CA769RDENAS Horacio. 2008. Diario de Ruta. Fragmentos
CA769RDENAS Horacio. 2008. Diario de Ruta. Fragmentos
CA769RDENAS Horacio. 2008. Diario de Ruta. Fragmentos
Martes 18 de marzo.
Se acerca una fecha puñal de la historia latinoamericana y los fantasmas se ciernen nuevamente sobre
la escuela. Ahora resulta que con la decantación del tiempo podemos
institucionalizar la memoria: la fecha es feriado, el tema se “baja” a las aulas.
Aquí en la 15 circula el cuadernito azul, nuestra impersonal manera de recibir
directivas, donde ayer decía: “el día 19 de marzo se realizarán en las aulas charlas
alusivas al Día de la Memoria”. Extraña manera de obligar sin el imperativo. Si
se enuncia que sucede, entonces sucede…
Pero algunos todavía no creemos en institucionalizar la evocación, pues la
memoria que nos gusta es la que resiste, lucha, se agita y transforma. Nada de
mármoles ni fósiles; sí vientos peregrinos hacia un horizonte claro. Entonces
vamos a recordar hoy, mañana y todo el año. Vamos a trabajar siempre por la memoria y contra la dictadura.
Hoy empezamos una primera conversación sobre el tema. Les cuento un pedacito de esa historia a la
que nos remite la fecha. Les cuento que la Dictadura vino y prohibió. Prohibió que la gente se reuniera y
que soñara en conjunto; prohibió libros y canciones, hasta cuentos y cantos para niños, muchos de los que
ellos conocen. Y enseguida surge la mágica y necesaria pregunta: ¿Por qué? Ellos quieren saber por qué.
Erik, por ejemplo, escribe en su cuaderno:
Erik escribió “todo” –y más adelante en sus renglones lo recalca de nuevo–. ¡Claro! Porque música y
cuentos es todo el alimento espiritual de su mundo infantil. Sin eso, imagina Erik, no hay nada para ser y
crecer.
Entonces contesto con una de las razones de la prohibición:
–Porque los consideraban peligrosos…
–¿Y por qué un libro o una canción pueden ser peligrosos? –pregunta Melisa hablando el silencio
atento de los demás. Misma pregunta que a lo largo de la mañana otros irán reformulando, comprendiendo
la sinrazón de los genocidas, o mejor dicho, la razón perversa de los asesinos de todo pensamiento y
rebeldía.
Con ellos respondo lo que ya saben. Un cuento como los del Chiribitil o una canción como las del
poeta Vinicius pueden ser peligrosos porque invitan a soñar, a imaginar, a crear y a pensar que las cosas
merecen ser distintas. Es así que no prohibieron todos los libros y canciones. Prohibieron algunos, los que
nos dan lugar a un mundo diferente, los que convocan a reunirse y pelear contra la muerte. Todo esto vamos
diciendo de a poco, en conversación, en su idioma sencillo y profundo.
Y que cómo hacían para estar en todos lados, y cómo hicieron para echar al presidente, y si todos los
soldados amenazaban, y así brotan las preguntas ávidas de entender ese pasado tan presente. Hablamos,
preguntan, dibujan y escriben.
Ariana pone en su cuaderno, con la claridad de siempre:
Antes, las personas de la dictadura prohibían que los chicos leyeran cuentos que muestren que la gente
podía hacer algo para que puedan mejorar. Y a los soplones les pagaban porque a ellos les gustaba que la
gente se "peliara".
Noemí maneja la alquimia de convertir palabras en imágenes poéticas y conmovedoras. Luego de sus
apuntes ella ha dibujado su síntesis de la tiranía, reducción de la Ley a caprichos personales. Vemos en su
cuaderno todo un cuadro. Arriba a la derecha, una madre con un cochecito lleva cabello verde. Debajo, en
el centro de la escena, dos hombres corpulentos, también con pelo verde, sostienen a una pequeña personita
–tal vez un niño– que grita desesperadamente “NO NO NO”. Ocupando toda la derecha de la imagen vemos
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una gran torre desde la que se alza la voz de un hombre, quien ordena desde su ventana: “Les dije que
vengan con el pelo verde”. Noto maravillado que
Noemí ha elegido, no casualmente, pintar de marrón
el cabello del dictador. La ley es capricho, antojo
irracional del opresor que viola hasta lo que pregona.
Les cuento que a pesar de que las
prohibiciones, muchos valientes se negaron a
guardar o a quemar libros. Así los siguieron leyendo
y prestando para que otros los lean. Así llegaron
hasta hoy. Gracias a esos valientes, yo hoy les narro
las bellas historias de La torre de cubos y de Un
elefante ocupa mucho espacio.
Atentos a las imágenes de las palabras, con sus bocas van saboreando la historia de Bartolo y su
mágica planta de cuadernos. Laura Devetach nos ha legado esta síntesis maravillosa de los sueños de la
generación perdida para que nunca mueran, si nos emprendemos la sencilla tarea
de transmitirla. Basta abrir las páginas para que ellos comprendan, amen y
enarbolen sus banderas. A medida que les leo van siendo cada vez más esos niños
sin cuaderno, esos pájaros y conejitos. Se enfrentan incólumnes al malvado
Vendedor, a pesar de sus tentaciones capitales. Le responden con Bartolo, serios,
seguros: “No”. Lo atacan con carcajadas, con la risa que vence al miedo y –
mágico regalo que me llena el alma– me interrumpen la lectura para cantar entero
el “arroz con leche”, como hace en el cuento la bandada rebelde destronando al
poder armado que los intenta someter. Inevitablemente canto con ellos y veo en esa tierna copla ancestral
todos los cantos de los luchadores; no por sus estrofas, sino por sus rimas que unen para desterrar al
codicioso.
Ésa es la Memoria que queremos evocar: no el recuerdo amarillado del horror y sí el rescate de los
sueños olvidados de aquella generación perdida.
Se despiden de Bartolo con un aplauso furibundo, pidiendo otra vez. Mañana volveremos, prometo
yo, deseando que la reiteración de la lectura sea un símbolo de la historia próxima de nuestro querido
continente.
Miércoles 19 de marzo.
Ayer les había pedido de tarea que pregunten a sus adultos sobre los tiempos de la dictadura:
recuerdos, experiencias, anécdotas. Les dije que escribieran sólo lo que entendieran, nada más que lo que
pudieran contar.
No me sorprendió constatar que pocos pudieran traer algo. Parte de la victoria de los asesinos es la
del olvido social, amnesia colectiva para convertir el pasado en imposible.
Rescato unas notas muy interesantes de Noemí, quien me comenta que su padre no sabía nada porque
vivía en Bolivia, y que por eso fueron a preguntar a sus vecinos.
El presidente Jorge R. Videla era malo, ordenaba matar a personas con sus soldados y desaparecieron
30.000.
El 24 de marzo se recuerda el día de la inteligencia.
Leo y me detengo, pienso y lo comparto con ella. Su ágil intuición infantil pudo asimilar la idea de
“memoria” a la de “inteligencia”, sabiendo que quien recuerda no come vidrio.
