Edipo en Freud y Klein-Unid 2
Edipo en Freud y Klein-Unid 2
Edipo en Freud y Klein-Unid 2
KLEIN
UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANAS
DEPARTAMENTO DE PSICOLOGÍA
MEDELLÍN
2011
1
EL COMPLEJO DE EDIPO EN SIGMUND FREUD Y EN MELANIE
KLEIN
Asesor
EDUARDO MEJÍA LUNA
Psicólogo
UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANAS
DEPARTAMENTO DE PSICOLOGÍA
MEDELLÍN
2011
2
CONTENIDO
Pág.
INTRODUCCIÓN 7
2. OBJETIVOS 14
3. JUSTIFICACIÓN 15
4. METODOLOGÍA 19
5. SIGMUND FREUD 25
5.2.2 La castración 86
5.2.4 Consideraciones 98
3
6.2 ANÁLISIS DEL DISCURSO, MELANIE KLEIN 108
BIBLIOGRAFÍA 169
4
RESUMEN
Más de cien años han pasado desde el nacimiento del psicoanálisis freudiano
y la formulación del complejo de Edipo, ello valida la idea de preguntarse lo que
otros grandes teóricos han contemplado, la importancia que representa para la
intervención clínica en la actualidad y la manera cómo puede leerse en nuestro
contexto social e histórico.
5
PALABRAS CLAVES: COMPLEJO DE EDIPO, SIGMUND FREUD, MELANIE
KLEIN, SEXUACIÓN, IDENTIFICACIÓN, COMPLEJO DE CASTRACIÓN,
SUPERYÓ, DIFERENCIACIÓN SEXUAL.
6
INTRODUCCIÓN
7
delimita un sistema de contenidos y expone la lógica interna de la teoría a la luz
del complejo edípico. De manera subsiguiente, el mismo proceso de lectura es
aplicado a la teoría de Melanie Klein, obteniendo de ella la misma comprensión y
resultados.
8
1. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA
9
Finalmente, el otro asunto que desvela la importancia estructurante del
complejo edípico se relaciona con el superyo. Según Freud, es indispensable que
el sujeto introyecte el sistema normativo cultural para poder inscribirse y ser
reconocido como parte de la sociedad; las tendencias pulsionales del sujeto deben
ser limitadas y condicionadas a los preceptos culturales, sometiéndose a los
mecanismos convenidos para su satisfacción. Si tal código normativo no se
consolida como una parte de la estructura psíquica del sujeto, es imposible el
establecimiento de vínculos sociales sanos donde se dé un trato ético al deseo
propio y al de los demás.
*Es cada vez más notoria la manera cómo el complejo de Edipo es nombrado y utilizado por toda
clase de personas y en diferentes áreas, por ejemplo, políticos, escritores, comunicadores, artistas
y personas del común.
10
han expresado, la importancia que representa para la intervención clínica, y la
manera cómo podría leerse en nuestro contexto social e histórico.
Del mismo modo, Jacques Lacan incorpora nuevos elementos teóricos para
hacer una lectura diferente de los hallazgos freudianos; al utilizar los conceptos
lingüísticos de Saussure y la dialéctica de Hegel, Lacan reformula muchos de los
más importantes asuntos metapsicológicos y clínicos del psicoanálisis. Premisas
como el inconsciente estructurado como un lenguaje, el estadio del espejo, la
interacción entre los registros real, simbólico e imaginario y el papel del
significante en la organización psíquica, proponen una dinámica particular en la
trama edípica; de acuerdo con lacan la importancia del complejo edípico reside en
que permite pasar del estadio del espejo (identificación especular, imaginaria,
idealizada) a la inscripción en el registro simbólico, es decir, asumir la castración,
11
renunciar a las aspiraciones de ser el falo y aceptar la ley del padre para
convertirse en un sujeto de la cultura. Un proceso que se basa en los movimientos
del significante “falo” y en cuál de los personajes del Edipo lo tiene o carece de él.
12
Tal estudio estaría encaminado a la resolución de las siguientes cuestiones
básicas: ¿Cómo evoluciona el complejo de Edipo en ambas teorías, ¿cuál es la
lógica interna de cada teoría y cómo ésta permite entender el complejo edípico,
¿qué lugar ocupa el complejo edípico dentro del esquema de organización
psíquica que cada uno de dichos autores propone?, y ¿cuál es la relación entre
ambas teorías a la luz del complejo de Edipo?.
13
2. OBJETIVOS
14
3. JUSTIFICACIÓN
15
y encontrar la causa primordial de los síntomas actuales. Premisas que siguen
aplicándose de diferentes formas en la actualidad y forman parte de diversas
propuestas clínicas, verbigracia, el método analítico y las psicoterapias breves o
focalizadas*.
Gracias a ello nos topamos con un cúmulo, no menor, de escritos que abordan
la cuestión edípica de manera parcial o tácita; al tiempo que se echa de menos la
existencia de un escrito que contenga de manera completa, condensada y clara
los principales asertos freudianos con relación al complejo de Edipo. Algo que
definitivamente convierte el proceso de aprendizaje en una tarea engorrosa y
complicada para un sujeto en búsqueda de la formación psicoanalítica.
*En las psicoterapias breves o focalizadas el complejo de Edipo es determinante para el proceso
psicodiagnóstico de los pacientes neuróticos, y es un paso indispensable para plantear los
objetivos terapéuticos.
16
El segundo gran referente teórico corresponde al discurso de Melanie Klein, y
una vez más las razones no son fortuitas. La pregunta por el complejo de Edipo
kleiniano queda bien justificada al recordar que fue ella, precisamente, una de las
primeras psicoanalistas dedicadas por completo al estudio e intervención clínica
con niños; logrando así comprender de manera muy directa el basto mundo de las
fantasías y los conflictos infantiles.
Es cierto que nuestro conocimiento del complejo edípico existe gracias a los
estudios y aportes de Freud, sin embargo, hay que advertir que el trabajo clínico
de éste nunca estuvo focalizado o especializado en el tratamiento infantil. No es
un secreto, ni siquiera para el propio Freud, que su método psicoanalítico
presentaba ciertas particularidades que al final restringían su campo de
intervención; así pues, era menester que los sujetos susceptibles de ser
analizados presentaran cierto nivel evolutivo en el lenguaje, por ser un método
centrado en la palabra, y un monto mínimo de introspección. De ahí que el
psicoanálisis mostrara una eficacia reducida en los niños y en sujetos
mentalmente discapacitados.
