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𝐓𝐞𝐫𝐜𝐞𝐫 𝐥𝐢𝐛𝐫𝐨.

𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟐.

𝑬𝒎𝒎𝒂 𝑱𝒂𝒎𝒆𝒔.

Un corrientazo me recorre cuando el hombre que se encuentra recostado de


una pared y con las manos metidas en los bolsillos me sonríe.

Abrazo más fuerte a mi hija con las lágrimas deslizándose por mi cara
empapada y me vuelvo a concentrar en ella que es lo más importante. No sé
que busca o que quiere el padre, que no deja de observarme, ya que cuando
me recompongo siento mi piel calcinarse con el peso de sus ojos.

“Es la maldición del Boss” “La peor de todas”

Aquellas palabras que tantos meses traté de borrar despiertan la rabia que
me corroe internamente, a la vez que me enerva la manera en la que mi
cuerpo reacciona cada que lo veo.
Verlo de nuevo me golpea y tomo la mano de mi hija para que nos guíen a los
asientos delanteros que han reservado para nosotras y...

––¡Queen! ––giro la cabeza antes de bajar de la tarima, pero un fotógrafo


seguido de otros me enfoca junto con Amelie. ––¡Una foto para la portada de
este mes!

Antes de que me acomode, una mano grande sujeta mi cintura.

No tengo que voltearme para saber de quien se trata. Sostengo a mi hija en


lo que su padre me pega a su cuerpo mientras los flashes de las cámaras me
enceguecen. Intento no flaquear con el cuerpo duro que está a mi espalda y
pienso en otra cosa que no sea lo que siento sobre mi trasero.

––¿Qué haces aquí Ilenko? ––pregunto a la vez que intento concentrarme en


el público, pero su aroma se cuela en mis fosas nasales, jugando con mi
cordura de nuevo. ––¿No tienes gatas que estar alimentando con tu
grandeza?

Hablo solo para nosotros y oculto el enfado con la risa que suelta, al mismo
tiempo que la piel se me eriza cuando su aliento me calienta.

––Estoy apoyando a mi mujer. ––responde disimuladamente sobre mi oído y


odio lo que me produce este ruso de mierda. ––¿No puedo?

Me suelto de su agarre cuando las fotografías cesan y lo encaro cuando


bajamos.
––Sea lo que sea que estés tramando, ten claro que conmigo no volverá a
funcionar. ––le digo sintiendo la misma comezón en mi entrepierna cuando
repaso el atuendo. ––Hace mucho que dejé de ser tu marioneta y mucho
menos seguiré con el papel de ser la esposa que desechas o que humillas.

Rita toma a Amelie y la lleva a donde le indico.

Camino forzándole una sonrisa a los fotógrafos y me dirijo a la línea de


asientos en donde me paralizo cuando el hombre más hijo de perra de todos
tiene a la hija sentada sobre sus piernas.

Observo a Domi, quien desvía la mirada cuando la veo y me acomodo de


malhumor en la silla sin dejar de sentir los ojos de Ilenko sobre mí.

El vistazo que me da nunca cambia y tomo a Amelie sentándola sobre mis


piernas y empieza a halagarme y llenarme la cara de besos. La emoción es
notable en su rostro cuando habla de lo mucho que le gustó mi coreografía y
veo de reojo al padre, cosa de la cual me arrepiento porque me sigue
observando con algo indescifrable en su mirada. Trago grueso con el atisbo
que hago hacia la mano tatuada que sobresale del traje negro que lleva
puesto y el cabello suelto que nunca deja de verse cuidado y lustroso. A
veces me lo imagino como un modelo de Pantene o algo así.

La fiesta de inauguración inicia dándole paso a la presentación de todo mi


equipo de trabajo. Patinadores, modelos, bailarines, diseñadores, cantantes,
actores, maestros, entrenadores físicos, y...

Trato de concentrarme con la persona que está a mi lado, y no sé qué me


pasa que lo miro, a la vez que su mirada se conecta con la mía. El ruso se fija
en mi boca y se pasa la mano por la entrepierna como si estuviera
acomodando algo. No quiero pensar en lo que no es.

No sé como las personas de aquí no se aterran con el porte peligroso de él,
quien, aunque esté sentado nunca deja destilar ese aire dominante, y
poderoso. La camisa blanca está perfectamente lisa, y se ciñe a sus
pectorales e ignoro el hormigueo que me recorre cuando siento su vista
sobre mis piernas.

