Cultura y Salud I
Cultura y Salud I
Cultura y Salud I
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SALUD, ENFERMEDAD Y CULPA
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“La medicina es una ciencia social, y la política no
es más que medicina en una escala más amplia”
Rudolf Virchow (1821-1902)
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A mis padres, que me inculcaron el amor por la lectura y el
conocimiento.
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PRÓLOGO
Es ampliamente reconocido que la Medicina, en el siglo XXI, muestra desarrollos
tecnológicos espectaculares, impensados hace poco tiempo, con resultados sorprendentes y
singulares beneficios para los usuarios, de costos crecientes y en general ya fuera de
control, con aumento indeseable de la inequidad en salud y la injusticia social; y
paradójicamente marcada insatisfacción tanto en los usuarios como en los grupos
profesionales; y el más alto grado de litigiosidad de la historia.
Obviamente, este fenómeno, como todo fenómeno humano es complejo y multifactorial; y
obedece a diferentes razones, reconociendo a su vez profundas raíces históricas. Al
respecto, y a simple modo de ejemplo baste citarse las prescripciones y regulaciones sobre
los actos médicos y sus ejecutores presentes en el del Código de Hamurabi (SVIIIac) o la
ironía y desdén con la que J.B. Poquelin (Moliere) (1622-1673) trata en su dramaturgia a
los Médicos y la Medicina, etc.
Las causas de este fenómeno son múltiples, pero existe consenso en relación al
efecto nocivo que tiene el progresivo abandono de los valores del humanismo médico, en
detrimento de un organicismo a ultranza que pierde la visión totalizadora del ser humano;
y, mucho peor aún, olvida que el quehacer médico tiene un destino prioritario: el
sufrimiento del congénere, y la empatía, o capacidad de entender el sufrimiento individual
del otro, como herramienta fundamental para mitigarlo.
En este contexto, la aparición del libro de Cubelli que hoy nos ocupa, muestra su
primera y quizás más importante virtud. Sus páginas, valiosísimas por sus contenidos, son
antes que nada el testimonio del profundo humanismo que siempre distinguió al autor y
caracterizó su quehacer profesional, tanto en lo asistencial como en la investigación y la
docencia.
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En él se aprecia una mirada del autor sobre el fenómeno salud-enfermedad que
trasciende largamente lo biológico, para enriquecer esta visión organicista con aportes
provenientes de la subjetividad, la cultura, la religión y la historia que lo acercan a una
dimensión más abarcativa y por ende más real y, además, le permite hipotetizar en función
de ello, sobre modelos asistenciales por ende más humanizados, diferentes a los
actualmente vigentes.
Sin duda alguna esta Obra está llamada a convertirse en un texto fundante y de
consulta, para todos aquellos que deseen comprender mejor a los hombres y sus vicisitudes.
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CONTENIDO
La historia de la culpa 36
Bibliografía 162
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LA HISTORIA DE LA CULPA
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épocas, principalmente en las culturas occidentales, a las ideas de las sociedades con
respecto a estos conceptos.
Mucho se ha escrito, especialmente desde los años ochenta, sobre la relación entre
salud y religión. Dejando atrás la idea freudiana sobre la religión como intoxicante, veneno
e infantilidad a ser superada (36), fue a partir de los años setenta cuando comienza a
documentarse una correlación positiva entre ambos términos (69).
Desde entonces, se han multiplicado las publicaciones sobre el tema, pero siempre
centrados entre la religión y la salud, enfocando la evolución de los pacientes, en general
con relación a la salud mental y a sus creencias religiosas.
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A través de la culpa iremos a buscar la respuesta de si nuestra concepción, en
general bastante mal definida de “salud”, tiene también, aunque no sea únicamente, un
sustrato en el pensamiento teológico-religioso, al menos en nuestra cultura occidental.
Desde que el hombre es hombre, ser biológico, pero no solamente tal, habitando un
mundo que, aun siendo su hogar, lo rodea también de amenazas, ha debido sufrir el embate
de enfermedades, y antes que él lo sufrieron las especies animales que lo precedieron, como
se desprende de los testimonios hallados en restos óseos y piedras talladas. Esta certeza nos
llega de la mano de la paleo patología, término acuñado por M.A. Ruffer, según lo cita
Laín Entralgo (58), y que se define como “la ciencia de las enfermedades que pueden ser
demostradas en restos humanos procedentes de épocas remotas”. Esta disciplina se basa
en el análisis de fósiles de restos anatómicos.