Me alegra ver que la historia ha calado hondo en el alma de Agustín. Tan inquieto siempre, tan
saltarín, nunca para de escaparle al reposo, como si detenerse convocara al peligro, tal vez porque la paz es
debilidad en la vida de la villa donde él vive. A pesar de la cáscara que le obligan a construirse, coraza para
sobrevivir al desamparo, Agus ha escrito un sentimiento personal:
Hablamos sobre el 24 de marzo.
Es un día muy triste porque desaparecieron 30.000 personas.
Natalia comparte pasillo con Agustín en la cruel Cildáñez. Comparte también ese vértigo para vivir,
lanzando azotes de grito y esquivando su propia paciencia. Sin embargo, puede escribir una pregunta tan
sencilla como tajante, con lo irreverente de la duda que arranca temores en cualquier autoridad:
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¿Por qué hay que hacerle caso al capitán?
Y luego, perdida y pequeña entre los blancos renglones de su cuaderno descuidado, otra pregunta.
Natalia encierra entre signos su grito de dolor y compasión, su llanto infantil por la sinrazón genocida:
¿Por qué secuestraban a los niños?
Jonathan, hijo de policía, ha escuchado por ahí algo sobre Madres e Hijos perdidos. Lo trae a nuestra
clase. Pregunta como puede; le contesto como me sale. Nombro a las madres paridas por sus hijos, furiosas
semillas de sus vientres. Más tarde Jonathan escribe por su cuenta en el cuaderno:
Me gustó cuando las mamás lucharon por los hijos.
Nicolás nos cuenta una historia que le regaló su abuela, relato que hace años Eduardo Galeano
escribió para los pueblos. Lo cuenta con claridad y todos atienden, mientras yo dibujo en el pizarrón.
Resulta que durante la dictadura los presos políticos no podían recibir dibujos de mariposas, estrellas ni
pájaros. Estaban prohibidos. Un domingo, una niña de cinco años fue a visitar a su padre, que estaba preso.
Le llevó un dibujo de pájaros. Los guardias se lo rompieron a la entrada de la cárcel. Al domingo siguiente,
la nena le llevó un dibujo de árboles. Los árboles no estaban prohibidos, por eso el dibujo pasó. El papá le
elogió la obra y le preguntó por los circulitos de colores que aparecían en las copas de los árboles, muchos
pequeños círculos entre las ramas: “¿Son naranjas? ¿Qué frutas son?”. La niña lo hizo callar –“Ssshhhhh”–
y en voz bajita le explicó: “Bobo. ¿No ves que son ojos? Los ojos de los pájaros que te traje a escondidas.”.
Nico lo cuenta con lujo de detalles y tonos, con tanta emoción que los cuadernos del resto se pueblan
de pájaros y árboles y ojos frutales, “símbolos de la libertad” como nos ha explicado a todos su portavoz.
Ariana, por su parte, lo narra con toda ternura en su cuaderno, cambiando la belleza de los dibujos por la
infinita poesía de la palabra escrita:
Una nenita al abuelo le hizo un dibujito con un árbol y pajaritos. Y como no lo aceptaron porque los
pájaros simbolizan la libertad, entonces le hizo un árbol con puntitos.
En la última hora nos juntamos en el salón de música con los otros terceros. Casi 80 miradas y voces
ansiosas por lo inusual. Les cuento que nos reunimos para hacer lo que hace 32 años nos prohibían hacer:
juntarse, leer y conversar. Les leo La planta de Bartolo y El caso Gaspar. A pesar de la multitud y la hora,
escuchan todos atentamente, más todavía los que ayer ya lo han escuchado. Nuevamente corean con Bartolo
la resistencia, nuevamente triunfa el aplauso. Veo unas manos que se levantan aunque no hayamos
preguntado nada. Erik nos dice:
–Ese cuento estaba prohibido porque decía cosas que a los militares les
molestaban, como que los cuadernos se regalen y no se vendan.
Ariana toma la posta y comenta ante el auditorio:
–Además lo prohibieron porque muestra que si la gente se junta puede hacer
que las cosas cambien.
Durante el resto del día no puedo más que agradecer a Laura palabrera y a todos los grandes artesanos
de la fantasía por las bellas armas que nos legaron, fusiles literarios para hacer más felices los días en esta
trinchera libertaria que es la escuela popular.
Jueves 27 de marzo.
Seguimos conversando sobre el cuerpo humano. Veo que el tema empieza a despertar más interés
que el año pasado. En segundo grado teníamos nuestros rotundos éxitos de interés: el sistema solar, los
dinosaurios, los reptiles y los animales peligrosos, que dejaban atrás a otros temas como las plantas y el
cuerpo humano. Pero ahora observo más preguntas, más expectativa, más aprensión por la anatomía.
Retomamos el corazón y sus funciones, charla del día de ayer, que Erik ha sintetizado en su metódica
cursiva de la siguiente manera:
Cuando corro el corazón late muy fuerte para lanzar la sangre a los músculos, para que tengan fuerza para
correr.
Y que Mauricio completa en sus apuntes con un breve diálogo imaginario:
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Pasamos a los intestinos. Les cuento de su extensa longitud, su papel en el organismo y observan
cómo están dispuestos en el abdomen. Kevin, pura frescura infantil, esboza en sus apuntes los alcances y
límites del proceso digestivo:
Si te tragás un diente, se va a la panza, y si tu panza no lo quiere lo tira por el intestino y sale por la cola.
El intestino es el aparato digestivo. Tiene que ir despacio la comida porque si no, no podemos hacer
materia fecal.
Comparto con ellos tan interesante cuestión y seguimos conversando sobre variados tópicos
escatológicos. Supongo que el tema ya no da para más cuando aparece la tímida mano de Yanina, por lo
general reacia a la participación oral, y pregunta:
–¿Dónde se hace el pis?
Lo que nos lleva en cascada a tocar temas más fluidos. Yanina relacionó el sistema excretor con el
urinario, porque sabe que lo que se va del cuerpo sale por algo. Presento esquemáticamente el sistema
urinario y cuando hago una pausa para dibujar en el pizarrón, Nicole me interrumpe y saca de su mágico
bolsillo una enciclopedia. Rápidamente busca la página conocida y nos muestra a todos el gráfico de los
riñones y sus conductos finales.
Lo compartimos y les propongo escribir una vez más. Encuentro, grata sorpresa, en los apuntes de
Natalia una pregunta que sigue el camino hacia el interior del ser. Ella quiere saber con más profundidad:
¿Y qué tenemos adentro de los riñones?
Así vamos pasando, sin demasiados rumbos prefijados, por el conocimiento de las cosas del mundo:
como los antiguos habitantes de la tierra, que miraban con ávidos ojos abiertos todo lo que nos rodea, para
empezar un inventario con sentido de lo que más tarde organizaría la ciencia.
Viernes 28 de marzo.
