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Cuervo, Henriquez Ureña y La Polémica

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CUERVO, HENRIQUEZ UREÑA Y LA POLÉMICA

SOBRE EL ANDALUCISMO DE AMERICA

El presente estudio apareció en Vox Románica, XVII


(1958), págs. 363-416. Halla acogida ahora en el Thesaurus,
por honrosa invitación de don José Manuel Rivas Sacconi,
a quien agradezco el haberme brindado la oportunidad de
exponer mis ideas en la prestigiosa revista del Instituto Caro
y Cuervo; no quiero dejar de expresar, además, mi gratitud
al muy respetado y querido amigo el profesor Arnald Stei-
ger por haber autorizado la reproducción de mi trabajo.
Al dar de nuevo a la imprenta estas páginas he aprovecha-
do la ocasión para introducir en ellas algunos de los retoques
y adiciones que siempre se pueden incorporar a todo estudio,
luego de haber transcurrido un tiempo desde su aparición.
Por otra parte, la circunstancia de publicarse esta vez
mi trabajo en una revista de Hispanoamérica me ha pare-
cido favorable para añadir en unas líneas preliminares diri-
gidas a mis compatriotas americanos — como se decía her-
mosamente en la época de la Independencia — las razones
que me han movido a escribirlo. Mi intención ha sido trazar
un capítulo de la historia de la filología hispanoamericana,
analizando el pensamiento de dos figuras representativas de
nuestra disciplina en torno al problema de los orígenes del
habla americana. Mi tarea no ha sido un pasatiempo enca-
minado a adornar con un suplemento 'de historia' al con-
junto de nuestros conocimientos sobre el español de Améri-
ca; por el contrario, como todo estudio animado de un
verdadero interés histórico, ha surgido de una preocupación
por el futuro, es decir, por el deseo de encontrar los cami-
nos para hacer avanzar en sus conceptos mismos, y no me-
diante la mera acumulación de materiales, a nuestra filología.

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No debe perderse de vista que el ámbito humano es un


mundo histórico: la realidad se va dando al hombre en de-
terminadas situaciones, y sólo como elementos dentro de cada
una de ellas, a partir de la p e r s p e c t i v a propia de cada
época o cultura — para usar el concepto de Ortega — y no
de una manera abstracta y genérica, adquieren su ser peculiar
los aspectos de la realidad que llamamos 'cosas'. Esto quiere
decir que la perspectiva es un elemento de la realidad: el
sonido [z] es para un gramático purista una vitanda falta
de dicción que debe combatirse a muerte en la guerra santa
por la corrección, en tanto para un fonólogo es una muy
interesante manifestación de la reestructuración del sistema
fónico del español moderno a la que, por esta razón, trata
de hacer inteligible con la mayor amplitud posible. Y no
se trata sólo de que la perspectiva forme parte de la reali-
dad: tan fundamental como esta noción es tener en cuenta
que nuestra perspectiva consiste en las posibilidades de con-
siderar las cosas de acuerdo a determinadas visuales que nos
han legado quienes nos antecedieron; nosotros podemos
modificarlas y crear otras nuevas, pero siempre a partir de
ellas, que, por lo mismo, se encuentran implícitamente pre-
sentes en nuestra obra. Dicho sucintamente, hay que subra-
yar que la realidad es h i s t ó r i c a , porque nuestra consi-
deración de las cosas se realiza a través de una óptica que
representa la acumulación de las perspectivas que se han
sucedido en el transcurso de los años.
Me interesa destacar esta característica, que es uno de
los ejes sobre los que gira mi estudio, para prevenir contra
la ilusión de que los 'datos' o 'hechos' preexisten a quienes
los estudian. Existen tales o cuales problemas surgidos de la
singular perspectiva en que se encuentra el investigador, y
sólo a esta luz cobran valor y se requiere a determinados
'hechos' para que actúen como evidencia; únicamente cuan-
do se constituyó el núcleo de cuestiones que llamamos dia-
lectología se comenzaron a 'descubrir' pronunciaciones loca-
les que existían hacía mucho tiempo. Y como el choque con
la realidad va a su vez modificando los planteos, ocurre que

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se descubren nuevos 'hechos' cuando cambian las preguntas


que dirigimos a la realidad.
El siempre sabio Goethe había visto muy bien esto al
escribir: "Das Hóchste ware: zu begreifen, dass alies Fakti-
sche schon Theorie ist". Así, pues, es más exacto pensar que
en la filología hispanoamericana nos movemos, no en un
mar de fonemas y morfemas, sino en los problemas que se
les suscitaron — y en las correlativas respuestas que propu-
sieron — a quienes cultivaron la disciplina antes que nosotros.
Mas, como el pensamiento surge de las necesidades en que
se debate el hombre, que son distintas según el desarrollo
de la cultura en cada momento histórico, inexorablemente su-
cede que las exigencias de la nueva vida comiencen a mos-
trar los límites de los principios, según los cuales nuestros
predecesores habían edificado su mundo, solicitando de acuer-
do a ellos los 'datos' de la realidad. Este es el momento en
que ese mundo está en camino de perder su realidad para
convertirse en 'pasado'. Y quienes viven en estas circunstan-
cias, tironeados por las exigencias de la nueva vida y trabados
por una problemática que ya no es la suya, si no quieren
ser infieles a la tarea de dar respuesta a los problemas de
su vida, si no quieren vivir de prestado con las soluciones
de sus mayores, sólo tienen un camino para salvarse: hacer
la historia de su situación, tener presente que el momento
actual ha sido creado por la acción de otros hombres y hacer
inteligibles esos actos reconstruyendo la situación exacta a
que trataron de dar respuesta. Hecho esto, esa problemática
ya no es la orientación confusa de nuestra vida, pues deja
de ser nuestro pensamiento para convertirse en objeto de
pensamiento, es decir, en pasado, y cuenta en adelante so-
lamente como el punto de partida de la actividad que in-
tenta dar solución a los problemas del presente.
Bien decía Croce que la única manera de liberarse del
peso que la historia ejerce sobre nosotros es estudiarla. Por
ello no considero que estas páginas mías representen, como
más arriba decía, una distracción digna de ser dejada a un
lado en momentos en que nos reclaman más urgentemente
otras tareas, porque creo que hoy nos encontramos- en la

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situación, esbozada en las líneas anteriores, del ocaso de una


época, cuya actitud ante la realidad va dejando de corres-
ponder a lo que experimentamos como problema: ahora,
justamente, es cuando urge la labor de esclarecimiento que
significa el estudio de la historia. En la vida de nuestra
disciplina pueden distinguirse claramente dos períodos: el
primero, el de quienes comenzaron los estudios científicos
de la lengua en la época de florecimiento de nuestras repú-
blicas a fines del siglo xix; este grupo de iniciadores, que
abrió los caminos que ha emprendido la reflexión sobre el
español de América — esto es, a quienes se debe la constitu-
ción misma de la filología hispanoamericana — alcanzó su
mayor altura en las brillantes figuras de Rufino José Cuervo
y Rodolfo Lenz. El segundo período lo veo caracterizado,
prescindiendo de toda otra nota no esencial, por la presen-
cia en el mundo hispánico de Menéndez Pidal y su grupo
de colaboradores y discípulos, con la formidable ampliación
y renovación de nuestros conocimientos que significó su
obra. La proyección transatlántica de la labor de Menéndez
Pidal, es decir, la asimilación del saber de su escuela y la
acomodación y replanteo de los problemas del español de
América a la altura de la evolución que había alcanzado
la filología española, fue la tarea cumplida por el Instituto
de Filología de Buenos Aires, del cual fueron figuras recto-
ras Amado Alonso y Pedro Henríquez Ureña. Para dar idea
en pocas líneas, por contraste entre una y otra, de la distan-
cia que media entre la primera y la segunda etapa de la
filología hispanoamericana, solicito del lector que traiga a su
mente por un momento el Examen de la teoría indigenista
de Rodolfo Lenz, de Amado Alonso: a la vista salta que, en
lo fundamental, las tesis de Lenz se derrumban ante la con-
frontación con lo que debía ser un estudio de fonética y dia-
lectología hispánicas después de la labor de la escuela de
Menéndez Pidal.
Ahora bien, creo que hoy se ha hecho evidente que
tampoco el mundo de ideas del Instituto de Filología, tal
como ha quedado representado en sus obras, resiste un
examen realizado de acuerdo a las exigencias actuales y que,

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por ello, su vigencia dentro de nuestra vida ha terminado


y debe iniciarse una nueva etapa. Entiéndanse bien estas pa-
labras: no quiero decir que las obras de Alonso y Henríquez
Ureña hayan perimido, porque han aparecido nuevas técni-
cas o noticias que modifican el cuadro de conocimientos en
que se movieron; claro que ha ocurrido esto, pero expresar
simplemente un juicio de este tipo sería una superficialidad
o, si se dice con aire de crítica, la demostración de que se
carece de sentido histórico, pues a nadie se puede censu-
rar por no conocer el futuro. Por otra parte, en momentos
en que ya podemos echar una mirada retrospectiva a los
trabajos de Amado Alonso y Henríquez Ureña, vemos que
serán siempre un motivo de orgullo para los americanos por
la ejemplar solidez de su construcción, su crítica aguda y
profunda y su espíritu siempre alerta para mantenerse a la
altura de los últimos avances de nuestra disciplina. En ver-
dad, el mantener esta tónica espiritual no es una de las me-
nores exigencias que su preciosa herencia nos ha legado. Por
tanto, al escribir que sus estudios ya no responden a las exi-
gencias actuales me refiero a algo más hondo, es decir, a
que el transcurso del tiempo entre su época y la nuestra ha
producido un desplazamiento de la perspectiva de la sufi-
ciente magnitud como para que no nos satisfagan, no sólo
las soluciones que daban a los problemas, sino los principios
mismos que guiaban su investigación: lo que necesitamos
ahora no es persistir en intentar resolver los problemas cuyos
términos dieron ellos sino adquirir conciencia de nuestra
nueva situación y, a partir de ella, plantear los problemas
sonajes y la determinada perspectiva para encarar las 'cosas',
Una situación no está definida solamente por los per-
sonajes y la determinada perspectiva para encarar las 'cosas',
precipitado del pasado, con que aquéllos se encuentran; tanto
como por el pasado, la situación se encuentra configurada
por el proyecto de vida que pretendemos desarrollar desde
ella: mi casa será un refugio si quiero una tarde quedarme
a estudiar; se transformará, en cambio, en encierro, si debo
permanecer en ella cuando mi intención era asistir a un
concierto. Análogamente, un trabajo de historia como el que

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sigue a estas líneas quedará mejor iluminado si se tienen en


cuenta, a más de la situación del autor, los propósitos que
lo han orientado. Me limitaré a señalar un par de ellos,
unidos ambos por un hilo común.
Se trataba, en primer lugar, de contribuir al avance de
la filología hispánica mediante la discusión de sus supuestos.
La 'venerable rutina' constituye entre nosotros — ya desde
los tiempos en que la denunció Bello — uno de los más
graves pesos que agobian nuestra vida espiritual; manifes-
tación característica de la atonía intelectual, es, por lo tanto,
uno de los defectos que debe combatir quien desee el me-
joramiento de nuestros países. Piénsese solamente que la tesis
antiandalucista a propósito del español de América surgió
casi simultáneamente con la aparición de la fonología en el
horizonte de la lingüística, y reflexiónese sobre la ebullición
y desarrollo que tuvo a partir de entonces el pensamiento
fonológico: en 1958 nadie se hubiera atrevido en ningún cen-
tro científico a trabajar únicamente con las ideas de Tru-
betzkoy, y, en cambio, se seguían manejando en nuestros
medios los planteos antiandalucistas que mantuvo casi intac-
tos Henríquez Ureña desde 1925. Creo, pues, que se impo-
nía mostrar que los americanos somos capaces de encontrar
los límites de nuestro pensamiento y progresar a partir de
ellos, luchando al mismo tiempo, y dentro del campo espe-
cífico de la filología, contra el tópico juicio — hay que reco-
nocer que en parte justificado — de la oquedad de la vida
americana.
En segundo término, dado que el avance de los conoci-
mientos no se cumple por la destrucción de las teorías ante-
riores sino por su superación, o sea, por el atesoramiento de
todo lo positivo que tenían dentro de sí, correspondía estu-
diar cuidadosamente ese pasado para discernir, y así poder
conservar, lo que tenía de valioso. Acaso se piense que, por
estar constituido nuestro presente por el pasado, por ser aho-
ra nosotros formalmente el conjunto de lo que ha llegado
a poder hacer el pasado, la tarea de estudiar la historia no
tiene mayor significación ya que, conociéndolo o no cono-
ciéndolo, igualmente seguirá condicionándonos. Grave error

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sería adoptar esta actitud, porque la ignorancia o la concien-


cia del pasado determina dos situaciones distintas: en el pri-
mer caso, la historia nos oprime; en el segundo, como lo que
fue no perdura en el presente como realidad sino como po-
sibilidad para la acción futura (Gilliéron, por ejemplo, ya
no existe, pero la realidad que fue su existencia se prolonga
entre nosotros bajo la forma de la p o s i b i l i d a d de con-
siderar las características del español de América de acuerdo
al método de la geografía lingüística), el desconocimiento
del pasado — a más de significar el no conocernos a nosotros
mismos — puede acarrear no sólo el seguir por inercia direc-
ciones equivocadas sino también el abandono de fecundas
posibilidades que, sin duda, estaban a nuestra disposición, pero
que, por ignorancia de ellas, hemos desaprovechado. Indicaré
brevemente cómo he intentado en mi artículo no perder de
vista esta dimensión del estudio de la historia.
Al leer las páginas que siguen se verá que la preocu-
pación americanista ha sido uno de los rasgos más destacados
de la filología hispanoamericana en las dos etapas que hasta
ahora ha recorrido; ponerla en plena luz estudiando las fi-
guras ilustres de Cuervo y Henríquez Ureña, que mantu-
vieron este ideal en el pasado, y corregir respetuosamente
el enfoque que el dominicano había dado al problema de
los orígenes lingüísticos de Hispanoamérica, ha sido el tema
de mi trabajo. Mas, si he señalado una proyección equivo-
cada del americanismo sobre la filología — sin duda muy
explicable en su época, pero que nosotros hoy ya no pode-
mos mantener — ha sido precisamente a fin de dejar el ca-
mino limpio para que esta tradición de nuestros estudios
pueda desarrollarse lozanamente en el futuro: si se llegara
a perder este sentido americanista que arraigaron en nues-
tra disciplina Cuervo y Henríquez Ureña, la filología hispa-
noamericana desaparecería eo ipso, como hispanoamericana
y, simultáneamente, como filología. Hay que tener muy
presente que la preocupación por descubrir las característi-
cas propias, con que nació y ha vivido la filología hispano-
americana en sus mayores representantes, responde al ver-
dadero sentido de lo que debe ser la vida intelectual; tanto

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Cuervo como Henríquez Ureña se han hecho cargo de los


problemas que les presentaba su condición de americanos,
y sólo con referencia a ellos tuvo sentido su actividad par-
ticular de lingüistas. Así debe ser, porque las respuestas que
damos a cualquier problema comprometen toda nuestra
persona, suponen una determinada figura de vida que quere-
mos realizar, en relación con la cual únicamente nos de-
cidimos a emprender determinada tarea; no dar respuesta
o ser indiferentes a nuestro destino de hispanoamericanos
desvirtuaría en sus fundamentos mismos a cualesquiera es-
tudios que se hicieran entre nosotros, porque significaría
renunciar a construir nuestra propia vida y, como sólo po-
demos hacer a ésta con los elementos de nuestro mundo,
evadirse del hecho de ser americanos es escaparse de vivir
(o, ya que esto es imposible, hacerlo con el máximo de fal-
sedad). Claro que quien adoptase esta actitud de fugitivo
espiritual dejaría de saber a ciencia cierta el motivo por el
que realiza su quehacer, que muy pronto degeneraría en
simple automatismo; por ello decía que si no se continúa
la tradición americanista de Cuervo y Henríquez Ureña, la
filología hispanoamericana, al dejar de ser hispanoamerica-
na, cesará también de ser filología y se transformará en
simple ejercitación de técnicas — que no son pensamiento y
por ello se pueden aplicar con el mismo interés a un ame-
ricano que a un húngaro o a un malayo — o en manifes-
tación de superficialidad y frivolidad intelectuales.
Pero ya he hablado por extenso de lo que he pretendido
hacer en mi estudio: ha llegado el momento de dejar paso
a lo que he logrado. El discreto lector juzgará.

Dentro de cada disciplina existen asertos erróneos que


perduran largamente por inercia, sea que una vez aparecidos
los estudiosos los han dado por buenos sin preocuparse por
verificarlos, ya porque, formulados por un maestro, se los ha
aceptado sin crítica por respeto hacia quien los emitía. El
hombre es un ser limitado e imperfecto y ante cualquier

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afirmación con que nos tropecemos en el curso de nuestras


investigaciones obraremos cuerdamente teniendo siempre pre-
sentes estas palabras de Rufino José Cuervo: "Todo libro,
como no sea de los inspirados por Dios, tiene descuidos, ig-
norancias y aun barbaridades. Esto es en particular lo que
sucede con obras filológicas y un crítico muy distinguido lo
dice categóricamente al encontrar el dativo h o r t i b u s de
hortus en los Principios de historia del lenguaje de Paul, una
de las obras más profundas de nuestros días" \ Para ac-
tualizar el ejemplo de Cuervo, bástenos recordar que una
reciente confrontación con las fuentes ha permitido compro-
bar que el famoso imudavit de una inscripción romana de
Mérida, pieza fundamental para fechar tempranamente la
sonorización de las oclusivas sordas intervocálicas en la Ro-
mania Occidental, no pertenece al siglo n d. C, como se venía
creyendo; han sido vanas, por tanto, las discusiones e inter-
pretaciones que desde medio siglo se han suscitado para

1
El Diccionario de la Academia, en Obras de RUFINO José CUERVO, Bogotá,
vol. II, 1954, pág. 116. Los estudios de Cuervo que manejaré en este articulo
se citarán según esta edición en dos volúmenes de sus obras completas, publi-
cadas por el Instituto Caro y Cuervo. Utilizare las siguientes abreviaturas para
los estudios mencionados con más frecuencia:
El cast. en Amér. = El castellano en América [Bulletin Hispanique, III
(1901), págs. 35-62], en Obras, II, págs. 522-560.
El esp. en C. Rica = El español en Costa Rica [Prólogo al Diccionario
di costarriqueñismos por C. GAGINI], en Obras, II, págs. 616-653.
Pról. a Apunt. 7* ed. = Prólogo a la séptima edición de las Apuntaciones
críticas sobre el lenguaje bogotano, en Obras, I, págs. 19-82. Citaré de esta
manera algunos trabajos de HENRÍQUEZ UREÑA:
Clás. de Amcr., I = Clásicos de América. I. Juan Ruiz de Alarcón, en
Cur. Con., Año I (1931), núm. 1, págs. 25-37.
Corr. lit. = Las corrientes literarias en la América hispánica, Méjico, 1949.
Píen. Amér. = Plenitud de América: Ensayos escogidos, Buenos Aires, 1952.
Seis ensayos = Seis ensayos en busca de nuestra expresión, Buenos Aires-
Madrid, s. a. [1928].
Otras siglas y abreviaturas:
BDH = Biblioteca de Dialectología Hispanoamericana, Buenos Aires.
Cur. Con. = Cursos y Conferencias, Buenos Aires.
Hispania = Hispania, Wallingford, Conn.
Rev. Ib. = Revista Iberoamericana, Iowa City.