El show comienza y el corazón me da brinquitos cuando los alumnos que


harán su coreografía me dedican unas palabras de admiración. No me
importa que me vean, derramo lágrimas espesas cuando los estudiantes
empiezan a realizan cada una de mis coreografías. Cada una de ellas, que me
costaron sudor y lágrimas. Comienzan a interpretar artísticamente cada una
de las canciones con las cuales me inspiré, pero...

––‘’The second someone mentioned you were all alone. I could feel the
trouble coursing through your veins. Now I know, it's got a hold. Just a phone
call left unanswered had me sparking up. These cigarettes won't stop me
wondering where you are. Don't let go, keep a hold...’’

Las notas de la última coreografía que había realizado con Chip en la final del
Quinquenio me avasallan de tal forma que me muerdo los labios para
contener el llanto que me produce las sensaciones de ese día.

––¿Por qué lloras, mami? ––mi hija toma mis mejillas y las limpia.

––Es que estoy muy feliz, amor.


Abre su boca como si descubriese algo nuevo y se vuelve a enfocar en los
jóvenes que están patinando. Las notas musicales siguen internándose en
mis oídos, llevándome a un estado en que me siento vulnerable.

––Mi coreografía favorita. ––susurra y el repiqueteo en mi entrepierna


comienza a incomodarme con el acento pesado. Lo miro fingiendo que es
una persona cualquiera y que no es el Boss que está actuando como si no
tuviera una reputación que mantener. —Estás hermosa, bebé.

––Es gracioso. ––le hablo en el mismo tono mientras el espectáculo sigue por
la mitad, empezando con el discurso de varios miembros.

––¿Qué? ––acorta el espacio entre nosotros aún estando sentado.

––Lo mucho que debes estar esforzándote estando aquí. ––se relame los
labios haciendo que desvíe la mirada cuando observa los míos. ––¿Qué
buscas, Ilenko? No sé por qué pierdes el tiempo y no te vas a preñar a una de
tus putas.

––Quiero preñar a mi esposa no a otras.

Lo que dijo me remueve cuando le sale como si en verdad lo deseara, y


rompo con el jueguito poniéndome de pie con mi hija cuando el espectáculo
termina. Agarro a Amelie y ambas aplaudimos a los bailarines que se han
esforzado. Sé que esperan mi reacción y no me molesta mostrar mi orgullo
por quienes se esmeran en hacer lo que les apasiona.

Me encamino estando rodeada de algunos Boyevikis y la niñera que merodea


el perímetro. El gentío es impresionante, me detengo a firmar unos carteles,
a tomarme fotos con mi hija y el público ya que Amelie también hace parte
de mis logros y elogios. Siento la mirada acechadora y no me molesto en
voltear, sé que me está siguiendo, puedo sentirlo. Pero de un momento a
otro no lo veo, y no sé para que me pongo así, que lo busco. El afán del
público merma, lo encuentro hablando en un rincón por el móvil sin dejar de
mirarme con el semblante siniestro y leo lo que me dice desde lejos antes de
que desaparezca del lugar.

El ruso manda a decirle algo a la hija con Rita y ella asiente antes d
encaminarnos al lujoso restaurante del complejo. Con Amelie disfruto de una
de las mejores noches de mi vida en donde ella celebra conmigo. Domi es
otra que se mantuvo a mi lado durante la celebración mientras mi hija y yo
cantamos, bailamos y sudamos hasta llegar cansadas al ático en donde me
volví un ovillo en la cama.

Lo último que quiero es toparme con Ilenko, después de lo que me dijo antes
anoche mucho menos. No puedo cerrar los ojos con el ardor que he
mantenido oculto todos estos meses en Groenlandia. He subido la guardia
desde que vine a Moscú, me enfocado solo en mi hija y en mí. Me paso las
manos por la cara con la frustración que irrumpe mi cerebro con los
recuerdos que son como una tortura.

La mañana siguiente me despierto con el ánimo por los suelos. Tengo el


móvil sonando con llamadas que Rick y no tengo fuerzas para responder. No
puedo olvidar lo que tengo planeado desde hace noches, por eso me voy al
despacho encendiendo la laptop que coloco sobre mi escritorio mirando la
pantalla que me muestra en vivo a la persona que quiero ver y que no sabe la
próxima jugada que haré. Recuesto la espalda en el asiento de cuero y giro la
silla ideando la manera de obtener lo que tengo en la mira, cosa que no debo
dejar para mañana. Como de costumbre, son las cuatro de la madrugada.
Tomo una ducha optando por unos leggins, una playera y unas suelas
deportivas. A Rita le dejo una nota en la meseta de la cocina y me dejo un
beso en la cabeza de Amelie.

