Esquemas de Horas Santas
Esquemas de Horas Santas
Esquemas de Horas Santas
Pedro García
Misionero claretiano
Examinado y aprobado
JOSE SENTRE CMF, Sup. Provincial
Panamá, 20 de Mayo de 1995
ROMAN ARRIETA, Arzobispo
San José de Costa Rica, 15 de Junio de 1995
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CONTENIDO
Página
Presentación 7
Modo de hacer la Hora Santa 9
Para antes y después de la Exposición 10
Oraciones Preparatorias 12
Temario
1. “Ardientemente he deseado” 15
2. El Sacramento del Amor 19
3. El Jesús del Altar 23
4. El Jesús del Comulgatorio 27
5. El Jesús del Sagrario 31
6. Un mandamiento especial 35
7. “Y el Hijo de Dios se hizo hombre” 39
8. Jesús, el Enviado del Padre 43
9. Jesús, el Dios-con-nosotros 47
10. Jesús, el Rocío del Cielo 51
11. Su Nombre: Jesús 55
12. Conociendo al Señor Jesús 59
13. La Identidad de Jesucristo 63
14. Jesucristo, nuestro Amador 67
15. Jesús, el Pobre 71
16. Jesús, el Obediente 75
17. Jesús, Luchador 79
18. Jesucristo, Bandera 83
19. Jesús y su oración al Padre 87
20. Jesús, el Consagrado 91
21. El Siervo de Yahvé 95
22. El Sacrificio de Jesús 99
23. “Que tome su cruz” 103
24. “Dentro de tus llagas” 107
25. “Sangre de Cristo, embriágame” 111
26. Jesús, el Resucitado 115
27. Jesús, el Ascendido al Cielo 119
28. Jesús, El Señor 123
29. Las Llagas gloriosas de Cristo 127
30. Jesús y su Espíritu Santo 131
31. Eucaristía y Trinidad 135
32. El Corpus Christi 139
33. “He aquí el Corazón” 143
34. Jesús el Transfigurado 147
35. Jesucristo, Rey 151
36. Cristo Eucaristía y su Iglesia 155
37. La Eucaristía y el Reino 159
38. Bautizados en Cristo 163
39. Jesús, el Maná del Cielo 167
40. Jesús, el Agua Viva 171
41. Jesús, Pastor 175
42. En Cristo Jesús 179
43. Jesucristo, vida mía 183
44. Jesús, mi todo 187
45. Jesús, el Amigo 191
46. Mi amor a Jesucristo 195
3
47. Amados del Padre 199
48. Somos un solo cuerpo 203
49. Jesucristo, pasión de amor 207
50. Jesucristo en las cumbres del amor 211
51. Incorporados en Cristo 215
52. Jesucristo en mi vida 219
53. Tres epifanías del Señor 223
54. Jesús, Presentado 227
55. El Jesús de Nazaret con José 231
56. El Jesús de la Anunciación 235
57. Jesús, y Juan su Precursor 239
58. La Eucaristía en la Fe de Pedro 243
59. Los Santos de Jesús nos hablan 247
60. Jesús, el Hijo de María 251
61. Jesús, y su Madre Inmaculada 255
62. Jesús en visita con su Madre 259
63. Jesús, y la Asunción de su Madre 263
64. Rosario y Eucaristía 267
65. Jesús, en el Corazón de la Madre 271
Complementos de la Hora Santa. 275
Véase el INDICE particular en las páginas 275-276.
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El nº. 79 del Decreto “El Culto Eucarístico fuera de
la Misa”, del Papa Pablo VI en Junio de 1973, dice:
“Al ordenar los ejercicios piadosos eucarísticos se
deben tener en cuenta los tiempos litúrgicos, de modo
que los mismos ejercicios estén de acuerdo con la Li-
turgia, se inspiren en ella y hacia ella conduzcan al
pueblo cristiano”.
TEMARIO
según el Año Litúrgico
Página
Para las semanas de Adviento
1. Jesús, el Enviado del Padre 43
2. Jesús, el Rocío del Cielo 51
3. “Y el Hijo de Dios se hizo Hombre” 39
4. Su nombre: Jesús 55
Para las semanas de Navidad
5. Jesús, el “Dios con nosotros” 47
6. Jesús, el Hijo de María 251
7. Tres epifanías del Señor 223
8. Bautizados en Cristo 163
Para las semanas de Cuaresma
9. “Que tome su cruz” 103
10. Jesús, Luchador 79
11. “Sangre de Cristo, embriágame” 111
12. El Sacrificio de Jesús 99
13. “Dentro de tus llagas” 107
14. “Ardientemente he deseado” 15
Pascua y Fiestas postpascuales
15. Jesús, el Resucitado 115
16. Las Llagas gloriosas de Cristo 127
17. Jesús, el Maná del Cielo 167
18. Jesús, Pastor 175
19. Jesús, El Señor 123
20. Jesús, el Ascendido al Cielo 119
21. Jesús, el Agua Viva 171
22. Jesús y su Espíritu Santo 131
23. Eucaristía y Trinidad 135
24. El Corpus Christi 139
25. “He aquí el Corazón” 143
26. Jesús, en el Corazón de la Madre 271
Fiestas especiales
27. Jesús, Presentado (2 Febrero) 227
28. Jesús, el de Nazaret con José‚ (19 Marzo) 231
29. El Jesús de la Anunciación (25 Marzo) 235
30. Jesús, en visita con su Madre (31 Mayo) 259
31. Jesús, y Juan su Precursor (24 Junio) 239
32. La Eucaristía en la Fe de Pedro (29 Junio) 243
33. Jesús, el Transfigurado (6 Agosto) 147
34. Jesús, y la Asunción de su Madre (15 Agosto) 263
35. Jesucristo, Bandera (14 Septiembre) 83
5
36. Rosario y Eucaristía (7 Octubre) 267
37. Los Santos de Jesús nos hablan (l Noviembre) 247
38. Jesucristo, Rey (Semana 34, última) 151
39. Jesús y su Madre Inmaculada (8 Diciembre) 255
Jueves ordinarios, sin identificación especial
40. El Sacramento del Amor 19
41. El Jesús del Altar 23
42. El Jesús del Comulgatorio 27
43. El Jesús del Sagrario 31
44. Un mandamiento especial 35
45. Conociendo al Señor Jesús 59
46. La Identidad de Jesucristo 63
47. Jesucristo, nuestro Amador 67
48. Jesús, el Pobre 71
49. Jesús, el Obediente 75
50. Jesús y su oración al Padre 87
51. Jesús, el Consagrado 91
52. El Siervo de Yahvé 95
53. En Cristo Jesús 179
54. Jesucristo, Vida mía 183
55. Jesús, mi todo 187
56. Jesús, el Amigo 191
57. Mi amor a Jesucristo 195
58. Amados del Padre 199
59. Somos un solo cuerpo 203
60. Jesucristo, pasión de amor 207
61. Jesucristo en las cumbres del amor 211
62. Incorporados en Cristo 215
63. Jesucristo en mi vida 219
64. Cristo Eucaristía y su Iglesia 155
65. La Eucaristía y el Reino 159
6
PRESENTACIÓN
El Papa Juan Pablo II, durante su viaje pastoral a Francia
en Octubre de 1986, visitó Paray le Monial, de donde partió
la devoción moderna al Sagrado Corazón, y desde allí escri-
bió una carta al Padre General de la Compañía de Jesús
encargándole que la esclarecida Orden se empeñara en fo-
mentar y extender la devoción al Corazón Divino de Jesús,
“cuyos frutos son ampliamente reconocidos”.
Para ello recomienda que “tenga como expresión concre-
ta la práctica de la Hora Santa”.
Era voluntad clara del Papa, que escribía allí mismo don-
de Margarita María recibió de Jesús este mandato: “En ade-
lante, todas las semanas, la noche del jueves al viernes,
practicarás la Hora Santa, para hacerme compañía y partici-
par en mi oración del Huerto”.
A esa visita papal se remonta la idea primera de este li-
bro. Si la devoción al Corazón de Jesús no se centra en la
Eucaristía, es una devoción truncada.
Pero, en este caso, hay que mirar la Eucaristía, más que
todo, bajo el aspecto de la presencia permanente del Señor
en el Sagrario.
Allí es donde el amor se explaya a sus anchas, en una in-
timidad única, silenciosa, amorosa, afectiva, humilde, como
nos dice el Papa Pablo VI en la Mysterium Fidei:
“Cualquiera que se dirige al augusto Sacramento de la
Eucaristía con particular devoción y se esfuerza en amar
a su vez con prontitud y generosidad a Cristo, que nos
ama infinitamente, experimenta y comprende a fondo, no
sin grande gozo y aprovechamiento de espíritu, cuán
preciosa sea la vida escondida con Cristo en Dios, y
cuánto valga entablar conversaciones con Cristo. No hay
cosa más suave que ésta y nada más eficaz para reco-
rrer el camino de la santidad”.
Devoción tierna y llena de sentimiento, pero también
comprometedora. Porque, nos avisa el Papa,
“ordena las costumbres, alimenta las virtudes, con-
suela a los afligidos, fortalece a los débiles, incita a su
imitación a todos los que se acercan a Él, a fin de que
con su ejemplo aprendan a ser mansos y humildes de
corazón, y a buscar no las cosas propias sino las de
Dios”.
7
sitio dignísimo, con el máximo honor en las iglesias,
puesto que la visita es prueba de gratitud, signo de amor
y deber de adoración a Cristo Nuestro Señor allí presen-
te, ya que día y noche está en medio de nosotros, habita
con nosotros, lleno de gracia y de verdad”.
Dentro de este contexto, la Hora Santa, celebrada espe-
cialmente los Jueves al anochecer, adquiere un relieve pro-
fundo y extraordinario. Es la vivencia de aquella Última Cena
de Jesús con los apóstoles y un compartir la oración angus-
tiada del Señor en el Huerto cuando se ofrece por la salva-
ción del mundo.
El Papa Juan Pablo II lo ha expresado así en su encíclica
Ecclesia de Eucharistia:
“Es hermoso estar con Él y, reclinados sobre su pe-
cho como el discípulo predilecto, palpar el amor infinito
de su corazón. Si el cristianismo ha de distinguirse en
nuestro tiempo sobre todo por el “arte de la oración”,
¿cómo no sentir una renovada necesidad de estar largos
ratos en conversación espiritual, en adoración silencio-
sa, en actitud de amor, ante Cristo presente en el Santí-
simo Sacramento?”
El mismo Papa Juan Pablo II nos había dicho anterior-
mente, con palabras que repite el Catecismo de la Iglesia
Católica:
“La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del
culto eucarístico. Jesús nos espera en este Sacramento
del amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo
en la adoración, en la contemplación llena de fe y abierta
a reparar las faltas graves y delitos del mundo. Que no
cese nunca nuestra adoración”.
Quiera Dios que este modesto manual acreciente la prác-
tica de la HORA SANTA en nuestros pueblos católicos. Con-
fío mi trabajo a las manos de la Virgen María, la Madre del
Señor. Su Corazón Inmaculado sabrá poner calor en cada
una de sus palabras...
Pedro García Cmf
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MODO DE HACER LA HORA SANTA
1. Cuando hay Sacerdote que preside, a él le corresponde
hacer la Exposición, dar la Bendición y distribuir la Sagrada
Comunión. O bien, combinar la Hora Santa con la celebra-
ción de la Misa. Si no hay Sacerdote, pero sí un seglar Minis-
tro Extraordinario de la Comunión:
9
PARA ANTES Y DESPUÉS DE LA EXPOSICIÓN
10
El ADORO TE DEVOTE, de Santo Tomás de Aquino
Te adoro devotamente, Divinidad escondida, que te encu-
bres con estas Especies sagradas, bajo las cuales vives en
toda tu inmensidad. Mi corazón se te rinde todo entero, y
desfallece de amor cuando te quiere contemplar.
La vista, el tacto, el gusto, todos los sentidos se equivo-
can cuando te quieren adivinar... Sólo el oído tiene la certeza
de no equivocarse, y juzga con seguridad. ¡Creo lo que dijo
el Hijo de Dios! Nada hay más verdadero que esta palabra
de la eterna Verdad.
En la Cruz se escondía la Divinidad, y aquí se oculta has-
ta la humanidad. Pero yo creo presentes aquí una y otra, y
pido con tesón lo que pedía el ladrón arrepentido.
No veo como Tomás tus llagas de Resucitado, pero te
confieso por mi Dios. Haz que cada vez crea más en ti, que
en ti espere y te ame con ardor.
¡Oh memorial de la muerte del Señor! ¡Pan vivo que al
hombre das la Vida! Dale a mi alma que viva sólo de ti, y que
en ti encuentre todas sus delicias.
¡Pelícano piadoso, Jesús mi Señor, que con tu Sangre me
puedes limpiar! Purifícame con esa Sangre, pues, con una
gota sólo, al mundo entero de toda su culpa lo puedes sal-
var.
¡Jesús, a quien ahora contemplo aquí escondido! Te pido
que se cumpla lo que tanto ansío: que, al mirarte un día cara
a cara, sea yo feliz eternamente en la visión de tu gloria.
ORACIONES PREPARATORIAS
Se ofrecen a continuación TRES Oraciones Preparatorias.
A gusto del que dirige, se escoge sólo UNA de ellas.
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Primera OFRECIMIENTO
Lector. Iniciamos esta Hora Santa En el Nombre del Pa-
dre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Todos. Amén.
Lector. Señor Jesucristo, otro jueves más nos congrega-
mos junto a ti en esta audiencia que nos concedes bondado-
so cada semana.
Todos. Somos tus amigos, Señor. Tú nos amas, y que-
remos corresponder a tu amor. Somos los creyentes de esta
comunidad cristiana. Tenemos hambre de ser santos, aun-
que somos pecadores. Y sentimos tu llamada a ser apósto-
les entre nuestros hermanos.
Lector. Creemos, Señor, que Tú eres el camino único
que conduce al Padre. Pero son muchos los hombres, her-
manos nuestros, que andan perdidos sin saber que han sido
creados por Dios y para Dios. Ignoran que Tú los has resca-
tado con el precio de tu Sangre. No atinan a dar sentido a su
vida, y no aspiran a ocupar el lugar que Tú les tienes prepa-
rado en tu gloria. Por nosotros, los creyentes, y por los que
no te conocen, venimos a rogarte, Señor.
Todos. Te agradecemos el regalo de la vida y el tesoro
de la Fe; la alegría y la Esperanza que arraigas en nuestros
corazones; el don del Amor y la ilusión que nos das de ayu-
darte en la salvación de nuestros hermanos.
Lector. Venimos a adorarte, Jesús, porque eres el Hijo de
Dios, Uno con el Padre y el Espíritu Santo. Vives desde
siempre y para siempre. Posees la plenitud de la gracia y
eres la Sabiduría y la Verdad. Junto con el Padre creaste
todas las cosas y te ha sido dado todo el poder en el cielo y
en la tierra. Eres digno de adoración, gloria y alabanza por
siempre.
Todos. Por eso te agradecemos que te hayas hecho
hombre; que estés formado de nuestro mismo barro; que
conozcas nuestras angustias, depresiones y miedos; que
hayas saboreado nuestras mismas alegrías, ilusiones y éxi-
tos.
Lector. Maestro, háblanos al corazón, porque tu palabra
nos alienta y nos perdona, ilumina nuestra vida y nos hace
sabios con la sabiduría de Dios.
Todos. Te queremos escuchar hoy con la atención de
María de Betania; con la fe de los doce Apóstoles, con el
amor de María tu Madre, que atesoraba en su corazón tus
gestos y tus palabras, para meditarlos y hacerlos vida. Ayú-
danos a mantenernos vigilantes y atentos como Ella en esta
hora de adoración. Amén.
12
Segunda LA DE SAN ALFONSO Ma. DE LIGORIO
Es personal.
Pero la podemos hacer alternada para mayor participación
de todos.
- Señor mío Jesucristo, que por amor a los hombres estás
noche y día en este Sacramento, lleno de piedad y de amor,
esperando, llamando y recibiendo a cuantos vienen a visitar-
te.
- Creo que estás presente en el Sacramento del altar. Te
adoro desde el abismo de mi nada y te doy gracias por todas
las gracias que me has hecho, especialmente por haberte
dado Tú mismo en este Sacramento, por haberme concedido
por mi Abogada a tu Madre amantísima y haberme llamado a
visitarte.
- Adoro a tu Santísimo Corazón, y deseo adorarlo por tres
fines. El primero, en acción de gracias por este insigne bene-
ficio de la Eucaristía. En segundo lugar, para desagraviarte
por todas las injurias que recibes de tus enemigos en este
Sacramento. Y finalmente, porque deseo adorarte con esta
Hora Santa en todos los lugares de la tierra donde estás sa-
cramentado con menos culto y más olvido.
- Me pesa de haber ofendido tantas veces a tu divina
bondad en mi vida pasada. Propongo con tu gracia no ofen-
derte más en adelante. Y ahora, por más miserable que me
vea, me consagro enteramente a ti; renuncio a mi voluntad y
te la entrego por completo, con mis afectos, deseos y todas
mis cosas.
- De hoy en adelante, haz de mí, Señor, todo lo que te
agrade. Yo solamente quiero y te pido tu santo amor, la per-
severancia final y el perfecto cumplimiento de tu santa volun-
tad.
- Te encomiendo las almas del Purgatorio, especialmente
las que fueron más devotas del Santísimo Sacramento y de
la Virgen María. Te encomiendo también la conversión de
todos los pobres pecadores.
- Finalmente, amado Salvador mío, uno todos mis afectos
y deseos a los de tu Corazón amorosísimo, y así unidos los
ofrezco a tu Eterno Padre y le suplico, en nombre tuyo, que
por tu amor los acepte y escuche. Así sea.
13
Tercera PRESENTACIÓN AL SEÑOR
Personal, pero recitada por todos juntos
14
1. “ARDIENTEMENTE HE DESEADO”
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
15
Jesús no tolera una separación definitiva de nosotros, y
en el monumento del Jueves Santo, o expuesto muchas ve-
ces en la custodia, y siempre en el sagrario, se queda para
hacer a la Iglesia de la Tierra la misma compañía que hace a
la Iglesia del Cielo: allí entre los esplendores de la gloria,
aquí en las sombras y en el ámbito de la fe..., pero tan real-
mente en la Tierra como está en el Cielo.
Así será hasta el fin. Hasta que Jesús responda definiti-
vamente al grito de su Iglesia: “¡Ven, Señor Jesús!” (Apoca-
lipsis 22,20)
Hablo al Señor Todos
Mi Señor Jesucristo, mi Señor del Jueves Santo.
Quiero penetrar en los sentimientos de tu Corazón.
Al darte Tú en la Eucaristía, estás ardiendo en amor por mí.
Yo quiero también arder de amor por ti.
Quiero que tu Altar, tu Mesa y tu Sagrario
sean el centro donde gravite mi vida entera.
Contigo me ofrezco como hostia al Padre.
Con tu Cuerpo y tu Sangre sacio mis ansias de ti.
Y en tu Sagrario, tu tienda de campaña entre nosotros,
yo me encierro para estar siempre contigo, Señor.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Señor, mi Señor de la Última Cena.
- Te amo ardientemente, Jesús.
Señor, que en la Ultima Cena te nos diste sin reserva.
- Te amo ardientemente, Jesús.
Señor, que te pusiste en nuestras manos como Víctima san-
ta.
- Te amo ardientemente, Jesús.
Señor, que nos haces una hostia contigo.
- Te amo ardientemente, Jesús.
Señor, que nos diste tu Cuerpo como alimento celestial.
- Te amo ardientemente, Jesús.
Señor, Pan que por mí bajas del Cielo.
- Te amo ardientemente, Jesús.
Señor, Pan que me llenas hasta saciarme con la vida de
Dios.
- Te amo ardientemente, Jesús.
Señor, que me embriagas con tu Sangre divina.
- Te amo ardientemente, Jesús.
Señor, que en la Comunión me unes estrechamente contigo.
- Te amo ardientemente, Jesús.
Señor, que por mí te quedas siempre en el Sagrario.
- Te amo ardientemente, Jesús.
Señor, que me esperas de continuo para darme tu amor.
- Te amo ardientemente, Jesús.
Señor, mi Señor de la Ultima Cena.
- Te amo ardientemente, Jesús.
Todos
16
Señor Jesús, Tú nos amaste siempre, pero en la última
noche hiciste llegar tu amor hasta el fin. Es imposible con-
templarte en la Ultima Cena y no abrasarse de amor por ti.
“¡Permanezcan en mi amor!”, nos dijiste emotivamente. Y en
tu amor yo quiero vivir y morir.
Madre María, Tú nos diste a Jesús, fruto de tus entrañas,
y nos lo sigues dando como un latido de tu Corazón. Haz
que yo lo sepa recibir y encerrar dentro de mí con el mismo
amor con que lo recibías Tú cuando te lo alargaban las ma-
nos de los Apóstoles, en espera de la comunión eterna del
Cielo.
En mi vida Autoexamen
Ardientemente deseó Jesús celebrar aquella Cena para
dárseme del todo a mí. ¿Siento yo por Él lo mismo que Él
sintió por mí?... Si su Corazón arde tan intensamente por mí,
¿arde el mío de igual manera por Él?... ¿Es la Misa la cum-
bre hacia la que tiende y de la que deriva mi vida entera?...
¿Me acerco con hambre insaciable cada día, o cada semana
al menos, a la mesa de la Comunión?... El Sagrario del tem-
plo, donde Jesús espera, ¿me deja indiferente?...
¡Mi Señor Jesucristo, conforma mi corazón con aquel Co-
razón tuyo de la Última Cena!
Preces
Nos dirigimos en estos momentos a Jesucristo, que nos
dijo: “Lo que me pidan en mi propio nombre, yo se lo daré”, y
le decimos con fe profunda:
Escúchanos, Señor Jesús.
Al darte gracias por el amor inmenso con que nos amaste
al instituir la Sagrada Eucaristía;
- haz que tanto amor te lo paguemos con un gran amor de
nuestros corazones.
Tú que renuevas sobre el Altar tu sacrificio del Calvario,
- une nuestros sacrificios de cada día a tu misma oblación
para gloria del Padre, bien de nuestras almas y salvación del
mundo.
Cuando te das a nosotros en la Comunión,
- llénanos de tu vida divina y enséñanos a darnos también
sin reservas a los hermanos que nos necesitan.
Porque Tú permaneces en el Sagrario con presencia viva
entre nosotros,
- concédenos a nosotros permanecer siempre unidos a ti,
hasta que nos lleves contigo a tu Reino glorioso, sin que nos
arranquen de tu Corazón las cosas de este mundo que pa-
san.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, no permitas que tu presencia en la
Eucaristía resulte estéril por nuestra apatía y desamor. Haz
que cada uno de nosotros te ame. Que te desee. Que te re-
17
ciba. Que te haga compañía constante. Si deseaste con ar-
dor darte a nosotros, ardientemente también queremos noso-
tros estar contigo. Así sea.
____________
Recuerdo y testimonio...
El llamado Santísimo Misterio de San Juan de las Aba-
desas. En 1231 fue depositada una Forma consagrada en el
interior de la cabeza de Cristo Crucificado. Se perdió la me-
moria de tan singular Sagrario. En 1426 apareció incorrupta
la Hostia cuando se quiso restaurar la imagen. Ahí empezó
la veneración del “Santísimo Misterio”. La imagen fue des-
truida en la persecución religiosa de 1936.
Es una idea genial la de este Sagrario. Porque sólo en el
cerebro de Cristo pudo anidar la idea de la Eucaristía como
memorial de su Pasión. San Juan Bautista Vianney lo ex-
presaba con sencillez profunda en sus catequesis: “Hijos
míos, cuando el Señor quiso dar alimento a nuestra alma
para sostenerla en la peregrinación por el mundo, paseó su
mirada por todas las cosas creadas y no encontró nada
digno de ella. Entonces se reconcentró en sí mismo y resol-
vió entregarse”.
Este idea del amor de Cristo al darse en la Eucaristía la
expresó mejor que nadie el encantador San Gerardo Mayela
cuando oye al Señor que le dice desde el Sagrario:
- Tú estás un poco loquillo.
A lo que contesta el simpático religioso:
- Jesús, más loco estás Tú, que te has hecho prisionero
por mi amor...
18
2. EL SACRAMENTO DEL AMOR
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
19
al comer un mismo pan, nos conjuntamos cada vez más co-
mo miembros los unos de los otros.
Nos lo recuerda el Papa León XIII: “He aquí lo que quiso
Jesucristo cuando instituyó este augusto Sacramento: exci-
tando el amor de Dios, quiso fomentar el mutuo amor entre
los hombres”. Es un imposible en la Iglesia el comulgar y no
amarnos los unos a los otros.
Hablo al Señor Todos
Sólo tu amor, Jesús, pudo imaginar, inventar y realizar
este prodigio de la Eucaristía
en el que has encerrado todos los tesoros divinos.
Yo quiero fundirme en ti
para tener los dos un solo corazón,
para ser también un solo corazón con mis hermanos,
a fin de que todos en tu Iglesia seamos por el amor
la imagen viviente de la Trinidad Santísima,
tal como Tú se lo pediste al Padre en oración ardiente:
“Que todos sean uno, como lo somos nosotros”.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Señor, que estás presente en el Sacramento del Amor.
- Te cantamos, amor de los amores.
Señor, que en la Eucaristía echaste el resto de tu amor.
- Te cantamos, amor de los amores.
Señor, que buscas una unión estrechísima con nosotros.
- Te cantamos, amor de los amores.
Señor, que aquí nos das el abrazo supremo de tu amor.
- Te cantamos, amor de los amores
Señor, que por amor te entregaste a la pasión y a la cruz.
- Te cantamos, amor de los amores.
Señor, que nos has dejado aquí el memorial de tu amor.
- Te cantamos, amor de los amores.
Señor, que nos arrastras a amarte con todo el corazón.
- Te cantamos, amor de los amores
Señor, que permaneces en nosotros cuando te recibimos.
- Te cantamos, amor de los amores
Señor, que tienes tus delicias en estar con nosotros.
- Te cantamos, amor de los amores
Señor, que nos unes contigo a todos los hermanos.
- Te cantamos, amor de los amores
Señor, que nos haces amarnos a todos con un solo corazón.
- Te cantamos, amor de los amores.
Señor, que consumarás nuestro amor en la Gloria celestial.
- Te cantamos, amor de los amores.
Todos
Señor Jesús, yo, que voy buscando amor y no tengo más
felicidad que vivir en el amor, quiero sentir los efluvios de tu
amor inmenso en este divinísimo Sacramento, amor de los
amores. Que sacie mis grandes ansias de amar en ese tu
amor que me das aquí y que nunca me fallará.
20
Madre María, que ardes en amor a Jesús como ningún
otro corazón puede arder. Enséñame a amar a mi Señor
Jesucristo. Arrástrame siempre hacia ese Jesús, que se me
da en la Eucaristía con amor indecible, para amarle yo a Él
como Él me ama a mí.
En mi vida Autoexamen
La Eucaristía nació del amor de Cristo; aquí está Cristo
ardiendo de amor a nosotros y en la Eucaristía nos sentimos
hermanos todos los hombres, porque en este banquete nos
sentamos juntos los ricos y los pobres, los sanos y los en-
fermos, los señores y los criados, todas las clases sociales y
todas las razas... ¿Vivo yo el amor personal a Cristo, y se lo
manifiesto con muchas y ardientes Misas, Comuniones y
Visitas a su Sagrario?... Por Cristo y con Cristo, que se nos
da a todos por igual, ¿amo a todos mis hermanos, no guardo
resentimiento contra ninguno y ayudo a cualquiera que está
en necesidad?... ¿Es el amor, centrado en la Eucaristía, el
motor de mi vida entera?..
Preces
Pagando amor con amor, y con ansias grandes de acre-
centar nuestro amor a Jesucristo y los hermanos, pedimos
con fe:
Señor Jesús, mantén y acrecienta en nosotros el amor.
Porque sabemos que con el amor somos todo y sin el
amor no somos nada;
- llena, Señor, nuestros corazones con aquel amor en que
ardía incesantemente tu Corazón divino.
Que el amor manifestado por ti al instituir este divino Sa-
cramento se vea correspondido por nuestra gratitud y entre-
ga;
- y seas Tú, Señor Jesús, el centro en el que gravite nues-
tra vida entera.
Porque Tú, Señor, vives en cada uno de nuestros herma-
nos, y te amamos a ti cuando los amamos a ellos;
- haz que nos demos a ellos con la misma generosidad
con que Tú te nos diste a todos en este Sacramento de tu
amor.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, fragua y escuela del amor de un
Dios que nos amó hasta el fin, hasta el exceso del amor. Al
sentarnos en tu mesa, al acudir a tu Sagrario, abrásanos en
los incendios de tu amor divino y haz que salgamos amando
también intensamente a todos nuestros hermanos, igual que
los amas Tú. Así sea.
___________
Recuerdo y testimonio...
21
1. La Beata María Rafols llevaba en el Hospital una vida
durísima, de trabajo intenso, de cansancio continuo. El Señor
Sacramentado era su fuerza durante el día, y por la noche,
cuando más necesitaba dormir, se pasaba largas horas en
silencio profundo ante el Sagrario, donde la encontraban sus
hermanas, que se estimulaban a hacer lo mismo. Jesús y los
hermanos necesitados constituían para ellas un mismo y
único amor.
2. Igual que la santa Madre Teresa de Calcuta, la cual
nos cuenta su historia.
Teníamos Adoración ―nos dice— sólo una vez por se-
mana. Pero en 1973 hubo una petición unánime de las her-
manas:
- ¡Queremos tener Adoración todos los días!
Les insistí:
- ¿Cómo quieren que tengamos Adoración todos los días
con tanto trabajo como nos agobia?
El caso es que comenzamos con la Adoración diaria, y he
comprobado, y lo digo con toda sinceridad, cómo desde en-
tonces hay en nuestra comunidad un amor mucho más ínti-
mo a Jesús, más comprensión entre todas, un amor con más
compasión hacia los pobres, y hemos duplicado el número
de las vocaciones.
22
3. EL JESÚS DEL ALTAR
23
Nosotros estamos convencidos de que la Santa Misa, por
ser el mismo Sacrificio de Jesús en el Calvario, es lo máximo
que ejerce nuestro sacerdocio real, lo más grande que ofre-
cemos a Dios, lo que más nos santifica a los que participa-
mos en la Misa, lo más eficaz que realizamos para bien del
mundo.
Hablo al Señor Todos
Señor Jesucristo, que en la cruz
te ofreciste por mí en sacrificio
para pagar por mis pecados y salvarme.
En el altar sigues renovando tu oblación
para atraerme todas las gracias de Dios.
Yo me ofrezco al Padre contigo:
que mi oración, mi amor, mi pureza, mis deberes,
todo lo que hago y vivo cada día,
sean la ofrenda mía que yo llevo al altar junto contigo
para gloria de Dios, santificación mía y bien del Reino.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Porque te ofreciste como Sacrificio en el Calvario.
- Gracias, Señor Jesús.
Porque nos salvaste con el precio de tu Sangre.
- Gracias, Señor Jesús.
Porque renuevas en el Altar cada día tu Sacrificio.
- Gracias, Señor Jesús.
Porque nos dejaste la Misa, memorial de tu Pasión.
- Gracias, Señor Jesús.
Porque confiaste a tu Iglesia tu mismo Sacrificio.
- Gracias, Señor Jesús.
Porque nos comunicas con la Misa toda tu gracia.
- Gracias, Señor Jesús.
Porque nos otorgas dar a Dios toda gloria.
- Gracias, Señor Jesús.
Porque eres nuestra perfecta acción de gracias.
- Gracias, Señor Jesús.
Porque eres la remisión plena de nuestros pecados.
- Gracias, Señor Jesús.
Porque nos aceptas en un sacrificio contigo.
- Gracias, Señor Jesús.
Porque nos haces participar de la Hostia Santa.
- Gracias, Señor Jesús.
Porque con la Misa nos enriqueces sin medida.
- Gracias, Señor Jesús.
Todos
Señor Jesús, Víctima por nuestros pecados en el Calva-
rio y sacrificio perenne de tu Iglesia. Hazme una sola hostia
contigo. Sobre el Altar, en el que haces presente tu oblación,
pongo yo también mi vida entera para que sea siempre
agradable a Dios.
Madre María, que asististe al sacrificio de Jesús en la
cruz y allí te mantuviste firme, inmolando con Él tu Corazón.
24
Que en cada Misa sepa yo verme a tu lado, con los mismos
sentimientos que te animaban a ti mientras Jesús moría.
En mi vida Autoexamen
Si la Santa Misa es la acción más grande que realiza la
Iglesia, ¿se explica la apatía de muchos cristianos, que ni
cumplen con la obligada del domingo?... Y yo, ¿la aprecio
como debo? ¿Participo en ella poniendo en la misma toda mi
alma?... ¿Sé llevar al altar mis sacrificios de cada día, mi
trabajo, mis pesares, mis dolores, mis alegrías, mi amor, a fin
de que todo se haga un solo sacrificio con el de Cristo, para
gloria de Dios?... Si puedo, aunque sea con algún esfuerzo,
¿tengo generosidad con Dios, y no me contento con las Mi-
sas obligadas, sino que participo en muchas más?...
Preces
Con una confianza grande en nuestro Sacerdote y Media-
dor Jesucristo, que vive siempre a la derecha de Dios inter-
cediendo por nosotros, nos dirigimos por Él al Padre, y le
decimos:
¡Padre, escucha nuestra oración!
Padre nuestro, por Jesús en el Espíritu Santo te ofrece-
mos el único Sacrificio que te agrada, tu Hijo inmolado en la
Cruz;
- derrama por Él en nosotros la abundancia de todos tus
dones, la remisión de los pecados y la gracia de una santi-
dad excelsa para todos tus hijos.
Si en el mundo abunda el mal y sube hasta ti el clamor de
tantas culpas;
- por la Sangre de tu Hijo muerto en la Cruz y ofrecido
ahora en el Altar, salva a los pecadores más necesitados de
tu misericordia.
Al ofrecerte, Padre, tu Hijo en sacrificio agradable a tus
ojos, y al ofrecernos nosotros con Él;
- haz que nuestra vida entera sea una alabanza perfecta a
tu Nombre y un testimonio de nuestra fe para todo el mundo.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, gracias por haber dejado a tu
Iglesia este memorial de tu Pasión y Muerte redentoras.
Haznos vivir el misterio de la Misa. Que adoremos en ella
contigo al Padre. Que nos sepamos unir a tu sacrificio reden-
tor. Que por ti alcancemos para el mundo todas las gracias
de Dios. Así sea.
___________
Recuerdo y testimonio...
1. San Pedro Julián Eymard, joven estudiante, ha de
abandonar el seminario por su desesperada salud. Agoni-
zante en la casa paterna, exclama angustiado:
25
- ¡Dios mío, concédeme la dicha de celebrar al menos
una Misa, una sola Misa!
- Pero, si tocan las campanas de la parroquia porque te
traen los Últimos Sacramentos.
- ¡Tanto mejor! Están muchos rezando por mí. Jesús me
bendice. Empiezo a sentirme más aliviado.
Curó. Ya sacerdote, fue un gran apóstol de la Eucaristía,
y celebró no una, sino muchas Misas...
2. Manzoni, el mayor escritor italiano moderno, era un
gran católico. Enfermo, quiere ir a Misa. Pero no se lo permi-
ten.
- ¿No ve que no puede?
- ¡Claro que puedo! Si se tratara de ir al banco a cobrar el
billete de la lotería que me hubiese tocado, me arroparían,
me cuidarían y me llevarían. ¿Por qué no hacen lo mismo
para que no pierda la Misa?...
26
4. EL JESÚS DEL COMULGATORIO
27
“A ellos les mandó agua de la roca, a ti sangre del mismo
Cristo. A ellos el agua les sació momentáneamente, a ti la
sangre que mana de Cristo te lava para siempre. Los judíos
bebieron y volvieron a tener sed; pero tú, si bebes, ya no
puedes volver a sentir sed, porque aquello era la sombra,
esto realidad”.
Hablo al Señor Todos
Mi Señor Jesucristo, en este Sacramento,
al entregarte en comida y en bebida, nos has dado
la prueba más espléndida de tu amor, al ser Tú mismo
el alimento de la vida que nos diste en el Bautismo.
Cuando te recibo en la Comunión, lléname de tu gracia.
Repara las fuerzas que pierdo con las debilidades de cada
día.
Robustéceme para las luchas por la virtud cristiana.
Embelléceme con tu misma hermosura,
para agradar en todo a Dios y dejar traslucir a todos
la huella de tu imagen, que dejas prendida en mí.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Jesús, que en el Cielo eres el Pan de los ángeles.
- Dame hambre de ti, Señor.
Jesús, que te encarnaste para ser Pan de los hombres.
- Dame hambre de ti, Señor.
Jesús, Pan amasado en las entrañas puras de María.
- Dame hambre de ti, Señor.
Jesús, Maná verdadero del Israel de Dios.
- Dame hambre de ti, Señor.
Jesús, Pan de los hijos de Dios en tu Iglesia santa.
- Dame hambre de ti, Señor.
Jesús, Pan que encierras todos los sabores del Cielo.
- Dame hambre de ti, Señor.
Jesús, Pan que, al comerte, me transformas en ti.
- Dame hambre de ti, Señor.
Jesús, Pan que alimentas la vida divina de mi Bautismo.
- Dame hambre de ti, Señor.
Jesús, Pan que me acrecientas sin cesar la vida de Dios.
- Dame hambre de ti, Señor.
Jesús, Pan que me robusteces para la lucha cristiana.
- Dame hambre de ti, Señor.
Jesús, Pan que reúnes en banquete al Pueblo de Dios.
- Dame hambre de ti, Señor.
Jesús, Pan que eres signo y prenda del banquete celestial.
- Dame hambre de ti, Señor.
Todos
Señor Jesús, Pan de los grandes, que me transformas
en ti cuando yo te como. Yo quiero unirme íntimamente a ti.
Acreciéntame el amor a tu divina Persona. Lléname de la
Gracia de Dios y llévame hasta la resurrección futura.
Madre María, que amasaste en tu seno el Pan de la Eu-
caristía, Cristo Jesús, Hijo de Dios e Hijo tuyo. Dispensadora
28
de las gracias divinas, alcánzame, Madre, que no me falte
nunca la gracia grande de la Comunión. Con este alimento
celestial, por largo que sea el camino, llegaré hasta el monte
de Dios para contemplar su gloria.
En mi vida Autoexamen
Sé que Dios me llama a la perfección cristiana. La santi-
dad es para mí una obligación. Y yo me esfuerzo por alcan-
zarla. Sin embargo, experimento cada día mi debilidad. Mis
faltas me desaniman. ¿Por qué mis ansias vuelan tan alto, y
la realidad de mi vida es tan diferente?... No tengo que de-
caer. En la Comunión está la fuerza. Quien se alimenta bien
goza de rica salud y tiene energías para todo. En la Comu-
nión frecuente, de cada día si puedo, recibida con verdadero
afán, encontraré esa robustez de espíritu que necesito para
hacer frente a todos mis deberes cristianos. Contando con
Jesús que se me da en comida, ¿por qué estoy débil?...
Preces
Cuando comemos el Pan y bebemos el Vino del Señor,
saciamos nuestra hambre de Dios y manifestamos al mundo
que formamos un solo cuerpo los que comemos del mismo
pan. Pidamos ahora por nosotros y por toda la santa Iglesia
de Dios:
Señor Jesucristo, bendícenos, y escucha nuestra oración.
Jesús, Señor nuestro, que te compadeciste de las turbas
hambrientas y las saciaste con el pan que se multiplicaba en
tus manos;
- sacia con el Pan del cielo el hambre de Dios que padece
el mundo.
Lleva, Señor, a tantos hermanos nuestros que no te co-
nocen a la verdadera fe;
- para que conociendo tu Verdad te amen y deseen ar-
dientemente comerte a ti, Pan de la Vida.
No permitas, Señor Jesús, que los que ya te conocemos y
sabemos que nos pides recibirte en la Eucaristía, dejemos
de acudir a la Comunión;
- sino que te recibamos siempre con ansias crecientes de
llenarnos hasta la saciedad de la vida de Dios.
Jesús, Señor nuestro, abre los senos de nuestro corazón
cuando te recibimos en el banquete de tu amor;
- a fin de que no haya entre nosotros hermanos necesita-
dos mientras los demás nadamos tal vez en la abundancia.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, reúne en torno a ti a la Iglesia, ex-
tendida por el mundo, y estréchanos a todos en el amor.
Atrae a ti especialmente al pobre, al esclavo, al humilde, pa-
ra que todos juntos no formemos sino un solo corazón y una
sola alma. Así haremos brillar ante todos los pueblos el tes-
29
timonio de que solo Tú eres nuestra esperanza y nuestra
paz. Así sea.
__________
Recuerdo y testimonio...
El Beato Fray Diego José de Cádiz, misionero de fuego,
oraba sentado en una banca de la iglesia, cuando oye una
voz imperiosa:
- ¡Acércate a mí!
El santo capuchino siente de dónde le viene la voz, se
sube con audacia en el Altar, adosado al retablo, apega su
pecho al Sagrario, hace reposar en él la cabeza, y escucha
estas palabras salidas de dentro:
- “Si yo, en fuerza de mi amor a los hombres, me quedé
sacramentado con ellos en las iglesias y sagrarios materia-
les, y en ellos recibo con agrado los obsequios que se me
rinden, ¿con cuánto más gusto y complacencia no estaré en
sus pechos por la Comunión? Entiéndelo así para tu ense-
ñanza, y predícalo a todos a fin de que mi amor sea corres-
pondido”.
Fray Diego José, el apóstol de Andalucía, formuló enton-
ces un propósito: “No me daré un momento de reposo hasta
que vea a todo el mundo hincado en el comulgatorio”.
30
5. EL JESÚS DEL SAGRARIO
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
Del Evangelio según San Juan. 14,1-4; 17,24-
25.
Les dijo Jesús: “No se turbe su corazón. En la
casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no,
se lo habría dicho; porque voy a prepararles un lu-
gar. Y cuando me haya ido y les haya preparado
un lugar, volveré y los tomaré conmigo, para que
donde esté yo estén también ustedes. Y adonde
yo voy saben el camino”...
Y dirigiéndose al Padre, dijo: “Padre, quiero que
donde yo esté, estén también conmigo los que tú
me has dado, para que contemplen mi gloria, la
que tú me has dado, porque me has amado antes
de la creación del mundo”. - Palabra del Señor.
“Mis delicias son estar con los hombres”, dice la Biblia so-
bre la Sabiduría eterna (Proverbios 8,31). Juan nos asegura-
rá al principio de su Evangelio, al hablarnos de la encarna-
ción del Hijo de Dios: “Y echó su tienda de campaña entre
nosotros”. A Juan y Andrés, que le preguntan dónde tiene su
morada, les contesta: “Vengan y vean”. Jesús está entre
nosotros, está con nosotros, pero, a estas horas, aún segui-
mos oyendo el reproche del Bautista: “Está en medio de us-
tedes, y no le conocen” (Juan 1, 14. 38. 26)
Mirando al Israel peregrino por el desierto vemos cómo
Dios habita en el Arca, colocada en el campamento, signo
visible de la presencia permanente de Dios con su pueblo
(Éxodo 40,1-34)
El instinto cristiano, guiado siempre por el Espíritu Santo,
ha adivinado en todos estos pasajes bíblicos una imagen de
la realidad que vivimos en la Iglesia. El Jesús del Altar que
es nuestro sacrificio, el Jesús del Comulgatorio que es nues-
tro alimento, ese mismo Jesús es en el Sagrario el compañe-
ro de nuestra peregrinación.
Sin ningún mandato suyo, la Iglesia ha entendido el que-
rer de Jesús y mantiene el Sacramento en todas las iglesias
con nosotros, para que nosotros le hagamos constante com-
pañía y sea Él, en todas las circunstancias de nuestro cami-
nar, el verdadero imán que nos atraiga a Sí para llenarnos de
sus bendiciones y de sus gracias.
El Catecismo de la Iglesia Católica, haciéndose eco de
este sentir cristiano, lo comenta así: “Por la profundización
de la fe, la Iglesia tomó conciencia de la adoración silenciosa
del Señor presente bajo las especies eucarísticas. Por eso,
el Sagrario debe estar colocado en un lugar particularmente
digno de la iglesia, de tal forma que manifieste la verdad de
la presencia real de Cristo en el Santo Sacramento”. “La visi-
ta al Santísimo Sacramento es una prueba de gratitud, un
31
signo de amor y un deber de adoración hacia Cristo nuestro
Señor”. Y pide con palabras vivas del Papa Juan Pablo II:
“Jesús nos espera en este Sacramento del amor. No es-
catimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoración, en la
contemplación llena de fe y abierta a reparar las faltas gra-
ves y delitos del mundo. Que no cese nunca nuestra adora-
ción” (CEC, 1379, 1380, 1418)
Hablo al Señor Todos
Mi Jesús del Sagrario,
nunca pueblo alguno ha tenido sus dioses tan cerca
como tuvo a su Dios el pueblo de Israel.
Esto que el profeta decía entonces, ¡qué lejos se queda
de la gran realidad que vive dichosamente tu Iglesia!
Aquí estás conmigo, Señor. ¡Aviva mi fe!
Aquí te tengo presente, Señor. ¡Enciende mi corazón!
Aquí me estás haciendo compañía, Señor. ¡Que vaya a ti!
Que cuanto más me acerque yo a tu Sagrario,
más adentro me encierres Tú dentro de tu Corazón.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Jesús, Dios que te hiciste hombre por nuestro amor.
- Quiero estar siempre contigo, Señor.
Jesús, que echaste tu tienda de campaña entre nosotros.
- Quiero estar siempre contigo, Señor.
Jesús, que tienes tus delicias en estar con los hombres.
- Quiero estar siempre contigo, Señor.
Jesús, que eres el Arca santa del Israel de Dios.
- Quiero estar siempre contigo, Señor.
Jesús, que estás como desconocido en medio del mundo.
- Quiero estar siempre contigo, Señor.
Jesús, que nos invitas a ir a la morada de tu Sagrario.
- Quiero estar siempre contigo, Señor.
Jesús, que pasas los días y las noches esperándonos.
- Quiero estar siempre contigo, Señor.
Jesús, que nos llenas de tu amistad cuando te visitamos.
- Quiero estar siempre contigo, Señor.
Jesús, que nos colmas de gracia cuando estamos contigo.
- Quiero estar siempre contigo, Señor.
Jesús, que oras con nosotros al Padre cuando vamos a ti.
- Quiero estar siempre contigo, Señor.
Jesús, que eres el compañero de nuestra peregrinación.
- Quiero estar siempre contigo, Señor.
Jesús, que en tu Sagrario eres nuestro amigo y confidente.
- Quiero estar siempre contigo, Señor.
Todos
Señor Jesús, que en tu Sagrario me esperas para lle-
narme de tu amistad, de tu gracia y de tu fuerza. Por amor te
quedaste con nosotros, y sólo con amor se corresponde dig-
namente a tanta dignación tuya. Atráeme a ti. Encadéname a
32
ti. Sólo así haré que mi vida de la tierra sea como la que ten-
dré en el Cielo.
Madre María, tu casita de Nazaret fue un Sagrario en el
que Tú y Jesús compartíais la vida entera. Así quiero yo es-
tar con el Jesús de nuestras iglesias, como Tú en Nazaret:
en silencio respetuoso, en adoración silenciosa, en contem-
plación incesante, en charla familiar, amorosa y confiada.
En mi vida Autoexamen
Es Jesús el primer habitante de nuestra ciudad y el primer
miembro de nuestra parroquia, y no entra en ninguna esta-
dística. Como si no existiese. Lo malo es que esto le pasa a
veces conmigo, ¿no es verdad?... ¿Lo tengo en cuenta de
veras? ¿Le manifiesto con mi visita diaria que creo en su
presencia entre nosotros, que pienso en Él, que le quiero?...
Tengo tiempo para mil entretenimientos, para muchas visi-
tas, para tantos amigos y amigas, ¿y no me queda un ratito
para Jesús?... ¿Adivino la alegría que le causo a Él cuando
le dedico un pequeño espacio de mi jornada, y la Gracia y
las gracias que yo me llevo cuando me retiro de su presen-
cia?... ¿Hay algún tiempo mejor empleado en mi vida?...
Preces
Rogamos ahora, en la presencia del Señor que nos
acompaña, y le pedimos:
Aviva nuestra fe, Señor Jesucristo, y escucha nuestras
plegarias.
El amor te impulsó a ti a quedarte en el mundo a la vez
que te ibas al Cielo;
- haznos vivir ya en el Cielo a la vez que estamos en el
mundo.
Haz que nuestros corazones estén fijos allí donde están
los gozos verdaderos;
- a fin de que, por las cosas que perecen, no peligre nun-
ca nuestra salvación.
Tú que gozas en estar con nosotros tus hermanos, que
necesitamos de ti;
- guía nuestros corazones a los hermanos nuestros más
necesitados, que no desdeñemos su compañía, y que les
ayudemos en su pobreza y en todas sus angustias.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, Divinidad escondida, nosotros te
adoramos. Nuestro corazón se te rinde todo entero. En tu
contemplación, desfallecemos de amor. No te ven nuestros
ojos, pero te adivina nuestra fe. El Ladrón te reconoció en la
cruz; nosotros te reconocemos aquí, y como él te decimos:
“En tu Cielo, ¡acuérdate de nosotros, Señor!”. Tú que vives y
reinas por los siglos de los siglos. Amén
__________
33
Recuerdo y testimonio...
1. San Enrique Ossó dispuso que el Sagrario tuviera
siempre flores y que derramase un poco de perfume. Era
frase suya: “En el culto del Señor, de lo bueno, lo mejor”. Lo
visitaba siempre al mediodía, “porque es la hora en que está
más abandonado”.
Y repetía a las almas confiadas a él en su convento: “Ha-
béis de procurar que os encuentren siempre en la habitación
o al pie del Sagrario”. Dirigía a todos certeramente: “¿Tienes
alguna pena? Vete al Sagrario a contársela a Jesús Sacra-
mentado. ¿Estás con alguna tentación? Vete al Sagrario.
¿Necesitas consuelo, fortaleza y luz? Vete al Sagrario”.
34
6. UN MANDAMIENTO ESPECIAL
35
que, metidos en mí, se conviertan en miembros de mi cuer-
po. Es imposible una unión más íntima y verdadera entre
ellos y yo”.
Esto es lo más parecido a la vida eterna, que no será otra
cosa que esta unión de ahora con Cristo y con Dios, pero
convertida en gloria y en felicidad inenarrables.
36
Madre María, resucitado Jesús y subido al Cielo, Tú eras
comensal asidua en la “Fracción del Pan”, que recibías con
amor cuando te lo alargaban los Apóstoles de tu Hijo queri-
do. Al comulgar, vivías en la tierra, pero estabas ya en el
Cielo. Enséñame a recibir a Jesús con aquella tu fe y espe-
ranza, para convertir mi destierro en un Paraíso anticipado.
En mi vida Autoexamen
El mandamiento del amor encuentra su expresión más vi-
gorosa en la Eucaristía, donde Jesús se me da para hacer-
me vivir enteramente para Él y para el Padre, a la vez que
me impulsa a entregarme a los hermanos como Él se me
entrega a mí. Con el precepto de la Eucaristía, “Tomen y
coman”, me da también toda la fuerza que necesito para
cumplir las exigencias del amor. ¿Comulgo todo lo que pue-
do, y comulgo lo mejor que puedo?... Y después de comul-
gar, ¿cumplo con todos los deberes que me impone el amor?
Preces
Nos dirigimos a Jesucristo, el Buen Pastor, imagen cabal
del hombre que más ha amado, y que es guía, ayuda y fuer-
za del pueblo rescatado con su sangre, y le decimos:
Señor, nuestro refugio y fortaleza, escúchanos.
Con un amor grande por tu Pueblo santo nos mandas
amarte a ti y a los hermanos con todo el corazón;
- haz que perseveremos siempre en el amor.
Tú que no viste una miseria de los hombres sin que salie-
ra de tu mano el remedio que necesitaban;
- enséñanos a ayudar eficazmente a los hermanos que
sufren.
Tú, Señor, nos mandas comer tu Cuerpo y beber tu San-
gre;
- da a todos los cristianos hambre de esta comida celes-
tial, a fin de que nadie desfallezca en el camino y todos lle-
guemos hasta Dios.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, que eres el don más grande que
pudiste dejar a tu Iglesia, haz que no suspiremos sino por tu
Altar; que el Comulgatorio nos atraiga como un imán; y que
tu Sagrario nos encadene sin que podamos ya soltarnos.
Entonces podremos decir con verdad que nuestro vivir es
Cristo, porque ya no viviremos nosotros, sino que Tú, Cristo,
vivirás en nosotros siempre. Así sea.
__________
Recuerdo y testimonio...
1. El hecho está atestiguado en la gran Historia de los
Papas, de Pastor. Iniciado el siglo quince, los piratas habían
invadido Groenlandia y pasado a cuchillo a gran parte de la
población cristiana. Los católicos supervivientes quedaron
37
aislados durante ochenta años por un mar convertido en hie-
lo. Sin misionero alguno, los cristianos que permanecieron
fieles a su religión se reunían ante una mesa, sobre la que
colocaban un corporal en la que había reposado el Sacra-
mento en la última Misa celebrada por un sacerdote groen-
landés, y elevaban al Cielo esta plegaria conmovedora:
“¡Señor, mándanos pronto un sacerdote! Danos, una vez al
menos, tu Cuerpo en comida y tu Sangre en bebida para que
no perdamos la fe, para que no muramos en el paganismo”.
2. Tiempos de la escisión definitiva de la iglesia anglicana.
El gobierno de la reina Isabel impone una multa de cuatro-
cientos escudos o cárcel al que vaya a Misa o reciba la Co-
munión. Un flemático caballero, con sentido de humor y con
fe de santo, vende sus fincas y distribuye el dinero en bolsas
de 400 monedas para tenerlas listas cada vez que lo denun-
cien, mientras comenta festivo: “No se le puede dar mejor
empleo al dinero que sacrificando una parte por recibir al que
es Todo”...
38
7. “Y EL HIJO DE DIOS SE HIZO HOMBRE”
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
39
Esto que se realizó con la Encarnación del Hijo de Dios
en el seno de María, lo vivimos especialmente nosotros
cuando nos unimos a Cristo en la Eucaristía.
Porque entonces, más que nunca, nos asume Cristo, nos
hace “uno” con Él, y nos pasa a nosotros la vida divina que a
Él lo colma en plenitud. “Igual que yo vivo del Padre, así el
que me come vivirá por mí” (Juan 6,57). Dios todo en Cristo,
y Cristo por la Comunión todo en mí...
Hablo al Señor Todos
Dios eterno, que te has hecho hombre como yo. Ahora
puedo tratarte de tú a tú, pues eres como yo en todo. Yo
podía tener miedo ante Dios; ante un hermano mío, no. An-
tes estabas lejanísimo; ahora te miro muy de cerca. ¡Jesús!
De tal modo nos has acercado Tú a Dios, que puedes decir-
me: no temas al ver en mí a tu Dios, ama al Dios que por ti
se ha hecho y es un hombre. En ti veo, Jesús, al Dios que se
hace un servidor mío. Tú y yo vamos a vivir, amar, sufrir y
gozar siempre juntos. ¡Te haces tan pequeño Tú para ha-
cerme tan grande a mí!...
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Hijo de Dios, engendrado por el Padre Eterno.
- Jesús, te amo con todo el corazón.
Hijo de Dios, que te hiciste hombre como nosotros.
- Jesús, te amo con todo el corazón.
Hijo de Dios, que te hiciste hijo de María.
- Jesús, te amo con todo el corazón.
Hijo de Dios, que te hiciste hermano nuestro.
- Jesús, te amo con todo el corazón.
Hijo de Dios, que te has hecho en todo como nosotros.
- Jesús, te amo con todo el corazón.
Hijo de Dios, que eres el modelo de mi ideal ante Dios.
- Jesús, te amo con todo el corazón.
Hijo de Dios, que amas como amamos nosotros.
- Jesús, te amo con todo el corazón.
Hijo de Dios, que sufriste como sufrimos nosotros.
- Jesús, te amo con todo el corazón.
Hijo de Dios, que gozaste como nosotros tus hermanos.
- Jesús, te amo con todo el corazón.
Hijo de Dios, que estás en el cielo como hombre glorificado.
- Jesús, te amo con todo el corazón.
Hijo de Dios, que en el Cielo intercedes por nosotros.
- Jesús, te amo con todo el corazón.
