Moyano
Moyano
Moyano
Marcelo Casarin
industrial de los años cincuenta hayan sido un marco estimulante para el joven
Moyano. Allí tuvo la posibilidad de conocer –y en algunos casos de frecuentar y
cultivar una amistad persistente– a escritores y artistas que marcaron sus inicios:
Emilio Sosa López, Enrique Luis Revol y Arturo Capdevila, en un plano de ma-
gisterio; Armando Zárate y Dalmacio Rojas, en distintos grados de amistad; y la
presencia más o menos distante de algunos personajes de la bohemia de aquellos
años como Romilio Ribero, Jorge Bonino y Alberto Bournichon. También estu-
vieron en su horizonte, más tarde o más temprano, algunos ilustres extranjeros
que pasaron por estas tierras en esos años: Juan Larrea, Lawrence Durrell, Manuel
de Falla, Rafael Alberti y Pablo Neruda.
En aquella época se pueden ubicar sus inicios literarios, en la poesía. Y hay
algunos testimonios publicados, como el poema “El niño”:
Estoy, dice este epitafio, resguardado del sol y de la música / todo lo que he
percibido yace conmigo para integrar el tiempo en este polvo piadoso / he
muerto sin aprender un idioma / y me cobijan las secretas raíces y el otoño
perpetuo / miren qué muerte grande para mi cuerpo pequeño / que apenas
tiritó en el amor y en la desolación. / Yo era torpe y no sabía ni siquiera hacer
un salto de gimnasia.1
A mis amigos y alumnos suelo contarles un hecho que acaso vos no recuerdes
pero que es muy importante para mí. Fue un domingo en tu casa, me pediste
los poemas escritos durante la semana, y yo te dije que había escrito un cuento,
el primero de mi vida, creo que se llamaba “Los hechos externos”, que genero-
samente llevaste al diario La Nación pero que no tuvo suerte. Me acuerdo de tu
gesto de extrañeza, yo sólo había escrito poemas hasta entonces. Al principio
no le diste importancia al asunto, pensando seguramente en esas prosas no pro-
sas que suelen escribir los poetas inocentes de prosas. Fue Sara Ercilia,2 por la
tarde, que insistió en que lo leyeras, y lo leíste, y después de eso ya no paré de
escribir cuentos hasta ahora. Y fuiste vos quien me puso en contacto con todos
los grandes cuentistas del mundo que había en tu biblioteca, y que estaban
esperándome allí desde hacía una buena cantidad de tiempo.3
1
Revista Cara Verde, n° 1, Córdoba, 1959.
2
Sara Ercilia Cameron, esposa de Sosa López.
3
Carta a Emilio Sosa López, Madrid, 20/10/90.
Marcelo Casarin XIX
4
“Nota del Editor”, en: Daniel Moyano, Artistas de variedades, Córdoba, Assandri, 1960, p. 8.
5
A. Roa Bastos, “El realismo profundo en los cuentos de Daniel Moyano”, en: D. Moyano, La
lombriz, Buenos Aires, Nueve 64, 1964, p. 7.
XX Introducción
6
Ibid., p. 8.
7
Ibid., pp. 8-9.
Marcelo Casarin XXI
8
“Moyano reportea a Moyano”, El Independiente, 23/08/67, p. 2.
9
Ibid. “El coronel” al que se refiere es la novela El oscuro, cuyo título original era “El coronel
oscuro”. Según una versión fue a sugerencia de Gabriel García Márquez que cambió el título.
XXII Introducción
especialmente la novela breve El trino del diablo, ambos de 1974, muestran ele-
mentos novedosos.
En efecto, El trino del diablo viene a marcar una ruptura con relación a todo lo
que Moyano había escrito hasta el momento. Por primera vez aparece, de manera
ostensible e insistente, la irrupción de otros discursos en el texto: el discurso his-
tórico, por una parte, en el primer capítulo de la novela que presenta una puesta
en ficción del acto fundacional de la ciudad de La Rioja; y, por otra, el discurso
musical, que atraviesa la novela de punta a punta. A esto, además, deben agregarse
dos rasgos importantes: el registro paródico, novedoso también en la producción
moyaniana, y asociado a esto, el humor, casi ausente en los textos anteriores.