Erik se acerca en la formación inicial y me cuenta que, camino a la escuela, encontró dos piedras
brillantes que lavó y trajo para compartirlas en clase. En el aula las desenvuelve cuidadosamente y me
encuentro con dos vulgares trozos de mármol pulido, tal vez perdidos de algún muestrario, quizás requechos
del corte de una mesada.
A pesar de lo común, empezamos por mirarlos. Vemos sus colores, su textura –la caricia al tacto que
el pulido provoca– y la constitución cristalina del granito: hay una que parece sal apretadita. Pido preguntas
y de a poco van surgiendo los interrogantes de la filosofía, las preguntas por el origen que son las parteras
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de la ciencia primera. Sin aburridas descripciones fisonómicas, sin nomenclaturas ni etiquetas
rimbombantes, nos vamos a las causas iniciales.
–¿Cuándo se hicieron estas piedras? –pregunta Mauricio desde el fondo.
Los fascina de aquí en más el gran misterio mineral. No salen del asombro de saber que las rocas
pueden haber sido testigos ancestrales de la creación de la vida en el mundo.
Les cuento que estaban antes que los seres humanos, antes tal vez que los
dinosaurios o cualquier ser vivo.
–¿En qué año? –pregunta Rodrigo, utilizando la medida de su propia
existencia.
–¿Y cómo se hicieron las piedras? –arremete Nicolás, entusiasmado
con la génesis mineral.
Les hablo de las rocas volcánicas, de las metamórficas y las
sedimentarias, sin menester de nombres tan esotéricos, cuando Jonathan me
interrumpe para preguntar:
–¿Todas las piedras son de volcanes?
Lo que me impresiona por la lógica que empiezan a usar. Ya están separando particulares y generales:
lo que le sucede a esta piedra singular no necesariamente debería ocurrirle a todo el universo de piedras.
Ésta puede ser volcánica, pero no es ésa una condición inherente a ser piedra: tal vez otras tengan diferente
origen. Y recalco entonces las otras posibilidades.
Me encuentro reiteradamente con un motivo que se ha difundido entre los niños este año: la pregunta-
respuesta. Llamativamente muchos apuntan, como resumen de las charlas de la primera hora, una pregunta
y a continuación su respuesta. Karen ha escrito sobre otro aspecto central del aprendizaje de la ciencia en
esta edad: la lucha contra el pensamiento “creacionista”, “teleológico” o “religioso” –por llamarlo de alguna
manera–. Lo que existe debe haber sido creado por alguien, suponen los niños hasta cierta edad. Hoy, le
hemos presentado batalla con diálogo y con razón.
Al leerla recuerdo esa conversación donde me pareció intuir una suposición infantil. Ellos imaginan
los nombres de los dinosaurios como creación de los mismos dinosaurios. Es decir, que ellos se llamaban
a sí mismos tiranosaurios, pterodáctilos o velociraptores. Tal vez otra esquirla más del egocentrismo. Esto
explica por qué a Jonathan le resultó novedoso que los reptiles antediluvianos no tuvieran linaje familiar.
Más tarde conversamos brevemente, porque era promesa del día anterior, sobre el cuerpo humano.
Nos tocamos la columna vertebral, ubicamos y vemos imágenes de las vértebras, nos movemos palpando
las cervicales, imaginamos un ser humano sin columna, siempre jugando al diálogo entre estructuras y
funciones.
Les cuento que todos los mamíferos tienen columna vertebral, que todas las aves también, al igual
que peces, reptiles y anfibios. En eso, pues, somos sus parientes.
Nicolás levanta la mano y recoge la lógica que hace un rato había desplegado Jonathan:
–No todos los seres vivos tienen huesos –afirma convencido y esperando un pie para desarrollar.
–Ajá… ¿Y cuáles no tienen, por ejemplo? –le pregunto, invitándolo a lucirse.
–Y… Los bichos, los caracoles, los gusanos…
Nico responde con ejemplos generales de invertebrados y vuelve a recordarnos un eje del
pensamiento científico: lo que existe y estamos observando no es a priori necesario, puede ser distinto en
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otros casos. Los huesos, parte esencial de nuestro cuerpo, no es estructura imprescindible de la vida. Están,
los tenemos, pero sabemos que hay vida sin huesos, lo que nos obliga a pensar en su sentido: para qué están,
qué ventajas nos traen, de dónde vienen, preguntas centrales de la evolución de las especies.
De la charla Noemí puede extraer sus conclusiones y explicarnos en su claro azul lavable:
Los animales con pelo tienen hueso y también los animales con plumas. Los peces también tienen huesos.
Los bichos no tienen huesos. Yo les digo un ejemplo, como "una mosquito". Y eso es lo que aprendí.
Viernes 2 de mayo.
Vástagos de semillas obreras y campesinas, nuestros niños podrían crecer aquí sin memoria de las
luchas pasadas. Por eso, creemos, la escuela debe ofrecerles el recuerdo de su tradición combativa, de
aquellas frentes altas y dignidades enarboladas que nos legaron sus abuelos.
Conversamos sobre el Día del Trabajador. Los llevo por un rato al pasado de 100 años para así volver
a mirar el presente. Les cuento de la explotación industrial, del trabajo a destajo, de la infancia condenada
a la miseria, pero sobre todo de la respuesta obrera: los sindicatos, las huelgas y las reivindicaciones.
Se conmueven con la injusticia, especialmente con la que refleja lo que viven. Ivana, hija número
cien de infinita progenie villera, me sorprende con uno de sus textos más largos. Escrito con pasión
inusitada, entre ecos de una larga charla, despliega las injusticias en tiempo pasado dando a la vez señales
de sus avatares presentes (note usted lector cómo ella va cambiando los tiempos verbales). Y algo más me
maravilla de su texto: puede convertir esa crueldad que relata, porque escucha y porque vive, en un cuento
de hadas. Es decir, usa la escritura en un doble juego de denuncia y fantasía. Ivana critica y elabora, expía
sus penas contándolas y haciéndolas símbolo, resolviéndolas en su imaginación creadora:
Los hombres trabajaban 16 horas. Trabajaban y dormían. Y no podían estar con la familia. Y la familia se
ponía triste. Sólo estaban los fines de semana. También, el señor que trabaja quiere trabajar para tener plata.
Los nenes no pueden trabajar porque los nenes tienen que ir a la escuela.
Por ejemplo, un hombre encuentra un nene y el hombre le dice que tiene que trabajar. El hombre tiene
que ir a la cárcel. Y también los hombres que trabajaban, ellos ya podían estar con su familia y en la familia
se ponían contentos y también ellos ya tienen plata y también la nena se ponía contenta.
Un hombre encontró un nene cuando se iba a trabajar y el hombre le dijo que si quiere ir a la casa, el nene
le dijo que sí, y el hombre le dijo que va a encontrar una escuela y el nene le dijo que sí. El hombre le agarró
de la mano y vivieron felices para siempre. Y el hombre ya no podía trabajar porque tenía que cuidar a los
hijos.
Vuelvo a leerlo y no puedo dejar de encontrarla en sus palabras. En su relato surge de pronto “la
nena” que se pone contenta cuando se hace justicia, más tarde un hombre que salva a un niño termina siendo
un padre que se queda a cuidar a sus hijos.