Hijo de Dios, que en el Cielo nos esperas a tus hermanos.
- Jesús, te amo con todo el corazón.
Todos
Señor Jesús, ¡con qué confianza acudo a ti sabiendo que
me entiendes perfectamente cuando amo y sufro y gozo y
me ilusiono y fracaso, porque Tú mismo amaste, sufriste,
40
gozaste, te ilusionaste y fracasaste como cualquiera de no-
sotros! Haz que te ame y que confíe siempre en ti.
Madre María, que nos diste hecho hombre al Hijo de
Dios, encarnado felizmente en tu seno virginal. Nadie como
Tú conoció y entendió a Jesús, y nadie me puede llevar a Él
como lo puedes hacer Tú. Alcánzame de Dios la gracia de
seguir a Jesús hasta el fin, aunque me cueste, como a ti,
clavarme firme en el Calvario.
En mi vida Autoexamen
San Pablo nos dice que Dios nos ha elegido en Cristo pa-
ra ser “santos, inmaculados, amantes” (Efesios 1,4), copias
sin defecto de lo que es Jesucristo ante el Padre. Para esto
Dios se hizo hombre, para que nosotros seamos como Dios.
¿Respondo yo así a mi vocación cristiana? ¿Me doy cuenta
de que en tanto soy un hombre o una mujer cabal en cuanto
soy una persona cristiana perfecta? ¿Aprecio la Gracia, la
conservo, la acreciento sin cesar?... ¿Me esmero, sobre to-
do, en la recepción de la Eucaristía, que acrece en mí so-
bremanera la vida de Dios, la santidad a que Dios me lla-
ma?...
Preces
Alabamos a Jesús, Cristo el Señor, el Hijo de Dios hecho
hombre como nosotros, y le pedimos:
Acuérdate, Señor, de tu Pueblo santo.
En esta hora plácida del atardecer, cuando venimos ante
tu presencia en el Sagrario,
- acepta nuestro trabajo de hoy, nuestro descanso, nues-
tro amor.
Eres el sol de justicia, que brilla con luz indeficiente en
medio de un mundo en tinieblas,
- haz que los hombres tus hermanos sean constructores
de paz y eliminen de la sociedad toda clase de esclavitud.
Tú que eres el modelo y la imagen del hombre nuevo,
- convierte a todos los hijos e hijas de la Iglesia en mode-
los acabados de la santidad a la que Dios los llama desde su
Bautismo.
A todos nuestros hermanos que están fuera de su casa
por trabajo o por merecido descanso,
- devuélvelos felizmente al seno de sus hogares.
Y a los hermanos que nos dejaron para ir a la Casa del
Padre,
- dales el descanso eterno y la luz perpetua.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, aquí tienes oculta tu Humanidad
igual que tu Divinidad. Pero creemos en ti, y te pedimos que
cuando vengas a nosotros o al vernos contigo ante el Sagra-
rio, nos llenes de la vida divina que habita plenamente en ti,
para que consigas en nosotros el fin por el que te hiciste
41
hombre: ¡que nos llenemos de la vida de Dios!... Tú que vi-
ves y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
__________
Recuerdo y testimonio...
1. En Jesucristo Hombre, tan valiente en su vida, han
aprendido valentía los hombres más amantes de la Eucaris-
tía. Por ejemplo, muchos militares católicos. El General Gas-
tón de Sonis, que decía: “Cuando una Comunión buena ha
puesto a Jesucristo en la plaza, no se capitula”.
El Condestable Núñez Alvarez Pereira comulgaba todos
los días en el campo de batalla, y decía: “Si quieren verme
vencido, no tienen más que privarme de la Eucaristía”.
Se parecían al Rey San Fernando de Castilla, que co-
mulgaba a la vista de su ejército y de todo el pueblo antes de
entrar en batalla con los moros.
2. Y una mujer entre soldados y revolucionarios de París,
en 1848. La Señorita Desmaisieres, Vizcondesa de Jorbalán,
hoy Santa María Micaela, va diariamente a comulgar atrave-
sando las barricadas en aquellos días aciagos. Algunos revo-
lucionarios le salen al paso prohibiéndoselo. Pero otros,
viéndola saltar por encima de los escombros, la felicitan or-
gullosos:
- ¡Dejen pasar a la ciudadana!
Nosotros diríamos: a la cristiana más valiente...
42
8. EL ENVIADO DEL PADRE
43
Jesucristo Sacramentado es el mismo que vino, el que
viene continuamente a su Iglesia para santificarla y el que
vendrá glorioso al final del mundo. Y la Eucaristía es el me-
morial que nos hace presente lo que pasó una vez y nos dice
lo que vendrá definitivamente al fin. Por eso la Eucaristía es
la fuente de donde brota y la cima en que acaba toda la vida
cristiana.
Hablo al Señor Todos
¡Cuánto que te esperó el mundo, Señor Jesús!
Y ahora, que te tiene consigo, se mantiene alejado de ti.
Lo peor es que te sientes muchas veces solo
porque los tuyos no contamos contigo como debemos.
Viniste para revelarnos al Padre, y el mundo vive sin Dios.
Vienes ahora en el Sacramento, y los hombres no te reciben.
Volverás glorioso un día, y nos dices que no encontrarás fe.
¿A quién iremos, Señor, si no vamos a ti?...
Haz que te aceptemos ahora con fe y con amor.
¡Ven, Señor, que te abrimos las puertas de nuestro corazón!
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Jesús, que fuiste el Salvador prometido por el Padre.
- ¡Ven, Señor, a mi corazón!
Jesús, a quien esperaron anhelantes los siglos.
- ¡Ven, Señor, a mi corazón!
Jesús, que viniste un día al mundo y naciste en Belén.
- ¡Ven, Señor, a mi corazón!
Jesús, que viviste en la tierra como uno más de nosotros.
- ¡Ven, Señor, a mi corazón!
Jesús, que ahora nos visitas cada día en el Sacramento.
- ¡Ven, Señor, a mi corazón!
Jesús, que volverás glorioso al final de los tiempos.
- ¡Ven, Señor, a mi corazón!
Jesús, que eres nuestra única esperanza de salvación.
- ¡Ven, Señor, a mi corazón!
Jesús, que quieres encontrarnos en vela y oración.
- ¡Ven, Señor, a mi corazón!
Jesús, que eres la prenda de nuestra resurrección.
- ¡Ven, Señor, a mi corazón!
Jesús, que vienes para llevarnos al Padre.
- ¡Ven, Señor, a mi corazón!
Jesús, que vienes para darnos vida inmortal.
- ¡Ven, Señor, a mi corazón!
Jesús, que nos buscas para tenernos siempre contigo.
- ¡Ven, Señor, a mi corazón!
Todos
Señor Jesús, nosotros no te hacemos falta a ti, pero no-
sotros sin ti nos hubiéramos perdido y por eso viniste a bus-
carnos para darnos la vida. Cada día nos visitas de nuevo
con tu Gracia y te haces presente entre nosotros con la Eu-
caristía. ¡Que sepamos aceptarte cada vez con más amor!
44
Madre María, que con tu “¡Sí!” generoso trajiste el Salva-
dor al mundo y nos lo sigues trayendo a nuestros corazones.
Haz que sepamos recibirlo con la misma fe y amor con que
Tú le diste cabida en tu Corazón Inmaculado. Sólo así po-
dremos corresponder al amor infinito con que el Hijo de Dios
e hijo tuyo vino a salvarnos.
En mi vida Autoexamen
Si Cristo vino al mundo y está en el mundo, ¿no mere-
cemos el reproche del Bautista: “En medio de ustedes está
uno a quien no conocen?”... El esperado de los siglos está
ahora con nosotros en su Sagrario, ¿y vamos a Él, y sabe-
mos llevar a todos los hermanos hacia ese Jesús, que es
ahora nuestra salvación y mañana será nuestra gloria? Al
venir al mundo, el Dios invisible se hizo carne en las entra-
ñas de María. Ahora está entre nosotros con apariencia de
pan. ¿Nos habrá de repetir el Evangelista que viene a los
suyos y los suyos no le reciben?...
Preces
Invocamos a Jesucristo, el Enviado del Padre para nues-
tra salvación, y le decimos:
Bendícenos y santifícanos, Señor.
Jesús, Señor nuestro, que sigues ofreciendo y dando tu
vida a los pobres que vienen a ti;
- nosotros queremos acogerte siempre en nuestros cora-
zones.
El mundo busca anhelante un salvador, sin reconocer que
el Salvador verdadero eres Tú, el Enviado de Dios;
- haz que todos te reconozcan y den contigo en sus vidas.
Ante los campos con la cosecha ya en sazón;
- suscita en tu Iglesia muchos evangelizadores, que
anuncien a todos los pueblos la salvación que Tú nos has
traído y sigues ofreciendo por tu Iglesia.
Que se elimine la injusticia y la guerra de la faz del mun-
do;
- y todas las naciones se dispongan con más facilidad a
acoger el mensaje del amor que cada día nos ofreces como
una novedad con tu presencia viva en el Sacramento del
Altar.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, aquí en la Eucaristía repites sin
cesar el prodigio de amor con que un día viniste a nosotros
en Belén. Allí no encontraste más corazones que te amasen
sino los de María, José y unos cuantos pastores. Aquí que-
remos que halles cabida en todos nosotros, que te amamos
y te recibimos con brazos muy abiertos.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
__________
45
Recuerdo y testimonio...
1. El Papa Juan Pablo I se acerca a su Secretario parti-
cular, que nos cuenta el diálogo sostenido con el Santo Pa-
dre.
- Padre, ¿puedo pedirle un favor? ¿Puede celebrar ma-
ñana la Misa por mí?
- Sí, Santidad. Con frecuencia la celebro por Vuestra San-
tidad.
- ¡Oh, no! No se trata de eso. ¿Puede celebrarla usted, y
hacerle yo de monaguillo? Me gustaría ayudarle la Misa...
El Secretario Mons. Magee quedó desconcertado. Y si-
guió el Papa:
- No tenga miedo. Hago esto por mi bien espiritual. Tengo
necesidad de hacerlo. Esto me hace mucho bien.
Y el Papa ayudaba la Misa y recibía después humilde-
mente la bendición del sacerdote. Por tres veces, en sólo 33
días de pontificado, repitió este gesto de humildad y de fe. Y
añadía a su Secretario: “Cuando ayudo su Misa estoy seguro
de servir a la Persona de Cristo”.
2. Federico Ozanam, el gran caballero cristiano Funda-
dor de las Conferencias de San Vicente de Paúl, no dejaba
nunca la Misa. Y era frase suya: “Conviene ‘perder’ diaria-
mente media hora en asistir a la Misa para ganar todas las
veinticuatro horas del día”.
46
9. JESÚS, EL DIOS-CON-NOSOTROS
47
tal como es Él y tal como está en el Cielo, aunque oculto
aquí por los velos sacramentales. ¡Oh misterio de amor!...
¡Dios-con-nosotros! ¿No se ha realizado la profecía como
ningún vidente, ni el mismo Isaías, lo pudo imaginar?...
Hablo al Señor Todos
¡Dios mío! Tú dijiste que no había pueblo en la tierra
que tuviese a sus dioses tan cercanos
como Israel tenía a su Dios. Esto lo decías entonces.
Ahora con Jesús, ¿qué dices a la Iglesia, tu verdadero Is-
rael?
Yo me siento colmadamente feliz, al saber que Tú, Señor
Jesús,
estás siempre conmigo: en tu Palabra, en los Sacramentos,
en los Pastores, en los hermanos, en mi corazón,
pero, más que nada, en la Eucaristía, “gran misterio
y admirable Sacramento”. Estallo de gozo,
y te digo con toda el alma: ¡Gracias por tu presencia, Señor!
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Jesús, Emmanuel, el Dios-con-nosotros.
- ¡Quédate conmigo, Señor!
Jesús, que echaste tu tienda de campaña entre nosotros.
- ¡Quédate conmigo, Señor!
Jesús, presente de muchas maneras entre nosotros.
- ¡Quédate conmigo, Señor!
Jesús, presente cuando se proclama tu Palabra.
- ¡Quédate conmigo, Señor!
Jesús, presente por tu virtud en los Sacramentos.
- ¡Quédate conmigo, Señor!
Jesús, que moras por la fe y el amor en nuestro corazón.
- ¡Quédate conmigo, Señor!
Jesús, presente siempre en nuestros hermanos.
- ¡Quédate conmigo, Señor!
Jesús, presente entre nosotros reunidos en tu nombre.
- ¡Quédate conmigo, Señor!
Jesús, presente en el Papa y los Obispos, nuestros Pasto-
res.
- ¡Quédate conmigo, Señor!
Jesús, presente de modo admirable en la Eucaristía.
- ¡Quédate conmigo, Señor!
Jesús, presente en tu Iglesia a la que riges por tu Espíritu.
- ¡Quédate conmigo, Señor!
Jesús, presente siempre con nosotros porque nos amas.
- ¡Quédate conmigo, Señor!
Todos
Señor Jesús, que estás siempre conmigo sin que me de-
jes ni un solo instante de mi vida. Gracias por tu presencia,
que es mi fortaleza en la lucha, mi alegría en la tristeza, mi
consuelo en la aflicción, mi luz en las dudas, mi premio en el
esfuerzo. ¡Quédate conmigo, y no me dejes nunca, Señor!
48
Madre María, la que nos diste al Emmanuel, que desde tu
seno se hizo el “Dios-con-nosotros” para siempre. Guárdame
a tu Jesús bien seguro en mi corazón. Que acoja, como Tú,
su Palabra para permanecer yo en Él como Él permanece
conmigo sin separarse de mi.
En mi vida Autoexamen
Isaías, hablando del Emmanuel, desafiaba a todos los
pueblos enemigos: “Serán destrozados, fracasarán. Porque
con nosotros está Dios”. Yo hago mías estas palabras, y me
digo, porque me lo tengo que decir: ¿dónde está mi fe cuan-
do me quejo por un dolor, por una prueba, por un fracaso
cualquiera? ¿Es que Jesús, el “Dios con nosotros”, no está
conmigo, o qué? Y si Él viene conmigo, ¨¿a quién temeré?...
Mirando mi fe por otro lado, ¿hago caso de la Palabra de
Dios, de mis hermanos en los que está Cristo, de los Pasto-
res de la Iglesia?... ¿Vivo la Gracia, que es Cristo en mí?...
¿Cómo vivo, sobre todo, la Eucaristía?...
Preces
49
- Es que allí está Jesucristo, como creen los católicos.
Protestante serio y fiel, visita para el culto su propia igle-
sia.
- Papi, ¿y por qué no está aquí aquella lucecita roja?
- Porque aquí no está Jesucristo.
Un rayo de luz intensa brilló en la mente de aquel noble
caballero, que se va repitiendo: ¡Aquí no está Jesucristo,
aquí no está Jesucristo!...
Y con toda su familia ingresó en la Iglesia Católica.
2. La conocida historia del Cardenal Newman, el gran
convertido inglés del siglo XIX. Pastor anglicano y teólogo en
Oxford, tenía un sueldo equivalente a 100.000 francos de
entonces. Sus amigos, al saber que quería pasarse a la Igle-
sia Católica, le insisten:
- Piensa lo que haces. Si te haces católico, pierdes tus
rentas de cien mil francos anuales.
A lo que contesta Newman:
- ¿Y qué significan cien mil francos en comparación de
una sola Comunión?...
50
10. JESUCRISTO, EL ROCÍO DEL CIELO
51
A nosotros, conforme al profeta Miqueas, nos comprome-
te a ser también rocío en medio de un mundo necesitado de
Cristo: “Y será el Resto de Jacob ―es decir, la Iglesia, el
verdadero Israel de Dios― como rocío de Yahvé‚ en medio
de los pueblos” (5,6)
Los que recibimos la Eucaristía, trigo de los campos que
se empapó de rocío y ahora se nos hace Pan celestial, ¿no
vamos a ser rocío vivificador para todos los que nos necesi-
tan?...
Hablo al Señor Todos
Señor Jesucristo, Tú eres el rocío
que necesita la tierra reseca de mi corazón.
Los afanes de la vida, el trabajo agotador,
la tentación peligrosa, las debilidades de cada día,
¿no son para mí un sol abrasador que me aplasta,
que me hace perder muchas veces la esperanza?...
Pero Tú caes sobre mí cada día como rocío vivificante,
sobre todo al recibirte en la Eucaristía,
y sabes convertirme en jardín de flores
y en campo donde germinan todas las virtudes cristianas.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Jesús, rocío celestial engendrado por el Padre.
- Ven a mí, Señor Jesús.
Jesús, que fuiste enviado por el Padre para salvarnos.
- Ven a mí, Señor Jesús.
Jesús, a quien esperaron anhelantes todos los siglos.
- Ven a mí, Señor Jesús.
Jesús, Dios que descendiste al seno purísimo de María.
- Ven a mí, Señor Jesús.
Jesús, derramado sobre el mundo por las nubes del Cielo.
- Ven a mí, Señor Jesús.
Jesús, portador de la justicia y la paz para el mundo.
- Ven a mí, Señor Jesús.
Jesús, que conviertes al mundo en un jardín de delicias.
- Ven a mí, Señor Jesús.
Jesús, que nos traes a la tierra frescor y aromas celestiales.
- Ven a mí, Señor Jesús.
Jesús, Pan de Vida que te formaste con rocío del Cielo.
- Ven a mí, Señor Jesús.
Jesús, que nos quieres rocío vivificador para el mundo.
- Ven a mí, Señor Jesús.
Jesús, fortaleza nuestra en las luchas de la vida.
- Ven a mí, Señor Jesús.
Jesús, ansia eterna de las almas que esperan.
- Ven a mí, Señor Jesús.
Todos
Señor Jesús, rocío refrescante para la tierra reseca, en la
que haces florecer y germinar toda virtud. Yo te ansío con
verdadero afán, a fin de que me conviertas en un jardín deli-
cioso para Dios. Yo no deseo sino tu gracia, que vale más
52
que la vida, para poder cantar a mi Señor con frescor de
amanecer.
Madre María, que, al recibir en tu seno el rocío bajado del
Cielo, quedaste convertida en un paraíso del Espíritu Santo,
el cual tuvo en ti todas sus divinas complacencias. Haz que
yo sepa recibir la Gracia con la docilidad tuya, a fin de que mi
corazón, limpio de toda culpa, sea un reflejo de la hermosura
de tu Corazón Inmaculado.
En mi vida Autoexamen
Cuando me desaliento al ver la aparente inutilidad de mi
vida, que parece un campo en el que nunca brotará una flor,
¿pienso entonces en Jesús? ¿Me doy cuenta de lo que signi-
fica Él para el desierto de mi corazón? En los momentos difí-
ciles, debo suspirar por Él como el salmista: “Oh Dios, Tú
eres mi Dios. Mi alma está sedienta de ti. Mi carne tiene an-
sia de ti, como tierra reseca, aridísima, sin agua”. ¿A que
Cristo me cambia por completo si acudo a Él con ansias tan
vivas?...
Preces
Dios nos ama y sabe lo que nos hace falta. Al campo es-
téril de nuestra alma le envía el rocío refrescante de su Gra-
cia que nos mantiene en perenne verdor. Por eso le deci-
mos:
Te alabamos, Dios nuestro, y confiamos en ti.
Te bendecimos, Dios todopoderoso, porque nos has dado
el conocimiento de tu verdad;
- en ella queremos vivir y morir, sin fallar nunca en nues-
tra fe.
Míranos siempre, Señor, Tú que has querido tener abierta
siempre para nosotros la puerta de tu misericordia y bondad;
- para que nunca falle nuestra confianza en ti.
Al declinar el día nos sentamos juntos en la Mesa de tu
Hijo divino;
- y estamos seguros de que nos va a tener como sus
hermanos y comensales también en el banquete del Reino
celestial.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, rocío bajado del Cielo sobre el
campo de la Iglesia en la que mantienes siempre el frescor
del paraíso. Haz que vivamos de ti, en el Altar y en el Sagra-
rio. Que comamos con avidez el fruto del árbol de la vida: tu
Cuerpo y tu Sangre, alimento que nos sustenta y que nos
guarda con salud vigorosa hasta la vida eterna. Tú que vives
y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
__________
Recuerdo y testimonio...
53
1. El alma de los niños, llena de candor como el rocío de
la mañana, es especial para captar al Jesús de la Eucaristía.
Como Gustavo María Bruni, que le dice a su padre el día de
la Primera Comunión:
- ¿Sabes, papá? Ahora que he comulgado siento que
podré llegar a ser santo; antes, no.
Moría a los siete años en olor de santidad...
2. Luis Veuillot era un descreído total y enemigo acérri-
mo de la Iglesia. Pero su hijito, que iba a hacer la primera
Comunión, le pide resuelto:
- Papá, corre mucha prisa lo que tengo que decirle. Qui-
siera que el día de mi Primera Comunión me acompañasen
usted y mamá. No me lo niegue, por amor de Dios, que tanto
le ama.
El insigne Veuillot no supo resistir. Y a niño tan angelical
debemos la conversión del que sería después el gran cam-
peón de la causa católica en Francia.
3. Un matrimonio separado en Barcelona. El padre vive
con la niña que le dice antes de recibir la Primera Comunión
en su Colegio sin la presencia de mamá: -¡Ay, papá! Es tan
triste no tener madre...
El padre se emociona: -¡Hija mía, tendrás madre! No irás
sola a comulgar.
Los esposos se unieron de nuevo, para no separarse ya
más...
54
11. SU NOMBRE: JESÚS
55
Siendo esto así, no busquemos otro remedio para los ma-
les del mundo sino Jesús, su Persona salvadora. Sólo Jesús
nos puede librar de la incredulidad, de la inmoralidad y de la
injusticia. ¡Contemos con Jesús Salvador!...
Nosotros miramos a Jesús, presente en la Eucaristía.
Nuestro Salvador está en medio de nosotros. ¿Y qué va a
hacer aquí Jesús sino cumplir la misión confiada por el Pa-
dre: ser Salvador?...
Hablo al Señor Todos
¡Jesús! Sé para mí Jesús: mi Salvador.
Sé mi Salvador en todo: haz honor a tu Nombre.
Sé mi Salvador en las penas: que no me lleguen a vencer.
Sé mi Salvador en los fracasos: que no me aplasten.
Sé mi Salvador en el trabajo: que no me rinda.
Sé mi Salvador en las preocupaciones: que no me turben.
Sé mi Salvador en la enfermedad: que la lleve con amor.
Sé mi Salvador en los éxitos: que no me envanezcan.
Sé mi Salvador ante la eternidad: que no me pierda.
Sé mi Salvador siempre, que por eso te llamas Jesús.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Tú, que te llamas Jesús, porque eres el Salvador.
- ¡Bendito sea tu santo Nombre!
Tú, que eres Jesús, nombre elegido por el mismo Dios.
- ¡Bendito sea tu santo Nombre!
Tú, que eres Jesús para librarme del pecado.
- ¡Bendito sea tu santo Nombre!
Tú, que eres Jesús para salvarme eternamente.
- ¡Bendito sea tu santo Nombre!
Tú, que eres Jesús para preservarme del error.
- ¡Bendito sea tu santo Nombre!
Tú, que eres Jesús para sostenerme en el dolor.
- ¡Bendito sea tu santo Nombre!
Tú, que eres Jesús para salvarme en las pruebas de la vida.
- ¡Bendito sea tu santo Nombre!
Tú, que eres Jesús para librar al mundo de la injusticia.
- ¡Bendito sea tu santo Nombre!
Tú, que eres Jesús para todos los que te invocan.
- ¡Bendito sea tu santo Nombre!
Tú, que eres Jesús para felicidad de todos los que te aman.
- ¡Bendito sea tu santo Nombre!
Tú, que serás la última palabra de mis labios moribundos.
- ¡Bendito sea tu santo Nombre!
Tú, mi Jesús eterno, porque me habrás llevado al Cielo.
- ¡Bendito sea tu santo Nombre!
Todos
Señor Jesús, yo te reconozco felizmente por mi Salva-
dor. Quiero vivir con seguridad total en ti, que me salvarás
siempre de todo pecado, de toda pena, de toda prueba, de
56
todo dolor, de toda condenación. Dame una confianza in-
mensa en ti y un amor ardentísimo a tu Persona adorable.
Madre María, que fuiste la primera en pronunciar el nom-
bre de Jesús con un amor y una ternura indecibles. Haz que
ese Jesús, que lo fue todo para ti, sea también el ideal más
grande de mi existencia. Que sepa yo imponerme por Él
cualquier sacrificio, porque a Jesús no se le niega nunca
nada.
En mi vida Autoexamen
Si Jesús se llama por mí y para mí: Jesús, Salvador, ¿qué
razón de ser tienen mi desconfianza, mis miedos, mis preo-
cupaciones, los mismos pecados que he podido cometer?...
Jesús no hubiera sido Jesús, ni sería Jesús ahora, si no hu-
biese cumplido ni cumpliese actualmente la misión que el
Padre le confiara: salvarme en todo. Entonces, yo debo con-
fiar siempre en Él sin tenerle miedo alguno. Jesús le confió a
un alma santa: “Es cierto que cien pecados me ofenden más
que uno. Pero si ese uno fuera de desconfianza, me dolería
más que los otros cien” (A Benigna Consolata)
Preces
57
Recuerdo y testimonio...
1. La jovencita Santa Gema Galgani volcó su corazón en
una página que sólo puedan entender los grandes amantes:
“Quisiera que mi corazón no palpitase, no viviese, no sus-
pirase sino por Jesús. Quisiera que mi lengua no supiera
proferir más que el nombre de Jesús; que mis ojos no mira-
sen más que a Jesús; que mi pluma no escribiese más que
de Jesús; que mis pensamientos volasen únicamente a Je-
sús. Muchas veces me he puesto a reflexionar si hay algún
objeto en la tierra digno de mis afectos, pero no encuentro
ninguno, ni en el cielo ni en la tierra, fuera de mi querido Je-
sús... Si los mundanos pensasen en Jesús, sería un imposi-
ble que Jesús no cambiara su corazón..., y si probasen un
solo instante el gozo que se experimenta al lado de Jesús,
les aseguro que no le dejarían escapar nunca”.
2. Matt Talbolt, el obrero del puerto de Dublín, le dice con
toda naturalidad a una señorita norteamericana, que está
muy triste porque se ha quedado sola en Irlanda:
- ¿Sola? ¿Y por qué? ¿No está siempre con nosotros Je-
sús en el Santísimo Sacramento?...
58
12. CONOCIENDO AL SEÑOR JESÚS
59
Es cierto que toda oración nos llevará al conocimiento de
Jesús; pero no habrá ninguna como la oración reposada,
ferviente, íntima, que gastamos ante su Sagrario, con Él pre-
sente ante nosotros.
Hablo al Señor Todos
Mi Señor Jesucristo,
Sabiduría eterna de Dios que te hiciste hombre
para ser luz del mundo, porque en ti residen
todos los tesoros de la ciencia y sabiduría divinas.
Hazme conocer las insondables riquezas de tu amor.
Si te conozco a ti, ¿qué más me faltará por saber?
Si te amo a ti, ¿qué más dicha me podrá dar el mundo?
Lléname con tu Palabra, que me da vida;
con esa Palabra que es eterna, que da esperanza,
y que me hace libre al enseñarme la Verdad.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Jesús, Palabra eterna de Dios.
- Que te conozca profundamente, Señor.
Jesús, Sabiduría de Dios hecha hombre.
- Que te conozca profundamente, Señor.
Jesús, tesoro de la ciencia y sabiduría de Dios.
- Que te conozca profundamente, Señor.
Jesús, que nos das testimonio de toda verdad.
- Que te conozca profundamente, Señor.
Jesús, que iluminas las mentes y enciendes los corazones.
- Que te conozca profundamente, Señor.
Jesús, que sacias nuestra hambre y sed de la verdad.
- Que te conozca profundamente, Señor.
Jesús, que te abres a los humildes que te ansían.
- Que te conozca profundamente, Señor.
Jesús, oculto a los soberbios y revelado a los pequeños.
- Que te conozca profundamente, Señor.
Jesús, que nos descubres los secretos de tu Corazón.
- Que te conozca profundamente, Señor.
Jesús, que nos haces conocer al Padre al conocerte a ti.
- Que te conozca profundamente, Señor.
Jesús, que por tu Espíritu nos revelas toda verdad.
- Que te conozca profundamente, Señor.
Jesús, que eres la Vida Eterna para los que te conocen.
- Que te conozca profundamente, Señor.
Todos
Señor Jesús, cuyo conocimiento supera el saber de to-
das las ciencias humanas. Hazme profundizar cada vez más
en el misterio insondable de tu Persona y de tu misión, para
que, saciada mi mente y encendido mi corazón, alcance la
Vida Eterna con una dicha inenarrable.
Madre María, que conociste como nadie a Jesús y lo ha-
ces conocer cada vez más a los que acuden a ti. Enséñame
a mirarlo, a observarlo, a estudiarlo, para que, penetrando
más y más en su misterio, lo ame también cada vez más
60
profundamente y consiga así la dicha mayor que puede lle-
nar mi alma.
En mi vida Autoexamen
El crecimiento en el saber humano es un deber, no un lu-
jo. Nos causa pena honda un pobrecito analfabeto, así como
nos subyuga una mente brillante y cultivada. Pero, ¿sé apli-
car esto a la vida del Espíritu? Hay cristianos que no saben
dar razón de su esperanza, porque son verdaderos analfabe-
tos en las cosas de Dios. La sabiduría cristiana se cifra toda
en conocer la Persona de Jesucristo y su misterio salvador,
por el estudio del Evangelio y por esos libros salidos de las
mejores plumas de la Iglesia. Ese conocimiento lleva a un
amor intenso, que se nutre con la oración y la Eucaristía.
¿Estudio, oro y me apego al Sagrario para conocer más a
Jesucristo?...
Preces
Junto a Jesús al caer de la tarde, y llenos de fe y de ilu-
sión al sentir tan presente su divina Persona, le decimos:
Guárdanos, Señor, fieles a tu gracia y tu amor.
Te pedimos por todos los que aún no tienen el don de la
fe;
- haz que lleguen a conocerte, Jesús, como el único ca-
mino de la Vida Eterna.
Pedimos por los que rigen los pueblos, para que con un
gobierno justo preparen los caminos del Reino;
- dales, Señor Jesús, que como Tú promuevan la justicia
y la paz para todos los hombres.
Ante tantos hermanos nuestros que sufren por la enfer-
medad, la pobreza, la falta de trabajo, pedimos con insisten-
cia;
- Señor, mira a esos miembros tuyos dolientes, alívialos, y
danos generosidad para ayudarlos según nuestras fuerzas.
Por nosotros aquí reunidos ante el bendito Tabernáculo:
- Seños Jesús, mantén en nuestras mentes la luz y el
fuego en nuestros corazones para que seamos tuyos en todo
y para siempre.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, toda tu Persona adorable, infinita
y eterna, se encierra en esta Hostia Santa para darte y estar
siempre con nosotros. Te adoramos y te amamos. Y te pe-
dimos nos hagas conocerte cada vez más, para amarte cada
vez más también, y para llenarnos de dicha al confesarte con
ardor: “Hijo de Dios, Cristo Jesús, Señor!”... Amén.
__________
Recuerdo y testimonio...
Matt Talbot, obrero irlandés de Dublín, es un borracho
perdido y sin esperanzas. Pero, un fracaso con los compañe-
61
ros de vicio le hace reflexionar. Sin esperar un solo día, se
confiesa, recibe la Comunión y hace el voto de no tomar ni
un trago más. Su cristiana madre le previene con prudencia:
- No hagas ese voto, que no lo vas a poder cumplir. Si lo
haces, que sea sólo por tres meses.
Lo hizo contra el parecer de la madre, y los tres meses se
convirtieron ¡en cuarenta años!..., porque decía:
- Sí que podré, pues cuento con la Comunión.
Así, hasta su muerte, ocurrida el 7 de Junio de 1925, en
plena calle al salir de comulgar.
Un día se ve arrastrado misteriosamente por dos veces
hacia atrás desde el comulgatorio sin poder recibir al Señor.
Conoce que es cosa del demonio. Acude a la Virgen, y el
enemigo huye... A partir de entonces, desde las cinco de la
mañana hasta la hora del trabajo, y acabado el trabajo por la
tarde hasta que cierran por la noche, Matt se pasa todo el
tiempo en la iglesia haciendo compañía a Jesús. Renuncia a
casarse a fin de quedar libre para las cosas del Señor. Se
forma su biblioteca, y por la noche pasa largos ratos encima
de los libros. Entre el estudio y la oración ante el Sagrario,
este obrero santo, peón en el puerto, se llena de la ciencia
divina...
62
13. LA IDENTIDAD DE JESUCRISTO
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
63
seductoras. Lees acerca de Él, y te ilusiona la mente. Pien-
sas en Él, y te llena el corazón”.
Ante esta Hostia Santa, nosotros repetimos ahora estas
palabras como una oración que no cansa nunca, a la vez
que confiesan todo lo que es Él: “¡Hijo de Dios, Cristo Jesús,
Señor!”...
Hablo al Señor Todos
Me hallo, Señor Jesucristo,
casi en éxtasis delante de ti. Como Tomás, te digo:
“¡Señor mío y Dios mío!”. Y con estas palabras
te confieso, Jesús, como el dueño absoluto de mi corazón.
Te adoro como a mi Dios. Te quiero como a mi hermano.
Te invoco siempre como a mi Salvador.
Quiero que Tú, y sólo Tú, seas la ilusión de mi vida,
porque no vale la pena vivir sino por ti, por tu gloria,
por tus intereses, que son el Reino, mis hermanos,
y suspirar por estar siempre contigo en la casa del Padre.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Señor, el Hijo Unigénito de Dios.
- ¡Hijo de Dios, Cristo Jesús, Señor!
Señor, el infinito y eterno, porque eres Dios.
- ¡Hijo de Dios, Cristo Jesús, Señor!
Señor, el Cristo, el ungido por el Espíritu.
- ¡Hijo de Dios, Cristo Jesús, Señor!
Señor, el Mesías esperado por los siglos.
- ¡Hijo de Dios, Cristo Jesús, Señor!
Señor, el Jesús nacido de María.
- ¡Hijo de Dios, Cristo Jesús, Señor!
Señor, el Hombre en todo semejante a nosotros.
- ¡Hijo de Dios, Cristo Jesús, Señor!
Señor, el Redentor nuestro, muerto en la cruz.
- ¡Hijo de Dios, Cristo Jesús, Señor!
Señor, el Resucitado de entre los muertos.
- ¡Hijo de Dios, Cristo Jesús, Señor!
Señor, el que te sientas a la derecha del Padre.
- ¡Hijo de Dios, Cristo Jesús, Señor!
Señor, el dador del Espíritu Santo a la Iglesia.
- ¡Hijo de Dios, Cristo Jesús, Señor!
Señor, El Juez que un día volverás con gloria.
- ¡Hijo de Dios, Cristo Jesús, Señor!
Señor, el premio de todos los elegidos.
- ¡Hijo de Dios, Cristo Jesús, Señor!
Todos
Señor Jesús, Tú eres el más grande de los hombres,
eres el Hijo del Dios altísimo. Te adoro y te amo. Lléname
del conocimiento tuyo y abrásame con el amor más ardiente
a ti. Sé Tú mi única ilusión, el anhelo de mi corazón y la di-
cha y el premio en la eternidad que me espera.
Madre María, ¿quién más dichosa que Tú, que eres la
Madre de Jesús, de ese Jesús que llena el Cielo y la Tierra?
64
Tu Corazón es el cielo más límpido del Verbo Encarnado, el
más claro libro de sus grandezas y el mejor archivo de sus
recuerdos. ¡Hazme arder en el amor de ese tu Hijo, Jesús!
En mi vida Autoexamen
Recuerdo y testimonio...
65
1. El apóstol de la Eucaristía, Beato Manuel González,
Obispo, escribe al rector de su Seminario esta felicitación tan
original de Año Nuevo:
“Le envío una bendición de Año Nuevo y bueno para que
en él aprenda a ser: todo ojos para no ver más que a Jesús;
todo lengua para no hablar más que de Él; todo manos para
hacerlo todo como Jesús; todo pies para llevarlo a todas par-
tes”.
Y el mismo Obispo adquirió el profundo conocimiento que
tenía de Jesucristo contemplándolo innumerables veces ante
el Sagrario: “El Corazón de Jesús en el Sagrario me mira.
Me mira siempre. Me mira en todas partes. Me mira como si
no tuviera que mirar a nadie más que a mí. ¿Por qué? Por-
que me quiere, y los que se quieren ansían mirarse”.
2. Ante Jesucristo palidecen todas las grandezas huma-
nas. Lo entendió bien el Emperador Carlos V, que celebra
en Zaragoza la fiesta del Corpus de 1518. Sustituyendo a los
hombres del pueblo, tiene a gran honor el llevar personal-
mente las varas del palio que cobija la Custodia, y hace que
le acompañen humildemente los embajadores de los gran-
des reinos y repúblicas de entonces: el de Francia, Portugal
e Inglaterra... “¡Sólo Tú altísimo, Jesucristo!”...
66
14. JESUCRISTO, NUESTRO AMADOR
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
67
Y el que nos amó siempre así a todos, al final lleva su
amor hasta el extremo, cuando se queda con nosotros per-
sonalmente en la Eucaristía hasta el final de los tiempos
(Juan 13,1)
Hablo al Señor Todos
¡Amador nuestro, Cristo Jesús!
Igual que amabas en los tiempos del Evangelio,
así ahora nos amas a todos, a santos y a pecadores,
y a todos nos conoces por nuestro nombre propio...
A mí también me preguntas, como a Pedro: “¿Me amas?”.
Y Tú sabes la sinceridad de mi respuesta:
“Sí, Señor; a pesar de mis pecados,
de mis limitaciones y miserias,
a pesar de todo, Tú sabes que yo te quiero”.
¿Cómo no voy a querer yo al que así me ama a mí?...
68
ñame el amor a Jesús; hazme amarle más y más, para que
yo sepa satisfacer aquel ardiente deseo suyo: “¡Permanez-
can en mi amor!”. En este amor viviré y moriré, para amar
después como un serafín por toda la eternidad.
En mi vida Autoexamen
“¿Quién no amará a semejante Amador?”, preguntaba un
himno litúrgico de la fiesta del Sagrado Corazón. El amor
exige reciprocidad. ¿Le amo yo apreciativamente, es decir,
más que a nada ni nadie, porque como Jesús no hay?... ¿Le
amo afectivamente, o sea, le doy el cariño, el afecto, la ter-
nura del corazón?... ¿Le amo efectivamente, porque esos
afectos me llevan a hacer siempre y en todo la voluntad su-
ya, cumpliendo todo lo que Él quiere de mí, sin engañarme
yo con falsas apreciaciones, sabiendo que obras son amo-
res, y no buenas razones?...
Preces
Iluminados con la Palabra de Dios, descubrimos un Jesús
Salvador que es todo amor para con nosotros sus hermanos.
Le protestamos ahora nuestros sentimientos más sinceros, y
le decimos:
Queremos permanecer en tu amor.
Que la Iglesia, con la fuerza del Espíritu ame a todos los
hombres por igual, como el divino Maestro,
- y haga llegar los beneficios de la salvación a los más
necesitados.
Para que nadie sufra injustamente por las desigualdades
sociales, causa del odio entre los pueblos,
- te pedimos, Señor, que los responsables de las nacio-
nes no busquen su propio interés sino el bienestar de sus
encomendados.
Cuando viniste al mundo, Señor Jesús, nos manifestaste
el amor de un Dios y Padre nuestro que nos ama;
- que todos nuestros hermanos que sufren descubran ese
amor infinito que los envuelve y abran sus corazones a la
esperanza que no confunde.
Antes de separarnos de Ti, Señor Jesús, después de esta
Hora que hemos pasado contigo,
- danos a todos tu bendición, que permanezca siempre
con nosotros, y concede el descanso eterno a nuestros que-
ridos difuntos.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, horno encendido del amor de todo
un Dios. Aquí queremos permanecer contigo cuanto nos sea
dado. Aquí no tendremos nunca el frío que congela al mun-
do. Aquí nos iremos abrasando cada vez más en un acto de
amor a Aquel que nos amó, se entregó y se quedó aquí por
nosotros. Así sea.
__________
69
Recuerdo y testimonio...
1. Santa Rosa de Lima, después de comulgar, tenía el
rostro tan radiante que dejaba a uno deslumbrado, a la vez
que salía de su boca tal calor que quemaba la mano del que
se le quería acercar.
2. En un Hospital de Incurables en Francia, regido por las
Hermanas de la Caridad, se presenta la visita de los muníci-
pes, que pasan aprisa por las salas porque no aguantan. Y
preguntan:
- Hermana Superiora, ¿cuánto tiempo lleva usted aquí?
- Casi cuarenta años.
-¿Es posible?...
- Sí. Y busquen la explicación en la Comunión de cada
día. Sin el Sacramento del Altar, sería imposible resistir.
3. El joven novicio jesuita húngaro, Esteban Kaszap:
“¡Qué sublime es la Santa Eucaristía! De ella emana toda
fuerza, todo fervor, todo espíritu de sacrificio, todo martirio.
Ámala, adórala, estúdiala, a fin de que lo sea todo también
para ti, como lo es para los santos”.
70
15. JESÚS, EL POBRE
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
71
Entre esos tesoros destaca la Eucaristía, a la que se
acercan, como canta la Iglesia, “el pobre, el esclavo, el hu-
milde”, todos esos de quienes nos dice la Palabra de Dios
que son “pobres en bienes terrenos, pero ricos en la fe”
(Santiago 2,5)
Hoy, con nuestra sensibilidad ante la pobreza que agobia
a tantos hermanos, hemos de pensar que en ellos se revela
especialmente el rostro de Cristo, el cual los enriquece a
ellos de modo especial también con los bienes de Dios.
Hablo al Señor Todos
Hijo de Dios, que atesoras todas las riquezas del Cielo.
Al hacerte hombre asumes la condición de los pobres,
sin buscar ningún privilegio ni excluir ningún sacrificio.
Con esa pobreza nuestra, que haces tuya,
Tú nos das tu riqueza con todos los tesoros de Dios.
Dame el espíritu de las bienaventuranzas,
para que, despegándome de los bienes de la tierra,
o dándoles su justo valor, vea claramente
la vaciedad de los bienes terrenos, y sólo busque
los bienes del Espíritu que duran eternamente.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Jesús, Hijo de Dios, riqueza infinita del Cielo.
- Dame la riqueza de tu gracia y de tu amor.
Jesús, que al venir del Cielo escogiste nuestra pobreza.
- Dame la riqueza de tu gracia y de tu amor.
Jesús, que te hiciste pobre para enriquecernos a nosotros.
- Dame la riqueza de tu gracia y de tu amor.
Jesús, que escogiste por Madre a una mujer pobre.
- Dame la riqueza de tu gracia y de tu amor.
Jesús, que viviste en Nazaret con el trabajo de tus manos.
- Dame la riqueza de tu gracia y de tu amor.
Jesús, que rechazaste la tentación de ser rico.
- Dame la riqueza de tu gracia y de tu amor.
Jesús, que proclamaste “¡Dichosos!” a los pobres.
- Dame la riqueza de tu gracia y de tu amor.
Jesús, que nos pides compartir los bienes con los necesita-
dos.
- Dame la riqueza de tu gracia y de tu amor.
Jesús, que das el ciento por uno a los pobres voluntarios.
- Dame la riqueza de tu gracia y de tu amor.
Jesús, que nos colmas con los bienes del Espíritu.
- Dame la riqueza de tu gracia y de tu amor.
Jesús, que serás en el Cielo nuestra riqueza suma.
- Dame la riqueza de tu gracia y de tu amor.
Todos
Señor Jesús, que naciste pobre, viviste pobre y moriste
en una pobreza total, absoluta, para enriquecernos a noso-
tros con los bienes de Dios. Hazme vivir el espíritu de pobre-
72
za y enséñame a compartir mis bienes con los pobres, para
tener un tesoro en el Cielo y poder seguirte mejor.
Madre María, Virgen Hija de Sión, Virgen pobre y humil-
de, que no tuviste más riqueza que tu Jesús. Enséñame a
amar el espíritu de pobreza, a dar con generosidad a los
necesitados y a confiar en la Providencia paternal de Dios,
tal como lo viste en Jesús y tal como lo viviste Tú misma.
En mi vida Autoexamen
Los hombres corremos jadeantes tras los bienes de la tie-
rra, que son dones de Dios, pero relativos: en tanto valen en
cuanto nos llevan al mismo Dios, y en tanto nos perjudican
en cuanto nos impiden los bienes eternos. ¿Tengo yo bien
claros estos criterios? ¿Soy consecuente en mi vida? Lo que
yo poseo, mucho o poco, ¿lo sé compartir con amor con el
hermano necesitado, depositándolo así en el Banco del Cie-
lo?... Santo Tomás de Aquino tiene una sentencia grandiosa:
“El bien de un solo grado de gracia es mayor que el bien
creado de todo el Universo”. ¿Puedo decir entonces cuánto
vale, por ejemplo, una sola Comunión?...
Preces
Recuerdo y testimonio...
73
1. El apóstol de la Eucaristía, y Obispo, Beato Manuel
González, repetía con frecuencia: “Me gustaría morir o a la
puerta de un Sagrario o junto a la puerta de un pobre”.
2. En 1885 un Padre Redentorista en Inglaterra predica
una misión para niños, en su mayoría pobres, misión que
debía acabar con una Primera Comunión. Para no apurarlos
en su presentación, les predica una plática dedicada al “Niño
Jesús Pobre”. Podían comulgar con la ropa que llevaban,
para ser como el Niño Jesús. Pero los pequeños se sentían
incómodos ante los compañeritos de posición más holgada.
Los niños se presentaron muy limpios, pero a la mayoría no
les llegó el dinero para comprarse zapatos, y llegaron des-
calzos. Comenzada la Misa (que el sacerdote celebraba de
espaldas al público), el Misionero estaba sorprendido y apu-
rado porque los niños no venían, pues no se escuchaba el
ruido de sus pisadas al entrar en la iglesia. El Padre se vuel-
ve preocupado, y se emociona visiblemente... Los niños de
familias pudientes se habían quitado sus zapatos y entraban
los primeros. Llegaron al comulgatorio descalzos y mezcla-
dos entre los demás, a los que así no humillaban, y sí los
enaltecían al hacerse, a su manera infantil, “pobres con los
pobres” y con el pobre Jesús...
74
16. JESÚS, EL OBEDIENTE
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
75
Aunque Él mismo, llevado de su amor, obedece a su mi-
nistro, y al conjuro de sus mismas palabras, “esto es mi
cuerpo, esta es mi sangre”, se hace presente en el Altar y
con nosotros está para que lo ofrezcamos al Padre, para que
lo comamos, para hacernos compañía...
Hablo al Señor Todos
Mi Señor Jesucristo, humilde y obediente,
que, con sólo mirarme, contemplas mi orgullo
y quieres poner un freno a mi independencia desenfrenada.
Enséñame a ser humilde de corazón como Tú.
Enséñame a ser obediente al Padre como Tú.
Enséñame a sujetarme a todos como Tú.
Enséñame a no escaparme de ninguna ley justa como Tú.
Enséñame a aceptar las contrariedades de la vida como Tú.
Así fuiste Tú obediente al Padre, así nos salvaste,
y así espero salvarme yo por ti, si soy obediente como Tú.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Jesús, Hijo de Dios, engendrado por el Padre Eterno.
- Hazme obediente al querer de Dios.
Jesús, el Enviado por el Padre al mundo.
- Hazme obediente al querer de Dios.
Jesús, obediente desde tu entrada en el mundo.
- Hazme obediente al querer de Dios.
Jesús, anonadado como un esclavo desde la Encarnación.
- Hazme obediente al querer de Dios.
Jesús, sujeto y obediente a tus padres en Nazaret.
- Hazme obediente al querer de Dios.
Jesús, que nunca hiciste tus gustos sino el agrado del Padre.
- Hazme obediente al querer de Dios.
Jesús, que con tu obediencia mostrabas tu amor al Padre.
- Hazme obediente al querer de Dios.
Jesús, que aceptaste la cruz en acto de obediencia.
- Hazme obediente al querer de Dios.
Jesús, que nos redimiste por tu obediencia humilde.
- Hazme obediente al querer de Dios.
Jesús, que al morir pudiste decir: “¡Todo está cumplido!”.
- Hazme obediente al querer de Dios.
Jesús, que mereciste sentarte a la derecha del Padre.
- Hazme obediente al querer de Dios.
Jesús, modelo de obediencia para todos nosotros.
- Hazme obediente al querer de Dios.
Todos
Señor Jesús, humillado y hecho obediente hasta la muer-
te y una muerte de cruz. Hazme la gracia de la humildad y la
obediencia, virtudes fundamentales para agradar al Padre.
Ante el ejemplo tuyo, y por más que me cueste, quiero vivir
en sujeción amorosa a la voluntad de Dios.
Madre María, la humilde esclava del Señor, que por tu
“Sí” obediente al Ángel arrancaste del seno de Dios a su Hijo
atrayéndolo a tus entrañas benditas. Enséñame a ser dócil al
76
querer divino y vivir como Tú en sencillez y obediencia a
Dios.
En mi vida Autoexamen
La humildad y la obediencia vienen a ser en el mundo de
hoy unas aves muy raras, incluso entre los cristianos, los
discípulos de Jesús... Las ansias de sobresalir, la vanidad
necia y la independencia orgullosa matan el amor, destrozan
las familias, hacen imposible todo gobierno y nos enfrentan
muchas veces con el mismo Dios, al querer echarnos de
encima su Ley soberana, para todo lo cual invocamos la dig-
nidad personal y el respeto que merece la persona humana...
¿Está esto conforme con el espíritu de Cristo? El respeto y la
dignidad personal, sí; la rebeldía contra Dios y la autoridad,
no. ¿Acaso no tengo yo que aprender algo del humilde y
obediente Jesús?...
Preces
Dios nuestro Padre ha mandado el Espíritu Santo para
que sea fuente inagotable de luz y de fuerza a fin de que
conozcamos el querer de Dios y lo sepamos cumplir. Por eso
clamamos:
Ilumina a tu Iglesia y al mundo entero, Señor.
Seas bendito, Dios nuestro, que nos muestras tu volun-
tad;
- y haz que te sirvamos en santidad y justicia toda nuestra
vida.
Ilumina la mente de los que rigen los destinos del mundo,
- para que nunca legislen contra los principios de la moral
y de la justicia enseñadas y exigidas por tu Ley.
Que llegue a todas las gentes la luz del Evangelio, la
Buena Noticia que trae la salvación al mundo;
- y que, aceptándolo con gozo y con obediencia humilde,
todos lleguen a la salvación.
Danos ahora tu bendición amorosa a los que hemos pa-
sado esta Hora en tu compañía;
- y a los hermanos difuntos dales el descanso eterno.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, el siempre atento a la voz de tu
ministro, que te llama y acudes sin demora a ponerte en el
Altar. Haz que nosotros sepamos acudir puntuales adonde
Dios nos llama, para ser también hostias vivientes, que, uni-
das a tu Sacrificio en cada Misa, demos contigo al Padre en
el Espíritu “todo honor y toda gloria”.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
__________
Recuerdo y testimonio...
Cosas de almas místicas...
77
Santa Magdalena de Pazzi, que grita medio loca: “Venid
a amar al Amor! ¡El Amor no es amado, el amor no es ama-
do!”...
Santa Verónica Giuliani corre por la huerta entre los ár-
boles, casi perdido el sentido: “¡Jesús mío, Jesús mío!
¡Amor, amor!”. “¡Pongan fuego en este corazón!”.... Y pre-
gunta después: “Díganme: ¿cuánto tiempo dura en el cora-
zón este fuego que enciende la Comunión?”...
El capuchino Beato Félix de Nicosia iba tan encendido
por dentro, que, al encontrar la lámpara del Sagrario apaga-
da, la encendió con sólo tocarla con los dedos, mientras gri-
taba: “¡En una hoguera me puso el amor, me metió en una
hoguera!”...
Santa Gema Galgani decía: “De la parte del corazón
siento un fuego misterioso. Ha aumentado tanto, que voy a
necesitar hielo para extinguirlo”...
San Francisco de Regis tuvo que inclinar más de una
vez la cabeza debajo de las goteras para que el agua tem-
plase el ardor de su cuerpo...
Como San Pablo de la Cruz: “Siento arder las entrañas,
tengo sed y quisiera beber; pero para apagar estos ardores
necesitaría beber torrentes”...
78
17. JESÚS, LUCHADOR
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
79
Cada uno de los redimidos es un despojo de su victoria y
una joya que Él engasta en su corona inmortal.
Además, aunque subido al Cielo, sigue Jesús en la tierra
para ser, con la Eucaristía sobre todo, la fuerza de los que
luchan. Un himno de la Iglesia lo canta bellamente: “¡Hostia
de salvación, que abres la puerta del Cielo! Los ataques del
enemigo nos cercan por doquier. ¡Danos fuerza, préstanos
auxilio!”.
Hablo al Señor Todos
Señor Jesucristo, valiente luchador.
Tú instituyes un Reino que padece violencia
y que solamente los esforzados pueden conquistar.
Mi vida en el Bautismo comenzó con un gesto victorioso,
cuando dije: ¡Renuncio a Satanás, al mundo, al pecado!
Hazme valiente en la lucha. Que no sea un alma cobarde.
Que mire, como Tú, el premio que el Padre me reserva.
Tú me enseñas a luchar y estás siempre a mi lado.
Si te recibo y te visito tanto en la Eucaristía,
¿qué enemigo me puede dar miedo alguno?...
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Jesús, vencedor del demonio, del pecado y de la muerte.
- Señor, dame valor para luchar por ti.
Jesús, guerrero y jefe de valientes y esforzados.
- Señor, dame valor para luchar por ti.
Jesús, Príncipe de la paz y héroe valeroso.
- Señor, dame valor para luchar por ti.
Jesús, vencedor del pecado porque lo clavaste en la Cruz.
- Señor, dame valor para luchar por ti.
Jesús, que expulsaste a Satanás, el príncipe del mundo.
- Señor, dame valor para luchar por ti.
Jesús, teñido de sangre por lo reñido de la batalla.
- Señor, dame valor para luchar por ti.
Jesús, que resististe hasta la sangre contra el pecado.
- Señor, dame valor para luchar por ti.
Jesús, que te sientas condecorado a la derecha del Padre.
- Señor, dame valor para luchar por ti.
Jesús, fundador de un Reino de valientes y de héroes.
- Señor, dame valor para luchar por ti.
Jesús, estímulo de los que luchan como Tú y por ti.
- Señor, dame valor para luchar por ti.
Jesús, tentado por mí para enseñarme a vencer como Tú.
- Señor, dame valor para luchar por ti.
Jesús, vencedor hasta del último enemigo, la muerte.
- Señor, dame valor para luchar por ti.
Todos
Señor Jesús, presente aquí entre nosotros, y que desde
tu Sagrario sigues los combates de los que luchamos por ti.
Hazme, como Tú, audaz contra el enemigo, sabiendo que
contigo soy siempre una mayoría aplastante. Desde tu Sa-
80
grario, continúas animándome siempre: - ¡Venga! ¡Sé valien-
te! ¡No te canses, y yo seré tu premio!
Madre María, Madre Dolorosa, que de pie junto a la Cruz
animabas secretamente a tu Hijo a luchar hasta el fin. Sé mi
amparo, mi auxilio y mi fuerza en los combates por la virtud
cristiana. Contigo a mi lado, como te tuvo Jesús, ¿por qué no
he de perseverar hasta el fin?...
En mi vida Autoexamen
La vida cristiana es lucha. Los enemigos nos acechan a
todos y nos combaten sin cesar. ¿En qué bando me coloco
yo? ¿En el de Jesucristo o en el de Satanás? ¡En el de Je-
sucristo, por supuesto! Pero, ¿tengo realmente la decisión de
vencer? ¿Me porto en las tentaciones con valentía y con
generosidad? ¿Titubeo? ¿Dudo? ¿Coqueteo con el pecado?
¿Gasto muchas energías para avanzar en la vida de la Gra-
cia? ¿Me contento con la medianía, porque rehuyo todo es-
fuerzo? Que no sea yo, Señor Jesús, una de esas almas
apocadas, superficiales, hasta hipócritas, que quieren poseer
el Cielo sin ganarlo... Jesús luchador, que yo sea un alma
digna de ti.
Preces
Sabiendo que la vida cristiana es lucha, ponemos nuestra
esperanza en Jesucristo, el valiente luchador, y le decimos:
¡Señor, nosotros confiamos en ti!