La parodia como procedimiento aparece desde el título: El trino del diablo es,
también, el nombre de la sonata de Giuseppe Tartini, que es, además, ella misma
en su génesis una parodia.10 La parodia como recurso estilístico en esta novela
no es una maniobra discreta de transtextualidad; es un recurso espectacular al
servicio de la sátira y de la ironía, que fuerza los límites de la verosimilitud narra-
tiva: en el primer capítulo, juega con el equívoco del fundador de la Ciudad de
Todos los Santos de la Nueva Rioja, Ramírez de Velasco, que yerra en su acción
de escoger el lugar adecuado para erigir la nueva villa; luego, inmediatamente de
advertido el error, decide “desfundar” la ciudad; y como el escribano presenta ob-
jeciones, el fundador toma la decisión de enmendar el acta fundacional: “Otrosí
digo, que toda persona que bajo este cielo naciere, será debidamente indemniza-
da por el Rey.”
Luego, en los capítulos siguientes, el recurso paródico aparece y desaparece,
se intensifica o se diluye, en torno a las peripecias del protagonista de la historia
relatada: Triclinio, un joven violinista riojano. La organización en capítulos, sus
denominaciones y el tono satírico del relato (su humor ácido), remiten a la tradi-
ción de la picaresca.
Todos estos rasgos, insisto, constituyen una novedad dentro del repertorio
poético-retórico que Moyano había desplegado hasta el momento.
10
Al compositor italiano le atribuyen esta historia como verídica: dicen que una noche, en 1713,
soñó que había hecho un pacto con el diablo, quien se puso a sus órdenes y satisfacía todos sus
deseos; luego, Tartini le dio su violín y lo desafió a que tocara alguna pieza para él. Cuán grande fue
su asombro al asistir a la ejecución de una sublime sonata, la más excelsa que había escuchado en su
vida. Maravillado, Tartini se despertó e intentó recordar la música que había tocado el diablo, pero
fue en vano: la sonata que compuso fue la mejor que jamás había escrito, pero no era ni la sombra de
aquella “Sonata del diablo”, tan inferior a la que había oído en el sueño, que hubiera querido romper
su violín y abandonar la música para siempre.
Marcelo Casarin XXIII
Desde el punto de vista estrictamente personal puede decirse que los tiempos de
redacción y publicación de El trino del diablo eran especialmente propicios para
la producción. Como ya dije, Moyano había obtenido por entonces un aceptable
reconocimiento de sus pares y de la crítica, y varios premios (amén de que ya con-
taba con una novela traducida al francés y publicada en 1969 por Gallimard: Une
lumière très lointaine). Si bien es cierto que la literatura seguía siendo subsidiaria a
otras actividades en la vida de Moyano –quien se ganaba la vida como ejecutante
de viola, profesor de violín y periodista–, no hay duda de que la obtención de una
beca Guggenheim para el período 1970-1971 constituyó un aliciente que debió
permitirle a Moyano desarrollar su proyecto escriturario con relativa tranquilidad.
En cambio, las condiciones histórico-políticas de estos primeros años ‘70 eran
especialmente contradictorias y convulsionadas: Argentina se encontraba en la
transición de una dictadura férrea, la “Revolución Argentina”, encabezada por
el general Onganía, en cuyo marco represivo comenzaron a emerger los grupos
armados que tanta gravitación tendrían en el país. En el medio, el gobierno del
general Lanusse, no exento de contradicciones y siempre dentro de los gobier-
nos no democráticos, abrió un impasse en la tradición dictatorial, restituyendo
bienes y derechos a los partidos políticos, y preparó el terreno para la vuelta a la
democracia, sin proscripción del peronismo (por primera vez en 18 años). Fue
el momento en que, previa y brevísima presidencia de Cámpora, Perón regresó a
la Argentina para ponerse al frente de lo que era, para un amplio campo popular,
la gran esperanza nacional; y ganó las elecciones, en septiembre de 1973, con el
62 % de los votos.
Pero el proyecto de unidad y gobernabilidad de Perón estaba minado en su
interior por la precaria convivencia de grupos enfrentados del propio peronismo:
su regreso definitivo al país, el 20 de junio de 1973, se conoce como “Masacre de
Ezeiza” y simboliza las condiciones en las que se aprestaba a gobernar. Luego, el
gobierno de Perón tuvo un final abrupto con la muerte del líder y la sucesión de
su esposa, María Isabel Martínez, cuyo también efímero gobierno desembocará
en una nueva frustración a las aspiraciones democráticas de Argentina: la más
cruenta de las dictaduras que debió soportar el país.
