El Método Científico en El Ámbito Jurídico
El Método Científico en El Ámbito Jurídico
El Método Científico en El Ámbito Jurídico
Método inductivo:
Cuando se emplea como instrumento de trabajo, es un procedimiento en el que,
comenzando por los datos, se acaba llegando a la teoría. Por tanto, se asciende de
lo particular a lo general.
La secuencia metodológica propuesta por los inductivistas es la siguiente:
2. Análisis de lo observado.
Método Sintético:
Es un proceso de razonamiento que tiende a reconstruir un todo, a partir de los
elementos distinguidos por el análisis; se trata en consecuencia de hacer una
explosión metódica y breve, en resumen. En otras palabras debemos decir que la
síntesis es un procedimiento mental que tiene como meta la comprensión cabal de
la esencia de lo que ya conocemos en todas sus partes y particularidades.
La síntesis significa reconstruís, volver a integrar las partes del todo; pero esta
operación implica una superación respecto de la operación analítica, ya que no
representa sólo la reconstrucción mecánica del todo, pues esto no permitirá avanzar
en el conocimiento; implica Llegar a comprender la esencia del mismo, conocer sus
aspectos y relaciones básicas en una perspectiva de totalidad. No hay síntesis sin
análisis sentencia Engels, ya que el análisis proporciona la materia prima para
realizar la síntesis.
Respecto de las síntesis racionales, por ejemplo, una hipótesis, ellas vinculan dos
o más conceptos, pero Ios organiza de una forma determinada; los conceptos
desnutrición y accidentes de trabajo al vincularse pueden dar por resultado una
hipótesis: a medida que aumenta la desnutrición de los obreros, se incrementa la
tasa de accidentes de trabajo. La hipótesis es una síntesis que puede ser simple o
compleja. Asimismo, todos los materiales pueden ser simples (un organismo
unicelular) o complejos (un animal mamífero); las sociedades pueden ser
relativamente simples (una comunidad primitiva) o complejas (una sociedad
industrial).
La síntesis, sea material o racional, se comprende en el pensamiento; por ello, es
necesario señalar que el pensamiento, si no quiere incurrir en arbitrariedades, no
puede reunir en una unidad sino aquellos elementos de la consciencia en los cuales
- o en cuyos prototipos reales - existía ya previamente dicha unidad.
La síntesis va de lo abstracto a lo concreto, o sea, al reconstruir el todo en sus
aspectos y relaciones esenciales permite una mayor comprensión de los elementos
constituyentes. Cuando se dice que va de lo abstracto a lo concreto significa que
los elementos aislados se reúnen y se obtiene un todo concreto real (por ejemplo,
el agua) o un todo concreto de pensamiento (una hipótesis o ley).
En otros términos, lo concreto (es decir el movimiento permanente hacia una
comprensión teórica cada vez más concreta) es aquí el fin específico del
pensamiento teórico, en tanto que es un fin de tal naturaleza, lo concreto define
como ley la manera de actuar del teórico (se trata de una acción mental
naturalmente) en cada caso particular, por cada generalización tornada aparte.
El análisis y la síntesis se contraponen en cierto momento del proceso, pero en otro
se complementan, se enriquecen; uno sin el otro no puede existir ya que ambos se
encuentran articulados en todo el proceso de conocimiento.
Método Analítico:
Se entiende como el procesamiento de descomponer un todo en sus elementos
básicos, también es posible otorgarle la cualidad de ir de los efectos a la causa,
dicho de otra forma: a partir de los fenómenos a las leyes.
De una manera más sencilla decimos que el análisis analítico parte de lo complejo
a lo simple, es decir comenzamos analizando un objeto en su totalidad, una vez
analizado esto comenzamos a analizar cada objeto que lo conforma y como se
relacionan con este.
Existen diversos tipos de análisis, los cuales dependerán del objeto o fenómeno que
se desee estudiar:
Análisis químico
Análisis matemático
Análisis literario
Análisis lógico
Análisis empírico
A) Método Intuitivo:
C) Método Sistemático:
D) Método Deductivo:
G) Método Histórico:
H) Método Dialectico:
J) Método Fenomenológico:
K) Otros métodos:
a) La mayéutica de Sócrates:
b) La Dialéctica de Platón:
d) Método de Descartes:
Karl R. Popper
Popper “La lógica de la investigación científica”
Panorama de algunos problemas fundamentales. El hombre de ciencia ya sea
teórico o experimental, propone enunciados (o sistemas de enunciados) y los
contrasta paso a paso. En particular, en el campo de las ciencias empíricas
construye hipótesis (o sistemas de teorías) y los contrasta con la experiencia por
medio de observaciones y experimentos.