Por la Iglesia, para que en todos sus hijos sepa resistir a
la tentación del dinero, de la ostentación y del poder;
- Señor, que nuestra fuerza sea la palabra de Dios.
Para que todos los que creemos en Cristo amemos su
Palabra divina,
- y sepamos vivirla con la fuerza del Espíritu.
Por los que sufren a causa de la enfermedad, la pobreza
u otra clase de opresión física y moral;
- que tengan, Señor, la fuerza necesaria para no abatirse
ante los males que cesarán un día.
Que todos nosotros, con el vigor que nos comunica la
presencia del Señor en la Eucaristía,
- superemos victoriosamente todas las pruebas de la vida,
como las vencieron los hermanos que nos dejaron para irse
a la Gloria.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, sabemos que en el Altar, en el
Comulgatorio y en el Sagrario tenemos la fuerza máxima
para luchar y vencer. Contemplándonos desde la Hostia
Santa, sé Tú, Señor, nuestro estímulo en los combates; haz-
nos sentir tu presencia, y danos después el premio que tie-
nes reservado a los vencedores. Así sea.
__________
81
Recuerdo y testimonio...
1. Los Mártires Annamitas mostraban tal valor ante la
muerte que los verdugos y las autoridades estaban conven-
cidos de que la Eucaristía era un anestésico que tomaban
contra los tormentos, de modo que publicaron esta bando:
“Se prohíbe llevar los cristianos en la cárcel el pan encanta-
do que los hace impasibles”. Aquellos cristianos legaron a
sus hijos un amor ardiente a la Eucaristía, de modo que el
Vicario Apostólico de Tonkín, Monseñor Gendreau, escribía
a raíz del decreto de San Pío X sobre la Comunión de los
niños: “Es conmovedor ver cómo estos niños se preparan
para la Primera Comunión y la avidez con que se acercan a
la Sagrada Mesa”. Son esos católicos vietnamitas que en
nuestros días han admirado al mundo en medio de la perse-
cución comunista.
2. San Ignacio de Loyola, en Manresa, quiere dejar to-
das sus penitencias, oraciones y la vida que ha emprendido.
Oye una voz misteriosa:
- ¿Cómo podrás resistir todo esto durante setenta años
que vas a vivir?
Comprende que es sugerencia del diablo, y responde con
audacia:
- ¡Miserable! Dame una cédula asegurándome una hora, y
yo cambio de vida.
Satanás se batió en retirada...
82
18. JESUCRISTO, BANDERA
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
83
Y cuando las fuerzas se nos debiliten en el seguimiento
del Crucificado, entonces será el Sagrario, colocado siempre
en la iglesia debajo o al lado de la Cruz, el que nos llenará
de un amor que no sabe rendirse ante ningún deber cris-
tiano.
Hablo al Señor Todos
Señor Jesucristo, tu bandera es signo de tu amor
y, como toda bandera, está teñida de sangre,
la tuya propia y la de todos los que luchan por ti.
Yo quiero alistarme bajo tu enseña gloriosa,
y te digo y te repito mil veces que te amo
y que por tu amor me sacrificaré en el cumplimiento fiel
de todos mis deberes cristianos. Si hoy participo contigo
en todas las batallas por el Reino, cueste lo que me cueste,
sé que un día participaré‚ también, con gozo indecible,
en el triunfo glorioso que te mereciste con tu Cruz.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Cristo Jesús, bandera desplegada ante todas las naciones.
- ¡Gloria a ti, Señor Jesús!
Cristo Jesús, bandera que tienes tu trono en el Calvario.
- ¡Gloria a ti, Señor Jesús!
Cristo Jesús, bandera que atraes todas las miradas.
- ¡Gloria a ti, Señor Jesús!
Cristo Jesús, bandera que arrastras todos los corazones.
- ¡Gloria a ti, Señor Jesús!
Cristo Jesús, bandera que en la Cruz eres nuestra victoria.
- ¡Gloria a ti, Señor Jesús!
Cristo Jesús, bandera que eres la paz de los pueblos.
- ¡Gloria a ti, Señor Jesús!
Cristo Jesús, bandera que en la Cruz eres nuestra fuerza.
- ¡Gloria a ti, Señor Jesús!
Cristo Jesús, bandera que nos das la alegría del triunfo.
- ¡Gloria a ti, Señor Jesús!
Cristo Jesús, bandera que nos impulsas a la generosidad.
- ¡Gloria a ti, Señor Jesús!
Cristo Jesús, bandera que en la Cruz nos atas al amor.
- ¡Gloria a ti, Señor Jesús!
Cristo Jesús, bandera que nos quitas el horror al sacrificio.
- ¡Gloria a ti, Señor Jesús!
Cristo Jesús, bandera que serás nuestra mortaja gloriosa.
- ¡Gloria a ti, Señor Jesús!
Todos
Señor Jesús, que llamas voluntarios a tu seguimiento y
quieres que yo me distinga en fidelidad a ti. Dame generosi-
dad para seguir tu bandera hasta dondequiera que Tú la
enarboles. Enciéndeme en tu amor, para que llegue hasta el
fin, sin desanimarme nunca ante cualquier dificultad.
Madre María, modelo y guía de los que siguen a Jesús
hasta la cima del Calvario. Contigo quiero estar al pie de la
Cruz, amando a Jesús y gozándome con Él en todas las
84
pruebas de la vida, porque sólo así mereceré los gozos de la
Gloria que me espera.
En mi vida Autoexamen
Es siempre actual la máxima del Kempis: “Jesús tiene
muchos que aspiran a su reino celestial, pero pocos que es-
tén dispuestos a llevar su cruz”. Rinden honores a la bandera
triunfadora, pero no se alistan bajo sus pliegues para ir a la
guerra. ¿Soy yo de los que rehúsan el sacrificio? ¿Me niego
al cumplimiento austero de mi deber?... Ante mis resisten-
cias, ¿me doy cuenta de que lo que me falta es amor? Me lo
dice a continuación la misma Imitación de Cristo: “¡Oh, cuán-
to puede el amor a Jesús!”... Si amo, todo me resultará fácil.
Ante cualquier sacrificio, sabré decir con generosidad: “¡Por
ti, Jesús!”... “¡Todo por ti, Corazón Sacratísimo de Jesús!”...
Preces
Mirando a Jesucristo, bandera que Dios ha desplegado a
la faz de las naciones e ideal supremo de perfección, le de-
cimos:
Señor Jesús, que todo el mundo te bendiga y te ame.
Que los cristianos manifestemos con nuestra vida el signo
de la Cruz recibido en el Bautismo,
- a fin de que todos los que nos miren se sientan arrastra-
dos hacia Jesucristo y su Evangelio.
Que mirando a Jesucristo Crucificado el mundo descubra
la bandera blanca de la paz;
- y cesen las guerras, el terrorismo, la violencia y todo lo
que aflige al mundo de nuestros días.
Por los pobres, los enfermos y todos los que sufren,
- para que mirando a Jesucristo encuentren alivio en sus
penas y en nosotros ayuda generosa.
Por nosotros, que hemos pasado esta Hora con el Señor
aquí presente;
- que Él nos bendiga, nos llene de su gracia, y a nuestros
difuntos les dé el descanso en su gloria.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, que te encierras en el Sagrario de
las iglesias, cobijado siempre por la sombra de la Cruz. Que-
remos aprender la lección que nos impartes desde aquí: el
amor, sólo el amor de que nos llenas cuando nos postramos
a tus pies y te hacemos compañía, nos hará amar nuestra
cruz de cada día y gloriarnos en ella. Tú que vives y reinas
por los siglos de los siglos. Amén.
_________
Recuerdo y testimonio...
1. Santa Ángela de la Cruz, la monja sevillana, se propo-
ne para su vida: “El monte Calvario. Nuestro Señor clavado
85
en la Cruz, y la Cruz levantada de la tierra. Otra cruz a la
misma altura, pero no a la derecha ni a la izquierda, sino
enfrente y muy cerca”. Así Sor Ángela, así el cristiano, como
el soldado ante la bandera..
2. Santa Catalina de Siena, Doctora de la Iglesia, oye a
Jesús, que le dice: “El alma, cuando recibe este Sacramento,
está en mí y yo en ella. Así como un pez está en el mar, y el
mar en el pez, así yo estoy en el alma y el alma en mí”. Pe-
netrada de este pensamiento, le grita al sacerdote su confe-
sor: “¡Padre, tengo hambre! Por amor de Dios, da de comer
a mi alma!”. La Comunión fue durante días su único alimen-
to. Todo lo demás que tragaba, lo devolvía. Invadida así por
el amor a Cristo, podía dar este consejo: “Sigue adelante con
valor. Clávate en la cruz con Cristo crucificado. Recréate en
las llagas de Cristo crucificado”. ¿En qué iba a desembocar
este amor y esta ansia de seguir al Señor? Lo expresa ella
misma: “Si viésemos al Crucificado, nuestro corazón ardería
de fuego de amor y sentiríamos hambre de tiempo, porque el
tiempo es eternidad”. Para ella, todo era Eucaristía y Crucifi-
jo...
86
19. JESÚS Y SU ORACIÓN AL PADRE
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
87
arrancó a uno de los discípulos la petición bellísima: “Señor,
enséñanos a orar”. El Jesús del Sagrario está atento a nues-
tra oración. Pero, tanto o más que escucharnos, quiere orar
con nosotros al Padre. ¿Le ayudamos?...
Hablo al Señor Todos
Mi Señor Jesucristo,
Tú fuiste el hombre de más oración que ha existido.
Tú no podías pasar un rato sin hablar con el Padre.
Habías de desahogarte con Él. Eras su Hijo, el amado,
y no hubieras podido prescindir de la oración jamás.
Sumo Sacerdote nuestro, Tú debías redimir al mundo,
y rogabas y ruegas continuamente por nuestra salvación.
Hazme a mí, Señor, un alma de oración.
Que venga a tu Sagrario para adorar contigo al Padre,
y que mi oración ayude a la salvación de mis hermanos.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Jesús, que sentiste como nadie la necesidad de orar.
- Señor, enséñame a orar.
Jesús, que te oxigenabas de continuo con oración incesante.
- Señor, enséñame a orar.
Jesús, que estabas siempre en comunicación con el Padre.
- Señor, enséñame a orar.
Jesús, que orabas como Mesías, para salvar al mundo.
- Señor, enséñame a orar.
Jesús, que oraste también para enseñarme a orar.
- Señor, enséñame a orar.
Jesús, que pasabas días y noches enteros en oración.
- Señor, enséñame a orar.
Jesús, que enseñaste a tus discípulos a orar.
- Señor, enséñame a orar.
Jesús, que orabas al Padre con el amor de Hijo.
- Señor, enséñame a orar.
Jesús, que te dirigiste al Padre como Sacerdote nuestro.
- Señor, enséñame a orar.
Jesús, que oras en el Sagrario como Salvador nuestro.
- Señor, enséñame a orar.
Jesús, que me quieres ante el Sagrario orando contigo.
- Señor, enséñame a orar.
Jesús, que me encargas orar siempre sin desfallecer.
- Señor, enséñame a orar.
Todos
Señor Jesús, que te dedicaste a la oración como primera
tarea de tu vida y sigues orando siempre por nosotros en el
Sagrario. Enséñame a orar. Llámame a tu Sagrario para orar
contigo. Y haz que sienta la necesidad de comunicarme con
el Padre como la sentías Tú, mi modelo de oración.
Madre María, que estuviste siempre en oración única por
tu trato continuo con Jesús, pues tu hablar con Él fue siem-
pre una amorosa oración. Enséñame a orar, y haz que ore
88
siempre. Atrae sobre mí el Espíritu Santo, que, como a ti, me
mantenga en oración continua y fervorosa.
En mi vida Autoexamen
La oración es la respiración del alma. Es la ocupación
más grande del día. La más importante, la más necesaria.
Jesús me da ejemplo admirable. Y en su misma vida sacra-
mental, Jesús es el modelo máximo que puedo encontrar...
¿Hago yo de la oración el respirar de mi espíritu? ¿Me es-
fuerzo en avanzar cada día por el camino de la oración?
¿Tengo el convencimiento profundo de que la oración es la
ocupación máxima, la primerísima a que debo dedicarme?
¿Y me doy cuenta de que la oración, que puedo practicar en
todo lugar, tiene su puesto más privilegiado en la presencia
del Señor Sacramentado?...
Preces
Sabiendo que el Padre nos escucha siempre, porque
nuestra oración está acompañada por Jesús e impulsada por
el Espíritu Santo, le decimos:
Señor Dios nuestro, bendecimos tu santo Nombre.
Por el Papa, los Obispos y los Sacerdotes, le pedimos al
Señor:
- que sean hombres de oración y nos enseñen siempre a
dirigirnos a ti.
Para que el mundo sepa que en el Cielo hay un Padre
que vela por todos, le pedimos al Señor:
- que crezcan los grupos de oración, como testimonio pa-
ra todos los hombres de la importancia que tiene el acudir
siempre a Dios.
Para que los niños aprendan desde las rodillas de sus
madres la importancia de la oración, le pedimos al Señor:
- que los niños y los jóvenes, junto con el estudio, recen
siempre como tarea principal de sus años de formación.
Y a nosotros que te hemos acompañado en esta Hora,
Señor Jesucristo,
- enséñanos a orar siempre más y mejor.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, que oras siempre como Sumo Sa-
cerdote nuestro. Infúndenos el espíritu de oración. Danos
ganas de orar. Sobre todo, ganas de orar en tu presencia y
contigo. Así nuestra vida entera será, como la tuya, una ado-
ración continua al Padre en el Espíritu Santo, y un orar como
Tú y contigo por la salvación del mundo. Tú que vives y
reinas por los siglos de los siglos. Amén.
__________
Recuerdo y testimonio...
89
1. El célebre Cardenal Mercier, ante la apatía con que
oramos tan poco, sobre todo ante el Sagrario, excusándonos
en nuestras muchas ocupaciones, dijo: “He llegado ya a vie-
jo, y me he convencido de que es necesario trabajar y orar. Y
orar, mucho más que trabajar”.
2. Pío Xll, el Papa que en nuestros días asombró al mun-
do por su trabajo abrumador, era un reloj en su vida. No se
acostaba hasta las dos de la noche, para levantarse después
a las seis en punto. Pero a las once de la noche, sin fallar un
día siquiera en su vida de Cardenal Secretario de Estado y
de Papa, interrumpía el trabajo, se iba a su capilla privada,
se hincaba en el reclinatorio, y para el Señor del Sagrario era
la última hora entera del día que se acababa. A las doce re-
gresaba al escritorio para reanudar el trabajo hasta las dos...
Lo atestigua quien le acompañó durante cuarenta años.
3. El Venerable Ollier expresaba esta oración ante el
Santísimo con una comparación bella: “¿Por qué, Dios mío,
habéis puesto sangre y no aceite en mis venas? ¡Ah! Si en
mis venas yo tuviese aceite en vez de sangre, lo derramaría
gota a gota en las lámparas que arden delante del Santísimo
Sacramento”.
90
20. JESÚS, EL CONSAGRADO
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
91
personas y cosas, que quedan consagradas a Dios, de modo
que ya no se pertenecen a sí mismas, sino que son propie-
dad exclusiva de Dios.
Con la Eucaristía, pan consagrado y convertido en el
Cuerpo de Cristo, el Señor nos ofrece cada día consigo al
Padre, y, recibido en la Comunión, nos llena de tal modo de
la Divinidad, que somos unos consagrados totales. Somos
entonces algo tan sagrado, que no se puede llegar a más.
Hablo al Señor Todos
Señor Jesucristo, el Consagrado de Dios,
y que por tu Espíritu Santo, derramado en mi corazón,
has consagrado también todo mi ser
para gloria del Padre y posesión exclusiva suya.
Quiero vivir en plenitud mi consagración bautismal.
Por ella, mi vida entera es sólo de Dios y para Dios.
Todo mi ser es una víctima colocada sobre el altar,
y yo no puedo quitarle ningún pedazo,
que sería un sacrilegio, un robo hecho a mi Dios,
para el que es mi vida entera, como lo fue la tuya, Jesús.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Jesús, consagrado ya de niño al Padre en el templo.
- Señor, conságrame contigo al Padre.
Jesús, que fuiste consagrado por el Espíritu Santo.
- Señor, conságrame contigo al Padre.
Jesús, que viviste radicalmente consagrado al Padre.
- Señor, conságrame contigo al Padre.
Jesús, que te consagraste para nuestra santificación.
- Señor, conságrame contigo al Padre.
Jesús, que por tu Espíritu consagraste del todo a María.
- Señor, conságrame contigo al Padre.
Jesús, que me has consagrado como miembro de tu Iglesia.
- Señor, conságrame contigo al Padre.
Jesús, que por el Bautismo me consagraste en todo mi ser.
- Señor, conságrame contigo al Padre.
Jesús que en la Confirmación me sellaste con tu Espíritu.
- Señor, conságrame contigo al Padre.
Jesús que me unes a tu sacrificio en la Eucaristía.
- Señor, conságrame contigo al Padre.
Jesús, que asumes mi oración para hacerla digna de Dios.
- Señor, conságrame contigo al Padre.
Jesús, que conviertes mis sacrificios en hostias para Dios.
- Señor, conságrame contigo al Padre.
Jesús, que me has unido a tu sacerdocio único y eterno.
- Señor, conságrame contigo al Padre.
Todos
Señor Jesús, modelo de mi consagración bautismal.
Contigo ofrezco el mismo sacrificio de mi vida entera, por la
fuerza del Espíritu, en honor del Padre. Y al consagrarme al
92
Padre, como Tú, haz que sienta mi compromiso con los her-
manos, los cuales esperan mi ayuda para su salvación.
Madre María, poseída plenamente por el Espíritu y rendi-
da del todo al querer de Dios. Yo me pongo ahora en tus
manos para que Tú me lleves a Cristo, y por Cristo al Padre.
Que mis pensamientos, mis ilusiones, mi actividad entera,
manifiesten las maravillas de la gracia del Señor en mí.
En mi vida Autoexamen
¿Aprecio mi dignidad de persona consagrada a Dios, co-
mo lo fue Jesús? ¿Llevo de tal manera al Espíritu Santo, mi
consagrante, que por nada se tiene que alejar de mí?... ¿Es-
tá mi alma de tal modo unida a Cristo, que mi jornada entera,
por la oración ferviente, el trabajo serio, la diversión honesta,
el amor puro, por todo lo que hago, es digna de la gloria del
Padre?... Cuando participo en la Eucaristía, cuando comulgo,
cuando me pongo en contacto con Jesús en el Sagrario,
¿me ofrezco para hacer la voluntad de Dios, que a veces me
cuesta cumplir?... Por mi consagración bautismal, soy una
hostia santa: ¿vivo en todo conforme con mi dignidad cristia-
na?...
Preces
Dios nuestro, que consagraste con el Espíritu Santo a tu
Hijo, Jesucristo, como Sacerdote, Profeta y Rey de la Nueva
Alianza.
Acéptanos también a nosotros como consagrados a ti.
A nuestros sacerdotes, ministros de Cristo y dispensado-
res de tus misterios,
- concédeles vivir en plenitud su vocación excelsa.
A las vírgenes cristianas, consagradas del todo a Jesu-
cristo, el Esposo de la Iglesia,
- mantenlas fieles en su santo propósito.
A los esposos cristianos, cuyo amor consagraste con el
sacramento del Matrimonio,
- guárdalos firmes en ese amor sagrado y en la mutua fi-
delidad.
A todos nosotros, consagrados a ti con nuestro Bautismo,
- haznos dignos de nuestra vocación cristiana.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, Tú eres la consagración más ca-
bal a Dios. Has hecho desaparecer el pan y el vino, convir-
tiéndolos en tu propia Carne y Sangre. Señor omnipotente,
conviértenos de igual modo a nosotros en ti para ser una
hostia contigo, entregada del todo al Padre y al bienestar y
salvación de los hombres nuestros hermanos. Que vives y
reinas por los siglos de los siglos. Amén.
__________
Recuerdo y testimonio...
93
1. San Antonio María Claret, en un arrebato místico, pi-
dió a Jesús: “Padre mío, tomad este mi pobre corazón, co-
medlo así como yo os como a Vos, para que yo me convierta
todo en Vos. Con las palabras de la consagración, la sustan-
cia del pan se convierte en la sustancia de vuestro Cuerpo y
Sangre. ¡Ah, Señor omnipotente, hablad sobre mí, y conver-
tidme todo en Vos!”.
Suspiraba el Santo por lo que es una realidad en quien
comulga, según la profunda sentencia del Abad Ruperto,
que pone en labios de Jesús estas palabras: “Aliméntense
de mí y serán, por mi gracia, lo que yo soy por naturaleza”.
Por la Comunión, ¡el hombre se hace Dios!...
2. Teodoro de Ratisbona, judío, se convierte y se bauti-
za. En la comunidad hebrea de Estrasburgo se armó una
gritería grande, comprensible en aquel tiempo. Pero llegó al
colmo cuando Teodoro se quiso ordenar de sacerdote. Un tío
suyo, furioso:
- Prefiero verte cortado en mil pedazos antes que vestido
con una sotana.
Y Teodoro, tranquilo:
- Tío, ganarías muy poco. Pues cada pedazo llevaría la
sotana puesta y, en vez de una sotana, tendrías mil.
Eso es amar y vivir la propia consagración a Dios...
94
21. EL SIERVO DE YAHVÉ
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
95
de Cristo en el Altar, son también de un valor inmenso en la
presencia divina.
En la Iglesia hay muchos continuadores de la misión de
Jesús el Siervo de Yahvé.
Son aquellos que se unen generosamente con el sacrificio
de cada día ―lo mismo con la enfermedad que con el traba-
jo, con el deber costoso cumplido a cabalidad que con las
renuncias voluntarias― a la pasión y muerte salvadora de
Jesucristo.
Hablo al Señor Todos
Jesús humilde y paciente,
siempre dispuesto a hacer la voluntad del Padre.
Tú eres el ejemplo de nuestra actitud ante Dios.
Dame la humildad del corazón, la bondad, la piedad.
Yo me quiero unir a ti para salvar al mundo,
y al mundo solamente lo salvan los santos,
esos santos que, como Tú, saben ofrecerse a Dios
negándose a sí mismos y dándose a los hermanos
con sacrificio, con generosidad, con amor,
como te diste Tú en la Cruz y te das en el Altar.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Jesús, el Siervo, el Elegido, el Predilecto del Padre.
- Enséñame a hacer la voluntad del Padre.
Jesús, Hijo humilde y obediente de Dios.
- Enséñame a hacer la voluntad del Padre.
Jesús, Salvador manso y humilde de corazón.
- Enséñame a hacer la voluntad del Padre.
Jesús, hecho obediente hasta la muerte de cruz.
- Enséñame a hacer la voluntad del Padre.
Jesús, con cuyos dolores hemos sido salvados.
- Enséñame a hacer la voluntad del Padre.
Jesús, anunciador de la salvación a los pobres.
- Enséñame a hacer la voluntad del Padre.
Jesús, hecho servidor de todos nosotros.
- Enséñame a hacer la voluntad del Padre.
Jesús, Señor y Maestro que te pones el último de todos.
- Enséñame a hacer la voluntad del Padre.
Jesús, que das tu vida por la multitud de los pecadores.
- Enséñame a hacer la voluntad del Padre.
Jesús, tratado en tu pasión como un criminal.
- Enséñame a hacer la voluntad del Padre.
Jesús, Cordero inocente que nos redimes con tu sangre.
- Enséñame a hacer la voluntad del Padre.
Jesús, Víctima glorificada por el Padre en la Resurrección.
- Enséñame a hacer la voluntad del Padre.
Todos
Señor Jesús, manso, humilde y obediente de corazón, y
que me quieres como eres Tú. Enséñame a dominar mi or-
gullo, mi autosuficiencia, mi rebeldía, para glorificar al Padre
96
con mi obediencia y darme a mis hermanos con amor y sen-
cillez.
Madre María, Virgen sencilla y humilde, esclava del Se-
ñor, modelo de todos los hijos de la Iglesia en el servicio y
entrega total a Dios y a los hombres. Yo quiero ser como
Jesús y como Tú, para decir a Dios, ahora como en la hora
de mi muerte: ¡Que se haga siempre en mí tu voluntad!
En mi vida Autoexamen
En el mundo moderno surgen por doquier muchos mesías
prometiendo una salvación que no pueden dar. Y que ni
quieren dar. Porque ninguno de ellos acepta el plan de Dios,
de salvar por la cruz. No se salva matando, sino muriendo.
Así lo hizo Jesús, y Dios no cambia de planes... ¿Acepto yo
ser en mi propia vida como Jesús? ¿Cumplo la voluntad de
Dios, como actitud primera de quien quiere agradar al mismo
Dios? ¿Sé aceptar los pequeños sacrificios de cada día y
ofrecerlos en la Misa a Dios, en unión con Jesucristo, para la
salvación de muchos hermanos míos? ¿Recuerdo que esto
es lo que la Virgen nos pedía a todos en Fátima?...
Preces
Ante el Jesús de la Cruz, que sufre y muere por nosotros,
decimos con fe profunda:
Dios nuestro, por tu Hijo querido, ten piedad y perdona.
Señor Jesucristo, no lleves cuenta de nuestros delitos;
- sino mira lo que sufriste por nosotros y haz que tu san-
gre no resulte vana para los más necesitados de tu miseri-
cordia.
Ahora que, como premio de tu pasión y muerte, estás
sentado a la derecha del Padre todopoderoso;
- haz que todos los hombres alcancen por ti la salvación
que van buscando y no pueden encontrar sino en ti.
Cuando comemos tu Cuerpo y bebemos tu Sangre anun-
ciamos, Señor, tu muerte hasta que vuelvas;
- acepta el dolor de los enfermos, de los pobres y los
oprimidos como una participación en los sufrimientos con
que nos salvaste.
Señor Jesucristo, que nos esperas a todos en tu gloria;
- acoge a nuestros hermanos difuntos en tu gozo, y danos
tu bendición a los que te hemos hecho compañía en esta
Hora feliz.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, que aquí en la Eucaristía ocultas
tus esplendores bajo las apariencias humildes del pan y del
vino, para que nos acerquemos a ti sin miedo alguno. A ti
venimos, con alma abierta, y nos entregamos a Dios, como
una sola hostia contigo, para gloria del Padre en el Espíritu
Santo. Así sea.
__________
97
Recuerdo y testimonio...
El Padre Schruller, misionero entre los pieles rojas de
Idaho, en Norteamérica, nos cuenta su historia con el indio
Ciprá, que se ha hecho un corte en la mano al trabajar. Ante
el peligro de infección, le hace emprender un largo viaje en
busca del médico, el cual, ante la gravedad del caso, le
manda quedarse unos días para hacerle una cura radical,
antes de que se extienda la gangrena. Y el indio:
- No puedo detenerme. Mañana es Primer Viernes y ten-
go que ir con los demás de mi tribu a la Misión a recibir la
Comunión de manos del “vestidura negra”. Ya volveré des-
pués.
- Pero después será demasiado tarde, y habré de cortarte
la mano.
- No importa. Me cortarás la mano. Pero Ciprá no faltará a
la Comunión del Primer Viernes con los demás de la tribu.
No hubo manera de convencer a aquel indio cabezón.
Marchó. Recibió la Comunión del “vestidura negra”, como
llamaban al Padre con sotana, y, al volver, la cosa ya no te-
nía remedio.
- Ya te lo dije... Ahora es necesario amputarte tres dedos
al menos.
Y el cacique simpático:
- ¡Pues, corta los tres dedos, que no valen lo que una
Comunión!...
98
22. EL SACRIFICIO DE CRISTO
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
99
santo, que ofrece sacrificios espirituales gratos a Dios”
(1Pedro 2,5)
La Eucaristía será el memorial perpetuo de este sacrificio
de Cristo y también nuestro propio sacrificio, el de la Iglesia.
Al decirnos Jesús: “Tomen, mi cuerpo que se entrega.., mi
sangre que se derrama.., hagan esto como memorial mío”,
se nos da y se pone en nuestras manos para que lo ofrez-
camos y nos ofrezcamos con Él en un mismo sacrificio, que
rinde a Dios “todo honor y toda gloria”.
Hablo al Señor Todos
Con tu Sacrificio, Jesús, das toda gloria al Padre
y salvas al mundo entero.
Pero te pones también en mis manos
para que yo me ofrezca contigo a Dios.
Con este único sacrificio de la cruz y del altar,
Tú nos santificas a todos
y haces de nuestra vida pecadora
una vida santa, inmaculada, y llena de amor.
Gracias por el don de la Eucaristía,
que así nos hace a todos dignos de Dios.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Jesús, Sacrificio de la Nueva Alianza.
- Hazme, Señor, una hostia contigo.
Jesús, Víctima por los pecados del mundo.
- Hazme, Señor, una hostia contigo.
Jesús, Cordero sin mancha inmolado por nosotros.
- Hazme, Señor, una hostia contigo.
Jesús, que te ofreciste a impulsos del Espíritu Santo.
- Hazme, Señor, una hostia contigo.
Jesús, el gran glorificador del Padre.
- Hazme, Señor, una hostia contigo.
Jesús, Sacerdote, Víctima y Altar en el Calvario.
- Hazme, Señor, una hostia contigo.
Jesús, Víctima asumida con gloria en el Cielo.
- Hazme, Señor, una hostia contigo.
Jesús, que te ofreces cada día a Dios en tu Iglesia.
- Hazme, Señor, una hostia contigo.
Jesús, que unes nuestro sacrificio al tuyo.
- Hazme, Señor, una hostia contigo.
Jesús, que nos ofreces contigo al Padre.
- Hazme, Señor, una hostia contigo.
Jesús, que intercedes por nosotros siempre ante Dios.
- Hazme, Señor, una hostia contigo.
Jesús, sacrificio perenne de tu Iglesia en la Eucaristía.
- Hazme, Señor, una hostia contigo.
Todos
Señor Jesús, que, por tu generosidad sin límites, te ofre-
ciste a Dios como víctima pura e inocente por nosotros, los
verdaderos culpables, para salvarnos del pecado y de la
100
muerte eterna. Hazme vivir siempre en esa gracia y santidad
que nos mereciste con tus dolores en la Cruz.
Madre María, que asististe a Jesús en su sacrificio del
Calvario y te uniste a Él en una sola oblación a Dios. Dame
tu generosidad, Madre Dolorosa, para ofrecer a Dios todos
los sacrificios de mi vida, sabiendo que, al participar de los
dolores de Cristo, participaré también de los gozos de su
Resurrección.
En mi vida Autoexamen
Jesús predijo a la Samaritana que los verdaderos adora-
dores darían culto al Padre en espíritu y en verdad, y no en
un lugar determinado del mundo, sino en todas partes. Don-
dequiera que está Dios y esté yo, en todo lugar y a toda ho-
ra, mi vida, en unión con el sacrificio de Cristo, es un sacrifi-
cio de alabanza a Dios. ¿Vivo de hecho esta realidad cristia-
na? ¿Conservo mi cuerpo como una hostia pura, por la cas-
tidad guardada fielmente, por la austeridad en mis costum-
bres, por los sacrificios que sé ofrecer al Señor? ¿Sé perma-
necer en la cruz de mi deber, como una víctima voluntaria,
que Dios acepta siempre con agrado?...
Preces
Ante Jesucristo que muere por nosotros pidiendo perdón,
nosotros nos dirigimos a Dios con su misma palabra:
- Perdón, Padre, pues no sabíamos lo que hacíamos.
Queremos, Señor, estar junto a tu cruz como tu Madre
María,
- y así participar de tus dolores que nos salvan.
Haz que nuestras vidas, cuando se gastan en el cumpli-
miento de la voluntad del Padre,
- sean aceptadas como un solo sacrificio con el tuyo en la
cruz.
Que sostengas a los trabajadores mal remunerados, a los
enfermos, a los detenidos, a todos cuantos sufren,
- y sirva su sacrificio para ordenar el mundo en la justicia
y la paz.
Señor Jesucristo, antes de despedirnos de ti,
- te pedimos nos bendigas a nosotros aquí presentes, a
nuestras familias, a todos nuestros seres queridos, y acojas
a los difuntos en la paz de tu Reino.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, que perpetúas en el Altar tu sacri-
ficio de la Cruz. Nosotros queremos unirnos a ti en tu obla-
ción para glorificar plenamente contigo al Padre, para ayu-
darte con nuestra aportación a salvar al mundo, para expiar
nuestras propias faltas e infidelidades, y para llenarnos
abundantemente de toda tu gracia. Amén.
__________
101
Recuerdo y testimonio...
1. San Guillermo, Arzobispo de Bourges: “Cuando veo
que Jesucristo se ofrece sobre el altar como víctima a su
Eterno Padre, siento el mismo dolor que si le viese morir con
los brazos extendidos en la cruz sobre el Calvario”. Y San
Leonardo de Porto Maurizio: “Soy del parecer de que, si no
hubiéramos tenido el Santo Sacrificio de la Misa, ya hubiera
desaparecido el mundo por no poder soportar más el peso
de tantos pecados”.
2. San Miguel Febres Cordero, Hermano de La Salle,
ecuatoriano y pedagogo excepcional, que sabía muy bien lo
que era unir nuestro sacrificio al de Jesús, les propuso a los
niños sus alumnos: por cada pequeño sacrificio que hicieran
habían de tomar un grano de trigo y depositarlo en una ánfo-
ra grande que tenía preparada. Cuando se llenaba, molía
todo el trigo, confeccionaba hostias con la harina, y ellas
servían para la Misa en que todos comulgaban, después de
ofrecer la propia vida en una sola oblación con la de Cristo.
3. Preguntado el convertido Padre Liebermann sobre
cuál era la mejor manera de participar en la Misa, respondía:
“Sacrificándose, sacrificándose!”...
102
23. “QUE TOME SU CRUZ”
103
un fracaso amoroso, u otra contrariedad inevitable en la vida.
Pero llevamos generosamente nuestra cruz, unidos siempre
a Cristo. Entonces la cruz de la vida se nos hace ligera, por-
que primero la llevó Jesús y aún ahora la sigue llevando en
nosotros y con nosotros.
104
Madre María, que seguiste a Jesús hasta la cruz en el
Calvario. Tú eres el modelo de los que siguen a Jesús adon-
dequiera que Él va. Acompáñame en mi caminar, para que,
con tu ayuda, quiera llevar mi cruz con generosidad, sabien-
do que la cruz es el camino de la Gloria.
En mi vida Autoexamen
El dolor, el vencimiento propio, la contradicción, son ley
inevitable de la vida. Hablando en cristiano, son la cruz nues-
tra de cada día. De mí depende el sobrellevarlo todo a rega-
ñadientes, aguantando a más no poder, o el llevarlo como
una cruz bendita que me une ahora a los sufrimientos del
Señor y después a su gloria. ¿Qué escojo?... Sobre todo,
¿soy consciente de que esos pequeños o grandes sacrificios
de la vida son el aporte que yo puedo y debo llevar al Altar
cuando acudo a la celebración de la Eucaristía? Que no vaya
nunca a ella con las manos vacías, cuando me es tan fácil el
llevarlas llenas para gloria de Dios y mucho mérito mío...
Preces
Mirando la Cruz, necedad para los sabios y escándalo pa-
ra los ignorantes, nosotros descubrimos la sabiduría, la fuer-
za y el amor de Dios. Por eso decimos:
Enséñanos, Dios nuestro, a bendecir la Cruz salvadora.
Haz, Señor Jesús, que no nos dejemos engañar por las
apariencias del mundo que pasa,
- sino que nos afirmemos fuertemente en la roca donde se
levanta tu Cruz.
Al amar tu Cruz y nuestra propia cruz que llevamos conti-
go y por ti,
- danos la esperanza firme de que un día saldremos a su
encuentro cuando vengas glorioso con ella a juzgar al mun-
do.
Acepta, Señor Jesús, esta Hora que pasamos contigo,
- y nos dé fuerza y alegría para cumplir todos nuestros
deberes cristianos.
Acoge bondadoso a nuestros hermanos difuntos,
- y dales la paz y el descanso que les mereciste con tu
Cruz.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, memorial de la Pasión y Cruz que
sufriste por nosotros. Pensando en ti, ofreciéndonos contigo
en el Altar, recibiéndote en la Comunión y acompañándote
en tu Sagrario, sabremos llevar contigo la cruz que amoro-
samente nos ofreces. Que vives y reinas por los siglos de los
siglos. Amén.
__________
Recuerdo y testimonio...
1. El Señor pidió a Santa Margarita María: “En adelante,
todas las semanas, la noche del jueves al viernes, practica-
105
rás la Hora Santa, para hacerme compañía y participar en mi
oración del Huerto”.
2. El Padre Charles de Foucauld ha sido una figura
grande en la espiritualidad moderna. Internado voluntaria-
mente en lo más pobre y abandonado del desierto del Saha-
ra, su casa no pasa de ser un tugurio. Tiene el permiso de
guardar consigo el Santísimo Sacramento, y dispone su po-
brecita casa de manera que pueda reservar “con dignidad” la
Eucaristía, colocada sobre el humilde altar al final del estre-
cho pasillo. Una cortina sencilla separa el Sagrario de la me-
sa en que trabaja y el catre en que duerme. Al caer bajo las
balas asesinas el “Marabú blanco” sobre la arena, la Santa
Hostia fue encontrada junto al cadáver de su amigo, como
dando Jesucristo a entender que la amistad que los unía a
los dos ante el Sagrario se prolongaba mucho más allá de la
muerte...
3. San Pedro Julián Eymard compendia todos sus amo-
res en sólo estas palabras: “¡Un Sagrario..., y basta! ¡Jesús
está allí..., luego todos a Él!”.
106
24. “DENTRO DE TUS LLAGAS”
107
A esto añade San Juan Crisóstomo: “Cristo conservó las
llagas de su cuerpo para que en el día del Juicio den testi-
monio de su pasión contra los que niegan al Hijo de Dios
Crucificado”. ¿Qué excusa podrán presentar los condenados
al ver en estas llagas lo que Cristo hizo por ellos?...
Y con estas llagas aparece Jesús ahora ante los ojos de
mi fe aquí en el Sagrario. ¡Cuánto me amó Jesús! ¡Cómo me
aseguran estas llagas que me sigue amando y que no cesa
de interceder por mí ante el Padre!...
Hablo al Señor Todos
¡Dentro de tus llagas, escóndeme!
¡Cuántas veces te lo he dicho, Señor!
Ahora te lo digo con más convicción que nunca.
En estas llagas tuyas hallo yo mi refugio.
Dentro de ellas no temo la prueba y la tentación.
En ellas encuentro mi fuerza al sentirme débil.
En ellas, el estímulo en las luchas de la vida
En ellas, mi descanso en las fatigas.
En ellas, el lenitivo en mi dolor.
En ellas, la seguridad de mi salvación.
108
son mi esperanza. ¡Sálvame, Señor! Ellas son mi amor. ¡Haz
que te quiera, Señor!
Madre María, no podemos imaginar tu dolor cuando con-
templabas en el Calvario las llagas que destrozaron el cuer-
po de tu Jesús. Hago mías las palabras de ese himno tan
bello: “Clava en mí las llagas del Crucificado, divide conmigo
tus penas atroces”.
En mi vida Autoexamen
El Papa Inocencio VI escribió: “¿Qué cosa más saludable
que estas llagas, de las cuales procede nuestra salvación, y
en las cuales pueden curarse siempre las almas?”. Y el Pa-
dre Nieremberg dice emocionadamente: “¿Qué son esas
cinco llagas sino otras tantas bocas que están jurando que
Vos me amáis?”. Entonces, puedo y debo hacerme dos pre-
guntas. ¿Lavo con frecuencia las manchas de mi alma en la
Sangre que fluye de las llagas de Cristo, sobre todo en el
Sacramento de la Penitencia? ¿Puedo jurarle yo con mis
sacrificios a Cristo que le amo, lo mismo que Él me jura su
amor a mí?...
Preces
109
Recuerdo y testimonio...
1. Santa Coleta, al levantarse la Hostia en la consagra-
ción, vio a Jesús todo llagado, mientras decía “¡Padre! Mira
mis heridas, mi cuerpo desangrado, mis dolores y mi muerte.
¡Todo por los hombres pecadores! Que mi sacrificio no sea
en vano. ¡Sálvalos por mi amor, por mis dolores, por mis
espinas y por mis llagas!”.
2. Jesucristo imprime místicamente en nosotros sus cinco
Llagas, conforme a lo de Pablo: “Llevo grabadas en mí las
llagas de Jesús”. Lo expresó maravillosamente Santa Veró-
nica Giuliani al narrarnos cómo se le imprimieron a ella: “Vi
salir de las cinco Llagas de Jesús cinco rayos brillantes que
se dirigían hacia mí. Luego se convirtieron en pequeñas lla-
mas. En cuatro de ellas vi los clavos y en el quinto una lanza
de oro toda candente. La lanza me atravesó el corazón de
parte a parte, los clavos me atravesaron manos y pies. Sufrí
dolores indecibles y me sentí como transformada en Dios.
Luego que me quedé llagada, volvieron los rayos de luz otra
vez a las Llagas de Jesús”. En cada Comunión se reitera
místicamente en nosotros esta gracia, iniciada en el Bautis-
mo...
110
25. “SANGRE DE CRISTO, EMBRIÁGAME”
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
111
¡Sangre de Cristo, bebida de amor, preparada en amor,
derramada con amor, comunicada con amor en cáliz de
amor!... Es la bebida más confortadora, porque fue prensada
por el dolor más grande, probada por muchos como fuente
de fuerza, y por eso nos comunica a todos una fortaleza que
en nada ni en nadie más podemos encontrar.
Hablo al Señor Todos
Mi Señor Jesucristo, cuya Sangre preciosa
fue el precio de mi salvación. ¡Yo te adoro!
Y deseo abrevarme en ese torrente por donde fluye
la bebida que embriaga con todas las delicias del Cielo.
Quiero sorber en las llagas de tus pies, manos y costado
esa Sangre que contiene la Vida, el amor, y la fuerza
de quien me compró con tan alto precio para darme a Dios.
Sangre bendita de mi Señor Jesucristo, embriágame.
Sangre bendita de mi Señor Jesucristo, limpia mis manchas.
Sangre bendita de mi Señor Jesucristo, sálvame.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Jesús, autor de nuestra salvación.
- ¡Bendita sea tu preciosísima Sangre!
Jesús, que diste tu Sangre en precio de nuestro rescate.
- ¡Bendita sea tu preciosísima Sangre!.
Jesús, cuya Sangre nos reconcilia con Dios.
- ¡Bendita sea tu preciosísima Sangre!
Jesús, que con tu Sangre nos pacificas a todos.
- ¡Bendita sea tu preciosísima Sangre!
Jesús, que con tu Sangre limpias nuestras culpas.
- ¡Bendita sea tu preciosísima Sangre!
Jesús, por cuya Sangre tenemos acceso a Dios.
- ¡Bendita sea tu preciosísima Sangre!
Jesús, que nos das tu Espíritu cuando bebemos tu Sangre.
- ¡Bendita sea tu preciosísima Sangre!
Jesús, con cuya Sangre pregustamos las delicias del Cielo.
- ¡Bendita sea tu preciosísima Sangre!
Jesús, que nos das tu Sangre en la Eucaristía.
- ¡Bendita sea tu preciosísima Sangre!
Jesús, cuya Sangre es prenda del banquete eterno.
- ¡Bendita sea tu preciosísima Sangre!
Jesús, que nos vistes con tu Sangre como traje del Reino.
- ¡Bendita sea tu preciosísima Sangre!
Jesús, cuya Sangre proclama nuestro valor ante Dios.
Todos
Señor Jesús, dame de beber del torrente de tus delicias.
Tu Sangre preciosa apagará mi sed de amor. Tu Sangre
preciosa me lavará de toda mancha. Tu Sangre preciosa me
robustecerá en mi debilidad. Tu Sangre preciosa me asegura
la vida eterna. Señor, bendito seas por esa Sangre que de-
rramaste por mí.
Madre María, que viste fluir del cuerpo de Jesús esa
Sangre divina con que Él nos compró para Dios. Esa Sangre
112
fue lo que Jesús ofreció por ti a Dios para que fueras Inma-
culada y la Llena de Gracia. Haz que yo sea como Tú, Madre
bendita, ¡que responda al precio subido que Jesús pagó por
mí!
En mi vida Autoexamen
La Sangre de Cristo, precio de mi rescate, es un compro-
miso muy serio en mi vida. “Dios pedirá cuenta de la sangre
de Cristo a aquellos que no crean en Él”, dejó escrito San
Policarpo, uno de los Padres más antiguos de la Iglesia. Y a
mí me pedirá cuenta si llevo manchas en mi alma, cuando
tengo en mi mano detergente tan divino. Me pedirá cuenta si
muero de deshidratación espiritual, cuando puedo abrevarme
en el torrente que lleva la vida... ¿Me lavo con frecuencia en
la Sangre de Cristo, que se me da abundante en la Reconci-
liación? ¿Recibo con avidez la Sangre de Cristo en la Comu-
nión? ¿Invoco la Sangre de Cristo, deseándola con ansia
viva?...
Preces
Después que Jesucristo derramó su Sangre por todos,
hay muchos hombres y mujeres en el mundo que no lo co-
nocen, y hasta lo desprecian y persiguen. Nosotros pedimos
con fe:
Salva, Dios nuestro, a todos los que redimió tu Hijo Jesús.
Para que nuestra vida cristiana sea auténtica, digna del
valor altísimo que Jesús pagó por nosotros,
- danos, Dios nuestro, el responder al ideal que te trazas-
te sobre nosotros.
Para que la Sangre de Jesús apague la sed de sangre
que sienten tantos caínes modernos, que la derraman con
las guerras injustas, los asesinatos y la exterminación de
muchos inocentes,
- infunde, Dios nuestro, sentimientos de amor, de bondad
y de compasión en todos los hombres.
Para que perseveremos en el amor a tu Nombre, manifes-
tado en nuestra piedad para con tu Hijo Sacramentado,
- concédenos, Dios nuestro, amar cada día con más ardor
a tu Hijo Jesucristo.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, que en la Eucaristía nos das tu
Sangre preciosa para que nos embriague de gozo celestial.
Danos sed de ti, para que, al querer apagar nuestra sed, no
anhelemos otra bebida que esa divina que Tú nos das. Sólo
ella saciará nuestras ansias de amor, y sólo en ella encontra-
remos la salvación que anhelamos. Tú que vives y reinas por
los siglos de los siglos. Amén.
__________
Recuerdo y testimonio...
113
1. Monseñor Oscar Romero, el Arzobispo santo y mártir
que mezcló su sangre con la de Cristo en el mismo altar, le
decía en San Salvador al autor de este libro: “Ya ve, noso-
tros planeando medios y más medios para arreglar el mundo,
y el buen Papa Juan XXIII inculcándonos la devoción a la
Sangre de Cristo, y haciéndonos repetir en las alabanzas al
Santísimo: ¡Bendita sea su preciosísima Sangre!”...
2. Morir mártir Mons. Romero durante la Eucaristía, a
causa de su opción decidida por los pobres, fue para él una
gracia y para nosotros un aviso. Margarita de Beaune, jo-
vencita mística del siglo diecisiete, oyó de Jesucristo estas
palabras: “La mayoría de los hombres son tan crueles con-
migo que me escarnecen en la persona de mis pobres. No
sólo no se dignan dirigirme la palabra, sino que hasta evitan
volver hacia mí los ojos. A mi misma persona van dirigidos
tales desprecios”. Entonces la santa dirigía al Señor esta
plegaria: “Señor, da a los hombres la gracia de amar a los
pobres. Dales la gracia de comprender que son realmente
tus miembros. Hazles sentir que hay que amarlos de verdad
y tratarlos con dignidad. Ablanda los corazones de los ricos
para que amen a los pobres, nuestros hermanos. Los que
mendigan su sustento son, Señor Jesucristo, las niñas de tus
ojos”.
114
26. JESÚS, EL RESUCITADO
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
115
mente su palabra: “El que come mi carne y bebe mi sangre
tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día” (Juan
6,54). Porque, tal como San Ambrosio dice retadoramente a
los sepulcros voraces, “¿cómo va a morir aquél cuyo alimen-
to es la Vida?”...
Hablo al Señor Todos
¡La enhorabuena, Señor Jesús!
Tú has triunfado plenamente de todos tus enemigos.
Resucitado, brillas más que el sol en el Reino del Padre
y difundes tu Espíritu en la Tierra
para renovar todas las cosas
y hacer de nosotros una nueva creación.
¡Señor! Me alegro intensamente de tu gozo
y quiero vivir la vida nueva que Tú nos das.
Quiero que mi vida sea testimonio de tu Resurrección.
Rey celestial, dame parte en tu gloria. Amén.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Porque has salido triunfador del sepulcro.
- ¡Gloria a ti, Señor Jesús!
Porque has sido coronado de gloria por el Padre.
- ¡Gloria a ti, Señor Jesús!
Porque abres a todos los muertos las puertas del Cielo.
- ¡Gloria a ti, Señor Jesús!
Porque nos mereces y nos mandas el don del Espíritu.
- ¡Gloria a ti, Señor Jesús!
Porque ves derrotados a todos tus enemigos.
- ¡Gloria a ti, Señor Jesús!
Porque nos das la Paz, la Paz de tu Reino.
- ¡Gloria a ti, Señor Jesús!
Porque aniquilas el pecado y la muerte.
- ¡Gloria a ti, Señor Jesús!
Porque la muerte ya no te dominará jamás.
- ¡Gloria a ti, Señor Jesús!
Porque eres el Rey inmortal de los siglos.
- ¡Gloria a ti, Señor Jesús!
Porque eres nuestra vida y resurrección.
- ¡Gloria a ti, Señor Jesús!
Porque escondes nuestra vida en Dios.
- ¡Gloria a ti, Señor Jesús!
Porque nos haces gustar ya las delicias del Cielo.
- ¡Gloria a ti, Señor Jesús!
Todos
Señor Jesús, ¡aleluya, honor y gloria a ti por los siglos!
Los tronos de los reyes se derrumban, pero tu trono perma-
nece para siempre. Yo me gozo de tu gloria, y te pido con tu
apóstol Pablo que, habiendo resucitado contigo, contigo lleve
una vida escondida en Dios.
Madre María, ¡alégrate! Porque ese Hijo de tus entrañas,
resucitado, reina para siempre inmortal. Tus dolores de an-
tes, que fueron atrocísimos, se han convertido en alegrías
116
indecibles. Haz que mis penas de ahora sean el camino que
me lleve a una resurrección feliz.
En mi vida Autoexamen
La Resurrección de Cristo es mi resurrección propia. Yo
morí en el Bautismo al pecado para vivir la gracia de Dios. Y
muriendo ahora al pecado es como vivo la Resurrección de
Cristo en mí y me aseguro también la resurrección gloriosa
mía después de la muerte. ¿Vivo esta mística cristiana?
¿Lucho contra todos los enemigos que pretenden someter-
me de nuevo a una esclavitud ignominiosa? ¿Colaboro tam-
bién en la resurrección del mundo, trabajando según mis
fuerzas, pocas o muchas, para que triunfen la justicia, la paz
y el gozo del Señor Resucitado en todos mis hermanos que
sufren?...
Preces
Cristo Resucitado vive para siempre. Un mundo nuevo ha
comenzado con Él. Por eso le decimos a Dios:
Queremos vivir la vida nueva, que es vida eterna.
Por los cristianos que viven tristes y sin ilusión, rogamos:
- que todos descubran que el mensaje de Cristo es una
proposición de vida, de amor, de alegría y de esperanza.
Por los pueblos en desarrollo, a fin de dejen atrás la es-
clavitud injusta de un vivir pobre,
- y logren una vida digna de la resurrección de Cristo, que
renovó todas las cosas.
Por nosotros mismos, que creemos tan firmemente en la
presencia del Resucitado en la Santa Hostia,
- para que el Señor conserve y acreciente nuestra fideli-
dad inquebrantable.
Por nuestros queridos difuntos,
- que todos ellos, Señor, terminada pronto su purificación,
gocen de los esplendores de tu Resurrección gloriosa.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado: Tú, el Resucitado, el Jesús del
Cielo, estás aquí ahora, con nosotros, como prenda segura
de nuestra propia resurrección. ¡Que te amemos! ¡Que viva-
mos contigo y por ti! ¡Que seas la ilusión de nuestra vida
entera! ¡Que seas Tú, sólo Tú, el gran amor de nuestros co-
razones! Así sea.
__________
Recuerdo y testimonio...
1. Principios de la revolución comunista. El marxismo le-
ninista organiza un mitin imponente. Se suceden los orado-
res en la tribuna, y los organizadores se figuran que tienen
ganada la causa entre los oyentes silenciosos. Un hombre
viejo, pero lleno de vigor, se adelanta decidido, sube al es-
117
trado y lanza con fuerza el saludo que el pueblo cristiano
ruso se dirige en la Pascua de Resurrección: “¡Cristo vive! -
¡Cristo vive!".
Aquella masa de gente, enardecida, corea la consigna
valiente: “¡Cristo vive! Cristo vive!”... Setenta años largos de
catacumbas no lograron matar al Jesús que se escondía en
los Sagrarios de Rusia...., abiertos hoy de nuevo para mani-
festar a todos que el Resucitado aún sigue vivo.
2. El Rey Alfonso XII visita Andalucía y alaba con entu-
siasmo el vino tan exquisito ofrecido por un buen aldeano,
que replica al ilustre visitante:
- Pues, Majestad, aún tengo otro vino mejor.
- ¿Y para cuando lo guardas? ¿Esperas otra ocasión más
propicia que ésta de tu Rey?
- Sí, Majestad. Ese vino se guarda para Dios. Ese vino lo
doy sólo para la Misa, para que se convierta en la Sangre del
Señor, el Rey del Cielo y de la Tierra...
118
27. JESÚS, EL ASCENDIDO AL CIELO
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
119
“¡Volverá!”, dijeron los Ángeles a los apóstoles que mira-
ban embobados a las alturas.
Volverá, visible y glorioso al final del mundo. Para noso-
tros, “vuelve” cada día cuando se nos pone en el Altar y se
queda escondido en su Sagrario.
Hablo al Señor Todos
Señor Jesús, hecho Hombre como nosotros,
ahora elevas nuestra naturaleza al Cielo
para hacernos partícipes de tu divinidad.
Nos inclinamos ante ti, y te proclamamos:
¡Cristo Jesús, Tú eres el Señor!
Los coros del Cielo y los coros de la Tierra
entonamos todos jubilosos a una voz:
“Al Cordero que está en el trono,
alabanza, honor y gloria,
y el imperio por los siglos de los siglos”.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Señor, vencedor con el triunfo más noble.
- Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Señor, que te subes gloriosamente al Cielo.
- Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Señor, que te llevas contigo a todos los justos.
- Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Señor, que te sientas a la derecha del Padre.
- Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Señor, a quien se someten todos los Ángeles.
- Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Señor, centro del Universo y Rey de los siglos.
- Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Señor, que reinas ya para no morir jamás.
- Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Señor, que vives intercediendo por nosotros.
- Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Señor, que arrastras contigo nuestros corazones.
- Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Señor, que repartes a manos llenas tus dones.
- Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Señor, que subes para enviarnos tu Espíritu Santo.
- Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Señor, que te has ido para prepararnos una morada.
- Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Todos
Señor Jesús, al considerar tu gloriosa Ascensión, sólo sé
recordarte que te fuiste al Cielo a prepararme una estancia
para mí. Espero que un día me lleves a tu Gloria. Y haz que
tenga firme mi corazón allí donde están los gozos verdade-
ros.
Madre María, que te llenaste de gozo inmenso al ver a tu
Jesús ascender triunfante a la Gloria. Haz que yo viva ya en
120
la Tierra aquellas realidades celestiales, como Tú, Madre,
que tuviste fijo el Corazón allí donde estaba Jesús, centro
único de tu amor.
En mi vida Autoexamen
Tengo que hacer mío lo de Pablo: Si Dios, con la resu-
rrección de Jesús, me ha “conresucitado con Cristo y me ha
hecho sentar ya con Cristo en los cielos”, debo “buscar las
cosas del cielo, no las de la tierra”. ¿Y qué hago yo? ¿No
vivo siempre con mucho apego a tonterías de acá, que ni
van ni vienen, sin pensar en el Jesús del Cielo, ni en el Jesús
que está conmigo aquí en la Eucaristía, esperándome en su
Sagrario e ilusionado por venir a mí en la Comunión, ni en el
Jesús de los hermanos para hacer algo por Él?... Jesús, Tú
eres el centro del Universo, ¿por qué no eres también el cen-
tro de mi vida entera?...
Preces
Aclamamos alegres a Jesucristo, que se sentó a al dere-
cha del Padre, y le decimos:
Tú eres el Rey de la gloria, Cristo Jesús.