Por el contrario, Melanie Klein dedica su carrera al trabajo con los niños y a
encontrar las formas no verbales como en ellos se expresa el inconsciente.
Resulta pues, especialmente interesante estudiar la teorización edípica de una de
las psicoanalistas infantiles más reconocidas; muchos conocen el complejo de
Edipo por medio de los relatos verbales de sujetos adultos, empero el trabajo
kleiniano puede garantizarnos una mayor fidelidad en sus apreciaciones, debido a
su profundo y directo conocimiento de la fantasía y los conflictos propios de la
etapa edípica.
17
en cada uno de sus elementos, es decir, el objeto de estudio (complejo de Edipo),
los referentes teóricos (Sigmund Freud – Melanie Klein) y el modelo metodológico
(que permite consolidar los conocimientos y poner a prueba los recursos del
investigador).
18
4. METODOLOGÍA
Durante este primer momento se hará una revisión bibliográfica de las obras
de Sigmund Freud y Melanie Klein, recopilando los escritos que más aportan al
entendimiento del complejo de Edipo, al tiempo que se expondrá la manera cómo
evoluciona el concepto en los diferentes momentos de la teorización.
19
MOMENTO DE COMPRENDER: se trata de organizar, sistematizar e integrar
la información obtenida de manera lógica y coherente. Es un nivel de conocimiento
más profundo, pues implica una construcción de sentido y la delimitación de un
sistema de contenidos para la comprensión del fenómeno.
20
Es aquí donde tiene lugar la construcción de un conocimiento nuevo y donde
el investigador se incluye como sujeto para revelar sus conclusiones acerca del
fenómeno. Se retomarán las categorías emergentes de análisis para determinar la
relación que existe entre las teorías freudiana y kleiniana, es una interpretación
comparativa que permitirá saber si ambas conceptualizaciones del complejo
edípico son iguales disímiles o complementarias.
21
Lacan, citado por Juan Fernando Pérez en su texto Elementos para una teoría
de la lectura1, propone unos tiempos lógicos propios de toda indagación, los
cuales coinciden con los objetivos de la lectura intratextual. 1) El tiempo para ver;
corresponde a la información inicial que surge con la primera apreciación del
objeto a indagar, aquí surgirían, de manera muy global, nuestras primeras
hipótesis acerca del discurso presentado por los textos, las cuales han de ser
confirmadas o descartadas más adelante. 2) El tiempo para comprender;
corresponde a un momento de interrogación y cuestionamiento del texto, donde se
ponen a prueba las hipótesis ya formuladas, se pasa de un conocimiento general a
un conocimiento más detallado y riguroso. 3) El tiempo de concluir; se relaciona
con la obtención de un saber, más o menos certero, luego del momento de
discusión con el texto.
1 PÉREZ, Juan Fernando. Elementos para una teoría de la lectura (lectura e interpretación). Spi.
22
Presentación y exposición del sistema de contenidos. Presentar mediante
un escrito la argumentación de la lógica edípica en las teorías de Freud y
Klein. Esclareciendo además los sistemas de contenidos que servirán como
unidades de análisis comparativo.
23
ANÁLISIS CRÍTICO INTERPRETATIVO / ANÁLISIS SISTÉMICO DE
CONTENIDOS
Investigación de tipo cualitativo que aborda su objeto de estudio en una forma
exploratoria, descriptiva, comprensiva e interpretativa
24
5. SIGMUND FREUD
25
Así ocurre, por ejemplo, en el texto psicología de las masas y análisis del yo 2,
el cual refriere principalmente a temas como la naturaleza de las masas, el
comportamiento del sujeto en ellas, el líder y la sugestión, pero también deriva en
consideraciones de sumo valor para el esclarecimiento de los procesos edípicos;
es así como en el mismo texto, y como parte de las aserciones referidas a la
identificación, se alude a la existencia de una suerte de complejo de Edipo dual,
donde coexisten dos objetos catectizados libidinalmente y dos objetos modelo de
identificación, madre y padre respectivamente.
2 FREUD, Sigmund. Psicología de las masas y análisis del yo. En: __________. Obras
completas. Buenos Aires : Amorrortu, 1921. V.18
26
comprenda, aunque sea de manera general, todas las dimensiones abarcadas en
la comprensión freudiana del complejo de Edipo.
Por tales motivos, resulta de vital importancia rastrear, con la mayor precisión
posible tales textos e identificar sus tópicos edípicos de mayor relevancia.
Consideramos el orden cronológico una buena herramienta para seleccionar la
información, esta es la lista de los escritos freudianos que habremos de estudiar:
27
así a la comprensión de grandes procesos psíquicos, entre los cuales aparece,
lógicamente, el complejo de Edipo.
Un número vasto de los pacientes analizados por Freud relatan, al estar bajo
la aplicación del método clínico, alguna clase de acercamiento sexual perpetrada
por un adulto hacia ellos durante el periodo de la infancia, reconociéndose,
mayoritariamente, a uno de los padres como el responsable, o en ausencia de
éstos a figuras cuidadoras como las nodrizas.
Tal vivencia, las más de las veces de carácter incestuoso, parece relacionarse
con el trauma psíquico responsable por la aparición de los mecanismos neuróticos
en la vida adulta (esencialmente la represión). Aunque el recuerdo de esta
experiencia no parece concordar, por entero, con la realidad de los hechos, pues
Freud encuentra bastante dudoso que tales abusos dirigidos hacia los infantes
pudieran gozar de tanta generalidad; plantea en consecuencia, que en el origen de
tales experiencias sexuales traumáticas se encuentra el mecanismo de la fantasía,
es decir, que existen de manera ilusoria y pueden tener una relevancia anímica
28
para el sujeto, tal como si hubiesen ocurrido realmente. Así las cosas, es viable
reconocer que Freud desvirtúa la posibilidad de un hecho real tras los recuerdos
relatados por sus pacientes, no obstante, adjudica a tales fantasías una gran
relevancia e insidia en la organización psíquica; principalmente nos muestran el
inicio de uno de los conflictos más marcados durante el periodo edípico, a saber,
la posibilidad de incurrir en una relación incestuosa; algo que opera para sujetos
de ambos sexos.
29
organización psíquica; no obstante Freud es prolijo al analizar rutas alternativas
que tales componentes sexuales pueden tomar, dando lugar a las llamadas
perversiones. Es así como se exponen amplias aserciones respecto a
desviaciones e inversiones en algunos de los componentes de la actividad sexual
infantil y de la pulsión, verbigracia, el objeto, la meta o la fuente anatómica que la
sustenta.
