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Novalis

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NOVALIS

YO LES DIGO A TODOS,


VIVE TODAVÍA
Novalis

Novalis, pseudónimo de Georg Philipp Friedrich von Hardenberg, nació el 2 de mayo


de 1772 en el Electorado de Sajonia, antiguo Estado alemán. Fue escritor, filósofo y
representante del romanticismo temprano en su país.

Entre el otoño de 1795 y el de 1796, Hardenberg redactó una serie de 667 anotaciones
que hoy se conoce como Estudios sobre Fichte, donde desarrolla los problemas
filosóficos que estaban en el primer plano de la discusión en la Alemania de la última
década del siglo XVIII, es decir, las posibilidades y limitaciones del conocimiento, de
las facultades de autoconocimiento del yo, de los vínculos entre el yo y la naturaleza,
entre el yo y la trascendencia, entre otras cuestiones. A fines de 1797, escribió
Observaciones entremezcladas, manuscrito que sirvió de base para Polen, su conjunto
de fragmentos más reconocido en la actualidad. De este último manuscrito destacan
poemas como «Yo le digo a todos, vive todavía» y «Hay días desolados».

Falleció el 25 de marzo de 1801 en Alemania.


Yo les digo a todos, vive todavía
Novalis

Christopher Zecevich Arriaga


Gerente de Educación y Deportes
Juan Pablo de la Guerra de Urioste
Asesor de educación
Doris Renata Teodori de la Puente
Gestora de proyectos educativos
María Celeste del Rocío Asurza Matos
Jefa del programa Lima Lee
Editor del programa Lima Lee: José Miguel Juárez Zevallos
Selección de textos: Jerson Lenny Cervantes Leon
Corrección de estilo: Claudia Daniela Bustamante Bustamante
Diagramación: Ambar Lizbeth Sánchez García
Concepto de portada: Melissa Pérez García
Editado por la Municipalidad de Lima
Jirón de la Unión 300, Lima
www.munlima.gob.pe
Lima, 2020
Presentación

La Municipalidad de Lima, a través del programa


Lima Lee, apunta a generar múltiples puentes para que
el ciudadano acceda al libro y establezca, a partir de
ello, una fructífera relación con el conocimiento, con
la creatividad, con los valores y con el saber en general,
que lo haga aún más sensible al rol que tiene con su
entorno y con la sociedad.

La democratización del libro y lectura son temas


primordiales de esta gestión municipal; con ello
buscamos, en principio, confrontar las conocidas
brechas que separan al potencial lector de la biblioteca
física o virtual. Los tiempos actuales nos plantean
nuevos retos, que estamos enfrentando hoy mismo
como país, pero también oportunidades para lograr
ese acercamiento anhelado con el libro que nos lleve
a desterrar los bajísimos niveles de lectura que tiene
nuestro país.

La pandemia del denominado COVID-19 nos plantea


una reformulación de nuestros hábitos, pero, también,
una revaloración de la vida misma como espacio de
interacción social y desarrollo personal; y la cultura
de la mano con el libro y la lectura deben estar en esa
agenda que tenemos todos en el futuro más cercano.

En ese sentido, en la línea editorial del programa, se


elaboró la colección Lima Lee, títulos con contenido
amigable y cálido que permiten el encuentro con el
conocimiento. Estos libros reúnen la literatura de
autores peruanos y escritores universales.

El programa Lima Lee de la Municipalidad de Lima


tiene el agrado de entregar estas publicaciones a los
vecinos de la ciudad con la finalidad de fomentar ese
maravilloso y gratificante encuentro con el libro y
la buena lectura que nos hemos propuesto impulsar
firmemente en el marco del Bicentenario de la
Independencia del Perú.

Jorge Muñoz Wells


Alcalde de Lima
YO LES DIGO A TODOS,
VIVE TODAVÍA
Marcha el poeta por ásperos caminos

Marcha el poeta por ásperos caminos


y los espinos rasgan su ropaje.
Tiene que atravesar ríos y ciénagas
y nadie le tiende una mano amiga.
Solo y perdido, empiezan a brotar
las quejas de su corazón cansado.
Apenas puede sostener la lira,
un profundo dolor le ha derribado.
«Un triste destino me ha empujado
a vagar por el mundo, abandonado.
Traigo a todos la ilusión y la paz,
pero nadie las quiere compartir conmigo.
Cada cual con su vida y con sus cosas,
ve cómo aumenta, al verme, su alegría.
Echan entonces una limosna triste
y rechazan las súplicas del corazón.
Me dejan ir, indolentes,
como ven las primaveras:
al alejarme afligido,
mi pena y dolor ignoran.
Exigen luego los frutos
sin saber quién ha sembrado.