Señor Jesucristo, que con tu ascensión has glorificado la
pequeñez de nuestra carne elevándola hasta las alturas del
cielo,
- purifícanos de toda mancha y devuélvenos nuestra anti-
gua dignidad.
Tú, Señor Jesús, que por el camino del amor descendiste
hasta nosotros,
- haz que nosotros, por el mismo camino del amor, as-
cendamos hasta ti.
Señor nuestro Jesucristo, que con nuestro corazón y
nuestro deseo vivamos ya en el cielo,
- donde nos esperas para glorificarnos con la misma glo-
ria tuya, después de haber trabajado por ti, en la dilatación
del Reino y haciendo el bien a los hermanos.
Sabemos que un día volverás triunfador para juzgar al
mundo,
- haz que podamos contemplarte misericordioso en tu ma-
jestad, junto con nuestros hermanos difuntos, para los que te
pedimos el descanso eterno.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, que estás con nosotros aquí en la
Tierra tan realmente presente como lo estás en el Cielo.
Haznos vivir de ti, para que, cuando nos llames, contemple-
mos cara a cara, con felicidad inenarrable, lo que ahora des-
cubrimos con la fe en este augusto Sacramento. Que vives y
reinas por los siglos de los siglos. Amén.
__________
Recuerdo y testimonio...
121
1. San Antonio María Claret, agotado por el sufrimiento
y por las tareas del Concilio Vaticano I, se centra del todo en
Jesús: “Mis pensamientos, afectos y suspiros se dirigen al
Cielo. No hablaré‚ ni escucharé‚ sino cosas de Dios y que me
lleven al Cielo. Deseo morir y estar con Cristo y con María,
mi dulce Madre. Los miembros tienden a unirse con su cabe-
za, el hierro al imán, y yo a Jesús. Deseo unirme a Él en el
Sacramento y en el Cielo”.
Es lo mismo de Ignacio de Loyola allí en Roma, cuando
contemplaba entre lágrimas suaves el firmamento tachonado
de estrellas: “¡Oh, qué triste me parece la tierra cuando con-
templo el cielo!”...
2. Napoleón, preso en Santa Elena: “Yo he enardecido a
millares y millares que murieron por mí. Pero ahora estoy
aquí, atado a una roca, ¿y quién lucha por mí?... ¡Qué dife-
rencia entre mi miseria y el reinado de Cristo, que es predi-
cado, amado y adorado por todo el mundo y vive por siem-
pre!”...
122
28. JESÚS, EL SEÑOR
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
De la carta de San Pablo a los Colosenses. 1, 15-
20.
Jesús es imagen del Dios invisible, primogénito de
toda criatura; porque por medio de él fueron creadas
todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisi-
bles, Tronos, Dominaciones, Principados y Potestades;
todo fue creado por él y para él. Él es anterior a todos,
y todo se mantiene en él. Él es también cabeza del
cuerpo: de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito
de entre los muertos, y así es el primero en todo. Por-
que en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y
por él quiso reconciliar consigo todos los seres: los del
cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de
su cruz. - Palabra de Dios.
“¡Señor mío y Dios mío!”, exclamó Tomás al ver las llagas
del Resucitado (Juan 20,28). Y San Pablo nos dirá que “na-
die puede decir: Jesús es Señor sino con la fuerza del Espíri-
tu Santo” (1Corintios 12,3). ¿Por qué?... “Señor” es e1 nom-
bre trascendente de Dios. Decir que Jesús es “Señor” es
confesarlo DIOS: Dios-Salvador-Señor. No podemos decir de
Jesús nada más grande. Es lo que cantamos con el antiquí-
simo himno cristiano: “Porque solo Tú eres Santo, solo Tú
Señor, solo Tú Altísimo, Jesucristo”.
Jesús, mientras estuvo en el mundo, ocultó los esplendo-
res de la Divinidad bajo la condición de un cuerpo mortal.
Pero, una vez resucitado, fue constituido “Señor”, sentado a
la derecha del Padre, con igual poder y majestad que Dios.
San Pablo pudo escribir: a los de Filipos: “Toda lengua con-
fiese que Jesucristo es Señor en la gloria del Pa-
dre”(Filipenses 2,11)
Ésta fue también la confesión de Esteban, el primer mártir
de la Iglesia: “Veo los cielos abiertos y a Jesús a la diestra
de Dios” (Hechos 7,56). Incluso antes de morir y resucitar,
Jesús se dio a Sí mismo este título sagrado: “Ustedes me
llaman el Señor, y dicen bien, pues lo soy” (Juan 13,13)
Esto lo dijo Jesús después de haber lavado los pies a los
apóstoles en la Última Cena. Y antes les había dicho: “Todos
ustedes son hermanos” (Mateo 23,8). Con ello quedaba bien
claro y para siempre que en la Iglesia somos todos iguales y
servidores del único que manda y es el dueño, Jesús, El Se-
ñor.
Ahora en la Eucaristía, Jesús oculta también los esplen-
dores de la Divinidad y de su Cuerpo glorificado. Pero nues-
tra fe adivina toda la Majestad que le circunda, adorado y
cantado por los Ángeles que le hacen guardia permanente.
123
Nosotros hacemos lo mismo, como lo muestra el canto euca-
rístico nuestro más tradicional:
“Cantemos al Amor de los amores, cantemos al SEÑOR.
Dios está aquí. Venid, adoradores, adoremos a Cristo Re-
dentor. ¡Gloria a Cristo Jesús! Cielos y tierra, bendecid al
SEÑOR!”...
Es lo mismo de los apóstoles Judas y Pedro: Jesús, “el
único Dueño y Señor nuestro. A él la gloria y el poder por los
siglos eternos”... (Judas 4; 1Pedro 5,11)
Hablo al Señor Todos
¡Señor mío Jesucristo! ¡Cuántas veces te llamo así!...
Pero yo quisiera que esta palabra, “Señor”
no fuera una expresión baldía de mi lengua,
y ni tan siquiera un sentimiento vacío del corazón.
Quisiera ―y dame Tú la gracia para conseguirlo―
que fuera una realidad en todos los actos de mi vida.
Que seas Tú el dueño de mi amor.
Que seas Tú el dueño de mis sentimientos.
Que seas Tú el dueño de todas mis acciones.
Que nada sea mío y todo sea tuyo, ¡Señor!...
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Jesús, Dios de Majestad infinita.
- ¡Tú solo Señor, Tú solo Altísimo, Jesucristo!
Jesús, único Dios y Señor, con el Padre y el Espíritu Santo.
- ¡Tú solo Señor, Tú solo Altísimo, Jesucristo!
Jesús, que, siendo Señor, viviste como siervo de todos.
- ¡Tú solo Señor, Tú solo Altísimo, Jesucristo!
Jesús, que te humillaste hasta la muerte de cruz.
- ¡Tú solo Señor, Tú solo Altísimo, Jesucristo!
Jesús, que ascendiste como Señor a la derecha del Padre.
- ¡Tú solo Señor, Tú solo Altísimo, Jesucristo!
Jesús, ante cuyo nombre se inclinan el Cielo y la Tierra.
- ¡Tú solo Señor, Tú solo Altísimo, Jesucristo!
Jesús, aclamado por los Ángeles como su Señor.
- ¡Tú solo Señor, Tú solo Altísimo, Jesucristo!
Jesús, Rey de reyes y Señor de los que dominan.
- ¡Tú solo Señor, Tú solo Altísimo, Jesucristo!
Jesús, único Señor entre nosotros tus hermanos.
- ¡Tú solo Señor, Tú solo Altísimo, Jesucristo!
Jesús, Señor, a quien servir es reinar.
- ¡Tú solo Señor, Tú solo Altísimo, Jesucristo!
Jesús, constituido Señor de vivos y muertos
- ¡Tú solo Señor, Tú solo Altísimo, Jesucristo!
Jesús, Señor y dueño de la Historia y del Universo.
- ¡Tú solo Señor, Tú solo Altísimo, Jesucristo!
Todos
Señor Jesús, que moriste y resucitaste para ser el Señor
de vivos y muertos, y en vida y en muerte Tú eres mi Señor.
Yo quiero pertenecerte sólo a ti. Sé Tú, Jesús, el único due-
ño de mi existencia, ahora en la Tierra, mañana en la Gloria.
124
Madre María, Madre del que es el Señor del Universo. Tú
te declaraste esclava del Señor, y al Señor Jesús, siendo hijo
tuyo, le serviste con amorosa humildad. Enséñame a servir a
Jesús, en su Persona con mi alabanza, y en los hermanos
con las obras de un amor sincero. Sólo así será Jesús el
Señor de mi vida.
En mi vida Autoexamen
Me resulta fácil ―con la gracia del Espíritu― confesar
que Jesús es “Señor”. Lo repito con la fe de Tomás, y con
más fe que él: “¡Señor mío y Dios mío!”. Pero debo hacerlo
con el testimonio de las obras, más que con el de las pala-
bras. Jesús, para la salvación de mis hermanos, necesita mi
colaboración. ¿Me presto a su servicio?... Jesús me dice que
Él es el único Señor y que todos nosotros somos hermanos.
¿Les sirvo a ellos, como lo haría con el mismo Jesús en su
Persona?... En mi profesión, en mi cargo, en mi relación con
los demás, ¿soy consciente de que no soy superior a nadie,
porque es Jesús, el Señor, el único que manda?...
Preces
El Padre ha puesto todas las cosas en manos de Jesús, y
lo ha constituido “Señor” del Universo. Nosotros le decimos:
Señor Jesucristo, guíanos siempre hacia ti.
Que la Iglesia, sometida siempre a Jesucristo el Señor,
- sea la servidora de todos para llevar a todos hacia Jesu-
cristo.
Que los pueblos de la tierra, sus gobernantes y todos los
ciudadanos, acepten a Jesucristo como Señor,
- y reconozcan que los derechos de Jesucristo son im-
prescriptibles, aunque no quitan nada a los derechos que
Dios ha dado a la sociedad.
Que los pueblos ricos no acaparen las riquezas que son
de todos, y sabiendo que Dios quiere el bienestar de todos
sus hijos,
- no opriman a los pueblos en desarrollo, sino que los
ayuden a alcanzar una vida digna de Jesucristo, el Señor de
todos los hombres.
Que Dios nos bendiga a los que en esta Hora le hemos
adorado como Señor nuestro,
- y dé también el descanso a los fieles difuntos.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, aquí en la Hostia divina te acla-
mamos mil veces como Señor. Te aclamamos “¡Señor!” con
todo el corazón, Tú lo sabes. Pero te lo queremos demostrar,
sobre todo, con nuestra fidelidad a la Misa, a la Comunión y
al Sagrario. Esto quieres Tú de nosotros. Y en esto quere-
mos demostrar el humilde servicio que prestamos a nuestro
Señor en la Eucaristía. Así sea.
__________
125
Recuerdo y testimonio...
1. Jesús se aparece al santo Padre José Surín, jesuita, y
le hace ver que ya tiene “un espíritu nuevo y un alma nueva,
que era como el alma de su alma, de modo que veía en sí
mismo a Jesús como un segundo YO”. De tal modo se trans-
formó el bendito Padre en Jesucristo, que un día su rostro se
cambió en el rostro del Señor.
2. “¡Y así estaremos siempre con el Señor!”, escribe San
Pablo pensando en la vuelta de Jesucristo. Pero algunos
santos han interpretado de manera muy bella ya durante
esta vida ese “estar siempre con el Señor”..
Por ejemplo, el Obispo Beato Manuel González, gran
apóstol de la Eucaristía, que dirigía a Jesús esta chispeante
jaculatoria: “Corazón de Jesús, hazme tan chico, que pueda
entrar por el agujero de la llave de tu Sagrario, y, ya dentro,
tan grande que no pueda salir nunca”.
O como el famoso jesuita Padre Petit que, ancianito y en-
fermo, ya no podía ir a la capilla, y le encargaba a su Ángel
Custodio: “Jesús está completamente solo en el Sagrario.
Vete, y dile de mi parte que le amo”.
126
29. LAS LLAGAS GLORIOSAS DE CRISTO
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
127
¡Qué enriquecedoras serían nuestras visitas al Sagrario,
aunque no hiciéramos otra cosa que agarrar las manos de
Jesús y besarlas sin cansarnos! ¡Qué alegría le daríamos a
su Corazón divino si no apartáramos nuestros labios de la
herida de su costado!
Como Tomás en el cenáculo, o como la de Magdala aga-
rrando los pies del Señor ante el sepulcro vacío, en las llagas
de Cristo tenemos el sostén de nuestra fe y los desahogos
de nuestro corazón.
Hablo al Señor Todos
Cristo Jesús, invitado por ti como Tomás,
meto mis dedos dentro de tus llagas gloriosas,
las beso con amor, y no quiero soltar esos pies
que me buscaron y esas manos que me abrazan.
Me meto por la herida de tu costado
y me encierro dentro de tu Corazón.
Él es mi perdón, mi refugio y el jardín ameno
donde gusto todas las delicias de tu amor.
Cristo Jesús, yo creo firmemente sin ver, y soy dichoso
al fiarme sólo de ti, que tienes palabras de vida eterna.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Jesús, el de las cinco llagas gloriosas.
- ¡Señor mío y Dios mío!
Jesús, que fuiste llagado por nuestra salvación.
- ¡Señor mío y Dios mío!
Jesús, que mostraste tus llagas a los apóstoles.
- ¡Señor mío y Dios mío!
Jesús, que ofreciste tus llagas a Tomás.
- ¡Señor mío y Dios mío!
Jesús, que presentas por mí tus llagas al Padre.
- ¡Señor mío y Dios mío!
Jesús, que me invitas a besar tus llagas.
- ¡Señor mío y Dios mío!
Jesús, que me ofreces tus llagas como un refugio.
- ¡Señor mío y Dios mío!
Jesús, que por tus llagas dejas escapar tu Espíritu.
- ¡Señor mío y Dios mío!
Jesús, que muestras tus llagas como puertas del Cielo.
- ¡Señor mío y Dios mío!
Jesús, que ofreces tus llagas como lugar de descanso.
- ¡Señor mío y Dios mío!
Jesús, que por tus llagas sacias mi sed de Dios.
- ¡Señor mío y Dios mío!
Jesús, que por tus llagas me das toda tu gracia.
- ¡Señor mío y Dios mío!
Todos
Señor Jesús, escóndeme dentro de tus llagas benditas,
pregoneras de tu amor inmenso y testigos de lo mucho que
sufriste por mí. Ellas son mi defensa contra el enemigo, jar-
128
dín delicioso para mi descanso y fuentes del agua viva que
apaga mi sed.
Madre María, que besaste tan amorosamente las llagas
de tu Hijo resucitado, más que cualquiera de los discípulos y
amigos. Enséñame a esconderme en esos agujeros miste-
riosos de los que mana toda la vida de Dios, para enrique-
cerme con ella sin medida.
En mi vida Autoexamen
Las Llagas de Cristo no son una simple devoción. San
Antonio María Claret las llamaba: “mi mayor devoción”. Son,
más que todo, un compromiso de fe, de confianza, de amor.
Si creo en ellas, que me sueltan el Espíritu, ¿me acerco a las
mismas en el Jesús del Sagrario, para beber a torrentes la
Gracia?... Si confío en su fuerza, ¿me meto dentro de ellas
en la tentación, como dentro de un refugio antinuclear, impe-
netrable para el enemigo?... Si amo a Cristo, ¿acepto su
invitación a acercarme sin temor a besarlas, para embria-
garme de gozo celestial?...
Preces
Cristo Jesús es para nosotros el Sacerdote eterno y el
Mediador que intercede siempre por nosotros ante el Padre,
mostrándole sus llagas abiertas por nuestra redención. Le
decimos:
Señor Jesús, ruega por nosotros, y sálvanos.
Señor Jesucristo, por los que creen que van a triunfar en
sus ideales humanos y hasta venideros fiándose en sus pro-
pias fuerzas;
- nosotros te pedimos que miren tus llagas, crean en ellas,
y comprendan que sólo con fe en ti podrán triunfar en la vida
y alcanzar su salvación eterna.
Señor Jesucristo, te pedimos por aquellos hermanos
nuestros que practican una religión puramente superficial;
- haz que vivan una fe profunda y convencida, que crean
aunque no vean, porque sólo así serán dichosos, al fiarlo
todo de ti.
Señor Jesucristo, te pedimos por los hermanos que su-
fren, los pobres, los enfermos, los sin trabajo y sin hogar;
- que sus llagas ahora sangrantes se conviertan, por la
ayuda nuestra y por tu gracia, en llagas un día gloriosas co-
mo las tuyas.
Señor Jesucristo, antes de marchar de tu presencia be-
samos tus Llagas benditas,
- y por ellas te pedimos también el descanso para nues-
tros queridos difuntos.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, nos acercamos reverentes a ti,
que nos ofreces tus llagas gloriosas. Las besamos ahora con
fe una por una, y con más mérito que Tomás, con el mismo
129
amor con que un día las besaremos, ya sin velos, en la Glo-
ria celestial. Así sea.
__________
Recuerdo y testimonio...
1. Santa Gema Galgani oye la voz de Jesús:
- Ven, Gema, acércate y besa mis llagas.
Y Gema:
- Señor, ¿por tan poquitas cosas como hago por ti, Tú me
concedes consuelo tan grande?
Las besó una por una. Pero al llegar a la del costado, no
pudo resistir más y cayó desmayada al suelo.
2. ¿Dónde esconder nuestro nombre propio y el de nues-
tros seres queridos mejor que en el Corazón de Cristo?... El
finísimo escultor francés Hipólito Flandrin, talla la imagen
de Cristo Crucificado para la iglesia de San Pablo en la ciu-
dad de Nimes. De momento, nadie cayó en la cuenta. Pero
después se descubrió cómo en la llaga del costado estaban
inscritos con letras delicadísimas los nombres de sus padres,
hermanos y amigos... ¿Se asegura su salvación quien a sí
mismo se inscribe en esta página de la llaga más amorosa
de Cristo?...
130
30. JESÚS Y SU ESPÍRITU SANTO
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
131
El Espíritu Santo nos empuja hacia la Eucaristía para
avanzarnos en la tierra lo que será nuestra vida del Cielo: un
estar siempre con el Señor. Porque, al ir al Sagrario, vivimos
ya en fe lo mismo que viviremos en gloria. Estamos aquí con
el mismo “Cristo que está sentado a la derecha de Dios”, y
así pasamos “escondida con Cristo en Dios” nuestra vida de
hombres en la tierra (Colosenses 3,1-3)
Hablo al Señor Todos
Cristo Jesús, que estás en mí por tu Espíritu,
regalo espléndido que me has merecido
con tu muerte y tu resurrección.
Tú me lo sigues dando especialmente
cuando vienes a mí por la Sagrada Comunión
o cuando me encuentro contigo en tu Sagrario.
Por Él me haces santo con tu misma santidad.
Guárdame tu Espíritu en mi corazón.
Hazme dócil a sus inspiraciones
para que viva lleno de su gozo y de su paz.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Amor del Padre y del Hijo en el seno de la Trinidad.
- ¡Ven, Espíritu Santo!
Regalo que nos han hecho el Padre y el Hijo.
- ¡Ven, Espíritu Santo!
Tú, que nos das el amor filial de Jesús al Padre.
- ¡Ven, Espíritu Santo!
Tú, que nos has hecho templos vivos tuyos.
- ¡Ven, Espíritu Santo!
Tú, que eres la gracia derramada en nuestros corazones.
- ¡Ven, Espíritu Santo!
Tú, que oras continuamente dentro de nosotros.
- ¡Ven, Espíritu Santo!
Tú, que nos haces llamar ¡Padre! a Dios.
- ¡Ven, Espíritu Santo!
Tú, que nos enseñas a orar cuando nosotros no sabemos.
- ¡Ven, Espíritu Santo!
Tú, que nos iluminas con toda la verdad.
- ¡Ven, Espíritu Santo!
Tú, que nos enriqueces con tus dones sagrados.
- ¡Ven, Espíritu Santo!
Tú, que nos haces producir frutos de santidad.
- ¡Ven, Espíritu Santo!
Tú, que nos llevas a la unión definitiva con Cristo.
- ¡Ven, Espíritu Santo!
Todos
Señor Jesús, gracias por el regalo del Espíritu Santo, con
el que me has sellado para la vida eterna. Haz que Él me
ilumine con toda su verdad para conocerte a tí, para conocer
al Padre. Que me abrasen sus llamas, para amar a Dios con
el mismo amor con que Dios me ama a mí.
132
Madre María, llena del Espíritu Santo y Esposa suya
amantísima. Atrae siempre al Espíritu a mi corazón como lo
atrajiste con tu oración sobre los Apóstoles, reunidos contigo
en la intimidad del Cenáculo. Que Él me santifique, como te
santificó a ti, y me llene de celo ardiente por la gloria de Dios.
En mi vida Autoexamen
Por el Espíritu que se posesionó de mí, ya no soy propie-
dad mía, sino del Señor. Mis labios deben ser por la oración
un incensario siempre encendido y humeante. Mi cuerpo, un
santuario bello por su pureza inmaculada. Mi ocupación, con-
tentar a este Huésped divino sin contristarle nunca. Por la
fuerza del Espíritu, mis anhelos han de fijarse en el Cielo, no
en la tierra, porque ya no puedo suspirar sino por unirme a
mi Señor Jesucristo. Entonces el Espíritu me llevará siempre
a la Eucaristía, que es Cristo presente con nosotros. Y la
Eucaristía, a su vez, acrecentará siempre el Espíritu en mí.
¿Vivo así la Eucaristía: la Misa, la Comunión, el Sagrario?...
Preces
Dios nos da por Jesucristo el Espíritu Santo, que nos llena
de todo bien. Nosotros le pedimos:
Padre, danos tu Espíritu de amor.
Por la Iglesia, templo del Espíritu, para que con una
evangelización ardorosa, renueve la faz del mundo,
- y reúna a todos los pueblos en una misma lengua, en
una misma fe, la traída y enseñada por Jesucristo.
Para que todas las naciones de la tierra gocen de los do-
nes del Espíritu,
- la libertad, la paz, el respeto a todas las personas, y pa-
ra que en todas abunde el pan de cada día sin que nadie
padezca necesidad.
Por nuestra comunidad, por nuestro grupo, que se reúne
en el nombre del Señor Jesús,
- para que sienta siempre lo que el Espíritu pide a todos y
cada uno, en orden a la santificación propia y al bien de la
Iglesia.
Por nosotros mismos, para que en el gozo y en la tristeza,
en el quehacer de cada día, y en las pruebas cuando nos
sobrevengan,
- sepamos disfrutar la alegría en el Espíritu, Padre de los
pobres y dador de todos los dones del Cielo.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, presente Tú aquí, atesoras al Es-
píritu Santo y lo das copiosamente al que te lo pide. Lléna-
nos de Él cada vez que venimos a visitarte. Déjalo que se
escape de tus llagas gloriosas para que nos llene de su luz y
nos convierta en una hoguera de fuego abrasador. Que vives
y reinas por los siglos de los siglos.
__________
133
Recuerdo y testimonio...
1. Revolución española de 1868. Las Religiosas Domini-
cas de un convento de Sevilla se ven obligadas a trasladarse
al monasterio de las Cistercienses, cuya abadesa queda
sorprendida de la grandeza de alma y finura espiritual de una
de sus huéspedes, Sor Bárbara de Santo Domingo, aman-
tísima de Jesucristo y siempre apegada al Sagrario, ante el
que tiene todas sus delicias. Intrigada, pregunta al Padre
Confesor de las Dominicas en qué escuela había sido for-
mada Sor Bárbara. La respuesta fue lacónica:
“Sor Bárbara ha sido educada en la escuela del Espíritu
Santo”.
134
31. EUCARISTÍA Y TRINIDAD
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
135
La Eucaristía, al darnos a Jesús, “en quien habita toda la
plenitud de la Divinidad” (Colosenses 2,9), nos une de modo
especialísimo con la Trinidad Santísima, porque toda la Vida
de Dios, trasvasada al Cuerpo de Cristo, se adentra en noso-
tros y nos invade por completo.
Y ante el Sagrario, y con Jesús en nuestras manos, po-
demos decir igual que en la Misa: “¡Por Cristo, a ti, Dios Pa-
dre, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda glo-
ria!”...
Hablo con el Señor Todos
Mi Señor Jesucristo, que, al hacerme uno contigo,
me metes en la vida íntima del mismo Dios
y me haces gozar ya en la tierra lo que en el Cielo
será mi felicidad eterna. Tú estabas siempre en el Padre,
amándoos los dos sin cesar en el Espíritu Santo.
Y, asimismo, me haces a mí amar a ese Dios, Uno y Trino,
que vive en mi corazón y se hace especialmente mío
cuando te recibo a ti en la Sagrada Comunión.
¡Gracias, Señor, por la infinita benignidad de un Dios
que me da la misma vida y la misma gloria suya!
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Dios Uno y Trino, misterio de amor.
- ¡Quédate conmigo, Señor Dios!
Trinidad Santa, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
- ¡Quédate conmigo, Señor Dios!
Padre Eterno, Padre nuestro celestial.
- ¡Quédate conmigo, Señor Dios!
Hijo de Dios, Cristo Jesús, Señor.
- ¡Quédate conmigo, Señor Dios!
Señor Espíritu Santo, huésped de nuestro corazón.
- ¡Quédate conmigo, Señor Dios!
Plenitud de la Divinidad, que moras en Jesús.
- ¡Quédate conmigo, Señor Dios!
Jesús, que nos has revelado al Padre y al Espíritu Santo.
- ¡Quédate conmigo, Señor Dios!
Jesús, que nos haces hijos de Dios en ti.
- ¡Quédate conmigo, Señor Dios!
Jesús, que nos das el Espíritu Santo.
- ¡Quédate conmigo, Señor Dios!
Espíritu Santo, que nos haces templos tuyos.
- ¡Quédate conmigo, Señor Dios!
Trinidad Santísima, gozo verdadero del corazón.
- ¡Quédate conmigo, Señor Dios!
Trinidad Santísima, Tú serás nuestra gloria eterna.
- ¡Quédate conmigo, Señor Dios!
Todos
Señor Jesús, Tú nos revelaste al Padre y, resucitado,
nos diste el Espíritu Santo para que permanezca siempre
con nosotros. Guárdanos en la Gracia Divina, tesoro de teso-
136
ros con que nos enriqueces en este mundo y nos das como
causa y medida de la gloria celestial.
Madre María, la llena de gracia, la Hija predilecta del Pa-
dre, la Madre verdadera del Hijo y la Esposa más querida del
Espíritu Santo. Te llamamos la Madre de la Divina Gracia,
porque nos diste a Cristo, fuente de la Gracia de Dios.
¡Guárdanos siempre el tesoro divino que llevamos dentro!
En mi vida Autoexamen
“Sería la peor de las criaturas si yo supiera que no estoy
en gracia de Dios”, respondió Santa Juana de Arco al ser
juzgada por hechicera y hereje. La gracia es la vida de la
Trinidad metida en mí, y perderla por el pecado es un suici-
dio. Por otra parte, si toda obra buena la acrecienta en noso-
tros, es una imprudencia ser flojos en el servicio del Señor. Y
si la Eucaristía es el aumento de la gracia más extraordinario
que podemos pensar, ¿no seríamos unos necios si nos jugá-
ramos la Misa por apatía, si comulgáramos poco o fríamente,
si no visitáramos al Señor con la frecuencia que podemos?...
Preces
En el bautismo fuimos sellados con el Espíritu Santo, que
el Padre nos envió, merecido por Jesucristo con su pasión y
muerte redentoras. Con gozo grande le decimos a Dios:
¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!
Por la Iglesia, para que proclame ante todo el mundo el
amor de un Padre que nos ama a todos los hombres por
igual. Rogamos:
- Señor Dios nuestro, escúchanos.
Por los judíos y musulmanes, que creen en el mismo Dios
que nosotros, para que un día descubran y acepten al único
Dios en Tres Personas. Rogamos:
- Señor Dios nuestro, escúchanos.
Por las familias cristianas, para que vivan el amor, la fide-
lidad, la obediencia y el respeto mutuo como signo de la in-
timidad de la Trinidad adorable. Rogamos:
- Señor Dios nuestro, escúchanos.
Por nosotros aquí presentes ante el Señor Sacramentado,
para que en la Eucaristía descubramos cada día más al Dios
Uno y Trino que se nos da por Jesús Sacramentado. Roga-
mos:
- Señor Dios nuestro, escúchanos.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, Tú nos haces vivir en la Eucaristía
la vida de la Trinidad con una sobreabundancia para noso-
tros incomprensible. Llénanos de Dios cuando vengas a no-
sotros. Átanos a tu Sagrario, para atarnos más y más al Dios
que en nosotros habita en toda su plenitud y que se vuelca
del todo en nuestros corazones. Que vives y reinas por los
siglos de los siglos. Amén.
137
__________
Recuerdo y testimonio...
1. Concurso de Catecismo en una diócesis muy grande,
de tres millones de habitantes. Todas las Parroquias y todos
los Colegios Católicos de Barcelona rivalizan por los prime-
ros premios. ¿Quién será el campeón?... A los diez semifina-
listas se les dirige la pregunta: “¿Quién está en el Santísimo
Sacramento?”. La respuesta es unánime entre nueve: “En la
Santa Hostia está Jesucristo, con su Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad”. Todos están conformes, menos uno, que respon-
de: - “¡La Santísima Trinidad! Porque si Jesucristo es Dios, y
Dios no hay más que uno, donde está Jesucristo están tam-
bién el Padre y el Espíritu Santo”.
La Presidencia, entonces: - “¡Pasa al primer puesto!”...
Y un gran aplauso acompañaba al Prelado cuando impo-
nía la banda en el pecho del triunfador...
2. San Juan de la Cruz, el Doctor Místico, celebraba
siempre que podía, en los días permitidos por la Liturgia, la
Misa votiva de la Santísima Trinidad. Algún curioso le pre-
gunta un día:
- ¿Por qué escoge siempre la Misa de la Santísima Trini-
dad?
Y el Santo, rápido y con buen humor:
- Porque la tengo por la mayor Santa del Cielo...
138
32. EL CORPUS CHRISTI
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
139
tar. Creemos, y lo recibimos en la Comunión. Creemos, y lo
acompañamos en su Sagrario. Creemos, y hoy lo paseamos
triunfalmente por nuestras calles, para que bendiga nuestros
pueblos, nuestras casas, a nuestras familias y a todos los
conciudadanos nuestros, creyentes y no creyentes, llevando
a todos su salvación...
Hablo al Señor Todos
Señor Jesucristo, el manso y humilde de Corazón,
hoy quieres que te tributemos un honor espléndido,
digno de tu majestad infinita. Lo que en el Jueves Santo
nos impiden hacer las lágrimas por tu Pasión,
hoy se nos convierte en gozo desbordante.
Nosotros queremos agradecerte en este día
el amor inmenso que te movió en la Última Cena
a quedarte Sacramentado hasta el fin del mundo.
Aquí estamos, Señor, mirándote, amándote,
y unidos a toda la Iglesia que hoy te aclama jubilosa.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Jesús, Dios cercanísimo que moras entre nosotros.
- ¡Honor y gloria a ti, Rey de la Gloria!
Jesús, Pan de los Ángeles, hecho Pan de los hombres.
- ¡Honor y gloria a ti, Rey de la Gloria!
Jesús, Amor de los amores, Dios que estás aquí.
- ¡Honor y gloria a ti, Rey de la Gloria!
Jesús, manso y humilde, que aceptas nuestros homenajes.
- ¡Honor y gloria a ti, Rey de la Gloria!
Jesús, desconocido del mundo y vivo para los creyentes.
- ¡Honor y gloria a ti, Rey de la Gloria!
Jesús, Hostia pura de nuestros Altares.
- ¡Honor y gloria a ti, Rey de la Gloria!
Jesús, alimento nuestro en la comunión.
- ¡Honor y gloria a ti, Rey de la Gloria!
Jesús, Amigo nuestro en la intimidad de tu Sagrario.
- ¡Honor y gloria a ti, Rey de la Gloria!
Jesús, Rey amoroso en el esplendor de nuestras Custodias.
- ¡Honor y gloria a ti, Rey de la Gloria!
Jesús, que gozas con nuestras flores y nuestros cantos.
- ¡Honor y gloria a ti, Rey de la Gloria!
Jesús, reconocido por la fe viva que nos infundes.
- ¡Honor y gloria a ti, Rey de la Gloria!
Jesús, a quien esperamos ver sin velos en la Gloria.
- ¡Honor y gloria a ti, Rey de la Gloria!
Todos
Señor Jesús, que en este admirable Sacramento te has
quedado presente Tú mismo para que nos sea un imposible
olvidarnos de ti. Haz que yo viva pendiente de tu presencia
adorable, para corresponder con amor al amor inmenso que
has derrochado al darte en Pan de Vida y al hacerte el com-
pañero de nuestra peregrinación.
140
Madre María, en cuyo seno se amasó el Pan celestial que
ahora nos comemos en la Comunión. Tú, que en la primitiva
Iglesia eras comensal asidua cuando los Apóstoles de Jesús
partían el Pan, enséñame a tener hambre de este manjar del
Cielo y a hacer compañía al Jesús que se queda en el Sa-
grario.
En mi vida Autoexamen
La crítica de hoy en la Iglesia ha hecho que muchos cató-
licos dejen de lado el culto solemne y clamoroso al Señor
Sacramentado. Ciertamente, que Dios quiere ante todo
nuestro culto íntimo, serio, más que el que se queda en sim-
ples y vanas exterioridades. Pero, ¿quiere decir esto que
está mal el homenaje espléndido y sincero que tributamos al
Señor en la Eucaristía?... ¿Soy yo de esos que no participan
en las solemnidades por creerlas de gente vulgar o poco
preparada?... ¿No coopero a la alegría del culto con mis can-
tos, las flores y el entusiasmo que derrochan los pobres y
sencillos, que suelen ser los mayores amantes de Jesús?...
Preces
Cristo nos invita a todos a su cena, en la cual entrega su
Cuerpo y su Sangre para la vida del mundo. Nosotros le de-
cimos ahora:
Cristo, Pan celestial, danos la vida eterna.
Cristo, maná del cielo, que haces que formemos un solo
cuerpo todos los que comemos del mismo pan,
- refuerza la paz y la armonía de todos los que creemos
en ti.
Cristo, médico celestial, que por medio de tu Pan nos das
un remedio de inmortalidad y una prenda de resurrección,
- devuelve la salud a los enfermos y la esperanza viva a
los pecadores.
Cristo, Rey venidero, que mandaste celebrar tus misterios
para proclamar tu muerte hasta que vuelvas,
- haz que participen de tu resurrección todos los que han
muerto en ti.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, Pan de los Ángeles y Pan nuestro
celestial, que te nos das como prenda del banquete del
Reino y que permaneces con nosotros día y noche en tu
Sagrario. Nosotros queremos vivir de ti para que nos llene la
vida de Dios. Jesús, si nuestra fe te ve ahora oculto en los
velos sacramentales, que un día te veamos cara a cara en
los esplendores de la Gloria. Así sea.
__________
Recuerdo y testimonio...
1. Es conocida la ilusión que la procesión del Corpus le
causaba a Santa Teresa del Niño Jesús: “Me encantaban
141
sobre manera las procesiones del Santísimo Sacramento.
¡Qué dicha sembrar flores al paso de Dios! Pero antes de
dejarlas caer, las lanzaba lo más alto que podía; y cuando
mis rosas deshojadas tocaban la sagrada custodia, mi felici-
dad llegaba al colmo”. Un alma tan escogida tuvo que sentir
algo muy especial al recibir por primera vez a Jesús. “Mi Pri-
mera Comunión ha quedado grabada en mi vida como un
recuerdo sin nubes... El más hermoso de los días, fue una
jornada de Cielo... No me cansaba de repetir interiormente
las palabras de San Pablo: “¡Ya no vivo yo; es Jesús quien
vive en mí!”...
2. El Profesor Clot Bay, fundador de la Facultad de Medi-
cina en Egipto, va por las calles de Marsella acompañado
por un grupo de discípulos y topan con el sacerdote que lleva
el Viático. Bay se detiene y hace una profunda inclinación,
que suscita el comentario de un alumno descreído:
- ¿Pero, usted cree que el Todopoderoso puede estar en
las manos de un sacerdote?
A lo que contesta el insigne Profesor:
- Sí, lo creo. Ustedes sólo conocen el poder de Dios, pero
no su amor.
142
33. “HE AQUÍ EL CORAZÓN”
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
143
mos a todos nuestros hijos en Cristo a practicar con entu-
siasmo esta devoción”.
¿Por qué? Precisamente porque nos lleva a la Eucaristía
y nos hace beber con abundancia las aguas de la salvación.
Eucaristía y Corazón de Jesús son dos términos insepara-
bles.
Hablo al Señor Todos
Señor Jesucristo, el del Corazón más amante.
¿Cómo corresponderé yo a tu amor inmenso, infinito?...
Si amor con amor se paga, Tú no quieres más que amor.
Aquí tienes mi corazón. Tómalo, tuyo es.
Pequeño cuanto quieras, pero me entrego sin límites.
Con un amor afectivo: ¡Te quiero, Jesús!
Pero, más que todo, con un amor efectivo,
el que dice: ¿qué quieres de mí, Señor?
Tú has hecho todo por mí. Yo haré todo por ti también.
¡Todo por ti, Corazón Sacratísimo de Jesús!
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Corazón de Jesús, abrasado en amor nuestro.
- Inflama mi corazón en tu amor.
Corazón de Jesús, el corazón más amante.
- Inflama mi corazón en tu amor.
Corazón de Jesús, que me amaste con amor eterno.
- Inflama mi corazón en tu amor.
Corazón de Jesús, que por mí te hiciste hombre.
- Inflama mi corazón en tu amor.
Corazón de Jesús, cuya vida fue todo amor.
- Inflama mi corazón en tu amor.
Corazón de Jesús, todo humildad y mansedumbre.
- Inflama mi corazón en tu amor.
Corazón de Jesús, que moriste por amor a mí.
- Inflama mi corazón en tu amor.
Corazón de Jesús, que en el Cielo eres todo amor por mí.
- Inflama mi corazón en tu amor.
Corazón de Jesús, que te das a mí en la Eucaristía.
- Inflama mi corazón en tu amor.
Corazón de Jesús, que mendigas mi amor.
- Inflama mi corazón en tu amor.
Corazón de Jesús, que me pides confiar siempre en ti.
- Inflama mi corazón en tu amor.
Corazón de Jesús, cuyo amor no falla nunca.
- Inflama mi corazón en tu amor.
Todos
Señor Jesús, que, al mostrarnos tu Corazón, nos sigues
diciendo: “Permanezcan en mi amor”. Yo te amo, ya lo sé.
Pero quiero amarte mucho más. Si Tú de amor mueres por
mí, yo moriré de amor por ti. Por mi entrega a ti, y a mis
hermanos por ti, haz que toda mi vida sea un ininterrumpido
acto de amor.
144
Madre Maria, cuyo Corazón estuvo siempre íntimamente
unido al Corazón de Cristo, tu Hijo, hasta formar los dos un
solo e indiviso corazón. Enséñame el amor. Hazme amar
intensamente al Corazón Divino, para que, amándole a Él, y
como Él a Dios y al hermano, llegue a la perfección a la que
el Señor me destina.
En mi vida Autoexamen
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús es bella, muy
bella, y santificadora por demás. Pero podría yo llevarme a
engaño. No debo detenerme en un símbolo hermoso: ¡dice
tanto un corazón!... Debo mirar toda la vida de Jesús y su
Persona bajo el prisma de su vida íntima: de su amor. Pero
el amor es entrega, es sacrificio, es abnegación, es darse sin
reserva. Por algo el Corazón Divino de Jesús aparece coro-
nado por la cruz, rodeado de espinas y traspasado por la
lanza ¿Valoro lo que debe ser mi vida por Cristo?...
Preces
Dios quiso que su Hijo, colgado del madero, fuese traspa-
sado por la lanza para dejar abierta la puerta de su Corazón.
Nosotros le decimos:
Derrama sobre todos tu gracia y tu misericordia.
Por todos los hombres, para que sepan ver en el Corazón
de Cristo el signo más grande del amor de Dios que los quie-
re salvar.
- Que ninguno desespere, sino que confíen en su Salva-
dor.
Por los que no creen, para que reconozcan en la Iglesia,
nacida del costado de Cristo, el sacramento universal de su
salvación.
- Que la Iglesia les muestre a todos el verdadero rostro de
Cristo.
Por los pobres, los enfermos, los detenidos, los que viven
sin trabajo, los alejados de su patria, para que en su dolor y
en su dificultad adivinen al Corazón que los ama.
- Y que nosotros seamos las manos de Cristo para ayu-
darles siempre.
Por todos los bautizados, para que participando conscien-
te, piadosa y activamente en los sacramentos, en especial la
Eucaristía, se llenen de la vida de Dios.
- Y que correspondan al amor de Cristo que los llama y
los espera.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, por la Comunión de cada día y por
el trato íntimo que nos dispensas en el Sagrario, Tú te haces
un solo corazón con nosotros. Eres nuestro Dios, nuestro
Salvador y nuestro Hermano. Te adoramos, dulcísimo Cora-
zón de Jesús, aquí presente. Inflama nuestros corazones en
145
el amor divino en que te abrasas. Tú que vives y reinas por
los siglos de los siglos. Amén.
__________
Recuerdo y testimonio...
1. Santa Matilde acaba de comulgar. Y ve cómo el Señor
le saca del pecho el corazón, lo derrite y lo derrama en el
suyo propio, mientras dice: “Así quiero yo que todos los co-
razones se hagan uno con el mío”.
2. El Obispo mártir de Barcelona, Manuel Irurita, es lle-
vado ante el tribunal popular del comité revolucionario y le
preguntan si celebra la Misa.
- “Sí. Ni un solo día he dejado de celebrarla. Y si me lo
permiten, también lo haré aquí. El mundo se sostiene por la
Santa Misa”.
Era el Obispo que, siendo profesor, decía a sus alumnos
de Teología:
- “Tengan confianza en el Corazón de Jesús, que, aunque
sea tirándoles de los pelos, Él los meterá en el Cielo por más
que ustedes no quieran”.
3. Santa Gema Galgani, a Jesús Sacramentado: “Si aquí
abajo el bien causa tanto placer, ¿cuánto más deleite no
causarás Tú, Jesús, que eres el Rey de todos los bienes?
Sólo Tú sacias, sólo Tú haces puros, sólo Tú haces inmacu-
lados a los que viven en ti, porque Tú habitas en ellos”.
146
34. JESÚS, EL TRANSFIGURADO
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
147
Así debemos ver a Jesús en la Eucaristía. Oculto bajo los
velos sacramentales, está aquí, sin embargo, con el mismo
esplendor que en el Cielo, y diciéndonos de continuo: ¡Ani-
mo! ¡Adelante! En medio de sus luchas, miren con los ojos
de la fe mi gloria. Conmigo están en la prueba, y conmigo
estarán en el premio. Con ustedes estoy en su lucha, y pron-
to ustedes estarán en la dicha de mi victoria...
Hablo al Señor Todos
Como Pedro, te digo casi fuera de mí:
“¡Qué bien se está aquí, Señor!”.
Pero el Tabor lo debo dejar para después.
Ahora he de subir a Jerusalén contigo
que te diriges hacia el Calvario,
donde nos hemos de encontrar los dos,
cada uno clavado en su propia cruz.
Amo la esclavitud de mi deber
y de mi cruz de cada día.
Así, sólo así, conquistaré tu propia gloria.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Porque quiero, Señor, contemplar un día tu gloria.
- Hazme, Jesús, como Tú.
Porque el Padre me predestinó a ser imagen tuya.
- Hazme, Jesús, como Tú.
Porque el Padre me eligió pensando en ti.
- Hazme, Jesús, como Tú.
Porque el Padre me quiere glorificar contigo.
- Hazme, Jesús, como Tú.
Porque me ilusiona tener un día tu misma gloria.
- Hazme, Jesús, como Tú.
Porque el Bautismo me llenó de Dios.
- Hazme, Jesús, como Tú.
Porque la Comunión mete en mí toda tu vida.
- Hazme, Jesús, como Tú.
Porque me nutro con tu Cuerpo glorificado.
- Hazme, Jesús, como Tú.
Porque al comulgar soy una sola cosa contigo.
- Hazme, Jesús, como Tú.
Porque estoy contigo en una misma cruz.
- Hazme, Jesús, como Tú.
Porque quiero mantenerme firme hasta el fin.
- Hazme, Jesús, como Tú.
Porque quiero que el Padre se complazca en mí.
- Hazme, Jesús, como Tú.
Todos
Señor Jesús, iniciador y consumador de nuestra fe, que
nos revelas la gloria que nos espera si seguimos tus pasos
sin desmayar. Sostén mi fe, mi esperanza y mi caridad. Que
ellas me guíen hasta tu morada celestial a través de todas
las vicisitudes del mundo.
148
Madre María, que te sacias en el Cielo con la gloria de tu
Hijo el nacido en un pesebre y el muerto en una cruz. Ensé-
ñame a seguirle como Tú en las pruebas y en los sacrificios
y deberes de cada día para gozar después, en una dicha sin
fin, de la vida eterna que Él me tiene preparada.
En mi vida Autoexamen
La gloria del Tabor enfrentó a Jesús con la cercana ago-
nía de Getsemaní y los horrores de la cruz. Y no se tiró para
atrás, estimulado por esa gloria que le ofrecía el Padre para
después de la lucha... ¿Soy yo igual que el Maestro y el Ca-
pitán que va delante?... ¿No tengo fe en la promesa de Dios,
cuando me brinda una gloria que será mía con toda seguri-
dad?... ¿Retrocedo ante cualquier sufrimiento, pequeño o
grande? Ante mis deberes, quizá costosos, ¿me quejo, los
rehuyo, no los acepto como la cruz mía, que me configura
ahora con Cristo paciente, para configurarme después con el
Cristo glorioso?...
Preces
Mientras contemplamos gozosos al Señor Jesucristo,
transfigurado tan gloriosamente en el Tabor, le decimos su-
plicantes:
Te alabamos y damos gracias, Señor Dios nuestro.
Para que todos los bautizados tengamos conciencia de
nuestra dignidad de hijos e hijas de Dios, y Dios pueda decir,
como de Jesús, que en nosotros tiene todas sus complacen-
cias,
- Señor, haz que nuestra vida sea como la vida de Jesús.
Para que nos convenzamos todos de que sólo siguiendo
a Jesús con la cruz se llega a la gloria de la resurrección,
- haz, Señor Dios nuestro, que nos abracemos genero-
samente cada día con todos nuestros deberes cristianos.
Para que todos los que sufren: los pobres, los enfermos,
los desterrados..., miren la gloria futura que Dios les guarda,
- y no se desanimen en la lucha de cada día.
Para que nosotros, los creyentes que en la Eucaristía nos
encontramos con el mismo Jesús del Tabor, pedimos:
- que sepamos vivir firmes en una esperanza que no nos
engaña.
Le pedimos a Dios que a nuestros hermanos difuntos les
llene de los esplendores del Señor Jesucristo resucitado,
- y gocen de la gloria que han merecido con sus buenas
obras y la bondad misericordiosa de Dios.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, tu Carne glorificada es prenda de
resurrección y estímulo poderoso y fuerza para la lucha.
Haznos comensales constantes del banquete del Reino. Así
esa gloria tuya, que ahora nos entusiasma, como entusiasmó
a los Apóstoles del Tabor, será nuestra para siempre en la
Casa del Padre. Así sea.
149
__________
Recuerdo y testimonio...
1. Renty, seglar santo, se pasaba siempre varias horas
delante del Santísimo. Y un amigo:
- Pero, ¿qué haces ahí tanto tiempo?
- ¡Ahí es donde se ensancha mi espíritu; ahí descansa; y
ahí es donde encuentra siempre nuevos bríos para luchar sin
desanimarse!...
2. Eduardo Manning, protestante, recorre pesaroso y an-
gustiado las calles de Roma. Entra en la iglesia católica de
San Luis de los Franceses, y contempla la paz con que ora
ante la Custodia una mujer pobre e ignorante. El sabio y rico
doctor inglés, que no cree en la Eucaristía, se emociona y
exclama:
- ¡De cuánta paz se ve inundada el alma delante de ti,
Señor!
Buen conocedor del Evangelio, le parece estar oyendo
una voz celestial:
- “¡Éste es mi Hijo muy amado! ¡Escúchale!”...
Eduardo se rinde a la gracia, abraza el catolicismo, y llega
a ser sacerdote y obispo, ¡el futuro y célebre Cardenal Man-
ning!...
150
35. JESUCRISTO REY
Reflexión bíblica Lector, o guión para el que dirige
151
radiomensaje al Congreso Eucarístico Internacional de Bue-
nos Aires:
“Cristo, Rey eucarístico, vence; Cristo, Rey eucarístico,
reina; Cristo, Rey eucarístico, impera; Cristo, Rey eucarísti-
co, triunfa”.
Hablo al Señor Todos
Mi Señor Jesucristo, Rey de todo y de todos,
Rey de mi corazón, único dueño de mi alma, de mi mente,
de todas mis fuerzas, de todo mi ser, ¡yo te amo!
Te amo, sobre todo, en el Sacramento de tu amor,
en el que centras tu reinado de amor
para los tuyos que militamos aún en la tierra.
Si me glorío de militar bajo tus banderas,
mi servicio lo manifestaré trabajando por el Reino,
en el apostolado, en la justicia, en la caridad y la paz,
siempre más y más, siempre con más ardor, ¡por ti, mi Se-
ñor!
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Señor, Rey eterno y universal.
- Cristo Jesús, ven y vive en mí.
Señor, Rey Creador de todas las cosas.
- Cristo Jesús, ven y vive en mí.
Señor, Rey que nos conquistaste con tu Sangre.
- Cristo Jesús, ven y vive en mí.
Señor, iniciador y consumador del Reino de Dios.
- Cristo Jesús, ven y vive en mí.
Señor, a quien todas las cosas están sometidas.
- Cristo Jesús, ven y vive en mí.
Señor, que un día volverás como Rey triunfador.
- Cristo Jesús, ven y vive en mí.
Señor, que cerrarás la Historia como dueño de todo.
- Cristo Jesús, ven y vive en mí.
Señor, que eres Rey de justicia, de amor y de paz.
- Cristo Jesús, ven y vive en mí.
Señor, que reinas entre nosotros desde tu Sagrario.
- Cristo Jesús, ven y vive en mí.
Señor, Rey que nos pides fidelidad absoluta.
- Cristo Jesús, ven y vive en mí.
Señor, a quien servir ya es reinar.
- Cristo Jesús, ven y vive en mí.
Señor, Rey que serás nuestro premio y gozo eternos.
- Cristo Jesús, ven y vive en mí.
Todos
Señor Jesús, que me admites, como una honra, a traba-
jar por ti en la extensión y consolidación de tu reinado,
amándote a ti en tu divina Persona, amándote a ti en mis
hermanos y trabajando por ti en ellos. Dame generosidad.
Dame ardor. Dame ilusión. Por un Rey como Tú, ¡vale la
pena vivir y morir!
152
Madre María, Reina que compartes con Jesucristo tu Hijo
su reinado universal y eterno. Alcánzame la gracia que ne-
cesito para distinguirme, con verdadera gloria, como soldado
fiel, en el servicio de Jesucristo, mi Rey y Señor, trabajando
con ardor por Él y por mis hermanos.
En mi vida Autoexamen
“Ya sabéis cuál es la ley de la bandera ―decía a un gru-
po de jóvenes el Papa Pío XI―, o no se levanta, o, si se le-
vanta, se muere por ella”. Muy bonito y muy exigente. Es
muy fácil entusiasmarse por Cristo Rey en nuestros tiempos,
ante el ejemplo arrollador de tantos mártires que han caído
bajo las balas gritando ¡Viva Cristo Rey!... Pero, ¿sé decir
eso cada día en la realidad de la vida? ¿Lo digo ante cual-
quier sacrificio que me exige el deber para con mi Rey? ¿Lo
digo, venciendo mi pereza, cuando se trata de trabajar por el
Reino? ¿Lo digo cuando Él me llama desde su Sagrario, y yo
no tengo ganas de ir a hacerle un ratito de guardia?...
Preces
Señor Jesucristo, nosotros te confesamos Rey del Uni-
verso, y te pedimos con ansia viva:
Venga a nosotros tu Reino, Señor.
Muchos pueblos de los que Tú redimiste vagan dispersos
por el mundo, sin fe y alejados de Dios;
- congrégalos a todos bajo tu mando amoroso.
Señor Jesús, Tú eres nuestro guía y nuestro pastor;
- guarda con solicitud especial a los hermanos más nece-
sitados: a los pobres, a los enfermos, a los descarriados, a
los desanimados, a los que andan perdidos sin esperanza, y
dales a todos tu paz.
Un día, Señor Jesús, vendrás a juzgar al mundo;
- haznos a todos unos fieles seguidores tuyos para que
merezcamos contarnos entre las ovejas de tu derecha.
Tu Iglesia, Señor, es signo y dispensadora de tu paz;
- haz que sus pastores sean fieles administradores de los
bienes eternos que les confiaste.
A nuestros hermanos difuntos,
- llévalos a la luz de tu Reino glorioso.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, que en el Sagrario tienes tu cuar-
tel general para los que aquí militamos bajo tus banderas
gloriosas. Que en él encontremos el valor que necesitamos
para trabajar por ti, para guardarte fidelidad, para no des-
animarnos nunca, sabiendo que estás con nosotros ayudán-
donos en la lucha para ser después nuestro premio. Que
vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
___________
Recuerdo y testimonio...
153
1. Caso muy conocido de servicio al Rey Jesucristo en su
Sagrario. Un soldado de la guarnición de Orleans se escapa
cada día del cuartel a la catedral en el tiempo libre, se ade-
lanta hasta el presbiterio, y, en posición de firme, permanece
inmóvil ante el Señor. Lo encuentra así un oficial:
- ¿Que haces aquí?
- Mi capitán, hago guardia al Señor. El rey la tiene en su
palacio de París, y al Rey del Cielo no se la hace nadie.
2. En agosto de 1936 el joven Antonio Molle Lazo, de 21
años, cae en manos de los rojos, que le cortan las dos ore-
jas, le clavan gruesos clavos en los ojos y le machacan fe-
rozmente la nariz. Se desangra poco a poco, sin dejar de
gritar hasta morir: ¡Viva Cristo Rey!
El muchacho va camino de los altares...
Como el joven sacerdote Julio Bescós. Los rojos le dicen
burlones ante las gentes curiosas de la calle, camino de la
muerte: - Canta ahora aquello de ¡Guerra, guerra contra Lu-
cifer!...
En el campo, le tiran la primera descarga: - ¿Te duele?
Ahora mismo te curamos. ¿No tienes nada que decir?
- Sí, tengo que decir algo: ¡Viva Cristo Rey!
154
36. CRISTO EUCARISTÍA Y SU IGLESIA
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
155
ración a Cristo, establecida en el Bautismo mediante el don
del Espíritu”.
Los que comulgamos no podemos admitir entre nosotros
más que una sola fe, un solo amor, una sola oración.
Todos nos unimos entonces en la única Iglesia de Cristo,
en la que tenemos la prenda más segura de nuestra salva-
ción, a la vez que encontramos en ella el amor mutuo, que
se hace todo para todos...
Hablo al Señor Todos
Señor Jesucristo,
que pediste al Padre antes de morir:
“¡Que todos sean UNO!”.
Hazme vivir la fe de tu única Iglesia.
Hazme vivir en el amor y unión con mis hermanos.
Hazme vivir con ellos en comunión continua de oración.
Que, al celebrar la Eucaristía,
sienta cómo se consolidan mi fe, mi piedad y mi amor,
para vivir en plenitud la vida de la Iglesia
hasta que tenga la dicha de morir en su seno.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Jesús, que nos unes a todos en un solo cuerpo.
- Hazme fiel a tu Iglesia, Señor.
Jesús, que nos alimentas con el Pan vivo de tu Cuerpo.
- Hazme fiel a tu Iglesia, Señor.
Jesús, que en la Eucaristía nos haces un solo cuerpo.
- Hazme fiel a tu Iglesia, Señor.
Jesús, que eres el Pan que nos une a todos tus miembros.
- Hazme fiel a tu Iglesia, Señor.
Jesús, que nos unes a todos en una misma fe.
- Hazme fiel a tu Iglesia, Señor.
Jesús, que nos congregas a todos en una misma plegaria.
- Hazme fiel a tu Iglesia, Señor.