No casualmente veo algo parecido en el texto de Nayla. Hija última de vasta prole, habitante risueña
de un barrio de cartón, ella usa las palabras para revertir la miseria. Con las armas de la risa infantil, eco tal
vez de aquel Bartolo compañero, Nayla hace justicia:
Si un hombre dice a todos los chicos: “trabajen para mi fábrica”, no, no tienen que trabajar. Si un nene
dice que a los adultos los lleven arrestados, los llevan. Al nene no lo llevan arrestado. El nene es el jefe y se
va a reír. Ha, ha, haaaa.
Noemí, por su parte, vincula pasado y presente. Recalca la injusticia que sufre su padre sin necesidad
de calificarla, simplemente consignándola en contrapunto con las tan presentes consignas del pasado.
Hace tiempo hacían sindicatos. Todos los panaderos iban al sindicato a decirles que no trabajen más de 8
horas.
Mi papá trabaja desde las 7:30 de la mañana hasta las 5 de la tarde. Y hace tiempo trabajaba todos los días.
El papá de Noemí es boliviano y trabaja a destajo en la fábrica de Nike. Pincha y cose, cose y pincha
todo el día por migajas que no lo sacan de la villa, sudando el pan que nunca les falta a sus hijos, para vestir
a las efímeras estrellas dry-fit.
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Erik también desarrolla la explotación del pasado y la contrasta con el presente:
El día del trabajador es un día donde se recuerda a los que trabajaban antes. Ellos trabajaban muy duro,
peor que los que trabajan ahora. Además desde las 8 hs hasta las 21 hs, ganaban poca plata y los chicos
también trabajaban duro y también los castigaban.
Erik escribe un “peor”, dando a entender que no admite tampoco la infamia del presente.
Kevin, mientras tanto, desarrolla con gran claridad sus derechos adquiridos:
Si un señor le dice a un niño si quiere trabajar en su compañía, está violando una ley y tiene que estar
preso, porque un niño no puede trabajar porque tiene que ir a la escuela, aprender a jugar y hacer sumas y
restas, multiplicación y comer, alimentarse bien.
Leo con atención y destaco un interesante esbozo pedagógico que se desliza en su “aprender a jugar”.
Kevin sabe que no se nace sabiendo, que se crece tanto en cuentas, juicios y conceptos como en el ejercicio
de la alegría.
Escribiendo Nicolás parece remedar el alma proletaria de su abuela tesonera. Con toda claridad
expone los atropellos en su categórica imprenta mayúscula:
Si trabajás más de ocho horas, estás violando una ley. Bah… También si obligás a tu hijo estás violando
otra ley.
Hay personas que tratan de cambiar eso.
Finalmente, Nico termina, breve y rotundo, con lo más importante: con nuestro mensaje de esperanza
y deber que barre cualquier desazón por la injusticia.
Lunes 5 de mayo.
Continuamos nuestra fecunda conversación sobre el trabajo. Hoy hacemos hincapié en las
necesidades. Pensamos colectivamente qué cosas hacen falta para vivir con dignidad. Es decir, hablamos
de nuestros derechos.
Ivana continúa escribiendo páginas, dándole palabras a su vida, consiguiendo la distancia que dan los
signos para poder ver lo que de tan cerca la rodea.
La familia necesita comida y una casa y una agua y leche. También necesita trabajar así se puede comprar
una casa. También necesita luz y sin el agua no puedes vivir. Y necesita una tele y una cama para dormir, si
no tenés una cama tenés que dormir en el piso.
También tenés que ayudar para que alguna gente que no tenga trabajo pueda trabajar, así tiene trabajo y se
puede comprar una tele y una cama. Y hay algunas personas que están pobres. Y si vos encontrás una
persona que necesita trabajo, le puedes dar un trabajo.
La familia de Ivana nunca pudo comprar una casa: la ha levantado con chapa, cartón y pena en una
tierra que no le devuelven. Ivana no tiene cama: no le ha tocado entre tantos hermanos que siembra la
pobreza. Suele extrañar Ivana la luz, que la empresa corta a los que ya tienen cien años de perdón. Y
también, como ella dice desde lejos, Ivana es pobre, pobre que espera su cama, su tele y el trabajo que a su
familia le permita ganárselos dignamente.
Erik despliega su panegírico del trabajo, amasando una incipiente conciencia de clase:
El trabajo es muy importante. El trabajo es de donde sale la plata, y sin plata no se podría vivir, porque no
se podría comprar nada, no se podría comprar casa, no se podría comprar comida, nada. Por eso es muy
importante el trabajo.
Del trabajo es de donde se saca el dinero que necesitamos para comprar todas las cosas importantes que
necesitamos para vivir.
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Y también, pienso, es algo más que eso. Es la actividad que da sentido a nuestro paso por la historia.
Es lo que nos afirma como seres en comunión con la tierra y con el pueblo, porque de ellos venimos y con
ellos vamos.
Kevin, entusiasmado, sigue escribiendo sobre las necesidades:
Los hombres necesitan casa, comida, dinero para comprar, cama para dormir, cocina para cocinar, estufa
para calentar, frazada para dormir, conseguir trabajo, herramientas para construir cosas, ducha para bañarse,
zapatillas para caminar, agua para vivir, ropa para cambiarse, guardapolvo para ir a la escuela y aprender.
Desarrollados con claridad, Kevin muestra que cada derecho tiene un por qué. No son caprichos ni
concesiones temporarias, son productos de necesidades lógicas. Por eso Kevin no eligió trivialidades:
nombró el derecho a las herramientas, lo primero que nos hizo hombres en el corolario de la evolución, el
derecho a la vestimenta “para cambiarse”, no a las migas de harapos y descamisas, y también el derecho a
aprender, ese impulso indispensable que nos hace vivir, crecer y transformar.
Hoy Nico vuelve a desplegar una arenga escrita que honra la memoria de aquellos obreros de antaño,
valerosos paladines de la Libertad Humana.
Sin agua no podés vivir. Por ejemplo, los del agua saben que sin agua no podemos vivir, es como si no les
importa nosotros, lo único que les importa es el dinero.
Hay personas que toman agua podrida y eso es un problema, porque eso puede afectarles. Deberían tener
agua limpia.
El primero de mayo tenemos que agradecer a los panaderos que hicieron esto posible. Deberían darles
algo por su generosidad.
Nico empieza subrayando la lógica de rentabilidad del capital con una lucidez sorprendente: “lo único
que les importa es el dinero”. Señala también el derecho al agua potable y cierra con un conmovedor y
original homenaje a la memoria de los caídos.
Jueves 15 de mayo.
Tras ardua jornada de labor, la Providencia Institucional dictamina una reunión de personal en biblioteca.