De esta materia está hecha la novela El trino del diablo, que en clave paródica
revela las condiciones históricas, sociales y políticas de estos años contradictorios:
no como un documento sociológico o etnográfico, sino como la sustancia que la
ficción anuda y revela de un modo singular. En todo caso, debe decirse que el
malestar que se vive en la Argentina de esos años tiene su correlato en la ficción
de Moyano, pero no de un modo mecánico, y mucho menos naturalista, sino que
se trata de una versión singular que no se limita a interpelar los acontecimientos
del pasado reciente (en torno a la vida de Triclinio) y lejano (la fundación de la
XXIV Introducción
ciudad de La Rioja) sino que también funciona como un relato profético: anticipa
una serie de acontecimientos vinculados al terrorismo de Estado, impensables en
el momento de redacción de la novela, y que se materializarán en los años poste-
riores.11
11
“Triclinio se levantó, dio una patada al tarro de las monedas y caminó hacia el este, tocando en
medio de la calle. Desde distintos puntos de la ciudad salían unos individuos aberrantes con picanas,
revólveres, máquinas de luz intensa, leznas, tirabuzones y otros objetos de tortura, y lo siguieron
marchando apesadumbrados. A medida que Triclinio recorría calles seguían sumándose torturadores,
vencidos o derretidos, con sus instrumentos de tortura en las manos. Triclinio había recorrido unas
diez cuadras, pero la cola de torturadores llegaba hasta los puntos cardinales. La gente se asomaba
a los balcones, como en las invasiones inglesas, para ver qué pasaba, y miraba esa larga procesión de
ratas, como en la historia de Hamelin, detrás del maravilloso violinista. Lloraban arrepentidos tratando
de ocultar sus cuchillos, sus palabras y sus trinchetas, pero todo el mundo los veía y no se olvidaba de
ellos. Las madres alentaban a Triclinio, que estaba cansado porque con cada torturador que se sumaba
le costaba más esfuerzo sacar sonidos del instrumento, y le decían que tuviera valor y siguiese, que así
acabarían con el flagelo. Y los niños en edad de recibir gases lacrimógenos y algún golpe de picana
agitaban en lo alto banderitas y pañuelos” (El trino del diablo, p. 112). En este episodio, Triclinio, el
Hamelin violinista, hace sonar su instrumento y las ratas/torturadores no pueden resistir y deben
seguirlo. Los torturadores parecen ser centenares, la mano de obra ocupada del aparato represivo del
Estado. Al final se mencionan los “niños en edad de recibir gases lacrimógenos y picana”. En la misma
escena, aparecen las madres alentando a Triclinio: las madres, que tuvieron el protagonismo que todos
conocemos en la lucha contra la dictadura de 1976. Lo sorprendente del texto es que fue publicado
en 1974, precisamente en marzo de ese año. Y no se trata de forzar al texto a decir lo que no dice: éste
presenta episodios que no están disponibles como dato empírico en la realidad político-histórica del
momento de su escritura; y es sorprendente el modo en que Moyano percibe “lo que está por ocurrir”
o, en otras palabras, como articula en su relato artístico, en el discurso poético, lo que de alguna ma-
nera está en estado de discurso social.
12
“Mi hija María Inés, de siete años, dormía, mi hijo Ricardo, que tenía catorce, estaba levantado
junto a dos hijos de una familia amiga, y estaba mi mujer. Me apresuré a abrirles la puerta antes de
que la derribaran. Era el 25. Pregunté si me podía cambiar de ropa. Dijeron, sí, pero pronto, y me
acompañaron al dormitorio. ¿Llevo documentos? No los va a necesitar, dijo uno. Eso me asustó. Pero
no tuve tiempo de tener miedo. Quedé incapaz de reaccionar porque eso era insólito. Yo era periodis-
Marcelo Casarin XXV
Comenzará, entonces, para el escritor la difícil etapa del exilio en Madrid, que
se extenderá hasta su muerte, el 1° de julio de 1992. En su nuevo lugar no se halla,
siente que ha sido arrancado de su tierra, de su lugar y presiente que ya no lo
recuperará más.
