La Comida, Mi Amiga y Enemiga
La Comida, Mi Amiga y Enemiga
La Comida, Mi Amiga y Enemiga
DE CHILE
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES
DEPARTAMENTO DE ANTROPOLOGÍA
LA COMIDA, MI AMIGA Y MI ENEMIGA,
ASPECTOS SOCIOCULTURALES DE LA ANOREXIA Y LA BULIMIA EN
OSORNO
TESIS PARA OPTAR AL GRADO DE ANTRÓPOLOGA SOCIAL
FLORENCIA MUÑOZ EBENSPERGER
PROFESOR GUIA:
SONIA MONTECINO AGUIRRE
SANTIAGO DE CHILE
MAYO 2010
1
Universidad de Chile
Facultad de Ciencias Sociales
Departamento de Antropología Social
La comida, mi amiga y mi enemiga
Aspectos culturales de la anorexia y la bulimia en Osorno
Tesis para optar al grado de Antropóloga Social
Universidad de Chile
Florencia Muñoz Ebensperger
Profesora guía: Sonia Montecino
2
Para mi mama
3
Agradecimientos
Esta tesis representa la culminación de una etapa, y más allá de eso, de un proceso no
sólo académico sino que por sobretodo vital. En ese sentido, son muchas las personas a
quienes debo agradecer por su ayuda y compañía a lo largo de este camino.
En primer lugar a mi madre, Pilar, por su amor infinitamente generoso.
A mi familia, Tata Emilio, Panky, Sole, tíos y primos.
A Jorge por su apoyo y compañía
A mi maestra Sonia Montecino por su inmensa generosidad y cariño, y a Carolina
Franch, por ayudarme y guiarme en los momentos precisos.
A Rodrigo de la Fabian, por permitirme volver a mi cada semana.
A mis amigas, compañeras y colegas, Luisa, Camila, Xime, Maca, Moga, Pancha,
Raquel, Alicia y Bárbara.
A Gloria Juri, por su tremenda contribución en este trabajo.
A la psicologa Ximena Reineke por la confianza y la generosidad de permitirme
trabajar con sus pacientes.
Y por sobretodo, a las seis preciosas mujeres que me entregaron un poco de sus vidas y
sus más grandes dolores, y a todas las mujeres que silenciosamente sufren de estos
trastornos.
4
INDICE
Primera Parte:
Pretensiones, perspectivas y procedimientos
Entrada. .................................................................................. 7
I. Objetivos .............................................................................12
II. Antecedentes:
i. Ayuno voluntario, un fenómeno de larga duración ................. 13
iiAnorexia y Bulimia, una construcción médica ....................... 14
iii.El interés social por la delgadez ............................................ 18
iv. Situación en Chile ..................................................................20
v. Osorno, un espacio de convergencias culinarias ....................21
vi. La anorexia en la Literatura.................................................... 23
III.Marco teórico
i.El Cuerpo ................................................................................. 26
ii.Cuerpo femenino, Identidad femenina .....................................29
iii.Función simbólica e identitaria de los Alimentos .................. 34
iv.Construcción cultural de los TCA............................................ 38
V. Metolología:
i. Perspectiva Metodológica ......................................................... 42
ii. Técnicas e Instrumentos ........................................................... 43
iii. Selección de muestra ............................................................... 46
5
Segunda Parte:
Análisis
I. Contexto
i. Caracterización de las entrevistadas ............................................ 50
ii. La Familia .................................................................................. 57
ii..1. Desde lo campesino a lo urbano, distintos modos de construir lo
femenino ............................................................................... 57
ii.2. Dicotomía padre y madre ............................................ 63
ii.3. De la violencia simbólica a la violencia física y psicológica ... 66
II. Alimentos
i. Alimentación en la Infancia ........................................................ 70
ii. Relación con los alimentos durante el TCA ............................... 75
ii.1. Amor y rechazo a la comida......................................... 76
iii. Comportamientos alimentarios durante el TCA ....................... 81
III.Cuerpo
i.Adolescencia, la emergencia de un destino ................................. 91
ii.Ser=cuerpo ................................................................................. 97
iii. Ser a través de la mirada de los otros ...................................... 99
iv. Los dos cuerpos ........................................................................ 103
Tercera Parte:
Conclusiones
I. Conclusiones ............................................................................ 110
II. Bibliografía ............................................................................. 115
6
Primera Parte
Pretensiones, perspectivas y procedimientos
7
I. Entrada
Los trastornos del comportamiento alimentario (TCA)1 se han convertido en patologías
cada vez más comunes en el mundo occidental, y particularmente en Chile, afectando
casi de manera exclusiva a mujeres jóvenes, incluso amenzando con convertirse en
epidemia. Así, en un tono de alarma, los medios de comunicación propagan
estremecedores testimonios de jóvenes mujeres víctimas de estas patologías, y junto
con ello, la mirada crítica de los expertos, por lo general médicos y psicólogos, quienes
si bien asumen la importancia de los modelos culturales de belleza asociados a la
delgadez, enfatizan en las condicionantes psicopatológicas involucradas.
La primacía de estas miradas obedece a que los TCA han sido concebidos desde sus
orígenes como fenómenos cuyo entendimiento pertenece casi de manera exclusiva al
mundo de las disciplinas biomédicas y la psicología, excluyendo en buena medida las
miradas provenientes de las ciencias sociales. De este modo, la búsqueda de las causas
se ha centrado en el individuo (tanto en su cuerpo como en su mente) 2, más que en el
entorno.
Sin embargo, este tipo de explicaciones no basta, ya que no permite responder, entre
otras cosas, por qué el camino elegido para la canalización de esas tensiones
individuales es el rechazo a los alimentos, siendo las alternativas ciertamente
innumerables, desde la autoflagelación hasta el suicidio. Tampoco permite explicar por
qué se presenta casi de manera exclusiva en un segmento particular de la población:
mujeres adolescentes en contextos occidentales3
Ante esto, la antropología, que desde siempre ha puesto en duda aquello que se
presenta como evidente, debe preguntarse hasta qué punto estos trastornos están
condicionados por factores sociales y culturales. Sobretodo, si para ello cuenta con
antecedentes teóricos claros como el trabajo de Emile Durkheim (2003) sobre el
1
Si bien en la literatura se ha definido el término Trastorno del comportamiento alimentario para
designar tanto a la Bulimia como a la Anorexia y la Obsidad, para los fines de esta investigación sólo
se usará este término para designar a las dos primeras patologías.
2
Es preciso señalar, sin embargo, que corrientes psicológicas como la sistémica trabajan incorporando
a la familia en el tratamiento del trastorno.
3
Esto se refiere a contextos sociales con influencia cultural directa del mundo occidental globalizado.
8
suicidio4, donde se demuestra que este fenómeno, al parecer absolutamente individual,
está fuertemente determinado por factores socioculturales. Asimismo, numerosas
etnografías nos han ilustrado que muchos de los comportamientos que bajo los
parámetros occidentales son entendidos como individuales, finalmente obedecen y
adquieren su sentido de acuerdo al contexto cultural en el que tienen lugar.
En nuestro contexto, las pautas alimentarias que constituyen los TCA (dietas,
restricciones selectivas y vómitos, entre otros) son socializadas a las jóvenes en sus
contextos más cercanos, principalmente por la familia y el grupo de amigas 5. Al
mismo tiempo, los medios de comunicación juegan un rol fundamental en la
transmisión de ese saber. Por una parte, la televisión, a través no sólo de la publicidad,
que dirige a este segmento gran parte de sus campañas sobre productos de belleza y
adelgazantes (Gracia Arnaiz, 1996), sino que también mediante una serie de programas
de investigación y médicos, donde se presentan y socializan las características de la
anorexia y la bulimia. Y por otra parte, Internet, espacio donde han proliferado una
serie de sitios como fotologs y blogs6, en los cuales jóvenes mujeres comparten saberes
y experiencias en torno a los TCA.
Es así como dietas, restricciones y saberes específicos sobre los trastornos alimentarios
se van constituyendo silenciosamente en conocimientos compartidos por las
adolescentes que forman parte de la sociedades occidentales, y particularmente
aquellas de clase alta, lo que como señala Carolina Franch (2007), los convierte en
trastornos distintivos no sólo de un segmento etáreo y de género, sino que también de
una clase.
4
Durkheim en su texto “El Suicidio”, comprueba empiricamente que este fenómeno finalmente
obedece exclusivamente a condicionantes sociales. Establece que cada sociedad tiene una aptitud
para el suicidio y que es esta misma la que influye en mayor o menor grado en los individuos. Los
actos individuales serían, por lo tanto, una prolongación del estado social
5
Apfeldolfer (2004), Gracia Arnaiz (1996), Fishler (1995), entre otros.
6
Pese a que Microsoft suspendió gran parte de este tipo de blogs y fotolog, aún en la web es posible
encontrarlos. En su mayoría adquieren la forma de un diario de vida, donde además se comparten
experiencias personales y emocionales. En ellos se personifican ambos trastornos bajo los nombres
de Ana (anorexia) y Mia (bulimia), buscando en ellos una suerte de amiga y aliada. Se
autodenominan “princesas”, en una búsqueda por devenir mujeres prístinas e inmaculadas.
http://amigasanaymia.blogspot.com/
, http://anaymiasiempre.blogspot.com/,
9
Frente a esto, debemos preguntarnos: ¿Qué significados se esconden en el acto de
rechazar los alimentos que lo constituyen en el mecanismo socialmente validado para
responder a conflictos propios de un grupo particular de la población?
Será esta la pregunta que guiará este trabajo y que tratará de ser respondida a lo largo
de esta investigación.
En función de ello, lo que se busca es indagar en los aspectos culturales que
trascienden a estos fenómenos, es decir, las tramas de significación que subyacen y
dan sentido a estos comportamientos. Para ello, se trabajará en base a tres ejes de
análisis, que corresponden a los tres objetivos específicos planteados. Por una parte,
indagar en el contexto familiar en el que han sido socializadas las mujeres
entrevistadas, por otra, los comportamientos y valoraciones en torno a los alimentos
tanto antes, como una vez desarrollado el trastorno, y por último, explorar en sus ideas
y percepciones con respecto al cuerpo femenino, y en particular, al propio.
El lugar donde se trabajó fue la comuna de Osorno. Esta elección obedeció por una
parte, a que esta tesis se inscribió dentro del proyecto Fondecyt Regular nº 1061198
“Continuidad y ruptura en la transmisión de los saberes culinarios en tres regiones de
Chile: una perspectiva desde la construcción simbólica del genero”, específicamente
en su segunda etapa realizada en dicha comuna, y por otra, a mi cercanía y
conocimiento de ella, lo que me permitiría un acceso más fácil, tanto a la temática
como a personas dentro de la ciudad.
Desde un principio se pensó trabajar directamente con los relatos de personas que
10
hayan sido, o que aún sean protagonistas de estos trastornos, sin embargo, dada la
sensibilidad propia del tema estudiado, el conseguir entrevistas no fue fácil, muchas de
las mujeres ubicadas, sobretodo aquellas de clase alta, se negaron rotundamente a
entregar su testimonio, asimismo, no se encontraron hombres que hayan presentado
TCA. El único medio a través del cual fue posible contactar personas para el estudio,
fue en el Centro de Salud Mental de Osorno, a través de la psicóloga Ximena Reineke.
Así fue como se contactaron a las seis mujeres con las que se conversó. Lo interesante
de esto, fue que, lejos de los estereotipos que se tienen con respecto a las mujeres que
padecen estos trastornos (Mujeres de clase alta, exitosas, de sectores urbanos, etc...) las
mujeres entrevistadas resultaron ser todas de clase media y baja, en su totalidad con
orígenes rurales directos o indirectos7, y en dos de los casos pertenecientes a familias
indígenas.
Esto nos permitió situarnos en un punto clave, para analizar y entender la presencia de
estos trastornos en ciertos contextos particulares.
Para ello fue fundamental la utilización de metodología cualitativa, ya que en todo
momento lo que se perseguía era relevar las perspectivas y valoraciones de quienes han
sido, o siguen siendo protagonistas de estos trastornos.
Por su parte, dada la escasez de trabajos similares en nuestro país, esta investigación se
planteó desde un principio como exploratoria, cuyos lineamientos finales serían dados
por los testimonios entregados por las entrevistadas. Con ese fin, se trabajó en base a
entrevistas en profundidad bajo la forma de biogramas, lo que a nivel práctico, facilitó
el acercamiento al tema y permitió generar un hilo de entrevista, sin que con ello se
condujeran o insinuaran posibles respuestas.
Ciertamente, la realidad resulta significativamente más compleja de lo que este trabajo
podría ser capaz de retratar, y por ello, de antemano soy consciente de las muchas
aristas que sin lugar a dudas se escapan. Sin embargo, creo que en este afán por
aprehender la realidad, debemos embarcarnos sin miedo en una aventura de conocer,
reconociendo humildemente nuestras limitaciones. En este sentido, la presente
7
Directamente, se refiere a los casos en que las entrevistadas nacieron y crecieron en sectores rurales,
e Indirecta aquellas en que son padres los que provienen del campo. En esos casos, estas mujeres
han tenido un contacto continuo con ese mundo.
11
investigación no pretende ser más que una primera entrada al estudio de los TCA en
Chile desde una perspectiva antropológica, acotándose a la realidad del contexto social
y cultural en el que se trabajó.
Finalmente, lo que se ha perseguido ha sido, sobretodo ser un aporte al entendimiento
de este fenómeno, ayudando además a abrir el camino para la introducción de las
ciencias sociales, y en particular de la antropología, en temáticas que tradicionalmente
han sido dominio casi exclusivo de las ciencias biomédicas y psicológicas
12
II.Objetivos
Objetivo General:
Indagar en la construcción social y cultural de la Anorexia y la Bulimia Nerviosa en
mujeres de la comuna de Osorno.
Objetivos específicos:
Conocer los contextos socioculturales y familiares a los que pertenecen éstas
mujeres.
Identificar, a través de los discursos de las entrevistadas, sus comportamientos y
valoraciones sobre los alimentos, tanto antes como después del desencadenamiento
del trastorno.
Indagar en las percepciones de cuerpo e identidad femenina presentes en estas
mujeres.
13
III.Antecedentes
A continuación se expondrán los antecedentes, tanto históricos como médicos, de los
actuales trastornos del comportamiento alimentario (En adelante TCA).
A través de éstos nos percatamos que se trata de un fenómeno de larga duración,
presente no sólo en sociedades occidentales, cuyo sentido y origen ha estado siempre
vinculado a los paradigmas culturales de cada uno de los contextos y en particular, a
las concepciones de mundo y cuerpo que las distintas sociedades han compartido. Esto
nos permite entender los TCA más allá de las ya muy estudiadas condicionantes
psicológicas y médicas.
II.1. Ayuno voluntario, un fenómeno de larga duración
En la mayoría de los casos, el ayuno ha sido utilizado como un medio para alcanzar
estados espirituales supremos a través de la purificación. Así por ejemplo, durante la
edad media, en los siglos XII y XIII, el ayuno voluntario fue considerado un “Milagro
de la existencia”, como una forma de ascetismo, considerando que quienes lo
practicaban eran santas. Es el caso de Santa Catalina de Siena, que murió a los 31 años
producto de un auto ayuno prolongado o de la madre Agnes de Jesús, quien falleció
producto de lo mismo. Ambas consideradas santas o mártires de la iglesia católica
(Behar, 2004:67)
Asimismo, personajes como Buda, los Santos católicos o los profetas también han
14
utilizado esta vía para llegar a estados espirituales elevados y entrar en contacto con
entidades trascendentes. Lo mismo sucede en muchas religiones en las cuales se
establecen periodos de ayuno, es el caso de Yom Kippur en el judaísmo o Cuaresma en
el mundo cristiano. (Apfeldorfer, 2004: 67)
Por su parte, en otros contextos el no comer ha sido usado como un arma de lucha,
ejemplo paradigmático de ello son las huelgas de hambre, o los “ayunos en contra”,
que se realizaban en Japón, en los cuales un hombre dejaba de comer para mermar el
honor de otro a quien dirigía el ayuno. (Ibid: 87)
De este modo, es posible constatar la larga duración de los fenómenos de ayuno, y la
particularidades que estos adquieren de acuerdo a los contextos culturales en los que
han tenido lugar, evidenciando la compleja relación que desde siempre los individuos
han establecido con los alimentos.
II.2.Anorexia y Bulimia, una construcción médica
En la actualidad el ayuno o rechazo a los alimentos se presenta bajo la forma anorexia
y bulimia. Ambas son conceptualizaciones construidas desde la biomedicina, la misma
que ha definido sintomatologías y modos de tratamiento coherentes con los distintos
paradigmas médicos predominantes en cada una de las épocas.
Las primeras descripciones de “anorexia mental” las realizó Richard Morton en 1689,
caracterizándola como una perturbación del sistema nervioso producto de una
restricción alimentaria prolongada. Sin embargo, fue William Gull en 1874 quien
utilizó por primera vez el término “Anorexia Nerviosa” desde una perspectiva médica,
definiendo el trastorno como la falta de apetito debido a un estado mental mórbido, en
el contexto del auge de psiquiatría y del asentamiento de la medicina moderna, que,
como se verá más adelante, supone una desacralización y aprehensión del cuerpo por
parte de la mirada médica.
Con ello, el auto ayuno pasó de ser un fenómeno religioso a convertirse en parte del
campo de estudio de la biomedicina, constituyéndose así en una patología.
En un primer momento, al no encontrar correlaciones entre esta enfermedad y
alteraciones fisiológicas, los médicos definieron la anorexia como un trastorno
15
psicopatológico, catalogando a las mujeres que lo padecían como locas. Así, las
ayunadoras de ser Santas o Brujas pasaron a ser consideradas locas e histéricas,
portadoras de una fuerte carga negativa, dentro de un contexto donde lo bueno y lo
malo era asociado a la razón y a la sinrazón respectivamente. (Apfeldorfer, 2004: 54)
Esta visión de los trastornos del comportamiento alimentario se mantuvo por mucho
tiempo, no sólo en ciertos sectores del mundo médico, sino sobretodo en el imaginario
colectivo.
Sin embargo, a partir de los años setenta, investigaciones llevadas a cabo por médicos
y psicólogos han permitido empezar a entender estos fenómenos más allá de la
dualidad razón sinrazón, incorporando de a poco en el análisis ciertas dimensiones
que intervienen de manera decisiva en el trastorno, como la familia, la construcción de
género, el círculo social y la cultura a la que pertenecen. Pese a esto, en la mayor parte
de los estudios realizados hasta el momento, sigue predominando una mirada
biomédica que releva los aspectos fisiológicos y sicológicos, sin ahondar en los
condicionantes socioculturales.
Así, en 1973, Bruch define la anorexia como un trastorno de la imagen corporal, que
implica además un defecto en la interpretación de los estímulos corporales, relevando
la importancia que tienen las percepciones de los pacientes. Sostiene, además, que la
Anorexia debe ser entendida en términos del desarrollo de la personalidad total,
centrándose en la infancia y adolescencia, etapas en que los individuos buscan y
desarrollan la autonomía, tomando siempre en cuenta el contexto familiar en que se
encuentra inmersa la persona. (Apfeldorfer, 2004: 57)
Poco después, en el año 1974, Selvini, precursora de la corriente sistémica en
psicología, retoma en parte lo anterior y asume la importancia que tiene la familia
como transmisora de los valores y prácticas sociales asociadas a la alimentación.
Asimismo, reconoce la responsabilidad que tiene la lógica económica de la “Sociedad
de la opulencia”8, en cuanto impone fuertemente el consumo como medio de
construcción identitaria que, entre otras cosas, exige a la mujer construirse como ser
productor más que reproductor.(Contreras. 1995: 102).
8
Es decir, la sociedades occidentales con sistemas económicos de libremercado donde el acceso a los
productos se ha vuelto cada vez más fácil y expedito.
16
Por su parte, Toro (1987), uno de los investigadores más recientes, define la Anorexia
como la sobre valoración de las dimensiones corporales y la perdida de peso voluntaria
mediante la restricción de alimentos. Al constatar la presencia de este trastorno en
diferentes grados, concluye que se trata de un continuo, es decir, que no aparece de un
día para otro, sino que se va gestando paulatinamente. De este modo, toma conciencia
de la multicausalidad del problema e identifica una serie de rasgos previos a la
aparición de la enfermedad como tal. No obstante, constata que estos rasgos también se
dan en otras patologías sicológicas, por ello concluye que aquello que caracteriza en
última instancia a la Anorexia Nerviosa son los factores culturales (Ibid: 104).
La Anorexía ha sido definida, desde sus inicios, como un trastorno femenino, lo mismo
sucede con la Bulimia, en ambos casos 9 de cada 10 pacientes son mujeres.
Actualmente, a nivel clínico, se define a la paciente9 anoréxica, como una persona que
experimenta un gran miedo al aumento de peso, sufre distorsión de su imagen corporal,
y ve y siente su cuerpo como si fuera obesa. Por eso acostumbran a negar la
importancia del bajo peso y suelen carecer de conciencia de la enfermedad. Se les
caracteriza además como personas infantiles, inseguras, con baja autoestima,
obsesivas, super controladoras e irracionales. Por lo general, las mujeres que padecen
este trastorno tienden a rechazar las formas físicas femeninas y la sexualidad, por lo
mismo la interrupción de la regla es vista como un alivio. Asimismo, son frecuentes
los malos tratos hacía el cuerpo que es odiado, con el fin de disciplinarlo y liberarse de
él. (Apfeldorfer. 2004: 94)
En ese contexto, el alimento es visto como suciedad y como una contaminación, por
ello estas personas prefieren aquellos alimentos que no dejan “residuos”, es decir, los
que carecen de un significado afectivo y emocional potente.
Por lo general, el trastorno comienza de manera banal, la adolescente al verse
demasiado redonda inicia, como lo hace la mayoría de las niñas de su edad, una dieta
para bajar de peso, sin embargo, en el caso de la anoréxica esto de desborda e invade
toda su vida.
9
Si bien se han registrado casos de hombres con TCA, la mayoría de los casos son mujeres, es por eso
que en la literatura se habla en femenino para referirse a losas pacientes.
17
La bulimia, por su parte, sólo comenzó a generar interés en los investigadores a partir
del siglo XIX, su nombre deriva del griego “Boulimia” que significa hambre voraz.
El primero que habló de esto fue Charles Lasègue, distinguiendo entre las pacientes
bulímicas signos de neurosis histéricas. Sigmund Freud realizó la misma observación y
además vio en este trastorno los síntomas de la neurosis actual. Así, a partir de los años
veinte se estableció desde el psicoanálisis una conexión entre este TCA y otras
“patologías” como el alcoholismo y las toxicomanías. (Ibid: 96)
Sin embargo, la bulimia no quedó oficialmente inscrita en la nomenclatura médica sino
hasta principios de los años ochenta, reservando esa catalogación a aquellas mujeres
que teniendo impulsos bulímicos se mantuvieran en un peso cercano a lo normal.
Así, en la actualidad, se define la Bulimia como un trastorno caracterizado por la
ingesta excesiva de alimentos seguida de comportamientos compensatorios, ya sean
vómitos, laxantes, ayunos o ejercicio excesivo. Es necesario señalar, que si bien una de
cada tres mujeres se ve sujeta a antojos bulímicos esporádicos, solamente un 2,4% de
ellas recurre a vómitos y un 2,7% a laxantes. (Ibidem)
Investigaciones médicas señalan que las bulímicas se localizan fundamentalmente en la
población estudiantil, así como en jóvenes exitosas y ambiciosas en el plano
profesional.
Generalmente, son jóvenes que parecen ser sumamente seguras de sí mismas, pero que
detrás de esa fachada son sumamente inseguras, no se aman, no aman su cuerpo y se
pasan todo el tiempo tratando de complacer a los demás. Fruto de esto, la bulímica
tiene la impresión de vivir en una perpetua mentira.
Lo que trasciende en ellas es la sensación de culpa y suciedad. Julia Kristeva (2006)
denomina esto lo “abyecto”, es decir, un sentimiento originado en la relación con los
padres. Este sentimiento gatillaría en estas mujeres la necesidad de expulsar algo de su
cuerpo.
