Kinley MacGregor - El Guerrero de La Oscuridad
Kinley MacGregor - El Guerrero de La Oscuridad
Kinley MacGregor - El Guerrero de La Oscuridad
DE
KINLEY MACGREGOR
EL GUERRERO DE LA OSCURIDAD KINLEY MACGREGOR
3º LOS SEÑORES DE AVALON
Antes humano, no puede estar más cambiado. Ahora es un demonio con una
sola misión: reunir la Mesa Redonda y reclamar los objetos sagrados. En
cuanto haya logrado hacerse con su control, no habrá nada que le impida
convertir el mundo en lo que le apetezca.
Pero alguien les está dando caza y el mago Merlín pide ayuda a Varian,
hijo de un druida y una perversa mujer al servicio de Morgana. Merewyn
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3º LOS SEÑORES DE AVALON
Más tentador que el pecado, nadie sabe del parentesco de Varian. Varios
creen que su padre fue un Druida que fue seducido por una amante Adoni –
Eso explicaría su etérea belleza y sus andares seductores. Se mueve con
una gracia predadora y es más veloz que el rayo. El único problema es que…
no estamos seguros de que lado se encuentra. Hay algo insidiosamente
oscuro dentro de él que causa que los otros Señores no confíen en él.
Como Merlin posee la Esfera de Sirona, y a menudo juega con las artes
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3º LOS SEÑORES DE AVALON
más oscuras. Debido a esto Morgen esta desesperada por conseguir poner
sus manos en él sin importar lo que cueste.
1. Excalibur
Espada creada por los feys para el bien. El que la manipule no puede morir,
ni puede sangrar siempre y cuando sostenga la vaina que la enfunda.
2. Cesta de Garanhir
Creada para alimentar el ejército de Pendragon durante la Guerra. Pon
comida para uno, y aparecerá comida para más de cien.
3. Cuerno de Bran
Dado como acompañamiento para la cesta, este cuerno es una copa sin fin
que proveerá vino y agua para cualquiera que beba de él.
5. Soga de Epona
Otorgada por la diosa Epona, la soga, si es colgada en la noche en una de las
columnas de su cama, le concederá al que la posee cualquier caballo que
desee en la mañana.
6. Telar de Caswallan
Un regalo del dios de la guerra, cualquier vestimenta producida de este
telar será más fuerte que cualquier armadura forjada por manos mortales.
Ningún arma mortal podrá jamás penetrar la vestimenta.
7. Mesa Redonda
Mesa de poder que fue creada por los Penmerlin. Cuando toda la gente está
sentada y los objetos en su lugar, es el poder absoluto. Quienquiera que
gobierne la mesa, gobierna el mundo.
8. Piedra de Taranis
Un regalo del dios del trueno. Si un caballero afila su espada en esta piedra,
cubrirá la espada con un veneno tan potente que hasta el más mínimo
rasguño con ella, causará una muerte inmediata.
9. Manto de Arturo
Un regalo de los Penmerlin. Este manto le permitirá al que lo use el poder de
la invisibilidad ante cualquiera que esté alrededor suyo.
12. Caliburn
Una espada de los feys, esta es la espada maligna que equilibra a Excalibur.
Se dice que esta espada es mucho más ponderosa y que puede destruir los
otros objetos sagrados.
Nadie sabe lo que es, o de donde vino. Es el objeto más grandioso de todos
pues puede traer a los muertos de nuevo al mundo de los vivos.
Vocabulario
Grises -Tan horribles como hermosos son los adoni, son esencialmente
sirvientes en Camelot.
Miren - Un ser mágico capaz de cantar una canción tan hermosa que
matará a quien la oiga.
Terre derriére le voile - Tierra detrás del velo. Término empleado para
referirse tanto a Avalón como a Camelot dado que ambos existen fuera del
tiempo y el espacio.
Valsans retour- Valle sin retorno. Un paraje cerca de Camelot, donde los
condenados vagan en eterna miseria.
Prólogo
Sabios han dicho que dentro del corazón de cada hombre, se encuentra una
bestia noble que busca hacer siempre lo correcto. Pero antes de que se
convierta en un hombre, es un niño. En la mejor de las circunstancias, ese
niño es concebido por amor y es criado para que se convierta en un hombre
noble y generoso. Todo, con el fin de que cumpla su destino.
Estos hombres se han convertido en todo a lo que han sido expuestos. Para
bien.
Para mal.
Para la maldad.
¿Como lo sé? Soy una de esas bestias. Destinado a ser un hijo de la luz,
nací de las artes más oscuras. Dividido entre las dos, jamás he conocido la
paz o la ayuda de alguien. Jamás he conocido lo que es una gentil caricia.
Malicia. Crueldad. Ira. Estas cosas son lo que me hicieron lo que soy ahora.
No soy noble, pero sin duda una bestia. Una que acosa esta vida en busca de
aquellos como yo que andan por los caminos de la maldad, para así
desenmascarar lo que en realidad son. Y una vez sabemos quienes son, soy yo
quien acaba con sus vidas.
Más que todo, soy odio. Es lo que me alimenta más de lo que puede
alimentar la leche materna.
No dejaré que sea de otra forma, pues es la parte más oscura de mi alma
que me permite hacer lo que debo. Ahora, si trabajo para mejorar la
humanidad o para mejorarme a mi mismo, nadie lo puede adivinar.
Ni siquiera yo.
Capítulo 1
Hermoso, tan solo hermoso. Podía ver justo a donde esto iba… directo a un
camino de porquería que terminaba con él completamente acabado.
De nuevo.
—No lo sé. Nadie lo sabe, excepto por los MODs o Morgen. Es por eso que
te necesito.
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3º LOS SEÑORES DE AVALON
—No puedes asustarme, Merlín. —dijo en voz baja. —Soy demasiado viejo
para historias de fantasma, y en realidad me importa un comino Morgen y su
rebaño. Si quieren venir por mi, avísale a los de la funeraria. Necesitarán
una gran cantidad de bolsas para cadáveres.
—¿Debería?
Merlín alargó una amable mano para tocar su antebrazo. Sólo ella sabía que
la bondad era la única cosa que podía hacerlo débil. Había tenido tan poca
experiencia con ella que lo desconcertaba y nunca sabía como reaccionar.
—Por favor, Varian. Por mí. Eres el único en quien confío para que vaya a
Glastonbury y busque algo de información. Tengo un traidor que le dijo a
Morgen sobre ese tatuaje y Tarynce. Solo tú puedes enterarte de qué fue
lo que le sacaron los MODs antes de matarlo. Además, alguien debe traerlo
a casa para darle apropiada sepultura. Es lo menos que podemos hacer por
uno de los nuestros.
Que fácil lo hacía sonar, pero Glastonbury no era un sitio para un hombre
como él. Aunque tal vez si lo era. Antes de que Arturo cayera a manos de
Mordred, Glastonbury y su abadía eran lugares de gran belleza. Ahora
existía en un reino de tinieblas entre Camelot y Avalon.
Nada con algo de decencia vivía allí. Nada. Era el infierno, y prefería que le
cortaran la nariz antes de pisar ese lugar de nuevo.
Pero antes de que pudiera decirle eso, la puerta a la sala de estar se abrió
y tres hombres entraron. Como él, eran los restos de La Mesa Redonda del
Rey Arturo. Ademar, Garyth y el bien llamado Bors, quien era, en realidad,
extremadamente aburrido. El padre de Bors había sido un primo del padre
de Varian. Alguna vez sus padres lucharon lado a lado. Desafortunadamente,
esa hermandad se perdió en sus hijos que no podían soportarse el uno al
otro.
Con tan solo 8 centímetros más que Ademar, Garyth era corpulento con
ojos pequeños y del mismo marrón que su cabello. Se movió para acercársele
a Varian para que así pudiera hacer más visible su desdén. Aunque Varian ya
sabía que Garyth lo odiaba. Tenía que ser completamente estúpido para no
notarlo.
Eso dolía, pero no por las razones que Garyth pensaba. No era la traición
de Lancelot lo que le molestaba a Varian. Había sido la crueldad de su padre.
Cada uno de los caballeros del grial tenía una conexión directa al poder que
había creado el grial y cada uno guardaba una pista que podía llevar a su
escondite. Nadie en esta tierra sabía donde se encontraba el grial.
Nadie.
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3º LOS SEÑORES DE AVALON
Pero si Morgen obtenía cada pista de cada uno de los seis caballeros,
entonces tendría la ubicación del grial. Y Varian había visto lo suficiente de
su magia para ver lo que le haría al mundo.
Ademar tosió.
Varian rió ante eso mientras se detenía al lado del caballero que apenas le
llegaba al hombro. Respiró profundamente para poder oler bien el temor y el
sudor del hombre.
Ademar intentó lanzársele pero Bors lo detuvo. Alto y delgado, Bors tenía
rasgos similares a los de Varian.
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3º LOS SEÑORES DE AVALON
—Es verdad, Addy, — dijo Varian con una nota de diversión. —Tu vida no
vale la pena el atacarme, y ese es el precio que pido a cambio. —Se volteó
para mirar a Merlín. —Iré y haré lo que me pides, Merlín. Pero mi paciencia
y disposición a ser tu perro faldero se está acabando.
—Lo entiendo, Varian. Pero quiero que sepas que tienes toda mi gratitud.
Miró la punta de la daga que había atravesado toda la madera y dio una
siniestra risa. Sinceramente, no era tan hijo de su padre como lo era de su
madre. No había nada que disfrutara más en la vida que molestar a los
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3º LOS SEÑORES DE AVALON
demás. Nada que le gustara más que sentir la sangre de sus enemigos cubrir
sus manos, pero no antes de tener el tiempo suficiente para torturarlos.
Gentileza, compasión. Los Señores de Avalon se las podían meter por sus
colectivos traseros.
En el lado humano del velo, la abadía no era más que ruinas. Detrás del
velo, aún era abundante, solo que nada de santo había en él. Era profano.
También era un lugar neutral donde no funcionaba la magia.
Nadie estaba seguro del por qué. Pero Varian sospechaba que tenía que ver
con el hecho de que cuando Camelot y Avalon fueron retirados del reino
mortal hacia uno de los fey, Glastonbury debió haber permanecido intacto,
tan ignorantes de la deserción de los dos lugares como el resto del mundo.
En cambio, la magia se había infiltrado accidentalmente en su pueblo
absorbiéndolos al mismo tiempo con la magia positiva y negativa que creó a
Avalon y a Camelot.
Ahora estaba yendo a un lugar donde su magia era inservible, tal vez esta
era la razón por la que los MODs habían matado a Tyrence allí. Era uno de
los pocos lugares donde el caballero del grial estaría sin sus poderes para
luchar contra sus enemigos.
En Glastonbury, tan solo la habilidad del brazo que Varian utilizaba para
empuñar su espada le ayudaría. Eso y su buena de voluntad de matar
implacablemente a cualquiera que lo molestara.
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3º LOS SEÑORES DE AVALON
Capítulo 2
Personas del mundo entero habían viajado tan solo por una oportunidad de
verla. Los monjes que la habían llamado hogar trabajaron bastante para
mantener su belleza. Sus voces en algún momento habían sonado en cantos
de capella como un coro angelical.
Ahora existía en un reino de tinieblas donde no había ningún color, tan solo
distintos tonos de gris. Y había llegado aquí por puro accidente.
Excluidos por accidente del reino de Avalon, su única opción era vivir en
Glastonbury o aventurarse en las tierras de Camelot, estas se encontraban
llenas de seres malvados que tan solo vivían para torturar y matar a aquellos
los suficientemente idiotas que se atrevían a acercárseles.
Pero entonces, en tiempos de guerra, siempre eran los inocentes los que
sufrían más, y en esta guerra, ellos eran los inocentes que se habían
encontrado en el medio de las dos fuerzas más poderosas en la tierra.
Debería ser fácil cruzar la línea demarcada. Pero las apariencias eran
definitivamente engañosas. Para aquellos seres sin alma y malditos que vivían
en Camelot, la luz de Avalon era en realidad dolorosa.
Para aquellos que vivían en Avalon, la oscuridad era algo al que temerle. Se
decía que cualquiera que se atreviera a aventurarse allí era consumido por
ella. El vivir en la oscuridad era rendir todo lo bueno dentro de ti. La
Oscuridad era un ama viciosa que exigía el sacrificio de la moral y la
decencia.
Había odiado cada minuto. Y cuando su padre le había dicho que el momento
había llegado de casarse con un hombre que no veía más que su belleza,
había convocado a una de las criaturas que llamaba a la oscuridad hogar. Con
la magia mejor a un lado, había conjurado a uno de los Adoni – una raza de
elfos tan cruel que hasta los demonios les temían.
Con una mirada de envidia, miró el largo y rizado cabello rubio de su ama.
Todos los Adoni eran hermosos, pero incluso para sus excepcionales
criterios, Narishka sobresalía. De baja estatura y voluptuosa, era lo que
cualquier hombre soñaba en tocar y lo que cualquier mujer soñaba ser.
Excepto por la oscuridad de su alma que tan solo era igualada por la
oscuridad de su corazón.
Miró a través del muro para ver si Narishka la estaba mirando, pero no
podía saberlo. El muro cubría por completo la presencia de su ama.
Se puso rígida ante las duras palabras del caballero que por poco había
golpeado en su apuro.
—Disculpadme, señor.
Y esas eran tan solo unas de las numerosas historias que eran dichas de su
insaciable crueldad.
Y por el maligno torcer de sus labios mientras veía a Hugh como si fuera un
hombre mirando una mosca que pretendía aplastar, creía cada una de esas
historias.
Odio destelló en los ojos de Hugh, pero sabía que era mejor no responder.
Los rumores decían que Varian duFey utilizaba las entrañas de sus enemigos
como cordones de sus botas y armadura.
Era uno de los pocos seres que podía caminar entre Avalon y Camelot por
que ni Merlín ni Morgen se atrevían a confrontarlo.
Para su completo asombro, se la dio, y aunque sabía que era poco probable,
hubiera jurado que su mirada se ablandó al encontrar la suya. Aún así, notó
la compasión en sus ojos mientras veía lo deforme que estaba ella. –Mejor
vuelves a lo tuyo, muchacha. Sé un poco más cuidadosa esta vez.
Pobre al estar atrapada en un lugar como este con personas que tan solo se
preocupaban por su propia amargura y no tenían piedad para ofrecerle a
alguien más.
Varian se volteó para mirar a Dafyn que lo miraba con malicia… eso
atravesó su alma profundamente. Siglos atrás, Dafyn, quien era un hombre
alto, corpulento y con barba, había sido dueño de una taberna en
Glastonbury. Y mientras barría a Varian con una mirada despectiva, él
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3º LOS SEÑORES DE AVALON
recordó el día en que lo vio por primera vez. Varian había tenido siete años y
su madre lo había acabado de abandonar en el umbral de su padre. Ninguno
de sus padres lo había querido, así que había decidido escaparse y andar por
cuenta propia.
Tan solo había logrado llegar a la taberna cuando, agotado por su larga
caminata desde el castillo hasta el pueblo, se había sentado junto a la
puerta. Dafyn lo había visto jadeando allí y le preguntó lo que estaba
haciendo. Tan pronto como Varian le había explicado, le había ofrecido
trabajo.
Claro que su padre lo había encontrado unas horas después. Le había jalado
las orejas por irse y lo forzó a volver a Camelot contra su voluntad. Pero
mientras crecía y se convertía en hombre, se había encontrado varias veces
de vuelta en la taberna y gastando un poco de tiempo con Dafyn.
Dafyn observó con desprecio mientras tomaba las monedas y las guardaba.
Varian apretó los dientes antes de sacar más monedas de oro y las puso
sobre la barra en frente de Dafyn.
Y el que Bracken hubiera participado no era nada bueno para Varian ya que
estaría interrogando al demonio que no le gustaba ser para nada
interrogado.
Una fisura de poder subió por toda la espina dorsal de Varian, y aunque la
magia estaba neutralizada en la abadía –esta era la razón por la que Dafyn
había movido su taberna dentro de los muros– sabía que la persona que se
estaba acercando era extremadamente “dotada”. Y era una marca de poder
que reconoció inmediatamente mientras Dafyn desaparecía al instante.
Narishka era aún tan hermosa como cualquier mujer humana de veinte
años. Siendo un Adoni inmortal definitivamente tenía sus ventajas. Su
cabello dorado estaba adornado en trenzas que había recogido en la corona
que tenía en su cabeza con un diseño que hacía caer algunos bucles sobre
sus hombros. Su suelto vestido negro si acaso cubría sus amplios atributos
mientras le ofrecía una fría sonrisa.
Varian alargó su mano hacia la parte trasera del mostrador para tomar una
jarra y cáliz antes de servirse un trago bien cargado.
—Talvez debería…
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3º LOS SEÑORES DE AVALON
—Sí, claro que quieren. Pero son unos cuantos siglos demasiado tarde,
madre. Ustedes dos brujas debieron haber utilizado sus poderes para ver
que el pequeño Varian no volviera al rebaño. Nunca. El día que me dejaste en
Camelot me dijiste que tenías cosas más importantes que hacer que jugar de
niñera con un rebelde mocoso.
Tuvo que detener una risa ante eso. La única razón por la que le era
lamentable era el simple hecho de que él se había convertido en uno de los
más poderosos hechiceros del cuerpo elite de Merlín.
—¿Te gusta que Merlín te use? Ser enviado a las misiones que los otros
Señores de Avalon no desean tomar para así no ensuciarse las manos? ¿Es
eso lo que en verdad quieres? Ni siquiera te lo agradecen. Te odian.
Varian estrechó los ojos ante tal comentario, el cual le decía mucho.
—Hay otros caballeros del grial. Cinco para ser precisos. Necesitamos sus
nombres.
—¡Genial! Digamos que… no. Hasta que encuentre una forma de resucitar a
Mordred, y entonces estaré tan muerto como Arador.
Suspirando, tomó la jarra y se sirvió otro trago. Aún tenía que llevarle un
cuerpo a Merlín. Pero al menos ya tenía a alguien a quien contactar para
sacarle más información sobre la muerte de Tarynce… y sabía que Morgen
se había enterado de uno de sus secretos mejor guardados. Había más de un
caballero que escondía el Santo Grial. Y con eso, Morgen ahora lo quería
para ayudarla a dominar y destruir el mundo. Lo que significaba que no
descansaría hasta matarlo o convertirlo.
Lo último nunca sucedería, así que lo único que le quedaba era esperar a
que Morgen le enviara todo lo que pudiera. Noche y día. Día y noche. Por
siempre.
Ahora sí, vaqueros, su día cada vez se ponía mejor. Ahora, todo lo que
necesitaba era que Bracken le arrancara sus ojos y se los tragara.
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3º LOS SEÑORES DE AVALON
Capítulo 3
Morgana giró lentamente la cabeza hacia ella para mirarla, pero eso no
detuvo a Brevalaer. Era de esperar. Se decía que la lengua de Brevalaer
contenía más magia que toda la corte del pueblo mágico junta.
—Tú eres su madre —le espetó—. ¿Qué hay que darle para que decida
pasarse a nuestro bando?
—Tiene que haber algo a lo que tu hijo no sea capaz de resistirse —dijo
luego. —Algo ante lo que no pueda evitar reaccionar.
Merewyn. Era lo único ante lo que su hijo había exhibido alguna clase de
reacción. Había evitado que le clavaran una daga, y de pronto, Narishka supo
cuál era el punto débil de Varian.
—Lástima —dijo.
«No necesito ninguna caja suntuosa para que contenga mis restos —les
había dicho el rey—. Gastad el oro en los que aún viven. Allí donde estaré
yo, para bien o para mal, el oro no me servirá de nada. Pero si es empleado
para alimentar a un niño que pasa hambre, habrá sido mejor gastado que en
la tumba de un muerto.»
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3º LOS SEÑORES DE AVALON
Merlín tragó aire con un jadeo ahogado, mientras daba un paso atrás para
marcharse.
—¿Porqué no?
—Ésa es la razón por la que querías contar conmigo en esta mi sión, ¿no?
—Varian...
—Los gilipollas son una cosa. Los demonios dementes son otra.
—Para ti puede que sí. Pero yo pienso que son exactamente lo mismo, unos
sucios bastardos sin agallas que sólo saben atacar por la espalda. —Tenía
cosas más importantes que Bracken de las que preocuparse. Pero mientras
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3º LOS SEÑORES DE AVALON
iba hacia la salida de la tumba, se detuvo cuando una pena inesperada hizo
presa en él—. Tú sólo promé teme una cosa, Merlín —añadió.
—¿Qué es?
Varian asintió sin decir nada y salió de la cripta a la luz del patio. Allí el
aire estaba perfumado por el aroma de las manzanas y las lilas, la luz
sublime y cálida sobre su piel. Eso era Avalón. Un paraíso perfecto que
antaño había existido sobre la faz de la Tierra.
Pero Varian también conocía el lado más oscuro que vivía en la santidad de
este lugar.
Una imagen del adefesio en la abadía mientras recibía empujones entre los
hombres cruzó por su mente como una exhalación.
Luego revivió la gratitud que había visto en sus ojos cuando él recogió la
copa del suelo y se la dio. Aquella pobre desgraciada era la razón por la que
Varian luchaba en el bando de Merlín. Que hubiera tenido una vida
asquerosa no significaba que los demás también tuvieran que tenerla. Arturo
le había enseñado a renunciar a la amargura y abrazar una manera mejor de
hacer las cosas. Si Varian podía ahorrarle a un niño la clase de infancia que
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3º LOS SEÑORES DE AVALON
había tenido él, entonces valía la pena seguir librando la batalla contra su
madre.
Con su convicción así reafirmada, Varian volvió a cambiar sus ropas por la
armadura negra. No sería gran protección contra la magia del demonio, pero
al menos lo protegería de las dagas, las espadas y garras de Bracken.
Ahora volvía a llevar el rostro para el que había nacido. Adiós a las
cicatrices y el cuerpo contrahecho del adefesio. Ahora podía permanecer
erguida sin joroba, sin sentir dolor alguno. Era hermosa.
Incapaz de dar crédito a sus ojos, Merewyn se tomó el rostro entre las
manos y esperó a que Narishka volviera a arrebatárselo.
—He hecho un pacto con Narishka —dijo la joven—. Tengo que prestarle
un último servicio, y a cambio ella me dejará marchar.
Hasta ahora.
Ahora por fin tenía esa ocasión única que llevaba tanto tiempo esperando.
—Eres boba, Merewyn. Aquí sólo hay miseria, miseria y nada más que
miseria. Aprende a aceptarla y no desees más. Lo único que conseguirás si lo
haces será llevarte una decepción tras otra.
—Únicamente a ti.
—Y yo que pensaba que eras el único ser humano que había en Cámelot —
dijo—. No sé cómo he podido equivocarme hasta semejante punto contigo.
—Lo que te pasa es que tienes celos —le dijo—, porque te encuentras
atrapada aquí mientras que a mí se me ha dado la ocasión de ganarme la
libertad.
Varían cerró los ojos y se transportó desde Avalón hasta las oscuras
estancias de Cámelot. Era uno de los pocos seres capaces de viajar entre
ambos reinos dispuesto a usar su capacidad para desplazarse. Aunque no
porque le gustara en particular. Como su madre era la mano derecha de
Morgana, su inmensamente despreciada reina, y su padre había sido el
campeón y la mano derecha de Arturo, eso hacía que los moradores de
Cámelot siempre se mostraran un poco... bueno, digamos que bruscos con él.
