Defensa Técnica Eficaz - Iñigo García Jurado
Defensa Técnica Eficaz - Iñigo García Jurado
Defensa Técnica Eficaz - Iñigo García Jurado
VOCES: derecho penal. Derecho a una defensa técnica eficaz. Jurisprudencia nacional e
internacional.
Introducción:
Quiero presentar en esta ocasión algunas líneas por donde puede discurrir el
debate sobre los alcances de la garantía de defensa en juicio en el marco del proceso
penal, o más precisamente acerca de lo que se da en llamar defensa técnica eficaz. Ello
teniendo como línea de salida el reciente fallo de la Corte Suprema de Justicia de la
Nación, emitido para resolver el caso “Iñigo”1.
1
Afirma Langevín que la “larga lucha por la consolidación de este derecho
se materializa hoy en las formulas normativas que los Pactos Internacionales de
Derechos Humanos y las Constituciones Políticas de todos los países de la región
adoptan sin excepciones. Ya no quedan dudas de que la posibilidad real de defenderse
de la persecución penal constituye una garantía inherente al Estado de Derecho”2.
Esa defensa no puede ser formal. Los abogados defensores deben actuar con
libertad y con diligencia de conformidad con la ley y con las normas y principios éticos
de la profesión jurídica. Deben prestar asesoramiento a sus clientes con respecto a sus
derechos y obligaciones, así como con relación al funcionamiento del ordenamiento
jurídico. Deben prestarles asistencia en todas las formas adecuadas y adoptar las
medidas jurídicas que sean necesarias para proteger los derechos y los intereses de sus
clientes, y deben prestarle asistencia ante los tribunales judiciales 3. Al proteger los
derechos de sus clientes y promover la causa de la justicia, los abogados tienen que
procurar apoyar los derechos humanos y la libertades fundamentales reconocidos por el
derecho nacional e internacional4.
3 Principio 13 de los Principios Básicos sobre la Función de los Abogados. Comité de Derechos
Humanos (HRC), Observación General 13, párr.9.
4 Principio 14.
5 Principio 6.
2
PIDCyP tuvo en cuenta el art. 14.3.d del Pacto7. De allí que pueda concluirse que, pese
a que los Estados no están obligados a proveer siempre una defensa de oficio, de todas
formas la asistencia técnica siempre deberá ser eficaz.
Enseña Maier que aunque nuestra ley procesal no prevea una afirmación
positiva del derecho -esencial para la defensa- de comunicación, ese derecho del
imputado y de su defensor se desprende de su interdicción excepcional, esto es, de los
escasos momentos en los cuales, según la ley, se puede impedir esa comunicación.9
9 MAIER, Julio B. J., Derecho Procesal Penal, II. Parte General, Sujetos procesales, Bs. As.,
Editores del Puerto, 2003, p. 269.
11 Ibidem.
3
El reconocido tratadista destaca el derecho a la lectura de las actas. La
defensa eficaz tiene que acceder a las actas que contienen la descripción de elementos
de prueba o reproducir los registros de otra índole en los que esos actos han quedado
registrados. Si se trata de actos definitivos e irreproducibles, también se trata aquí con
un derecho absoluto. Empero, si resulta necesaria la reserva de las actuaciones, pues ella
encuentra límites en las previsiones legales. Resalta que cualquier ocultación viola el
deber de lealtad del instructor para con la defensa y puede, eventualmente, acarrear
consecuencias procesales por interdicción prohibida del derecho de defensa.12
El caso:
Los hechos del caso puesto a consideración el Tribunal eran los siguientes.
