Antología de Textos 2º Bac.
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de textos 2º Bachillerato
MODERNISMO.
Rubén Darío: “Sonatina”
¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
(La princesa está triste, la princesa está pálida)
La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa? ¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
Los suspiros se escapan de su boca de fresa, ¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color. —la princesa está pálida, la princesa está triste—,
La princesa está pálida en su silla de oro, más brillante que el alba, más hermoso que abril!
está mudo el teclado de su clave sonoro,
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.
—«Calla, calla, princesa —dice el hada madrina—;
en caballo, con alas, hacia acá se encamina,
El jardín puebla el triunfo de los pavos reales. en el cinto la espada y en la mano el azor,
Parlanchina, la dueña dice cosas banales, el feliz caballero que te adora sin verte,
y vestido de rojo piruetea el bufón. y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
La princesa no ríe, la princesa no siente; a encenderte los labios con un beso de amor».
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.
“Lo fatal”
¿Piensa, acaso, en el príncipe de Golconda o de China, Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,
o en el que ha detenido su carroza argentina y más la piedra dura, porque ésa ya no siente,
para ver de sus ojos la dulzura de luz? pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes, ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
o en el que es soberano de los claros diamantes,
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz? Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror...
¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa, y sufrir por la vida y por la sombra y por
tener alas ligeras, bajo el cielo volar;
lo que no conocemos y apenas sospechamos,
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
saludar a los lirios con los versos de mayo y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.
y no saber adónde vamos,
Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata, ¡ni de dónde venimos!...
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur. Antonio Machado.
Y están tristes las flores por la flor de la corte,
los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte, Anoche cuando dormía
de Occidente las dalias y las rosas del Sur. soñé, ¡bendita ilusión!,
que una fontana fluía
¡Pobrecita princesa de los ojos azules! dentro de mi corazón.
Está presa en sus oros, está presa en sus tules, Di, ¿por qué acequia escondida,
en la jaula de mármol del palacio real; agua, vienes hasta mí,
el palacio soberbio que vigilan los guardas, manantial de nueva vida
que custodian cien negros con sus cien alabardas, de donde nunca bebí?
un lebrel que no duerme y un dragón colosal. Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que una colmena tenía
dentro de mi corazón;
y las doradas abejas
iban fabricando en él,
con las amarguras viejas,
blanca cera y dulce miel.
Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
1
que un ardiente sol lucía
dentro de mi corazón.
Era ardiente porque daba
calores de rojo hogar,
y era sol porque alumbraba
y porque hacía llorar.
Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que era Dios lo que tenía
dentro de mi corazón.
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GENERACIÓN DEL 98:
Antonio Machado:
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Al oír esto quedóse el pobre hombre ––Dudas no ––le interrumpí––; certeza
mirándome un rato con una de esas miradas absoluta de que tú no existes fuera de mi
perforadoras que parecen atravesar la mira a ir producción novelesca.
más allá, miró luego un momento a mi retrato al ––Bueno, pues no se incomode tanto si yo a
óleo que preside a mis libros, le volvió el color y mi vez dudo de la existencia de usted y no de la
el aliento, fue recobrándose, se hizo dueño de sí, mía propia. Vamos a cuentas: ¿no ha sido usted
apoyó los codos en mi camilla, a que estaba el que no una sino varias veces ha dicho que don
arrimado frente a mí y, la cara en las palmas de Quijote y Sancho son no ya tan reales, sino más
las manos y mirándome con una sonrisa en los reales que Cervantes? […..]
ojos, me dijo lentamente: ––¡Bueno, basta!, ¡basta! ––exclamé dando un
––Mire usted bien, don Miguel... no sea que puñetazo en la camilla–– ¡cállate!, ¡no quiero oír
esté usted equivocado y que ocurra más impertinencias...! ¡Y de una criatura mía! Y
precisamente todo lo contrario de lo que usted como ya me tienes harto y además no sé ya qué
se cree y me dice. hacer de ti, decido ahora mismo no ya que no te
––Y ¿qué es lo contrario? ––le pregunté suicides, sino matarte yo. ¡Vas a morir, pues,
alarmado de verle recobrar vida propia. pero pronto! ¡Muy pronto!
––No sea, mi querido don Miguel ––añadió––, ––¿Cómo? ––exclamó Augusto sobresaltado––
que sea usted y no yo el ente de ficción, el que , ¿que me va usted a dejar morir, a hacerme
no existe en realidad, ni vivo, ni muerto... No sea morir, a matarme?
que usted no pase de ser un pretexto para que ––¡Sí, voy a hacer que mueras!
mi historia llegue al mundo... ––¡Ah, eso nunca!, ¡nunca!, ¡nunca! ––gritó.
