Tema
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1. Introducción
3. Renovación narrativa
1. Introducción
El fenómeno del “boom” literario es, en parte, una consecuencia de la situación político-
editorial de países como España o Argentina, que en aquellos momentos vivían una dictadura y
buscaban publicaciones de calidad, preferentemente en español, y no sujetas a la censura
editorial que en dichos países existía, pero también supone una toma de conciencia (a favor) de
la revolución cubana; por otra parte, creció el interés cultural y se crearon varios premios a los
que concurrieron autores latinoamericanos jóvenes que demostraron su calidad y actualmente
están totalmente consagrados.
No se logró tanta calidad partiendo de la nada, las décadas anteriores (años 40 y 50)
fueron de una intensa experimentación lingüística, propiciada por la influencia vanguardista
europea, que se halla en la base de todos los grandes autores del realismo mágico.
A principios del siglo XX los autores hispanoamericanos reciben la influencia clara del
modernismo europeo, en sus dos vertientes, la esteticista y la de compromiso político; dentro de
la primera tendencia, caracterizada por su preciosismo, destacan:
Excelente prosista, fundador de la Revista Azul (1894), donde publicó gran parte de su
producción, del que destacan, en prosa, las colecciones de cuento: Hojas sueltas, Cuentos
frágiles (1883), Cuentos de color de humo (1890) y Cuentos completos. Su novela más brillante
es La novela del tranvía (1882), relato costumbrista, donde realiza una típica interpretación de la
sociedad, en primera persona, basándose en las sugerencias de dos personas que comparten
recorrido con él en un tranvía de México.
Este genial autor solía introducirse en sus textos para opinar y tomar contacto directo con
el lector a través del monólogo interior, de sintaxis ágil, mientras en otras ocasiones concedía la
palabra, y el grado de personaje de sus textos, incluso a objetos inanimados. Es capaz de llevar
a lector, a través de sus textos, tanto a mundos fantásticos como reales, a ambientes urbanos o
rurales, demostrando un cosmopolitismo que no practicó en la realidad, sin que por ello se
resientan sus textos.
GUATEMALA: Enrique Gómez Carrillo (1873- 1927) Pseudónimo de Enrique Gómez Tible,
hijo de español y francesa, nacido en Guatemala, pero muy vinculado a Madrid y a París, donde
comenzó su carrera artística. Puede considerarse el paradigma de escritor modernista.
Desde muy joven colaboró con El Correo de la Tarde, dirigido por Rubén Darío, y más
tarde dirigió él mismo El Liberal (Madrid) y mantuvo corresponsalías con ABC, La Nación
(Buenos Aires) y El diario de la Marina (La Habana), entre otros.
Antes de cumplir 20 años publicó en Madrid su primera obra Esbozos que puede
entenderse como una anticipación a Los raros, de Rubén Darío, pero su maestría se manifiesta
claramente en sus crónicas de viajes: La sonrisa de la Esfinge (1913), El Japón heroico y galante
(1912), La Grecia eterna, La Rusia actual (1920), Vistas de Europa, donde transmite una intensa
sensación decadentista.
Son también dignos de mención los ensayos de crítica literaria: Literatura extranjera
(1894), Notas y estudios (1895), El modernismo (1905), Literaturas exóticas, La nueva literatura
francesa (1927)
Como novelista ha ido perdiendo frescura con el tiempo, quizá la más representativa de
sus novelas sea El Evangelio del amor (1922) donde se mezcla lo místico con lo erótico,
características ambas propias del modernismo.
Cultiva también la crítica literaria, en 1896 publica su primer texto de este tipo, con el
sugerente título de Los raros; a través de este género dará a conocer en Hispanoamérica el
movimiento simbolista y a autores como Poe, Leconte de Lisle, Verlaine, Lautreamont e Ibsen,
entre otro, tanto en ensayos como en crónicas periodísticas, colaborando con varias
publicaciones entre las que destaca La Nación de Buenos Aires.
En esta segunda visita a España las cosas le resultarán muy distintas ya que la
generación de intelectuales con la que estuvo en contacto ha dejado paso a otra más moderna,
la del ’98, con una actitud mucho más renovadora que la generación de la Restauración. Salvo
Unamuno, que lo consideraba decadente, la generación en pleno le recibió con los brazos
abiertos. Hasta su muerte, en 1916, Rubén Darío estuvo vinculado a España, esta vez fascinado
por su gente humilde y su cotidianeidad, que le moverán a escribir el estudio social España
Contemporánea (1901) y Tierras solares (1904), dedicado a Andalucía, a los que seguirán otros
textos de carácter también costumbrista y sociológico como Peregrinaciones, Diario de Italia, La
caravana pasa (1903), Parisina (1908), Opiniones (1906), Juicios, Semblanzas (1912) Novelas y
novelistas, José Martí poeta (1926), Historias de mis libros (1909), imprescindible para conocer
con detenimiento su obra lírica y a sí mismo, Autobiografía (1911), escrita con prisa por
necesidades económicas, y el más circunstancial Viaje a Nicaragua (1909)
COLOMBIA: José Asunción Silva (1865-1896) Escritor y poeta cuya obra desapareció casi
por completo en un naufragio al regresar desde Venezuela, donde ejerció labores diplomáticas, a
Colombia. Su corta y acelerada vida (se suicidó por motivos económicos) puede considerarse el
prototipo de existencia modernista en Hispanoamérica, al mantener un constante enfrentamiento
entre la realidad de la tienda familiar y las penurias económicas con la “torre de marfil” donde el
artista se refugia.