Jesús, que eres con tu Cuerpo el lazo de nuestro amor.
- Hazme fiel a tu Iglesia, Señor.
Jesús, que nos pides y exiges la unión en la Iglesia.
- Hazme fiel a tu Iglesia, Señor.
Jesús, que en la Eucaristía nos llenas a todos de Gracia.
- Hazme fiel a tu Iglesia, Señor.
Jesús, que en la Eucaristía acrecientas nuestra unión conti-
go.
- Hazme fiel a tu Iglesia, Señor.
Jesús, que en la Eucaristía eres la alegría de tu Iglesia.
- Hazme fiel a tu Iglesia, Señor.
Jesús, que en la Eucaristía eres la prenda de la vida eterna.
- Hazme fiel a tu Iglesia, Señor.
Todos
Señor Jesús, Cabeza de tu Iglesia y lazo de unión que
nos estrecha a todos. Yo quiero formar un solo corazón y
una sola alma con mis hermanos, pues todos somos miem-
156
bros tuyos. Haz que yo conserve siempre el amor a todos,
pues siempre participo de tu Cuerpo en la Comunión.
Madre María, corazón y alma de aquel corazón que for-
maba la Iglesia en torno a los Apóstoles de Jesús. Consér-
vame en la fidelidad más absoluta a la fe cristiana, para que
amando a mis hermanos, hijos tuyos, y perseverando con
ellos en la “Fracción del Pan”, sea yo siempre un miembro
vivo de la Iglesia santa.
En mi vida Autoexamen
Ser miembro de la Iglesia significa comprometerse con la
Eucaristía. Y recibir la Eucaristía significa comprometerse a
vivir robustamente la fe de la Iglesia, la oración constante y
comunitaria, y el amor más estrecho con todos los herma-
nos. ¿Vivo estas exigencias? ¿Soy constante, como los pri-
meros cristianos, en recibir la Comunión, sin jugármela nun-
ca, sobre todo en el domingo? En la Misa, ¿rezo y canto con
entusiasmo dentro de la asamblea del Pueblo de Dios, y sigo
después en oración personal e íntima con el Señor? Sobre
todo, ¿vivo el amor a los hermanos sin guardar ningún ren-
cor y haciendo partícipes de mis bienes a los necesitados?...
Preces
La cima de toda perfección es el amor, y el amor lo en-
contramos los hijos de la Iglesia sobre todo en la celebración
de la Eucaristía. Por eso le pedimos a Dios:
Por el Cuerpo y la Sangre de Jesús, guárdanos en la uni-
dad.
Señor Jesucristo, por el Papa y todos los pastores de la
Iglesia:
- que nos alimenten siempre celosos con el Pan de la Vi-
da.
Señor Jesús, por todos los cristianos, miembros de tu
cuerpo:
- que no haya divisiones entre nosotros, y nos amemos
todos con amor creciente como fruto de la Sagrada Comu-
nión.
Señor Jesucristo, por los jóvenes que quieren hacer algo
grande por ti y por el Reino:
- que los llamados sean fieles a tu voz, para riqueza de tu
Iglesia.
Señor Jesús, por nuestro grupo, por todos los aquí pre-
sentes:
- que sintamos tu amor, que respondamos a tu amor en la
Eucaristía, que crezcamos en el amor a los hermanos, que
seamos testimonio del amor en todas sus manifestaciones
dentro de tu Iglesia.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, que eres aquí en la Eucaristía el
signo de la unidad y el lazo de la caridad. Queremos vivir, y
157
venimos a ti. Queremos beber, y venimos a la fuente cuyo
surtidor salta hasta la vida eterna. Así como en ti nos unimos
a toda la Iglesia de la Tierra, así por ti nos unamos por siem-
pre a la Iglesia celestial. Amén.
__________
Recuerdo y testimonio...
San Juan Bautista Vianney escucha en su Parroquia de
Ars la confesión de una muchacha buena venida de otro
pueblo, Beaujolais, cuando casi no se recibía la Comunión
por consecuencias del jansenismo, la más perniciosa de las
herejías porque apartaba las almas de Jesús.
- Hija mía, en adelante vas a comulgar cada mes.
- ¡Padre, si eso no se hace en mi pueblo!
- Pues, empieza por hacerlo tú.
A la pobre chica le costó obedecer. Pero lo hizo. Vuelve a
Ars al cabo de algunos meses.
- Hija, en adelante vas a comulgar cada quince días.
- ¡Pero, Padre! Si todo el mundo ya me señala porque lo
hago cada mes, y me muero de vergüenza.
- Mira, para que no tengas tanta, escógete algunas com-
pañeras y lo hacéis todas juntas. Vas a venir aquí con ellas
cada seis meses.
Doce compañeras llegaron juntas a Ars. Y después de
ellas, el párroco de Beaujolais, para decirle al Santo:
- ¡Padre, gracias! Hoy, por esas chicas, comulga toda la
gente. Usted me ha renovado la Iglesia parroquial.
158
37. LA EUCARISTÍA Y EL REINO
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el Director
159
exigida por nuestra condición de ciudadanos del Reino celes-
tial.
Dice bellamente el Papa Juan Pablo II: “Cuando se cele-
bra sobre el altar de una pequeña iglesia en el campo, la
Eucaristía se celebra, en cierto sentido, sobre el altar del
mundo. Ella une el cielo y la tierra. Abarca e impregna toda
la creación”. La Eucaristía viene a ser así como la consuma-
ción del Reino de Dios en el Universo.
Hablo al Señor Todos
¡Rey inmortal de los siglos,
Hijo de Dios, Cristo Jesús, Señor!
Yo me glorío de militar bajo tu bandera.
Quieres de mí humildad, abnegación, entrega y valentía
vividas en la gracia y en el amor.
La gloria me la reservas para el fin,
cuando la haya merecido
por haber luchado valientemente a tu lado y por ti.
Todo lo conseguiré si me nutro de ti en la Eucaristía,
banquete del Reino y prenda de la Gloria.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Jesús, que viniste a establecer el Reino de Dios.
- ¡Venga a nosotros tu Reino, Señor!
Jesús, que eres el Rey anunciado por los profetas.
- ¡Venga a nosotros tu Reino, Señor!
Jesús, que te proclamas a ti mismo Rey del mundo.
- ¡Venga a nosotros tu Reino, Señor!
Jesús, cuyo Reino exige justicia y paz entre los hombres.
- ¡Venga a nosotros tu Reino, Señor!
Jesús, que venciste y expulsaste fuera a Satanás.
- ¡Venga a nosotros tu Reino, Señor!
Jesús, que nos pides a todos la Gracia, vida del Reino.
- ¡Venga a nosotros tu Reino, Señor!
Jesús, que llamas voluntarios para trabajar por el Reino.
- ¡Venga a nosotros tu Reino, Señor!
Jesús, que nos pides esfuerzo para pertenecer a tu Reino.
- ¡Venga a nosotros tu Reino, Señor!
Jesús, que nos preparas un Reino definitivo en los cielos.
- ¡Venga a nosotros tu Reino, Señor!
Jesús, que entregarás al Padre un Reino glorioso y eterno.
- ¡Venga a nosotros tu Reino, Señor!
Jesús, que nos das la Eucaristía como banquete del Reino.
- ¡Venga a nosotros tu Reino, Señor!
Jesús, que nos esperas a todos en el Reino celestial.
- ¡Venga a nosotros tu Reino, Señor!
Todos
Señor Jesús, que sólo quieres contigo a los valientes
como ciudadanos del Reino, y a ellos solos les prometes el
premio de los vencedores, porque sólo ellos saben dártelo
todo. Concédeme la perseverancia en la vida cristiana, para
reinar después contigo en tu Gloria.
160
Madre María, Reina del Reino, Reina del Universo, Reina
del Cielo, que arrastras los corazones detrás de ti. Alcánza-
me la fidelidad a Cristo el Señor. Que no me venzan nunca
las fuerzas del mal. Que aspire a distinguirme en la vida cris-
tiana para que Jesús se sienta en verdad orgulloso de mí.
En mi vida Autoexamen
“Jesús tiene ahora muchos que aspiran a su Reino celes-
tial, pero pocos que estén dispuestos a llevar su cruz”, dice
la Imitación de Cristo. Y Jesús: “El reino de los cielos padece
violencia, y solamente los esforzados se hacen con él”. Me
debo convencer de que el Reino me exigirá siempre sacrifi-
cio. Para permanecer en la Gracia de Dios, pues, de lo con-
trario, volvería al reino de las tinieblas del que fui sacado por
el Bautismo. Para crecer en la vida del Reino, practicando
con más energía la virtud. Para trabajar esforzadamente por
el Reino con un apostolado generoso. ¿Cumplo con estas
exigencias de mi pertenencia al Reino de Cristo, al Reino de
Dios?...
Preces
El Reino de Jesucristo no viene de los hombres sino del
Cielo, y se prepara ya en este mundo para el mundo futuro.
Nosotros le decimos a Dios:
Que tu Reino, Señor, abarque al mundo entero.
Por la Iglesia, para que sea en el mundo el anticipo, el
signo y la gran realizadora del Reino de Dios, rogamos:
- Señor Jesucristo, escúchanos.
Por el Papa, para que sus llamadas apremiantes por la
paz encuentren eco en todos los hombres de buena volun-
tad, rogamos:
- Señor Jesucristo, escúchanos.
Por todos los cristianos, para que seamos constructores
de paz, de amor, de bienestar social, como frutos del Reino,
rogamos:
- Señor Jesucristo, escúchanos.
Por nosotros aquí presentes, para que viviendo de la Eu-
caristía contribuyamos a reforzar el Reino de Dios en el
mundo, rogamos:
- Señor Jesucristo, escúchanos.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, en quien se centra toda la vida del
Reino para los que formamos la Iglesia peregrina y militante.
Tú nos pides fidelidad absoluta en tu servicio. Haz que sa-
quemos de la Eucaristía las fuerzas que necesitamos para
serte fieles, hasta que recibamos el premio de ti, Jesús, el
Rey inmortal de los siglos. Así sea.
__________
Recuerdo y testimonio...
161
Los 51 Beatos Mártires Claretianos de Barbastro cons-
tituyen un caso espléndido y excepcional de amor y de fideli-
dad a Cristo. Asaltado el Seminario por los rojos, y viendo
que los llevaban a la cárcel, recogieron las Sagradas Formas
de los copones, comulgaron ante los mismos milicianos asal-
tantes, y se llevaron consigo la Eucaristía, en torno a la cual
formaron en la cárcel una corona ininterrumpida de adorado-
res. Sus cantos lo decían todo: “Oh Jesús, yo sin medida te
quisiera siempre amar. ¡Cuán feliz yo si la vida por tu amor
pudiera dar!”. Y, sobre todo, su himno martirial: “Jesús, ya
sabes, soy tu soldado. Siempre a tu lado yo he de luchar.
Contigo siempre, y hasta qu muera, una bandera y un ideal.
¿Y qué ideal? Por ti, Rey mío, la sangre dar”. Escribían fra-
ses como éstas: “Derramo mi sangre por mantenerme fiel y
leal al divino Capitán Cristo Jesús”. “Morimos todos conten-
tos por Cristo y su Iglesia”. “¡Viva el reinado social cristiano!”.
Y cantando y gritando sin cesar ¡Viva Cristo Rey!, fueron
todos a la muerte. Uno de los asesinos confesaba: “¡Cuida-
do, qué gente! Cuanto más les disparábamos, más fuerte
gritaban ¡Viva Cristo Rey!”. Así acabaron su vida aquellos
jóvenes y valientes seminaristas en Agosto de 1936, fieles a
Jesucristo y sin una sola claudicación.
162
38. BAUTIZADOS EN CRISTO
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
163
Era la dicha suprema del nuevo cristiano, al ver realizado
lo que la Iglesia ha pensado siempre y cantará después con
Santo Tomás de Aquino: “El Pan de los Angeles se hace Pan
de los hombres. ¡Cosa admirable! Come al Señor el pobre, el
esclavo, la persona más humilde”...
La Eucaristía sería después el alimento ordinario de la
Gracia, de la Vida de Dios, que habían recibido. Bautismo y
Eucaristía eran inseparables. Por eso, no se concibe un bau-
tizado que no comulga...
Hablo al Señor Todos
Señor Jesucristo, el Padre se complacía en ti
porque Tú eras el objeto de todas sus delicias.
Así también se complace en mí y me mira y me ama,
mientras yo sepa guardar esa vida bautismal de la Gracia
que me ha metido en el número de los hijos e hijas de Dios.
Señor Jesucristo, yo quiero conservar limpio de mancha
aquel vestido blanco que me impusieron en el Bautismo.
Que con él me acerque cada día a recibirte en la Comunión.
Que con él puesto me sorprenda la muerte en el último día.
Que sea él la vestidura gloriosa que luciré en el Cielo.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
¡Padre Eterno, Padre de Jesucristo y Padre mío Celestial!
- ¡Tú eres mi vida, Dios mío!
¡Hijo de Dios, Cristo Jesús, Señor!
- ¡Tú eres mi vida, Dios mío!
¡Espíritu Santo, huésped de mi corazón!
- ¡Tú eres mi vida, Dios mío!
¡Padre Celestial, que te complaces tanto en Jesús!
- ¡Tú eres mi vida, Dios mío!
¡Jesús, que eres las delicias del Padre!
- ¡Tú eres mi vida, Dios mío!
¡Espíritu Santo, que ungiste a Jesús en plenitud!
- ¡Tú eres mi vida, Dios mío!
¡Trinidad Santa, que haces de mi alma tu mansión!
- ¡Tú eres mi vida, Dios mío!
Dios bueno, que me cuentas en el número de tus hijos.
- ¡Tú eres mi vida, Dios mío!
Oh Dios, que en el Bautismo mataste en mí todo pecado.
- ¡Tú eres mi vida, Dios mío!
Señor Jesús, que derramaste sobre mí el Espíritu Santo.
- ¡Tú eres mi vida, Dios mío!
Señor, que me pides dar testimonio de ti ante todos.
- ¡Tú eres mi vida, Dios mío!
Oh Dios, que me das por herencia la Vida Eterna.
- ¡Tú eres mi vida, Dios mío!
Todos
Señor Jesús, que en ti, el Hijo de Dios, me diste a mí la
filiación divina, por la cual me cuento entre los hijos de Dios.
Hazme vivir como Tú el espíritu filial. Que ame al Padre con-
164
tigo en el Espíritu Santo hasta que disfrute a mi Dios en la
Gloria celestial.
Madre María, a quien llenó colmadamente la Gracia y
eres la Hija predilecta del Padre, la Madre de Jesús el Señor,
el Rey del Cielo, y la Esposa y la gloria mayor del Espíritu
Santo. Enséñame a vivir la Gracia que recibí en el Bautismo
y que me hace tan semejante a ti.
En mi vida Autoexamen
Gracias a Dios, estamos en la Iglesia valorando otra vez
el Bautismo en lo que es y se merece. El Bautismo es el
compromiso más grave de la vida. Ser bautizado es ostentar
la dignidad más excelsa que existe en la Tierra. Esto es muy
bello, pero es también muy exigente. ¿Vivo, de hecho, con
limpieza de todo pecado, ya que las aguas bautismales lo
sepultaron e hicieron desaparecer por completo? ¿Vivo la
vida de la Resurrección de Cristo, es decir, tengo siempre al
Espíritu Santo contento de mí, porque me mantengo en su
Gracia, y sigo con docilidad la ley del amor que Él me dicta
en cada momento?... ¿Soy testimonio de Cristo para todos
los que me ven?...
Preces
Señor Dios nuestro, por el Bautismo nos has hecho hijos
tuyos muy amados. Con gozo de nuestras almas te decimos:
Padre, somos tuyos en la vida y en la eternidad.
Padre de nuestro Señor Jesucristo y Padre nuestro celes-
tial, como hijos tuyos te rogamos,
- conserva y acrecienta en nosotros la vida tuya que nos
comunicaste en el Bautismo.
Señor Jesucristo, que en ti y por ti nos has hecho hijos de
Dios,
- haz que resplandezca siempre en nosotros la vida divina
que llevamos dentro y la sepamos testimoniar ante todos los
hombres.
Espíritu Santo, que por el Bautismo derramaste tu amor
en nuestros corazones y los hiciste morada tuya,
- quédate siempre con nosotros, ilumínanos y guíanos
hasta consumar nuestra vida divina en la eternidad que es-
peramos.
Señor Jesús, que nos dejaste tu Cuerpo y tu Sangre co-
mo alimento celestial de la vida que nos diste en el Bautis-
mo,
- danos siempre ansia viva de tu Pan y de tu Vino para
que no desfallezcamos en nuestro peregrinar hasta la Tierra
prometida.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, que eres el Pan celestial que ali-
menta la Vida Divina que recibimos en el Bautismo. Haz que
cada día te comamos con más avidez, para que se robustez-
165
ca y se acreciente esa Vida de Dios que llevamos dentro,
hasta que llegue a su plenitud cuando Dios nos llame. Así
sea.
__________
Recuerdo y testimonio...
1. Decía el Beato Columba Marmión: “Encuentro a Cristo
en todo y por todas partes. Es el alfa y el omega de todo. -
Soy tan pobre, tan miserable en mí mismo, ¡y tan rico en Él!”.
Lo mismo que piensa cualquier otro bautizado...
2. El convertido Herman Cohem, relacionando la Eucaris-
tía con su Bautismo, escribía: “Adorado Jesús: debo unir mis
cantos a los himnos de París, pues en aquella gran ciudad,
escondido bajo los velos eucarísticos, me mostraste las ver-
dades eternas, y el primer misterio que descubriste a mi co-
razón fue tu presencia real en el Santísimo Sacramento. ¿No
quise yo, judío, adelantarme a la santa Misa para atraerte a
mi corazón descarriado? Y si pedí con tales ansias el Bau-
tismo, ¿no fue, sobre todo, para unirme contigo?”...
3. Vázquez de Mella, gran pensador y tribuno: “Si no
existiera la Eucaristía, yo no sería católico”.
166
39. JESÚS, EL MANÁ DEL CIELO
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
167
será humildad para mi soberbia, mi orgullo y mi vanidad;
será castidad limpia para mi impureza y lujuria;
será amor para mi egoísmo;
será paciencia para mi genio inaguantable;
será perseverancia para mi inconstancia, mi cansancio y
mi cobardía.
Mientras yo siga comulgando, Jesús conseguirá hacerme
una copia perfecta suya.
Hablo al Señor Todos
¡Pan celestial, sagrado convite,
en el que te como a ti, Cristo Jesús!
Me lleno de tu gracia hasta rebosar,
mientras se me da la prenda de la vida futura.
Yo te digo como tu mártir San Ignacio de Antioquía:
“No apetezco más comida corruptible
ni más placeres de la tierra, sino sólo el Pan de Dios
que es tu Carne, Jesucristo,
ni más bebida que tu Sangre,
que me embriaga con amor imperecedero”.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Tú, que fuiste prefigurado en el maná del desierto.
- Jesús, dame hambre de este Pan celestial.
Tú, que eres el Pan bajado del Cielo.
- Jesús, dame hambre de este Pan celestial.
Tú, Pan de los Ángeles hecho Pan de los hombres.
- Jesús, dame hambre de este Pan celestial.
Tú, que te has hecho el Pan de Vida eterna.
- Jesús, dame hambre de este Pan celestial.
Tú, pan que encierras todos los sabores celestiales.
- Jesús, dame hambre de este Pan celestial.
Tú, que nos alimentas en la peregrinación hacia el Cielo.
- Jesús, dame hambre de este Pan celestial.
Tú, que nos das la Vida eterna al comer tu Cuerpo.
- Jesús, dame hambre de este Pan celestial.
Tú, que eres “maná escondido” para los que luchan.
- Jesús, dame hambre de este Pan celestial.
Tú, Pan que te ofreces como Víctima en el altar.
- Jesús, dame hambre de este Pan celestial.
Tú, que te nos das como alimento en la Comunión.
- Jesús, dame hambre de este Pan celestial.
Tú, que en forma de Pan estás siempre con nosotros.
- Jesús, dame hambre de este Pan celestial.
Tú, que te das a nosotros igual que en la Ultima Cena.
- Jesús, dame hambre de este Pan celestial.
Tú, que eres prenda de nuestra resurrección futura.
- Jesús, dame hambre de este Pan celestial.
Todos
Señor Jesús, mis peticiones de hoy las reduzco a una
sola: ¡dame hambre, un hambre insaciable de ti! Que coma
168
siempre con hambre y que, cuando te coma, cada vez tenga
más hambre de ti, Pan verdadero venido del Cielo como Pan
del mundo.
Madre María, en cuyas entrañas se amasó y se coció es-
te Pan divino. Dame la ilusión con que Tú comulgabas en
aquella “fracción del pan” de la primitiva Iglesia. Así me haré
yo también UN solo ser con Cristo, como fuiste Tú también
UNA sola con Él cuando lo llevabas en tu seno bendito.
En mi vida Autoexamen
¿Valoro el alimento que me envía el Padre desde el Cie-
lo? Si siento la flojedad del espíritu, ¿me doy cuenta de dón-
de puede proceder mi apatía, mi desgana, mi poca oración,
mi escaso entusiasmo?... ¿No me encuentro débil por no
comer cuando debo y como debo este Pan celestial? Y, aun-
que comulgue con frecuencia, ¿por qué no recibo al Señor
con más ardor, con más avidez, con más ilusión?... Dicen
que una sola Comunión bastaría para llevar a un alma a la
santidad. ¿Por qué no me hallo yo en las cumbres de la per-
fección, si comulgo no una, sino muchas veces?...
Preces
Ante la ceguedad del auditorio que rechazaba a Jesús
como el maná bajado del cielo, nosotros confesamos:
Señor, Tú tienes palabras de vida eterna.
Para que la Iglesia, al predicar la justicia que dé pan a to-
dos los hambrientos, predique y reparta sobre todo el Pan de
la Vida que sacie el hambre de Dios que padece el mundo,
rogamos:
- danos a todos hambre de ti, Señor.
Por los cristianos negligentes, que no acuden a la Misa
dominical y no reciben al Señor en el Sacramento, rogamos:
- reaviva en la Iglesia, Señor, la ilusión del culto cristiano.
Por nosotros aquí presentes, para que la fe con que ado-
ramos la Eucaristía nos lleve al amor de los hermanos para
formar todos un solo cuerpo, y al amor también de los her-
manos difuntos, rogamos:
- haz, Señor, que seamos uno todos los que comemos el
mismo Pan de los hijos de Dios, y a los que ya murieron
siéntalos en la mesa del banquete celestial.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, que no estás vanamente por no-
sotros en la Sagrada Hostia. Te queremos comer más y me-
jor cada día. No estás aquí solamente para que te adoremos.
Estás para que te comamos con gana verdadera. Así nos lo
mandas Tú, cuando nos dices a todos: “Tomad, comed: por-
que esto es mi Cuerpo”. Así sea.
__________
Recuerdo y testimonio...
169
l. De San Francisco de Borja escribía el Padre Nierem-
berg: “No hay hombre tan goloso ni amigo de manjares deli-
cados, como él lo era de este manjar celestial”. Cumplía a
perfección aquello de San Juan Crisóstomo:
“¿No ven con qué avidez los niños chiquitines agarran
con la boca los pezones y con qué ímpetu se lanzan a los
pechos de la madre? Con esta misma ansia y alegría, y con
mucha mayor aún, nos hemos de acercar nosotros a esta
mesa, y como niños de leche, sacar de ella la gracia del Es-
píritu. Nuestro único dolor debería ser el vernos privados de
este alimento divino”.
2. Es conocido el caso de Santa Juliana de Falconieri
que, moribunda, no podía recibir la Sagrada Hostia a causa
de los vómitos. No aguanta el dolor de verse privada del Pan
celestial ante la muerte, y pide que le traigan la Sagrada
Hostia y se la coloquen al menos junto a su costado. ¡Admi-
rable! La Hostia desaparece. Y, al lavar el cadáver para
amortajarlo, aparece en su costado derecho, como un sello
impreso en forma de Hostia, la efigie del Crucificado en me-
dio...
170
40. EL AGUA VIVA
Reflexión bíb1ica Lectura, o guión para el que dirige
171
que brotaba de la tierra y regaba la superficie del suelo”, co-
locado en medio del paraíso (Génesis 2,6)
¿Hay algo que pueda compararse con la Eucaristía, la
cual es Cristo presente, y dador constante de su Espíritu
Santo?...
Hablo al Señor Todos
Señor Jesucristo, mi corazón es un desierto
si le falta el agua viva, que eres Tú.
¡Y son tantas las veces que bebo sólo agua muerta,
agua estancada, agua maloliente, agua que no da vida!
Haz que odie el pecado, bebida de muerte.
Que no me ilusione el mundo con placeres que pasan.
Haz, por el contrario, que me llene tu Espíritu,
agua pura que derramas en mi corazón
y que me das, sobre todo, en la Eucaristía
cuando te recibo y te visito con fe viva y con amor grande.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Porque sólo Tú eres fuente de agua viva.
- Mi alma tiene sed de ti, mi Dios.
Porque siento la herida de tu amor.
- Mi alma tiene sed de ti, mi Dios.
Porque mi alma moriría sin ti.
- Mi alma tiene sed de ti, mi Dios.
Porque sólo Tú eres mi vida y mi plenitud.
- Mi alma tiene sed de ti, mi Dios.
Porque eres mar de felicidad infinita.
- Mi alma tiene sed de ti, mi Dios.
Porque eres bondad y hermosura infinitas.
- Mi alma tiene sed de ti, mi Dios.
Porque Tú eres mi único destino eterno.
- Mi alma tiene sed de ti, mi Dios.
Porque sólo en ti están la verdad y el amor.
- Mi alma tiene sed de ti, mi Dios.
Porque fuera de ti sólo existe amargura.
- Mi alma tiene sed de ti, mi Dios.
Porque quien bebe de ti ya no tiene sed jamás.
- Mi alma tiene sed de ti, mi Dios.
Porque sólo Tú puedes saciar todos mis anhelos.
- Mi alma tiene sed de ti, mi Dios.
Porque Tú serás mi gozo y mi felicidad sin fin.
- Mi alma tiene sed de ti, mi Dios.
Todos
Señor Jesús, yo tengo sed de ti, porque te amo y porque
quiero estar siempre contigo. Y quiero darte a mis hermanos
que se mueren sin ti. Quiero llevarles tu Palabra, tu cariño, tu
consuelo, tu ayuda. Quiero darte a ellos dándome yo, para
que nadie sufra y todos vivamos felices en ti.
Madre María, la de la fuente de Nazaret... Tú supiste lo
que era ir cada día a buscar el agua necesaria para la vida.
172
Piensa en todos tus hijos, que necesitamos de Dios, del
agua viva de la Gracia, de la Vida eterna... Llévanos a Jesús,
que nos dará su Espíritu, manantial perenne en el jardín de
nuestro corazón.
En mi vida Autoexamen
En la Biblia se cita siempre el “agua viva”, agua de ma-
nantial y agua corriente del río, en oposición al agua estan-
cada, agua muerta, corrompida, llena de animalejos nausea-
bundos... “¡Agua viva!”. ¡Qué expresión tan bella para sig-
nificar la vida del Espíritu, de la gracia, de la alegría que Dios
da cuando lo llevamos dentro! ¿Es Él la ilusión única de mi
existencia? ¿Me abrevo yo en la fuente de la Palabra de
Dios? ¿Recibo los Sacramentos, la Eucaristía sobre todo,
con avidez verdadera? ¿Puedo comparar con el “agua viva”
de Dios un placer pasajero y peligroso, que pone a prueba la
vida de mi alma y la paz de mi corazón?...
Preces
Jesucristo colgado en la Cruz dejó salir de su costado el
Agua Viva que nos sacia hasta la vida eterna. Nosotros le
decimos como un día le dijo la Samaritana:
Dame de esta agua para que no tenga nunca sed.
Señor Jesús, que, regados por el agua con que Tú riegas
el campo de nuestras almas,
- demos siempre frutos que permanezcan hasta la vida
eterna.
Señor Jesús, sacia a tu pueblo con el agua de la gracia,
de la paz, del amor, de la dicha verdadera,
- para que no vaya a abrevarse en cisternas que le darían
la muerte.
Señor Jesús, que tus fieles busquen los bienes de allá
arriba,
- únicos bienes que no engañan y que durarán para siem-
pre.
Señor Jesús, ayuda a todos los más necesitados: los po-
bres, los enfermos y todos los que sufren,
- y no olvides a nuestros hermanos difuntos por los que te
elevamos nuestra oración.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, tu Sagrario sí que es la fuente que
riega el mundo y convierte el arenal en un jardín frondoso.
Que todos vayamos a ti en busca del agua de la vida, para
que no reine más la muerte en la tierra, para que vuelva el
mundo a ser aquel paraíso soñado y querido en un principio
por el Dios Creador. Así sea.
__________
Recuerdo y testimonio...
173
1. El suizo San Nicolás de Flüe, padre de numerosa fa-
milia y famoso penitente, se hallaba un día de fiesta en una
iglesia llena de fieles. Durante la Misa tuvo una visión impre-
sionante. Creyó estar en un jardín frondoso, regado por
abundante agua. Del altar empezó a surgir una varita verde,
que pronto se convirtió en el tronco de un árbol frondoso,
lleno de flores vistosísimas en todas sus ramas. Al llegar la
Comunión, todas aquellas flores cayeron sobre las cabezas
de los comulgantes. Pero, mientras unas conservaban su
frescura y su perfume, otras se marchitaban y se secaban
pronto. A ninguna le faltaba el agua viva para mantenerse en
su frescor, pero todo dependía de la disposición de los que
recibían aquella lluvia de flores, tan poética y tan seria...
2. Una señora se extraña de las horas y horas que se pa-
sa ante el Sagrario la jovencita que después será la Beata
Isabel de la Santísima Trinidad, y le pregunta: - ¿Qué ha-
ces ahí tantos ratos?
Y la jovencita angelical contesta:
- ¡Ay, señora, es que nos queremos tanto los dos!...
Tan regada junto a la misma fuente, es uno de los rosales
más vistosos de la Iglesia en nuestros tiempos...
174
41. JESÚS, PASTOR
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
175
Muchas veces recitamos ese incomparable salmo 22: “El
Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me
hace recostar”.
Y al rezarlo se nos va siempre el pensamiento a la Euca-
ristía.
¡Aquí está el Pastor, Jesús! ¡Aquí, la comida deliciosa
brindada por el mismo Pastor: su propio Cuerpo y su propia
Sangre! ¡Qué defendido, qué bien nutrido y robusto, qué de-
liciosamente querido se siente el rebaño al verse junto al
altar, con Jesús Pastor en medio de sus corderos y de sus
ovejas felices!...
Hablo al Señor Todos
¡Señor Jesús, Tú eres mi Pastor!
Me conoces y me llamas por mi propio nombre.
Me alimentas con tu Cuerpo y con tu Sangre.
Me cuidas con cariño insospechado.
Me defiendes con tenacidad,
y nadie ni nada me podrá arrancar de ti.
Haz que nunca me escape de tu rebaño,
soñando en otros amores y en otras praderas,
en las que sería presa del lobo infernal.
Jesús, Pastor, que te me das del todo y nada me falta...
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Jesús, Pastor del nuevo Israel de Dios.
- Contigo nada me puede faltar.
Jesús, Pastor supremo de la Iglesia
- Contigo nada me puede faltar.
Jesús, que diste la vida por tus ovejas.
- Contigo nada me puede faltar.
Jesús, que amas entrañablemente a tu rebaño.
- Contigo nada me puede faltar.
Jesús, que me conoces por mi propio nombre.
- Contigo nada me puede faltar.
Jesús, que cuidas amorosamente de mí.
- Contigo nada me puede faltar.
Jesús, que me defiendes de todo peligro.
- Contigo nada me puede faltar.
Jesús, que me nutres con tus mejores pastos.
- Contigo nada me puede faltar.
Jesús, que me alimentas con el pan de la Palabra
- Contigo nada me puede faltar.
Jesús, que me nutres con tu propio Cuerpo.
- Contigo nada me puede faltar.
Jesús, que me confías a los Pastores de tu Iglesia.
- Contigo nada me puede faltar.
Jesús, que me llevas con seguridad al redil del Cielo.
- Contigo nada me puede faltar.
Todos
176
Señor Jesús, que te llamas a ti mismo “El Buen Pastor”.
Sí; Tú eres el Pastor eterno, que en verdes praderas, junto a
la fuente del agua viva, me haces descansar. Tú me cono-
ces, me amas, me alimentas y me defiendes. Que yo me
mantenga fiel a tu Iglesia Santa, en la que quiero vivir y mo-
rir.
Madre María, Madre del Buen Pastor y custodia de su re-
baño. Haznos dulce compañía a todas las ovejas que for-
mamos la grey de Cristo. Y atrae con tu amor de Madre a los
que están fuera, hasta que formemos todos un solo redil bajo
el cayado de un solo Pastor, Cristo Jesús.
En mi vida Autoexamen
Es tan exigente como bella esta página evangélica del
Buen Pastor. Me pide, ante todo, amor a Jesucristo mi Pas-
tor, al que no puedo dejar solo en su Sagrario, en torno al
cual quiere ver a sus corderos y a sus ovejas. Me pide ham-
bre de la Palabra y de la Comunión, con las que me nutre mi
Pastor. Me pide unión con mis hermanos, de los cuales no
me debo separar y a los que no puedo nunca abandonar. Me
pide fidelidad a la Iglesia, redil del rebaño de Cristo, con cu-
yos pastores, el Papa y los Obispos, he de estar siempre,
sabiendo que estando con ellos estoy con Jesucristo...
Preces
Señor Dios nuestro, Pastor de Israel, que en Jesucristo tu
Hijo nos diste el Buen Pastor que nos guarda y apacienta.
Escúchanos.
Somos tu pueblo y ovejas de tu rebaño.
Señor Jesucristo, que quieres implantar en todo el mundo
tu reinado de amor,
- no permitas que tu rebaño se disperse y te abandone.
Señor Jesucristo, que toda la Iglesia reconozca en el Pa-
pa tu Vicario el signo visible de la unidad y de la caridad en
la única fe;
- congrega a todos los bautizados en el único aprisco bajo
la custodia del único Pastor, que eres Tú.
Señor Jesucristo, que todos los que trabajan por el Reino
y te ayudan respondiendo a tu voz,
- busquen ante todo a los hombres y mujeres que sufren,
los pobres, los enfermos, los oprimidos, y no olviden a los
más necesitados de tu gracia, los pecadores que se han ale-
jado de ti.
Señor Jesucristo, te pedimos por nuestra comunidad, por
nuestro grupo, por los que venimos a adorarte en tu Sagra-
rio;
- que crezcamos en fe, confianza y amor, para que nutri-
dos con la riqueza de tus pastos, vivamos a plenitud la vida
de la Gracia.
Padre nuestro.
177
Señor Sacramentado, que en la Eucaristía eres más
Pastor que nunca. Haz que escuchemos los silbos que nos
lanzas desde tu Sagrario, para acudir a ti, nutrirnos de ti,
permanecer contigo, y gozar de esos amores que sólo cono-
cen los que son tuyos de verdad. Tú que vives y reinas por
los siglos de los siglos. Amén.
__________
Recuerdo y testimonio...
San Juan de Rivera, a pesar de sus cargos abrumadores
de Arzobispo y Virrey de Valencia, se pasaba siete horas sin
moverse ante la Hostia consagrada, expuesta en la custodia.
San Antonio María Claret, otro Arzobispo ocupadísimo
siempre, celebra en el Escorial por la mañana, como enton-
ces se hacía, los oficios del Jueves Santo. Reserva el Santí-
simo en el monumento, se arrodilla delante en un reclinato-
rio, y allí permanece las veinticuatro horas sin moverse hasta
que comienza los oficios del Viernes Santo...
Santa Margarita María, también del Jueves al Viernes
Santo, se pasa catorce horas seguidas ante el monumento...
De San Juan de la Cruz dice un testigo en el proceso:
“De noche, su ordinaria estancia era delante del Santísimo
Sacramento”.
Le dice uno: -Padre, váyase a descansar un poco.
Y Juan: -Déjenme, hijos, que aquí hallo mi gloria y mi
descanso.
¡Estos sí que sabían pacer junto a la fuente del agua viva
bajo la mirada del Buen Pastor!
178
42. EN CRISTO JESÚS
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
179
- Darlo, ya que no podemos guardarnos a ese Cristo
egoístamente en nuestro solo corazón. Como Pablo, hemos
de sentir remordimientos si no lo anunciamos: “¡Hay de mí, si
no predico el Evangelio!” (1Corintios 9,16)
Este ideal cristiano lo sintetizó el Papa Pablo VI en estas
palabras programáticas: “Debemos buscar el sentido de la
vida humana y de la Historia en Cristo Jesús, para darles
valor, belleza, grandeza y unidad”.
Hablo al Señor Todos
Mi Señor Jesucristo,
yo sólo quiero vivir en ti, de ti y para ti.
Tú eres el centro en que gravita mi vida entera.
Mis pensamientos, mis afectos, mis acciones, mis activida-
des
no tendrán más que un objetivo: Tú, tu Persona, Cristo Je-
sús.
Haz que te conozca cada vez más profundamente.
Haz que te ame cada vez con más ardor.
Haz que te manifieste cada vez con más nitidez.
Haz que te sepa dar cada vez con más generosidad a todos.
Sólo así habré conseguido el ideal de mi existencia: ¡-
Jesucristo!...
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Señor, en quien el Padre nos eligió para ser sus hijos.
- Hazme vivir en ti, Cristo Jesús.
Señor, en quien el Padre nos santifica y nos salva.
- Hazme vivir en ti, Cristo Jesús.
Señor, en quien el Padre nos ama como te ama a ti.
- Hazme vivir en ti, Cristo Jesús.
Señor, porque hacia ti me dirige siempre el Espíritu Santo.
- Hazme vivir en ti, Cristo Jesús.
Señor, porque eres el centro y el eje del Universo.
- Hazme vivir en ti, Cristo Jesús.
Señor, porque todas las cosas han sido recapituladas en ti.
- Hazme vivir en ti, Cristo Jesús.
Señor, porque Tú has de ser la clave de mi vida entera.
- Hazme vivir en ti, Cristo Jesús.
Señor, porque sólo en ti podré realizarme cumplidamente.
- Hazme vivir en ti, Cristo Jesús.
Señor, porque en vida y en muerte soy del todo para ti.
- Hazme vivir en ti, Cristo Jesús.
Señor, porque quiero amarte sin medida alguna.
- Hazme vivir en ti, Cristo Jesús.
Señor, porque quiero que Tú seas el fin último de mi vida.
- Hazme vivir en ti, Cristo Jesús.
Señor, porque en la eternidad serás mi dicha sin fin.
- Hazme vivir en ti, Cristo Jesús.
Todos
180
Señor Jesús, ideal de las almas grandes. Nuestra exis-
tencia no es nada sin ti. Está vacía del todo, carece de senti-
do y no vale la pena vivirla. Ilusióname de ti de tal manera
que te busque sin cesar en todo cuanto soy, tengo y hago.
Me doy del todo a ti, igual que Tú te me has dado todo a mí,
Cristo Jesús.
Madre María, nadie como Tú ha sido tan totalmente de
Jesús, ni nadie lo ha conocido ni amado como Tú. Infúndeme
esa tu entrega total a Cristo el Señor, para que viva en Él,
trabaje con Él, me dé a todos por Él, y muera finalmente en
Él, para que sea Él también mi gozo eterno.
En mi vida Autoexamen
Este ideal es muy grande, entusiasma a todo amante de
Jesucristo y me debe entusiasmar a mí también como a na-
die. Pero, ¿es ésta la realidad de mi vida?... ¿No sufro mil
veces la frustración más deplorable cuando contrasto la altu-
ra de mi ideal con la pequeñez de mis esfuerzos?... ¿Hago
que Jesús llene mi cabeza porque pienso mucho en Él; que
llene mi corazón porque arde siempre en su amor; que do-
mine mi día entero porque trabajo siempre con Él y por Él?...
¿Aprovecho la presencia real de Jesús en la Eucaristía para
crecer de continuo en su vida, en su amistad?...
Preces
Señor Dios nuestro, que por tu Hijo en quien vivimos nos
colmas de todos tus bienes, oye nuestro clamor:
Que la alegría y la paz reinen en el mundo entero.
Señor Jesucristo, que nos haces UNO solo contigo,
- mantén siempre unida a tu Iglesia en Ti por nuestros
Pastores.
Señor Jesucristo, porque sin ti no podemos hacer nada,
- queremos contar siempre contigo para alcanzar la Vida
Eterna.
Señor Jesucristo, porque queremos dar mucho fruto,
- haznos asiduos comensales del banquete de la Eucaris-
tía.
Señor Jesucristo, porque hay muchos hermanos que su-
fren,
- haznos trabajar por su fe y el bienestar a que tienen de-
recho.
Señor Jesucristo, a los hermanos difuntos que murieron
en ti,
- dales el descanso eterno en la visión de tu gloria.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, que en la Eucaristía llevas nuestra
unión contigo hasta el colmo de hacer de todos nosotros un
solo cuerpo y una sola sangre. Que cada Comunión estreche
más y más nuestro amor y nuestra vida con la vida y el amor
tuyos, para poder decir con verdad que vivimos sin vivir en
181
nosotros, mientras esperamos con ilusión grande el momen-
to que nos estrechará a todos contigo en un abrazo irrompi-
ble. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
__________
Recuerdo y testimonio...
Santa Catalina de Siena, Doctora de la Iglesia, en un fe-
nómeno místico sorprendente, experimentó un cambio de
corazones. Jesús le sacó a Catalina el corazón, y a los dos
días le puso dentro su propio Corazón Divino, mientras le
decía:
- “Así como el otro día yo te quité tu corazón, ahora te doy
el mío, para que en adelante vivas con él para siempre”.
Y Catalina oraba desde ese momento:
- “Señor, yo te recomiendo tu corazón”.
Lo cual no es más que la expresión de lo que ocurre en
cada cristiano unido a Jesús, como nos asegura San Pablo:
“Ya no soy yo quien vivo; es Cristo quien vive en mí”.
Y esto no lleva a desentenderse del mundo, sino a darse
a él con el ahínco con que Jesús se dio hasta parar en la
cruz por la salvación de todos. El mismo Señor le dijo a Ca-
talina:
- “Yo trato de unirte más estrechamente a mí mediante el
amor a tu prójimo”.
182
43. JESUCRISTO, VIDA MIA
Reflexión bíblica Lectura o guión para el que dirige
183
San Ambrosio, el gran Padre y Doctor de la Iglesia, nos
dice con ardor: “Todo lo tenemos en Cristo, y Cristo es todo
para nosotros. Si quieres curar tus heridas, Él es el médico.
Si te hace arder la fiebre, Él es manantial de agua fresca. Si
te ves oprimido por la culpa, Él es misericordia. Si te sientes
débil y necesitas ayuda, Él es tu fuerza. Si temes la muerte,
Él es la vida. Si deseas llegar al Cielo, Él es el camino. Si te
cubren las tinieblas, Él es la luz. Si tienes hambre, Él es
manjar”.
Por eso dirá la Imitación de Cristo: “El que se abraza a
Jesús, perseverará firme hasta el fin”.
Hablo al Señor Todos
Jesucristo, vida mía,
yo vivo tu vida, la que Tú me diste en el Bautismo,
la vida misma de Dios, que habita en ti en plenitud
y Tú nos la das sin medida, porque sin medida
nos comunicas tu Espíritu Santo. Que Tú seas, Señor,
el respirar de mi alma; la comida y bebida de mi sustento;
la luz de mis ojos; la verdad de mi inteligencia;
el amor de mi corazón; la ilusión de mi existir.
Que nunca muera a la vida de la Gracia,
y muera siempre a todo lo que no seas Tú, Señor mío y Dios
mío.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Como el apóstol Pablo, yo te digo, Señor:
- Tú eres mi vivir, Cristo Jesús.
Señor, que eres la Vida que estaba en Dios.
- Tú eres mi vivir, Cristo Jesús.
Señor, que me trajiste del Cielo la vida de Dios.
- Tú eres mi vivir, Cristo Jesús.
Señor, que viniste para que yo tuviera la vida.
- Tú eres mi vivir, Cristo Jesús.
Señor, que viniste para darme esa vida en abundancia.
- Tú eres mi vivir, Cristo Jesús.
Señor, que por la Gracia me haces vivir tu vida divina.
- Tú eres mi vivir, Cristo Jesús.
Señor, que te has hecho Pan de Vida para nosotros.
- Tú eres mi vivir, Cristo Jesús.
Señor, que en la Eucaristía me nutres la vida de Dios.
- Tú eres mi vivir, Cristo Jesús.
Señor, que por ti como y bebo la vida divina.
- Tú eres mi vivir, Cristo Jesús.
Señor, que me das tu Cuerpo como alimento celestial.
- Tú eres mi vivir, Cristo Jesús.
Señor, que con tu Sangre me embriagas de Espíritu Santo.
- Tú eres mi vivir, Cristo Jesús.
Señor, que me quieres dar tu vida gloriosa en el Cielo.
- Tú eres mi vivir, Cristo Jesús.
Todos
184
Señor Jesús, que tienes en plenitud la vida de Dios y, por
tu Humanidad Santísima, nos la has comunicado a los hom-
bres, tus hermanos. Consérvame siempre la vida divina, que
por tu Espíritu me diste tan abundantemente en el Bautismo,
hasta que la vea convertida en Gloria eterna.
Madre María, la llena de gracia, la colmada de la vida de
Dios, que se hizo Hombre en tu seno bendito. A mí, y a todos
tus hijos los hombres, consérvanos siempre ese tesoro di-
vino e inapreciable que es la Gracia con que Dios nos hace
santos como a ti y gratísimos a los ojos del mismo Dios.
En mi vida Autoexamen
La palabra “vida” no se nos cae hoy de los labios y la
usamos de modos mil. Yo también lo hago. Pero, ¿pienso en
la vida de Dios? ¿Tengo en cuenta que la vida de verdad, la
que importa sumamente, la que ha de durar para siempre
jamás, es la vida sobrenatural y divina que Dios me comuni-
có por Cristo?... ¿Conservo la vida de la Gracia, lucho valien-
te contra el pecado, hasta el venial, que si no me quita la
vida de Dios, sí que me la debilita y la desluce?... ¿La acre-
ciento con la oración, con toda obra buena hecha en Gracia,
con los Sacramentos, con la Eucaristía sobre todo?...
Preces
Padre celestial, fuente de toda la vida en el seno mismo
de Dios.
¡Bendito, y alabado y amado seas en el cielo y en la tie-
rra!
Señor Jesús, al traernos y darnos la vida de Dios,
- no permitas que el pecado y la muerte reinen en el
mundo.
Señor Jesús, conserva sanos a nuestros niños y a nues-
tros jóvenes, para que aprecien el don de la Gracia,
- y rebosen de la vida divina que recibieron en el Bautis-
mo.
Señor Jesús, ante tanta muerte de inocentes causada por
las fuerzas del mal, signo y efecto del pecado,
- libra a la sociedad de la violencia, del hambre, de la po-
breza injusta y de toda calamidad que se opone al proyecto
amoroso de Dios sobre los hombres sus hijos, porque Dios
no quiere la muerte, sino la vida tranquila en este mundo y
después la vida eterna.
Señor Jesús, a los que venimos a ti para hacerte compa-
ñía en el Sacramento de tu amor,
- auméntanos sin cesar esa tu vida que aquí repartes con
abundancia y generosidad sin igual.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, Tú eres el Pan de la Vida, y cuan-
to más te comamos tendremos más vida de Dios en noso-
tros. Danos hambre de tu Pan, Señor, el Pan de los Ángeles.
185
Danos sed de tu Sangre, Señor, la Sangre que nos salvó.
Con esta comida y esta bebida del todo celestiales, estare-
mos siempre rebosantes de la vida de Dios. Tú que vives y
reinas por los siglos de los siglos. Amén.
__________
Recuerdo y testimonio...
Gounod, el célebre músico y ferviente cató1ico, visita al
niño de un amigo en su Primera Comunión. Aquel niño, a los
ojos del gran compositor, estaba rebosante de la Vida de
Cristo por el Pan celestial que había comido. Interviene el
papá:
- Mira, pide la bendición a este caballero, autor del bello
canto que has oído cuando ibas a recibir la Comunión.
El niño se va a arrodillar ante Gounod, que lo rechaza:
- No, niño. No tienes que arrodillarte tú ante mi, sino yo
ante ti, que no soy digno de desatar el cordón de tu zapato,
porque tú llevas hoy a Dios dentro de ti.
Se arrodilla el gran músico, toma la manecita del niño, y le
hace trazar sobre su frente la señal de la cruz, sabiendo que
le bendice el mismo Jesús.
Lágrimas en todos los presentes, que aprenden una inol-
vidable lección: quien comulga está lleno de Cristo, está
lleno de Dios...
186
44. JESÚS, MI TODO
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
187
Este ser todo de Cristo, como Cristo es todo mío, se reali-
za más que nada por la Eucaristía, ya que Cristo me ofrece
consigo al Padre haciéndome una sola oblación con Él; se
me da entero sin reserva cuando lo como en la Comunión; y
está totalmente para mí en la soledad de su Sagrario espe-
rándome y hablando conmigo si me acerco y trabo con Él
conversación amistosa.
Hablo al Señor Todos
Señor Jesucristo, Tú lo eres todo para mí.
Tú eres para mi suficientísimo.
Teniéndote a ti, ¿qué me falta?...
Me das todas tus riquezas, y yo me las hago mías.
Tú eres el vestido de mi desnudez
y toda la belleza de mi alma.
Cuando ando sin rumbo, Tú eres mi camino.
Si tengo hambre, Tú me sacias de Dios.
Por vivienda me das tu propio Corazón.
Y al final me vas a dar tu mismo Cielo.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Tú eres Dios, un Dios que se me da.
- Jesús, Tú lo eres todo para mí.
Tú me llevas al Padre, que nos hace hijos suyos.
- Jesús, Tú lo eres todo para mí.
Tú me compraste con tu Sangre.
- Jesús, Tú lo eres todo para mí.
Tú derramas tu Espíritu en mi corazón.
- Jesús, Tú lo eres todo para mí.
Tú me haces partícipe de tu Divinidad.
- Jesús, Tú lo eres todo para mí.
Tú me das todos los tesoros de Dios.
- Jesús, Tú lo eres todo para mí.
Tú, Hombre como yo, te das del todo a mí.
- Jesús, Tú lo eres todo para mí.
Tú te me das especialmente en la Comunión.
- Jesús, Tú lo eres todo para mí.
Tú por tu gracia me haces UNO contigo.
- Jesús, Tú lo eres todo para mí.
Tú me estás aguardando en tu mismo Cielo.
- Jesús, Tú lo eres todo para mí.
Tú serás allá mi mayor bien para siempre.
- Jesús, Tú lo eres todo para mí.
Tú serás mi gozo eterno al vernos cara a cara.
- Jesús, Tú lo eres todo para mí.
Todos
Señor Jesús, a ti vengo con toda mi alma. A ti me llego,
sediento a la fuente y hambriento a la mesa. Lléname de
vida, de verdad y de amor, para que no suspire por nada
fuera de ti y seas Tú, solo Tú, mi todo y mi único bien como
yo también totalmente para ti.
188
Madre María, pobre siempre, y más rica que nadie al no
tener más tesoro que a tu Jesús. Pon ahora a Jesús en mis
manos; haz que me contente sólo con Él; y guárdamelo
siempre en mi corazón hasta que contigo lo goce en la eter-
nidad feliz.
En mi vida Autoexamen
¡Qué contraste tan marcado el de la generosidad de Cris-
to, que se me da del todo a mí, y la tacañería mía, que le
estoy negando en cada momento cualquier cosa que Él me
pide!... Me pide, ante todo, mi amor. ¿Se lo doy de veras?
¿No doy cabida en mi corazón a ningún rival de Cristo?
¿Bendice Él todos los demás amores míos, porque Él tam-
bién los quiere?... Me pide más oración, más intimidad con
Él, especialmente en el Sagrario. ¿Le dedico muchos ratos a
Cristo?... ¿Y llevo cuenta de los sacrificios que le niego, por
falta de entrega?... Él, todo para mí. ¿Soy yo del todo para
Él?...
Preces
Dios nuestro, Tú te nos has dado del todo en tu Hijo Je-
sús.
Gracias por todos los dones con que nos has enriquecido.
Señor Jesús, conocedores de tu generosidad, te pedimos:
- que sepamos darnos a los demás como te nos has dado
Tú.
Señor Jesús, suscita en nosotros espíritu de renovación,
- para no estancarnos en el bien sino aspirar siempre a
más.
Señor Jesús, que no tengamos más afán que ser del todo
tuyos,
- y de ganarte muchos hermanos que te amen cada vez
más.
Señor Jesús, suscita entre los jóvenes de tu Iglesia mu-
chas vocaciones sacerdotales y religiosas,
- que lo den todo para tu gloria y bien del Reino.
Señor Jesús, te encomendamos las almas de nuestros di-
funtos,
- para que, al verte cara a cara, rueguen también por no-
sotros.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, en la Santa Hostia Tú nos das to-
do tu ser: tu Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. ¡Aquí sí que
no te reservas nada sin dárnoslo! Te adoramos, te amamos,
te deseamos, y sólo sabemos repetirte una y mil veces, en
ardiente oración: ¡Ven, Jesús! ¡Ven, Señor! Que vives y
reinas por los siglos de los siglos. Amén.
__________
189
Recuerdo y testimonio...
1. ¿Queremos saber lo que es ser todo de Jesús, como Él
lo es todo nuestro? Nos lo dice este incomparable soneto del
clásico de nuestra lengua Calderón de la Barca.
¿Qué quiero, mi Jesús? Quiero quererte,
quiero cuanto hay en mí del todo darte,
sin tener más placer que el de agradarte,
sin tener más temor que el de ofenderte.
Quiero olvidarlo todo y conocerte,
quiero dejarlo todo por buscarte,
quiero perderlo todo por hallarte,
quiero ignorarlo todo por saberte.
Quiero, amable Jesús, quiero abismarme
en ese dulce abismo de tu herida,
y en sus divinas llamas abrasarme.
Quiero en Aquél que quiero transformarme
morir a mí para vivir su vida,
perderme en ti, Jesús, y no encontrarme.
190
45. JESÚS, EL AMIGO
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
191
Pero son también mías todas sus preocupaciones por la
Iglesia, por la salvación de los hombres, por la suerte de los
pobres y enfermos, por el ordenamiento de la sociedad se-
gún Dios.
Jesús, entonces, es para mí “un amigo fiel, apoyo seguro,
tesoro que no tiene precio, bálsamo que suaviza mi vida en-
tera” (Eclesiástico 6,14)
Y a semejante amigo, ¿lo encuentro en alguna parte me-
jor que aquí, en la Eucaristía, donde se ha quedado preci-
samente para ser y tratarme siempre como el mejor amigo
mío?...
Hablo al Señor Todos
192
Señor Jesús, gracias por llamarte y ser amigo nuestro.
Yo no puedo vivir sin una amistad sincera, sin un corazón
que palpite a la par del mío. Pero sólo el tuyo, sólo tu Cora-
zón es capaz de comprenderme y quererme sin defraudar
nunca mis ilusiones de amor.
Madre María, nadie como Tú disfrutó de la intimidad de
Jesús. Madre e Hijo, ¡pero qué amigos los dos!... Méteme en
la intimidad de Cristo. Consérvame siempre fiel a Él. Que
pueda Jesús contar conmigo igual que yo cuento siempre
con la fidelidad suya.
En mi vida Autoexamen
¿Tengo el convencimiento de que la amistad de Jesús es
la única que no falla nunca, y quiero por eso la amistad con
Jesús?... Y si Jesús y yo somos amigos, ¿sabe Él todas mis
cosas, porque se las confío yo, o es el último a quien voy a
contárselas?... ¿Puede fiarse de mí en absoluto, y no le trai-
ciono nunca?... ¿Me preocupo de sus intereses, como se
preocupa Él de los míos?... Sobre todo, ¿le demuestro mi
amistad íntima, cordial, en visitas a su Sagrario, llenas de
amor, constantes, sin fallos lamentables, debidas a flojedad,
a apatía, a frialdad?... ¿Voy a ser siempre fiel a su amor de
amigo?...
Preces
Dios nuestro, que en Jesucristo tu Hijo te has abajado
hasta ser uno como nosotros.
Te bendecimos y te alabamos por tu infinita bondad.
Señor Jesús, que todos los que te reconocen como el En-
viado de Dios olviden sus divisiones,
- y se traten como amigos en ti, Jesús, el Amigo de todos.