Siente también que ha perdido su voz y que no sabe decir ni siquiera buenos días,
que es una brutal manera de señalar que también ha perdido el lugar simbólico
de la escritura: no puede escribir, el trauma de la cárcel y el exilio han trastocado
la sensibilidad del artista que no encuentra cómo hablar de eso. Ha perdido sus
personajes, las historias que eran la carnadura de sus ficciones. Ha perdido a sus
tías, dice y repite, las tías de sus relatos. Y un día, milagrosamente, gracias a una
tía prestada, nace “Tía Lila”, el emblemático relato que le devuelve la voz a Moya-
no.13
Luego de varios años de silencio, Moyano se dedicó a escribir una segunda
versión de esa novela “hija del lopezreguismo”,14 que dejó olvidada en la abrup-
ta partida al exilio en 1976, y que reescrita en Madrid se llamó El vuelo del tigre
(1981). Después publicó Libro de navíos y borrascas (Buenos Aires, 1983), donde
cuenta la historia de miles de “conosurenses” que dejan el país rumbo a un exilio
europeo, en barco, en el Cristóforo Colombo.
ta, además de escritor, trabajaba para Clarín, y músico y plomero. Me llevaron de casa al cuartel, en
silencio. Estaba cerca. Al cuartel entré a los empujones. En un salón enorme estaba media La Rioja de
pie, contra la pared (no nos dejaban sentar), con un colchón al lado. Me enteré de que mis libros los
secuestraron de la librería Riojana y los quemaron en el cuartel, junto con los de Cortázar y Neruda.
Qué honor. Bajé siete kilos en doce días: hacía gimnasia a escondidas. Cuando me dijeron que podía
abandonar la provincia me fui a Buenos Aires, gestioné mi pasaporte, volví a La Rioja y en una semana
levanté mi casa. Volvimos todos a Buenos Aires a esperar el barco. El 24 de mayo de 1976, tomamos
el Cristóforo Colombo, y el 8 de junio comenzó el exilio en Barcelona. Como te contaba, decía Di Bene-
detto: el exilio no tiene regreso” (A. Graham-Yooll, “Un artista de variedades”, Página 12, Suplemento
Radar Libros, 25/06/2005).
13
Así lo recordaba Moyano: “Un día vino un amigo que es médico y pintor, Osvaldo Gomáriz, y
me dijo: «yo tengo un remedio para vos». Creí que me iba a dar unas pastillas y le dije que no quería
saber nada. Pero él me dio la llave de su bohardilla y me hizo ir a visitarlo: y prácticamente me obligó
a escribir […]. Yo ya no creía en nada y le tenía miedo a volver a creer en la literatura. Además habían
pasado muchas cosas en el país, en mi vida, y bueno, yo no me considero un escritor realista y por lo
tanto no sabía qué hacer […]. Así que me planté y le dije a Osvaldo: «Mirá, yo no tengo más tías, y
solamente sé escribir sobre mis tías, así que planto y se acabó.» Entonces él me dijo: «Ah, bueno, yo
tengo una, te la presto» […]. Y se produjo como un pinchazo en esa bolsa de angustias que yo tenía
adentro y por el agujerito empezó a salir el cuento…” (M. Giardinelli, “Al cuento hay que tocarlo en
un buen violín y bien tocado” –Entrevista de Daniel Moyano–, Puro Cuento, Buenos Aires, marzo-abril
de1988).
14
La referencia es a José López Rega (1916-1989), policía y político argentino, que fue ministro
de Bienestar Social (1973-1976) durante las brevísimas presidencias de Héctor J. Cámpora, Raúl Al-
berto Lastiri, Juan Domingo Perón y María Estela Martínez de Perón. Se hizo célebre por organizar la
Alianza Anticomunista Argentina (AAA), un grupo terrorista de ultraderecha que perpetró atentados
y asesinatos selectivos para combatir la influencia del ala izquierda del peronismo y de organizaciones
progresistas opositoras al gobierno.
XXVI Introducción
15
En el CD que acompaña la edición, véase Archivo genético/Correspondencia.
Marcelo Casarin XXVII
16
Cf. M. Casarin, Daniel Moyano. El enredo del lenguaje en el relato. Una poética en la ficción, Córdo-
ba, Centro de Estudios Avanzados / Rdiciones del Boulevard, 2002; y también “Daniel Moyano y la
reescritura de la Historia”, en: D. Moyano, El trino del diablo, Córdoba, Rubén Libros, 2004.
17
Moyano ha señalado en varias entrevistas su reticencia a corregir y su costumbre de “contar”
los cuentos antes de escribirlos (cf. M. Giardinelli, “Al cuento hay que tocarlo en un buen violín y bien
tocado...”, op. cit.; C. Mamonde y A. Schmidt, “Tres golpes de timbal”, El Gran Dragón Rojo y la Mujer
Vestida de Sol, Villa María (Córdoba), nº 11, mayo de 1990; M. Benedetti, “El contador de cuentos”, El
País, Madrid, 11 de julio 1992).
