Cultural Rebirth
Cultural Rebirth
Cultural Rebirth
Sociedad
En el Renacimiento se produjo una profunda transformación social y económica que se
manifestó en estos hechos:
El auge de la burguesía, que conllevó una paulatina debilitación del sistema feudal.
El crecimiento económico demográfico, favorecido por el desarrollo del comercio y de
las ciudades.
El descubrimiento de nuevos territorios en América y Asia, que propició la entrada
masiva de metales preciosos y la creación de nuevas rutas comerciales.
La revolución científica y las innovaciones técnicas que permitieron, por ejemplo, los
viajes al Nuevo Mundo o a la difusión de las ideas.
Visión del mundo
La visión teocéntrica medieval es sustituida por el antropocentrismo. Se creó así, un nuevo ideal
del hombre, el cortesano, que combinaba las cualidades del caballero medieval con el
refinamiento y el amor por las artes.
Temas
Contexto histórico
El renacimiento surgió en torno a 1400 en Florencia (Italia) pero su origen se remonta al siglo
XXI, cuando Europa Occidental volvía a expandirse: la reconquista cristiana de la Península
Ibérica, las primeras cruzadas a Tierra Santa o el avance alemán hacia Elba. Asimismo, el
mundo cultural también se animó: surgieron las universidades y se impuso la escolástica
aristotélica. Tras la conquista de Constantinopla por los cruzados en 1204, los estudiosos
medievales ya podían acceder directamente a los textos griegos clásicos traducidos al latín años
después por entre otros, Guillermo de Moerbeke. A la par, se desarrolló una literatura en
lenguas romances en portugués, español, francés e italiano donde había cabida para todo tipo de
géneros: historias clásicas como la del libro de Alexandre sobre Alejandro Magno de mediados
del siglo XII, ensayos científicos como el “Tacuinum Sanitatis” manual médico popular desde
mediados del siglo XIII, o relatos en los que se ensalzaban las glorias políticas del momento o
se criticaban las costumbres más mundanas como ocurría en los libros del Arcipreste de Hita o
de Francesco Petrarca ya a comienzos del siglo XIV. Algunos reyes se rodearon de eruditos y se
lanzaron a escribir como Alfonso X de Castilla “El Sabio” a mediados del siglo XIII o Carlos V
de Francia, otro rey sabio ya a mediados del siglo XIV. En el terreno de las artes plásticas, se
fue abandonando el esquematismo de la Alta Edad Media de raíz bizantina por un arte más
realista, un realismo que se logró antes en la escultura, como en el Pórtico de la Gloria del
maestro Mateo de finales del siglo XII, o en el adán de Notre-Dame de mediados del siglo XIII.
Más destacado aún es el trabajo de Claus Sluter en torno a 1400. En la pintura, fue más difícil
superar el esquematismo bizantino, además de que las técnicas pictóricas mayoritarias (temple y
fresco) dificultaban las correcciones y no permitían detalles. Con todo esto, desde el siglo XIII
los artistas trataron de romper con ese esquematismo en dos frentes dotando de mayor
expresividad a sus figuras y enfatizando la tercera dimensión. Como en el caso de la escultura,
esa revolución pictórica se vio en diferentes lugares de Europa Occidental como podemos ver
en la obra de Sánchez de Segovia en la catedral vieja de Salamanca a mediados del siglo XIII,
pero para la conquista de la tercera dimensión son claves los trabajos del Florentino Giotto,
alrededor de 1300 cuya influencia se extenderá por doquier. El modelo de Giotto evolucionó a
partir del siglo XV por dos vías: por un lado, los estudios sobre perspectiva iniciados por
Brunelleschi y por otro, la difusión de la técnica “al óleo” a partir de los maestros flamencos,
que permitía un grado de detalle desconocido hasta la época. La revolución en la escultura y la
pintura también llegó a la arquitectura donde se impuso “el gótico” con una serie de soluciones
y avances técnicos que facilitaron la arquitectura florentina de comienzos del siglo XV. por lo
tanto, para 1400 la alta cultura de la Europa Occidental, conocía el mundo clásico, sobre todo el
aristotélico. En sus cortes, los eruditos utilizaban por igual en latín que las lenguas romances y
se había apostado ya por el realismo expresividad de las artes plásticas. Todos estos grandes
personajes que respondieron a las creencias de sus contemporáneos que querían ver el
cristianismo a través de los ojos de Aristóteles y de una plástica realista y expresiva.