Señor Jesús, Tú que nos amas a todos y a todos nos
quieres felices en esta vida con la felicidad y paz que Dios da
a los corazones,
- ayuda a todos los que sufren a confiar en ti, que los
amas, e impúlsanos a todos a trabajar por esos hermanos
más necesitados.
Señor Jesús, que todos los aquí presentes ante la Hostia
Santa nos veamos llenos de tus bendiciones,
- y te pedimos las hagas extensivas a todos nuestros se-
res queridos, que confiamos a la bondad de tu Corazón.
A nuestros queridos difuntos dales el descanso eterno,
- y que un día nos encontremos todos en la Casa del Pa-
dre gozando de tu gloria.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, en el Sagrario te muestras más
amigo que nunca. Siempre esperando, siempre gozando con
nuestra visita. Aquí nos hablas, aquí nos escuchas, aquí nos
formas. Aquí sabes hacer de nosotros una obra maestra
cuando fusionas nuestros pobres corazones con el tuyo, que
193
es una hoguera ardiente de amor. Tú, que vives y reinas por
los siglos de los siglos. Amén.
__________
Recuerdo y testimonio...
Cosas de los grandes amigos de Jesús...
l. San José Rubio transita por las calles de Madrid ha-
blando con su gran Amigo, sin darse cuenta de que por Él va
a hacer pronto el ridículo de la manera más simpática, para
darnos con su distracción una lección soberana de amor a
Cristo. Sube al tranvía, y pide al cobrador:
- Dos.
- ¿Dos tiquetes, Padre? ¿Para quién?
- ¡Ah, sí! Perdone. No me acordaba de que Él no paga...
Así se trataban Jesús y el bendito jesuita.
2. Igual que su encantador hermano de la Compañía de
Jesús, San Alonso Rodríguez, el portero del Colegio de
Sión en Mallorca, que dice de sí mismo: “La presencia de
Cristo era tan grande, que por las calles no veía a las gentes
sino como a manera de sombras”...
3. Y de San Ignacio de Loyola dice su biógrafo: “Pen-
sando en la muerte, no podía detener sus lágrimas de pura
alegría, sabiendo que así iba por fin a verse con Cristo, olvi-
dado por puro amor de sus intereses y descanso”...
194
46. Ml AMOR A JESUCRISTO
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
195
cio un placer y un gozo, y la virtud el ansia del alma; para
que vivamos de amor, soñemos con el amor, respiremos tu
amor y, por fin, muramos con el corazón roto de amor, atra-
vesado de parte a parte por la flecha del amor, dulcísimo don
de Dios al hombre?”...
Hablo al Señor Todos
¡Qué lecciones que me das, Jesús!
¿Quién resiste una página semejante
sin encenderse en amor tuyo?...
Así quisiera que fuese mi amor a ti. Así debe ser.
Infúndelo Tú en mi corazón por tu Santo Espíritu.
Y que yo sepa corresponder a esa gracia
con actos incesantes de amor, con afecto ardoroso,
con pequeños sacrificios en el cumplimiento de mi deber,
con el trato frecuente contigo en el Sacramento del Amor.
¡Señor Jesús, enciéndeme en tu amor!
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Jesús, ardiente Amador nuestro con amor eterno.
- Señor, inflama mi corazón en tu amor.
Jesús, que te hiciste Hombre por mi amor.
- Señor, inflama mi corazón en tu amor.
Jesús, que me amaste con amor encantador de niño.
- Señor, inflama mi corazón en tu amor.
Jesús, que me amaste con amor apasionado de joven.
- Señor, inflama mi corazón en tu amor.
Jesús, que me amaste durante toda tu vida.
- Señor, inflama mi corazón en tu amor.
Jesús, que me amaste hasta morir por mí.
- Señor, inflama mi corazón en tu amor.
Jesús, que resucitaste con amor grande por mi.
- Señor, inflama mi corazón en tu amor.
Jesús, que en el Cielo me amas hasta con delirio.
- Señor, inflama mi corazón en tu amor.
Jesús, que sueñas con tenerme a tu lado para siempre.
- Señor, inflama mi corazón en tu amor.
Jesús, que mendigas mi pobre amor.
- Señor, inflama mi corazón en tu amor.
Jesús, que me das tu Espíritu para que te ame con ardor.
- Señor, inflama mi corazón en tu amor.
Jesús, que me quieres conceder el don del amor a ti.
- Señor, inflama mi corazón en tu amor.
Todos
Señor Jesús, Tú me amas, yo te amo, ¡nos amamos los
dos!... Tú me amas con amor infinito, y yo te amo a ti con un
pobre pero sincero corazón. Acreciéntame el amor a tu divi-
na Persona, pues no quiero más que amarte a ti y a todos
por ti.
Madre María, ¿cómo amaba tu Corazón a Jesús? Así,
como Tú, lo quiero amar yo también. Tiernamente, como Tú
en Belén. Calladamente, como Tú en Nazaret. Fidelísima-
196
mente, como Tú en el Calvario. Ardentísimamente, como Tú
ahora en el cielo.
En mi vida Autoexamen
Los dos de Emaús se dijeron: “¿No ardía nuestro corazón
mientras nos hablaba por el camino?”... Cristo enciende en
mi corazón un amor afectivo ardiente, que abrasa, que con-
tagia. Y amor de obra, que está dispuesto a todo, a la re-
nuncia, a la entrega, hasta convertir la vida en un ascua de
amor. Nos lo enseña Santa Teresa de Lisieux, con su “cami-
nito”: no es un amor explosivo, soñador de grandes cosas,
sino que se compone de actos pequeños. Los de cada mo-
mento, los deberes de cada día, los sacrificios inevitables
que nos salen al paso siempre. Pero aceptados todos, apro-
vechados todos, envueltos en oración, para expresar con
ellos nuestro amor a Jesucristo.
Preces
Dios nuestro, que eres Amor, nos das amor y nos pides
amor.
Bendito, alabado y amado seas por todas las criaturas del
cielo y de la tierra.
Por todos los creyentes en Cristo, para que lo amen con
todas las fuerzas de su ser, rogamos:
- Señor Dios nuestro, escúchanos.
Por los que se sienten solos, pensando que nadie les
ama, para que descubran el amor inmenso de Jesucristo a
sus personas y alcancen la felicidad en que sueñan, roga-
mos:
- Señor Dios nuestro, escúchanos.
Por los obispos, sacerdotes y laicos comprometidos, que
trabajan para hacer conocer y amar a Jesucristo, para que
sigan constantes en su empeño a pesar de las dificultades y
hasta persecuciones por causa del Reino, rogamos:
- Señor Dios nuestro, escúchanos.
Por nosotros aquí presentes, para que permanezcamos
fieles al amor de Jesucristo y demos testimonio de él a todos
los hombres, rogamos:
- Señor Dios nuestro, escúchanos.
Por los queridos difuntos, que esperan nuestra oración,
rogamos:
- Señor Dios nuestro, escúchanos.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, si tu Sagrario es un volcán incan-
descente, ¿a qué obedece el que tengamos tanto frío? Noso-
tros queremos permanecer junto a ti para que nos abrases;
para que nos modeles en la fragua del amor; para que, cal-
deados nuestros corazones por ti, salgamos de tu presencia
comunicando a todos los afectos y los efectos de tu amor.
Así sea.
197
__________
Recuerdo y testimonio...
1. San Marcelino Champagnat aconsejaba, y exigía a
sus Hermanos Maristas: “No debéis nunca salir de casa
donde mora Jesús Sacramentado, sin acudir a pedirle su
bendición. Y al volver a casa, también debe ser para Él la
primera visita”. Y más de una vez se llevó alguien una re-
prensión severa por descuidar esta visita al Sagrario...
2. Igual que el Venerable Padre Jaime Clotet, alma ange-
lical, que al salir de casa iba primero ante el Sagrario: “Je-
sús, tu Jaime se va. Guárdalo”. Y al regresar: “Jesús, tu Jai-
me ha vuelto. Bendícelo”. Así siempre...
3. San Alfonso María de Ligorio, ancianito de noventa
años, no podía pasar sin su Jesús Sacramentado, al que
acudía pidiéndole siempre más amor. Se acercaba, golpeaba
la puertecita del Sagrario, y le decía al Señor candorosamen-
te: “Pero, Jesús mío, ¿es que no me has oído?”...
198
47. AMADOS DEL PADRE
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
199
el Padre nos está amando a nosotros con una intensidad
inimaginable, ardentísima, infinita.
Rotos los velos mortales, veremos que hemos sido ama-
dos por el Padre en este mundo tanto como lo seremos en el
Cielo. ¡Amor nuestro a Jesús en el Sagrario, amor del Padre
a nosotros!...
Hablo al Señor Todos
¡Padre, Tú me amas! ¡Todo un Dios!...
¡Nadie ―exclamo con Pablo―, nadie me va a separar
del amor de Dios que está en Cristo Jesús!...
No puedo con la felicidad de mi corazón
al saber que, por amar yo a Jesús, me amas Tú,
Padre de nuestro Señor Jesucristo
y Padre nuestro Celestial.
Para darte más y más gusto a ti, Padre,
dame la gracia de amar cada vez más a tu Hijo querido,
sabiendo que Tú también me amarás más y más a mí.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Dios Padre, que tienes en Jesús tus complacencias.
- Padre, dame el amor a Jesús.
Dios Padre, que revelas tu Hijo a quien quieres.
- Padre, dame el amor a Jesús.
Dios Padre, que amas a los que aman a tu Hijo Jesús.
- Padre, dame el amor a Jesús.
Dios Padre, que eres quien nos lleva a Jesús.
- Padre, dame el amor a Jesús.
Dios Padre, que das tu gloria a Jesús como Hijo tuyo.
- Padre, dame el amor a Jesús.
Dios Padre, que dispusiste un reino para Jesús tu Hijo.
- Padre, dame el amor a Jesús.
Dios Padre, que amas a Jesús y pones todo en su mano.
- Padre, dame el amor a Jesús.
Dios Padre, que dabas y sigues dando testimonio de Jesús.
- Padre, dame el amor a Jesús.
Dios Padre, que eres una sola cosa con Tu Hijo Jesús.
- Padre, dame el amor a Jesús.
Dios Padre, que eras y eres amado por Jesús.
- Padre, dame el amor a Jesús.
Dios Padre, que por Jesús nos has dado el Espíritu Santo.
- Padre, dame el amor a Jesús.
Dios Padre, que nos das todo lo que te pedimos por Jesús.
- Padre, dame el amor a Jesús.
Todos
Señor Jesús, que te complaces en glorificar al Padre y lo
revelas a quien Tú quieres así como Él te revela a ti. Mués-
trame al Padre, y tengo bastante. Hazme amarlo, y poseeré
la riqueza máxima. Que te ame a ti, para que Él me ame más
a mí.
Madre María, la más amada del Padre porque amaste la
que más a Jesús. Enséñame a amar a Jesús como lo ama-
200
bas Tú. Que dé cabida en mi corazón a todo lo que vea en
Jesús: a sus palabras, que me iluminen; a su amor, que me
abrase; a sus ejemplos, que me arrastren a su imitación.
En mi vida Autoexamen
Porque el Padre me quiere amar, Él mismo se obliga
cuando me lleva hacia Jesús, “pues nadie viene a mí si el
Padre no lo atrae”, me dice Jesús mismo. Si quiero atraer
hacia mí todo el amor de un Dios, ¡qué fácil lo tengo sobre
todo con la Eucaristía! Amo yo a Jesús, comulgo para darle
gusto a Él, le visito para manifestarle que le quiero, y el Pa-
dre se pierde de amores por mí... Entonces, doy por conse-
guida toda gracia que le pido al Padre, pues el mismo Jesús
me asegura: “Todo aquel que me sirva será honrado por mi
Padre”. ¿Puedo querer una prenda más cierta de mi salva-
ción?... ¿Valoro lo que es la Eucaristía para mí?...
Preces
Recordando todas las bondades de Dios, manifestadas
por Cristo a lo largo de su vida, aclamamos llenos de gozo:
Muéstranos, oh Padre, las riquezas insondables de tu
amor.
Sabemos que todos los beneficios que hemos recibido
proceden exclusivamente de la bondad divina;
- haz, Señor Jesucristo, que no se queden vacíos ante
Dios, sino que den fruto abundante de vida eterna.
Oh Jesús, Tú eres la luz y la salvación para todos los
pueblos;
- no permitas que sigan en el error tantos hombres, her-
manos nuestros, redimidos con tu Sangre, sino haz que lle-
guen a descubrir el amor de un Dios que los ama y les ofrece
la salvación.
Son muchos, Señor Jesús, los que sufren en el mundo
porque no se les reconoce su dignidad humana;
- ayuda a los que trabajan por instaurar un orden social
más justo, que elimine la pobreza, la enfermedad y la escla-
vitud en todas sus formas.
Te encomendamos, Señor Jesús, a los hermanos difun-
tos;
- admítelos a todos en la luz del Reino celestial.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, el adorador del Padre y el que nos
atraes todo su amor cuando Él ve que te amamos y estamos
contigo. Haz de nosotros almas eucarísticas de verdad, por-
que queremos amarte, porque queremos llenarnos de tu gra-
cia, y porque queremos que el Padre nos ame con infinito
amor. Así sea.
__________
Recuerdo y testimonio...
201
Santa TERESA DE LISIEUX pudo acompañar mucho a
Jesús en el Sagrario y tuvo grandes experiencias místicas
del amor del Padre, en medio de su vida tan ordinaria, senci-
lla, como la de cualquiera de nosotros.
Decía: “No tengo ya ningún deseo si no es el de amar a
Jesús con locura”. Amor que lo hacia consistir en las cosas
más menudas: “No desperdiciar ningún sacrificio, ninguna
mirada, ninguna palabra; aprovecharme de las pequeñas
cosas, aun de las más insignificantes, haciéndolas por
amor”.
Estaba un día cosiendo la ropa. Tenía una cara celestial.
Y le pregunta una Hermana: ¿En qué piensa?
- “Estoy meditando el Padrenuestro. Es tan dulce llamar a
Dios: ¡Padre!”. Le brillaron en los ojos unas lágrimas, y conti-
nuó:
- “No veo con claridad qué es lo que poseeré después de
mi muerte que no posea ya ahora. Veré a Dios, es verdad;
pero, en cuanto a estar con Él, lo estoy ya enteramente en la
tierra... Un día me sentí herida de repente por un dardo de
fuego tan abrasador, que creí morir. No sé cómo explicarlo.
Era como si una mano invisible me hubiese hundido entera-
mente en el fuego. ¡Oh, qué fuego y qué dulzura al mismo
tiempo!... Un minuto, un segundo más, y mi alma se hubiera
separado del cuerpo”.
202
48. SOMOS UN SOLO CUERPO
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
De la carta primera de San Pablo a los de Corinto.
12, 12-13; 26-27)
Del mismo modo que el cuerpo es uno, aunque tie-
ne muchos miembros, y todos los miembros del cuer-
po, no obstante su pluralidad, no forman más que un
solo cuerpo, así también Cristo. Porque en un solo Es-
píritu hemos sido todos bautizados, para no formar
más que un cuerpo, judíos y griegos, esclavos y libres.
Y todos hemos bebido de un solo Espíritu... Si sufre un
miembro, todos los demás sufren con él. Si un miem-
bro es honrado, todos los demás toman parte en su
gozo. Ahora bien, ustedes son el cuerpo de Cristo, y
miembros suyos cada uno a su modo. - Palabra de
Dios.
La Eucaristía, “signo de unidad, lazo de la caridad”, es un
compromiso serio con los hermanos.
San Pablo ha sido el gran doctor de esta verdad, y es él
quien nos guía hoy en nuestra reflexión.
Jesús nos deja como sacrificio único de la Iglesia su pro-
pio Cuerpo y su propia Sangre, ofrecidos por Él en la cruz.
“El cáliz de la bendición que consagramos, ¿no es comunión
con la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es comu-
nión con el cuerpo de Cristo?” (1Corintios 10,16). Comulgar
es hacerse “uno” con Cristo Jesús.
Entonces viene la consecuencia más natural. “Desde el
momento que el pan es uno solo, somos también un solo
cuerpo toda la muchedumbre que participamos de este único
pan” (1Corintios 10,17)
Los cristianos, al comulgar, dejamos de ser individualida-
des en la Iglesia, para convertirnos en un solo cuerpo. Por lo
tanto, no cabe la división en la Iglesia. El odio, el rencor, la
separación en la fe y en el amor, son incompatibles con Co-
munión.
Y San Pablo llega a otra consecuencia: a la comunicación
de los bienes materiales. Es un absurdo y un crimen sentar-
se en la mesa del Señor uno que está harto de comida junto
a otro que no tiene cómo llenar su estómago vacío. “Cuando
se reúnen en asamblea, ya no es para celebrar la cena del
Señor, pues cada uno se adelanta a comerse su provisión
personal. Y mientras el uno se queda con hambre, el otro se
emborracha a placer” (1Corintios 11,20-21)
El Papa Juan Pablo II, en el Congreso Eucarístico de Sevi-
lla, denunció severamente este hecho doloroso que se da
en la sociedad actual, y que no debería existir en las iglesias
que celebran el Misterio del Señor. Decía el Papa: “El sa-
cramento de la Eucaristía no se puede separar del manda-
203
miento de la caridad. No se puede recibir el Cuerpo de Cristo
y sentirse alejado de los que tienen hambre y sed, son explo-
tados o extranjeros, están encarcelados o se encuentran
enfermos”.
Y añadía el Papa las palabras del Catecismo de la Iglesia
Cató1ica: “La Eucaristía entraña un compromiso en favor de
los pobres. Para recibir en la verdad el Cuerpo y la Sangre
de Cristo entregados por nosotros, debemos reconocer a
Cristo en los más pobres, sus hermanos”.
Hablo al Señor Todos
Señor Jesucristo, hermano nuestro,
que nos pides el amor a todos los hermanos,
como nos lo pides para ti mismo.
Aquí nos sentamos juntos, en la mesa del Padre,
el pobre, el criado, el humilde...
Danos tu amor a todos. Haznos un solo corazón.
Que el mundo crea porque ve que nos amamos
los unos a los otros, como nos amas Tú.
Como se lo pediste al Padre: “¡Que sean uno!”.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Señor Jesús, modelo de amor a todos los hombres.
- Que nos amemos todos, como nos ama Dios.
Señor, que nos das el amor como la señal cristiana.
- Que nos amemos todos, como nos ama Dios.
Señor, que quieres que todos seamos “uno”.
- Que nos amemos todos, como nos ama Dios.
Señor, que nos das el amor como el don supremo.
- Que nos amemos todos, como nos ama Dios.
Señor, que nos quieres “uno” contigo y el Padre.
- Que nos amemos todos, como nos ama Dios.
Señor, que nos das tu Espíritu, fuente del amor.
- Que nos amemos todos, como nos ama Dios.
Señor, que nos das tu Cuerpo como lazo del amor.
- Que nos amemos todos, como nos ama Dios.
Señor, que no admites división entre nosotros.
- Que nos amemos todos, como nos ama Dios.
Señor, para ser un solo corazón y una sola alma.
- Que nos amemos todos, como nos ama Dios.
Señor, para recibirte dignamente en la Comunión.
- Que nos amemos todos, como nos ama Dios.
Señor, para no apartarnos de tu propio amor.
- Que nos amemos todos, como nos ama Dios.
Señor, para hacer ya aquí lo que haremos en el Cielo.
- Que nos amemos todos, como nos ama Dios.
Todos
Señor Jesús, Tú infundes tu Espíritu en nuestros cora-
zones para que amemos con el mismo amor de Dios. Haz-
nos dignos de ese amor que nos tienes. Que nunca se rom-
204
pa entre nosotros la unión que quisiste existiera siempre en
tu Iglesia como signo de tu presencia entre nosotros.
Madre María, la discípula más aprovechada de Jesús. Al
amarnos como miembros de Cristo e hijos de un mismo Pa-
dre, Dios, sabemos mirarnos también como hijos tuyos, que
se aman y se unen siempre en el Corazón de la Madre.
En mi vida Autoexamen
Esta palabra del Señor nos impone un examen serio de
conciencia. Comulgo. Me arrodillo ante el Sagrario. Soy un
alma eucarística... Muy bien. Pero esto exige el amor al her-
mano, especialmente al más pobre. La Eucaristía es el com-
promiso más serio que adquirimos con el hermano, y no so-
lamente con Cristo individualmente. ¿Amo a todos, como es
mi deber? ¿Tengo un corazón sensible a las necesidades de
los demás? ¿O permanezco frío e indiferente ante el dolor
ajeno?... ¿Sé abrir mis manos con generosidad? ¿Sé darme
a todos como se me da Jesús a mí?... En la Iglesia, en mi
comunidad, ¿soy siempre un elemento integrador en el amor
y la unión?...
Preces
Alabamos a Dios nuestro Padre, que creó el mundo y
por Cristo nos congregó en una Iglesia universal, que será la
familia de Dios glorificada en la eternidad feliz.
Renueva las maravillas de tu amor infinito y misericordio-
so.
Señor Jesucristo, que eres el alfa y omega, el principio y
el fin de todas las cosas, y el Cabeza de tu Iglesia;
- une a todos los creyentes y haz que formemos, como
nuestros primeros hermanos en la fe, un solo corazón y una
sola alma.
Señor Jesucristo, que por la Sangre de tu Cruz reconci-
liaste con Dios a todos los seres del cielo y de la tierra;
- líbranos de toda desesperación y de todo temor y con-
forta especialmente a todos nuestros hermanos que sufren.
Ayuda a los oprimidos, consuela a los afligidos, libra a los
cautivos, da pan a los hambrientos, fortalece a los débiles.
Señor Jesucristo, como premio de este rato de compañía
que te hemos hecho ante la Hostia Santa,
- aumenta en nosotros el amor a los hermanos y haz que
lo testimoniemos con obras eficaces de caridad.
Acuérdate, Señor, de nuestros difuntos,
- y llévalos a la plenitud de la vida en la gloria.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, sólo el amor nos autoriza a recibir-
te cuando te nos das en la Comunión. Guárdanos en el
amor. Haz que formemos un solo cuerpo contigo, para que el
mundo crea en tu Iglesia al ver que nos amamos como nos
amas Tú. Así sea.
205
__________
Recuerdo y testimonio...
1. El Beato Federico Ozanam, estudiante de la Universi-
dad de París, hacía siempre sus pequeños ahorros. Y el do-
mingo, después de comulgar, desayunaba, preparaba otro
desayuno más abundante, buscaba en un apartamento a un
pobre desamparado, se lo daba todo, y así pagaba a Jesús
la visita que le había hecho a él con la Comunión. Para
cuando se casó aquel joven tan extraordinario, sus Confe-
rencias de San Vicente de Paúl eran ya una institución pode-
rosa, que aliviaba la pobreza de tantos indigentes.
206
49. JESUCRISTO, PASIÓN DE AMOR
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
207
Estos grandes santos, con expresiones tan bellas, enla-
zan con la antigua Iglesia, que nos dice por San Ignacio de
Antioquía, discípulo de los Apóstoles y mártir insigne: “Una
sola cosa importa, que yo me halle en Cristo Jesús, para el
verdadero vivir”.
Hablo al Señor Todos
Señor mío Jesucristo,
ideal de las almas grandes, y vida de su vida
¿Cuándo te conoceré como ellas? ¿Cuándo te amaré yo
así?
¿Cuándo trabajaré por ti como los más generosos?
¿Cuándo te haré amar como debes ser amado?
Dame la gracia de conocerte, de amarte, de seguirte,
de hacer algo por ti entre mis hermanos.
Que tu amor me lleve a darme a los demás,
para que todos juntos a la una
construyamos el mundo en la paz de tu Corazón.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Tú, en quien el Padre nos ve, nos elige y nos salva.
- ¡Mi Señor Jesucristo, yo te amo!
Tú, en quien se recapitulan todas las cosas.
- ¡Mi Señor Jesucristo, yo te amo!
Tú, que eres el centro y el eje del universo.
- ¡Mi Señor Jesucristo, yo te amo!
Tú, por quien nosotros somos hijos de Dios.
- ¡Mi Señor Jesucristo, yo te amo!
Tú, en quien todos nosotros somos hermanos.
- ¡Mi Señor Jesucristo, yo te amo!
Tú, por quien tenemos la herencia de la vida eterna.
- ¡Mi Señor Jesucristo, yo te amo!
Tú, dado por el Padre al mundo como su mayor gracia.
- ¡Mi Señor Jesucristo, yo te amo!
Tú, centro del amor de todos los corazones.
- ¡Mi Señor Jesucristo, yo te amo!
Tú, ideal por el que yo quiero vivir y morir.
- ¡Mi Señor Jesucristo, yo te amo!
Tú, clave de toda mi vida espiritual y apostólica.
- ¡Mi Señor Jesucristo, yo te amo!
Tú, objetivo único de toda mi vida
- ¡Mi Señor Jesucristo, yo te amo!
Tú, que serás nuestra felicidad eterna en el Cielo.
- ¡Mi Señor Jesucristo, yo te amo!
Todos
Señor Jesús, que eres el camino, la verdad y la vida.
Hazme conocerte cada vez más profundamente. Hazme
amarte cada vez con más ardor. Hazme seguirte cada vez
con más fidelidad. Sólo así llenarás mi vida entera y sólo así
mi vida será digna de ti.
Madre María, no puedo pedirte una gracia más agradable
a ti que el conocimiento y el amor de mi Señor Jesucristo.
208
Que, como Tú, guarde sus palabras en mi corazón, que las
medite sin cesar, que las asimile y las viva, para que sea
Jesús, y únicamente Jesús, la ilusión de mi existencia ente-
ra.
En mi vida Autoexamen
Esas expresiones y ejemplos de los grandes santos de la
Iglesia han de ser para mí un estímulo poderoso que me
obligue a amar apasionadamente a Jesucristo y a trabajar
para su gloria entre los hermanos que Él confía a mi genero-
sidad. Mi amor ha de polarizarse entre Jesucristo y el her-
mano que me necesita. ¿Amo ardorosamente a Jesucristo
en su Persona? En especial, ¿lo busco en su Sagrario?
Cuando trabajo por mis hermanos, ¿miro en ellos a la Per-
sona de Jesucristo? ¿O bien la ayuda que les presto es pu-
ramente social, filantrópica, sin que sea yo capaz de hacer-
les amar al Señor que mueve toda mi actividad? ¿Trato de
meter el amor de Cristo en sus corazones?...
Preces
Dios, que nos ama, sabe también lo que nos falta. Noso-
tros acudimos a su bondad inmensa, y le decimos:
Te alabamos, te amamos y confiamos en ti.
Señor Jesús, Rey del universo, que nos has revelado el
amor inmenso del Padre y nos has dado el Espíritu Santo
para amar como ama Dios;
- derrama el amor divino en nuestros corazones y que
transforme nuestra vida de terrena en celestial.
Señor Jesús, que en el Cielo donde eres nuestro Media-
dor intercedes siempre por nosotros;
- ábrenos la puerta de tu Corazón y haz que te sirvamos
siempre con santidad y justicia.
Señor Jesús, que te identificas sobre todo con el pobre, el
desvalido, el que sufre;
- derrama la paz de tu amor sobre los hermanos que vi-
ven sin esperanza.
Señor Jesús, cólmanos de tu gracia a los que te hemos
hecho este rato de compañía,
- y haz que nunca nos separemos de ti.
Señor Jesús, abre a los difuntos las puertas de la gloria,
- para que participen plenamente de la salvación.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, a quien tenemos siempre en la
Eucaristía tan cerca, tan cerca de nosotros. Atráenos hacia ti
de manera irresistible; encadénanos a tu Sagrario; y, cuando
salgamos de tu presencia, que sea ardiendo en amor a tu
adorable Persona y a los hermanos que confías a nuestra
generosidad. Así sea.
__________
209
Recuerdo y testimonio...
Santa Margarita María, la gran confidente del Corazón de
Jesús, cuando iba a comulgar vio una vez a Jesús, en medio
de la Sagrada Hostia, resplandeciente mucho más que el sol,
con una luminosidad imposible de soportar. Y durante una
meditación ante el Sagrario, esta luz sobre toda luz salió de
la llaga del costado de Cristo e inundó el corazón de Margari-
ta María. Se abrió el Divino Corazón de Jesús y brotó de él
una llama tan ardiente que consumía a la dichosa santa, a la
cual dijo Jesús:
- “Dame tu corazón”.
Cuenta Margarita: - Yo le dije que lo tomara. Él lo aceptó
y lo puso dentro de su costado. Allí estaba como un átomo
pequeño que se consumía en un horno de fuego ardiente.
Luego volvió a sacarlo en forma de llama, y me lo colocó de
nuevo en su sitio, mientras me decía:
- “Ahí tienes una preciosa prenda de mi amor, que depo-
sita en tu costado una pequeña chispa de su ardiente llama y
te servirá de corazón consumiéndote hasta el último momen-
to. Y su ardor no se ha de extinguir”.
Concluye la Santa: - Después de este gran favor, yo no
sabía si me hallaba en el cielo o en la tierra.
210
50. JESÚS EN LAS CUMBRES DEL AMOR
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
211
sería cielo para Jesús, que nos ha amado hasta la locura del
amor.
Ahora me tengo que mirar a mí. Si amor con amor se pa-
ga, y si una entrega y una donación se corresponden con
otra donación y otra entrega igual, ¿qué me toca a mí hacer
por Jesús y por mis hermanos en Jesús?... Amistad personal
con Cristo, sobre todo en su Sagrario, y, para los demás,
compañerismo, servicio, ayuda, alegría. Es todo lo que Jesu-
cristo y los hermanos desean y me piden. Todo esto, y nada
más.
Hablo al Señor Todos
“Te amé con amor eterno”,
nos dices en tu Palabra, Señor.
Y ese amor me lo demuestras de maneras mil.
Tú te me diste y te me das del todo.
¡Que yo me dé también del todo a ti!
A ti, personalmente, con el afecto de mi corazón
y mi compañía en el Sagrario, donde estás por mí.
A ti en mis hermanos, porque Tú me necesitas
en cada uno de ellos. ¡Que con ellos y contigo
nos encontremos todos en el Cielo en que nos esperas!
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Jesús, Hijo de Dios, que te hiciste hombre por mí.
- Señor, yo creo en tu amor para conmigo.
Jesús, que te hiciste niño por mi.
- Señor, yo creo en tu amor para conmigo.
Jesús, que en Nazaret viviste como vivo yo.
- Señor, yo creo en tu amor para conmigo.
Jesús, que conociste los mismos afanes que yo.
- Señor, yo creo en tu amor para conmigo.
Jesús, que te me diste como manjar celestial.
- Señor, yo creo en tu amor para conmigo.
Jesús, que moriste en la cruz para salvarme.
- Señor, yo creo en tu amor para conmigo.
Jesús, que en el Cielo me estás preparando una morada.
- Señor, yo creo en tu amor para conmigo.
Jesús, que me quieres en el Cielo para siempre junto a ti.
- Señor, yo creo en tu amor para conmigo.
Jesús, que en el Cielo serás Tú mi premio eterno.
- Señor, yo creo en tu amor para conmigo.
Jesús, que en el Sagrario estás siempre por mí.
- Señor, yo creo en tu amor para conmigo.
Jesús, que te me das y me necesitas en los hermanos.
- Señor, yo creo en tu amor para conmigo.
Jesús, que intercedes sin cesar por mí ante el Padre.
- Señor, yo creo en tu amor para conmigo.
Todos
Señor Jesús, el misterio de tu amor es insondable. Tú
me amas, y yo no puedo pagar tu amor inmenso más que
212
con el amor de mi pobre corazón. Te lo doy todo, Señor. Y al
comprometerte mi amor, haz que entienda también que ese
amor a ti lo debo volcar todo en mis hermanos queridos.
Madre María, discípula, maestra y modelo del amor a Je-
sús. Tú conociste el Corazón de tu hijo más que nadie, y
nadie como Tú me lo puede hacer conocer a mí. Méteme en
el Corazón de Cristo, enciérrame en Él, para que, viviendo
siempre en su amor, muera en su amor y de su amor goce
para siempre un día en el Cielo.
Hablo al Señor Autoexamen
¿Entiendo lo que es el amor de Jesucristo? A pesar de los
fallos que yo tenga, de los pecados que haya podido come-
ter, ¿tengo derecho a temer a un Jesús que así me ha queri-
do, me quiere y me querrá?...¿No adivino cómo resalta el
amor en cada hecho, en cada gesto, en cada palabra de
Jesús?... Sabiendo que Jesús no puede pasar sin mí
―¡bendita la necesidad que Jesús se ha impuesto!―, ¿me
doy a Él, y a Él en mis hermanos, igual que se me dio Él a
mí? ¿Qué he hecho hasta ahora, qué hago actualmente, qué
he de hacer en adelante para corresponder al amor que Je-
sús me tiene?...
Preces
El Señor Jesucristo nos revela a lo largo de nuestro cami-
nar, lleno de dificultades, el misterio de la cruz y de la gloria.
Nosotros le pedimos:
Quédate con nosotros, Señor.
Señor Jesucristo, al ver cómo caminas con nosotros, te
pedimos por todas las comunidades cristianas:
- que te pongan a ti, resucitado y presente en la Eucaris-
tía, en el centro de todos sus gestos, palabras, proyectos y
trabajos.
Señor Jesucristo, por los que llegan al término de la vida;
- para que no se sientan abandonados, sino que piensen
en ti, que los acompañas con especial amor en el último tra-
mo del camino.
Señor Jesucristo, por cuantos se han empeñado en ense-
ñar las Sagradas Escrituras y trabajan en el apostolado eu-
carístico;
- que ayuden a descubrirte a ti, compañero inseparable
nuestro, para provecho grande de sus almas.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, aquí en el Sagrario has sentado la
cátedra del amor. Si en la Eucaristía tenemos el compendio y
la cifra excelsa de todo lo que Tú nos amaste, junto a tu Sa-
grario queremos permanecer siempre, para aprender lo que
es amar, para corresponder con amor al que tanto nos amó y
se entregó por nosotros. Amén.
__________
213
Recuerdo y testimonio...
Nuestro santo de Guatemala, San Pedro de Betancur,
había escrito sobre el Santísimo una de sus famosas copli-
llas:
Yo no puedo más
con este misterio.
Ya que pierdo el juicio,
Él me dé remedio.
Y hubo día en que lo perdió de veras... Salía de su Hos-
pital en la Antigua de servir a los enfermos, cuando, al pasar
por la iglesia en la calle de Santa Catalina, notó que se ex-
ponía la custodia. Le pide a su compañero:
- Váyase a hacer los encargos que debe.
Entra él en el templo, se arrodilla ante el Santísimo, fija
los ojos en la Sagrada Hostia, se olvida del tiempo y no re-
gresa al Hospital hasta varias horas después. Se le quejan:
- ¿Por qué nos ha dejado solos, Hermano Pedro?
Y contesta:
- Perdónenme. No está en mi mano. En viéndome ante el
Santísimo Sacramento, “me pierdo” y salgo fuera de mí, olvi-
dado de todo.
214
51. INCORPORADOS EN CRISTO
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
215
estrechar y llevar esta unión a unas alturas que no podemos
imaginar.
San Cirilo de Jerusalén, del siglo cuarto, en sus cateque-
sis famosas, lo plasmó en dos palabras inmortales al decir
que por la Comunión nos hacemos “concorpóreos y consan-
guíneos”: un solo cuerpo y una sola sangre.
Jesucristo, apareciéndose a Margarita María, la confiden-
te de su Corazón, le dijo: “Vengo a ti para que mi alma susti-
tuya a la tuya, y no vivas sino de mí y para mí”. Jesús expre-
sa esto en el Evangelio con estas palabras: “Así como el
Padre vive, y yo vivo por el Padre, así el que me come vivirá
por mí” (Juan 6,57)
Hablo al Señor Todos
216
Señor Jesús, nunca llegaré a comprender el inefable
misterio de la unión estrecha que has establecido entre no-
sotros dos: si Tú y yo no somos más que una sola cosa, haz
que mi vida sea manifestación de esa vida tuya que has me-
tido tan generosamente en mí.
Madre María, unida tan íntimamente a Jesús que no for-
maste con Él más que un solo corazón. Así quiero yo ser con
mi Señor Jesucristo: un solo corazón, una sola alma, un solo
ser, para que, al sustituirme Él a mí en toda mi vida, toda mi
vida sea una manifestación de la vida de Dios.
En mi vida Autoexamen
Si Cristo y yo no somos más que “uno”, ¿me doy cuenta
de las consecuencias que esto implica en mi vida? Mis sen-
timientos, ¿son los mismos que los de Cristo Jesús? Mi ora-
ción, ¿es la misma que la de Jesús al Padre? Mi trabajo,
todos mis deberes, ¿los realizo con la diligencia y la perfec-
ción de Jesucristo? Mi amor al hermano, ¿está exento de
rencores, y es generoso y se presta a cualquier servicio en
que se me necesita? ¿Recibo la Comunión de modo que me
haga crecer continuamente en Cristo? Toda mi manera de
ser y actuar, ¿refleja al Cristo que se esconde en mí?...
Preces
Ya que formamos todos un solo cuerpo y un solo templo
en Cristo para gloria de Dios, clamamos llenos de gozo:
Bendito seas, Dios nuestro, que lo llenas todo de tu gloria.
Por los que trabajan con fe, con ilusión y con entrega ge-
nerosa por un mundo mejor;
- que Dios les mantenga en su decisión, sabiendo que su
esfuerzo produce siempre frutos abundantes en el campo del
Señor.
Ya que Dios nos hizo pasar por Cristo del reino de las ti-
nieblas al reino de su luz admirable;
- el mismo Dios y Padre nuestro nos haga llegar también
a la luz admirable de su gloria.
Ya que nuestra vida ha de estar escondida con Cristo en
Dios,
- que todos vivamos como signo que anuncie el cielo nue-
vo y la tierra nueva en un mundo mejor.
Señor Jesucristo, por todos los que sufren de una manera
u otra; por las almas de nuestros difuntos, necesitadas de
nuestra oración;
- concédeles a los unos la paz del corazón, y a los otros el
descanso eterno.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, con la bella oración de la Liturgia
te pedimos que, al recibirte en la Comunión, de tal modo
saciemos nuestra hambre y nuestra sed en el Sacramento,
que nos transformemos cada vez más en ti, para que Tú, y
217
solo Tú, seas todo en nosotros y nosotros nos perdamos del
todo en ti. Así sea.
__________
Recuerdo y testimonio...
Santa Verónica Giuliani fue un alma mística encantado-
ra, y con la cual Jesús se permitió ―vamos a hablar así―
una humorada algo pesadita... Estaba la santa en oración
cuando se le aparece Jesús con aire de seriedad. Le mete la
mano a Verónica en el pecho, le saca el corazón y se lo
muestra a la vez que le dice con gravedad:
- Verónica, ¿a quién pertenece este corazón?
- Señor, Tú sabes que te pertenece a ti.
Por segunda vez:
- Verónica, ¿a quién pertenece este corazón?
Y ella, con miedo:
- Señor, Tú sabes que te pertenece a ti
Una tercera vez Jesús, más serio:
- Verónica, ¿a quién pertenece este corazón?
A Verónica, como a Pedro en la orilla del lago, se le nu-
blan los ojos.
- ¡Señor, Tú sabes que te pertenece a ti!
Jesús sonríe, le mete de nuevo el corazón en el pecho, y
ambos quedan abrazados en un éxtasis inefable e indescrip-
tible...
218
52. JESUCRISTO EN MI VIDA
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
219
Si es maestro, ¿tengo el derecho a seguir en mi conducta
criterios equivocados, los criterios por que se rige el mundo,
enemigo de Jesucristo?...
Si es amigo, ¿le trato como a un extraño, con relaciones
interpersonales a larga distancia, y, por ejemplo, le dejo solo
―¡que espere!― en la soledad de su Sagrario?...
Hablo al Señor Todos
Mi Señor Jesucristo,
conocerte a ti es la suma sabiduría.
Saberte tratar y amarte, el gozo más intenso.
Retenerte en el corazón, la mayor riqueza.
Irse transformando en ti, la labor más grandiosa...
Y esto quiero hacer yo. Mirarte siempre. Amarte siempre.
Seguirte siempre. Vivir siempre de ti.
Tratarte siempre como mi mejor amigo...
¿Qué más puedo desear, qué más puedo conseguir?
Teniéndote a ti, tengo todas las riquezas del Cielo...
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Señor Jesús, el único solo Altísimo.
- Que te conozca y te ame siempre más.
Señor Jesús, Hermano mío, igual en todo como yo.
- Que te conozca y te ame siempre más.
Señor Jesús, que me quieres ganar el corazón.
- Que te conozca y te ame siempre más.
Señor Jesús, líder que vas delante de mí como el guía mejor.
- Que te conozca y te ame siempre más.
Señor Jesús, que quieres te siga adondequiera que vas.
- Que te conozca y te ame siempre más.
Señor Jesús, Modelo que el Padre me ofrece para imitar.
- Que te conozca y te ame siempre más.
Señor Jesús, que me quieres una copia perfecta tuya.
- Que te conozca y te ame siempre más.
Señor Jesús, Vida que me llenas de la vida de Dios.
- Que te conozca y te ame siempre más.
Señor Jesús, que derramas tu Espíritu en mi corazón.
- Que te conozca y te ame siempre más.
Señor Jesús, Maestro que me enseñas toda verdad.
- Que te conozca y te ame siempre más.
Señor Jesús, que disipas todos los errores de mi mente.
- Que te conozca y te ame siempre más.
Señor Jesús, Amigo entrañable de mi corazón.
- Que te conozca y te ame siempre más.
Todos
Señor Jesús, el más bello de los hombres, yo quiero vivir
una honda amistad contigo. Te hago con insistencia la fer-
viente petición: “Que te conozca íntimamente, que te ame
con ardor, que te siga fielmente”. Llena así mi vida entera,
para que sea digna de ti.
Madre María, ¿quién como Tú conoció y amó a Jesús?...
Haz que yo, imitándote a ti, acepte su palabra y sus ejem-
220
plos. Que dé vueltas y vueltas en mi corazón a todo lo de
Jesús. Así saldré, como saliste Tú, una copia perfecta del
modelo e ideal que el Padre se forjó sobre mí, y habré con-
seguido del todo el fin de mi vida cristiana.
En mi vida Autoexamen
Siempre que medito en Jesús, me hago unas preguntas
obligadas. ¿Es Jesús el ideal de mi vida? ¿Me llena la mente
y el corazón durante todo el día?... Debo comprender que,
sin este ideal de Jesucristo, mi vida será una vida ramplona,
del montón, sin provecho para mí y sin trascendencia para la
salvación de los demás, a los que yo me debo también.
Mientras que si me comprometo con Jesucristo, mi existen-
cia en la tierra será feliz, fecunda, pletórica de gracia y de
entrega a todos para llevarlos a todos hasta Cristo.
Preces
Los títulos que Jesús se da a Sí mismo nos dicen lo gran-
de que Él es y, sobre todo, lo mucho que nos ama. Por eso
aclamamos:
Gloria y honor a Cristo Jesús.
Señor Jesucristo, tus palabras nos dicen que tu vida no es
de egoísmo ni de aprovechamiento mundano, sino de amor y
entrega;
- danos el seguirte fielmente hasta allí donde Tú vas.
Señor Jesucristo, son muchos los hombres que no te co-
nocen y por eso no van a ti;
- atráelos a todos para que sepan que en ti tienen su sal-
vación.
Por las comunidades cristianas, para que sepan leer los
signos de los tiempos y respondan a las llamadas del Espíri-
tu;
- así trabajaremos todos por el bienestar de todos, por la
eliminación de la injusticia, de la guerra y de todo lo que en-
torpece el querer de Dios sobre los hombres, los hijos que Él
ama.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, que estás siempre aquí, noche y día,
para irnos trabajando y conformando contigo en todos tus
sentimientos y virtudes, hasta hacer de nosotros unos Cris-
tos como Tú. En tus manos nos ponemos, Señor, para que
con esas tus manos divinas hagas de nosotros unas obras
maestras para gloria del Padre. Así sea.
_________
Recuerdo y testimonio...
221
1. Al célebre Padre Passage S. J. se le preguntó dónde
estaba el secreto de aquella su admirable actividad apostóli-
ca, y respondió:
- Sencillamente, miro al Jefe, y me digo: ¡Síguele!
2. El Siervo de Dios José Antonio Plancarte, Abad de la
Basílica de Guadalupe en México, soñaba en una adoración
continua al Santísimo. Hoy está establecida en aquella su
Basílica, la antigua de la Virgen, convertida en Templo de
Adoración Perpetua al Señor Sacramentado. Era una gracia
que le pidió al mártir San Felipe de Jesús: “Alcánzame de
Dios la santidad que debo tener para ser un Templo vivo de
expiación. ¡Para que en mi corazón se funde la adoración
perpetua a Jesús Sacramentado! ¡Para que yo emplee fiel-
mente los favores del cielo en la salvación de mi alma y en
bien de nuestros compatriotas! ¡Para que redoble mis es-
fuerzos en el servicio de Dios y la salvación de las almas!”.
Adoración perpetua en el templo, ¡y la consiguió!... Ado-
ración perpetua en la propia alma, ¡y en eso se convirtió!...
3. Primera evangelización de América del Norte. El misio-
nero ―los indios le llamaban “el vestido negro”― es llamado
para asistir al jefe de la tribu moribundo.
- Vestido negro, dime otra vez el nombre de aquel que me
amó tanto y murió por mí.
El Padre le enseña el Crucifijo:
- Mira, es éste: Nuestro Señor Jesucristo.
- Buen Jesús, cuánto me duele el haberte conocido tan
tarde. Si te hubiera conocido antes, ¡cuánto te hubiera ama-
do!
222
53. TRES EPIFANÍAS DEL SEÑOR
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
223
que nos colma con el manjar celestial de su Cuerpo y de su
Sangre.
Nosotros le correspondemos al Señor dándole con humil-
de gozo los dones de nuestra pobreza: el oro de nuestro
amor, el incienso de nuestra oración, y la mirra de nuestro
sacrificio cuando nos hacemos una hostia con Él.
Hablo al Señor Todos
Yo, Señor Jesús, no puedo decir que no te conozco.
Tú te me has manifestado de muchas maneras.
Lo que necesito es FE para descubrirte dónde estás.
Oigo tu voz, como los Magos. Dame fe para seguirte,
aunque me cueste sacrificio el caminar en pos de tus hue-
llas.
Haz que te descubra en mi corazón, en el que vives Tú,
y por Ti hago feliz al Padre, que se enorgullece de mí.
Embriágame con tu Sangre, vino generoso del Reino,
para que no anhele más placer que el de tu gracia,
hasta que me siente en la mesa del banquete celestial.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Jesús, que te manifiestas a los humildes y sencillos.
- Señor, dame fe, dame amor.
Jesús, vida eterna para quienes te conocen y te aman.
- Señor, dame fe, dame amor.
Jesús, ábreme los ojos para que vea tu estrella.
- Señor, dame fe, dame amor.
Jesús, hazme salir de mí para buscarte.
- Señor, dame fe, dame amor.
Jesús, que, al hallarte, me dé a ti con generosidad.
- Señor, dame fe, dame amor.
Jesús, que sepa darte el oro de mi amor.
- Señor, dame fe, dame amor.
Jesús, que te ofrezca el incienso de mi oración.
- Señor, dame fe, dame amor.
Jesús, que no te niegue la mirra de mi sacrificio.
- Señor, dame fe, dame amor.
Jesús, el Amado del Padre, que me enamore de ti.
- Señor, dame fe, dame amor.
Jesús, que cautivaste a los primeros discípulos.
- Señor, dame fe, dame amor.
Jesús, que nos ofreces el vino del nuevo amor.
- Señor, dame fe, dame amor.
Jesús, que nos llamas e invitas al banquete eterno.
- Señor, dame fe, dame amor.
Todos
Señor Jesús, Tú nos dijiste que la vida eterna es conocer
al Padre y conocerte a ti, su Enviado. Yo te conozco, pero
quiero conocerte más y mejor. Por tu Espíritu Santo, revéla-
me al Padre, ya que solo Tú eres el que lo conoces y nos
224
llevas a Él. Yo te quiero conocer, Jesús, camino, verdad y
vida.
Madre María, unida siempre a Jesús y que penetraste en
sus misterios como nadie pudo adentrarse jamás en ellos.
Enséñame a conocerlo profundamente y a amarlo como lo
conocías y amabas Tú. Igual que en Caná, me dices que
vaya a Jesús para hacer lo que Él me diga, sabiendo que me
quiere llenar de su amor.
En mi vida Autoexamen
“Si buscas en todo a Jesús, encontrarás ciertamente a Je-
sús”, nos dice la Imitación de Cristo. Sin conocerlo, pero
guiados por la fe, lo buscaron los Magos, y lo hallaron. Juan
oyó la voz del Padre sobre Jesús en el Jordán, y creyó en Él.
Los discípulos vieron el vino nuevo en Caná, y se acrecentó
la fe en el Maestro... ¿Es así mi fe? ¿No dudo muchas veces
del Señor? ¿No me cuesta aceptar su palabra con sencillez,
sobre todo cuando se presenta la prueba?... Y hallado Jesús,
¿le doy como los Magos todo el amor de mi corazón? ¿Le
sigo sin más, como los primeros discípulos del Jordán?
¿Tengo bastante con el vino embriagante de su amor?...
Preces
Dios y Señor, que iluminas nuestra existencia con la ma-
nifestación de tu Hijo a todas las gentes, escucha nuestro
clamor:
Que todos los pueblos te bendigan y te aclamen.
Señor Jesucristo, que tu Iglesia, iluminada por ti, lleve tu
Evangelio a todas las gentes,
- te lo pedimos, escúchanos.
Señor Jesucristo, que todos los bautizados sintamos la
alegría del Padre porque nos reconoce como hijos e hijas
suyos,
- te lo pedimos, escúchanos.
Señor Jesús, que al brindarnos el vino nuevo del Reino,
nos embriaguemos dichosamente de las delicias del Espíritu
Santo,
- te lo pedimos, escúchanos.
Señor Jesucristo, que los hermanos nuestros que viven
alejados porque no han sabido o no han podido vencer las
dificultades de la vida, confíen en ti, que los amas, los espe-
ras y les prestas tu ayuda,
- te lo pedimos, escúchanos.
Señor Jesucristo, admite en el banquete gozoso de la
Gloria a los hermanos difuntos que nos dejaron,
- te lo pedimos, escúchanos.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, la estrella de la fe nos guía hacia
tu Sagrario, donde Tú nos esperas, como a los Magos, para
adorar y complacer contigo al Padre y embriagarnos con el
225
vino nuevo de tu amor. Te ofrendamos cuanto tenemos y
somos, como te das Tú a nosotros con todos tus bienes. Que
vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
__________
Recuerdo y testimonio...
1. San Francisco de Borja entraba en una iglesia cual-
quiera, siempre con los ojos bajos, y, con un instinto certero,
sin mirar tan siquiera la lamparita roja, se dirigía derecha-
mente al Sagrario, donde se encontraba infaliblemente con
Jesús allí presente.
2. El valiente capellán militar Padre William Doyle estaba
en el frente de Bélgica durante la Primera Guerra Mundial.
Enero de 1916. Frío glacial, con viento y lluvia cerrados al
llegar a Bordon. En pleno campo de operaciones, encuentra
una capilla católica, con una lamparita roja dentro, que se lo
dice todo... Sin pedirla, el sacerdote le entrega la llave para
que la use cuando quiera. “Me parece que ahora comprendo
lo que sentiría la Virgen cuando encontró a su Hijo en el
templo. Soy feliz, porque tengo a mi Dios y a mi todo... Nada
del mundo puede ocupar su lugar. La vida me parece que ha
cambiado completamente”. Y hablaba de aquella vida horri-
ble de trincheras en el frente de guerra...
226
54. JESÚS, PRESENTADO
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
227
tacha, brille como una antorcha esplendorosa ante un mundo
en tinieblas” (Filip. 2,15)
La Eucaristía, por la que nos unimos al sacrificio de Jesu-
cristo, hace que se renueve sin cesar nuestra vida cristiana.
Y el Sagrario, donde Jesús permanece siempre con noso-
tros, es la fuente del gozo más puro y más cumplido. Simeón
disfrutó a Jesús niño por un rato nada más y su dicha quedó
colmada. ¿No tenemos nosotros una suerte mucho mayor?...
Hablo al Señor Todos
Señor Jesucristo, ofrecido desde niño al Padre
y causa y modelo de mi consagración a Dios.
Como Tú, yo quiero vivir mi consagración bautismal.
Quiero ser gloria del Padre y causa de salvación
para muchos hermanos míos, a los que puedo iluminar
con la luz que recibo de ti, y a los que puedo llevar
esa vida de la gracia con la que Tú inundas mi alma.
Quiero, por la participación en la Eucaristía,
llenarme de tu gracia, de tu luz y de tu gozo,
hasta que me llames para contemplar tu gloria.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Jesús, ofrecido desde niño al Padre.
- Señor, contigo me doy a Dios.
Jesús, aceptado por el Padre para nuestra salvación.
- Señor, contigo me doy a Dios.
Jesús, obediente desde niño hasta la muerte.
- Señor, contigo me doy a Dios.
Jesús, fiel a tu compromiso de vivir sólo para el Padre.
- Señor, contigo me doy a Dios.
Jesús, esperado con ansia viva durante tantos siglos.
- Señor, contigo me doy a Dios.
Jesús, imán que nos atraes fuertemente hacia ti.
- Señor, contigo me doy a Dios.
Jesús, que nos llenas de tu Espíritu Santo.
- Señor, contigo me doy a Dios.
Jesús, gozo colmado de los que te reciben y están contigo.
- Señor, contigo me doy a Dios.
Jesús, esperanza de los que anhelan la vida eterna.
- Señor, contigo me doy a Dios.
Jesús, luz que alumbras a todos los hombres.
- Señor, contigo me doy a Dios.
Jesús, que eres bandera y me invitas a seguirte.
- Señor, contigo me doy a Dios.
Jesús, que colmas la vida de los que esperan en ti.
- Señor, contigo me doy a Dios.
Todos
Señor Jesús, que, presentado por tus padres en el tem-
plo, hiciste tuyo su ofrecimiento y no le robaste después al
Padre la víctima que Él había aceptado. Haz de mí un sacri-
ficio grato a Dios, para que mi vida, conforme en todo a mi
228
vocación bautismal, sea digna de ese buen Dios que me
eligió.
Madre María, que en el Templo aceptaste valiente la es-
pada ofrecida por el Padre para unirte al sacrificio de Jesús,
proclamado por el anciano Simeón “bandera de combate”.
Enséñame a aceptar con generosidad la voluntad de Dios,
siempre tan paternal, para que como Tú y contigo colabore
según mis fuerzas al triunfo del Reino de los Cielos.
En mi vida Autoexamen
Por mi consagración bautismal vivo en una presentación
continua ante Dios. Desde los albores de mi niñez, cuando
mis padres cristianos me llevaron al templo y me ofrecieron a
Dios por vez primera, como María a Jesús, Él me aceptó y
me quiso del todo para Sí. ¿Es mi vida toda de Dios?... Des-
pués, al recibir la Comunión, Jesús se puso en mis manos,
más, se metió dentro de mí, para ser la vida de mi vida, la
alegría de mi existir, el gozo más grande del corazón. ¿Bus-
co la felicidad fuera de Jesús, sabiendo que fracasaré siem-
pre si no pongo a Cristo en el centro de todas mis ilusio-
nes?...
Preces
Señor Dios, hoy Jesús, tu Hijo y hermano nuestro, ha sido
presentado en el Templo. Acógenos a nosotros con Él, mien-
tras te decimos con gozo:
Que nuestros ojos, Señor, vean tu salvación.
Por todos los que aún no creen, para que vean y entien-
dan la luz que Dios les manda en Jesucristo, oramos:
- Señor, escucha nuestra plegaria.
Por los esposos cristianos, para que al acoger con gozo
en el hogar a los hijos que Dios les envía, sepan dirigirlos a
Dios para que se los guarde, los forme y los salve, oramos:
- Señor, escucha nuestra plegaria.
Por nosotros mismos, para que, a ejemplo de María, pre-
sentemos cada día al Padre nuestra vida como un sacrificio
agradable a los divinos ojos, oramos:
- Señor, escucha nuestra plegaria.
Por nuestros difuntos, para que gocen de la luz de la glo-
ria, oramos:
- Señor, escucha nuestra plegaria.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, Víctima perenne en el Altar y cen-
tro del Templo de Dios. Nos unimos a ti para que nos ofrez-
cas contigo al Padre. Te recibimos en nuestras manos, y te
metemos dentro de nosotros, para que seas el gozo de
nuestras almas y nos conviertas, por la santidad de nuestra
vida, en luz para nuestros hermanos y para cuantos nos ro-
dean. Así sea.
