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Zarzuela La Casa de Enfrente

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o

IS /.

SERAFÍN Y
JOAQUÍN
ÁLVAREZ QUINTERO

LA C^ASA
DE ENFRENTE
ZARZUELA CÓMICA Eií UN ACTO

MI^SICA DE PABLO LUNA

MADRID
Í917
\ '\
LA CASA DE ENFRENTE

ft.
Esta obra es propiedad de sus autoresi
Los representantes de la Sociedad de Autores Españoles
son los encargados exclusivamente de conceder o negar el

permiso de representación y del cobro de los derechos de

propiedad.

Droits de représentation, de traduction et de reproduction


reserves pour tous les pays, y compris la Suede, laNorvege
et la HoUande.

Copyright, 1917, by S. y J. Alvarez Quintero.


SERAFÍN Y JOAQUÍN
ÁLVAREZ QUINTERO

LA CASA
DE ENFRENTE
ZARZUELA CÓMICA EN UN ACTO

MÚSICA DE PABLO LUNA

Estrenada en el Teatro de Apolo


el 20 de marzo de 1917

MADRID
1917
Madrid. — Imp. Clásica Española. Cardenal Cisneros, lo. — Teléf. 4430
La segunda representación de esta obra la re-
cordaremos siempre con indignación y con ver-

güenza. Un público a quien no sabríamos calificar,


compuesto^ al parecer, de gente culta y distinguida,
profanó el teatro de Apolo con ocurrencias de bur-
del y vociferaciones y alaridos de plaza de toros.
No se respetó nada ni a nadie. Apenas empezada
la representación, artistas y autores fuimos arro-
llados por una ola de estúpida y salvaje grosería,
que en vano trataron de contener, aplausos con.

dignos de gratitud., muchos espectadores ofendidos,


como nosotros, por el insólito atropello. Sin qtierer
se nos vino a las mientes la cerdosa aventura que
le aconteció a Don Quijote.
Colino única, protesta decidimos inmediatamente
retirar la obra del cartel, ya que no pudimos en
tales momentos cortar el tristísimo e ignominioso
espectáctdo bajando el telón y devolviéndoles a aque-
llos energúmenos las monedas con que creían haber
comprado el derecho de insultarnos a todos.

LOS AUTORES.
El vecino de enfrente
mira mi casa;
pero no ve la suya,

que se le abrasa.

Copla popular.

Y español que tal vez recitaría

quinientos versos de Boileau y


el Tasso,

puede ser que no sepa todavía

en qué lengua los hizo Garcilaso.

Iriarte.
REPARTO
PERSONAJES ACTORES

SARITA Rosario Leonís.


MANOLA Rafaela Leonís.
HERMINIA Antonia Fuentes.
CHUCHLJ Carlota Paisano.
LA MISS Teresa Saavedra.
JOSEFA Paquita Girona.
DON CÁNDIDO B0RR/\Jx4S. . Casimiro Ortas.
EL ABUELO CHOCHO Francisco Meana.
DON LUIS DE ESQUIVIAS.. . Carlos Rufart.
CARMELO Cristóbal S. del Pino
ARÍSTIDES. Carlos Román.
CELESTINO Valeriano León.
EL LORO N. N.

G06997
LA CASA DE ENFRENTE
Habitación contigua a una galería cerrada de cristales
en la casa de don Cándido Borrajas, en Madrid. La casa

es rica, está decorada a la moderna, y pertenece a un


barrio de los que ahora se llaman de gente bien. la de- A
recha del actor, un gran mirador, con fmos visillos; a la
izquierda, una puerta que conduce al interior de la casa,
y un intercolumnio que da paso a la galería. De-
al foro,

trás de los cristales de ésta se ve una terraza con pro-


fusión de plantas y flores. Muebles elegantes. En sitio
preferente el retrato de una abuelita. Sobre las buta-
y el sofá, vistosos cojines. Algunas plantas.
cas, las sillas
El suelo, de madera encerada, cubierto en el centro por
una alfombra rica. Aquí y allá, en los muebles y aun en
el suelo mismo, diferentes objetos de la señora y de las
señoritas de la casa, tales como novelas y libros ilustra-

dos, papeles y cuadernos de música, revistas y periódi-


cos de modas, raquetas del juego del volante o del
tennis, una guitarra, una sombrerera, dos o tres sombri-
un juego de ajedrez, etc., etc.
llas,

Al frente, en la galería, presidiendo con gravedad el


desorden de la casa y de la familia, un viejo loro, apo-
sentado en dorada jaula. Es de día.

Don Cándido Borrajas, el cabeza de


familia —poca cabeza, — alterna sus ocios
enseñándole una canción al lorito y atis-
bando desde el mirador lo que pasa en la
12 s. Y j. Xlvarez quintero

casa de enfrente. Manola, la mayor de sus


hijas, que se perece por lo chulo y por lo
flamenco, canta a la guitarra. Herminia, la

segunda, está de pie, tomando elegantes


posturitas, las cuales son su flaco.
El papá viste batín o bata y zapatillas;
las niñas, vaporosas batas de seda, que de-
jan adivinar sus encantos. Porque, en ho-
nor de la verdad, no le salieron mal a Bo-

rrajas. Se conoce que las pensó poco.

Música.

DON CÁNDIDO

Al loro, «que se fija mucho», repitién-


dole las frases hasta la saciedad, para que
las aprenda.

Es de mala educación^
si se saca la petaca,

no ofrecer a la reunión.

MANOLA

¡Qué matraca!

HERMINIA

¡Qué pensión!
Don Cándido corre a su observatorio
del mirador, y levantando disimuladamen-
te un visillo, permanece unos instantes
en acecho.
LA CASA DE ENFRENTE 1 3

DON CÁNDIDO

Aun no ha abierto su balcón.

HERMINIA

El médico me ha dicho

que apres tous les repas


esté de pie dos horas

si
quiero adelgazar.

MANOLA

Reniego yo del señorío,


si no he de hablar a aquel moreno

que ha puesto en el corazón mío


la dinamita de un barreno.

No medigan que no:


donde esté un mozo fino de barrio,
la pareja soy yo.

DON CÁNDIDO
Volviendo junto al loro otra vez.

Lorito real:

aplícate un poco y aprende:

¡
no me dejes mal!
14 S. y J. ÁLVAREZ QUINTERO

HERMINIA

Las piernas se me rinden


de tanto estar de pie;
me siento un momentito,
queje suis fatigué.

MANOLA

No sé explicarte aquella cosa

que mí me dio
a la otra mañana
cuando te vi con la pañosa
de los embozos verde y grana.

No me digan a mí:
donde una mantilla de encaje
esté ,

no hay sombrero ni esprí.

DON CÁNDIDO

Es de mala educación,
si se saca la petaca,
no ofrecer a la reunión.

MANOLA

¡Qué matraca!
LA CASA DE ENFRENTE 1 5

HERMINIA

¡Qué pensión!
LAS DOS

[ Qué fastidio de lección !

Cesa la tmísica.

Manola sigue rasgueando en la guita-


rra; Herminl-í coge un libro, adopta una
nueva posturita elegante, y lee; Don Cán-
dido torna al mirador, ansioso de ver algo
extraordinario. Pausa. A poco se oyen
dentro, hacia la izquierda de la galería,
por donde luego sale, las voces del Abue-
lo Chocho. Es un viejecillo muy entero,
nervioso y descarado, ex suegro de Bo-
rrajas.

ABUELO

¡Nada, nada! ¡Es usted un sinvergüenza; un co-


chino! ¡Y la que le consiente a usted esas liberta-

des, una pindonga! ¡Y no ledigo a usted que por


la puerta se va a la calle, porque va usted a salir
por el balcón, de un puntapié mío!

MANOLA

¡Ya escampa! ¡Cómo está hoy el abuelo!

Deja la guitarra.
l6 S. Y J. ÁLVAREZ QUINTERO

DON CÁNDIDO

Sí que se mete la tarde en agua.

HERMINIA

A mí me descompone oírlo.

DON CÁNDIDO

El pobre señor ya chochea, pero no hay quien


lo aguante.
Al Abuelo, que aparece a punto, rezon-
gando. Trae bastón y sombrero.

¿•Qué sucede, abuelo? ¿Qué sucede.''

ABUELO

¡Que esto no es casa! ¡Que esto es una repúbli-


ca! ¡El chauffeur, no tiene vergüenza! ¡La cocinera,

no tiene vergüenza! ¡El mozo de comedor, no tiene

vergüenza! ¡Las doncellas, no tienen vergüenza!


¡Aquí nadie tiene vergüenza!

MANOL.4.

i
Nadie.?
LA CASA DE ENFRENTE 17

ABUELO

¡Nadie! ¡La tengo yo; pero como yo no soy na-

die en la casa, nadie tiene vergüenza! ¡Ni tú; ni tú;

ni la madrastra; ni Chuchu; ni éste! ¡Ni el loro!

EL LORO
jHola?
i

DON CÁNDIDO

.•Eso es todo lo que sabes decir, sinvergüenza?