18
En este punto, es necesario indicar que la práctica de corregir los textos ya publicados no es
una novedad: en El monstruo y otros cuentos, una antología publicada por el Centro Editor de América
Latina en 1967, con textos seleccionados por el propio autor, ya se observa esta práctica: reaparecen,
corregidos, los cuentos siguientes de Artistas de variedades (1960): “El monstruo”, “La puerta”, “La fá-
brica”, “Juan” (antes “Mi amigo Juan”), “Artistas de variedades” y “Una partida de tenis”; los restantes
textos pertenecen a La lombriz (1964) y aparecen sin variantes: “El joven que fue al cielo”, “Los mil
días”, “Nochebuena”, “El rescate”, “El milagro” y “La lombriz”. Curiosamente Moyano declara muchos
años más tarde: “...he empezado a reescribir algunos viejos cuentos. Ya he reescrito «La lombriz», que
antes estaba en tercera persona y ahora lo pasé a primera, conmigo mismo de personaje y ha cambiado
totalmente. También reescribí «Los mil días» […]. A mí me fascina esa tarea; es como superar viejas
inexperiencias veinte años después. Y voy a reescribir todos los que merezcan ese trabajo, los que con-
sidere que se pueden salvar, remendar […]. Un poco por deseo perfeccionista, sí. Y otro poco por algo
que alguna vez me dijo Ricardo Piglia, hace muchos años, y tenía razón: «Qué desprolijo sos Daniel,
por qué no revisás más tus cosas?». Yo nunca las revisaba. Y ahora sí, con el ordenador de palabras con
el que estoy trabajando, las reviso. Mis cuentos, la verdad, nunca habían sido revisados, y por eso yo
decía que eran mejores en inglés o en otras lenguas, por mérito de los traductores” (en: M. Giardinelli,
XXVIII Introducción
“Al cuento hay que tocarlo en un buen violín y bien tocado”, op. cit.). Verdades a medias, testimonio
de una actitud severamente autocrítica de Moyano; confróntese “El escudo” anotado, que apareció en
Anuario del cuento rioplatense, del Instituto General Electric de Montevideo en 1967 (en Archivo Daniel
Moyano: http://www.mshs.univ-poitiers.fr/crla/Moyano/site_Moyano/Otros_textos/doc1.html), con
la versión del mismo texto incluida en Mi música es para esta gente (1970).
19
Juan Facundo Quiroga nació en San Antonio, provincia de La Rioja, Argentina, en 1788 y fue
asesinado en Barranca Yaco, Córdoba, Argentina, el 16 de febrero de 1835. Fue un caudillo argentino
de la primera mitad del siglo XIX, partidario de un gobierno federal durante las guerras intestinas en
su país, posteriores a la declaración de la independencia.
20
La película puede verse en: http://www.youtube.com/watch?feature=endscreen&NR=1&v=zA
YE1i7eXJ4 (última consulta:14 de febrero de 2012).
21
Véase C1.
Marcelo Casarin XXIX
“El rescate” puede ser un ejemplo del 2° modo. Reunir todas las anotaciones
y bibliografía, en un lugar, como quien hace una acumulación de materiales,
puede ser un punto de partida interesante para contar con elementos de juicio
para la opción.22
22
Véase C1, p. 24.
23
Véase Papeles\Dactiloscritos\6. Informe para Carmen [Balcells].
XXX Introducción
24
B1, p 11.
XXXII Introducción
Entrar al archivo
La casa en la que el escritor pasó sus últimos años, Ronda de Segovia, 53, Madrid,
alberga un tesoro: la biblioteca y su archivo personal. La primera ocupa distintas
paredes del cuerpo principal del apartamento del tercer piso. El archivo está ubi-
cado en una minúscula dependencia, en un piso superior, en lo que se conoce en
España como bohardilla o trastero.
En este reducido ambiente sin ventana, Daniel Moyano escribió algunos de
sus últimos libros y ha dejado las huellas de su trabajo de escritor. El lugar con-
serva un minúsculo escritorio, unos pocos estantes con libros y un fichero.
El fichero es del tipo de los de oficina; en los tres cajones de este mueble hay
medio centenar de carpetas que contienen documentos de diversa índole. Entre
ellos, hay cuadernos y folios que son manuscritos y versiones dactilográficas de
sus narraciones.