Lo que va a ocurrir en Florencia a partir de 1400, no es por tanto el descubrimiento del mundo
grecolatino ni de un cierto realismo plástico, ni una arquitectura más refinada. Lo que va a
ocurrir en Florencia a partir de 1400 es que decidieron reinventarse el imperio romano como
una insignia propia. Durante los siglos previos a 1400, Florencia se encontraba en la ruta que
regularmente los emperadores alemanes tomaban para hacerse coronar en Roma. La situación
era tal que en la propia Florencia se generaron dos bandos enfrentados: los gibelinos, favorables
al emperador y los güelfos, más cercanos al Papa. pero en 1400, Florencia disfrutaba de una
gran autonomía tras la crisis de la peste negra, la industria textil y sobre todo la banca florentina,
dominaban el mercado europeo. En el imperio, varios candidatos pugnaban por el trono, y algo
parecido ocurría en el papado donde hasta tres pretendientes reclamaban la Cátedra de San
Pedro. La oligarquía florentina hizo crecer los dominios de la ciudad extendiéndose desde la
vertiente oriental de los Apeninos tras la ocupación de Castrocaro en 1403, hasta las costas del
terreno con la Toma de Pisa en 1406. Es entonces cuando apostaron por construir una imagen
propia, vinculada al imperio romano y diferenciada de los bárbaros alemanes. En 1401,
Ghiberti ganó el concurso para las puertas del baptisterio de la catedral de Florencia. En su
propuesta para el sacrificio de Isaac, lo muestra claramente clásico, frente a las figuras más
planas de sus rivales. Entre ellos, Brunelleschi, quien en 1.420 se toma la revancha al ganar a
Ghiberti, la construcción de la cúpula mayor de la catedral. Curiosamente, la solución
presentada por Brunelleschi, un cimborrio de planta octogonal con nervaduras ojivales, aún
bebe de la tradición gótica. Pero un año antes, en 1419, Brunelleschi ya se había lanzado a
recuperar las formas de la arquitectura clásica romana. En la logia del hospital de los inocentes,
encontramos una sucesión de arcos de medio punto sobre columnas corintias, un diseño que
habría de ser copiado numerosas veces a partir de ese momento y durante varios siglos. Lo
singular, es que esta solución de un corredor de arquería sobre columnas fue muy pocas veces
empleado en el Imperio Romano. El propio Brunelleschi, también puso en marcha la
recuperación de la pintura romana con la invención de la perspectiva cónica que daba solución
al problema de la tercera dimensión, aunque se tardó un largo siglo en consolidarla.
Curiosamente, cuando se descubrieron pinturas romanas originales en Pompeya en el siglo
XVIII, se pudo ver que la propuesta de Brunelleschi no era nada clásica, sino algo exclusivo de
la Europa Occidental a partir del siglo XV, es decir, el renacimiento florentino que pretendía
recuperar el imperio romano como seña de identidad frente a ese otro imperio bárbaro de más
allá de los Alpes, lo que realmente hizo fue reinventarse, al menos en la pintura y la arquitectura
ese Imperio Romano junto a Brunelleschi. En este primer momento, destacan las figuras de
Donatello en escultura y Masaccio, en pintura. A partir de 1.434 el gobierno de Florencia quedó
en manos de Cosme I “el viejo”, patriarca de la familia Médici. En esa corte van surgiendo una
nueva generación de artistas que ya habían asumido el repertorio clásico. Así, arquitectos como
Michelozzo, o pintores como Fran Angélico o Piero della Francesca. Con todo, aún era una fase
de experimentación y si bien en la plástica los espacios arquitectónicos dibujados iban ganando
la tercera dimensión, los personajes aún se mostraban muy planos. En esta segunda generación,
encontramos a Leon Battista Alberti, quien inició la tradición de los tratados de arte con la
elaboración de tres ensayos sobre pintura escultura y arquitectura. Alberti recuperó así la idea
planteada por Vitruvio, arquitecto romano del siglo antes de cristo quien había escrito su propio
tratado, un trabajo ya conocido en época medieval, pero que en el renacimiento florentino se
convirtió en libro de cabecera de los arquitectos que reclamaban el mundo clásico. El problema
de Vitruvio, como el de Alberti y el de muchos tratadistas que vendrían después, es que trataron
de encorsetar el arte clásico en unas fórmulas cerradas, algo que resultaba totalmente
contradictorio con la libertad creativa de los romanos de la antigüedad. Este empeño por el
mundo clásico, no ha de hacernos olvidar que en la Italia de mediados del siglo XV, aún había
figuras destacadas que seguían dentro de la tradición medieval como Giovanni di Paolo o
Benedetto Bonfigli, y lo mismo ocurría con el arte que estaba llegando desde los Países Bajos,
