
tanto, se está ante una idea falsa. El yo es simplemente un “haz de impresiones”, carece de
entidad.
SEPTIEMBRE
TEXTO A-PLATÓN
Las cosas de este mundo participan de las Ideas o imitan a las Ideas. Las cosas de este mundo
nuestro, material y sensible, reciben su realidad y su naturaleza o esencia (su ser lo que son)
como algo dado por las Ideas. Esto está claro en Platón y es muy importante. La clave para
entender, gobernar y sanar o elevar este mundo está en el otro (en el superior y perfecto). Al
mundo superior tiene que elevarse el verdadero filósofo si quiere alcanzar el conocimiento de
la verdad y vivir una vida buena y feliz. Pero Platón no explica cómo es esta participación. No
queda claro cómo son, de qué manera son las Ideas causas ejemplares (que no productoras)
de las cosas, si no es recurriendo al mito (como se hace en el diálogo “Timeo”).
Ahora bien, entre sí mismas las Ideas constituyen una unidad, una comunidad o
familia, un todo bien organizado y estructurado (como se explica en el diálogo el “Sofista”).
Unas Ideas participan de otras más amplias o generales. Hay una jerarquía entre las Ideas,
como hay una jerarquía de grados en la realidad toda . La Idea más universal es la Idea de
“ser”. Y las más perfectas: “verdad”, “armonía” y “belleza”. Las tres que reflejan lo que es el
Bien , que es la fuente y causa primera de todas las Ideas.
Platón hace una distinción entre dos mundos: el Mundo Sensible y el Mundo de las Ideas. El
Mundo Sensible o aparente, es el terrenal y material compuesto por los seres particulares y
concretos, diversos, múltiples, imperfectos y corruptibles, que son sólo una copia de las Ideas.
Frente a él, está el Mundo de las Ideas o real, el mundo trascendente, el de las Ideas que
existen de forma independiente a sus realizaciones concretas. Las Ideas son la esencia, la
verdadera realidad de las cosas y son únicas, eternas, inmutables, perfectas e inteligibles. Así,
el mundo real y verdadero es el Mundo de las Ideas y el mundo material y sensible es solo una
copia. La relación entre ambos mundos se explica con la Teoría de la Participación: los seres
concretos y materiales del mundo sensible sólo existen en tanto que participan en diversos
grados de perfección en la idea con la que se corresponden y, por ello, son múltiples y diversos
siendo unos mejores copias que otros de acuerdo a su mayor o menor grado de participación.
Los seres sensibles no son más que la realización de las Ideas en la materia imperfecta, como
se afirma en el mito del Demiurgo al explicar el origen del mundo material. El Mundo de las
Ideas es, por lo tanto, el mundo real y perfecto. En él, todas las Ideas se relacionan y
coordinan, están jerarquizadas y organizadas racionalmente. La jerarquía de las Ideas va, de
abajo a arriba, de las Ideas menos generales (de las que participan menos Ideas) a las más
abstractas (de las que participan más Ideas): Ideas de los seres sensibles; Ideas matemáticas;
Ideas éticas, estéticas y políticas; y, en la cúspide, la idea de Bien. La idea de Bien (de
Perfección) es el fundamento ontológico ya que todas las Ideas participan plenamente de la
idea de Bien porque esta idea hace posible que las Ideas existan y que sean perfectas y
racionales. Igualmente, el Bien hará que los seres sensibles sean más o menos perfectos según
el grado en que participen de su idea (cumpliendo así su finalidad: teleología). La idea de Bien
es también el fundamento epistemológico de la realidad: las Ideas no son conocidas
plenamente (su racionalidad y perfección) hasta que no se conoce la idea de Bien. Al igual que
existe una duplicidad en su metafísica, Platón distinguirá, tal y como señala en el mito de la
caverna, dos modos fundamentales de conocer: la doxa (opinión), el falso conocimiento que
proviene de la percepción sensible de los seres concretos o aparentes del mundo sensible; y la
episteme (ciencia), el verdadero conocimiento de las Ideas trascendentes e inteligibles, el
conocimiento de la verdadera realidad de las cosas que pertenece al Mundo de las Ideas y que
se obtiene a través de la razón. Según la Teoría de la Reminiscencia platónica, conocer es
recordar las Ideas que nuestra alma ya tenía pero ha olvidado: la verdad se recuerda, no se
enseña. Esto es posible porque el alma racional, que es su esencia, preexistió en el Mundo de
las Ideas. De allí cayó al mundo terrenal, mito del carro alado, y fue atrapada por el cuerpo
olvidando su conocimiento. El filósofo usa para ayudar a recordar a otros el método de la
mayéutica: arte por el cual mediante preguntas se hace reflexionar racionalmente al
interlocutor, obligándole a recordar las Ideas que su alma ya conocía pero que ha olvidado.