Durante los episodios bulímicos los alimentos ingeridos son generalmente aquellos
prohibidos cotidianamente por la ideologías nutricionales propias de los TCA, como
chocolates, pizzas, frituras, dulces, etc. Estos consumos impulsivos son detonados
generalmente por situaciones físicas como el comienzo de la regla o emocionales,
asimismo por el hambre producido por ayunos prolongados. (Behar, 2005:69)
La mayoría de la bulímicas deja de hacer sus comidas diarias de manera socializada.
18
Las situaciones alimentarias sociales les estresan, ya que en ellas se sienten
observadas, anormales, distintas al resto y por lo tanto, excluidas.
Muchos de los autores que han investigado este tema vinculan la bulimia a la obesidad.
Según ellos, estos trastornos ocurren en personas cuya principal preocupación es el
peso y que producto de ello se someten a largos periodos de ayuno, seguidos de
impulsos alimentarios incontrolados. Al respecto, Apfeldorder (2004) señala que tanto
la hipofagia como la hiperfagía responderían a procesos similares: la inestabilidad
emocional, la irritabilidad, la ansiedad, la depresión, el embotamiento afectivo y sexual
y la búsqueda obsesiva de alimentos, que caracterizan tanto a quien se somete a una
restricción alimentaria, como al obeso.
II.3.El interés social por la delgadez
10
Sin embargo, resulta necesario destacar que existen trabajos que si han incorporado esas
dimensiones. Particularmente aquellos realizados desde la antropología de la alimentación y del
género, los que se exponen amplia mente en el marco teórico.
19
La primera aparición de la delgadez como objeto de moda cultural tuvo lugar en
Estados Unidos entre 1830 y 1850, ya en esa época se prescribía el límite del consumo
de alimentos en virtud de la salud y los modales, sobre todo en áreas de influencia
protestante, en las que las recomendaciones dietéticas formaron parte de una moral
religiosa con implicaciones individuales, según la cual el cuerpo es reflejo del orden
interior (Behar, 1995). En ese contexto, la dieta era entendida como un patrón de
restricción, que producía templanza, control de las pasiones y estabilidad mental, es
decir, el mismo prisma cultural en que tenían lugar las Santas ayunadoras.
A comienzos del siglo XX, el cuerpo femenino va adquiriendo un valor estético,
alejado de su tradicional función exclusivamente reproductiva, promovido
principalmente por la industria de alta costura que pone de moda la figura esbelta. Así,
la delgadez se vuelve una preocupación para las mujeres aristócratas y frente a eso, el
alimento aparece de nuevo como un mecanismo de control y éxito, esta vez asociado a
la belleza (Ibid.).
Otro reforzamiento positivo al ideal de belleza es la promoción que hacen de él los
estamentos médicos y las empresas aseguradoras11. Esto tendría su origen en el
aumento de la obesidad en países industrializados producto de la masificación y
accesibilidad de los productos alimentarios, lo que como reacción habría generado una
mayor preocupación médica por la dieta y el ejercicio. La gordura deja de ser un
sinónimo de salud, convirtiéndose en signo de enfermedad. La salud, por su parte, se
vuelve tributaria de la delgadez y el control. Esto implica, por lo tanto, un cambio en
las representaciones sociales del cuerpo, la salud y por consiguiente también de la
alimentación. (Gracia Arnaiz.1996)
Paralelamente, a mediados del siglo pasado, comienzan a operar otros nuevos discursos
que implican tangencialmente al cuerpo. Por una parte, las ideas feministas y por otra,
la moda impuesta por la alta costura. Triunfan así el modelo juvenil y nomaternal, así
como la soberanía de las mujeres sobre sus cuerpos.
11
Como se señala más adelante, con el auge en U.S.A de lo que en Chile conocemos como Isapres y
seguros de vida, los estamentos médicos, influenciados por estas empresas, comienzan a promover otro
ideal de salud asociado a la delgadez, tendiente a disminuir las enfermedades y las causas de muerte
temprana que hasta ese momento, se relacionaban en gran medida con el sobrepeso. (infartos,
hipertension, etc.)
20
Este paradigma estético se habría acentuado luego de la Segunda Guerra Mundial,
momento en el cual se establecen las proporciones ideales del cuerpo. A partir de ese
momento comienzan a unificarse los distintos discursos sobre el cuerpo y la presión
por la delgadez se intensifica progresivamente hasta nuestros días, donde las exigencias
por tener una apariencia “atractiva” son tan grandes que generan profunda frustración
y angustia entre quienes no se encuentran dentro del canon. Es por eso, que miles de
personas en las sociedades industriales gastan mucho tiempo, dinero y esfuerzo en
combatir el sobrepeso o simplemente en mantener una figura delgada (Ibid:98). Esto
podría explicar en parte el alarmante aumento de trastornos alimentarios durante los
últimos años, sin embargo, estos motivos no bastan.
Actualmente, siguen existiendo personas que dejan de comer no necesariamente por
que quieran ser más delgadas. Por eso es necesario ir más allá e indagar en los
mecanismos ideacionales que están operando en la incidencia de este fenómeno.
II.4. Situación en Chile
En Chile, a pesar de que no se cuenta con grandes estudios cuantitativos sobre el tema,
sabemos que los trastornos de la conducta alimentaria (TCA), en mujeres adolescentes
principalmente, se han vuelto un serio problema de salud pública, el que ha ido en
aumento en los últimos, asociado un alto índice de morbilidad.
Se presume que la mayoría de estas mujeres pertenecen a estratos altos, sin embargo,
dado que en su mayoría se someten a tratamientos en el sistema privado, no existen
registros que permitan dilucidar la real incidencia de estos trastornos. Por su parte, en
el sistema público tampoco se han realizado estadísticas serias que permitan tener
cifras sobre el grado de presencia de estas “patologías”
En un estudio realizado por un grupo de médicos (Correa, Zubarew , Silva M, et al. ,
2006) sobre una población de 1051 adolescentes femeninas de la región metropolitana,
se buscó a través de la aplicación de test, medir los porcentajes de jóvenes en riesgo de
presentar un TCA según edad y nivel socioeconómico
Los resultados arrojaron, entre otras cosas, que aquellas jóvenes más propensas a
desarrollar un TCA son las pertenecientes al nivel socioeconómico (NSE) bajo,
21
seguido por las de NSE medio y por último, quienes menos propensión presentaron
fueron las adolescentes del nivel socioeconomico alto. Asimismo, se vio que en este
tipo de jóvenes se presentaban mucho más fuertemente los rasgos asociados a la
enfermedad, a saber: inseguridad, imagen distorsionada de sí mismo y dificultad para
establecer relaciones con los otros.
Si bien los trabajos realizados en el país han sido de gran ayuda para sacar a la luz la
real dimensión de esta problemática en Chile, y cómo la variable socioeconómica
influye en la incidencia y predisposición a estos trastornos, éstos, al haber sido
realizados, en su mayoría, desde una perspectiva biomédica, nos entregan una visión
parcializada.
Resulta necesario destacar la labor realizada por la doctora Rosa Behar (2004), quien
se ha esforzado por incluir variables socioculturales en sus estudios sobre anorexia,
principalmente en la femenina, pese a ello, sigue siendo necesario profundizar aún
más en ellos, procurando también incorporar en el estudio de este fenómeno a hombres
y adultos, además resulta necesario empezar a trabajar sobre el tema a nivel de
políticas públicas.
II.5. Osorno, un espacio de convergencias culinarias
La elección del lugar de estudio ha obedecido a razones de interés tanto teórico como
práctico. Trabajar en una ciudad como ésta constituye un gran aporte al entendimiento
de este fenómeno, ya que los pocos estudios que existen en nuestros país se han
centrado en las Regiones V y Metropolitana, lo que genera una visión parcializada del
problema.
Osorno, por su parte, ofrece una serie ventajas, por un lado, se trata de una ciudad
donde convergen variados grupos étnicos con un marcado contacto con el mundo
campesino, y por otro, dado su pequeño tamaño y su fuerte sectorización, facilita el
trabajo en terreno, la realización de entrevistas y la observación general del lugar.
Osorno, está ubicada en la X región, 100km al norte de Puerto Montt y 120km al sur
de Valdivia. Según el censo del año 2002, cuenta con cerca de 140.000 habitantes, con
22
una estimación de 160.447 para el año 2008.
En cuanto a su composición social, esta ciudad se caracteriza por la fuerte presencia de
inmigrantes, árabes, españoles, franceses y alemanes, siendo este último grupo el más
importante e influyente de la ciudad. Estos grupos se han constituido en la clase alta
local, dominando no sólo los actividades agrícolas, sino que también, en el caso de lo
árabes, las actividades comerciales. Asimismo, éstos, en particular los alemanes, han
influido fuertemente en los modos de vida locales, permeando muchas de sus
tradiciones, sobre todo las culinarias, a la cultura criolla local.
Por su parte, Osorno cuenta con una importante presencia huilliche, principalmente en
el sector de Rahue, este grupo sin embargo, ocupa un espacio de menor estatus dentro
de la sociedad osornina.
En cuanto a los modos de vida, se trata de una ciudad donde el ámbito doméstico sigue
siendo central, esto se debería a que en ciudades como ésta la introducción de la mujer
al mundo laboral aún no ha sido tan significativa, lo que, como señala Gracia Arnaiz
(1996), sustentaría la predominancia del espacio doméstico como núcleo de la familia
y de la alimentación socialmente ritualizada, instancias donde se articulan gran parte
de las relaciones sociales, como transmisión de saberes, valores y pautas de conducta.
(Ibid.). Además, dada las cortas distancias y el clima frío, la gente pasa mucho de su
tiempo en el hogar, lo que potencia aún más la importancia de este espacio.
Por otra parte, si bien no se han realizado estudios estadísticos sobre anorexia en Chile,
y menos aún en Osorno, existen una serie de trabajos cuantitativos realizados por el
Ministerio de Salud que muestran, entre otras cosas, las altas tasas de obesidad en la
región (una de las más altas de Chile)
Estudios sobre calidad de Vida (Instituto Nacional de Estadísticas, 2001) nos entregan
datos sobre lo que estaría sucediendo en la Décima Región con respecto a los modos
de percibir el cuerpo y sus cuidados. Dicho estudio señala que un 36,4% de la
población de esa región se considera con sobrepeso, esto se acentúa en mujeres y en
adultos de ambos sexos. Al mismo tiempo, este trabajo revela que un 33,1% está
haciendo algo para mantener controlado su peso, en este caso la mayoría de éstos son
jóvenes de sexo masculino, le siguen las mujeres jóvenes y de la tercera edad.
23
Esto deja en evidencia que existe una alta disconformidad con el cuerpo en las
personas de la Décima Región, lo que no sólo aqueja a mujeres jóvenes, sino que
también estaría afectando significativamente a hombres y adultos de ambos sexos.
La complejidad de los sistemas culinarios, sumado a las altas tasas de Obesidad y la
significativa preocupación por el peso, hacen suponer que se trata de una ciudad donde
la alimentación es un tema significativo, no exento de contradicciones, vinculado
fuertemente elementos identitarios y emocionales, lo que convierte a Osorno en un
lugar interesante para el estudio de los TCA.
II.6. Anorexia en la literatura
Los trastornos del comportamiento alimentario son una temática que también está
presente en la literatura, en particular, en aquella de Alejandra Pizarnik. A través de su
obra es posible observar muchas de las tensiones y angustias propias de las mujeres
que padecen estos trastornos.
Esta escritora argentina, hija de inmigrantes judíoeuropeos, desde muy joven tuvo
conflictos con su cuerpo. Como lo señala Viviana Gorbato (1997), en la década del
‘50, cuando iba al colegio secundario, todos la recuerdan gordita, con el delantal
arrugado y las medias caídas y granitos en la cara. Alejandra no era gorda, sino
gordita, pero su lucha contra los kilos de más tenía que ver con un ideal de flacura que
luego consagraría a la modelo Twiggy, como el símbolo de la belleza femenina
moderna.
El afán por convertirse en una mujer delgada, junto con las anfetaminas que tomaba
para lograrlo, la llevaron finalmente al suicidio, muerte, que por lo visto, fue
previamente anunciada a través de su poesía y su prosa 12, asimismo, sus angustias y
conflictos son retratados vívidamente en sus textos.
En el año 1958, Alejandra Pizarnik escribe en sus diarios que admite haber confundido
la literatura y la vida. De este modo, a través del lenguaje, Pizarnik buscará construirse
12
Alejandra Pizarnik: crónica de una muerte anunciada.:
http://abraxasmagazine.wordpress.com/2008/01/17/alejandrapizarnikcronicadeunamuerteanunciada
24
a sí misma, y finalmente construir "el poema del cuerpo con mi cuerpo" (Gorbato,
1997).
En relación a eso, Alejandra señala en sus diarios que la escritura de Los trabajos y las
noches
“me dio la felicidad de encontrar la libertad en la escritura. Fui libre, fui
dueña de hacerme una forma como yo quería.” (Pizarnik, 2003: 313314)
Como lo expone Marcia Martinez13, Pizarnik en sus diarios además ilustra su compleja
relación con los alimentos y con su cuerpo.
Pizarnik admite que los suyos no son placeres sino sólo hambre y sed, y en relación a
eso, parece establecer una vinculación entre el lenguaje y los alimentos, ambos capaces
de construirla, el primero en un mundo ficticio, y el segundo en un mundo real
Si compro libros y los devoro, no es por un placer intelectual –yo no tengo
placeres, sólo tengo hambre y sed ni por un deseo de conocimientos sino por
una astucia inconciente que recién ahora descubro: coleccionar palabras,
prenderlas en mí como si ellas fueran harapos y yo un clavo. (Pizarnik, 2003:
198)
13
En: Trazos de la literatura menor y proceso anoréxico en los trabajos y las noches de Alejandra
Pizarnik. http://www.yontorress.blogspot.com/2008/03/trazosdeliteraturamenory.html
25
con la literarura.
Nunca me odio tanto como después de almorzar o cenar. Tener el estómago
lleno equivale, en mí, a la caída en una maldición eterna. Si me pudiera coser
la boca, si me pudiera extirpar la necesidad de comer. Y nadie goza tanto en
esto como yo. Siento placer absoluto. Por eso tanta culpa, tanta miseria
posterior. (Pizarnik, 2003: 199)
Particularmente, en la obra “La condesa Sangrienta”, Pizarnik deja entrever muchos de
sus conflictos con el cuerpo femenino. Esta obra basada en la vida de la maquiavélica
Condesa Erzsebet Bathory, cuenta la historia de una mujer sumamente poderosa, que
movida, entre otras cosas, por el miedo a envejecer comienza a torturar y asesinar
jóvenes mujeres, ocupando su sangre en baños para conservar de juventud. En cierta
medida Alejandra reconoce un paralelo con ella, al afirmar que la Condesa es “una de
las que en mi conviven”14. Dicha vinculación queda plasmada además en uno de los
epígrafes, con la frase de Octavio Paz “Todo es espejo!”. Asimismo, resulta
ilustradora la recurrencia de los espejos en esta obra, como por ejemplo, en el siguiente
extracto:
“En un espejo, trazó los planos de su morada: “Vivía delante de su gran espejo
sombrío, el famoso espejo cuyo modelo había diseñado ella misma”. y agrega:
“Nadie tiene más sed de tierra, de sangre y de sexualidad feroz que estas
criaturas que habitan los fríos espejos” (Pizarnik)
De este modo, al igual que la Condesa, Alejandra se siente prisionera de ese cuerpo,
que se encarna en el espejo y el castillo, los que buscan ser construidos por ellas
inútilmente. Ante esto, ambas mujeres buscan liberarse mediante la tortura de los
cuerpos jóvenes y bellos de las doncellas a las que victimiza, esos cuerpos que no son
y que las atormentan.
14
Haydu Susana. Las dos voces de Alejandra Pizarnik. Yale University.
http://www.sololiteratura.com/piz/pizlasdosvoces.htm
26
IV.Marco Teórico
El presente marco teórico expone los conceptos centrales desde los cuales se abordarán
los TCA como fenómeno cultural.
Se revisarán desde la antropología del género los principales conceptos en torno a la
construcción simbólica del cuerpo femenino; luego, las principales conceptulizaciones
teóricas en torno a la alimentación como hecho simbólico y cultural. Más adelante, se
expondrán brevemente algunas de las escasas definiciones sobre los trastornos del
comportamiento alimentario, provenientes de la teoría antropológica.
Finalmente se concluirá con la descripción de algunas de las investigaciones realizadas
en nuestro país en torno a esta temática.
III.1.El Cuerpo
Por lo mismo, a la hora de abordar los trastornos alimentarios resulta fundamental
indagar también en las concepciones de cuerpo que subyacen a dichos
15
Con material me refiero a la incorporación en cuanto condicionante de la contextura física (gordo o
delgado)
27
comportamientos.
Un primer elemento central, es denotar que el cuerpo no es una realidad vacía, sino que
una construcción cultural, situada en un determinado contexto histórico, que lo
constituye y le da sentido. Al respecto, David Le Bretón (1995:106) sostiene que la
existencia del hombre es corporal, y en ese sentido, sería lo que identifica lo humano.
De modo que a lo largo de la historia, la forma de entender al cuerpo habría sido
tributaria del modo de entenderse a sí mismo.
Señala, además, que a diferencia de las sociedades tradicionales, en las que persona,
cuerpo y mundo no se diferencian, la cultura occidental, a partir del Renacimiento, ha
ido separando al hombre de su corporeidad. Esta transición habría obedecido a un
cambio de paradigma, de forma de ver el mundo, asociado, por una parte, al
surgimiento de la medicina moderna, que disecciona el cuerpo quitándole su
tradicional sacralidad, y por otra, al desarrollo de las ciencias exactas, particularmente
a los trabajos de Galileo, con las que se produce un paso “del universo del
aproximadamente al universo de la precisión” (Ibid.:63). Así, el cuerpo se vuelve
medible y objetivable, capaz de abstraerse de su condición natural y sus pasiones. Se
convierte también en algo extraño y desconocido, objeto de individuación y por sobre
todo, construible a partir de discursos diversos y muchas veces contradictorios. Al
mismo tiempo, se vuelve una carga molesta, necesaria de ser borrada, produciéndose lo
que Le Bretón denomina el “borramiento del cuerpo”; es decir, mediante la
cotidianización de las experiencias estéticas éste deja de ser percibido y se anestesia
frente a los estímulos comunes, sólo se percibe en casos de dolor o placer extremos.
Así, el cuerpo se convierte en un alter ego que sólo es percibido indirectamente a
través de los espejos o las miradas de los demás.
El cuerpo se transforma en un texto que comunica, habla, da cuenta de un lugar en el
mundo y de una determinada ideología. Como territorio construible, es apelado e
interpelado y casi siempre manipulado por los poderes políticos, económicos, médicos,
sociales y religiosos de las distintas épocas y contextos. Estos, han poseído un núcleo
común: controlar y domesticar los cuerpos, en especial aquellos de las mujeres. Por lo
mismo, no es de extrañar que en la actualidad el paradigma de cuerpo perfecto se
28
corresponda con el fenotipo propio del grupo dominante. (CIEG, Módulo de Teorías de
Género 2007:209)
En este contexto, el cuerpo emerge como línea de dirección y horizonte explicativo,
entendido como un medio de expresión, desde donde se visualizan los distintos
imaginarios sociales, como aquellos de clase, de género o de generación, entre otros
(Ibid: 211)
Al mismo tiempo, dada la carencia de referentes identitarios tradicionales, adquieren
cada vez más fuerza los discursos sobre los ideales estéticos, potenciados por los
mensajes publicitarios. El cuerpo se diviniza, así como la presentación de sí, siendo
considerado como medida de valoración personal. La identidad se sitúa en el cuerpo, y
por lo tanto también en los discursos sobre éste. Sin embargo, en términos alimentarios
se aprecia que estos discursos son contradictorios, ya que, por una parte, incitan al
consumo de alimentos industriales y modernos, y por otra apelan al control y a la
delgadez como paradigma estético y moral, asociado al éxito, al poder, al control y a
la austeridad. (Contreras 2005:319329).
Este mensaje se potencia en la medida que al gordo, y sobre todo a la gorda se les
condena, convirtiéndolos/as en objeto de burlas (Valenzuela, 2001). La gordura se
homologa a enfermedad, fealdad, flojera, incapacidad e ineficiencia (Behar, 2004), se
lo asocia también al egoísta, al que transgrede las normas del compartir al comer más
que el resto (Gracia Arnaiz, 1996), es así como el sobrepeso se hace portador una carga
simbólica sumamente negativa.
Ahora bien, esta presión por un cuerpo delgado se presenta mucho más fuerte en
mujeres y en adolescentes, para quienes la construcción de un cuerpo ideal se relaciona
más fuertemente con su construcción identitaria. Como señala Behar (2004:69) “en
mujeres adolescentes, el no cumplimiento de los cánones de belleza es percibido como
un fracaso de su proyecto de vida, como pérdida de control y con la amenaza de ser
relegada”.
La imposibilidad de cumplir con esas expectativas sociales, genera una frustración que
se somatizaría en trastornos del comportamiento alimentario, principalmente Anorexia
y Bulimia. (Ibid.:70 )
29
III.2. Cuerpo femenino, Identidad femenina
30
que por sobre todo son construidas como un cuerpo.
Más tarde, Sherry Ortner (2006) desde la corrientes simbólica de la antropología del
género, tratará de dar cuenta del porqué de la dominación masculina en todas las
sociedades. Así, retomando la dicotomía propuesta por LeviStrauss naturaleza/cultura,
llegará a la conclusión de que dadas las características propias del cuerpo biológico de
la mujer, como el alumbramiento, amamantamiento y sus ciclos fértiles, ésta es
asociada a la naturaleza, en contraposición al hombre que es asociado a la cultura. Así,
del mismo modo como la cultura se impone por sobre la naturaleza, los hombres se
impondrán sobre las mujeres. Esta lógica explicaría el estatus secundario de las
mujeres.
Al mismo tiempo, esta división simbólica entre hombres y mujeres, correspondería a
una división de mundo, extrapolable a todas las dimensiones de la vida social. Por
ello, espacios, labores, momentos del año y roles, entre otras cosas, pertenecerán a uno
de estos dos universos. En virtud de esto es que a las mujeres se les asignan todas
aquellas actividades vinculadas a la reproducción del grupo, como crianza, cuidado del
hogar, cocina, etc, labores que, por lo demás, carecen del prestigio que tienen las
labores masculinas, las que en su mayoría son actividades políticas y económicas.
En ese sentido, el cuerpo de la mujer se constituye así en el fundamento último de su
lugar dentro de la sociedad.
En esta misma línea, Horst Kurtnizky (1992) pone énfasis en el rol de las mujeres
como objetos de intercambio y como victimas sacrifíciales para el mantenimiento de la
relaciones sociales, tanto dentro de un grupo, como en la relación entre tribus. El
sacrificio en ese contexto sería el modo en que se produce la mediación social de la
sexualidad femenina, es decir, el modo en que ésta es restringida, aprehendida y
convertida en un bien, que es propiedad de la sociedad masculina.
Esta aprehensión de la sexualidad femenina actuaría como metáfora de la imposición
del hombre por sobre la naturaleza. Kurtnizky ilustra esta idea de la siguiente manera:
31
de los deseos instintivos primarios, aparece como un peligro sumamente serio
para la sociedad porque cuestiona el conjunto de las relaciones de producción
basadas en el dominio de la naturaleza. La cultura estaría basada en la
imposición sobre la naturaleza, sobre la mujer, es por eso que para la cultura
es necesario el sacrificio de la mujer” ( ibid. :139)
Lo que señala este autor es que si bien los significantes que simbolizan a la mujer han
cambiado, éstas, y en particular su cuerpo y sexualidad sacrificada, han sido, y siguen
siendo objeto de poder dentro de las sociedades androcéntricas. Es decir, el cuerpo
aprehendido de la mujer, así como todos aquellos significantes equivalentes siguen
siendo objeto de poder en nuestra sociedad. Al respecto, este autor señala:
“En la Historia del desarrollo del culto sacrificial es posible identificar el
siguiente proceso: desde la victima real del sacrificio, a través de las prácticas
simbólicas, hasta el contrato social” (Ibid.:64)
Desde otra vertiente, Bourdieu (1998) señala que en el caso de las mujeres, todo el
trabajo de socialización temprana tiende a ponerles una serie límites que conciernen en
su totalidad al cuerpo. Así, la coquetería, por ejemplo, sería un acto de sumisión, como
si la femineidad se resumiera en el acto de empequeñecerse.
