Tema 9
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ORGULLO
En los últimos tiempos, los psicólogos han tendido a agrupar la culpa, la vergüenza y el
orgullo bajo la denominación de “emociones autoconscientes”. La razón de ello es que en
estas tres emociones subyace, como rasgo fundamental, algún tipo de evaluación relativa al
propio yo: estas emociones surgen cuando se produce una valoración positiva o negativa
del propio yo en relación con una serie de criterios acerca de lo que constituye una
actuación adecuada en diversos ámbitos.
Lo que interesa destacar es que estamos ante reacciones emocionales que tienen como
antecedente algún tipo de juicio -positivo o negativo-sobre sus propias acciones.
Hasta hace muy poco, las emociones autoconscientes han estado bastante olvidadas, ¿cómo
puede explicarse esto cuando ejercen un papel tan importante en la vida íntima y social de
las personas?
Una primera razón de la escasa atención dirigida a las emociones autoconscientes reside en
la especial dificultad de su estudio. El problema no es sólo que estas emociones, al no
poseer índices expresivos -en particular, faciales- claros como el miedo, la ira, la alegría, la
tristeza o el asco, no se presten a la observación directa.Su estudio a través de autoinformes
también plantea dificultades, pues tanto los psicólogos como la gente de la calle a menudo
no distingue muy bien entre las distintas emociones autoevaluativas, más concretamente,
entre la culpa y la vergüenza.
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Otra razón más importante es que hasta hace muy poco tiempo estas emociones provocaban
fuertes reticencias entre los psicólogos. Los problemas metodológicos hacían que, para
muchos de ellos, el orgullo, la vergüenza y la culpa resultaran demasiado etéreas para
un estudio científico serio. Por otra parte, su inmediata asociación con el psicoanálisis
genera bastante recelo. Por si esto fuera poco, sus evidentes implicaciones en el ámbito de
la moralidad provocaban aún más reticencias entre quienes pretendían realizar un abordaje
objetivo, científico, de las emociones.
Pese a todo, en los últimos años el interés por estas emociones ha ido progresivamente en
aumento.
La culpa, la vergüenza y el orgullo, además de implicar todas ellas algún tipo de valoración
relativa al propio yo como elemento antecedente y esencial, comparten otros importantes
rasgos.
En apoyo a este punto de vista, Lewis y col. realizaron una serie de estudios que muestran
que el desarrollo de la capacidad de sentir vergüenza, más concretamente, lo que en inglés
se denomina embarrassment (azorado/turbado) discurre paralelo al del
autorreconocimiento. Estos autores observaron que los primeros signos de embarrassment
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en los niños (sonreír y al mismo tiempo evitar la mirada...) aparecían entre los 15 y los 24
meses, justo en la misma fase de desarrollo en que emergía en ellos un sentido
rudimentario del yo
En cualquier caso, diversos estudios han constatado que ya para los 2-3 años los niños
presentan muchas manifestaciones prototípicas del orgullo, la vergüenza y la culpa.
Ello parece cuestionar los planteamientos de quienes sostienen que estas emociones
requieren el desarrollo previo de habilidades cognitivas muy sofisticadas.
Las emociones autoconscientes son también designadas por algunos autores como
“emociones sociales”. Constan de importantes aspectos interpersonales:
En segundo lugar, estas emociones son también “sociales”, por cuanto la mayor parte de las
veces surgen en contextos interpersonales. Esto parece bastante claro en el caso de la
vergüenza
Por último, estas emociones conllevan tendencias de acción con importantes implicaciones
interpersonales. Por ejemplo, la persona que siente la necesidad de reparar de algún modo
la falta, la necesidad de pedir disculpas y enmendar la acción. Por otra parte, la culpa
anticipada ayuda a preservar las relaciones interpersonales al favorecer que tales acciones u
omisiones no se produzcan
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Las implicaciones de todo esto en el terreno moral son obvias. Junto con la empatía, estas
emociones juegan un papel fundamental como elementos motivadores y controladores
de la conducta moral. Al igual que la culpa, la vergüenza actúa como un factor
inhibidor de muchas conductas inmorales. Tampoco hay que olvidar el importante papel
que el orgullo sentido ante la buena acción, en especial si es costosa, ejerce en el
reforzamiento de futuros cursos de acciones similares.