Sin oídos ni saludos, arrancan las Conductoras con unos textos paracaídos. Dice así la vice, entre otras
guitarreadas, que nuestros niños pertenecen a la “pobreza simbólica”. Y sigue hablando sola…
“Pobreza simbólica” o pobreza económica, pregunto yo. Serán villeros, excluidos y marginados. Comerán
poco, hacinados y sin llegar a fin de mes. Vivirán víctimas del saqueo, de la explotación y la expoliación.
Trabajarán como ejército de reserva, bocado de la gran ciudad. Mañana serán changarines, mucamas,
franqueros, repartidores, albañiles de los albañales, pintores de ocasión, o costureros a destajo… Pero eso
no significa que sean pobres de símbolos. Vivir en una villa nunca implicará carencias intelectuales, como
nos quieren hacer creer, como impone el anzuelo dominante y los pescados teledictos pican sin reconocer.
¿Pobreza simbólica ellos? ¡Ja!
¿Pobreza simbólica Nicole, que cose signos como sus padres cosen telas? ¿Es pobre Nicole, que crea, crece,
sueña, inventa y despliega? Justo ayer, ella se paraba silenciosamente frente a mí para abrir las hojas de su
cuaderno, y yo miraba.
De a poco iban apareciendo las formas, como talladas en vidrio con marcador, surgidas de su genio creador.
Impulsada solamente por sus bríos fantásticos, por su libertad de alfarera poética, Nicole diseñó una tortuga
en paisaje de vitreaux.
¿Pobreza simbólica?
¿Pobreza simbólica Erik, que anhela saber todo sobre el universo y no porque quiera ser astronauta, sino
“simplemente por saber”, como él mismo afirma? ¿Es pobre Erik, que sabe ciencia y es poeta? Justo ayer,
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él levantaba la mano para proponer una comparación. Yo les proponía que completaran la frase “es triste
como…” y salían los clásicos “triste como un nene sin juguete”, “triste como llorar”, pero Erik dijo “es
triste como una laguna”. Y sentenció: “porque las lagunas me parecen tristes”.
¿Pobreza simbólica Ivana, que lucha y aprende como lucha su padre por dar de comer a sus mil hijos?
¿Pobre Ivana, que escucha, atrapa y reconstruye? Justo ayer, luego de la pincelada de Erik, completábamos
“es dulce como…”, e Ivana no dijo “dulce como el dulce de leche” ni “dulce como un caramelo”, tampoco
un “dulce como la miel”. Ivana dijo “es dulce como el sol”, porque no hay cosa más tierna y suave que ese
calor ambarino en el invierno.
¿Pobreza simbólica estos niños? ¿O pobres de símbolos serán los que inventan categorías para desdibujar
y falsificar lo que ni conocen?
Lunes 2 de junio.
Diarios peregrinares en torno a la biología nos van llevando hasta el origen de la vida. De a poco
comienzan a preguntarse por los primeros nacimientos, por el huevo de la gallina, por la verdadera historia
de la Creación. Nos metemos así en uno de los asuntos más complejos del aprendizaje humano, tan arduo
en la historia del individuo como áspero y exigido en el transcurso de la humanidad. Llegamos a los avatares
de la evolución de las especies.
Encuentro en sus apuntes algunas ideas que hemos ido desparramando al conversar sobre los
animales. Hace unos días Nicole anotaba, pensando sobre los vestigios en la cadera de los cetáceos:
Es probable que antes las ballenas podían caminar.
Y Kevin introdujo la palabra, que no asegura sentido por el mero hecho de figurar:
¿Cómo la ballena tenía patas y ahora no? Respuesta: porque evolucionó.
Mientras Brisa, con su particular gramática, se refería al ancestro común de las serpientes:
La serpiente de años pasados de los dinosaurios se llamaba paquiraquis.
Veo también un simpático apunte de Melisa, que juega escribiendo su asombro:
¿Así que los dinosaurios se parecían a los reptiles de ahora?
¿Quién lo diría?
El profe.
Es decir, más parece Melisa admitir un acto de fe en la palabra autorizada que asumir la convicción
del propio entendimiento.
Hoy conversamos sobre las tortugas. Nos detenemos bastante en explicar su desarrollo evolutivo, sus
cambios durante las últimas jornadas geológicas. Es así que las transformaciones aparecen con fuerza en
preguntas y escritos. De los desconciertos iniciales van brotando lucecitas de melodía, atisbos incipientes
de comprensión que germinan, por ahora, sólo en lo particular.
Conversamos sobre las variaciones en la dieta de las tortugas, aferrados a relaciones que siguen una
lógica más dibujada por nuestra mirada que por los vaivenes de la selección natural. Inventamos un camino
de necesidad: las tortugas marinas, virtuosas nadadoras, pueden cazar peces con la agilidad de sus
movimientos; son, pues, carnívoras predadoras. Cuando la evolución les permitió salir del agua, su
adaptación al andar terrestre las volvió lentas, imposibilitadas de capturar carne para su dieta; entonces se
volvieron herbívoras, con los consiguientes cambios anatómicos de sus mandíbulas.
Los escucho aprender apasionados, decididos. Como gladiadores infantiles en la arena del
conocimiento, pelean por comprender. Es éste, por el momento, nuestro punto de llegada. Con esto basta,
más que basta por hoy, pues es largo el camino y penitente el esfuerzo de surcar vertientes en el origen de
las especies.
Los leo y me encuentro de todo. Noto especiales disonancias en el uso de los tiempos verbales,
denunciando que hablamos de épocas y transcursos tan imprecisos como exuberantes. Nicole demuestra:
Antes las tortugas podían comer carne pero con el tiempo a las tortugas se le estaban cayendo los dientes
y por eso ahora son vegetarianas.
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“Con el tiempo se le estaban cayendo”: imperfecta fórmula de conjugar el pasado, pretérito que
Nicole apenas puede vislumbrar.
Agustín sigue escribiendo informes en catarata. Aquí también, como Nicole, usa a su modo los
tiempos gramaticales:
La tortuga antes tenía dientes y pasando el tiempo los dientes se le fueron cayendo hasta que se quedó sin
dientes. Antes, cuando tenía dientes, era carnívora y comía carne, y después cuando se le cayeron los dientes
comía lechuga.
Es interesante cómo Agustín al decir “se le fueron cayendo” los dientes, da cuenta de un proceso. Ése
es, creemos, el pretérito que mejor describe el desenvolvimiento paulatinísimo de la evolución. Pero
también escribe Agus que “después cuando se le cayeron los dientes comía lechuga”, como si fuera un
hecho suspendido en el pasado (aunque, él lo sabe, la tortuga come lechuga).
No es sencillo escribir, menos aún para un niño tan pequeño, y no es fácil elegir los tiempos, menos
aún cuando el pasado es tan pasado, tan extenso y prolongado. Es así que en la escuela nos encontramos
con una “barrera del tiempo”, parecida a la que enfrentó la ciencia cuando pudo pensar en la evolución de
las especies. Sin concebir una mil milenaria historia de la Tierra no hubiera sido posible para los científicos
admitir un mecanismo de selección natural que operara transformaciones sobre la vida. Eso fue conquistado
recién a fines del siglo XVIII. Para el niño pequeño, la extensión del pasado también es una incógnita:
¿cuánto más atrás queda 100 que 10.000? ¿Vivía mi padre en aquellas épocas? ¿Cuántas vidas mías entran
en toda la Historia? La noción de tiempo histórico es una construcción psicológica que la escuela debe
favorecer, y no simplemente exigir. ¿Cómo no esperarlos a ellos, entonces, en este itinerario de
descubrimientos y rupturas?