Dejó, junto a otras prosas menores, una novela titulada De sobremesa, rehecha tras la
pérdida del manuscrito original, y publicada en 1925. Este texto resulta ser un diario
autobiográfico sobre su vida en Europa, centrado principalmente en su vida amorosa y sus
relaciones con las mujeres, y en especial con una (Helena de Scilly) que seguirá por las
principales capitales europeas y que sólo hallará, ya muerta, en París. Este personaje femenino
se convertirá en el símbolo de la decadencia, prototipo de personaje protagonista de las novelas
modernistas hispanoamericanas.
VENEZUELA: Manuel Díaz Rodríguez (1871-1927) Escritor modernista e incansable
viajero, de influencias francesas.
Su primera obra es la colección de artículos sobre sus viajes por Italia y Turquía
Sensaciones de viaje (1896), donde demuestra tener un gran estilo; a esta obra le sigue
Confidencias de Psiquis (1897), colección de cuentos en la que también demuestra su maestría,
siendo su obra cumbre en el género la colección de 9 cuentos (cada uno relacionado con un
color determinado) Los cuentos de color (1898), de título simbolista. En este mismo año
publicará otro libro de viajes De mis romerías.
La primera novela surge en 1901, con el título de Ídolos rotos, en ella se ponen en práctica
muchos de los aspectos que habían sido ensayados en los cuentos y libros de viajes anteriores;
su protagonista, Alberto Soria, es un joven venezolano que vuelve de París tras haberse
convertido allí en artista, y que se encuentra en su patria con un montón de problemas, surgidos
del ambiente mediocre que le rodea y que al final repudia (evidentemente es un texto de tono
decadentista, muy propio del modernismo)
En 1902 aparecerá Sangre patricia, novela de estilo más cuidado que el de la anterior, si
cabe, en la que se exalta la aristocracia más “espiritualista” que conduce al protagonista al
suicidio. En 1922 publicará Peregrina o el pozo encantado, situada en Caracas y con personajes
místicos, más que intelectuales; esta novela puede incluirse ya en la tendencia criollista, aunque
el tratamiento del tema es todavía muy artístico, muy esteticista.
diputado en su país, viajó a Europa en 1916 como corresponsal de la revista argentina Caras y
Caretas, y visitó Portugal, España, Francia e Italia, donde le sorprendió la muerte.
Su primera obra reseñable es el estudio sobre Prosas profanas de Rubén Darío, titulado
Rubén Darío. Su personalidad literaria. Su última obra. (1889), en el cual hace un profundo
análisis del valor y representatividad del movimiento modernista a la vez que se atreve a criticar
el excesivo esteticismo del autor nicaragüense.
En 1900 publicó su obra maestra, Ariel, una de las obras más importantes del
pensamiento hispanoamericano moderno, donde defiende el concepto espiritual de
Hispanoamérica frente a la tecnocracia norteamericana; sin embargo se le ha reprochado falta
de sensibilización con respecto al problema indígena.
Entre sus restantes escritos podemos destacar Liberalismo y jacobinismo (1906) sobre el
conflicto religioso, Motivos de Proteo (1909) que continua el tema de Ariel, El mirador de
Próspero (1913), más tarde ampliado bajo el título de Los últimos motivos de Proteo (publicado
póstumamente en 1932), y El camino de Paros (póstumo 1918), que describe su viaje por
Europa.
Su extensa obra en prosa alberga textos de toda índole, desde los más realistas o
regionalistas que podrían clasificarle dentro del grupo de novelistas de compromiso político,
hasta las más esteticistas o incluso las precursoras del realismo mágico. Es fundador, con José
Ingenieros, de la revista La montaña de temática política, social y literaria.
El primer libro en aparecer es Imperio jesuítico (1904), donde realiza una implacable crítica
de la acción de la Compañía en el Paraguay y en la provincia argentina de Misiones, a éste le
sigue La guerra gaucha (1905) también de temática histórica, pero esta vez muy mezclada con lo
literario puesto que narra una serie de estampas, a modo de cuentos, pero el más destacado de
sus textos sociológicos es El payador (1916) donde analiza el fenómeno gauchesco y reivindica
la figura de Martín Fierro como héroe nacional; cierra esta tendencia histórica La historia de
Sarmiento (1911), una biografía singular del discutido prohombre argentino.
Lugones estuvo fascinado por la cultura clásica hasta tal punto que tradujo partes de la
Iliada y la Odisea e incluso hizo análisis serios de las mismas en algunas de sus obras como
Prometeo (1910) Las industrias de Atenas (1924), Estudios helénicos (1924) y Nuevos estudios
helénicos (1928)
La relativa larga vida de este autor (64 años), en comparación con otros miembros de su
entorno intelectual e histórico, le permitieron pasar por varias etapas artísticas, ya señaladas,
pero quizá fue este peregrinaje lo que al final de su vida le llevó a considerarse aislado y
suicidarse en 1938.
Enrique Larreta (1875-1961) Nombre por el que se conocía a Enrique Rodríguez Larreta,
autor actualmente casi totalmente olvidado a pesar de la fama de la que gozó durante el
Modernismo, principalmente a través de su novela La gloria de Don Ramiro (1908) de tema
español (localizada en el siglo XVI), pero también en otras novelas de tema argentino (por
presiones nacionalistas, en algún caso) como Zogoibi (1926), El Gerardo o la torre de las
damas(1953), En la pampa (1955), estas dos últimas refundidas más tarde en El Gerardo con la
que vuelve al tema realista. Con Orillas del Ebro (1949) vuelve al tema español, con tintes
psicológicos, esta vez.