Una mujer detenida en prisión domiciliaria había sido condenada por un Tribunal Oral
de la provincia de Tucumán. Contra esa sentencia, interpuso un recurso extraordinario
federal, que fue rechazado por la Suprema Corte provincial. La resolución no fue
notificada a la mujer, quien tomó conocimiento de la situación a través de los medios de
comunicación. Interpuso entonces una queja in pauperis manifestando su voluntad de
impugnar aquella decisión. La Corte Suprema de Justicia de la Nación remitió el legajo
a la Corte tucumana a fin de que el recurso interpuesto por la imputada fuera
fundamentado por su asistencia letrada. La defensa desarrolló los fundamentos de la
impugnación de manera escueta y sin cumplir con los recaudos formales para la
interposición de un recurso de queja.
4
Sostuvo que “[E]n materia criminal, en la que se encuentran en juego los
derechos esenciales de la libertad y el honor, deben extremarse los recaudos que
garanticen plenamente el ejercicio del derecho de defensa…”.
En el caso, se dijo, “[E]l tribunal superior debió haber asumido con mayor
prudencia la misión que le compete, en orden a tomar a su cargo el aseguramiento de
efectiva tutela de la inviolabilidad de la defensa. Pues, otro modo, quedaría
completamente desvirtuado el sentido de la doctrina de este Tribunal según la cual los
recursos procesales constituyen una facultad del imputado y no una potestad técnica
del defensor…”.
5
de un asistente letrado sino el consejo y colaboración material de un defensor técnico.
Esta es una garantía básica cuya observancia se encuentra en cabeza de los jueces.
6
Ocurrido ello, Núñez dedujo un recurso extraordinario federal in forma
pauperis, tras lo cual intervino la asesora letrada nuevamente. Sin embargo, la defensora
del justiciable sólo se limitó a plantear en tal oportunidad “…la arbitrariedad de la
denegación de acceso a la instancia de casación por ‘excesivo rigor formal, en desmedro
de la verdad jurídica objetiva emergente de las circunstancias de la causa’, dejando a
salvo su parecer en contrario…” (considerando 10, destacado agregado).
El día 14 de febrero de 2003 el Tribunal Superior de la Provincia de
Córdoba declaró inadmisible el remedio federal (considerando 3). Al momento de ser
notificado de dicho rechazo –esto es, el día 17 de febrero de 2003- Núñez manifestó in
pauperis: “Apelo la resolución. Solicito audiencia”, tras lo cual el tribunal cimero
provincial “…dio intervención al asesor letrado (…) quien se entrevistó con aquél y se
comprometió a compulsar los autos principales para actuar de acuerdo a derecho (…)
[pero] lo cierto es que no existen constancias de que esa compulsa se haya hecho
efectiva ni tampoco que esa defensa fundamentara un recurso de hecho por denegación
del remedio federal ante esta Corte Suprema” (considerando 6, destacado agregado).
Cabe agregar que el propio justiciable remitió a la Corte una presentación en
la cual reiteró todos sus reparos a la sentencia condenatoria, tras lo cual intervino la
Defensoría Oficial ante esa instancia que, en su respectiva fundamentación técnica,
propició la declaración de admisibilidad del recurso “…junto con la nulidad del auto
que lo denegó, por haber carecido el interesado de una defensa eficaz que fundara
debidamente su reclamo” (considerando 1).
En lo sustancial la mayoría de la Corte, recordó que:
a) “…en materia criminal, en la que se encuentran en juego los derechos
esenciales de la libertad y el honor, deben extremarse los recaudos que garanticen
plenamente el derecho de defensa (…) de modo tal que quien sufre el proceso penal ha
de ser provisto de un adecuado asesoramiento legal, al extremo de suplir su negligencia
en la provisión de defensor asegurando, de ese modo, la realidad de la defensa en
juicio…" (considerando 7);
b) “…los reclamos de quienes se encuentran privados de su libertad, más
allá de los reparos formales que pudieran merecer, deben ser considerados como una
manifestación de voluntad de interponer los recursos de ley, y que es obligación de los
tribunales suministrar la debida asistencia letrada que permita ejercer la defensa
sustancial que corresponda…” (considerando 8);
7
c) “…si bien no es obligación de la asistencia técnica del imputado fundar
pretensiones de su defendido que no aparezcan, a su entender, mínimamente viables,
ello no la releva de realizar un estudio serio de las cuestiones eventualmente aptas para
ser canalizadas por las vías procesales pertinentes, máxime porque se trata de una
obligación que la sociedad puso a su cargo (…) ya que no puede imputarse al procesado
la inoperancia –a la que ha sido ajeno- de la institución prevista para asegurar el
ejercicio de su derecho constitucional, cuya titularidad ostenta exclusivamente y cuya
inobservancia puede acarrear responsabilidad al Estado Argentino” (considerando 9)
resolvió la presentación del justiciable como sigue.