www.lalechuzademinerva.es De esta forma surge el proceso dialéctico que sigue nuestra alma
racional para conseguir el conocimiento de la idea de Bien, momento en que el conocimiento
de las Ideas es perfecto. La dialéctica pasa por cuatro grados del conocimiento, según el símil
de la línea, hasta llegar al conocimiento verdadero. Comienza con la Doxa, que se divide a su
vez en Imaginación (eikasia: percepción de los objetos sensibles) para pasar luego a la Creencia
(pistis: teorías sobre el mundo sensible). A continuación, y ya en la Episteme, aparece la Razón
Discursiva (dianoia: razonamiento de modelo matemático) y, como grado máximo, la
Intelección (noesis: intuición intelectual y pura de las Ideas). Al llegar a la intelección se
completa la dialéctica y el conocimiento es total.
Platón defenderá el dualismo: alma y cuerpo son dos sustancias distintas y forman una unión
accidental. Ambos están en continua lucha pues el alma pertenece al Mundo de las Ideas
siendo inmortal y espiritual mientras que el cuerpo es propio del mundo sensible y es mortal y
material. Así, el cuerpo una cárcel para el alma. Esta alma racional es la esencia del hombre y
el principio del conocimiento racional, pues nos permite llegar a conocer las Ideas del mundo
trascendente. El alma transmigra de cuerpo en cuerpo hasta que consigue purificarse para
acceder de nuevo al Mundo de las Ideas. Platón presenta varias demostraciones de la
inmortalidad del alma, destacando la de la reminiscencia (solo podemos conocer el Mundo de
las Ideas por la preexistencia del alma en él) y la de la simplicidad (el alma es simple, pues no
es material, y por lo tanto no puede descomponerse y morir). Además, distinguió tres tipos de
alma o tres partes del alma en el hombre. La racional, esencial y propia del hombre, que
posibilita el conocimiento racional, debiendo gobernar el desarrollo de las otras dos y siendo
inmortal. La irascible, proporciona la capacidad del esfuerzo, la voluntad y el vigor, y es mortal.
La concupiscible, ofrece la capacidad del deseo y las pasiones sensuales, y también es mortal.
La virtud se fundamenta en el desarrollo del bien propio del hombre, su esencia racional, y por
lo tanto, es universal. Distingue tres virtudes de acuerdo a la división del alma: la sabiduría o la
prudencia, se consigue con el desarrollo del alma racional; la valentía, se realiza con el
desarrollo prudente del alma irascible; y la templanza, que se realiza con el desarrollo
prudente del alma concupiscible. Con el desarrollo armonioso de las tres virtudes se consigue
la Justicia, el orden estable y perfecto de las tres partes del alma, cuando cada parte cumple su
función específica.
Las virtudes se desarrollan en sociedad ya que el hombre es considerado un ser social por
naturaleza. El gobierno debe pensar en el bien común y conseguir la justicia social. El orden
perfecto de la sociedad se generará con el desarrollo de la virtud característica de cada
hombre, según qué alma predomine más en ellos, para así proceder después a la división
social en la ciudad y el puesto que cada uno ocupará en ella. La educación es por ello muy
importante para descubrir el alma propia de cada individuo y guiar su desarrollo. Platón
distingue tres funciones sociales de acuerdo al predominio del alma y que jerarquizan la
sociedad: el gobernante, en el que predomina la facultad racional y que debe ser el filósofo
que tiene la episteme y la virtud de la sabiduría, cuya función será gobernar; el guerrero, con
predominio del alma irascible y cuya virtud es la valentía encargándose de defender la ciudad;
y el pueblo, con predominio del alma concupiscible, cuya virtud es la templanza, que proveen a
la ciudad de las necesidades económicas o materiales. Para Platón la mejor forma de gobierno
es la Aristocracia, el gobierno de los mejores que son los filósofos, que poseen la episteme y
por tanto la verdad. Después, y por orden descendente, catalogará a la timocracia (gobierno
de los honorables), la oligarquía (gobierno de los ricos), la democracia (gobierno del pueblo
que implica la perversión del orden) y, por último, la tiranía (que proviene del desorden
democrático).