HERMINIA

Cálmate por Dios, abuelito.

ABUELO

¡No me da la gana! Si tuvierais vergüenza, ¿es-


taríais sin vestir a las horas que son de la tarde?

MANOLA
Levantándose decidida.

¡Vaya! Me voy a poner de veinticinco alfileres,

para darte gusto.


l8 S. Y J. ÁLVAREZ QUINTERO

ABUELO

¿A mí, o al
abogadete que vendrá luego?

MANOLA
¡Clarocol
Se va por la puerta de la izquierda.

ABUELO

¡Clarocol ¡Qué bonita expresión! ¡Da gloria lo


bien que educas a tus hijas! ¡Como a la nena le

agradan las chulerías, se le ríen las gracias!

DON CÁNDIDO
¡Clarocoí
ABUELO
A la otra.

¿Y tú, qué estas leyendo.^

HERMINIA
Una novela.
ABUELO

¿Francesa, verdad? ¡Qué peste de libracos fran-


ceses!
Le quita el libro y lo tira lejos.

¡Aprended primero el castellano!


LA CASA DE ENFRENTE 1 9

HERMINIA

Abuelo, ¡vaya unas maneras!

1
20 S. Y J. XlVAREZ quintero

que saber un amo de casa es lo que hay en ella!

jTe roba toda la servidumbre!

DON CÁNDIDO

¡Pues, señor, cuando te levantas de esa vena,


hay que meterse en el cuarto de baño!

Marchase por la puerta de la izquierda


también.

ABUELO

¡Sí, sí, sí!... ¡Si el viejo chochea, si está loco!...

¡Si no dice más que tonterías!


A Sarfia, que viene por la izquierda de
la galería, en traje de calle. Es joven,
guapa, fresca y apetitosa.

¡Oh! ¡La señora de la casa!... ¡Digo, de la calle;

porque está más tiempo fuera que dentro!

SARITA

¿Ahora me toca a mí.^

ABUELO

¡La segunda esposa de ese nunca bien pondera-


do majadero a quien tuve por yerno siete años!
LA CASA DE ENFRENTE 21

SARITA

La segunda esposa, sí, señor. Para servir a us-


ted en lo que se le ofrezca.
i

í ABUELO

¡No se me ofrece nada! A la calle, ¿eh?

I SARITA

Sí, señor; a la calle. A mis cosas...

ABUELO

¡Oh, los trapos! ¡Oh, las modistas! ¡Oh, las tien-


das!... ¡Qué socorridos encubridores!...

SARITA

¡Jesús! No se sulfure usted, abuelo. Siempre ha


i
de andar así... Yo no voy a compras ahora...

ABUELO
¡Qué casualidad!
SARITA ^

Voy a ver al dentista.


22 s. y j. Xlvarez quintero

ABUELO

tal baila!
¡Otro que

SARITA

Pues ¿-quién si no él ha de arreglarme un hueso

que tengo dañado en la boca?

ABUELO

¡A otro perro con ese hueso, Sarita, que éste


es perro viejo! |Aburl
Se va de estampía por la derecha.

SARITA

Vaya usted con Dios. Paciencia. Las personas


a cierta edad se ponen insufribles. Paciencia.

Se asoma a los cristales de la galería y


mira hacia abajo.

Antes faltaría el sol... Ya está ese picaro de

Carmelo en la ventana del estudio... Simpático, es

simpático. Ya me ha visto.

Saluda.

¿Que si sube? ¡Sí!...

Se retira, despidiéndose con la mano.


LA CASA DE ENFRENTE 23

¡Dichosos hombres! ¡Cómo aprietan algunas ve-


cesel cerco! Este andaluz es tan zalamerlUo... Y
luego, que yo... yo... ¿Qué le voy a hacer, si es
heredado.^ Mi madre, mi abuela, mi bisabuela...
Todo el arbolito.

Música.

No lo puedo remediar:
he nacido tan coqueta,

que ni el yugo me sujeta...

¡Tengo que coquetear!


Cuando voy a confesar

y el buen padre me censura,

yo le digo: Padre cura,

¡tengo que coquetear!

Es un vicio feo,

pero me entretiene,
V ese es mi recreo.
Nada me detiene;
nada me contiene;
nunca titubeo.
Como que yo creo

que mi sangre tiene


mal de coqueteo.
24 s. Y j. Xlvarez quintero

¡Por eso mareo


a todo el que viene
y a todo el que veo!

Coqueteo
con el guapo, con el feo,
con los listos, con los torpes, con los firmes, con

[los cojos...
Coqueteo
con el dulce balanceo,
con la risa, con la boca, con las manos, con los

[ojos...
¡Coqueteo!

Ya sé yo
Que la vereda es muy mala...

¡no que no!


que hay quien la empieza y la rueda,
porque resbala, resbala
como seda
la vereda...

Como si temiera al abismo.

¡Oooooh!...

Pero es superior a mí
este afán y este deseo:
LA CASA DE ENFRENTE 25

¡coqueteo
desde el día en que nací!

No lo puedo remediar:
he nacido tan coqueta,

que ni el yugo me sujeta...

¡Tengo que coquetear!


Cuando voy a confesar

y el buen padre me censura,


yo le digo: Padre cura,

¡tengo que coquetear!

Cesa la nnlsica.

Por la puerta de la izquierda sale Chu-


chu, seguida de su Miss. Chuchu, la hija
menor de Borrajas, es una pollita precio-
sa. La Miss, en cambio —
¡oh suprema ley
de los contrastes! — es un
espantapájaros
verdadero. Las dos vienen en traje de
calle. La Miss lleva un sombrero de hule,

impermeable y paraguas. Si llueve, no se


moja.

CHUCHU

Bueno, mamá, yo me largo a casa de Niní.

SARITA

¿A casa de Niní.í*
26 S. Y J. ÁLVAREZ QUINTERO

CHUCHU

Tenemos merienda. Van a ir también Quica


Sánchez, Lulú Romero, Coco Martínez y Chichi
Casavilla.

SARITA

Pues anda con Dios. (¡Diste ya tu lección de


francés.^

CHUCHU

SARITA

¿y la de inglés.^

CHUCHU
Yes.

SARITA

¿Y la de alemán.^
CHUCHU
Ja.
SARITA

¿Es aplicada, miss.''

LA MISS

Expresándose en castellano con difi-

cultad.

Un día sí y otro no.


LA CASA DE ENFRENTE 27

EL LORO
-•Hola?

CHUCHU

Lorito, tu est tres méchant.

SARITA

Óyeme, nena: ahora que recuerdo.

Con malicia.

¿Suele ir a las meriendas de casa de Niní, Toli-

to Peláez?

CHUCHU

¡Vamos! ¡Te veo venir, mamá! ¡Estáte tranqui-


la, que no es por áJúl

SARITA
;No?

CHUCHU

¡Miau! ¡Pa el gato! Ya le dije ayer que ahueca-


7'a. No hay mendrugos.
Despidiéndose.

Conque hasta lueguito.

Al ]oro.
23 S. Y J. ÁLVAREZ QUINTERO

Au revoir, monsieur le perroguet.

A Don Cándido, que vuelve por la iz-

quierda de la galería, oportunamente.

Adíen, mon cher papa.

DON CÁNDIDO

Adieu, ma diere Chuchu.

SARITA

Adiós, nena, adiós.

CHUCHU
iSaluqui!
LA MISS

Perpleja.

^Salugui?.
Se va Chuchu por la derecha, seguida
de la Miss, que busca la palabra en un
diccionario de bolsillo.

DON CÁNDIDO

Luego dice abuelo que las tengo mal educa-


el

das: con quince años... y sabe tres idiomas ya.

Bueno, y el español, que no cuenta.


LA CASA DE ENFRENTE 2q

SARITA

Es monísima.
DON CÁNDIDO
Monísima...
Va maquinalmente al mirador, y atisba
de nuevo.

La que más recuerda a su madre... Monísima...

De repente da un grito destemplado


que estremece a Sarita.
¡Ya!
SARITA

,Ay!
DON CÁNDIDO

¡Ya! ¡Ya está ahí!


SARITA

Candidito, que me has asustado... Creí que era


otra cosa.

DON CÁNDIDO
*"
¡Mírala, mírala en el balcón! ¡Mírala!

Sarita obedece, aunque sin poner en


el asunto el interés que su marido.

SARITA

Ah, sí... Es verdad.


30 S. Y J. ÁLVARKZ QUINTERO

DON CÁNDIDO

¡Qué hermosa está hoy! ¡Y qué bien se viste!

SARITA

Demasiado vivo el color de la blusa.

DON CÁNDIDO

¡Ella sí que es demasiado viva! ¡Y guapa, hasta


cansarse de decirlo! ¡Pero tan... tantarantán como
guapa! ¡Qué cogote tiene la indina!

SARITA

¡Candidito!

DON CÁNDIDO

Arréglate, arréglate el
sujeta-abuelos. Parece

que me ha oído la muy... ¡Cómo se relame para


darle color a los labios!...