Así pues y en primer término adujo que ninguno de los extremos
mencionados anteriormente había sido mínimamente satisfecho.
A renglón seguido destacó que su intervención en modo alguno podía
circunscribirse a las deficiencias advertidas en el procedimiento seguido en la
sustanciación de la apelación extraordinaria, pues “…la trasgresión a la defensa en
juicio de Ricardo Alberto Núñez que se refleja en esta instancia no es sino producto de
la que se verificó en la etapa de casación local, también caracterizada por una
intervención meramente formal [de la asistencia técnica]…” (considerando 15).
Cabe aclarar que la Corte no se ha privado de ejercer una fuerte crítica
respecto de la actitud desaprensiva de las dependencias del poder judicial local que
actuaron durante el proceso en punto a la situación de indefensión por la cual atravesó el
justiciable.
En tal sentido, agregó el Máximo Tribunal que:
a) la insuficiencia de asistencia técnica registrada por Núñez debió haber
sido corregida por las instancias locales (considerando 16);
b) el rechazo, ora del recurso de casación, ora del extraordinario federal por
pretendidas razones formales trasuntó un excesivo rigor ritual que poco se compadece
con la situación de indefensión del procesado (considerandos 17 y 18) y con una
interpretación regular del llamado derecho al doble conforme (considerandos 21 y 22).
Tras ello, la Corte expresó que:
a) el justiciable estuvo originariamente detenido por más de diez días sin
comparecer ante el fiscal que solicitó su detención (considerando 18)
b) tampoco contó en ese ínterin con asistencia técnica letrada (ídem);
c) su defensa fue sustituida en varias oportunidades a lo largo de todo el
proceso;
8
d) se produjo prueba irreproducible sin que la defensa fuera debidamente
notificada;
e) se rechazó la pretensión del lego dirigida a cuestionar el auto de prisión
preventiva sin reencauzarla jurídicamente;
f) el defensor de confianza de Núñez que actuó en la etapa preliminar “no
ofreció prueba y renunció a su mandato 48 hs. hábiles antes de la audiencia de
debate…” (considerando 20 in fine). Tras ello fue designada una asesora letrada que al
parecer no ofreció prueba alguna.
Para concluir y luego de afirmar que: “La condena no hizo sino acumular
nuevos agravios basados en la insuficiencia de la prueba incriminatoria para fundar su
responsabilidad por el hecho y, a todo evento, la falta de fundamento en los criterios
mensurativos de la pena individual y única impuesta” (considerando 21 in fine), el
Tribunal resolvió declarar la nulidad de “todo lo actuado a partir del recurso de casación
in forma pauperis (…), que deberá ser resuelto después de que Ricardo Alberto Núñez
haya recibido una efectiva y sustancial asistencia letrada de parte de su defensor”.
Por otro lado y a la par de solicitar que se arbitren los medios necesarios
para determinar cuáles fueron las circunstancias en “…que permaneció Ricardo Alberto
Núñez privado de su libertad por espacio de más de diez días sin contar con asistencia
técnica letrada y sin comparecer ante la autoridad fiscal y/o judicial que había solicitado
su detención…” (considerando 22 in fine), la Corte recomendó “…que situaciones
como las aquí consideradas, que sólo concurren en detrimento de una eficaz
administración de justicia, sean evitadas” (considerando 22 in fine).
