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Los Principia de Isaac Newton: Una introducción

«No sé lo que pareceré a los ojos del mundo, pero a los míos es como si
hubiese sido un muchacho que juega en la orilla del mar, y se divierte de tanto
en tanto encontrando un guijarro más pulido o una concha más hermosa,
mientras el inmenso océano de la verdad se extendía, inexplorado, frente a
mí.»
I. Newton
15 de abril, 1726. Un médico y arqueólogo inglés, Mr. William Stukeley, acude
a Kensington para visitar a un venerable anciano. Le conoce desde mucho
tiempo atrás, cuando en Cambridge la reina Ana visitó la Universidad y quiso
premiar su gloriosa contribución a la ciencia con un título de caballero. Ahora
quien le recibe es un hombre de ochenta y cuatro años, que no vivirá para
conocer el transcurso de la siguiente primavera; lleva semanas quemando
papeles y escritos, preparándose para entregar su figura al recuerdo.
Sir Isaac sigue siendo muy serio y comedido, dentro de una cortesía
atemperada por su «habitual modestia y cautela». Sin embargo, en esta
ocasión las circunstancias son favorables para cierta locuacidad. Stukeley y
Newton están solos; el día ha transcurrido sin compromisos formales ni visitas,
la temperatura es benigna, la relación entre interlocutores no suscita rivalidad.
Por algún motivo, sir Isaac refiere que nació una Nochebuena de 16421.
Stukeley observa que esa fecha del año es singularmente fértil en grandes
genios, comentario donde se contiene un velado y supremo elogio. Siguen sus
propias palabras:
Tras la cena, siendo cálido el tiempo, fuimos al jardín y tomamos té, bajo la
sombra de algunos manzanos, él y yo solos. Entonces, junto con otras cosas,
me contó que estaba en la misma situación que cuando se le vino a la mente,
otrora, el concepto de gravitación. El motivo fue la caída de una manzana,
mientras estaba cavilando con ánimo contemplativo. ¿Por qué había de caer
siempre en perpendicular hacia el suelo esa manzana?, se preguntó. ¿Por qué
no iba hacia un lado, o hacia arriba, sino constantemente hacia el centro de la
Tierra? Con certeza, la razón es que la Tierra atrae a la manzana. Ha de haber
una fuerza atractiva en la materia2; y la suma del poder atractivo de la materia
terrestre debe estar en el centro de la Tierra, no en otro lado. Por eso cae
perpendicularmente, o hacia el centro, esta manzana. Si la materia atrae así a
la materia, debe ser en proporción a su cantidad. Por consiguiente, la manzana
atrae a la Tierra tanto como ésta a la manzana. Existe un poder, como el aquí
llamado gravitación, que se extiende a través del Universo.

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