SARITA

Candidito, que veo que el que se relame


eres tú...
LA CASA DE ENFRENTE 3 1

DON CÁNDIDO

¿Yo? ¡No me hables! ¡Indignado me tiene esa

mujer!
— ¡Ahora sale el viejo! ¡Míralo, míralo, Sa-

rita!

SARITA

¡Pobre hombre!
DON CÁNDIDO

¡Pobre hombre! ¡Pero esto no quedará así! ¡Yo


no puedo verlo con paciencia! ¡Qué tranquilo va
él calle arriba!

SARITA

¡El Caballero del Verde Gabán!...

DON CÁNDIDO

En la higuera, como dicen los clásicos de Ma-


nola. ¡Me indigna, me indigna la traición! Desde
que hace un mes que se mudó ahí esa gente, yo
he criado más bilis.

SARITA

Vas a tener que ir a Marmol ej o.

DON CÁNDIDO

¡Me indigna la traición! ¡No en balde soy de la


32 S. Y J. ÁLVAREZ QUINTERO

del
Liga de Caballeros Impecables, Investigadores

Hogar Ajeno! Él dobla la esquina... y ella se
mete dentro después de tirarle un besito, para
que se vaya más confiado. Y ahora... a esperar al

pollastre.
Le da como una náusea, de indigna-
ción.

¡Brrrrr!... ¡Se me revuelve... se me revuelve!...

¡Se me revuelven muchas


cosas! Pero ¿qué ese in-

feliz no tenga un buen amigo que le abra los ojos.^

SARITA

sin conocer-
¿Qué más buen amigo que tú, que
lo le has mandado ya dos anónimos, Candidito.^

¡Lo que es que el hombre vive en la luna!...

DON CÁNDIDO

¡En los mismos cuernos


de la luna!

SARITA
Estáte quieto.

DON CÁNDIDO
¿Eh?
SARITA
Estáte quieto.
Le arranca una cana del bigote.
LA CASA DE ENFRENTE 33

DON CÁNDIDO
¡Ay!
SARITA

Perdona, pero estaba muy descarada.

DON CÁNDIDO

¡Qué manía! ¡Me vas a dejar el bigote picado de


viruelas!
Sarita leentrega la cana mimosamen-
te, y él le da un soplo y la echa al aire.

SARITA

Oye una cosa, que no quiero que se me olvide,

pichón.

DON CÁNDIDO

¿Qué quieres, palomita.^

SARITA

¿Has pedido informes de los muchachos del es-

tudio.''

DON CÁNDIDO
¿De quiénes.-*
34 S. Y J. ALVAREZ QUINTERO

SARITA

De Arístide?, de Celestino, de...

DON CÁNDIDO

No, no; no me he vuelto a acordar de semejan-


te cosa.

SARITA

Pues ten en cuenta que nos visitan a diario,

porque vienen pretendiendo a tus hijas.

DON CÁNDIDO
¿Y eso.''

SARITA

Arístides, el escultor, el que tiene abajo el es-

tudio, ha puesto los ojos en Herminia...

DON CÁNDIDO

¿Hola? Me he parecido al pei'roquet.

SARITA

^•Te sorprendes.? ¡Pero si le está haciendo un


busto y todo!
LA CASA DE ENFRENTE 35

DON CÁNDIDO

Ah, ¿le está haciendo un busto y todo?

SARITA

¿No te han enterado las chicas? ¿No bajan las

chicas al estudio a eso, calamidad?

DON CÁNDIDO

¡Ya decía yo! ¿A qué bajarán las chicas al estu-

dio? Y bajan a eso.


SARITA

Pues el Celestino, el abogado, el madrileñito...

DON CÁNDIDO

El de las sortijillas en el bigote: en eso me he


sí.
fijado,
SARITA

Viene por Manola. Como los dos son tan meti-


dos en chulería y tan verbeneros... parece que se
atraen. Cada oveja...

DON CÁNDIDO

¡Claro! Cada ovejo...


36 S. Y J. ÁLVAREZ QUINTERO

SARITA

Oveja.
DON CÁNDIDO

Oveja, oveja. Le tengo que preguntar al médico


por qué cambio yo tanto las vocales. Dime, ^y el
andaluz.^ ¿Le gusta Chuchu al andaluz? A mí me es

más simpático que ninguno.

SARITA

Disimulando.

Ah, SÍ: Carmelo es muy simpático. Pero ese no


creo que traiga mira particular. Viene por acom-

pañar a sus amigos... Chuchu todavía es una mu-


ñeca... Y
el tal sevillanito una bala perdida.

DON C.4NDIDO

¡Pero con la sal por arrobas!


— Vamos a ver si

entra el pollastre.
Vuelve a curiosear tras de los visillos.
En este momento sale por la derecha
de la galena Josefa, doncella de no mal
palmito ciertamente.

JOSEFA
Señora.
LA CASA DE ENFRENTE 37

SARITA

¿Qué?
JOSEFA
El señor Martínez.
SARITA
Que pase.
Se marcha la doncella; Sarita se reto-
ca con coquetería; Don Cándido mira en-
simismado a la casa de enfrente.
Llega Carmelo, muchacho andaluz de
buen porte, palabrero y desenfadado.

CARMELO

¡Bendiga Dios a la mujé más bonita de España!

SARITA

Señalándole a su marido.

Carmelo...

CARMELO

¡Esto soy yo capaz de publicarlo en un perió-


dico!
Le besa la mano.

jDon Cándido!
Don Cándido no se entera.

tDon Cándido
38 S. Y J. ÁLVAREZ QUINTERO

DON CÁNDIDO

¿Eh? [Ahí ¡Hola, amigo!

CARMELO

Me alegro de verlo a usté bueno, compadre.

•DON CÁNDIDO

¿Y sus camaradas?

CARMELO

Ahora suben. ¿Qué hasía usté ahí tan metió en

los visiyos.''

DON CÁNDIDO

En tono misterioso.

Viendo si entraba el traidorzuelo en la casa de

enfrente.

SARITA

No piensa en otra cosa.

CARMELO
¿Y entraba.?"
LA CASA DE ENFRENTE 39

DON CÁNDIDO

Entrará, entrará.

SARITA

Pues que más mira, menos ve, Candidito.


el

Pierdes las mejores. fTú no sabes que la casa de


enfrente se comunica por los jardines y por los

patios con el 98.^

DON CÁNDIDO

¡Re...! ¡Se me iba a escurrir una palabrota! ¿Qué


me dices.''

CARMELO

La pura verdá: ahora caigo yo en eso. Más de


una vez he visto yo entra y salí por er 98 a un
vesino dela casa de enfrente.

DON CÁNDIDO

¡Pu...!
me explico por qué
¡Tente, lengua! ¡Ya

algunos días se me
ha escapado a mí el pollastre!
Con permiso. Voy a ver desde mi despacho...
Con permiso. ¡Ah traidor, libertino, canalla!...

Marchase a escape por la derecha de la


con la obsesión más cómica. Sari-
galería,
ta y Carmelo se sonríen maliciosamente.
40 S. Y J. ALVAREZ QUINTERO

CARMELO

¡Los hay que son fieras!

SARITA

Fingiendo un miedo que no siente.

¡Chito!

CARMELO

Pero, si no se entera aquí, ¿se va a entera des-


de er despacho? ¡Aprovechemos la ocasión!

SARITA

Carmelo, por Dios, no sea usted imprudente.

CARMELO

Si estamos solos!

SARITA

Una casada no lo está nunca.

CARMELO

Bajando la voz.

¿•Va usté esta noche a casa de Pepita Sánchez?


LA CASA DE ENFRENTE 4 1

r SARITA

Sin falta.

CARMELO

Pos ayí seguirá la sinta. En la buya nadie se

fijará en nosotros.

EL LORO

¿Hola.?
SARITA

¡Ja, ja, ja! [Qué oportuno ha estado el lorito!

CARMELO

Mentira párese que tenga humó. ¡Me da una


lástima er bicho ese!
SARITA
lorito.!*
¿El
CARMELO

¡Ese y tos eyos! ¿No hay argunos que viven


sien años.-*

SARITA

¿Y qué.^
CARMELO

Usté carcule: ¡sien años solo, metió en una jau-


la, sin ve a una loral
42 S. Y J. ÁLVAREZ QUINTERO

SARITA

¡Por eso vivirán los cien años!

CARMELO

¡También es posible! Porque si las loras son tan


malas como arp-unas
b' mujeres...
1UJ(

SARITA

Vaya, vaya, aquí se queda usted. Hasta luego,


que me espera el dentista.

Carmelo

Hasta luego. ;Se está usté arreglando esa boca.''

SARITA

Es usted de lo que no hay.


Vase por la derecha de la galería, sin

dejar de mirarlo.

CARMELO

Cuando se queda solo, frotándose las


manos de júbilo.

