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Braun - de Piedras y Rosas

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CAPITULO Xm ‘De piedras y rosas” Lie. Héctor Braun Era conocida en el hospital como“la gorda de rosa”, su voluminosa figu- Ta y su insustituible pull6ver, la habfan hecho acreedora de éste apodo, que ella sin dudas conocfa y asum{fa con orgullo. Muchos de ustedes sa- bran que en nuestro Centro, me refiero al Ameghino, la atencién se divi- de en tres tumos de cuatro horas cada uno: el de la mafiana, de ocho a do- ce, el de la tarde, de doce a dieciséis, y el vespertino, de dieciséis a vein- te y, en general, los pacientes concurren en el horario en que son citados. Pues bien, su primer desafio, y Por cierto que no fue el tltimo, consistié en “instalarse” en los pasillos durante Prdcticamente todo el dia, y armar allf “su” espacio, logré relacionarse con pacientes de todos los tumos, con auxiliares, otros terapeutas, e inclusive con algunas autoridades. Pa- ta los que trabajabamos en el Centro, Silvina pas6 a ser Parte de nuestras escenas cotidianas, én el kiosco, en la Puerta, alrededor de los consulto- tios, y terminamos salud4ndola, como si fuese una compafiera mas. Sin saber de quien se trataba todavia, un joven terapeuta que hacia sus primeras armas como concurrente, Y que hoy tiene ya un lugar muy des- tacado en nuestra institucién, me consulta en supervisi6n acerca de una paciente, que viene derivada de otro tumo, pues habfa armado ya varios escAndalos. Se habia peleado con su terapeuta, ya no sabfan que hacer con ella, y decfa que queria tratarse con un var6n, En la derivacién, nos comentan ademas, que la paciente es muy proclive a las actuaciones, que ellos piensan que se trata de una psicdtica, y que suponen que si este in- tento no funciona, serfa recomendable una derivaci6n a una instituci6n psiquiatrica, con el objetivo de intemarla. 153 CONCEPTOS FUNDAMENTALES DE PSICOPATOLOGIA * ‘Se habla tratado durante algsin tiempo con una psiquiatra en otro hos- pital, pero habia interrumpido dicho tratamiento, aunque no sabfamos Tuy Bren por gué, ademas, hace poco se haba enterado que esta psiquia. tra ae suicid6, y esto la tenta desconsolada, pues no sabfa las razones, En este clima, entre escéptico y desafiante, comenzamos nuestro trabajo. Y son algunos aspectos puntuales del mismo a Tos que queria refesr, ues to es mi objetivo en este contexto discutir el caso en su totalidad ‘Los esedndalos de los que nos hablaron, consistian en que Silvina, en determinado momento de la tarde y fuera del horario de su sesiGn, (re- tuerden que pasaba todo el dia en el hospital), comenzaba a reclamarle @ su terapeata que necestaba que Ta atiendan, Exigia ser escuchata,ésta le decfa entonces que en ese momento no podia, pues estaba ocupada con foro paciente u otra actividad, y entonces Silvina comenzaba escenas cn Jas que sus demandas se iban haciendo cada vez mas intensas, con S568, tlantos y violencia fisica,tiraba piedras contra Ta puerta del constltorio ‘Todo adquitiaentonces ribetes escandalosos. hasta que, en el medio del tumolto, ograban calmarla, en general no sin alguna medicaci6n, no obs- tant esto, las escenas se volvian a repetir sin solucion de continuidad y (gneste clima de agotamiento por parte de cast todos los miembros de ese Servicio, que tenfan que soportar cada tarde los embates de Silvina, ¢s {que nos fue derivada, con las precauciones que antes coments. ‘Los primeros tiempos de las entrevistas fueron paradojales, mientras lla habfa establecido, una més que aceptable relacion con su nuevo tert peula, para lo que este caso permitia, al mismo tiempo segue amando pee exedndalos en el otto fumo, ya que por supuesto, cl cambio de analis- fay de horario, no implicé para cll ning limite para seguir instalada tral Hospital durante todo el dia. As mismo, la entrevistastranscurian snarvadas por el silencio de Silvina, quien se imitaba a contestar amable- gente y con monosflabos las preguntas que se le formulaban. tod0 esto fra condimentado por una Sonrisa