––Adelántense. ––Le indico a mis hombres que iré trotando hacia la caldera,
no la del Boss, la mía. Desde el último encuentro en mi oficina he tenido una
lista de cosas pendientes que debo hacer, no solo por mí, sino por la
seguridad de Amelie, y eso significa igualarme a Ilenko lo haré. El sudor se
desliza por mi cuerpo mientras me ejército, la música de los audífonos
avasalla mis oídos y me los quito cuando me sumerjo en la parte subterránea
del complejo.

Dago me espera con los brazos cruzados y me sigue a la fábrica.

––¡¿Qué te pasa?! ––me quejo cuando no pierde la costumbre de mandarme


cuchillazos cerca de la cara.

Por poco y me desfigura el rostro.

––Tratar de matarte. ––responde sarcásticamente y finjo una sonrisa. ––Y no


te veo haciendo nada para evitarlo.

Me pongo unos sparrings en las manos y sujeto la coleta cuando veo al


hermano de Domi jugar con unos cuchillos. Las primeras horas transcurren
con el entrenamiento pesado. La parte baja de mi atuendo se vuelve
incómoda con el sudor y alzo las manos vendadas a la defensiva cuando
atesta contra mí en un movimiento rápido. Me muevo esquivando las puntas
afiladas y le doy un codazo en la mandíbula que desata una carcajada cuando
se queja. Se vuelve contra mi descuido y caigo en el suelo luchando con la
fuerza de su mano que mantiene el cuchillo a centímetros de mi rostro y
siendo yo la que ahora se va contra él arremetiendo con todo, dándole una
patada en el estómago que lo hace soltar lo que tiene en las manos, estaba a
punto de golpearlo, pero me esquiva yéndose por un lado y cuando me
volteo me atropella llevando mi espalda a la pared y no sabía que tenía una
de las navajas, así que la llevo hacia su garganta.

––Suficiente. ––sentencia Dago cuando se aleja sudado igual que yo. ––Has
mejorado.

Escucho antes de salir del sótano y me encamino hacia lo único que me


interesa, caminando kilómetros en donde más adelante está la escalera
subterránea en la que me sumerjo. Uno de los hombres tatuados no me
mira, solo me pasa una botella de agua que me atiborro con el cansancio que
no me molesta, sino que me impulsa a sacar más energía para lo que voy a
hacer. Será una jugada de vida o muerte, pero antes de eso, repaso a los
sujetos con el torso desnudo que trabajan sin parar cuando me adentro en la
caldera. Es más pequeña que la de Ilenko, pero aquí se mueven más rápido.
No he subido a mi despacho, así que le doy mis cosas a uno de los Boyevikis
para que las suba.

Las voces y gritos de los machos tatuados empiezan a aparecer cuando


trabajan forjando las estructuras de armería y con ello las gigantescas
maquinarias, estoy en la zona de los hornos, la argolla de matrimonio
centella en medio del fuego cuando me enfoco en trabajar. Es forzoso, pero
no me importa. Todo lo que aprendí en la de Moscú se ve reflejado aquí, que
giro sin problemas la palanca que funde el acero que se moldea en las placas
de mis armas.

Es un proceso largo, es calor es agobiante y pasada las nueve de la mañana


ya estoy bañada en sudor escuchando al de la caldera que me explica a
detalle los nuevos tanques con nuevo arsenal. Repaso los containers, los
cuales tienen mi marca, las cajas de metal que sirven como estuche de
ametralladoras, las cuales Ilenko diseñó, pero que les cambie algunos
detalles dándole mi toque y me voy al enorme almacén en donde las horas
me toman armando, ensamblando y empacando granadas, mini
detonadores, y mis últimas creaciones, explosivos guiados por láser. Siento la
mirada de Dago, de los Boyevikis y demás hombres que ven todo lo que
hago.

Las últimas semanas he amanecido aquí y he aumentado el número de


bombas y armas. Me inclino más por la primera, pero cuando se trata de lo
que voy a hacer, es indispensable estar al mismo nivel. Me limpio la cara
sudada, la parte delantera de la lycra la siento húmeda con el empape de
estar colgada y tirando de fuertes palancas industriales. Subo a mi despacho
sacando la laptop y acomodo mis cosas en la mesa. Las luces no las enciendo,
solo la lámpara que medio ilumina el sitio. Trasladé mi foto con Amelie,
cuaderno de apuntes, la USB que no dejo de mirar y me levanto tomando la
caja que mandé a traer.