La mujer se construiría como un ente parasitario del hombre. Ella es en relación a él y
en relación a la sociedad, por lo mismo, su experiencia es una experiencia para otro, es
decir, la mujer construye su cuerpo y su experiencia en función de la mirada y
valoraciones de los demás. Dichas valoraciones a su vez se organizarían en función de
esquemas de percepción establecidos y naturalizados que reproducen el orden
masculino dominante.
“La experiencia femenina del cuerpo es el límite de la experiencia universal
del cuerpo para el otro, incesantemente expuesta a la objetividad operada por
la mirada y el discurso de los otros....Toda la estructura social está presente en
el núcleo de la interacción con el propio cuerpo, bajo la forma de esquemas de
percepción inscritos en el cuerpo de los agentes interactivos”. (Ibid.: 83)
32
Esa construcción mediada por la percepción de los otros desembocaría en un
permanente estado de inseguridad corporal o como lo llama Bourdieu de
“dependencia simbólica”, lo que las hace sumamente susceptibles a todos los discursos
sobre el ideal del cuerpo.
Así, bajo la mirada incesante de los demás, las mujeres están condenadas a
experimentar constantemente la distancia entre el cuerpo real, al que están
encadenadas y el cuerpo ideal, al que intentan incesantemente acercarse.
Este autor si bien no niega la influencia de la industria de la moda y la estética en la
preocupación femenina por la apariencia, sostiene que ésta es sólo una expresión más
de esa violencia simbólica propia la dominación masculina.
Por otra parte, la antropóloga chilena, María Elena Acuña, mucho más centrada en la
situación actual de las mujeres chilenas y latinoamericanas, señala que producto de los
cambios que han experimentado las vidas de las mujeres en los últimos 50 años en
Chile y en el mundo, principalmente debido a la emergencia de construcciones
discursivas sobre la autonomía individual, el ser mujer y construirse como tal se ha
vuelto cada vez más complejo. El deseo social de la modernidad habría tenido un
impacto en las mujeres, sobretodo con el surgimiento de una idea de mujer moderna
blanca futurista. Así, las mujeres tradicionalmente más conservadoras, habrían
empezado a ver modeladas sus vidas, identidades y cuerpos por una cantidad enorme
de conocimientos y prácticas, de tipo tecnológico, que implican una participación
activa de las mujeres como portadoras, transmisoras y creadoras de saberes sobre
dietas, nutrición, cosmética, cirugía plástica, envejecimiento,entre otros, que se
constituyen en marcos de la modernidad de las mujeres. Así, como lo señala esta
autora: “Con mucho de estos saberes las mujeres ganan cuerpo y ganan en cuerpo,
pues el imaginario sobre este se expande”. (Acuña. 2003)
Es así como, la manipulación del cuerpo se ha vuelto compulsiva, institucionalizando
como norma cuerpos irreales donde no se define bien el límite entre lo natural y lo
artificial. El cuerpo se interviene y se construye, con lo cual se interviene también en
la identidad, la posición y clase social.
33
Nuestro cuerpo significa primero un sexo, luego un género, por ende una identidad,
una posición social, una condición social, una edad y una raza, entre otras cosas. Ser
delgada, sin curvas y ojalá rubia y si es posible, sin esfuerzo, es una marca étnica y de
clase social.
El cuerpo de la mujer sigue significando la posición social de las familias, por eso en
parte el estatus social de una familia recae en el cuerpo de la mujer y por lo mismo, el
tránsito social simbólico de traspaso de la clase social, el “blanqueo”, opera a través
del consumo, pero también a través del cuerpo de las mujeres.
Con esto, las mujeres habrían pasado de la prisión del cuerpo doméstico a la prisión
cuerpo perfecto, a través de dietas, cosméticos y cirugías. Este modelo se vuelve un
referente de lo femenino y es socializado desde la infancia principalmente a través de
las propias mujeres.
“Casi junto con aprender alguna receta familiar, antes asociada a la historia
fundante de la familia, la niña aprende la cantidad de calorías de un alimento,
aprendiendo que la belleza es un producto que se puede comprar” (Acuña,
2003)
Dentro de esta misma línea, Sonia Montecino (2007), da cuenta de un nuevo escenario
en la construcción de géneros en nuestro país. Nos habla de un “neomachismo” dónde
se pondrían en juego dos lógicas contradictorias, por una parte, un discurso
generalizado y validado socialmente sobre la igualdad de género: el “contrato”, y por
otra el “estatus”, sistema que aún funcionaría en la vida cotidiana donde siguen
operando valoraciones tradicionales de lo femenino.(Ibid.: 156)
Esta autora señala entonces que el constante choque entre ambas lógicas hace posible
comprender muchas de las contradicciones que se aprecian en la relaciones de género
en Chile.
En ese contexto es dónde, se produciría lo que esta autora denomina “el huacharaje”
femenino actual. En esta contradicción entre el “contrato” y el “estatus” la mujer se
vuelve “huacha” en la medida que su cuerpo, que es lo público, se hace bastardo, es
34
decir, se desvincula de aquellos referentes tradicionales que lo construían, haciendo
que los sistemas de prestigio tradicionales choquen con los de la igualdad. (Ibid.:157)
Ese huacharaje además se vincularía no sólo con el entrar en espacios
desacostumbrados, sino que además con el legitimar tal desplazamiento.
Otra razón de su bastardía tendría relación con el cuerpo, ya que pese a la introducción
de la mujer en ciertos espacios generalmente asociados a lo masculino, los esquemas
tradicionales de percepción de lo femenino siguen operando, “lo femenino se expande
en lo público en tanto materialidad corporal a la cual se le asignan una serie de
atributos vinculados a la reproducción, a la salud y a la belleza”. (Montecino
2007:159)
Se trata de un cuerpoobjeto, subordinado a las miradas masculinas y al mismo tiempo
cristalizado como reproductor, relegando a la mujer a su función de madre.
En los casos en que se busque ser más que un cuerpo emerge la idea de un “hombre
con faldas”. Como consecuencia, será en muchos casos la seducción la que prime
como mecanismo de obtención de beneficios y el cuerpo será el instrumento
dominante.
III.3. Función simbólica e identitaria de los Alimentos
Como ya se señaló al comienzo del capitulo precedente, las elecciones alimentarias
responden a una determinada concepción del cuerpo. Sin embargo, de manera más
concreta y directa, lo que trasciende en dicha elección es un conjunto de principios,
normas y procedimientos relativos al acto de alimentarse, que se sustentan en un
particular imaginario en torno a los alimentos y su incorporación, lo que nos habla de
la importancia que tienen los modos de alimentarse para los distintos grupos humanos.
(Fishler, 1995)
35
Esta carga simbólica, se evidencia en la extendida utilización de ofrendas de alimentos
en situaciones rituales, como el pan y el vino en el rito de la misa católica occidental, o
los dulces y el “caliente” en los rituales atacameños. Por lo mismo, los alimentos que
una sociedad identifica como consumibles, así como los momentos en que cada uno de
ellos debe ser consumido (contexto cotidiano, festivo o ritual), responden a una
determinada visión de mundo que impregna a los alimentos de significado. Este
significado es central en la elección alimentaria, dado que al momento de consumir
alimentos, más que nutrientes lo que se incorporan son sus propiedades simbólicas. Es
así como a través de esta operación, nos convertimos en lo que comemos (Contreras y
Gracia. 2005).
Esta lógica explica, entre otras cosas, la existencia universal de tabúes alimentarios, los
cuales han llevado a ciertos pueblos a morir de hambre por rehusarse a comer
alimentos prohibidos (Ibid). Asimismo, se ha comprobado que en contextos ecológicos
similares, distintas culturas generan repertorios de alimentación diferentes. Lo mismo
sucede con la anorexia y la bulimia en nuestros días. Resulta extraño constatar que en
aquellos lugares donde hay mayor abundancia de alimentos centenares de personas
deciden voluntariamente no comerlos o vomitarlos.
Por lo mismo, las culturas alimentarias, entendidas como productos, modos de
preparación y consumo, comportan e implican un complejo conjunto de
representaciones, creencias, conocimientos y prácticas que son heredadas o aprendidas
y compartidas por los individuos de una comunidad dada, lo que supone un sentido de
identidad en torno a esas prácticas. Estas, si bien son patrimonio de un grupo social,
son transmitidas casi en su totalidad en el ámbito doméstico donde adquieren
características particulares de acuerdo a cada grupo.
Las formas de alimentación o culturas alimentarias proporcionan importantes aspectos
de identidad sociocultural, ya que al igual que los cuerpos, son universos semánticos
que comunican una posición y la pertenencia a un lugar en el mundo, ambos son
modos de comunicación que apelan a imaginarios de clase, género, edad y etnicidad,
entre otros. “yo comunico lo que soy mostrando socialmente lo que como... y también
una demarcación de uno mismo en contraposición con otro”. (Ibid.:36)
De este modo, tanto personas como grupos, pueden ser identificadas y clasificadas
36
socialmente según lo que comen, y al mismo tiempo, ellos se construyen e identifican
a través de la comida (Ibid:259). Así, por ejemplo, en nuestra sociedad chilena quien
come Sushi en Vitacura con palitos y toma Coca Cola light, es asociado a la clase alta,
mientras que alguien que come porotos con riendas en la Vega Chica, “ayudándose con
el pan untado en pebre”, es inmediatamente asociado a los grupos mas populares.
Algo similar sucede entre los jóvenes, quienes distinguen entre “copetes de mina”,
como la Piscola con Coca Cola Light o el Martíni, y los “copetes” de hombre, como
Cerveza y Piscola o Ron con Coca Cola “normal”.
En relación a lo mismo, es común ver a personas que tratan de imitar el
comportamiento alimentario de una categoría social considerada superior, para lograr
la deseada promoción social (Ibid.: 260)
Esta identificación entre comida y pertenencia, se refleja especialmente en ciertos
marcadores culinarios como la condimentación (Contreras. 2005). Se ha visto que ante
la homogeneización del mercado alimentario, la cocina se convierte en un medio para
salvaguardar ciertos rasgos identitarios. Ejemplo de ello son los inmigrantes mexicanos
en Estados Unidos, quienes a pesar de haberse integrado al mercado, siguen
consumiendo mucho picante en sus comidas, rasgo que los diferencia e identifica.
Ahora bien, hoy en día esa relación entre alimento e identidad se vuelve un tanto más
compleja. Resulta indiscutible que los cambios producidos por la industrialización han
afectado a casi todos los rincones de la tierra, tomando características particulares en
cada lugar, siendo el comportamiento alimentario una de sus victimas.
Así, desde un tiempo a esta parte, hemos sido testigos de cómo los patrones culinarios
tradicionales, como la predominancia de la mujer en la cocina, el comer en familia
alrededor de una mesa, la elaboración casera de los alimentos y la transmisión de
saberes culinarios, entre otros, han ido desapareciendo, siendo desplazados por otros
modos de alimentación, como la comida rápida industrialmente manufacturada, el
consumo extradoméstico y el predominio del “snack”. Asimismo, los referentes
identitarios tradicionales también han perdido su importancia (la iglesia, la familia, la
escuela y la nación) en virtud de los medios de comunicación y el consumo, que
progresivamente se han ido constituyendo como soportes identitarios válidos. Todo
esto nos pone frente a un escenario, donde el comer como consumo adquiere un nuevo
37
significado para la construcción de identidades.
Ese significado que ha adquirido el comer está fuertemente determinado por los
medios de comunicación y en especial por la publicidad. El comer hoy en día no sólo
implica la transferencia del valor simbólico del alimento al comensal, a través del
principio de homeostasis (Fishler, 1995), sino que además se constituye como un
importante generador de placer y estatus, y a la vez, como el gran responsable de la
constitución física, elemento fundamental en la construcción identitaria
contemporánea. Se produce así lo que Gracia Arnaiz (1996) denomina la “cacofonía
publicitaria”, es decir, la simultaneidad de mensajes sumamente penetrantes y
contradictorios entre si.
Asimismo, de manera paralela van tomando fuerza otros discursos en torno a los
alimentos, que van resignificando y complejizando aún más la relación con ellos. Sin
lugar a dudas, uno de los discursos más importantes y penetrantes en el modo de
concebir los alimentos en la actualidad es aquel que propaga una “nutrición saludable”.
A partir de mediados de siglo veinte, toma fuerza este discurso nutricional que propaga
una alimentación hipocalórica y actividad física constante con el objeto de mantener
un cuerpo delgado y saludable, que como ya se señaló, habría sido impuesto por el
sistema médico y las empresas aseguradoras (isapres y seguros de vida).
Surge así la idea de que salud y placer en la cocina son cosas incompatibles, y por lo
tanto, mantener un cuerpo saludable exige necesariamente un sacrificio, el dominio de
las pulsiones y los deseos. Esa dicotomía estaría asentada en la concepción
pecaminosa del placer, según la cual la voluptuosidad terrestre y carnal se opone a la
salud espiritual y eterna. La búsqueda de goce entonces sería un desbordamiento
culpable (Fishler 1995: 134)
Esta relación se vuelve aun más compleja en las mujeres, no sólo por la importancia
que para ellas tiene el cuerpo, sino porque tradicionalmente han estado vinculadas de
manera particular a la cocina, de hecho han sido y siguen siendo las principales
responsables de la alimentación cotidiana familiar. Este rol ha sido reforzado por los
medios de comunicación social, quienes han contribuido a crear un imaginario cultural
femenino asociado a la alimentación diaria. Resulta significativo que la mayor parte de
38
la publicidad alimentaria esté dirigida hacia las mujeres (Gracia Arnaiz, 1996). A
través de ella, éstas se ven llamadas a responder a exigencias sociales cada vez más
altas, no sólo en cuanto a consumo, sino que también en relación a la construcción de
su cuerpo y su salud. Es así como, las mujeres son incitadas a preparar la comida pero
a no comérsela, se les exige además una imagen estandarizada físicamente que les lleva
a sacrificios y desordenes alimentarios y al mismo tiempo se espera de ellas una
conducta social excelente. La idea es mantener un equilibrio nutricional y una figura
esbelta casi sin comer. En función de esto, Gracia Arnaiz (1996, 2004) plantea que
estos mensajes contradictorios serían en gran medida los responsable de los trastornos
contemporáneos del comportamiento alimentario
39
III.4. Construcción cultural de los trastornos del comportamiento alimentario
“la anorexia nerviosa es una enfermedad que ha sido diseñada socialmente y
cuyos autores en el sentido de "constructores" son tanto quienes han
definido sus síntomas y su etiología, como quienes han diseñado los métodos
de tratamiento, así como quienes han experimentado algunos o todos de esos
síntomas o quienes han ido haciendo de todo ello un asunto susceptible de ser
problematizado socialmente”. (Ibid.:78)
Señala además, que tanto en la actualidad como a lo largo de la historia han existido
motivos para la restricción alimentaria, ya sea la religión, el bolsillo, la denuncia, el
heroicismo, la solidaridad o el deseo de aceptación o de exclusión social. Lo
interesante es que cada uno de estos motivos para el ayuno16 voluntario han sido o son
aceptados y valorados positivamente dentro de sus respectivos contextos sociales. Por
lo mismo, esta autora destaca la importancia indagar en el sentido o significado social
16
Ayuno:
(De ayunar). Que no ha comido. 2. adj. Privado de algún gusto o deleite. www.rae.es
40
que tiene la comida, la dieta, la regulación del peso, la ingesta alimentaria y las formas
corporales en cada uno de estos contextos.
Por su parte, Girard (1996) señala que las teorías modernas que han tratado el tema de
los trastornos del comportamiento alimentario no han podido dar con las reales razones
de estos desordenes. Señala que los trastornos del comportamiento alimentario
(bulimia y anorexia) son fenómenos mucho más simples de lo que han querido pensar
las teorías de género y psicoanalíticas, ya que el origen de este comportamiento estaría
en las pretensiones estéticas y sociales generalizadas, propias de las sociedades
occidentales modernas, así, los trastornos alimentarios obedecerían principalmente a
un principio mimético.
Indica, que en sociedades altamente individualizadas, todos los individuos compiten
por ser el número uno, en relación a un idea o a un paradigma, en este caso el
paradigma es la delgadez, que supone una serie de asociaciones como clase social,
grupo étnico y carácter, entre otros. Este ideal estético sería entonces un anhelo
generalizado entre todas las personas que son parte de las sociedades occidentales
modernas, lo que no implica que todas esas personas sufran de trastornos alimentarios.
Según este autor, los trastornos de comportamiento alimentario, también serían
comportamientos miméticos, transmitidos principalmente por mujeres a mujeres a
través de los medios de comunicación, todo esto en función de un ideal claro: la
delgadez.
Así, en ese comportamiento las mujeres estarían buscando una identidad no sólo de
género, sino que también étnica y de clase.
Desde una vertiente más ligada al psicoanálisis, Julia Kristeva (2006), como dijimos en
los antecedentes, señala que la bulimia sería una suerte de reacción de las mujeres
jóvenes ante la necesidad de expulsar de sí aquello “abyecto” que las constituye y que
es dado por los padres. Así, al purgar, estas mujeres estarían sacando simbólicamente
de sí a sus padres.
Georges Devereaux (1972), por su parte, nos entrega un concepto que resulta muy últil
para entender este tipo de trastorno. Este autor plantea que las sociedades construyen
41
este tipo de “patologías”, o “Trastornos étnicos”, cuya sintomatología y modo de
tratamiento es definida en relación a las pautas culturales predominantes, así define
algunas de sus característica:
Se presenta con frecuencia en una cultura en particular.
Reflejan los conflictos esenciales y las tensiones que están generalizadas en la
cultura.
Es un sendero común definido para la expresión de una amplia variedad de
problemas psicológicos.
Sus síntomas son extensiones y exageraciones directas de conductas normales
dentro de la cultura y por lo general aceptada.
Ante esto, podemos constatar que las características tanto de la anorexia, como de la
bulimia, coinciden con aquellas propias de lo que este autor denomina “trastorno
étnico”.
Lo que nos permite aventurar que en buena medida los TCA podrían ser reflejos de
tensiones, contradicciones y problemas no resueltos en una cultura.
42
V. Metodología
IV.1 Perspectiva Metodológica
Como ya se ha señalado, la presente investigación pretender abordar los trastornos del
comportamiento alimentario, en particular, la anorexia y la bulimia, desde un
perspectiva cultural, es decir, desde los significados y sentidos que trascienden a este
tipo de fenómenos. En vista de esto, la presente investigación ha buscado ser un trabajo
más bien exploratorio, cuyas líneas de análisis, si bien han sido trazadas a priori a
partir de los antecedentes teóricos (contexto, alimento, cuerpo), buscan ser
absolutamente permeables a la realidad que emane de los discursos de sus
protagonistas. Asimismo, es necesario considerar que el abordaje de una temática
como ésta implica un gran desafío metodológico, en la medida que se trata de un
tópico que supone una gran carga emocional y afectiva para quienes han sido victimas
de bulimia o anorexia, y asimismo para quien las investiga, precisamente por tratarse
de una “enfermedad” que apela directamente a las mujeres y su identidad.
Es por ellos que este estudio ha seguido la senda de las investigaciones cualitativas,
pretendiendo en todo momento ser un esfuerzo interpretativo, relevando las visiones y
valoraciones presentes en las mujeres entrevistadas.
La investigación cualitativa tiene sus raíces en la filosofía fenomenológica
hermenéutica, representada por pensadores como Dilthey, Weber y Gadamer, entre
otros. Esta filosofía desde sus inicios se opuso a la consideración de lo humano, lo
social y lo cultural, como simples cosas que no difieren de lo natural. Dilthey rechazó
la hegemonía pretendida por las ciencias naturales, para estudiar lo social, alegando en
favor del carácter intersubjetivo y cultural del hombre, como propiedades no presentes
en lo natural (Tudela, 2004:9).
En términos generales, este tipo de investigación consiste en descripciones detalladas
de situaciones, eventos, personas, interacciones y comportamientos que son
observables.
Además, incorpora lo que los participantes dicen, sus experiencias, actitudes,
43
creencias,
pensamientos y reflexiones, tal y como son expresadas por ellas mismos (Ibid.:7).
No es interés prioritario de este enfoque investigativo el problema de las cantidades,
medidas, pesos o correlaciones de incidencia entre variables, ya que su objetivo es la
búsqueda de significados o sentidos en la vida cotidiana de las personas, las
instituciones o en sus interacciones. Su tarea, por lo tanto, es develar motivos, pautas
de comportamiento, actitudes, valores, opiniones, creencias, relaciones de poder y
símbolos, entre otros elementos de carácter subjetivo. (Ibid.:11). Esto en cuanto, para la
tradición de "estudios cualitativos" la realidad es una construcción social a través de la
cual los sujetos exteriorizan e internalizan los significados que sus propios colectivos
legitiman como reales. El centro de atención se coloca en el sentido de las acciones
sociales y en las estructuraciones simbólicas que, más allá del individuo, configuran la
subjetividad y conciencia de los sujetos. (Martinic, 1995:7)
En ese sentido, se entenderá la cultura desde un punto de vista semiótico, como
“tramas de significación socialmente establecidas en virtud de las cuales la gente hace
cosas(...) como sistemas de interacción de signos interpretables” (Geertz 1973:2627)
Ahora bien, dada las características ya mencionadas se ha seleccionado un conjunto de
técnicas e instrumentos metodológicos apropiados para responder de manera pertinente
a los objetivos propuestos en la investigación.
IV.2.Técnicas e Instrumentos:
A continuación se expondrán las técnicas que se utilizaron, entendiendo que más que
un conjunto de pasos, constituyen un determinado tipo de trabajo intelectual, que en
definitiva conforma el núcleo más profundo de la investigación cualitativa, esto
considerando que en éste tipo de investigaciones, lo relevante, más que los modos de
análisis y los supuestos teóricos, son los discursos, ideas y significados presentes en
los propios actores. Es por esto, que en la elección de los instrumentos se decide en
última instancia el tono y la perspectiva de la investigación, y por lo tanto, también el
éxito o fracaso de la misma.
44
Relatos biográficos:
En las últimas dos décadas el método biográfico ha experimentado una progresiva
recuperación, de la mano con una tendencia a la revalorización de lo humano concreto
como objeto de estudio (Pujadas 2002:7). Esta tendencia supone no sólo un cambio
metodológico, sino que también y por sobretodo un cambio epistemológico. Un
rechazo al positivismo, principalmente dejar de entender las ciencias sociales a imagen
y semejanza de las naturales y exactas, volcándose a relevar los discursos y
subjetividades de los actores.
De este modo, el método biográfico supone una serie de ventajas para la investigación
cualitativa. Entre otras, permite a los investigadores sociales situarse en ese punto
crucial de convergencia entre el testimonio subjetivo de un individuo, relativo a su
experiencia personal, y la plasmación de una vida que es reflejo de una época, de unas
normas sociales, y de un conjunto de valores compartidos por una comunidad
(Ibid.:44).
En particular en este estudio, dada las características de esta investigación, así como de
las personas entrevistadas, lo que se ha utilizado son relatos de vida o relatos
biográficos, los que si bien comparten una serie de características con las historias de
vida, difieren principalmente en extensión y profundidad. (Ibid.:47)
Se trata, en definitiva, de una entrevista biográfica, que consiste en el dialogo abierto
con pocas pautas, en el que la función básica del entrevistador es estimular al sujeto
entrevistado para que proporcione respuestas claras, cronológicamente ordenadas, en
las que se expliciten de la forma más amplia posible los acontecimientos más
relevantes de su vida (Ibid.:66).
Este tipo de instrumento de recopilación de información resultan sumamente útiles
para tomar contacto con un tema poco estudiado, y así comprender, ilustrar hipótesis,
sumergirse empáticamente, o para obtener visiones sistemáticas con respecto a un tema
o grupo social (Ibid.:6263)
Para su realización es necesario generar las condiciones más favorables para garantizar
la comodidad de nuestro informante: intimidad, espacio familiar y estimular
positivamente sus ganas de hablar. Dentro del relato, todas las preguntan han de ser lo
45
más abiertas y generales posibles.