8
Hago versos sobre el Cielo
y nadie reza por mí.
Agradecido percibo
poder mágico en mis labios.
Oh, sí el amor me llegara
como una atadura mágica.
Nadie se ocupa de un pobre
forastero e indigente.
¿Qué corazón va a apiadarse?
¿Quién me libra de la pena?».
En la hierba se ha arrojado
y se duerme entre sollozos.
La sublime voz del canto
llena su pecho oprimido:
«Olvida lo que has sufrido,
se va a aligerar tu carga:
lo que por chozas buscabas
en un palacio se encuentra.
Se acerca la recompensa,
tu caminar se termina.
El laurel se hará corona
que una mano fiel te imponga.
A un corazón armonioso
lo llaman gloria y trono.
Y al poeta, fatigado,
lo nombran hijo del rey».

9
¿Qué hubiera sido sin ti?, me pregunto

¿Qué hubiera sido sin ti?, me pregunto,


¿Qué es lo que yo sin ti no hubiera sido?
Al temor y a la angustia destinado,
solo en el mundo hubiera yo visto.
No sabría de cierto lo que amara,
me sería el futuro un negro abismo;
y cuando el corazón se conturbase,
¿quién podría darme alivio?
Consumido de amor y de tristeza
fuéramos el día cual la noche obscuro;
solo viera, a través de amargas lágrimas,
de nuestra vida el desbocado curso.
En mi hogar hallaría solo angustia
y perpetua inquietud dentro del mundo.
¿Quién sin un fiel amigo allá en el cielo
en la tierra podría estar seguro?
Pero Cristo se me ha manifestado
y firmemente en él desde ahora creo.
Vida de luz, ¡cuán presto tú disipas
la vacua obscuridad sin fundamento!
Solo él, solo él me ha vuelto hombre;

10
claro el destino a su presencia veo;
la flora tropical, hasta en el norte,
en torno surgirá del que yo quiero.
Hora de amor es para mí la vida;
habla amor y es delicia el mundo todo;
de salud brota hierba en toda herida
y todo corazón late de gozo.
Sus infinitos dones, cual un niño
dócil y humilde, sonriendo acojo;
cierto que entre nosotros él alienta,
aún cuando nos reunamos dos tan solo.
Salid, salid por todos los caminos,
id a buscar a los que van errantes,
tenderles compasivos vuestra mano
y a nuestra compañía convidarles.
El cielo ha descendido ya a la tierra;
unidos todos en la fe veámosle.
De par en par también lo tendrá abierto
aquel que en la fe nuestra comulgare.
El antiguo delirio del pecado
anidaba de tiempo en nuestro pecho;
meros juguetes del dolor y el goce,
en la noche vagábamos cual ciegos.
Parecía enemigo de los dioses.

11
El hombre, un crimen cada acción; si el cielo
pareció alguna vez querer hablarnos,
tan solo nos habló de muerte y miedo.
El corazón, la fuente de la vida,
de maldad al espíritu alojaba;
aún en nuestros días más risueños,
era inquietud tan solo la ganancia.
Aquí en la tierra férreas ligaduras
a los hombres temblando aprisionaban:
el temor a la muerte justiciera
ahogaba el postrer rasgo de esperanza.
Un salvador, un hijo de los hombres
el gran libertador entonces vino,
y encendió en lo interior de nuestro pecho
fuego purificante de amor vivo
solo entonces el cielo, como el nuestro
antiguo solar patrio, abierto vimos;
podíamos tener fe y esperanza,
y con Dios nos sentíamos unidos.
Desapareció el pecado de nosotros;
gozoso se volvió nuestro camino;
como el mejor de todos los regalos
se hizo presente de esta fe a los niños.
Así, santificada nuestra vida,

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transcurrió como un sueño beatífico,
y, apenas se notó, de tan sereno,
de nuestra muerte el tránsito temido.
Helo aquí aún a nuestro dulce Amado,
envuelto en su esplendor maravilloso;
de espinas, su corona ensangrentada,
el acervo del llanto arranca a nuestros ojos.
Bienvenido nos sea todo hermano
cuyas manos se tiendan a nosotros;
limpio de corazón, pronto sazone
del paraíso en fruto deleitoso.