Pesa mucho, rápidamente la dejo caer sobre el escritorio y aprovecho para


quitarme la sudadera, quedándome solo con la ombliguera deportiva que
muestra mi abdomen, y...

Veo el empaque con la inicial mayúscula de mi nombre en la mafia rusa.


Estaba a punto de abrirla, pero me detengo con el aura dominante que me
eriza la piel, el corazón me late con fuerza y mis pies dejan de moverse
cuando me veo a solas con...

––¿Cuánto llevas escondido ahí? ––le pregunto al hombre que está sentado
un mueble.
Me vuelvo hacia él a la vez que el enojo empieza a invadirme y me recorre
con los ojos cuando se acerca.

––Hola, Ved’ma. ––Cierro los ojos por un par de segundos conteniendo las
ganas de abofetearlo. Se pone en pie y echo los hombros atrás cuando se
avanza hacia mí despacio, antes hubiera retrocedido, pero quedarme en el
mismo lugar es demostrarle que no tiene dominio sobre mí.

––¿No tienes nada más importante que hacer que no sea acosarme, Ilenko? –
–lo manoteo cuando acorta el espacio entre ambos. ––¿O tengo la dicha de
saber que te tengo a mi merced? ––suelta a reír con frescura sobre mis
labios, tomando mi cara, en tanto los ojos verdes avellanas me calcinan,
obligándome a que lo mire.

––Vengo a ajustar cuentas contigo, Emma. ––susurra alivianando mi saliva


con el contacto de su cuerpo. Se acerca más y miro al ventanal evitando el
contacto visual, pero sostiene mi nuca manejándome para que lo mire y
junto los muslos con el toque de su entrepierna sobre mi abdomen
descubierto. No deja de mirarme, me detalla la cara sudada y el pecho casi
expuesto, y lo empujo cuando busca mi boca. ––Déjate de juegos, bebé y
dame lo que me debes.

––¡Basta! ––le reclamo al ruso que se ríe de mi aspecto y salgo de su agarre.


––¡Aléjate de mí que no soy tu maldito juguete!

––Eres mi mujer y no te voy a soltar ––intenta tomarme, pero me niego a su


contacto. ––Ve haciéndote la idea de que de mí no te librarás nunca, Emma.
Deja de hacerte ideas absurdas en esa cabeza que yo no...
––¡Nada! –– le reclamo. ––Conmigo puedes dártela de muy hombre y
machote, pero no sabes ni eres capaz de tener una mujer. ¿Qué pretendes?
¿tenerme para siempre en tu jaula de oro para que juegues conmigo cuando
te plazca?

––Escucha...

––No. ––hace un nuevo intento por tomarme, pero no me dejo,


retrocediendo.

––Entre más lo pospongas, peor será. ––se impone tomando mi mandíbula y


detiene la mirada en mis ojos. Mi cerebro se nubla con la mano tatuada que
me está tocando y su aliento mentolado es otro suplicio.

––Vete, que seguro te andan esperando las mujeres que sí son dignas de ti. –
–suelto manteniendo la calma con las manos que descienden por mi cuello.
Acorta la distancia, su perfume llega a mi nariz y desliza la mano por mi
pecho con lentitud hasta que queda sobre mi corazón. La deja sobre mi tórax
sin dejar de mirarlo, los pálpitos se vuelven desenfrenados con su toque y su
otro agarre juega con el borde de mi sujetador deportivo, como si estuviera
conteniéndose por quitarlo.

––Solo le sumas peso a mis ganas de...

Estaba a punto de decir algo y agradezco que uno de sus hombres lo


interrumpa con su maletín en donde saca el móvil que no deja de sonar y no
tengo que ver el nombre para saber de quién se trata, simplemente me largo
tomando mis cosas.
––Emma...

Lo ignoro, estoy hastiada de tanta mierda y me subo en mi camioneta


llegando al ático en donde me encierro. Aseguro la puerta principal antes de
meterme en la ducha. Me lavo debido a la suciedad de los hornos, tengo
carbón en las manos y en los brazos. Llamo a Amelie en donde pasada las seis
de la tarde me enseña por la pantalla los vestidos nuevos que le ha hecho la
abuela.