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El término cirugía proviene del griego cheiros = mano, y ergon = trabajo. Y los
cirujanos prehistóricos eran “profesionales” que se dedicaban a esa práctica provistos de
instrumental rudimentario. La trepanación fue una intervención muy difundida en toda la
historia, ya que sus señales pueden hallarse en cráneos de todos los continentes. Incluso en
América, y ya en tiempos de la Edad Media europea, era muy utilizada por los pueblos
incaicos.
Se practicaban tanto en vida del sujeto como post-mortem con diversas finalidades.
Ya en esas prácticas había un trasfondo que podríamos catalogar, con reservas, como
“religioso”. Y decimos “con reservas” porque es importante distinguir entre magia y
religión, y lo que prima aquí es un pensamiento mágico. Ese trasfondo tiene relación con
que la finalidad de las trepanaciones sería eliminar al demonio, que había invadido al
paciente.
Si bien la primera reacción del hombre contemporáneo ante este concepto puede ser
un sentimiento de sorpresa o de superioridad como ser evolucionado, convencido con razón
de que hoy en día a nadie se le ocurriría trepanar un cráneo para eliminar a un demonio,
tienen vigencia en nuestra época y sociedad otras prácticas anti demonológicas, como
iremos comentando en el transcurso de este trabajo.
Ese pensamiento aparece en los hombres primitivos, que tratan de explicar los
fenómenos naturales a los que están sometidos, como rayos, tormentas, sismos y
erupciones volcánicas entre otros. Atribuyendo a ellos voluntades sobrenaturales, sólo les
quedaba el recurso de rendirles reverencia y culto. También la enfermedad pasó a ser
entendida como un castigo de los espíritus malignos.
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Estudiando en la actualidad pueblos que mantienen prácticas arcaicas, podemos
inferir que ya en la antigüedad el origen de la enfermedad se atribuiría a cinco causas
principales.
Una de ellas sería la infracción del tabú, que aparecería ante la ruptura de las
normas sociales que preservarían al sujeto de impurezas. ¿Cómo podía purificarse luego?,
en primer lugar, reconociendo su culpa, y luego cumpliendo con los ritos pre establecidos.
Pero esas causas pertenecen a uno de los modos de interpretación del advenimiento
de una enfermedad. Otro, en cambio, es el atribuido al azar, y correspondería aplicarse a los
traumatismos y heridas de guerra. Y esa dualidad de interpretaciones es lógica, ya que,
frente a los traumatismos y heridas, la causa era evidente, estaba a la vista. Pero la
aparición de una enfermedad insidiosa o brusca, sin origen conocido para el hombre
primitivo, necesitó de una explicación mágico – religiosa., porque, por alguna razón, y pese
a su incidencia desde los principios de la humanidad, ésta no aceptaba su presencia como
un evento normal de la propia existencia.
Aunque hay testimonios de que las trepanaciones, realizadas con un instrumento
semejante a una broca con mango1, se habrían utilizado en cuadros de cefalea, epilepsia,
fracturas de cráneo y enfermedades mentales, en general no se relacionaba con un fin
terapéutico como lo entenderíamos hoy en día, sino con un pensamiento mágico y
demonológico, y, en el fondo, subyaciendo la culpa. Su práctica continuó hasta la baja
Edad Media.
1
En Perú se utilizaban cuchillos, y se han encontrado cráneos hasta con cinco trepanaciones. Las
craneotomías eran cubiertas con calabaza, plata, oro, piedra o concha marina.
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Estos pensamientos fueron llevando a la necesidad de contar con algún
intermediario entre los dioses y los hombres, con habilidades y conocimientos que pudieran
contrarrestar la influencia de aquellos. Aparecerá entonces la figura del chamán o sanador.
Ellos, con el uso de hierbas y ritos, pueden ser considerados los primeros médicos de la
humanidad. Esas hierbas, con las que se preparaban los brebajes terapéuticos, eran
consideradas albergue del espíritu de los dioses, que el chamán invocaría en ceremonias y
rituales (90).
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quienes fijaron su capital en Nínive (siglos VI – V a.C.). El fin del imperio babilónico
estaría en manos de los persas en el año 539 a.C.
