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ESCUELA SECUNDARIA JOSE GOROSTIZA

3er Grado Grupo: A

MATERIA: español

Antología De Cuentos

Cristian Santiago Herrera Bautista

Viernes 25/11/22
INDICE

El niño y los clavos...............................................1

La sepultura del lobo..............................2

El papel y la tinta..........................................3

La ratita blanca........................................4

Uga, la tortuga................................................5

La aventura del agua................................6

Carrera de zapatillas........................................7

La gratitud de la fiera...............................8

Un conejo en la vía..........................................9
Secreto a voces........................................10

Prologo
Algunas veces podemos recordar los cuentos como parte del
pasado, cada quien recuerda su infancia diferente para mí es
importante esta etapa, por qué aprendí innumerables
historias que imaginaba y podía disfrutar con los que me
entretienen en las escuelas donde estudiaba y con las que
conocí el valor de la amistad, la perseverancia, el amor hacia
los demás y la obediencia.

El significado de esta antología es muy importante, por qué la


recopilación de los cuentos me recordó familiares bonitos de
convivencia con mis padres quienes me leían con tal
sentimiento, como si fuera una realidad vivida en ese
momento.

La antología se divide en 5 cuentos que se relacione desde


fantásticos hasta los de valores, los cuales cada quien
interpretaría según su forma de pensar
Uno de mis deseos es, compartirle A mis hijos los cuentos de
la infancia
La sepultura del lobo
Hubo una vez un lobo muy rico pero muy avaro. Nunca dio ni un poco de lo
mucho que le sobraba. Sin embargo, cuando se hizo viejo, empezó a pensar en
su propia vida, sentado en la puerta de su casa. Un burrito que pasaba por allí le
preguntó:
– “¿Podrías prestarme cuatro medidas de trigo, vecino?”. “Te daré ocho, si
prometes velar por mi sepulcro en las tres noches siguientes a mi entierro”.
– “Está bien”, dijo el burrito.
A los pocos días el lobo murió y el burrito fue a velar su sepultura. Durante la
tercera noche se le unió el pato que no tenía casa. Y juntos estaban cuando, en
medio de una espantosa ráfaga de viento, llego el aguilucho y les dijo:
– “Si me dejáis apoderarme del lobo os daré una bolsa de oro”. “Será suficiente
si llenas una de mis botas”, le dijo el pato, que era muy astuto.
El aguilucho se marchó para regresar enseguida con un gran saco de oro, que
empezó a volcar sobre la bota que el sagaz pato había colocado sobre una fosa.
Como no tenía suela y la fosa estaba vacía no acababa de llenarse. El aguilucho
decidió ir entonces en busca de todo el oro del mundo. Y cuando intentaba
cruzar un precipicio con cien bolsas colgando de su pico, cayó sin remedio.
– “Amigo burrito, ya somos ricos”, dijo el pato.
– “La maldad del aguilucho nos ha beneficiado. Y ahora nosotros y todos los
pobres de la ciudad con los que compartiremos el oro nunca más pasaremos
necesidades”, dijo el borrico.
Así hicieron y las personas del pueblo se convirtieron en las más ricas del mundo.
La ratita blanca