Carmelo, eres el amo. Esto va está en casa. Y


LA CASA DE ENFRENTE 43

el otro, mientras, asechando con mucho cuidao si

entra un granuja en la casa de enfrente. ¡Ja, ja, ja!

I ¡Ja, ja, ja!


EL LORO

CARMELO

¡Lorito!
Bailando y cantando.

¡Ay garrotín, ay garrotánl...

Llegan por la derecha Celestino y


Arístides. Celestino es un señorito ma-
drileño muy pagado de su persona, pintu-
rerito y achulado. Arístides no reconoce
patria: es sencillamente un sinvergüenza
que hace esculturas.

ARÍSTIDES

¡Contento está el hombre!

CELESTINO

¡Tan contento como va ella!

CARMELO

jVa bailando también.?' ¿La habéis visto.'*


44 s. Y j. Xlvarez quintero

CELESTINO

Y la cara que lleva no miente. ¡Chócala!

ARÍSTIDES

¡Chócala!

CARMELO

¡Camino como sobre meas!

¡Buen lanse, viven los sielos!


¡Estos son los que dan fama!

que dijo Juan, mi paisaniyo.

CELESTINO

Bueno, pues a ver qué tal te portas ahora con


nosotros, cuando salgan el padre y las chicas.

CARMELO

Ni media palabra: a los quites, er mataó. Y que


a don Cándido no nesesito más que mentarle la
casa de enfrente, y acude ar trapo que es un gusto.

ARÍSTIDES

En resumen: que la familia es nuestra.


LA CASA DE ENFRENTE 45

CELESTINO

Por áhi. Y que caemos en blando. Cada día me


convenzo más de la pasta que tienen.

CARMELO

De la buena pasta der papá, yo respondo.

CELESTINO

Pues de la otra pasta^ pregunta en Bolsa. ¡Un


horror! No pasa año sin que se les muera un pa-
riente en las Pampas y les mande los cupones por
kilos.

ARÍSTIDES

^Veis lo que yo os digo a todas horas? El des-


interés del artista siempre logra un premio. A mí
me fascinó de Herminia solamente la belleza, la

línea, la escultura... ¡Y me encuentro con que está

forrada! ¡Bien vengan los billetes! ¡Son el premio


de mi desinterés!
CELESTINO

Míralo como quieras. El caso es que hemos


acertado un pleno.jY que además no es chula
mi Manola! ¡Me colma el gusto! ¡Mi madre! ¡El
46 S. Y J. ÁLVAREZ QUINTERO

le voy a dar a la abogacía! Señor, como


adiós que

que no ha nacido un hombre con este frente,


estas espaldas y este canto, para hacer el primo en
el mundo.

CARMELO

La vamdá física que tiene este poyo; y es una


rana pa echa los huesos de las aseitunas.

CELESTINO

¡El que habla, y lo cazaron con reclamo!

Ríen los tres.

ARÍSTIDES

Dirigiéndose a Don Cándido, que apa-


rece por donde se fué y va hacia el mi-
rador.

¡Ilustre don Cándido!...

CELESTINO

¡Amigo don Cándido!...

DON CÁNDIDO

¡Señores míos!... Pero, oiga, ¿y mi mujer.?


LA. CASA DE ENFRENTE 47

CARMELO

Se ha marchao a casa der dentista.

DON CÁNDIDO
í
¿A casa del dentista?

CARMELO

Ahora se está arreglando la boca.

ARÍSTIDES

¡Qué coqueteríal
CARMELO

¡Arregla aqueya boca!... ¿Eh, don Cándido.'*

DON CÁNDIDO

Hombre, eso es bonito. ¿Y a qué dentista va.''

CELESTINO

Pero ¿usted no lo sabe}

DON CÁNDIDO

Yo no me ocupo de eso. Y lo pregunto, porque


48 s. Y j. Xlvarez quintero

hace varias noches que me está fastidiando a mí


la muela del juicio...

Encarándose con Carmelo.

Mire usted: debo de tenerla picada; mire usted...

Abre la boca y pone los ojos en el


techo. Carmelo se asoma un ¡jistante a

aquel antro.

Arriba, a la izquierda.

CARMELO
la izquierda.^
¿A
DON CÁNDIDO

Sí; arriba... junto a la corona de oro...

En este momento vuelven, precisamen-


te por Herminla y Manola,
la izquierda,

ataviadas con elegantes vestidos, que re-


velan el distinto gusto de las dos herma-
nitas. En cuanto las ven se llegan a salu-

darlas los galanes, incluso Carmelo, que


deja a Don Cándido con laboca abierta.

MANOLA
¡Tanto bueno!
CELESTINO

Eso es lo que venimos buscando.


LA CASA DE KNFRENTE 49

HERMINIA
Arístides...

arístides
Reina.

CARMELO

Manolita... Herminia... ¡Viva España!

MANOLA
Oué
i\¿ tal.^

HERMINIA

i
Oué tal.?
Cambian saludos afectuosos, en tanto
que Don Cándido, crej'cndo que Carme-
lo lo observa, dice:

DON CÁNDIDO

¿Hay caries.? De cuando en cuando me da unas

punzadas... No la confunda usted con la de junto:


es la del juicio; la última... Arriba, a la izquierda...

¿Hay caries.? ¿Ve usted caries.?

Bajando la cabeza.

¿Eh?... ¡Ahj vamos!


50 s. Y j. Xlvarez quintero

CARMELO

Volviendo a él.

Usté me dispense. Salieron tan a punto las


niñas...

DON CÁNDIDO

¡Hombre, por Dios! Naturalísimo...


Celestino y Manola, y Arístides y
Herminia, a partir de aquí, y a un guiño
de Carmelo, pasean arrullándose por la
galería, apareciendo y desapareciendo a
discreción. Carmelo entretiene a Don
Cándido.

CARMELO
¿Y qué?
DON CÁNDIDO
¿Qué, qué?
CARMELO

^•Ha comprobao usté que la casa de enfrente


tiene dos puertas?

DON CÁNDIDO
|Ya lo creo!

CARMELO

¿Ha entrao ese mosito?


LA CASA DE ENFRENTE 5 I

DON CÁNDIDO

No, señor; no ha entrado todavía; pero he visto

saHr por el 98 al matrimonio del segundo.

CARMELO

Lo que le dijo a usté Sarita y yo confirmé.

DON CÁNDIDO

¡Justo! Al mejor cazador se le va una liebre.

CARMELO

Pero, bueno, amigo Borrajas: vamos a echa un

párrafo sobre este negosio.

DON CÁNDIDO

¡No que no! De nada con más interés. Me qui-


tan el sueño esos vecinos. Siéntese usted aquí. No
sé si usted sabrá que soy vocal de la Liga de
Caballeros Impecables...

CARMELO
Lo sé.
52 s. Y j. Xlvarez quintero

DON CÁNDIDO

Investigadores del Hogar Ajeno.

CARMELO

¡Una chirigota!

DON CÁNDIDO
Ahí le duele.

CARMELO

Conformes. ¿Y pa la pista que sigue, tiene


usté,

argún dato más que habé visto entra de contra-


bando a un hombre cuando se va er marido.''

DON CÁNDIDO

¿Le parece a usted poco.'' ¡Pero tengo más! ¡Mu-


chos más! Ya comprenderá usted que yo no soy
un botarate ni un hombre ligero.

CARMELO
Ya, ya.

DON CÁNDIDO

Yo soy un tío de mucho quinqué, como dicen


los chulos.
LA CASA DE ENFRENTE 53

A esta sazón, entre las cuatro nances


de las dos parejas enamoradas no cabe ni
un papel de fumar: tan uniditos hablan.

¡La que a mí se me escape, piense lo que quie-


ra Sarita!... ¡Lo que yo no vea!...

CARMELO

Ya, ya.
Las parejas desaparecen del todo du-
rante el siguiente relato.

DON CÁNDIDO
Con regocijo íntimo.

Imagine usted que una tarde pasada, bien en-


tre dos luces, por un espejo que puse adrede en
el balcón de mi dormitorio, vi a la señora del po-
bre señor y al pollastre, muy amartelados en una
cliaise loiigne, y la muy tunanta queriendo co-

mérselo materialmente.

CARMELO

¡Porra! ¿-Y usté desde dónde los veía.''

DON CÁNDIDO

Desde debajo de mi cama. Me metí allí como


un verdadero detective. Por cierto que entró el
54 S. Y J. ALVAREZ QUINTERO

gato, y se llevó un susto que no ha vuelto más


por la alcoba. Y yo otro. Creí que me avanzaba...
Bueno: en el espejo, ¿comprende usted.'' se refle-

jaba toda la escena. El estaba donde estoy yo y


ella donde está usted. Usted es ella.

Reproduce el cuadro como puede.

De cuando en cuando le cogía la cabeza así...

CARMELO
¿El a eya.''

DON C.4NDIDO

Ella a él. Y luego cambiaban. Y vengan besos,


y vengan manitas por la frente, y venga atusarle
el y vengan
bigotito, carcajadas... ¡Ja, ja! ¡Ja, ja!