No debe dejarse de lado el hecho que, para estas civilizaciones, todo fenómeno
cósmico y la vida entera de los hombres estaban regidos por la voluntad de los dioses. Los
hombres eran sus esclavos, y habían sido creados para estar a su servicio. La vida de los
individuos estaba gobernada por normas semejantes a las del mundo estelar.
Más aún, cada persona tenía su dios personal, y si éste se alejaba, aquella caía en
desgracia o bajo la influencia de seres maléficos causantes de las enfermedades. Ese dios
personal era el intercesor con los de mayor jerarquía, como Marduk y Ea.
Es tan fuerte la idea de culpa, que se consideraba que cuando un sumerio enfermaba
se daba por hecho que él o alguno de sus familiares había cometido una falta contra los
dioses, un pecado. La enfermedad era entonces enviada directamente por los dioses como
castigo o a causa de la retirada de la protección de su dios personal. Una tercera etiología
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sería la influencia de los espíritus malignos sobre el cuerpo de la persona, lo cual podía
lograrse a través de la acción de un hechicero.
También contaban con unos seis mil espíritus malignos capaces de dar origen a
distintas enfermedades, entre ellos Urgal, relacionado con la fiebre y las epidemias; Tin,
espíritu de las cefaleas; Labartu, responsable de las muertes de embarazadas y niños;
Namtaru, señor del dolor de garganta.
Otras influencias importantes en la salud de las personas eran las ejercidas por la
astrología y la numerología. Las cifras divisibles por siete eran las peores para visitar
enfermos o administrar medicamentos.
Uno de los personajes más cultos de la ciudad-estado era el “médico sacerdote”, que
podía pertenecer a cuatro categorías:
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Baru, encargado de la anamnesis, etiología, diagnóstico y pronóstico de la
enfermedad. La finalidad de su minucioso interrogatorio era hallar el pecado que
había originado el padecimiento del sujeto. Con métodos de adivinación, como la
empiromancia, la oniromancia y la lecanomancia establecía diagnóstico y
tratamiento. El primero se basaba en la utilización del fuego, de los sueños el
segundo y en el comportamiento del polvo vertido en un recipiente con agua el
tercero. Pero el método que mayor información le proporcionaba era la
hepatoscopía, investigación del hígado de un animal sacrificado, ya que para los
mesopotámicos el hígado era el asiento del alma.
Gallup, escalón inferior dedicado tan sólo a la asistencia de las clases más
humildes, con funciones de médico y dentista.
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las enfermedades, las prácticas mágicas y religiosas del momento involucradas en los
tratamientos.2
Los pequeños nomos, reinos independientes, fueron unificados por el rey Menes en
el 3100 a.C., dando origen a la primera de las treinta dinastías que dominaron Egipto por
cuatro mil años.
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Hammurabi (1730-1686 a.C.) fue el más importante de los soberanos mesopotámicos del período
babilonio. En su famoso “Código”, cuya única copia actualmente disponible en el Louvre, bloque de diorita
negra de 2.25m. de altura y 1.90m. de diámetro en su base, hay trece normas relacionadas con la práctica
médica y nueve referidas a los honorarios de los médicos según la intervención efectuada y la clase social del
paciente, en siclos de plata, verdadero precursor de los actuales “nomencladores”. También enumera los
castigos a aplicarse en caso de mala praxis, que incluían la amputación de una mano e incluso la muerte según
el caso. Más tarde, bajo el reinado de Asurbanipal, que abarcaría desde el 668 a.C. hasta el 627 a.C.: se
conformó una biblioteca de la que se recuperaron, hacia 1853, cerca de Mosul, Irak, unas veinte mil tabletas
con escritura cuneiforme, de las cuales, unas seiscientos sesenta contenían temas médicos.
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Papiro de Ebers. Fue escrito cerca del año 1500 a.C. Es un importante escrito médico que, según cuenta la
leyenda, fue encontrado entre las piernas de una momia en una tumba de Assasif. Recibe su nombre de uno de
sus propietarios, el egiptólogo alemán George Moritz Ebers.
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Snow, o “escribas”, médicos no sacerdotales, sino laicos, representados por un
símbolo en forma de flecha. Este término significa “el hombre de los que están
enfermos, o de los que sufren”. En general ejercían en casa de los nobles y se
agrupaban en un sistema jerárquico.
Había también médicos de palacio y los médicos “Mayores”, uno del Alto y otro del
Bajo Egipto. Estaban por sobre los otros y ejercían funciones semejantes a Ministros de
Salud.