En la presente investigación, las entrevistas biográficas fueron realizadas haciendo
hincapié en los aspectos de su vida vinculados con la alimentación, el cuerpo y el
desarrollo del trastorno alimentario, siempre procurando respetar los discursos y
valoraciones de las entrevistadas, así como el orden cronológico de los
acontecimientos.
Análisis
Durante esta etapa del trabajo se utilizaron una serie de elementos de análisis
estructural del discurso, con el objetivo de desentrañar en ellos los significados
implícitos y muchas veces inconscientes. En particular, se usaron algunos de los
elementos propuestos por Martinic (1992), quien a partir de los modelos elaborados
por los lingüistas y estructuralistas clásicos, como Greimas y Hiernaux, entre otros, ha
generado una metodología para el análisis estructural de discursos, con una aplicación
práctica a los estudios antropológicos.
Este procedimiento se sustenta en la premisa de que, el sujeto que habla es, a la vez,
hablado por principios simbólicos que organizan su enunciación Todo sujeto participa y
realiza un modelo simbólico determinado. Así, el modelo es una manifestación de
sentidos culturales codificados. Lo que se expresa en un texto da cuenta, por lo tanto, de
índices de reglas de selección y combinación propias al modelo, evidenciando así una
estructura. (Ibid.:11)
46
IV.3. Selección de muestra
Proceso de selección
Producto de las características ya señaladas del tema investigado, la muestra obtenida
no fue muy significativa numéricamente. Sin embargo, este no es un problema para el
trabajo antropológico, ya que dado su carácter cualitativo, lo central más que la
extensividad, es la exhaustividad y la profundidad. Además, como señala Devereux
(1972), los discursos y representaciones de las personas son reflejo absoluto del
contexto cultural al que pertenecen, y en ese sentido es posible realizar etnografía
incluso a partir del discurso de un solo individuo. Lo que debe primar más que el tipo
de muestra son las técnicas de recolección de información, así como el esfuerzo
interpretativo que se realice, lo que dará un carácter cualitativo y semiótico a la
investigación.
Composición de la Muestra
Pese a que en un principio se pretendió trabajar tanto con mujeres y hombres17 de clase
baja, como alta, esto no fue posible. Todas las personas de clase alta que fueron
consultadas se negaron rotundamente a entregar su testimonio. Por ello, como ya se
señaló, el único medio a través del cual fue posible conseguir entrevistas fue mediante
el centro de salud mental de la ciudad de Osorno18, en particular, gracias a la psicóloga
Ximena Reineke. Ella me transfirió a cuatro de sus pacientes (Mariana, Gabriela,
Andrea y Carolina), tres de las cuales fueron entrevistadas en el mismo centro de
salud, una vez concluida la sesión con Ximena.
Las otras dos entrevistadas (María Jesús y Mariela) fueron contactadas a través de
redes sociales en Osorno.
Cabe señalar, que el haber realizado parte de las entrevistas en el contexto del centro de
salud, facilitó enormemente el trabajo de acceso a los relatos de las “pacientes”, esto
17
El único caso de Hombre con TCA del cual tuve conocimiento, no accedió a darme una entrevista.
18
A los centro de salud acuden generalmente personas de clase media y baja, dado que no pueden
acceder a una atención privada de mejor calidad.
47
gracias a que en ese contexto yo era vista como una psicóloga más.
La muestra en base a la cual se trabajó finalmente estuvo constituida por seis mujeres,
todas ellas provenientes de estratos medios y bajos19. Asimismo, cuatro de ellas
prevenían de sectores campesinos. Sólo en uno de los casos los padre presentaron
estudios superiores de carácter técnico.
Dado que las diferencias socio económicas entre ellas no fueron consideradas, como
un tópico relevante para el análisis, en el cuadro de la muestra no se graficaron estas
particularidades
Por otra parte, como ya se ha señalado, no existe un límite tan claro entre las mujeres
anoréxicas y las bulímicas, dado que en la mayoría de los casos se presentan ambos
comportamientos. Sin embargo, para esta investigación las mujeres entrevistadas
fueron catalogadas según el tipo de trastorno predominante.
Mariana, 29 años, bulímicas.
Gabriela, 24 años, bulímicas con episodios anoréxicos.
Carolina, 24 años, anorexia purgativa20.
Maria Jesús, 19 años, anorexia purgativa.
Andrea, 37 años, anoréxica.
Mariela, 32 años, anorexia purgativa.
19
Esto se pudo deducir a partir de indicadores como tipo de educación recibida (públicaa, privada),
sector de la ciudad donde habita, así como el tipo de atención médica y psicológica que han recibido.
20
Es decir, anorexia con episodios de vómitos y atracones de comida.
48
Segunda Parte
Análisis
49
Primer capitulo: El contexto
Como ya se ha señalado, la presente investigación parte de la premisa de que los
trastornos del comportamiento alimentario son manifestaciones cuyo origen, más allá
de sus condicionantes psicopatológicas, está en lo más profundo de las normas
culturales de una sociedad. De este modo, suponemos que los contextos socioculturales
en los que estas mujeres han sido socializadas, les han entregado las pautas necesarias
para entender el rechazo a los alimentos como el mejor medio para la canalización de
sus angustias y dolores.
En función de esto, a continuación se indagará en los contextos familiares en los que
han estado insertas estas mujeres, y así comenzar a explorar en los imaginarios y
significados que han dado sentido a estos trastornos.
50
I.1. Descripción de las entrevistadas:
Catalina21
Catalina es de clase media, tiene 24 años, es hija única de su madre y por parte
de su padre tiene un medio hermano, con el cual nunca ha convivido. Nació en
Santiago donde vivió hasta los 14 años, momento en que toda la familia se
trasladó a Osorno, ciudad de origen de su madre. En esa ciudad además vivían
sus abuelos. De su abuelo tiene los mejores recuerdos: en su relato aparece
siempre como la figura masculina más importante en su vida, protector y
cariñoso, al contrario de su abuela quien desde pequeña la atormentó por su
sobrepeso. Catalina relata que esta última la sometía a situaciones sumamente
angustiantes como tomar laxantes e ir al baño todos los días después de comer,
además de agredirla verbalmente. Esa preocupación por el peso de la niña
también estuvo presente en la madre quien la presionaba constantemente para
que adelgace. Producto de ello, Carolina comienzó a establecer una compleja
relación con los alimentos desde la infancia, lo que desembocó en progresivos
trastornos del comportamiento alimentario a partir de los 10 años.
Además, su padre, al igual que su abuelo paterno, era alcohólico y golpeaba a
la madre, situación que le generaba mucha impotencia.
Cuando tenía 15 años su abuelo muere, y con ello se desencadena de manera
más radical el trastorno. Un año más tarde muere su abuela y nueve meses
después su padre, todos esos dolores fueron sintomatizados a través de la
comida, ya sea comiendo en exceso o no comiendo, siempre con la idea de la
muerte de por medio. Durante ese período cometió varios intentos de suicidio,
lo que empeó aún más su situación alimentaria y mental.
Al momento de la entrevista ella vive sola con su madre y su perro. Además
está soltera, pese a haber tenido pareja recientemente.
Está estudiando psicología en la Universidad San Sebastián en Osorno y espera
poder especializarse en trastornos del comportamiento alimentario para así
21
Como quedó establecido en el momento del encuentro, las identidades de ellas quedarán reservadas;
con ese fin, todos los nombres han sido cambiados.
51
ayudar a otras mujeres que se encuentren en su misma situación.
A juzgar por su comportamiento y contextura al momento de la entrevista,
presumo que aun no ha superado el trastorno, sin embargo, por lo que relata, se
encuentra mucho más estable que hace un tiempo y con ganas de salir de la
enfermedad.
Si bien recurre a los vómitos, el trastorno de Catalina es principalmente una
anorexia purgativa22 .
Ella, al igual de la mayoría de las entrevistadas fue contactada a través de la
psicóloga Ximena Reinike, con quien sigue un tratamiento en el Centro de
Salud Mental de Osorno. Desde un principio se mostró sumamente interesada
en participar de la investigación. Sin embargo, a diferencia de las demás
entrevistadas por medio de Ximena, con Carolina conversé en su casa, en
compañía de su madre y su prima.
Andrea
Andrea nació en el sector rural de Trumao, cercano a Osorno. Su padre, al que
califica como duro y lejano, trabajó siempre en el campo, mientras que su
madre, dulce y protectora, se dedicó toda la vida a ser dueña de casa.
Andrea es la mayor de cuatro hermanos, por lo mismo fue la primera en dejar
el hogar para ir a estudiar a Osorno a los 11 años, donde fue recibida en casa de
una tía, quien por lo relatado, no se preocupaba de la alimentación de la niña.
Es por ello que identifica ese período como un primer episodio traumático
durante el cual habría comenzado a desarrollar el trastorno alimentario,
caracterizado en un primer momento por comidas excesivas y vómitos.
Una vez egresada del colegio, se va a vivir a Arica a la casa de unos tíos, donde
no fue bien atendida, producto de eso partió a Iquique donde trabajó en la
Zofri. En esa ciudad tomó pensión en la casa de unas señoras mayores. Luego
22
Se le denomina así a aquellas personas que además de las restricciones constantes y progresivas,
recurren a los vómitos.
52
de eso, se trasladó a trabajar a Calama, donde también vivió sola, hasta que
conoció a quien sería su marido. Con él se a un pueblo alejado al interior de la
Serena, donde tuvo a su único hijo. Durante el embarazo Andrea subió casi 50
kilos, los que luego bajó entrando en un período de crisis anoréxica. Dada la
inestabilidad que sentía con su marido, se separó y se fue a vivir sola con su
hijo a La Serena. En este último lugar tomó más fuerza la anorexia llegando a
pesar 30 kilos. Producto de eso sus hermanas la fueron a buscar para traerla a
Osorno junto a ellas. Andrea identifica los períodos de soledad con los
momentos de crisis, y culpa a sus hermanas de no haberla llamado ni haberse
preocupado lo suficiente de ella.
Esta entrevistada fue contactada también a través de Ximena Reineke, con
quien actualmente sigue un tratamiento psicológico en el Centro de Salud
Mental. No presentó problemas a la hora de ser entrevistada, sin embargo, fue
más reticente a hablar que las demás mujeres contactadas. Ella fue entrevistada
en el mismo centro de salud mental, situación de facilitó el acceso al tema
Mariana
Mariana tiene 29 años, nació en Bahía Mansa, un pueblo costero cercano a
Osorno. Esta mujer de clase baja y de orígenes huilliches fue criada por sus
abuelos, dado que su madre la abandonó tempranamente tras la muerte de su
padre. Creció pensando que ellos eran sus verdaderos padres, sin embargo, a los
8 años se enteró que su madre la había abandonado; esta mujer identifica ese
episodio como uno de los períodos más traumáticos de su vida, atribuyéndole
gran parte de sus problemas e inseguridades. Un segundo período de su vida
que identifica como traumático, es cuando su abuelo le prohíbe seguir sus
estudios segundarios en Osorno, con eso ella ve truncado su futuro,
relegándose a la vida doméstica. A partir de ese momento, se desencadena su
ansiedad por la comida y los vómitos continuos. A los 18 años se enamora por
primera vez, pero no es correspondida y en la misma época conoce a Carlos,
53
quien será el padre de sus hijos. Su relación con él ha sido desde el inicio
conflictiva, dada la violencia y los malos tratos a los que la somete. Esta
situación contribuye a mermar aún más su autoestima. Asimismo, asume que al
momento de “juntarse” con Carlos no era virgen y tiene recuerdos muy vagos
de una posible violación infantil.
Actualmente Mariana se encuentra en tratamiento para superar la bulimia y las
crisis de angustia que la aquejaron durante todo el año pasado, además está
embarazada de ocho meses, producto de lo cual ha dejado de provocarse
vómitos.
Al igual que las dos mujeres anteriores, Mariana fue contactada a través de
Ximena Reinike, con quien sigue un tratamiento psicológico, tampoco presentó
problemas en ser entrevistada. Fue entrevistadas en el Centro de Salud Mental.
María Jesús
Esta joven de clase media tiene 16 años, nació en Osorno y es la hija única de
una mujer osornina y de un hombre santiaguino. Sólo tiene un medio hermano,
por parte de padre, con el cual vivió durante un periodo muy corto de su vida.
Su padre, que era muy gordo, murió de un cáncer al pulmón cuando ella tenía 7
años. A partir de ese momento ha vivido siempre sola con su madre. Desde
pequeña su padre le enseñó que a las personas gordas no las quieren, y su
madre, por su parte, desde siempre se preocupó por brindarle una alimentación
hipocalórica. En ella el TCA comenzó en la adolescencia, con dietas que hacía
con su madre o con amigas, asociado a la época en que le empezaron a gustar
los hombres. Al igual que todas las demás entrevistadas, María Jesús comenzó
con bulimia y continuó con restricciones cada vez más severas,
desencadenando una anorexia purgativa.
Pese a su corta edad, ha vivido varias crisis e intentos de rehabilitación. Espera
poder salir de este trastorno y entrar a la escuela de investigaciones para ser
“alguien en la vida”.
54
Al momento de la entrevista ya llevaba 11 meses de tratamiento en un centro
privado en la ciudad de Valdivia, pese a ello, aún se veía muy delgada y
escondía su cuerpo.
María Jesús fue contactada a través de una conocida en Osorno, cuya hija es
amiga de ella. No tuvo inconvenientes en aceptar ser entrevistada y la
conversación se realizo en su casa.
Mariela
Mariela tiene 33 años, nació en Río Bueno, un pequeño pueblo al norte de
Osorno y pertenece a una familia de clase media baja. Su padre, de origen
indígena, fue funcionario del servicio de salud y su madre auxiliar del mismo.
Tiene tres hermanas mayores, todas han tenido problemas con el peso y una de
ellas ha tenido serios problemas siquiátricos. Su padre fue muy estricto y
exigente, en cambio su madre fue siempre muy contenedora, especialmente a
través de la comida.
Se educó en la escuela y el liceo de Rio Bueno, donde destacó como una muy
buena alumna. Al salir del liceo entró a estudiar Ingeniería Comercial en
Valdivia, lo que para su familia significó la esperanza de un gran progreso
social, sin embargo fracasó y tuvo que volver a estudiar en Osorno. Si bien el
trastorno en ella comenzó en la adolescencia, este se desarrolló con fuerza
luego de ese fracaso académico. A partir de eso se ha empeñado en ser exitosa,
y en esa búsqueda, el ser delgada ha sido un requisito fundamental.
No ha podido tener relaciones estables, situación que la angustia.
Aunque no da detalles asume una situación traumática en la infancia asociado
al abuso sexual.
Actualmente vive con su hermana y su sobrina, y a pesar de estar claramente
muy delgada y de asumir su trastorno no se encuentra bajo ningún tratamiento
para superar su anorexia.
A Mariela se la contactó a través de su hermana quien es conocida de mi
familia. Aunque al principio tuvo reparos en aceptar, finalmente accedió.
55
Gabriela
Gabriela tiene 24 años. Al igual que varias de las entrevistadas nació en un
sector rural cerca de San Pablo, pueblo cercano a Osorno. Su padre, siempre
lejano, trabajaba en el campo mientras que su madre siempre fue dueña de casa.
Tiene dos hermanos, un hermano mayor y una hermana gemela. Ella sitúa gran
parte de la responsabilidad del trastorno a la constante comparación con su
hermana gemela, que siempre fue más delgada y exitosa que ella. Asimismo,
reconoce como un trauma infantil el acoso sexual que sufrió por parte de un
trabajador del campo.
Cuando tenía 13 años una prima le enseño a vomitar, y desde ahí lo hace
continuamente. Si bien su trastorno es principalmente la bulimia, también ha
atravesado por períodos de restricciones anoréxicas.
Reconoce que pese a los esfuerzos de su familia, lleva mucho tiempo sumida en
el trastorno, el que se ha agravado en periodos de excesos y soledad. Asimismo,
asume que anteriormente nunca tuvo la real voluntad de recuperarse porque eso
implicaba engordar.
Actualmente, se encuentra en una relación estable lo que le da las fuerzas y la
seguridad necesaria para seguir un tratamiento. Además, después de pasar por
muchas carreras, hoy en día estudia Nutrición en Osorno, esto con el fin de
poder ayudar en un futuro a mujeres con trastornos alimentarios.
Al igual que la mayoría de las entrevistadas, Gabriela fue contactada a través de
Ximena Reineke con quien sigue un tratamiento psicológico en el Centro de
Salud Mental de Osorno, lugar donde además fue entrevistada.
56
I.2. La Familia
Desde las vertientes psicológicas23 se habla constantemente de la importancia de la
familia en los trastornos del comportamiento alimentario, poniendo el énfasis en las
falencias y traumas generados en la relación con los padres. En los casos de las
mujeres entrevistadas, este aspecto de sus vidas aparece siempre como un tópico
relevante. Por lo visto, en los recuerdos familiares, y sobre todo en aquellos relativos a
los padres, se esconden un cúmulo de sentimientos, muchas veces contradictorios, que
pese a ser arrastrados desde la infancia siguen vigentes hasta el día de hoy. Estos,
parecen haber jugado un rol central en el desencadenamiento del TCA.
Lo anterior se relaciona con el hecho de que muchos de los imaginarios con respecto al
cuerpo, identidad femenina y alimentación, elementos centrales en el desarrollo de un
TCA, han sido transmitidos a través de la familia en edades tempranas.
La familia, por su parte, como institución central en las sociedades, es el principal
agente de socialización primaria, es decir, es quien transmite a los niños y niñas los
valores e ideas fundamentales de una cultura. Este proceso se lleva a cabo
principalmente mediante el aprendizaje mimético, a través del cual los niños/as
aprenden a ser personas. En virtud de esto, son los padres los modelos de hombre y de
mujer que algún día sus hijos serán, los que, como se verá a lo largo de esta
investigación, juegan un rol decisivo en el desarrollo de los TCA.
I.2.1 Desde lo campesino a lo urbano, distintos modos de construir lo femenino
En cuanto al origen socio económico y cultural de las mujeres entrevistadas, resulta
interesante constatar que todas las familias pertenecen a estratos medios y bajos, en su
mayoría provenientes de sectores rurales, y en dos de los casos, con orígenes indígenas
directos. Estos orígenes, como es de suponer, implican una particular construcción de
lo femenino, la que se asienta en formas antiguas y tradicionales de construcción de
género según los cuales las mujeres deben ocupar un lugar secundario y de sumisión
con respecto a los hombres. En ese contexto, lo femenino queda relegado a sus
23
Selvini, Mara, 1999
57
funciones reproductivas y domésticas, reservando los estudios, el éxito social y el
trabajo asalariado a lo masculino.
Pese a ello, en la mayoría de las familias en cuestión este modelo se pone en entredicho
y en conflicto, ya que, a través de la migración o simplemente mediante el contacto
cultural, estas personas se ven enfrentadas al mundo urbano, el que supone distintas
lógicas en relación a la construcción de género. En este contexto, si bien, como señala
Sonia Montecino (2007), sigue operando el sistema del “estatus”, comienza a
funcionar de manera paralela el del “contrato”. Este último implica la puesta en juego
de otros discursos, paradigmas y exigencias sobre el ser mujer; ya no es sólo el cuerpo
reproductor el que se valora y exige, sino que también el cuerpo exitoso.
Esta lógica en contradicción es percibida por estas mujeres; es el caso de Mariela y
Mariana, quienes no sólo son capaces de distinguirla, sino que además buscan
superarla e incluso transgredir ciertos principios inalterables propios del mundo de sus
padres.
“En los indígenas la sexualidad en la mujer es muy limitada, entonces también
te pone reglas acerca de cómo tienes que vestirte, es mucha presión” (Mariela)
“Mi papi (abuelo) me pegó cuando salí de octavo, porque yo quería estudiar,
irme a Osorno al liceo, y él no quiso. Entonces, como yo le insistí, le insistí, el
me amenazó y salió así con una garrocha de los bueyes y me hizo pasar un
susto, porque yo pensé que me iba a sacar la mugre” (Mariana)
Sin embargo, este mundo moderno, si bien abre posibilidades, introduce nuevas
exigencias a las mujeres, las que, en lugar de sustituir a las tradicionales, se suman a
aquellas propias del mundo de sus padres y abuelos. Como señala Mariela:
“Tienes que ser buena estudiante, buena dueña de casa, y tienes que ser
además atractiva, y tienes que ser simpática y tienes que ser buena hija, y
tienes que ser buena hermana, tienes que ser comprensiva, tienes que ser
señorita. Tienes que cumplir con todos los parámetros y dadas las
características del padre que era muy exigente, tu querías cumplirlas todas”
58
Es así como, en este nuevo escenario lo campesino e indígena va perdiendo valor frente
a lo citadino, lo blanco y lo moderno, que se convierten en un modelo a seguir. La
persona del campo que llega a la ciudad mira con admiración las clases altas, otrora
sus patrones, los que en su mayoría son de ascendencia europea24, con rasgos físicos
que consolidan simbólicamente su superioridad. En este contexto, como lo señala
María Elena Acuña (2003), las mujeres se constituyen como un instrumento de
movilidad social. El cuerpo, al ser signo representativo de una clase, permite
simbolizar el ascenso social de su familia. Particularmente, en los casos de las mujeres
indígenas, esta búsqueda se relaciona con un afán de blanqueamiento, que, como se
verá en el próximo capítulo, también será perseguido a través de los alimentos.
En algunos casos, estos deseos de movilidad social provienen de las propias mujeres;
en otros, como en el de Mariela, de su padre, quien somete a sus hijas a fuertes
exigencias tanto físicas como académicas.
“Mi padre siempre quiso ser reconocido a partir de sus propios logros, no
tenía hijas a las cuales presentar al mundo social, pero conmigo si lo logró.
Por ejemplo, yo si podía ir a fiestas, las otras hijas no, y eso que eran mayores
que yo, por que yo era más inteligente, más linda, a mi me compraban el
Wrangler, por que yo me lo podía poner. Y él me decía: es muy importante que
vayas, por que va el hijo de tal, el hijo de tal y el hijo de tal y es bueno que te
relaciones, y de ella no hay que tener problemas. Y así iba cumpliendo esos
parámetros que él esperaba” (Mariela)
En función de esto, adquieren importancia nuevos discursos sobre el cuerpo femenino,
provenientes del mundo urbanodesarrollado, en particular aquellos que promueven un
ideal de belleza, salud y virtud, vinculado a la delgadez. Así, de parte de sus familiares
más cercanos, en especial abuelas, hermanas y padres, estas niñas comienzan a recibir
mensajes que apuntan a construir e interiorizar un nuevo paradigma de femineidad, es
decir, una nueva forma de entender su identidad femenina, vinculado a nuevas
24
En el caso de Osorno la oligarquía terrateniente está constituida fundamentalmente por los
descendientes de inmigrantes europeos, en su mayoría alemanes, y en menor medida, franceses.
59
exigencias sociales.25
Ese discurso no sólo se transmite de manera oral y explícita, sino que también a través
de comparaciones y desvaloraciones, lo que lo vuelve aún más fuerte y crudo, como en
los casos de Gabriela y Mariela:
“Yo era más gordita que mi hermana gemela, entonces todo el tiempo nos
comparaban, todo surgió en la comparación. Mi abuela, la familia de mi papá
son delgados todos, entonces yo iba para allá y ellos siempre con que gordita,
que esto, que lo otro, y mi hermana siempre delgadita” (Gabriela)
“En ese tiempo me pegué una subida de peso importante, me parece que llegué
a pesar 63 kilos, con mi estatura es harto, y mis papás, mi papá me mandó de
una patada a hacer gimnasia aeróbica antes de entrar a la universidad, para
que veas que el tema social si era importante para él” (Mariela)
De este modo, van aprendiendo no sólo la importancia que tiene ser delgadas, sino que
también las diversas formas de lograrlo, como en el caso de Catalina, a quien su abuela
le enseña el uso de laxantes para bajar de peso, o Gabriela, cuya prima le enseña a
vomitar.