Un asco. Mede debajo de la cama, me sacu-


salí

dí las pelusas que se me habían pegado, y ni corto

ni perezoso le escribí un anónimo, que era una

bomba, al Caballero del Verde Gabán.

CARMELO
¿A quién.!*

DON CÁNDIDO

Al marido. Las chicashan puesto ese mote, le

porque tiene un impermeable color de lagarto. El


LA CASA DE ENFRENTE 55

se llama don Luis de Esquivias. Bueno, pues ¿us-


ted me ha contestado al anónimo?

CARMELO

Pero a un anónimo, ;cómo va a contestarse?

DON CÁNDIDO

Quiero decir que se ha encogido de hombros;


como si le hubiera rascado las nances; ¡como si la
mujer fuese la mía! ¿Qué tal? ¿No hay para enfu-
recerse?
CARMELO

¡Vaya! Pos na, na; duro en los anónimos, hasta


que se entere ese papanatas.

DON CÁNDIDO

¡No hay otro camino! Tres le he mandado ya.

CARMELO
¿Tres?
DON CÁNDIDO

¡Tres! Uno escrito con la mano izquierda, otro


con la derecha, y otro con las dos manos: a má-
quina.
5(> s. Y j. Xlvarez quintero

CARMELO

¡Ah! ¿Y los tres ar marido?

DON CÁNDIDO

No; uno a
la
mujer. ¡Porque este es otro cuen-
to! ¡Me encontré una noche en plena Plaza del Ca-
llao al descarado del
pollastre, del brazo de una
golfa!

CARMELO
¡Caracoles!
DON CÁNDIDO

Bajo la voz para que no se enteren las chicas.


Así, así. Y eso ya me pareció un verdadero col-
rao. Malo es que se la al del Venle Ga-
pegue
bán, ¡pero que se la pegue a la adúltera al mismo
tiempo!... ¡Hombre! ¡Hay que ser de estuco para
no delatarlo! ¡Póngase usted en mi lugar!

CARMELO
Ya, ya procuro...

DON CÁNDIDO

¡Y ahora no quisiera yo más que dar con al-


guien que conociera al polio ese! Porque sabiendo
quién es él...
LA CASA DK ENFRENTE 57

Se llega al mirador, levanta el visillo,


mira hacia la calle y lanza un grito de

triunfo.

Ah!
CARMELO

¿Qué?
DON CÁNDIDO

¡Lo va usted a ver por sí mismo! ix'\llí


viene!

CARMELO

¿Quién?

DON CÁNDIDO

¡El traidor! ¡Qué oportunidad!

CARMELO

¿El traidor?

DON CÁNDIDO

íA ver si casualmente le conoce usted!

CARMELO
A verlo.
Mira también hacia la calle. Las dos

parejas, que en este momento están ocul-


tas, ríen allá dentro a más y mejor.
^8 s. Y j. .(lvarez quintero

UOX CANDIDO

delgadito, que se quiere


hacer el invisi-
Aquel
ble. Repare usted qué pegado a la pared avanza.

CARMELO

Sí, sí... ya lo veo. ¡Y sé quién es, don Cándido!

DON CÁNDIDO

:Que sabe usted quién es?

CARMELO

Espere usté que me sersiore. Vamos a verlo

entra en la casa.
Las risas se renuevan dentro. Don Cán-
dido, contagiado de ellas, ríe también ner-
viosamente. Mientras tanto, el Abuelo
Chocho vuelve de la calle por la derecha
de la galería, se hace cargo de lo que allí
sucede, y se va por la puerta de la izquier-

da, diciendo, entristecido:

ABUELO

¡Muy gracioso!... ¡todo muy gracioso!... ¡Para


echarse a llorar i
i
LA CASA DE ENFRENTE 59

DON CÁNDIDO
¡Ya entró!
CARMELO

Pos es Enrique Lorenzague: no me cabe duda.

DON CÁNDIDO
¿Quién?
CARMELO

Loren-
Enrique Lorenzague. Hijo der general
zague.
DON CÁNDIDO

¡Oh! ¡Eiirekal ¡eureka! jHoy es un


día dichoso!

CARMELO

Un muchachi^'^o muy simpático...

DON CÁNDIDO

¡Como todos los pillos!

CARMELO

Muy calaverón, muy afisionao a las fardas... Yo


lo conocí en wndi juerga.
6o S. Y J. ÁLVAREZ QUINTERO

DON CÁXDIUO

¡Ah sinvergüenza, bandolero, salteador de hoga-


res honrados!...

CARMELO

¿Le párese usté que le pongamos ar marido


otro anónimo, disiéndole er nombre del infame.''

DON CÁNDIDO

¡Bravo! ¡Idea soberana! ¡Me la ha quitado usted


de la cabeza!

CARMELO

¡Es que usté me ha comunicao a mí su indirna-


sión! ¿Vamos ar despacho.^

DON CÁNDIDO

Vamos, vamos perder tiempo. Verá usted:


sin

cogiendo yo la pluma así, me sale una letra muy


curiosa. Venga usted conmigo.

CARMELO
A las parejas, que ahora están pre-
sentes.

¡Quejarse der maestro!


LA CASA DE ENFREÜJTE 6l

Sigue a Borrajas, el cual se ha


ido por
la derecha de la galería, ciego de júbilo.

Música.

MANOLA

No vaya usted tan aprisa,


que va usted a tropezar.

CELESTINO

La culpa es de esa sonrisa,

que a un santo le hace pecar.,


aun en misa.

MANOLA

¡Qué risa!

CELESTINO

¡La mar!

MANOLA

Ni vaya usted a creer

que yo me creo esas cosas;

que estoy harta de saber


62 S. Y J. ÁLVAREZ QUINTERO

que son las más mentirosas


las palabras del querer.
¡Hay que ver!

CELESTINO

Pues escúcheme usted, salero,

por la gracia de su papá:


yo seré muy zaragatero,
muy jocoso, muy palabrero,
pero ¿embustero?
¡Quiá!
Ni yo quiero,
ni va a querer mi mamá.
Y comprenda usted, lucerito,
rosa fresca pitiminí,
fina esencia de lo bonito,

que estoy loco por su palmito,


que me derrito,

¡sí!

¡Necesito
que usted se apiade de mí!

MANOLA

¿Conque sí.''
LA CASA DE ENFRENTE 63

CELESTINO

Conque sí!

MANOLA

Acabaré por hacerme,


con sus piropos, de miel.

CELESTiNO

Acabaré por creerme


que disloco a este clavel.

¡Hay que verme!

MANOLA

¡Qué gracia la de él!

Las palabras del amor


son puntitas de alfileres,

que con gusto y sin dolor


nos prenden a las mujeres
en el ladito mejor.

CELESTINO

¡Vaya flor!

Siguen hablando bajo.


04 S. Y J. ÁLVAREZ QUINTERO

ARÍSTIDES

Princesita de un cuento de niños


me parece usted.

HERMINIA

Son SUS ojos, que ven en las cosas


lo que nadie ve.

ARÍSTIDES

¡Quién pudiera cuajar en el barro


su forma ideal!

HERMINIA

¡Ay, por Dios, que escuchando esas flores


no sé qué me da!

ARÍSTIDES

Y si
quieta y estática

es usteduna Venus,
cuando danza en mis brazos
tan alada la encuentro,

que me parece, Herminia,


que aprisiono un ensueño...
I.A. CASA DE ENFRENTE 65

HERMINIA

Calle, por Dios, Arístides,

que no sé lo que siento,


ni sé qué extraña música

palpita ya en mi cuerpo...

arístides

La propia que al artista

le suena muy adentro...

Danzan amartelados, al ritmo de un vals


exquisito, y desaparecen por la galería.

CELESTINO

Ya que esos dos se arrancan

por lo romántico,
demos los dos seis vueltas

por algo clásico.

Bailan también, al son de un aire po-


pular, y desaparecen en la galería por
el lado opuesto. Aparecen luego, dan-
zando aún, PIerminia y Arístides. Poco
después vuelve Carmelo, y simultánea-
mente jManola y Celestino. Las parejas,
al ver a Carmelo, suspenden un momento

el baile.
66 S. y J. ÁLVAREZ QUINTERO

ARISTIDES
¿Qué?
CELESTINO
¿Qué?
MANOLA
¿Y papá?
HERMINIA
¿Y papá?
CARMELO

No hay cuidao: está poniendo en limpio un


anónimo.
A Chuchu, que llega a punto por la de-
recha de la galería, seguida de la Miss.

¡Ven acá, Chuchu! ¡Ya tengo yo pareja! ¡Siga


er baile!
CHUCHU

¡Anda, qué bueno!

CARMELO

¡Y vamos con el Hiiyuyuy^ que es er baile de


moda!
Bailan las tres parejas el «Huyuyuy»,
baile desenfadado y alegre. La Miss con-
templa el cuadro en pie, junto a la jaula
del lorito, con cara de vinagre malo. Lue-
go cesa la música.
Todos aplauden satisfechos y ríen.