Era tal el prestigio de los médicos egipcios que los griegos viajaban frecuentemente
a perfeccionarse con ellos, y monarcas extranjeros solicitaban sus servicios ante situaciones
de difícil resolución. También había mujeres médicas.
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fisiológicas también halladas en los mismos, los tratamientos mágicos coexistían con ese
enfoque casi “empírico-racional”, que no sería más que una de las facetas del modo en que
la medicina contemporánea encaraba el proceso de la enfermedad. Habría entonces, en los
papiros antiguos, de escritura demótica lineal de derecha a izquierda, signo de la evolución
del lenguaje, ya que combinaba sílabas y sonidos de letras, ciertos esbozos fragmentarios
de una explicación racional de la enfermedad.
No hay que perder de vista el hecho de que esos fragmentos provienen del período
1900 - 1500 antes de Cristo. Los papiros con información médica pertenecían
principalmente a los Libros Herméticos, escritos sagrados dedicados al dios Thoth.
Actualmente se conservan quince de estos papiros médicos, escritos en tinta negra y con los
títulos en colorado.4
4
Uno de ellos, descubierto por Edwin Smith y fechado en el siglo XVII a.C. está compuesto en su
mayor parte por el Libro de las heridas, donde se describen patologías e instrumental utilizado en el ámbito
de la cirugía. El más completo es el de Ebers, ya mencionado anteriormente, donde se detallan numerosas
enfermedades y se incluye una farmacopea muy completa. Describe, por ejemplo, veintiún modos de abordar
el tratamiento de la tos, quince enfermedades del abdomen, veintinueve de los ojos y dieciocho de la piel. El
papiro “de Kahum”, nombre tomado del poblado donde fue hallado, es el más antiguo, datado entre el 1900 y
el 1800 a.C. En él se tratan temas relacionados con la ginecología y la obstetricia. Entre los datos que
contiene se menciona el uso de la acacia en un preparado anticonceptivo. Hoy se sabe que ese principio, in
vitro, inmoviliza a los espermatozoides. El órgano de mayor importancia para ellos era el corazón, y
dedicaban mucho tiempo a la semiología del pulso. En ese órgano residían, a su entender, tanto los
sentimientos como los pensamientos.
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También se lo consideraba una divinidad de la salud al toro sagrado Apis. Horus
podía intervenir en caso de picaduras venenosas, a Isis se la relacionaba con la salud
hepática y a Neftys con la de los pulmones. Osiris, personificación del Nilo, era el dios de
la muerte.
La leyenda daba cuenta de que Osiris había nacido de Geb, dios de la tierra y la
diosa del cielo, Nut. Era el soberano bueno del cielo y de la tierra. Como ocurre en otros
mitos, su hermano Seth se encarga de asesinarlo y desmembrarlo, pero la hermana, Isis lo
reconstruye y dan a luz a un hijo, Horus.
Sólo Imhotep, al ser elevado a la categoría de dios, reemplazaría a Thot como dios
principal de la salud (82).
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El dios creador: “El que existe por sí mismo”.
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tinieblas, la vida sobre la muerte, protector de los niños, cuyo origen está en la leyenda a
que hiciéramos referencia; Tauret (diosa representada con una hipopótamo embarazada),
relacionada con la concepción; una rana para prevenir abortos; o Bes, dios enano protector
de embarazadas y niños, cuyo rostro espantaría a los espíritus malignos.
Para los egipcios, el individuo nacía como sujeto sano, con probabilidad de adquirir
una enfermedad. Al igual que en Mesopotamia, no se discutía el origen de las heridas
traumáticas. Para el resto de las patologías se recurría a una etiología en espíritus malignos
o los mismos dioses. También se atribuía el origen de las enfermedades a la acción
maléfica de los muertos.
Tanto la salud como el destino de los individuos eran gobernados por los dioses y
por los muertos. La enfermedad, como señala Guerra (44), aparecía como un desequilibrio
de las relaciones entre los hombres y los seres sobrenaturales. La solución al mismo sólo
podía provenir de prácticas mágicas. De ahí que los papiros médicos estén encabezados por
invocaciones y hechizos. Y aunque la medicina egipcia desarrolló métodos de anamnesis,
observación y examen físico muy detallados, no por eso dejaron de existir esas otras
prácticas.