Dicho esto, cabe afirmar que las alusiones directas a los procesos edípicos
son en realidad pocas, si se tiene en cuenta la extensión e importancia del texto
para la formulación de un modelo posible de desarrollo psíquico. Sin embargo, es
viable encontrar en medio de los tópicos ya citados afirmaciones relacionadas con
el complejo de Edipo, ya sea por que se expliquen procesos que le anteceden y
formen parte de su prehistoria, o por que acaezcan como derivados de él.
30
anal; no obstante clarifica, aunque no de manera muy extensa, la necesidad en
todo sujeto de abandonar la parcialidad pulsional y el autoerotismo, para dar
cabida a una sexualidad aprontada al servicio de la reproducción y bajo el primado
de los genitales como principal fuente erógena; asimismo, hace parte del esquema
básico de la sexualidad madura el reconocimiento de un objeto externo de amor y
satisfacción, contrario al autoerotismo más primitivo. Logros que se inician con el
ingreso del sujeto en el conflicto edípico.
31
erógena rectora, el clítoris, se homologa anatómica y funcionalmente al glande del
varón; e igualmente ocurre con las prácticas autoeróticas y masturbatorias que
éste auspicia. Las propiedades netamente femeninas de su sexualidad habrán de
evidenciarse en momentos posteriores de la estructuración psíquica.
Dos asuntos importantes hacen que este escrito tenga un lugar destacado
para comprender los fundamentos psicoanalíticos y los antecedentes del complejo
edípico. El primero de ellos se relaciona con la consolidación de la sexualidad
infantil como agente etiológico primordial para las neurosis de angustia y la
neurastenia, hecho mediante el cual se abandonan las explicaciones basadas en
preceptos neurofisiológicos y neuroquímicos. En segundo lugar, se encuentra el
esclarecimiento que brinda acerca de la prehistoria edípica, acerca de aquellas
particularidades psíquicas que nos permiten comprender la manera cómo el sujeto
llega hasta el complejo de Edipo; Además, nos muestra los elementos psíquicos
que deberán rastrearse durante transformación de lo preedípico a lo edípico, por
ejemplo, el objeto de amor, la fuente erógena, y la diferencia entre los sexos
Como parte de los estudios preliminares realizados por Freud, este texto
enfatiza en la búsqueda de los elementos etiológicos presentes en las neurosis de
defensa, especialmente en la relación posible entre las vivencias sexuales
infantiles y los fenómenos psíquicos de la vida adulta. En esencia, el texto se
muestra como un apoyo a las tesis anteriores de Freud respecto a las neurosis de
defensa y a la sexualidad infantil; por el hecho de ser un texto posterior nos
muestra una mayor claridad y ciertas rectificaciones respecto a lo planteado en
ideas pretéritas.
32
Es así como Freud, mantiene su posición respecto al origen de los síntomas
histéricos; la utilización con sus pacientes del método catártico, introducido por
Breuer, le permite reafirmarse en sus conclusiones respecto a la etiología sexual
de la histeria. Los comportamientos típicos que expresan tales pacientes, por
ejemplo, las conversiones, son manifestaciones específicas de la función sexual,
marcadas desde la época misma de la infancia.
33
1914, INTRODUCCIÓN DEL NARCISISMO
En términos generales, existe una similitud entre este escrito y Tres ensayos
de teoría sexual, reseñado en líneas anteriores. Ambos aluden a procesos y
elementos intrínsecos al desarrollo psíquico, tratando adicionalmente, de
esclarecer su papel otros estados psíquicamente alterados. En el caso de tres
ensayos de teoría sexual, hablamos de un análisis entorno a los estadios
pregenitales de la sexualidad tanto en la neurosis como en las perversiones; ahora
3STRACHEY, James. Introducción del narcisismo: nota introductoria. En: FREUD, Sigmund. Obras
completas. Buenos Aires : Amorrortu, 1914. V.14
34
bien, en introducción del narcisismo nos encontramos con elucidaciones acerca
del narcisismo (primario) como proceso de vital importancia dentro del modelo de
organización psíquica freudiana, relacionado básicamente con el autoerotismo,
también como elemento clave para entender los mecanismos operantes en los
estados esquizofrénicos, donde se habla de un narcisismo secundario.
35
Tal distingo comporta particularidades en el talante sexual y vincular tanto en
el hombre como en la mujer. La elección objetal del hombre, basada en el
apuntalamiento anaclítico, implica una sobreestimación de tal objeto y un
empobrecimiento de la libido Yoica, es así cómo se hace proclive al
enamoramiento y a mostrar actitudes complacientes para con la persona amada.
Caso contrario ocurre con esta clase de mujeres, en quienes existe un predominio
del carácter narcisista de la pulsión y encuentran la complacencia sexual en sí
mismas; sus intereses parecen, más bien, centrarse en la esperanza de ser
amadas por otro, no en amar a otros, vinculándose así con aquel hombre capaz
de colmar en alguna medida sus necesidades.
1923, EL YO Y EL ELLO
36
Aquí los intereses de Freud parecen estar aprontados en dar a conocer, en
modo directo pero profundo, la manera cómo el psicoanálisis concibe la
organización psíquica del sujeto, abordándola desde una perspectiva ontogénica,
filogenética, estructural y dinámica. Tales son los motivos por los que termina
abordando un variadísimo conjunto de temáticas, por ejemplo, los estratos del
aparato psíquico, la pulsión, el narcisismo, la técnica psicoanalítica, la sexualidad,
los vínculos primordiales, las identificaciones, el complejo de Edipo, e incluso
alteraciones como las neurosis y la melancolía.
Resulta claro que exponer y delimitar cada uno de los estratos que conforman
el aparato psíquico puede convertirse en una tarea dispendiosa, más aún si se
aborda desde sus dimensión etiológica y dinámica, razón por la cual el texto
presenta diversos giros temáticos que facilitan una comprensión cabal del
psicoanálisis freudiano, incluyendo el complejo de Edipo.
De otro lado, puede afirmarse que a pesar de ser un escrito que toca, de un
modo bien consolidado, las principales cuestiones del psicoanálisis, exige en el
lector una preparación previa y una familiaridad con la obra freudiana.