El ambiente y las carpetas fueron objeto de una cuidadosa inspección, tratan-
do de observar la lógica de la organización de los materiales. En la búsqueda pre-
liminar conté con la compañía e inestimable ayuda del hijo y albacea del escritor,
Ricardo Moyano.
La tarea comenzó el lunes 9 de febrero de 2009: acordamos que en esta etapa
de la investigación, y dado que sólo disponíamos de cinco días de trabajo, intenta-
ríamos hacer un relevamiento general de los materiales disponibles y la selección,
para el posterior registro fotográfico, del material referido a una o dos obras del
autor.
Luego de una primera inspección ocular a la bohardilla-escritorio, decidimos
orientar la búsqueda, fundamentalmente, a los materiales de dos obras: El trino
del diablo (1974) y Tres golpes de timbal (1989). Se sumó a esto algunos otros ma-
teriales que, en conjunto, forman parte del Archivo Virtual Daniel Moyano que
puso en línea el Centre de Recherches Latino-Américaines (CRLA/Archivos) de
la Universidad de Poitiers.
Una revisión exploratoria de los documentos referidos a Tres golpes de timbal
permitía advertir la riqueza, complejidad, extensión y diversidad de los materia-
les: papeles pre-redaccionales, manuscritos, versiones dactiloscritas y un episto-
lario específicamente relacionado con la novela, anticipaban el acceso a la lenta
cocina de su construcción y, al mismo tiempo, la posibilidad de revelar aspectos
tales como las condiciones de producción del texto, las relaciones del autor con
la industria editorial y la ubicación de Moyano en el campo literario.
Durante dos días trabajamos en el registro de los materiales, con un equipo
constituido por los familiares del escritor, Ricardo Moyano e Irma Capellino de
Moyano; el fotógrafo Sébastian Duguy, especialmente enviado por la Maison de
Sciences de l’Homme et de la Société; y quien escribe estas líneas, investigador
del Centro de Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba, en
Marcelo Casarin XXXIII
Esta edición
El texto liminar de Héctor Tizón pone en palabras la justa dimensión de los des-
tinos cruzados: Moyano y él publicaron sus primeros libros de cuentos en 1960
y coincidieron en varias circunstancias artísticas y vitales. Escritores del interior
ambos, se alejaron de las estéticas superficiales y esquemáticas del regionalismo,
y encontraron una voz propia y diferente de las que se imponían desde Buenos
Aires. Y corrieron la misma suerte por obra y gracia de la dictadura más cruenta
de la historia argentina: el exilio, que los reunió en Madrid. Tizón sintetiza en una
línea la clave del encuentro: Pertenecemos a una generación cuya razón de ser fueron
los sueños.
Las notas filológicas dan cuenta de la sorprendente complejidad del archivo
de la novela. Son cuatro textos que asedian el proceso genético desde distintos
puntos de vista.
Diego Vigna con “De la tierra al texto. Una escritura en capas” sigue las pistas
temporales de los documentos y propone una organización básica de la secuencia
escritural; la ausencia de fechas en buena parte de los documentos obligó a una
cuidadosa reconstrucción “contextual” de una cronología posible.
El trabajo de Rogelio Demarchi, “Rastros de una escritura en espiral” retoma
la cronología propuesta por Vigna y avanza en hipótesis e interpretaciones: ¿cómo
se hizo Tres golpes de timbal ? El texto de Demarchi pone el ojo, especialmente, en
lo que llamamos “versiones completas”, es decir, los manuscritos y dactiloscritos
que contienen la novela in extenso, y advierte que el método de Moyano alterna y
solapa sistemáticamente, sintomáticamente, el trabajo a mano y a máquina, lectu-
ras y revisiones, escritura y reescritura.
En “Tres golpes de timbal, el texto infinito” Alfonsina Clariá y María Paula Del
Prato se concentran en los procesos de escritura y sus múltiples y complejas di-
mensiones: el lenguaje, la lengua, la novela como género, la escritura como hecho
artístico; esto en la primera parte. En la segunda, retoman el trabajo de Demarchi
en relación con los procedimientos escriturales de Moyano y avanzan en un re-
corrido hermenéutico que hilvana los papeles pre-redaccionales con las versiones
más desarrolladas de la novela.
Obsérvese que los tres textos reseñados hasta aquí recurren a alguna denomi-
nación metafórica –cuando no a un oxímoron– con el afán de capturar algo del
XXXIV Introducción
Reconocimientos