“Mi abuela materna, mi omama, siempre fue como flaca y todo y a mi siempre
me trataba como chancha, gorda, me pesaba todos los domingos, y eso era un
trauma para mi, me daba laxantes a los 8 años, por que era estítica, entonces
me obligaba a ir a las 2 de la tarde al baño todos los días” (Catalina )
“Tuve una prima que tuvo anorexia, y un verano, así en un tiempo muy corto,
quedó un hueso, se veía extremadamente flaca, y ella me enseñó un día cómo
se botaba la comida” (Gloria)
25
La mayoría de los autores que han trabajado sobre TCA, tanto aquellos provenientes del mundo
médico como de las ciencias sociales, son enfáticos en señalar que se trata de “patologías” propias
del mundo occidental desarrollado, ausentándose casi de manera completa en sistemas rurales e
indígenas. Por lo tanto, la aculturación es la que permite entender la presencia de los TCA en estos
contextos.
60
Es así como, mediante este tipo de aprendizaje, que se realiza mediante un traspaso
femenino (de madre a hija, de abuela a nieta, entre amigas, etc.), se va consolidando no
sólo un paradigma sino que también una práctica (dietas, laxantes, maquillaje), la que
se va constituyendo como propia y distintiva de lo femenino 26. Esta práctica, por su
parte, también posiciona y legitima comportamientos propios de los TCA, los que sin
duda serán semillas para el desarrollo de estos trastornos en el futuro.
Ahora, esta ruptura con el mundo campesino tradicional no sólo supone la puesta en
juego de un nuevo paradigma sobre el cuerpo femenino, sino que también un quiebre
con una serie de comportamientos e imaginarios culturales propios de ese universo, los
que van perdiendo valor frente a aquellos del mundo “desarrollado”. Con ello,
referentes identitarios tradicionales como la Iglesia y la Familia, entre otros, van
perdiendo su importancia e influencia en la vida de estas mujeres, lo que les genera
una profunda sensación de abandono, como lo ilustra el siguiente testimonio:
“Mi hermano como yo nunca lo vi presente, a la que vi siempre fue a mi
mamá, pero los demás como que no estaban tan preocupado, no, pero yo no
tengo recuerdo de eso que te digan, o sentirte apoyada po, no tengo recuerdos,
y casi lo que logré fue más bien sola, y con mi mamá yo creo” (Gabriela)
“Mi familia estaba como medio aburrida. Y le dio a la Gabriela de nuevo,
entonces dejemos que se le pase un poco. Esa es la sensación que yo sentía, de
que ya estaban como aburridos de mi” (Gabriela)
“Estaba muy sola, me sentía muy sola porque mis hermanas no me llamaban”
(Andrea)
De esta manera, la ansiedad por ser queridas e identificarse con algo aumenta, y en
26
Gracia Arnaiz (1996) y Fischler (1995) señalan que esa práctica, que se vuelve distintiva de lo
femenino, es en gran medida socializada a través de los medios de comunicación, particularmente
por medio de la publicidad alimentaria y cosmética.
61
esa búsqueda cobran cada vez más sentido aquellos discursos sobre el ideal estético y
moral como una forma de lograr no sólo la admiración y el respecto de lo demás, sino
que también una identidad.
Asimismo sucede, entre otras cosas, con el modo de alimentarse, el que se ve
fuertemente alterado producto, por una parte, de la introducción de la mujer al mundo
laboral y por otra, de la industrialización de la alimentación. De este modo, la comida
casera y familiarmente ritualizada pierde valor. Esto, según lo señala Fischler (1995),
desemboca en que las elecciones individuales no estén limitadas por prescripciones
religiosas o culturales, ni por lo horarios o el contenido de las comidas tradicionales, ni
por los rituales de mesa, de modo que casi se podría decir que comer ha dejado de ser
una práctica socializada. Por lo tanto, lo que tendría lugar sería el no comer, sobretodo
en la subcultura femenina. La única presión normativa y estructura colectiva, al
parecer, sería el modelo de delgadez y fealdad de la grasa (Ibid.:369). Asimismo, esta
desritualización de los actos alimentarios supone un vacío simbólico e identitario, todo
lo cual sería terreno fértil para el desarrollo de este tipo de trastornos.
I.2.2. Dicotomía padre y madre
Como ya se señaló, los padres son los referentes de vida de sus hijos, por lo tanto, estos
se construyen como hombres y mujeres dentro de una sociedad a partir de su ejemplo.
Coincidiendo con eso, en los discursos de las mujeres que fueron entrevistadas, la
figura de los padres, así como la relación con y entre ellos aparece como un aspecto
sumamente marcador en sus vidas.
Una de las principales características de los padres de las entrevistadas es que ellos,
como figuras representativas de lo masculino, son concebidos como opuestos de lo
femenino en casi todas sus dimensiones. Lo que es propio de uno está ausente en el
otro y viceversa. Se trata por lo tanto de identidades relacionales, donde si se modifica
una, se altera la otra. En este sentido, resulta necesario asociar este punto con la
proveniencia campesina e indígena de estas familias, que como ya se señaló, suponen
una concepción muy restringida y tradicional de lo que son y deben ser las mujeres, la
que estaría en el origen de esta dicotomía.
62
Así, por ejemplo, mientras el padre se presenta como un ser lejano, duro y ausente, ya
sea física o emocionalmente, la madre aparece siempre como un personaje presente y
cercano, asociado al cariño, la seguridad y la protección.
“Mi papa estaba ausente, dicen que murió cuando yo tenía cinco años, y yo no
me crié con él” (Mariana)
“Todo lo que tiene que ver con el cariño y esa cosa afectiva que yo recuerde de
la infancia, diría que fue con mi mama, no así con mi papá. Mi mamá como
que el regazo, la tranquilidad, aún cuando ella su nivel educacional era muy
bajo, pero todo el tema afectivo lo compensaba ella” (Mariela)
“Mi mamá se dio cuenta de mi trastorno, mi papá como que no se da cuenta
mucho” (Gabriela)
“Mi papá no era cariñoso, más bien severo. Mi mamá nos daba el cariño que
mi papá no daba, él era como generalmente se dice que es la gente del campo,
media ruda” (Andrea)
De esta manera, la madre se convierte en la principal fuente de cariño y protección
para estas niñas, estableciendo con ella no sólo una relación de dependencia, sino que
también una suerte de pacto de fidelidad. Relación, que durante la adolescencia se
volverá problemática.
Por su parte, el padre, que por un lado es visto con distancia, como un personaje severo
y duro, es a la vez mirado con admiración por sus hijas, en la medida en que es él el
sostenedor y responsable de la familia27. Asimismo, en la mayoría de los casos es el
único que trabaja y por lo tanto también el único que tiene contacto con el mundo
27
Al respecto muchos autores (Radiszcz Esteban, 2006) señalan que en los TCA estaría operando una
relación edípica no resuelta entre la niña y el padre.
63
público. Incluso en los casos en que las madres trabajan, es él quien administra los
dineros familiares.
“Mi papá se hacía cargo de todo el tema económico y la mamá ayudaba al
papá, no es que ella fuera dueña de su sueldo” (Mariela)
Este último, como jefe de familia, es quien establece las normas y reglas que deben
seguir los integrantes del grupo familiar, sobre todo las mujeres. Es así como, en
algunos casos, estos parámetros son percibidos como máximas de vida, y por lo mismo
estas mujeres se sienten obligadas a responder a los cánones impuestos por el padre.
“Mi papá tiene un carácter muy fuerte, emm... muy exigente” (Mariela)
“Como que de alguna manera tenía que cumplir con los parámetros que
imponía mi papá, porque más encima dada sus condiciones, él provenía de un
estrato muy bajo, porque provenía de los..., yo tengo orígenes indígenas”
(Mariela)
Frente a esto, entienden que el mundo es masculino, y que las demás personas, en
particular las mujeres, son en función de ellos. Es así como, el no tener un padre
presente o cariñoso, es sentido por ellas como una suerte de desvaloración sobre sí
mismas y como una exclusión de ese mundo desarrollado y poderoso al que aspiran.
Esta sensación de abandono, buscará ansiosamente ser reparada a través de la
admiración y el deseo de otros hombres28.
Las madres, por su parte, se ven excluidas simbólicamente de ese mundo, ya que
siguen siendo las responsables de los espacios domésticos, incluso aquellas que
trabajan. Además, éstas, pese a haber entrado en el mundo laboral, continúan ocupando
puestos de inferior rango en relación a sus maridos. Por lo mismo, dentro de ese
universo urbano, la madre y todo lo que ella representa ocupan un espacio de menor
estatus. Esta valoración no sólo es dada por el padre, sino que también por sus hijas,
28
Esto explica, como se verá en el último capitulo, la constante búsqueda de admiración y deseo por
parte de los hombres.
64
que a partir de la adolescencia comienzan a rechazar lo que ella representa.
“Él aspiraba a tantas otras cosas, a mayor niveles ya sea de socializar, ella
(madre) como que le provocó una especie de estorbo después, en el desarrollo
de su carrera si lo quieres ver de esa forma. (Mariela)
“En la adolescencia la relación con mi madre se volvió mucho más difícil que
en la infancia, por que en ella veía cosas que no estaban, no eran prioridad, no
eran mis objetivos. El referente era el padre, el padre tenía el trabajo
remunerado que tenía mejor visión social que la madre, la madre era auxiliar
no más. El padre era conocido a nivel comunal, tenía un empleo técnico que
era distinto, además el padre pagaba mis necesidades (Mariela)
I.2.3. De la violencia simbólica a la violencia física y psicológica
Esta construcción dicotómica del padre y la madre es entendida como natural y por lo
tanto, reproducida por quienes pertenecen a un determinado contexto cultural, incluso
por las mismas mujeres. Todo esto basado en sistemas de valores que sustentan la
sumisión silenciosa de un sector de la población por otro, en este caso de las mujeres
por los hombres. Esto corresponde a lo que Bourdieu (1998) denomina “Violencia
Simbólica” . Como ya se señaló en el Marco Teórico, este autor sostiene que esta
violencia funcionaría a nivel del lenguaje y de manera inconsciente, permeando así
casi todos los aspectos de la vida social. De este modo, sería constantemente
reproducida por todos los miembros de un sistema cultural, propagando con ello un
sistema de valores y un orden social donde las mujeres ocupan una posición inferior en
relación a la de los hombres.
65
A partir de las entrevistas, fue posible ver que tanto las mujeres contactadas como sus
madres, hermanas y abuelas han sido victimas constantes de este tipo de violencia.
Ejemplo de ello son los ya señalados estatus inferiores ocupados por sus madres tanto
en el ámbito doméstico como laboral, asimismo las exigencia y prohibiciones sobre
ellas.
Además, este tipo de dominación muchas veces deriva en otras formas de violencia,
mucho más explícitas y crueles, como las agresiones físicas y psicológicas, ambas
tendientes a someter y menoscabar la voluntad de las mujeres. Este tipo de violencia
también ha estado presentes en la vida de estas mujeres.
"Mi papá se casó con una mujer muy delgada, entre comillas la engordó, con
esa sensación machista, esa de que no seas apetecible para nadie, no la dejaba
ir a la peluquería, ninguna de esas cosas, me entiendes" (Mariela)
Sin embargo, en algunos casos, como el de Mariana, la agresión física es naturalizada
a través de la violencia simbólica. Para ella, parece ser normal que el abuelo la golpee,
y por lo tanto, el no hacerlo es considerado como un gesto de cariño.
“Mi papi me quería por que mi papi nunca me pegó, nunca” (Mariana)
Otras en cambio, reconocen este tipo de agresiones, de las que han sido testigo y objeto
a través de sus madres, hermanas y abuelas, como formas de violencia frente a las
cuales se sienten profundamente vulneradas. De este modo, comprenden
tempranamente que el ser mujer supone necesariamente ser victima de esas agresiones,
y así, entienden también que las relaciones con hombres son y siempre estarán
caracterizadas por esa violencia.
“Yo veía la violencia intrafamiliar, el tema de mi padre cuando tenía la actitud
alcohólica” (Catalina)
“Mi papá insultaba a mi mamá, muchos relativos al tema de la obesidad.
66
Ahora no te mira nadie porque estás gorda y eres fea. Eso tiene que ver un
poco más con la violencia de él mismo para con ella”. (Mariela)
“La relación que ellos tuvieron fue muy, cómo se podría decir...violenta”
(Mariela)
Por su parte, la agresión no sólo es sentida propia cuando estas son dirigidas hacia
ellas, sino que también, y por sobre todo, cuando son hacia la madre. En estos caso,
estas mujeres que cuando niñas han visto en su madre, por una parte, el referente de
mujer que algún día serán, y por otra, la principal fuente de protección, cariño y
contención, establecen con ellas, como ya se señaló, un pacto de fidelidad 29, haciendo
propias las agresiones hacía ellas, en la mayoría de los casos provenientes del padre.
“Tenias miedo de ese rechazo que tu papa hacía tu madre fuese hacía a ti
también, y por eso me preocupaba de ser tan inteligente, tan buena estudiante,
sabes porqué, porque sentía que de alguna forma a los tipos como él, la gente
machista como él, como él decía que mi mama no tenía estudios, que era una
mujer gorda, que nadie la pescaba” (Mariela)
“Ver la violencia intrafamiliar, el tema de mi padre cuando tenía la actitud
alcohólica y por eso le pegó a mi mamá varias veces, el era un hombre bueno...
pero yo me hacía cargo, le decía: papá córtala con eso... tuve que ser como la
mamá en una época en que yo no debía ser la mamá”. (Catalina)
Esta situación sin embargo desembocará más tarde en una relación conflictiva con la
madre. Por un lado se le ama y se comparte con ella el dolor de la violencia, y por otro
se le rechaza, ya que asumirla, es asumir con ello un destino de violencia y vejaciones.
"Entonces yo empecé a entender que todas esas cosas que estaban siendo
observadas por el padre en la madre no se podrían repetir en mi, entonces ahí
viene todo el control de todo" (Mariela)
29
En relación a eso, Gloria Juri señala a partir de su constante trabajo con mujeres y jóvenes que
padecen de TCA, que en este tipo de trastornos siempre se presenta una paradoja relativa a las
fidelidades ocultas que establecen con uno de los padres, lo que les impide llegar al otro.
67
"En el tiempo en que yo empecé con este problema era súper malo, no
hablábamos, no había ningún tipo de relación, incluso en una pelea, que fue
por otras cosas, me dijo que me vaya, que me vaya, entonces yo me fui a la
casa de una tía" (María Jesús)
Es por ello, que estas mujeres buscan ansiosamente ser queridas, aceptadas y
respetadas por su padre o por un "príncipe azul" que lo encarne, ya que, como ya se
señaló, entienden que el mundo es masculino y que necesitan ser valoradas por ellos
para ser consideradas y no violentadas en la sociedad. Por lo mismo, rechazan el
legado de sumisión y vejaciones femeninas entregado por la madre, y se empeñan
afanosamente en ser distintas a ellas, en no ser solamente cuerpo.
Este es un punto central, ya que, como se verá más adelante, esta lógica contradictoria
de amor y rechazo hacia la madre se repite en la relación que estas mujeres tienen con
los alimentos y con el cuerpo. Al parecer, ambos (alimento y cuerpo) son metáforas de
la madre, y vice versa, y en esas correspondencias se esconden los significados que
finalmente dan sentido a los TCA30.
30
Al respecto, la psiconutricionista Gloria Yuri sostiene que en la anorexia no sólo se rechaza a la
madre, sino que también todo lo que es sensualidad, toda su manera de ser mujer, no es que esté
rechazando a la madre, de alguna manera rechaza lo que la madre representa.
68
Segundo capitulo: Los Alimentos
La relación primera a la madre es una relación de boca, crisol y matriz de la relación
de objeto: cómeme si me quieres, te como porque te amo.
(Aarhusrévidi, Giselle, 1997:26)
Como ya se señaló en el marco teórico, el alimentarse es uno de los actos humanos que
más dimensiones de la vida social compromete. Esto se debe a que los alimentos más
que nutrientes, contienen significados que le dan sentido social e identidad a quien los
consume por medio del proceso de homeostasis (Fishler, 1995). Así, como lo señala
Contreras (2005) “soy o devengo lo que como y por lo tanto, comunico lo que soy
69
mostrando socialmente lo que como”. Esto nos permite entender que detrás de
cualquier comportamiento alimentario, lo que trasciende no es sólo una voluntad de
comunicar, sino que también una búsqueda de identificación social, es decir, de
sentirse parte de algo.
En función de eso, lo que se pretende en este capitulo es indagar en los significados e
imaginarios que tienen sobre la alimentación, las mujeres que padecen o han padecido
de TCA, así como los comportamientos asociados a ellos. De este modo, se busca
entender, por una parte, qué es lo que están buscando comunicar, y por otra, de qué
buscan ser parte.
II.1. Alimentación en la Infancia
Los TCA deben ser entendidos como un proceso continuo, que va tomando forma de
manera progresiva a lo largo de la vida de las personas en las que se presentan. Como
lo señala Giselle Aarhusrévidi (1997), muchos de los comportamientos e imaginarios
que dan lugar a ellos se gestan durante la primera infancia, periodo en el cual los
individuos establecen su decisiva primera relación con los alimentos.
Teniendo en cuenta la importancia que tiene la alimentación durante la infancia en el
posterior desarrollo de los trastornos, durante las entrevistas se hizo hincapié en este
aspecto de sus vidas. Así, como se verá a continuación, fue posible observar que
durante esta etapa se incorporaron valoraciones y comportamientos decisivos para el
desencadenamiento del TCA.
Un primer elemento interesante es que todas ellas vinculan la comida de infancia a la
comida casera, caracterizada por cazuelas, guisos y legumbres, entre otros, elaborados
por sus madres o abuelas, en el contexto familiar doméstico 31, y en cuyo recuerdo se
entrelazan emociones y afectos muy potentes, vinculados en su mayoría a la madre.
Por otra parte, destaca durante esta etapa de sus vidas, la ausencia casi completa de
31
Es necesario señalar que en Osorno, así como en otras ciudades de provincia, muchas de las comidas
aún se realizan de manera socialmente ritualizada. Así, tanto el menú, como la hora y los modos de
consumo, están establecidos de antemano.
70
comida “chatarra” o industrialmente preparada. De manera tal, que en términos de
calidad simbólica y nutricional, estas mujeres tuvieron una alimentación muy nutritiva,
carente de “vacíos”, e incluso, y como se verá más adelante, muchas de ellas gozaron
durante su infancia de un exceso de protección afectiva y emocional a través de la
comida. Particularmente, esta protección provino de la madre, quien aparece siempre
fuertemente vinculada a los alimentos. Como es común ver en los contextos en los que
han crecido estas mujeres, es ella es la principal responsable de la alimentación de sus
hijas y la de su familia en general. Además, todas las entrevistadas valoran de manera
muy positiva las preparaciones maternas, asociándolas a sentimientos como
protección, calor, cariño y seguridad, evidenciando así, que para ellas la comida se ha
constituido desde muy temprano en un importante medio para la transmisión de afectos
y emociones.
“Mi mamá era la que cocinaba, era toda su comida muy rica, y recuerdo que
mi mamá era muy amorosa, muy tierna” (Andrea)
Como ya se señaló en el capitulo anterior, en los discursos de estas mujeres es posible
ver que durante su infancia establecieron relaciones muy estrechas con sus madres,
convirtiéndose esta última en su principal fuente de amor y protección, a diferencia del
padre, que como se vio, por lo general se presenta como una figura lejana y dura.
Sin embargo, producto del trabajo extradoméstico, del abandono o del traslado de las
niñas a la ciudad para estudiar, en la mayoría de ellas se produce una temprana
separación de la madre, lo que trae consigo un doble abandono. Por una parte, el de la
madre, y por otra, el del espacio doméstico, que tradicionalmente ha sido sustentado
por la mujer en el hogar32.
Ante la profunda sensación de soledad y abandono que les genera a estas niñas la
separación materna, toma cada vez mayor fuerza la asociación de la Madre y los
Alimentos, como un modo de reemplazar el vacío que su ausencia les genera.
32
Como se señala en el capitulo anterior, en los contextos familiares de las mujeres entrevistadas, la
introducción de la mujer al mundo laboral es un fenómeno reciente. Asimismo, el espacio doméstico
es el núcleo de la articulación social, el que se ve profundamente quebrantado con la salida de la
mujer.
71
Se produce así una suerte de transustanciación33 de la madre en el alimento. La comida,
en ese sentido, y en particular, la materna, se convierte en un sustituto emocional y
afectivo de la madre ausente. Este principio de sustitución, por lo general, es
presentado por la misma madre, como se evidencia en el caso de Mariela:
“Ella nos daba a entender que si tienes miedo come, si tienes angustia come,
si estás sola come. Lo que yo te explicaba o esa, habían cuatro niñas en una
casa, no estaba la mamá y nos comíamos las galleta que ella nos dejaba. Era
como que la mamá nos preparaba mucha comida para las cuatro niñas que nos
quedábamos solas, y eso era una forma de suplir su ausencia puede ser”
(Mariela)
En esas circunstancias, entendiendo la comida como un símil del amor de la madre, el
rechazar su comida equivale a rechazarla a ella34.
“No podían explicarse como no querías comerte el postre que hizo la mamá,
que se amaneció haciendo. Eso era como un rechazo a ella” (Mariela)
Estas jóvenes no sólo anhelan a la madre, sino que también los alimentos que ella
prepara, de manera que la falta de éstos es vivida con gran angustia. Es el caso de
Andrea, quien identifica como un período de crisis aquel en que tuvo que alejarse de su
madre e irse a vivir con una tía que no se preocupaba de su alimentación cotidiana.
“Cuando estaba donde la tía, nosotros éramos niñas chicas, y ella se
despreocupaba, digamos de la parte comida, o desayuno, no nos dejaba pan, y
en ese tiempo no habían termos eléctricos, ni nada que se parezca, entonces no
se preocupó y eso a mi me hacía extrañar más todavía a la mamá, pensaba
mucho en ella y me sentía muy sola”(Andrea)
33
Transustanciación es el proceso mediante el cual el cuerpo y la sangre de cristo se convierten en pan
u ostia. Es decir, la vida se vuelve alimento.
34
Esta idea es central, ya que, como se verá más adelante, uno de los significados que trascienden al
acto de comer es el rechazo a la madre y todo lo que ella representa, cuyo origen está en esta asociación
inicial.
72
Al mismo tiempo, los alimentos son sentidos por ellas como importantes fuentes de
placer y felicidad, esto seguramente potenciado por la asociación con la madre y los
sentimientos de protección y cariño vinculados a ella. Este recuerdo de placer con la
comida está relacionado además con la ausencia de preocupación por el peso durante
esa época.
“Era sibarita cuando chica, de hecho me comía en los asados los platos casi a
la par con mi abuelo y yo lo gozaba por que en ese tiempo, que tenía 8 o 10
años, no había un tema de preocuparme por el peso” (Catalina)
“Para mi comer era alegría ...me encanta comer” (María Jesús, 16)
Por otra parte, como ya se adelantaba, la salida de la madre del hogar también supone
un abandono del espacio doméstico, y con ello una desarticulación de la alimentación
socialmente ritualizada, lo que generaría una crisis en la identidad alimentaria, (Fishler
1995 y Gracia Arnaiz, 1996).
En este contexto, el alimentarse se vuelve un acto de elección individual, donde tanto
cantidades como horarios son establecidos libremente por el comensal según sus
preferencias personales. Asimismo, el comer se escinde de sus propiedades simbólicas
y sociales, vinculadas a la pertenencia a un grupo, la transmisión de afectos y la
comunicación, entre otros, lo que según Fischler (1995), generaría un profundo vacío
en el individuo. Como lo señala este autor, este sería el escenario ideal para la
proliferación de comportamientos alimentarios anómalos, detonado entre otras cosas
por el consumo excesivo de alimentos.
Lo planteado por Fishler coincide con lo señalado por las mujeres entrevistadas, en
cuyos recuerdos infantiles aparece de manera recurrente la idea del exceso, es decir, de
comer descontroladamente o más de lo necesario, comportamientos que tienen lugar
justamente ante la ausencia de la regulación alimentaria materna. Por lo visto, este es
uno de los comportamientos que estaría en el origen de los TCA.