Comenzando con lo que quizás es el punto más determinante en el psicoanálisis,
Freud corrige sus consideraciones aparecidas años atrás acerca del inconsciente;
los primeros trabajos clínicos con pacientes histéricas habían traído como
resultado un esquema de la psique basado en dos partes, una represora y otra
reprimida; los problemas con dicho esquema no tardaron en aparecer, pues pronto
se advirtió que no todo el inconsciente se compone de contenidos reprimidos y la
consciencia no necesariamente se liga con la parte represora. Más adelante, en
La interpretación de los sueños, se plantea una división más estructural de la
psique, donde se reconoce la utilización del inconsciente en sentido descriptivo
(como cualidad) y en un sentido dinámico (como función). En El yo y el ello, se
37
observa cómo la oposición consciente-inconsciente no es la más conveniente para
extraer un modelo estructural del aparato psíquico, por lo que ahora se presenta
un esquema más ambicioso basado en tres entidades: el ello, el yo y el superyó.
Esta es una evolución conceptual interesante que puede comprenderse más
profundamente sólo si se está familiarizado con publicaciones anteriores como los
estudios sobre la histeria (1893-95) y la interpretación de los sueños (1900).
De igual manera ocurre con el tema del yo y el narcisismo, aquí Freud amplía
algunas acotaciones pasadas y propone el ello como gran reservorio de la libido.
La doctrina básica consiste en entender el narcisismo del yo como un proceso
secundario, pues en un principio toda la libido se encuentra almacenada en el ello,
al erigirse las catexis de objeto éste despliega parte de la libido y el yo, todavía en
proceso de formación, trata luego de imponerse al ello como objeto de amor
apoderándose de tales montos libidinales. Lo anterior es un proceso básico para
comprender el nuevo esquema de organización psíquica propuesto por Freud,
pero se llega a conocer mejor al apreciar la evolución conceptual desde textos
como introducción del narcisismo (1914) y más allá del principio del placer (1920).
38
de la veces eran mencionados de forma inacabada, por lo que el yo y ello se
presenta como el texto definitivo para discernir una de las facetas más difíciles de
asir en el estudio del complejo edípico.
Es un texto que resulta realmente corto, sin embargo, ello no le impide generar
discernimientos de gran importancia en diversos niveles de la teoría psicoanalítica
freudiana, por ejemplo, diferencias concretas entre la organización psíquica del
varón y la niña, los alcances y limitantes del psicoanálisis para el abordaje de
ciertos fenómenos psíquicos, relacionados con el complejo de Edipo, y algunas
39
clarificaciones respecto a la relación entre la sexualidad infantil y el acaecer
psíquico de la vida adulta.
Este último punto se refiere a una significativa corrección que hace Freud de
algunos planteamientos pasados, señalados en su escrito tres ensayos de teoría
sexual. Allí se hace alusión a los nuevos logros que la llegada a la pubertad
propone en el plano sexual, uno de los más trascendentales es el referido al
posicionamiento de los genitales como zona erógena regente y su aprestamiento
para servir a los fines reproductivos. Se reconoce así tales procesos como el paso
último para el logro de una sexualidad verdaderamente adulta; y sólo posible con
la llegada del sujeto a la pubertad, coincidiendo con el despertar pulsional
subsecuente al periodo de latencia.
40
logro restrictivamente propio de la pubertad. Hay antecedentes de una genitalidad
en la infancia, aunque dista de ser igual a la genitalidad adulta.
41
“Por desdicha, sólo podemos describir estas constelaciones respecto del
varoncito; carecemos de una intelección de los procesos correspondientes en la
pequeña niña”4
Entonces la primacía fálica, en el caso del varón, inicia con aquel momento,
anterior al conocimiento de la diferencia anatómica de los sexos, en el cual su
genital toma una relevancia psíquica nunca antes vista, pues empieza a hacerse
más vívido su poder de excitación y las sensaciones placenteras que provoca. Tan
importante es el papel del genital para la vida psíquica del niño que es natural para
él atribuir la posesión del mismo a las demás personas que le rodean (madre,
padre, etc.), e incluso a objetos inanimados de importancia psíquica.
42
se cuentan por ejemplo, la idea de que el genital femenino es efectivamente un
pene pero aún en desarrollo y que en algún momento habrá de crecer, surge en
el niño una idea trascendental y de inmensa importancia para el entendimiento del
complejo de Edipo, la castración.
En realidad, este parece ser uno de los primeros textos en los que Freud alude
de manera tan clara los móviles a través de los cuales surge en el niño la idea de
la castración; aunque aquí no se hacen explícitas las consecuencias o los
resultados estructurantes que comporta para el desarrollo psíquico. La castración
alude a las ideas que tales encuentros con el genital femenino producen en el
sujeto; luego de diversas tentativas por dar cabida a la ausencia de pene en la
mujer, llega a la conclusión de que ésta efectivamente solía poseer un pene y por
algún motivo le fue removido o arrancado, es decir, fue castrada.
43
La otra gran resultante de toda esta situación versa entorno a la posibilidad, en
la fantasía del sujeto, de convertirse también en una víctima de la castración,
surge entonces un temor narcisista por perder el órgano genital y las excelsas
ganancias de placer que éste auspicia. En conclusión, es la puerta de ingreso al
complejo de castración, uno de los procesos fundamentales para la resolución del
complejo de Edipo, pero será menester esperar textos posteriores para conocer en
profundidad la forma en que opera, pues aquí sólo se enuncia, en un sentido lato,
detalles de su existencia y orígenes.
Para concluir, es lícito expresar acerca de este texto, que sin importar la
brevedad de su extensión deja entrever la existencia de procesos sumamente
complejos e importantes para el desarrollo psíquico y sexual del sujeto, también
para la situación edípica. Hablamos de asuntos tan importantes como la
genitalidad, el complejo de castración y las diferencias psico-sexuales entre el
varón y la niña, mostrando esta última las limitantes teóricas de la propuesta
freudiana. Por último, vale aclarar que tales tópicos son desarrollados en este
texto de manera preliminar.
44
nocivo de las mociones pulsionales que despierta. Precisamente, son los motivos
que hacen imposible para el sujeto mantenerse en una situación edípica, y los
resultados de aquí sobrevenidos, los tópicos de análisis más importantes del
presente escrito.
Cada vez se tiene una idea más fundamentada acerca del complejo de Edipo,
reconociéndolo como un periodo esencial dentro de la organización sexual en la
primera infancia. Se constituye como un momento predeterminado en el programa
evolutivo, sin embargo, es un fenómeno expresado de manera especial y única en
cada sujeto, de acuerdo con sus particularidades históricas, psíquicas, sexuales.