CUBA: José Martí (1853-1895) Poeta de origen humilde, que concibe su poesía y sus
escritos (por los que es menos conocido) como una actividad más su lucha política, por lo que en
realidad no debería clasificarse entre los autores modernistas, aunque sí presenta características
afines, que lo colocarían en la encrucijada entre el parnasianismo, el postromanticismo y el
modernismo incipiente, aunque para otros críticos estas y otras características vitales le
convertirían en el precursor del movimiento, junto a Nájera.
Se mire como se mire, Martí es una figura estelar, que conjuga al creador literario con el
hombre de acción. Como Nájera sintió pronto la fascinación por el parnasianismo francés con el
que mantuvo ciertos contactos durante sus destierros en España, y que tomó como base para
renovar el lenguaje lírico.
El primero de sus destierros se produjo entre 1771 y 1773, como conmutación de la pena
a trabajos forzados por, supuesta participación en la revuelta de 1868, de esta situación surgió
su compromiso social y el ensayo El presidio político de Cuba (1871) A su regreso residirá en
varios países Centroamericanos e incluso pasará una temporada de destierro en Estados
Unidos.
La lucha por la justicia es constante a través de sus obras, con el único fin de liberar a
Cuba, ello explica que estando especialmente dotado para la poesía, tomara ésta como vehículo
de transmisión, más que como vehículo estético, lo mismo puede decirse de su prosa, salvo
excepciones (una novela inacabada y unos cuentos)
Participó en la expedición libertadora de Cuba bajo el mando del general Máximo Gómez,
y murió en mayo de 1895.
El concepto “Realismo” es bastante ambiguo ya que puede aplicarse incluso a las novelas
contemporáneas, por eso suele complementarse mediante adjetivos, tanto en la literatura
hispanoamericana como en la española, como regionalista o naturalista. En el primer caso
entramos en el campo de la preocupación política o social, de la que se ocupa el siguiente
apartado, en el segundo, se muestra un género cuyo principal personaje es la naturaleza
característica de todo el continente, llena de exotismo y de injusticias sociales, y sobre todo
determinista, que ahora nos parecen de poca calidad, pero que en su momento eran lo más
interesante para el lector europeo, hasta el punto de poder hablar de un realismo de orientación
didáctica.
Con el tiempo estas novelas evolucionarán en su carácter para acercarse al realismo más
comprometido socialmente o “criollista”, en lo que recibe el nombre de novelas de la tierra o de la
selva.
Estos textos surgen a raíz del primer levantamiento revolucionario del siglo XX (siete años
antes de la revolución Rusa), que, de haber cuajado, hubiese guiado a Hispanoamérica por
caminos bien diferentes a los que ahora sigue. La crisis al finalizar el mandato presidencial de
Lázaro Cárdenas en 1940 supuso el fin del levantamiento, que había surgido condenado a
fracasar desde sus inicios.
Mariano Azuela (1875-1952) fue el iniciador de la corriente con Andrés Pérez, maderista
en 1911 (historia de un periodista comprometido con el ideal revolucionario de Madero), pero ya
antes había publicado varias novelas, adscritas al Realismo naturalista: María Luisa (1907), Los
fracasados (1908) y Mala yerba (1909)
El tema revolucionario vuelve a aparecer en Los caciques (1917), esta vez en un entorno
urbano, en los días del asesinato de Madero; la revolución sirve aquí de telón de fondo a la
acción de los personajes, cuyo tratamiento es similar al de la obra anterior, salvo por la ironía
añadida, con esta obra Azuela no busca la denuncia social.
Las moscas (1918) satiriza la burocracia cesante que espera mantenerse en el puesto a
pesar de los cambios políticos. Domitilo quiere ser diputado (1918) será su último texto sobre la
revolución, a partir de éste cultivará la novela siguiendo los nuevos influjos narrativos, aunque sin
la calidad alcanzada con la temática revolucionaria.
La sombra del caudillo (1929), cuya estructura fue mucho más calculada. A su regreso del exilio
publicó Memorias de Pancho Villa en 1951.
A parte de sus novelas también destaca su labor periodística: fundador del diario El
Mundo, y del semanario Tiempo (1942), colaboró con los diarios El Sol y La Voz entre 1923 y
1938. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1958.
Rafael F.Muñoz (1899-1971) trata también de forma idealizada, movido por la fascinación,
a los líderes revolucionarios, destacando Vámonos con Pancho Villa, mientras Gregorio López
Fuentes (1897-1966) se ocupa en Tierra (1932) la figura de algunos líderes revolucionarios,
desde Porfirio Díaz hasta Emiliano Zapata; este último autor tratará también el problema de la
tierra y la represión campesina (en un acercamiento a la novela indigenista) en Los peregrinos
inmóviles (1944), e incluso la anterior El indio (1935), aunque desde un punto de vista todavía
paternalista, que la aleja de la auténtica novela de reivindicación. Mauricio Magdaleno (1906-)
trató también el tema del problema agrario en El resplandor (1937) y llevó al teatro la figura de
Zapata.