entre picara y cémplice cuando se to- ‘caba el tema de sus escéndalos. ‘Les quiero comentar a esta altura cuales eran las hipétesis que mane= jéoamos en las supervisiones. Basindonos fundamentalmente en &t and fisis que Lacan hace on su Seminario sobre “La angustia” acerca del on cepto de acting out, a propOsito de su discusién acerea del caso de "tt joven homosexual" de Freud, y en los aportes de J.C. Maleval en sy toX se wobre "Locuras histéricas y psicosis disociativas”, nos inlinamos fuer- 154 Capirovo xu + De piepnas Rosas temente, yereo que nunea abadonamos nuestra hiptesis, en tuba de nn poss ys encatin,de uma do Bes eos de is tel: y ae sus escndaos, en Ia modal de los sctigs, no eran oo esa. 5 caso, que un tet casi desesperato de ‘ocupar un lugar aa —— de entrada abrupta en la escena, Su hisioi, la . ae la novela familiar de la paciente, que desgraciada- ents el contexto de ese trabajo no me permite desarla, can fMeremente esta dreceén, Nuestra apesaapuntba sin oda, aque es, ars its Het en la transfeencia, pues la experiencia con ese bee paiemes nos mosraba que siesta operacin ec slog - Go lain se me reno transferencial, y cede fuertemente en Debo conte gram n conte confesares que eso lo logratos slo pacialmente, pues como ementabaanteriommente, nos enconramos con la paradoja de que lo eédalos. aunque algo amenguados,continaban, ain cuando el ee tensferencil era my fuer. Los elamos de muestos compatiros de ee — Yer mas isistentes acerca de la nece- sil le intemacién, y nos tani cmewanos acu sane set dm oo {asta donde tenfmos derecho a smeer «ns ecegs, bs otros in a semej ele, a alu eh cen ad ees inc on eso serv pr rg de Sv. quen sn dee so ene mos ome gus, esas at de cada una dea nec encias “aba, y este era un dato s B para nosotros ape potable ae Condo issn nesta postu, Mana 2 si i est de eguivosaros ysiendocoocents de a inguetudinsiicional 7 . ir tubo dos episoios que os inpectaron profundament, vito consecunss fires en eum al dagnisticn lteenca ya la dn de la cura, Era bastante comin or ue al anal ih aco del amin, lias ay msilo, cl dpe dos, ns erapeuts de uno siguiente, en meio de agin escéndalo que Sivi ests prea en ese monet. fin cee ise Fugu dela suai, dado que estbaros csi empzcinads tua 1 ea medical tenfamos qu estar “a altra de mes diagnos. no era raro que asumiendo una especie de “apostolado” 135 (CONCEPTOS FLNDAMENTALES DE PSICOPATOLOGIA (CAPITULO Xi» DE PIEDRA Y ROSAS psicounalitico, tuviera nuestro colega que suspender su consultorio priva- do, 0 cualquier otra actividad que estuviera realizando y venir raudo al Centro para poner algtin limite posible. ‘Uno de los dias en que esto ocurri6, le comentan algo curioso: Silvina estaba destrozando literalmente un consultorio, objetos y sillas volaban poreel aire, entre cuatro 0 cinco personas trataban de sujetar su volumino- 0 cuerpo, y todo el hospital estaba pendiente de la escena, Io cual tam- poco a ella le era ajeno, pero en medio de semejante batahola ocurre al- 20 ins6lito, inesperado. Silvina pregunta la hora, y cuando se la dicen, an- te la perplejidad de todos los presents, piblico incluido, se calma, y con llamativa serenidad dice que se tiene que retirar. pues est4 por empezar la telenovela y teme llegar tarde.... Siglos de saber en Psiquiatrfa, manico- mios, hospicios, enfermeros, terapeutas, caen nuevamente, derrumbados, ante la insolencia histérica que, con desparpajo, nos estaba diciendo su verdad, af, a esa hora, en esa escena, comenzaba la “novela”. ‘Segundo acto. Vuelven a llamar a su analista una tarde. en que Silvina est furiosa, enojada y gritando, cuando él lega se calma, ha logrado su objetivo, hacerlo venir, pero curiosamente comenta sentirse sumamente triste, sentimiento que nunca habfa manifestado hasta ese momento, El le propone, si es que ella esté de acuerdo, ir a caminar, cosa que ella acepta de buen grado, y fue durante esa caminata, que duré alrededor de tres ho- as, la situacién propicia para que Silvina, que hasta ese momento habia hhablado muy poco, se explayara por primera vez. en relacién