Las diferencias psíquicas entre los sexos no se hacen expeditas desde el
momento mismo del nacimiento pues ambos se comportan de manera masculina
en el sentido sexual, se hace necesario que las experiencias de la vida y sus
conflictos (pulsionales, vinculares y sexuales) dirijan el sujeto hacia una
estructuración psíquica particular, bien sea la masculinidad o la feminidad. Al igual
que en el texto comentado de manera precedente, la diferencia entre el varón y la
niña será otro de los ejes básicos de análisis, pero ahora referido básicamente al
sepultamiento del complejo de Edipo.
45
genital propiamente dicha, se da legitimidad al genital femenino y se le reconoce
su función en el proceso reproductivo.
Dicho esto, encontramos que la confrontación del niño con los genitales
femeninos constituyen el elemento que finalmente resquebraja su incredulidad en
cuanto a la posibilidad de perder el órgano y el placer genital, anteriormente
habían existido ciertas tentativas de amenaza apuntaladas en la castración, la
madre con mucha frecuencia toma una actitud punitiva frente a las prácticas
sexuales de su hijo, invocando así la figura del padre como aquel que habrá de
perpetrar el castigo correspondiente, ya sea directamente sobre el órgano o sobre
la mano pecaminosa que también participa. De cualquier manera, aunque ya
hubiese existido tal amenaza sólo es asumida como tal por el sujeto hasta el
momento en que la confrontación con el genital femenino se la muestre como una
posibilidad real, asociada a sus prácticas sexuales.
Los actos masturbatorios hacia los cuales los padres o figuras cuidadoras
dirigen tales amenazas no son más que la expresión de algo más complejo y
determinante para la vida psíquica del sujeto, la masturbación es sencillamente la
expresión del erotismo y el amor que despierta un objeto. Lo particular de la
46
situación edípica es que tales mociones tiernas y eróticas (genitales) se orientan
hacia las figuras parentales, es decir, son de carácter incestuoso, a diferencia de
las fases evolutivas pretéritas donde se dirigían hacia el propio Yo, o sea eran de
carácter autoerótico. Así las cosas, vemos en este texto alusiones a la
bisexualidad propia de la infancia, expresada de manera bastante vívida durante el
complejo de Edipo; con relación a las mociones incestuosas y a la bisexualidad,
encontramos que el sujeto, durante el periodo edípico, se enfrenta a dos posibles
objetos de deseo, el carácter ambiguo de la sexualidad infantil hace que el sujeto
eventualmente pueda amar al padre y empeñarse en hacerse amar por él, o caso
contrario, amar a la madre tratando de obtener también su amor.
47
[…] Si la satisfacción amorosa en el terreno del complejo de Edipo debe costar
el pene, entonces por fuerza estallará el conflicto entre el interés narcisista en esta
parte del cuerpo y la investidura libidinosa de los objetos parentales. En este
conflicto triunfa normalmente el primero de esos poderes: el yo del niño se extraña
del complejo de Edipo5.
55FREUD, Sigmund. El sepultamiento del complejo de Edipo. En: __________. Obras completas.
Buenos Aires: Amorrortu, 1923. V.19, p.184
48
De esta manera, se protege al Yo de la afrenta narcisista que sería la pérdida
de los genitales y de una eventual reedición de los impulsos incestuosos; logrado
esto, se llegaría al epílogo del drama edípico y al comienzo del periodo de
latencia, cuando se interrumpe el desarrollo sexual hasta la época de la pubertad.
49
Al parecer el protagonismo de la zona erógena genital es el principal
desencadenante de las diferencias evolutivas entre el varón y la niña. Para la niña
el órgano equiparable al pene del varón es el clítoris, que se comporta de tal
manera durante la primera infancia, provee iguales sensaciones erógenas y se ve
implicado protagónicamente en los actos masturbatorios. La relación de la niña
con su genital se torna conflictiva luego de la confrontación con el órgano del
varón. Gran desilusión y desconcierto nacen en la pequeña niña al advertir la
diferencia de tamaño entre su genital y el pene del niño. Primero, su actitud a este
respecto es bastante positiva, pues opera la premisa de que algún día ella se hará
poseedora de un genital igualmente digno, es lo que se conoce como complejo de
masculinidad, o como ha de llamarse en otros textos, envidia fálica; más adelante
surge la idea de que efectivamente alguna vez lo tuvo pero le fue arrebatado, es
decir, fue castrada.
A pesar del oscuro panorama planteado por Freud para la niña, alcanzan a
vislumbrarse ciertos hechos claros en el desarrollo de la mujer. El primero de ellos
se relaciona con el declive del complejo de masculinidad de la pequeña niña, las
50
esperanzas de poseer algún día un pene como el varón están destinadas al
fracaso debido a su imposibilidad; es necesario entonces una transformación de
sus aspiraciones sexuales, la resignación por la falta de pene será compensada
con el deseo de un hijo, es decir, el deseo de engendrarle un niño a su padre.
51
su disolución; su particularidad a este nivel del desarrollo es la investidura libidinal
que ahora recae sobre él, trayendo como resultante que el vínculo con alguna de
las figuras parentales se vea interceptado por la búsqueda de descargas
placenteras sobre el órgano genital.
Como un segundo el elemento, aparece la rivalidad del sujeto con otro de los
objetos parentales. El vínculo con el objeto primordial, que ahora combina las
vertientes tierna y erótica de la pulsión , pretende una suerte de exclusividad que
torna, al mismo tiempo, agresiva la representación de aquellos otros objetos que
intervienen en él; un ejemplo de lo anterior se encuentra en la relación con el
padre, quien como resultado de compartir, en cualquier medida, el objeto de deseo
de su hijo (madre) promueve en éste último el surgimiento de fantasías cuyo
contenido es la eliminación y sustitución del rival (padre), a quien además se le
presume un mayor poderío genital.
52
grandes escollos del psicoanálisis freudiano, motivo por el cual nos encontramos
frente a un escrito que dedica extensas líneas al esclarecimiento de los asuntos
más intrincados y difícil de la evolución edípica en la mujer.
Antes que nada, es importante advertir que tratar de extrapolar las premisas
evolutivas del complejo edípico del varón a la niña resulta ser una idea destinada a
fracasar, una conclusión a la que nos permite llegar Freud a través de este escrito.
Hemos partido, en procura de clarificar los elementos constitutivos del complejo de
Edipo, recordando la existencia de un objeto investido por la libido genital, cuya
procedencia se sitúa en fases precedentes del desarrollo, haciendo parte de su
prehistoria; tal objeto se encuentra en el discurrir edípico de la pequeña niña, pero
no se corresponde con el objeto primordial al cual sus impulsos libidinales solían
ceñirse en el momento preedípico. Lo anterior es una consecuencia de la
mudanza objetal que forzosamente la niña ha realizado, siendo éste el primer gran
conflicto descrito como típicamente femenino y sin un correlato en el proceso del
varón.