73
“Cuando chica venía acá a Osorno sola, donde mi abuela y como que me
desbandaba, porque mi abuela o la nana me daban cosas dulces, tradición
alemana, entonces todo rico y yo era sibarita comía mucho, demasiado”
(Catalina 24)
“En la ausencia de mi mamá por ejemplo yo recuerdo a la hora de la once
significaba que yo no tenía control sobre la comida, y cuando yo llegaba nadie
controlaba la alimentación, entonces, yo terminaba comiendo, pudiera ser,
más de lo normal, porque empecé a engordar” (Mariela)
“Yo a veces comía más de lo debido, me repetía un plato por ejemplo, como mi
mamá trabajaba yo estaba con la nana y a ella le podía decir: me das otro
plato, y me lo daba, entonces siempre tuve como esa tendencia a engordar
cuando era chiquitita” (Catalina, 24)
Ahora bien, por lo visto, este exceso en la ingesta de alimentos también estaría
relacionado con el ya señalado mecanismo de sustitución de la madre a través de la
comida. Sin embargo, cabe preguntarse, ¿Por qué en esta sustitución se hace necesario
el exceso?, ¿Qué está tratando de ser llenado a través de los alimentos?. Al parecer, en
este mecanismo trasciende la ilusión de llenar o suplir vanamente vacíos no sólo
relativos a la madre, sino que también otras tensiones emocionales y afectivas. Se trata,
por lo tanto, de una búsqueda utópica, dado que finalmente la comida nunca podrá
equivaler a aquello que ha causado el daño o el vacío. Esta imposibilidad sería uno de
los elementos que estarían generando una sensación de ansiedad por la comida.
En algunos casos, esta ansiedad se acrecienta producto de las constantes restricciones
impuestas sobre la alimentación, principalmente por los padres, cuyo objetivo es evitar
la gordura en sus hijas. Se genera así un discurso de restricciones que va tomando cada
vez más fuerza en estas mujeres, y de esta manera, se va socializando, principalmente
vía femenina, un saber y una práctica que están en el origen de los TCA: la dieta.
“Cocinaba la nana, y como tenía tendencia a engordar mi mamá trataba de
hacer todo lo posible de comida sana, por ejemplo de colación me mandaba
74
manzanita, o trataba de hacerme por ejemplo carnes magras, nunca me
alimentó como ahora a los niños que le dan el “rico” ponte tu, porque tenía la
tendencia a engordar” (Catalina)
“Mi mamá siempre me ha cocinado, ella siempre cuidándome de las grasas, no
por que adelgazara sino que por la salud. Comía ensaladas, verduras, sopa,
pero todo sin aceite, si me hacían un huevo no era con aceite, todo lo menos
caloría y lo menos grasas para mi” (María Jesús)
Este mensaje, sin embargo, es sentido como contradictorio y como una deslealtad por
parte de la madre, quien primero les ha presentado los alimentos como bondadosos y
protectores, promoviendo e incentivando su consumo, y luego, como enemigos,
restringiéndolos severamente. Simbólicamente, es como si la madre estuviera
restringiendo su cariño hacía ellas, y por lo tanto se trataría de una suerte de destete35.
Fruto de esta contradicción, se comienzan a gestar dos de los elementos que serán
centrales durante el desarrollo del TCA. Por una parte, la sensación de rabia y rechazo
a la madre, y por otra, el sentimiento de amor y odio hacía los alimentos.
II.2. Relación con los alimentos durante el TCA
35
Proceso, que como se ha señalado genera muchas veces un rechazo hacía la madre, que no quiere
seguir entregándose al hijo (Aarhusrévidi 1997).
75
purgatorio, otras en cambio, en menor o mayor medida, van evitando los vómitos
mediante la progresiva restricción alimentaria. Son estos elementos, lo que van
tejiendo las sutiles líneas divisorias entre anoréxicas y bulímicas.
Pero sin lugar a dudas, lo que trasciende en ambos tipos de trastornos es un relación
conflictiva con los alimentos, así como una búsqueda de identidad a través de ellos.
En ese sentido, lo que se pretende en este subcapítulo es indagar en las características,
comportamientos y valoraciones asociadas a la alimentación una vez desarrollado el
trastornos.
76
II.2.1.Amor y rechazo a la comida, la gran paradoja
A diferencia de lo que se piensa comúnmente, las mujeres que dejan de comer no lo
hacen por falta de apetito36, sino muy por el contrario, éstas en su mayoría, asocian la
comida a una sensación de placer sublime, capaz de mitigar todos sus malestares y
angustias. Además, debido a las restricciones a las que se someten de manera
constante, sienten un hambre continuo, lo que las conduce a pensamientos obsesivos
sobre los alimentos. El conflicto se produce dado que de manera paralela, operan en
ellas una serie de ideas negativas con respecto a la comida. Esta contradicción, se va
volviendo cada vez más compleja en la medida en que van tomando fuerza las ya
señaladas ideologías nutricionales y valóricas propias de los TCA.
Esta contradicción inicial da pié para introducir uno de los elementos centrales y
característicos de estos trastornos: la paradoja de amor y odio hacia los alimentos, la
que también se expresa bajo las ideas de necesidad y rechazo.
Indagar en esta contradicción es fundamental, ya que como se verá a lo largo de esta
investigación, es un sentimiento que cruza casi todos los aspectos de la vida de estas
mujeres, pero que sin embargo, es identificado predominantemente en relación a los
alimentos.
“La comida la veo con mucho respeto, la veo a veces como un enemigo y lo veo
a veces como mi energía, mi bencina” (María Jesús)
“Yo soy panera, pero es mi amigo y mi enemigo el pan” (Mariana)
“Yo creo que mi relación siempre fue como medio enfermiza po, o sea con una
sensación de entre querer comer, comer, subir de peso y sentirme mal “
(Gabriela)
Para profundizar en esta paradoja, se analizarán primero las ideas vinculadas a los
sentimientos de amornecesidad hacia los alimentos, para luego exponer aquellas
36
Sin embargo, como lo señala Apfeldorfer (2004), en personas que llevan varios días de ayuno, se
produce una reacción corporal que inhibe el apetito durante cierto periodo de tiempo.
77
relativas al odiorechazo hacia ellos.
Como ya se vio en el apartado anterior, la ideas positivas sobre los alimentos, así como
la necesidad que estas mujeres generan hacia ellos, son valoraciones y actitudes que se
arrastran desde la infancia. Sin embargo, una vez detonado el trastorno, y producto de
los vacíos afectivos propios de los TCA, éstos adquieren especial fuerza e importancia,
acentuando su influencia en sus estados anímicos.
“Para mi comer es alegría, me encanta comer, en el tiempo que estuve más con
mi problema cocinaba cosas, compraba chocolates y todo lo regalaba, era
como que yo necesitaba estar en contacto con la comida aunque yo no lo
comiera.... yo creo que calidez. (María Jesús)
A partir de este testimonio, podemos ver que las propiedades que hacen del alimento
un generador de placer y felicidad, van más allá de su potencialidad alimenticia, ya
que, como lo señala María Jesus, el sólo contacto con él genera una sensación de
protección.
Es por ello que en momentos de “crisis”, en particular, ante situaciones de profunda
pérdida, frustración y soledad, como la muerte de un familiar cercano, o el abandono
amoroso, estas mujeres recurren inmediatamente a la comida, como el primer refugio
donde encontrar calma y protección.
“Cuando yo hacía mis crisis, yo buscaba la comida (Gabriela)
“Después de mi abuelo y mi abuela, se murió mi papá, y ahí me desbandé, yo
lo quería mucho y lo ví en la UTI y me despedí de él, mañana nos vemos hijita,
y al día siguiente ya estaba con tubos, en coma y con su muerte me desbandé,
empecé a comer, a comer, a comer y quedé súper gorda” (Catalina)
“Me sentía una persona que no vale nada y eso me hace dar las ansias a veces
de comer y vomitar” (Catalina)
“Yo que quería estudiar, pero mi papi no me dejó, me obligó a una vida
78
encerrada, sola, una vida que yo no quería y empecé a comer po y me empecé
a encerrar del mundo” (Mariana)
“Yo tenía que tener un plato limpio, no tenía que tener ninguna partícula de
pan o algo, limpiaba todos lo cubiertos, o sea ya me estaba volviendo de esas
anoréxica. Me lavaba as manos a cada rato, no quería contaminarme con
nada. (Catalina)
“A la comida le tengo fobia” (Mariela)
Resulta interesante relacionar este punto a lo señalado por Fishler (1995), en cuanto a
que todas las cocinas o sistemas alimentarios suponen una serie de reglamentaciones
donde se establecen contaminaciones tanto positivas como negativas. En el caso de los
TCA, la contaminación negativa parece ir asociada al contenido calórico de los
alimentos, de manera tal, que dentro de esa ideología nutricional, casi todos los
alimentos son vistos como una amenaza.
Sin embargo, habría que preguntarse, aparte del aporte calórico ¿Qué otras
propiedades están presentes en los alimentos que los convierten en contaminantes?
Esta pregunta es central, ya que, por lo visto, para estas mujeres los alimentos parecen
estar dotados de “otras propiedades”, incluso más contaminantes que las calorías, que
amenazan con ser transferidas al cuerpo mediante la ya señalada homeostasis. Son
estas características las que convierten a los alimentos, en indigeribles en el caso de las
anoréxicas y necesarios de ser vomitados en el caso de las bulímicas.
Una segunda idea que aparece asociada a los aspectos negativos de la comida, es la
culpa. Esta, aunque de manera más silenciosa, opera con mucha fuerza en estas
79
mujeres, presentando una doble fuente de origen. Por una parte, el placer que genera el
comer, sobretodo, comer más de la cuenta y por otra, el rechazar los alimentos,
vomitándolos.
“Como y después me siento culpable, de haberme comido un pan, o haberme
comido más de cuatro galletas, galletas de esas de las integrales. (Andrea)
“Yo todavía los veo como enemigos, o sea si yo me como una torta me siento
súper culpable, que me voy a engordar” (Gabriela)
“Los primeros tiempos cuando no sentía pena ni nah, pero de repente me
empezó a entrar remordimiento, porque yo creo en Dios y creo que la comida
no se vomita, la comida es para alimentarse, no para vomitarla, y me empecé
a sentir mal po, eso de vomitar ya se convirtió como una enfermedad para mi.
(Mariana)
“Lo vomito y ahí me quedo tranquila, pero me viene la culpa de decir, mi
mamá me compró ese chocolate, gastó plata en esa comida y yo la vomito, por
eso me siento tan culpable (María Jesús)
En cuanto a la culpa derivada del placer, resulta interesante destacar lo que señala
Gloria Yuri37 al respecto, ya que nos podría dar luces sobre las ya señaladas
propiedades que subyacen y dan sentido a estos sentimientos tan potentes. Ella sostiene
que por lo general las personas que sufren de estos trastornos, especialmente las
anoréxicas, tienden a rechazar el placer en su cuerpo, no sólo a través de la comida,
sino que también otros como la sexualidad. Con ello, estarían rechazando toda su
femineidad, así como la sensualidad y la percepción corporal. Este rechazo se debería,
entre otras cosas, a que en su mayoría, estas mujeres han sido abusadas sexualmente
durante su infancia, y cuando eso sucede hay una parte del niño que está disfrutando y
otra que está dolida. Se trata, por lo tanto, de una tremenda paradoja, ya que por un
lado le gusta y por otro, siente que es atroz lo que le está pasando. Ante esto, no es
37
Entrevista realizada en Octubre de 2007.
80
capaz de reconocer el placer que había ahí, transformándolo en un sentimiento terrible,
que deriva en una culpa severa. Yuri señala que al comer pasaría algo similar, por un
lado saben que se están agrediendo, pero de alguna manera también lo están
disfrutando. Esto generaría tanta culpa que en el caso de la bulímicas se hace necesario
vomitarlo después. Así, el placer alimentario estaría revestido para ellas de una
connotación sexual, lo que le daría ese sentido pecaminoso. Por otra parte, señala que
en mujeres bulímicas lo que sucede es que hay un conflicto con el manejo del placer,
por lo mismo, en ciertos momentos se lo permiten todo y luego nada.
En relación a esto, resulta ilustrador el siguiente testimonio de Alejandra Pizarnik,
donde se refleja esta misma lógica de rechazo al placer.
Nunca me odio tanto como después de almorzar o cenar. Tener el estómago
lleno equivale, en mí, a la caída en una maldición eterna. Si me pudiera coser
la boca, si me pudiera extirpar la necesidad de comer. Y nadie goza tanto en
esto como yo. Siento placer absoluto. Por eso tanta culpa, tanta miseria
posterior. (Pizarnik, 2003: 199)
En este sentido, sería interesante asociar este sentimiento a la idea de culpa original
católica, según la cual todos los seres humanos somos portadores al nacer de una culpa
heredada de nuestros antecesores, Adán y Eva. Específicamente, esa culpa derivaría de
la transgresión que habrían cometido al comer la manzana prohibida en el paraíso, en
particular de Eva, quien habría disuadido a Adán de hacerlo38. En ese sentido, Eva sería
la responsable de este pecado original, traspasando este karma a todas sus
descendientes y herederas. Así, habría una culpa original asociada a las mujeres y en
particular a su capacidad seductora, centrada en el cuerpo, que luego derivaría en una
moral cristiana donde las mujeres, y en especial su sexualidad, ha sido vista como
objeto de pecado.
Al mismo tiempo, este sentimiento de culpa asociado al placer también podría estar
vinculado a la desvaloración personal y la autoflagelación que buscan provocarse con
el fin de minimizar y adoctrinar su “desmedido” cuerpo. Por lo mismo, es frecuente
38
La metáfora de la tentación de comer la manzana prohibida que Adán transgrede por culpa de Eva,
sería una clara referencia a la tentación sexual de la mujer hacía el hombre.
81
ver mujeres anoréxicas o bulímicas que se autoinflingen cortaduras o golpes.
(Apfeldolfer, 2004)
Por otra parte, y como ya se adelantaba, la culpa también surge por expulsar y rechazar
la comida que les fue entregada. Esto se relaciona con el hecho de que reconocen el
purgar como un comportamiento anómalo e incluso grosero, que contraviene muchos
de los principios de sociabilidad ali mentaria.
Finalmente, es posible constatar que la paradoja de amor y odio hacia la comida, no es
más que la metáfora de una contradicción vital con ellas mismas.
En ese sentido, los alimentos para estas mujeres parecen haberse convertido en
significantes de una serie de ideas asociadas a la madre, como sexualidad, cuerpo,
amor, femeneidad y fertilidad, entre otros, rasgos que en definitiva, son constitutivos de
su propia identidad como mujeres.
Así, esta paradoja sería el reflejo de una incapacidad de aceptarse a sí mismas y la
necesidad por controlar los alimentos, una necesidad de controlar sus vidas, y en
particular, aquellos aspectos que las constituyen como mujeres.
II.3. Comportamientos alimentarios durante el TCA
Como ya se señaló, uno de los comportamientos que aparece de manera recurrente en
los discursos de estas mujeres es el exceso. Al igual que en la infancia, la constante
contradicción entre la necesidad y el rechazo deriva en una profunda ansiedad hacía los
alimentos. En función de eso, el comportamiento alimentario de estas mujeres pasa de
periodos de estrictas restricciones a momentos de consumo abundante. Al parecer,
82
ellas mismas no son capaces de establecer un equilibrio con respecto a la comida,
manteniendo con ellos una relación de todo o nada, en parte metáfora de la ya señalada
relación de amor y odio hacia la madre.
Esto se presenta de manera más frecuente en mujeres bulímicas.
“Empecé a comer, a comer, comer y engordé po, no sé que tanto engordé,
comía de todo, de todo, de todo, porque era como una desesperación, todo lo
que viniera en comida, pero en exceso, pan sobretodo, porque lo que más
encuentra uno en una casa como nosotros allá es pan po pan y ahí empecé a
vomitar” (Mariana)
Tanto en anoréxicas como en bulímicas, la medida del exceso parece ser relativa. Este
está asociado a aquello que se sale del control que estas mujeres necesitan tener sobre
la comida, como metáfora del control que buscan sentir sobre sus vidas.
“Cuando me pongo ansiosa, me vienen atracones, pero no atracones, yo nunca
fui de atracones grandes, me como un chocolate ponte tu que está fuera de mi
dieta y me dí el gusto de comer el chocolate” (María Jesús)
83
En relación a esto, el comportamiento alimentario característico de los trastornos
bulímicos39 son las ingestas excesivas, seguidos de comportamientos compensatorios,
generalmente, purgación o vómito.
Para indagar lo que subyace a este comportamiento, resulta interesante analizar los
significados de la palabra purgar:
Purgar: Limpiar, purificar una cosa quitándole todo aquello que no le
conviene; sufrir con una pena o castigo lo que uno merece por su culpa o
delito; Padecer en el alma las penas del purgatorio (la culpa); dar al enfermo
la medicina conveniente para exonerar el vientre. (diccionario)40
Por lo visto, el significado trasciende al hecho de botar el alimento no deseado. Este
hecho no es azaroso, ya que como se verá, lo que estas mujeres buscan a través de este
acto, tiene mucho que ver con esos “otros” significados.
Como ya se señaló, la necesidad de expulsar el alimento del cuerpo se relaciona con la
idea de contaminación presente en ellos, la que no sólo tiene que ver con su potencial
engordador, sino que también con una serie de propiedades que lo convierte en algo
contaminante. Entre ellas, lo femenino, lo corpóreo y lo maternal.
Así, retomando lo planteado por Kristeva (2007), es posible señalar que al vomitar,
estas mujeres están buscando botar a su madre, o todo lo que tienen de ella y así,
limpiarse de algo que les parece sucio, negativo, o abyecto (Ibid.).
Al mismo tiempo, el purgar también estaría relacionado con la necesidad de expiar la
ya señalada culpa, también asociada a lo femenino, a los sexual y al placer.
En ese sentido, para la mayoría de estas mujeres el vómito parece constituirse en un fin
en sí mismo.
“Más que la comida es el sentido de vomitar, para mi esa sensación es como
botar. En ese momento era como botar lo malo que me estaba pasando, es
algo medio ilógico, pero un sentido de botar algo, ver algo físico botado y que
ahí caiga todo lo malo. No era pa nah eso, pero yo lo sentía así “(Gabriela)
39
Si bien el vómito es un comportamiento característico de la bulimia, también se presenta en
anoréxicas, sobretodo en los primeros periodos del trastorno.
40
.www.rae.es
84
“Cuando caigo en depresión o en tristezas grandes vomito, me desespero,
como mucho y vómito. Yo cuando sufro, me voy a pique, sufro, vomito y caigo.
Es que las épocas malas yo las vomito” (Mariana)
“Vomitaba, o sea, comía para vomitar” (María Jesús)
Estos testimonios nos hablan de que como intuíamos, en este acto de purgar hay un
sentido que va mucho más allá del mero acto de expulsar un alimento engordador, ya
que, al parecer se estaría botando, por una parte, el alimento y todos los significados
asociados a él, y por otra, ciertos elementos anteriores presentes en el cuerpo. Entre
ellos el propio pasado, o la condición femenina.
Así, el vomito generaría una sensación de alivio en estas mujeres, convirtiéndose en un
mecanismo de placer y refugio por sí solo. Como señala Gloria Yuri, sería una manera
de canalizar la rabia que no puede ser comunicada. Al respecto, nos da el ejemplo de
una pacientes: Ella se había peleado con el pololo, el pololo se fue y ella se fue a
acostar. Pero no podía dormir, entonces se lo comió todo, se lo vomitó todo y se
durmió tranquila. Qué le pasaba? ella se enojó y no pudo expresar su rabia, entonces
se tragó lo negativo, pero después lo necesitó vomitar. Eso porque no saben manejar
sus emociones negativas.
Volviendo a los comportamientos que se presentan en ambos trastornos, uno de los que
aparece más tempranamente es el no comer en público. Por lo visto, estas mujeres
esperan estar solas tanto para provocarse un “atracón”41, como para comer
normalmente.
“Pasaban dos días, tres días que comía lo mínimo, tomaba agua, y después
cuando mi mamá ya no estaba me hacía tallarines, me compraba lo que pillaba
y gastaba mi plata en eso al final, era ilógico, comprar, gastar tu plata para
comprar algo que tu ibas a vomitar (Gabriela)
41
Este es el término que se utiliza generalmente para denominar los episodios de ingesta excesiva de
alimentos.
85
“Siempre comía escondida, quizás cuando estoy con alguien puedo comer
normal, pero ya se va la persona, estoy sola y yo empiezo a comer, a comer, a
comer, como una loca” (Mariana)
“Igual te da hambre, y ahí es donde viene el atracón de comida, porque estás
sola, porque no puedes estar todos los días en fiestas, ni puedes estar saliendo
todos los días, y llegas del colegio, y de nuevo estás sola por que los papas no
están, trabajan todo el día y de repente viene” (Mariela
Este comportamiento podría estar relacionado con que, como sostiene Fishler (1995),
el transgredir las normas alimentarias dentro de un sistema social es visto como una
trasgresión grave a los principios y valores dentro del grupo, lo que en algunos casos
implica un castigo. Ante esto, estas mujeres, que saben que su comportamiento es
anómalo, se alejan de los espacios sociales alimentarios, rompiendo con un principio
central en la alimentación: el compartir.
Al mismo tiempo, parece también haber algo de impúdico en el ser vistas comiendo, lo
que se relaciona con la ya señalada vinculación entre el placer alimentario y el placer
sexual. Asimismo, se vincula con un tópico que se verá en extenso en el próximo
capítulo, y es el hecho de que para estas mujeres su cuerpo es público, es decir, es
construido a través de la mirada de los otros, y por lo tanto, debe ser visto como un
cuerpo en abstinencia, no en placer.
Otra de las ideas importantes que aparece en ambos TCA, es el rechazo hacía la
comida materna. En la medida en que van desarrollando el trastorno, estas mujeres van
cambiando su alimentación, reemplazando la comida casera–materna por alimentación
industrializada, es decir, por una comida inocua en términos simbólicos y afectivos.
Lo que se retrata en los siguientes testimonios:
“En mis peores periodos, comía mucha comida chatarra, pero no como nada
más” (Mariela)
86
“Yo ahora no como esas comidas, las papas por ejemplo no las puedo ver, no
tengo idea porqué, sabías que nunca había pensado en eso, como que todo ese
especie de menú que te plantean los papás, o sea la mamá en la infancia como
que ya no es parte de mi alimentación. La fruta la como muy poco, y eso que
mi mamá hacía tanta conserva y cuestiones, nada” (Mariela)
“No me gustaban los huevos de campo ni Leche de Vaca, ni niuna de esas
cosas, o sea lo que más comía era Pan y café o té., niuna de esas cosas y me
retaban po, porque eran siempre las mismas comidas y yo no comía”
(Mariana, 29)
“Tenía una nana....y yo le pedía que me hiciera de todo, hamburguesa, pan,
papa fritas, y después de comer eso yo lo vomitaba (María Jesús)
Esto se podría deber a que, como señala Girard (1996), la comida industrializada es
incomparablemente más fácil de ser vomitada o rechazada que aquella de nuestras
madres. La comida de la madre es sustantivamente más nutritiva en términos tanto
biológicos, como afectivos, ya que contiene no sólo su cariño, sino que además una
serie de valores asociados tanto a ella como mujer42, como al medio cultural en el que
se encuentra inserta. Por lo mismo, al ser mucho más contundente en términos de
significados, “engorda” más que aquella carente de éstos. De este modo, parece lógico
que lo poco que comen las mujeres anoréxicas como Mariela o Andrea sea comida
“chatarra” o “industrializada”, y que lo que más fácil se vomite, en el caso de las
bulímicas, también sean ese tipo de alimentos.
Por otra parte, en el rechazo a este tipo de comida, también hay una búsqueda de
blanqueamiento. Como ya se ha dicho, los alimentos son importantes indicadores
socioculturales, tanto de etnia como de clase, entre otros. Particularmente, los
alimentos preparados por las madres de estas mujeres dan cuenta de un origen no sólo
campesino, sino que también indígena. Así, en el rechazo de ese tipo de alimentación,
también se esconde una negativa a ser parte de ese mundo, y sobre todo a ser
42
Son valores no sólo relativos a su condiciona de mujer, sino que también a su situación como mujer
dentro de la sociedad. En este caso, desvalorada, transgredida y violentada, entre otras cosas.