\
LA CASA DE ENFRENTE 67

ARISTIDES

¡Viva la alegría! ¡La alegría es la fuerza del


mundo!
CARMELO

¡Ole!
ARÍSTIDES

¡La tarde está llena de luz! ¡Propongo que to-

memos un refresco en mi estudio!

TODOS

¡Bravo! ¡Bien! ¡Bravo! ¡Ole!

ARISTIDES

Mientras Herminia /¿jj-í;? un rato, y yo le doy


al busto dos toques más, Manola y Chuchu lo

preparan.
ELLAS

¡Aprobado! ¡aprobado!

ELLOS
¡Hecho!
CELESTINO

¡Para luego es tarde!


68 S. Y J. ÁLVAREZ QUINTERO

TODOS

¡Al estudio! ¡al


estudio!

MANOLA
A la Miss.
Miss: dígale a papá que estamos en el estudio
con estos señores.
LA MISS

Bien.
MANOLA

Que si quiere, que baje.

LA MISS
Bien.

CARMELO

Y si no se quiere molesta, que no baje.

LA Miss
Bien.

MANOLA

Y cuando se lo diga usted, vaya por Chuchu.

LA Miss
Bien.
LA CASA DE ENFRENTE 69

CHUCHU

¡Pero tampoco corre prisa mayormente!

LA MISS
Bien.

CELESTINO

¡Esta miss me parece a mí que está descom-


puesta!
Ríen todos, y se van en animada y bulli-
ciosa conversación por la derecha de la

galería. La Miss, gruñendo


en inglés unas
palabras que no hay quien entienda, des-
aparece por el lado contrario.
A poco vuelve por la puerta de la iz-
quierda el Abuelo Chocho. Melancólica-
mente mira hacia todas partes, y exclama,
como resumiendo la soledad en que se ve.

ABUELO

¡La madrastra en la calle... las chicas en el es-

tudio de esos desalmados... los criados bailando


al son que les tocan... y el otro simple escribien-

do anónimos a la casa de enfrente! ¿Quién conoce


la mía.''

Alúsica.

Me dicen cascarrabias,
me llaman viejo chocho,
70 s. Y j. Xlvarez quintero

porque rabiando vivo,

porque les riño a todos;

pero a mis solas sufro;


pero escondido lloro.

Llora, abuelo,
llora, abuelo, por tu casa,
que se pierde, que se hunde,
que se acaba...

No la abaten
vendavales ni borrascas:

la carcoma es quien la pudre,

quien la mata.

¡La grandeza en que nací!...

¡El honor que me alentó!...

La gloria en que envejecí,


dio.''
¿dónde
¡El amor de lo que fué!...

¡La ilusión del que será!...

La casa en que me críe,

está.''
¿dónde

La de enfrente ¿qué me importa,


si la mía abandonada

se desploma.-*
LA CASA DE ENFRENTE 7 1

¡Quién pudiera, quién hacerte


espejo en que se miraran
las de enfrente!...

¡La grandeza en que nací!...

¡El honor que me alentó!...

La gloria en que envejecí,


dio.?
¿dónde
¡El amor de lo que fué!...

¡La ilusión del


qué será!...

La casa en que me crié,

¿dónde está.?

Se aleja por la izquierda de la galería, y


cesa la música.
Un momento después vuelve a salir por
la derecha, ahora más preocupado y ner-
vioso que nunca, el cabeza de fósforo de
la familia.

DON CÁNDIDO

¡Jesús, Jesús, Jesús! ¡Por supuesto, tenía que


ocurrir un buen día! ¡Un mal día! ¡Tenía que ocu-
rrir!...
¡El drama eterno: el marido que llega y
sorprende...! Va a cogerlos fritos: ¡fritos! Y yo,
que estaba esmerándome en el nuevo anónimo...
¿Eh.? ¿Qué es eso? ¿Un disparo ya.? No; no ha sido
72 s. Y j. Xlvarez quintero

un disparo... ha sido un coche. ¡Jesús, Jesús! Ma-


ñana sale esa casa en los periódicos. Fritos, fritos:
los coge fritos. ¡Y hay que ver lo que aquí signi-
fica fritos!...
Llega Josefa por la derecha de la ga-
lería.

JOSEFA
Señor.

DON CÁNDIDO

Sobresaltado.
jEh?

JOSEFA

¿Señor."

DON CÁNDIDO

¡Ah, que eres tú, monada!

JOSEFA
¿Qué le ocurre.''

DON CÁNDIDO
Nada, tontilla.
Intenta tomarle la cara.

JOSEFA

Quietas las manos.


LA CASA DE ENFRENTE 73

I
DON CÁNDIDO

¡Lo que me haces sufrir, picarona!

JOSEFA

Ahí está un caballero que quiere verle a usted.

DON CÁNDIDO

¿A mí? ¿Quién? ¿No te ha dado tarjeta?

JOSEFA

No, señor: pero me ha dicho que anuncie a


don Luis de Esquivias.

DON CÁNDIDO

¿A don Luis de Esquivias? ¡No puede ser, mu-


chacha!

JOSEFA

Pues ese es el nombre que me ha dado.

DON CÁNDIDO

¡Nb puede ser! Si a don Luis de Esquivias aca-


bo yo de verlo entrar por el 98... Tú te has con-
fundido, princesa.
74 S. y J. ALVAREZ QUINTERO

Se le acerca melosamente, y la abraza.


Ella no opone resistencia.

Anda, sal ahí fuera y entérate bien... Tú te has


confundido...

JOSEFA

Pero ¿soy yo sorda?

DON CÁNDIDO

Pues verás cómo te has confundido... y no es

don Luis de Esquivias.


Don Luis de Esquivias, que un minuto
antes ha aparecido en la galería, por la
derecha, dice gravemente:

DON LUIS

Sí, señor, sí: es don Luis de Esquivias.

JOSEFA

¿Lo está usted viendo.'^

Don Cándido se separa turbadísimo de


Josefa, que se retira. Don Luis de Esqui-
vias lo mira de arriba abajo. Es un señor
cuya cabeza parece recortada de un cua-
dro del Greco. Viste de chaqué. Habla
con serenidad y nobleza. Ni un solo mo-
mento es ridículo.
I LA CASA DE ENFRENTE 75

DON CÁNDIDO

¿Don... don... don Luis de Esquivias.''

DON LUIS

Para servirle, señor mío. ¿Y yo tengo el honor


de hablar....^

DON CÁNDIDO

Conmigo: Cándido Borrajas...


Azoradísimo.

Asseyes vous, monsieur.

DON LUIS

Dispense: vamos a entendernos en castellano.

DON CÁNDIDO

Sí, sí... si estos son resabios déla educación de

las chicas.

DON LUIS

¿De la educación.^

DON CÁNDIDO

¡Esta casa es una Babel! ¿Quiere usted que pa-


semos a mi despacho.^*
76 S. Y J. ÁLVAREZ QUINTERO

DON LUIS

No deseo sino hablar con usted sin testigos.

¿Estamos aquí solos?

DON CÁNDIDO
Usted lo ve.

DON LUIS

Pues aquí mismo, entonces.

DON CÁNDIDO

Aquí mismo. Asseyez vojis. ¡Y dale! ]Se me ha


metido en la cabeza! Tome usted asiento. Si en-
cuentra dónde... Todo han dejado por medio
lo

esas chicas... Deje usted el sombrero.

DON LUIS

Sí, señor. Mil gracias.

Siéntanse los dos. Don Luis está sereno


e impávido. El otro, excitado e inquieto.

DON CÁNDIDO

Bien; usted dirá a qué debo... a qué debo la...

a qué debo el...


LA CASA DE ENFRENTE 77

DON LUIS
f

Señor de Cerrajas...

DON CÁNDIDO
Borrajas.

DON LUIS

¡Ah! Discúlpeme.

DON CÁNDIDO

No hay de qué... Viene a ser lo mismo. Agua


de...

DON LUIS

Señor de Borrajas...

DON CÁNDIDO

Señor Caballero del Verde Gabán...

DON LUIS
¿Cómo?

DON CÁNDIDO
¡Huy!
Pausa. Se miran.
78 S. Y J. ÁLVAREZ QUINTERO

DON LUIS

¡Vamos! Ya comprendo... Se me nombra así en


esta casa.
DON CÁNDIDO
No...
DON LUIS

Sí... Es muy natural... Donde hay muchachas...


donde hay señoras... es sabido: el mote al vecino,
el apodo al visitante enojoso, suelen estar prestos.

DON CÁNDIDO
¡Je!

DON LUIS

Yo soy quien menos puede extrañarlo. ¿Sabe


usted cómo le llama a usted mi esposa.'' Con
perdón.
DON CÁNDIDO
¿Cómo?
DON LUIS

Dulcificando la frase con toda cortesía.

El Papamoscas de Burgos.

DON CÁNDIDO
Imitándolo.

Pues no sov de Burdos.