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Las etiologías reconocidas podían agruparse en:
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Con respecto al pueblo hebreo, si bien los aspectos médicos estuvieron fuertemente
influenciados por otras culturas, como detallaremos más adelante, es uno de los más
profundos ejemplos de íntima ligazón entre enfermedad y religión. No es de extrañar en un
sistema básicamente teocrático, donde la vida misma giraba alrededor del culto al Dios de
Israel en sus distintas formas.
Se contaba en el pueblo hebreo con dos tipos de médicos: los rophe (sanador),
haciendo las veces del médico clínico y los rophe umman, dedicados a la cirugía. Pero el
único verdadero rophe para los israelitas era Yahvé, y sólo a él correspondía ese título, por
lo que los anteriores, y con cierta reserva, eran otorgados a los médicos extranjeros. Para
este pueblo, toda sanidad provenía de Dios, como también era quien enviaba las
enfermedades, aunque no su único origen.
También podían los médicos ser pasibles de medidas punitivas ante el fracaso, incluso ser
condenados a muerte, según las consecuencias de sus actos y la magnitud del daño ocasionado.
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israelitas las prácticas de exorcismos, magia y hechicería, comunes en los otros y contrarias
a los designios de Yahvé. Las ideas supersticiosas y demoníacas entre hebreos no
aparecerán sino hasta la Edad Media.
Hay que tener en cuenta que el pueblo hebreo comienza su peregrinaje desde
Caldea, entre el 1850 y el 1500 a.C. con su carga cultural correspondiente, probablemente
alejándose de las tierras gobernadas por monarquías. De allí el origen de su nombre: los
hapirus eran rebeldes antimonárquicos, que no aceptaban más rey que su Dios (¿Yahvé?,
¿El?). Y por eso llegará el momento de combatir contra monarcas en el Éxodo hacia una
supuesta “tierra prometida” en la que no hubiera rey, y de tomar como traición a Dios la
instalación de Saúl en el trono, el primero de Israel.
Sin embargo, a través de la lectura del libro de Job, descubriremos otro concepto de
enfermedad, un avance dentro de la Edad Antigua con respecto a otros pueblos: el
padecimiento no como castigo, sino como prueba (4).
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Juan 9:2
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padecimiento, que ya mencionáramos. Y Jesús rompe con ese concepto al responder: “Ni
él ni sus padres…”.
De todos modos, pese a la intención del escritor del Evangelio al introducir esta
frase, los cristianos no comprenderán tan fácilmente la falta de relación entre enfermedad
y pecado. Esta relación se mantiene aún hoy en denominaciones pietistas, y en numerosos
grupos de creyentes dentro incluso de las grandes confesiones en todo el mundo. Sobre esta
particular coherencia nos explayaremos al analizar los textos bíblicos, ya que son los
escritos religiosos de mayor influencia actual en nuestra cultura.
Pero Apolo había encargado a un cuervo blanco que la vigilase, el cual le fue con
información sobre lo sucedido. El enojo del dios cayó primeramente sobre el pájaro, que
fue condenado, junto con su descendencia, a llevar para siempre el color negro por haber
permitido que se consumase la infidelidad de Corónide. Luego Apolo le contará lo
sucedido a su hermana Artemisa, quien hiere a la novia infiel con una de sus flechas
envenenadas y la asesina.
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Al pasar Hermes cerca de la pira funeraria se apiada del bebé en el vientre de
Corónide y lo saca con vida con la ayuda de una daga, realizando así la primera cesárea
post mortem de la que se tenga memoria8.
El tema es que, el recién nacido, será llamado Asclepio y quedará al cuidado del
centauro Quirón, quien ya se había encargado de educar a Aquiles. Es justamente Quirón
quien le enseñará el arte de la medicina.9
Estaba muy claro para los griegos el concepto de enfermedad como castigo de los
dioses, que enviaban sus flechas contra los humanos debido a sus faltas individuales o
colectivas. Al igual que otros pueblos, excluían del origen divino a las calamidades de
causa evidente, como los traumas. En cambio, lepra, ceguera, locura en los individuos
como una peste en la colectividad, sólo podían originarse en el castigo de un dios por una
culpa humana o la persecución de dioses o entidades malignas (daímones, keres) sobre un
individuo o grupo.