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utilizar o rechazar su testimonio. A. Carnoy en su trabajo


sobre Le latin d'Espagne d'apres les inscñptions lo atribuyó
al siglo n por un descuido en el momento de la lectura de
la inscripción en el CIL; los estudiosos se basaron en su
libro edificando hipótesis sobre este error, hasta que apareció
quien se decidió a volver al CIL; allí descubrió con sorpre-
sa que la inscripción no tiene fecha, y que el siglo 11 que
le asignó Carnoy se debió a un trabucamiento inexplicable
de éste al leer la referencia de Hübner al lugar donde la
tablilla se encontraba versus jinem proximi saeculi 2.
Sin duda, un error documental o una opinión surgida
en momentos en que hasta el más ilustre filólogo dormita,
terminan por descubrirse a breve o largo plazo. Más insi-
diosos y difíciles de descubrir son los errores que se deben
a distorsiones producidas en la realidad que se estudia por
la peculiar jerarquía de valores de la nación o cultura a que
pertenece el investigador, o, simplemente a razones de tipo
afectivo que pueden arrastrar a personas de talento a defen-
der tesis difíciles de compaginar con los datos que manejan,
pero que responden a sus más caros sentimientos — excluyo,
claro está, los casos de evidente obcecación o mala fe. En
este orden de ideas la polémica sobre la filiación románica
del catalán, que en la década de 1920 agitó los ambientes
filológicos, se nos muestra hoy como un ejemplo de aquella
mentalidad que dividía a los países europeos en 'importan-
tes' y 'marginales': los frecuentes intentos de clasificar al
catalán agrupándolo en el galorrománico partían del supues-
to que, por contar el provenzal con una literatura de alto
rango y hablarse en una nación que era una potencia polí-
tica de primera fila en Europa, era 'natural' que, si presen-
taba semejanzas con el catalán, se hiciera entrar a éste en el
grupo lingüístico de aquél, y no al revés; si no hubiera ac-
tuado este prejuicio, el problema se habría formulado di-
ciendo que, dados los puntos de contacto entre el catalán y
el provenzal, tanto el catalán puede ser galorrománico como

2
.... Véase A. CASTELLANI, AGÍ, XL (1955), págs. 81-83.

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el provenzal lengua iberorrománica 3 . Y en cuanto a los


temas en que intervienen los sentimientos, no haré más que
aludir a aquéllos en que entran en juego las pasiones polí-
ticas o nacionales. Para hacer ver cómo un sentimiento pue-
de ser el impulso decisivo de la actitud que se adopta ante
una cuestión estrictamente científica, es suficiente traer a
cuenta que Menéndez Pidal ha señalado recientemente 4
que la negativa de Bédier a admitir un origen remoto — es
decir, germánico — de la épica francesa se debía a su temor
de que, al hacerlo, entregaba a los alemanes la Chanson de
Roland. ¡Cuánta luz habría ganado la discusión sobre los
orígenes de la epopeya medieval si se hubiera tenido en
cuenta esta actitud mental de uno de los mayores protago-
nistas de ella! A uno de estos errores, suscitados por la de-
terminada postura afectiva con que se encara una cuestión,
pertenece el equívoco que trataré de aclarar en las páginas
que siguen.

1. CUERVO VISTO POR HENRIQUEZ UREÑA

En la no muy larga historia de la filología hispano-


americana constituye uno de los temas más debatidos la
cuestión del andalucismo de América, esto es, la creencia
en que rasgos peculiares del habla americana han sido im-
portados de Andalucía; históricamente se justificaba esta
precedencia por un predominio de gentes de España meri-
dional en la conquista y colonización de América, debido
a la importancia de Sevilla y Cádiz como puertos de na-
vegación hacia las Indias 5 . A fines del siglo XVII 6 se

3 La cuestión ha sido aclarada por AMADO ALONSO en su conocido estudio


Partición de las lenguas románicas de Occidente, en Estudios lingüísticos (Temas
españoles). Madrid, 1951, págs. 104-105.
4
La "Chanson de Roland" y el ncotradicionalismo, Madrid, 1959, pigs. 14-15.
5 Entiéndase que en lo que sigue no pretendo juzgar los hechos en que
se basa o rechaza el andalucismo de América, sino comentaré sólo la polémica
a que dio lugar y las ideas que la originaron.
6
El obispo PIEDRAHITA cuenta en su Historia general de las conquistas del
Huevo Reyno de Granada, Amberes, 1688, que los habitantes de Cartagena,

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indican por primera vez semejanzas entre el español de


América y el de Andalucía; se apunta en el penúltimo de-
cenio del siglo xvni un origen andaluz de peculiaridades
léxicas americanas 7 , y, luego, durante el siglo xix y prin-
cipios del xx, la idea andalucista vivió con varia fortuna, tan
pronto ignorada como aceptada o rechazada. En 1920 fue
patrocinada en un famoso artículo 8 por Max Leopold
Wagner, quien, con la autoridad de su talento y de su sóli-
da formación científica, la introdujo en el mundo filológico,
aportándole la novedad de reducir el andalucismo — englo-
bado en el concepto más amplio de 'español meridional' —
a las tierras bajas de América: las Antillas, costas atlánticas
de Méjico y Colombia, el litoral de Venezuela, Chile y el
Río de la Plata. Casi simultáneamente al estudio de Wagner,
y aún sin conocerlo, Pedro Henríquez Ureña publicaba sus
Observaciones sobre el español en América, en RFE, VIII
(1921), págs. 357-390, donde decididamente salía al paso
de la creencia en los rasgos andaluces del español de América:
Ante tanta diversidad [del español americano] fracasa una de las
generalizaciones más frecuentes: el andalucismo de América; tal an-
dalucismo donde existe — es sobre todo en las tierras bajas — puede
estimarse como desarrollo paralelo y no necesariamente como influen-
cia del Sur de España [pág. 359]. La idea de andalucismo se insinúa,
de seguro por simple inadvertencia, aun donde menos se la espera;
por ejemplo, "propia de Andalucía, y por lo tanto de América", en
R. Menéndez Pidal, Gramática histórica, pág. 87 (bastaría suprimir
el "por lo tanto") 9 . R. J. Cuervo me parece representar la opinión

"mal disciplinados en la pureza del idioma español, lo pronuncian generalmente


con aquellos resabios que siempre participan de la gente de las costas de An-
dalucía" (citado por CUERVO, Pról. a Apunt. 7* ed., en Obras, I, pág. 42).
7 ANTONIO DE ALCEDO, Diccionario geográfico-histórico de las Indias Oc-
cidentales o América, vol. V, Madrid, 1789, declara, para explicar la necesidad
del Vocabulario de las voces provinciales de América, añadido como apéndice
a su obra, que unas palabras, "aunque originarias de España, y especialmente
de Andalucía, han degenerado" en América. Henríquez Ureña fue el primero
en traer a colación este testimonio de Alcedo.
8
Amcrikanisch-Spanisch und Vulgarlatein, en ZRPh, XL (1920), págs.
286-312 y 385-404.
9
MENENDEZ PIDAL no sólo no suprimió el "por lo tanto" sino le hizo
una adición: "propia de Andalucía, y por lo tanto de Canarias y de América"

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justa, apoyada en buenos datos: "Toda la Península dio su contin-


gente a la población de América" (El castellano en América, en el
Bulletin Hispanique, 1901, III, 41-42; véanse además Apuntaciones
críticas, § 996 de la sexta edición, y prólogo a la quinta). [Nota 1
de la pág. 359].
Henriquez Ureña, como se ve, rechaza el andalucismo
de América y admite, como máxima concesión a él, una se-
mejanza de las tierras bajas americanas con Andalucía, aun-
que no debida a una importación sino a desarrollos para-
lelos; esta restricción que hace Henriquez Ureña a su anti-
andalucismo desaparece inmediatamente para volver a pre-
sentarse años más tarde con diferente formulación (cf. nota
16). La cuestión le parece a Henriquez Ureña estar zanja-
da por la "opinión justa" de Cuervo, que habría aportado
buenos datos contra el andalucismo. Cuando el estudioso
dominicano leyó el estudio de Wagner y vio que, aunque
limitada a determinadas zonas, sostenía la procedencia an-
daluza de muchos rasgos del habla americana, reaccionó

(Gram hist. 7 ? ed., págs. 103-104). Don Ramón ha sido siempre andalucista,
con actitud paralela a la que ha asumido para la dialectología peninsular, en
la que descubre rasgos que proceden de una colonización suditálica de la
antigua Hispania; decía en 1918 que "la lengua popular hispanoamericana es
una prolongación de los dialectos españoles meridionales" (en La lengua espa-
ñola, articulo reproducido en los Cuadernos del Instituto de Filología de Buenos
Aires, I, 1 (1924), págs. 18-19, y todavía mantiene esta posición en sus últimos
trabajos, A propósito de II y 1 latinas: Colonización suditálica en España, en
BRAE, XXXIV (1954), pág. 210, y Focilare; Delphinus, en Elymologica (Fest-
schrift Wartburg), Tübingen, 1958, pág. 527. Compartían la actitud de Menéndez
Pidal sus colaboradores AMÉRICO CASTRO (El habla andaluza, en Lengua, ense-
ñanza y literatura, Madrid, 1924, pág. 66) y T. NAVARRO TOMÁS, que advierte
con cautela la semejanza entre la pronunciación hispanoamericana y la andaluza
(Pronunciación española, 4* ed., pág. 2), aunque en sus últimos trabajos el
ilustre fonetista parece haber adoptado la tesis antiandalucista de A. Alonso y
Henriquez Ureña (por ejemplo, en El español en Puerto Rico, págs. 28-29).
El mismo AMADO ALONSO, antes de venir a Buenos Aires, admitía por lo menos
un andalucismo parcial de América: "después del documentado trabajo de
WAGNER, Americanisch-Spanisch und Vulgdrlatein (en ZRPh [1920], págs.
293-294) ese andalucismo es innegable en las costas c islas por lo menos" (El
grupo tr en España y en América, en HMP, II, pág. 172, n. 2), que desaparece
desde sus primeros trabajos argentinos: "En cuanto al idioma [hispanoamericano],
cada uno aporta sus modismos. En cada región americana hay gentes de todas
partes" (Valor histórico de la lingüistica, en Boletín de la ¡unta de Historia y
Numismática (Buenos Aires), V (1928), pág. 97).

THESAURUS. Tomo XIV. Núms. 1, 2 y 3 (1959). Guillermo L. GUITARTE. Cuervo, Henríquez ...
BICC, XIV, 1959 SOBRE EL ANDALUCISMO DE AMERICA 33

polémicamente rechazando sus argumentos en El supuesto


andalucismo de América 10 ; a este trabajo contestó el filó-
logo alemán con su artículo «El supuesto andalucismo de
América» y la teoría climatológica 11, que tuvo réplica por
parte de Henríquez Ureña en sus Observaciones sobre el es-
pañol en América, II 12. Por último, ya acallada la polémi-
ca, pero surgido el estímulo en ella, Henríquez Ureña pu-
blicó uno de los estudios que más ilustraron su nombre y que
constituyó un valioso aporte para el conocimiento del español
americano: sus Comienzos del español en América 13.
Aquí, inspirado en un pasaje de Cuervo 14 y conforme a
las fuentes entonces a su alcance, Henríquez Ureña acometió
la tarea de establecer la procedencia regional de los españoles
que vinieron a América hasta fines del siglo xvr. Gracias a
este trabajo se contó por primera vez con un fundamento
sólido para discurrir sobre la base de la población hispánica
de América; como de las listas publicadas se desprendía que
en mayor o menor proporción habían llegado al Nuevo Mun-
do gentes de todas las comarcas de España, de las cuales los
meridionales 15 constituían el 42,5%, Henríquez Ureña

10 Cuadernos del Instituto de Filología de Buenos Aires, I, 2 (1925), págs.


114-122.
11 RFE, XIV (1927), págs. 20-32.
12 RFE, XVII (1930), págs. 277-281.
13 RFE, XVIII (1931), págs. 120-H8 (bajo el título general de Observa-
ciones sobre el español en América, 111). Reproducido, con las listas de pobla-
dores no publicadas en la RFE, en Sobre el problema del andalucismo dialectal
de América, Buenos Aires, 1932, págs. 1-118, juntamente con los estudios citados
en las notas 10 y 12; también en Cur. Con., año IV (1935), núm. 12, págs.
1233-1259, donde en los porcentajes finales retira a Extremadura del "español
del Sur" y la computa en la "zona intermedia".
14 Aquel en que hace un recuento de colonos de la primera época de la
conquista, para demostrar cómo su abigarrada procedencia regional es la causa de
las muchas voces dialectales que se encuentran en el español de América (£7
cast. en Amér., en Obras, II, págs. 531-532). La intención de desarrollar la idea de
Cuervo apunta en Henríquez Ureña ya en las Observaciones de la RFE, VIII
(1921): "La proporción exacta en que cada región española contribuyó a formar
la población de América podría determinarse mediante el examen de los re-
gistros de naves en el archivo de Indias; tarca que no sería demasiado larga
y sí fecunda en resultados" (pág. 360, nota).
15
Cuando Henríquez Ureña excluyó a Extremadura (cf. nota 13), este
grupo quedó reducido al 34%.

THESAURUS. Tomo XIV. Núms. 1, 2 y 3 (1959). Guillermo L. GUITARTE. Cuervo, Henríquez ...
34 GUILLERMO L. CUITARTE BICC, XIV, 1959

concluía que los andaluces no habían predominado en la


conquista y colonización y que, por tanto, mal podrían haber
impuesto las características de su habla en América.
No es mi propósito ahora considerar los argumentos que
se esgrimieron en esta polémica sobre la procedencia dialectal
de rasgos del español americano; sólo quiero destacar que
Henríquez Ureña, convertido en campeón del antiandalucismo
de América — uno de los principios del Instituto de Filología
de Buenos Aires bajo la brillante dirección de Amado Alon-
so— invocó siempre el testimonio de Rufino José Cuervo
como precedente de su tesis adversa al andalucismo de Amé-
rica, la cual vendría a coincidir, de este modo, con uno de
los puntos de la visión del español en este continente que
había logrado el extraordinario fundador de la filología hispa-
noamericana. Se ha visto cómo ya en sus primeras Observa-
ciones sobre el español en América Henríquez Ureña se apo-
yaba en un pasaje de Cuervo para rechazar la falsa 'genera-
lización' andalucista; este razonamiento se repite a lo largo
de toda su obra:
Aunque la alta autoridad de Cuervo ha puesto en la balanza
todo su peso en contra de la idea, aduciendo para ello excelentes
comprobaciones... (El supuesto andalucismo de América, Buenos
Aires, 1925, pág. 117; también pág. 122).
El andalucismo de América es una fábrica de poco fundamento,
de tiempo atrás derribada por Cuervo [... ] A las pruebas y razones
que adujo Cuervo en su artículo El castellano en América, del Bulletin
Hispanique, de Burdeos, 1901, he agregado otras en dos trabajos míos
(Seis ensayos, pág. 42 y nota).
Y, sin embargo, Cuervo (El castellano en América, en BHi, 1901,
III, 35-62), es el primero que se opone a la noción popular del anda-
lucismo de América (Observaciones ..., II, en RFE, XVII (1930),
pág. 279, nota).
Hablando de los comienzos del idioma español en América y
del origen de los conquistadores y colonizadores, Cuervo sintetizó
con irreprochable exactitud los hechos:
Toda la Península dio su contingente a la población de América.
(Observaciones..., III, en RFE, XVIII (1931), pág. 120; párrafo
dirigido a refutar una supuesta preponderancia andaluza, que hubiera
dejado su sello en la lengua).
Contra la idea muy difundida del andalucismo dialectal de
América ya salió Cuervo en 1901 y en otras ocasiones posteriores

THESAURUS. Tomo XIV. Núms. 1, 2 y 3 (1959). Guillermo L. GUITARTE. Cuervo, Henríquez ...
BICC, XIV, 1 9 5 9 SOBRE EL ANDALUCISMO DE AMERICA 35

{Sobre el problema del andalucismo dialectal de América, Buenos


Aires, 1932, pág. 121).
La misma referencia a Cuervo como el primero que se
opuso al andalucismo de América aparece en las anotaciones
que Henríquez Ureña añadió al volumen IV de la BDH
(págs. 3, n. 2, y 249, n. 2), en el estudio sobre El español en
Santo Domingo 16, en BDH, V, pág. 50, y en sus últimos
libros Historia de la cultura en la América Hispánica, Mé-
jico, 1947, págs. 116-117:
[Cuervo] indicó hechos significativos en la difusión del idioma
en América: negó, por ejemplo, antes que nadie, el supuesto predo-
minio de los andaluces en la conquista y colonización.
y Las corrientes literarias en la América Hispánica, Méjico,
1949, pág. 216:
El español de las Américas no se deriva de^Andalucía, como con
ligereza han supuesto unos cuantos autores. Ya en 1901 Cuervo refutó
la especie y mantuvo que nuestra población procedía de "toda la
península ibérica", Portugal inclusive. En mi libro Sobre el problema
del andalucismo en América [sic] (Buenos Aires, Instituto de Filo-
logía, 1932) he reunido datos que apoyan la afirmación de Cuervo.
Por formulaciones de este tipo, al tiempo que Henríquez
Ureña hacía prevalecer con sus trabajos el punto de vista
contrario al andalucismo, se introducía adventiciamente en

16 En este libro (págs. 164-167) aparece un nuevo matiz en la posición


antiandalucista de Henríquez Ureña: el admitir semejanzas fonéticas entre el
español de la zona del Caribe y el andaluz; sin hallar explicación satisfactoria
para ellas, no aceptaba la procedencia peninsular de los fenómenos americanos.
El paralelo del español del Caribe con el de Andalucía había sido indicado por
primera vez en una nota de la reimpresión de El supuesto andal. de Amér., en
Cur. Con., año V (1936), núm. 8, págs. 818-819; a la serie de fenómenos seme-
jantes que enumera Henríquez Ureña debe añadirse hoy la fonologización de
variantes vocálicas señalada por NAVARRO TOMÁS en Andalucía hace veinte años
(Travaux du Cercle Linguislique de Prague, VIII, págs. 184-186) — punto que
cuenta ya con bastantes estudios — y que posteriormente se ha encontrado en
Puerto Rico (T. NAVARRO, El español en Puerto Rico, págs. 44, 46 y 48)
y en Cuba (D. L. OLMSTED, A Note on the Dialect oj Regla, Cuba, en Hispania,
XXXVII (1954), págs. 293-294). En zonas urbanas del Uruguay se ha denun-
ciado en "proceso gestatorio" al mismo fenómeno (W. VÁSQUEZ, El fonema ¡si
en el esp. del Urug., Montevideo, 1953, págs. 6-8); serían interesantes mayores
noticias.