LA CASA DE ENFRENTE 79

DON LUIS

Pues será sencillamente por lo otro. Donde las


dan, las toman... Así como así hemos tenido suer-
te usted y yo: entrambos motes no pueden ser

más clásicos. De todos modos, y aun cuando ello

sea un pasatiempo del todo inocente, convenga-


mos en que es censurable.

DON CÁNDIDO

Sintiéndose momentáneamente clásico.

Eslo.

DON LUIS

Usted se llama Borrajas y yo Esquivias. Al gra-


no, pues.

DON CÁNDIDO

Al grano. Le confieso a usted que siento impa-


ciencia...

DON LUIS

Voy a satisfacerla en seguida. Y cuenta, señor

mío, que jamás en los días de mi vida pasé por


trance como este. Y
aun lo habría evitado, si no
confiase en que es usted un caballero.
8o S. Y J. ÁLVAREZ QUINTERO

DON CÁNDIDO
Soilo.

DON LUIS

Así lo creo yo a pies juntillas. Si la


pregunta
que voy a dirigirle a usted le ofende en lo más
mínimo, déla por no salida de mi boca.

DON CÁNDIDO

Ha... hable usted.

DON LUIS

Yo
he recibido un par de anónimos distintos

que afectan a mi honor.


Don Cándido traga saliva.

Por indicios que no he menester declararle,


presumo que los dos salieron de esta casa. ¿Los
ha escrito usted, por ventura.''

Don Cándido suda como un pollo.

¡Invoco su caballerosidad!

DON CÁNDIDO

En actitud de héroe, adoptada en un


instante de energía.
¡Sí, señor!
LA CASA DE ENFRKNTE 81

DON LUIS

(ii^os ha escrito usted?

DON CÁNDIDO

¡Sí,
señor! De mi puño... ¡de mis puños y le-

tras!
Don Luis lo mide atentamente con la

vista, da un paseo, y exclama después:

DON LUIS

Menos malo. Grave es la acusación formulada

en ventilamos aquí mi felicidad y mi honra;


ellos:

t.
pero, pues estoy en la fuente de donde nacieron
los anónimos, siquiera sabré la verdad.

Da otro paseíto.

DON CÁNDIDO
I
{Este greco me va a dar la tarde.)

DON LUIS
¿Cómo?
DON CÁNDIDO

No... nada... que parece que hace aquí algún


6
82 S. Y J. ÁLVAREZ QUINTERO

calor... ¿Quiere usted que abra las vidrieras de la

galería?
DON LUIS

Por mí, no. Gracias.

DON CÁNDIDO

Es Bien com-
¿No tiene usted calor.\.. natural...

prendo su malestar, más grave que


su... su... Es lo

le puede ocurrir a un hombre... Por eso yo... yo

me he atrevido... Yo no creo que el anónimo bien


intencionado sea un arma vil...

DON LUIS

Dígame usted cuanto usted sepa. ¿Es cierto que


de la
apenas doblo yo todos los días la esquina
calle entra un hombre en mi casa.^

DON CÁNDIDO
Es cierto.

DON LUIS

¿Siempre el mismo?

DON CÁNDIDO

El mismo siempre.
LA CASA DE ENFRKNTE 83

DON LUIS

¿Es cierto que lo ha visto usted en coloquio...


demasiado íntimo con mi esposa.^

DON CÁNDIDO
Es cierto.

DON LUIS

Pero ¿xómo ha podido usted ver tamaña felo-

nía? ¡La verdad; toda la verdadl

DON CÁNDIDO

¡Por un espejo que coloqué frente al balcón! Yo


me —
metí debajo de mi cama ¿usted se hace car-

go.?
—y en la luna se reflejó la escena... ¿La des-
cribo.?* Abrazos... besos... ¡todas las complacencias
del amor!

DON LUIS

¡Basta! ¡Las señas de ese hombre!

DON CÁNDIDO

Alto... morenito... veinte o veintidós años a lo

sumo... ¿Qué más.? ¡Sé cómo se llama también!


84 S. Y J. ÁLVAREZ QUINTERO

DON LUIS

¿Cómo se llama?

DON CÁNDIDO
Haciendo memoria.

Se llama... se llama... ¡Pues se me ha olvidado!

nox LUIS

Yo se lo diré a usted: Enrique Lorenzague.

DON CÁNDIDO

¡Zague, zague, zague! ¡El es! ¡Y


en este momen-

to está ahí: en su casa de usted! ¡Ha entrado por


el 98!

DON LUIS

¡Sí,
señor! ¡En este momento está en mi casa!

De ella vengo yo, y allí queda.

DON CÁNDIDO

eh.^..
¿Allí queda,
DON LUIS

Sí, señor; allí queda.


Pasea como meditando su determina-
ción.
LA CASA DE ENFRENTE 85

DON CÁNDIDO

Calma, señor Caballero del Verde Gabán mu-


cha calma.

DON LUIS

Señor Papamoscas de Burgos...

DON CÁNDIDO
¿Eh?
DON LUIS

Óigame usted atentamente.

DON CÁNDIDO

Soy todo oídos.

DON LUIS

Enrique Lorenzague es hijo de mi esposa.

DON CÁNDIDO
¿•Eh.?

DON LUIS

Hijo único de mi esposa, viuda diez años ha


del general Lorenzague.

A Don Cándido se le sale un silbido,


que repite el loro.
86 s. Y j. ílvarez quintero

Las caricias que usted sorprendió, eran de ma-


dre a hijo, y no de mujer liviana a amante traicio-

nero, como usted, sin duda contagiado de la at-

mósfera en que respira...

DON CÁNDIDO
¿Eh.?

DON LUIS

Creyó ver desde debajo de su cama, puesto en


cuatro pies.

DON CÁNDIDO

¿Cómo en cuatro pies.^

DON LUIS

¡o en cuatro manos! ¿Cómo se expresa en es-


pañol la postura que usted tomó para fisgar por
el
espejo.''

DON CÁNDIDO
¡A gatas!

DON LUIS

Pues a gatas se engañó usted, y de pie ya, pro-


cedió con ligereza incalificable.
LA CASA DE ENFRENTE 87

DON CÁNDIDO

Soy... soy el primero en lamentarlo, señor de


Esquivias... y al propio tiempo en alegrarme...
Pero comprenda usted que las apariencias... las

apariencias... Porque ¿cómo podía yo imaginar....^

¿Cuántos años tiene su esposa.''...

DON LUIS

¡Indiscreto!
DON CÁNDIDO

Es que con mis hijas he discutido... ¡Parece


una muchacha!

DON LUIS

Pero ¿a usted qué jinojo le importa.?*

DON CÁNDIDO
...
¡Ese jinojo!
DON LUIS

¡Ese y cien más merece usted por su conducta,

majadero! ...

DON CÁNDIDO

¡Ese majadero!...
88 s. Y j. ílvarez quintero

DON LUIS

el vocablo. Un punto me ha
Perdone: retiro
faltado dominio sobre mis nervios. Pero ya
el

repuesto, no vacilo en aconsejarle a usted leal-


mente que mire más por su casa y por su familia,
y se deje de cuidar de la del vecino.

Oportunamente llega Sarita de la calle.


LA CASA DE ENFRENTE 89

DON CÁNDIDO

Que ha venido a ponerme de hoja de perejil,

¡
en lenguaje castizo.
SARITA

¿Cómo?
DON CÁNDIDO

Síj hijita, sí; hemos estado tocando el violón...

SARITA

Tú más que nadie, Candidito.

DON LUIS

Con intención.
Es posible.

SARITA
Esté usted seguro.

DON LUIS

Despidiéndose.

Señora... Caballero...

SARITA

¿Se marcha usted.''


90 s. Y j. ílvarez quintero

DON LUIS

Ya nada tengo que hacer en esta casa. Me voy


a la mía, desde cuyos balcones, por cierto, suelo
ver también en de enfrente escenas pintorescas,
la

cuya interpretación no se me ha ocurrido nunca,


por si era equivocada, escribir en anónimos. Ade-
más, señora, creo que harto hay siempre que guar-
dar en la propia casa, para perder el tiempo hus-
meando lo que se guisa en ninguna otra.

DON CANDIDO
Ya lo oyes.

SARITA
Ya lo oyes tú.

DON LUIS

Bueno es que oigan los dos. Mi casa, seño-


lo

res, es todo lo contrario que esta casa. La presi-


den la modestia y el orden; su lujo es la limpieza;
la lealtad, su decoro; su atmósfera, la del amor y el

respeto mutuos. Yo llevo a ella mis pensamientos

más nobles, y ella me da las horas más felices. Es


para mí también sosegado refugio en los afanes
de la vida. Cuando yo oigo decir, verbigracia, que
a tal o cual padre de familia lo sorprendió alguien
LA CASA DE ENFRENTE 91

alguna vez enamorando a una criada, profanando


el hogar, me quedo con tanta boca abierta.

Don Cándido se hace el distraído. Lue-


go, sin saber lo que dice, pregunta:

DON CÁNDIDO

¿Quiere usted tomar el te con nosotros?

