Tema 10 - Guerra Colonial y Crisis Del 98
Tema 10 - Guerra Colonial y Crisis Del 98
Tema 10 - Guerra Colonial y Crisis Del 98
2º Bachillerato
Introducción
1- CONTEXTO INTERNACIONAL
Para entender la crisis del 98, debemos enmarcar el proceso de independencia de las
colonias dentro de las crisis internas que sufre España y en el contexto internacional del
momento, el imperialismo colonial protagonizado por los países más desarrollados (Gran
Bretaña, Francia, Alemania, Estados Unidos y Japón). Estos países ven en el dominio de
nuevos territorios la única posibilidad de consolidar el sistema capitalista y su prestigio
en el mundo. España, una potencia de segundo orden, queda fuera de cualquier reparto
colonial importante (la política española fue claramente aislacionista, “de recogimiento”
tras la gran pérdida colonial en el reinado de Fernando VII). Su preocupación fue la de
mantener las últimas colonias en ultramar, especialmente Cuba a la que la unían lazos
económicos y culturales muy fuertes e intervenir en el norte de África.
2- LA GUERRA DE CUBA
En la segunda mitad del siglo XIX se inicia la lucha por la independencia de estos
territorios, un proceso al que los diferentes gobiernos no supieron dar solución. La gran
preocupación de los gobiernos del Sexenio Democrático (cuando se inició la primera
guerra de independencia de Cuba) y de los gobiernos de la Restauración fue mantener a
toda costa la soberanía sobre Cuba, Puerto Rico y Filipinas, en vez de promover
soluciones políticas de carácter autonomista que recogieran las demandas de la
burguesía criolla (que se sentía relegada en la toma de decisiones políticas).
En 1868, con el “Grito de Yara”, ¡Viva Cuba Libre!, comienza en Cuba el intento de
independencia que desemboca en la llamada Guerra de los Diez Años o Guerra Larga, la
noche del 9 al 10 de octubre, en la finca La Demajagua, en Manzanillo, propiedad de
Carlos Manuel de Céspedes. De Céspedes proclama la independencia al contar con el
respaldo de los hacendados criollos cubanos (blancos americanos) y el apoyo popular al
prometer el fin de la esclavitud en la isla. Aunque el gobierno español intentó sacar
adelante un proyecto de abolición de la esclavitud ( ley Moret o ley de “vientres”, que
concedía la libertad a los niños nacidos de esclavas) y la concesión de reformas políticas;
la negativa por parte de los sectores económicos españoles con intereses en Cuba
frustró la posibilidad de una solución pacífica al conflicto y convirtió la guerra en un
grave problema para el gobierno. La Primera República fue incapaz de mejorar la
situación, entre otros motivos porque las autoridades y funcionarios españoles en Cuba
El fin de la Tercera Guerra Carlista (1876) permitió enviar más tropas a Cuba. En un par
de años, fruto de la actuación de los militares dirigidos por Martínez Campos y de la
negociación, se puso fin al conflicto bélico. El 10 de febrero de 1878 se firmó la Paz de
Zanjón, que incluía una amplia amnistía, la abolición de la esclavitud (aprobada en 1886
por el gobierno de Sagasta) y la promesa de reformas políticas y administrativas que
permitirían a Cuba el tener diputados en las Cortes españolas y cierta autonomía.
Acuerdos que en la mayor parte no se llevaron a la práctica.
Rechazo de las Cortes a las medidas reformistas. Durante el Gobierno Largo de los
liberales (1885-1890) hubo concesiones a las reivindicaciones cubanas y el Partido
Autonomista cubano dio el visto bueno al programa de reformas de Madrid, frenando
los apoyos y fuerza del partido independentista. Pese a las promesas, la única
medida que acabó aprobándose fue la abolición definitiva de la esclavitud (1886) y
que los cubanos tuvieran representación propia en la Cortes. Otras propuestas,
como las de dotar a Cuba de autonomía o el proyecto de reforma del estatuto
colonial, planteado por el gabinete del ministro Maura (1893), fueron rechazadas
por las Cortes. También se oponían a las reivindicaciones cubanas los españoles
afincados en la isla que querían quedarse igual, la burguesía industrial catalana que
consiguió un arancel proteccionista en 1882 y otro en 1891 y los grandes
propietarios agrícolas castellanos, temerosos de perder el mercado.