Sigo leyéndolos y me encuentro con Erik que anota, siempre tan científico, sus ideas sobre las
tortugas:
Las tortugas marinas antes eran carnívoras y nadaban rápido y comían peces, muchos peces. Ahora las
tortugas marinas igual comen peces y bichitos pequeños del mar.
Las tortugas de tierra son herbívoras porque no pueden correr rápido como las tortugas marinas, por eso
se volvieron herbívoras.
Desde el punto de vista del paradigma darwiniano, podríamos criticar inescrupulosamente las
apreciaciones de Erik tildándolo de “lamarckiano”. En su brillante “se volvieron” puede verse con
microscopio un resabio de finalidad adaptativa en el cambio: es como si las tortugas decidieran
concientemente cambiar su dieta para sobrevivir mejor en la tierra. Pero esto puede criticarse solamente en
escalones mucho más elevados. Por el momento sólo lo felicitamos y celebramos su claridad para
desmitificar involuntariamente las difundidas hipótesis de creación divina.
Lo mismo que agradecemos a Ivana quien, sintetizando nuestro objetivo de la charla, escribe
brevemente:
A los animales no les hicieron, los animales se hicieron solos.
Viernes 6 de junio.
Ayer Nico nos estuvo taladrando toda la mañana con sus clásicas preguntas punzantes. No le
interesaba lo que conversábamos, sólo quería saber lo que mucho cuesta saber. Preguntó y preguntó hasta
el cansancio por ese misterio que acaba de aparecer sobre sus curiosidades: la sacrílega Teoría de la
Evolución. Yo les prometí que más adelante volveremos a verla, que es muy difícil de entender, que ya
llegará el día. Pero tanto insistía Nicolás que en sus apuntes sólo escribió:
¿Por qué evolucionaron los reptiles?
¿Cómo es la evolución?
Estos desafíos y necesidades son los que nos llevan entonces a meternos con el origen del hombre. A
partir de hoy le dedicaremos varias clases a uno de los temas más interesantes que ha hurgado la ciencia,
respuesta abierta para nuestra primera pregunta existencial.
Conversamos a partir de algunas imágenes que trajo Nayla. Les cuento lo que puedo y escuchan lo
que alcanzan. Hay interés, lo que por hoy es suficiente. Hay también buenas preguntas, mezcladas con
varias dudas sembradas de confusiones. No nos preocupa, porque es un paso en el inicio.
Ivana escribe y nos confirma sus mareos:
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Los monos no sabían prender fuego y llegaron hombres y le ayudaron a prender el fuego.
Después los monos aprendieron a ser hombres, porque el mono se miraba a él solo en un espejo y decía
que no le gustaba como era.
Cuando Ivana no entiende, inventa, dejando prueba por escrito. Como sus esquemas asimiladores
todavía no están en condiciones de figurar un proceso tan complejo, entonces rellena. Allana sus grietas
con lo que le sale, en este caso con fantasía, con enduídos pasajes de cuento clásico.
En realidad Ivana está haciendo lo que cualquier sujeto cuando conoce: está completando lo que le
falta del objeto. Es decir que no está mal: esto no es un problema suyo. Nuestra intervención –he aquí el
meollo de la tarea docente– debe dirigirse a contradecir esas asimilaciones distorsionadas, esas formas
desparejas de revocar las grietas. El estudio de un tema no es más que el tránsito paulatino y organizado de
maneras ingenuas de ver el mundo hacia otras más críticas y penetrantes. Por eso, cada paso que demos en
conjunto ha de sostenerse en el anterior. Hoy dimos el primero; de cualquier manera, pero lo dimos. Mañana
volveremos, y lo que se ha tapado con yeso efímero y circunstancial, comenzará a llenarse de la arcilla
sólida y duradera del conocimiento.
Lunes 9 de junio.
Seguimos en la huella de nuestras evas y nuestros adanes. Ubicamos cronológicamente las especies
de homínidos como escalones de la evolución humana, eslabón por eslabón. Tratamos de profundizar lo
más posible, hasta donde lleguen sus preguntas y su atención. No es poco lo que indagamos, y ellos dan
cuenta por escrito.
Kevin nos informa primero sobre la vida cotidiana de estos novedosos seres que tanto se nos parecían,
pero a la vez eran tan diferentes:
Los cavernícolas vivían en cuevas por eso los llamaban cavernícolas.
Y las comidas las cocinaban así:
Cuando hacían caca se tenían que limpiarse con hojas. Y se quedaban en sus cuevas para protegerse de los
animales.
Nicole, en la misma línea, parece preocupada por los aspectos higiénicos y ceremoniales de los homo
erectus:
Los cavernícolas a sus hijos los hacían nacer en las cuevas porque no había hospitales.
Antes no había fiestas de casamiento, si no que se juntaban y listo.
En esa época no había higiene, si no que se limpiaban con hojas.
Tres líneas son suficientes para mostrarnos que las fronteras entre ciencias son caprichos bastante
modernos. Nicole, se supone, escuchó una clase de ciencias naturales –más específicamente de evolución–
. ¿O en realidad era una clase de arqueología? ¿Tal vez de antropología? Sin embargo, creemos, Nicole
escuchó, interpretó y se adentró en los vericuetos de la historia y la sociología, porque mirando al pasado
también está mirando al presente. Ni nuestras redes sanitarias ni nuestras ceremonias rituales son naturales
o eternas, puede ver ahora Nicole. Viendo el origen, podemos comprender circunstancias de la cultura y la
sociedad que son antojos o conquistas; es decir, que pueden exigirse y defenderse o rechazarse y canjear.
Noemí, muy entusiasmada, escribe dos capítulos de la charla proporcionando interesantes
informaciones y hasta retomándose a sí misma.
El profe nos mostró algunos huesos de unos hombres de las épocas de antes. Se llamaban
AUSTRALOPITECUS. Ese hombre es mitad mono, mitad humano.
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El HOMO ERECTUS es como un humano y camina derecho. Hace tiempo se separó de los monos y
aprendieron a poder usar el fuego y las manos.
Eso es lo que aprendí.
Los arqueólogos buscan huesos de dinosaurios y hay otros arqueólogos que buscan huesos de hombres.
Al Homo erectus les llaman cavernícolas porque viven en cavernas. Y como ya lo conté, saben usar el
fuego y para poder encender el fuego frotan y soplan las chispas. Así se protegían cuando se iban a dormir.
Dejan el fuego prendido para que ahuyente a los animales y usaban el humo para ahuyentar a los bichos.