87
reconocidas como tales. Ante esto, el consumo de alimentos industriales supone
simbólicamente constituirse en parte de un universo cultural, que como ya se señaló, se
les presenta como paradigmático y ajeno a una serie de valores que les generan
conflictos.
Por último, un elemento interesante que surgió en los discursos de las mujeres
entrevistas fue la constante la asociación entre comidavida y no comidamuerte.
Como se ha visto, las ideas en torno a los alimentos se podrían sintetizar en el concepto
de vida, de manera tal que el no comer estaría asociado al de muerte.
Si bien esta relación está presente tanto en bulímicas como en anoréxicas, es en estas
últimas donde el discurso adquiere un carácter particular, ya que de manera explícita
asumen la posibilidad de muerte que se esconde detrás de la inanición. Al parecer, la
anoréxica busca en el no comer, un pequeño suicidio, dejando así ese cuerpo que la
atormenta.
“Mi papá me dijo, tengo que hablar contigo, tu Opapa se murió, y te juro que
para mi fue lo peor, en ese momento yo quise suicidarme, me comí un helado y
dije: esto es lo último que voy a comer, me comí el helado y me quise suicidad
con tres pastillas de , ahí empezó el tema de querer irme, y ahí empecé a
bajar más y más de peso (Catalina, 24)
“A veces quiero adelgazar para verme mejor, según yo, y otras veces no como
por que yo sé que si no como las fuerzas se me van a ir agotando, y me voy a
caer en cama y no sé po que va a pasar conmigo, pero pienso yo que me
podría morir, pero después... es como contradictoria“ (Andrea)
Por su parte, Mariana (bulímica) identifica esta vinculación de otra manera, ella asume
la pérdida de un hijo anterior como producto de los vómitos, es decir, que el vómito
sería una negación de la vida. Y por lo mismo ante los embarazos, pese a vivir malos
momentos, ella prefiere no “vomitarlos”, para así no dañar a su hijo
“Seguí vomitando hasta hace un mes parece, casi un mes. Es que después que
88
supe que estaba embarazada empecé a vomitar, por que no quería a mi
guagüita pero me preocupa como lo voy a criar, si yo no me siento bien, me
siento enferma” (Mariana)
“Y un día andaba de tres meses, cuando desee comer uvas y no las comí y, y
perdí mi guagüita” (Mariana)
Ante esto, y retomando lo señalado por Sherry Ortner (2004), en cuanto a la relación
que se ha establecido entre las mujeres y la vida, es posible señalar que el mismo acto
de rechazar el alimento es una negación de la vida, que finalmente se expresa bajo la
idea de un suicidio paulatino. Particularmente, esto supone una negación de la
feminidad y de un destino que les ha sido trazado, que como señala Simone de
Beauvoir (2005), las relega al hijo, al hombre, a la tumba.
Finalmente, como se ha visto a lo largo de este capitulo, los TCA son un conjunto de
saberes y prácticas, transmitidos socialmente a un segmento particular de la población
y sustentados en una particular ideología nutricional, así como en un conjunto de
representaciones y valoraciones sobre los alimentos.
Ante esto sería posible establecer una relación entre los TCA y lo que Fishler (1995)
denomina una cocina: “representaciones, creencias y prácticas que están asociadas al
modo de preparar y consumir los alimentos y que comparten los individuos que
forman parte de una cultura o de un grupo al interior de una cultura”.(Ibid: 28).
Además, según lo señala este autor, las cocinas, entre otras cosas definen: categorías
sobre los alimentos, reglas para su consumo, asociaciones y valoraciones para los
distintos alimentos, así como un repertorio de alimentos comestibles o no comestibles.
Todos estos son elementos, que como se ha visto, están presentes en los TCA.
De este modo, podemos señalar que si bien hay factores psicopatológicos que
contribuyen al desarrollo de estos trastornos, lo que los constituye en la principal
alternativa de escape frente a tensiones emocionales femeninas y adolescentes, es, al
igual que en todos lo demás comportamientos alimentarios, un conjunto de ideas y
significados asociados a ellos. Como señala Fishler (1995) “Las reglas y prácticas
alimentarias están estructuradas socialmente y es socialmente como toman su sentido
89
y su función” (Ibid,: 168)
En ese sentido, no se trataría de una anomalía, sino que muy por el contrario, los TCA
estarían obedeciendo a una exacerbada internalización de las pautas alimentarias
establecidas socialmente para ese grupo social.
90
Tercer capitulo: El cuerpo
“Con la llegada de la adolescencia y la menstruación el cuerpo infantil se torna
cuerpo de mujer y se hace carne. Ante eso la niña siente vergüenza, presiente en esos
cambios una finalidad que la arranca de sí misma; adivina una dependencia que la
destina al hombre, al hijo, a la tumba” Simone De Beauvois, (2005: 256)
91
En un primer momento se desarrollarán aquellas ideas y valoraciones que emanan en
relación al proceso de transformación corporal, es decir, el paso de niña a mujer,
momento en el cual todas las mujeres entrevistadas han desencadenado el trastorno.
Luego se analizará el modo en que ellas construyen simbólicamente su cuerpo una vez
desarrollado el TCA, en el que se sostienen muchos de los comportamientos y
valoraciones propios del trastorno.
Resulta necesario señalar, que al igual que en gran parte de esta investigación, tanto
Anorexia como Bulimia serán entendidos como un sólo fenómeno, sin hacer mayores
distinciones entre ambos. Esto debido a que en ambos tipos de trastornos, las ideas y
valoraciones con respecto al cuerpo resultaron ser muy similares, de manera que
resultaría aventurado establecer distinciones dado además el pequeño grupo de mujeres
con el que se trabajó.
III.1.Adolescencia, la emergencia de un destino
Por lo visto, y coincidiendo con la literatura relativa a este tópico, en todas estas
mujeres los trastornos del comportamiento alimentario se inician durante la
adolescencia. Esto se debería a que, como lo señala Simone de Beauvoir (2005), es
durante este período que la niña se enfrenta bruscamente con un destino que le ha sido
trazado y que la relega a la prisión de su cuerpo.
En el caso de las mujeres entrevistadas, este paso parece suceder de manera
especialmente violenta. Por lo visto, para ellas el advenimiento del cuerpo femenino
supone una angustia particular, dado que se vincula no sólo con su identidad y posición
dentro de la sociedad, sino que también con inseguridades infantiles no resueltas y
conflictos relativos a la madre y al padre, entre otros. Asimismo, se relaciona con una
serie de pensamientos mágicos en torno a la importancia del cuerpo y a la idea de que
el cariño de los demás, de ahora en adelante ya no será gratuito, sino que estará
condicionado exclusivamente por la apariencia física que logren construir.
Esta idea se vislumbra, entre otras cosas, en la importancia que adquiere en los
discursos de estas mujeres el cambio físico que experimentaron durante ese periodo,
92
específicamente, el aumento mamario, las caderas y la menstruación. En lugar de
enorgullecerse y explorar con ellos toda la sensualidad y coquetería femenina, estos
representan para ellas una carga molesta, asociada a la gordura y a la suciedad. Se trata
por lo tanto, del enfrentamiento con un cuerpo que les es extraño y molesto, y que
además está dotado de propiedades que como señalan los siguientes testimonios les
provocan una profunda sensación de vergüenza y desagrado.
“Yo me sentía más gorda, no era que yo fuese más gorda. Porque si yo miro
hacia atrás, me sentía gorda, pero estaba bien para mi edad. Podía tener trece
años, estaba desarrollando todo el tema mamario, pero eso para mi era super
incómodo, inclusive recuerdo una vez en que mi papá me dijo: Camina
derecha, andas toda encorvada, y eso fue terrible” (Mariela)
“Es que yo creo que la adolescencia de las mujeres es mucho más complicada
que la de los hombres, se preocupan más de la apariencia física, les llega la
menstruación, su cuerpo cambia, se desarrollan. Entonces, yo creo que en las
mujeres es más probable de no aceptarse a sí mismas, que su cuerpo está
cambiando, y para contrarrestarlo, para ser más finita, más delgadita, y no ser
como ella ya se está viendo.” (María Jesús)
Así, como señala De Beauvoir (2005), este nuevo cuerpo es experimentado no sólo con
vergüenza, sino que también con culpa, lo que en el caso de estas mujeres se entiende
en parte a través de la ya señalada relación que establecen entre el placer y la culpa.
En este contexto, tener un cuerpo gordo sería “culpa” de la falta de control frente al
placer que para ellas supone el comer, y detrás del cual se esconden recuerdos de
abusos yo pérdidas, que intensifican dichos sentimientos.
Por otra parte, durante esta etapa de sus vidas toman conciencia de otras restricciones y
deberes que están implícitos en ese nuevo estado corporal y que se asientan en las
estructuras de división desigual de roles de género propias de las sociedades
occidentales, lo que las enajena de muchas de las libertades de las que gozaron durante
su infancia. Esto acrecienta la sensación de molestia y desagrado con esta nueva
materialidad, que además va a implicar una situación de inferioridad dentro de la
93
sociedad.43
“Cuando salí de la escuela, quería estudiar y él no me dejó, entonces, le tomé
rencor a mi papi. Me obligó a una vida encerrada, sola, una vida que yo no
quería, y empecé a comer po, me empecé a encerrar” (Mariana)
“Tienes que cumplir con todos los parámetros, y dadas las características del
padre que era muy exigente tu querías cumplirlas todas” (Mariela)
94
queridas y respetadas por ellos. Así comprenden que su cuerpo, como arma de
conquista, será la única herramienta disponible para ser consideradas y valoradas
dentro de los grupos sociales en los que se encuentren insertas44.
“Lo fuerte fue el paso desde el octavo a la media, ya que eso significaba que
yo iba a tener que entrar al liceo mixto, donde hay niños, yo tenía 13 años y ya
quería parecer más linda, qué se yo, tenía la expectativa además que vay a
empezar a pololear” (Mariela)
“Empecé a entrar en la adolescencia, como a los 12 años y me empecé a
cuidar, ya venía el verano, me gustaban los chicos, entonces empecé a
vomitar” (María Jesús)
Al parecer, el ser valoradas y amadas por un hombre constituye para ella una suerte de
realización social y por lo mismo, comprenden que las demás mujeres de su edad son a
la vez que pares, sus rivales contra las cuales es necesario competir en belleza y
atractivo para lograr la tan anhelada mirada y valoración masculina.
“Yo era más gordita que mi hermana gemela, ella era delgada, entonces todo
el tiempo nos comparaban, todo surgió en la comparación. Además mi abuela,
la familia de mi papá son delgados todos, entonces siempre me decían, qué
gordita, que esto, que lo otro, y mi hermana siempre delgadita, y eso era
terrible” (Gabriela)
44
Esto se relaciona con lo que señala Simone de Beauvoir, con respecto a las jóvenes: Todo se inclina a
hacer que la adolescente centre su interés en hacerse vasalla; sus padres la comprometen a ello. El
padre muestra orgulloso los éxitos conseguidos por su hija y la madre ve en ellos el porvenir. Las pares
la admiran y envidian si recoge el mayor numero de homenajes masculinos. El hombre permite a la
mujer acceder a su dignidad social integra y realizarse sexualmente como amante y como madre”
(2005:270)
95
“Mi amiga siempre era más atractiva, muy delgada, me entendis. Entonces, eso
ya te empieza a generar como el compararte con otra persona que se ve
exitosa, que a ella si le proponían pololeo, y eso como que te empieza a
someter un poco a presión” (Mariela)
Estas mujeres sienten que no responden a ese paradigma de belleza, fundamentalmente
porque tienen muy vivo el recuerdo de haber sido constantemente criticadas por su
contextura corporal durante su infancia. Además, como se verá más adelante, esa “niña
gorda” que fueron las sigue y las seguirá acompañando tormentosamente durante todo
el desarrollo del trastorno.
“Mi niñez, con mis pares, fue super traumática por que todos me molestaban
por una u otra cosa, pero por sobretodo porque era más gordita, me decían
globito” (Catalina)
“Mi abuela materna, siempre fue como flaca y todo y a mi siempre me trataba
como chancha, gorda” (Catalina)
Por otra parte, este proceso de transformación corporal lleva implícita la amenaza
ineludible de convertirse en sus madres, las que como ya señalamos, desde la infancia
se presentan como los modelos de mujer que inevitablemente algún día serán, modelos
que no representan lo que estas mujeres persiguen, considerando que las madres,
aparte del estatus inferior que han ocupado, en su mayoría, son o han sido gordas, y
fruto de ello, desvaloradas por los otros. Así, este legado se les presenta como un
fantasma amenazante del cual precisan liberarse.
“Mi mamá era una persona que tenía muy bajos niveles de escolaridad, a lo
más ella era hermosa, en el sentido que era muy delgada, pero llegó a pesar
113 kilos, pero cuando ella conoció a mi papá ella no pesaba más de 45 kilos.”
(Mariela)
96
“Mi mamá es de tendencia a la gordura, pero no es gorda, es masiza nomás, y
a ella también mi abuela la retó. Ella se fue a Alemania, subió 20 kilos y mi
abuela le hizo la cruz” (Catalina)
Ahora bien, cabe preguntarse, porqué la exigencia social sobre el cuerpo es entendida
por estas niñas como una exigencia de delgadez. Una de las respuestas podría
encontrarse en las modas y los medios de comunicación. Sin embargo, esto parece no
bastar, ya que la respuesta podría encontrarse en la permanencia del ya señalado
conflicto de amor y odio hacia la comida y el cuerpo. De este modo, en el afán por
adelgazar se escondería un doble propósito, por una parte, volverlo bello y deseable, y
por otra, atenuar las inminentes e indeseables transformaciones femeninas.
“Cuando empecé con este problema, como a las 14 o 15 años, ahí empecé a
bajar las notas harto, por que me preocupaba solamente de cómo me veía, de
cuanto bajaba, cuánto subía, entonces ocupaba todo mi tiempo, toda mi
energía en mi apariencia” (María Jesús)
“No me gustaba mi cuerpo, me daba rabia, no me gustaba tener guata y lo
único que quería era ser flaca, flaca” (Mariana)
Del mismo modo, estas mujeres suponen que, entre otras cosas, el tan anhelado éxito
con los hombres depende exclusivamente de su contextura corporal. Esta idea se irá
acentuando en la medida que se desarrolle el trastorno, llegando, durante la plenitud de
este, a asociar todos los éxitos y fracasos a su medida corporal.
“Como a los 16, para mi era como woow porque me pescan cachai, todo ha
girado en torno la gordura, ah me están pescando, quiere decir que no estoy
gorda” (Carolina)
Como se ha visto, los TCA aparecen principalmente durante la adolescencia, asociados
a conflictos relacionado con el paso de niña a mujer. Ante esto, y frente a la
recurrencia de estos fenómenos, es posible pensar que se estarían constituyendo en
97
especies de ritos de pasajes contemporáneos, dado que se ha visto, que en mayor o
menor grado, casi todas las adolescentes sufren algún tipo de trastorno alimentario
durante esta época.
III.2. Ser = Cuerpo
Como ya se ha señalado anteriormente, los TCA se vinculan fuertemente con el ser
mujer y por lo tanto también con todas las cargas y significados que comporta el
cuerpo femenino como espacio simbólico.
Es por ello que más allá de los hábitos alimentarios que estas mujeres adquieren
durante el trastorno, lo que subyace a ellos es un particular modo de entender y
relacionarse con el cuerpo, el que se ha ido desarrollando a partir de la adolescencia.
En relación a esto, a continuación se indagará en el modo como se relacionan y
entienden su cuerpo una vez desarrollado el TCA, es decir, una vez que las ideologías
propias de los TCA han sido completamente incorporadas.
“Acá donde trabajo hay muchos profesionales a honorario, pero hay muy pocos
98
que han conseguido, como en mi caso, contrato, eso lo logré yo, y tuve que
trabajar Sábado y Domingo y feriados y tuve que trabajar este look de gente
sofisticada, aunque no lo seas. Y tienes que tener comentarios inteligentes, y
tienes que ser un referente. Pero a mi me gustaría decirle, deja de tener esa
opinión, por que me obligas a seguir prestando atención a mi cuerpo, a mi
imagen” (Mariela)
Se entienden a sí mismas como un cuerpo que comunica, convencidas de que tanto el
cariño como la valoración de los demás hacia ellas serán la recompensa de la
apariencia física que logren tener. El hacerse de un cuerpo bello y esbelto se convierte
para ellas en una máxima de vida, en el que además se juegan el éxito o el fracaso en
ámbitos tan fundamentales como la amistad, la realización profesional o el cariño de
pareja.
“Mi papá me decía que a las personas más gordas no las querían, no las
tomaba mucho en cuenta” (María Jesús)
“Yo me limitaba a eso, la delgadez es felicidad, es como que para mi va
asociado a eso, por que veía a mi hermana que ella siempre atraía a los
chicos, o íbamos a una fiesta y preguntaban por mi hermana, o íbamos a algún
lugar y preguntaban por mi hermana, y como que yo pasaba piola en todos
lados” (Gabriela)
Así, tanto triunfos como fracaso son interpretados como una suerte de recompensa
frente al sacrificio psíquico, físico y moral que supone dejar de comer para estar
delgadas. En este contexto, los fracasos son entendidos como una especia de “castigo
divino” ante el incumplimiento del régimen alimentario ascético45.
“Tenías buena figura, entonces yo siento que si era feliz, porque por eso
trabajé, porque además no había culpa” (Mariela)
45
Ese régimen tiene que ver también con un tipo de comportamiento restringido y controlado que se
impone como norma moral a las jóvenes, asociado a valores como la femineidad y la educación.
99
“El caso es que no puedo, no he podido, no he tenido ninguna relación
importante en mi vida, y te auto castigas cuando las cosas no resultan como tú
quieres” (Mariela)
III.3.Ser a través de los otros
“Debo reconocer mi cuerpo, y sé que falta harto todavía, pero yo supongo que
se tiene que arreglar” (María Jesús)
Esto responde al hecho de que no quieren sentirse, ni menos tener que enfrentarse a ese
cuerpo de mujer que les resulta indeseable. Toda la atención y el esfuerzo se centra
entonces en simular una apariencia, como único mecanismo para valorarse a sí
mismas.
“Necesito verme bien, o sea que me digan que me veo bien y flaca para
sentirme bien. Si me dicen un piropo quiere decir, ah como que el tema de la
gordura ya no está tan terrible, no estoy tan gorda”(Catalina)
46
Al respecto, Gloria Yuri señala: “Tu para poder hacer un TCA necesitas disociar cuerpo de mente.
Se deja de sentir el cuerpo, no se puede vomitar, dejar de comer o pegarse un atracón si se siente el
cuerpo, por que el cuerpo es perfecto, están todas la alarmas dadas, lo que pasa es que dejas de
sentirla porque cuerpo y mente están completamente disociados”
100
Ahora, esta necesidad de ser valoradas por los demás, como mecanismo para quererse
a sí mismas, podría obedecer a que, por una parte, se desvalorizan a tal punto que ni
siquiera se sienten dignas de hacer juicios sobre sí mismas, y por otra, a que
interpretan esa valoración positiva foránea como una demostración de cariño y aprecio
hacia ellas. En ese sentido hay una percepción distorsionada de las demostraciones de
cariño, detrás de lo cual se esconde un enorme vacío afectivo.
“Como que me están dando autoestima, me están subiendo el autoestima, por
eso ando preguntando a cada rato, mamá estoy flaca? Si es sí, me pone altiro
relajada” (Catalina)
“He subido de peso y me siento pésimo por eso, pero los demás están
contentos y eso es lo que me interesa” (María Jesús)
Así, al no poder experimentar directamente su cuerpo, se perciben a sí mismas a través
de un objeto externo, lo que podría sintetizarse en la idea del espejo. Esta analogía es
claramente ilustrada por Alejandra Pizarnik47, en “La condesa sangrienta”(Pizarnik,
1971)
(La condesa) En un espejo trazó los planos de su morada, vivía delante de su
gran espejo sombrío, el famoso espejo cuyo modelo había diseñado ella
misma”
En ese sentido, lo que estas mujeres estarían buscando, al igual que la Condesa, sería
construirse como imagen reflejada, detrás de la cual se esconden ellas mismas. Sin
embargo, como Pizarnik lo vislumbra en su prosa, esta sería una construcción vana,
produciendo finalmente un vacío y una angustia aún mayor en ellas.
“Nadie tiene más sed de tierra, de sangre y de sexualidad feroz que estas
criaturas que habitan los fríos espejos” (Ibid.)
47
Como ya se señaló, Alejandra Pizarnik padeció de trastornos del comportamiento alimentario desde
su adolescencia. Estos desordenes se ve reflejados en gran parte de su obra.
101
Ahora bien, esa mirada que construye no es cualquier mirada, sino que una mirada
predominantemente masculina, esto debido a que como ya se señaló, ellas comprenden
que están insertas en un mundo que es masculino, donde es esa la mirada que tiene
valor. Por lo mismo, su principal afán es ser observadas y valoradas positivamente por
ellos, ya sean sus padres o sus parejas48.
“Tenias miedo de ese rechazo que tu papa hacía tu madre fuese hacía a ti
también, por eso me preocupaba de ser tan inteligente, tan buena estudiante,
sabes porqué, por que sentía que de alguna forma tenía que complacer a los
tipos machistas como él.” (Mariela)
Es por ello que como se ilustra en los siguientes testimonios, las relaciones de pareja
resultan ser cruciales en sus vidas, siendo en gran medida responsables de su
estabilidad emocional y por lo tanto también del grado de presencia de los TCA.
Por lo mismo, suelen ser sumamente dependientes e inseguras en ese ámbito de sus
vidas.
“Ahora volví a mi peso, me faltan un par de kilos para volver a mi peso, pero
así y todo, no me siento tan mal y no he recaído en la Bulimia, por que tengo
alguien al lado, alguien que me hace sentir segura o me quiere, y eso yo
no me había dado cuenta” (Gabriela)
48
En relación a esto, resulta interesante exponer lo que señala Simona de Beauvoir al respecto: “La
mujer desde niña aprende que para ser dichosa hay que ser amada, y para ser amada hay que esperar
el amor. La suprema necesidad para la mujer consiste en hechizar un corazón masculino; aun siendo
intrépidas y aventureras, esa es la re compensación a la que aspiran todas las heroínas, y casi nunca se
les pide otro valor que la de su belleza.
La mujer ve la glorificación de su cuerpo a través del homenaje de los hombres a quienes ese
cuerpo está destinado; y sería simplificar las cosas decir que quiere ser bella con el fin de agradar, o
que trata de agradar para asegurarse de que es bella. ... ella no separa el deseo del hombre del amor
que siente por sí misma”. (De Beauvoir, 2005: 225275)
102
“Ahora tengo una relación seria, voy a llevar como 9 meses, y esta persona a
mi me ha hecho muy, pero muy bien. Él a lo mejor, yo creo que lo sabe, pero a
logrado estabilizarme, no al cien por ciento, todavía quedan hartas cosas
medias volando, yo siento que me ha dado esa seguridad, y no he recaído , por
que tengo alguien al lado, alguien que me hace sentir segura o me quiere”
(Gabriela)
“Cuando había terminado el pololeo de mi vida por así decirlo, caí en una
tremenda crisis” (Mariela)
Como se verá más adelante, esto estaría relacionado con el hecho de que, más que
amantes ellas buscan ser queridas y cuidadas por los hombres, del mismo modo como
una hija es querida por su padre, buscando así reparar la ausencia de este último
durante su infancia.
A partir de lo que se ha expuesto, es posible observar que para estas mujeres su cuerpo
es concebido como un cuerpo que les es ajeno y que pertenece más a la sociedad que a
ellas mismas.
Por lo visto, comprenden que esa corporalidad femenina que se construye en torno a
los juicios externos, pertenece a la sociedad y en cuanto tal, debe ser entregada a ellos.
En este sentido, sería interesante relacionarlo con lo que señala Horst Kurnizky (1992).
Este sostiene que las sociedades androcéntricas se estructuran en base a la aprehensión
y sacrificio de la sexualidad femenina o de aquello que la simbolice49, como el modo
de imponerse simbólicamente por sobre la naturaleza. Ahora, en nuestro contexto
sociohistórico, ciertamente ya no tienen lugar los mecanismos tradicionales de
aprehensión femenina, como el intercambio de mujeres, entre otros. Sin embargo, al
parecer el adoctrinamiento de los cuerpos femeninos estaría tomando otras
características.