esa búsqueda del realismo que había sido una constante en la plástica de la Europa Occidental
desde el siglo XII, había creado en Flandes una escuela propia gracias al desarrollo de la pintura
“al óleo”, una técnica que permitía un grado de detalle excepcional. Ese detallismo, fue la marca
distintiva de los pintores flamencos del siglo XV como Van Eyck o Van Der Weyden, y perduró
hasta el siglo XVI como puede verse en el Bosco, de ahí que pese a que estos artistas flamencos
suelen ser calificados de renacentistas, es una afirmación errónea, más allá de influencias
concretas entre dichos flamencos y los artistas toscanos. Alrededor de 1.450, los Condottieri,
jefes mercenarios de las tropas que habían participado en la guerra de Lombardía, trataron de
establecer cada uno su propia corte emulando la de los Médici en Florencia, es decir, aspiraban
a ser príncipes autoritarios que vinculaban su autoridad y prestigio con el viejo Imperio
Romano. Fue el caso de Segismundo Malatesta, señor de Rímini donde acudió a trabajar Alberti
o Federico de Montefeltro, duque de Urbino, que contó con los servicios de Piero della
Francesca, o la familia con saga en Mantua, donde trabajó Mantegna, y por supuesto, fue el
Milán de los Sforza que trató de rivalizar en prestigio con la corte de los Médici en Florencia,
donde en 1469 , gobernaba Lorenzo” el magnífico”, nieto de Cosme “el viejo”. Con Lorenzo
“el magnífico” la obra cultural de los Médici llegó a su cumbre. Si la recuperación del mundo
clásico era una forma de distinguir a Florencia de los bárbaros del norte, una idea que se
expandió por toda Italia desde mediados del siglo 1XV, los Médici fueron más lejos, ya que su
corte se rodeó de los llamados humanistas eruditos que no se conformaron con rememorar el
Imperio Romano, sino que trataron de acudir a las fuentes originales, aprender el griego y
aprovechar a los sabios huidos de la Constantinopla conquistada por los turcos en 1453, un
modelo humanista que necesita de muchas precisiones. Es cierto que hubo interesantes estudios
filológicos en esa vuelta a los originales como el de Lorenzo Valla, demostrando la falsedad de
la donación de Constantino, en donde supuestamente este emperador daba el centro de Italia a
los Papas, pero dicho documento ya había sido cuestionado siglos atrás. Es cierto que los sabios
subidos de Constantinopla habían traído algunos tratados griegos poco conocidos en Europa
Occidental y que que muchos príncipes adornaron su prestigio haciéndose rodear de eruditos y
poetas, pero algo muy similar había ocurrido en Europa desde el siglo XII. En realidad, la gran
novedad de la corte de los Médici fue la vuelta a la filosofía de Platón, con la creación de una
academia neoplatónica en Florencia a partir de 1459. Curiosamente, este resurgir de Platón
frente a la escolástica medieval aristotélica, se ha visto como una de las marcas distintivas del
humanismo ya que si algo caracterizó a Platón, fue la desconfianza hacia los seres humanos,
recomendando un gobierno tiránico donde el tirano se apoyara sobre un grupo de sabios. En
definitiva, el modelo de los Médici y de las otras cortes italianas del siglo XV. En ese ambiente
neoplatónico donde vemos que se formó la última gran generación del Quattrocento, en esencia,
los discípulos de Verrocchio. Pese su apego a Platón, estos príncipes italianos del siglo XV
vivían en un mundo cristiano donde la mayor parte de las obras de arte y arquitectura eran
religiosas. Es cierto que también hubo arquitectura civil, cuadros de batallas o mitológicos, pero
que el arte cristiano fuera el dominante, es otra prueba de que lo que hicieron los artistas del
Quattrocento italiano, fue reinventarse el Imperio Romano, creando una pintura que no existió
en aquellos tiempos, diseñando una arquitectura con soluciones formales que los romanos no
contemplaron y dedicando la mayor parte de estas obras a una religión, la cristiana, que sólo fue
oficial al final del Imperio Romano. Sin embargo, no fue suficiente, los Médici fueron
expulsados de Florencia en 1492 y el monje dominico Savonarola, logró imponer su dictadura
religiosa. Milán tomó el relevo de Florencia y a la corte de Ludovico Sforza, acudieron artistas
desde toda Italia como Bramante o Leonardo, pero los Sforza, se rindieron ante los franceses en
1499, de nuevo, los bárbaros asaltaban Italia, fue entonces cuando los papás decidieron
convertirse en la cabeza visible de Italia, armando sus propias tropas, aspirando a unificar la
península y apostando por el renacimiento como seña distintiva, frente a aquellos llegados de
los Alpes.