“Reinoso, José Luis” (Fallos, 330:487).
La Sala Primera de la Cámara Primera en lo Criminal de la Primera
Circunscripción Judicial de la provincia de Entre Ríos había condenado a José Luis
Reinoso a la pena de doce años de prisión, en función de haberlo considerado autor del
delito de privación ilegítima de la libertad calificada.
Contra dicha sentencia, el acusado dedujo in pauperis formae un recurso de
casación en el cual planteó varios agravios vinculados con cuestiones de hecho y
prueba.
Un día después de lo expuesto, su defensor interpuso una impugnación en la
que sólo se agravió por la violación al principio de congruencia. No obstante ello y pese
al requerimiento del imputado en este sentido, el tribunal omitió correrle vista al
9
defensor con el objeto de que funde técnicamente la totalidad de los planteos por él
deducidos.
Rechazado el recurso de casación, Reinoso impetró una presentación in
pauperis a la que calificó como “recurso de nulidad”, motivo por el cual y por simple
decreto de presidencia fue desestimada en función de que la resolución objetada no
resultaba pasible de ser cuestionada por esa vía. Ocurrido lo expuesto, el justiciable
manifestó nuevamente su voluntad de recurrir en numerosas oportunidades, sin que ello
haya ameritado la tutela jurídica por parte de los tribunales provinciales.
Llegado el caso al máximo Tribunal, éste hizo lugar al planteo de nulidad
formulado por la Defensoría ante la Corte.
Así pues y remitiéndose al dictamen del Procurador Fiscal, el Tribunal
entendió que en el caso resultaban aplicables los estándares establecidos en el
precedente “Núñez, Ricardo Alberto” (Fallos, 327:5095), en la medida en que ninguna
de las manifestaciones in pauperis articuladas por José Luis Reinoso habían ameritado
la intervención de una defensa técnica que las canalizara jurídicamente. Es por ello que,
tras hacer lugar al planteo interpuesto por la Defensoría Oficial ante esa instancia, la
Corte declaró la nulidad de todo lo actuado a partir del recurso de casación articulado in
forma pauperis por Reinoso “…que deberá ser resuelto una vez puesta a salvaguarda
la efectiva y sustancial asistencia letrada…” del nombrado.
“Montenegro, Raúl Alberto” (Fallos, 330:4471).
La Cámara del Crimen de Onceava Nominación de la provincia de Córdoba
había condenado a Raúl Alberto Montenegro a la pena de veinte años de prisión. En tal
contexto, también resultaron condenados sus consortes de causa: Romo, Sanz y Oviedo.
Contra dicha sentencia, sólo dedujeron recurso de casación las defensas de Sanz y
Romo, el que fue rechazado por el tribunal local el día 6 de octubre de 2004. No
obstante ello y el día 29 de noviembre de 2004, Raúl Montenegro remitió a la Corte
Suprema de Justicia de la Nación una nota manuscrita –in pauperis- por medio de la
cual pretendió recurrir la sentencia que lo había condenado. El día 20 diciembre de ese
año, el entonces presidente del máximo Tribunal remitió a la justicia local la
presentación a los efectos de que se le imprima el trámite de ley. Ocurrido ello, el
tribunal cimero provincial decidió rechazar esa presentación in pauperis en la medida en
que –a su juicio- resultaba palmariamente extemporánea, pues Montenegro había
omitido manifestar su voluntad en las diversas oportunidades en que pudo hacerlo. El
día 14 de marzo de 2005, el justiciable recurrió in pauperis esa decisión, motivo por el
10
cual tomó intervención la Defensoría Oficial ante el máximo Tribunal que, en su
respectiva fundamentación técnica, planteó la nulidad de todo lo actuado desde el
momento en el que las actuaciones ingresaron en el Superior tribunal cordobés, en tanto
y en cuanto ese órgano había omitido dar vista a un defensor con el objeto de que
cimentara en derecho la voluntad de Montenegro. La Corte Suprema –por mayoría y
tras remitirse al dictamen del Procurador Fiscal- hizo lugar a la presentación y, en
consecuencia, declaró la nulidad de la resolución que rechazó por extemporánea la
presentación de Montenegro.