No puedo estar tranquila con lo que voy a hacer. De por sí es un martirio su
altivez, peor será esto. Tendré que tragarme las cosas que encontraré, pero
es indispensable atraerlo y que vea que yo también se moverme en el
tablero. Toco el dije que le pertenece antes de colocarme una camisa blanca
suya y unos vaqueros. Nadie me puede reconocer, me abrigo los pies con
unas botas de nieve y dejo mi cara al natural, por la temperatura helada de la
ciudad me cubro con un gorro de felpa. Empaco todo lo que necesito en una
mochila negra, la memoria que tengo la echo en un sobre transparente, el
mapa y la cadena que antes llevaba. Debo hacer una parada antes y por ello
me concentro en la pantalla de mi laptop siguiendo sus movimientos.

––Al que me siga le entierro dos balazos en la frente. ––demando antes de


subirme en la motocicleta que le encargué a Death. Es blanca al igual que mi
camioneta y con la K que me distingue en la Bratva.

Me acomodo los lentes oscuros cuando estoy en la autopista. El trayecto no


largo, y conduzco a solas por la carretera solitaria siguiendo las indicaciones
que escucho a través de los audífonos. Veo lo que quiero estacionado en una
esquina de lo que parece ser un edificio alto. Me escondo acomodándome el
cabello dentro de la capucha del abrigo. Es una zona de bares pomposos,
rings de boxeos y paredes sucias. Es un barrio peligroso en donde se juntan
las más peligrosas pandillas de Moscú, pero eso no es lo que me interesa. Me
muevo rápido y me estaciono detrás del último auto que me está ocultando.
Con la marca no funcionó, pues hay que darle una cuchara de su propio
veneno a este mafioso de mierda.

Dejo la mochila bajo la motocicleta. Subo el cierre del abrigo y me encamino


cautelosamente a la parte trasera del edificio. Me detengo con la persona
que se adentra en el ascensor mientras discute por el celular. El hormigueo
de verlo así me hace juntar las piernas, y el malhumor incrementa con las
sumisas que lo siguen. No sé a qué diablos viene aquí

––Tranquila Emma, tú puedes. ––musito mientras asomo la cabeza desde el


pasillo oscuro en el que estoy. Rachel me había dicho de este lugar y lo
peligroso es. Pero me atraganto los nervios que me carcomen y camino
subiendo unas escaleras sucias. La música es alta, al igual que los gritos de los
hombres en cada nivel. Me detengo captando a través de una de las
persianas a varios miembros de la Bratva bebiendo licor alrededor de una
mesa redonda en lo que parece ser un casino y a varias sumisas desnudas.

Hay de todo, desde hombres adinerados y prostitutas bailando. La persona


me indica que lo que busco se dirige hacia la azotea, y escalo llegando a los
siguientes niveles. Vigilo el perímetro fijándome en las cámaras apagadas de
cada pasillo.

En los siguientes pisos hay gimnasios, en los siguientes hay hombres


haciendo lo mismo. Continuo con el trayecto y avanzo, hasta chocar con un
cuerpo duro.

––Lo siento. ––corro cuando el hombre empieza a seguirme antes de que


pronuncie una demanda en ruso por el intercomunicador. Avanzo lo más
rápido posible, pero me alcanza tirándome del pelo que se me sale de la
capucha y lucho contra él. Es mil veces más fuerte que yo, pero atesto con un
puñetazo que le hace sangrar la nariz. La veo tocar la sangre y me pega
bruscamente de la pared golpeándome el cráneo con la estructura y
arremeto contra su sien con el haladie que saqué de las botas. Veo el cuerpo
desangrarse en el suelo y salgo de ahí cuando se acercan unas voces
masculinas. Llego al vestíbulo del piso de la azotea y no puedo recoger el pelo
con la capucha despedazada. Saco mi móvil viendo la foto que me indica el
lugar que busco y la repaso antes de examinar el panorama medio iluminado
en donde hombres poderosos se adentran.

Llego al vestíbulo del piso de la azotea y no puedo recoger el pelo con la


capucha despedazada. Saco mi móvil viendo la foto que me indica el lugar
que busco y la repaso antes de examinar el panorama medio iluminado en
donde hombres poderosos se adentran.

Hay hombres semi vestidos sentados en muebles bebiendo licor. Hay otros
rodeados de bailarinas, Vorys celebrando con los demás miembros y llego a
la zona de jacuzzis donde hay mujeres desnudas brindado masajes.

Veo a la figura que entra por una puerta de madera, «Ilenko».