13
Qué ser vivo, dotado de sentido, no ama…

¿Qué ser vivo, dotado de sentidos, no ama,


por encima de todas las maravillas del espacio que lo envuelve,
a la que todo lo alegra, la Luz
—con sus colores, sus rayos y sus ondas; su dulce omnipresencia—,
cuando ella es el alba que despunta?
Como el más profundo aliento de la vida
la respira el mundo gigantesco de los astros,
que flotan, en danza sin reposo, por sus mares azules,
la respira la piedra, centelleante y en eterno reposo,
la respira la planta, meditativa, sorbiendo la vida de la Tierra,
y el salvaje y ardiente animal multiforme,
pero, más que todos ellos, la respira el egregio extranjero,
de ojos pensativos y andar flotante,
de labios dulcemente cerrados y llenos de música.
Lo mismo que un rey de la Naturaleza terrestre,
la Luz concita todas las fuerzas a cambios innúmeros,
ata y desata vínculos sin fin, envuelve todo ser de la Tierra con su imagen celeste.
Su sola presencia abre la maravilla de los imperios del mundo.
Pero me vuelvo hacia el valle,
a la sacra, indecible, misteriosa Noche.
Lejos yace el mundo —sumido en una profunda gruta—

14
desierta y solitaria es su estancia.
Por las cuerdas del pecho sopla profunda tristeza.
En gotas de rocío quiero hundirme y mezclarme con la ceniza.
—Lejanías del recuerdo, deseos de la juventud, sueños de la niñez,
breves alegrías de una larga vida,
vanas esperanzas se acercan en grises ropajes,
como niebla del atardecer tras la puesta del sol—.
En otros espacios abrió la luz sus bulliciosas tiendas.
¿No tenía que volver con sus hijos,
con los que esperaban su retorno con la fe de la inocencia?
¿Qué es lo que, de repente, tan lleno de presagios, brota
en el fondo del corazón y sorbe la brisa suave de la melancolía?
¿Te complaces también en nosotros, Noche oscura?
¿Qué es lo que ocultas bajo tu manto, que, con fuerza invisible, toca mi alma?
Un bálsamo precioso destila de tu mano,
como de un haz de adormideras.
Por ti levantan el vuelo las pesadas alas del espíritu.
Oscuramente, inefablemente nos sentimos movidos
—alegre y asustado, veo ante mí un rostro grave,
un rostro que dulce y piadoso se inclina hacia mí,
y, entre la infinita maraña de sus rizos,
reconozco la dulce juventud de la Madre—.
¡Qué pobre y pequeña me parece ahora la Luz!
¡Qué alegre y bendita la despedida del día!

15
Así, solo porque la Noche aleja de ti a tus servidores,
por esto solo sembraste en las inmensidades del espacio las esferas luminosas,
para que pregonaran tu omnipotencia —tu regreso— durante el tiempo de tu ausencia.
Más celestes que aquellas centelleantes estrellas
nos parecen los ojos infinitos que abrió la Noche en nosotros.
Más lejos ven ellos que los ojos blancos y pálidos de aquellos incontables ejércitos
—sin necesitar la Luz,
ellos penetran las honduras de un espíritu que ama—
y esto llena de indecible delicia un espacio más alto.
Gloria a la Reina del mundo,
a la gran anunciadora de Universos sagrados,
a la tuteladora del Amor dichoso
—ella te envía hacia mí, tierna amada, dulce y amable Sol de la Noche—
ahora permanezco despierto
—porque soy tuyo y soy mío—
tú me has anunciado la Noche: ella es ahora mi vida
—tú me has hecho hombre—
que el ardor del espíritu devore mi cuerpo,
que, convertido en aire, me una y me disuelva contigo íntimamente
y así va a ser eterna nuestra Noche de bodas.

16
Siempre llorar debiera, llorar siempre

Siempre llorar debiera, llorar siempre:


¡ah, sí una vez, al menos, él pudiera
aparecer de lejos ante mí!
¡Santa melancolía! Jamás ceden
mis angustias, mis lágrimas; quisiera
permanecer, de dolor yerto, aquí.
Le veo eternamente en su tortura;
le veo eternamente en agonía,
¡oh!, ¿cómo no te rompes, corazón?
¿Cómo por siempre no cierras, mis ojos?
¿Cómo no deshaces todos en llanto?
¡No merecí jamás tal galardón!
¿No llorará ninguno de nosotros?
¿Ha de caer su nombre en el olvido?
¿Es que tal vez el mundo muerto está?
¿Tal vez no volveré en sus dulces ojos
el néctar a beber de amor y vida?
¿Está, acaso, por siempre muerto ya?
Muerto… ¿Mas qué es lo que esto significa?
Decídmelo nosotros, oh, los sabios;
¿podéis este misterio descifrar?