53
complejo edípico, pues la apreciación del genital femenino convierte la castración
en una posibilidad real, más cercana que nunca. Contrariamente, en el caso de la
niña se observa un significado bastante dispar de la misma situación, advertir la
diferencia genital del varón delimita, más bien, lo que puede ser el inicio de una
sexualidad verdaderamente femenina, pues la inconformidad con su clítoris la
exhorta a mudar su órgano protagónicamente erógeno por uno nuevo, la vagina.
Anhelar y envidiar el genital del varón trae para la pequeña niña una
multiplicidad de resultantes psíquicas que trascienden los empeños fallidos por
igualarle sexualmente (complejo de masculinidad). Básicamente, el texto nos
remite a la cicatriz psíquica que subsigue a la herida narcisista de saberse a sí
misma castrada. La posición del niño y la niña frente al genital amputado es
durante cierto tiempo similar, ya que es visto por ambos como algo despreciable y
de inferior condición, desde luego cada uno de ellos habrá de lidiar con tal
situación de una forma particular, pues mientras que al varón le sirve para
reafirmarse en su condición de privilegio sobre la mujer, esta última queda sólo
con una gran afrenta derivada de la herida narcisista por su carencia de pene.
Existe un momento vital, que da fundamento al desprecio por lo femenino, se trata
del instante en que pasa de atribuir la condición castrada a un castigo, por
cualquier suerte de acción sexual indecorosa, a reconocerla como una condición
universal de la mujer; De manera subsiguiente, el vínculo materno se ve
seriamente trastocado, pues es en efecto la madre a quien se responsabiliza por
la supuesta desgracia del ser femenino.
54
incógnita del cambio de objeto necesario para que la niña llegue a un complejo de
Edipo verdaderamente femenino, uno de los procesos críticos a esta altura de su
desarrollo; y una respuesta aproximada a tal interrogante es descubierta al
rastrear su acaecer genital, situación que se convierte en un ejemplo de la
mencionada relación entre la dimensión objetal y la dimensión genital.
55
En adición, es viable apelar a una de las premisas freudianas orientadas al
esclarecimiento de las particularidades sexuales del hombre y la mujer en el
discurrir edípico; “mientras el complejo de Edipo del varón se va al fundamento
debido al complejo de castración, el de la niña es posibilitado e introducido por
este último” 6.
Por último, en referencia a este texto cabe distinguir sus empeños por
mostrarnos las condiciones básicas que han de cumplirse para considerar el
complejo edípico femenino, se requiere pues de una metamorfosis sexual, cuyos
elementos claves son el objeto, la zona erógena y el deseo. Resulta un escrito de
6FREUD, Sigmund. Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos.
En: __________. Obras completas. Buenos Aires: Amorrortu, 1925, V.19, p. 275.
56
suma importancia debido a la manera cómo nos esclarece el papel del complejo
de castración femenina en el cambio de objeto, en la ruptura de la ligazón-madre y
en la transformación del vínculo con ella. Infortunadamente, las restantes
dimensiones de la transformación sexual femenina, es decir, el órgano y el deseo,
siguen conformando una región confusa en el mapa edípico de la mujer.
57
de esta evolución, pues nos presenta una posición bastante equilibrada entre el
interés por el desarrollo edípico del varón y el de la niña. Ahora bien, el paso
siguiente en tal evolución ocurre en medio de nuevos escritos dedicados por
completo al desarrollo edípico de la mujer, en ellos Freud pretende esclarecer las
particularidades del ser femenino y dar respuesta a los interrogantes que ella abre
en su modelo teórico.
Teniendo como referente principal los patrones vinculares del sujeto femenino,
se resaltan dos momentos básicos para entender su transición edípica. El
momento inicial se conoce como complejo de Edipo negativo, al cual le sigue un
segundo tiempo denominado complejo de Edipo positivo, ambos delimitados por la
frontera de la castración.
58
muestra entonces mucho más refinada, pues presenta una claridad conceptual
semejante a la que antes se ha visto para el varón.
59
esclarecer de una buena vez el devenir edípico del sujeto femenino. Por tal motivo
los principales apartados que aquí encontramos se refrieren, tal como el escrito
anterior, al señalamiento de cuestiones como el cambio de objeto (de la madre al
padre) y el cambio de órgano (del clítoris a la vagina). Contrariamente al texto
algunas consecuencias de la diferencia anatómica entre los sexos, aquí los
asuntos conflictivos del proceso transicional del Edipo femenino no constituyen la
unidad básica de análisis, pues el principal interés parece estar puesto en mostrar
sus factores etiológicos; por lo que se observa una buena relación de
complementariedad entre los dos escritos.
60
hacia la madre por forzarla a compartir su amor con un tercero, y por la coerción
de los actos masturbatorios, un placer en principio incitado por ella pero luego
sancionado.
61
hacia la mujer, situación que se comprende como una inhibición de la catexis en el
sentido heterosexual.
Ahora bien, al hablar de la pequeña niña Freud nos presenta una gama más
amplia de posibilidades, existiendo tres vías diversas para la resolución del
conflicto psíquico del complejo de castración. La primera de ellas comporta, como
es denominado por Freud, un extrañamiento universal respecto de la sexualidad;
resulta pues que el trauma de la confrontación con el genital masculino es tal, que
la niña renuncia a su propio placer fálico y a la sexualidad. La segunda de estas
alternativas se relaciona con la sujeción a la posición masculina pregenital, la
pequeña niña retiene la esperanza de ser recompensada algún día con un órgano
igual al del varón, a lo que se une el sentimiento de ser un sujeto masculino. La
tercera y última posibilidad alude al verdadero despliegue de la feminidad, es
decir, una elección de objeto heterosexual (padre) y unas metas sexuales
congruentes con la anatomía de sus genitales (concebir un hijo), es en sí lo que
Freud considera como la verdadera resolución del complejo edípico.
62
Aquellos estados que Freud consideraba como neuróticos ocupan un lugar de
suma trascendencia para el desarrollo histórico del psicoanálisis Freudiano. Así
pues, la neurosis merece llevar el estandarte de la condición impulsadora de los
primeros avances psicoanalíticos, ya que fue ésta el terreno de estudio más fértil y
posibilitadora de discernimientos que, más adelante, habrían de extrapolarse a
otras clases de configuraciones psíquicas.