a su infan- ccia y a su historia, En dicho contexto, aprovech6 para, en una especie de “visita guiada", mostrar, mientras contaba, cada uno de los puntos signi- ficativos de su historia, Pasé desde su casa de la infancia, hasta la de su abuela, a la que amaba, el hospital en el que se atendié con su terapeuta fallecida, su escuela primaria, quiad la tinica época feliz de su vida, hablo por primera vez de sus padres, de su familia, Sin duda que esta recorrida ‘marcé un punto de inflexién en cl tratamiento. Su discurso se hizo evi- dentemente mas fluido, y sus actings cedieron tanto en frecuencia como en intensidad, aunque nunca desaparecieron del todo. El tratamiento prosigui6 unos meses mas, y luego se lo dio por termi- nado. ella acept6, pero al poco tiempo solicit6 un reingreso en el tuo vespertino, el tnico por el cual todavia no habfa pasado. Trabaj6 con una analista de allf, sin mucho éxito, pero esto le permitié seguir frecuentan- do el hospital, que en definitiva era lo que le interesaba, le permitié tam- 156 ‘ign continuar en contacto con su analista anterior, saludarlo en los pasi- llos y controlar @ cada uno de sus pacientes, lo que tampoco era indife- rente para ella, Al poco tiempo visit Buenos Aires un conocido psicoanalista extran- Jero, y 10 invitamos al hospital para la discusién de un caso clnico. Co- ‘mo podr suponerse, este fue el elegido y con toda la ansiedad de nues tra parte por saber si acordarfamos en el diagndstico diferencial y 1a di reccién de la cura, se present6 el material. En un aula atestada de gente, entre profesionales y estudiantes, el caso fue presentado y discutido, con acuerdo para nuestra satisfacciGn por parte de quien nos visitaba, tanto en ¢l diagnéstico como con la direccién que se siguid. Al temminar la actividad, ya con el sal6n semivacto, el térapeuta prota- ‘gonista de esta historia se qued6 conversando con algunos compafieros de trabajo cuando escuché una voz que le result6 conocida. Era Silvina, que habia escuchado toda nuestra presentacién y Ia discusién posterior, es- condida detrés de una puerta, manifesi6 que le habfa parecido muy inte- resante, por supuesto que saba que se trataba de “su” caso, estaba de ‘euerdo en casi todo lo que allf se habfa dicho, aunque no le haba cafdo muy bien el diagnéstico de locura histérica, pues no era eso lo que ella suponfa que padecfa, Se despidié amablemente ante la at6nita mirada de su ex analista y se fue tranguila. Durante un tiempo mds se la vio por el hospital, rondando, como siempre, y después menos, ahora hace ya tiem- Po que no se la ve, pero nada indica que esto sea definitivo. ‘Como ven, he decidido que este trabajo, en un contexto temético vin- culado a la clinica institucional, sea en tomo a un tratamiento mas, de huestra prictica cotidiana, y que esto nos sirva de excusa, si se quiere, pa- ra discutir cuestiones vinculadas a Ia clinica que llevamos a cabo en el hospital. Soy psicoanalista, formado fundamentalmente en la teorfa de Freud y nutrido también con los aportes que sus comentadores han hecho ‘en cuanto a la practica y la formalizacién de la teoria psicoanalitica. Co- ‘mencé mi préctica hospitalaria, en el Centro Ameghino, a los seis meses de haber egresado de la universidad, hacen ya diecisiete afios. En todo es- te tiempo, puedo decir que he sido “fogueado” en ta prictica institucio- hal. y mi tarea ha ido desde la asistencia, hasta la supervisiGn y la docen- Cia, en este y otros centros hospitalarios. Recuerdo, al comienzo de nuestro trabajo, las dos preguntas claves de casi todos los eventos donde éramos convocados: jes posible el psicoa- 157 CConcerr0s PUNDAMEWTALES DE PsicOPATOLOGIA «1 nilisis en el hospital? y la segunda: qué lugar ocupa la gratuidad en un andlisis institucional? Debo decir, a sta altura, que son preguntas que nos hemios dejado de hacer hace tiempo, creo que los analistas que trabaja- mos en el hospital las respondemos en acto. Hemos también conseguido alejar las épocas en las que se crefa que a un andlisis lo definia el pago, 0 Ja cantidad de sesiones