DON LUIS

Gracias. Si ya los dejo... No extrailen que les

haya dicho lo que he dicho, a quienes tan torpe

idea habían formado de mi casa. Mi esposa, final-

mente, es discreta sobre toda ponderación; y por


lomismo que es joven aún y yo peino canas, tie-
ne para ellas, no ya respeto y amor, sino culto: ni
con el pensamiento las ofende; ni a solas delante
del espejo coquetea.

Ahora es Sarita la que no se quiere


enterar.
De pronto, allá abajo, en el estudio de
Arístides, se oyen las animadas y vibran-
tes notas del «Huyuyuy».

DON CÁNDIDO

¿Qué es eso? ¿Qué música es esa. Sarita?


92 s. Y j. Xlvarez quintero

DON LUIS

El Hiiyuyuj; el baile de moda, que nació en el

ari-oyo y se ha enseñoreado de los salones. Deben


de estar bailándolo en el estudio del escultor sus

hijas de usted y sus amigos.

DON CAXDIDO

Quizás, quizás...

DON LUIS

Algunas tardes me ha dicho mi esposa que se


baila aquí.

SARITA

Será cuando yo salgo...

DON C.ÍNDIDO

Ah, SÍ, seguramente... ¡Pues buena es ésta!...

DON LUIS

No sé. Harto me he detenido... Señora... Se-


ñor... Ya saben ustedes donde tienen su casa...

Respondiendo a una amable sonrisa del


matrimonio:
¡Aquí!
LA CASA DE ENFRENTE 93

Don Cándido y Sarita se ponen serios.


Don Luis, después de una nueva reve-
renda, da media vuelta y se marcha por
donde vino, dejando al matrimonio con-
fuso. Asoma por la puerta de la izquierda
el Abuelo Chocho, que los contempla
gravemente, aumentando su turbación.
Continúa sonando hasta el final la músi-
ca del «Huyuyuy». Borrajas no sabe qué
hacer y ordena los muebles. Sarita, mor-
tificada, tal vez arrepentida de algo, deja
cuanto en las manos trae y se quita el
sombrero, que arroja con mal humor so-
bre un mueble. Luego grita:

SARITA
iMiss! íMiss!

DON CÁNDIDO

Secundándola, a tontas y a locas.


¡Miss! Miss!
Aparece la Miss, seria como un ajo, en
la galería.

SARITA

Baje usted por las señoritas al estudio.

DON CÁNDIDO

Muy grave.

Baje usted al estudio por las señoritas.


94 S. 'í
J. ÁLVAREZ QUINTERO

LA MISS
B¡ en.
Retírase hacia la derecha.

EL LORO
-•Hola?

ABUELO

Ha
tenido que venir de fuera,
para preocuparos,
quien os diga lo que yo os repito constantemente:
que ya sabéis cuál es vuestra casa:
¡ésta!

Callan los dos impresionados.

FIN

Fuenterrabia, agosto, igi6.


Madrid, enero, 1917.
OBRAS DE LOS MISMOS AUTORES

JUGUETES CÓMICOS
(primeros ensayos)


Esgrima y amor. Belén, 12, principal, — Güito. — La media naranja. —
El tío de la flauta.— Las casas de cartón.

COMEDIAS V DRAMAS
EN UN ACTO

La reja.
— La pena. — La azotea. — Fortunato. —Sin palabras.

EN DOS ACTOS

La vida íntima. — El
patio.
— —
El nido. Pepita Reyes. El amor que —
— —
pasa.— El niño prodigio. La vida que vuelve. La escondida senda. —
— —
Doña Clarines. La rima eterna. Puebla de las Mujeres. La consule- —
sa. — Dios dirá. — El ilustre huésped.

EN TRES o MÁS ACTOS

Los Galeotes. — Las flores. — La dicha ajena.— La zagala.— La casa de


García. — La musa loca. — El genio alegre. — Las de Caín. — Amores y amo-
ríos. — El centenario. — La flor de la vida. — Malvaloca. — Mundo, mundi-

llo...
— Nena Teruel. — Los Leales. — El duque de El. — Cabrita que tira al

monte... — Marianela.
SAÍNETES Y PASILLOS
La buena sombra. — Los —
borrachos. El traje de luces. El motete. — —
— —
El género ínfimo. Los meritorios. La reina mora. Zaragatas. El mal— —
— — —
de amores. Fea y con gracia. La mala sombra. El patinillo. Isidrín —
o Las cuarenta y nueve provincias.
ENTREMESES Y PASOS DE COMEDIA
El ojito derecho.— El chiquillo. — Los piropos. — El flechazo. — La za-
hori.— E! nuevo servidor. — Mañana de sol. — La pitanza. — Los chorros
del oro. — Morritos. — Amor a oscuras. — Nanita, nana... — La zancadilla. —
La bella Luccrito. — A la luz de luna. — El agua milagrosa. — Las buño-
ía

leras. — Sangre gorda. — Herida de muerte. — El último capítulo. — Solico


en el mundo. — Rosa y Rosita. — Sábado sin sol. — Hablando se entiende
la gente. — ¿.\ quién me recuerda usted: — El cerrojazo. — Los ojos de luto.

ZARZUELAS
EN UN ACTO
— —
El peregrino. El estreno. Abanicos y panderetas o ¡A Sevilla en el
botijo!

El amor en solfa. — —
La patria chica. La muela del rey Farfán. —

El amor bandolero. Diana cazadora o Pena de muerte al Amor. La —
casa de enfrente.

EN DOS O mAs ACTOS

Anita la Risueña. — Las mil maravillas.

MONÓLOGOS
Palomilla.— El hombre que hace reír. — Chiquita y bonita.
— Polvorilla
el Corneta. — La historia de Sevilla.

VARL\S
El amor en el teatro. — La contrata. — La aventura de los galeotes. -
— —
Cuatro palabras. Carta a Juan Soldado. Las hazañas de Juanillo el de
— —
Molares. Becqueriana. Rinconetey Cortadillo.

Pompas y honores, capricho literario en verso. Fernajido Fe, Madrid.


Fiestas de amor y x>oeíi^.y colección de trabajos escritos ex profeso p'ira
Manuel Mar¡n.¡ Barcelona,
tilles fiestiis.

La madrecita, novela corta.

EDICIÓN ESCOLAR:
Doña Clarines y Mañana desoí. Edited tcit/i introdnction, notes and
vocabzi'ary by S, Grisivcld Aíorley, Ph. D. Assistant Professor of Spanish,
University of California.
— Heath's Modern Lauguage Series. — Boston,
New York, Chicago.
TRADUCCIONES

AL ITALIANO:
Galeoti.— II patio.— 1 fiori (Las flores).
I La pena —
L'amore che —
passa. —
La Zanze {La Zagala), por Giuseppe Paolo Pacchierotti.
Anima allegra {El genio alegre), por Juan Fabré y Oliver y Luigi Motta.
Le fatiche di Ercole {Las de Cain), por Juan Fabré y Oliver.
I fastidi della celebritá {La vida
mtivia), por Giulio de Medici.
La casa di García.— Al chiaro di luna. — Amore al buio {Amor a os-

curas), por Luigi Motta.


II centenario, por Franco Liberati.
DonnaClarines, por Giulio de Frenzi,
Ragnatelle d'amore {Puebla de las Mujeres), por Enrico Tedcschi.
— —
Mattina di solé. L'ultimo capitolo. II flore della vita. Malvaloca. — —
lettatura {La mala sombra).— Anima, malata {Herida de
muerte). Chi

mi ricorda lei? {,;A quién me recuerda usted?), por Gilberto Beccari
y Luigi
Motta.

AL VENECIANO:
Siora Chiareta (Doña Clarines), por Gino Cucchetti.
El paese de le done {Puebla de las Mujeres), por Cario Monticelli.

AL ALEMÁN:
Ein Sommeridyll in Sevilla (£//a¿ío).—Die Blumen {Las
flores).— Hic
Liebe geht vorüber {El amor que pasa). — Lebenslust {El genio alegre), por
cl Dr. Max Brausewetter.
Das fremde Glück {La dicha ajena), por J. Gustavo Rohde.
Ein sonniger Morgen {Mañana de sol), por Mary v. Haken.

AL FRANCÉS:
Matinée de soleil {Mañana de sol), por V, Borzia.
La fleur de la vie {La flor de la vida), por Gcorges Lafúud y Albert
Boucherou.
AL HOLANDÉS:
De bloem van het leven {Lajíor de la vida), por X. Smidt-Reineke.

AL PORTUGUÉS:
O genio alegre.
— Mexericos {Puebla de las Mujeres), por Joao Soler.

AL INGLÉS:
A morning of sunshine {Mañana de sol), por Mrs. Lucretia Xavier
Floyd.
Maivaloca, por Jacob S. Fassett, Jr.
ADMINISTRACIÓN :

LIBRERÍA «FERNANDO FÉ»


PUERTA DEL SOL, S. MADRID

1,50 PESETAS

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