Es en este sentido en el que algunos autores designan a estas emociones como emociones
“morales ” o “ sociomorales”.
No resulta tarea fácil definir exactamente qué es lo que distingue a las diversas emociones
autoconscientes entre sí. El orgullo se distingue nítidamente de la culpa y la vergüenza,
pero la distinción entre estas dos últimas plantea bastantes problemas, especialmente en
lo relativo al tipo de eventos que las provocan.
En la primera aproximación resulta muy útil el modelo propuesto por Michael Lewis,
modelo estructural de la elicitación de las mismas en el cual es posible entender las
características fundamentales de cada una de estas emociones a partir del cruce de
dos variables básicas: la evaluación de la propia conducta como positiva o negativa y
la atribución interna global o específica de dicha conducta
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Igualmente, aunque algunas acciones tienden a provocar atribuciones específicas y otras,
globales, la misma acción puede dar lugar a un tipo de atribuciones u otras dependiendo de
las personas y de factores situacionales.
En definitiva, está claro que los eventos concretos capaces de provocar cada una de estas
emociones en una persona y un momento dados pueden ser de lo más variados. No
obstante, parece que en ellas subyacen dos dimensiones fundamentales: la evaluación de
éxito o fallo y la atribución global o específica
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provoca la interrupción de la acción, una cierta confusión mental, cierta dificultad y
torpeza para hablar. Físicamente, se manifiesta en una especie de encogimiento del
cuerpo. En la medida en que supone un ataque global al yo que resulta muy doloroso,
la persona va a intentar librarse de este estado emocional; y a menudo, a fin de
librarse, la vergüenza acaba recurriendo a mecanismos tales como la reinterpretación
de los eventos, la disociación del yo, el olvido de la situación, etc
La culpa surge de una evaluación negativa del yo más específica, referida a una acción
concreta. Desde el punto de vista fenomenológico, las personas que sienten culpa
también experimentan dolor, pero en este caso el dolor tiene que ver con el objeto del
daño que se ha hecho. En la medida en que el proceso cognitivo-atribucional se centra
en la conducta y no en la globalidad del yo, la experiencia de culpa no es tan
displacentera ni provoca tanta confusión como la de vergüenza. La culpa tampoco
lleva a la interrupción de la acción. Conlleva una tendencia correctora que a menudo
conduce más bien a la puesta en marcha de conductas orientadas a reparar la acción
negativa, así como a una reconsideración de la forma de actuación futura. Dado que la
culpa se centra en una conducta concreta, las personas pueden librarse de este estado
emocional con relativa facilidad a través de la acción correctora
Así pues, según Lewis la culpa posee una intensidad negativa menor, es menos
autodestructiva y, en la medida en que implica tendencias correctoras, se revela como una
emoción más útil que la vergüenza.
“Hubris” designa una especie de orgullo exagerado. Surge como consecuencia de una
evaluación positiva del yo de carácter global. En casos extremos se asocia al
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narcisismo. La experiencia fenomenológica del sujeto que siente hubris es muy positiva y
reforzante.
Las personas con hubris, en general, provocan rechazo en los demás. Este estado a
menudo interfiere en los deseos y necesidades de los otros y es fácil que dé lugar a
conflictos interpersonales. Además, dado el sentimiento de superioridad y el desdén hacia
los demás asociados a este estado, la persona que experimenta hubris, con su modo de
actuar, puede hacer que otras personas se sientan humilladas.
Un estudio comparativo realizado por Shaver et al., ilustra muy bien esta cuestión. Pidieron
a personas de Estados Unidos, Italia y China que agruparan las distintas emociones por
familias. Los análisis mostraron la existencia de cinco familias básicas comunes a las tres
culturas: las de la ira, la tristeza, el miedo, el amor y la felicidad. Pero en los chinos
aparecía una categoría básica más, que los autores designaron como “shame” (bochorno).
Así pues, conviene ser prudentes a la hora de plantear conclusiones generales sobre estas
emociones con muestras de hablantes anglosajones, por tanto, las conclusiones de los
mismos quizás no sean totalmente válidas en otras culturas y en concreto en la nuestra.