8
Es interesante cómo en la actualidad se confunde el símbolo de Hermes, dios del comercio, con el caduceo
de Esculapio, dios de la medicina, sin tener en cuenta la relación que ambos tuvieron en la mitología. O,
incluso, sacar conclusiones de cómo “el comercio” hizo nacer a “la medicina” …
9
Estos datos, más allá de hacernos conocer el origen de Asclepio en la mitología, reflejan algunos de los
conocimientos de la época, como el de la cesárea post mortem que estaban obligados a realizar los médicos
romanos en embarazadas fallecidas después del séptimo mes de embarazo. Se deduce entonces que también
tenían en cuenta el tema de la “prematurez”. El hecho de que fuera práctica incluida en la ley romana dio
origen al término cesárea, sabiéndose que, contrario a las creencias populares, Julio César nació de parto
natural, ya que su madre murió cuarenta y seis años después, y en esos tiempos no se practicaba esta cirugía
en mujeres vivas.
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Junto al empirismo se practicaban ritos mágico-religiosos. Y en ellos se fundían
ambas actitudes, presentes hasta la época actual: la mágica, donde la prosecución de una
fórmula detallada e infalible trae el resultado buscado si se llevó a cabo el rito de modo
correcto. Por otra parte, la religiosa, donde se invoca a la divinidad y ésta tiene la potestad
de otorgar o no lo solicitado. No hay garantía del mismo, ni depende del poder propio del
sanador. Hasta el día de hoy magia y religión se confunden en aquello que se ha dado en
llamar “religiosidad” y a veces “religiosidad popular”, mezcla de sincretismo, magia y
religión.
10
Lucas 8:33
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Tuvieron también varios dioses relacionados con la salud. Lógicamente, Asclepio
fue el más importante, y se le dedicaron numerosos templos o “asklepeia”, siendo el más
importante el ubicado en Epidauro. Estas construcciones se localizaban lejos de las
ciudades, en general en lugares con buena provisión de agua. Hasta ellas llegaban
multitudes de peregrinos con distintos tipos de padecimientos, siendo acomodados en los
mismos por los therapeutes, sacerdotes consagrados al templo.
Los pacientes recibían distintos tratamientos rituales, donde los baños eran muy
importantes. Veremos al avanzar en este trabajo, cómo la influencia de esta terapia
aparecerá sutilmente en pasajes del Nuevo Testamento cientos de años más tarde 11. Estas
prácticas se complementaban con masajes y unciones con los que los therapeutes iban
preparando a los sujetos para su ubicación en el abaton, la locación más interna del templo.
Allí se llevaba a cabo la incubatio, cercana a la estatua de Asclepio, donde los pacientes se
entregaban al sueño, a través del cual, según la creencia de este pueblo, el dios se les
aparecía e indicaba el método de curación, o lo hacía en forma directa tocando al paciente.
Alrededor del 500 a.C. se calcula que había más de trescientos templos consagrados
a Asclepio.
11
Jn. 5:2-4: Y hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque, llamado en hebreo Betesda, el
cual tiene cinco pórticos. En éstos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban
el movimiento del agua. Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el
que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier
enfermedad… El relato continuará con la curación del paralítico por parte de Jesús. La mención de la
curación a través del agua puede interpretarse como una referencia a las prácticas de los baños como
resabios de la escuela de Asclepio. Podría haber una intención del escritor del evangelio en hacer aparecer a
Jesús por encima de las prácticas de curación más difundidas en la antigüedad.
29
Pero también conocían otras fuerzas sanadoras, atribuidas a los antiguos dioses de la
tierra y el mundo subterráneo, con sus serpientes y topos. Melampo sería uno de esos
dioses subterráneos, antecesor de Anfiarao. Otro habría sido Tronfonio, a quien se lo
consultaba en cuevas y enviaba su poder curativo a los hombres a través de serpientes,
símbolo de curación y regeneración.12
La primera escuela médica con esta impronta se fundó ya en el 700 a.C. en Cnido,
localidad dentro del territorio de la actual Turquía. Y alrededor del siglo VI a.C. ya se
contaba con seis escuelas de renombre: Crotona (en la península itálica), Agrigento (en
Sicilia), Cirene (en Libia), Rodas (en Grecia), Cnido y Cos (en la actual Turquía).
De ellas, que en realidad eran más centros de salud que establecimientos docentes,
surgieron los médicos más prominentes: Alcmeón de Crotona, Empédocles de Agrigento e
Hipócrates de Cos. Ellos estaban alejados de la influencia mitológica.