THESAURUS. Tomo XIV. Núms. 1, 2 y 3 (1959). Guillermo L. GUITARTE. Cuervo, Henríquez ...
36 GUILLERMO L. GUITARTE BICC, XIV, 1959

los círculos filológicos la idea de que Cuervo había sido el


primero en oponerse y rebatir el origen andaluz de caracte-
rísticas del habla americana. No es difícil encontrar esta ge-
neralizada imagen de un Cuervo antiandalucista en los es-
tudios que tratan del español en el Nuevo Mundo. Por ejem-
plo, comentando el trabajo de Henríquez Ureña Sobre el
problema del andalucismo dialectal de América, dice Alwin
Kuhn (ZRPh, LXÍI [1942], pág. 414):
Schon diese Inkongruenz der Gebiete einzelner Kriterien in
Spanien selbst wie auch im spanischen Amerika sollte vor einer Ver-
allgemeinerung der Andalusien-Theorie warnen, und H. U. weist
auch mehrfach ausdrücklich darauf hin, so in seinen Observaciones
sobre el español en América, 1921 (RFEsp 8), nachdem Rudolf Lenz
schon 1893 auf die Heimat der Konquistadoren in alien Gegenden
Spaniens aufmerksam gemacht und Cuervo 1901 (BHisp 3) gegen
die vornehmlich andalusische Herkunft des amerikanischen Spanisch
votiert hatte.
Bertil Malmberg, que sistematizó en su artículo L'espa-
gnol dans le Nouveau Monde, en Studia Lingüistica, I (1948),
págs. 79-116, y II (1949), págs. 1-36, los conocimientos que
hasta la fecha se poseían sobre el habla hispanoamericana,
considera la cuestión del diferente origen regional de los
pobladores españoles de América y comenta (pág. 112):
On sait du reste que déjá Lenz avait fait de sérieuses objections
a la théorie "andalousiste" (BDH, VI, p. 213 ss., aussi dans ZRPh,
XVII, 1893, p. 189), de méme Cuervo (Bulletin Hispanique, III,
1901, pp. 35-62), et Manuel G. Revilla (en 1910, cf. BDH, IV, p. 206).
Sin duda participando de la opinión que había creado
Henríquez Ureña, Serafim da Silva Neto también inicia con
Cuervo la serie de los filólogos antiandalucistas:
Comme on le sait, depuis des siécles (depuis le xvm1' siécle, tout
au moins) on a cherché á expliquer les ressemblances entre l'espagnol
américain et celui d'Andalousie, á cause de la préponderance d'An-
dalous dans la colonisation. Cette théorie andalousiste se trouve de
nos jours entiérement abolie, á la suite des études de Cuervo, Lenz,
Ureña et Max Leopold Wagner 17 .
17
Orbis, II (1953), pág. 143. Naturalmente, el antiandalucismo que Silva
Neto atribuye al WAGNER de Amartkflnuch-Spanisch und Vulgárlatei», en ZRPh,

THESAURUS. Tomo XIV. Núms. 1, 2 y 3 (1959). Guillermo L. GUITARTE. Cuervo, Henríquez ...
BICC, XIV, 1959 SOBRE EL ANDALUCISMO DE AMERICA 37

Pues bien, la verdad es que Cuervo nunca refutó la teoría


del andalucismo del español de América, ni se opuso a ella,
y el afirmarlo ha sido un espejismo de Henríquez Ureña que
tuvo la fuerza de arrastrar tras sí a filólogos de la valía de
Kuhn, Malmberg y Silva Neto. Aclarar este equívoco, pues,
pienso no será una tarea inútil, porque evitará que se em-
prenda una senda falsa al estudiar los orígenes del español
de América.
Rufino José Cuervo, figura máxima de la filología his-
pánica en el siglo xix y sin duda valor señero para cualquier
época, tenía una visión muy amplia y profunda de la historia
del español americano, y toda referencia a un aserto suyo
debe situarse convenientemente dentro de las líneas maestras
de su pensamiento, so pena de atribuirle ideas que jamás
pudo tener. Esto es lo que inadvertidamente hizo Hen-
ríquez Ureña al esgrimir, contra la pretensión de que hubiera
rasgos andaluces en el habla hispanoamericana, la frase de
Cuervo: "Toda la Península dio su contingente a la pobla-
ción de América".
Para que se manifieste claramente el sentido de esta afir-
mación en el pensamiento de Cuervo me permitiré reproducir
con cierta extensión el pasaje en que figura, recordando antes
brevemente las circunstancias en que fue escrito y el con-
cepto que de la constitución y desarrollo del español de Amé-

XL (1920), págs. 286-312 y 385-104, debe referirse sólo al español de las


tierras altas de Hispanoamérica. Como se ha visto por los pasajes transcritos,
Kuhn y Malmberg atribuyen a Lenz la "prioridad" en rebatir el andalucismo;
por las razones que expongo más abajo, creo que erró Henríquez Ureña al
considerar antiandalucista a Cuervo, pero suponiendo que lo hubiera sido, era
correcto acompañarlo en su pensamiento de que el filólogo colombiano había
sido el primero en oponerse a la tesis andalucista: es cierto que LENZ en sus
clásicos Beitráge zur Kenntniss des Amerikanospanischen, en ZRPh, XVII (1893),
rechaza (pág. 189) un predominio de andaluces en la conquista, pero en el
Nachtrag a los mismos Beilrüge abandona (pág. 212) esta actitud y se pasa
al bando andalucista o, mejor dicho, del español meridional. Que ésta fue su
posición definitiva — acompañada de una prudente reserva que esperaba la so-
lución de la investigación futura — puede verse en la reelaboración española
de los Beitráge que, con el título de Ensayos filolójicos americanos, publicó en
los Anales de la Universidad de Chile, LXXXVII (1894), págs. 126-128. No se
pronuncia sobre la cuestión en el Diccionario etimológico de voces chilenas, San-
tiago, 1905-1910, pág. 96.

THESAURUS. Tomo XIV. Núms. 1, 2 y 3 (1959). Guillermo L. GUITARTE. Cuervo, Henríquez ...
38 GUILLERMO L. CUITARTE BICC, XIV, 1959

rica tenía el maestro colombiano. El pasaje en cuestión perte-


nece al estudio El castellano en América (publicado en 1901
en el tercer tomo del Bulletin Hispanique), donde polemiza
con don Juan Valera, quien, en artículos de El Imparcial de
Madrid y La Nación de Buenos Aires, había rechazado el
pronóstico hacía poco expresado por Cuervo sobre una, aun-
que lejana, inevitable transformación en nuevas lenguas del
español hablado en las repúblicas americanas. Como Valera
negaba la existencia de las condiciones que hicieran posible
la fragmentación del español de América, Cuervo, para jus-
tificar su presagio, emprende la tarea de demostrar la realidad
de tales condiciones y desarrolla su idea en forma de un para-
lelo entre la extensión del latín por las provincias del imperio
romano y la del español traído a América. Con agudeza había
observado Cuervo que conceptos como evolución lingüística,
regionalismos, habla popular y habla literaria, etc., no pueden
aplicarse en el mismo sentido a la lengua de la metrópoli y
a la de las colonias: allí la lengua representa una evolución
continuada a partir del latín vulgar; aquí la lengua ha sido
importada en los siglos xv y xvi y, por el solo hecho de haber
sido transplantada, implica una base de desarrollo diferente
de la metropolitana. ¿Por qué? Al explicar la formación de
este "fondo originario" del español de América, Cuervo aco-
moda a la difusión del español en el Nuevo Mundo los cri-
terios que se utilizaban para dar cuenta de la diversificación
del latín llevado a las provincias por Roma. Al español de
América — nos dice — no puede aplicarse el criterio crono-
lógico, establecido por G. Gróber, según el cual, como las
provincias fueron conquistadas en distintas épocas, el latín
llevado a cada una de ellas no estaba en el mismo grado de
evolución y dio a cada provincia un diferente punto de
partida lingüístico para desarrollar sus peculiaridades. Amé-
rica, al contrario de la Europa romanizada, fue conquistada
y colonizada en poco tiempo, surgieron rápidamente centros
de gobierno y de cultura y la población se niveló por la ex-
traordinaria movilidad de los conquistadores.
Donde el paralelo lingüístico entre el imperio romano y
el español no falla, prosigue Cuervo, es en que la lengua que

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BICC, XIV, 1 9 5 9 SOBRE EL ANDALUCISMO DE AMERICA 39

se extendió por uno y otro dominio tenía un fuerte color


dialectal, esto es, que los legionarios itálicos y los conquis-
tadores hispanos llevaron a las zonas en que se asentaron "in-
finidad" de regionalismos de sus comarcas de origen. Como
se ve, Cuervo considera aquí el punto de vista que, apuntado
por Schuchardt y Sittl, acababa de tratar ampliamente Mohl
en 1899 con su Chronologie du latín vulgaire; de acuerdo
con este criterio el latín difundido por la conquista estaba
penetrado de dialectalismos itálicos que, no eliminados total-
mente por la acción unificadora de la administración romana,
sobrevivieron en las nuevas lenguas romances 18. Es dentro
de este razonamiento donde aparece la frase, tantas veces
citada por Henríquez Ureña, sobre la heterogénea composición
regional de los conquistadores; para que se vea con mayor
claridad su sentido, dejo la palabra al mismo Cuervo {Obras,
II, págs. 531-535):
De los antiguos dialectos coetáneos del latín apenas se conjetura
la persistencia en una que otra palabra romance [ . . . ] . Pero si consi-
deramos lo que sucede en América, por fuerza hemos de suponer que
las colonias romanas llevaron consigo infinidad de voces locales [ . . . ] .
Aunque los dialectos españoles no nos sean suficientemente conocidos
en la forma que tenían en el siglo xvi, por la que hoy les conocemos
descubrimos mucho de lo que pasó al Nuevo Continente. La his-
toria y la filología están conformes para probar que los primeros
pobladores de América representaban todas las comarcas de la Penín-
sula ibérica. Recogidos en López de Gomara, Juan de Castellanos,
el obispo Piedrahita, y Oviedo y Baños, ciento sesenta individuos
de patria conocida que pasaron en los primeros tiempos de la con-
quista, resultan cincuenta y un andaluces, cuarenta y siete castellanos
y leoneses, veinte extremeños, veinte portugueses, diez vascongados,

18 Cuervo se remite sobre este aspecto a MF.YER-LÜBKE, Grammaire des langues


romanes, I, pág. 43, y a STOLZ, Historische Grammatik. der lateinischen Sprache, I,
pág. 14. No me explico cómo Cuervo, que seguía tan de cerca los avances de
su disciplina, no se refiere al libro de Mohl, publicado en la misma ciudad en
que él vivía, luego del cual ya no era lícito decir — al menos sin discusión —
que "de los antiguos dialectos coetáneos del latín apenas se conjetura la persis-
tencia de una que otra palabra romance" (Obras, II, pág. 531). Acaso influ-
yeron en esta omisión las reseñas desfavorables que a la obra de Mohl hicieron
GUSTAV GKOBER (ZRPh, XXIV (1900), págs. 437-440) y M. ROQUKS {Romanía,
XXIX (1900), págs. 266-287).

THESAURUS. Tomo XIV. Núms. 1, 2 y 3 (1959). Guillermo L. GUITARTE. Cuervo, Henríquez ...
40 GUILLERMO L. CUITARTE BICC, XIV, 1959

cuatro gallegos, tres valencianos y catalanes, tres navarros y arago-


neses, un murciano y un canario; por de contado que yo no tomo
estos números como proporción efectiva de los pobladores, pues es
casual la circunstancia de indicarse en aquellas obras la patria de
algunos entre muchísimos otros; pudo suceder también que algunos
de ellos se volviesen a España; pero sí prueba que toda la Península
dio su contingente a la población de América. Después se determinó
más y más la emigración de ciertas regiones en general y para ciertos
puntos en especial: sabido es que a fines del siglo xvi Extremadura
quedó casi despoblada de hombres, que debieron de volar arrebatados
por la fortuna de sus paisanos Cortés y Pizarro; en el siglo xvm eran
montañeses y vizcaínos los más ricos y acomodados de la América
española, sin contar con que en una u otra parte abundaban más o
menos los de distintas procedencias, como en Venezuela, fuera de
los canarios, los vascos y catalanes [ . . . ] . Comprobación palmaria de
estos hechos históricos ofrece el habla americana, en la cual se hallan
mezclados términos y locuciones de toda la península ibérica. Conten-
tareme con decir que en Colombia usamos voces portuguesas, gallegas
y asturianas [...] aragonesas y catalanas [...] y aun del caló [ . . . ] .
Lástima que no tengamos un diccionario de andalucismos, que sin
duda dará mucha luz al lenguaje americano; pero por verlas usadas
en obras que tienen ese tono, creo que lo son las voces [... ] y una
multitud de frases y expresiones populares corrientes en Bogotá. No
faltan palabras que, a más de oirse en los dialectos, se oyen o se
oyeron en tierras de lengua castellana [ . . . ] .

No hemos de olvidar la extensión de ciertos accidentes fonéticos.


Es el más general o mejor dicho, es universal en América el pro-
nunciar la c y la z como s. Testimonios ciertos nos enseñan que en
la primera mitad del siglo xvi se pronunciaban en Andalucía exacta-
mente como en las dos Castillas, distinguiendo la f (algo así como ts),
la 2 (algo como ds) y la Í (sonora y sorda), y que en la segunda
mitad se igualaron allí estas letras, de tal manera que en el habla se
confundían los sevillanos con los valencianos, que, como es notorio,
nunca han pronunciado la f y la z. Al mismo tiempo en Castilla la
Vieja se confundían la f y la z hasta no quedar sino la z actual y
la s sorda, lo que extendiéndose a Castilla la Nueva vino a ser propio
de la lengua cortesana. El movimiento de Andalucía fue el que
prevaleció en América, sin que llegara a ésta la escisión o la reacción
que se verificó en algunos lugares de aquélla, que sólo conocen la z.
No sólo en Andalucía sino en mucha parte de Castilla la Nueva se
convierte la // en y; de España pues pasó a América la misma pro-
nunciación [ . . . ] . La translación del acento a la vocal más sonora
V la consiguiente diptongación de dos vocales consecutivas, v. gr.,
en paraíso [... ] tiene antecedentes conocidos en castellano [... ] .
El desvanecimiento de la d final o intervocálica postónica es general,
con alguna diferencia en los casos, en todos los pueblos que hablan
castellano.

THESAURUS. Tomo XIV. Núms. 1, 2 y 3 (1959). Guillermo L. GUITARTE. Cuervo, Henríquez ...
BICC, XIV, 1959 SOBRE EL ANDALUCISMO DE AMERICA 41

Aquí termina el trozo en que Cuervo considera la in-


fluencia de los dialectos peninsulares en la formación de la
base americana del español; el cotejo con la situación del
mundo romano continúa luego comparando latín arcaico con
español preclásico, y la acción posible de las lenguas indíge-
nas, pero esto ya no interesa a mi propósito. Hagamos la
exégesis del pasaje que acabo de reproducir: ante todo ob-
servamos que en ningún momento Cuervo, no digamos en-
juicia, sino simplemente alude a la tesis andalucista; el re-
cuento de conquistadores de diversas procedencias no está
hecho para derribar "la fábrica" del andalucismo dialectal
de América —como sostenía Henríquez Ureña— sino para
mostrar la cantidad de gentes cuya habla nativa no era el
castellano que vino a América y dejó en la lengua rasgos
de su dialecto materno, tal como de manera análoga se su-
ponía que desarrollos de las lenguas romances se debían a
supervivencias lingüísticas de los óseos y umbros de las le-
giones que conquistaron el mundo romano. Así, pues, la
frase "toda la Península dio su contingente a la población de
América" no sólo no constituye una refutación de la tesis
andalucista sino más bien, en principio, la favorece, al afir-
mar que fue importante en la conquista la participación de
las diversas regiones españolas entre las cuales Andalucía, de
acuerdo al recuento de Cuervo, ocupó el primer lugar 19.
Se me argumentará: admitimos que en el pasaje en
cuestión Cuervo entendía señalar una importante participa-
ción dialectal en el castellano de América, al punto que la
situación en nuestro continente le parecía que debía iluminar
la del latín provincial, sobre cuyos regionalismos itálicos se
poseían tan pocas noticias, mas, se dirá, lo cierto es que con
la lista de conquistadores procedentes de todas las regiones

!9 Cf. El esp. en C. Rica, en Obras, II, pág. 619: "El mismo Oviedo ates-
tigua, lo que por otros datos es evidente, que al Nuevo Mundo no sólo fueron
de España castellanos sino gentes de todas las provincias de ella, desconformes
en costumbres y lenguajes (I, 54) [...] Ocioso es añadir que los mismos ele-
mentos no castellanos siguieron afluyendo en todas las épocas de la dominación
española; y así no es de maravillar que aparezcan dondequiera voces o frases
dialécticas o notoriamente vulgares".

THESAURUS. Tomo XIV. Núms. 1, 2 y 3 (1959). Guillermo L. GUITARTE. Cuervo, Henríquez ...
42 GUILLERMO L. CUITARTE BICC, XIV, 1959

españolas Cuervo rechaza i m p l í c i t a m e n t e la teoría an-


dalucista. Este sería un argumento especioso, porque los he-
chos no 'hablan por sí', como a veces inadvertidamente se
piensa, sino que entre ellos y los resultados que se infieren
se interponen las preguntas que les hace el investigador a
partir de su propio sistema de valoraciones; un catálogo de
160 conquistadores, compuesto de 51 andaluces, 47 castellanos
y leoneses, 20 extremeños, 20 portugueses, 10 vascos, etc., no
habla en pro o en contra del andalucismo más de lo que habla
el texto de la Chanson de Roland apoyando o rechazando
a quienes la consideran eslabón de una tradición secular o
iniciadora de la épica medieval, es decir, nada: quienes
hablan son tales o cuales estudiosos que ante ella proponen
una determinada interpretación 20. Por tanto, si se cree que
la lista de conquistadores representa un argumento contra el
andalucismo por parte de Cuervo, deberá mostrarse que el
claro y coherente pensamiento del filólogo colombiano excluye
toda posibilidad de influencia andaluza superior al porcen-
taje mínimo de localismos que hay que conceder en todo
colono, y considera los rasgos peculiares del español ameri-
cano como debidos a una 'evolución espontánea' y no a trans-
plante de regionalismos peninsulares.
Para resolver este punto debemos echar una mirada a la
concepción del español de América que había logrado Cuervo.
Para él no representa la lengua americana un simple tras-
paso del castellano de la Península, sino era el precipitado
del "cruce y mezcla" de las diferencias dialectales y sociales
del conglomerado hispano que se estableció en el Nuevo
Mundo 21 . En diversas ocasiones Cuervo expresa esta idea
de una koiné americana surgida de la nivelación del lenguaje
de los primeros colonos, "sobre la base de los términos gene-
rales de todos entendidos y con el rasero de la lengua oficial

20 Ha ocurrido, en efecto, que las estadísticas que servían a Henríquez


Ureña para dar como infundado el andalucismo de América, por ALVARO GALMÉS
son consideradas suficientes para probarlo; cf. Lie-yeísmo y otras cuestiones lin-
güísticas en un relato morisco del siglo XV11, en Estudios dedicados a M. Ptdal,
VII, pág. 290.
21 Pról. a Apunt. 7 ' ed., en Obras. I. pág. 34.

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BICC, XIV, 1959 SOBRE EL ANDALUCISMO DE AMERICA 43

y administrativa, aunque predominando ocasionalmente al-


gunos términos locales, si era notable el contingente de alguna
provincia española" 22. Unas veces llama al español de
América la "resultante" a y otras el "término medio" **
a que llegaron los elementos diversos que formaron los
primeros centros europeos del Nuevo Mundo: "Las pecu-
liaridades provinciales vinieron en su mayor parte a quedar
ahogadas, dominando la lengua común castellana" 2S.
Nivelación, término medio, resultante, son las diversas
denominaciones del concepto con que Cuervo se explica la
formación de la base del español de América. Sin duda,
predominó el castellano, pero queda abierta la puerta para
admitir la propagación de rasgos dialectales, porque "el re-
sultado de la nivelación no ha sido completo" x y "oca-
sionalmente" pudieron imponerse peculiaridades regionales
"si era notable el contingente de alguna provincia española"
27
. De acuerdo con esto, claro está que Cuervo no partici-
paba — aunque nunca se hubiera referido a ella— de la opi-
nión vulgar que identificaba lingüísticamente a Andalucía y
la América española: suponer que el filólogo colombiano hu-
biera sido capaz de una superficialidad semejante sería ofen-
der su memoria y demostrar que se ignora su profundo y es-
crupuloso estilo de trabajo. Pero, desde un punto de vista
crítico y científico, ¿puede decirse que Cuervo haya sido
antiandalucista? ¿Negó cualquier valor significativo al aporte
andaluz y jamás identificó históricamente rasgos del habla
de América con otros de la andaluza? De Menéndez Pidal
decimos que es partidario de una influencia suditálica en la
romanización de España porque considera que varias asimila-
ciones consonanticas del Noreste hispánico, la palatalización
iberorrománica de -// y /- y la inflexión metafónica de dos
22
El casi, en Amér., en Obras, II, pág. 553; cf. también pág. 557.
23 El esp. en C. Rica, en Obras, II, pág. 622. Cf. además Vida de Rufino
Cuervo, en Obras, II, pág. 900.
24 Pról. a Apunt. 7» ed., en Obras, I, págs. 33-34.
25 Ibid., pág. 34.
26 Ibid., pág. 33.
27 Ibid., pág. 33.