Sobre las diferencias entre la culpa y la vergüenza se ha dado un amplio debate que aún
sigue abierto.
Tanto entre los psicólogos como entre la gente común, los términos culpa y vergüenza a
menudo se mencionan en relación con un mismo tipo de eventos o situaciones. Ello parece
indicar que estas dos emociones se encuentran realmente muy próximas. Pero, al mismo
tiempo, la propia experiencia cotidiana nos dice que tanto lo que nos provoca una y otra
emoción como la experiencia subjetiva de cada una de ellas es bien diferente.
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6.1.1. ¿En qué se diferencian la culpa y la vergüenza?
De forma muy sintética en torno a esta cuestión existen tres posiciones fundamentales:
1) Para los científicos sociales, la vergüenza es una emoción más pública, una emoción
que surge de la desaprobación de los demás y requiere de la presencia de los otros;
mientras que la culpa es una emoción más privada, que surge de la propia
desaprobación y no requiere de observadores externos
2) Piers y Singer sostienen que la culpa aparece cuando se transgreden ciertas normas o
reglas, y la vergüenza cuando no se alcanzan ciertos estándares o metas. En términos
psicoanalíticos, mientras que la culpa es el resultado de un conflicto entre el yo y el
superyó o conciencia moral, la vegüenza surge de un conflicto entre el yo y el yo ideal.
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Un aspecto en el que las diferencias entre la culpa y la vergüenza están más claras es
el de sus tendencias de acción y, consiguientemente, sus implicaciones interpersonales
Junto a las diferentes tendencias, dos conjuntos de datos sugieren que los sentimientos de
culpa son más positivos en el ámbito interpersonal:
Esta estrecha relación entre empatía y culpa es consistente con los planteamientos de
Hoffman, quien sostiene que la “culpa interpersonal” surge de la conjunción de la
reacción empática ante el sufrimiento ajeno y la conciencia de ser el agente causal de
dicho sufrimiento Tangney: la vergüenza, al focalizarse en el yo en su conjunto, deja
poco espacio para la atención al sufrimiento ajeno, mientras que la culpa, al focalizarse en
la conducta específica, favorece que el sujeto atienda a las consecuencias de su conducta en
los otros.
En segundo lugar, diversos estudios muestran que la vergüenza tiende a asociarse con
la ira. Así, se ha constatado que las personas tendentes a la vergüenza suelen ser
también tendentes a los sentimientos de ira, mientras que las tendentes a la culpa no
muestran tales rasgos. Asimismo, se ha constatado que la disposición a experimentar
vergüenza se asocia a una mala regulación de la ira, mientras que la disposición a la culpa
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se asocia a una regulación constructiva de la misma. En general, implican una mayor
animadversión y agresividad hacia los otros que las de la culpa.
1) Según la primera posición, que hunde sus raíces en Freud, la culpa tiene un carácter
muy negativo para el individuo. Los sentimientos de culpa, dada su naturaleza
fuertemente inhibitoria, su asociación con la necesidad de castigo y su tendencia a
desencadenar múltiples mecanismos de defensa, acaban dando lugar a numerosos
síntomas y conductas desadaptativas; su presencia es palpable en muchas patologías
psíquicas.
2) Una segunda posición, más reciente: la culpa tienen un carácter bastante menos
negativo para la slaud psíquica de lo que habitualmente se supone. Tangney
defiende este punto de vista señalando que cuando se tiene en cuenta la distinción
self/conducta entre vergüenza y culpa, los datos empíricos revelan que, mientras la
tendencia a la vergüenza se asocia a diversos síntomas patológicos, la tendencia a sentir
culpa no se asocia a un mal ajuste psicológico. Los efectos psicológicos de la culpa,
señalados una y otra vez por los clínicos, se producen cuando ésta aparece fusionada
con la vergüenza; es entonces cuando la culpa lleva a la rumiación obsesiva y al
autocastigo.
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demuestran su asociación con la depresión, la ansiedad, la baja autoestima, los trastornos de
la alimentación y la sociopatía subclínica.