Varian ladeó la cabeza cuando sintió detrás de él un susurro que sólo podía
provenir de alguno de los sharoc, las sombras mágicas famosas por su
crueldad y malicia. Cerró la mano sobre la empuñadura de la
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3º LOS SEÑORES DE AVALON
Había habido un tiempo en que los mods servían al dios celta de la muerte,
Balor. Confinados al mundo subterráneo por su señor, habían sido los
carroñeros que Balor enviaba a los campos de batalla para matar y torturar
a cualquiera que se acobardase o huyera del combate.
La crueldad con que los trataba Balor hizo que los mods acabaran
volviéndose contra él y lo mataran arrancándole su único ojo.
La leyenda contaba que había sido su nieto Lugh quien cometió el
asesinato, pero eso no era más que una mentira posteriormente perpetuada
por los dioses, que no querían que llegase a ser del dominio público que los
sirvientes de Balor poseían esa clase de poder.
pacto que Varian esperaba ver llegar a su fin con la prematura muerte de
Morgana.
Una cosa sí que había que reconocerles a los mods, y era que su hermosura
no tenía nada que envidiar a la de los adoni. Dorados, esbeltos y con
gráciles alas de una negrura ambarina, se parecían a los ángeles de los cielos
cristianos. Si bien su magia no era tan gran de como la de los adoni, era lo
bastante poderosa para hacer de ellos unos enemigos formidables, y lo que
les faltaba en poder esotérico lo compensaban sobradamente con mera
fuerza física.
Varian dobló la esquina del pasillo que llevaba a los aposentos de Bracken y
se detuvo. Sabía que las circunstancias de su encuentro con el señor de los
demonios eran algo que escapaba a su control.
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3º LOS SEÑORES DE AVALON
Aquella acción era perversa a tantos niveles distintos que Varian no podría
decir cuál de ellos le inspiraba mayor repugnancia. Pero una cosa sí tenía
clara, y era que nunca llamaría papá a aquel bastardo.
Los ojos negros de Bracken destellaron con una llamarada rojiza al tiempo
que su boca se abría como la de una serpiente para revelar una hilera de
dientes mellados. Su piel pasó del leonado a un marrón reptiliano y luego, tan
súbitamente como había llegado, el demonio controló su ira y volvió a
adoptar su apariencia más estética.
Aun así, Varian no pudo evitar torcer el gesto ante el hecho de que su
madre fuera capaz de hacerle arrumacos a algo tan repugnante.
—Si quieres que tu hijo siga respirando, Narishka, más vale que te lo
lleves fuera de mis dominios.
—Dime lo que quiero saber, y me largaré de aquí tan deprisa que dejaré
una estela de vapor.
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3º LOS SEÑORES DE AVALON
Varian pensó que había sido todo un detalle por parte de su madre
ayudarlo, aunque sólo fuera por una vez. Claro que sus palabra tampoco
sirvieron de mucho, porque Bracken se echó a reír.
—Sería capaz de pagarte para que lo intentaras —lo retó—. Sólo una
noche, tú y yo.
Su madre dio un par de pasos hacia él y le puso las manos sobre la coraza.
—Vamos, Varian —dijo—. Tus visitas son tan poco frecuentes que no
quiero que perdamos el tiempo aquí abajo con los mods.
Varian abrió la boca para corregirla acerca del hecho de que aquélla no era
una visita madre-hijo. Pero Narishka sabía tan bien como él que no había ido
allí para pasar el rato con su mamaíta querida. Dejó que ella lo tomara del
brazo para llevarlo de regreso por donde había venido, cosa que le hizo
preguntarse qué podía querer de él. Normalmente, cuando visitaba Cámelot,
Narishka se mantenía alejada de él.
—¿A qué vienen esos nervios, cariño? Ya te he dicho que queremos contar
contigo en nuestro bando. Es sólo que tengo aquí a una persona a la que me
gustaría que conocieras.
—No. —Le tiró del brazo, pero Varían se negó a dar un paso más.
—He averiguado lo que quería saber. Me voy —dijo. Pero antes de que
pudiera moverse, sintió que su madre le ponía algo en la muñeca.
Bajó los ojos para ver un pequeño brazalete dorado en el que ha bía
talladas unas palabras mágicas: «Era dicrynium bey. La libertad no es más
que una ilusión.»
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3º LOS SEÑORES DE AVALON
—¿Qué es esto?
—¿Qué diablos...?
—Quitadle la armadura.
Varian tiró de las cadenas y trató de usar su magia para escapar, pero fue
inútil.
—Las palabras son tan fáciles de decir —le dijo—. Bueno, vamos a ver
hasta dónde llega esa convicción tuya.
Capítulo 4
—¿Lista, mocosa?
La única parte que la preocupaba un poco era el hecho de que ella nunca
había sido tocada por hombre alguno. Su padre la había mantenido
rigurosamente secuestrada hasta que creció, y en cuanto Narishka la hubo
vuelto fea, la había echado de casa, y a partir de entonces ningún hombre
quiso mirarla, y mucho menos tocarla.
Pero eso daba igual. Su virginidad era un precio muy pequeño a cambio de
la libertad.
—Sí.
—¿ Por qué vamos por este camino? —preguntó con la voz ahogada.
Narishka le dirigió una mirada que parecía decir: ¿tú qué crees?
¿Así que pensaban que la tortura funcionaría? ¿Se habían vuelto locos?
Qué pregunta más tonta. Merewyn había vivido allí el tiempo suficiente
para saber que aquellas criaturas no pensaban en la bondad. Nunca. Les era
completamente ajena.
Narishka se detuvo ante una vieja puerta de roble sujeta a la pared por
gruesas bisagras de hierro negro. Materializó una bandeja con agua y
comida y se la dio a Merewyn.
arrodillarse para descansar un poco, no sin que las cadenas tiraran de sus
brazos y le hicieran todavía más daño.
Varian quería sangre por lo que le habían hecho. Era un sentimiento que
ella podía entender muy bien.
Varian oyó el tenue rumor de unos pasos femeninos. Seguro de que era su
madre que venía a pedirle de nuevo que se convirtiera, no se molestó en
alzar la mirada. A decir verdad, estaba demasiado dolorido para respirar, ya
no digamos para moverse. Además, lo último que quería era ver otra vez el
rostro de su madre. Al menos no hasta que pudiera apretarle el cuello con
las manos y arrancar la última partícula de vida de su traicionero cuerpo.
Tenía tantas ganas de tumbarse en el suelo que casi podía saborear lo que
sentiría cuando estuviera acostado allí, pero las cadenas le impedían hacerlo.
Cada aliento, cada latido de corazón hacía que la maltrecha armadura se le
clavara en la carne. A pesar del brazalete, Varian había descubierto que
todavía le quedaba magia suficiente para quitarse la armadura, pero ésa
habría sido la peor de las estupideces.
Por no mencionar que lo mataría. Por desgracia, eso no ocurriría hasta que
incrementasen la tortura a niveles inconcebibles.
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3º LOS SEÑORES DE AVALON
Sintió que una mano le tocaba la cabeza suavemente antes de apartarle los
cabellos de la cara. El contacto era tan delicado que realmente lo debilitó.
Era la clase de caricia que él había anhelado durante toda su vida.
Lo que vio lo dejó tan estupefacto que la ira se evaporó de golpe No era
ninguna de las dos.
La mujer que ahora tenía delante era la más hermosa que hubiera visto
nunca. Sus largos cabellos de un castaño muy oscuro caían en una melena de
suaves rizos hasta la cintura. Su rostro era pequeño y ovalado, y en él
brillaban con destellos ambarinos dos ojos castaños levemente rasgados
hacia arriba, confiriéndole una mirada felina. Sus labios eran sensuales e
invitadores.
—¿Para que así puedan torturarme más? Perdona, pero me parece que
prefiero morirme de hambre.
Llena de pena por él, Merewyn le limpió con mucho cuidado la sangre de la
boca y luego cogió un trocito de venado asado al ajo y se lo puso en los
labios. A la vista de su anterior comentario sobre dejarse morir de hambre,
casi esperaba que Varían se lo escupiría a la cara o se negaría a comerlo,
pero en lugar de eso, separó los labios obedientemente y dejó que le pusiera
la carne en la lengua.
Varían no hubiese sabido decir por qué permitía que ella lo alimentara con
aquella carne llena de sal que le abrasaba los cortes de los labios y los
dientes que sentía flojos en las encías. Pero era como si no fuera capaz de
evitarlo. Temía que si se negaba a comer, entonces ella lo dejaría a solas, y
por muy espantosas que fueran las circunstancias en que se veía obligado a
recibirlas, el caso era que sus atenciones le resultaban extrañamente
agradables. Nadie había sido tan bueno con él en toda su existencia, y
menos aún cuando le fallaban las fuerzas. Todas las personas a las que
había conocido hasta ahora, su padre y su hermano incluidos, siempre lo
habían tratado salvajemente cuando lo veían indefenso.
En cambio aquella mujer lo tocaba con una inmensa delicadeza, y sentir sus
manos lo reconfortaba a un nivel tan profundo que casi le daba miedo.
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3º LOS SEÑORES DE AVALON
—Para alimentarte.
—No —dijo él en voz baja—. ¿Cómo es posible que haya un ser humano aquí
en Cámelot?
—Lo siento.
Ella lo miró con ceño, como si sus palabras le resultaran tan difíciles de
creer como a él. Pero Varian no bromeaba.
—Cierto —dijo él—, pero tarde o temprano saldré de aquí y los mataré.
Era un nombre precioso que iba muy bien con su gracia etérea. En el
lenguaje mágico de los adoni, una merewyn era una hechicera del mar; una
tentadora criatura que se llevaba a los marineros de sus embarcaciones y
los arrastraba aguas adentro, donde quedaban atrapados para servir a las
merewyn hasta que éstas se cansaban de su presencia. Entonces los echaban
como pasto a los tiburones.
Varían pensó que quizá fuera el nombre más apropiado para una mujer así.
—Por favor.
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3º LOS SEÑORES DE AVALON
Varían cerró los ojos. Sentirse tocado por ella lo reconfortaba incluso a
través de la agonía de su cuerpo. ¿Cómo era posible que sintiese algo más
aparte del dolor de los golpes recibidos? No tenía sentido, y, sin embargo,
de alguna manera lo sentía. Las manos de ella lograban abrirse paso de
alguna manera a través de todo aquello, y eso sí que lo asustó de verdad.
Cómo sería tocar su piel, tan lisa y suave. Saborear su boca y teter a
alguien tan bueno... tan humano, en su cama.
Pero Varian sabía que no debía ni pensar en aquello. Por mucho que
desease lo contrario, él era un adoni. Concebido mediante el engaño y
vendido por la vanidad de una mujer. No estaba hecho para tener a su lado a
una humana. No se merecía semejante consuelo. El no merecía otra cosa que
odio y desdén.
Enfurecido por la bondad con que lo trataba ella y por el hecho de que lo
estaba debilitando con sus atenciones, Varian se echó atras.
—¿Qué?
—Vete —gruñó Varian, en un tono tan gutural que a ella le recordó a una
gárgola.
—¿Merewyn?
Aun así, titubeó pese a saber que muy probablemente recibiría una paliza
por ello. No quería que renovaran su crueldad sobre un hombre presa de
tales sufrimientos. Sintió que se le encogía el estómago al pensar en qué
más le harían, y dedicó unos instantes a limpiar por última vez el rostro
hinchado de Varian.
Fortaleza. Soledad. Ésas eran las cosas que él necesitaba para vivir
y prosperar.
En vez de eso lo que hizo fue fulminarla con la mirada, esperando... no,
rezando para que ella no regresara. Sabía que no podía permitirse el lujo de
sentir semejantes emociones. Varían cerró los ojos y dejó que el dolor lo
alejara de cualquier consuelo. Dejó que fluyera a través de su ser hasta que
no sintió nada más. Eso permitió que su magia se fortaleciese, pero no
bastaba para sacarlo de aquella trampa. Todavía no. Con un poco de suerte, y
si continuaban golpeándolo, llegaría un momento en que sería capaz de
liberarlo.
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3º LOS SEÑORES DE AVALON
Merewyn sintió que una lágrima solitaria le rodaba por la mejilla cuando
Varían bajó la cabeza para mirar al suelo mientras sus oscuros cabellos le
cubrían las facciones. Se secó la lágrima, y no quiso pensar en qué otras
cosas le harían. El rostro de él estaba deformado, y sus ojos llenos de la
más profunda agonía. Pero Merewyn se dijo que eso no era asunto suyo.
Había hecho lo que su señora quería de ella.
Irguió la espalda, salió por la puerta y la cerró; luego miró a Narishka, que
parecía orgullosa del trabajo de su sirvienta.
—¿Esconderme?
Chilló y golpeó la negra pared con los puños mientras forzaba la vista para
distinguir algo. Cualquier cosa. Pero fue inútil.
Y con ese pensamiento llegó una desesperación tan intensa que por un
instante sintió que le faltaba la respiración.
»No —le juró a la oscuridad, con una furiosa convicción—; no se saldrá con
la suya. —Ahora era más lista que cuando había sido muchacha en Marcia.
Tras vivir junto a Narishka durante todos esos siglos, había aprendido
mucho de su señora. Conocía las reglas del juego, y por todo lo que era
sagrado que ganaría su libertad.
Costara lo que costara, dejaría ese lugar y nunca miraría atrás. Le daba
igual a quién tuviera que sacrificar o lo que tuviera que hacer para ello.
«Nunca volveré a ser esa estúpida de la que todo el mundo puéde abusar a
su antojo.»
Capítulo 5
EL GUERRERO DE LA OSCURIDAD KINLEY MACGREGOR
3º LOS SEÑORES DE AVALON
Con los ojos echando llamas, Narishka se volvió hacia la otra mandrágora,
que se encogió temerosa de lo que fuera a hacerle su señora. Dio tres pasos
atrás y tuvo que detenerse cuando su espalda chocó contra la pared. El
espectáculo fue lo bastante gracioso para hacer reír a Varian.
—¿Qué pasa, mamá? ¿Es que ver cómo me torturan empieza a ser excesivo
para ti?
—Cuánta razón tenía el dicho —dijo—. No hay nada más dulce que sentir la
caricia llena de amor de una madre.
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3º LOS SEÑORES DE AVALON
Nunca les daría la razón uniéndose a las filas de los adoni y Morgana.
Varian sintió que algo le mordía la espalda cuando un gris intentó quitarle
la armadura.
—Es como si fuese una segunda piel que formara parte de su cuerpo, mi
señora —murmuró la criatura.
Su madre lo maldijo con furia cuando se dio cuenta de que el gris tenía
razón. La armadura de Varian era precisamente eso, y ésa era la razón por
la que experimentaba un dolor tan terrible cada vez que trataban de
quitársela.
Narishka lo miró con unos ojos oscurecidos por la curiosidad, y en los que
no había el menor rastro de compasión.
—¿Por qué prefieres que te pegue cuando bastaría con que hicieras lo que
te pido?
El rió burlonamente.
—Es muy simple, mamá. Querías tener un niñito que te amara y cuidara
de ti en tu ancianidad.
Aun así, sabía que no debería esperar las visitas de Merewyn con la
impaciencia con que lo hacía. Sobre todo porque sabía quién y qué era ella
realmente y, sin embargo, no podía impedirse querer verla cada día. Era lo
único bueno que le había dejado tener su madre, y ésa era precisamente su
intención.
—Todos morimos, de una manera u otra —dijo él—. Es cómo vivimos lo que
importa.
Aun así, Merewyn no entendía qué le permitía mantenerse firme ante
semejante brutalidad.
Él no respondió.
—No.
—¿Amor?
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—¿Entonces qué? —Ella dio un paso atrás para mirarlo a los ojos—. ¿Qué
puede importarte tanto que esto... —señaló su cuerpo destrozado— te
parece trivial en comparación?
Ella sacudió la cabeza con incredulidad y lo miró con los ojos entornados.
—No —dijo ella fervientemente—. Nada. ¿ Por qué debería hacerlo? Nadie
ha sangrado nunca por mí.
Una vez más, ella se sintió impresionada por la intensidad de las emociones
que refulgían en los ojos de Varian.
Ella dejó caer el paño y apretó las manos al tiempo que lo miraba con
frustración.
—Lo sé.
—Merewyn, espera.
—¿Sí?
Varian clavó la mirada en ella como si la midiera con los ojos an-
tes de responder.
Un favor. Eso era algo que nadie le había pedido en siglos. En Cámelot sólo
le daban órdenes. Los favores eran para los bobos. Eso Varian tenía que
saberlo.
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3º LOS SEÑORES DE AVALON
Pero la curiosidad fue más fuerte que ella, y se encontró queriendo saber
qué podía desear de ella un hombre semejante.
Ninguna.
El color.
—No puedo.
Ella titubeó un momento antes de hacer algo que llevaba siglos sin hacer.
Le contó la verdad, a pesar del daño que eso le causaría.
Varian mantuvo los ojos fijos en la puerta cerrada durante unos minutos
que se le hicieron eternos, mientras las palabras de Merewyn resonaban una
y otra vez en sus oídos. Así que no era completamente indigna de confianza.
Si intentaría quitársela.
Quizá no era su enemiga después de todo. Quizás había sabido ver que se
trataba de una prueba y era demasiado lista para caer en la trampa. Nunca
encontrabas a nadie en quien pudieras confiar realmente. Él lo sabía. Todas
las personas a las que había dejado pasar a través de sus defensas
aprovecharon la ocasión para hacerle daño.
Varian tampoco tenía nada que objetar a eso. No quería estar en deuda
con nadie. Éste sólo era otro día de su vida. Otra humillación.
Cerrando los ojos, Varian hizo lo que siempre hacía cuando la vida se le
volvía insoportable: recurrir a la fantasía para alejarse de allí.
Imaginó un lugar solitario y lleno de paz. Más que eso, pudo sentir el suave
contacto de una mano de mujer sobre su mejilla. Ella siempre había carecido
de rostro y de forma en el pasado, pero no esta vez.
Esta vez tenía una larga melena oscura cuyos delicados rizos le llegaban
hasta la cintura, y sus hermosos ojos salpicados de ámbar parecían
recriminarle por soportar aquel tormento.
Los sueños siempre eran malvados. Más hombres habían perecido a causa
de ellos que por ninguna otra cosa, y ciertamente él no era tan idiota como
para cometer ese error.
Varian tragó aire, invocó su magia y la usó para alisar todas las abolladuras
de su armadura que pudo antes de que el hechizo de su madre volviera a
debilitar su poder y lo dejara con nada.
O al menos, su muerte.
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3º LOS SEÑORES DE AVALON
Capítulo 6
Merewyn quería correr lo más lejos de allí que pudiera y, sin embargo,
cuando llegó al final del corredor se dio cuenta de que no tenía a donde ir.
No había un solo lugar donde esconderse en aquella tierra donde Narishka y
sus esbirros no pudieran encontrarla y traerla de regreso. No había manera
de salir de Cámelot a menos que se dispusiera de una magia
extremadamente potente, un poder oculto o la llave de un merlín, y ella no
poseía ninguna de esas cosas.
«Y si decides seguir adelante con esto, Narishka te lo hará pagar con una
buena paliza», dijo la voz en su cabeza. A continuación, una imagen del
cuerpo ensangrentado de Varian le cruzó la mente. Narishka y Morgana lo
necesitaban vivo. Ella, personalmente, no tenía tanta suerte. No había nada
para lo que su señora la necesitara. Sería golpeada y torturada hasta que
muriera.
Y, sin embargo, nunca hablaba de los malos tratos a los que era sometido.
Se limitaba a soportar los golpes como si los mereciese de alguna forma.
Cuando fue hacia él, Varian levantó la cabeza y clavó en ella una mirada
tan llena de malevolencia que por una vez Merewyn vio el parecido entre
madre e hijo.
—No —dijo él, su voz seca y pastosa—. Sé que eres la mujer deforme a la
que salvé de recibir una paliza en Glastonbury.
—Pues claro que lo sabes —dijo él—. No soy idiota, Merewyn. Supe quién y
qué eras nada más verte los ojos. Mi madre lo cambió todo en ti salvo eso.
Tus ojos siempre te delatarán.
—No sé cuál es el trato que hiciste con ella para poder ser hermosa, pero
te aseguro que no funcionará. Mi madre no dejará que continúes en posesión
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Lo único que quería era encontrar su propio lugar en el mundo y ser vista
como algo distinto a un monstruo.
—¿Tú crees? —preguntó él, con una fría carcajada en la que no había un
atisbo de humor—. Bueno, vamos a ver si adivino cómo discurrieron las
cosas. Narishka te dijo que entraras aquí y fueras agradable conmigo. Que
me trajeras comida y agua y me limpiaras la frente, para que así yo me
sintiera tentado por tu hermosura y debilitado por tu bondad. Tu tarea
consiste en decirme cosas amables y mostrarte clemente conmigo, para que
de esa manera dependa cada vez más de ti y llegue a encariñarme contigo.
Ése ha sido su plan desde el momento en que empezó a maltratarme,
¿verdad? Pero no saldrá bien. No me estoy debilitando ni siquiera en el más
ínfimo grado. Y cuando mi madre se harte de tratar de arrancarme la
armadura, hará que te traigan aquí para ponerte ante mí y sostener un
cuchillo delante de tu garganta. Lo acercará tanto a tu hermoso cuello que el
filo te pinchará la piel, y una gota de tu sangre se deslizará por la hoja.
Seguramente te echarás a llorar cuando te des cuenta de que tu destino se
encuentra en manos de una mujer a la que no podrías importarle menos.
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—Oh, jovencita, más vale que me creas —dijo él con una mueca irónica—.
Es mejor que mueras tú a que sean quienes protegen el grial de las manos de
Morgana quienes lo hagan. Del mismo modo en que yo estoy dispuesto a
morir por mi convicción, estoy dispuesto a verte muerta por ella también. Es
una promesa. —Habló en un tono tan siniestro que Merewyn tragó saliva, y ni
por un instante se le ocurrió dudar de sus palabras—. Si quieres vivir con
esa belleza por la que tan duramente has negociado, entonces más vale que
eches a correr.
Qué fácil lo hacía sonar él. ¿No se le había ocurrido pensar que era
precisamente lo que ella quería hacer?
—¿Y adónde supone que debo ir? No existe un solo lugar donde alguien como
yo pueda esconderse de tu madre. Sus poderes son absolutos... te capturó
incluso a ti, que aseguras conocerla tan bien. Narishka me buscaría hasta
encontrarme y me mataría sin pensárselo dos veces sólo por haberla
obligado a salir de sus aposentos.
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Incluso su humanidad.
Pero pensándolo bien, la verdad era que ella nunca había valido gran cosa.
Toda su vida en Mercia había sido estúpida y vanidosa.Estúpida. Una
jovencita tan absorta en su propio mundo que prefirió arrojar por la ventana
su vida entera antes que verse obligada a casarse con el hombre elegido por
su padre. Había soñado bobamente con el amor y la felicidad. En aquel
entonces, creía merecerlos.
O... quizás él sabía algo que ellos ignoraban. Quizá, sólo quizá, realmente
podía medirse con su madre.
Pero las palabras ya habían salido de sus labios antes de que ella pudiera
detenerlas.
—¿Y si pudiera?
Varian la siguió con la mirada mientras ella volvía a dejarlo solo. Sabía que
no debía concebir falsas esperanzas. ¿Qué podía hacer ella, una mera
sirvienta?
«Morirás aquí.»