––¡Eso más faltaba! ––exclamé algo molesto.
––No se exalte usted así, señor de Unamuno –
–me replicó––, tenga calma. Usted ha
manifestado dudas sobre mi existencia...
Pasé en el colegio unos cinco años, que Valverde de Lucerna, de su aldea perdida como
ahora se me pierden como un sueño de un broche entre el lago y la montaña que se mira
madrugada en la lejanía del recuerdo, y a los en él. Y ¡Cómo quería a los suyos!. Su vida era
quince volví a mi Valverde de Lucerna. Ya toda arreglar matrimonios desavenidos, reducir los
ella era don Manuel; don Manuel con el lago y padres a sus hijos indómitos, y, sobre todo,
la montaña. Llegué ansiosa de conocerle, de consolar a los amargados y atediados y ayudar a
ponerme bajo su protección, de que él que todos a bien morir. Me acuerdo, entre otras
marcara el sendero de mi vida. Decíase que cosas, de que al volver de la ciudad la
había entrado en el seminario para hacerse cura, desgraciada hija de la tía Rabona, que se había
con el fin de atender a los hijos de una su perdido y que volvió, soltera y desahuciada,
hermana recién viuda, de servirles de padre; que trayendo un hijo consigo. Don Manuel no paró
en el seminario se había distinguido por su hasta que hizo que se casase con ella su antiguo
agudeza mental y su talento y que había novio Perote y reconociese como suya a la
rechazado ofertas de brillante carrera criatura diciéndole: -Mira, da padre a este pobre
eclesiástica porque él no quería ser sino de su crío que no le tiene más que en el cielo.
ESCENA UNDÉCIMA
Una calle del Madrid austriaco. Las tapias de un convento. Un casón de nobles. Las luces de una
taberna. Un grupo consternado de vecinas, en la acera. Una mujer, despechugada y ronca, tiene en los
brazos a su niño muerto, la sien traspasada por el agujero de una bala. MAX ESTRELLA DON LATINO.-
hacen un alto.
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DON LATINO.- ¡Se vive de milagro!
LA MADRE DEL NIÑO.- ¡Maricas, cobardes! ¡El fuego del Infierno os abrase las negras entrañas!
¡Maricas, cobardes!
MAX.- ,Qué sucede, Latino? ¿Quién llora? ¿Quién grita con tal rabia?
DON LATINO.- Una verdulera, que tiene a su chico muerto en los brazos.
MAX.- ¡Me ha estremecido esa voz trágica!
LA MADRE DEL NIÑO.-¡Sicarios! ¡Asesinos de criaturas!
EL EMPEÑISTA.- Está con algún trastorno y no mide palabras.
EL GUARDIA.- La autoridad también se hace el cargo.
EL TABERNERO.- Son desgracias inevitables para el restablecimiento del orden.
EL EMPEÑISTA.- Las turbas anárquicas me han destrozado el escaparate.
LA PORTERA.- ¿Cómo no anduvo usted más vivo en echar los cierres?
EL EMPEÑISTA.- Me tomó el tumulto fuera de casa. Supongo que se acordará el pago de daños a la
propiedad privada.
EL TABERNERO.- El pueblo que roba en los establecimientos públicos, donde se le abastece, es un
pueblo sin ideales patrios.
LA MADRE DEL NIÑO.- ¡Verdugos del hijo de mis entrañas!
UN ALBAÑIL.- El pueblo tiene hambre.
EL EMPEÑíSTA.- Y mucha soberbia.
LA MADRE DEL NIÑO.- ¡Maricas, cobardes!
UNA VIEJA.- ¡Ten prudencia, Romualda!
LA MADRE DEL NIÑO.- ¡Que me maten como a este rosal de Mayo!
LA TRAPERA.- ¡Un inocente sin culpa! ¡Hay que considerarlo!
EL TABERNERO.- Siempre saldréis diciendo que no hubo los toques de Ordenanza.
EL RETIRADO.- Yo los he oído.
LA MADRE DEL NIÑO.- ¡ Mentira!
EL RETIRADO.- Mi palabra es sagrada.
EL EMPEÑISTA.- El dolor te enloquece, Romualda.