Así las cosas, el rastreo histórico y analítico realizado por Freud a través del
lenguaje de sus pacientes neuróticos, le permite llegar hasta un momento de la
infancia temprana de particular valor para la estructuración psíquica del sujeto. Es
un complejo particularizado por el enrutamiento de las pulsiones en la vía del
incesto y el parricidio, es decir, un deseo de poseer sexualmente al padre del sexo
opuesto y ser nombrado de manera preferente por éste, sumado a un deseo de
derrotar y desplazar al padre del mismo sexo por considerarlo como un rival que
obstaculiza la satisfacción pulsional. De igual modo, encontramos, con referencia
7 FREUD, Sigmund. Psicoanálisis. En: __________. Obras completas. Buenos Aires: Amorrortu,
1926, V.20, p. 252
63
a tal complejo y a la relación con estas dos figuras, procesos tan vitales como la
identificación, integración, separación, diferenciación y mecanismos defensivos
(especialmente de represión).
“Me refiero a la saga de Edipo rey y al drama de Sófocles que lleva ese título.
Edipo, hijo de Layo (rey de Tebas) y de Yocasta, es abandonado siendo niño de
pecho porque un oráculo había anunciado a su padre que ese hijo, todavía no
nacido, sería su asesino. Es salvado y criado como hijo de reyes en una corte
extranjera, hasta que, dudoso de su origen, recurre también al oráculo y recibe el
consejo de evitar su patria porque le está destinado ser el asesino de su padre y el
esposo de su madre. Entonces se aleja de la que cree su patria y por el camino se
topa con el rey Layo, a quien da muerte en una disputa repentina. Después llega a
Tebas, donde resuelve el enigma propuesto por la Esfinge que le ataja el camino.
Agradecidos, los tebanos lo eligen rey y lo premian con la mano de Yocasta.
Durante muchos años reina en paz y dignamente, y engendra en su madre, no
sabiendo quién es ella, dos varones y dos mujeres, hasta que estalla una peste
que motiva una nueva consulta al oráculo de parte de los tebanos. Aquí comienza
64
la tragedia de Sófocles. Los mensajeros traen la respuesta de que la peste cesará
cuando el asesino de Layo sea expulsado del país”8.
En adición, la vivencia psíquica del sujeto implica para él, tramitar los avatares
de la angustia y el deseo, los cuales se encuentran en el propio núcleo del
complejo de Edipo, determinando su paso por él y la posterior asunción de sujeto
en falta, inscrito en la Ley, definida como: “la norma fundamental, la prohibición del
incesto que se instaura como articulador esencial de los intercambios societarios y
en la Ley fundamental del Edipo”9. Así, Freud plantea que como resultado de este
entramado de pulsiones, afectos y ansiedades, tienen lugar tres eventos de gran
8 FREUD, Sigmund. La interpretación de los sueños. En: _________. Obras completas. Buenos
Aires: Amorrortu, 1900. V.4, p. 270.
9 GIRALDO, María Cristina. La madre ante la Ley, En: Notas de Seminario sobre Edipo, El
complejo de castración como Ley. Medellín : s.n., 1997. p. 2.
65
valor para la estructuración psíquica del sujeto: el complejo de castración, la
elección de objeto sexual y la organización del Superyó*.
66
hacia éstas. La sospechosa reiteración de tal historia dentro de sus pacientes
aboca a Freud a un cuestionamiento de su verosimilitud, así advierte que más allá
de la existencia de un padre con pretensiones sexualmente indecorosas para con
sus hijas, se encuentra un deseo inconsciente de ellas, son fantasías
inconscientes de poseer sexualmente al padre que se reprimen y desfiguran para
evitar la censura Yoica.
[…] “era poco creíble que acciones perversas realizadas en perjuicio de niños
gozaran de tanta generalidad, en especial teniendo en cuenta que en todos esos
casos debía verse en el padre el causante de tales acciones12”.
12 Ibíd.
67
funciones específicas. El primero de éstos es el gran protagonista de la trama,
pues prácticamente todos los hechos que aquí ocurren se encuentran en su
fantasía inconsciente, es decir, que no se trata de un acaecer objetivo y
plenamente observable, sino más bien, de una serie de representaciones al
interior de la organización psíquica del sujeto.
Si bien hablar acerca del complejo de Edipo vuelve una necesidad mencionar
a sus tres personajes, lo cierto es que hay un desarrollo preedípico donde se
muestra la manera en que cada uno de ellos hace su aparición en la trama. Así se
develan antecedentes importantes para comprender la naturaleza de los conflictos
edípicos.
68
del entendimiento {Verständigung; o «comunicación}, y el inicial desvalimiento del
ser humano es la fuente primordial de todos los motivos morales”. 13
13FREUD, Sigmund. Proyecto de psicología. En: _________. Obras completas. Buenos Aires:
Amorrortu, (1950 [1895]), V.1, p.362.
69
alimentación, llevando al sujeto a buscar el pecho materno principalmente para
procurarse una obtención de placer.
El primer vínculo del sujeto es vivido bajo una fantasía de omnipotencia y total
satisfacción; la afinidad del sujeto con su objeto de deseo es tal, que siente no
necesitar absolutamente nada más, pues dicho objeto cumple a cabalidad con
todas sus exigencias y expectativas, le calma el hambre, le protege del ambiente y
lo contiene en sus estados de ansiedad y estrés. Respecto a este objeto de deseo,
el sujeto entra en una fantasía donde la seguridad, la contención y el
sostenimiento son vividos como un estado de homeostasis semejante al
experimentado dentro del vientre materno, es decir, un estado donde todas las
necesidades, orgánicas y psíquicas, están cubiertas.
14 FREUD, Sigmund. Tres ensayos de teoría sexual. En: __________. Obras completas. Buenos
Aires: Amorrortu, 1905, V.7, p. 165.
70
Se reconoce, precisamente, la función materna a través de cualidades
semejantes, es decir, en el hecho de dar un lugar al niño en el mundo por medio
de la forma en que se relaciona con él, y adicionalmente, darle a conocer su
propio cuerpo por medio de los cuidados y las sensaciones que le propicia al
tocarlo, proporcionándole así un acervo de representaciones psíquicas (donde se
incluye la percepción de sí mismo) con las cuales ha de enfrentar el entorno.
[…]“Su primera actividad, la más importante para su vida, el mamar del pecho
materno (o de sus subrogados), no pudo menos que familiarizarlo con ese placer.
Diríamos que los labios del niño se comportaron como «una zona erógena, y la
estimulación por el cálido aflujo de leche fue la causa de la sensación placentera.