Aferrando las cadenas en sus manos, Varian tiró de ellas con todas sus
fuerzas. Su cuerpo ardió y palpitó en señal de protesta mientras intentaba
algo que él sabía era fútil. Con todo, tenía que intentarlo, Rendirse sin
luchar nunca había formado parte de su naturaleza.
Cansado, pero no vencido, Varian agachó la cabeza y cerró los ojos para
conjurar alguna visión interior que aliviara un poco la pena y la
desesperación que sentía. Habitualmente se imaginaba una tranquila casita
en lo alto de una colina, donde podía sentarse y leer mientras el sol entraba
a raudales por las ventanas abiertas, y la suave brisa traía consigo el
perfume de la zarzamora y el canto de los pájaros.
Merewyn titubeó hasta que se acordó de que el hombre que había al otro
lado de la puerta en realidad no podía ver nada cuando estaba en forma
humana. No sabría que ella ya no tenía el aspecto de siempre.
Pero Kerrigan se había vuelto contra Morgana hacía poco más de un año y
se había unido a los señores de Avalón. Blaise permaneció con él durante el
terrible combate subsiguiente hasta que al fin logró huir de las garras del
rey. Entonces regresó a Cámelot para comunicar a Morgana la traición de
Kerrigan.
pero no era sino la cariñosa consideración que mostraba hacia ella lo que la
había atraído de su persona.
—Sí.
—Vos sois la única persona que hay en esta habitación aparte de mí. Eso
quiere decir que sois el único con el que podría estar hablando, ¿verdad?
En realidad no. Ella siempre había sido así, pero normalmente se guardaba
aquella clase de comentarios para sí misma.
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—Lo sé —contestó, bajando la voz para que nadie pudiera oírlos desde
fuera—. Pero si no se hace algo, Varian morirá.
—El mismo.
—¿Por qué habría de serlo? Y ¿por qué acudes aquí para hablarme de la
vida de un hombre que todo el mundo asegura que no vale nada?
Blaise inclinó la cabeza hacia atrás como si estuviera usando sus poderes
para sondear el aire alrededor de ellos.
Blaise entornó los ojos para mirarla de un modo que le hizo preguntarse si
realmente no podría verla después de todo.
—Sí.
—Entonces ven conmigo —dijo—. Más vale que nos apresuremos antes de
que Narishka sepa lo que estamos tramando y decida asarnos a fuego lento
por ello.
Blaise le lanzó una mirada que decía «¿Tú crees?», antes de cogerla de la
mano y volatilizarlos de su habitación para materializarse donde Varian
esperaba encadenado.
Blaise avanzó para ponerse al lado de Varían. Agarró con ambas manos una
de las gruesas cadenas negras y trató de romperla.
—A mi madre.
Blaise torció el gesto antes de poner las manos sobre el grillete de metal
que aprisionaba la muñeca izquierda de Varian
Varian cerró los ojos mientras Blaise se esforzaba por romper el grillete.
Luego le tomó la cara entre las manos y susurró unas palabras en la lengua
de las mandrágoras—: Asklas gardala varra deya.
Las heridas sanaron, y su armadura se alisó sola hasta que volvió a estar
entero y curado.
Blaise le dio una palmada en el hombro y luego pasó a ocuparse del segundo
grillete.
El grillete se abrió.
—Gracias, Blaise.
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—¿Estás bien, V?
Varian asintió.
Merewyn hubiese reído, pero se quedó helada de horror cuando oyó que
había alguien fuera de la habitación. Era un sonido de pasos que se
aproximaban.
Merewyn sintió que la sangre le huía del rostro y miró alrededor en busca
de un lugar al que huir o que pudiera servirles de escondite.
Capítulo 7
—No tanto como a ti —replicó—. ¿Se puede saber qué demonios te pasa?
—¿A mí? Te recuerdo que el medio adoni eres tú. ¿Por qué no saliste
pitando de allí en cuanto me fui?
—No puedo sacaros de aquí. No dispongo de una llave para abrir el portal.
—La deje con Kerrigan porque ciertas personas, como por ejemplo tu
madre, empezaron a mirarme con suspicacia tras mi regreso. Si uno de los
fisgones de Narishka hubiera encontrado esa llave cerca de mí, mi piel
escamosa habría acabado colgada en la sala de trofeos del castillo.
Oh, lo que les faltaba. Varian sintió que se le encogía el estómago cuando
comprendió que su situación no podía ser peor.
Miró a Merewyn, quien parecía estar digiriendo la noticia con un poco más
de calma. Al menos ella no miraba a Blaise como si tuviera ganas de
estrangularlo.
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—¿Así que no hay forma de que nos vayamos de aquí? —dijo la joven al
cabo.
—Pues no —repuso Blaise—. A menos que Varian libere sus poderes y nos
transporte mediante su magia.
—Pues claro que se ha acabado —le dijo ella—. ¿O es que acaso podemos ir a
algún sitio donde no puedan encontrarnos?
—Me temo que en eso tengo que estar de acuerdo con ella, Varian —dijo.
—No, no tienes por qué estarlo. Además, ¿cómo sabes lo que ocurre allí?
Si se te presentara la ocasión de largarte y vivir en otro sitio, ¿regresarías?
Blaise pensó en ello por unos instantes antes de volverse hacia Merewyn y
decir:
—Ese insulto ha tenido que doler —dijo Blaise, riendo por lo bajo.
—Mira, hay algo raro acerca de ese valle —dijo, volviéndose hacia Blaise.
Merewyn palideció.
Eso hizo que el pánico se le pasara de golpe, que era justo lo que pretendía
él.
Por la cara que puso ella, Varian supo que ninguna de las dos opciones era
de su agrado. No hubiese sabido explicar por qué disfrutaba tanto
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metiéndose con ella; realmente eso no era nada propio de él, y, sin embargo,
por alguna razón le gustaba pincharla.
—Supongo que tú eres el menor de los dos males —dijo Merewyn con un
bufido de exasperación.
—No estés tan segura —replicó él, y vio que Blaise lo miraba con
curiosidad—. Tienes que llevarnos al valle —repitió.
—Eso es más fácil decirlo que hacerlo —murmuró—. Si nos ven, estaré
acabado como agente doble. Sabrán sin lugar a dudas que estoy trabajando
para Merlín. No te ofendas, pero llevo demasiados siglos espiando en
Cámelot para arrojarlo todo por la borda ahora.
Varian cerró los ojos e invocó toda la magia de la que aún podía disponer.
No era gran cosa, pero debería bastar para proporcionarles un poco de
cobertura. Susurró las palabras que liberarían el aliento de los dragones que
habían morado en Cámelot. Eran los antepasados de las mandrágoras. Mucho
más fuerte y primitiva, la raza de los dragones carecía de las habilidades
mágicas de su progenie. Esa magia había aparecido como resultado de que
los dragones se pusieran a buscar pareja entre las criaturas mágicas, hasta
que el último representante de aquella estirpe pura murió y en el mundo sólo
quedaron mestizos como Blaise y las otras mandrágoras.
Varian frunció el entrecejo cuando vio que las escamas de Blaise pasaban
del verde intenso al negro y plata.
Había momentos en los que sentía un odio absoluto hacia su madre, y éste
era decididamente uno de ellos. Sin embargo, ahora tenía cosas mucho más
importantes en las que pensar.
Los flancos de Blaise subieron y bajaron bajo las piernas de Varian cuando
la mandrágora puso rumbo hacia el valle lo más deprisa posible.
—¿Varian?
Maldición.
—Una finta hacia la izquierda, y luego virar a la derecha y bajar hacia los
árboles —gritó Merewyn.
—Tú fíate de mí. Las gárgolas sólo pueden distinguir el movimiento, no los
colores. Si Blaise vuela alrededor de los árboles gris oscuro, el color de sus
escamas se confundirá con ellos, y mientras la brisa continúe moviendo las
hojas las gárgolas no podrán distinguir a Blaise.
—Sólo hay una forma de averiguarlo —dijo Blaise, poniendo rumbo hacia
los árboles tal como había sugerido Merewyn. Unos segundos después, las
gárgolas redujeron la velocidad y empezaron a volar en círculos.
Varian así lo hizo, y Blaise continuó volando bajo para mantenerse lo más
pegado posible a los árboles. Sin decir nada, Varian cubrió la mano de
Merewyn con la suya mientras se preguntaba cuántas veces se habría visto
obligada ella a esconderse de las gárgolas para llegar a aprender aquella
artimaña.
Su plan estaba funcionando, al menos hasta que Varian oyó un rumor de alas
que se aproximaban. Sólo había una cosa que pudiera causarlo.
Tomaron tierra con una sacudida que hizo que Varian y Merewyn salieran
despedidos de la espalda de Blaise. En una reacción puramente instintiva,
Varian rodó por el suelo con Merewyn entre sus brazos, en un intento de
evitar que acabara demasiado llena de morados. Algo que era mucho más
fácil de decir que de hacer.
Todavía aturdido por el calor que sentía en la ingle, Varian tardó un poco
más que ella en levantarse del suelo mientras oía a los dragones que
trazaban círculos en el aire por encima de ellos. Sus gritos de guerra
resonaban en las alturas mientras los chorros de llamas ardían a través de la
espesa arboleda, incendiando las copas de los árboles.
Blaise asintió.
—Echémosle una mirada. —Su contacto era suave como una pluma, y tan
delicado como el roce del ala de un hada. Aunque sus manos se veían afeadas
por el trabajo, sabían ser gentiles y cariñosas. Manos que le habían limpiado
tiernamente la sangre de la cara y dado comida y agua mientras su madre lo
torturaba.
Y en aquel momento, con ella tocándolo, Varian sólo podía pensar en bajar
la cabeza y tomar posesión de sus dulces y húmedos labios.
Y eso la aterraba.
Merewyn puso los ojos en blanco ante lo acerbo de su tono. Era un hecho
ampliamente sabido que Morgana desterraba al valle a todos sus amantes en
cuanto dejaban de darle placer.
—¿El qué?
Él rió fríamente.
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Él se detuvo a mirarla.
Merewyn vio cómo Varían apartaba una rama de su camino para que ella
pudiera ir rápidamente por aquel sendero lleno de espesura. Y mientras lo
observaba, se puso a pensar en aquel hombre al que había unido su destino.
¿Qué lo hacía ser tan distinto de su madre? ¿De los otros adoni a los que
ella había conocido? A diferencia de ellos, y a diferencia de lo que había
oído decir acerca de él, Varían no parecía hallar placer alguno en hacer
daño a los demás.
—No.
—Sólo los puros de corazón podían tocarlo —repuso—. Yo sabía que ése no
era mi caso, así que me quedé en la retaguardia donde podía ayudar a
proteger el trono de Arturo de Mordred y Morgana.
—¿Llegaste a verlo?
Él no respondió.
—¿Varian?
Por Narishka y otros en la corte, conocía las leyendas de los dos hombres
sólo porque los adoni solían leer las historias de los caballeros de Arturo,
para luego reírse de ellos.
Aun así, Merewyn creía lo que se había escrito acerca de ellos. Sin duda
aquellos caballeros habían sido todo lo que se suponía que eran. Dorados y
hermosos, sólo pretendían ayudar a los necesitados de socorro. Hombres
que luchaban por una causa noble. Hombres que no conocían la crueldad o la
malevolencia. Cómo le hubiese gustado conocer a alguien así. Sólo una vez.
—¿Y tu hermano?
Merewyn abrió la boca para responder, sólo para que él la agarrara de los
brazos y la arrojara al suelo sin ninguna clase de miramientos. Su furia
inicial se disipó en cuanto se dio cuenta de que Varian la estaba cubriendo
con su cuerpo mientras una enorme sombra pasaba sobre ellos.
Esa acción, combinada con su nueva posición, hizo que Merewyn sintiera un
extraño calor fluyendo a través de su cuerpo. Había algo extremadamente
íntimo en aquella situación, por mucho que ninguno estuviera demostrando la
menor muestra de cariño hacia el otro. Y mientras yacía sobre el suelo del
bosque, con el rostro de Varian tan cerca, Merewyn se preguntó cómo sería
recibir un beso suyo.
Merewyn había intentado hacerlo una vez, pero, como les ocurría a todos
los demás, su cuerpo deforme le dio tanto asco que pensó que o bien aquello
no era tan maravilloso como aseguraban o bien ella era demasiado inexperta
para entender cómo se suponía que debía tocarse a sí misma para darse
placer.
No tuvo esa suerte. En lugar de ello, se vio aún más torturada por la
proximidad de Varian.
Sólo habían dado dos pasos cuando Merewyn sintió que algo muy suave le
rozaba la mejilla. Fue como si algo la hubiera besado.
Para ser sincera, lo que esperaba era que Varian la dejase en el suelo y
saliese huyendo de las mandrágoras. Ella lo habría hecho.
Pero lo que hizo Varian fue apretarla contra su pecho antes de que un
yelmo apareciera sobre su cabeza, ocultando su rostro y protegiéndola de
los dardos. Luego la estrechó entre sus brazos como si Merewyn fuera el
objeto más precioso del mundo antes de ponerse en movimiento.
—No te preocupes —le dijo él, su voz ahogada por el yelmo—. Sólo están
intentando hacer que vayamos más despacio.
—¿De qué?
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—Del aspecto que tengas sin ese yelmo. Si eres una criatura hermosa, la
rosabold no te hará ningún daño. Pero si no lo eres, entonces... —Se
interrumpió bruscamente cuando tres dardos le hirieron al mismo tiempo.
El kobold cayó al suelo y se quedó allí tendido, tan paralizado como lo estaba
Merewyn.
—Lo siento —le dijo, en un tono que desmentía sus palabras—. Pero
gracias por la espada.
En ese momento Merewyn vio paralizada cómo más dardos llovían del cielo.
Por suerte la mayoría de ellos rebotaba en la armadura de Varian. Ella, en
cambio, no tuvo tanta suerte, ya que unos cuantos más la acertaron. A ese
ritmo, acabaría como un alfiletero. Una situación realmente penosa,
agravada por el hecho de que empezaba a caérsele la baba.
Su aspecto no prometía nada bueno. Peor era el agua negra que hervía en
el foso que circundaba el valle, y lo que era aún peor, tenía que haber al
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Cierto, Blaise le había curado las heridas, pero no había podido disipar el
agotamiento de Varian. Ni el hecho de que ya había perdido la cuenta de los
días que llevaba sin poder sentarse y descansar.
No podían retroceder.
¿Qué quedaba?
Al menos lo había intentado. Era más de lo que ninguna otra persona había
hecho nunca por ella.
—Si conoces alguna oración, me parece que éste sería un buen momento
para empezar a decirla —le dijo Varian, y luego tensó los brazos alrededor
de ella antes de echar a correr hacia la pradera.
Varian esquivó, dio vueltas y corrió. Aun así, los brazos con que la sujetaba
nunca vacilaron o aflojaron su presa.
Merewyn miró el cielo y vio cómo dos dragones descendían hacia la espalda
de Varian. Hubiese querido advertirle de su silenciosa aproximación, pero su
voz estaba tan paralizada como el resto de ella. Lo único que pudo hacer fue
mirar con horror cómo se aproximaban rápidamente, con las garras
destellando y el brillo enloquecido de la victoria en los ojos.
Los dos dragones libraron una feroz carrera para ser el primero en llegar
hasta ellos. Grises ambos, sus escamas iridiscentes relucían bajo la tenue
luz mientras se empujaban ferozmente el uno al otro.
Capítulo 8
—Deja de resistirte.
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Las palabras apenas habían salido de la boca de Blaise cuando los otros
dragones atacaron.
Qué raro.
—Un aterrizaje más suave no habría estado nada mal, ¿sabes?—le dijo.
—Sólo es una herida superficial —dijo, en una voz que recordaba a la del
caballero negro en Los caballeros de la Mesa Cuadrada y sus locos
seguidores.
—No me has hecho gracia —dijo, y fue a ver cómo estaba Merewyn.
—Sabía que vosotros dos no teníais ninguna posibilidad sin mí —dijo Blaise
al cabo.
—No sé qué te hubiera costado llevarnos hasta el otro lado del valle antes
de dejarnos caer —dijo.
—Claro, como si fuera tan fácil —resopló Blaise. Señaló a las mandrágoras,
que volaban por el cielo como si no pudieran decidirse a cruzar el foso para
atacarlos—. Ningún dragón vuela por encima de este lugar. Y ahora sé por
qué. Me estrellé contra algo tan duro como una piedra, que es la razón por la
que ahora todos estamos tendidos aquí.
Blaise volvió a señalar a los otros dragones, que planeaban por el cielo pero
no intentaban venir a por ellos.
—Aquí hay algo —dijo—. Nadie sabe qué es. La creencia popular dice que
es un vestigio de la magia que se usó para crear esta prisión. Yo creo que es
alguna clase de magia lanzada deliberadamente y que mantiene dentro del
valle a sus habitantes, para que permanezcan atrapados en él sin esperanza
de escapatoria. —Chasqueó la lengua—. Os habría llevado hasta el otro
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extremo del valle, pero había demasiados dragones y gárgolas para eso. Soy
bueno con
la magia, pero con esa cantidad de efectivos, se nos habrían comido vivos en
cuestión de minutos.
Varían no dijo nada mientras veía cómo los dragones y gárgolas empezaban a
alejarse pese a que los tenían a la vista. Se acordaba vagamente de cuando
el valle se había creado. Aunque Morgana insistía en negarlo, todo el lugar se
había creado para confinar a la hechicera cuyos poderes no dejaban de
crecer. Pero en vez de quedar prisionera, Morgana logró escapar de la
trampa tendida por el penmerlín Emrys, y desde entonces había usado el
valle como castigo para aquellos que incurrían en su disgusto.
No era de extrañar. ¿Qué sería lo próximo? Al ritmo que los dos perdían
su magia, ambos serían humanos para cuando llegara la mañana. La
perspectiva era bastante aterradora, sobre todo porque ninguno de ellos
tenía la menor idea de qué podía aguardarles en aquel lugar. Hubieran
tenido que estar en condiciones de poder plantarle cara, pero al parecer
eso era pedir demasiado.
—Supongo que no nos queda otra elección que seguir tu plan original.
Tendremos que atravesar el valle hasta llegar al otro lado.
Justo antes de que llegara al agua, la piedra rebotó hacia atrás y poco
faltó para que le arrancara la cabeza a Blaise. La mandrágora se tiró al suelo
mientras Varian tuvo que retroceder con Merewyn en los brazos para que la
piedra no los alcanzara también.
La mandrágora tenía razón. Si ese campo mágico o lo que quiera que fuese
circundaba el valle por todos sitios, estaban jodidos y se encontraban
atrapados allí.
Qué irónico.
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Una de las cosas más anheladas por la hechicera siempre estaría fuera de
su alcance. Varían pensó que le estaba bien empleado a Morgana. Pero eso a
él no le servía de nada.
La leyenda siempre había dicho que el valle era verde y ubérrimo... Sí,
seguro.
Aquel paraje parecía todavía más inhóspito que Cámelot, y habida cuenta
de lo repugnante que era Cámelot, eso era una auténtica proeza.
—¿Y fuisteis lo bastante estúpidos para hacerme caso? Mira que soy
idiota.
—Eso no te lo discuto.
—Porque eres todavía más idiota que yo. Fuiste tú el que me siguió hasta
aquí.
Varían titubeó, aunque no hubiese sabido decir por qué. Le dolía todo y, sin
embargo, no quería dejar de llevar en brazos a Merewyn. Encontraba un
extraño consuelo en tenerla tan cerca de él. Pero eso era ridículo.
Necesitaba todo el descanso que le fuera posible.
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—No. —La voz aún le sonaba un poco pastosa debido a los efectos de los
dardos aturdidores. Pero al menos volvía a hablar.
Recogió su yelmo del suelo y se quedó quieto cuando vio que Blaise echaba
a andar por el pequeño y oscuro sendero que se adentraba en el valle. La
mandrágora llevaba a Merewyn apretada contra su pecho con la cabeza
apoyada en el hombro mientras la consolaba con palabras de aliento que la
hicieron sonreír y darle las gracias. Algo en sus acciones le recordó a Varian
a dos amigos que conversan.
—No lo creo —dijo luego—. Algunas de las personas a las que Morgana
exilió aquí eran demasiado malvadas para morir con tanta facilidad.
Naturalmente, eso quiere decir que lo más probable es que todavía estén
aquí dentro y anden extremadamente cabreadas.
—Qué bien —dijo Blaise con sarcasmo—. Estoy impaciente por verlas.
—¿Sabes que eres muy respondona para ser una mujer que no puede
caminar? —le dijo—. Yo intentaría ser un poco más cortés con nosotros si
fuese tú.
Después de todo, mostrarse agradable con los demás tampoco era una
política demasiado aconsejable. Lo único que obtenías con eso era darles
ocasión de que te clavaran un cuchillo en la espalda, lo que sólo serviría para
hacerte sentir peor al final. Mejor tratar a todo el mundo con desdén y
desprecio. De esa forma, cuando llegaba su traición al menos entendías por
qué reaccionaban así y no te cogían desprevenido. Nada de estrujarse los
sesos preguntándose cómo era posible que alguien te hubiera apuñalado por
la espalda cuando lo único que habías hecho era ser amable y considerado
con ellos. Tratar de ayudarlos.
♠
En Francés en el original. Su razón de ser.
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Se agachó para esquivar una rama, y luego la sostuvo para que no les diera
a ellos. Mientras lo hacía, el vello se le erizó en la nuca.
No había forma de saber qué o quién podía haber en ese valle. ¿Había sido
pensado sólo como una prisión para Morgana, o quienes lo concibieron lo
habían poblado también con otras cosas destructivas para añadir la tortura
al encarcelamiento?
Eso sin olvidar que la magia confinada tenía una extraña habilidad para
salirse de madre. Podía haberse alterado a sí misma hasta convertirse en
prácticamente cualquier cosa después de todos aquellos siglos. Morgana
había condenado a un gran número de adoni y otras criaturas mágicas a
permanecer prisioneras en ese lugar. Cada vez que una de ellas había
recurrido a sus poderes intentando fugarse, esa magia habría podido
filtrarse a los reinos inferiores y permitirles crear algo nuevo o que algo de
uno de esos reinos escapara y viniese aquí.
No había nada.
Absolutamente nada.
-¿Qué?
—Los árboles —dijo Blaise, señalándolos con el dedo—. Son fogariles. ¿No
te acuerdas? Emrys le dio uno a Arturo para la fiesta de San Miguel, poco
después de que tu madre te abandonase en Cámelot.
Al igual que los árboles que se alzaban a su alrededor, el fogaril tenía una
fina corteza negra y frágiles hojas de negro y plata. Emrys había dicho que
aquellos árboles fueron creados para que proporcionaran una fuente de luz
en la oscuridad. Que simbolizaban la fuerza benévola, la dignidad y el
renacimiento, siendo ésa la razón por la que le había dado uno a Arturo.
Emrys creía que su fuego purificaba el alma, y que cualquier persona que se
viese expuesta a él
sería capaz de arrepentirse de su pasado y encontrar un nuevo futuro.
Varian no entendía de eso, pero el árbol había cautivado al niño que él era
entonces. Se pasaba las horas mirándolo, tratando de entender cuál podía
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Había empezado a apartarse del árbol cuando sintió que algo frío le
rozaba el cuello. Era una voz que hablaba en suaves susurros, como si
perteneciera a una mujer del pueblo mágico.