__________
229
Recuerdo y testimonio...
1. San Juan Bosco prevé que su vida se acaba. Y, como
ama tanto al Vicario de Cristo, se presenta en Roma para ver
al Papa León XIII, al que le dice: “ Soy viejo, Padre Santo;
tengo setenta y dos años, y éste es mi último viaje y la con-
clusión de todas mis cosas. Antes de morir, quería ver a
Vuestra Santidad y recibir su bendición. Lo he conseguido, y
ahora no me resta sino decir: Ya puedes, Señor, llevar a tu
siervo en paz, porque mis ojos han visto al que Tú has pues-
to como luz del mundo y gloria de tu Pueblo Israel”.
Esto hizo aquel hombre de fe con el Vicario de Cristo.
¿Qué será la última mirada a Cristo en persona, que, bajo
los velos sacramentales, aparecerá ante nuestros ojos al
recibirlo por última vez en un Viático feliz?...
2. El Papa Juan Pablo II visita en 1982 el monasterio de
las Carmelitas de Ávila. Las casi tres mil monjas de clausura
que se habían congregado allí gritaban entusiasmadas hasta
enronquecer. Y el mejor comentario que la Priora hizo a los
periodistas, fue: “Si así ha sido el encuentro con el Vicario,
¡cómo será el encuentro con Jesús!”...
230
55. JESÚS, EL DE NAZARET CON JOSÉ
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
231
De José aprendemos lo que es ofrecer a Jesús en el tem-
plo, como él lo hizo en aquella primera Misa―llamémosla
así― el día de la Presentación.
La Iglesia recuerda a José de modo especial “porque ali-
mentó a aquel que los fieles comerían como pan de vida
eterna”. Y en José de Nazaret, además, sabemos lo que es
estar en compañía y trato continuos con Jesús, presente en
el Sagrario, en vida de fe y de amor.
Hablo al Señor Todos
Señor, tuviste una providencia especial
al darnos en tu Iglesia una figura como la de José,
dechado de toda virtud, humilde, amoroso, abnegado,
modelo acabado del “obediente a la fe”, porque toda su vida
no fue más que un vivir de la fe, haciendo, no hablando,
y enseñándonos aquello de que “el justo vive de la fe”.
Hazme, Señor, imitar siempre esta fe, esta humildad,
este amor y esta entrega generosa de José.
No tendré ante el mundo una santidad de relumbrón,
pero, en mi pequeñez, seré el gozo de tus ojos divinos.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Jesús, Hijo de Dios hecho hombre en el seno de una Mujer.
- Esconde contigo mi vida en Dios.
Jesús, nacido como hombre en el seno de una familia.
- Esconde contigo mi vida en Dios.
Jesús, hijo de Madre-Virgen y también con padre virginal.
- Esconde contigo mi vida en Dios.
Jesús, que quisiste tener como padre al bendito José.
- Esconde contigo mi vida en Dios.
Jesús, que adornaste a José con todas las virtudes.
- Esconde contigo mi vida en Dios.
Jesús, que en José nos diste el gran modelo de la fe.
- Esconde contigo mi vida en Dios.
Jesús, que por José nos enseñas lo que es la humildad.
- Esconde contigo mi vida en Dios.
Jesús, que aprendiste a trabajar bajo la guía de José.
- Esconde contigo mi vida en Dios.
Jesús, que con María y José nos enseñas la vida de familia.
- Esconde contigo mi vida en Dios.
Jesús, que en José nos das el gran ejemplo del trato contigo.
- Esconde contigo mi vida en Dios.
Jesús, que por José nos enseñas el valor de la vida oculta.
- Esconde contigo mi vida en Dios.
Jesús, que nos has dado a José como Patrono de tu Iglesia.
- Esconde contigo mi vida en Dios.
Todos
Señor Jesús, yo no sé cómo agradecerte el ejemplo que
hoy me das con José. Quiero conocerte y amarte y hacer
algo por ti, y Tú me respondes con el ejemplo de José. ¡Da-
me su fe, su humildad, y su amor silencioso, que con ello
tengo bastante para agradarte en todo!
232
Madre María, que tuviste por esposo al hombre de más
confianza de Dios. José supo custodiar tu virginidad al tiem-
po que compartía, de modo singular, la gloria de tu materni-
dad divina. Por su intercesión, y la tuya, pido a Dios que me
guarde en la pureza de alma y cuerpo, para ver a Dios con
todos los limpios de corazón.
En mi vida Autoexamen
La vida de José es una lección soberana de Dios sobre la
grandeza de la humildad y un golpe severo a nuestro orgullo
imperdonable. El Santo más grande que ha existido, el de
más confianza de Dios, el más unido con Jesús, es también
el de la vida más humilde y escondida de que nos habla el
Evangelio. ¿Aprenderé del bendito José a esconderme en mi
vida, para ser grande sólo ante Dios?... José es también,
igual que María, el modelo más extraordinario en el trato con
Jesús, con ese Jesús que tengo siempre conmigo en el Sa-
grario. ¿Me parezco yo en algo a José?...
Preces
Dios quiso que su Hijo divino, hecho Hombre por obra del
Espíritu Santo y nacido de María, tuviera en José un padre
virginal, un custodio y un formador.
Bendito seas, Señor, que así has querido dignificar al
hombre.
Para que los Pastores del pueblo de Dios sirvan a la Igle-
sia con la solicitud con que José cuidó de la Sagrada Fami-
lia, oremos:
- Te rogamos, Señor, escúchanos.
Para que los que trabajan por el bienestar social de los
pueblos respeten los derechos y la dignidad de la persona
humana, oremos:
- Te rogamos, Señor, escúchanos.
Para que los trabajadores, con el esfuerzo de cada día
sean dignos de José y de Jesús, los obreros de Nazaret,
oremos:
- Te rogamos, Señor, escúchanos.
Para que todos los que mueren en Cristo, como José en
los brazos de Jesús y de María, gocen de la gloria bienaven-
turada, oremos:
- Te rogamos, Señor, escúchanos.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, que en José nos has dado un
ejemplo de lo que debe ser una vida eucarística perfecta: un
ofrecerte a Dios, un compartir tu mesa y un vivir siempre en
tu compañía. Haz que el Altar, el Comulgatorio y el Sagrario
sean el imán que nos atraiga poderosamente, para llevar
nosotros aquí la misma vida de José en vuestra casita de
Nazaret. Así sea.
__________
233
Recuerdo y testimonio...
1. Chateaubriand, católico, agoniza durante la revolución
de 1848, y exclama con voz débil: “Los reyes son barridos”.
Pero el sacerdote que viene con el Viático, le conforta:
“¡Yo le traigo al Rey que no muere!”.
Daba así la razón a la inscripción que ostenta impávido el
obelisco de la Plaza del Vaticano: “Cristo vence, Cristo reina,
Cristo impera”...
2. Agoniza San Gerardo Mayela, y quiere morir, como
José, en los brazos de Jesús. Pide que el paño corporal que
ha sostenido en la mesa el copón del Viático sea puesto so-
bre su pecho. La habitación se llena de perfume celestial, y
todos exclaman al verlo expirar: “Es un serafín que se ha ido
a unir por siempre a la Divinidad”.
3. Carlos de Foucauld, cuando su vida se hizo más dura
en el desierto, y se sintió uno solo con Cristo, exclamó: “Je-
sús es feliz: nada me falta”. O como el Padre Ravignan, en-
fermo, cuando le preguntaban cómo se sentía: “¡Oh, muy
bien! Jesús en el Cielo goza de muy buena salud”...
234
56. EL JESÚS DE LA ANUNCIACIÓN
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
235
un cuerpo como el nuestro en el que se ha metido de mane-
ra plena la Divinidad, podrá decir: “Mi carne es verdadera
comida. Así como yo vivo por el Padre, así el que me come
vivirá por mí” (Juan 6,57). Y desde el momento en que Cristo
Resucitado se ha dado así a nuestro cuerpo mortal, nuestro
cuerpo ya no puede morir para siempre, pues lleva metida
dentro la inmortalidad.
Hablo al Señor Todos
Señor Jesucristo, Tú estabas en el seno de Dios,
nada te faltaba, lo tenías todo, ¡y te hiciste hombre!
Tú no tenías necesidad de nosotros, pero nosotros sin ti
nos hubiéramos perdido para siempre.
Ahora, siendo uno como nosotros, nos entiendes
y nos amas, siendo Dios, con corazón humano,
así como nosotros podemos amar a Dios
igual que Él nos ama a nosotros.
Señor Jesús, Hijo de Dios e Hijo de María, yo te amo,
y me doy a ti con la humildad, entrega y generosidad
con que María se puso a tu total disposición.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Jesús, Hijo del Dios eterno.
- Te adoro, te bendigo, te amo.
Jesús, que te formaste Hombre en el seno de María.
- Te adoro, te bendigo, te amo.
Jesús, hechura divina del Espíritu Santo.
- Te adoro, te bendigo, te amo.
Jesús, que santificaste a tu Madre metido en su seno.
- Te adoro, te bendigo, te amo.
Jesús, que hiciste de María tu primer sagrario viviente.
- Te adoro, te bendigo, te amo.
Jesús, que viniste del Cielo para nuestra salvación.
- Te adoro, te bendigo, te amo.
Jesús, que nos divinizas al tomar Tú nuestra naturaleza.
- Te adoro, te bendigo, te amo.
Jesús, que asumiste entera nuestra condición humana.
- Te adoro, te bendigo, te amo.
Jesús, que nos amas con un corazón como el nuestro.
- Te adoro, te bendigo, te amo.
Jesús, que nos muestras todo el amor del Padre.
- Te adoro, te bendigo, te amo.
Jesús, que, como a María, nos haces sagrarios tuyos.
- Te adoro, te bendigo, te amo.
Jesús, que al hacerte Hombre nos haces hijos de Dios.
- Te adoro, te bendigo, te amo.
Todos
Señor Jesús, el Dios hecho Hombre, para hacernos a
nosotros hijos de Dios. Yo quiero sentir el amor inmenso que
me tienes y que me demuestras al hacerte tan hermano mío.
No te olvides, Señor, que Tú vienes al mundo para hacer que
yo suba por ti a las alturas del Cielo.
236
Madre María, que, desde la Encarnación del Hijo de Dios
en tus entrañas, tienes la misión de formar en nosotros a
Jesús, como fiel colaboradora del Espíritu Santo. Fórmame a
mi según la imagen de ese Modelo divino, Hijo de Dios e Hijo
tuyo, para que refleje en mi vida toda la belleza de Dios que
se manifiesta en Cristo Jesús.
En mi vida Autoexamen
Contando con Jesús entre nosotros y sabiendo que es un
hermano mío que me ama, que me acompaña, que está
conmigo siempre, ¿tengo derecho a desanimarme, a estar
triste, a permitir que el abatimiento se apodere de mí?... Al
ver cómo María, mi Madre bendita, se pone en la mano de
Dios de manera tan incondicional, como una esclavita humil-
de, ¿puedo yo poner resistencias a la voluntad de Dios
cuando oigo su voz que me pide algo?... Si veo a María con
Jesús en su seno, ¿no voy yo a tener hambre de la Comu-
nión, que me trae a ese mismo Jesús y hace de mi un sagra-
rio viviente?...
Preces
Al Eterno Padre, que por medio del ángel anunció a María
el misterio de nuestra salvación, le decimos suplicantes:
Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros.
Señor Dios, que elegiste a María para ser la Madre de tu
Hijo hecho hombre;
- nosotros te agradecemos esta elección de la Virgen na-
zarena y te pedimos nos mires siempre acogidos bajo su
materna protección.
Señor Dios, a los hermanos nuestros que aún no conocen
a tu Hijo Jesús,
- hazles ver que en Él y sólo en Él pueden y deben confiar
para su salvación.
Señor Dios, te pedimos especialmente por los pobres y
por todos los que sufren,
- a fin de que reconozcan en Jesús al Dios que se ha soli-
darizado con su suerte y pongan en Él todas sus esperan-
zas.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, que, al venir a nosotros en la Co-
munión, repites el prodigio aquel del seno de María, pues
nos haces también sagrarios vivientes tuyos. Permanece
siempre en nosotros, Señor, y danos una vida limpia de pe-
cado, para que sea digna del Dios que recibimos y llevamos
dentro. Así sea.
__________
Recuerdo y testimonio...
1. El judío Herman Cohen: “No olvidaré nunca aquella
mañana cuando me encontré con Maritain en la iglesia‚ el
237
oficio que celebró el Padre Ducatillon, el Bautismo y luego la
Comunión, mi Primera Comunión. ¡Con qué apetito, con qué
movimiento invencible de todo mi ser tendía hacia la Hostia
que se me ofrecía, sin que yo me atreviera a mirarla, pero
cuyo contenido divino conocía y sentía! ¡Todo mi ser fue
colmado de una plenitud inefable!”.
2. Raquel María, rusojudía, explica sus sentimientos ante
la Sagrada Hostia: “El amor que la mirada de Jesús despertó
en mí, fluía hacia Él con ríos de ternura. Sin saber de la divi-
na Presencia, yo adoraba. Leí en arrobamiento la Biblia; no
parecía sino que caían escamas de mis ojos. Él, el hombre
más noble que ha vivido jamás, ¿podía estar loco al llamarse
a Sí mismo pan vivo que baja del cielo? ¿Podía ser un im-
postor el que se atrevió decir que vino a dar vida al mundo?
No. Mi Jesús, el más santo de los hombres, el Hombre-Dios,
como lo mostraron sus palabras y milagros, no era ni loco ni
impostor. Su promesa de la Eucaristía tiene que ser verdad.
Mi hora de creer y conocer que Él era el Cristo había llegado.
Estaba curada de mi ceguera”.
238
57. JESÚS Y JUAN SU PRECURSOR
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
239
sias. Por eso cantamos himnos procesionalmente cuando
vamos jubilosos a comulgar.
Juan sacude también nuestra apatía, cuando nos viene a
decir:
- ¡Reconozcan a Jesús, que está en medio de ustedes
encerrado en su Sagrario, y vayan presurosos a Él, que les
está esperando!...
¿Acabaremos de aprender tan importante lección?...
Hablo al Señor Todos
¿He de envidiar yo a Juan?...
No, Señor Jesús. Tengo mayor dicha que él.
Por algo dijiste Tú que el menor en el Reino de Dios
es mayor que Juan. Porque yo tengo una dicha
que Juan no tuvo ni pudo soñar en ella.
Por la Comunión, Tú vienes personalmente a mí,
te metes dentro de mí, te haces una sola cosa conmigo.
Y como a Juan, me llenas de tu Espíritu Santo,
me comunicas tu gozo, y estoy contigo en tu Sagrario,
porque me das la gracia y la dicha de saber quién eres Tú.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Jesús, que nos visitas. Tú eres el Sol que naces desde lo
alto.
- Ven Señor, y lléname de tu gracia.
Jesús, que nos haces grandes en la divina presencia.
- Ven Señor, y lléname de tu gracia.
Jesús, que nos colmas de gracia cuando nos visitas.
- Ven Señor, y lléname de tu gracia.
Jesús, que nos llenas de tu Espíritu Santo.
- Ven Señor, y lléname de tu gracia.
Jesús, que nos das la alegría y el gozo espiritual.
- Ven Señor, y lléname de tu gracia.
Jesús, que vienes a nosotros por medio de María.
- Ven Señor, y lléname de tu gracia.
Jesús, que con tu visita nos haces saltar de júbilo.
- Ven Señor, y lléname de tu gracia.
Jesús, que santificas con tu presencia las familias.
- Ven Señor, y lléname de tu gracia.
Jesús, que eres la dicha de los hogares que te reciben.
- Ven Señor, y lléname de tu gracia.
Jesús, que eres el Cordero de Dios, el Salvador.
- Ven Señor, y lléname de tu gracia.
Jesús, que estás siempre en medio de nosotros.
- Ven Señor, y lléname de tu gracia.
Jesús, que guías nuestros pasos por el camino de la paz.
- Ven Señor, y lléname de tu gracia.
Todos
Señor Jesús, que en la figura de Juan, el Precursor, me
avanzas todo lo que debe ser mi vida cristiana: santidad,
alegría, gozo en el Espíritu, crecimiento continuo en la Gra-
240
cia, unión con María, que me lleva siempre a ti. ¡Que así sea,
Señor, porque así seré grande ante Dios!
Madre María, que con Jesús en tu seno, llevaste la santi-
dad y el gozo al hogar de tu prima Isabel. ¡Ven, y vive en mí!
Porque Tú vienes siempre con tu Jesús, y, al venir Jesús,
vienen con Él todos los bienes del Cielo a mi alma. Haz que
yo también, con tu Jesús dentro de mí, lleve la dicha a cuan-
tos se pongan siempre en contacto conmigo.
En mi vida Autoexamen
Lo sucedido a Juan, el elegido por Dios como el mayor
profeta, se realiza místicamente en todos los cristianos, y
hasta de manera más eminente, por la Eucaristía. Cristo al
venir a nosotros nos llena de tal manera de su gracia, de su
gozo y de su santidad, que el más pequeño hijo de la Iglesia
es mucho más privilegiado que el mayor santo del Antiguo
Testamento. Si yo sé esto, ¿aprecio el llamamiento que el
Señor me hace para ir a su Altar, al Comulgatorio, al Sagra-
rio?... Si la Eucaristía me llena de grandeza, ¿por qué me
quedo en una desdichada pequeñez o en una triste media-
nía?...
Preces
Dios eligió a Juan el Bautista para que preparara los ca-
minos del Cristo que estaba para venir. Nosotros les pedi-
mos:
Guía, Señor, nuestros pasos por el camino de la paz.
Por el bienestar de todos y para que la paz, fundada en la
justicia, reine en la sociedad, rogamos:
- Escúchanos, Señor.
Por todos los que aún no acogen el mensaje cristiano, pa-
ra que sepan reconocer en Cristo al enviado de Dios como
Salvador del mundo, rogamos:
- Escúchanos, Señor.
Por los perseguidos por causa de la justicia, para que se
gocen en la salvación y en el premio que Dios les ofrece co-
mo verdaderos privilegiados, rogamos:
- Escúchanos, Señor.
Por nuestro grupo y comunidad, para que, como nos pide
el Bautista, reconozcamos a Jesús presente con nosotros,
rogamos:
- Escúchanos, Señor.
Por nuestros difuntos, para que gocen de la luz eterna,
rogamos:
- Escúchanos, Señor.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, Tú eres ese desconocido en me-
dio de tu pueblo, del que nos habla Juan. Que nosotros te
conozcamos siempre, Jesús, y que corramos siempre a ti,
para unirnos estrechamente contigo en el Sacramento de tu
241
amor. Nosotros sabemos que entonces, al visitarnos Tú a
nosotros, más que nosotros a ti, nos llenarás de tu Espíritu
Santo, de tu gozo y de tu paz. Así sea.
__________
Recuerdo y testimonio...
Cuando comulgamos, Jesús nos llena de Sí mismo de tal
manera que, sin pretenderlo casi, lo llevamos y lo damos a
los demás como María lo llevó y lo dio a Juan el Bautista.
1. Santa María Magdalena de Pazzi era una niña precoz.
Chiquitina, se quedaba en casa cuando la mamá iba los do-
mingos a la Misa. Al volver de la iglesia, recibida la Comu-
nión, la chiquilla se subía a las rodillas de la mamá, la besa-
ba, la acariciaba, no la dejaba parar.
Le pedía la mamá: - ¡Estate quieta!
Pero la chiquilla, más atrevida cada vez: - ¡Déjame, ma-
má! Es que hueles a Jesús; estás perfumada de Jesús.
242
58. LA EUCARISTÍA EN LA FE DE PEDRO
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
243
seguridad total y autoridad plena: “Después de la consagra-
ción, Jesucristo está en el Sacramento verdadera, real y sus-
tancialmente bajo las especies o apariencias del pan y del
vino”.
Jesús hace suyas así las palabras bíblicas: “Mis delicias
son estar con los hombres”. “No les dejaré huérfanos”. “Con
ustedes estoy”... (Proverbios 8,31. Juan 14,18. Mateo 28,20)
Hablo al Señor Todos
Señor Jesucristo, creo en ti.
Y creo cuando Tú me dices que tu Iglesia
está fundada sobre Pedro, el Papa.
Dame fidelidad a la Iglesia y a los Pastores
que el Espíritu Santo ha puesto para guiarla.
Gracias por esta seguridad que das a mi fe.
Confieso especialmente la fe de la Iglesia
en tu presencia verdadera, real y sustancial
en el Sacramento adorable de la Eucaristía.
En esta fe quiero vivir y morir.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Señor Jesús, Tú tienes palabras de vida eterna.
- Creo, Señor, pero aumenta mi fe.
Señor Jesús, yo creo que Tú vienes de Dios.
- Creo, Señor, pero aumenta mi fe.
Señor Jesús, yo no me quiero apartar de ti.
- Creo, Señor, pero aumenta mi fe.
Señor Jesús, si de ti me alejo, ¿a dónde iré?
- Creo, Señor, pero aumenta mi fe.
Señor Jesús, que nos diste al Papa como Vicario tuyo.
- Creo, Señor, pero aumenta mi fe.
Señor Jesús, que nos apacientas por los Obispos.
- Creo, Señor, pero aumenta mi fe.
Señor Jesús, que haces de tu Iglesia la columna de la fe.
- Creo, Señor, pero aumenta mi fe.
Señor Jesús, que estás presente en la Eucaristía.
- Creo, Señor, pero aumenta mi fe.
Señor Jesús, yo creo en este “Misterio de la fe”.
- Creo, Señor, pero aumenta mi fe.
Señor Jesús, que me esperas siempre en tu Sagrario.
- Creo, Señor, pero aumenta mi fe.
Señor Jesús, que eres aquí “el Dios escondido”.
- Creo, Señor, pero aumenta mi fe.
Señor Jesús. que me regalas el don de la fe.
- Creo, Señor, pero aumenta mi fe.
Todos
Señor Jesús, presente aquí entre nosotros. Gracias por
el don de la fe, que me hace creer todo lo que Tú nos dijiste
y nos enseña la Iglesia. Mantén en mi alma la fe de mi Bau-
tismo. Guárdame en la fidelidad al Papa y los Obispos, Pas-
tores que Tú nos dejaste para nuestra salvación.
244
Madre María, que con los Apóstoles de Jesús asistías
asiduamente a la Fracción del Pan, llenándote más y más de
Jesús en la Comunión. Sé Tú la defensora y guardiana de mi
fe. Haz que tenga hambre de este Pan divino para llenarme,
como Tú, de la vida de Dios.
En mi vida Autoexamen
Digo que creo en la Eucaristía. Y es verdad, gracias a
Dios. Pero, ¿soy consecuente con mi fe? Un protestante,
alma grande y bella, decía: “Si pudiera creer en la presencia
de Cristo en el Sacramento, de pura adoración no dejaría de
estar de rodillas”. Si yo creo, ¿cómo se explica mi poca de-
voción a veces? ¿A qué obedecen mis faltas de respeto en
el templo: hablar, reír, charlar con los hombres, cumplimen-
tarlos, y dejar al Jesús del Sagrario sin un saludo, sin una
atención?... ¿Y comulgo y visito a Jesús con la frecuencia
que pide mi fe?...
Preces
Con gran gozo del corazón, agradecemos a Jesucristo
que edificó su Iglesia sobre el fundamento visible de los
Apóstoles unidos en Pedro, y le decimos:
Bendito seas, Señor nuestro Jesucristo.
Jesús, Tú que le prometiste a Pedro la permanencia de tu
Iglesia hasta el fin del mundo a pesar de todos los ataques
del infierno,
- sostén al Papa tu Vicario, mantén unidos a él a los
Obispos y danos a todos fe firme en tu palabra.
Señor Jesús, que con gran amor de Pastor nos llamas a
tus fieles “corderos y ovejas”,
- no permitas que nos alejemos nunca de tu redil, y haz
que todos los que creemos en ti formemos pronto una sola
Iglesia bajo el cayado del único Pastor.
Aunque nuestra fe tenga que mantener luchas y nos
cueste a veces creer, sobre todo a causa de muchas dificul-
tades de la vida,
- haz que nunca dudemos, porque nos fiamos de ti, que
tienes palabras de vida eterna.
No te olvides de nuestros hermanos difuntos, Señor Je-
sús,
- y llévalos a gozar de tu luz en los esplendores de la luz
eterna.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, creemos en ti, esperamos en ti, y
te amamos con todo el corazón. Muchos cristianos te han
negado. Con tu Gracia esperamos no negarte nosotros nun-
ca jamás. Danos amor y confianza sin límites en ti. Te ado-
ramos con todo respeto como a nuestro Dios, y te amamos
como a nuestro Amigo más entrañable. Que vives y reinas
por los siglos de los siglos. Amén.
245
__________
Recuerdo y testimonio...
1. Los Obispos del Concilio Vaticano I se hallaban estan-
cados sobre la trascendental cuestión de la Infalibilidad del
Papa. Discursos y más discursos..., y todo seguía paraliza-
do. San Antonio María Claret decide hablar como testigo y
no como teólogo:
“Llevo grabadas las llagas de Nuestro Señor Jesucristo, y
ojalá pueda completar en defensa de la Infalibilidad pontificia
el sacrificio comenzado en 1856, cuando fui apuñalado al
bajar del púlpito después de predicar las verdades de la fe”.
El Concilio votó finalmente la verdad católica, que pode-
mos formular con estas palabras: El Papa no puede equivo-
carse cuando enseña sobre materias de fe y costumbres.
2. Un protestante le dice a O’Connell, el héroe de la in-
dependencia de Irlanda. “Es una necedad creer en la pre-
sencia de Jesucristo en el Sacramento del Altar”. Y O'Con-
nell, muy tranquilo: “Arréglese usted con Jesucristo mismo.
Él lo dijo, y yo me atengo a sus palabras”.
246
59. LOS SANTOS DE JESÚS NOS HABLAN
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
247
Conforme a la palabra del Señor, todos los que comulgan
dignamente se hacen acreedores de la vida eterna. Los que
hacen compañía a Jesús aquí en la tierra no se verán priva-
dos de Él en la otra vida. Y los que viven y aman y dan
siempre a Cristo no serán ciertamente los párvulos del Cielo,
con santidad y gloria mediocres, sino que serán los más pri-
vilegiados ante Aquel que “habrá dado a cada uno según sus
obras” (Romanos 2,6)
Hablo al Señor Todos
Al mirarte, mi Señor y mi Dios, en tu gloria,
rodeado de la multitud tan incontable de tus santos
que fueron como yo, pero que ya triunfaron,
me lleno de nostalgia y de dulce envidia,
y siento también el aguijón de su voz, que me estimula:
¡Venga, un poco nada más, sólo un poco,
y estarás con nosotros para siempre!...
Ilusióname, Señor, por alcanzar esa felicidad
que nadie ha sospechado jamás cómo es,
pero que llenará todas las ansias de mi corazón.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Señor, que al resucitar entraste en la gloria del Padre.
- Tú eres el Rey de la gloria, Jesucristo.
Señor, que al resucitar nos abriste las puertas del Cielo.
- Tú eres el Rey de la gloria, Jesucristo.
Señor, que estás sentado a la derecha del Padre.
- Tú eres el Rey de la gloria, Jesucristo.
Señor, que ante el Padre intercedes siempre por nosotros.
- Tú eres el Rey de la gloria, Jesucristo.
Señor, que eres la felicidad de los Ángeles y de los Santos.
- Tú eres el Rey de la gloria, Jesucristo.
Señor, que te adelantaste para prepararnos un lugar.
- Tú eres el Rey de la gloria, Jesucristo.
Señor, que nos das el testimonio de todos tus Santos.
- Tú eres el Rey de la gloria, Jesucristo.
Señor, que quieres que los tuyos estemos contigo.
- Tú eres el Rey de la gloria, Jesucristo.
Señor, que nos tienes preparados bienes inefables.
- Tú eres el Rey de la gloria, Jesucristo.
Señor, que no quieres se pierda ninguno de los tuyos.
- Tú eres el Rey de la gloria, Jesucristo.
Señor, que eres la corona de todos los Santos.
- Tú eres el Rey de la gloria, Jesucristo.
Señor, que te das como premio a los que triunfan.
- Tú eres el Rey de la gloria, Jesucristo.
Todos
Señor Jesús, Rey inmortal de los siglos y gozo del Cielo.
Tú conquistaste la gloria luchando hasta la sangre, y quieres
que yo la gane también con mi esfuerzo, aunque siempre
con la ayuda fuerte de tu gracia. Dame generosidad para
248
luchar de manera digna de ti y digna de mis hermanos que
allí me esperan ansiosos.
Madre María, Reina del Cielo, Reina de los Ángeles y de
los Santos. En la peregrinación de la fe, Tú vas delante de
mí y Tú eres mi auxilio en las pruebas de la vida. Con la Ma-
dre al lado, nada puedo temer. Al conquistar la gloria con la
ayuda de tu intercesión, quiero ser una joya que Tú engastes
en tu corona.
En mi vida Autoexamen
El pensamiento de nuestro fin eterno en la gloria misma
de Dios ha sido siempre el anhelo supremo de los hijos de la
Iglesia. Aunque me pregunto: ¿me doy cuenta de que aque-
lla dicha es gracia y regalo de Dios, pero que es también
premio que yo debo merecer con mi esfuerzo? La gloria ce-
lestial no está hecha para perezosos... Y al buscar ahora un
signo de mi predestinación a la gloria, ¿pienso en la Eucaris-
tía? Todas mis obras realizadas en la gracia de Dios me me-
recen el Cielo, pero la Comunión es la prenda más segura de
salvación. Jesús tiene empeñada su palabra. ¿Cómo se en-
tiende entonces la pereza en comulgar o el comulgar fría-
mente?...
Preces
Una multitud inmensa de testigos, hermanos nuestros,
nos espera allá arriba. Nosotros invocamos a Dios:
Sálvanos, Señor, por intercesión de los santos.
Por todos los bautizados, para que conserven siempre la
señal en sus frentes que los designa como ciudadanos del
Cielo, roguemos:
- Señor Dios nuestro, escúchanos.
Por los que tienen la responsabilidad de los pueblos, para
que respeten la opción religiosa de sus encomendados, ro-
guemos:
- Señor Dios nuestro, escúchanos.
Por todos los que con buena voluntad trabajan por los po-
bres, los enfermos, los detenidos, los desterrados, los sin
trabajo..., para que les ayuden también a conseguir su des-
tino eterno, roguemos:
- Señor Dios nuestro, escúchanos.
Por nuestros difuntos, para que se les abran las puertas
de la gloria; por nosotros mismos, para que un día gocemos
con ellos la felicidad sin fin, roguemos:
- Señor Dios nuestro, escúchanos.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, que en la Comunión nos das la
prenda de la gloria futura y con la compañía de tu Sagrario
nos estás diciendo que nos quieres contigo en el Cielo como
en la tierra. Al llenarnos de la vida divina con tu Cuerpo y tu
Sangre, haz que esta gracia de ahora se convierta un día
249
para nosotros en una gloria espléndida dentro del seno de
Dios. Así sea.
__________
Recuerdo y testimonio...
1. San Pablo de la Cruz, joven todavía, oye estas pala-
bras durante una meditación sobre el Cielo: “Hijo mío, el bie-
naventurado en el Cielo no estará unido a mi como un amigo
con su amigo, sino como el hierro penetrado por el fuego”.
2. Persecución inglesa contra los católicos. Marzo de
1616. Roger Wrenno es condenado a la horca en Lancaster
por haber atendido a unos sacerdotes que le daban la Co-
munión. Al recibir el empujón del verdugo, se rompe la soga,
el mártir de Cristo cae al suelo, pero se alza rápido, se pone
a orar, y oye los gritos de los asistentes:
- ¡Presta el juramento de la supremacía del rey sobre el
Papa, y se te da el indulto!
Wrenno se dirige impávido al juez:
- Soy el mismo de antes. Hagan de mí lo que gusten.
- Pero, ¿tanta prisa tienes?
- Hubieran visto lo que yo acabo de contemplar, tendrían
la misma prisa que yo de morir.
250
60. JESÚS, EL HIJO DE MARÍA
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
251
ría siempre está presente cuando celebramos, recibimos y
veneramos la Eucaristía.
Hablo al Señor Todos
Señor Jesucristo, al dejarnos la Eucaristía,
memorial y presencia tuya en la Iglesia,
nos das también, de hecho y sin apariencias,
una presencia misteriosa de María.
Tu Cuerpo y tu Sangre se formaron en sus entrañas.
Y al venir Tú a nosotros en la Comunión,
nos traes el amor de Aquella que tienes a tu lado
reinando contigo en el Cielo.
Al recibirte a ti, los hijos de María recibimos también
un gran aumento del amor filial que Tú tienes a tu Madre.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Jesucristo, Hijo eterno de Dios.
- Yo te adoro y te amo, Señor.
Jesucristo, formado por el Espíritu en el seno de María.
- Yo te adoro y te amo, Señor.
Jesucristo, Hijo de Dios, y Dios verdadero.
- Yo te adoro y te amo, Señor.
Jesucristo, Hijo de María Virgen, y verdadero Hombre.
- Yo te adoro y te amo, Señor.
Jesucristo, el prometido descendiente de David.
- Yo te adoro y te amo, Señor.
Jesucristo, Pan vivo bajado del Cielo.
- Yo te adoro y te amo, Señor.
Jesucristo, que te nos diste por medio de María.
- Yo te adoro y te amo, Señor.
Jesucristo, Pan que nutres nuestra vida divina.
- Yo te adoro y te amo, Señor.
Jesucristo, que nos haces contigo hijos de Dios.
- Yo te adoro y te amo, Señor.
Jesucristo, que nos das por Madre a tu propia Madre.
- Yo te adoro y te amo, Señor.
Jesucristo, cuya Madre nos hace crecer en tu amor.
- Yo te adoro y te amo, Señor.
Jesucristo, que nos quieres siempre junto a tu Sagrario.
- Yo te adoro y te amo, Señor.
Todos
Señor Jesús, al tratarte en el Sacramento de tu amor,
quiere la Iglesia que te encontremos en las manos de María,
la Madre de Dios y la Madre nuestra. Haznos amarla cada
día más. Porque sabemos que, al amarla a Ella, te amare-
mos cada vez más a ti.
Madre María, te confesamos siempre jubilosos como La
Madre de Dios. Tú, que nos diste hecho Hombre al Hijo de
Dios, alcánzanos ahora la gracia de recibirlo en la Eucaristía
como lo recibiste Tú en tu seno bendito, cuando lo formó en
ti el Espíritu Santo, y de guardarlo siempre en nuestro cora-
zón.
252
En mi vida Autoexamen
La Liturgia de la Iglesia, al celebrar la Eucaristía, recuerda
“ante todo la memoria de la gloriosa siempre Virgen María,
Madre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor”. Es una lección
sabia y seria para mí. ¿Trato al Jesús de la Eucaristía como
lo trataba la Virgen?... ¿Participo en la Misa con los senti-
mientos de María en el Calvario? ¿Comulgo, a pesar de mis
debilidades, con la pureza de su Corazón? ¿Lo trato ante el
Sagrario y la Custodia con el cariño de los ojos de María y la
dulzura de sus palabras, con el respeto de todos sus gestos
a la vez que con su confianza sin límites y con su inmenso
amor?... ¿Cómo serán las Misas, las Comuniones y las Visi-
tas mías en adelante?...
Preces
Dios se hizo hombre y nació de la Virgen María. Nosotros
celebramos con júbilo inmenso del corazón esta benignidad
de Dios.
Bendito sea Jesús, el Hijo de Dios e Hijo de María.
Señor Jesucristo, que te declaraste “Pan bajado del Cielo”
y ahora te nos das en el Sacramento de tu amor;
- agradecemos a tu Madre María su generosidad al dar el
“Sí” en la Anunciación, por el que nos trajo el regalo máximo
de Dios.
Señor Jesucristo, que viniste al mundo, apenas nacido de
María en Belén, como el Príncipe de la Paz anunciado por
los ángeles;
- no permitas que los pueblos sigan haciéndose la guerra,
sino que todos se abracen como hermanos e hijos de un
mismo Dios.
Señor Jesucristo, Tú ves cómo en el mundo hay tantos
hermanos tuyos e hijos de María que viven en la pobreza
injusta, oprimidos por los grandes del dinero, y otros muchos
padecen la enfermedad, el analfabetismo y el alejamiento de
sus hogares y de su patria;
- por tu bondad, y por la intercesión de María, remedia es-
tos males para que todos disfruten un merecido bienestar.
Señor Jesucristo, te encomendamos a nuestros queridos
difuntos;
- dales contemplar tu rostro en el esplendor de la gloria.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, a lo largo del año, Tú nos ofreces
la oportunidad y la gracia de poder recibirte muchas veces
en la Comunión y de visitarte siempre en tu Sagrario. Danos
verdadera hambre de ti e ilusión de estar contigo, a fin de
crecer incesantemente en tu amor. Así sea.
__________
Recuerdo y testimonio...
253
San Juan de Ávila, aludiendo al dicho “La carne de Cristo
es la carne de María”, dice con gracia sin igual:
“Allí está el manjar en el altar; la Santísima Virgen es la
que nos lo guisó, y por ser ella la guisandera, se le pega más
el sabor al manjar, aunque él es de sí dulce y sabroso y pone
gran codicia de comerlo. Desde allí nos está convidando con
él”...
Es lo mismo que cantaba el poeta:
En esta mesa tan bella
puso la carne María,
porque Dios no la tenía
si no la tomase de ella.
Cristo a los hombres convida
y da su cuerpo real
en la carne recibida
sin pecado original.
Relacionando ahora la Eucaristía con María, repetimos la
frase famosa del mismo San Juan de Ávila: “¿No tenéis de-
voción a la Virgen? ¡Harto mal tenéis, harto bien os falta! -
Más quisiera yo estar sin pellejo que sin devoción a María!”.
254
61. JESÚS Y SU MADRE INMACULADA
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
255
sin mancha alguna porque en su seno iba a llevar encerrado
al Hijo de Dios. Así el cristiano descubre en María Inmacula-
da su vocación bautismal a ser “santo, inmaculado, amante”
(Efesios 1,4), como nos dice San Pablo, y encuentra en la
Eucaristía ―nuevo árbol de la vida en el paraíso de la Igle-
sia― el medio más eficaz para conseguir este ideal. Santo,
porque la Comunión lo llena de la santidad de Dios. Inmacu-
lado, porque va limpio a comulgar para no hacerse “reo del
Cuerpo y de la Sangre de Cristo” (1Corintios 11,27), limpieza
que busca en todos los pasos de su vida. Amante, porque la
Comunión lo llena de ese amor que es la esencia de la vida
cristiana.
Hablo al Señor Todos
256
de gala en la eternidad dichosa. Que sea también esa vesti-
dura blanca el uniforme que cada día llevo al comulgatorio
cuando te voy a recibir en el Sacramento de tu amor.
Madre María, la única toda hermosa ante los ojos de Dios
porque eres Inmaculada y sin mancha alguna. Dame la victo-
ria sobre todo pecado. Hazme va1iente en la tentación para
luchar y vencer. Que el demonio y el pecado, vencidos por ti,
nunca tengan parte conmigo, Virgen Inmaculada.
En mi vida Autoexamen
La Concepción Inmaculada de María, que ha inspirado a
tantos artistas y ha apasionado a millones de corazones cris-
tianos, no es sólo para ser admirada y cantada con ardor,
sino, sobre todo, para ser imitada. Dios me propone en ella
el ejemplar de lo que debe ser mi vida y me atestigua Pablo:
una existencia, aquí como en el Cielo, limpia de todo pecado.
¿Me esfuerzo por parecerme a mi Madre? ¿Lucho valiente
contra la culpa, hasta la más pequeña? ¿Tomo la Comunión
como el gran medio para limpiarme de mis faltas, que las
evito antes de comulgar para recibir dignamente a Jesús y
después para ser un alma digna del Señor que he recibi-
do?....
Preces
Señor Dios nuestro, por haber hecho Inmaculada a María:
Te alabamos, te bendecimos, te glorificamos.
Señor Jesús, te felicitamos por la Madre tan bella que tie-
nes,
- y te pedimos nos conserves la hermosura de nuestro
Bautismo.
Señor Jesús, no permitas que Satanás reine en el mundo,
- sino que triunfen siempre los frutos de tu Redención.
Bendice de modo especial a nuestro grupo, a nuestra co-
munidad,
- y que te amemos cada vez más a ti y a la Madre Inma-
culada.
Señor Jesús, sana las heridas de todos los que sufren,
- y da a nuestros difuntos la visión de tu rostro en el Cielo.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, árbol de la vida, y alimento y sos-
tén de la vida divina que nos comunicaste abundante en el
Bautismo. Haz que encontremos en ti la fuerza que necesi-
tamos para mantenernos con limpieza de todo pecado, a fin
de recibirte siempre, como te recibió María en su seno, con
la santidad que puede ofrecerte una simple criatura. Que
vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
__________
Recuerdo y testimonio...
257
1. Ignacio de Loyola y Francisco Javier se ordenan de
sacerdotes. Arden de amor a Jesucristo y no ven el momento
de celebrar su primera Misa. Sin embargo, piensan en la
pureza inmaculada que deben llevar al altar. Hay que prepa-
rarse, con mucho amor, con mucho recogimiento, con mucha
penitencia y oración, hasta con cuarenta días de retiro bien
riguroso. Javier no celebra su Misa primera sino dos meses y
medio después de ordenado e Ignacio un año y medio más
tarde.
Uno y otro, Ignacio y Javier, hicieron el juramento o el vo-
to de defender la verdad sobre la Concepción Inmaculada de
María. Llevaban a la Eucaristía aquella pureza y fervor que
San Maximiliano Kolbe exigía, al decir: “No aguanto la ti-
bieza en los consagrados a la Inmaculada”.
258
62. JESÚS, EN VISITA CON SU MADRE
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
259
ta?”. Es lo que dirá el centurión y repetiremos nosotros: “¡-
Señor, no soy digno de que entres en mi casa!” (Mateo 8.8)
Nosotros no somos dignos de recibir al Señor; pero el Se-
ñor es digno de que nosotros lo recibamos a Él, que ya está
hecho a visitar casas pobres y a vivir en ellas...
Hablo al Señor Todos
Señor Jesucristo, que te sigues dando al mundo
por medio de María, tu Madre y Madre nuestra.
Ella te lleva siempre consigo en su Corazón
y se complace en darte a todos nosotros.
Ella es la que formó en su seno ese Cuerpo sagrado tuyo
que ahora se me da a mí en la Sagrada Comunión.
Al venir a mí, ven siempre acompañado de tu Madre,
pues sé que Ella me enseñará a creer en ti, a amarte,
a llenarme de tu gracia, a vivir siempre en la alegría
que Ella y Tú llevasteis a la casa dichosa de Isabel.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Jesús, enviado al mundo por el Padre.
- ¡Lléname de tu gracia, Señor!
Jesús, encerrado en el seno bendito de María.
- ¡Lléname de tu gracia, Señor!
Jesús, que llenas de gozo el Corazón de tu Madre.
- ¡Lléname de tu gracia, Señor!
Jesús, que tienes prisa en darte a nosotros.
- ¡Lléname de tu gracia, Señor!
Jesús, que, si nos visitas, nos colmas de bendiciones.
- ¡Lléname de tu gracia, Señor!
Jesús, que llenaste del Espíritu Santo a Isabel.
- ¡Lléname de tu gracia, Señor!
Jesús, que santificaste a Juan en el seno materno.
- ¡Lléname de tu gracia, Señor!
Jesús, que colmaste de gozo la casa de Isabel.
- ¡Lléname de tu gracia, Señor!
Jesús, que por la Comunión vienes a morar en mí.
- ¡Lléname de tu gracia, Señor!
Jesús, que me das la fe para creer como María.
- ¡Lléname de tu gracia, Señor!
Jesús, que me pides te lleve a mis hermanos.
- ¡Lléname de tu gracia, Señor!
Jesús, que me quieres pendiente siempre de María.
- ¡Lléname de tu gracia, Señor!
Todos
Señor Jesús, que viniste al mundo para darte a todos
nosotros y, con tu presencia, llenarnos del Espíritu Santo. No
mires la pobreza e indignidad de mi casa, porque eres muy
bienvenido a mi corazón. ¡Sabes que las puertas están
siempre abiertas para ti!
Madre María, ¡ven a mí con tu Jesús! Siempre que te in-
voco, Tú me lo das como a Isabel y a Juan. Cuando comul-
go, sé que lo recibo de tu propia mano, Dispensadora de la
260
gracia. Quiero vivir pendiente de ti, pues cuanto más me
apegue a ti tanto más me llenaré de Jesús, que se me sigue
dando por mediación tuya.
En mi vida Autoexamen
Aleccionador este hecho del Evangelio. ¿No sé ver en él
la mediación de María, que lleva consigo a Jesús, lo da, y
llena de bendiciones la casa que visita? ¡Feliz de mí, si vivo
pendiente de María, si la invoco, si Ella me acompaña siem-
pre en mi caminar! Tendré seguro a Jesús en mi corazón...
¿Y cuál es mi actitud ante la Comunión que se me ofrece
cada día? ¿Barrunto al menos el cúmulo de gracia que me
trae?... Y, si llevo a Cristo en mí, como lo llevaba María, ¿me
apresuro a darlo a los demás, con un apostolado ardiente,
igual que María, que se fue “aprisa” para llevárselo a su pri-
ma?...
Preces
Señor Jesucristo, que, encerrado en el seno de María,
tienes prisa por comunicar los frutos de la Redención que
vas a realizar un día.
A ti honor, bendición y acción ininterrumpida de gracias.
Cristo Jesús, Sol de justicia, que has querido ir precedido
por María Inmaculada como aurora mística de la Redención;
- nosotros queremos caminar siempre bajo la luz de tu
presencia.
Cristo Jesús, Salvador del mundo, que escogiste a María
como arca santa en la que morabas complacido en medio de
nosotros;
- líbranos de la corrupción del pecado, y guarda siempre
en tu gracia a los que santificaste con el Bautismo.
Cristo Jesús, Tú que llenaste de bendiciones y alegría la
casa de Isabel;
- lleva tu alegría, tu paz y tu ayuda a todos nuestros her-
manos que sufren, los pobres, los oprimidos, los abandona-
dos del mundo.
Cristo Jesús, a los difuntos que murieron en la esperanza
de la resurrección y a todos los que, sin conocerte, creyeron
y esperaron en la vida eterna;
- dales el descanso y la felicidad en los esplendores de la
gloria.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, que vienes a nosotros como el
mejor de los visitantes. No merecemos nunca recibirte. Pero,
prepáranos Tú con tu palabra; danos la dignidad que Tú re-
quieres de tu pobre criatura, y, llenas de ti nuestras almas,
haz que sepamos darte a los hermanos que esperan tu gra-
cia, esa que nosotros podemos llevarles de parte tuya. Que
vives y reinas por los siglos de los siglos.
__________
261
Recuerdo y testimonio...
Francisco, el niño vidente de Fátima, le encargaba a su
prima Lucia:
- “Tú vas a la escuela. Cuando salgas, ven a buscarme en
la iglesia. Allí estaré cerca del altar con Jesús Escondido”.
Y, enfermo, su gran pesar era no poder visitar a Jesús, de
modo que encarga su prima:
- Lo que más me duele es no poder estar con Jesús Es-
condido. Vete a la Iglesia y dile un montón de cosas por mí.
Y pregunta a Lucía:
- ¿Has comulgado? Acércate a mí, porque llevas en tu co-
razón a Jesús. No sé cómo, pero siento a Nuestro Señor
dentro de mí, y, sin verlo ni oírle, comprendo lo que me dice.
¡Es tan hermoso estar con Él!...
El día de su muerte estaba loco de felicidad, porque pudo
recibir la Primera Comunión, que fue también el Viático del
niño a quien hoy llamamos “Beato Francisco Martos”...
262
63. JESÚS Y LA ASUNCIÓN DE SU MADRE
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
263
asunta al Cielo, anticipadamente, por ser la Madre de Jesús.
Pero también, no lo dudemos, porque se hizo acreedora de
esa palabra de Jesús. Nosotros, los que nos alimentamos de
la Vida, no podemos conocer para siempre la corrupción.
“¿Cómo va a morir aquél cuyo alimento es la Vida?”, pregun-
ta desafiante San Ambrosio...
Hablo al Señor Todos
Señor Jesucristo, Dios eterno y hermano nuestro,
que tuviste en María una Madre digna de ti
y la glorificaste después de su muerte
elevándola en cuerpo y alma al Cielo
y asociándola a tu reinado universal.
Es lo mismo que quieres hacer con nosotros,
elegidos por Dios para ser miembros tuyos
y templos del Espíritu Santo. Haznos dignos de ti.
Que al venir a nosotros en la Comunión
nos hagamos acreedores de la vida eterna.
Contemplación afectiva Alternando con el que dirige
Jesús, que elegiste a María para Madre tuya.
- Bendito seas, Señor.
Jesús, que te preparaste a María haciéndola Inmaculada.
- Bendito seas, Señor.
Jesús, que llevaste con María vida de familia en Nazaret.
- Bendito seas, Señor.
Jesús, que asociaste a María a tu obra de la Salvación.
- Bendito seas, Señor.
Jesús, que constituiste a María Madre de la Iglesia.
- Bendito seas, Señor.
Jesús, que hiciste a María corazón de la Iglesia naciente.
- Bendito seas, Señor.
Jesús, que te dabas a María en la Fracción del Pan.
- Bendito seas, Señor.
Jesús, que hiciste a María partícipe de tu muerte.
- Bendito seas, Señor.
Jesús, que uniste a María a tu resurrección gloriosa.
- Bendito seas, Señor.
Jesús, que unes a María en tu Mediación de la gracia.
- Bendito seas, Señor.
Jesús, que escuchas siempre la oración de María.
- Bendito seas, Señor.
Jesús, que nos resucitarás como resucitaste a María.
- Bendito seas, Señor.
Todos
Señor Jesús, que en la Asunción de María nos das el
modelo de nuestra resurrección futura. Prepáranos Tú mis-
mo para nuestra muerte. Quítanos todo miedo a ella y danos
toda esperanza. Al comer tu Pan de Vida en la Eucaristía,
como lo hacía María en la Fracción del Pan, sabemos que
tenemos la prenda de la vida eterna.
264
Madre María, Tú esperabas la muerte como el momento
dichoso de tu encuentro definitivo y eterno con Jesús. Para
tener nosotros tu misma dicha, mantennos en la doctrina y
en la fe de la Iglesia, asiduos en la oración, en la unión con
los hermanos y en la recepción constante de la Comunión.
En mi vida Autoexamen
María cumplió plenamente la misión para la que Dios la
había elegido. Es mi modelo perfecto. ¿Soy como Ella?
¿Respondo a la vocación específica que Dios me ha confia-
do por su Espíritu Santo en la Iglesia y en el mundo?... Mi
glorificación final está pendiente de mi fidelidad al plan di-
vino. ¿Cumplo con las exigencias de mi Bautismo?... ¿Me
alimento con el Cuerpo de Cristo, cuantas veces puedo, para
asegurar mucho más firmemente mi salvación..., para acre-
centar la vida divina que Dios ha depositado en mi ser?...
Cuando me llegue el momento supremo, ¿me encontrará el
Señor con la lámpara prendida y a punto, igual que a María,
Madre y modelo de todos los hijos de la Iglesia?...
Preces
La Iglesia mira siempre a María como su imagen y ve re-
tratada en Ella su propia figura y lo que será en su consuma-
ción final. Nosotros glorificamos a Dios, y le decimos:
Eres grande, Señor, y tu gloria sobrepasa los cielos.
Señor Jesucristo, que quieres ver a tu Iglesia, como Ma-
ría, glorificada en el Reino celestial;
- líbrala de los ataques del enemigo infernal y guárdala
siempre fiel a tu doctrina y a tus mandatos.
Señor Jesucristo, que, en medio de las luchas de la vida,
nos alientas a perseverar para darnos un día el premio pro-
metido;
- danos la sabiduría del corazón para que tengamos la mi-
rada fija en los bienes eternos que nadie nos podrá arreba-
tar.
Señor Jesucristo, atiende de modo especial a los pobres y
a todos los hermanos que sufren;
- que en medio de las luchas de la vida sientan la protec-
ción de la Madre, que los ama y los espera junto a sí en la
gloria.
Señor Jesucristo, te pedimos por los hermanos difuntos;
- haz que vean abiertas las puertas de la patria bienaven-
turada.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, Tú eres la prenda de nuestra re-
surrección futura y de la vida eterna que nos has merecido.
Lo que ya realizaste en tu Madre bendita lo vas a hacer tam-
bién un día con nosotros. Que la Comunión que asiduamente
recibimos sea nuestro viático seguro para la vida eterna. Así
sea.
265
__________
Recuerdo y testimonio...
1. Estanislao de Kotska, joven novicio jesuita, el 10 de
Agosto de 1568 habla animadamente con sus compañeros:
- ¡El día 15, la Asunción! Yo creo que en ese día se re-
nueva en el Cielo la entrada triunfal de la Virgen. Este año
quiero contemplarla con mis propios ojos...
Se prepara con toda ilusión. No duda de que Dios le va a
conceder la gracia que pide con tanta fe. La Comunión la
recibe con esta particular intención. Goza de buena salud,
pero una fiebre altísima el día 14 le pone a las puertas de la
muerte. Al amanecer del 15 volaba al Cielo para gozar de la
gloria del Señor en compañía de la que tanto amaba.
2. La Venerable Teresita González Quevedo, también
joven novicia de las Carmelitas de la Caridad, cuando en
1950 se habla la posibilidad de que el Papa Pío XII defina
como dogma de fe la Asunción de María, propone: - ¡Yo
quiero estar en el Cielo ese día!
Protesta de las compañeras, que la quieren mucho. Pero
ella se las entiende con Jesús; cae enferma contra todo pro-
nóstico, y la definición del Papa en la tierra la gozó ella en
los esplendores de la Gloria...
266
64. ROSARIO Y EUCARISTÍA
Reflexión Bíblica Lectura, o guión para el que dirige
267
po entregado..., mi sangre derramada. Hagan esto en memo-
ria mía”. Y así nos transmitirá Pablo: “Cada vez que coman
este pan y beban este cáliz, proclamarán la muerte del Señor
hasta que vuelva” (1Corintios 11,26)
Los misterios de Gloria tienen también especial relación
con la Eucaristía, en la que creemos a Jesús glorificado defi-
nitivamente en el Cielo. Además, este Sacramento, en el que
se nos da abundantemente el Espíritu Santo, es germen y
prenda de nuestra propia resurrección: “Quien come mi car-
ne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en
el último día” (Juan 6,54). Así lo vemos realizado todo en
María, la primera cristiana, resucitada ya y glorificada por su
Asunción en cuerpo y alma al Cielo.
268
Todos
Señor Jesús, Tú inspiraste a tu Iglesia la devoción santi-
ficadora del Rosario para que por él viviéramos unidos siem-
pre a ti en el recuerdo de tu vida, pasión y glorificación. Im-
prime en mi alma estos misterios salvadores hasta que los
goce contigo en la eternidad feliz.
Madre María, unida tan estrechamente a los misterios de
Jesús. Haz que por los misterios del Rosario logre yo vivir
contigo y como Tú en comunión incesante con mi Señor Je-
sucristo, para que mi existencia, igual que la tuya, pase es-
condida con Cristo en Dios.
En mi vida Autoexamen
269
con el rezo del Rosario los misterios que nos salvaron y vivir
de este modo en perpetua alabanza de la bondad divina. Así
sea.
__________
Recuerdo y testimonio...
l. Sor Lucía de Fátima, escribía sobre el Rosario en una
carta famosa:
“El demonio le tiene declarada la guerra... Apartar a las
almas de esta devoción, es apartarlas del pan espiritual de
cada día. El Rosario es una oración que sustenta la pequeña
llama de la fe que no se ha apagado del todo en muchas
conciencias. Incluso para aquellas almas que rezan sin medi-
tarlo, el simple hecho de coger el rosario les sirve para acor-
darse de Dios, de lo sobrenatural. El simple recuerdo de los
misterios en cada decena es un rayo de luz más, que susten-
ta en las almas la mecha que todavía llamea”.