LA MADRE DEL NIÑO.- ¡Asesinos! ¡Veros es ver al verdugo!
EL RETIRADO.- El Principio de Autoridad es inexorable.
EL ALBAÑIL.- Con los pobres. Se ha matado, por defender al comercio, que nos chupa la sangre.
EL TABERNERO.- Y que paga sus contribuciones, no hay que olvidarlo.
EL EMPEÑISTA.- El comercio honrado no chupa la sangre de nadie.
LA PORTERA.- ¡Nos quejamos de vicio!
EL ALBAÑIL.- La vida del proletario no representa nada para el Gobierno.
MAX.- Latino, sácame de este círculo infernal.
Llega un tableteo de fusilada. El grupo se mueve en confusa y medrosa alerta. Descuella el grito ronco
de la mujer, que al ruido de las descargas, aprieta a su niño muerto en los brazos.
LA MADRE DEL NIÑO.- ¡Negros fusiles, matadme también con vuestros plomos!
MAX.- Esa voz me traspasa.
LA MADRE DEL NIÑO.-¡Que tan fría, boca de nardo!
MAX.- ¡Jamás oí voz con esa cólera trágica!
DON LATINO.- Hay mucho de teatro.
MAX.- ¡Imbécil!
El farol, el chuzo, la caperuza del SERENO, bajan con un trote de madreñas por la acera.//
EL EMPEÑISTA.- ¿Qué ha sido, sereno?
EL SERENO.- Un preso que ha intentado fugarse.
MAX.- Latino, Ya no Puedo gritar... ¡Me muero de rabia!... Estoy mascando ortigas. Ese muerto sabía su
fin... No le asustaba, pero temía el tormento... La Leyenda Negra en estos días menguados es la Historia
de España. Nuestra vida es un círculo dantesco. Rabia y vergüenza. Me muero de hambre, satisfecho de
no haber llevado una triste velilla en la trágica mojiganga. ¿Has oído los comentarios de esa gente, viejo
canalla? Tú eres como ellos. Peor que ellos, porque no tienes una peseta y propagas la mala literatura por
entregas. Latino, corredor de aventuras insulsas, llévame al Viaducto. Te invito a regenerarte con un
vuelo.
DON LATINO.- ¡Max , no te pongas estupendo!
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VANGUARDISMO Y NOVECENTISMO:
Luis Cernuda:
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Ortega y Gasset: La rebelión de las masas.
“El hombre-masa es el hombre cuya vida carece de proyecto y va a la deriva. Por eso no construye
nada, aunque sus posibilidades, sus poderes sean enorme”.
“En la escuela, cuando alguien notifica que el maestro se ha ido, la turba parvular se encabrita e
indisciplina. Cada cual siente la delicia de evadirse a la presión que la presencia del maestro imponía,
de arrojar los yugos de las normas, de echar los pies por alto, de sentirse dueño del propio destino.
Pero como quitada la norma que fijaba las ocupaciones y las tareas la turba parvular no tiene un
quehacer propio, una ocupación formal, una tarea con sentido, continuidad y trayectoria, resulta
que no puede ejecutar más que una cosa, la cabriola”.
Gabriel Miró: El obispo leproso
" Se encerraban en la cámara del reloj para sentirse traspasados por el profundo pulso. Allí latían las
sienes de Oleza. Luego, otra vez, torciéndose por la escalerilla, llegaban bajo la cigüeña de las
campanas; y desde los arcos, entre aleteos de falcones y jabardillos de vencejos, veían el atardecer,
que don Magín comparaba a un buen vecino que volvía, de distancia en distancia, al amor de su
campanario. (...)
Se distrajo con un pisapapeles de cristal lleno de iris. Poco a poco la tarde recordada por el prelado
se le acercó hasta tenerla encima de su frente, como los vidrios de sus balcones donde se apoyaba
muchas veces, sin ver nada, volviéndose de espaldas al aburrimiento. Todo aquel día tocaron las
campanas lentas y rotas. Tarde de las ánimas, ciega de humo de río y de lluvia. La casa se rajó de
gritos del padre. Ardían las luces de aceite delante de los cuadros de los abuelos -el señor Galindo, la
señora Serrallonga-, que le miraban sin haberle visto y sin haberle amado nunca. Cuando el padre y
tía Elvira se fueron, las campanas sonaron más grandes. Le buscó su madre; la vio más delgada, más
blanca. Se ampararon los dos en ellos mismos, y entonces las luces eran las que les miraban... "