Nicolás también recorre nuevamente el camino evolutivo en su cuaderno, pero deteniéndose de un
modo especial en el peldaño final:
Los monos cuando nosotros no existíamos no podían hacer nada, hasta que evolucionaron y aparecieron
los primeros australopitecus, después los homo erectus hasta que finalmente aparecieron los homo sapiens,
que significa que piensan.
Los homo sapiens somos nosotros, con un cerebro tan poderoso…
Lo leo y me deja pensando en el apasionado interés que Nico tiene por las ciencias sociales. Día a día
confirmo que nada de lo humano le es ajeno a Nicolás, como si cotidianamente se sorprendiera de nuestro
cerebro, de esa maravillosa usina gris capaz de crear cultura. Nico escribe y se inscribe, sin saberlo, en una
tradición filosófica y sociológica: es él un pequeño positivista de la posmodernidad, un devoto irreligioso
de la Razón Humana, un creyente acérrimo de la evolución como progreso para el ser humano.
Aylen, mientras tanto, aprovecha su capacidad de síntesis para resumir lo aprendido (y de paso ocultar
los huecos de información que se le escaparon entre tanto dato y tanto nombre):
El ser humano nació del mono y fue evolucionando con el tiempo, primero fue chico y después fue más
grande y más derecho.
Finalmente, para no desprevenirnos, Jonathan nos recuerda lo complejo que es el tema. Con
sinceridad y desparpajo anota lo que poco que entendió; sin desganos, simplemente mostrándonos que cada
cual necesita su tiempo:
El siku es un instrumento musical que se toca con muchoamor, que se toca con el viento (sería con el viento
que hacés con la boca). Así se toca este instrumento.
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Vemos felices cómo se puede hacer fácil lo difícil. En tiempos de racismo idiota y de ignorante desprecio,
la música, nuestra sencilla música, enlaza a los hermanos de sangre y destino. Con el remolino que vibra
en las cañas hoy viajamos al Altiplano bailando en
los cerros, bajando en rueda, bandera brillante, mano en cadena.
Sobre el final del día volvemos a la música, cruzando esta vez hasta Colombia. De la mano de Mariana
Baggio y también de la milenaria Totó la Momposina escuchamos El pescador, una cumbia clásica de
esas que suenan con tambores y voz cruda, poesía con ritmo de raíces negras.
Hablamos de la cumbia que ellos conocen, de las diferencias, de este pescador triste y contento a la vez,
porque tanta fortuna le falta como amor lo espera. Conversamos también sobre la música popular y sus
orígenes negros, lo que los sorprende y alegra.
Les propongo luego de saborear la canción con el oído y con las palabras compartidas, que dibujen. Llenos
de colores entonces van pintando sus cuadernos y la imagen que la canción “les inspira” – así se los pedí–
Noemí despliega sus brillantes dotes pictóricas y muestra que sabe observar. Dibuja al pescador en
conversación con la luna, en el monólogo de su reflejo, espejo que nos brinda el mar para las noches
solitarias.
A muchos impacta la figura del pescador hablando con la luna, por eso aparece en casi todas las
ilustraciones. Aylen también dibuja un reflejo, porque Noemí se lo presta como idea y modelo. Ariana,
por su parte, se lo imagina contando estrellas y camarones.
Así entonces, de la mano de la música y sus historias, vamos conociendo el mundo y vamos navegando
los ríos de sangre unánime que fluyen por las entrañas latinoamericanas. Por esto nos queda cada vez más
claro: quien dice que en el arte y en la educación no hay política, o es un ingenuo o es un mentiroso. Tocar
una zampoña boliviana, bailar una cumbia de Colombia, cantar un romance tradicional puertorriqueño,
una poesía popular española, un son cubano o un pregón venezolano son manifestaciones de nuestra
cultura profunda, rica y original, por lo tanto liberadora. Escuchar y hacer música es también, entonces,
un acto político y pedagógico.
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El caballo.
Sin saberlo quizás, Erik sintetiza maravillosamente en tres acertijos juego, arte
y conocimiento. Se divierte e invita a hacerlo a través de su mirada del mundo.
Para esconder y hacer tentador lo que ve, lo pone en palabras talladas con esmero.
Nombra pulidamente el mundo y sus vaivenes; es decir, jugando hace poesía y
hace ciencia.
El arte y el conocimiento científico, creemos entonces, no son campos remotos e incomunicados. Son
caminos de representación y significado, búsquedas incesantes de formas que ver y decir.
Ariana aprovecha el tema y nos ofrece de las suyas. Hace unos días que tiene escritas algunas y hoy se
decide a convidarlas:
Aparece a la mañana pero vive de noche…
El lucero.
Vemos felices cómo Ariana, en una simple línea, condensa intuitivamente dos recursos poéticos. Por
un lado, la contradicción entre aparecer de mañana y de noche; y por otro, la personificación: el lucero
“vive” de noche. Este artificio, vale aclararlo, dista mucho del animismo infantil, pues ella sabe que
estrellas y planetas son inertes, pero elige hacerlo “vivir” porque ya va conociendo que ciertas palabras
de autor causan ciertos efectos en el lector, muy ligados al placer estético como en este caso.
Apenas comienza dibuja con palabras. Ve figuras en la vida, y así distingue el corazón que forman
los pingüinos cuando se besan:
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Los pingüinos se aparean, se deslizan por la nieve. Hace mucho frío. Cuando se
juntan parece un corazón.
Se está rompiendo el huevo. Lo cubre bien para que no se
rompa. Lo picotea mucho. Lo cubre con los pies y las patas. Y le
da el huevo al macho porque la hembra tiene que cruzar el
desierto porque tiene mucha hambre. El desierto tiene un color
amarillo porque le da el sol. El hielo se derrite. Hace mucho frío. Llegaron al mar y
están nadando.
Se ponen todos juntos para calentarse. Hay luces que se forman en el cielo. La foca se
come a los pingüinos. Dicen: “debemos apurarnos”. Dicen los pingüinos: “Ya se está
haciendo de día”. Le pega el sol. La vida es pequeña y bella. El frío es fuerte.
Llegan las mamás y los pingüinitos comen de la boca de la madre. Los pingüinitos
salieron del huevo y dijeron: “Ésta es mi primera marcha”. Y salieron a correr.
Pequeña y bella Natalia debe querer su vida. Recién salida del huevo, ya extraña una
madre que la cubra bien para no romperse, tan frágil ella.
Todo eso escribe hoy y, cuando termina, sale a correr.
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También escribe. Siembra pensamientos en esta “libreta de apuntes para toda la vida”, como él mismo
anotó en la tapa. Cuenta el origen del arco iris, apunta datos de animales y arranca un inconcluso relato
de “miedo y muerte”. Pero lo más impactante son unas confesiones escritas antes de las vacaciones de
invierno. Las leo y se me hunde el pecho. Enternecido llego a comprenderlo, con el pulso del corazón
escapado de las palabras. Dice:
“MIS AMIGOS”
Hoy es el último día de la escuela, y por 2 semanas no voy a ver a mis amigos. La
emoción de tener que verme después me lleva muy triste, porque no hay con quien
jugar. Sé que algunas veces molesto. Quiero que me perdonen porque son amigos
muy importantes para mí. Son amigos de la vida y yo no me voy a olvidar de este
grado (3ro A).