Para llegar a tal decisión y luego de recordar su tradicional doctrina en
punto a los alcances del derecho de defensa y al valor de las presentaciones in pauperis,
la Corte entendió que antes de expedirse sobre la procedencia formal de la presentación
de Montenegro, el tribunal apelado debió haber otorgado intervención a una asistencia
técnica que estuviera en condiciones de fundarla.
“Ruiz, Ramón Armando” (Fallos, 333:1469).
La Cámara en lo Criminal de la Cuarta Circunscripción Judicial de
Gualeguay (Entre Ríos) había condenado a Ruiz a la pena de ocho años de prisión como
coautor de los delitos de robo agravado y portación ilegal de arma de fuego de uso civil
en concurso real entre sí.
Ruiz fue notificado de la condena en la audiencia celebrada a tal efecto, sin
la presencia de su defensor oficial. El defensor fue notificado de la sentencia
condenatoria más tarde en su despacho e interpuso recurso de casación. El Superior
Tribunal de Justicia declaró que el remedio procesal había sido interpuesto en forma
extemporánea tomando como única fecha de notificación la de la audiencia en la que
había estado presente sólo Ruiz. La defensa interpuso recurso extraordinario federal que
fue rechazado por el Superior Tribunal con insistencia en su argumento anterior y con la
indicación de que la ausencia del defensor oficial de Ruiz en la audiencia de lectura
había quedado salvada por la presencia del asistente público del co-imputado, toda vez
que a este último le correspondía subrogar al primero según la ley de los Ministerios
Públicos.
Contra esa decisión, el justiciable interpuso un recurso de hecho por derecho
propio que fue fundado por la Defensoría Oficial ante la Corte Suprema de Justicia de la
Nación. La defensa señaló, en lo que aquí interesa, que el tribunal de juicio debió
advertir que la ausencia de defensor técnico en el momento decisivo de tomar
conocimiento de la condena colocó a Ruiz en estado de indefensión. Se refirió además
11
que las consideraciones vertidas en el fallo acerca de que la presencia del asistente del
otro encausado satisfacía la defensa material de ambos, resultaban inaceptables, en tanto
el co-imputado guardaba intereses contrapuestos con Ruiz.
La Corte Suprema –por mayoría y por remisión al dictamen del Procurador
General- hizo lugar la queja, aduciendo que no era jurídicamente posible que el mismo
defensor se hubiera hecho cargo de la asistencia de ambos imputados (que mantenían
intereses contrapuestos entre sí). La Corte reafirmó la regla de que el ejercicio de
defensa debe ser cierto, de modo tal que quien sufre un proceso penal debe ser provisto
de un adecuado asesoramiento legal.
12
resultado de un proceso no será suficiente para generar implicaciones en cuanto al
derecho a la defensa.
El Alto Tribunal Interamericano se ha ocupado también del tema en
precedentes como “Castillo Petruzzi vs. Perú”, “Chaparro Álvarez y Lapo Íñiguez vs.
Ecuador”, “López Álvarez vs. Honduras” y “Tibi vs. Ecuador”.
En “Cabrera García y Montiel Flores vs. México” se había resaltado
expresamente que la defensa suministrada por el Estado debe ser efectiva.
Para ello, una de las garantías clave, dijo la Corte, es la de contar con el
tiempo y los medios adecuados para prepararla.
En esa ocasión se aclaró que nombrar a un defensor de oficio con el solo
objeto de cumplir con la formalidad, sería lo mismo que no contar con defensa técnica,
de manera que era insoslayable que ese defensor actuara de manera diligente con el fin
de proteger las garantías del acusado y evitar que sus derechos sean lesionados.