McKinley amenazó con cerrar las puertas del mercado estadounidense a los
principales productos cubanos (azúcar y tabaco) si el gobierno español no modificaba
la política arancelaria de la isla. En 1894, Estados Unidos adquirió el 88,1% de las
exportaciones cubanas, pero solo podía vender a la isla el 37% de sus importaciones
porque el resto estaba destinado a los productos españoles. Al fundamentado temor
existente en España a que se produjese una nueva insurrección independentista, se
sumaba ahora el temor a que esta pudiese contar con el apoyo de EE.UU.
Formación el Partido Revolucionario Cubano, 1892, (PRC). Partido fundado por el
poeta y líder político cubano, José Martí, con el fin de organizar la independencia de
Cuba y ayudar a Puerto Rico. El pensamiento de José Martí y las estrategias para lograr
la independencia de la isla, quedan recogidos en El Manifiesto de Montecristi
(República Dominicana), dicho documento está firmado por el líder cubano y por
Máximo Gómez, líder militar de una guerra que había estallado el 24 de febrero de
ese mismo año, 1895 (con el Grito de Oriente o Grito de Baire: “Viva Cuba Libre”).
El DESARROLLO DE LA GUERRA
Primera etapa, 1895. La insurrección comenzó en la parte oriental de la isla, y entre sus
dirigentes contó con los generales Antonio Maceo y Máximo Gómez, que consiguieron
extender la guerra a la parte occidental de la isla, tradicionalmente menos rebelde. El
gobierno, presidido por Cánovas, respondió enviando un ejército a Cuba, al frente del
cual se hallaba el General Martínez Campos, el militar considerado como el más
adecuado para combinar la acción militar con la flexibilidad necesaria para llegar a
acuerdos que pusieran fin al levantamiento como lo había hecho en la Guerra Larga. La
falta de éxitos extendió la guerra a toda la isla.
3. GUERRA DE FILIPINAS
Paralelamente al conflicto cubano, en 1896 se produjo una rebelión en las Islas Filipinas.
Estaban escasamente pobladas por españoles y contaba con una débil presencia militar.
Los intereses económicos de España eran mucho menores que en Cuba, pero se mantenía
porque era una puerta de intercambio con Asia.
EEUU llevó a cabo una campaña de desprestigio contra España, ayudó a los
independentistas cubanos e intentó comprar la isla por 300 millones de dólares a la que
En 1898, EE.UU. declaró la guerra a España. El pretexto fue el hundimiento, tras una
explosión que causó 266 bajas, de uno de sus buques de guerra, el Maine, anclado en el
puerto de La Habana para repatriar a los ciudadanos estadounidenses. Estados Unidos
culpó falsamente del hecho a agentes españoles y el día 18 de abril, los americanos, a
petición del presidente, aprobaron en sus dos cámaras un ultimátum: Cuba debía de ser
libre e independiente, España debía retirarse de la isla y se autorizaba al presidente de
EE.UU. para que movilizara los recursos militares a fin de conseguir estos objetivos. El
gobierno español negó cualquier vinculación con el Maine y rechazó el ultimátum,
amenazando con declarar la guerra en caso de invasión de la isla. Los dirigentes
políticos españoles eran conscientes de la inferioridad militar española, pero
consideraron humillante la aceptación, sin lucha, del ultimátum. La guerra era
inevitable. Esta se resolvió en una serie de combates navales en dos frentes:
de soldados aislados en una remota posición del archipiélago filipino, “Los últimos de
Filipinas”, que no sabían que la guerra había finalizado.
Territoriales. Fin del Imperio Español. Con la Paz de París, España pierde las últimas
colonias. En febrero de 1899, España vendió a Alemania la Marianas, las Carolinas y
Palaos. En un par de años, España había liquidado su gran imperio colonial. El ejército
español regresó vencido y en condiciones lamentables, mientras muchos españoles se
preparaban para evacuar la isla y repatriar sus intereses.