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44 GUILLERMO L. CUITARTE BICC, XIV, 1959

zonas asturianas se deben a dialectalismos itálicos de los colo-


nos establecidos en la Península. Sólo con referencia a estos
rasgos decimos que don Ramón es 'osquista'. Y bien, análoga-
mente, debemos caracterizar a Cuervo como 'andalucista' en
la historia de la lingüística hispanoamericana, pues creía que,
tras la nivelación del habla en América, quedaron abundantes
vestigios léxicos andaluces y que en la koiné resultante se
generalizó por lo menos un provincialismo debido a los co-
lonos de Andalucía.
Ya se ha visto que con la frase "toda la Península dio su
contingente a la población de América", utilizada como di-
visa por Henríquez Ureña contra la teoría andalucista, expre-
saba Cuervo su convicción de que en la base del español de
América no había que contar solamente con el castellano
sino con todos los dialectos hispánicos 28. Pero la diferente
procedencia regional de los conquistadores es para Cuervo
solamente el aspecto histórico de su argumentación en este

28 Por si quedara alguna duda del interés que tenía Cuervo en subrayar
los dialectalismos metropolitanos que entraron a formar parte del español de
América, debe recordarse que la referencia a la diversa procedencia regional de
los conquistadores, así como la indicación conexa de que muchos de ellos eran
de bajo origen, es una reacción de la sensibilidad lingüística hispanoamericana
al reproche corriente de que "en América se ha corrompido la lengua": la res-
ponsabilidad de muchos barbarismos y singularidades del habla de este conti-
nente no recae sobre los americanos sino sobre sus antepasados peninsulares
que los trajeron a América; el mismo Cuervo lo dice más adelante: "De estos
hechos nacen dos enseñanzas importantes: la primera, que los extranjeros que
van a América sin conocer más de la lengua castellana que lo que han aprendido
en las gramáticas y diccionarios de la lengua académica, no han de deducir que
todo lo que no se conforma con ese modelo es efecto de corrupción actual y
propia del país que visitan [ • • • ] Es la segunda enseñanza que los españoles,
al juzgar el habla de los americanos, han de despojarse de cierto invencible
desdén que les ha quedado por las cosas de los criollos, y recordando que nuestro
vocabulario y nuestra gramática son los que nos llevaron sus antepasados, no
decidir que es barbarismo o invención nuestra cuanto ellos no han oído en
su pueblo" (Obras, II, pág. 538: cf. también Pról. a Apunt. 7* cd., en Obras, I,
pág. 35). Persisten en estas ideas, pues, con planteo ya filológico, las preocupacio-
nes gramaticales de los primeros estudios de Cuervo, surgidos en una época en que
la materia preferente de discusión en temas de lenguaje eran entre nosotros
los 'vicios' del habla americana. La actitud reivindicatoría que asume Cuervo
arranca, por lo menos, de Bello, quien había advertido en el 'Prólogo' de su
Gramática que no se debe "tachar de vicioso y espurio todo lo que es peculiar
de los americanos".

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BICC, XIV, 1959 SOBRE EL ANDALUCISMO DE AMERICA 45

sentido, y únicamente por el calor con que se defiende una


tesis querida me explico que Henríquez Ureña no haya repara-
do en su contraparte: " l a h i s t o r i a y la f i l o l o g í a están
conformes para probar que los primeros pobladores de Amé-
rica representaban todas las comarcas de la Península Ibérica".
Tan pronto como Cuervo empieza a pasar revista a los rasgos
lingüísticos, comprobamos que concede un papel preponde-
rante a la influencia andaluza; al considerar el léxico ame-
ricano dice:
Lástima que no tengamos un diccionario de andalucismos, porque
sin duda daría mucha luz al lenguaje americano, pero por verlas
usadas en obras que tienen ese tono, creo que lo son las voces cos-
turero [... ] y una multitud de frases y expresiones populares co-
rrientes en Bogotá (El cast. en Amér., en Obras, II, págs. 533-534).
El pasaje repite una idea ya expresada en las Apunta-
ciones, 7? ed., § 989 (6^ ed., § 999): "El día que tengamos
un diccionario de andalucismos, hallaremos maravillas los
americanos".
Esta creencia en la abundancia de andalucismos en el
léxico americano es antigua en Cuervo y se halla también en
la Introducción al Diccionario de construcción y régimen:
Entre ellos [los provincialismos] ofrecen un carácter especial los
americanos, de los cuales unos son hijos de las lenguas autóctonas,
y otros se muestran como reliquias del antiguo lenguaje vulgar de
Castilla, revueltas promiscuamente con voces nativas de otras pro-
vincias de la metrópoli. Acá se oye el antiguo asturiano y castellano
soberado, allá la preposición navarra y aragonesa enta, en otras
partes el antiguo salmantino y actual asturiano trastavillar, y el ca-
talán quicho, y el extremeño biñuelo, y dondequiera innumerables
andalucismos (Obras, I, págs. 1287-1288).
Ya vemos qué quería decir Cuervo al escribir que si la
lengua de la administración y la literatura habían nivelado
en América las hablas de conquistadores de diversos orígenes,
"el resultado no ha sido completo"; perduraron expresiones
regionales de todos ellos y al enumerarlas Cuervo califica
sistemáticamente a los andalucismos como "innumerables",
una "multitud": su estudio daría "sin duda mucha luz al
lenguaje americano". En cuanto al léxico, pues, Cuervo era
'andalucista'. Y todavía "no hemos de olvidar —como dice

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46 GUILLERMO L. CUITARTE BICC, XIV, 1 9 5 9

el filólogo colombiano— la extensión de ciertos accidentes


fonéticos". Aquí, con varios fenómenos cuya introducción
en América atribuye a los españoles, Cuervo clasifica con toda
claridad al seseo — el caballo de batalla de la teoría andalu-
cista— como rasgo impuesto a todo el español americano
por los andaluces: en la confusión de las sibilantes c, z, ss y s,
"el movimiento de Andalucía fue el que prevaleció en
América".
Cuervo siempre fue partidario del origen andaluz del
seseo americano; al tratar la cuestión en el § 780 de las
Apuntaciones dice:
Consta que todavía en el primer tercio del siglo xvi se distinguían
en Andalucía estas letras [; y 2], como en Castilla, y que a mediados
del mismo se extendió la confusión, c u y a o l e a d a e s d e s u p o -
n e r l l e g ó a A m é r i c a . Puede conjeturarse que los primeros con-
quistadores oriundos de aquellas partes conservarían el uso antiguo,
y l o s m o z o s llegados algo adelante, l l e v a r í a n e l n u e v o ,
que al fin se generalizó. [El subrayado es mío].

El pasaje está reproducido en su obra postuma Castellano


popular y castellano literario, en Obras, I, pág. 1.422. En El es-
pañol en Costa Rica se encuentra la misma atribución del
seseo a Andalucía:
Porque la conversión de la II en y y el desvanecimiento de la d
en la terminación ado sean conocidos en España y en los demás
países americanos, no hemos por fuerza de admitir que esos acciden-
tes fonéticos fueron introducidos en América por los españoles; antes
bien, tengo para mí que con verosimilitud puede sostenerse que en
una y otra parte son efecto de evolución espontánea. En efecto,
parece que esas dos alteraciones no son anteriores en España al siglo
XVIII, época en que ya estaban constituidas las sociedades americanas
y en que la llegada de unos inmigrantes más no podía influir en
la masa de la población, sino por el contrario, habían de acomodarse
ellos en sí o en sus descendientes a la pronunciación general. El des-
vanecimiento de la d intervocálica no es uniforme en el nuevo con-
tinente, como que en Costa Rica sólo se verifica en la terminación
ado y en Chile, por ejemplo, se extiende a muchos otros casos; la
desaparición del elemento lateral en // tampoco es general, ya que
no se conoce en parte de Colombia y del Perú. Es, pues, la diferencia
cronológica la que explica que sea general entre el pueblo la aspira-
ción de la h proveniente de /, y el que la confusión de la z (c)

THESAURUS. Tomo XIV. Núms. 1, 2 y 3 (1959). Guillermo L. GUITARTE. Cuervo, Henríquez ...
BICC, XIV, 1959 SOBRE EL ANDALUCISMO DE AMERICA 47

y la s domine sin excepción en la América española, pues data de


los primeros tiempos de la Conquista y se originó sin duda de la
concurrencia y cruzamiento de las diversas hablas de la metrópoli,
que no se conformaban en la pronunciación de estas letras; por ma-
nera que los hijos se igualaron adoptando lo más común. Del examen
de las rimas en poetas de Méjico, Chile y el Perú, resulta que a prin-
cipios del siglo xvn los descendientes de los conquistadores confun-
dían la s y la z {Obras, II, págs. 625-627).
El significado de este pasaje me parece claro: Cuervo ha
señalado previamente que, por el hecho mismo de haber sido
transportado, el español de América se desarrolla a partir del
siglo xvi sobre una base diferente de la que posee la lengua
de la Península. Luego, sobre esas bases distintas del español
europeo y americano, actúan a lo largo del tiempo las causas
generales que alteran inevitablemente las lenguas, y "produ-
ciendo acá unos efectos y otros allá, contribuyen a aumentar
las diferencias". Dado que existen estas causas generales
obrando a uno y otro lado del Atlántico, no es ineludible
que todos los fenómenos fonéticos idénticos extendidos am-
pliamente por América y España se deban en nuestro conti-
nente a importaciones de la metrópoli: pudieron surgir al-
gunos en ambas áreas por "evolución espontánea". Este es
el caso del yeísmo y de la pérdida de la d en las termina-
ciones en -ado, rasgos de gran extensión, aunque no genera-
les, del español moderno 29. Los dos fenómenos no son
anteriores al siglo xvm, esto es, a una época en que, ya cons-
tituidas las sociedades americanas, asimilaban lingüísticamen-
te a los inmigrantes con fonética diferente: si en América,
pues, hay yeísmo y pérdida de la d en -ado, son éstos sin
duda rasgos que se desarrollaron sin intervención de los es-
pañoles que se incorporaban a la vida americana; ahora bien,
argumenta Cuervo, la época relativamente reciente en que
comenzaron a producirse el yeísmo y la pérdida de -d- ex-

29 Téngase en cuenta que, en esta discriminación entre cambios indepen-


dientes y rasgos importados, Cuervo aprovecha la oportunidad para corregir
afirmaciones suyas anteriores, que sus nuevos estudios ya le impiden mantener:
en El casi, en Amér. (véase el largo trozo transcrito más arriba) había dado
al yeísmo americano como procedente de España, y parece haber considerado
también de origen peninsular a la pérdida de la -d- en las terminaciones en -ado.

THESAURUS. Tomo XIV. Núms. 1, 2 y 3 (1959). Guillermo L. GUITARTE. Cuervo, Henríquez ...
48 GUILLERMO L. CUITARTE BICC, XIV, 1959

plica que aún no se hayan generalizado en América (ni en


España), por contraste con rasgos como el seseo y la aspi-
ración de la /-, que dominan uniformemente en toda el habla
americana: estos fenómenos pertenecen al fondo originario
del español de América, constituido en la época de la Con-
quista, que "sirvió de núcleo y norma a las inmigraciones
sucesivas".
No me explico, por tanto, cómo Henríquez Ureña ha
podido comentar 30 este párrafo de Cuervo escribiendo:
"Cuervo tiene razón al verla [la conversión de z y c en s]
como fenómeno propio de América y no transplantado de
España". La distinta cronología del yeísmo y la pérdida de
-d- por un lado y del seseo y la conservación de la /- aspirada
— a la que nadie sospechará desarrollo americano indepen-
diente— por otro, está claramente señalada por Cuervo co-
mo la causa de la diferente extensión en América de ambas
parejas de fenómenos fonéticos. Tampoco dice el filólogo
colombiano que los descendientes de los conquistadores ha-
yan innovado en la pronunciación de las sibilantes, sino que
adoptaron "lo más común" de las formas dialectales de estos
sonidos que llegaron a América: los pasajes arriba transcritos
de El castellano en América y las Apuntaciones nos indican
expresamente que la pronunciación que predominó fue la
andaluza. No se le escapó a Amado Alonso que Cuervo era
andalucista en esta cuestión y por ello se detiene a rechazar
sus argumentos antes de exponer su propia teoría de un des-
arrollo autónomo del seseo americano 31. Sin embargo,
años más tarde, el mismo Alonso en uno de sus últimos trar
bajos coloca a Cuervo entre los estudiosos que negaban la
filiación andaluza del seseo americano:
Los españoles, dominados por la impresión de que el hablar
americano se parece al andaluz, apenas pueden deshacerse de la falsa
consecuencia de que ese parecido sea filiación lingüística. Los filó-

30 BDH, IV, pág. 249, n. 2.


31 Orígenes del seseo americano, en Estudios lingüísticos (Temas hispanoa-
mericanos), Madrid, 1953, págs. 109-110: conjeturo que la primera parte de
este estudio reproduce el artículo La pronunciación americana de la z y de ¡a
c en el siglo XVI, en Universidad de U Habana, V (1939), págs. 62-83.

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BICC, XIV, 1959 SOBRE EL ANDALUCISMO DE AMERICA 49

logos americanos Rufino José Cuervo, Pedro Henríquez Ureña,


Alfonso Reyes, entienden que donde hay coincidencia hay parale-
lismo 32 .
Sólo puedo comprender este lapsus y autocontradicción
de Amado Alonso pensando que las constantes afirmaciones
de Henríquez Ureña que "Cuervo es el primero que se
opone a la noción popular del andalucismo de América"
penetraron en los filólogos de tal manera que bastaba men-
cionar el antiandalucismo para que, como por un acto reflejo,
se asociara a este concepto el nombre de Cuervo.
Cuervo dice que los hijos de los conquistadores nivelaron
su habla adoptando "lo más común" del "cruce y concurren-
cia" de las diversas pronunciaciones metropolitanas de g, z,
ss y s que llegaron a América; dado que se generalizó la
solución andaluza, es indudable que el estudioso bogotano
pensaba que en los establecimientos americanos debió haber
predominado el habla de Andalucía durante la primera etapa
de la Conquista. Este razonamiento, que se impone con fuerza
lógica, lo encuentro confirmado por un pasaje de los últimos
escritos de Cuervo, en que de modo explícito afirma el anda-
lucismo de las Antillas:
El haberse conservado en Antioquia la forma originaria ha de
atribuirse, por u n a parte, a la mayor homogeneidad de los primeros
pobladores, q u e fueron en gran parte i s l e ñ o s , e n t r e l o s c u a l e s

32 Historia del ceceo y del seseo españoles, en T/iesaurus, BICC, VII (1951),
págs. 183-184. A continuación Alonso remite a su artículo citado en la nota
anterior, donde refuta el andalucismo de Cuervo respecto al seseo. En realidad,
Alfonso Reyes no es partidario de desarrollos paralelos sino de la teoría del
español vulgar como base del americano; léase este pasaje, importante porque
en él Reyes ha visto certeramente la actitud andalucista de Cuervo, que se
interpretó al revés en la polémica de los años siguientes: "Y lo curioso es que
todos los fenómenos que gruesamente se agrupan bajo la denominación de
'habla andaluza', pueden registrarse en España, ya a pocos kilómetros de Madrid,
en los Cigarrales de Toledo, y más bien constituyen un matiz común del habla
española vulgar. En este sentido deben rectificarse las inferencias del maestro
Rufino José Cuervo que, juzgando por las reminiscencias andaluzas del habla
americana (es decir: por los dejos del antiguo español vulgar) supuso, acaso
equivocadamente, que el fondo principal de las primeras poblaciones coloniales
de América procedía todo de Andalucía" (Simpatías y diferencias, en Obras
completas, Méjico, V, 1956, pág. 345; también Vísperas de España, Obras compl.,
II, pág. 97).

THESAURUS. Tomo XIV. Núms. 1, 2 y 3 (1959). Guillermo L. GUITARTE. Cuervo, Henríquez ...
50 GUILLERMO L. CUITARTE BICC, XIV, 1959

d o m i n a b a e l h a b l a a n d a l u z a , más conforme en ese tiempo


con la castellana, y, por la otra, al aislamiento en que [ . . . ] v i v i ó por
largo tiempo en aquel país montañoso 3 3 .

Para comprender exactamente este trozo debe recordarse


que Cuervo concedía un valor fundamental a los primeros
asentamientos españoles en este continente, porque ellos cons-
tituyeron la base de la nueva vida hispanoamericana a la que
se acomodaron los sucesivos inmigrantes:
Todo el Nuevo Mundo recibió en corto tiempo establecimientos
que fueron centros de gobierno y cultura, y cuya población, nivelada

33 Pról. a Apunl. 7» cd., en Obras, I, pág. 36; el subrayado es mío. Análoga-


mente, LENZ, Diccionario etimológico de voces chilenas, Santiago, 1905-1910,
págs. 32 y 37-38, había visto la importancia de esta región para la difusión de
los indigenismos: en su gran mayoría las palabras de lenguas indígenas que se
han generalizado a todo el español de América proceden de las Antillas. Una
observación: la fundación de Antioquia por Jorge Robledo tuvo lugar en 1541;
Cuervo en unas ocasiones (El cast. en Amér., en Obras, II, pág. 534, y Disquisi-
ciones, en Obras, II, págs. 279 y 434-435) dice que en Andalucía se distinguieron
las sibilantes durante la primera mitad del siglo xvi; otras veces (Apunt. 7* ed.,
§ 780, y Casi. pop. y cast. lit., en Obras, I, pág. 1422) reduce el plazo al primer
tercio de dicho siglo. Hay, pues, argumentos a favor y en contra, suministrados
por el mismo Cuervo, para considerar que en el "predominio del habla anda-
luza" a que se refiere el trozo transcrito está incluido el seseo; estuviera ya
impuesto en 1541 c! seseo en Antioquia o aún no lo hubiera logrado, lo funda-
mental es que creyera Cuervo de origen andaluz al fenómeno americano, y esto
no ofrece dudas a la luz de los textos más arriba copiados. Acaso la acotación
de que el habla andaluza estaba más conforme en ese tiempo con la castellana
haya que interpretarla en el sentido que Cuervo creía que por aquellos años
no diferían todavía castellanos y andaluces en la pronunciación de c, z, ss, y /,
Pudiera ocurrir as!, pero por el significado más claro que tiene la observación
en otro pasaje de la obra de Cuervo, donde figura como ejemplo de un razo-
namiento que no se aplica a las sibilantes, pienso que se refiere nuestro autor
a desarrollos del español moderno. En El cast. en Amér. Cuervo señala a
Valera que ha caído en el espejismo de considerar insignificantes las diferencias
regionales del español contemporáneo por atenerse exclusivamente a la lengua
literaria, que le ocultaba las variaciones locales. Estas existen con fuerza y sólo
los grandes centros políticos y culturales las mantienen a raya; aun de este modo,
los desarrollos dialectales "pueden crecer a despecho de todo; así es de creer
que rasgos característicos del andaluz actual son de data relativamente re-
ciente" (Obras, II, pág. 529; referencias análogas a la de este pasaje en El esp.
en C. Rica, en Obras, II, pág. 624, y Pról. a Apunt. 7* ed., en Obras, I, pág. 23).
"Data relativamente reciente" significaba para Cuervo el siglo xvm, como se ve
por los que consideraba fenómenos andaluces: el yeísmo y la pérdida de -r (Cast.
pop. y cast. lit., en Obras, I, pág. 1366; la desaparición de -r, no documentada
antiguamente: ibid., págs. 1403-1406), y asimismo la aspiración de -s (ibid.,
en Obras, I, pág. 1417).