José Rubén Romero (1890-1952) destaca por su diestra creación de tipos humanos en
Apuntes de un lugareño (1932) donde relata su infancia, La vida inútil de Pito Pérez (1938)
donde se centra en un personaje de características picarescas y en Rosenda (1946) donde
describe una de las figuras femeninas más destacadas de todo el período. Agustín Yáñez (1904-
1980) da una visión general de la sociedad mexicana de la revolución en Al filo del agua (1947)
Dentro de este tipo de novela puede distinguirse la indigenista y la gauchesca, ésta última
concentrada en un grupo social concreto de Argentina.
Novela indigenista: .
Historia de Bolivia (1922), del mismo autor, continua el tema; dicha obra será prolongada
por Los caudillos letrados y Los caudillos bárbaros (1929) Las reflexiones hechas sobre su país
en estos escritos le servirán de base ideológica para su novela más brillante, Raza de bronce
(1919)
A parte de estos ensayos y novelas sobre tema indigenista, escribió también Pisagua
(1903), Wata wara (1904), donde ya apunta lo que más tarde sería Raza de bronce al presentar
a algunos de los que serán sus personajes, y Vida criolla (1905), de carácter autobiográfico y
tintes modernistas, que pueden considerarse menores.
La última de sus novelas fue publicada, inconclusa y póstumamente en 1973, bajo el título
de Lázaro, en ella se insiste en el tema indigenista. Tienen gran interés también sus colecciones
de cuentos como Duelo de caballeros (1963), Panki y el guerrero (1968), La ofrenda de piedra
(1969) y su reedición Fábulas y leyendas americanas (1982)
Jorge Icaza: (1906-1978) Ecuador. Su primer texto de temática indigenista fueron los
cuentos de Barro de la sierra (1933), donde aparecen aspectos que tratará con detenimiento en
su más importante novela Huasipungo (1934), cuyo nombre hace referencia a la parcela de
terreno que los latifundistas cedían a sus trabajadores indios a cambio del trabajo en la
hacienda.
Novela gauchesca:
El gaucho es el personaje típico de la novela criollista/ indianista argentina. Los autores
más destacados de esta corriente son
Benito Lynch (1885-1951) perteneciente a una familia de hacendados, y por tanto buen
conocedor de los ambientes y problemáticas, publica un clásico sobre el tema Los caranchos de
Florida (1916), título que hace referencia a unas aves carroñeras (caranchos) que sirven para
designar en este caso al patrón de la estancia y a su hijo, educado en Europa, cuyos caracteres
encontrados les conducen al enfrentamiento mortal con el que acaba la novela.
En 1924 publicará El inglés de los huesos, con algunos tintes románticos, y el resto de su
producción serán novelas cortas: El romance de un gaucho (1930) donde emplea el lenguaje
gauchesco y De los campos porteños (1931)
En 1917 publicará Raucho, una novela corta con tintes autobiográficos, en donde París se
contrapone a la Pampa, lugar donde consigue hallar la salud corporal y espiritual, y en 1922
Rosaura también novela sentimental breve, dará una visión acertada del provincianismo, pero no
será hasta 1926 cuando publique su obra maestra, y una de las más conocidas en Europa Don
Segundo Sombra, creada sobre algunos personajes reales, donde expone el amor a la Pampa,
el estoicismo del hombre del campo, el rechazo a la modernidad y el apego a la tradición, que
vertebran sus obras y caracterizan a la novela gauchesca.
José Eustasio Rivera (1889-1928) Este colombiano establece con su obra La vorágine
(1924) el prototipo de novela de la selva, pues en ella la naturaleza, en su faceta hostil al
hombre, adquiere gran importancia. Este maestro, abogado y poeta parnasiano maneja un estilo
narrativo influido tanto por los románticos como por los parnasianos. Esta novela, producto en
parte de sus experiencias en la comisión de límites entre Venezuela, Colombia y Brasil (plena
selva amazónica) rompe con el concepto romántico que Europa tenía sobre la naturaleza
Hispanoamericana, lo cual justifica su fama y éxito.
Su primer libro, un conjunto de relatos, aparece en 1913 con el título de Los aventureros,
pero su primera novela es Reinaldo Solar (1920) donde realiza un intento de armonizar la acción
privada y la pública mediante un personaje que pretende regenerarse a sí mismo y a su país,
fracasando en ambos intentos.
Horacio Quiroga (1878-1937) autor uruguayo que comienza siendo poeta modernista,
integrado en la bohemia parisina pero cuya peripecia vital colma de originalidad su obra. A raíz
de un accidente de caza en Uruguay, donde mata a un amigo, su vida dará un vuelco, participará
en una expedición arqueológica en Argentina que le permitirá conocer el trópico y después el
departamento de Misiones, escenario de muchos de sus cuentos.
La tragedia continua hasta el fin de sus días ya que su primera esposa se suicidó y él
mismo, al saber que tenía cáncer.
Escribió novelas, pero lo más destacado de su producción son los cuentos: Cuentos de
amor, de locura y de muerte (1917), Cuentos de la selva (1918), El salvaje (1920), Anaconda
(1921), El desierto (1924) y Los desterrados (1925), la mayoría de ellos localizados en el trópico,
donde los personajes deben demostrar su valía frente al peligro y la imprevisible naturaleza que
siempre vence sobre la razón y la voluntad humanas.
Sus últimas obras son un anticipo del realismo mágico, al dar entrada a lo extraordinario
en el relato, como en Los desterrados.