—¿Por qué habéis venido aquí? —La pregunta fue formulada en un tono
muy delicado, y la fuente de la cual emanaba permaneció invisible.
Aun así, Varian supo enseguida quién le estaba hablando. Sólo había una
criatura cuya voz pudiera acariciarte así.
—¿Refugio? ¿Desde cuándo el hijo de una adoni busca algo que no sea la
violencia y el tumulto? —Volvió su mirada llameante hacia Blaise. Ladeando la
cabeza, lo miró con curiosidad y preguntó—: ¿Eres uno de los hijos del
penmerlín Emrys?
—Me parece que has dicho precisamente lo que no debías —gruñó Varían,
mientras los árboles se cubrían de llamas a su alrededor.
Con razón profanaba él la amistad. No había más que ver lo que sacabas de
ella.
los árboles, que le arrojaron una bola de fuego tras otra. Varian las desvió,
pero aun así el calor de las llamas era abrasador.
—¿Qué haces?
Sí, claro, como que iba a responder a esa pregunta para acabar de liarlo
todo. ¿Tan idiota lo creía la sílfide?
—La de Varian sí, como vos misma habéis podido ver —dijo al tiempo que
negaba vehementemente con la cabeza—. Me ha protegido, tal como
prometió que haría, incluso cuando hubiera sido mejor para él abandonarme.
Antes de que Varian pudiera preguntarle qué quería decir con eso, la
sílfide se esfumó. El fuego que envolvía a Merewyn se apagó sin dejar un
solo rescoldo. Para sorpresa de Varian, ella permaneció en pie.
—¿Puedes caminar?
—Gracias, Varian. —Se puso de puntillas para besar su mejilla sin afeitar.
Luego se volvió e hizo lo mismo con Blaise—. Y gracias a ti también. Os lo
debo todo.
Caminaron durante varias horas sin hablar y fueron dejando atrás más
árboles negros, algunos de los cuales se cubrían de llamas sin previo aviso y
sin razón aparente. Pero lo más inquietante del valle era que no había
ninguna clase de sonidos animales. El silencio era tan absoluto que Merewyn
lo sentía como una presión invisible sobre los tímpanos.
—No sé... ¿De verdad confías en una mujer que vive en un árbol... y que
además trató de matarnos? Quizás estaba mintiendo para que nos muramos
de sed.
—O quizá nos dijo la verdad, ¿eh? —dijo Varian, con una media sonrisa de
satisfacción mientras miraba a Blaise.
Merewyn miró las negras aguas, que seguían sin mostrar la más pequeña
ondulación. La roca no había llegado a romper la superficie. Nada más tocar
la laguna, se había desintegrado violentamente.
—Probablemente sea lo que alguien entiende por gastar una broma pesada.
—¿Y si no la encontramos?
Merewyn se subió la falda del vestido para ir tras él, con Varian a sólo un
paso por detrás.
Blaise se detuvo tan bruscamente que Merewyn tropezó con él. Arrugando
la frente, abrió la boca para preguntarle por qué se había parado, pero la
cerró de golpe cuando vio la respuesta delante de ella.
Blaise titubeó.
—Me parece que deberíamos dejarlos donde están hasta que averigüemos
qué los puso ahí, no vaya a ser que acabemos haciéndoles compañía —repuso.
—No hay manera de saberlo —dijo Blaise, en un tono que indicó a Merewyn
que él también se las veía con sus propias náuseas—. No reconozco los
brazos de ninguno de ellos.
Varian no dijo nada mientras descolgaba a los hombres, y luego apiló sus
cuerpos reverentemente para hacerles una pira. Había dieciséis en total.
Blaise cogió uno de los cuerpos que Varian había descolgado y lo llevó con
los demás.
—Algunos de los más antiguos podrían ser miembros del grupo original que
partió en su busca. Pero los más recientes... No hay forma de saberlo. Quizá
sean los amantes de Morgana.
—Lo sé —repuso Varian, su voz cargada de emoción. Luego fue hacia uno
de los fogariles y rompió una rama.
Merewyn fue junto a Blaise y los dos contemplaron a Varian, quien parecía
entristecido y atormentado por la compañía de aquellos caballeros a los que
acababa de liberar de los robles.
—No lo sé. Nunca lo había visto así antes. Hay algo en esto que lo afecta
más de lo que debería. Quiero decir que es horrendo, sin duda, y lo siento
por esos pobres hombres. Pero el estado de ánimo de Varian tiene que
deberse a algo más que eso.
Pasaron unos minutos antes de que uno de los árboles empezara a arder.
Varian sostuvo la rama hasta que las llamas prendieron en ella, y luego fue
hacia los cuerpos para poder quemarlos. Las llamas prendieron en la
sobrepelliz del caballero que coronaba la pila, y luego se propagaron
rápidamente para consumir a los demás. Era un tipo de ceremonia fúnebre
muy similar a las que practicaban los sajones entre los que había nacido
Merewyn.
Vio cómo Varian entonaba una breve plegaria adoni por las almas de los
caballeros. Tras haber convivido con los adoni, le resultaba muy extraño ver
que uno de ellos era capaz de mostrar semejante compasión. Si no fuera
porque lo estaba presenciando, Merewyn nunca lo habría creído.
—Siento tener que apremiaros —dijo Blaise sin levantar la voz—. Pero
probablemente deberíamos marcharnos antes de que el fuego atraiga alguna
atención no deseada hacia nosotros.
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Merewyn apretó el paso para reunirse con él, pero no trató de tocarlo.
Varian se movía con una rigidez que hacía que no se atreviera a hacerlo. Era
evidente que deseaba estar solo.
—Por eso fui a Cámelot —repuso—. Quería saber qué les había contado
durante su tortura.
Varian lo miró.
—¿No lo sabías?
Por la cara que puso Blaise, Merewyn casi esperó que la emprendiera a
golpes con su amigo.
Pero Varian se mantuvo en sus trece. La tensión entre ellos casi podía
palparse. Si empezaban a luchar, Merewyn no podría hacer nada para
detenerlos.
Merewyn decidió que tenía que hacer algo para disipar toda aquella ira
mutua.
—¿Cómo lo sabes?
—¿Contarme qué?
—Ya lo has oído —dijo Merewyn—. Así fue como supe que me ayudaría a
liberarte.
—Mi pregunta es: ¿cómo supiste lo que era yo? —dijo—. Porque pusiste la
mano justo en mi marca cuando solicitaste mi ayuda.
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—No —repuso ella—, pero tampoco fuiste cruel conmigo. Eso es lo más
cercano a un amigo que he tenido desde que Narishka me raptó de mi
hogar.
Varian sacudió la cabeza. Qué poco bastaba para conmoverlos; para que
ella se arriesgara a ocultar la identidad de Blaise sólo porque la había
tratado con cordialidad.
—No lo sé. Nunca lo había visto antes. No era uno de los miembros del
círculo que sirve a Morgana. Más bien venía de fuera.
—¿Podrías describirlo?
—No era muy alto, y tenía un poco de barriga. Pelo y ojos castaños y una
expresión de malicia en la cara. No escuché su nombre, pero lo reconocería
si volviera a verlo.
—Pase lo que pase, tenemos que llevar a Merewyn ante Merlín para que
pueda identificar a nuestro traidor—dijo.
—Claro.
—Mientes —dijo luego—. Todo el mundo sabe que las mandrágoras y los
adoni sólo se sienten atraídos por la belleza física.
—Gracias, Blaise.
—¿Porqué?
—Estupendo.
Apretando el paso, fue a reunirse con Varian. Pero antes de que pudiera
llegar hasta él, algo la agarró por detrás.
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Capítulo 9
—¡Varian!
Sin embargo, no pudo encontrarla por mucho que buscó. Merewyn había
desaparecido sin dejar rastro. Era como si el bosque se la hubiera tragado.
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Y lo cierto era que, en aquel lugar, cabía la posibilidad de que así fuese
realmente.
Varian casi había abandonado toda esperanza de dar con ella cuando
finalmente entraron en un pequeño claro. Allí, al otro lado, estaba Merewyn
encima del hombro de un tipo muy alto que huía a la carrera con ella.
Varian entornó los ojos mientras sentía que un torrente de rabia le corría
por las venas. Deteniéndose en seco antes de que volvieran a esfumarse,
lanzó su espada contra el hombre impulsándola con toda la fuerza de sus
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músculos. La hoja silbó a través del aire y voló directamente hacia su blanco,
clavando la manga del hombre al tronco de un árbol.
Varian recobró el equilibrio y fue a por él, pero en ese momento Merewyn
se apartó de Blaise y le asestó un feroz puntapié en la ingle a Derrick. El
hombre soltó un alarido de dolor tan sonoro que cualquier niña de siete años
lo habría mirado con envidia, antes de llevarse las manos a la entrepierna y
caer de rodillas ante ellos. Sin dejar de retorcerse, Derrick se desplomó
sobre un costado y quedó inmóvil boca arriba.
—En ese caso no deberías haberme arrojado una espada —le espetó ella—.
¿Eres idiota o qué? Podrías haberme matado.
—Un poco. —Ella siguió mirándolo con cara de odio, lo que hizo que Varian
se encogiera temerosamente sin sabor muy bien porqué—. ¿Quizá?
Alto, con el pelo rubio oscuro y ojos azules, el hombre tenía los rasgos
perfectos de un patricio. Aunque era de constitución robusta, a Varian no le
pareció que tuviera el porte habitual en los soldados o los caballeros. De
hecho aquel hombre, al igual que su hermano, vestía un jubón y unos calzones
azul marino y no llevaba ningún arma a la vista. Bastaba con mirarlo para
darse cuenta de que siempre había llevado una vida fácil, y tampoco se movía
como
un hombre que ha aprendido a manejar las armas o es hábil en el combate
cuerpo a cuerpo. Lo más probable era que fuese un aristócrata.
La verdad era que no. Varian había pasado unos cuantos meses sin una
mujer, pero nunca siglos. A decir verdad, la idea era demasiado horripilante
para que quisiera pensar en ello, pero después de todo tampoco era
problema suyo. El hecho de que hubieran intentado violar a Merewyn sí que
lo era.
—De ahí la fascinación que Morgana sentía por ellos —explicó Merewyn—.
Hubo un tiempo en el que los tres eran amantes suyos. Solía exhibirlos en
sus banquetes, y siempre los tenía pendientes de ella. Así es como los
recuerdo. Morgana ha tenido muchos amantes que eran gemelos, pero que yo
sepa ellos eran el único trío.
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Varian tragó aire entre dientes. Era precisamente la clase de insulto que
Morgana castigaría mediante una combinación de crueldad y sarcasmo, y por
eso había convertido a aquel hombre en un hurón.
—Más vale estar desesperado que muerto, que es lo que habrías estado si
no te hubiéramos alcanzado.
—No. En absoluto. Parecía la opción menos mala. Al menos hasta que nos
tropezamos con vosotros tres.
—Eh, que yo no tengo nada que ver con esto. Me absuelvo completamente
de su conflicto.
Derrick se envaró.
—Merewyn, piensa —le dijo—. Los trillizos quieren que te cambiemos por
comida.
La expresión de Derrick cambió de golpe mientras iba hacia ella con paso
cauteloso.
—No seas así, cariño. Te aseguro que conocemos muy bien nuestro oficio
—le susurró.
—Vale, tienes razón —dijo al cabo—. Erik dice que deberíamos mostrarnos
más educados con vosotros antes de que lleves a la práctica esa amenaza.
—Eso no es exactamente lo que ha dicho —dijo Blaise.
Los dos hermanos lo miraron con los ojos desorbitados por el asombro.
—Ha dicho que si quieres subirle las faldas a Merewyn más vale que seas
amable con ella.
—Ah, será que vuestra madre era una hámster —dijo Blaise, arrugando los
labios desdeñosamente.
—Me parece que no han pillado esa referencia a Monty. Dudo que haya
muchos cines aquí en el infierno.
—Cuando lleguemos a Avalón, mi señora, eso es algo que tenéis que ver.
Varian asintió.
—Ése es el plan.
—¿Qué quieres decir con eso de que Merlín no nos permitirá marchar?
—Aquí Merlín lo controla todo. Bueno, todo menos las sílfides. A ésas las
controla Nimue, y normalmente están en guerra con él.
—Y no las hay. Las sílfides no sienten ningún interés por los hombres, y
Nimue odia a todos los ex amantes de Morgana. Si alguien intenta mostrarse
simpático con ella o seducirla, Merlín lo cuelga de los árboles para que todo
el mundo lo vea. Puede que no sea capaz de controlar a Nimue, pero no deja
que nadie más que él se le acerque.
—Lo estaba —dijo Merrick—. Pero ahora ya no. Se escapó hace tiempo.
—¿Cómo?
Varian tenía serios problemas para asimilar aquella noticia. No podía creer
que hubiera encontrado a Emrys. Durante todo ese tiempo, siempre habían
dado por sentado que estaba o en Stonehenge o en algún lugar debajo de
Avalón. A nadie se le había ocurrido pensar en el valle.
—¿Cómo lo sabes?
Merrick dio un paso atrás mientras Derrick miraba a Blaise con recelo.
—Sabes, V —dijo—, mientras están en esa posición bastaría con una buena
estocada para atravesarlos a los dos.
—No me tientes.
Pero una parte bastante más grande que ésa se sentía muy ofendida
cuando pensaba que si hubiera estado en su antigua forma de adefesio,
todos aquellos hombres tan apuestos habrían echado a correr en dirección
opuesta.
Merewyn no entendía por que tenían que hacer un alto en ese sitio.
—No tuve esa suerte. —Luego, levantando la voz, Varian añadió—: A ver si
dejas de hacer chorradas, caballeruzo inglés.
— Suena divertida.
Y por el paso cada vez más torpe con que veía caminar a los hermanos,
supo que ellos se sentían igual de atraídos por el sonido de la voz de
Merewyn.
—Oh, venga ya, Varian —dijo Merewyn con una sonrisa—. Canta con
nosotros para pasar el rato.
—Lo hago porque estoy tan contenta de haber perdido de vista a tu madre
aunque sólo sea por un día que quiero celebrarlo. Y¿qué manera mejor de
hacerlo que cantar?
—Dudo que eso vaya a salvarte conmigo. Me encantaría poner fin a todo el
sufrimiento que me causas.
Varian gimió para sus adentros cuando todos se pusieron a cantar Todavía
no me he muerto. Bueno, muerto al menos se hubiese ahorrado lo que estaba
oyendo. Merewyn tenía una voz preciosa, y la de Blaise podía pasar, pero los
otros dos...
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—¿Por casualidad no habrá nada feroz en este bosque a lo que todas esas
canciones vuestras pueda hacer salir de su escondite?—preguntó Varian.
—Bueno, ahora que lo mencionas el caso es que hay unas cuantas cosas —
dijo.
Varían se detuvo de golpe para mirar a Merrick, o tal vez fuera Derrick.
La verdad era que no podía distinguirlos.
—La dama quería cantar, y pensamos que sería una buena forma de
congraciarnos con ella para poder llevárnosla a la cama.
—Lo que quiere decir es que se tenían por tres leyendas vivientes.
—No se puede discutir con los lunáticos. Ni siquiera sé por qué lo intento.
—Ni idea. ¿No será que te gusta darte de cabezazos contra la pared?
Capítulo 10
—¡Merewyn! —Varian corrió tras ella, sólo para que Merrick lo detuviera
agarrándolo del brazo. Merewyn había caído en lo que parecía ser alguna
clase de agujero, pero Merrick le cortó el paso. Cada vez que Varian
intentaba contornear al hermano, Merrick lo obligaba a retroceder.
—¡No! —Merrick le puso las manos sobre los hombros mientras insistía en
que se calmara—. Escúchame, ¿quieres? Merewyn ha caído en un pozo de
desesperación. Sacarla de ahí no es tan fácil como crees.
—No entiendo por qué me tiene que pasar todo esto —proseguía su voz—.
¿Qué he hecho yo para merecer esta clase de vida? Cielos, oh, cielos... ¿Oh,
cielos? ¿Acaso es demasiado pedir que mi vida tenga sólo un minuto de
tranquilidad? ¿De alegría? ¿De mediocre alivio? No. Primero soy torturada
por una zorra malvada y sus esbirros. Luego intento estar guapa para que los
demás me miren sin poner cara de asco, y ¿qué ocurre entonces? Que he de
cargar con un bueno/malo lunático que mataría de aburrimiento a una ostra
y una mandrágora de lo más rarita. No tienen dos dedos de frente. No les
importo un pimiento. ¡Ahora nos guían tres fenómenos de circo, y el más
inteligente de ellos es un hurón! Oh, ¿cómo ha podido pasarme esto?
¿Cómo?...
—Cierra la boca antes de que te entre algo en ella —le espetó Derrick,
mientras se ponía a Erik encima del hombro—. No lo dice en serio. Es el pozo
que habla por ella.
Blaise imitó el ceño de Varian mientras miraban dentro del pozo donde
Merewyn permanecía sentada en el centro, retorciéndose las manos al
tiempo que se mecía atrás y adelante como si ignorase que estaba atrapada.
—¿Qué quieres decir con eso de que es el pozo el que habla por ella?
Derrick fue hacia el lado del sendero y se puso de puntillas para arrancar
una gruesa enredadera del tronco de un fresno cercano.
—¿Por qué ha tenido que pasarme esto a mí? —gimoteó Merewyn desde
el interior del pozo—. ¿Por qué, Dios mío, por qué? ¿Es que no puedo tener
un solo día libre de congojas? ¿Un día únicamente para mí? No. He venido a
este mundo a sufrir. El sufrimiento es lo único a lo que tengo derecho... Y el
dolor. Dolor en cantidades industriales. Dios mío, ¿por qué me has dado esta
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—No sé, no sé... —dijo Blaise con una sonrisita maliciosa—. Estoy pensando
que quizá deberíamos dejarla ahí dentro. Empiezo a estar un poco harto de
que todo el mundo me complique la vida. Si alguien tiene derecho a quejarse,
ése soy yo. Estaba tan tranquilo ocupándome de mis cosas cuando ella me
metió en este embrollo.
—Más le vale.
Gracias a los dioses que ella no era así normalmente. Realmente Varian
habría tenido que matarla si lo fuese.
muerta o peor aún, a merced de los demonios del sexo que me usarán como
juguete...
—Antes la mato.
—Oh, no tienes ni idea —dijo ella con un hilo de voz, mientras se sentaba
en el suelo para encararse con él—. Los hombres sois una carga terrible. Por
qué no habremos podido estar solas, sin vosotros y vuestras eternas
discusiones sobre quién la tiene más grande y vuestras pollas...
Varian se atragantó.
—¿Nuestras qué?
—Vuestras pollas. —Su tono no podía ser más racional, y, sin embargo, a
Varian le costaba creer que supiera lo que estaba diciendo—. Porque verás,
os encanta ir por el mundo como si fuerais los amos de todo lo que contiene
y nosotras las mujeres estuviéramos aquí únicamente para serviros. Y yo,
claro, yo soy una sirvienta. Fea y contrahecha. ¿Por qué? ¿Por qué se me
ocurrió hacer ese trato? ¿En qué estaría pensando?...
—Unas cuantas horas más de oírle repetir que vamos desde la cuna hasta
la tumba y no valemos nada, y puede que empiecen a entrarnos ganas de
quitarnos la vida.
Varian aún estaba intentando levantar del suelo a Merewyn, pero ahora
ella había pasado a resistirse activamente. Para lo menuda que era, podía
ser fuerte cuando quería.
—¿Lo ves? —exclamó ella—. Todos los hombres sois unos bestias. Usáis
vuestra fuerza para obligarnos a hacer vuestra voluntad como si nosotras no
importásemos nada, y luego encima os preguntáis por qué no nos gustáis... —
Prácticamente le escupió la última palabra—. ¿De verdad os extraña? ¿Qué
motivos tendría una mujer para querer someterse al ego masculino? ¿Por
qué iba a hacer tal cosa?
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—Cierto, eres una bestia magnífica con unos labios que resultan de lo más
deseables cuando no están sangrando. Eres esbelto y robusto, con todo el
abultamiento de tu gran... —Varian se encogió temerosamente a la espera de
oírle decir «polla», pero por suerte los pensamientos de Merewyn tomaron
otro derrotero cuando su mirada se cruzó con la de él.-Tus ojos son tan
hermosos —dijo entonces, y por primera vez no había el menor rastro de
desesperación en su voz. Le pasó un dedo por encima de la ceja, lo que hizo
que el miembro de Varian se endureciera inmediatamente en un súbito
ataque de deseo—. ¿Lo sabías? —Pero un segundo después el tono
apesadumbrado de antes volvió a hacer acto de presencia en su voz cuando
apartó la mano del rostro de Varian—. Pues claro que lo sabes. No vales
nada. Como todos los hombres...
—Sí —se burló Blaise—. No vales nada, Varian. Y ¿qué es eso tan abultado
que dices que tiene, Merewyn?
—Cuando se le hayan pasado los efectos del gas, juro que os voy a matar a
todos.
—Pues claro que los matarás —dijo—. Es lo que hacen los hombres, ¿no? Lo
destruyen todo. Todo, absolutamente todo. Porque en el fondo no sois más
que unos sucios puteros de mierda...
—Sí. Vais por el mundo con vuestras lanzas gigantes en ristre, alanceando
a todo lo que se cruza en vuestro camino. Dejando clavados vuestros blancos
en las paredes y en los árboles, mientras galopáis de un campo a otro,
alardeando orgullosamente de todas vuestras conquistas sin que os importe
a quién hayáis podido hacer daño mientras vais en pos de un poco más de
gloria...
—¡No! Unos puteros, eso es lo que sois. —Miró a los trillizos—. Sobre todo
ellos.
Riendo a carcajadas, Blaise dio un paso atrás, sólo para que Merrick lo
agarrara por los hombros y volviera a empujarlo hacia delante.
—¿Dónde?
Varian no veía aquella línea de demarcación que tan clara parecía a los
ojos de Merrick.
Blaise llegó a agacharse para coger una pella de tierra que le arrojó, y que
Varian esquivó, mientras Merewyn maldecía a la mandragora.
Varian inclinó la cabeza hacia un lado y escrutó el suelo con los ojos
entornados.
—Es inútil —se lamentó Merewyn—. Tú, yo, Blaise, todos vamos a morir.
¡Todos!
—¿Cómo puedes decir eso? —preguntó ella con una nota de histeria en la
voz—. ¿Es que no oyes el tictac del reloj que va contando tu vida? Tic. Tac.
Tic. Tac. Tic... tac. Vamos hacia la muerte. Cada segundo que pasa nos
aproxima un poco más a ella. El fin corre hacia nosotros, y no podemos hacer
nada para detenerlo.
—Mantened los ojos bien abiertos para que no se os pase por alto el
círculo gris. —Merrick arrojó una roca sobre dicho círculo, que se
desintegró inmediatamente para revelar un pozo.
—Merlín los creó un día cuando Nimue lo hizo enfadar —dijo—. Entonces
ella creó el agua que estalla para hacerle pagar lo de los pozos. Creo que
esperaba volarle la cabeza, pero no funcionó. Aunque puede que Merlín
todavía cojee un poco como resultado de la experiencia.
Derrick asintió.
—La mayoría de las cosas que hay aquí son el resultado de la larga guerra
que mantuvieron entre ellos. Tenemos las rocas de lava que no quieres
tocar... Son amarillas y extremadamente calientes, pero lo peor es que luego
te pasas semanas apestando. También está el agua hirviendo que está fría
como el hielo.