El hada soberana de las cumbres invitó un día a todas las hadas de las nieves a
una fiesta en su palacio. Todas acudieron envueltas en sus capas de armiño y
guiando sus carrozas de escarcha. Sin embargo, una de ellas, Alba, al oír llorar a
unos niños que vivían en una solitaria cabaña, se detuvo en el camino. El hada
entró en la pobre casa y encendió la chimenea. Los niños, calentándose junto a
las llamas, le contaron que sus padres hablan ido a trabajar a la ciudad y
mientras tanto, se morían de frío y miedo.
– “Me quedaré con vosotros hasta que vuestros padres regresen”, prometió.
Y así lo hizo, pero a la hora de marcharse, nerviosa por el castigo que podía
imponerle su soberana por la tardanza, olvidó la varita mágica en el interior de
la cabaña.
El hada de las cumbres miró con enojo a Alba.
– “No solo te presentas tarde, sino que además lo haces sin tu varita? ¡Mereces
un buen castigo!”.
Las demás hadas defendieron a su compañera en desgracia.
– “Sabemos que Alba no ha llegado temprano y ha olvidado su varita. Ha faltado,
sí, pero por su buen corazón, el castigo no puede ser eterno. Te pedimos que el
castigo solo dure cien años, durante los cuales vagara por el mundo convertida
en una ratita blanca”.
Así que si veis por casualidad a una ratita muy linda y de blancura deslumbrante,
sabed que es Alba, nuestra hadita, que todavía no ha cumplido su castigo.
La aventura del agua
Un día que el agua se encontraba en el soberbio mar sintió el caprichoso deseo
de subir al cielo. Entonces se dirigió al fuego y le dijo:
– “¿Podrías ayudarme a subir más alto?”.
El fuego aceptó y con su calor, la volvió más ligera que el aire, transformándola
en un sutil vapor. El vapor subió más y más en el cielo, voló muy alto, hasta los
estratos más ligeros y fríos del aire, donde ya el fuego no podía seguirlo.
Entonces las partículas de vapor, ateridas de frío, se vieron obligadas a
juntarse, se volvieron más pesadas que el aire y cayeron en forma de lluvia.
Habían subido al cielo invadidas de soberbia y recibieron su merecido. La tierra
sedienta absorbió la lluvia y, de esta forma, el agua estuvo durante mucho
tiempo prisionera en el suelo, purgando su pecado con una larga penitencia.
La gratitud de la fiera
Androcles, un pobre esclavo de la antigua Roma, en un descuido de su amo,
escapó al bosque. Buscando refugio seguro, encontró una cueva y al entrar, a la
débil luz que llegaba del exterior, el joven descubrió un soberbio león. Se lamía
la pata derecha y rugía de vez en cuando. Androcles, sin sentir temor, se dijo:
– “Este pobre animal debe estar herido. Parece como si el destino me hubiera
guiado hasta aquí para que pueda ayudarle. Vamos, amigo, no temas, te
ayudaré”.
Así, hablándole con suavidad, Androcles venció el recelo de la fiera y tanteó su
herida hasta encontrar una flecha clavada profundamente. Se la extrajo y luego
le lavó la herida con agua fresca.
Durante varios días, el león y el hombre compartieron la cueva hasta que
Androcles, creyendo que ya no le buscarían se decidió a salir. Varios centuriones
romanos armados con sus lanzas cayeron sobre él y le llevaron prisionero al
circo. Pasados unos días, fue sacado de su pestilente mazmorra. El recinto
estaba lleno a rebosar de gentes ansiosas de contemplar la lucha. Androcles se
aprestó a luchar con el león que se dirigía hacia él. De pronto, con un espantoso
rugido, la fiera se detuvo en seco y comenzó a restregar cariñosamente su
cabezota contra el cuerpo del esclavo.
– “¡Sublime! ¡Es sublime! ¡César, perdona al esclavo, pues ha sometido a la
fiera!”, gritaban los espectadores.
El emperador ordenó que el esclavo fuera puesto en libertad. Sin embargo, lo
que todos ignoraron era que Androcles no poseía ningún poder especial y que
lo que había ocurrido no era sino la demostración de la gratitud del animal.
Secreto a voces

Gretel, la hija del Alcalde, era muy curiosa. Quería saberlo todo, pero no sabía
guardar un secreto.
– “¿Qué hablabas con el Gobernador?”, le preguntó a su padre, después de
intentar escuchar una larga conversación entre los dos hombres.
– “Estábamos hablando sobre el gran reloj que mañana, a las doce, vamos a
colocar en el Ayuntamiento. Pero es un secreto y no debes divulgarlo”.
Gretel prometió callar, pero a las doce del día siguiente estaba en la plaza con
todas sus compañeras de la escuela para ver cómo colocaban el reloj en el
ayuntamiento. Sin embargo, grande fue su sorpresa al ver que tal reloj no
existía. El Alcalde quiso dar una lección a su hija y en verdad fue dura, pues las
niñas del pueblo estuvieron mofándose de ella durante varios años. Eso sí, le
sirvió para saber callar a tiempo.
Dedicatoria:
Dedco esto a mis enemigos, que tanto me an ayudado en k

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