3. Renovación narrativa
Entre los años 20 y 40 del siglo los autores hispanoamericanos, espoleados por las
tendencias de vanguardia, llevaron a cabo una revolución estilística para liberarse del realismo
característico de las obras anteriores (naturalista, de compromiso político, regionalista, etc.) Los
modelos a seguir en este cambio narrativo fueron Joyce y Proust o lo que es lo mismo, la
vanguardia europea.
Jorge Luis Borges (1899-1986) Poeta vanguardista durante la década de los 20,
colaborador en la fundación de las revistas literarias más destacadas del momento y
representante del Ultraísmo argentino, primero en verso y más tarde en una prosa caracterizada
por la intemporalidad, la precisión y la claridad.
No puede decirse que sea un novelista, salvo por un relato policial Un modelo para la
muerte (1946) que escribió en colaboración con Bioy Casares, lo cual no quiere decir que no
tenga un lugar destacado entre los prosistas, puesto que sin sus obras y sobre todo sin su influjo
sobre otros autores, las letras hispanoamericanas contemporáneas serían totalmente distintas.
El idealismo, más que el realismo, es lo que permitirá a este autor dar rienda suelta a su
imaginación y su memoria, mundos con los que crea un escape al mundo real.
En la línea de los ensayos que van evolucionando hacia el cuento literario está Discusión
(1932) e Historia de la eternidad (1936) entre otras, y se inicia en el relato literario con Historia de
la infamia (1935) formada por, según el propio autor en el prólogo, ejercicios de prosa narrativa
siguiendo modelos de Stevenson y Chesterton entre otros.
Sus primeros cuentos datan de 1935-36 pero no se publicaron hasta 1942 en El jardín de
los senderos que se bifurcan, que más tarde formaría parte de la edición aumentada de
Ficciones, pero antes publicará, en 1949 publicará El Aleph. En Ficciones, su colección de
cuentos más lograda, se sirve de sus conocimientos de Historia, Filosofía y Matemática para
crear una realidad engañosa a través del falseamiento y jugar con el lector en los “laberintos”
que no conducen a ninguna parte salvo a la comprensión de la estructura recorrida como
también en la vida el único objetivo es la muerte, que suele ser el final de muchos de sus
cuentos.
El Hacedor (1960) continua la línea iniciada por Ficciones, pero no logra la misma
atmósfera mágica, puesto que su condensación lo convierte en una colección de poemas en
prosa. En este libro el espejo es el símbolo clave, como elemento que recoge lo efímero. Otro
texto a tener en cuenta es El libro de arena (1975), colección de 13 relatos donde plantea de
nuevo las mismas obsesiones temáticas (el mundo como biblioteca o laberinto, la lógica
falseada, la naturaleza del yo,...)
Alejo Carpentier (1904-1980) Cubano hijo de francés y rusa. Sus inicios literarios pueden
situarse en el Surrealismo de los cuales es representativa la novela de inspiración negrista Ecue-
Yamba-O (1933) que se adscribe al cubismo; fue además uno de los fundadores de la Revista
de Avance en Cuba, pero destaca en las letras hispanoamericanas por ser el iniciador de lo real
maravilloso en narrativa, el paso previo al realismo mágico.
Dentro del mismo apartado podría clasificarse Los pasos perdidos (1953), al ser una
búsqueda del paraíso perdido, destruido por siglos de civilización. En ésta, como otras de las
novelas de Carpentier, la música ocupa un lugar importancia, y no es de extrañar, es un
excelente musicólogo, muy interesado en las tendencias afrocubanas; así en El acoso (1956)
todo transcurre durante lo que dura la interpretación de la sinfonía Heroica de Beethoven, en
esta novela se reflejan las frustraciones y el rechazo al régimen dictatorial de Batista y al hecho
de que La Habana era una imitación de las formas de vida americanas y europeas; como vía de
escape ante estos problemas el autor planteó en su obra anterior la vuelta a la creatividad del
arte y forma de vida del afrocubano.
En 1958 publica Guerra al tiempo, edición de tres relatos cortos: El camino de Santiago,
Viaje a la semilla, y Semejante a la noche a los que se añade una reedición de El acoso; sin
embargo su obra cumbre es El siglo de las luces (1962), también novela de búsqueda y con
trasfondo revolucionario (esta vez la Revolución Francesa y su relación con una familia cubana)
En 1974 publicará Concierto barroco, con claras reminiscencias musicales no sólo en su título
sino en el ritmo narrativo que equivaldrá al allegro, adagio, vivace y cierre de una pieza musical y
más tarde La consagración de la primavera (1978), una reflexión sobre las revoluciones en la
historia -desde la Rusa hasta la Castrista-, y El arpa y la sombra (1979) son sus últimas novelas.
Miguel Ángel Asturias: (1899-1974) Premio Nobel. Guatemalteco que, como Carpentier,
plantea sus obras en torno al mito, aunque esta vez inspirado en mitos indios precolombinos,
población por la que siempre estuvo interesado (no en vano estudio antropología en París)
Su primera incursión literaria es una colección de relatos poéticos sobre relatos populares
mayas de la época colonial, que publicó con el título Leyendas de Guatemala (1930), pero su
obra maestra es El señor Presidente, que comenzó durante la dictadura de Jorge Ubico pero que
no publicó hasta su caída en 1946; esta obra está inspirada tanto en la dictadura de Ubico como
en la de su predecesor Estrada Cabrera, por lo que más que un personaje lo que presenta es un
arquetipo, el dictador-demiurgo y un género “la novela de la dictadura” en la que muestra las
consecuencias de esta forma de gobierno sobre la sociedad hispanoamericana. De nuevo
estructura el relato tomando como base leyendas mayas, para plasmar la lucha entre el bien y el
mal (luz y tinieblas), con el que logra el efecto de pesadilla grotesca, y la reducción del ser
humano a mero animal a través de la caricatura, y frente a estos efectos negativos sitúa el
campo, la naturaleza y la selva, como paradigmas de lo idílico y libre.