Así, a través de la imposición de un paradigma estético y de un modo de
comportamiento alimenticio asociado, dotados ambos de un trasfondo ético y moral, se
lograría el ya señalado control sobre las mujeres. Ya que, mediante este mecanismo, se
49
Esto se encuentra expuesto más extensamente en el marco teórico.
103
lograría, por una parte, la erradicación de los rasgos femeninos asociados a la
fertilidad y la “naturaleza”, como pechos y caderas, y por otra, la manipulación y
control sobre los hábitos alimenticios de estas mujeres. Este último punto resulta
sumamente significativo, ya que así se desarticula uno de los vínculos más
fundamentales asociados a la “naturaleza”, el de las mujeres con la alimentación.
En definitiva, los trastornos del comportamiento alimentario serían la exacerbación del
mecanismo que utiliza la sociedad androcéntrica contemporánea para el sometimiento
de la sexualidad femenina, que como señala Kurtninzky, es la base de este tipo de
ordenamientos sociales.
III.4. Los dos cuerpos
Si bien estas mujeres, en general logran exitosamente construir un cuerpo cada vez más
delgado gracias a las constantes restricciones y vómitos, éste es sentido por ellas con
cierta culpa y en particular como una mentira, ya que no se corresponde con la
sensación que ellas experimentan con respecto a sí mismas.
Es así como sienten estar conviviendo simultáneamente con dos cuerpo, por una parte,
un cuerpo físico, la mayoría de las veces delgado, el que como ya se señaló, no es
percibido directamente por ellas, sino que a través de los demás, y otro, un cuerpo más
interno, que corresponde al que ellas sienten como propio. Este último, en
contraposición al primero, es percibido como gordo, sucio y asqueroso, asociado a los
recuerdos relativos a su cuerpo infantil. De este modo, viven en una constante
dicotomía, entre ese cuerposimulacro con el que se enfrentan al mundo, y ese cuerpo
real, gordo y feo que experimentan interiormente y en secreto.
“Tú te niegas la posibilidad que te conozcan más, por que se van a encontrar
con una podredumbre humana de lo que tú eres, de lo que tu quieres ser y de lo
que no vas a ser. Entonces, puede ser que nadie te quiera así como eres, con
todas inseguridades, esas tristezas, esos Karmas, esos dramas. (Mariela)
“Me siento mujer, pero siempre estoy con el miedo. O sea, para mi cuando
104
alguien me dice, qué flaquita, delgadita, cuando me voy a comprar ropa, para
mi es como wow, no puedo creer lo que estoy escuchando, como que siempre
tengo metido el tema de que soy una niña obesa” (Catalina)
Esta dicotomía estaría relacionada con el llamado “dimorfismo corporal”, trastorno
característico de los TCA, que consiste en que las personas aún estando sumamente
delgadas, se sienten y se ven a sí mismas como gordas. Fruto de ello, estas mujeres
sienten estar viviendo una doble vida, por una parte, un cuerpo delgado y simulacro,
reflejo de un temperamento seguro y exitoso, que realmente no existe, y por otra, ese
cuerpo gordo, incontrolado, entregado a las pasiones y al placer de la comida, pero
sin embargo real.
Este último es cuidadosamente ocultado a los demás, ya que a su juicio es imposible
de ser amado.
“Yo me sentía bien, y no me sentía flaca, me veía al espejo y me veía gorda,
entonces seguía haciendo dieta, seguía tratando de adelgazar” (María Jesús)
“Yo aún sigo viéndome gorda, o sea yo ya no vomito ni dejo de comer, yo aún
me veo gorda, no puedo cambiarlo, y mi enfermedad se localiza en el
estomago” (María Jesús)
“Obvio que me sentí mejor por que estaba delgada, pero después llegó 1ero,
2do, 3ro y 4to medio y otra vez estaba gorda, o yo me veía muy gorda, aunque
no era tan gorda, pero yo me veía extremadamente gorda” (Gabriela)
Por lo mismo, no asumen ese cuerpo delgado, y lo viven con mucha vergüenza, de
manera que en lugar de mostrarlo orgullosas, lo esconden detrás de grandes ropas. Esto
sucede sobretodo en las anoréxicas que pese a tener una contextura sumamente
delgada, siguen sintiéndose gordas y ocultando su cuerpo.
“Antes tenía mucho conflicto, de hecho, ahora por primera vez estoy usando
mini o cosas así, que antes no lo hacía” (Catalina)
105
“Siempre ando con chaqueta, cuando bajo de peso me saco la chaqueta, o
siempre ando con cosas grandes. Todavía me cuesta mucho todo eso. Siendo
más flaca soy como más feliz” (María Jesús)
“Me ponía polera sin mangas, pero me comía una mentita y me la sacaba, por
que me sentía súper gorda, y no dejaba que nadie me tocara, nada” (María
Jesús)
Ahora, esa percepción de si mismas como gordas, se vincula además con una
desvalorización generalizada sobre ellas. De manera que, como se ha señalado, esa
sensación de gordura interna estaría obedeciendo más a un conjunto de características
propias consideradas negativas por ellas y relacionadas con su personalidad o historia
personal, que a un determinado estado corporal. Así, todos esos elementos de su vida,
que les son incómodos y molestos, y cuyo recuerdo cargan como un peso, se
expresarían bajo esa sensación interior de gordura.
Esto se relaciona además con que, como ya se ha visto, para ellas la gordura está
dotada de una serie de significados sumamente potentes de los cuales buscan a toda
costa escapar.
Esa desvalorización generalizada sobre ellas mismas se ve retratada en los siguientes
testimonios.
“Yo he experimentado esta sensación de angustia, empezar a decir que eres
poca cosa, o sea te miras al espejo y dices pero cómo vas a conquistar a
alguien, cómo vas a tener eso si tú eres nadie, entonces como que te vas
castigando, castigando, castigando” (Mariela)
“Era todo mi cuerpo, era mi cara, eran mis manos grandes, mis piernas
gordas. Era sentirme gorda nomás, no atractiva, no observada” (Gabriela)
“Soy insegura, no me quiero porque soy fea, creo yo. Además por que no tuve
lo que he querido en la vida” (Mariana)
106
Por su parte, estos aspectos de su vida que les pesan y que les hacen sentir gordas,
parecen estar fuertemente vinculados a sus recuerdos de infancia, los que llevan
consigo una serie de dolores y pesares vinculados fundamentalmente con la madre,
pero además con un sentimiento de suciedad generado a partir de abusos sexuales50
ocurridos durante su infancia.
“Un abuso, no fue ni una violación ni nada, fue un toqueteo, fue un abuso po,
de una persona, cuando yo era chiquitita, como a los 67 años, y no lo conté
hasta como los 12, 13, y yo sufría mucho por que él estaba en mi entorno,
entonces me escondía, no salía, me sentía media sucia de repente por verlo a
él” (Gabriela)
“En la infancia, tendría yo 5 o 6 años, fui abusada. Por eso cultivas tú este
tema de la Anorexia, o de los trastornos ligados a la alimentación, tiene que
ver con cosas mucho más de trasfondo.” (Mariela)
“Yo tuve relaciones con él, esa fue la primera vez y según él dice que no fue la
primera vez tampoco, el dice que los hombres saben po. Entonces, solamente
sé que me dolía, que me sentía asquerosa, que me miré y que miré mis
calchunchos y sipo, había pasado algo entre nosotros y recordé lo que había
pasado. Y ahí lo primero que hice fue bañarme, bañarme, bañarme.”
(Mariana)
Como es posible ver, estos abusos son los grandes responsables del sentimiento de
culpa y suciedad que sigue vigente en estas mujeres durante su adultez, sentimientos
que se reactivarían con mayor fuerza ante el advenimiento del cuerpo femenino, que
implica transformaciones de carácter sensual y sexual.
Son esos recuerdos los que les impide poder convertirse mujeres plenamente. Producto
de ello tienden a presentar serios problemas para asumir y explorar su sensualidad, su
50
En relación a esto, la Psiconutricionista Gloria Jury sostiene que en la mayoría de los casos, las
mujeres que sufren de trastornos alimentarios han sido víctimas de abusos sexuales durante su
infancia. Al respecto señalan, que la niña al ser violada siente una tremenda contradicción, por una
parte siente placer y por otra siente que es terrible lo que le está pasando. Por lo mismo habría una
tendencia a no querer sentir su cuerpo, como mecanismo para no asumir ese placer perverso.
107
sexualidad y en definitiva su identidad femenina, conflicto que cruza y subyace a
ambos trastornos. En su lugar persiguen lograr un cuerpo con características infantiles,
que las proteja de las amenazas que supone un cuerpo de mujer.
“Cuando estuve con este problema yo no tenía nada de pecho, o sea súper
poquito, y resulta que al tiempo me empezaron a crecer un poco, y ahí me
empecé a sentir mal, por que en las poleras yo me veía, según yo, más tosca.
También, que se me empezó a formar cintura y cadera y me empecé a ver más
tosca, pero igual, en momentos de lucidez al verle al espejo, me veía bien, pero
después al momento en que no estaba bien me sentía mal” (María Jesús)
“No era pa nah sensual con los hombres, siempre lejana. Y hasta como los 20
años yo empecé a sentirme como más sensual o como querer atraer a alguien,
pero antes no, como que me daba vergüenza, me sentía fea, gorda, para nada
atractiva, entonces me limitaba nomás” (Gabriela)
Es esto además lo que les impide poder establecer relaciones de pareja, ya que no
logran sentirse realmente mujeres, lo que deriva en serios problemas para desarrollar
su sexualidad. Esto se relaciona con que lo que estas mujeres buscan en los hombres no
es ser deseadas, sino que cuidadas y amadas por un hombre que encarne a su padre
ausente, al que siempre han amado.51
“No he tenido pareja estable , entonces tiene que ver también con eso de que
como te veas exitosa, como te sientas exitosa respecto al sexo al sexo opuesto,
respecto a tus propios pares, a tus compañeras” (Mariela)
“Por que también puedo entender que hace poco casi tuve una relación
importante y me la auto flagelé, me la negué, por todos los conceptos, por toda
la inseguridad, por que uno cree no tener nada más que decir y contar que no
sea tu imagen, entonces tenis que trabajar sobre esa imagen, sobre imagen, y
que manera de cansarte” (Mariela)
51
Como ya se señaló, varios autores señalan que en estos trastornos hay una relación edípica no
resuelta con el padre.
108
Así, a partir de lo anterior, es posible inferir que detrás de ese afán de delgadez
trasciende una profunda intención de convertir a esa “niña gorda” y mala que fueron,
en una niña flaca y buena. Esto se debe a que con la primera mantienen una suerte de
pacto de fidelidad, que les impide desvincularse de ella. De este modo, mediante la
delgadez extrema lo que buscan es reivindicar a esa niña, y de ese modo liberarse tanto
de ella como de aquellos dolores y pesares asociados, convirtiéndola en aquello que no
pudieron ser: una niña buena amada por su padre.
Por lo mismo, como ya se adelantaba, lo que buscan más que ser mujeres delgadas y
sensuales, es ser niñas delgadas y buenas, tratando con ellos de olvidar a esa niña
gorda llena de dolores que sienten aún viviendo dentro de ellas.
Esto se ilustra en los siguientes testimonios:
“Yo era una cabra súper feliz, pero me falta esa Catalina que era cuando
chica, como que de alguna manera tengo periodos de querer volver, retroceder
el tiempo, retroceder el tiempo y el retroceso sería volver a ser feliz como
cuando estaba con mi abuelo” (Catalina)
“Yo se que no les gusta la mujeres muy flacas, racionalmente, pero cuando
llega la hora de enfrentarme a eso (sexo), prefiero estar más delgada, y
prefiero el look infantil, así no tengo protuberancias, no me veo...” (Mariela)
Así, a lo largo de este capítulo es posible observar cómo el modo en que hoy en día las
mujeres construyen su identidad femenina en torno al cuerpo, influye decisivamente en
la presencia de los Trastornos del comportamiento alimentario.
109
V. Conclusiones
Al concluir este trabajo, se hace necesario preguntarse por las ideas centrales que de él
emanan, e identificar aquellos descubrimientos que de alguna manera podrían
constituirse en un aporte no sólo para el entendimiento de este fenómeno desde la
mirada antropológica, sino que también para la introducción de nuestra disciplina en
ámbitos donde tradicionalmente ha sido excluida. Asimismo, es fundamental dar
cuenta de todos los caminos y desafíos que de aquí se abren en espera de ser tomados
por futuras investigaciones, entendiendo que dada la complejidad y extensión que
supone el adentraste en un tema como éste, sería imposible abarcarlo más
profundamente en un trabajo de estas características.
Es en razón de ello que esta investigación no ha pretendido más que ser una suerte de
“punta de lanza”, un acercamiento exploratorio a los Trastornos del Comportamiento
Alimentario (TCA), desde las distinciones y categorías que nos ofrece la Antropología.
Como ya se ha señalado, los TCA desde sus orígenes han sido comprendidos como
fenómenos cuya comprensión ha pertenecido casi de manera exclusiva a las ciencias
biomédicas y a la psicología, en el entendido de que se trata de un trastorno
encapsulado en los límites de la psiquis individual, es decir, un fenómeno aislado e
independiente de las estructuras simbólicas y sociales en una época.
Si bien los TCA son fenómenos relativamente recientes (fines del siglo XIX), tanto las
restricciones alimentarias como los ayunos han estado presentes en prácticamente
todos los sistemas culturales. Y es que los sistemas alimentarios, entendidos como un
“conjunto de principios, normas y procedimientos relativos al acto de alimentarse, que
se sustentan en un particular imaginario en torno a los alimentos y su incorporación”
(Fishler, 1995) juegan un rol central dentro de los sistemas sociales. Así, tanto
prohibiciones como ayunos no serían más que parte de su entramado simbólico,
cumpliendo claras funciones dentro de la articulación social interna.
Por su parte, y siguiendo a Le Breton, sabemos que las concepciones de cuerpo son
110
epocales y tributarias de determinadas formas de entender al ser humano, y en ese
sentido, reflejo de los más profundos paradigmas en los que se encuentran insertos los
individuos de una sociedad.
Frente a estos antecedentes surgieron una serie de preguntas dirigidas a problematizar
los TCA en torno a los significados y funciones que podrían estar cumpliendo dentro
del sistema social en el que tienen lugar, y así observarlos y analizarlos desde las
distinciones que nos ofrece la antropología, específicamente desde las construcciones
teóricas de las antropologías del género, del cuerpo y de la alimentación.
Mediante los seis relatos de mujeres anoréxicas y bulímicas, fue posible ir develando
estructuras sociales y de significación que subyacen a la emergencia de estos
fenómenos, todo esto en torno a tres ejes de análisis, que nos parecieron centrales
como punto de partida, a saber, el contexto, alimentación y cuerpo. De este modo fue
posible constatar lo que en un principio tenía más carácter de sospecha: que los TCA,
en buena medida, se sustentan y construyen en base a particulares concepciones de
mujer, vida y cuerpo que se comparten en un contexto cultural determinado, y que en
ese sentido son reflejo de una serie de contradicciones y tensiones que estas estructuras
de significado ponen en juego.
Se trabajó con mujeres provenientes de contextos populares, en la mayoría de los casos
rurales, espacios donde tradicionalmente no se han presentado este tipo de trastornos,
debido, entre otras cosas, a que los paradigmas de mujer, cuerpo femenino y
alimentación que en ellos se comparte, han propiciado corporalidades gruesas, con
roles y espacios claramente definidos y socializados. A su vez, los sistemas
alimentarios en estos contextos tienden a una regulación casi completa de los tiempos
y cantidades de las ingestas cotidianas, no dejando espacio a las elecciones
individuales.
Sin embargo, junto con un progresivo acercamiento al mundo y cultura urbana
“desarrollada”, comienzan a tener lugar estos trastornos, de la mano de una nueva
configuración del espacio social y en especial con la incorporación de nuevos valores y
paradigmas relativos a la construcción de la identidad femenina.
111
Por lo visto, en estos contextos comienzan a adquirir importancia otros modos de
entender el ser femenino, como cuerpo y como ente social, a la vez que se introducen
una serie de comportamientos de orden cotidiano como el abandono del espacio
doméstico por parte de la madre y la incorporación de nuevos hábitos alimentarios.
Pierden importancia muchos de los referentes tradicionales que dan sustento a la
configuración identitaria de estas mujeres, dejando el terreno fértil para la
proliferación de nuevas formas de entender el ser mujer.
En este contexto, las nuevas expectativas sobre el ser mujer se superponen a las
tradicionales, frente a lo cual las exigencias sobre ellas aumentan. Ya no sólo deben ser
buenas dueñas de casa, madres y esposas, sino que también delgadas, profesionales,
autosuficientes y exitosas.
Es así como, se comienza progresivamente a cuestionar no sólo los paradigmas
tradicionales de lo femenino, sino que también el rol de madre como referente central.
La madre, que ha sido desde la infancia la principal fuente de afecto, pertenencia y
seguridad para estas niñas, es puesta en duda en la medida en que representa por una
parte, una serie de rasgos que en este nuevo contexto se presentan como negativos, y
por otra, un destino de violencia y subordinación que a través de ellas les sería legado.
Ante esto, el convertirse en mujer se transforma en algo cada vez más complejo,
cargado de ansiedades, inseguridades y contradicciones. Así, se produce en ellas un
fuerte conflicto no sólo con los sentimientos hacia la madre, sino que por sobretodo
con lo que ella representa, y por lo tanto también con ellas mismas, y con lo que deben,
pueden y quieren ser. Esto sucede en la medida en que no logran diferenciarse de sus
madres, ya que ellas son el referente de la mujer en la que algún día se convertirán.
Se gesta así un elemento central en este trastorno, que como hemos visto, lo caracteriza
en todas sus dimensiones: la contradicción.
Por otra parte, desde niñas estas mujeres han establecido una estrecha vinculación
entre el amor de la madre y el alimento que de ésta proviene, generando
simbólicamente una suerte de transustanciación de la madre en el alimento. De modo
que la contradicción de amor y rechazo hacía la madre es trasladada metafóricamente a
la relación con los alimentos. Se entiende así que el sentimiento de necesidad y
rechazo hacia éstos es en buena medida una necesidad y un rechazo hacia la madre que
112
en ellos se encarna y a su vez hacia todos los valores y propiedades asociados a ella:
como el ser mujer, un determinado rol en la sociedad, un devenir, un cuerpo y un tipo
de comportamiento requerido, entre otras cosas.
Esta contradicción es potenciada a su vez por una compleja relación con el cuerpo y el
placer, producto de que en mucho de los casos, estas mujeres han sido victimas de
abusos sexuales durante la infancia. Así, como señala Gloria Jury, la niña asimila el
comer con el acto de violación, en el cual, pese a lo terrible de la situación, siente
placer y por ello también culpa. Ahora, con el alimento sucedería algo similar, hay una
agresión simbólica al romper el ayuno, asociado a un placer, lo que reviste al acto de
una profunda sensación de culpa.
Es así como para estas mujeres la alimentación se va adquiriendo una serie de
significados y valores que lo vuelven un acto cada vez más complejo, convirtiendo al
alimento, y en especial el de la madre, en algo peligrosamente contaminante. Es por
ello que en el caso de las anoréxicas lo poco que comen son alimentos industrializados,
y en el caso de las bulímicas, son estos alimentos los más fáciles de vomitar, ya que
como lo señala Girard (1996) “la comida industrializada es incomparablemente más
fácil de ser vomitada o rechazada que aquella de nuestras madres”, esto en cuanto es
incomparablemente menos “pesada” simbólicamente que la materna.
Resulta interesante notar, que muchas veces estas mujeres buscan la purgación como
un fin, como si en ese acto consiguieran erradicar de sí una serie de propiedades
anteriores al alimento, propiedades, que siguiendo a Kristeva (2006) corresponderían a
lo abyecto que se hereda, en este caso, de la madre.
Como se ha visto, los TCA son fenómenos vinculados en lo más profundo a la
constitución del cuerpo y la identidad femeninos, y cuya emergencia se relaciona con
una dificultad de asumir y llevar consigo esa condición. Por esto no resulta extraño
comprobar que en todos los casos trabajados el trastorno ha comenzado durante la
adolescencia, periodo en que las niñas se convierten en mujeres, donde además, como
señala Simone De Beauvoir, se vislumbra un devenir de sumisión y relegación.
De esta manera, fue posible observar que a partir de ese periodo de sus vidas
comienzan a entenderse y experimentarse fundamentalmente como cuerpos, es decir,
que todo lo que ellas puedan construir en relación a sí mismas se centra y metaforiza
113
en el cuerpo. Construirse como mujeres delgadas y bellas se convierte así en una
máxima de vida, al punto de desarrollar una suerte de pensamiento mágico en virtud
del cual todo lo que les sucede es interpretado como una consecuencia de su condición
física (Si me fue mal en la prueba es por que no estaba tan flaca a causa de la galleta
que me comí ayer). En esa dirección, buscan ejercer un control sobre los alimentos y
sobre sus cuerpos, con la esperanza de ejercer así cierto control sobre sus vidas.
Ahora, ese cuerpo no es un cuerpo que pueda ser percibido directamente por ellas, sino
que a través de la mirada de los demás, y en especial de las miradas masculinas52. En
función de eso, la búsqueda se centra en ser vistas y valoradas por los otros, sobretodo
hombres, como único mecanismo válido de conocerse y aceptarse. Esto en cuanto ellas
no están dispuestas a enfrentarse consigo mismas, ya que asumirse implicaría enfrentar
todas sus miserias interiores, además de su “gordura” y “fealdad”. En su lugar,
prefieren seguir experimentándose como la niña pequeña que fueron, aunque con un
cuerpo gordo, desbordado, culpable y pecador, de la cual no logran desvincularse.
En esa búsqueda de ser “vistas” se esconden también las ansias de ser amadas y
constituidas en la sociedad por un hombre que encarne al padre ausente de su infancia.
Sienten estar viviendo constantemente con dos cuerpos, en una suerte de engaño tanto
interior como exterior. Por una parte, una apariencia delgada, segura y exitosa, que
muestran ante los demás y que en ese sentido, pertenece a los demás, y por otra, un
cuerpo de niña gorda, insegura, fracasada y culpable, que les es propio y que es el que
experimentan y perciben internamente. Este último además se construye como
metáfora de una sensación de profunda pobreza y suciedad interior, que no pueden
mostrar a los demás, a riesgo de ser invisibilizadas y despreciadas. Es en razón de esto
que tienden a tener serios problemas para mantener relaciones de parejas estables, ya
que como señala una de las entrevistadas “No quieres que vean la
pobredumbre humana que eres” (Mariela)
Ante esto, es posible pensar, siguiendo a Kurnizky (1992), que los trastornos del
comportamiento alimentario que se desencadenan a través de la imposición del
52
Que es la mirada constitutiva de lo femenino.
114
régimen alimentario y la delgadez como paradigmas axiales de la identidad femenina,
no son otra cosa que los mecanismos contemporáneos que utiliza la sociedad
androcéntrica para la aprehensión de la sexualidad femenina. Que, como señala este
autor, está en la base de la articulación social de este tipo de sociedades, donde lo
central es la imposición simbólica de la cultura por sobre la naturaleza.
En ese sentido, el cuerpo femenino y su regulación alimentaria se convertirían en un
dispositivo de poder, desde donde se articula silenciosamente la dominación
masculina.
A partir de lo que hemos visto a lo largo de este trabajo, es posible señalar que los
TCA se articulan sobre una serie de profundas contradicciones que se relacionan no
sólo con una identidad sociocultural puesta en entredicho, sino que también con una
identidad de género que se complejiza en la medida en que se vuelve blanco de un
conjunto de discursos contradictorios sobre lo que son y deben ser las mujeres.
En ese sentido, los TCA emergen como síntomas de los complejos malestares que
aquejan a las mujeres contemporáneas, especialmente malestales relativos a su
definición o redefinición como individuos dentro una sociedad en profundo y
constante cambio.
Finalmente, creemos que es necesario seguir trabajando en torno a estos temas y
problematizarlos desde las distinciones que nos brindan las disciplinas sociales,
relevando la complejidad de estos fenómenos y las “responsabilidades” compartidas
que ellos suponen.
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