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BICC, XIV, 1959 SOBRE EL ANDALUCISMO DE AMERICA 51

por causa del espíritu aventurero que llevaba a los primeros con-
quistadores a recorrerlo todo de un cabo a otro, sirvió de núcleo
y norma a las inmigraciones sucesivas 34 .
Y justamente a la isla de Santo Domingo, centro político
y cultural de esos "isleños", entre los cuales dominaba el
habla "andaluza", Cuervo atribuye un papel de primer orden
en la historia lingüística hispanoamericana: fue el "campo
de aclimatación" de la lengua española a las nuevas necesi-
dades americanas, y el centro de irradiación del caudal idio-
mático ya americanizado a todo el continente por medio de
los antillanos que formaban o reforzaban las expediciones
conquistadoras 35 . Parece difícil que Cuervo no concibiera
dentro de este proceso la generalización del seseo americano;
el predominio del habla andaluza en las islas del Caribe
habrá sido la razón de que su pronunciación de g, z, ss y s
fuera "lo más común" de la zona, y la importancia de las
Antillas en la primera época de la Conquista explica que este
rasgo se extendiera por todo el Nuevo Mundo y entrara en
el "fondo originario" del habla americana, como una de
aquellas peculiaridades provinciales metropolitanas que, "si
bien vinieron en su mayor parte a quedar ahogadas", nunca
dijo Cuervo que desaparecieran en su totalidad. Sorprende
comprobar hoy que Cuervo, a principios de siglo, había lle-
gado ya a ver el predominio andaluz en la etapa inicial de
la colonización americana, tal como lo admitía Amado Alon-
so en sus últimos trabajos 36 y acaba de demostrarlo Peter
Boyd-Bowman en el estudio 37 más completo que hasta el mo-

34 El cast. en Amér., en Obras, II, pág. 531. La idea expresada en estas


líneas es importante para Cuervo, porque constituye una de las diferencias
entre la expansión del español en América frente a la del latín por Europa,
donde pensaba el colombiano que cada provincia contó con una base lin-
güística cronológicamente distinta. Cf. también Pról. a Apunt. 7* ed., en Obras, I,
págs. 33-34, y el pasaje más arriba copiado de El esp. en C. Rica.
35
Pról. a Apunt. 7* ed., en Obras, I, págs. 36-39.
36 RFH, VII (1945), págs. 343, y Thesaurus, BICC, VII (1951), pág. 184.
37 Regional Origins o) the Earliest Spanish Colonists oj America, en PMLA,
LXXI (1956), págs. 1152-1172; trad. en Mundo Hispánico de Madrid, año X
(1957), núm. 115, págs. 23-28. En lo referente al seseo, Cuervo está acom-

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52 GUILLERMO L. CUITARTE BICC, XIV, 1959

mentó poseemos sobre el tema. Las obras de Cuervo están


reemplazadas en nuestros días por trabajos que responden
mejor a los conocimientos y exigencias actuales, pero siempre
que acudamos a ellas veremos que, por su hondura y su co-
nocimiento de los temas americanos, el magnífico don Ru-
fino rara vez dejaba de atisbar con acierto los problemas lin-
güísticos de la América hispana.
En este punto he llegado al final de mi razonamiento y
creo haber puesto en claro que debe retirarse de la circula-
ción la imagen de un Cuervo que hubiera refutado la teoría
andalucista, porque: 1) no se ocupó de ella; 2) si lo hubiera
hecho, habría rechazado una identificación lingüística vulgar
entre Andalucía y América, pero sí hubiera aceptado la per-
duración de rasgos andaluces en el español de América, es
decir, si se me permite la expresión, hubiera sido un anda-
lucista 'crítico' 38 .

2. LA OPOSICIÓN DE HENRÍQUEZ UREÑA


AL ANDALUCISMO DE AMERICA

No puedo dejar de contestar a la pregunta que surge ne-


cesariamente: ¿cómo es posible que un hombre de la lím-
pida inteligencia de Henríquez Ureña pueda haber confun-
dido tan repetidamente la opinión de Cuervo sobre la pn>
pañado hoy en su actitud andalucista por un filólogo de la talla de RAFAEL
LAPESA, Sobre el ceceo y el seseo en Hispanoamérica, en Rev. Ib., XXI (1956),
págs. 409-416; cf. asimismo A[NTONIO] T[OVAR], en Dice, de Hist. de Esp.,
Madrid, I, 1952, pág. 881. El origen andaluz del seseo americano es también
defendido por D. CATALÁN, El ceceo-zezeo al comenzar la expansión atlántica
de Castilla en Bol. de Filología, XVI (1956-1957), págs. 332-334, e indicado
como probable por A. MARTINET, Économie des changements phonétiques,
Berne, 1955, pág. 323.
38
Además de la gran cantidad de andalucismos léxicos y del seseo, es
muy probable que Cuervo considerara de origen regional sudespañol la dis-
tinción americana entre el acusativo lo y el dativo le del pronombre de tercera
persona: "La escisión del uso aquí examinado [loísmo y leísmo en el dominio
del español] se asemeja por varios conceptos a la que existe en la pronunciación
de la z y la s" (Los casos encl. y proel, del pron. de tercera persona en cast., en
Obras, II, pág. 216). Hay que tener en cuenta que para Cuervo el leísmo
"culmina en los siglos xvi y xvn en escritores de Madrid y provincias cir-

THESAURUS. Tomo XIV. Núms. 1, 2 y 3 (1959). Guillermo L. GUITARTE. Cuervo, Henríquez ...
BICC, XIV, 1959 SOBRE EL ANDALUCISMO DE AMERICA 53

cedencia dialectal de los colonos de América? Un estudioso


de la jerarquía del ilustre dominicano no comete errores por
inadvertencia; si ha ocurrido en el caso que me ocupa una
distorsión del pensamiento de Cuervo, ello se ha debido a
que el rechazo del andalucismo del Nuevo Mundo tenía para
Henríquez Ureña un carácter afectivo lo suficientemente
fuerte como para impedirle distinguir entre su propia inter-
pretación y la que había adoptado ante la cuestión el filólogo
colombiano.
Pienso que se comprenderá mejor el sentido de esta pos-
tura negativa ante el andalucismo de América si se abandona
por un momento el campo de la estricta filología para exa-
minar la totalidad del pensamiento de Henríquez Ureña y
la situación histórica de que ha surgido. Esto es tanto más
necesario cuanto, como es sabido, el dominicano no circuns-
cribió su actividad a la filología sino fue un hombre de am-
plia cultura que se esforzaba por lograr una concepción ge-
neral de los problemas de América. Por otra parte, creo que
una exposición escueta de las negaciones de Henríquez Ureña
al andalucismo de América nos dejaría muy lejos de la com-
prensión de su actitud:
Ninguna idea es sólo lo que ella por su exclusiva apariencia es.
Toda idea se singulariza sobre el fondo de otras ideas y contiene
dentro de sí la referencia a éstas. Pero además ella y la textura o
complexo de ideas a que pertenece, no son sólo ideas, esto es, no
son puro 'sentido' abstracto y exento que se sostenga a sí mismo
y represente algo completo, sino que una idea es siempre la reacción
de un hombre a una determinada situación de su vida. Es decir,
que sólo poseemos la realidad de una idea, lo que ella íntegra-
mente es, si se la toma como concreta reacción a una situación
concreta. Es, pues, inseparable de ésta. Tal vez resulte aún más
claro decir esto: pensar es dialogar con la circunstancia. Nosotros
tenemos siempre, queramos o no, presente y patente nuestra cir-
cunstancia; por eso nos entendemos. Mas para entender el pensa-
miento de otro tenemos que hacernos presente su circunstancia.

cunvecinas" (ibid., en Obras, II, pág. 178); su ausencia en América es, pues, un
rasgo regional no castellano. Para su identificación me parece significativo este
pasaje: "Con asomos de verosimilitud sería lícito conjeturar que a la residencia
de Cervantes en Andalucía se debe el que use varias veces lo en las Novelas
y en el Quijote" (ib., en Obras, II, págs. 181).

THESAURUS. Tomo XIV. Núms. 1, 2 y 3 (1959). Guillermo L. GUITARTE. Cuervo, Henríquez ...
54 GUILLERMO L. CUITARTE BICC, XIV, 1959

Sin esto, fuera como si de un diálogo poseyésemos sólo lo que dice


uno de los interlocutores 3 9 .

Estas palabras de Ortega y Gasset justifican mi propósito


de mostrar la conexión que tiene la postura antiandalucista
de Henríquez Ureña con la totalidad de su pensamiento y,
paralelamente, de situar a su obra dentro de las circunstan-
cias en que surge y a cuyos problemas responde. Podemos
trazar con suficiente precisión el panorama histórico de la
generación a que perteneció Henríquez Ureña porque la
constituyó un grupo de literatos, filósofos y artistas de muy
alto valor, cuya obra ha alcanzado amplia y merecida reper-
cusión. Esta generación comenzó su vida activa en Méjico
hacia 1910 y se la ha bautizado con el nombre de generación
del Centenario por celebrarse en esa fecha los cien años de
la independencia mejicana; sus figuras principales fueron
Antonio Caso, José Vasconcelos, Alfonso Reyes, Martín Luis
Guzmán, el pintor Diego Rivera y el mismo Henríquez
Ureña, considerado como uno de sus mentores 40 . Alfonso
Reyes ha trazado en líneas inolvidables el cuadro del am-
biente espiritual de Méjico —que era, mutatis mutandis, el
de toda Hispanoamérica— en el momento en que irrumpe
en la escena pública la generación del Centenario, recordan-
do "la mala conciencia con que nuestros mayores contem-
39
J. ORTEGA Y GASSET, Prólogo a «Historia de la filosofía», de ÉmiU
Bréhter, en Obras completas, vol. VI, págs. 390-391. En las lincas transcritas
está implícita la fórmula de la 'razón vital" de Ortega: "Porque existo, pienso";
sería ocioso, por tanto, multiplicar las citas.
40 Sobre la generación del Centenario, otras veces llamada "del Ateneo
de la Juventud", por su centro de reunión y actividades, véase ALFONSO REYES,
Pasado inmediato, Méjico, 1941, págs. 3-6-1; Luis LEAL, La generación del
Centenario, en Hispania, XXXVII < 1954), págs. 425-128, y Pedro Henríquez
Ureña en México, en Rev. Ib., XXI (1956), págs. 110-113; SAMUEL RAMOS,
El perfil del hombre y la cultura en México, Colección Austral N ' 1080,
Buenos Aires, 1952, págs. 77-81; P. HENRÍQUEZ UREÑA, La Revolución y la
cultura en México, en Píen. Amér., págs. 77-87; José Luis MARTÍNEZ, Litera-
tura mexicana: Siglo XX, Méjico, 1949, págs. 3-15 y 356-360. Quiero aclarar
que tomo como punto de referencia para el cuajar del pensamiento de Hen-
ríquez Ureña la etapa de su vida en Méjico, porque llegó a este país muy
joven — a los veintidós años — y porque estimo indudable que, a través de su
actuación en el Ateneo de la Juventud, la fundación de la Universidad Po-
pular, la reorganización de la Escuela de Altos Estudios y el ministerio de

THESAURUS. Tomo XIV. Núms. 1, 2 y 3 (1959). Guillermo L. GUITARTE. Cuervo, Henríquez ...
BICC, XIV, 1959 SOBRE EL ANDALUCISMO DE AMERICA 55

piaban el mundo, sintiéndose hijos del gran pecado original,


de la capitis diminutio de ser americanos" 41 . El siglo xix
fue testigo de la tremenda crisis del mundo hispánico, como
consecuencia del choque entre los defensores de la vieja tra-
dición hispana y los introductores del espíritu moderno. En
Hispanoamérica la conquista de la independencia política
había sido seguida de una triste historia: la anarquía y las
guerras civiles arruinaron y fragmentaron a los nuevos países;
no faltaron las agresiones extranjeras y las mutilaciones te-
rritoriales, al cabo de las cuales las repúblicas americanas
quedaron subordinadas económica y culturalmente a Europa
o Estados Unidos. Por ello, continúa Alfonso Reyes, en los
primeros años del siglo xx se vivía en "la época del a quoi
tient la supériorité des Anglo-Saxons? Era la época de la su-
misión al presente estado de cosas, sin esperanza de cambio
definitivo ni fe en la redención" 42 ; dentro de la situación
desfavorable de ser latino, se tenía aún la mala suerte de per-
tenecer al orbe hispánico, tan decaído entonces, y en él, para
colmo de esta serie de fatalidades, "se era dialecto, derivación,
cosa secundaria, sucursal otra vez: lo hispano-americano,
nombre que se ata con guioncito, como con cadena".
La labor de la generación del Centenario es una vigorosa
negación de aquella presunta fatalidad de ser americano,

Vasconcelos, se identificó con ese momento de la vida mejicana. Desde luego,


habría que distinguir entre el ideario de la generación del Centenario y las
ideas propias de Henríquez Urcña, tarca que me es imposible realizar desde
Buenos Aires. Téngase en cuenta que aún no disponemos de una edición
de las obras completas del dominicano, ni de un estudio sobre su pensamiento,
ni siquiera de una biografía sensu stricto; en todo caso, dando el ámbito
general del pensamiento de Henríquez Urcñn, creo que no yerro: sólo la-
mento no poder matizarlo individualmente. Precedente de la generación del
Centenario es la venerada figura de Justo Sierra, cuyos libros de historia
y sus discursos, dice acertadamente Caso, fueron "consagrados a la nación
mexicana para enaltecerla y dignificarla, como los de Fichte a la nación ale-
mana, para despertarla de la atonía patriótica en que yacía cuando [ . . . ]
fue escarnecida por los ejércitos de Bonaparte" (citado por L. G. URBINA, La
vida literaria de México, Méjico, 1946, pág. 147). Por otra parte, me parece
evidente la influencia en Méjico, como en toda la América hispana de co-
mienzos del siglo xx, de la prédica de Rodó.
41 Ultima Tule, Méjico, 1942, págs. H2-143.
42 ¡bid., pág. 144.

THESAURUS. Tomo XIV. Núms. 1, 2 y 3 (1959). Guillermo L. GUITARTE. Cuervo, Henríquez ...
56 GUILLERMO L. CUITARTE BICC, XIV, 1959

acompañada de un descubrimiento de la realidad mejicana


— y americana en general — cuyas tradiciones se estimulan,
pues se sabe que sólo con ellas se podrá lograr la cultura que
impida la vida fantasmal y refleja que hasta entonces llevaba
el país. A partir de esta circunstancia surge y se desarrolla
la obra de Henríquez Ureña, que se encuentra dominada,
en consecuencia, por el esfuerzo de lograr la 'originalidad'
de la cultura hispanoamericana. Con ello Henríquez Ureña
supo colocarse ante una de las cuestiones fundamentales del
pensamiento de nuestro continente, y de su preocupación por
este problema —y, por supuesto, de la calidad de su espí-
ritu— procede la importancia de su obra. En nombre de esta
originalidad no se pretende crear una cultura distinta de la
europea: sólo se quiere participar en ella — ya convertida en
occidental — llevando las experiencias que se han o r i g i n a -
d o en circunstancias de la vida americana; simplemente, se
quiere dejar de ser el eco de planteos propuestos en Europa
para asumir la responsabilidad de decir una palabra
propia 43.
El problema de la originalidad americana es antiguo:
surge inmediatamente después de las guerras de la indepen-
dencia contra España, aunque estaba latente como una de
las razones que promovieron la emancipación de las colonias,
y aún hoy tiene plena vigencia. Por sus enormes conocimien-
tos, la hondura de su juicio y el fervor que puso en la em-
presa, grande y valioso ha sido el aporte de Henríquez Ureña
a la tarea de adquisición de conciencia de la realidad ameri-
cana, en la que debe arraigar la participación original del
hombre de este continente a la cultura occidental. Su contri-
bución se orientó principalmente a mostrar los caminos y las
obras a través de los cuales se revelaba el espíritu americano,
es decir, quiso dar consistencia de tradición a los esfuerzos
que se realizaban en Hispanoamérica por adquirir voz propia

43 Cf. LEOPOLDO ZEA, América en la historia, Méjico, 1957, págs. 11-12.


En este libro se expone la problemática actual de la cuestión; el desarrollo
ideológico de la búsqueda de la originalidad americana durante el siglo xix
puede verse en el trabajo del mismo Zea, Dos etapas del pensamiento en
Hispanoamérica, Méjico, 1949.

THESAURUS. Tomo XIV. Núms. 1, 2 y 3 (1959). Guillermo L. GUITARTE. Cuervo, Henríquez ...
BICC, XIV, 1959 SOBRE EL ANDALUCISMO DE AMERICA 57

en el concierto mundial 44. Pero no intento ahora estudiar


la obra de Henríquez Ureña; mi propósito ha sido caracte-
rizar sumariamente el ámbito histórico de sus ideas, para
poder interpretar inteligiblemente el sentido con que se
escribieron. De su época me interesa destacar estos rasgos:
viril rechazo del pensamiento de la generación anterior, para
la cual Hispanoamérica era una nebulosa realidad, reflejo de
otras culturas, y la afirmación de la existencia de fuerzas es-
pirituales propias de América, actitud de la que es correlativa
la búsqueda de la tradición de donde proceden esas fuerzas
que permiten hablar de una autoctonía u originalidad de lo
americano. Pienso que teniendo presentes estos datos se ex-
plicará el antiandalucismo de Henríquez Ureña en la po-
lémica que mantuvo sobre el aporte dialectal español al habla
de América.
En primer lugar debe destacarse que por el escaso des-
arrollo de los estudios hispanoamericanos —y, en última
instancia, por la lenta adquisición de una imagen precisa de
este nuevo mundo tan reciente en la historia— América
era una semiincógnita para los extranjeros y aun para los
mismos nativos, que se hacían eco de los juicios de los pri-
meros. Alfonso Reyes ha hablado a este propósito de una
verdadera "fábula de América", que propala por Europa las
más absurdas leyendas sobre las condiciones de la vida ame-
ricana 45. Henríquez Ureña tenía plena conciencia de que
el mundo de lo hispanoamericano era una enmarañada selva
virgen, ante la cual todavía se estaba en la etapa de abrir
caminos para transitarla; en tanto que esto no se hiciera, el
inmenso territorio se poblaría, como en los mapas medie-

44 "Nuestra América se expresará plenamente en formas modernas cuando


haya entre nosotros densidad de cultura moderna. Y cuando hayamos acertado a
conservar la memoria de los esfuerzos del pasado, dándole solidez de tradición"
(La América española y su originalidad, en Píen. Amér., pág. 57). También,
entre otros pasajes: "Creo que en la América española es urgencia intelectual
crear una tradición, o, mejor dicho, darnos cuenta de que tenemos una tra-
dición" (Clás. de Amér., I, pág. 25).
45 Simpatías y diferencias, en Obras completas, Méjico, vol. V, 1956,
pág. 338. Sería fácil espigar en la obra de Reyes referencias análogas a las
que contiene este artículo sobre la 'leyenda americana'.