6.1.4. ¿Son tan positivos los sentimientos de culpa?, ¿son tan negativos los de
vergüenza?
Los mismos autores que defienden un fuerte contraste entre las implicaciones de la culpa
(positivas) y las de la vergüenza (negativas) en el ámbito interpersonal e individual matizan
en su posición, señalando que ni la culpa es tan sana y beneficiosa ni la vergüenza es tan
negativa.
La culpa tiene también su lado negativo. La propia Tangney reconoce que en ocasiones
puede ser desadaptativa; ello ocurre fundamentalmente cuando los sentimientos de culpa se
fusionan con los de vergüenza.
2) Una culpa más empática “culpa depresiva”, postulada por Klein frente a la “culpa
persecutoria”, muy similar a la freudiana, y la “culpa interpersonal” postulada por
Hoffman: una culpa surge cuando la persona siente empáticamente el dolor ajeno y se
percibe como el agente causal de dicho dolor.
Hoy en día, entre los investigadores de este campo, cuando se habla de la culpa, tiende a
entenderse el tipo de culpa asociada a la empatía. Esta culpa implica una tendencia a la
reparación de la acción y, de este modo, resulta esencial en el restablecimiento de las
relaciones interpersonales que han podido resultar dañadas a consecuencia de la acción del
sujeto; cuando se experimenta de forma anticipada, puede evitar que tales daños en las
relaciones interpersonales se produzcan. En definitiva, es una respuesta emocional con
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efectos muy positivos en el plano interpersonal y que, más allá del malestar que su
experiencia supone, no tiene ningún efecto negativo en el individuo.
A esta culpa ansioso-agresiva se refería Freud al sostener que la culpa tiene efectos
perniciosos en la salud psíquica del individuo. Este tipo de culpa, sin duda, los tiene.
Los efectos negativos de esta culpa no se limitan al individuo, Freud pensaba que los
sentimientos de culpa eran de gran valor en el ámbito social, y tras él muchos otros autores,
han insistido.
En el plano interpersonal, la culpa tampoco está exenta de riesgos, del mismo modo que la
defensa contra la vergüenza puede provocar sentimientos de hostilidad hacia los demás, la
experiencia de culpa “freudiana”, a través de mecanismos proyectivos, a menudo da lugar a
la culpabilización de los otros y a la agresión contra los demás. Este proceso constituye un
elemento perturbador de las relaciones interpersonales en todos los casos. Por otra parte,
Fromm:los sentimientos de culpa favorecen el sometimiento del sujeto a las demandas de
los demás: demandas de la autoridad, prestándose así a la manipulación del individuo en
los más diversos ámbitos.
En cuanto a la , hay que matizar que no todo en ella es desadaptativo. Posee también una
importante función autorreguladora, ya que ayuda a las personas a evitar muchas
transgresiones y conductas inapropiadas; protege contra la conducta inconveniente, es
adaptativa, aunque, en casos de exceso, deficiencia o pobre regulación, puede resultar
desadaptativa.
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6.2.1. ¿Designa el término embarrassment una emoción diferente de shame?
La mayoría de los autores piensa que constituyen dos emociones diferentes, pero ¿donde
residen las diferencias?:
En el terreno empírico, shame y embarrassment sugieren que una y otra relación emocional
difieren bastante entre sí. En comparación con las experiencias de embarrassment, las de
shame eran más intensas, más dolorosas e implicaban una mayor sensación de transgresión
moral y una mayor sensación de responsabilidad. Las experiencias de embarrassment, en
cambio, resultaban en general más divertidas, ocurrían más de repente e implicaban una
mayor sensación de sorpresa. Además, se acompañaban de cambios fisiológicos más
intensos y una mayor sensación de exposición a los demás.
Habitualmente sólo se habla de una emoción provocada por auto evaluaciones positivas: el
orgullo. Pero varios autores consideran alguna más:
Tangney sostiene un planteamiento muy similar cuando sugiere que existirían dos
tipos de orgullo, paralelos a la distinción self/conducta que se da entre vergüenza y
culpa: el orgullo relativo al self u “orgullo alpha”(yo soy, global), y el orgullo
relativo a el orgullo relativo a la conducta u “orgullo beta” (específico).
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