—¿El qué?
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3º LOS SEÑORES DE AVALON
Varian torció el gesto mientras pensaba en los efectos que debía de tener
entrar en contacto con dicho arbusto.
—Piensa un poco, Blaise —dijo—. ¿Qué les pasa a los turistas cuando van a
un sitio nuevo? ¿Nunca has oído hablar de la venganza de Moctezuma?
—Qué horror.
—Es justo lo que se pretendía con ello, ¿no? Merlín y Nimue estuvieron
pero que muy enfadados el uno con el otro durante los primeros centenares
de años que pasaron atrapados aquí juntos. Desde entonces, se han calmado
bastante.
-No. Si hay algún estrangulamiento que hacer, creo que me he ganado los
honores.
-Pues la verdad es que no. Como he dicho, metimos a Erik en una jaula y lo
dejamos solo hasta que se le pasó.
-Creo que me gustaba más cuando iba cantando cancioncitas de una obra
de teatro.
—Te diría que sí, pero sé que tú nunca le harías eso a Merewyn.
Aún no tenía muy claro por qué había permitido que Merewyn pasara a
formar parte de su círculo. Eso no era propio de él, y menos sabiendo que
ella lo había vendido a cambio de su belleza.
«En realidad no», argumentó su voz interior. Lo único que había hecho ella
era cambiar su fealdad por la tarea de cuidarlo. Merewyn estaba tan
desesperada que a su madre le había resultado muy fácil usarla como peón.
Narishka era toda una experta en el arte de la manipulación. Hasta podía
fingir ser buena y dulce cuando quería.
—Puede serlo, supongo. —Había algo tan tierno en las acciones de ella que
lo conmovió en el lugar más extraño de todos.
Su corazón.
—Déjate de suposiciones —dijo ella en voz baja—. ¿Por qué tiene que ser
tan mezquina la gente? No lo entiendo. Pero lo peor de todo es que yo
también me he portado así. Si hice un trato con tu madre fue para no tener
que casarme con un hombre feo. —Le apretó más fuerte el cuello mientras
le temblaba la voz y su aliento le hacía cosquillas en el cuello—. Durante
siglos me he engañado a mí misma diciéndome que fue porque él no me
respetaba y me trataba como si yo no existiera, pero al final, comprendí por
qué lo había hecho. Él era mucho mayor que yo, tenía montones de cicatrices
y unos ojillos fríos como el hielo, y estaba calvo. Lo único que quería era una
yegua de raza que trajera al mundo a sus herederos. Ni siquiera podía hacer
que conversara conmigo. Cada vez que lo intentaba, él siempre me respondía
diciendo que Dios quería que las mujeres no tuvieran otra opinión que la que
habían recibido de su padre o de su marido. Todas las mujeres deberían ser
sumisas y calladas.
Oírle decir aquello lo llenó de furia. Al igual que ella, Varian tampoco
entendía cómo la gente podía llegar a ser tan cruel.
—Has conocido a mi madre. ¿Cuál de las dos cosas crees tú que prefiero?
—Eso es lo que dices ahora, pero ¿has llevado alguna vez a una mujer fea a
tu cama?
—No.
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—Entonces eres tan malo como todos los demás. —Hizo una pausa y se
mordió el labio por un instante, absorta en sus pensamientos—. ¿O no lo
eres? Me salvaste cuando yo era fea, ¿verdad?
—Sí.
—¿Porqué?
—Y, sin embargo, tú matas a la gente por Merlín. ¿Es que eso no es
abusar?
—Porque... —Su voz fue apagándose al tiempo que se le vidriaban los ojos.
—Yo también.
—¿Mejor?
—Creo que sí. —Se limpió la boca, y luego se apretó la base del cuello con
el paño para tratar de calmar el alboroto que sentía en el estómago—.
Gracias.
No, no lo era. Le hubiese sido muy fácil reunirse con los demás y dejarla
abandonada a sus propios recursos. Significaba mucho para ella que se
hubiera quedado.
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—Lo sé, pero tampoco hacía falta que te quedaras sola. Siempre te estás
metiendo en líos. —Le guiñó un ojo.
Ella asintió.
—Sí, gracias a Dios. Siento mucho todo lo que me oísteis decir. De verdad
que no lo pensaba. Quería callarme, pero las palabras se me escapaban de la
boca una tras otra.
—¿Varían?
-¿Sí?
«Pregúntaselo, Merewyn.» Pero no era tan fácil. Lo que ella quería estaba
prohibido. Era exótico.
Necesitaba saberlo.
—¿Cómo dices?
¿Qué hombre podía ser capaz de negarle lo que pedía? Ciertamente no uno
que tenía bastante más de pecador que de santo. Varian ya podía saborear
aquellos labios. Pero una parte de él aún vacilaba.
Varian la estrechó entre sus brazos un instante antes de bajar los labios
sobre los suyos. Merewyn sintió que le daba vueltas la cabeza cuando se
encontró abrazada tan íntimamente. El le rozó los labios con los dientes,
apretándoselos con una inmensa dulzura antes de separárselos para poder
explorar a placer hasta el último centímetro de la boca de ella con la suya.
interior. Los pechos se le tensaron cuando una oleada de calor fluyó a través
de su cuerpo en un ritmo imperioso que exigía mucho más de lo que tenía
ahora.
Quería ser tocada por él... saber por qué Narishka y Morgana nunca se
sentían saciadas por sus amantes, sin importar lo muy hábiles que éstos
llegaran a ser. ¿Qué podía haber de tan absorbente en el sexo que hacía que
las personas se jugaran la vida con tal de poder practicarlo? ¿Que mintieran
y engañaran con tal de poder gozar de otra persona?...
Además, él lo ignoraba todo acerca del amor o las relaciones. Era un adoni.
Una raza famosa por su implacable crueldad. Más que eso, su propio padre
había sido un bastardo cuyas continuas infidelidades habían arruinado la
vida a todas las mujeres que tuvieron algo que ver con él. Ése era el legado
de Varian, y valía tan poco como él.
Cuando ella abrió los ojos, el deseo que Varian vio arder en ellos lo
atravesó hasta lo más hondo de su ser.
—Gracias —jadeó ella—. Siempre he querido saber cómo era y está claro
que no se lo podía preguntar a Merrick o Derrick.
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—Si queréis explorar cualquier cosa que vaya más allá de ese beso, mi
señora, sólo tenéis que hacérmelo saber. Estoy aquí para serviros. —Le
guiñó un ojo.
-¿Sí?
Merewyn titubeó.
Él le sonrió.
—Gracias.
Capítulo 11
Con los ojos como platos, Merrick apretaba la espalda contra un árbol
como si sintiera pánico hacia aquellos objetos inanimados.
La idea era tan absurda que Varian no paró de reír hasta que las rocas
giraron lentamente hacia ellos como si les estuvieran tomando la medida. Ni
siquiera tuvo tiempo de hablar antes de que las rocas volaran hacia el por
voluntad propia.
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Merewyn chilló y trató de correr en su auxilio, pero sólo consiguió que las
rocas también la atacaran a ella.
—¿Qué diablos son estas cosas? —le gritó Varian a Merrick, antes de
materializar la armadura sobre su cuerpo para que lo protegiera. Funcionó
sólo en el sentido de que la armadura evitaba que las rocas le rompieran el
cráneo o los huesos, pero la fuerza de su ataque combinado le impidió
levantarse.
Era la cosa más rara que Varian había visto en la vida, y eso que como
hechicero había tenido ocasión de ver unas cuantas cosas que se salían de lo
corriente. Volviéndose en redondo, las miró huir boquiabierto por la
sorpresa.
—Para responder a tu pregunta—le dijo—, las rocágulas son las rocas que
al crecer se convierten en gárgolas. Son la materia prima a partir de la que
aparecen. No son particularmente inteligentes, que es la razón por la que en
su mayor parte han de ser controladas por otros, pero están dotadas de una
extremada movilidad.
—Sí, bueno, pues parece que a mí también me han aflojado algún que otro
tornillo. —Torció el gesto cuando su mano encontró un punto
particularmente sensible—. ¿Por qué nunca había visto una de ellas antes?
—Normalmente nunca se exponen a la luz del día. Al igual que las gárgolas,
son nocturnas. Quizás haya algo en el valle que las hace sentirse a salvo
aunque todavía no sea de noche.
—Creía que las gárgolas no podían moverse mientras fuese de día a menos
que Morgana o algún otro se lo ordenara —dijo.
Varian se puso a cavilar. Sabía que existían dos clases de gárgolas, las que
nacían como tales y las que eran creadas. Las últimas eran humanos o adoni a
los que una maldición había convertido en gárgolas. En general no se sentían
demasiado satisfechas con su existencia, pero eran extremadament
inteligentes. Las primeras desempeñaban funciones de sirvientes, y Morgana
utilizaba a muchas de ellas para que combatieran en su ejército
—¡Los bebés!
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—No te canses —le dijo Varian—. Acabas de perder por goleada. Eres un
asesino de gárgolas bebé. Ve haciéndote a la idea.
—Oh, seguro —resopló Varian—. Eso es lo que dicen todos los asesinos de
rocas bebé.
—Lo siento por Garafyn y los demás que fueron convertidos en gárgolas —
dijo.
—Y yo —convino Blaise.
Merrick por fin consiguió reunir el valor suficiente para apartarse del
árbol y fue a reunirse con ellos.
—No lo sé. Hace unos minutos estaban conmigo cuando te oímos gritar...
¿Cómo te quedaste rezagado, por cierto?
—Me pareció oír a Varian y Merewyn en los bosques. Iba a decirles dónde
estábamos cuando de pronto fui atacado por las rocas.
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—Sí, tiene que ser muy triste que un montón de rocas te llenen de
cardenales.
—No tengo ni idea. Digamos que aquí son incontables, y cambian de un día
para otro conforme Merlín y Nimue se esfuerzan por hacerse la vida
imposible el uno al otro.
Oh, seguro que eso hacía que cada nueva experiencia resultara
verdaderamente especial. No había nada como un tropel de peligros para
alegrarte el día y hacer que a Varian le entraran ganas de correr a través
del bosque, cantando alguna alegre tonada.
—Siempre es mejor que tener una muerte dulce —dijo Blaise con una
media sonrisa.
Merewyn paseó la mirada por los alrededores y descubrió que una de las
rocas había regresado. Por extraño que pudiera sonar, la roca parecía estar
llorando. Como era la persona que le quedaba más próxima, la roca rodó
hacia ella y se le restregó afectuosamente contra la pierna. La acción le
recordó a la de un perro doméstico cuando quiere atención y afecto. La roca
era tan alta que le llegaba casi a la rodilla, y tenía dos bracitos que usó para
aferrarse a la pantorrilla a Merewyn.
—¿Es un bebé?
—En esencia, sí. Se habrá quedado rezagada mientras las demás salían
corriendo, así que ahora intenta encontrar algo a lo que poder agarrarse
para sentirse consolada.
—Igual que muchos seres a los que se supone inteligentes —resopló Blaise.
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—Supongo que eso va por Erik —dijo en un tono bastante menos hosco.
Ahora fue Varian quien intervino, también para meterse con Merrick.
—Eso va por cualquiera que sea lo bastante imbécil para acostarse con
Morgana.
—De acuerdo, así que yo también soy imbécil. Pero sigo sin ser una roca.
Sin hacerles ningún caso, Merewyn intentó levantar la roca del suelo, sólo
para descubrir que pesaba demasiado.
Varian suspiró.
—No. Es una gárgola bebé, y tiene muchos enemigos que podrían matarla.
—¿Por ejemplo...?
—Es una roca —dijo aquél—. Tampoco es que vaya a sentir nada, ¿verdad?
Y antes has dicho que estaba asustado. ¿Cómo sabes que es un varón?
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—Claro que puede sentir —dijo Blaise adustamente—. Las rocágulas son
seres vivos, Merrick.
Blaise rió.
—En ese caso seremos tu parentela hasta que encuentres a las demás.
—No puedo creer que vayamos a llevar a remolque a una roca. Eso es
como ir por el mundo cargado con lo que los marineros llaman un ancla, ¿no?
Para su sorpresa, la gárgola rodó hacia Derrick y saltó sobre su pie. Con un
juramento, Derrick retrocedió y le dio una patada, pero sólo consiguió
hacerse todavía más daño, mientras la roca ponía los bracitos en jarras y
adoptaba una postura satisfecha.
Blaise rió.
—Una mujer tiene que ser realmente muy especial para querer a una roca.
Merrick cogió a Erik y se lo puso sobre los hombros para que el hurón
pudiera enroscarse alrededor del cuello de su hermano.
Varian dejó a Blaise y Rocky con Merewyn mientras él y los demás iban en
busca de comida.
Blaise recogió un poco de leña y luego encendió una pequeña hoguera con
su magia para cocinar y calentarse. Eso hizo que Rocky se pusiese a gritar y
corriera hacia Merewyn en busca de protección.
—Se les pasa en cuanto son lo bastante mayores para volar y pesan más.
Rocky todavía es lo bastante joven para que lo hagan trocitos.
No cabía duda de que era una roca del sexo masculino. Merewyn rió y le
estrechó la mano.
—Pues la verdad es que no estoy seguro. Es una de esas cosas raras que
tiene la naturaleza. Las rocas, los árboles, hasta el mismo suelo puede ver.
No siempre tienen la capacidad de entender qué es lo que están viendo, pero
pueden verlo. Por eso hay que ir con cuidado. Un hechicero verdaderamente
poderoso puede emplear esa habilidad para espiar.
Blaise echó unos cuantos leños más a la hoguera. Las ascuas se elevaron
por el aire y cayeron inofensivamente al suelo.
Blaise asintió.
—Cuando el padre de Varian se enteró, le dio tal paliza que poco faltó para
que lo matara.
No, y Varian había sido lo bastante inteligente para darse cuenta de ello.
La mayoría de los hombres no lo habrían visto así, y hubieran cambiado de
bando porque eso les daría ocasión de saldar sus cuentas pendientes con
aquellos que les habían hecho daño. Decía mucho en favor de Varian que no
hubiera sucumbido a esa necesidad de venganza.
—No entiendo por qué los señores de Avalón no pueden aceptarlo por lo
que es.
—Es un campeón.
—Un campeón que intenta tentar a los señores de Avalón para que se
aparten del camino de la luz y cuando caen, los mata por ello.
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—No me entendáis mal, mi señora. Respeto a Varian tanto por aquello que
es como por aquello que hace, pero le conozco. Es implacable. Hasta la
médula. Nació del más oscuro de los poderes de su madre, e incluso ahora
mantiene una relación directa con ellos.
—No lo hizo.
Blaise dejó escapar un largo suspiro al tiempo que extendía la mano para
arrancar una brizna de hierba del suelo. Luego la hizo girar distraídamente
entre sus largos y gráciles dedos, mientras trataba de poner orden en sus
pensamientos para poder explicarle aquello a Merewyn.
con Lancelot y concebiría a sus hijos. Dos. Uno sería usado por Elaine para
atarlo a ella y el otro sería para Narishka, que no quería tener que pasar por
los dolores del parto, pero quería tener un hijo por cuyas venas corriera la
sangre de un merlín. Para asegurarse de que el niño sería una combinación de
su sangre adoni con la sangre de un merlín, Narishka implanta uno de sus
óvulos en el útero de Elaine.
Eso era algo que Merewyn tampoco entendió. El instinto maternal siempre
había sido completamente desconocido para los adoni.
—Algunos creen que sus poderes son todavía más grandes que los de
cualquiera de los merlines. Pero Varían se niega a demostrar o refutar esa
teoría. Cree que sus poderes son suyos, y lo que son o no son es algo que sólo
le incumbe a él.
Blaise bajó la vista hacia la brizna de hierba que tenía en la mano y volvió a
enredársela alrededor del índice.
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—Sigo sin entender por qué su padre lo odiaba tanto por algo sobre lo que
Varian no había tenido ningún control.
Merewyn cerró los ojos y pensó cuan triste era que alguien tuviera que
padecer tanto por algo que sólo debería reportarle felicidad. El amor nunca
debería hacer daño. Pero lo verdaderamente terrible era que luego Lancelot
había dirigido todo ese odio contra la única persona que habría debido estar
a salvo de él: su propio hijo.
—Yo estaba ahí cuando Narishka vino a por él. Como Galahad y Varian
pertenecían a un linaje merlínico, mi padre, siendo el penmerlín de Arturo,
estuvo presente durante sus nacimientos. En aquella época, el nacimiento de
cualquier merlín era seguido con mucha atención, y luego cada merlín era
criado con vistas a proteger su pureza.
—Tienes que recordar que Varian sólo contaba diecisiete años cuando se
libró la batalla, y sólo hacía unas semanas que había sido nombrado
caballero. Aún estaba aprendiendo a controlar sus poderes y dudaba entre
su padre y su madre. Como despreciaba a su padre, temía que verle en el
campo de batalla lo impulsaría a volverse contra Arturo, y quería demasiado
a Arturo para eso. Arturo era lo más parecido a un padre que Varian había
tenido nunca, y lo último que deseaba era arriesgarse a que su madre o
alguien que no fuese ella lo convencieran de que se pasara al bando de
Morgana. Así que decidió permanecer en Glastonbury cuando partimos a
combatir.
—Y Arturo murió.
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Blaise asintió, los ojos ensombrecidos por la pena. Era evidente que él
también había querido muchísimo a Arturo, y Merewyn deseó haber podido
conocer al hombre que había sido capaz de inspirar tanto amor y lealtad en
todos aquellos caballeros. Tenía que haber sido realmente grande.
—Sin embargo, habría dejado que te cortaran el cuello antes que unirse a
ellos. Un hombre puramente bueno jamás sacrificaría una vida inocente por
ninguna razón del mundo. En cambio Varían lo hubiese hecho. Como he dicho,
él no está firmemente plantado en ninguno de los dos lados.
—Y su hermano...
—¿Qué pasa?
Merewyn sintió que se le encogía el estómago. ¿Cómo una mujer podía ser
capaz de hacerle algo semejante a un niño?
—El único que tenía suficiente autoridad para hacerlo era Arturo, y no se
encontraba allí en aquellos momentos.
—¿Nadie más se atrevió a dar la cara por él? Dios mío, sólo era un niño.
—Pero eso sigue sin explicar por qué Galahad lo culpa de que su madre se
quitara la vida.
—Imagina esto: Varian tenía doce años, muy alto para su edad y
extremadamente delgado. Arturo lo había elegido para que fuese uno de los
escuderos reales, y Varian estaba sirviendo vino a los invitados en un gran
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Merewyn se llevó las manos a la boca, llena de horror. Lo que se les había
hecho a todos ellos no podía ser más trágico, y ¿para qué? ¿Para que
Narishka pudiera tener un hijo al que luego ni siquiera fue capaz de querer?
—No volvió a abrir la boca durante dos años después de eso. Ni una sola
palabra a nadie. Se culpaba de la muerte de Elaine. Galahad y él nunca se
habían querido antes de que Elaine se quitara la vida. Pero después... —
Sacudió la cabeza como si la verdad de su relación fuese tan brutal que ni
siquiera podía hablar de ella.
Blaise asintió.
Merewyn apartó la mirada mientras la pena y la ira por lo que habían sido
capaces de hacerle a Varian llenaba todo su ser. Qué horrible haber sido
tan odiado. Seguía sin poder entender por qué ninguno de ellos había sido
capaz de abrazar a un chico que probablemente sólo estaba asustado.
Pero ella sólo era una mujer. Una que no tenía poderes. Ni fuerza. No
tenía nada con lo que luchar.
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Alzó la mirada al oír la voz de Varian y vio que él y los hermanos venían
hacia la hoguera. Varian traía consigo un cordel del que col-gabán tres
liebres. Su armadura había vuelto a desaparecer, y llevaba unos pantalones
de cuero negro y un delgado jubón de cuero del mismo color.
Merewyn se levantó del suelo sin prisa alguna mientras Merrick y Derrick
la contemplaban.
—No sé cocinar.
—Da la casualidad de que yo soy un gran cocinero, así que antes de que
quemes las liebres o me envenenes dándome a comer carne medio cruda,
deja que me encargue de ello.
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—Por mí de acuerdo.
Erik rodó por el suelo fingiendo una muerte violenta por asfixia.Merrick
señaló al hurón.
—Gracias.
Mientras bebía de él, vio cómo Varian pasaba la mano suavemente por
encima de Beau.
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—Deberías descansar un poco mientras Blaise cocina las liebres —le dijo
Merewyn.
—No nos harás ningún favor a los demás si te encuentras demasiado débil
para seguir adelante, o si enfermas a causa de la falta de reposo. Descansa
un instante, Varian, y acuéstate.
—¿Los qué?
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Ahora las cosas eran distintas. Merewyn sabía que no debía hacerle daño.
Capítulo 12
La sensación no podía ser más maravillosa hasta que una voz quebradiza
se abrió paso a través de su sueño.
—Sí que lo es. No hay nada peor que despertar para encontrarte con que
te duele algo.
Dándose la vuelta, vio que los demás también dormían. Y a juzgar por su
aspecto, debían de llevar un buen rato haciéndolo. Era noche cerrada; la
luna estaba alta en el ciclo y las llamas de la hoguera se consumían.
Tenía que ser más de medianoche...
Llena de pena por él, cerró la mano alrededor de la suya y se la llevó a los
labios para depositar un suave beso sobre aquellos nudillos cubiertos de
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3º LOS SEÑORES DE AVALON
Varían sintió que se quedaba sin respiración cuando los labios de ella le
rozaron la piel. Todo su cuerpo vibró de tensión mientras suplicaba poder
saborear de verdad a aquella mujer. Sentía un pesado palpitar en la ingle, y
cuando ella separó los labios, Varian ardió en deseos de acostarla debajo de
él y pasar el resto de la noche cabalgándola.
Apartándose de ella, cerró los ojos y deseó tener a mano una bañera llena
de hielo en la que meterse. Sería la única forma de enfriar el fuego que
hacía estragos en su interior. Cada parte de su cuerpo se había puesto en
estado de alerta y le rogaba poder tocarla. Hasta los pezones se le habían
puesto sensibles, y percibían cada pequeño roce del jubón de cuero que
llevaba puesto. Pero no era el cuero lo que él quería sentir ahí. Quería sentir
cómo ella lo tocaba...
La caricia de su lengua...
Maldición, había pasado demasiado tiempo desde la última vez que estuvo
con una mujer. Y a fin de cuentas, él también era un adoni. El pueblo de su
madre poseía una libido tan intensa que rayaba en la ninfomanía. Los adoni
siempre estaban listos para probar cualquier clase de estimulación sexual. Y
Varian siempre había sido tan apasionado como el resto de ellos. Sólo que él
tenía unos cuantos escrúpulos más acerca de a quién tomaba y dónde lo
hacía.
Él abrió los ojos para ver que Merewyn lo miraba con ceño.
—¿Necesitas...?
Pero ella no podía irse. Había estado más que dispuesta a ofrecer su
virginidad a cambio de obtener su libertad. Y ahora que por fin era libre,
parecía justo que aliviase aunque sólo fuese una pequeña parte de todo el
sufrimiento que le había causado a Varian.
Él tampoco quería otra cosa. Ser acariciado por la mano de ella; sentir la
suavidad de su palma rodeándole el miembro. Pero no podía. Tomarla habría
sido la mayor de las estupideces y él lo sabía.
No podía confiar en ella, y además tenía muy claro que tampoco confiaba
en sí mismo. Le gustaba vivir su vida libre de enredos y emociones. No
conocía otra manera de sobrellevar aquellos días que no se acababan nunca.