Hace calor y siento el ardor de mis mejillas recorrerme con el hombre que
solo lleva puesta una toalla sobre su cintura. Veo el bulto que se forma bajo
la tela y ya estoy desconcentrándome de mi objetivo. El ruso donador de
esperma nunca deja de verse bien, mostrando el abdomen esculpido y bien
trabajo que amenaza con que suelte todo esto me encierre con él en uno de
esas saunas. Trato de mirar a otro sitio, pero no puedo cuando estira su
cuello y sus hombros como si estuviese estresado, y más cuando se recoge el
cabello en una coleta.
––Ya está todo preparado, mi amo. ––la voz de Minina me enardece cuando
se ofrece al ruso sin dejar de acomodarse el sostén. Las orejas me arden
cuando Ilenko la mira haciendo que baje la mirada y la ignora avanzando
hacia las cabinas de saunas.

Me mantengo en mi puesto. Estoy tras unos muebles desocupados


esperando y me mantengo unos minutos viendo como teclea en el móvil y la
rabia se me sube cuando la mulata se le acerca provocando mis ganas de
meterle un gato por el culo.

––La Séptima llegó, señor. ––capto la voz de uno de los Boyevikis. ––Lo está
esperando dentro.

Sujeto mis dedos sintiéndome una estúpida y desvío el rostro con el enojo
desmesurado que me corroe con aquella mención. No tengo por qué
molestarme, no dejaré que me afecte por eso me incorporo poniéndome a
cuatro patas. El ruso le entrega su móvil a uno de sus escoltas, quien lleva el
aparato hacia la mesa de cristal en donde está el maletín. Minina intenta
entrar con él, pero la intimida haciéndola retroceder. Solo le falta lamerle los
pies para que se quede sin dignidad.

El día se me arruinó con su presencia y me arrastro en el suelo cuando


desaparece del vestíbulo. Suspiro, aliviada cuando veo lo que quiero. Si me
descubren estaré muerta, y con rapidez gateo hacia el juego de muebles en
donde hay varios hombres embriagados. La mesa se encuentra a un costado
de la entrada del vestidor y me acerco rápidamente, pero retrocedo cuando
escucho la voz de Boris, quien llega con su típica cara de desconfianza.

––Como que está raro el ambiente ¿no crees? ––le pregunta a uno de los
asesinos que se encoge de hombros. Maldigo internamente esperando a que
se mueva ya que se queda dándole la espalda a la mesa y me quedo en el
suelo durante unos minutos hasta que por fin se va con el otro Krysha. Los
Boyevikis merodean la entrada y no me quiero imaginar lo que estará
haciendo el ruso dentro. Oculto las lágrimas de rabia que amenazan con
desatarse y me paso la mano por la cara.

Aprovecho que la sumisa no está y me pego a la pared se me separa solo


unos metros de lo que estoy buscando. El lobby está medio iluminado con
luces rojas y agradezco que los demás estén ebrios para acercarme agachada
fingiendo que bailo. Siento una fuerte mano que me azota el culo y hago de
cuenta que no pasó. «No importa, Emma». Me paralizo cuando siento los
ojos de uno de los Boyevikis sobre mi espalda y me contoneo en el piso como
ramera barata. Temo a que me descubra y me dispare, pero se adentra en el
pasillo de masajes y agilizo tomando lo que vine a buscar.

No lo cuelgo sobre mi brazo, lo meto entre el abrigo y emprendo la huida de


la misma manera en que vine. Sonrío victoriosa y busco la salida, me acerco
entrando lo que tengo en mi mochila. Inicio el trayecto que tarda unas horas
deteniéndome en la punta de la mini colina que visité muchas veces después
de saber su interesante secreto y es que sé que ninguna de las armas se
compara con las de Ilenko hasta ahora, hay unas que se asemejan, pero
todavía no llegan a superarlo.

O eso creía hasta hace unos meses.

Entro al túnel que me dirige a la bodega en donde me instalo. Me quedo


sentada esperando Koldum que llega con mi dije, el cual lleva unas escrituras
dentro. Lo abro afirmando la palabra clave que desbloquea lo que tengo en la
mano.
El móvil de Ilenko.

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Nota: Estén atentas, el miércoles subiré la siguiente parte que estará hot.
Solo les digo que se pongan pañales para lo que hará Daddy Ilenko y mes
aseguro que no es para personas sensibles.

Nota 2: Sé que la mayoría quiere que Ilenko le diga lo que siente, pero
también hay que ver a Emma poniéndosela difícil y ver su crecimiento en lo
hace. Tranquilas, habrá más partes.

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