12
La medicina pre-técnica fue denominada también popular. Según sus características, los sanadores recibían
diferentes nombres: kheirourgein, hábiles con las manos y quiroprácticos por excelencia; rhizotomos,
dedicados a la herboristería o los gymnástai que se especializaban en el ejercicio físico. Como señaláramos,
no se encontraban sólo en Grecia, Democedes de Crotona fue el médico de la corte persa que se hizo famoso
por sus remedios griegos.
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Es justamente a Hipócrates (460-377 a.C.) a quien se debe que a la primera
medicina considerada “científica” se la denomine “hipocrática”. Y es porque se le atribuye
ser el primer médico en rechazar mitos y creencias populares en los que las
enfermedades eran causadas por fuerzas sobrenaturales. Hipócrates construyó un
concepto de enfermedad circunscrita al hombre y su entorno natural, y esta tendencia de
pensamiento estuvo vigente durante trescientos años.
13
La teoría de los humores se basa en la presencia de cuatro de ellos en el cuerpo: sangre, bilis negra, amarilla
y flema), cuya armonía sería el estado de salud, y su desequilibrio (dyscrasía), la enfermedad. Esa dyscrasía
era justamente la mala mezcla de los humores, con predominio de alguno de ellos de modo morboso, lo cual
parece una clara influencia de Alcmeón. Por otro lado, el concepto de dýsrroia remite al mal flujo del
pneuma, palabra que en griego significa tanto “viento como espíritu”. Subyacen las huellas de Empédocles
con sus cuatro elementos, y subraya la idea de salud como “equilibrio”, concepción que persiste hasta el día
de hoy en las modernas definiciones de ese estado o condición. La terapéutica se basaba en la restitución
natural de la salud, de la que el médico era sólo un mediador, indicando las prácticas que ayudaban a tal
proceso: higiene y reposo principalmente.
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d) La ametría: desproporción, concepto más radical aún que monarkhía y
dyskrasía.
e) La lypé: pena o aflicción.
Pero en la región del Lazio, asiento de la ciudad de Roma, los aspectos religiosos
etruscos hicieron pie antes de la instalación de los conocimientos griegos y alejandrinos.
Con ellos se arraigó en los romanos la práctica de la adivinación a través del examen de las
vísceras de animales, especialmente del hígado, las cartas futuristas y la de ofrendar a los
dioses como muestras de agradecimiento por la curación, costumbre que podemos observar
actualmente en santuarios, grutas, iglesias.
Hay que tener en cuenta que en el siglo VI la Etruria comprendía todo el norte de
Italia. Con el correr de los años su extensión fue reduciéndose. El tema de la adivinación
como práctica habitual es, para algunos autores, prueba del origen asiático de esta etnia (82).
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Algunas divinidades etruscas relacionadas con la salud fueron incluidas en el
panteón romano: Febril, diosa de las enfermedades de los pantanos; Mefitis, dios de la
fetidez; Scabies, diosa de la sarna.
14
Según una leyenda, en el año 295 a.C. Roma sufrió una plaga y se buscó respuesta en los libros
sibilinos, proféticos y relacionados con la Sibila de Cumas. Como resultado de tal consulta, una delegación
debería ir en busca de Asclepio a Epidauro. El dios, a través de sus sacerdotes, habría acordado en ayudarlos.
Para ello debían llevarse de Epidauro una serpiente. Cuando la delegación regresó con ella a Roma la
epidemia cesó y se construyó, en agradecimiento, un templo a Asclepio en el 293 a.C. El culto al dios griego
fue en aumento y logró la latinización de su nombre a Esculapio, el dios más destacado de la salud en la
mitología romana.
33
Por el contrario, Julio César concedió la ciudadanía a todo médico que comprobara
su eficacia, logro debido a la actividad de Asclepíades de Prusia (124-40 a.C.), médico de
la aristocracia romana, que consideraba al cuerpo como integrado por partículas invisibles
o átomos, por entre los cuales circulaban los humores. Fue el primero en utilizar el término
oncos, “masa”, para describir a los órganos enfermos.
Pero el más importante de los médicos romanos, sin duda, fue Galeno, nacido en
Pérgamo en el año 129 o en el 131, actualmente en Turquía y entonces parte del mundo
helénico, que, aunque romanizado, mantenía la influencia de la antigua Grecia. Fallecería
en el año 200.