Y estaba demasiado habituado a sus costumbres para cambiarlas ahora.
—Lo siento, cariño —le dijo—. No me acuesto con mujeres a las que
conozca. Nunca.
Él asintió.
—Lo soy.
Ella retrocedió, con los ojos gritando la furia que sentía hacia él.
—Varian...
—Tranquila —dijo él, levantándose del suelo y apartándose un par de
pasos de ella—. Sé lo que soy, y puedo vivir con ello.
Ella acababa de ser demasiado franca con él, y lo que era todavía peor,
acababa de traicionar una confidencia que le había hecho Blaise. No hubiese
debido decir nada, pero dado que había llegado tan lejos, bien podía
terminar lo que había empezado.
Varian volvió la cabeza para lanzar una mirada asesina hacia donde la
mandrágora dormía apaciblemente.
—No. —Merewyn dio un paso hacia él, sólo para ver cómo volvía a
apartarse.
¿Lo estaba? A pesar de sus palabras, Merewyn no creía que fuera así.
—Entonces ¿por qué sólo te acuestas con desconocidas? ¿De qué tienes
miedo, Varian?
—De que luego no sepan estarse calladas para que él pueda dormir —gruñó
Derrick con voz somnolienta desde el suelo.
—¿Cómo lo sabes?
Varían se quedó helado, no sólo por lo que acababa de decirle sino por el
hecho de que ella pudiera ver tan claramente en el interior de su alma.
Parecía tan ingenua, y sin embargo, poseía tanta sabiduría como Merlín.
—Los amigos sólo son enemigos que pueden atacarte por la espalda—
repuso—. No te ofendas, pero prefiero mantener a mis enemigos delante de
mí para no perderlos de vista.
—No lo estaré. Nunca. Ya me has dicho que para ti sangrar por nada es
una pérdida de tiempo.
—Sí.
—Que juegues con mi pelo y me traigas comida no quiere decir que puedas
hacerlo —aseveró.
—Tú deliras —dijo—. No vale la pena sangrar por alguien que al final te
volverá la espalda. Yo sólo soy leal a mí mismo.
—Porque eso la cabreó muchísimo, y no quieran los dioses que llegue el día
en que yo haga algo para complacer a esa perra.
—No creo que fueras capaz de llegar a padecer tanto sólo por hacerla
enfadar. Eres noble, Varian, lo sé.
—¡Dejar que los demás podamos dormir un poco, joder! —gruñó Merrick
desde el otro lado del fuego.
Varian le lanzó una mirada asesina, y luego dejó que todas las emociones
fluyeran como un torrente de su interior hasta que no sintió nada aparte del
profundo vacío que integraba su existencia. Aquella discusión había
terminado. No tenía ningún interés en reavivarla. El era lo que era, y ella era
una estúpida si quería tener fe en él.
Ella suspiró cansadamente. Era lo último que deseaba hacer, pero sabía
por el tono de su voz que había dejado de escucharla. Varian había vuelto a
atrincherarse dentro de sí mismo. Nada de cuanto ella pudiera hacer o decir
lo haría cambiar de parecer.
llegar a ver en caso de hacerlo. Estaba inquieto, pero ella no supo si se debía
a la conversación que acababan de mantener o a lo apurado de su situación.
Cuando hubo acabado de comer, Varian giró la cabeza para mirarla por
encima del hombro. Merewyn no hubiese sabido decir por qué lo hizo, pero
cerró los ojos inmediatamente y fingió estar dormida. Él volvió a envolver en
el paño lo que quedaba de la liebre. Luego se limpió las manos en los
pantalones, se levantó y dejó el paño al lado del fuego antes de desaparecer
dentro del bosque.
No hubo respuesta.
Merewyn se mordió el labio sin saber qué hacer. ¿Debería despertar a los
otros para ir en su busca? Volvió la mirada hacia el sitio donde dormían
apaciblemente y se acordó de cómo les habían gruñido hacía unos minutos
para que se callaran. Querían y necesitaban su descanso.
Regresó a la hoguera para hacerse con la daga que Blaise había dejado allí
para cocinar. No era un arma particularmente grande, pero al menos era
algo.
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Eso esperaba.
Pero pasados unos minutos, comprendió que era inútil. No había el menor
indicio de Varian. Ni rastro. El bosque estaba tan silencioso que lo único que
podía oír era el palpitar de su corazón y el jadeo de su respiración
entrecortada.
Avanzó tres pasos más. Allí el bosque era más denso. Las enredaderas
crecían profusamente sobre los árboles. Merewyn tuvo que usar la daga para
abrirse paso a través de ellas, pero cuando al fin pudo pasar, se detuvo en
seco.
Hombre más apuesto que él, jamás había sido creado, y Merewyn tuvo que
apelar a toda su fuerza de voluntad para no cruzar la distancia que los
separaba y tocarlo para asegurarse de que era real.
Al menos hasta que su mirada fue hacia el hombro de Varian para ver la
cicatriz del grial con un dragón surgiendo de él. Merewyn ya había visto esa
marca antes, en el hombro del caballero al que habían dado muerte los
esbirros de Morgana y en el de Blaise. Era la marca de un caballero del grial,
resultado de la crueldad de Lancelot para con su hijo.
Le rompió el corazón.
Mientras ella lo miraba, Varian se metió debajo del agua y permaneció así
durante varios segundos. Merewyn esperó a que volviera a salir a la
superficie, pero no lo hizo. Justo cuando ya estaba segura de que tenía que
haberse ahogado, finalmente lo vio emerger, esta vez con la espalda vuelta
hacia ella.
Se echó los negros cabellos sobre sus anchos hombros y Merewyn los vio
chocar contra su carne desnuda, encima de otra marca en su espalda.
Varian du Fay, el mal encarnado. El hombre que era odiado tanto por los
buenos como por los malos. El hijo de la mano derecha de Morgana era...
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3º LOS SEÑORES DE AVALON
Capítulo 13
Merewyn aún podía oír a Morgana y Narishka mientras urdían sus planes
para dar con los seis caballeros de forma que pudiesen localizar el grial.
¿Qué diría Narishka si supiera que uno de los hombres a los que buscaba con
tanto ahínco era su propio hijo? Menuda ironía. Narishka había intentado
criar una herramienta para el mal, y en lugar de eso Varian estaba
firmemente atrincherado en el lado del bien.
¿O no?
Y aun así había sido elegido para proteger el grial. Lo más increíble de
todo era que su padre hubiera sido juzgado indigno de ello mientras que
Varian no.
No era de extrañar que Varian evitara acostarse con desconocidas.
Seguramente viajaría por épocas en las que no sabían nada de Arturo y sus
merlines. A algún lugar donde las mujeres no entendieran el significado de
aquella marca.
Varian salió del agua y fue hacia la orilla donde había dejado sus ropas. El
aire estaba tan quieto que se le pegaba extrañamente a la piel desnuda.
Caliente. Pesado. Pero al menos ahora estaba limpio. Nunca había podido
soportar sentirse sucio.
Diciéndose que sería mejor que no pensara en ello dado que tampoco había
nada que pudiera hacer al respecto, acabó de secarse rápidamente con la
toalla y se vistió. Pero mientras lo hacía, vio brillar algo en el suelo del
bosque. Lo que quiera que fuese relucía extrañamente a la luz de la luna.
Embargado por la curiosidad, Varian se colgó la espada del cinto y fue a
investigar
.
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3º LOS SEÑORES DE AVALON
El destello plateado resultó ser una pequeña daga medio escondida entre
los hierbajos.
Cerrando los ojos, Varian agradeció que aún le quedara magia suficiente
para poder percibir la esencia de la última persona que había usado aquella
daga. Pero no fue a un hombre a quien vio sosteniéndola.
Sino a Merewyn.
Merewyn era una de las pocas mujeres que sabrían lo que era y lo que
significaba. Varian crispó los dedos sobre la empuñadura de la daga
mientras sentía que un torrente de ira le corría por las venas. ¿Era su marca
lo que la había hecho salir huyendo?
Las palabras ya habían salido de sus labios cuando comprendió que hubiese
debido guardar silencio.
En esos momentos, Varian ignoraba por qué Aquila quería que él estuviese
allí presente. Por qué lo había llamado.
—Quiero que los merlines lleven sus objetos al mundo del hombre para
esconderlos bien lejos de Morgana y su ejército —dijo—. Haced todo lo que
sea preciso para mantenerlos a salvo del mal. Protégeos a vosotros mismos,
pero custodiad los objetos que os han sido confiados como si el destino del
mundo dependiera de ellos, porque así es.
—No —dijo Aquila sin vacilar—. Con todo y lo poderosos que son los otros
doce, ese objeto está por encima de todos ellos. Es una carga demasiado
pesada para un solo hombre. Tendremos a seis elegidos, y cada uno de ellos
tendrá en su poder una pieza del rompecabezas que permitirá que el hijo de
Arturo encuentre el grial cuando llegue el momento apropiado.
—Yo lo haré.
la gran sala. Alta y orgullosa, Ginebra había sido una de las mujeres más
bellas jamás vistas por mortal alguno. Sus largos rizos negros estaban
recogidos en una trenza de la que escapaban pequeños mechones para
enmarcar su hermoso rostro. Sus ojos azules eran honestos y dulces, su
boca un perfecto arco de
Cupido.
—Así será —dijo—. No hay otra forma de proteger aquello que no puede
caer en manos de Morgana. Tiene que hacerse. Y cuando dé la medianoche,
todo el mundo tiene que estar aquí en Avalón. Yo, y los merlines que quedan,
vamos a alzar un escudo para limitar el alcance de Morgana y los suyos.
Avalón y Cámelot serán extraídos del reino del hombre, y de hoy en
adelante quedarán ocultos detrás de un velo para que ninguno de ellos sepa
siquiera que existimos. Mientras un penmerlín reine aquí en Avalón, el velo
permanecerá, y el mundo del hombre estará protegido de Morgana y su
ejército. Montaremos guardia aquí por toda la eternidad o hasta el día en
que Morgana exhale su último aliento.
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3º LOS SEÑORES DE AVALON
—No.
Varian no contestó nada porque sabía la única cosa que Bors ignoraba: él
era demasiado joven para enfrentarse a su madre. Sus poderes aún estaban
demasiado verdes. Si iba a Cámelot en busca de su padre, no regresaría. Al
menos no para combatir en las filas de este ejército.
Narishka sabía muy bien qué era lo que estaba creciendo dentro de
Varian, y sabía cómo manipularlo para hacer que se uniera a ella. Si lograba
hacerse con el control de los todavía incipientes poderes de su hijo, no
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3º LOS SEÑORES DE AVALON
habría nadie que pudiera enfrentarse a él. Nadie salvo Draig, el hijo de
Arturo, quien se hallaba atrapado en un hechizo que lo mantenía fuera del
tiempo. Si Varian caía bajo el hechizo de su madre, usaría todos aquellos
años de odio enterrado y conocimientos acumulados sobre los caballeros de
Arturo para aniquilarlos a todos.
Ésa era la razón por la que no podía estar allí cuando Merlín obrara su
magia. Iría donde no pudiera hacer daño a nadie. Donde no tuviera que elegir
entre uno de los dos bandos o ser usado como un peón. Donde no supondría
un peligro para nadie.
De modo que pasó la noche en Glastonbury, con Dafyn y los demás, y por la
mañana partió de allí y nunca más volvió a formar parte de ese mundo.
Que no hubiera dado él entonces por saber que su destino era llegar a ser
un merlín. Al ir a Glastonbury, Varian había atraído hacia la abadía a todos
los poderes oscuros que Merlín empleó en su hechizo, provocando su caída
en el interior del velo junto con Camelot y Avalón.
última vez que había visto a Ginebra. Fue durante el Hoyo de la Magia, aquel
momento impreciso suspendido entre la noche y el alba, cuando la puerta al
mundo de los adoni quedaba entreabierta y la línea divisoria se volvía muy
tenue.
—Lo sé. —Él pudo sentir cómo Lancelot abandonaba este mundo a primera
hora de la noche.
—¿Majestad?
—Es el veneno —susurró ella con voz vacilante—. Esperaba que tardase un
poco más en hacer efecto. —Le puso la mano alrededor del pergamino—.
Llévale esto a Merlín. Ahora los destinos de todos nosotros están en tus
manos. —Su cuerpo empezó a temblar incontrolablemente.
Pero a cambio, haría que las vidas de las dos únicas personas que habían
significado algo para él no hubiesen servido de nada. Invalidaría todos los
sacrificios hechos por Arturo y Ginebra.
Él sacudió la cabeza.
«Mátala.»
Capítulo 14
Merewyn estaba haciendo todo lo posible para fingir que dormía cuando
sintió la presencia de Varian en pie junto a ella. Incluso con los ojos
cerrados, podía percibir su mirada intensa y penetrante como un contacto
tangible. El olor a cuero y a hombre llenó sus sentidos, abrumándola con el
poderío de la presencia de Varian.
¿La mataría?
Sintió que el corazón le latía cada vez más deprisa a medida que el pánico
iba creciendo en su interior. Resuelta a no ser una cobarde que se dejaba
matar mientras yacía en el suelo, Merewyn abrió los ojos y alzó la mirada
hacia él. Si tenía intención de matarla, entonces quería ver venir el golpe
mortal. La oscuridad llenaba de sombras el rostro de Varian, negando a
Merewyn cualquier indicio de sus intenciones. Oscuro y gigantesco, se
alzaba sobre ella como un espectro malévolo. Lo único que Merewyn podía
ver claramente era la daga apretada en su puño junto al costado.
Merewyn se pasó por los labios una lengua súbitamente reseca, a la espera
de que Varian se abalanzara sobre ella para clavarle el arma que tenía en la
mano.
Pero, sin darle tiempo a moverse, Varian se quitó la capa de los hombros y
la cubrió con ella. El calor y el peso del cuero negro ahuyentaron los
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3º LOS SEÑORES DE AVALON
—Buenas noches.
Para su sorpresa, vio que Varian cerraba los ojos. Desconcertada por sus
acciones, Merewyn se le acercó sigilosamente para ver si meramente estaba
jugando con ella antes de atacar. Era lo que hubiera hecho su madre. A
Narishka le encantaba tranquilizar a sus víctimas con una falsa sensación
de seguridad antes de descargar el golpe fatal. Los malvados adoni soñaban
con ver la conmoción en el rostro de sus víctimas antes de que murieran a
sus pies. Si ésa era la intención de Varian, Merewyn no tenía intención de
darle semejante satisfacción.
—Hace una noche muy fría —dijo ella, y era verdad—. He pensado que
deberíamos compartir tu capa para que no cojas frío. Después de todo,
tienes el pelo mojado.
Con nadie más a su alrededor para que ella le hablara de su marca, Varian
podía considerarse a salvo por el momento.
Aun así, se puso la daga debajo del muslo para que Merewyn no pudiera
llegar hasta ella sin que él se diera cuenta. Luego volvió a poner la mano
sobre la empuñadura de la espada.
¿Podía ser que realmente no abrigara ninguna clase de malicia hacia él?
Subió la pierna para estar más cómodo. Al menos ése había sido su plan,
pero cuando la mano de Merewyn cayó de su hombro para tocar la zona de
piel que había quedado revelada al subírsele un poco el jubón, Varían supo lo
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que era la verdadera tortura. Ahora ya sólo podía pensar en tener aquella
manecita tan delicada alrededor de esa parte del cuerpo de él que tanto
anhelaba sentir su contacto.
«¡Para!»
Claro que, teniendo en cuenta la de siglos que llevaban los trillizos sin
practicar el sexo, Varian no podía evitar compadecerlos. Si lo habían pasado
tan mal como lo estaba pasando él en aquellos momentos, no entendía cómo
aún no se habían quitado la vida.
«¿Varian?»
Mientras llevara esa marca, podía controlar y canalizar el poder del grial.
Podía dejar en libertad una magia tan intensa que nadie sería capaz de
interponerse en su camino o en el de Morgana. Por eso no había querido
saber cuáles eran los nombres de los otros caballeros, y por eso no había
mirado el pergamino para conocer las pistas que podían conducirlo hasta el
lugar donde Ginebra había escondido el grial. No quería tener que hacer
frente a la tentación de traicionar a los otros caballeros. Ya lo asustaba
bastante pensar en lo que podía hacer si un día Bors y los demás llegaban a
enfurecerlo hasta el punto de perder los estribos.
Merewyn fue despertando poco a poco para descubrir que notenía nada de
frío. Olía a cuero y a un agradable aroma masculino...Varian. La sensación era
tan reconfortante que tuvo que contenerse para no pegar la nariz al cuello
de él e inhalar profundamente. Incluso sin hacerlo, podía sentir el calor del
cuerpo de Varian, la fortaleza de su presencia apretada contra ella. Pero lo
que realmente la llenó de asombro fue descubrir que había puesto la mano
sobre la piel desnuda de él. Podía sentir la línea de pelitos que descendía
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Abriendo los ojos apenas una rendija, vio que él aún estaba dormido,
vuelto de cara hacia ella y con los muslos encima de su pierna izquierda. El
hombro de él le servía de almohada a Merewyn, y su capa aún los cubría a los
dos. Merewyn sintió que el corazón empezaba a palpitarle frenéticamente
en el pecho ante lo íntimo de sus posturas. Cada centímetro de su cuerpo
estaba apretado contra Varian, con su cara literalmente enterrada en el
cuello de él.
—No puedo creer que me haya quedado dormido —dijo Varian mientras se
desperezaba lánguidamente. Había en su voz una nota extraña que ella no
entendió, pero de alguna manera sonaba como si pensase que dormir había
sido un grave error por su parte.
Antes de que él pudiera contestar, Merewyn oyó que los demás empezaban
a despertar.
—¿Estás qué?
Rió nerviosamente.
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3º LOS SEÑORES DE AVALON
El recogió su capa del suelo y se la ciñó alrededor del cuello con un broche
de plata en forma de dragón.
Beau parecía un poco más alto, y sus brazos estaban más formados cuando
se agarró al costado de Merewyn mientras ella comía en silencio. Lo más
curioso de todo era que parecía estar chasqueando los labios, cuando en
realidad éstos aún no habían llegado a formarse.
—¿Se puede saber qué diablos pasa con ese dichoso puente?—les
preguntó, al tiempo que intercambiaba una mirada de perplejidad con
Varían—. Quiero decir que, bueno, ¿como cuánto de aterrador puede ser?
—¿Qué pasa? —les preguntó Merewyn, temiendo que pudieran saber algo
que ella ignoraba.
No le respondieron.
—¿Cómo puede estar aquí? —preguntó Varian a Derrick, en voz baja y con
un tono lleno de reverencia. Estaba claro que aquel puente encerraba algún
significado tremendamente importante para él y del que Merewyn no sabía
nada.
Merrick asintió.
Todo su cuerpo clamaba que diera media vuelta y saliera corriendo, pero
Varian podía ser cualquier cosa menos un cobarde.
Antes de que Varian pudiera abrir la boca, los dos hermanos gritaron:
Varian avanzó con ella, sólo para encontrarse con que alguna energía
invisible le cortaba el paso. Esa misma cosa les separó las manos y empujó a
Merewyn hacia delante pese a los esfuerzos de ella por resistirse.
—¡Traidor!
Varian se tensó cuando por fin consiguió identificar la voz que lo acusaba.
—¿Sagremor?
—¿Como qué?
—Detenlos.
—Me temo que mis esfuerzos van a ser tan poco efectivos como los tuyos.
—¿Mi señor?
—Pero...
Varían se hizo a un lado y dirigió una mirada suspicaz a Blaise, que se había
puesto lívido.
—¿Merlín?
Pero éste no se disipó cuando fue hacia él. Varian clavó la mirada en los
tristes ojos ambarinos de Merewyn. Para tratar de tranquilizarla, extendió
la mano hasta ponerla sobre el punto del muro donde ella tenía apoyada la
suya, pero siguió sin sentir el calor de su contacto. Mantuvo la espada
empuñada en la mano derecha mien tras alzaba la mirada hacia el lúgubre
cielo.
Las palabras apenas habían brotado de sus labios cuando sintió una ráfaga
de aire a la que siguió la sensación de la mano de Merewyn sobre la suya
apretándosela como si temiera que algo volviera a arrebatárselo.
Varian no lo entendía.
Él la miró y sacudió la cabeza. ¿Cómo era posible que Merewyn aún fuese
capaz de tener fe en algo después de haber pasado tantos siglos con
Narishka? Pero mientras la miraba, descubrió que una parte de sí mismo de
cuya existencia él nunca había sido consciente hasta entonces quería creer
en su fe. Creer en Merewyn.
—¿Merlín? —llamó Varían, sin obtener otra respuesta que los gritos de los
pájaros que alzaban el vuelo.
-¿Y?
—Sí —rió Varían—, pero al menos ahora aquí tenemos un poco de sol.
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3º LOS SEÑORES DE AVALON
No fue hasta que se pasó la mano por el pelo y, al apartarla, vio el mechón
que se le había quedado entre los dedos cuando se le escapó un grito de
consternación.
«Libertad...»
Los trillizos, Beau y Blaise se retiraron, mientras Varían iba hacia ella con
una expresión solemne en el rostro. Le puso cariñosamente la mano en la
mejilla y sus ojos verdes la abrasaron con el fuego de la amistad.
Aquello bastó para liberar el llanto que ella había estado conteniendo
hasta ese momento. Las lágrimas rodaron por sus mejillas mientras sentía
que la bondad de él la abrasaba como el fuego de una llama invisible. Ella no
se la merecía.
Sintió que los dedos de él se tensaban bajo los suyos al tiempo que una
chispa de furia brillaba en sus ojos.
—¿Con qué fin? ¿De qué me sirve mi libertad cuando nadie me mirará?
Ella tragó saliva ante su sinceridad. Ante la bondad con que la tocaba. Le
apretó la mano antes de bajársela de la cara y sostenerla entre las suyas.
Con el corazón lleno de pena, contempló la fortaleza de aquella carne
bronceada por el sol. Las cicatrices que le cubrían los nudillos. Las manos de
Varian eran grandes y fuertes. Varoniles.
—No te mataré.
-¿Qué?
—Por favor, Varian. Quiero saber, sólo por una vez, qué se sienle al ser
abrazada por alguien. Muéstrame lo que son el cariño y la intimidad para que
así pueda aferrarme a ellos y luchar por ellos.
Varian no hubiese sabido explicar por qué, pero dudaba de que pudiera
hacerlo. Tanto si quería admitirlo como si no, había una parte de él que
parecía formar parte de Merewyn.
Tratando de consolarla, le subió las manos hacia sus labios y besó la palma
de cada una. Ya habían empezado a perder su belleza. Todavía no estaban
deformadas y llenas de bultos, pero ya no eran tan largas y llenas de gracia
como lo habían sido durante la mañana.
—No mereces ser poseída a la vista de todos como una ramera adoni —
dijo.
Ella se pasó la lengua por los labios antes de llevarle la mano hacia su
pecho.
Y como si no bastara con eso, entonces ella bajó la mano hasta que sus
dedos tomaron delicadamente su virilidad. El miembro de Varian se puso
todavía más rígido de lo que estaba, y la erección hizo que todos los
argumentos de que disponía él se batiesen en retirada. Ya no podía pensar
en nada que no fuese la dulzura de los labios de ella.
Llena de anhelo, le subió el jubón para pasar las manos por sus esbeltos
músculos. Su piel era suave y estaba surcada por un sinfín de cicatrices.