El problema de la inducción. Es común llamar “inductiva” a una inferencia cuando
de “enunciados singulares/particulares”, tales como descripciones de los resultados
de observaciones o experimentos, a “enunciados universales”, tales como hipótesis
o teorías. Cualquier conclusión que se saque de este modo corre el riesgo de
resultar una idea falsa.
Se conoce con el nombre del “problema de la inducción” la cuestión acerca de si
están justificadas las inferencias inductivas, o de bajo qué condiciones lo están.
El problema de la inducción puede formularse como la cuestión sobre cómo
establecerse la verdad de los enunciados universales basados en la experiencia.
Muchos creen que la verdad de estos enunciados se “sabe por experiencia”, sin
embargo, es claro que todo informe en que se da cuenta de una experiencia no
puede ser originariamente un enunciado universal, sino solo uno singular. Así pues,
la pregunta acerca de si hay naturales cuya verdad nos conste a ser otro modo de
preguntar si las inferencias inductivas están justificadas lógicamente.
Pero si queremos encontrar un modo de justificar las inferencias inductivas hemos
de intentar establecer un principio de inducción que determine la verdad de las
teorías científicas. Ese “principio de inducción” tiene que ser un enunciado sintético,
es decir, uno cuya negación no sea contradictoria, sino lógicamente posible. Surge,
pues, la cuestión acerca de porque habría que aceptar semejante principio y de
cómo podemos justificar racionalmente su aceptación. El principio de inducción es
superfluo y lleva forzosamente a incoherencias/incompatibilidades lógicas.
El principio de inducción tiene que ser un enunciado universal. Si intentamos afirmar
que sabemos por experiencia que es verdadero, reaparecen de nuevo los mismos
problemas que motivaron su introducción para justificarlo tenemos que utilizar
inferencias inductivas; para justificar estas hemos de suponer un principio de
inducción de orden superior, y así sucesivamente. Por tanto, cae por su base el
intento de fundamentar el principio de inducción en la experiencia, ya que lleva,
inevitablemente a una regresión infinita.
Eliminación del psicologismo. Algunos objetarán que sería más pertinente
considerar como ocupación propia de la epistemología la fabricación de lo que se
ha llamado una “reconstrucción racional” de los pasos que han llevado la científico
al descubrimiento. Si de lo que se trata de reconstruir son los procesos que tiene
lugar durante el estímulo y formación de inspiraciones, tales procesos son asuntos
de la psicología empírica. Otra cosa es que queramos reconstruir racionalmente las
“contrastaciones subsiguientes” mediante las que se puede descubrir que cierta
inspiración fue un descubrimiento o se puede reconocer como un conocimiento.
No existe, en absoluto, un método lógico de tener nuevas ideas, ni una
reconstrucción lógica de este proceso. Todo descubrimiento contiene un elemento
irracional o una “intuición creadora”.
La tarea de la lógica del conocimiento consiste en la investigación de los métodos
empleados en la contrastaciones sistemáticas a que debe someterse toda idea
nueva antes de que se la pueda sostener seriamente.
Contrastación deductiva de teorías. Una vez presentado a título provisional una
nueva idea, aún no justificada, se extraen conclusiones de ella por medio de una
deducción lógica; estas conclusiones se comparen entre sí y con otros enunciados
pertinentes con objeto de hallar las relaciones lógicas (equivalencia, deductivilidad,
compatibilidad) que existan entre ellas.
Podemos distinguir cuatro procedimientos de llevar a cabo la contrastación de una
teoría. En primer lugar se encuentra la comparación lógica de las conclusiones unas
con otras, con lo cual se somete a contraste la coherencia interna del sistema.