17
¡Ved! Él ha enmudecido y todos callan.
Nadie puede indicarme aquí en la tierra
donde mi corazón le podrá hallar.
En parte alguna de este bajo suelo
no volveré jamás a ser dichoso;
todo fue, todo fue sueño fugaz
yo también, yo también con él he muerto.
¡Ah, si yo en las entrañas de la tierra
pudiese descansar con él en paz!
Óyeme, tú, su padre y padre mío:
junta a los suyos mis ruines huesos,
sin tardar, en la lóbrega mansión.
Verdeará de su fosa la eminencia,
en ella el viento rozará sus alas,
y entrará mi vil cuerpo en la corrupción.
Si supiesen su amor todos los hombres,
sin vacilar, harían cristianos;
lo dejarían todo por su honor;
su único amor pondrían en el Único;
dieran conmigo rienda suelta al llanto,
y se consumirían de dolor.

18
Hay días desolados

Hay días desolados, que en el seno


del miedo al alma echan,
en que parece estar el aire lleno
de espectros que te acechan.
Mil lívidos fantasmas se deslizan
y llaman a tu puerta;
las sombras de la noche atemorizan
tu alma helada y yerta.
Vacila el que creías firme asiento;
la confianza perece;
deshecho en torbellino el pensamiento,
ningún freno obedece.
De la locura el indomable impulso
al alma ciega azota;
ya va la vida a detener su pulso;
el sentido se embota.
¿Quién la cruz ha plantado como abrigo
de todo ser viviente?
¿Quién habita en los cielos, dulce amigo
de toda alma doliente?
Ve al árbol milagroso que derrama

19
celeste mansedumbre;
todo tu afán consumirá la llama
que brota de su cumbre.
Al fin un ángel en la playa tiende
al náufrago con vida;
y a tus pies ves gozoso que se extiende
la tierra prometida.

20
Vida celestial de azul vestida

Vida celestial de azul vestida,


sereno deseo de pálida apariencia,
que en arenas de colores traza
los rasgos huidizos de su nombre.
Bajo los arcos altos, firmes,
iluminado solo por las lámparas,
yace, huido ya el espíritu,
el mundo más sagrado.
En silencio nos anuncia una hoja
perdida los mejores días,
y vemos abrirse los ojos poderosos
de la antigua leyenda.
Acercaos en silencio a la puerta solemne,
escuchad el golpe que produce al abrirse,
bajad luego del coro y contemplad allí
donde está el mármol que anuncia los presagios.
Vida fugaz y formas luminosas
llenan la noche anchurosa y vacía.
Ha transcurrido un tiempo sin final
que se ha perdido haciendo bromas solo.
Trajo el amor las copas llenas,

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como entre flores se derrama el espíritu,
y beben sin parar los comensales,
hasta que se rasga el tapiz sagrado.
En extrañas filas llegan
veloces carruajes de colores,
y llevada en el suyo por insectos variados
sola llegó la princesa de las flores.
Velos como nubes descendían
de su frente luminosa hasta los pies.
Caímos de rodillas para saludarla,
rompimos a llorar, y ya no estaba.

22
Yo les digo a todos, vive todavía

Yo les digo a todos, vive todavía,


pues ha resucitado;
en medio de nosotros —aún está presente—
y en nosotros alienta eternamente.
Lo digo a todos; dígalo al instante
cada uno a sus amigos.
Dígalo sin demora —por valle, monte y llano—
que ya el reino de Dios está cercano.
Ahora comienza a aparecer el mundo
cual una común patria;
con gozo aceptan todos —el don de nueva vida—
que llueve de su mano bendecida.
Hundiose ya del mar en lo profundo
el horror de la muerte;
ya todo mortal puede —con ánimo seguro—
ver la sublimidad de su futuro.
El sombrío sendero que él hollaba
en el cielo termina;
aquel que a su consejo —el corazón entrega—
a la casa del padre por fin llega.
Aquí ya nadie llora; cuando alguno

23
cierra a la luz los ojos,
tan gran dolor se endulza —con la santa alegría—
de volver a encontrarse allá algún día.
Al bien obrar ya puede quien lo quiera
con fervor consagrarse,
pues toda esta semilla —él la verá gozoso—
dar flor en un vergel más deleitoso.
Él vive; entre nosotros va a quedarse
aunque nos dejen todos.
Celebremos la fiesta —que el día nos ofrece—
hoy nuestro mundo se rejuvenece.

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