semanales, 0 el divén, como criterios excluyentes. Silvina, entre otros muchos pacientes, nos ha demostrado que en la calle, caminando entre gente, automoviles y ruido, igual que Freud viajando en un tren, en este contexto “inadecuado”, se puede producir el trabajo de ‘andlisis, y esto era lo que para ella fue necesario. Y entonces esto nos per- ,, mite decir que al acto analftico y a su eficacia, lo define una posiciGn de- gate), sterminada del alsa y de su escucha, una poscin diet deberamos hog. © decir, que va mucho mas allé de cualquier pautaimaginasa 0 de “contra: ey to” que se pudiera sostener. Sin embargo, en el pequefio relato clnico que escuchamos se nos apa EOCFEEL recen delineadas muchas de las cuestiones que hacen a la clinica institu- 2. cionat que, desde el campo del Pscoandlisis se podria desarollas, inclu poco sive cada una de ellas de un modo particular, y que me gustaria por lo me- y nos enunciar como los problemas que de aquf en més pienso que serén crtowte — necesarios discutir en relaci6n a nuestra préctica. De ‘Vimos a un analista joven, recién entrado en la institucién, hacer sus jo Delidid primeras armas, y sin embargo, teniendo que vérsela, ya desde el co- s rmienzo. con un caso de muy dificil abordaje, vimos también a ese anali de ta supervisando, en este caso con un compafero de més experiencia, dis- cutiéndolo en el contexto del ateneo de su equipo, casi se dirfa contenido oc por éste, lo que nos abre a la pregunta acerca de la formacién de los ana- Dba — listas, y 1a de su especificidad en el caso puntual del hospital. Tanto Freud como sus continuadores pensaron que el tema de la formacién de los ana~ 1s era una de las claves para el desarrollo y destino de nuestra prdc- tica, el andlisis didéctico o el mecanismo del pase fueron intentos, con re~ sultados diversos y parvales, en esa direcciGn. ;Tiene el hospital una es- pecificidad propia, respecto de la formacisn que se podria recibir en ins- tituciones psicoanaliticas por ejemplo? Es posible que si, pero atin acor- dando en esto, habrfa que discutiren qué consiste dicha particularidad, y fandamentalmente, qué efectos tiene en la formacién y a préctica misma, ‘Vimos también a ste analista en un contexto absolutamente diverso al esperable, que horrorizarf sin duda a cualquier entusiasta del “encvadre” 158 (CAPITULO xin + DE PIEDRAS ¥ ROSAS tradicional, 1o hemos visto “jugarse" en situaciones extremas, proponer ‘maniobras ins6litas,y sin embargo nunca lo escuchamos dudar de su lu- sr como analista, y. lo que e& atin mas importante, hemos comprobado efectos puntuales de su escucha y sus itervenciones, y esto en relaciGn a Yo qu preianos antes nos eva a posiema de efi nica suerte ya estamos a salvo de épocas en que, amy : re dogmas y hasta religosao pscoanalotas nos enfemsbanos a todos los terapeutas que adhiriesen a otra teoria que no fuese la nuestra Creo que en este momento, 1o més importante pasa en cambio por discu- tir estas euestiones en toro de la eficacia clinica de las teorfas que s0s- tenemos. Revisar el problema de qué significa el concepto de cura, y es- to en relacion a sus diferencias con la desapariién de los sintomas, por ejemplo. Este contexto de discusién, digo, es el que nos va a permitir con- vivir y escuchamos, sobre todo en el mbito instiracional, que de ningu- nna manera podria ser ocupado por un solo discurso, pues esto atentarfa contra su misma esencia. Pero yo hablo desde el Psicoandlisis,y si creo en el eve lo soso fandametaiments ena a ceson de u ea, ¥ €8 aquf donde me gustaria darle lugar alas discusiones en tomo ala in. sistencia sobre si el Psicoandlisis sigue teniendo o no vigencia tanto en su cuerpo te6rico como en sus propuestas clinicas, i a vigencia de sus pos- tulados fuese realmente cuestionada, sin duda habrfa que abandonaria y recurrir @ otra, y de hecho es probable que esto ocurra en algtin momen 10, Pero es en nuestra prictica donde este are nuevo que recibié la tera se nos verifica permanentemente en nuestra discusiones cotidianas, sino la teorfa serfa un dogma, y