Lo que falta:
Señala Gustavo Vitale que “el Ministerio Público de la Defensa debe contar
con personas capaces, formadas jurídicamente y, en especial, con cabal manejo de la
teoría jurídico-penal y de su puesta en práctica, comprometidas con los principios del
Estado Constitucional de Derecho y con el respeto irrestricto de los Derechos
Humanos. Para ello debe implementar sistemas de capacitación técnico-jurídica y
alentar la participación en jornadas y congresos encaminados a intercambiar ideas
sobre la temática jurídica. De la misma manera, debe alentarse la publicación de
trabajos que comprometan a los operadores en la defensa de las garantías
constitucionales y convencionales (que tutelan los derechos fundamentales de las
personas asistidas, frente al poder punitivo del Estado). Con ello, además de buscar
siempre la eficacia de la defensa, también se procura controlar la calidad y el
contenido de justicia de las decisiones judiciales.”14
La tarea por delante es mucha, pues como hemos visto el control aparece ex
post y en casos prácticamente flagrantes.
14 VITALE, Gustavo, Derecho a la defensa eficaz elegida. Carácter subsidiario de la defensa
pública y deber de apartamiento, consultado en
[www.pensamientopenal.com.ar/system/files/2016/12/doctrina44589.pdf].
13
Indica Nicolás Ossola que “el contralor jurisdiccional y el consecuente
sistema de penalidades –de aplicación excepcional–llega tarde y se reserva, en
general, para casos de extrema negligencia o hasta inexplicable temeridad de los
letrados. Esto hace que los sistemas de defensa pública deban estructurar mecanismos
propios que tiendan a la optimización, fortalecimiento y control del servicio, como
instancia preventiva. Entre otras posibilidades, tienden a dicho objetivo el dictado de
instrucciones generales y protocolos de actuación, la creación de áreas temáticas de
apoyo, la formación coordinada de equipos de trabajo, la disposición de foros de
consulta e intercambio de información y experiencias, la capacitación permanente de
los operadores, el análisis con estadística e indicadores, la auditoría interna y externa
del organismo y la existencia de canales idóneos para la recepción de reclamos de los
asistidos.”15
La ley Orgánica de Ministerio Público de la Defensa establece al respecto la
autonomía e independencia técnica y busca garantizar los criterios profesionales de
quien gestiona el caso. Impone la obligación de los integrantes del organismo de
fundamentar las presentaciones judiciales que realice su asistido, salvo que fueren
notoriamente improcedentes, en cuyo caso se lo harán saber. Junto a ello, corresponde a
un deber específico de los defensores públicos “instar el agotamiento de las vías
recursivas a fin de propender a la mejor solución jurídica para sus defendidos o asistidos
(art. 42, inc. s), Ley 27149).
El ámbito privado no es más alentador, pues -citando a Alberto Binder-
Ossola nos recuerda que “[n]o existen en Argentina mecanismos de control de la
calidad de los servicios jurídicos privados. La labor de los abogados sólo será revisada
por tribunales disciplinarios en casos extremos de una grosera falta disciplinaria o
ética, pero no existen herramientas para monitorear y garantizar estándares mínimos
de trabajo, ni corregir problemas estructurales de las prácticas forenses.”
Dos reputados Defensores Públicos de la Provincia de Buenos Aires
advierten que tal vez “ya sea tiempo que la Corte Interamericana de Derechos
Humanos comience a interpretar hasta el fondo las implicancias organizativas que se
deriva de la inviolabilidad de la defensa en juicio y del debido proceso para asegurar
14
la efectividad de la garantía.” A su juicio “hace falta un pronunciamiento sobre la
cara interna del debido proceso, que es el derecho de la organización judicial.”16
Síntesis:
16 HARFUCH, Andrés (et al), La defensa pública penal, Bs. As., ed. Ad-.Hoc, 2016, p. 101.
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