Consumida por la impaciencia, Merewyn se apartó de los labios de él para
subirle el jubón de manera que pudiese admirar la perfección de su cuerpo.
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Varian se estremeció cuando sintió que ella posaba los labios sobre su
carne. Ninguna mujer había tocado aquella cicatriz antes. Cuando tomaba a
una amante, siempre recurría a su magia para ocultar las imperfecciones de
su cuerpo. Las cicatrices, los verdugones. Los símbolos del grial, en primer
lugar y por encima de todo. Pero eso era algo que no podía hacer con
Merewyn. Ahora se hallaba desnudo ante ella de un modo en que nunca lo
había estado antes.
Y precisamente por eso, comprendió qué era lo que hacía que aquello fuese
tan importante para ella. No había nada peor que mirar el rostro de la
persona con la que te disponías a hacer el amor y ver compasión. O
repugnancia.
Varian dejó escapar un siseo ahogado cuando ella puso la lengua encima de
la marca y se la apretó suavemente antes de besarla, para luego hacerla
bajar lentamente hacia su pezón atravesado por la cicatriz. Sintió que todo
su cuerpo palpitaba con una intensa vibración mientras ella lo lamía
delicadamente. Estaba tan impaciente por poseerla que necesitó apelar a
toda su fuerza de voluntad para permanecer inmóvil y no acostarla en el
suelo.
Pero lo que se pretendía lograr con aquello no era enfriar el fuego que le
abrasaba la sangre. Se trataba de que Merewyn pudiese tener un recuerdo
que mitigase su dolor. Uno que le hiciera la vida un poco más tolerable.
Merewyn se disponía a dar el primer paso por un camino del que luego ya
no habría escapatoria posible. Pero era lo que deseaba. Quería pasar unos
instantes con un hombre para poder conocer al fin esa sensación tras la que
corrían Morgana y toda su corte.
Varían sintió que el aire huía de sus pulmones cuando Merewyn se desnudó
a su hambrienta mirada. Aunque estaba un poco delgada para su gusto,
seguía siendo la visión más hermosa que hubiera contemplado nunca
mientras la veía quitarse los zapatos con un par de puntapiés.
Y cuando ella extendió las manos hacia los cordones que cerraban sus
pantalones, Varían sintió que el corazón empezaba a latirle tan fuerte que su
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Pero ella quería más que eso. Quería averiguar a qué sabía él. Qué se
sentiría al ser tocada por...
No iría a...
Merewyn le pasó los dedos por la punta del miembro antes de llevárselos a
la boca.
Varian sintió que el aire huía de sus pulmones en un jadeo ahogado cuando
ella lo tomó poco a poco en su boca, un lento centímetro tras otro, mientras
hacía girar la lengua alrededor de su miembro. Enterró la mano en su pelo,
con mucho cuidado de no hacerle daño mientras ella le lamía el miembro con
un cuidado infinito, sometiéndolo a una deliciosa tortura de placer.
Y Varían siguió jugando con ella, arrancándole todavía más placer. Cuando
el cuerpo de Merewyn empezó a apaciguarse, él se irguió para dirigirle una
sonrisa.
—¿El primero?
—Sí —dijo—, y te prometo que tendrás muchos más antes que haya
terminado contigo.
Sólo él.
Por primera vez en su vida, no estaba con una desconocida. Estaba con una
mujer que conocía su brutal pasado. Una que no veía en él a un desconocido
que sólo estaba de paso. Ellos dos eran algo más que eso.
—Haz eso en este preciso instante, y seguirás siendo virgen —le dijo con
la voz ronca.
—No te entiendo.
Con una sonrisa, él le tomó la cara entre las manos antes de atraer sus
labios hacia los suyos para darle un beso. Saboreó la deliciosa dulzura de
aquella boca, la sensación de la lengua de ella explorando la suya mientras se
daba la vuelta para quedar acostado sobre la espalda.
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—Muéstramelo.
Armándose de valor para hacer frente al nuevo dolor que sentiría, ella se
elevó un par de centímetros. La sensación de quemadura siguió presente,
pero ahora mucho menos intensa que antes. Cuando él bajó la cabeza para
chuparle los pechos, prácticamente se esfumó.
que parecía ser capaz aquella mujer, Varían la contempló con los ojos
entornados. Merewyn era increíble.
Cuando le pareció que había logrado ajustarse a él, Varian subió un poco
las caderas para penetrarla más profundamente. La oleada de placer que le
atravesó el cuerpo fue tan intensa que le arrancó un gruñido.
Poniéndole las manos en las caderas, siguió elevándose al tiempo que ella
bajaba sobre él. Con la respiración súbitamente acelerada, sintió que algo
completamente nuevo se infiltraba en su interior.
Durante toda su vida, Varian había creído que poseer una y otra vez a la
misma mujer no tardaría en volverse aburrido.
Pero Merewyn estaba tan llena de pasión y curiosidad que dudaba de que
ningún hombre pudiera llegar a aburrirse nunca de ella.
Era raro encontrar una mujer, por no hablar ya de una virgen, dotada de
un apetito tan intenso. Si no fuera porque la conocía, habría pensado que
Merewyn era en parte adoni.
Tomándole la mano y entrelazando sus dedos con los suyos, Varian sintió
crecer el placer. Pero lo mantuvo a raya hasta que ya no pudo aguantar por
más tiempo.
Merewyn sintió que él le apretaba la mano con más fuerza antes de oírlo
gritar. Vio el éxtasis en el rostro de Varian mientras se estremecía debajo
de ella. Luego él arqueó la espalda, penetrándola todavía un poco más antes
de quedarse completamente inmóvil.
Pero él no quería moverse. Lo único que quería era quedarse así con ella,
por toda la eternidad.
—¿Varian?
-¿Sí?
Le hubiese dicho que debía tener fe, pero en aquel momento ni siquiera a
ella le era fácil tenerla.
Una sombra de pena cruzó por los ojos de él antes de que sacudiera la
cabeza.
—¿Alterarlo cómo?
Vista su situación actual, Merewyn pensó que eso tampoco sería tan
terrible. Preferiría estar muerta que tener que regresar a su antigua
existencia.
—Como no tapes pronto ese cuerpo tan horrendo que tienes, perderé la
poca vista que me queda.
—Vamos, Merewyn.
—Id vosotros primero —les dijo ella—. Quiero estar sola un rato.
—¿Estás segura?
—Sí. Por favor. —Para su alivio, ellos hicieron lo que les pedía, y con cada
paso que daba, fue odiándose un poco más a sí misma.
«¿Merewyn?»
«Déjame en paz.»
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3º LOS SEÑORES DE AVALON
«Podría hacerlo. Pero si me voy, tendrás que cargar con ese aspecto para
siempre.»
Pero luego ocurrió algo todavía peor cuando uno de los brazos se le
empezó a curvar hacia el pecho, súbitamente atrofiado.
—Merewyn...
Ella retrocedió.
Ahora la compadecían.
Ella alzó la mirada hacia Varian, quien seguía luchando por ocultar sus
emociones, y en ese instante, tomó su decisión.
Capítulo 15
Varian estaba tan desesperado por consolarla que podía sentir el anhelo
como un sabor amargo en la boca, pero Merewyn no estaba dispuesta a
permitirlo. Cada vez que él se aproximaba, ella se apartaba.
—¿Me crees tan idiota como para no notar la diferencia en tus ojos
cuando me miras? Veo la compasión y el disgusto que te inspiro. Ni siquiera
eres capaz de ocultarlos.
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3º LOS SEÑORES DE AVALON
—Deja de mentirme.
Varían intentó tomarle la cara entre las manos, pero ella se apartó de un
manotazo con tal energía que consiguió arrancarle un siseo de dolor. Cuando
se hallaba en esa forma, Merewyn tenía una fuerza increíble. Con las manos
ardiendo a causa del golpe, Varian miró a Blaíse, esperando que la
mandrágora tuviese alguna sugerencia acerca de lo que debía decir o hacer
para calmarla un poco,
¿O sí la había?
—¿Qué?
—Las cicatrices que tengo por todo el cuerpo. ¿Te da asco verlas? ¿Las
encuentras repugnantes? Si mi cara recibiese un mandoble que me vaciara
una órbita y me dejara una gran cicatriz que me desfigurase las facciones,
¿nunca más querrías volver a mirarme?
Ella se pasó el dorso de la mano por sus abultados labios para quitarse el
exceso de humedad. Luego se señaló la cara, de la misma manera en que él
se había señalado el cuerpo.
—¿No te parece que esto es un poco más serio que lo que acabas de
mencionar?
Merewyn sintió las lágrimas en sus ojos cuando éstas llegaron de pronto e
hicieron que lo viera todo borroso, pero se negó a llorar. No le daría esa
satisfacción a Narishka.
—Sí.
—Pero no me desearías.
¿Cómo alguien había podido ser tan cruel con un hombre tan bueno?
Sin ningún destino en mente, lo único que quería era escapar del dolor que
sentía en su interior. Quería alejarse de todos aquellos hombres que la
miraban como si les pareciese demasiado vil para tener derecho a respirar
el mismo aire que ellos.
Varian corrió tras ella. Temía lo que pudiera llegar a hacer en aquel
estado. Sinceramente, hubiese podido matar a los hermanos por ser tan
imbéciles. ¿Cómo podían haberla insultado así? Claro que, visto lo que hacían
en la vida antes de que Morgana los desterrara de Cámelot, estaba claro que
nunca habían sido ningunas lumbreras.
Podía oír los sollozos de Merewyn mientras corría delante de él, y para lo
deformada que estaba, era asombrosamente veloz. Agachando la cabeza,
Varian apretó el paso hasta que al fin logró alcanzarla. Aunque ella trató de
esquivarlo, Varian la cogió en brazos y la obligó a volver el rostro hacia él.
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3º LOS SEÑORES DE AVALON
Se quedó boquiabierto.
Y eso lo aterró.
Ella dejó de debatirse en sus brazos y bajó la vista hacia sus manos. Llena
de perplejidad, se las llevó a la cara, donde su piel volvía a ser tersa y suave.
—¿ Estás bien ?
Bueno, no cabía duda de que aquel estado de ánimo la volvía muy creativa.
Merewyn lo miró con una ira tal que Varian llegó a dar un paso atrás.
Con una mueca de disgusto, Merewyn se dispuso a pasar junto a él, pero
de pronto se detuvo y miró dentro del bosque.
—Sólo nos preguntábamos por qué tu madre está jugando así con
Merewyn.
—No. —Miró a Merewyn, cuya expresión dejaba muy claro lo furiosa que
estaba—. Pero te prometo que acabaremos con Narishka.
Sí, en eso tenía razón. Sólo había una respuesta para su pregunta.
—¿La fe?
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3º LOS SEÑORES DE AVALON
De mala gana, ella tomó su mano y dejó que la llevara de vuelta con los
hermanos y con Beau, quien se mostró extremadamente agradecido de que
hubiera regresado a su forma más atractiva.
Varian se dispuso a hacer frente a alguna clase de ataque. Pero no era eso
lo que había atraído la atención de los hermanos, sino la visión de una mujer
joven y hermosa que esperaba de pie en un pequeño claro. Ataviada con un
vestido verde y oro tan escotado que apenas le cubría los pechos, era
realmente exquisita. Su melena de color castaño oscuro caía en oleadas de
rizos desde una diadema de oro adornada con cadenitas de oro que
enmarcaban sus delicadas facciones.
El sonido de aquella voz tan dulce atravesó a Varian como una lanzada.
«Las criaturas mágicas son tan capaces de traicionar a los suyos como
cualquier otro ser, muchacho. Ten paciencia. Algún día lo verás...»
—¿Nimue?
—Porque te aburrías.
Ella rió.
Aun así, él siguió mirándola con suspicacia. Originalmente Nimue había sido
la merlín para la Excalibur de Arturo y una de las cinco hermanas de la
abuela de Varian. Hijas del pueblo mágico, las seis hermanas tenían poder
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3º LOS SEÑORES DE AVALON
sobre todas las sílfides de las aguas, y por eso se las conocía como las
hermanas Du Lac.
Incapaz de aguantar por más tiempo las continuas peleas mientras estaba
encinta, la abuela de Varian había vuelto a la tierra de las criaturas mágicas,
Landvaetyria, para dar a luz al padre de Varian y criar allí a Lancelot.
Después lo llevó a la corte de Arturo el día en que cumplió dieciocho años, y
no se separó de él hasta que el caballero Balin la decapitó para vengarse.
Esa acción había hecho que sus hermanas maldijeran a Balin y a su hermano
Balan, condenándolos a matarse el uno al otro.
Varian miró con los ojos entornados a su tía abuela, que de hecho parecía
más joven que él.
El comentario le ganó que Nimue le lanzara un rayo mágico que lo hizo salir
volando por los aires para acabar estrellándose contra el suelo.
—Un pequeño consejo —le dijo—. Nunca te metas con una hechicera
cuando lo único que puedes hacer para defenderte es sangrar sobre ella. Lo
pagarás muy caro.
Varian arqueó una ceja ante la malévola satisfacción que vio en el rostro
de su tía abuela.
Ella rió.
Cuando vio la mirada llena de malicia que le dirigía Varian, le dedicó una
sonrisa sarcástica.
—Oh, en realidad no se puede decir que sea una maldición —le dijo Nimue
con una risita—. De hecho, yo estoy encantada con cómo está funcionando.
Es la única razón por la que todavía no te he matado. Eres el único hombre
que conozco que realmente mejora con la edad... en más de un aspecto.
—Ésa es la razón por la que se pasan la vida follando como conejos en celo
—musitó Derrick. Las palabras apenas habían salido de sus labios cuando la
boca se esfumó de su rostro.
—Nim —dijo Merlín en un tono irritado—, vuelve a dejar al pobre chico tal
como estaba.
—Yo también me alegro de verte. No puedo creer que todavía estés vivo.
Biaise arrugó la nariz y puso cara de asco. Varian estaba de acuerdo con él
en que tampoco le apetecía profundizar en el tema. Al igual que Baise,
pensaba en Merlín como una figura paterna e imaginárselo teniendo
cualquier clase de experiencia sexual le revolvía el estómago, y el hecho de
que su tía abuela tomase cartas en el asunto lo volvía aún más desagradable.
—Yo también preferiría no tener que oír ciertas cosas —dijo Varian.
—Eres en parte adoni —le dijo Nimue con una risita desdeñosa—. No sé de
que te quejas, francamente.
Esta vez fue Merlín el que chasqueó los dedos, y los dos hermanos y Erik
desaparecieron inmediatamente.
—Cierto, papá. No lo soy. Pero tendrás que pasar a través de mí para volver
a atacarlo.
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—Así que ya veis —dijo—, no nos queda más remedio que permanecer aquí.
Varian intercambió una mirada calculadora con Blaise, quien tenía el mismo
brillo de determinación en los ojos. No iban a quedarse allí, pero carecía de
sentido seguir discutiendo cuando era evidente que tanto Merlín como
Nimue ya habían tomado su decisión.
—No pienses que soy tan ingenuo como para tragarme esta súbita
capitulación. Si bien tus poderes están constreñidos, los míos no. Como te
pille intentando fugarte de aquí después de que haya oscurecido con rumbo
a Avalón, te aseguro que lo lamentarás.
—Suéltalo. ¡Ahora!
—No intentes abarcar más de lo que puedes, mujer —le dijo Merlín con
una sonrisita desdeñosa—. Confórmate con ocupar el lugar que te
corresponde.
—Y ¿qué se supone que significa eso ? — inquirió Nimué con los brazos en
jarras—. ¿Cuál es el lugar que debería ocupar una mujer? ¿Eh?
—Tiene que ser horrible estar atrapada en este valle con alguien que no te
respeta, ¿verdad? —le dijo.
—Por eso he llegado a cogerle tanto aprecio —dijo Merewyn, tiempo que
señalaba a Varian—. Él nunca le falta al respeto a ninguna mujer, a pesar de
que su madre es un insulto para el género femenino.
Nimue lo miró.
Varian no pudo menos que estar de acuerdo con la observación que Derrick
había hecho acerca de Merlín y Nimue: cuando decidían ponerse a discutir,
discutían pero que muy en serio.
Tratando de no atraer su atención mientras estaban tan furiosos, se
levantó del suelo sin decir nada y cogió de la mano a Merewyn para apartarla
sigilosamente de los dos hechiceros enfrascados en su batalla.
Blaise agarró del brazo a Beau y los siguió de manera igualmente sigilosa.
Varian nunca había sido de los que se retiran, pero en este caso hizo una
excepción. Con un poco de suerte, quizás aún conseguirían sobrevivir a
aquello.
Pero sólo habían tenido tiempo de dar unos cuantos pasos cuando se
dieron de bruces con un muro invisible. Varian se dispuso a retroceder, pero
se encontró con un segundo muro.
—El que me pase la vida discutiendo con Emrys no quiere decir que
siempre esté en desacuerdo con él —dijo—. En esto, Emrys y yo estamos
unidos. Nadie deja este valle. Nunca.
—Yo fui sacrificada por esto. Al igual que lo fue Emrys. Intentamos
advertir a Arturo y a tu padre, entre otros, de que Morgana era peligrosa.
Nadie quiso escucharnos. Todos pensaron que nos habíamos vuelto locos. Y
cuando intentamos ayudarlos, nos encontramos atrapados aquí, y oímos lo
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que decían y pensaban de nosotros todas aquellas personas a las que nos
estábamos esforzando por salvar. Espero que me perdones si te digo que
ahora no me siento muy inclinada a ser benevolente con ellos.
—¿Cómo puede hacerse con él? Un caballero del grial ha muerto, con lo
que su pista ha quedado perdida para todos excepto la penmerlín Aquila. Y
ahora dos caballeros más se encuentran atrapados aquí, fuera del alcance de
Morgana. Yo diría que el grial está ahora más a salvo que nunca.
—Mi buen dragón, Emrys fue penmerlín y yo soy hija de una sílfide del
lago y de la divinidad del destino. Entre los dos, no hay nada que no sepamos.
Eso incluye el pensamiento que estás teniendo en estos momentos, el cual
me dice que me tienes por una mentirosa. También estoy al corriente del
miedo que siente Merewyn a volver a ser fea y de todos los improperios
mentales con los que me está cubriendo Varían dentro de su cabeza. —Bajó
la mirada hacia Beau—. Y no hablemos de esa pobre roca, que ahora cree que
Merewyn es su madre. Pobrecita mía. —Le sostuvo la mirada a Varían—.
Todos estáis atrapados aquí. Para siempre. Así que empezad a
acostumbraros a la idea.
Varían corrió hacia la puerta para encontrarla cerrada sin que hubiera
forma de abrirla. Debería habérselo imaginado. Golpeó la puerta con el puño
sin conseguir nada y luego se volvió hacia los demás.
—Ni se te ocurra.
Capítulo 16
Todavía le costaba un poco hablar, pero una cosa estaba clara, y era que
se sentía tan unido a Merewyn como ella a él, y los dos habían llegado a
formar un vínculo indestructible.
Los días fueron transcurriendo con una terrible lentitud, y lo único que
aliviaba un poco su encarcelamiento era el hecho de que se llevaban
bastante bien entre ellos. De noche, se retiraban a sus habitaciones
individuales aunque Varian tenía que contenerse para no ir en busca de
Merewyn. Lo único que quería era abrazarla... o al menos ésa era la mentira
que se repetía continuamente a sí mismo, pero sabía que valía más que ni se
le ocurriera intentarlo. En primer lugar, tenerla en sus brazos sólo serviría
para que la deseara aún más y, en segundo lugar, sólo le faltaba añadir más
complicaciones a su vida.
Varían tenía que llevar a Merewyn a Avalón de forma que ella pudiera
identificar quién había cambiado de bando, y así él podría impedir que ese
hombre siguiera haciendo de las suyas. Pero para eso antes era preciso
romper el hechizo de Merlín. Aunque ningún hechicero podía interferir con
el hechizo arrojado por otro, siempre se pasaba por alto algún detalle
insignificante que permitía a la persona que había sido hechizada escapar de
los efectos del hechizo. Sólo era una cuestión de tiempo hasta que lograran
dar con él.
—¿Varían?
Cuando Varian alzó la mirada hacia ella, Merewyn no pudo reprimir una
exclamación ahogada.
—Oh, Dios mío —jadeó ella, y se volvió para llamar a Blaise por encima del
hombro.
-¿Sí?
—¿Que has dicho que tiene? —preguntó Merewyn. Nunca había oído
hablar de tal cosa.
Varian no respondió.
Verlo así afectó mucho a Merewyn. Bastaba con mirarlo para darse cuenta
de que tenía unos dolores terribles.
—¿Cómo?
—Ve a hablar con Merlín y Nimue —dijo—. Cuéntales lo que está pasando y
averigua si hay alguna manera de ayudarlo.
No había hielo en la casita. Tampoco había ninguna otra cosa que pudiera
servir para bajarle la fiebre.
—Ojalá pudiera atravesar ese brazalete con los dientes por vos, mi señora.
Mal rayo parta a su madre por hacerle daño.
—Lo sé. —Volvió a dejarlo acostado en el camastro, y poco faltó para que
se echara a llorar de pena cuando oyó que los dientes le empezaban a
castañetear. Sus ojos fueron hacia el brazalete, y una oleada de rabia ardió
dentro de ella. Maldita fuese su madre por ser tan cruel.
Varían siseaba y gruñía cada vez que ella lo tocaba. Aunque el agua estaba
tibia, apenas le ponía el paño sobre el cuerpo la fiebre lo calentaba tanto
que desprendía vapor. Intentó echarle un poco de agua sobre el pecho, pero
la fiebre hizo que hirviera y se evaporase en cuestión de segundos.
Merewyn se protegió la cabeza con las manos mientras los objetos volaban
por los aires alrededor de ella. Trató de llamar a Beau o a Blaise, pero éstos
no le respondieron. Y justo cuando pensaba que las cosas no podían ponerse
peor, Varian empezó a sangrar profusamente por la nariz y la boca. Cuantos
más objetos se rompían en mil pedazos, más sangraba él.
Merewyn trató de llegar hasta él, pero alguna fuerza invisible la mantuvo
clavada contra el suelo.
—¡Varian!
Merewyn cerró los ojos e intentó proyectar sus pensamientos hacia Varian
o Blaise.
No habría sabido decir cuánto duró el caos antes de que todo se detuviera
repentinamente. Era como si no hubiese ocurrido nada.
Después de todo lo que él había hecho y todo lo que había padecido para
proteger a los señores de Avalón, ¿éste iba a ser su destino?
—Varian dijo que un hechicero podía mitigar la magia de otro. ¿Hay alguna
forma de mitigar esto?
—¿Así que las únicas personas que pueden librarlo de este hechizo son su
madre o el Azar?
—Sí.
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No podía dejar que Varian muriera o sufriese. Daba igual lo que tuviera
que prometer o con quién tuviera que pactar, ella iba a sacarlo de esto.
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Capítulo 17
Sus poderes no eran nada comparados con los de Varian, lo que quería
decir que para él la experiencia había sido relativamente llevadera. Cuando
alguien tan poderoso como Varian quedaba sometido a un hechizo de control,
el sufrimiento era espantoso. Cuanto más poder era retirado, mayor era el
dolor. Y con alguien como Varian, había muchas probabilidades de que nunca
llegara a recuperarse.