270
65. JESÚS, EN EL CORAZÓN DE LA MADRE
Reflexión bíblica Lectura, o guión para el que dirige
271
El Corazón de María sabe llevarnos adonde está Jesús
personalmente. Por eso la Eucaristía tiene una importancia
tan grande dentro de las modernas apariciones de la Virgen,
sobre todo en Fátima. En los famosos santuarios marianos
tiene mucha más importancia el comulgatorio que la imagen
aparecida. Todos los visitantes paran siempre recibiendo a
Jesús en la Comunión. ¿Por qué será?...
Hablo con Jesús Todos
Jesús, ¡qué suerte la de María al no tener en su Corazón
más que a Jesús, a su Jesús! ¡Y qué felicidad la tuya
a1 contar por morada con un Corazón como el de María!
Yo no debo envidiarte, Señor, pues tengo tu misma suerte.
Ella me tiene y me lleva siempre en su Corazón de Madre,
y yo puedo llevarla a Ella siempre dentro de mi corazón.
María, porque me ama, me lleva siempre a ti,
y me lleva a ti sobre todo en la Eucaristía,
porque me quiere ver siempre contigo, donde Tú estás,
para que Tú me llenes de tu Gracia como la llenaste a Ella
Contemplación afectiva Alternando con el que di-
rige
Jesús, salido del corazón de Dios para darte a los hombres.
- Haz mi corazón semejante al tuyo.
Jesús, que tienes el Corazón más bello.
- Haz mi corazón semejante al tuyo.
Jesús, cuyos sentimientos fueron siempre los más nobles.
- Haz mi corazón semejante al tuyo.
Jesús, que amabas al Padre como Hijo en el Espíritu Santo.
- Haz mi corazón semejante al tuyo.
Jesús, que nos quieres a nosotros con amor ardentísimo.
- Haz mi corazón semejante al tuyo.
Jesús, el manso y humilde de Corazón.
- Haz mi corazón semejante al tuyo.
Jesús, que nos das en María un camino seguro hacia ti.
- Haz mi corazón semejante al tuyo.
Jesús, que hiciste al Corazón de María copia fiel del tuyo.
- Haz mi corazón semejante al tuyo.
Jesús, que te encerraste feliz en el Corazón de tu Madre.
- Haz mi corazón semejante al tuyo.
Jesús, que nos confiaste como hijos al Corazón de María.
- Haz mi corazón semejante al tuyo.
Jesús, que hiciste al Corazón de María refugio nuestro.
- Haz mi corazón semejante al tuyo.
Jesús, que llenaste de amor inmenso al Corazón de María.
- Haz mi corazón semejante al tuyo.
Todos
Señor Jesús, que en el Corazón de María nos diste el
Corazón maternal más amante y hermoso. En él nos ence-
rramos como te encerraste Tú, para salir de él convertidos,
conforme al designio divino, en hijos de Dios santos, inmacu-
lados, amantes, imágenes perfectas de tu Corazón Divino.
272
Madre María, cuyo Corazón Inmaculado amó a Jesús
como no pudo amarlo ningún otro corazón. Enciéndenos en
el amor a tu Hijo Jesús. Que sea Él nuestra única ilusión, la
meta de todas nuestras aspiraciones y el premio más grande
de nuestra vida cristiana.
En mi vida Autoexamen
“El Señor quiere establecer en el mundo la devoción a mi
Corazón Inmaculado”, dijo la Virgen en Fátima. Y añadió: “A
los que la abracen, les prometo la salvación. Y serán como
flores escogidas, que yo pondré delante del trono de Dios”. Y
esa devoción a su Corazón Inmaculado la unió estrechamen-
te a la Eucaristía: “Vendré a pedir la Comunión reparadora”.
¿Entiendo este mensaje? ¿Sé darles un gusto a la Virgen y a
Jesucristo?... Sobre todo, si quiero formarme un corazón
bello, poseedor de los mejores sentimientos, ¿por qué no me
miro en el Corazón de María, que es el Corazón más seme-
jante al Corazón Divino de Jesús?...
Preces
El Dios que es Amor nos ha dado en Jesucristo y en Ma-
ría los Corazones más bellos y más amantes. Nosotros le
aclamamos:
Haz, Señor, que el mundo entero arda en el amor divino.
Señor Jesucristo, el manso y humilde de Corazón,
- haz nuestros corazones en todo semejantes al tuyo.
Señor Jesucristo, que en la Cruz nos encomendaste a tu
Madre y nos encerraste en su Corazón Inmaculado,
- haz que en ese Corazón materno encontremos la salva-
ción que nos mereciste con tu pasión y muerte redentora.
Señor Jesucristo, que quieres para todos los hombres tus
hermanos la paz, el bienestar y el respeto a sus personas;
- no permitas que en el mundo reinen la pobreza injusta,
la violencia, los odios y el desamor.
Señor Jesucristo, que en el Cielo nos esperas con ilusión
a todos;
- abre las puertas de la gloria a nuestros hermanos difun-
tos.
Padre nuestro.
Señor Sacramentado, Tú nos das en el Corazón de Ma-
ria el modelo acabado de quien te recibe en la Comunión. En
nuestro corazón quieres encontrar el amor, la pureza, la hu-
mildad y la entrega del Corazón de tu Madre. Conforma
nuestro corazón con el suyo, para que halles en nosotros la
digna morada que te mereces. Tú que vives y reina por los
siglos de los siglos.
__________
Recuerdo y testimonio...
273
Los niños de Fátima, dirigidos por el impulso de la gracia,
unieron estrechamente la devoción al Corazón de María con
la Eucaristía.
Antes aún de las apariciones de la Virgen, el Ángel les
alargó la Sagrada Hostia y el Cáliz: “Recibid el Cuerpo y la
Sangre de Jesucristo, ultrajado por los hombres ingratos. -
¡Consolad a vuestro Dios!”. Lucía recibe la Sagrada Hostia, y
Francisco y Jacinta beben del Cáliz. Comenta Jacinta: “Fran-
cisco, ya has visto que era la Sangre que caía de la Hostia”.
A lo que contesta Francisco: “Ahora comprendo. Sabía que
Dios estaba en mí y no sabia cómo”.
Al Jesús del Sagrario le llamaban “Jesús Escondido”, so-
bre lo que se conservan diálogos deliciosos de los tres niños.
Durante el recreo de la escuela, Lucía y Jacinta se escapan
un ratito a la iglesia: “¡Me gusta tanto estar sola con Jesús
Escondido!”, dice la pequeña Jacinta de sólo siete años.
Esa Jacinta que, en su cama del hospital, pide a Lucia:
“Vete a la iglesia a decirle a Jesús Escondido que lo deseo
mucho y le quiero mucho”. Había preguntado cándidamente
antes de morir: “¿Se comulga en el Cielo? Si se comulga, yo
lo haré todos los días”...
274
COMPLEMENTOS
Aparte del núcleo principal de la Hora San-
ta, suelen añadirse optativamente algunas oracio-
nes ya clásicas. Además, puede hacerse la Hora
Santa con algún formulario especial. Por ejemplo,
con el Trisagio de la Santísima Trinidad, o unas
Vísperas tomadas de la Liturgia de las Horas.
Como también, con las acostumbradas en algu-
nos Movimientos de Iglesia: cursillistas, carismá-
ticos etc. Y hay que tener en cuenta esas grandes
intenciones de la Iglesia universal, como la Paz,
las Misiones, los Enfermos... En esta segunda
parte se ofrecen algunas de esas devociones más
apropiadas.
275
QUÉ ES LA COMUNIÓN ESPIRITUAL
276
ACTO DE REPARACIÓN
277
res de la niñez y juventud. Por los que profanan la santidad
del matrimonio.
- Perdón, Señor, perdón.
Por las almas consagradas que han sido infieles a su vo-
cación. Por los ataques y desobediencias de que es víctima
nuestro Santo Padre el Papa, Vicario de Jesucristo en la
Tierra.
- Perdón, Señor, perdón.
Oración. Perdona, Señor, nuestros pecados. Perdona los
pecados de tu pueblo. Perdona los pecados del mundo ente-
ro. Nuestro pecado es mayor que nosotros, y no podemos
con él. Pero tu bondad es mayor que nuestro pecado, y tu
Hijo, presente aquí en la Eucaristía, murió para expiarlo,
vencerlo y destruirlo. Así nosotros, pecadores, somos trasla-
dados del reino de las tinieblas al Reino de tu luz admirable.
Amén.
278
CONSAGRACIÓN AL CORAZÓN DE JESÚS
279
CONSAGRACIÓN AL CORAZÓN DE MARÍA
280
LETANÍA DEL SAGRADO CORAZÓN
281
Corazón de Jesús, fuente de toda consolación.
Corazón de Jesús, paz y reconciliación nuestra.
Corazón de Jesús, víctima de los pecadores.
Corazón de Jesús, salvación de los que en ti esperan.
Corazón de Jesús, esperanza de los que en ti mueren.
Corazón de Jesús, delicia de todos los santos.
V/. Jesús manso y humilde de Corazón.
R/. Haz mi corazón semejante al tuyo.
Oración. Señor Dios, mira al Corazón de tu amadísimo
Hijo y a las alabanzas y satisfacciones que te dio en nombre
de los pecadores. Danos a todos tu perdón. Infúndenos tu
amor. Y haznos vivir y morir encerrados en este Corazón
Divino, a fin de gozar después eternamente de la felicidad de
tu gloria. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor. Así sea
282
LETANÍA DEL NOMBRE DE JESÚS
283
Jesús, pureza de las vírgenes.
Jesús, corona de todos los santos.
Míranos benigno. Perdónanos, Jesús.
Míranos benigno. Escúchanos, Jesús.
*Líbranos, Jesús.
De todo mal.
De todo pecado.
De tu justa indignación.
De las asechanzas del diablo.
Del espíritu de fornicación.
De la muerte eterna.
Del desprecio de tus inspiraciones.
Por el misterio de tu santa encarnación.
Por tu nacimiento.
Por tu infancia.
Por tu divinísima vida.
Por tus trabajos.
Por tu agonía y tu pasión.
Por tu cruz y por el abandono en que te viste.
Por tus sufrimientos.
Por tu muerte y sepultura.
Por tu gloriosa resurrección.
Por tu admirable ascensión.
Por la institución de la Santísima Eucaristía.
Por tus gozos eternos.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo.
Perdónanos, Jesús.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo.
Escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo.
Ten piedad de nosotros.
Oración. Señor Jesucristo, que dijiste: pedid y recibiréis;
buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Te suplicamos
que escuches nuestra petición, y nos des el afecto tierno de
tu divinísimo amor, para que te queramos con todo el cora-
zón, de palabra y de obra, y no nos cansemos nunca de can-
tar tus alabanzas. Así sea.
__________
284
obras muertas del pecado la sangre de Cristo, que se
ofreció sin mancha a Dios!”(Hebreos. 9,14). Presen-
tando esta Sangre de Cristo al Padre, le pedimos por
ella toda gracia, sobre todo el perdón de nuestras
culpas y la misericordia divina para el mundo peca-
dor.
__________
Señor Jesucristo, que con tu Sangre limpias el pecado del
mundo y nos mereces la salvación. ¡Sálvanos ahora y siem-
pre!
Señor, ten piedad.
Cristo, ten piedad
Señor, ten piedad.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
Dios, Padre celestial, ten piedad.
Dios, Hijo Redentor del mundo, ten piedad.
Dios, Espíritu Santo, ten piedad.
Trinidad Santa, que eres un solo Dios, ten piedad.
* ¡Sálvanos!
Sangre de Cristo, Hijo Unigénito del Eterno Padre.
Sangre de Cristo, del Verbo de Dios hecho Hombre.
Sangre de Cristo, de la nueva y eterna Alianza.
Sangre de Cristo, caída hasta la tierra durante la agonía del
Huerto.
Sangre de Cristo, que corrió abundante durante la flagela-
ción.
Sangre de Cristo, vertida de la cabeza en la coronación de
espinas.
Sangre de Cristo, derramada del todo en la cruz.
Sangre de Cristo, precio de nuestra salvación.
Sangre de Cristo, sin la cual no se da remisión de los peca-
dos.
Sangre de Cristo, bebida nuestra en la Eucaristía y baño de
las almas.
Sangre de Cristo, río de misericordia.
Sangre de Cristo, victoria sobre el demonio.
Sangre de Cristo, fuerza de los mártires.
Sangre de Cristo, vigor de los confesores de la fe.
Sangre de Cristo, que engendra vírgenes.
Sangre de Cristo, fortaleza de los que peligran.
Sangre de Cristo, alivio de los que sufren.
Sangre de Cristo, consuelo en la aflicción.
Sangre de Cristo, esperanza del pecador.
Sangre de Cristo, seguridad de los moribundos.
Sangre de Cristo, paz y delicia de los corazones.
Sangre de Cristo, prenda de la vida eterna.
Sangre de Cristo, liberación de las almas del Purgatorio.
Sangre de Cristo, digna de toda gloria y honor.
R/. Nos has redimido, Señor, con tu Sangre.
V/. Y has hecho de nosotros un Reino para nuestro Dios.
285
Oración. Dios todopoderoso y eterno, que te aplacaste
con la Sangre de tu Hijo Jesucristo, constituido Redentor del
mundo. Al venerar esta Sangre sagrada, líbranos de todo
mal y danos las alegrías del Cielo. Amén.
286
AFECTOS DE AMOR A JESUCRISTO
287
Por las almas tibias y desamoradas que amargan tu Cora-
zón.
Por los demonios y condenados del infierno, que nunca ten-
drán la dicha de amarte.
*Te amaré, dulcísimo Jesús.
En la paz y en la tribulación.
En la abundancia y en la pobreza.
En la prosperidad y en la desgracia.
En la honra y en el desprecio.
En la alegría y en la tristeza.
En la vida y en la muerte.
En el tiempo y en la eternidad.
*Te pido, dulcísimo Jesús.
Que te ame mucho.
Que te ame siempre.
Que muera en tu amor.
Que ame el padecer por tu amor.
Que por tu amor cumpla tus mandamientos y siga tus conse-
jos.
Que me concedas ganarte muchas almas para que todos te
amemos.
Que envíes a tu Iglesia grandes santos, apóstoles de tu
amor.
Oración. Señor Jesús, infunde en nuestros corazones el
afecto de tu amor, para que, amándote en todas y sobre to-
das las cosas, consigamos el cumplimiento de tus promesas,
que superan todo deseo. Que vives y reinas por los siglos de
los siglos.
288
EN LAS LLAGAS DE CRISTO
289
espíritu de oración, para mantenerme en unión continua con
mi Dios.
¡Dentro de tus llagas, escóndeme!
3ª. Beso, Jesús, la llaga de tu pie derecho. Como la
Magdalena el día de la Resurrección. Siento que me llamas
por mi propio nombre. Me conoces. Me amas. Como yo tam-
bién te amo a ti, Señor, con todo el corazón.
¡Dentro de tus llagas, escóndeme!
4a. Beso, Jesús, la llaga de tu pie izquierdo. Tus pies
benditos no se cansaron de buscar, hasta rendirse, a todos
los que te necesitaban y Tú podías aliviar. Enséñame a bus-
car a los hermanos que necesitan de mí. Después de estar
contigo, Señor, oriéntame Tú hacia todos aquellos a quienes
pueda prestar por tu amor y en tu nombre una ayuda o el
consuelo que necesitan.
¡Dentro de tus llagas, escóndeme!
5ª. Beso y adoro, Jesús, la llaga de tu costado. Como
Juan en la Última Cena, quiero sentir los latidos de tu aman-
te Corazón. Y como Pedro a la orilla del lago, te digo y te
repito una y mil veces: “Señor, Tú lo sabes todo. ¡Tú sabes
que yo te quiero!”.
¡Dentro de tus llagas, escóndeme!
Himno del Espíritu Santo
Puede recitarse el de la página 303
Oremos. ¡Señor Jesucristo! Deja escapar por esas puer-
tas benditas de tus Llagas el don máximo que nos mereciste
con tu pasión y muerte. Lléname de la Gracia de tu divino
Espíritu, que me lleve a las cumbres de la perfección cristia-
na. Así sea.
Y rezamos por nuestro Santo Padre el Papa
Señor Jesús, mira con bondad a nuestro Santo Padre el
Papa N. N., puesto por ti al frente de tu Iglesia para que haga
tus veces en la tierra. Guárdalo, Señor. Defiéndelo. Hazlo
dichoso al ver la docilidad con que le escuchamos, le obede-
cemos y le seguimos, porque, llenos de fe, sabemos que al
estar con tu Vicario estamos con tu Iglesia y permanecemos
siempre contigo. Así sea.
290
TRISAGIO A LA SANTÍSIMA TRINIDAD
Presentación
¡Trinidad Santa, un solo Dios en tres Personas distintas!
Yo te adoro, y me gozo intensamente de tu gloria, que te
hace a ti eterna e infinitamente feliz en la intimidad de tu vida
divina.
Que mi alabanza de hoy sea un ensayo fiel del canto sin
fin que entonaré en la visión de tu gloria.
Al Padre
Padre Eterno, Padre de Nuestro Señor Jesucristo y Padre
nuestro Celestial, Padre misericordioso y Dios de todo con-
suelo. Dios omnipotente, infinito y eterno, fuente de toda la
vida en el seno mismo de Dios.
Tú, por disposición libérrima y secreta de tu sabiduría y
bondad, creaste el Universo y elevaste al hombre a participar
de la vida divina, y, aunque caído con el pecado de Adán, le
dispensaste los auxilios de la salvación en atención a Cristo
el Redentor que ibas a enviar.
Tú nos conociste de antemano a todos los elegidos, y nos
predestinaste a ser conformes con la imagen de tu Hijo.
Tú estableciste convocarnos en la Iglesia a todos los que
creemos en Cristo, en esa Iglesia manifestada por la efusión
del Espíritu Santo el día de Pentecostés, y que se consuma-
rá gloriosamente al final de los tiempos, cuando todos sere-
mos congregados en una Iglesia universal para vivir siempre
en tu casa, ¡Padre nuestro Celestial!
¡Bendito y alabado y amado seas, Dios Padre, por to-
das las criaturas del Cielo y de la Tierra!
*¡Santo, santo, santo, Señor Dios del Universo, Dios Pa-
dre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo!
(Tres o nueve veces)
291
Al Hijo
¡Hijo de Dios, Cristo Jesús, Señor!
Tú eres la Palabra que el Padre se dice a sí mismo, y que
un día te diste a conocer cuando te hiciste Hombre como
nosotros.
Y ahora, por la luz que brilló en el mundo con tu Encarna-
ción en el seno de María, Tú nos iluminas, nos diriges, nos
salvas y nos divinizas.
Con tu muerte destruiste nuestra muerte, venciste a Sata-
nás y nos condujiste al Padre, del que nos habíamos sepa-
rado por nuestras culpas.
Resucitado, te sientas como Señor a la derecha del Pa-
dre, nos envías el Espíritu Santo, intercedes por nosotros y
fortaleces de continuo a tu Iglesia, a la que dejaste la Euca-
ristía como memorial de tu triunfo sobre la muerte.
Estás en el Padre, pero sabemos que un día volverás glo-
rioso y triunfador, Juez de vivos y muertos. Entonces, pues-
tos tus enemigos como estrado de tus pies, nos llevarás a
tus fieles a la Gloria, ¡y así estaremos siempre contigo, Se-
ñor!
¡Bendito y alabado y amado seas, Hijo de Dios, Cristo
Jesús, Señor!
*¡Santo, santo, santo, Señor Dios del Universo, Dios Pa-
dre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo!
(Tres o nueve veces)
Al Espíritu Santo
Amor del Padre y del Hijo, Espíritu Santo, que eres el
abrazo fuerte e intensísimo que el Padre y el Hijo se dan en
el seno de la Trinidad adorable.
Dios como el Padre y el Hijo, Tú fuiste enviado por el Se-
ñor Jesús en Pentecostés para santificar indefinidamente a
la Iglesia, como Espíritu de vida y fuente del agua viva que
salta hasta la eternidad.
Tú habitas en la Iglesia y en cada uno de nosotros como
en un templo, en el que oras y das testimonio de que somos
hijos de Dios.
Tú guías a la Iglesia por el camino de la verdad, la unifi-
cas en la comunión y en el ministerio, la animas y gobiernas
con tus carismas y dones y la embelleces con tus frutos.
Tú eres quien con la fuerza del Evangelio rejuveneces a
la Iglesia, la renuevas incesantemente, le haces suspirar por
la unión definitiva con su Esposo, y nos haces gritar ansio-
samente: ¡Ven, Señor Jesús!
¡Bendito y alabado y amado seas, Espíritu Santo,
amor de Dios en el seno de la Trinidad Santísima y amor
de Dios en nuestros corazones!
*¡Santo, santo, santo, Señor Dios del Universo, Dios Pa-
dre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo!
292
(Tres o nueve veces)
Oración. Gracias, Dios nuestro, por habernos dado a co-
nocer el misterio de tu vida íntima: tres Personas distintas en
un solo Dios verdadero. Haz que así como te veneramos por
la fe en la Tierra, un día gocemos de la inmensidad de tu
gloria en el Cielo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Así sea.
293
LA HORA APOSTÓLICA
Inicio y saludo
- Incorporados a Jesucristo, glorificamos al Padre en la
alegría del Espíritu Santo.
- Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como
era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos
de los siglos. Amén.
Presentación a Jesucristo
- Señor Jesucristo, nosotros, apóstoles tuyos compro-
metidos, que, en nuestra audacia y fiados en tu ayuda,
queremos ser fermento vivo en nuestra comunidad ecle-
sial y en nuestros ambientes sociales, nos presentamos
reverentes ante ti.
- Queremos conocer a Jesucristo. Queremos amar
a Jesucristo. Queremos sufrir por Jesucristo. Quere-
mos vivir en Jesucristo.
- Queremos ser tuyos, Señor. Los tuyos de veras. Los
que no duden. Los que no titubeen. Los que no se des-
alienten. Los que no conozcan las medias tintas ni las
posturas ambiguas. Los que lo den todo antes que trai-
cionarte. Por eso, en esta Hora Santa, en amigable intimi-
dad, te rogamos que nos enseñes. Que nos formes. Que
nos venzas. Y que nos enciendas en santa valentía y en
afanes apostólicos.
- Señor, Tú eres nuestro Dios y Maestro. Sólo Tú
tienes palabras de vida eterna. ¡Que conozcamos el
don de Dios! Eres nuestro único Señor. Señor de to-
das las cosas, Señor de todas las gentes. ¡Haznos
apóstoles de tu Reino, y miembros vivos de tu Iglesia!
¡Que sintamos la alegría de ser apóstoles! ¡Danos el
brío ilusionado de ser testigos tuyos ante los hom-
bres!
- ¡Queremos que Cristo reine entre nosotros!
294
- Amén.
Jesucristo nos habla
En este momento se lee un pasaje del Nuevo Tes-
tamento. Podría hacerse con la “Reflexión bíblica” del
tema escogido de entre la primera parte de este libro.
Si hay Sacerdote, centra la palabra de Dios. Al aca-
bar, se dice:
- ¡Alabado sea Jesucristo!
- Amén.
- Venga a nosotros tu reino.
CANTO: “Reine, Jesús, por siempre”, u otro apropiado.
Protesta de fidelidad
- En esta Hora feliz permaneceremos, Jesús, al pie de
la Cruz, con la Madre y Señora, como Juan, el apóstol de
la invencible fidelidad. Queremos ofrecernos contigo al
Padre, en un mismo sacrificio, tuyo y nuestro, sobre el Al-
tar santo.
- Señor, nos acercamos a tu Cruz adorando el mis-
terio de tu pasión. Abrazamos tu Cuerpo destrozado
de tormentos y ensangrentado de heridas. Quisiéra-
mos sentir, en nuestras frentes culpables, la sangre
que brota a raudales de tus llagas. Besamos tu rostro
manchado de polvo, y de tus labios entreabiertos re-
cogemos aquel grito “¡Tengo sed!”, que abrasaba tu
alma de sed divina.
En firme vigilia, rodeamos tu Cruz sacrosanta para
acompañarte en tu hora suprema. Para orar contigo
por la Iglesia. Para ofrecernos contigo como víctimas.
Para compartir tus dolores y anhelos. Para consolarte
agonizante en la Cruz y consolarte en las presentes
angustias de tu Iglesia. Para descargar nuestros pe-
cados e ingratitudes. Para pagar por los pecados de
todos los cristianos, y de los que no lo son todavía,
de los cuales nos sentimos responsables ante ti.
Acto de desagravio
- El pecado hiere el Corazón de Cristo; priva al hombre
de la vida divina; le arrebata el mejor de los dones; ofende
a la justicia de Dios. Pidamos al Señor su misericordia
sobre nosotros, sobre todos los cristianos de nuestra Pa-
tria, sobre todo el mundo pecador.
- Señor, míranos con ojos de misericordia y per-
dón. Sentimos el horror de nuestras infidelidades y de
las infidelidades de nuestros hermanos, que ante ti
representamos. No mires la ruindad de nuestra vida,
sino el amor con que nos amaste en la Cruz.
Por nuestras incomprensibles flaquezas, por el despre-
cio con que a veces oímos tu voz.
Perdón, Señor, perdón.
295
Por la tardanza en aceptar tus exigencias; por la tibieza
con que andamos tu camino; por las pegas que ponemos
a tu amor; por las cobardías en asumir los compromisos
de nuestro Bautismo.
Perdón, Señor, perdón.
Por la rutina de nuestra piedad; por el desaliento ante
los sacrificios; por la pereza en practicar el bien; por la
debilidad en arrancar nuestros defectos.
Perdón, Señor, perdón.
Por la frialdad en nuestra oración; por la falta de docili-
dad al Magisterio de la Iglesia; por la debilidad de nuestra
fe, que no sabe ver tu rostro en el rostro de los hermanos.
Perdón, Señor, perdón.
Por no haber trabajado por la paz y la justicia social;
por habernos desentendido de los pobres y marginados;
por no haber vivido el Mandamiento del Amor.
Perdón, Señor, perdón.
Por los jóvenes que no te buscan o no te encuentran;
por las familias que viven al margen de ti; por los hijos
que no intentan entenderse con los mayores; por los pa-
dres que no procuran dialogar con los hijos.
Perdón, Señor, perdón.
Por los que se tienen por cristianos y no viven en Gra-
cia; por los que no son fermento de un mundo que Tú
quieres mejor.
Perdón, Señor, perdón.
Por nuestros pecados; por los pecados de las comuni-
dades eclesiales de nuestra Patria; por los pecados de los
hombres del mundo entero.
Perdón, Señor, perdón.
Peticiones
- Confiados, elevemos nuestras preces a Jesucristo,
nuestro Mediador y Hermano, para que Él las presente al
Padre.
Bendice, Señor, a nuestra Santa Madre la Iglesia Cató-
lica.
- Que Dios se digne pacificarla, unirla, custodiarla
en todo el orbe de la tierra, vivificándola cada día, ex-
tendiéndola hasta los últimos confines del mundo, pa-
ra que ella, a través de todos nosotros, sus miembros
vivos, glorifique a Dios, Padre Omnipotente.
Bendice a nuestro santísimo Padre el Papa N. N., a
nuestro Obispo, a todo el Colegio Episcopal, a los Sacer-
dotes de nuestra comunidad, que rigen el Pueblo santo de
Dios.
Te rogamos, óyenos.
Bendice, Señor, a quienes elegiste para que se consa-
grasen a ti; acrecienta el número de los llamados; aumen-
296
ta su ilusión y generosidad, para que sean luz del mundo
y sal de la tierra.
Te rogamos, óyenos.
Bendice, a nuestra Patria; haz sentir su responsabili-
dad a nuestros gobernantes, para que haya justicia dentro
del orden, para que haya más amor entre los hombres.
Te rogamos, óyenos.
Bendice nuestra sed de ser santos; nuestras ansias
apostólicas; nuestras familias; nuestros estudios; nuestros
trabajos; todas nuestras cosas.
Te rogamos, óyenos.
Bendice en tu Iglesia las Asociaciones y Movimientos
de Apostolado Seglar; bendice en especial al movimiento
en que Tú nos has puesto y que nos has confiado.
Te rogamos, óyenos.
Infúndenos una piedad auténtica; alegría y simpatía en
el trato con los hermanos; ardor y brío apostólicos, para
no cruzarnos nunca de brazos y trabajar siempre más y
mejor.
Te rogamos, óyenos.
Haz que, con tu gracia, sintamos la responsabilidad de
la gran misión apostólica que nos has confiado.
Te rogamos, óyenos.
Que no necesitemos milagros para creer y obrar, pero
que tengamos tanta fe que merezcamos que nos los ha-
gas.
Te rogamos, óyenos.
Danos cristianos que te amen sobre todas las cosas,
fieles al lema: “¡Aunque todos te abandonen, yo no!”
Te rogamos, óyenos.
Por los que llevan el peso de nuestros ambientes, por
los más valientes y sacrificados.
Te rogamos, óyenos.
Por los más cobardes de nosotros; por los que más
necesitan de tu gracia; por los que creen necesitarla me-
nos; por los que de nosotros menos se sacrifican y traba-
jan menos; por los que se conforman con lo que han he-
cho.
Te rogamos, óyenos.
Por los que se empeñan en servir a dos señores; por
los que se enfrían en tu servicio; por los que más nos fas-
tidian y mortifican.
Te rogamos, óyenos.
Para que sepamos superar con tu gracia los fracasos;
para que sepamos sacar de ellos fruto apostólico; para
que no nos envanezcamos con los éxitos.
Te rogamos, óyenos.
Para que, con inteligente valentía, sepamos promover
la justicia social en las realidades temporales en que es-
tamos inmersos.
Te rogamos, óyenos.
Por los hombres y mujeres que has vinculado a nues-
tra generosidad; por los que con nuestra ayuda conquista-
297
rás, por los que te conocerían si fuéramos más fieles a tu
llamada.
Te rogamos, óyenos.
Por los que se han encomendado a nuestras oracio-
nes; por los que principalmente quisiéramos tener presen-
tes en esta Hora apostólica; por los cristianos que no te
conocen; por los que nos compadecen a nosotros.
Te rogamos, óyenos.
Bendice, Señor, a los enfermos, a los pobres, a los
presos, a los oprimidos, a cuantos sufren y peligran.
Te rogamos, óyenos.
Bendice a los hermanos separados, para que todos los
que invocamos tu Nombre lleguemos a la unidad en el
seno de la única Iglesia.
Te rogamos, óyenos.
Bendice a los que, sin conocerte, te buscan; dales, Se-
ñor, misioneros, dales la Fe.
Te rogamos, óyenos.
El que preside el grupo:
Oración. Señor Jesús, acogemos tu Palabra y te ala-
bamos; y te prometemos, con tu gracia, serte fieles hasta
morir.
Consagración a Cristo Jesús
Todos.
Te adoramos, Señor, y con honda gratitud reconoce-
mos que nos has elegido entre muchos para ser los cons-
tructores de tu Reino. Queremos ser tuyos de veras, Se-
ñor. Y, por medio de la Virgen María, nos consagramos a
ti.
Queremos tener conciencia plena de lo que significa
vivir en tu Gracia. Danos fuerza para llevar la cruz mien-
tras nos dure la vida. Aunque todos a nuestro alrededor
sean cobardes, queremos, Señor, ir contra corriente, de-
trás de ti, que eres el Camino, la Verdad y la Vida.
Jesús nuestro, haznos apóstoles. Enséñanos a orar.
Danos hambre de ti. Enséñanos a predicarte con nuestro
testimonio y con nuestra palabra. Haz, Señor, que abra-
mos para todos los hombres un ancho camino a tu gracia.
Haz que el mundo vuelva a ti, aunque nos cueste la vida.
Amén.
Consagración a María
Todos.
Reina de los Apóstoles, María, Madre de Dios y Madre
nuestra. Nos consagramos a ti, para que nos cuides, nos
guardes, nos defiendas y nos formes en Cristo Jesús, tu
Hijo.
Enciende en nuestras almas el fuego del Espíritu que
abrasa tu Corazón. Madre, anímanos, como animaste en
el cenáculo al primer grupo de los Apóstoles de Jesús.
Madre, envíanos, para que llevemos a tu Jesús a todas
partes. Madre, protégenos, para que con tu ayuda mater-
298
nal nos sintamos fuertes ante los peligros y desalientos
que nos salgan al paso.
María, Madre de la Iglesia, haznos trabajar sin descan-
so, como instrumentos dóciles en tus manos, por el bien
del Reino hasta el último aliento de nuestra vida. Amén.
299
HORA SANTA EN EL ESPÍRITU
Es consolador el fuerte impulso que ha tomado en
la Iglesia la devoción al Espíritu Santo, en especial
por la Renovación Carismática. Estamos volviendo
con ello a los principios del Cristianismo, cuando el
Espíritu Santo, junto con la Eucaristía, llenaba toda la
vida del creyente. Esta Hora Santa en el Espíritu
puede servir para esas ocasiones en que se reúnen
tantos para glorificar al Espíritu que nos santifica.
__________
Durante toda la Hora Santa, y en los momentos opor-
tunos, se entonan los cantos acostumbrados de la Reno-
vación Carismática y los eucarísticos más conocidos y
apropiados.
__________
Himno de entrada
Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el Cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas,
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce Huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre
si Tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.
Reflexión bíblica
Puede ser la de la página 131 u otra apropiada.
300
Acabada, se entona algún canto de la Renovación.
Contemplación afectiva
Amor del Padre y del Hijo en el seno de la Trinidad.
¡Ven, Espíritu Santo!
Regalo que nos han hecho el Padre y el Hijo.
¡Ven, Espíritu Santo!
Amor por quien el Padre y el Hijo nos aman.
¡Ven, Espíritu Santo!
Tú, que nos das el amor filial de Jesús al Padre.
¡Ven, Espíritu Santo!
Tú, que nos has hecho templos vivos tuyos.
¡Ven, Espíritu Santo!
Tú, que eres la Gracia derramada en nuestros corazones.
¡Ven, Espíritu Santo!
Tú, que oras continuamente dentro de nosotros.
¡Ven, Espíritu Santo!
Tú, que nos haces llamar ¡Padre! a Dios.
¡Ven, Espíritu Santo!
Tú, que nos enseñas a orar cuando nosotros no sabemos.
¡Ven, Espíritu Santo!
Tú, que nos iluminas con toda verdad.
¡Ven, Espíritu Santo!
Tú, que nos enriqueces con tus dones sagrados.
¡Ven, Espíritu Santo!
Tú, que nos haces producir frutos de santidad.
¡Ven, Espíritu Santo!
Tú, que nos llevas a la unión definitiva con Cristo.
¡Ven, Espíritu Santo!
Todos:
Cristo Jesús, que estás en mí por tu Espíritu, regalo que
nos has merecido con tu muerte y tu resurrección. Tú me lo
sigues dando especialmente cuando vienes a mí por la Co-
munión o cuando me encuentro contigo en tu Sagrario. Por
Él me haces santo con tu misma santidad. Guárdame tu Es-
píritu en mi corazón. Y hazme dócil a sus inspiraciones para
que viva lleno de su gozo y de su paz.
Petición de los Dones del Espíritu Santo
A dos coros o alternando todos con el que dirige
¡Ven, Espíritu Santo! Llena nuestra alma con una nueva
efusión de tu gracia y con la abundancia de tus dones y fru-
tos.
¡Ven, Espíritu Santo! Que, con tu don de Sabiduría, ten-
gamos gusto por las cosas de Dios, y, al saborearlas, nos
desprendamos y apartemos de las cosas terrenas.
¡Ven, Espíritu Santo! Que, con tu don de Entendimiento,
penetremos las verdades de la Fe y contemplemos con gozo
toda la belleza de la Revelación.
¡Ven, Espíritu Santo! Que, con tu don de Consejo, adivi-
nemos lo que Tú quieres de nosotros, escojamos los medios
301
más conducentes para crecer en santidad, y nos ilumines en
la orientación que hemos de dar a los hermanos que acuden
a nosotros.
¡Ven, Espíritu Santo! Que, con tu don de Fortaleza, ven-
zamos los obstáculos que se nos oponen en el camino de la
perfección y de los trabajos por el Reino.
¡Ven, Espíritu Santo! Que, con tu don de Ciencia, sepa-
mos discernir entre el bien y el mal, veamos las asechanzas
del enemigo, descubramos a Dios en las criaturas, y nos
dejemos guiar siempre por criterios sobrenaturales.
¡Ven, Espíritu Santo! Que, con tu don de Piedad, ame-
mos a Dios nuestro Padre con afecto filial y sintamos, como
Jesús, ansias insaciables de Dios y del bien de nuestros
hermanos.
¡Ven, Espíritu Santo! Que, con tu don de Temor de Dios,
reverenciemos a Dios profundamente y no tengamos más
miedo que a ofenderle a Él y disgustarle.
¡Ven, Espíritu Santo! Embellece nuestras almas con tus
Frutos, que nos hagan vivir en amor, alegría, paz, paciencia,
afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio,
y podamos manifestar a los demás la vida nueva.
¡Ven, Espíritu Santo! Cólmanos, finalmente, de tu Amor
divino, para que sea el motor de toda nuestra existencia, y,
llenos también de tu UNCIÓN, sepamos enseñar, iluminar,
convencer y guiar a todas las almas de los hermanos que
nos confíes. Amén.
Preces al Espíritu Santo
Te invocamos, Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo
en el seno de la Trinidad Santísima, y te decimos con todo el
ardor de nuestras almas:
Espíritu Santo, llénanos de tu divino amor.
Tú, que llenas los corazones de los fieles, renuevas la faz
de la tierra y conduces a los hombres hacia la salvación.
Espíritu Santo, llénanos de tu divino amor.
Tú, que el día de Pentecostés bajaste sobre los Apóstoles
y los inflamaste en amor apasionado por el adorado Maestro,
el Señor Jesucristo.
Espíritu Santo, llénanos de tu divino amor.
Tú, que tomaste posesión plena de María, tu amada Es-
posa, y la colmaste de toda gracia.
Espíritu Santo, llénanos de tu divino amor.
Tú, que conduces a la Iglesia, peregrina en la tierra, la en-
riqueces con tus Dones y las embelleces con tus Frutos.
Espíritu Santo, llénanos de tu divino amor.
Tú, que has hecho de cada uno de nosotros un templo
hermoso consagrado a Dios.
Espíritu Santo, llénanos de tu divino amor.
Tú, que nos haces suspirar siempre por nuestra unión de-
finitiva con Cristo.
Espíritu Santo, llénanos de tu divino amor.
302
Tú, que nos enseñas toda verdad y eres el Consolador
prometido por Jesús.
Espíritu Santo, llénanos de tu divino amor.
El que dirige
Señor Jesucristo, presente aquí en el Sagrario: por tus
Llagas glorificadas dejas salir a torrentes la gracia del Espíri-
tu, que Tú nos mereciste con tu pasión y tu muerte y lo de-
rramaste sobre la Iglesia con tu resurrección. Llena con Él
ahora nuestros corazones, para que, abrasados de amor,
cantemos sin cesar las alabanzas de Dios y vivamos en todo
conformes con su divino querer. Amén.
303
PRECES PARA DIVERSAS NECESIDADES
Un jueves puede caer en un día o en una sema-
na en que la Iglesia universal está rogando por al-
guna necesidad o intención muy particular. Como úl-
tima oración de la Hora Santa, y antes de la reserva
del Santísimo, conviene añadir la oración con que
nos unimos todos a esas plegarias de la Iglesia en-
tera.
__________
Por el Papa, Obispos y Sacerdotes
Señor Jesucristo, que fundaste tu Iglesia sobre la roca
de los Apóstoles, unidos en Pedro, su cabeza, y diste a
sus sucesores, los Obispos, la gracia de apacentar a tu
Pueblo santo. Escucha las plegarias que te dirigimos por
nuestros Pastores, puestos por el Espíritu Santo para lle-
varnos a ti.
Conserva, vigoriza y defiende a nuestro Santo Padre el
Papa. Haznos dóciles a sus enseñanzas y no permitas
que nos desviemos jamás de su magisterio.
Haz que nuestros Obispos proclamen el mensaje del
Evangelio con sabiduría, prudencia y valentía, y que no-
sotros seamos su gozo y su consuelo.
Guarda, finalmente, a nuestros Sacerdotes en absoluta
fidelidad a su vocación, para que nos guíen siempre a to-
dos por el camino del bien. Así sea.
304
Por las Misiones
Señor Jesucristo, es palabra tuya: “La mies es mucha,
y son pocos los obreros. Rogad, pues, al dueño de la
mies que envíe trabajadores a sus campos”. Es lo que
hacemos ahora nosotros, fieles a tu recomendación.
Te pedimos, en tu propio nombre, que suscites muchos
misioneros y misioneras dispuestos a todo, y que se es-
parzan por el mundo para llevar a todas partes la luz de tu
Evangelio.
Sostén a los que ya están trabajando en las avanzadas
de la Iglesia. Guárdales sus fuerzas físicas para que no
caigan bajo el peso duro de su trabajo intenso. Mantén,
sobre todo, su ilusión en medio de las dificultades que
han de superar.
Y haz, Señor, que les acompañe siempre tu Madre Ma-
ría. Ella, que fue la animadora de los primeros Apóstoles,
y ha sido siempre en la Iglesia la estrella de la Evangeli-
zación, les ilumine y los encienda en ardores de Pente-
costés. Con Ella como Madre y como guía, esos misione-
ros y misioneras de las Iglesias jóvenes serán también tu
gloria mayor. Así sea.
Por la Paz
Señor Jesucristo, Príncipe de la Paz. Cuando Tú nacis-
te, los Angeles de Belén anunciaron la paz a los hombres,
amados de Dios. Pero los hombres se han empeñado en
hacerse la guerra, y el mundo necesita esa paz que Tú
nos trajiste.
Haz que todos los pueblos se amen. Haz que todos
sus gobernantes trabajen denodadamente por el orden y
la justicia, de modo que, atacado el mal en su raíz, sea un
imposible el tener en las manos armas ofensivas. Que los
hombres cumplamos el precepto del amor, no nos odie-
mos nunca, y la tierra se convierta en aquel paraíso en el
que Dios nos puso al principio soñando en nuestro bien.
Concede la paz a los pueblos que hoy están en guerra.
Que te conmueva la sangre de soldados que no son cul-
pables; de madres que lloran sin consuelo; de niños
inocentes que quedan en el desamparo. Que se acaben
el hambre, las enfermedades y el destierro que padecen
tantos como consecuencia de esas luchas que no tienen
sentido alguno.
Virgen María, Reina de la Paz, tráenos, junto con el si-
lencio de las armas, el amor que nos una a todos en un
abrazo fraternal.
Así sea.
305
Por la Unión de las Iglesias
Señor Jesucristo, que le pediste al Padre con acento
tierno lo que para nosotros es un precepto grave: “¡Que to-
dos sean UNO!”.
Tú ves, Jesús, cómo todos los que creemos en ti estamos
divididos en muchas Iglesias, cada una de las cuales se glo-
ría de tenerte a ti como Dios y como su Señor. No permitas
que continúe esa desunión entre nosotros. Muy al contrario,
estimula nuestros deseos de unión. Bendice los esfuerzos
que practican los dirigentes de todas las Iglesias, integradas
en un Ecumenismo esperanzador, para lograr esa unión que
sería de tanto bien para tu Iglesia y para todo el mundo.
Haz que todos los bautizados tengamos la convicción
honda de que en el Papa tu Vicario se encuentra la seguri-
dad mayor de nuestra fe cristiana.
Y Tú, Virgen María, Madre de la Iglesia, abre a todos los
creyentes en Cristo los senos inmensos de tu Corazón, para
que, encerrados en él los que ahora te rechazan o no te
quieren o no te invocan, consigan la felicidad grande de sa-
ber que cuentan con una Madre que los ama como nadie los
puede amar. Así sea
306
Por los Enfermos
Señor Jesucristo, que nos amas a todos los miembros de
tu Cuerpo Místico, pero que pones tu mirada especial en los
enfermos, y los amas singularmente, porque son la imagen
viviente tuya de cuando estuviste clavado en la Cruz para
salvar al mundo.
Te dirigimos de modo especial nuestra plegaria por nues-
tros queridos enfermos. Hazles comprender el valor inmenso
de su vida. Que vean cómo, unidos a ti, y sabiendo que pro-
longan tu pasión salvadora, son los potentes pararrayos de
la Justicia divina, que no se descarga sobre el mundo peca-
dor porque ellos atraen las bendiciones de Dios en vez de
sus iras, merecidas por nuestras culpas.
Dales la paz que necesitan sus corazones para perseve-
rar en el bien y en la oración.
Que se consideren utilísimos para la sociedad por las
gracias que atraen sobre ella. Hazles comprender lo bien
que pueden cumplir su oficio, que ya no es otro que amar...
Virgen María, las madres sienten amor muy particular por
el hijo o la hija clavados en el lecho del dolor. Tú, la mejor de
las madres, mira con amor especial también a todos nues-
tros hermanos enfermos y hazles sentir, más que a nadie,
las caricias de tu mano bondadosa. Así sea.
307
Por los Gobernantes
Señor Jesucristo, a quien el Padre ha constituido único
Señor de Cielo y Tierra. Tú riges misteriosamente el mundo y
ordenas la Historia por medio de los hombres investidos de
autoridad, en cuyas manos están los destinos temporales de
los pueblos.
Suscita en la sociedad, y de modo particular en nuestra
Patria, gobernantes capacitados, llenos de ilusión por hacer
el bien, ajenos a todo egoísmo y amantes de todos los ciu-
dadanos que les han dado su confianza.
Infúndeles la luz y la fortaleza que necesitan para cumplir
con la misión que se les ha confiado.
Haz que promuevan el orden, la justicia, la libertad y la
paz.
Que fomenten el progreso de los pueblos.
Que tengan su mirada puesta, ante todo, en el bienestar
de los ciudadanos más necesitados de ayuda.
Sólo así conseguiremos vivir sin odios ni rencores, sino
con la paz y tranquilidad que Dios quiere para todos noso-
tros, unidos en un mundo fraternal. Así sea
308
En una calamidad pública
Señor Jesucristo. que te compadeciste de todas las mise-
rias que contemplaban tus ojos y, llevado de tu amante Co-
razón, repartías a todos consuelo y eficaz ayuda.
A ti acudimos ahora suplicantes, rogándote por tantos
hermanos nuestros que te necesitan en estas circunstancias
dolorosas.
Haz que no sucumban ante el peso del sufrimiento. Infún-
deles valor, resignación y confianza en la Providencia pater-
nal de Dios.
Suscita en todos nosotros sentimientos de compasión,
amor y generosidad para prestarles toda la ayuda que esté
en nuestras manos ofrecerles.
Aparta de todos nosotros, por los méritos de tu propia
Sangre, los castigos que merecen nuestros pecados, y con-
cédenos vivir seguros dentro de tu bondadoso Corazón. Así
sea.
309
EL REZO DE VÍSPERAS
310
3. Salmodia (Alternando)
Salmo 26
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El
Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?
Cuando me asaltan los malvados para devorar mi carne,
ellos, enemigos y adversarios, tropiezan y caen.
Si un ejército acampa contra mí, mi corazón no tiembla; si
me declaran la guerra, me siento tranquilo.
Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa
del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del
Señor, contemplando su templo.
El me protegerá en su tienda el día del peligro; me escon-
derá en lo escondido de su morada, me alzará sobre la roca.
Y así levantaré la cabeza sobre el enemigo que me cerca;
en su tienda sacrificaré sacrificios de aclamación: cantaré‚ y
tocaré para el Señor.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos
de los siglos. Amén.
Antífonas.
- El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?
- Me saciarás de gozo en tu presencia, Señor.
Salmo 15
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti. Yo digo al Se-
ñor: “Tú eres mi bien”. Los dioses y señores de la tierra no
me satisfacen.
Multiplican las estatuas de dioses extraños; no derramaré
sus libaciones con mis manos, ni tomaré sus nombres en mis
labios.
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa; mi suerte es-
tá en tu mano: me ha tocado un lote hermoso, me encanta
mi heredad.
Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me
instruye internamente. Tengo siempre presente a mi Señor,
con Él a mi derecha no vacilaré.
311
Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena. Porque no me entregarás a la
muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo
en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos
de los siglos. Amén.
Antífonas
- Me saciarás de gozo en tu presencia, Señor.
- Dios nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus
hijos.
312
4. Lectura breve
6. Preces
(Se responde al que dirige)
Oramos a Jesucristo, que se ofreció como víctima, se nos
dio en comida y bebida, y permanece con nosotros aquí en
su Sagrario. Ahora le aclamamos gozosos con fe:
Cristo Jesús, creemos en ti y te amamos.
Cristo Jesús, Hijo de Dios vivo, que mandaste celebrar la
cena eucarística en memoria tuya,
- enriquece a tu Iglesia con la constante celebración de
tus misterios.
Cristo Jesús, sacerdote único del Altísimo, que encomen-
daste a los sacerdotes ministros tuyos ofrecer tu Sacramen-
to,
- haz que su vida sea reflejo de lo que celebran sacra-
mentalmente.
Cristo Jesús, maná del cielo, que haces que formemos un
solo cuerpo todos los que comemos del mismo pan,
- refuerza la paz y la armonía de todos los que creemos en
ti.
Cristo, médico celestial, que por medio de tu Pan nos das
un remedio de inmortalidad y una prenda de resurrección,
313
- devuelve la salud a los enfermos y la esperanza viva a
los pecadores.
Cristo, Rey de los siglos eternos, que mandaste celebrar
tus misterios para proclamar tu muerte hasta que vengas,
- haz que participen de tu resurrección todos los que han
muerto en ti.
Cristo Jesús, que te quedaste en tu Sagrario para hacer-
nos compañía perenne durante nuestro caminar hacia la
Patria prometida,
- haz que, como María en Nazaret, con un corazón abra-
sado en tu amor, te acompañemos siempre en la meditación
de tu Palabra y en el trabajar por ti.
Padre nuestro...
DESPEDIDA
Todos.
Señor, ha llegado el momento de la despedida.
Pero aquí, junto a tu Sagrario, como lámpara encendida
en tu amor, quedará nuestro corazón.
Antes de partir, queremos agradecerte las inspiraciones y
enseñanzas que ha suscitado en nuestras almas esta Hora
feliz.
Señor, bendice a nuestros familiares, amigos y bienhe-
chores.
Bendice de una manera especial a los que estamos aquí
presentes, y que, formando comunidad cristiana, deseamos
que todos los hombres te conozcan, te alaben y te amen y te
confiesen como Creador y Señor. Amén.
314
QUINCE MINUTOS EN COMPAÑÍA
DE
JESÚS SACRAMENTADO
Te escucho, Jesús.
No es preciso saber mucho para hablarme y agradarme
mucho; basta que me ames mucho. Háblame, pues, aquí,
sencillamente, como hablarías al más íntimo de tus amigos,
como hablarías a tu madre, a tu hermano....
315
Y para ti, ¿no necesitas alguna gracia? Hazme, si quie-
res, una como lista de tus necesidades, y ven, y léela en mi
presencia
Llevarla. O repasar todo mentalmente.
Dime francamente que sientes soberbia, vanidad, orgu-
llo, amor a la sensualidad y al regalo, que eres tal vez egoís-
ta, inconstante, negligente... Y pídeme luego que venga en
ayuda de los esfuerzos, pocos o muchos, que haces para
sacudir de encima de ti tales miserias.
Examinar el estado de la propia alma.
No te avergüences de tu poca virtud. En el Cielo hay
muchos santos y santas de primer orden que tuvieron esos
mismos defectos tuyos. Pero rogaron con humildad, lucharon
con valentía, los vencieron poco a poco hasta verse libres de
ellos... y alcanzaron una santidad grande.
Hacer actos de humildad, tan agradable a Dios.
No dudes en pedirme bienes tanto espirituales como
corporales, todo cuanto te ha de perfeccionar a ti: salud,
memoria, éxito feliz en tus trabajos, negocios o estudios...
Todo eso puedo dar, y lo doy, y deseo que me lo pidas. Te
daré todo lo que no se oponga a tu santificación y esté con-
forme a la voluntad del Padre.
¡Pedir sin miedo!
Y hoy, ahora, ¿qué puedo hacer por tu bien? ¡Si supieras
los deseos que tengo de favorecerte!... ¿Traes ahora mismo
entre manos algún proyecto? Cuéntamelo todo minuciosa-
mente. ¿Qué te preocupa? ¿Qué piensas? ¿Qué deseas?
¿Qué quieres que haga por tus padres, por tus hermanos,
por tus hijos, por tus amigos, por tus superiores, por tu ser
más querido? ¿Qué desearías hacer por ellos?...
Exponerle asuntos y contarle cosas. Para Jesús todo es im-
portante.
¿Y por mí? ¿No sientes deseos de mi gloria? ¿No quisie-
ras hacer algún bien a tus prójimos, a tus amigos, a quienes
amas mucho, y que viven quizá olvidados de mí? ¿No llevas,
no quieres llevar algún apostolado entre tus manos?...
Sí, Jesús; hablemos de ti y de tus intereses.
Dime qué cosa te llama hoy particularmente la atención,
qué anhelas más vivamente y con qué medios cuentas para
conseguirlo. Dime si te sale mal lo que emprendes, y yo te
diré las causas del mal éxito. ¿Quieres interesarte algo en tu
favor? Piensa que yo soy el dueño de los corazones, y sua-
vemente los llevo, sin perjuicio de su libertad, adonde me
place a mí.
Exponerle todo a Jesús.
¿Sientes acaso tristeza o mal humor? Cuéntame, cuén-
tame tus tristezas con todos sus pormenores. ¿Quién te hi-
rió? ¿Quién lastimó tu amor propio? ¿Quién te ha menospre-
316
ciado? Acércate a mi Corazón, que tiene bálsamo eficaz pa-
ra curar todas esas heridas del tuyo. Dame cuenta de todo, y
acabarás en breve por decirme que, a semejanza de mí,
todo lo perdonas, todo lo olvidas..., y en pago recibirás mi
más amplia bendición.
Desahogarse con el Señor.
¿Tienes algún temor? ¿Sientes en tu alma algo de me-
lancolía, que, justificada o injustificada, no deja de ser desga-
rradora? Échate en brazos de mi providencia. Contigo estoy:
aquí, a tu lado me tienes. Todo lo veo, todo lo oigo, y no te
desamparo ni un momento.
¡Decirle que se confía en Él!
¿Sientes la frialdad de personas que antes te quisieron
bien, y ahora, olvidadizas, se alejan de ti, sin que les hayas
dado el menor motivo? Ruega por ellas, y yo las volveré a tu
trato, si no han de ser obstáculo a tu santificación.
Tú, Jesús, no me vas a fallar nunca.
¿No tienes tal vez alguna alegría que comunicarme?
¿Por qué no me haces participante de ella como a tu mejor
amigo que soy? Cuéntame lo que desde ayer, o desde la
última visita que me hiciste, más ha consolado o alegrado tu
corazón. Quizá has tenido agradables sorpresas. Quizá has
visto disipados turbios recelos. Quizá has recibido faustas
noticias, una carta, una muestra de cariño... Tal vez has ven-
cido alguna dificultad, o salido de algún trance apurado. To-
do eso es obra mía, y yo te lo he procurado. ¿Por qué no has
de manifestarme por ello tu gratitud? Dime, pues, sencilla-
mente, como hace cualquier persona educada y fina: -
¡Gracias, muchas gracias!... El agradecimiento trae consigo
nuevos beneficios, porque al bienhechor le gusta verse co-
rrespondido.
Hablar alegremente con Jesús.
¿Tampoco tienes alguna promesa que hacerme? Ya sa-
bes que yo leo en el fondo de tu corazón. A los hombres se
les engaña fácilmente; a Dios, no. Háblame, pues, con toda
sinceridad. ¿Tienes firme resolución de no ponerte más en
aquella ocasión de pecado..., de privarte de aquel objeto que
te dañó..., de no leer más aquel libro ni volver a ver aquella
película o video que exaltó tu imaginación..., de no tratar más
a aquella persona que turbó la paz de tu alma?... ¿Volverás
a ser dulce, amable y condescendiente con aquella otra, a
quien, por haberte faltado, has mirado hasta ahora como
enemiga?...
Exigente. Pero es la mayor prueba de amor.
Ahora, vuelve a tus ocupaciones habituales, a tu taller, a
tu familia, a tu estudio... Pero no olvides estos quince minu-
tos de grata conversación que hemos tenido aquí los dos
ante mi Sagrario, en la soledad del templo. Guarda en lo que
puedas una actitud recogida. Y ama a María mi Madre, que
317
lo es también tuya. Vuelve otra vez pronto, con el corazón
siempre cargado de amor y entregado a mí. En el mío halla-
rás cada día nuevo amor, nuevos beneficios, nuevos consue-
los.
Sí, Jesús. Sé que aquí me esperas.
318
319
A. M. D. G.
320