Documento 4
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MATERIA: español
Antología De Cuentos
Viernes 25/11/22
INDICE
El papel y la tinta..........................................3
La ratita blanca........................................4
Uga, la tortuga................................................5
Carrera de zapatillas........................................7
La gratitud de la fiera...............................8
Un conejo en la vía..........................................9
Secreto a voces........................................10
Prologo
Algunas veces podemos recordar los cuentos como parte del
pasado, cada quien recuerda su infancia diferente para mí es
importante esta etapa, por qué aprendí innumerables
historias que imaginaba y podía disfrutar con los que me
entretienen en las escuelas donde estudiaba y con las que
conocí el valor de la amistad, la perseverancia, el amor hacia
los demás y la obediencia.
El hada soberana de las cumbres invitó un día a todas las hadas de las nieves a
una fiesta en su palacio. Todas acudieron envueltas en sus capas de armiño y
guiando sus carrozas de escarcha. Sin embargo, una de ellas, Alba, al oír llorar a
unos niños que vivían en una solitaria cabaña, se detuvo en el camino. El hada
entró en la pobre casa y encendió la chimenea. Los niños, calentándose junto a
las llamas, le contaron que sus padres hablan ido a trabajar a la ciudad y
mientras tanto, se morían de frío y miedo.
– “Me quedaré con vosotros hasta que vuestros padres regresen”, prometió.
Y así lo hizo, pero a la hora de marcharse, nerviosa por el castigo que podía
imponerle su soberana por la tardanza, olvidó la varita mágica en el interior de
la cabaña.
El hada de las cumbres miró con enojo a Alba.
– “No solo te presentas tarde, sino que además lo haces sin tu varita? ¡Mereces
un buen castigo!”.
Las demás hadas defendieron a su compañera en desgracia.
– “Sabemos que Alba no ha llegado temprano y ha olvidado su varita. Ha faltado,
sí, pero por su buen corazón, el castigo no puede ser eterno. Te pedimos que el
castigo solo dure cien años, durante los cuales vagara por el mundo convertida
en una ratita blanca”.
Así que si veis por casualidad a una ratita muy linda y de blancura deslumbrante,
sabed que es Alba, nuestra hadita, que todavía no ha cumplido su castigo.
La aventura del agua
Un día que el agua se encontraba en el soberbio mar sintió el caprichoso deseo
de subir al cielo. Entonces se dirigió al fuego y le dijo:
– “¿Podrías ayudarme a subir más alto?”.
El fuego aceptó y con su calor, la volvió más ligera que el aire, transformándola
en un sutil vapor. El vapor subió más y más en el cielo, voló muy alto, hasta los
estratos más ligeros y fríos del aire, donde ya el fuego no podía seguirlo.
Entonces las partículas de vapor, ateridas de frío, se vieron obligadas a
juntarse, se volvieron más pesadas que el aire y cayeron en forma de lluvia.
Habían subido al cielo invadidas de soberbia y recibieron su merecido. La tierra
sedienta absorbió la lluvia y, de esta forma, el agua estuvo durante mucho
tiempo prisionera en el suelo, purgando su pecado con una larga penitencia.
La gratitud de la fiera
Androcles, un pobre esclavo de la antigua Roma, en un descuido de su amo,
escapó al bosque. Buscando refugio seguro, encontró una cueva y al entrar, a la
débil luz que llegaba del exterior, el joven descubrió un soberbio león. Se lamía
la pata derecha y rugía de vez en cuando. Androcles, sin sentir temor, se dijo:
– “Este pobre animal debe estar herido. Parece como si el destino me hubiera
guiado hasta aquí para que pueda ayudarle. Vamos, amigo, no temas, te
ayudaré”.
Así, hablándole con suavidad, Androcles venció el recelo de la fiera y tanteó su
herida hasta encontrar una flecha clavada profundamente. Se la extrajo y luego
le lavó la herida con agua fresca.
Durante varios días, el león y el hombre compartieron la cueva hasta que
Androcles, creyendo que ya no le buscarían se decidió a salir. Varios centuriones
romanos armados con sus lanzas cayeron sobre él y le llevaron prisionero al
circo. Pasados unos días, fue sacado de su pestilente mazmorra. El recinto
estaba lleno a rebosar de gentes ansiosas de contemplar la lucha. Androcles se
aprestó a luchar con el león que se dirigía hacia él. De pronto, con un espantoso
rugido, la fiera se detuvo en seco y comenzó a restregar cariñosamente su
cabezota contra el cuerpo del esclavo.
– “¡Sublime! ¡Es sublime! ¡César, perdona al esclavo, pues ha sometido a la
fiera!”, gritaban los espectadores.
El emperador ordenó que el esclavo fuera puesto en libertad. Sin embargo, lo
que todos ignoraron era que Androcles no poseía ningún poder especial y que
lo que había ocurrido no era sino la demostración de la gratitud del animal.
Secreto a voces
Gretel, la hija del Alcalde, era muy curiosa. Quería saberlo todo, pero no sabía
guardar un secreto.
– “¿Qué hablabas con el Gobernador?”, le preguntó a su padre, después de
intentar escuchar una larga conversación entre los dos hombres.
– “Estábamos hablando sobre el gran reloj que mañana, a las doce, vamos a
colocar en el Ayuntamiento. Pero es un secreto y no debes divulgarlo”.
Gretel prometió callar, pero a las doce del día siguiente estaba en la plaza con
todas sus compañeras de la escuela para ver cómo colocaban el reloj en el
ayuntamiento. Sin embargo, grande fue su sorpresa al ver que tal reloj no
existía. El Alcalde quiso dar una lección a su hija y en verdad fue dura, pues las
niñas del pueblo estuvieron mofándose de ella durante varios años. Eso sí, le
sirvió para saber callar a tiempo.
Dedicatoria:
Dedco esto a mis enemigos, que tanto me an ayudado en k