Su otra gran novela es Hombres de maíz (1949) bien distinta que la anterior, aunque su
estructura se base también en leyendas, puesto que se centra en la problemática social en torno
a la comunidad indígena que se ve desplazada de sus tierras comunales, también escribió una
trilogía sobre las plantaciones de bananas Viento fuerte (1950), El Papa verde (1954) y Los ojos
de los enterrados (1960), además de Mulata de tal, que corresponde a un intento de crear un
mito moderno.
José Lezama Lima (1910-1976) Novelista del período prerrevolucionario cubano y poeta
formado en los años 40, de estética cerrada e impregnada en el misticismo católico. Su obra
narrativa se sustenta sobre el mito como único campo libre para el ser humano en un momento
político-social en el que la mayoría de los intelectuales emigran de Cuba.
Augusto Roa Bastos (1917) Autor paraguayo ocupado en narrar la realidad social que
vivió, con las dosis justas de lirismo, derivado del uso de vocablos indígenas y del ritmo de las
lenguas indias, para mitigar la crudeza de los hechos.
Su obra más destacable es Hijo de hombre (1960) donde refleja un siglo de resistencia
paraguaya a la dictadura, tomando como hilo conductor del relato a figuras o acontecimientos
destacables y centrándose en dos símbolos: un Cristo tallado por un leproso y el ferrocarril. A
pesar de su tema no es una novela de reivindicación política.
José María Arguedas (1911-1969) Novelista peruano de notables semejanzas con Roa
Bastos, puesto que como él se apoya en el mito popular y emplea vocablos quechuas en sus
textos.
Su primera obra es la colección de cuentos Agua (1935), seguida de las novelas Yawar
fiesta (1941), Los ríos profundos (1958), de línea autobiográfica, y Todas las sangres (1964)
Ernesto Sábato (1911) Escritor argentino que con su corta producción (sólo tres novelas,
que pueden considerarse incluso aspectos de una misma novela) es el cierre del realismo
maravilloso y la puerta de acceso a tendencias posteriores como el realismo mágico.
Para conocer su novelística y las obsesiones que la pueblan, es útil su ensayo El autor y
sus fantasmas (1963), entre las obsesiones más destacables está la del enfrentamiento bien-
mal, el antihéroe como personaje central, el sexo, la incomunicación humana y la locura.
En su primera novela, germen para la corriente del realismo mágico, El túnel (1948)
parece realizar un ensayo de la posterior Sobre héroes y tumbas (1961), que puede calificarse
de novela total, con una inmensa galería de personajes, entre los cuales destaca la protagonista,
Alejandra, atormentada por tradiciones y tendencias decadentes.
Juan Rulfo (1918-1986) Autor mexicano que ha publicado sólo una colección de cuentos
El llano en llamas (1953) y una novela Pedro Páramo (1955), que sitúa en un pueblo mítico,
donde no hay determinación espacio temporal clara y los personajes pueden perderse entre el
presente, pasado y futuro o situarse en varias perspectivas temporales a la vez, como en una
pesadilla en donde siempre son perseguidos o perseguidores, en ambientes fantasmales.
Son característicos los monólogos de sus personajes, siempre solitarios, en los que
muestra su tortura interior, a modo de vía de escape.
Su única novela es la historia de la búsqueda del Paraíso, que acaba en todo lo contrario,
al entrar el pueblo mítico de toda su obra en el Infierno; la estructura tradicional en capítulos se
rompe, puesto que el autor intercala fragmentos cortos, a veces sin relación unos con otros, de
diálogos, monólogos, voces del pueblo, etc. creando un ritmo y una estructura muy poética (a
veces la vinculación entre fragmentos se basa en una palabra repetida, un tono o unos
recuerdos asociados)
Juan Carlos Onetti (1909) Las obras de este novelista uruguayo presentan unas
características análogas a las de Rulfo, identificándose también en una geografía más moral/
mítica que física, en este caso Santa María, lejano puerto fluvial donde todo está determinado
por la mediocridad y los sueños de superación de sus personajes, que sin embargo, están
condenados al materialismo vulgar y a la desesperación que éste les provoca.
Gabriel García Márquez (1928) Autor colombiano, creador del mítico Macondo donde tiene
lugar una de las novelas más conocidas en la actualidad: Cien años de soledad (1967)
En toda la obra de este autor se aprecian “demonios” tanto personales (vivencias propias)
como históricos y culturales (La Biblia, Las mil y una noches, libros de caballerías, Rabelais,
Kafka, Joyce, Borges, Virginia Wolf, Hemingway, Faulkner, etc.)
La carrera literaria de García Márquez arranca del periodismo, género que nunca ha
abandonado. Su aprendizaje se inicia con La hojarasca (1955), en la que ya aparece Macondo; a
esta obra le sigue el cuento Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo (1955), que
posiblemente sea un capítulo de la obra anterior, que cobró vida propia; en él aparece la
hiperbolización (varios días seguidos lloviendo que acaban desdibujando las cosas), uno de los
recursos habituales del autor.