THESAURUS. Tomo XIV. Núms. 1, 2 y 3 (1959). Guillermo L. GUITARTE. Cuervo, Henríquez ...
58 GUILLERMO L. CUITARTE BICC, XIV, 1959

vales, de dragones y sirtes con que se representaba fantásti-


camente lo desconocido 46 . Gran parte de la 'mala con-
ciencia' que el americano tenía de sí mismo provenía sen-
cillamente de ignorancia, es decir, de falsas nociones y
equivocadas generalizaciones sobre Hispanoamérica, que ocu-
paban el lugar de un conocimiento exacto y verdadero que
hasta entonces no se poseía. Henríquez Ureña consagró su
vida a esta tarea de esclarecimiento y, gracias a ella, han
desaparecido muchos fantasmas. Es evidente, también, la ac-
titud polémica del dominicano contra estos falsos lugares
comunes que reemplazaban a un auténtico conocimiento de
la que, con frase de Martí, llamaba "nuestra América"; es
muy comprensible, por otra parte, su postura por la nece-
sidad de terminar con un estado de opinión que hería sus
fibras más íntimas. En varias ocasiones Henríquez Ureña
rompió una lanza contra errores que ocultaban o calumnia-
ban a América; por ejemplo, reivindicando a don Juan Ruiz
de Alarcón para la literatura mejicana 47, demostrando
la falsedad del cargo de exuberancia o 'tropicalismo' lan-
zado contra los americanos 48, deshaciendo la creencia vulgar
de una América dividida entre los petits pays chauds y las
naciones 'bien organizadas' 49, o defendiendo a indios y
negros contra el cargo de ser culpables de la anarquía his-
panoamericana 50. Significativamente, la primera incur-

46 Caminos de nuestra historia literaria, en Seis ensayos, pág. 37.


47 Don Juan Ruiz de Alarcón, conferencia pronunciada el 6 de diciembre
de 1913 en la Librería General de Méjico. Se publicó al año siguiente y se
reimprimió en varias ocasiones; puede verse en Seis ensayos, págs. 79-99.
48 Seis ensayos, págs. 44-48; cf. Corr. lit., pág. 15. De la susceptibilidad
de Henríquez Ureña ante estas burdas ideas de lo americano es muestra el
episodio que precedió a la redacción de las páginas citadas de Seis ensayos;
lo narra RAFAEL ALBERTO ARRIETA, P. H. U., profesor en la Argentina, en
Rev. Ib., XXI (1956), págs. 89-90, que comenta: "Comprendí entonces que
el difundido concepto climático influía obsesivamente en su constante vigilan-
cia del estilo".
49 Seis ensayos, págs. 48-51.
50 Corr. lit., pág. 237; La América española y su originalidad, en Píen.
Amér., pág. 56. También frente al hombre de la calle salió Henríquez Ureña
en favor de España — otra "gran calumniada de la historia", como decía Una-
muno —, adoptando generosamente una postura no cómoda, patente en toda

THESAURUS. Tomo XIV. Núms. 1, 2 y 3 (1959). Guillermo L. GUITARTE. Cuervo, Henríquez ...
BICC, XIV, 1959 SOBRE EL ANDALUCISMO DE AMERICA 59

sión de Henríquez Ureña en el terreno de la lingüística,


su nota La lengua de Santo Domingo, en la Revista de
Libros (Madrid), III (1919), está enderezada a rectificar uno
de los errores que la forzosa imagen borrosa de América
hacía nacer en Europa: la atribución a Santo Domingo de
un dialecto criollo negro-español 51. Y entrando en mi
tema, a esta tónica espiritual de polémica contra afirmacio-
nes simplistas y superficiales sobre América, cuyo sentido
de afirmación americanista acaba de verse, debe remitirse la
posición antiandalucista de Henríquez Ureña, tal como lo
muestra su primera aparición en las Observaciones sobre el
español en América:
En cualquier estudio sobre el castellano de América debe co-
menzarse por abandonar, siquiera temporalmente, las afirmaciones
muy generales: toda generalización corre peligro de ser falsa. Diferen-
cias de clima, diferencias de población, contactos con diversas lenguas
indígenas, diversos grados de cultura, mayor o menor aislamiento,
han producido o fomentado diferenciaciones en la fonética y en la
morfología, en el vocabulario y en la sintaxis. Ante tanta diversidad
fracasa una de las generalizaciones más frecuentes: el andalucismo
de América (RFE, VIII (1921), págs. 357-359).
En este pasaje se revelan el deseo de claridad mental y
de rigor de Henríquez Ureña, ese espíritu suyo tan 'socrá-
su obra y definida con claridad en Raza y cultura hispánica, en Píen. Amér.,
págs. 44-54. Félix Lizaso cuenta que comentó alguna vez: cierta persona
"cree que no soy a m e r i c a n i s t a porque soy h i s p a n i s t a . Me temo que
en Cuba, todavía ser a m e r i c a n i s t a , cubanista, digamos, implica ser
antiespañol; y hay uno que otro país de América donde todavía se piensa así"
(/'. H. U. y sus presencias en Cuba, en Reí: Ib., XXI (1956), pág. 115).
51 Inhallable en Buenos Aires este trabajo, manejo la larga nota que
sobre el tema figura en las primeras Observaciones sobre el esp. en Amér., en
RFE, VIII (1921), págs. 363-364, a la que, además, remite el mismo Henríquez
Ureña en BDH, V, pág. 37, nota. Para captar exactamente el sentido de
estas correcciones, al deseo de despejar la imagen de América indicado más
arriba, hay que añadir una nota más, que nos transmite ALFONSO REYES,
Ultima Tule, pág. 140: "Entre los escritores americanos es ya un secreto pro-
fesional el que la literatura europea equivoque frecuentemente las citas en
nuestra lengua, la ortografía de nuestros nombres, nuestra geografía, etc.".
Afortunadamente, hoy ya no puede decirse lo mismo, porque, por ejemplo,
es sólo un irritante caso aislado el de MARCEL COHÉN, Pour une sociologie du
langage, París, 1956, pág. 319, que todavía repite que en Santo Domingo se
habla "un creóle cspagnol, avee l'espagnol comme langue officielle enseignée".

THESAURUS. Tomo XIV. Núms. 1, 2 y 3 (1959). Guillermo L. GUITARTE. Cuervo, Henríquez ...
60 GUILLERMO L. CUITARTE BICC, XIV, 1959

tico', como lo califica Alfonso Reyes, que somete a impla-


cable análisis todas las opiniones, y, también, el afán de des-
truir aquellos 'dragones y sirtes' con que se llenaban las
tierras incógnitas del mapa de América. El planteo en que
se funda el supuesto andalucismo de América es para Hen-
ríquez Ureña semejante, por ejemplo, al que atribuye ver-
bosidad a los escritores americanos: unas lecturas al azar
de autores no representativos cuyos rasgos se g e n e r a l i z a n
para toda la literatura hispanoamericana. Cuando el estudioso
dominicano polemice con Wagner, su procedimiento consis-
tirá principalmente en mostrar que las manifestaciones lin-
güísticas de América sólo coinciden en p a r t e con las de
Andalucía 52. En el andalucismo, como en el pretendido
tropicalismo americano, Henríquez Ureña no veía más que
uno de los tantos prejuicios debidos, por una parte, a las
precarias noticias que se tenían de América y, por otra parte,
como corolario de lo anterior, a la creencia de que Hispano-
américa era una entidad uniforme, cuyas características se
repetían monótonamente desde Nuevo Méjico hasta Tierra
del Fuego. Tocamos aquí otra idea fundamental de Hen-
ríquez Ureña, de la que parte también para rechazar la
identificación de América con cualquier parte de España:
la variedad regional hispanoamericana 53. El objeto prin-
cipal de la búsqueda de Henríquez Ureña siempre fueron
las manifestaciones del espíritu americano; ahora bien, éste
se había originado, según él, por las modificaciones que ex-

52 El supuesto andalucismo de América, Buenos Aires, 1925, pág. 122.


53 Idea antigua de HENRÍQUEZ UREÑA, pues aparece ya en la conferencia
de 1913 sobre J. Ruiz de Alarcón, Seis ensayos, págs. 79-82; también en
Caminos de nuestra historia literaria, ib., págs. 41-44; Música popular de
América, en Conferencias, Biblioteca del Colegio Nacional de La Plata, I, 1930,
pág. 203, y La utopía de América, en Píen. Amér., pág. 18: "¿Y cómo se
concilia esta utopía, destinada a favorecer la definitiva aparición del hombre
universal, con el nacionalismo antes predicado, nacionalismo de jicaras y poemas,
es verdad, pero nacionalismo al fin? No es difícil la conciliación; antes, al
contrario, es natural. El hombre universal con que soñamos [ . . . ] no será
descastado: sabrá gustar de todo, apreciar todos los matices, pero será de su
tierra; su tierra, y no la ajena, le dará el gusto intenso de los sabores nativos,
y ésa será su mejor preparación para gustar de todo lo que tenga sabor ge-
nuino, carácter propio".

THESAURUS. Tomo XIV. Núms. 1, 2 y 3 (1959). Guillermo L. GUITARTE. Cuervo, Henríquez ...
BICC, XIV, 1 9 5 9 SOBRE EL ANDALUCISMO DE AMERICA 61

perimentó el español en los distintos medios del nuevo con-


tinente en que se estableció 54. Fue distinta, por tanto,
la sociedad del Méjico colonial, asentada sobre lo que había
sido un fuerte imperio indígena, de la que se creó en el Río
de la Plata sobre un tenue sustrato indio; así, por ésta entre
otras razones, debían diferir en su modo de ser las gentes
de una y otra región. Sin duda, aparte de esta concepción
sobre el surgir variamente condicionado del espíritu ameri-
cano, en esta percepción fina de las diversas fisonomías del
nuevo continente se adivina la visión necesariamente más
matizada del propio nativo, que ve a su mundo 'por de den-
tro' y que sabe que la existencia de la magna patria ame-
ricana no significa la negación de la personalidad de los
distintos países que la componen; para Henríquez Ureña los
factores que han contribuido a dar características propias a
cada región de Hispanoamérica han sido los que enumera
en el pasaje transcrito de las Observaciones: diferencias de
clima y de población, distintas lenguas indígenas de sustrato,
mayor o menor grado de cultura y aislamiento. Las pala-
bras que rechazan las generalizaciones sobre el español de
América — y, en primer lugar entre ellas, el andalucismo —
se encuentran, debido a todos estos motivos, dentro del apar-
tado en que se determinan las zonas dialectales americanas;
a partir de este trabajo de Henríquez Ureña ya no se ha-
blará de un abstracto 'español de América' sino cobrarán
figura y color las distintas áreas hispanoamericanas, en cada
una de las cuales experimenta un desarrollo particular el
español.
El mérito de las Observaciones, pues, ha sido grande,
por cuanto en ellas aparece ya delineada una exposición de
la dialectología hispanoamericana. No es menos cierto que
la condena del andalucismo, que se inicia en este trabajo,
está bajo el signo de una pasión — generosa, pero pasión al
fin — de luchar contra las fábulas que rodaban por el mun-
do a propósito de América, unida a la concepción de una

54 Trato más adelante este concepto del surgir de lo americano, que des-
empeña un papel decisivo en el pensamiento de Henríquez Ureña.

THESAURUS. Tomo XIV. Núms. 1, 2 y 3 (1959). Guillermo L. GUITARTE. Cuervo, Henríquez ...
62 GUILLERMO L. GUITARTE BICC, XIV, 1959

fisonomía propia de nuestro continente que rechaza todo


intento de reducirlo a un reflejo extranjero. Henríquez Ure-
ña negaba la "identificación vulgar", "popular, superficial",
entre la América española y Andalucía 55, porque "la
vaga entidad, la enorme extensión de América [... ] ofrece
demasiada variedad de fenómenos para encerrarse en fórmu-
las simples" 56 ; "no hay, que sepamos, ningún fenómeno
en que invariablemente coincidan Andalucía y la América
española en su conjunto" 57. Esto es exacto: la descripción
de un habla americana no se confunde con la de una an-
daluza. Pero Henríquez Ureña, con una actitud en que
está el origen de su ya expuesta interpretación errónea de
Cuervo, confunde insensiblemente el rechazo de la identi-
ficación lingüística popular entre América y Andalucía con
la posibilidad de la filiación histórica de alguna de las se-
mejanzas; en las Observaciones de 1921, diez años antes de
que apareciera su estudio estadístico sobre los primeros po-
bladores de Hispanoamérica, Henríquez Ureña sentaba que
la semejanza del español de América y el andaluz, "donde
existe, puede estimarse como desarrollo paralelo y no nece-
sariamente como influencia del Sur de España" 58.
En la polémica con Wagner, sin embargo, el domini-
cano debe reconocer que "no hay explicación segura, toda-
vía, del origen de esas semejanzas" (RFE, XVII (1930),
pág. 279). Pero, años después, la idea primitiva de que los

55 El supuesto andalucismo de América, pág. 118; Observaciones sobre


el español en América, II, en RFE, XVII (1930), pág. 278, y Sobre el pro-
blema del anda!, dial, de Amér., Buenos Aires, pág. 121.
56 El supuesto andalucismo de América, pág. 118.
57 Observaciones sobre el español en América, II, en RFE, XVII (1930),
pág. 279.
58 RFE, VIII (1921), pág. 359. Al hacer esta afirmación, Henríquez
Ureña, en el aspecto estadístico, sólo contaba con la lista de 160 conquistadores
que había hecho Cuervo y los Elementos étnicos que han intervenido en la
población de Chile, Santiago, 1919, de L. THAYER OJEDA (de que no parece
haber podido disponer entonces). El Diccionario autobiográfico de conquista-
dores y pobladores de Nueva España, de F. A. DE ICAZA, utilizado en El
supuesto andalucismo de América, es de 1923.

THESAURUS. Tomo XIV. Núms. 1, 2 y 3 (1959). Guillermo L. GUITARTE. Cuervo, Henríquez ...
BICC, XIV, 1959 SOBRE EL ANDALUCISMO DE AMERICA 63

fenómenos americanos son independientes de los andaluces


vuelve a adquirir vigor:
Las coincidencias entre Andalucía y la América española — que
son frecuentes, pero están lejos de ser totales — son probablemente
resultados de procesos paralelos y no de influencia.
dice en BDH, IV, pág. 3, n. 2. Y en el mismo volumen, pá-
ginas más adelante, ya sostiene rotundamente su vieja con-
cepción en el pasaje en que adscribe a Cuervo la teoría
del seseo americano autónomo:
Cuervo tiene razón al verla [la conversión de z y c en s] como
fenómeno propio de América y no transplantado de España (BDH,
IV, pág. 249, n. 2).
Es cierto que para fundamentar esta afirmación se re-
mite (BDH, IV, pág. 131, n. 1) al anunciado estudio de
Amado Alonso Sobre la fecha y origen del seseo america-
no 59. Pero la creencia de Henríquez Ureña en que las
semejanzas de procesos lingüísticos americanos con anda-
luces se deben a desarrollos paralelos y no a filiación his-
tórica es bastante anterior a estas líneas: ya se la ha visto en
el trozo de las Observaciones de 1921 transcrito más arriba.
La idea no procede del mayor conocedor del español de
América por aquella época, Rufino José Cuervo, quien, creo
haberlo demostrado exhaustivamente, tenía muy en cuenta
posibles orígenes dialectales metropolitanos para el habla
americana y admitía la procedencia andaluza de algunos
rasgos 60 . La concepción del desarrollo propio de los fe-

59 Debe ser el artículo publicado con el título de La pronunciación ame-


ricana de la z y de la c en el siglo XVÍ. en Universidad de La Habana, V
(1939), págs. 62-83. Cf. nota 31.
60 Sin duda, Cuervo distinguía entre los fenómenos venidos al Nuevo
Mundo con los conquistadores hispanos y aquéllos debidos a una "evolución
espontánea" de la lengua en América y en la Península; así en El cosí, en
Amér., en Obras, II, págs. 542-544 y 549-552, El esp. en C. Rica, en Obras II,
págs. 625-628 (cf. nota 29), Apunt. 7 a ed., § 776, y Casi. pop. y casi, lit., en
Obras, I, pág. 1325. Justamente este deslinde, y el papel concedido al aporte
dialectal, prueban que Cuervo contaba con ambas explicaciones para com-
prender los hechos del español americano. Lo característico de Henríquez Ureña
es considerar que a este continente se trajo un español general, cuyas altera-
ciones posteriores, por tanto, resultan ser desarrollos americanos en su totalidad.

THESAURUS. Tomo XIV. Núms. 1, 2 y 3 (1959). Guillermo L. GUITARTE. Cuervo, Henríquez ...
64 GUILLERMO L. CUITARTE BICC, XIV, 1959

nómenos americanos, que pueden ser paralelos a los de Es-


paña, aunque sin provenir de ella, es, pues, una actitud ca-
racterística de la obra filológica de Henríquez Ureña; en
favor de esta tesis buscará elementos en otros autores, como
la lista de 160 conquistadores contados por Cuervo, los tra-
bajos de Alonso sobre el seseo, e incluso él mismo empren-
derá estudios como aquel en que determina los orígenes de
los primeros pobladores de América, pero estos trabajos sólo
a p o y a r á n una concepción que es anterior e indepen-
diente de ellos y que, como en el caso de su interpretación
de Cuervo, puede incluso tener la fuerza suficiente para lle-
var a Henríquez Ureña a verla donde no existía 61 .
¿Y de dónde procede esta orientación que lleva a esti-
mar como independientes a todos los desarrollos del español
de América? Pues nada menos — y ello explica su enorme
fuerza afectiva — de la concepción del carácter propio, de la
autoctonía u 'originalidad' de la vida americana, que, con
el espíritu de patriotismo lastimado por las fábulas que
corren sobre América, es una de las claves de la polémica
antiandalucista. Llegamos en este punto a una de las ideas
fundamentales de Henríquez Ureña, a la que hay que re-
ferirse para comprender acertadamente el sentido de cual-
quiera de sus trabajos, tanto de los literarios como, según
se verá, también de los filológicos. Hispanoamérica, decía
participando de la preocupación de su generación, debe
tener su propia voz en el concierto de la cultura mundial
porque posee una personalidad propia. Recordaba a este pro-
pósito Henríquez Ureña que ya desde 1823, aún no con-
sumada la independencia política, la primera de las Silvas
americanas de Andrés Bello declara la independencia espi-
ritual del Nuevo Mundo e inicia la búsqueda de la expre-

61 La aversión al andalucismo de América no sólo llevó a Henríquez


Ureña a interpretar erróneamente las referencias de Cuervo a la procedencia de
los colonos y al seseo, sino aparece a veces en las formas más inesperadas; así,
en BDH, V, pág. 50, escribe el estudioso dominicano: " 'Es de creer que los
rasgos característicos del andaluz actual son de data relativamente reciente',
dice Cuervo". Pero éste había hablado de "rasgos característicos", no de "los
rasgos característicos"; el añadido del artículo cambia sensiblemente el sentido de
la observación. Véase el comentario al pasaje de Cuervo en la nota 33.

THESAURUS. Tomo XIV. Núms. 1, 2 y 3 (1959). Guillermo L. GUITARTE. Cuervo, Henríquez ...
BICC, XIV, 1959 SOBRE EL ANDALUCISMO DE AMERICA 65

sión de lo americano, y la revelación para Europa de una


realidad todavía no bien definida 62. Pero este deseo de
expresión propia no era un alarde caprichoso de las nuevas
repúblicas ni simple obediencia a una corriente literaria, aun-
que no deba desconocerse el peso que tuvo el romanticismo
en su desarrollo; respondía a la adquisición de conciencia
de que América era una realidad especial, constituida hacía
ya tres siglos, pues nunca había consistido en una mera
prolongación de la cultura española sino que, desde el mo-
mento mismo en que surgió la sociedad colonial, había
nacido un nuevo tipo de vida hispánico. Esta es una vieja
convicción de Henríquez Ureña; en la memorable conferen-
cia sobre Juan Ruiz de Alarcón que pronunció en Méjico
en 1913, había mostrado cómo en la singularidad de este
autor frente a los otros dramaturgos del Siglo de Oro influía
su origen mejicano, es decir, consideraba que a fines del
siglo xvi ya habían apuntado los rasgos característicos de la
'mejicanidad'. A este propósito dice con toda nitidez:
No falta quien considere que, si las diferencias entre el espíritu
español y el americano no son muy esenciales y profundas hoy,
menos habrían de serlo en los tiempos de Alarcón. Pero es un error.
La diferencia se produjo desde el siglo de la conquista (apunta
razones don Justo Sierra en su Evolución política de México), y se
manifiesta, por ejemplo, en los acres sonetos mexicanos, descu-
biertos por el insigne García Icazbalceta en la Sumaria relación de
las cosas de Nueva España, de Baltasar Dorantes de Carranza,
contra los españoles peninsulares que aquí venían justamente por
los años en que nació Alarcón. Como pendant puede citarse la
censura que hace de los indianos Cristóbal Suárez de Figueroa, hacia
el final del Alivio IV en El pasajero (1617). Abundan en la litera-
tura de los siglos de oro pasajes relativos al carácter de los indianos
que estiman perfectamente definidos. Y en 1604 (fecha en que el
cultivo de las letras se hallaba prodigiosamente extendido en Mé-
xico), se publicó la Grandeza mexicana, de Valbuena, de la cual
data, según Menéndez Pelayo, el nacimiento de la poesía americana
propiamente dicha 63 .