nuestra préctica se acercaria peligrosamente a tuna religion, donde los pacientes debertan demostramos que los postula- dos tesricos que sostenemos son los eorrectos, y lo peor del casos que en general ellos, porel hecho mismo de ser neur6ticos, y poraue existe la transferencia, en general son obecientes. ‘Aun asi el recome del caso que acabamos de presenta, es un buen «ejemplo de lo que quiero comentarles, mas ald de ls dif Siler uN) CoNCHPTOS FUNDAMENTALES DE PstComroLocla +t yy Sabemos de sobra 1a cantidad de indicaciones de es- te tipo innecesarias de 1as que son objeto muchas histéricas cuando logran “convencer” a quien las escucha de su supuesta locura. “Vimos a una paciente andar por los pasillos, husmear, cambiar de tera peuta y hasta escuchar la presentacién de su caso, vimos a un analista an- ustiado y sin embargo nada de esto impidié la continuidad del trata- miento, Pero ain asf, en determinado momento se decidi6 su interrup- Cin, zpor qué interrumpir el tratamiento en un hospital? {Cudles son los criterios? ,Un tiempo deferminado de antemano, cudnto, por qué? {La “desaparicién de los s{ntomas, 0 s6lo una leve mejorfa? cY si luego vuel- wea empeot. oem? ldo Ieper? De hecho Silvina continué asistiendo a otro servicio, pero no tenemos dudas ee mastery oa lanto a Freud como a sus ss les preocuparon Ta huida hacia la salud disfrazada de cura, 0 con la impotencia y el goce anudados al sintoma? Enfonces estamos un tanto desamparados, como siempre, pues no tenemos, como casi nunca, criterios universales y, en cada caso, tenemos que volver a replanteamos todo, y en este sentido, y 6 lo nodular de nuestra teorfa lo que queda interpelado en la singulari- dad de cada sujeto. CObviamente que esta misma discusién es valida en tomo de los crite- rios de 1a admisi6n, entrevistas preliminares y sancién det comienzo del andlisis. No Son lejanas las épocas en que se sostenfa que las entrevista debian ser tres, y luego, casi de un modo automatico, dar por iniciado el andlisis, 0 los asi lamados criterios de “analizabilidad”. sostenidos en su- puestas capacidades intelectuales, edades tope, niveles de simbolizacién y hasta estamentos econdmicos. vacfos estarfan hoy los hospitales si es {que estos criterios continuasen siendo validos. Sujetos de la tervera edad haciéndose preguntas cruciales acerca de su pasado y su futuro, capacidades intelectuales arrasadas porlos efectos de- 160 (CaptruLo x= De piepeas ¥ Rosas vastadores de la represi6n, niveles de simbolizaci6n vaciados en el goce ppulsional, y clases medias pauperizadas, nos dan razones de sobra seguir pensando que un analistaes, bésicamente alguien que protect) su intervenci6n la causacién del inconsciente. En las psicosis, en los tras tomos psicosomiéticos, en las adicciones, en la clinica del pasaje al acto, cn los trastomos de Ia alimentacién, y hasta en el goce mudo de las me- lancolizaciones progresivas. neste sentido, somos nosotre los que debemos St HUTS) oandlisis el que debe ser cuetionado en su consistenciay eficacia, y ‘nunca los pacientes, acusados injustamente muchas veces, a causa de sus supuestas y oscuras resistencias, de ser los responsables de la ineficacia de Lo tratamientos, En épocas de la cultura del video clip, donde la imagen predomina so- bre 1a palabra, en las que 1a principal dimensi6n del tiempo es 1a de 1a in- mediatez, en las que postergacidn y frustracién son conceptos caducos perimidos. En épocas carentes de héroes, en las que el utilitarismo es el nuevo nombre de la virtud, donde la obscenidad del Otro prevalece sobre cualquier critetio ético, hay preguntas que se nos imponen: ;tenemos al- tn lugar? ;Somos necesarios? zNo nos convertiremos con el tiempo, en ‘una especie en extincién de ultramontanos fundamentalistas, predicando encl vacio acerea del valor de ia falta y de la palabra, como motor del de- ‘seo? ¢Seremos los psicoanalistas, junto a los escritores, los poetas, los dl- timos fandticos del lenguaje en este mundo?... Es posible, ciertamente 10 161

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