Según Platón el conocimiento reside el mundo verdadero, el de las ideas. Para Aristóteles, el
mundo verdadero es el sensible, y la esencia de las cosas no reside en un mundo separado,
sino en ellas mismas, en su materia y su forma. Por ello, en el mismo cuadro, él señala hacia
abajo.
Su estilo de escritura se diferencia mucho. Platón, con una hermosa forma y a través de
Diálogos (cuyo protagonista no suele ser otro que su maestro, Sócrates), va abordando los
distintos problemas del ser. Para llegar a ese punto, Aristóteles ha hecho inventario de todo
ser viviente en sus tratados y así, con afán sistemático, abordará los diversos campos del saber
universal.
Para Platón, el alma es inmortal. Y la unión del alma y el cuerpo es antinatural, una lucha
constante entre sus diversas partes. Aristóteles defiende una unión natural y esencial del
cuerpo y el alma, de la forma y la materia que conforman el ser humano.
Platón considera que la unión del alma y el cuerpo es antinatural, degenerando en una lucha
constante entre ambas partes
Al hablar de justicia, ambos acercan bastante sus posturas. Platón afirma de ella que es el
resultado de que cada una de las partes del alma realice su función tal y como le corresponde.
Aristóteles también ve en ella una virtud general, una virtud de virtudes: la justicia, que posee
el hombre que alberga en sí mismo todas las demás.
De los regímenes políticos, Platón afirma que el más perfecto es la aristocracia, el gobierno de
los mejores. La tiranía y la democracia se encontrarían entre los más imperfectos. Aristóteles
distingue tres: monarquía, aristocracia y democracia, según el número de gobernantes –uno,
varios o la mayoría–. Y defiende que todos ellos pueden ser buenos cuando el poder se ejerce
de forma justa.
TEXTO B-MARX
Karl Marx, quien fue fuertemente influido por el filósofo griego Epicuro al tomar un tema
revelador para su tesis doctoral: "Diferencia entre la filosofía de la naturaleza de Demócrito y
la de Epicuro". Toma el término y lo aplica al materialismo; en concreto a la explotación del
proletariado y a las relaciones de propiedad privada. En su enfoque, denominó alienación a las
distorsiones que causaba la estructura de la sociedad capitalista en la naturaleza humana.
Aunque era el actor el que padecía la alienación en la sociedad capitalista, Marx centró su
análisis en las estructuras del capitalismo que causaban tal alienación.
También estarían de acuerdo con la crítica a la razón: si ésta esconde, para Marx, intereses
burgueses, y es utilizada como instrumento teórico de legitimación del poder, en el caso de
Nietzsche la razón sería la raíz última de la decadente civilización occidental, y en este sentido
sería una instancia que anula la crítica.
Otra similitud se encuentra en la crítica a la moral: si para Marx expresa los valores y formas de
vida propias de la burguesía, en el caso de Nietzsche es el reflejo de una traición, de la
inversión del sentido original de las palabras bueno y malo. En ambos casos, la moral sería un
engaño, uno objeto más de crítica de lo que se ha llamado 'filosofía de la sospecha', dentro de
la que se puede incluir tanto a Marx como a Nietzsche.
Marx rechazaría la idea del eterno retorno, según la cual la naturaleza y la historia son un
presente absoluto, sin finalidad: la visión cíclica de la historia no es compatible con la
interpretación teleológica de la historia que aparece en el marxismo. Esa sociedad comunista y
sin clases sociales sería, desde la óptica de Marx, el fin hacia el que la historia apunta.