—Sé que puedes oírme, V —le dijo—. Siento que no pudieramos romper a
tiempo el hechizo. —El día anterior habían estado hablando de lo que
ocurriría en el caso de que la magia de Varian acabara rebelándose contra
él. Varian habría debido saber que sólo era cuestión de tiempo que lo
hiciera—. No te preocupes. Cumpliré mi palabra. A Merewyn no le pasará
nada. La protegeré por ti,
También sabía que Varian estaba librando una batalla perdida. Ni siquiera
él era tan fuerte. Pensó que debería haber dedicado más tiempo a conocer
mejor al hombre antes. Como tantos otros, había permitido que Varian lo
mantuviera alejado y apenas había prestado atención a aquel hechicero que
prefería la soledad a la compañía.
Blaise sintió una presencia detrás de él. Volviendo la cabeza, vio a Beau
inmóvil en el umbral de la habitación.
—Mi señora llora, y eso pone triste a Beau también —le dijo—. ¿El amo no
puede decirle que no llore?
—Sí, pero no para esto. Si Varian pudiera ser curado por algo como unos
cuantos escupitajos de gárgola, yo podría haberlo curado con mis poderes.
acostar, y siempre reza por él. Dice que el amo necesita alguien que lo
quiera y que cuide de él. Dile que tiene que levantarse de la cama. Si no, mi
señora nunca dejará de llorar.
Blaise pensó que le hubiese gustado ser tan ingenuo como la gárgola. Pero
él sabía que no iba a ser así. Lo más probable era que Varían muriese en los
días siguientes, y no había nada que se pudiera hacer por él.
¿A qué precio?
—Gracias, Beau.
Evitó mirar a Blaise mientras iba hacia Varían. No se atrevía a hacerlo, por
miedo a que lo que pudiese ver en el rostro de la mandragora la hiciera
arrepentirse de sus actos y tratar de encontrar la manera de cambiarlos.
Pero sabía que aquello era lo mejor para todas las partes implicadas.
Sin una palabra a Blaise, extendió la mano hacia la muñeca de
Varían.
—¿Qué haces?
—Lyra daludité —susurró, repitiendo las palabras mágicas una y otra vez.
«La libertad no es más que una ilusión...»
Buscó a tientas el brazalete con la mano para encontrarse con que había
desaparecido. ¿Cómo?
Varian miró a Blaise para ver que estaba mirando a Merewyn como si no
pudiera dar crédito a sus ojos. Siguió la dirección de la mirada de la
mandrágora para encontrar a Merewyn sentada en el suelo con una leve
sonrisa suspendida en la comisura de los labios.
Pero no fue así. Merewyn abrió la boca como si fuese a hacerlo, pero
ningún sonido salió de ella. Se llevó la mano al cuello, y luego sus labios
articularon las palabras «No puedo hablar».
-¿Qué?
—No tengo ni idea. Pero algo me dice que vosotros dos necesitais hablar.
—Y antes de que Varian pudiera pestañear, Blaise salió de la habitación
seguido por Beau.
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—¿Merewyn?
De mala gana, se apartó de ella. Trató de usar sus poderes para leerle los
pensamientos, pero algo se lo impidió. Merewyn no podía poseer esa
habilidad...
Su madre.
—¡Merewyn!
Lo mataría.
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Cerró los ojos y escuchó el firme latido del corazón de él. Nunca había
oído un sonido mejor. El cuerpo de Varian había recuperado la temperatura
normal.
Varian la rodeó con los brazos al sentir que ella empezaba a temblar. ¿Qué
había hecho Merewyn? Quería enfurecerse, pero ¿cómo podía hacerlo?
Cualquiera que fuese el trato que hubiera hecho ella, lo había hecho
pensando en la vida y en los poderes de él. Sólo un completo canalla sería
capaz de condenarla por algo semejante.
Merewyn quiso gritar de alivio. Pensar que él la odiaría por lo que había
hecho la había tenido aterrorizada. Ahora, lo único que quería era estar más
cerca de él. Atrajo los labios de Varían hacia los suyos para poder saborear
el calor de su boca. Pasó las manos por la piel desnuda de su espalda,
deleitándose con la sensación de su cuerpo.
Sintió que le subía la falda para poder pasarle la mano por el muslo. Una
oleada de calor se extendió por su cuerpo ante la deliciosa expectativa de lo
que se disponían a hacer. Pero antes de que él pudiera llegar a tocarla, la
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puerta de su habitación se abrió con tal violencia que la hizo chocar con la
pared.
Varian sabía que era mejor no responder hasta que Merlín hubiera
explicado su ira.
-¿Qué...?
—¿Cómo?
Sintió que Merewyn se envaraba, y de pronto supo qué era lo que había
entregado a cambio de su vida. Le puso la mano en el hombro para
reconfortarla mientras la mantenía detrás de él, resguardándola de los dos
hechiceros que la matarían si llegaban a saber la verdad.
—¿Y si no regresas?
—Regresaré.
Rió cuando sintió que sus poderes volvían a vibrar en su cuerpo. Oh, sí. La
sensación no podía ser más deliciosa. Era bueno ser un merlin… Ahora tenía
una pequeña deuda que saldar.
Echando la cabeza hacía atrás, extendió los brazos y respiró hondo para
canalizar los elementos a su alrededor. El poder elemental fluyó a través de
él como vino caliente.
Varían dio un respingo al oír aquella profunda voz que hablaba con un
marcado acento. Poniendo la mano sobre la empuñadura de su espada, giró en
redondo para ver a un hombre vestido de cuero marrón que se cubría la
cabeza con una capucha. Estaba inmóvil con los pies firmemente plantados
en el suelo y los brazos cruzados encima del pecho. Llevaba el atuendo
propio de un arquero, con una aljaba llena de flechas y un arco largo
colgados a la espalda. En el hombro izquierdo llevaba una delgada vaina de
cuero negro que contenía una espada como las que usaban los soldados de a
pie.
La capucha que ocultaba el rostro del desconocido hacía que Varían sólo
pudiera ver su perilla castaña y parte de una mejilla finamente esculpida. No
tenía ni idea de cuáles serían sus facciones o qué edad tendría, pero algo en
él parecía antiguo. Sabio.
Formidable.
Varían entornó los ojos cuando algo en la voz del desconocido le sonó
extrañamente familiar.
—¿Te conozco?
—Estás demasiado ocupado para perder el tiempo con chalados como yo.
Lo sé. Ibas a salir corriendo para suicidarte. No quiera Dios que sea yo
quien te impida hacerlo, ¿eh?
Varian frunció el entrecejo ante la nota traviesa que había en la voz del
desconocido.
—¿Quién eres?-insistió.
—Al igual que tú, sólo soy otra hemorroide en el culo de Morgana. Y si vas
a irritarla, entonces creo que deberíamos unir nuestras fuerzas.
Varian no estaba seguro de si podía confiar en él, pero lo cierto era que le
gustaba su manera de ver las cosas.
—Tenemos que actuar ahora mismo para pararles los pies —le dijo
después—. En estos momentos, Morgana no sabe que Nimue y Merlín están
vivos, pero si su enviado logra rebasar a Sagremor, lo sabrá.
Faran rió.
—¿Cuánto...?
—No puede manifestarse hasta que ellos toquen el puente —dijo Faran—.
Además, no queremos tenerlo aquí si podemos evitarlo. Su niebla sólo
serviría para cegarnos impidiéndonos ver a nuestros objetivos.
—Creerán que todavía tienes restringidos tus poderes —dijo—, así que
contamos con una ligera ventaja.
Faran rió.
—Merlín envió una llamada para que todo el mundo se preparase por si
acaso llegan a invadirnos. Pensamos que estarías aquí para defender el
frente.
—Que les den. Si no pueden daros una buena somanta, merecen morir.
—Sí, bueno, a veces no hay más remedio que combatir por el amor, o en
este caso, por la vida. Si cruzan este puente, no quedará lo bastante de mí
para seducir a nadie.
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Varian invocó su magia mientras veía cómo los adoni desenvainaban sus
espadas y daban inicio a su ofensiva.
Faran lanzó sus flechas. Al igual que habían hecho los adoni, estas se
dividieron nada más salir del arco y formaron una docena de saetas que
dieron en siete de los adoni. Cinco de ellos se disolvieron, demostrando que
no eran reales, mientras otros dos caían al suelo para empezar a retorcerse
presas de la agonía. Erik soltó un aullido de victoria.
Faran disparó más flechas. Éstas se incrustaron en los adoni, pero los
que fueron alcanzados se limitaron a dividirse en todavía más atacantes.
-¿Qué?
Faran bajó el arco, y aunque Varian no podía verle la cara, algo le dijo que
el arquero le estaba lanzando una mirada penetrante.
—Morgana salió vencedora de la última batalla que se libró aquí—dijo el
caballero—. Impidamos que la historia se repita. Quemémoslo hasta los
cimientos.
Merrick había alzado su espada para abalanzarse sobre él. Movió la hoja
en un ángulo de tal manera que ésta se deslizó por debajo de la coraza de
Varian.
Varian quería gritar para alertar a Faran, que ya estaba haciendo frente a
los adoni, pero la herida le había afectado el pulmón. Lo único que pudo
hacer fue tragar aire con un jadeo ahogado mientras sentía el sabor de su
propia sangre en los labios. No hubiese debido darle la espalda a Merrick.
—Vamos, te sacaré del puente para que puedas quemarlo —le dijo.
Cuando llegaron al inicio del puente, Merrick vino por detrás y apartó a su
hermano de un empujón. Derrick soltó a Varian y éste cayó al suelo. La
herida era tan seria que ni siquiera podía tenerse en pie. El dolor y el
extraño entumecimiento que había empezado a extenderse por su cuerpo le
impedían pensar.
Merrick atacó, pero Derrick lo agarró por el cuello en una presa de lucha
libre.
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Las llamas se esparcieron por el puente como el oleaje sobre una playa.
Mientras ardía, Varian vio la imagen de Sagremor. El caballero estaba
inmóvil en el centro del puente con la espada desenvainada. Primero miró las
llamas como si no pudiera dar crédito a sus ojos y luego, con una expresión
de paz en el rostro, saludó a Varian con la espada antes de desaparecer
entre la humareda.
Varian oyó que alguien venía hacia él y de inmediato intentó rodar por el
suelo, en un desesperado esfuerzo por encontrar su espada y levantarse.
Capítulo 18
Abrió los ojos, y no vio el gris del bosque ni oyó los sonidos de la batalla.
Vio el sol entrando a raudales por una ventana abierta. Estaba tendido en el
suelo en los aposentos de la penmerlín Aquila.
Varian frunció el entrecejo hasta que vio a Merewyn y Blaise en pie detrás
de Aquila. Merewyn le ofreció una sonrisa, que él devolvió antes de dirigirse
a Blaise.
—¿Faran?—repitió Blaise.
—Un amigo. —Merlín dio un paso atrás mientras Varían se levantaba del
suelo—. ¿Cómo te encuentras?
¿Los hermanos?...
—Pensé en ello. Pero mi padre los habría matado sin pensárselo dos veces,
y entonces Derrick se hubiera sentido culpable por sacrificar las vidas de
sus hermanos para salvar la tuya. De este modo podrá ser bueno sin tener
nada que lamentar.
—Fuera con Garafyn, y supongo que eso es como para asustar a cualquiera,
¿no? Dios quiera que no empiece a parecerse a Garafyn de tanto pasar el
rato con él. No me gustaría tener que convertirlo en gravilla.
—¿Está segura?
Merewyn asintió.
Blaise carraspeó.
parece que ahora iré a darles un poco la lata a Seren y Kerrigan. Para ver
cómo está la cría y todo eso. Nos vemos luego. —Se volatilizó de la
habitación.
—¿Necesitas preguntarlo?
Ella extendió la mano, y una pequeña bola de cristal voló hacia ella desde
la mesa que había al lado de Varian. Quedó suspendida en el aire y empezó a
girar rápidamente hasta que una iridiscencia rojiza emanó de su centro. La
luz los bañó con un resplandor ultraterrena mientras daba forma al rostro
de Morgana.
La hechicera los miró desde la esfera como si los tres fueran las criaturas
más viles del universo. La reacción no dejaba de tener su gracia, viniendo de
la Reina de las Perras.
—Merewyn de Mercia.
—Cuidadito con lo que dices, Varian —lo riñó Narishka desde la distancia—
. Creía haberte educado mejor.
—Por supuesto que lo hiciste, mamá, pero tengo a dos damas aquí conmigo,
y no quiero ofenderlas recurriendo a la clase de lenguaje que aprendí de ti.
Varian ardía en deseos de extender las manos a través del globo de cristal
y matarlas a ambas. Ojalá hubiera podido.
—O Varian o Merewyn tienen que haber vuelto con nosotras antes de que
haya transcurrido media hora, o de lo contrario...
Varian hizo añicos el globo con sus poderes cuando su furia hizo explosión.
—¡No! —gritó él, haciendo una bola con el papel—. No dejaré que vuelvas
allí. —Miró a Merlín en busca de ayuda—. Merewyn conoce al traidor. Yo no.
Puede entregártelo.
Pero primero tenía que encontrar alguna manera de hacer que Varian
viese la luz. Le puso un dedo sobre los labios cuando vio que se disponía a
seguir discutiendo con Merlín. Qué extraño que aquel hombre que le había
dicho que no moriría por nada ahora estuviera dispuesto a dar su vida por
ella.
Ojalá hubiera podido contarle lo que sentía. Contarle por qué tenía que
hacer aquello. Contarle que lo amaba.
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Pero lo único que podía hacer era mostrarle lo mucho que había llegado a
significar para ella.
Pero nunca habían estado destinados a estar juntos. Ahora lo único que
podía hacer era distraerlo. Y con esa idea en la mente, bajó la mano y la
deslizó por debajo de su armadura.
Cuando Merewyn le bajó los pantalones por debajo de las caderas para
dejarlo desnudo, todo pensamiento racional se evaporó de su mente. Ahora
ya sólo podía pensar en poseerla.
boca. Varian siseó cuando ella fue llevándolo cada vez más adentro al tiempo
que se lo acariciaba delicadamente con la lengua.
Merewyn gimió al sentir el sabor del cuerpo de él. Si algo había aprendido
en la corte de Morgana, era que los hombres vivían esclavizados por sus
hormonas. Eran su punto débil.
Encendida por el deseo, Merewyn quería que todo Varian fuese suyo.
Con una última convulsión, Varian la estrechó entre sus brazos y deseó que
le fuera posible llevársela consigo a algún lugar para pasar el resto del día
desnudo entre sus brazos.
El pánico hizo presa en Merewyn cuando vio que él se subía los pantalones
y se ataba los cordones. No sabía qué hacer. Su plan había consistido en
seducir a Varian, y en lugar de eso había sido él quien acababa de hacerle
perder el mundo de vista.
Apenas había tenido tiempo de llegar a pensar las palabras cuando fue
volatilizada de Avalón, para aparecer nuevamente en el mundo incoloro de
Cámelot.
—Y ha venido.
—¿Estáis perdiendo los poderes, mi reina? ¿No podéis sentir los poderes
de mi hijo dentro de ella?
—Vaya con la pequeña ramera —dijo—. Así que estás embarazada, ¿eh?
Bueno, por supuesto que podía estarlo. Al menos en teoría. Pero ¿cómo
podían saberlo ellas?
Varian fue despertando poco a poco cuando sintió que alguien le daba
palmaditas en la espalda. Esperando que fuese Merewyn, se quedó
estupefacto al ver a Beau inclinado sobre él.
—¿Cómo dices?
—Envíame a Cámelot.
—No puedo hacer tal cosa. Podría ser que no fueras capaz de regresar, y
no quiero tener la responsabilidad de tu muerte sobre mi conciencia.
Él masculló un juramento.
-¿Es?
El dios vestía una simple túnica y unos pantalones de montar. Llevaba los
cabellos de un rubio oscuro recogidos con un pequeño cordón de cuero sobre
la nuca.
—No has podido expresarte con más claridad, Varian —dijo—. Pero tengo
que decir que me sorprende. Nunca pensé que oiría semejantes palabras en
boca de alguien como tú.
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Merlín palideció.
El dios asintió.
—Sí, pero un caballero ha caído, y por lo tanto otro será escogido para
reemplazarlo.
—Tiene que ser alguien que lleve sangre de merlín en las venas... Oh, Dios,
no me digas que es Arador —murmuró, usando el nombre del nuevo rey de
Cámelot, que era un merlín por derecho propio.
—No hace falta que vayas tan lejos. De hecho, deberías pensar en ti y en
cómo tú mismo has puesto esa herramienta en las manos de tu madre.
¿Merewyn embarazada?
—Hazlo, y todo habrá terminado para ti —le advirtió—. Tu madre por fin
ha encontrado la única soga con la que puede ahorcarte.
—Me parece que sí. Ya estoy harta de perder el tiempo contigo. Pero me
pregunto si seguirás mostrándote tan desafiante cuando empiece a
torturar a tu juguete favorito delante de ti.
Su madre rió.
—No pensarías que te lo iba a poner tan fácil, ¿verdad? La zorra se queda
aquí con nosotros. Hizo un trato conmigo, y antes veré helarse el infierno
que yo decida liberarla.
La mirada de Varían fue más allá de su madre para ver al dios del destino
inmóvil y con los brazos cruzados encima del pecho.
—Recoger mi propiedad.
—Sí. Cuya duración había sido fijada en un ciclo lunar, y eso terminó
mientras ella se encontraba en el valle. Técnicamente, ahora Merewyn es
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Mientras el Azar daba un paso hacia ellas, Narishka extendió las manos.
Varian no tenía ni idea de qué podía ser lo que su madre iba a hacerle a
Merewyn, pero no pensaba esperar para averiguarlo. Sin pensar se abalanzó
sobre ella para protegerla con su cuerpo.
—Bueno, mi plan original era hacer que la mocosa volviese a ser horrenda.
Pero me parece que esto tampoco está tan mal, ¿verdad? Llévatela contigo,
Azar, y a Varían siempre le quedará el consuelo de saber que a partir de
ahora nadie le pondrá un dedo encima mientras tú estés entretenido
follándotela. Realmente poético, ¿no?
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—No —musitó ella, mientras las lágrimas empezaban a caer de sus ojos—.
Tú no te mereces esto.
—Sí.
-Sí.
El dios avanzó.
Antes de que pudiera responder, Merewyn vio una clara imagen del cuerpo
contrahecho de Varian haciéndole el amor. De aquellas manos nudosas y
deformes moviéndose sobre su cuerpo...
—¿Demostrártelo? ¿Cómo?
—Bésalo.
—¿Eso es todo?
—¿No es suficiente?
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—Sí, Varian, tengo que hacerlo. —Le apartó de la cara los cabellos
enredados—. Me da igual la apariencia que tengas. Es a ti a quien amo, no a
tu aspecto. Tu humor, tu bondad, incluso esa especie de ronquidito que
haces cuando duermes.
—Yo no ronco.
Ella rió.
—Sí roncas. —Y con esas palabras atrajo sus labios hacia los suyos.
Merewyn le rodeó los hombros con los brazos mientras Varian le
mordisqueaba delicadamente los labios con sus dientes torcidos.
—No me des las gracias —repuso éste—. No he tenido nada que ver con
esto.
EL GUERRERO DE LA OSCURIDAD KINLEY MACGREGOR
3º LOS SEÑORES DE AVALON
—Ah, tenías otras cosas en la cabeza. Ahora, chicos, tengo más gente a la
que hacer enfadar. Que tengáis una buena vida. —Y con esas palabras, los
dejó solos.
Varian levantó las manos para ver que estaban tal como habían sido
siempre. Luego le sostuvo la mirada a Merewyn, que lo miraba con ojos llenos
de felicidad.
—¿Acaso no es evidente?
—¿Que estás loco? Sí. No se te ocurra volver a hacer esa clase de locuras.
Él la tomó en sus brazos.
—¿Porqué?
Y cuando se besaron esta vez, Varian sintió la única cosa que nunca había
sentido antes. No sólo el amor de Merewyn, sino por primera vez en su vida,
que él tenía fe. Fe en ella y, por encima de todo, fe en su futuro juntos.
Epilogo
Un mes después...
Y con cada día que pasaba, Merewyn quería un poco más a Varian.
Atesoraba cada uno de los instantes que pasaba con él. Cada conversación,
cada beso robado y ofrecido libremente.
Y lo que era todavía mejor, Merewyn había encontrado en Avalón algo que
nunca había tenido antes. Una amiga en la esposa de Kerrigan, Seren. La
rubia y menuda Seren había sido una pobre aprendiz de tejedora hasta que
el destino descubrió en ella a una de las merlines perdidas que custodiaban
el telar de Caswallen.
Había sido ella la que salvó a Kerrigan de las garras de Morgana, y ahora
los dos, junto con su pequeña hija, moraban en Avalón.
—El malestar de las mañanas, sí—dijo—. El miedo por lo que pueda ser de
tu bebé, no. Pero no te preocupes. Vas a dar a luz a un merlín. Si te parece
que lo de ahora es duro, espera a que los poderes del bebé empiecen a fluir
a través de tu cuerpo. Los niños pequeños pueden llegar a ser terriblemente
acaparadores. Hay momentos en los que tienes la sensación de que los
acontecimientos te rebasan.
Seren se acomodó a su hija Alethea encima del regazo para que la pequeña
pudiera dormir más cómodamente.
Merewyn sonrió.
—¿Seren? —susurró—. ¿Quién es ese hombre que está hablando con Bors?
¿El bajito?
En lugar de eso, decían que se había encontrado con Varian, Blaise y los
hermanos en el valle.
—Muy bien, lord Ademar, gracias. Espero que vos también —repuso.
—No podría estar mejor. —Su mirada fue hacia Merewyn—. Sois nueva
entre nosotros, mi señora. Nunca os había visto por aquí.
—Oí decir que se había casado —dijo Ademar—. Quién hubiese imaginado
que su esposa sería tan bella.
Antes de que ella pudiera responder, Seren dejó escapar una exclamación
ahogada.
—Oh, cielos, Merewyn —dijo—. Mira qué hora es. Tenemos que ir al sitio
donde hemos quedado con Kerrigan.
EL GUERRERO DE LA OSCURIDAD KINLEY MACGREGOR
3º LOS SEÑORES DE AVALON
—¿Cómo has sabido que teníamos que irnos? —le preguntó a Seren en
cuanto estuvieron lo bastante lejos de los hombres para que éstos no
pudieran oírlas.
—Por tu expresión. Nada más verte la cara supe que preferirías estar en
cualquier sitio antes que allí con él. ¿Te importaría decirme por qué la
presencia de Ademar te puso tan incómoda?
No habían llegado al final del corredor cuando Ademar apareció ante ellas.
Con expresión adusta, no parecía dispuesto a apartarse para dejarlas pasar.
Ademar dejó que Seren pasara a su lado, pero cuando Merewyn trató de
imitarla, la agarró del brazo.
Esta vez, Seren lo fulminó con una descarga mágica. El impacto hizo que
Ademar rodara por el suelo, pero no antes de que hubiera replicado al
ataque.
—Varían...
Ademar tosió e intentó hablar mientras los ojos de Varían ardían con un
fuego aún más intenso.
-¿Y luego?
—No.
—Me alegro de que por fin hayamos dado con él. Ahora podrás quedarte
en casa.
—Ya me gustaría, pero hay más de ellos ahí fuera. Más traidores a los que
todavía hay que encontrar. Más batallas que librar. Tú ya conoces a Morgana
y a mi madre. No se darán por vencidas.
Próximamente