Además, la prensa extranjera presentó a nuestro páis como una nación moribunda con
un ejército totalmente ineficaz, un sistema político corrupto y unos políticos
incompetentes. Esa visión cuajó en buena parte de la opinión pública española. A pesar
de la envergadura del desastre y de su significado simbólico, sus repercusiones
inmediatas fueron menores de lo que se esperaba.
Desde el punto de vista demográfico, el número de bajas fue superior a los 55.000
soldados, la mayoría de ellos de clase baja (hay que recordar que el servicio militar,
obligatorio en principio, podía ser evitado con el pago de una redención de 2.000
pesetas). De estas bajas, sólo unos 5.000 soldados murieron como consecuencia directa
de la guerra, ya que la mayoría fueron víctimas de enfermedades infecciosas, entre las
que destacaba la fiebre amarilla, debido a las malas condiciones higiénicas y
alimentarias sufridas en Cuba y Filipinas.
Inicio de la crisis de la Restauración. Aunque no hubo una gran crisis política como se
había vaticinado, ni la quiebra del Estado, el sistema de la restauración sobrevivió al
“desastre” consiguiendo la supervivencia del turno dinástico pero los viejos políticos
conservadores y liberales tuvieron que adaptarse a los nuevos políticos y a las
reivindicaciones de la regeneración.
conservador, Francisco Silvela, quien convocó elecciones. El nuevo gobierno mostró una
cierta voluntad de renovación, dando entrada a algunas figuras ajenas a la política
anterior, como el general Polavieja o el regionalista conservador Manuel Durán y Bas. Se
inició una política reformista, se esbozaron proyectos de descentralización
administrativa, y se impulsó una política presupuestaria que aumentaba los tributos
sobre los productos de primera necesidad y creaba nuevos impuestos para hacer frente
a las deudas contraídas durante la guerra. Las nuevas cargas fiscales impulsaron una
huelga de contribuyentes, y los ministros más renovadores acabaron dimitiendo ante las
dificultades que debían afrontar sus propuestas de reforma. El espíritu de
“regeneración” en el gobierno había durado escasamente un año.
A pesar de todo, el gobierno se mantuvo en el poder hasta 1901, momento en que María
Cristina otorgó el poder a los liberales. Las promesas de “regeneración” habían quedado
en retórica, sin que tuviesen una auténtica incidencia en la vida política del país. El
turno de partidos y las viejas prácticas políticas estaban mostrando su capacidad para
amoldarse a cualquier intento de cambio y de regeneración. El sistema de la
Restauración había recibido un duro golpe, pero había sobrevivido casi intacto al
desastre.
Por otro lado, los movimientos nacionalistas conocieron una notable expansión, sobre
todo en el País Vasco y en Cataluña, donde la burguesía industrial comenzó a tomar
conciencia de la incapacidad de los partidos dinásticos para desarrollar una política
renovadora y orientó su apoyo hacia las formaciones nacionalistas, que reivindicaban la
autonomía y prometían una política nueva y modernizadora de la estructura del Estado.
lemas “escuela y despensa” y “cerrar con siete llaves el sepulcro del Cid”). También
defendía la necesidad de organizar a los sectores productivos de la vida española al
margen del turno dinástico con unos nuevos planteamientos que incluyesen el
desmantelamiento del sistema caciquil y la transparencia electoral.
A modo de conclusión, decir que para España 1898 supuso la pérdida de los restos de su
antiguo Imperio, en una época en la que unas cuantas potencias se repartían el mundo
(imperios coloniales). España quedaba, pues, relegada a potencia de segundo orden en
un contexto imperialista. El sistema de la Restauración recibió un duro golpe, pero
sobrevivió al “desastre”. Eso sí, en adelante entrará en una larga crisis que culminará en
1923. Pero la mejor de las consecuencias fue el surgimiento de una “Edad de Plata” de la
Cultura española: la llamada Generación del 98 que supone un periodo de notable
florecimiento en el campo del pensamiento, la literatura y las artes.