62 El descontento y la promesa, en Seis ensayos, págs. 11-12; Corr. lit.,


págs. 9-10.
63
Don Juan Ruiz de Alarcón, en P. H. £/.: Antología, Ciudad Trujillo,
1950, pág. 17, nota. Cito el ensayo sobre Alarcón por esta antología de la obra

THESAURUS. Tomo XIV. Núms. 1, 2 y 3 (1959). Guillermo L. GUITARTE. Cuervo, Henríquez ...
66 GUILLERMO L. CUITARTE BICC, XIV, 1959

Henríquez Ureña, cree, por tanto, que la sociedad ame-


ricana adquiere características propias frente a la española
desde los primeros tiempos de la colonización. Para mos-
trar la continuidad de esta idea en la obra del dominicano,
me limitaré a citar las ocasiones en que se formula explíci-
tamente por última vez M en su libro postrero Las co-
rrientes literarias en la América hispánica (Méjico, 1949):
No hace mucho en una conferencia pronunciada en Buenos
Aires (1939), José Ortega y Gasset sostenía que el español — y
otro tanto puede decirse del portugués — se convirtió en un hombre
nuevo tan pronto como se estableció en el Nuevo Mundo. El cambio
no requirió siglos: fue inmediato y el correr del tiempo no hizo
sino reafirmarlo (pág. 42).
Toda esta literatura, desde Colón hasta Palafox, pertenece a
la América hispánica mucho más que a España y Portugal. Es la
obra de hombres cuya nueva vida, como dice Ortega, ha hecho de
ellos hombres nuevos (págs. 54-55; también pág. 216).
El Inca Garcilaso, Juan Ruiz de Alarcón, Bernardo de
Valbuena y Sor Juana Inés de la Cruz ya son, dentro del
mundo hispánico, gentes de un tipo nuevo, pertenecen a
una sociedad reciente que muy pronto "tuvo conciencia de
su individualidad y se mostró celosa de sus derechos &;
de Henríquez Ureña, porque reproduce la edición de la revista Nosotros, de
Méjico, 1914; en las reimpresiones posteriores a ésta — menos en la de La
Habana, 1915 — el dominicano suprimió la introducción sobre el espíritu na-
cional en literatura, no porque renegara de ella sino por juzgarla innecesaria,
aceptada ya generalmente su tesis sobre el mejicanismo de Alarcón (cf. Seis
ensayos, pág. 198).
64 Como se verá a continuación, la diferencia con respecto a lo que decía
en 1913 estriba en que entonces se basaba en la concepción de Justo Sierra
— para quien los mejicanos debían considerar a Hidalgo como el padre de
la patria, y a Cortés como el fundador de su nacionalidad, es decir, juzgaba
que ésta había comenzado su existencia a partir de la nueva sociedad creada
por la conquista española — y en su última época apoya esta interpretación con
la tesis que expuso ORTEGA Y GASSF.T en la conferencia pronunciada el 16 de
noviembre de 1939 en la Institución Cultural Española de Buenos Aires (pu-
blicada en Obras completas, VI, págs. 234-244). El filósofo español resume
su pensamiento en estas palabras: "El hombre americano, desde luego, deja de
ser sin más el hombre español, y es desde los primeros años un modo nuevo
de español. Los conquistadores mismos son ya los primeros americanos"
(pág. 244). Sobre la rápida transformación que experimenta el emigrante en
lo que Ortega llamaba "vida colonial", véase O. C, IV, págs. 372-375.
65 Corr. lit., pág. 62.

THESAURUS. Tomo XIV. Núms. 1, 2 y 3 (1959). Guillermo L. GUITARTE. Cuervo, Henríquez ...
BICC, XIV, 1959 SOBRE EL ANDALUCISMO DE AMERICA 67

sus obras llevan el sello americano y cuando Bello inaugura


en 1823 el americanismo literario con su Alocución a la
poesía sólo continúa, de modo ahora conciente, el esfuerzo
de los escritores que, como los arriba citados, comenzaron
a expresar el espíritu de la nueva comunidad ibera nacida
a este lado del Atlántico 66.
Pero, y estamos ante el punto principal, ¿cómo surgió
ese espíritu americano? Henríquez Ureña nos lo explica así:
En México, como en toda la América de habla española, el
elemento primordial es el español: el e s p í r i t u n a c i o n a l no
es otra cosa que espíritu español modificado. Modificado, principal-
mente, por el medio, y luego por las mezclas: así lo prueba la unidad
fundamental de la familia hispanoamericana, que la distingue de
la familia española europea (hasta en signos externos, como la
pronunciación), y que establece un parentesco mucho más cercano
entre los pueblos más disímiles del Nuevo Mundo, que entre cual-
quiera de ellos y España [... ].
Las modificaciones principales las recibió el español del medio;
pero más que del físico (cuya influencia no ha de exagerarse), del
medio social especialísimo que crearon las condiciones nuevas, las
nuevas organizaciones y adaptaciones que exigía la vida en América, a
raíz de una conquista sin precedentes en la historia. Después, al
normalizarse esta vida, al definirse las costumbres, los grupos so-
metidos [...] fueron dando, a medida que se fundían con él [el
vencedor] su contribución de carácter, de personalidad, al conjunto.
En el caso de México, los elementos indígenas [... ] han ejercido
poderoso influjo en la vida nacional durante todo el siglo xix. Las
sociedades hispanoamericanas adquirieron, así, su espíritu peculiar,
el cual sólo espera el auxilio de una cultura más extensa y más
alta que la alcanzada hasta ahora, para manifestarse en plenitud 6 7 .

66 Por esto, Corr. lit., que expone la historia de la originalidad literaria


americana, comprende tanto las obras del período independiente de Hispanoa-
mérica como las del colonial. Esta concepción, que hoy se ha generalizado
gracias, en gran manera, a Henríquez Ureña, estuvo ausente del pensamiento
de muchos americanos; José ENRIQUE RODÓ, por ejemplo, escribía en su cono-
cido ensayo sobre El americanismo literario (en Juan María Gutiérrez y su
época): "Vano sería buscar en el espíritu ni en la forma de la literatura an-
terior a la Emancipación una huella de originalidad americana. No eran in-
fluencias de escuela las que principalmente se oponían a la aparición de esa
originalidad, sino, ante todo, las condiciones de la vida y el tono de los carac-
teres" (El mirador de Próspero, t. II, Madrid, 1920, pág. 164).
67 Don ¡uan Ruiz de Alarcón, en P. H. U.: Antología, págs. 16-17.

THESAURUS. Tomo XIV. Núms. 1, 2 y 3 (1959). Guillermo L. GUITARTE. Cuervo, Henríquez ...
68 GUILLERMO L. CUITARTE BICC, XIV, 1959

El trozo es valioso porque en él se ve expuesto por ex-


tenso, en 1913, el pensamiento de Henríquez Ureña sobre
lo americano y su génesis. No quiero detenerme en los tér-
minos románticos de 'voces de los pueblos', 'espíritu de las
naciones', con que se lo presenta; más bien, ha llegado el
momento de resumir y fijar los elementos que integran la
concepción de la autoctonía americana del maestro domi-
nicano, esto es:
1) Una intuición del distinto carácter de lo hispánico
americano frente a lo hispánico europeo;
2) Una explicación genérica del origen de esta diferen-
cia: modificación del espíritu español en América por obra
principal del medio;
3) Un intento de mostrar históricamente el proceso de
diferenciación ya realizado a fines del siglo xvi: argumentos
de Justo Sierra, testimonios literarios que muestran la hos-
tilidad de los americanos contra los peninsulares, etc.
Estas son las bases a partir de las cuales Henríquez Ure-
ña lanzó su famosa tesis del mejicanismo de Juan Ruiz de
Alarcón, según la cual explicaba los rasgos típicos del co-
mediógrafo novohispano como debidos en parte a su origen
colonial. No me corresponde en este artículo intervenir
en el debate en pro o en contra de la inclusión de Alarcón
en la literatura mejicana, iniciado por Henríquez Ureña en
1913 ^i he debido referirme a él porque sí me interesa
señalar que los fundamentos de la tesis de un Alarcón me-
jicano son los mismos que impulsaron la polémica anti-
andalucista de Henríquez Ureña.
Es indudable, en efecto, que el estudioso dominicano
consideró que la modificación experimentada por lo español
en América incluyó también a la lengua. En el último pa-
saje transcrito nos dice claramente que la transformación
producida en el español por el nuevo medio social surgido

68 La prehistoria y las alternativas de la polémica pueden seguirse en


el trabajo de ANTONIO ALATORRE, Breve historia de un problema: la mexica-
nidad de Ruiz de Alarcón, en Antología M[exico]C[ily]C[ollege], Méjico,
1956, págs. 27-45.

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BICC, XTV, 1959 SOBRE EL ANDALUCISMO DE AMÉRICA 69

de la conquista y colonización se manifestó "hasta en sig-


nos externos, como la pronunciación". Más adelante da como
argumento para probar que Alarcón escribió comedias en
Méjico el que El semejante a sí mismo y Mudarse por me-
jorarse "contienen palabras y expresiones que, sin dejar de
ser castizas, se emplean más en Méjico, hoy, que en ningún
otro país de lengua castellana" 69. Insiste otras veces sobre
el tema:
Y el matiz mexicano en la literatura, tanto en el espíritu como
en el estilo, existe desde hace siglos 7 0 .
Hasta podrían rastrearse en el lenguaje de Alarcón caracteres
poco metropolitanos. Los he observado e indicado antes de ahora;
pero estudiarlos en todos sus pormenores es muy difícil porque
exigiría trabajo muy largo y muy lento [ . . . ] .
Alarcón no permite que en su obra se deslicen americanismos;
escribía la lengua culta del siglo xvn. Naturalmente, cuando Alarcón
vivía en México [... ] no podía menos de hablar con americanis-
mos [... ] Pero como en todas sus obras el asunto se desarrollaba
en España, en su lengua no debían aparecer americanismos: la
c o m e d i a así se lo exigía 7 1 .

Me parece evidente, pues, que para Henríquez Ureña


la americanización de lo español alcanzó también al len-
guaje, y que éste era el motivo por el cual estimaba en 1921
que los desarrollos del habla americana eran independien-
tes de los de España. Se me dirá acaso: Henríquez Ureña
puede haber abandonado su teoría, de innegable estirpe ro-
mántica, de la lengua como reflejo del espíritu, que aca-
rreaba que las modificaciones de éste se expresaran en aqué-
lla; los mejicanismos de Alarcón pueden ser palabras espa-
ñolas que adquirieron nuevo sentido en América o voces
de las lenguas indígenas, y nadie negará que estos ameri-
canismos se dan ya en el siglo xvi. No quiero entrar en una

69 P. H. V.: Antología, pág. 23.


70 £/ lenguaje, en Humanidades (La Plata), XXI (1930), pág. 118; en
nota se remite al trabajo sobre Alarcón. La observación de Henríquez Ureña
no se refiere a estilos literarios, sino da fin a un cuadro de la situación dia-
lectal de Méjico, señalando la temprana diferenciación de la lengua escrita de
la Nueva España con respecto a la metropolitana.
71 Clás. de Amér., I, pág. 29.

THESAURUS. Tomo XIV. Núms. 1, 2 y 3 (1959). Guillermo L. GUITARTE. Cuervo, Henríquez ...
70 GUILLERMO L. CUITARTE BICC, XIV, 1959

discusión sobre este punto; para mí estos testimonios son


fundamentales como tempranas manifestaciones de un equí-
voco que se mantuvo en toda la obra de Henríquez Ureña.
Me permito recurrir al análisis de la concepción de la
peculiaridad americana en que se basó Henríquez Ureña
para sentar el mejicanismo de Alarcón; en ella había ha-
llado estos rasgos: 1) la intuición de las diferencias entre
lo americano y lo español, que no es más que el descubri-
miento del propio modo de ser y, por tanto, sólo cabe ad-
mitir y está más allá de todo razonamiento; 2) argumentos
históricos que muestran que ya a fines del siglo xvi penin-
sulares y criollos se sentían distintos entre sí; 3) una expli-
cación genérica de los hechos anteriores: el espíritu ameri-
cano que se observa a partir de aquella época no es más
que el español modificado por su nuevo medio. Cuando
Henríquez Ureña intenta explicar como americanismos a
características alarconianas, su interpretación, acertada o ar-
bitraria, es un estudio histórico de la obra de Alarcón dentro
del teatro español del Siglo de Oro. En cambio, al considerar
que la singularidad americana se ha manifestado hasta en
signos externos, como la pronunciación: al sentar — antes
de realizar el estudio — que podrían encontrarse caracte-
rísticas mejicanas en la lengua de Alarcón y, continuando
esta actitud, al considerar polémicamente en 1921 que los
desarrollos lingüísticos en que coinciden América y Anda-
lucía se deben a evoluciones paralelas, no a transplante de
lo peninsular en el Nuevo Mundo, y al sostener en 1925
que el seseo y el yeísmo poseen una evolución separada a
ambos lados del Atlántico 72 , Henríquez Ureña ha trans-
portado al terreno del lenguaje la imagen genérica de la
existencia de una peculiaridad americana a fines del siglo xvi,
para la que había realizado una investigación concreta sólo
en el terreno de la literatura. En sus trabajos lingüísticos

72 £/ supuesto andalucismo de América, pág. 118. En cuanto al yeísmo,


hay que observar que Cuervo no había sentado la independencia del americano
frente al español hasta establecer su cronología, que es argumento decisivo;
véase la nota 60.

THESAURUS. Tomo XIV. Núms. 1, 2 y 3 (1959). Guillermo L. GUITARTE. Cuervo, Henríquez ...
BICC, XIV, 1959 SOBRE EL ANDALUCISMO DE AMERICA 71

esta explicación genérica no se ha desprendido de un examen


del material empírico y de una consideración de los proble-
mas estrictamente filológicos: la teoría de los desarrollos pa-
ralelos en el español de América, hermana gemela de la tesis
de un Alarcón mejicano, fue un concepto previo, es decir
un 'preconcepto', y por ello primero aparece la negación del
andalucismo y, después, su refutación.
La aguda experiencia de su condición de americano, y
la necesidad de afirmar este carácter, fue el impulso que
llevó a Henríquez Ureña a oponerse a las opiniones que
lastimaban o ignoraban a Hispanoamérica. La polémica
contra la creencia superficial en el andalucismo del Nuevo
Mundo tiene sus raíces en esta actitud de mostrar que existe
una fisonomía propia de América, negando que sea ésta
una vaga nebulosa o un simple reflejo de alguna parte de
España. Sin duda, estuvo acertado Henríquez Ureña al re-
chazar la identificación popular entre Andalucía y Améri-
ca, aunque, extraña paradoja, su planteo en este sentido
quedó ligado al fantasma que combatía, pues su antianda-
lucismo, que mostraba que sólo existían concordancias par-
ciales entre ambas áreas, era igualmente genérico y quedaba
fuera del terreno propiamente lingüístico. Pero, lamenta-
blemente, junto a esta postura de afirmación de lo ameri-
cano se enlaza la proyección en el plano del lenguaje de
la idea de un carácter peculiar de lo americano a comienzos
de la época colonial, por la que se declaraban desarrollos
propios a las manifestaciones lingüísticas de América que
presentaba en sus Observaciones sobre el español en Amé-
rica. Acaso contribuyera a hacer perseverar a Henríquez
Ureña en esta transposición el calor de la polémica que sos-
tuvo con Wagner; haya influido este factor o no lo hiciera,
lo cierto es que la idea de la primitiva peculiaridad lingüís-
tica americana ya no surgía de la investigación histórica y
era, por tanto, un preconcepto, una entidad sin realidad,
que, como tal, sólo pudo servir al estudioso dominicano para
apoyar su antiandalucismo genérico, esto es, la negación de
que América y Andalucía concordaran lingüísticamente. En
efecto, cuando Henríquez Ureña quiso dar un respaldo his-

THESAURUS. Tomo XIV. Núms. 1, 2 y 3 (1959). Guillermo L. GUITARTE. Cuervo, Henríquez ...
72 GUILLERMO L. CUITARTE BICC, XIV, 1959

tórico a su antiandalucismo, emprendió su estudio sobre


la procedencia regional de los colonos de América; su tra-
bajo tuvo un alto interés para la demografía histórica, pero
en la cuestión de los orígenes del habla americana es de
nuevo una refutación del andalucismo superficial, al mos-
trar que, al contrario de lo que se creía, al nuevo continente
vinieron gentes de toda España. Así, no es de extrañar que
casi no fueran tocados los problemas lingüísticos que abrían
sus estadísticas: cuestiones de transculturación, de prestigio
lingüístico, de etapas en la colonización, etc.; por no prove-
nir de la consideración de estos problemas, la conclusión
que sacó Henríquez Ureña: en América "hemos recibido un
'español general' porque ninguna región de España dominó
totalmente a las demás en la colonización de América" 73,
representa la perduración del preconcepto de que los desarro-
llos de la lengua americana son autóctonos y no se deben,
por tanto, a regionalismos metropolitanos.
Y, naturalmente, ese preconcepto fue el que dominó a
Henríquez Ureña en su equivocada interpretación de Cuer-
vo, al que atribuyó una actitud antiandalucista que no era
más que la suya propia. Igualmente, su confusión entre la
repulsa del andalucismo genérico y el examen histórico de
la base del español americano fue la responsable de haberle

73 Clás. de Amér., I, pág. 30, nota. En BDH, V, págs. 50-54, HENRÍQUEZ


UREÑA intenta justificar este aserto, pero la argumentación es insuficiente y
tiene más el carácter de un alegato que de una disquisición imparcial; cf. nota
61. Además, no tomó en cuenta el carácter forzosamente azaroso de su docu-
mentación ni el hecho de que, por abarcar genéricamente más de un siglo,
impedía resolver cualquier problema concreto; esto, que extraña observar en
una persona de su talento, se explica si se piensa que los datos que reunió le
servían para el fin que en realidad perseguía: refutar la creencia popular de
que sólo andaluces vinieron a América. Para la crítica de las fuentes de
la colonización española, véase RICHARD KONETZKE, Las fuentes de la historia
demográfica de Hispanoamérica durante la época colonial, en Anuario de Es-
ludios Americanos, V (1948), págs. 267-324, y JUAN FRIEDE, The «.Catálogo
de Pasajeros» and Spanish Emigralion to America to 1550, en Hispanic Ame-
rican Historical Review, XXXI (1951), págs. 333-348, y Algunas observa-
ciones sobre la realidad de la emigrarían española a América durante la pri-
mera mitad del siglo XVI, en Revista de Indias, XII (1952), págs. 467-496
(artículo que reproduce en lo fundamental al anterior).

THESAURUS. Tomo XIV. Núms. 1, 2 y 3 (1959). Guillermo L. GUITARTE. Cuervo, Henríquez ...
BICC, xrv, 1959 SOBRE EL ANDALUCISMO DE AMÉRICA 73

impedido ver el papel que el filólogo bogotano concedía al


aporte dialectal peninsular. Pienso que ahora habrá quedado
aclarado este equívoco sobre el pensamiento de Cuervo, que,
a su vez, es el reflejo de un equívoco de toda una etapa de
la filología hispanoamericana, pues no pudo tener propor-
ciones menores el error de un grande como Henríquez
Ureña. Las causas han sido su búsqueda de América y, pa-
ralelamente, el sentimiento patriótico de mostrar y afirmar
su realidad ignorada o desfigurada, que en ocasiones da un
matiz polémico a la obra de Henríquez Ureña. Dentro de
esta tónica hay que situar la oposición del dominicano a una
identificación lingüística entre América y Andalucía; en este
sentido la polémica sobre el andalucismo se inscribe en la
larga serie de disputas sostenidas por los americanos para
incorporar a la conciencia europea una imagen veraz de este
nuevo mundo surgido a la historia a fines del siglo xv. Desde
que Colón relató su descubrimiento a los Reyes Católicos,
América se vio deformada por fantasías y prejuicios, que
pronto adquirieron signo negativo y terminaron adjudicán-
dole una inferioridad genérica frente a Europa; esto dio lu-
gar, primero a las quejas y luego a la indignada reacción
de los americanos, que originó una serie de polémicas cuyo
fuego todavía no se ha apagado 74 . La actitud de Henrí-
quez Ureña al deshacer los errores que disminuían a Amé-
rica, entre ellos el andalucismo, es la misma, por ejemplo,
que la de Clavijero — un jalón ilustre en estas polémicas
sobre el Nuevo Mundo —, quien escribió en el siglo xvín su
magnífica Historia antigua de Méjico con el fin apologético

74 Me remito sobre este pumo al excelente libro de ANTONELLO GERBI,


La dispula del Nuovo Mondo: Storia di una polémica, ¡750-1900, Milán-Ná-
poles, 1955. ENRIQUE DE GANDÍA, Historia crítica de ¡os mitos de la conquista
americana, Buenos Aires-Madrid, s. a. [1929], expone las fantasías con que
envolvieron a América los primeros europeos. Interesa también EDMUNDO O'
GORMAN, La invención de América, Méjico, 1958, como asimismo la discusión
entre este autor y Marcel Bataillon a propósito de La idea del descubrimiento
de América, del estudioso mejicano, en el Bull. Hisp., LV (1953), págs. 23-55,
y LVI (1954), págs. 345-365. No ha estado a mi alcance M. BATAILLON, La
découverte spirituelle du Notweau Monde, en Annuaire du Collige de France,
1952.