Después de este gran éxito, vieron la luz algunos relatos breves como Blancamán el
bueno, vendedor de milagros (1968), El ahogado más hermoso del mundo (1968), La increíble y
triste historia de la Cándida Eréndira y de su abuela desalmada (1972) y Ojos de perro azul
(1973), que se limitan a desarrollar los temas y estructuras ya planteados. En 1975 publica El
otoño del patriarca, donde insiste en el personaje prototipo de El coronel..., en su patología más
que en sus efectos sociales.
Si bien algunos de los autores citados en el apartado anterior están integrados en esta
etapa de “Boom” narrativo, por las características de algunos de sus textos (Cien años de
soledad, El otoño del patriarca, de García Márquez; Yo el supremo, de Roa Bastos), se
considera iniciador de esta corriente al mexicano Carlos Fuentes.
Su primer libro es una colección de cuentos publicada en Barcelona bajo el título Los jefes
(1959) y galardonada con el premio Leopoldo Alas; en este texto aparecen algunos de los
elementos base para novelas posteriores, como los adolescentes cuya rebeldía y
comportamiento prefiguran los personajes de La ciudad y los perros (1962), que recibió el premio
Biblioteca breve de la editorial Seix Barral y el de la crítica en 1963 por su originalidad en la
disposición técnica y el manejo de la perspectiva múltiple y la mezcla de planos temporales como
vehículos para expresar las motivaciones humanas y su conducta. El tema de estas obras será
continuado en las novelas posteriores Los cachorros (1967) y Conversaciones en La catedral
(1969)
El humor, elemento visto con reticencia hasta ese momento por el autor, es uno de los
rasgos definitorios de Pantaleón y las visitadoras (1973), que puede considerarse una farsa,
aunque con base real, sobre el ejército peruano; y en La tía Julia y el escribidor (1977), en la que
se adivinan rasgos autobiográficos, sin abandonar la mordacidad que caracteriza a la novela
anterior.
Otra de sus novelas más destacadas será La guerra del fin del mundo (1981), una novela
aparentemente realista, con trazos de expresionismo tremendista al describir los horrores de la
guerra, y que recuerda novelas de la etapa de la revolución mexicana. Se basa en un hecho real
brasileño que queda desbordado por la fantasía del autor para mostrar el fanatismo de dos
instituciones poderosas (Iglesia y Estado) que desemboca en un Apocalipsis. Los tipos humanos
que pueblan la novela son muy complejos.
Historia de Mayta (1984), El hablador (1987) y Elogio de la madrastra (1988) son otras de
sus novelas, la última de ellas relacionada con el género erótico.
Julio Cortázar (1914-1984) Radicado durante mucho tiempo en Francia, este argentino
nacido en Bruselas no perdió nunca sus señas de identidad. Con una obra sólida ya antes del
“boom”, se convirtió en uno de los más destacados representantes de dicha etapa a través de la
experimentación de técnicas narrativas, al igual que M. Vargas Llosa.
Toda su estética nace del intento de ensayar nuevos caminos para la novela, llegando a
crear una “antinovela”, donde no aparece ninguno de los soportes tradicionales del relato. Esta
búsqueda técnica se adivina ya en el cuento Las babas del diablo, publicado en 1959 dentro de
la colección Las armas secretas.
La evolución literaria de Cortázar fue lenta, hasta los 37 años residió en Argentina, donde
publicaba poesía, ensayo y otras novelas bajo el pseudónimo de Julio Denis, pero a partir de
1951 va redactando textos breves en los que se reconoce la influencia borgeana y que más tarde
recopilará en Bestiario (1956)
En 1960 publica su primera novela Los premios, en la que aplica ya la técnica ensayada
en los cuentos anteriores, y que perfeccionará en Historias de cronopios y de famas (1962) para
alcanzar su cumbre en Rayuela (1963) donde continúa la tradición de la novela intelectual
europea (Huxley, Mann, Pérez de Ayala, Hesse, etc.) Este texto podría calificarse de antinovela
puesto que rompe con todas las estructuras tradicionales del relato, presenta tres partes: “del
lado de acá”, “del lado de allá” y “otros lados” (en este último se recogen los capítulos
prescindibles) de manera que hay tres formas de leer la novela.
Si bien la novela no tiene trama argumental ni hechos que señalen una evolución, sí hay
un eje vertebrador, dos puntos geográficos donde transcurre la acción, donde la parodia y la
ironía sirven para destruir las convenciones y reflejan, de forma incompleta, la realidad.
La experimentación de Rayuela se prolonga por todas las demás novelas salidas de su
pluma, como la colección de cuentos Todos los fuegos el fuego (1966), La vuelta al día en
ochenta mundos (1967), 62 modelos para armar (1968) donde lleva hasta el extremo la teoría del
lector cómplice de la creación literaria, al presentar una serie de fragmentos de trama que el
lector debe ordenar y completar.
El libro de Manuel (1973) es su última novela, la cual muestra una decidida actitud de
militancia política contra la violencia institucional en Hispanoamérica y el imperialismo
norteamericano, entre otros temas. Otros títulos son: Octaedro (1974), Alguien anda por ahí
(1977), Un tal Lucas (1979), Queremos tanto a Glenda (1981), Los autómatas de la cosmopista
(1983), Deshoras (1983) y Nicaragua tan violentamente dulce (1984), donde realiza un alegato
en pro de la revolución sandinista.