15
Uno de los cirujanos más destacados de este período fue Aulio Cornelio Celso (25 a.C. – 50 d.C.),
que señaló las condiciones de todo cirujano: “Debe ser joven o cuando menos no muy viejo, su pulso debe ser
firme y seguro, sin que jamás le tiemble. Debe poder usar la mano izquierda con igual destreza que la
derecha, su visión debe ser aguda y clara, su mente intrépida y debe sentir la piedad necesaria, no a tal
grado que se sienta conmovido por las lágrimas, no debe ni apresurar la operación más de la cuenta, ni
cortar menos de lo que fuere necesario, sino hacer todo exactamente como si los gritos del otro no le
impresionaran”.
34
Galeno de Pérgamo
No sería justo pasar sin mencionar algunos de sus numerosos logros, como el haber
escrito una obra de más de cuatrocientos volúmenes, aunque también incursionó en la
filosofía, la filología y la retórica. Allí volcaría sus vastos conocimientos de anatomía,
estudiada principalmente sobre esqueletos ya que aún la disección de cuerpos humanos no
estaba permitida, pero que completaría siendo médico de los gladiadores en Pérgamo y a
través del estudio sobre animales.16
16
Aunque muchos de sus escritos en griego parecen haberse perdido, se hallan versiones en
traducciones árabes, hebreas y latinas, lo que refiere a la influencia de sus conocimientos sobre otros pueblos.
Fue el primero en relacionar el cerebro con las cuerdas vocales en la emisión de la voz, estudió la fisiología
renal y la función de la médula espinal. Describió la función de muchos músculos incluidos los oculares y fue
el encargado de corregir el error de Alcmeón, quien había afirmado que por las arterias circulaba aire y no
sangre. Para Galeno, de todos modos, la sangre no circulaba, sino que estaba sometida a un movimiento de
vaivén.
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sobrenaturales o con un origen divino. El estado fisiológico normal era definido por ese
equilibrio en siete grupos de res naturales: cuatro elementos, cuatro humores, nueve
cualidades, tres espíritus, tres facultades, dos operaciones y cuatro miembros, a las que se
podían agregar edad, sexo y figura del individuo.
Estas cosas o res naturales estaban reguladas por las no naturales, extrínsecas: aire
y ambiente, comida y bebida, afectos del alma.
La enfermedad podía originarse por causa externa (exceso de comida, coito, etc.);
interna: predisposición, quizá una intuición de la carga genética, entendida entonces como
las características de la constitución individual; o conjunta, “sinéctica”.
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Se considera que los mayores aportes de la medicina romana fueron: la construcción de los
primeros hospitales del mundo occidental, ya que los más antiguos de los que se tiene registro datan del siglo
III a.C., o sea, doscientos años antes y estaban ubicados en India; la realización obras sanitarias y su
influencia en el desarrollo de la cirugía. Los médicos romanos hervían el material antes de utilizarlo y de
reutilizarlo, aunque no está claro cuál era el fundamento de tal práctica, ya que la existencia de los gérmenes
se descubriría siglos después. También utilizaban un antiséptico muy potente en esa época, el acetum, para
lavar las heridas. El acetum podría tratarse de una preparación compuesta por: romero, ajenjo, salvia,
yerbabuena, canela, clavo de especia, nuez moscada y vinagre, según describiera Milne Edwards en el siglo
XIX (71).
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Todo el mundo conocido había recibido también, para confundirse con las culturas
de los pueblos, la diáspora cristiana.
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Flavio Valerio Aurelio Constantino (274-337 d.C.). Gobernó Roma desde el 206Fue un emperador favorable
al cristianismo. Para algunos no fue bautizado sino antes de su muerte, y por Eusebio de Nicomedia.
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Monumento a Constantino en la ciudad de York, Inglaterra,
donde recibió la noticia de que era el nuevo Emperador de Roma (fotografía original)
Placa que atribuye a Constantino el reconocimiento de las libertades civiles de los cristianos y su “conversión”. Ciudad de
York, Inglaterra (Fotografía original)
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Se institucionalizaría entonces, con Constantino, una “Iglesia” que se alinearía con
el poder oficial. El pensamiento creativo y subversivo del cristianismo quedaría subsumido
paulatinamente a ser un garante más de las acciones políticas del Imperio.
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