Después está el estudio de la forma lógica de la teoría, con objeto de determinar su
carácter: si es una teoría empírica (científica) o si es tautológica, por ejemplo. En
tercer término tenemos la comparación con otras teorías, que tiene por principal
mira la de averiguar si la teoría examinada constituiría un adelanto científico en caso
de que sobreviviera a las diferentes contrastaciones. Y finalmente viene el
contrastarlas por medio de la aplicación empírica de las conclusiones que pueden
deducirse de ella. Con este tipo de contraste se pretende descubrir hasta qué punto
satisfarán las nuevas consecuencias de la teoría a los requerimientos de la práctica.
También en este caso el procedimiento de contrastar resulta ser deductivo. Con
ayuda de otros enunciados anteriormente aceptados se deducen de la teoría a
contrastar ciertos enunciados singulares (predicciones). Se eligen entre estos los
que no sean deductibles de la teoría vigente y más en particular aquellos que se
encuentren en contradicción con ella. A continuación tratamos de decidir en lo que
se refiere a estos enunciados deducidos, comparándolos con los resultados de las
aplicaciones prácticas y de experimentos. Si la decisión es positiva, esto es, si las
conclusiones singulares resultan ser aceptables, o verificadas, la teoría ha pasado
con éxito las contrastaciones, por esta vez. Pero si la decisión es negativa, si las
conclusiones han sido falsadas, la teoría es falsa.
Durante el tiempo en que una teoría resiste las contrastaciones, y en que no la deja
anticuada otra teoría en la evolución del progreso científico, podemos decir que está
corroborada por la experiencia.
El problema de la demarcación. La principal razón para rechazar la lógica inductiva
es porque no proporciona un “criterio de demarcación” apropiado. El problema de la
demarcación es el de encontrar un criterio que permita distinguir entre las ciencias
empíricas, por un lado, y los sistemas metafísicos por el otro. Los positivistas suelen
interpretar este problema de un modo naturalista, como si fuese un problema de las
ciencias naturales. En lugar de considera que se encuentran ante la tarea de
proponer una convención apropiada, creen que tienen que descubrir una diferencia
(que existiría en la naturaleza de las cosas) entre la ciencia empírica y la metafísica.
Al llegar al problema de la inducción es donde se derrumba el intento de resolver el
problema de la demarcación: los positivistas, en sus ansias de aniquilar la
metafísica, aniquilan juntamente con ella las ciencias naturales. Pues tampoco las
leyes científicas pueden reducirse lógicamente a enunciados elementales de
experiencia.
La primera tarea de la lógica del conocimiento es proponer un concepto de ciencia
empírica con objeto de llegar a un uso lingüístico lo más definido posible, y a fin de
trazar una línea de demarcación clara entre la ciencia y las ideas metafísicas, aun
cuando dichas ideas puedan haber favorecido el avance de la ciencia a lo largo de
la historia.
La experiencia como método. Se pueden distinguir tres requisitos que nuestro
sistema teórico tendrá que satisfacer:
Sintético. Que pueda representar un mundo no contradictorio
Posible. Debe satisfacer el criterio de demarcación, debe representar un mundo de
experiencia posible.
Debe representar nuestro mundo de experiencia
Puede describirse la teoría del conocimiento, cuya tarea es el análisis del método o
del proceso peculiar de la ciencia empírica, como una teoría del método empírico,
una teoría de lo que normalmente se llama experiencia.
La falsabilidad como criterio de demarcación. No existe nada que pueda llamarse
inducción, por tanto será lógicamente inadmisible la inferencia de teorías a partir de
enunciados singulares que estén “verificados por la experiencia”. Las teorías no son
nunca verificables empíricamente.
El criterio de demarcación que hemos de adoptar no es el de la verificabilidad, sino
el de la falsabilidad, de los sistemas. Ha de ser posible refutar por la experiencia un
sistema científico empírico, es decir que debe ser susceptible de selección en un
sentido negativo por medio de contrastes o pruebas empíricas.
No se propone la falsabilidad como criterio de sentido; separa dos tipos de
enunciados perfectamente dotados de sentido (los falsables y los no falsables),
traza una línea dentro del lenguaje con sentido, no alrededor de él. Esta propuesta
está basada en una asimetría entre la verificabilidad y la falsabilidad que se deriva
de la forma lógica de los enunciados universales. Pues estos no son jamás
deductibles de enunciados singulares, pero si pueden estar en contradicción con
estos últimos. En consecuencia, por medio de inferencias puramente deductivas
(modus tollens) es posible argüir de la verdad de enunciados singulares la falsedad
de enunciados universales. Una argumentación como esta es el único tipo de
inferencia estrictamente deductiva que se mueve en “dirección inductiva”: de
enunciados singulares a universales.