Guillermo Cabrera Infante (1929) La novela Tres tristes tigres publicada en 1967 por este
cubano está también en la línea de renovación del lenguaje. Se trata de una parodia de la
sociedad, a través de un lenguaje abierto a la innovación, pero basado en la lengua familiar y
vulgar cubana hablada en 1959, justo antes de la subida al poder de Castro, para mostrarnos la
cultura de la isla, una cultura bastarda donde tanto el dinero como el habla son importados de
Norteamérica.
La Habana para un infante difunto (1979) es una novela autobiográfica y lineal, donde el
autor narra sus recuerdos de adolescencia en torno a La Habana mitificada por la memoria, a
través de un lenguaje cargado de juegos de palabras y de experimentación retórica.
Siguiendo los cauces habituales de la narrativa publica los relatos breves de La muerte y
otras sorpresas (1968)
José Donoso (1925) Autor chileno, el primero de su país en haber superado los esquemas
narrativos previos al “boom”, que se limitaban a la novela realista y de contenido político/ social
(criollista) En Historia personal del boom (1972) informa sobre la precaria situación editorial de
Chile y la falta de esquemas narrativos nuevos.
Su primera novela, Coronación (1956) se adscribe al realismo social, pero a partir del
conocimiento de las obras de C. Fuentes, comenzará su labor innovadora, de tal manera que
cambiará la situación de la novela en su país.
El lugar sin límites (1966) será uno de los primeros textos plenamente innovadores, junto
con El obsceno pájaro de la noche (1970) donde narra el fracaso irremisible de sus personajes,
dominados por el ambiente asfixiante que les impide realizar sus sueños.
Otras obras: Tres novelitas burguesas (1973), Casa de Campo (1978) y La desesperanza
(1986), en todas ellas se funden elementos muy diversos como lo autobiográfico, la
incomunicación y la degradación humana, la realidad caótica, la falta de fe en el futuro, etc.
En México
Fernando del Paso con José Trigo (1966) y Palinuro de México (1975) con un estilo que
recuerda en los inicios a Cabrera Infante y que se va consolidando hasta llegar a un alto nivel de
barroquismo y experimentación.
Salvador Elizondo con Farabeuf (1965) y El hipogeo secreto (1968) y un estilo inspirado en
Borges, innovado a través del intento de narrar el instante, el tiempo congelado.
En Cuba
Severo Sarduy pretende en sus textos dar un significado libre a la escritura, rompiendo
con todo orden establecido, como en su momento hizo el Barroco frente al Renacimiento. Su
texto más logrado, en este sentido, es Cobra (1972) una novela de absurdo, sin trama ni
motivación psicológica de los personajes, con el lenguaje totalmente desvalorizado y una
exageración cómica de los detalles.
Reynaldo Arenas con Celestino antes del alba (1967), el largo monólogo de un niño
retrasado mental, nos presenta el triunfo del mundo fantástico y mágico frente a la realidad
decepcionante. Su segunda novela, El mundo alucinante (1968) parece ser una alegoría sobre la
vida de un santo, que toma influencias tan variopintas como la picaresca y las obras de
Quevedo, Rabelais y Gracián. La estructura del texto se desarrolla mediante una exposición
dialéctica (tesis y antítesis), cuyo contenido histórico-político, que podía trasladarse al caso
cubano contemporáneo, le supuso varios arrestos domiciliarios por parte del gobierno castrista.
En Venezuela
Salvador Garmendia vive la rápida transformación industrial de su país que tiene como
consecuencia el caos social que plasma este autor en Los pequeños seres (1959) Su segunda
novela Los habitantes (1961) tiene una temática semejante, aunque esta vez sin llegar a la
denuncia social, es solo una novela descriptiva.
En Perú
Sus obras son Un mundo para Julius (1970), novela de iniciación a la vida, en este caso
superficial de la clase alta limeña, que resulta en gran parte caricaturesca al presentar
personajes planos (como fantoches) y Tantas veces Pedro (1977)
En Chile
Jorge Edwards (1931) es autor de dos novelas El peso de la noche (1964) y Los
convidados de piedra (1978) además de una colección de cuentos Persona non grata (1973) En
las novelas muestra la decrepitud moral de la burguesía chilena.
En Argentina
Manuel Puig (1932) toma a sus personajes de la clase social baja, por lo que recupera
cierto nivel de vitalismo en sus obras; suelen ser seres de inteligencia mediocre y sueños
frustrados que han tomado del cine y de las fotonovelas. La traición de Rita Hayworth (1968) y
Boquitas pintadas (1969) son dos ejemplos de ello.
El valor principal de este autor es la agilidad para plasmar modos de expresión, sobre todo
el nivel coloquial, que se convierte en hilo conductor de muchas de sus novelas y fuente de la
narración misma, habiéndose convertido en un auténtico maestro en su dominio, como en Cae la
noche tropical (1988)
En The Buenos Aires Affair (1973) construye una novela sobre trozos de diálogos de
películas de grandes divas del cine de los 30 y 40 (Bette Davis, Joan Crawford, Greta Garbo),
para crear una parodia que cuente los problemas sexuales de los protagonistas y que tenga
cierto aire de novela policíaca.
El beso de la mujer araña (1976) supone un cambio de rumbo, puesto que profundiza en
las relaciones del individuo con el medio, haciendo hincapié en la liberación homosexual, tema
que también tratará Pubis angelical (1979)