THESAURUS. Tomo XIV. Núms. 1, 2 y 3 (1959). Guillermo L. GUITARTE. Cuervo, Henríquez ...
74 GUILLERMO L. GUITARTE BICC, XIV, 1959

de "reponer en su esplendor a la verdad ofuscada por una


turba increíble de escritores modernos sobre América" 75 .
Es de lamentar que Henríquez Ureña, partiendo legítima-
mente de mostrar la complejidad dialectal de Hispanoaméri-
ca, haya dado por supuesta una abstracta — pues no provenía
de un estudio histórico — independencia de los desarrollos
lingüísticos americanos. Ello se debió a haber transportado
al terreno del lenguaje una imagen que había surgido de sus
trabajos literarios, que lo habían llevado a reconocer un
espíritu americano en autores del siglo xvi. Y como la in-
dependencia lingüística de Hispanoamérica fue un ente abs-
tracto, igualmente abstractos resultaron los planteos de Hen-
ríquez Ureña sobre la constitución del habla americana, que
hacían desaparecer una opinión superficial, pero no funda-
ban un juicio histórico.
No pasa por mi mente en ningún momento que Hen-
ríquez Ureña no pudiera advertir el preconcepto latente en
su oposición al andalucismo crítico, no al popular. Creo que
no lo hizo porque el antiandalucismo estaba íntimamente
vinculado a su afirmación del modo de ser americano, que
fue el ideal que guió toda su vida. Y para comprender ple-
namente este equívoco, es necesario aún añadir algunas
líneas. En el tiempo en que escribía Henríquez Ureña, la
penuria de los estudios en Hispanoamérica era tal que no
podía menos de caracterizarse en forma un tanto mítica ese
nuevo espíritu americano, que no era más que los albores
del estilo de vida propio de las comunidades surgidas de la
conquista y colonización españolas 76. Si hoy nos hemos ale-

75 Citado por GERBI, op. cil., pág. 217.


76 Este nuevo estilo de lo español americano es una realidad y ha sido
un acierto de Hcnríquez Ureña haber hecho hincapié en él, aunque la formu-
lación que pudo darle en su época pecara de vaguedad. Existen críticos que,
por haber descubierto alguna arbitrariedad en los rasgos que Henríquez Ureña
atribuye como mejicanos a Alarcón, piensan que debe rechazarse el que la
cultura hispánica del Méjico colonial difiriera de la de España. Creo que esto
es echar la soga tras el caldero, porque si los testimonios aducidos por el do-
minicano no son suficientes para darnos una visión exacta de la desviación
experimentada por lo español americano frente a lo europeo, bastan, en cambio,
para plantear el problema de su existencia. Las investigaciones posteriores no

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BICC, XIV, 1959 SOBRE EL ANDALUCISMO DE AMERICA 75

jado de esta visión, profundizando la investigación histórica,


hay que decir bien alto que el avance se ha debido en mucha
parte a la obra del mismo Henríquez Ureña, cuyos trabajos
han abierto los caminos para penetrar en el pasado ameri-
cano. A esta promoción cultural de América ha contribuido
el dominicano tanto con sus obras como con su propia vida,
consagrada a la enseñanza y a difundir fe en sus fuerzas a
los hombres de este continente, pues sabía muy bien que
su salvación y su aporte auténtico a la cultura sólo podían
provenir de la energía de los mismos nativos. En esta ac-
ción de tipo apostólico tuvo que luchar muchas veces contra
ídolos que paralizaban esa energía, al desconocerla o atribuir
supuestos defectos congénitos a Hispanoamérica; a raíz de
esta actitud surgió, como he mostrado, su polémica con-
tra el pretendido andalucismo de América, que lo llevó a
desenfocar reiteradamente este problema. Benedetto Croce
ha dicho con hondura que el error teórico, inconcebible en
sí mismo, ya que no es forma de nada existente, es en reali-
dad un acto práctico T1, esto es, procede de nuestra con-
ducta en la vida, en la que perseguimos un determinado
ideal por el que amamos y sufrimos, sentimos esperanza y
temor, ansiamos y odiamos. Pero, claro está, ya estos mo-
vimientos del ánimo no tienen relación con el pensamiento

h a n hecho m á s q u e confirmar esta concepción d e H . U r c ñ a ; citaré c o n . j e j e m -


plo significativo las palabras d e ARVID BRODERSEN: " L O S intentos realizados
hasta ahora p o r la indagación científica d e los problemas del carácter nacional
hacen q u e los estudiosos parezcan coincidir e n q u e mientras las imágenes
populares contienen m u c h o s puntos q u e n o p u e d e n confirmarse, h a y e n ellas
u n a esencia d e verdad, u n n ú c l e o d e c o n c e p t o s v á l i d o s q u e se
desarrollan a partir del conocimiento del sentido c o m ú n , a d q u i r i d o m e -
d i a n t e la e x p e r i e n c i a h i s t ó r i c a d e l o s p u e b l o s e n su t r a t o
c o n s i g o m i s m o y c o n l o s d e m á s p u e b l o s . El proceso c o n q u e se
f o r m a n esta clase d e ideas del sentido c o m ú n p u e d e r a s t r e a r s e s e g ú n
l o s a l c a n c e s d e l a h i s t o r i a r e g i s t r a d a " (El carácter nacional:
nuevo examen de un antiguo problema, en Diógenes, núm. 20 (dic. 1957),
págs. 106-107; el subrayado es mío). Para lo que puede ser un planteo espe-
cializado de la intrínseca transformación sufrida por la cultura española al ser
trasladada al Nuevo Mundo, véase el estudio de GEORGE M. FOSTER, Aspectos
antropológicos de la conquista espartóla de América, en Estudios Americanos,
VIII (1954), núms. 35-36, págs. 155-17].
77 Logka, 6 ? ed., Barí, 1942, págs. 253-256.

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76 GUILLERMO L. CUITARTE BICC, XIV, 1959

teórico, y puede ocurrir que, llevados por alguno de ellos,


creamos estar tratando un problema especulativo cuando en
realidad cumplimos un acto práctico por el que intentamos
realizar lo que creemos el sumo bien. ¿Cuál es la piedra de
toque para distinguir estos errores teóricos? Pues la falta de
nexo lógico entre los conceptos, como la que observamos en
la confusión entre el rechazo del andalucismo superficial de
América y el problema lingüístico de los orígenes del habla
americana, a la que fue arrastrado Henríquez Ureña por su
amor a América y su animadversión a todo lo que la me-
noscababa.

3. EL SEUDOPROBLEMA
DEL ANDALUCISMO DE AMERICA

Hoy, luego de la tarea de Amado Alonso y Pedro


Henríquez Ureña en el Instituto de Filología de Buenos
Aires, la lingüística ha logrado un firme arraigo en Hispa-
noamérica. La pesada responsabilidad de continuar la obra
de estos grandes hace conveniente eliminar de su rica he-
rencia algunos elementos secundarios, surgidos por obra de
determinadas situaciones en que se desarrolló su labor. Entre
estos muy escasos rasgos prescindibles se encuentra el atri-
buir una posición antiandalucista a Cuervo, con lo que se
proyectaba sobre éste las preocupaciones de una etapa pos-
terior de la filología hispanoamericana; además, y esto es
mucho más importante, debe desaparecer el seudoproblema
del andalucismo de América. No hay ningún problema au-
téntico sobre este punto sino una discusión, ajena al pensa-
miento crítico, surgida de generalizaciones sofísticas y sen-
timientos heridos por ellas: el único problema lingüístico es
el problema histórico de cómo se constituyó el español de
América. Con esto no pretendo negar la licitud de estudiar
el aporte andaluz (o leonés, gallego, etc.) a la formación
de lo que, desde Lenz, se llama la base del español de Amé-
rica, sino afirmo que debe dejar de pasarse, para tratar esta
cuestión, por las horcas caudinas del dilema andalucismo-

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BICC, XIV, 1959 SOBRE EL ANDALUCISMO DE AMÉRICA 77

antiandalucismo, que, introducido en la filología hispano-


americana por los motivos circunstanciales que he mostrado,
representa un prejuicio en la investigación y, cualquiera sea
el bando en que se esté, convierte a los estudios en alegatos
en defensa de uno de los términos de la disyuntiva. Nadie
pensaría reducir el problema de los orígenes románicos a
una alternativa en favor o en contra de una influencia de-
cisiva de los germanos invasores del Imperio, por más que,
legítimamente, se estudie su acción en el latín y el romá-
nico: para la filología hispanoamericana ha llegado, análo-
gamente, el momento de abandonar un planteo de parecido
simplismo.
No sería justo dejar de señalar que Amado Alonso en
sus últimos trabajos 78 se desprendió en gran parte de la
falsa oposición andalucismo-antiandalucismo por el único ca-
mino fecundo para ello: mostrar que es mucho más vasta
que este esquema la problemática del español americano,
caracterizando a éste como un conglomerado que sufrió una
posterior nivelación y se desarrolló con modalidad propia
derivada de las nuevas circunstancias de la vida española
en este continente. Pero pienso que Alonso conservó un
resto de la falsa alternativa en forma de una adhesión al
segundo término de ella, el antiandalucismo; de otra ma-
nera no me explico cómo él, a quien se debe saber que la
confusión de las sibilantes andaluzas había alcanzado todos
los grados ya en el siglo xv, y que llegó a conocer la exis-
tencia del ceceo en América, opusiera una cerrada negativa
a la posibilidad que el seseo americano fuera continuación
del andaluz y lo diera como solución 'autóctona' 79 . En

78 ¿a base lingüística del español americano, en Estudios lingüísticos


(Temas hispanoamericanos), Madrid, 1953, págs. 7-72.
79 Orígenes del seseo americano: Reajuste del tema, 1952, ibid., págs. 132-
150. Estas páginas verosímilmente son las últimas que Alonso dedicó al tema;
véase también De la pronunciación medieval a la moderna en español, I, Madrid,
1955, pág. 115 y nota 17 bis.
De los colaboradores de Alonso, últimamente A. ROSENBLAT, La lengua y
la cultura de Hispanoamérica, París, 1951, pág. 4, nota, ha admitido un an-
dalucismo parcial de América.

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78 GUILLERMO L. CUITARTE BICC, XIV, 1959

esto, evidentemente, siguió prisionero de la polémica contra


la idea profana del andalucismo, en la cual había que negar
toda identificación de lo americano con lo andaluz, y no
alcanzó a llevar la cuestión al planteo más complejo de las
modificaciones que sufre toda lengua transplantada, aunque
hiciera referencias, en realidad inoperantes, a este tema.
Porque si lo hubiera hecho, habría visto que en nada per-
judicaba a su concepción de una koiné ultramarina el que
el seseo americano procediera del andaluz: cualquier rasgo
que en España sería dialectal funciona en América dentro
de una realidad lingüística diferente, es decir, en la lengua
surgida de la nivelación de los elementos que h i s t ó r i c a -
m e n t e llegaron a este continente 80. Ya Cuervo había
visto bien este punto 81 y, con vivo sentido de lo real, lla-
maba a la base del español americano la "resultante" o "tér-
mino medio" de los componentes que formaron la primera
comunidad hispanoamericana; por ello consideraba que ha-
bía sido esta constitución aluvional, seguida de una nivela-

so De los muchos tipos de arados que existen en la Península, sólo el de


Andalucía pasó al Nuevo Mundo, pero esto no es una prueba de andalucismo
sino — tras el cotejo con otros datos y dentro de una correcta formulación
del problema — muestra del proceso de selección y simplificación que sufrió
la cultura española al ser transplantada a America (FOSTER, arí. cit., pág. 167).
El que la cultura americana se deba a este proceso de selección y simplificación
de la española — más contactos con culturas indígenas — es el hecho funda-
mental; estudiar dentro de el los aportes de cada región (p. ej., por qué se
generalizó en América el arado andaluz, y no el de otras regiones de España)
tiene, naturalmente, interés, porque si es cierto que la cultura colonial es
irreductible a la de las subculturas metropolitanas, es verdad también que se
transmitió en circunstancias que poseen el carácter contingente de lo histórico
y por individuos que sí eran regionales: no puede pensarse, como dice bien
FOSTFR, que se habría levantado entera y transportado a América una abstracta
y homogénea 'cultura española'.
81 "Considerado el caso con poca atención, parecerá que al castellano que
se habla en America puede aplicarse punto por punto lo que llevamos dicho
con respecto al castellano de España: en una y otra parte hay provincialismos,
arcaísmos, voces forasteras. Sin embargo, las causas que han producido estos
hechos no son idénticas, ni acaso tampoco los efectos" (Pról. a Apunt. 7* ed.,
en Obras, I, pág. 33). "As! pues la lengua se ha acomodado de una manera
general en América y especial en cada país a las necesidades que le incumbe
satisfacer; pero, además, las circunstancias con que se introdujo y la vida de
esas sociedades nuevas hubieron de producir modificaciones más íntimas" (El

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BICC, xrv, 1959 SOBRE EL ANDALUCISMO DE AMÉRICA 79

ción impuesta por la lengua de la administración y de la


literatura, y su ulterior historia propia, la razón de la pecu-
liaridad del español de América frente al de la metrópoli.
Hoy no usaríamos sus conceptos, pero debemos reconocer
que, en lo fundamental, estamos volviendo a plantear el
problema de los orígenes del habla americana en los térmi-
nos en que él lo dejó 82.
Tal vez el equívoco mayor de Henriquez Ureña sea no
haber visto cómo Cuervo lo estaba apoyando, dentro del
campo de la estricta historia lingüística, en su esfuerzo por
hallar las raíces de la nueva modalidad de la vida española
nacida en América. En efecto, lo que él llamaba el espíritu
americano, surgido de la modificación del español en el
Nuevo Mundo, correspondía a lo que Cuervo había deter-
minado históricamente como el "fondo originario" del es-

cotí, en Amér., en Obras, II, págs. 552-553). Entre esas modificaciones íntimas
piénsese en el seseo, rasgo dialectal en España y general en América; en los
provincialismos léxicos, que en la Península son supervivencias regionales de
antiguas hablas locales y en el Nuevo Mundo están "revuclt[o]s promiscua-
mente"; en que la abundancia de elementos populares en la Conquista es la
razón "de que aun entre la gente decente se prefieran a veces términos menos
delicados en detrimento de otros".
82 J. p. ROÑA, Aspectos metodológicos de la dialectología hispanoamericana,
Montevideo, 1958, pág. 32, escribe a propósito de la cuestión del andalucismo
de América: "Si [ . . . ] se toma en cuenta que la distribución de los colonos
no ha sido uniforme, es sumamente probable que e n a l g u n a s r e g i o n e s
los andaluces formaran mayoría. Por lo tanto, los términos de la polémica entre
andalucistas y anti-andalucistas están, tal vez, mal planteados. Debe rechazarse
tanto el andalucismo como el anti-andalucismo, en cuanto pretenden establecer
soluciones de carácter general para todo el continente". A esto debe observarse
que no sólo hay que tener en cuenta la proporción de pobladores en cada lugar,
sino, también, en cada época. Lo que sabemos de la historia lingüística de
América nos indica la importancia de las Antillas en el primer período (1493-
1519) de la conquista; el español se aclimató a las necesidades del Nuevo
Mundo en las islas del Caribe, de donde salieron las expediciones que en la
etapa siguiente de la Conquista dominaron rápidamente todo el continente. En
el período antillano predominaron (39,7% del total) los andaluces, según mostró
recientemente Boyd-Bowman; el español que se llevó a Tierra Firme tenía, pues,
probabilidades de poseer rasgos andaluces. La cristalización de la nueva sociedad
americana — en el aspecto lingüístico, la nivelación que dio la base del desarrollo
posterior — ocurrió muy pronto: en la segunda mitad del siglo xvi, como han
demostrado Amado Alonso y Rafael Lapesa (hacia 1568 la documenta este último
estudioso); como la cristalización pudo realizarse, por tanto, sobre esos ele-

THESAURUS. Tomo XIV. Núms. 1, 2 y 3 (1959). Guillermo L. GUITARTE. Cuervo, Henríquez ...
80 GUILLERMO L. CUITARTE BICC, XIV, 1959

pañol de América, esto es, la forma inevitablemente distinta


que adquiere una lengua colonial frente a la metropolitana.
Él error de Henriquez Ureña fue no ver que el fundamento
de la singularidad lingüística americana era esta diferente
base de desarrollo y que, en cambio, no podía serlo el declarar
genéricamente 'propios' a los desarrollos del habla america-
na, pretensión para la cual debió suponer que había venido
a América un ahistórico español general, luego alterado pro-
gresivamente aquí. Tampoco tuvo en cuenta que la existen-
cia de esa base propia era el argumento más poderoso para
no aceptar que el español de América fuera reflejo de un
dialecto peninsular y, pagando tributo al pecado capital del
antiandalucismo, luchó para reducir a una proporción 'mi-
lesimal' el aporte de Andalucía, tarea innecesaria porque,
como se ha visto, los dialectalismos que pudieron haber en-
trado al Nuevo Continente toman en él un sentido muy
diferente del que poseen en España: son rasgos de la koiné
que representa la modalidad expansiva del español en el
siglo XVT. Pero estas reflexiones sirven, en última instancia,
para mostrar qué cercanos se encontraban en realidad Cuer-
vo y Henriquez Ureña, unidos en su mismo propósito de
desentrañar las características de lo americano 83. Deseo
que mi trabajo, en que he intentado aclarar cuestiones que

mentos de tinte andaluz que habían procedido o partido de las Antillas, es


verosímil que adoptara alguna de sus características. Si un rasgo andaluz entra
en la base del español de América, podemos sentar que es común a todo el con-
tinente, pues ya Cuervo nos enseñó que no hubo diferencias cronológicas en
los orígenes del habla americana. Y, en efecto, existe en América un rasgo que
es general y al que se le sospecha una filiación andaluza: el seseo. Lo precario
de nuestros conocimientos aconseja prudencia para cualquier afirmación sobre
el español americano; en el caso de Roña, el estado actual de los estudios no
apoya el argumento con que quiere superar la polémica sobre el andalucismo.
83 La proximidad del pensamiento de ambos es notable y los muestra,
en campos diversos, como clásicos representantes de la gran tradición america-
nista. Véase, por ejemplo, si estas serenas palabras de un Cuervo ya maduro
no podrían haber sido escritas por el Henriquez Ureña juvenil, que en 1913
desafiaba a su auditorio con la tesis "difícil, arriesgada e imprevista" del meji-
canismo de Alarcón: "Inevitable cosa es que la lengua de la metrópoli padezca
alteraciones notables en las colonias, y a priori puede afirmarse que así ha
sucedido y seguirá sucediendo con el castellano en las naciones del Nuevo
Mundo" (El csp. en C. Rica, en Obras, II, pág. 622).

THESAURUS. Tomo XIV. Núms. 1, 2 y 3 (1959). Guillermo L. GUITARTE. Cuervo, Henríquez ...
BICC, XIV, 1959 SOBRE EL ANDALUCISMO DE AMERICA 81

han preocupado a estos dos grandes americanos, sea un


aporte a esa independencia intelectual de Hispanoamérica
por la que ambos gastaron sus vidas, y que — advertía Hen-
ríquez Ureña — tiene sus grandes enemigos en "la falta de
esfuerzo y la ausencia de disciplina, hijos de la pereza y la
incultura".

GUILLERMO L. GUITARTE

Universidad de Buenos Aires.

THESAURUS. Tomo XIV. Núms. 1, 2 y 3 (1959). Guillermo L. GUITARTE. Cuervo, Henríquez ...

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