Además, cuando esté en 7 y nos separen, quiero que mi nombre esté en su
corazón porque somos amigos de la vida. Si llego a olvidar su nombre, para no
olvidarlos, estos son: Kevin, Gabriel, Javier, Nicolás, Ariana, Natalia, Agus, Joni,
Rodri, Mauricio N. y Mauricio R. Quiero que no me olviden en su corazón. No se
olviden nunca.
De Ignacio para mis amigos. Y también para mi profe Horacio.
25/07/08
Desde ahora Ignacio es otro. No cambió por pedido a grito furioso o con sermones almibarados. Es
otro porque lo miramos mejor, porque se dejó ver un poquito más, distinto a su máscara de odio
sedicioso.
Es otro porque bajó los hombros, su guardia para el ring de la vida, dispuesto a recibir algún abrazo.
La piedra canto rodado es una piedra que con ella se puede hacer una casa.
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Jueves 4 de septiembre. “Vagabundear sobre lo obvio II”.
Seguimos pensando en la exaltación de lo vulgar. Dando vueltas sobre lo pisado, vagabundeando rastros
comunes, buscamos significados en lo insignificante.
Hoy, para nuestro desafío, Aylen nos trae un potus, simple y prosaico potus en maceta y frasco. Quieto,
mudo, descolorido: ¿qué podría ofrecernos para la clase?
¿Qué ver en él más que una planta desabrida, un retrato de la indiferencia?
En principio parecería que nada. Pero Aylen lo trajo y merece que lo estudiemos; es decir, que lo miremos
y lo pensemos.
Comenzamos notando su asimetría, su torrencial inclinación hacia uno de los vientos. Esa observación
llama la atención y merece comentarios. Expongo las causas: les hablo del fototropismo, sedienta
búsqueda de luz que impone formas al reino vegetal. Vinculamos así la estructura del ser con las
condiciones del medio.
Tejidas las variables, jugamos a adivinar dónde estará colocada la planta en casa de Aylen con respecto a
su ventana, jugamos a pensarla dentro de unos meses si la mudamos a cierto rincón del aula.
Vemos luego sus raíces extendidas en el frasco transparente. Señalamos y bautizamos los folículos
absorbentes, popotitos que nutren su verde esqueleto.
Hablamos de las cosas que tiene y también de las que no. Comento que no da flores y eso nos obliga a
pensar su reproducción. Les cuento que se multiplica por gajos, ofreciéndolos a la tierra para que de esos
verdes brazos crezcan nuevos hijos.
Las preguntas y comentarios vuelven la clase alegre, entusiasta y fluida. Cuando parecen agotarse los
matices del tema, invito a que escriban. Después de casi dos horas de charla y pensamiento, la tarea no es
páramo ni murallón, es una sencilla organización en palabras de lo comprendido con genuino interés y
natural sorpresa.
Yanina anota la interesante proliferación del potus. En dos renglones hace fácil lo que no es tanto:
El potus no tiene flor ni semilla. El potus no salió de la semilla, salió del gajo, y si yo lo corto la planta no se
muere.
Nicole apunta los datos novedosos y traza esquemáticamente. Olvida los cuidados del arte plástico en
función de la claridad, dibuja porque le sirve para explicar la relación entre el organismo y el medio. En
pocas líneas esboza nuestro principal objetivo didáctico, no de la clase, ni de la unidad: ¡de todo el estudio
científico!
El gráfico de Nicole muestra que empezamos a tejer relaciones entre los objetos y el mundo que los rodea,
una forma de enunciar el ansiado y constante paso de la lectura ingenua a la lectura crítica de la realidad.
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Preguntas quisquillosas: ¿Cuántos dientes tiene el hipopótamo? ¿En el Polo Sur y en el Polo Norte
hace el mismo frío?
Preguntas graciosas: ¿El palo borracho tiene cerveza? ¿Hay “geis” o “trolas” en laraza de las
urracas?
Preguntas inevitables: ¿Cómo se sostiene la Tierra? ¿Para qué le sirven las rayas a la cebra?
Preguntas lógicas: Si los erizos no tienen cara ¿cómo pueden ver? ¿Por qué el caballito de mar
hembra le da los huevos al macho?
Preguntas poéticas: Al ombú ¿le gusta estar solo? ¿Qué pasaría si no hubierapájaros?
Preguntas existenciales: ¿Cómo se mueren los peces cuando están viejos? ¿Por quélos monos se
cuelgan de la cola y no se cuelgan de los brazos?
Preguntas disparatadas: ¿Por qué antes todo era blanco y negro? Cuando nació el perro ¿había
animales?
Preguntas profundas: ¿De dónde sale el color? ¿Qué habrá adentro de un agujero negro?
Preguntas raras: Cuando San Martín era joven ¿había imanes? ¿Hay un mamíferoque sea ave?
Preguntas increíbles: Dios ¿es negro o es blanco? ¿El erizo puede pinchar un globo?
Preguntas contestatarias: ¿Por qué las hembras tienen que buscarles la comida a los machos? ¿Por qué el
billete de 10 bolivianos tiene un recuerdo de las mujeres y el de Argentina no?
Preguntas sin respuesta: Los chimpancés ¿tendrán cola en algún momento? ¿Cuál de los cocodrilos
es el más malo?
Preguntas filosóficas: Si antes del Big Bang en el espacio no había nada ¿cómo hizo ese punto para
explotar? ¿Por qué el mono se parece a nosotros?
Preguntas universales: Si algún día llegáramos al fin del espacio ¿qué encontraríamos? ¿Para qué
sirven los animales?
Preguntas que, como todas, muestran lo mucho que se sabe: ¿Qué hizo que de algo tan pequeño como
una célula salga algo tan grande como un dinosaurio?
Aljibes para la sed, manantiales de curiosidad. Las preguntas son surtidores que, estallando gotitas
frente al sol, dibujan un arco iris en el cielo. Así les miramos los colores que nacen para nombrarlos,
aprenderlos y compartirlos.
Bajo esa llovizna teñida de luz nos vamos hasta el año que viene, con todo el cansancio recompensado
por el trabajo maravilloso de los que dudan, buscan y pelean conociendo el mundo.
i2
Las preguntas que surgen en las clases pueden tener su notario, pero son siempre colectivas. Alguien la talla en el
cuaderno, pero no está más que grabando lo que anda por el aire. Las que siguen fueron escritas, en orden de aparición, por
Nicolás, Ivana, Rodrigo, Melisa, Mauricio R., Kevin, Rodrigo, Aylen, Ignacio, Jonathan, Ignacio, Naim, Ignacio, Javier, Rodrigo,
Kevin, Nayla, Agustín, Ignacio, Rodrigo, Jonathan, Ariana, Rodrigo, Aylen, Paulo, Gabriel, Natalia, Mauricio N., Karen, Yanina,
Ariana, Noemí, Erik, Ariana y Nicolás.
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