El criterio de demarcación propuesto nos conduce a una solución al problema de
Hume de la inducción, el problema de la validez de las leyes naturales. Su raíz se
encuentra en la aparente contradicción existente entre lo que podría llamarse “la
tesis fundamental del empirismo” (solo la experiencia puede decidir acerca de la
verdad o falsedad de los enunciados científicos) y la inadmisibilidad de los
razonamientos inductivos, de lo que se dio cuenta Hume.
El problema de la base empírica. Los problemas de la base empírica, concernientes
al carácter empírico de enunciados singulares y a su contrastación, pertenecen casi
exclusivamente a la teoría del conocimiento. Son importantes debido a que dan
lugar a muchos puntos obscuros, especialmente con las relaciones entre
experiencias perceptivas y enunciados básicos (enunciados que puede servir de
premisa en una falsación empírica).
Con frecuencia se ha considerado que las experiencias perceptivas proporcionan
algo así como justificación de los enunciados básicos. Se tenía la impresión exacta
de que los enunciados sólo pueden justificarse lógicamente mediante otros
enunciados.
Hemos de distinguir, por una parte, nuestras experiencias subjetivas o nuestros
sentimientos de convicción que no pueden jamás justificar enunciado alguno, y por
otro lado las relaciones lógicas objetivas existentes entre los diversos sistemas de
enunciados científicos y en el interior de cada uno de ellos.
Objetividad científica y convicción subjetiva. Las teorías científicas no son nunca
enteramente justificables o verificables, pero son, no obstante, contrastables. La
objetividad de los enunciados científicos descansa en el hecho de que pueden
“contrastarse ínter subjetivamente”.
Fue Kant el primero en darse cuenta de la objetividad de los enunciados se
encuentran en estrecha conexión con la construcción de teorías (con el empleo de
hipótesis y de enunciados universales). Solo cuando se da la concurrencia de
ciertos acontecimientos de acuerdo con reglas o regularidades pueden ser
contrastadas nuestras observaciones por cualquiera. Solo merced a tales
repeticiones podemos convencernos de que no nos encontramos con una mera
coincidencia aislada, sino con acontecimientos que, debido a su regularidad y
reproductibilidad son, en principio, contrastables ínter subjetivamente.
El hecho de que estoy experimentando un sentimiento de convicción no puede
aparecer en el campo de la ciencia objetiva más que en forma de hipótesis
psicológica, lo cual pide un contraste o comprobación inter subjetiva.
Pero desde el punto de vista epistemológico, carece enteramente de importancia
que mi sentimiento de convicción haya sido fuerte o débil.
Si persistimos en pedir que los enunciados científicos sean objetivos, entonces
aquellos que pertenecen a la base empírica de la ciencia tienen que ser también
objetivos, contrastables inter subjetivamente. Pero la contrastabilidad intersubjetiva
implica siempre que a partir de los enunciados que se han de someter a contraste,
puedan deducirse otras también contrastables. Por tanto, si los enunciados básicos
han de ser contrastables inter subjetivamente a su vez, no puede haber enunciados
últimos en ciencia, no pueden existir en la ciencia enunciados últimos que no
puedan ser contrastados y, en consecuencia, ninguno que no pueda ser refutado al
falsar algunas de las conclusiones que sea posible deducir de él.
Los sistemas teóricos se contrastan deduciendo de ellos enunciados de un nivel de
universalidad más bajo, éstos, puesto que han de ser contrastables
intersubjetivamente, tienen que poderse contrastar de manera análoga, y así ad
infinitum.
El método deductivo de contrastar no puede estatuir ni justificar los enunciados que
se contrastan, ni se pretende que lo haga; de modo que no hay peligro de una
regresión infinita. De hecho, las contrastaciones no pueden prolongarse ad infinitud:
tarde o temprano hemos de detenernos. No pido que sea preciso haber contrastado
realmente todo enunciado científico antes de aceptarlo: solo requiero que cada uno
de estos enunciados sea “susceptible” de contrastación.
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