71
Al comienzo, claro está, la satisfacción de la zona erógena se asoció con la
satisfacción de la necesidad de alimentarse" […]15
15 Ibíd., p. 164.
72
de un tercer personaje, el padre; una figura activa que interviene en la relación
primordial madre-hijo.
73
dolor. De ahí, según Freud, el organismo está regulado automáticamente por un
principio de placer” […]16
Dando por sentada la inclusión del hijo por parte de la madre en una relación
donde se promocionen los desarrollos preedípicos ya aludidos, ella deberá,
16 MULAHY, Patrick. Edipo: mito y complejo. S.l. : Librería “el Ateneo”, 1953.
74
igualmente, permitir al padre el ingreso en la relación con el hijo. El padre tendrá la
posibilidad de un acceso en el vínculo de satisfacción recíproca entre hijo-madre
únicamente con la permisión de esta última. De la misma forma en que se
supedita al deseo materno el establecimiento del vínculo psicosexual más
primigenio en el niño, se supedita también la posibilidad del padre para ingresar
como actor en el complejo de Edipo y los alcances de las funciones que le son
propias. El padre se encontrará anulado o mancillado en su papel como coartador
si la madre no lo acepta como tal o se lo presenta así a su hijo, si ella no reconoce
su función asumiendo su autoridad y los límites a la satisfacción narcisista el niño
tampoco lo hará, pues como ya se ha mencionado él sólo conoce el mundo que su
madre le permite ver.
Es claro para Freud que el complejo de Edipo presenta una dinámica diferente
dependiendo del sexo del sujeto, es decir, que tanto el varón como la niña
deberán enfrentarse a conflictos y retos psíquicos específicos; Aunque al mismo
tiempo es enfático al sugerir que las vivencias edípicas iniciales son vividas de la
misma manera por sujetos de ambos sexos. Ello significa que la posición
preedípica de total dependencia y el sentimiento oceánico (de fusión),
característico de la relación del sujeto con su primer objeto sexual, se encuentra
presente tanto en el varón como en la niña; a este respecto siempre encontramos
que la madre se erige, en primera instancia, como objeto exclusivo de deseo y de
un amor dependiente, pues el sujeto (niño o niña) se satisface con la madre, tanto
en sus necesidades básicas como en el placer sexual.
75
Hace su aparición el padre, constituyéndose para ambos casos en un rival que
se interpone en la relación madre-hijo, frustrando la gratificación que cada uno de
ellos obtiene de la simbiosis. La evolución pretérita a este momento, coincide en el
niño y la niña, por ejemplo, en el estado de inmadurez inicial, en la erogenización
del propio cuerpo resultante del contacto con la madre, en la sexualidad polimorfa
propia de la existencia de múltiples zonas de privilegio erótico, y en la rivalidad con
un tercero que se antepone y limita la relación de exclusividad con la madre. A
partir de aquí, donde el reconocimiento de un triángulo relacional nos demarca la
entrada al complejo de Edipo, las vías por las que ha de trasegar el desarrollo
sexual y pulsional en el niño y en la niña serán divergentes entre sí.
[…] “la mujer llega a la situación edípica normal positiva luego de superar una
prehistoria gobernada por el complejo negativo. De hecho, en el curso de esa fase
el padre no es para la niña mucho más que un rival fastidioso, aunque la hostilidad
hacia él nunca alcanza la altura característica para el varoncito. Hace mucho que
hemos resignado toda expectativa de hallar un paralelismo uniforme entre el
desarrollo sexual masculino y el femenino”.17
17 FREUD, Sigmund. Sobre la sexualidad femenina. En: _________. Obras completas. Buenos
Aires: Amorrortu, 1931, V.21, p. 228.
76
femenino, y en la existencia de un único órgano genital que sustente la sexualidad,
no sólo durante el complejo de Edipo sino también durante la vida sexual adulta.
[…] “El caso es diverso para la niña pequeña. También la madre fue, por
cierto, su primer objeto; ¿cómo halla entonces el camino hasta el padre? ¿Cómo,
cuándo y por qué se desase de la madre? Hace tiempo hemos comprendido que
la tarea de resignar la zona genital originariamente rectora, el clítoris, por una
nueva, la vagina, complica el desarrollo de la sexualidad femenina. Ahora se nos
aparece una segunda mudanza de esa índole, el trueque del objeto-madre
originario por el padre, no menos característico y significativo para el desarrollo de
la mujer. No alcanzamos a discernir todavía de qué manera ambas tareas se
enlazan entre sí.”18
18 Ibíd., p. 227
77
objeto a lo largo de toda la vida. El advenimiento de la genitalidad implica una
metamorfosis en la forma de encontrar la gratificación pulsional y en la zona
erógena que la sustenta, sin embargo, para el niño el objeto signado con la
responsabilidad de gratificarle sexualmente será siempre el mismo de la fase
previa al complejo de Edipo y a la genitalidad, lo cambiará por uno nuevo, pero
con iguales características (femenino), únicamente cuando el complejo de
castración así lo imponga.
19 Ibíd., p. 230.
78
Por tanto, una sobrevaloración y una atención excesiva recaen en el órgano
de tan excelso e inédito potencial sexual, recientemente descubierto. El pene será
investido de una gran energía psíquica y los demás serán juzgados y
discriminados por el niño de acuerdo con la posesión o carencia de éste. Dentro
de la representación psíquica del niño, un ser de tan magna naturaleza como su
madre no puede menos que poseer un órgano como el suyo, aunque más valioso
y poderoso. Las vivencias del niño en la relación con su madre, hacen que ella sea
representada a la manera de un ser omnipotente e ideal, capaz de proveerle las
más gratificantes experiencias, de ahí que no pueda más que poseer un órgano
tan especial como el suyo.
79
ésta será recobrado, con toda su intensidad, para reforzar la amenaza de
castración20.
Como resultado, encontramos que el amor abnegado y puro del niño hacia su
madre deja de ser tal y se torna en ambivalencia. Por un lado, se conserva la
erotización hacia ella fruto de los cuidados y las atenciones brindadas
anteriormente, pero por otra parte, tiene lugar un sentimiento de desprecio y
rechazo debido a la afrenta narcisista recibida por su carencia de órgano. La
decepcionante y confusa realidad que embarga al niño, se convierte así en una de
las fuerzas motivadoras para fijar su atención en el padre.
20FREUD, Sigmund. Algunas consecuencias psíquicas de las diferencias anatómicas entre los
sexo. En: __________. Obras completas. Buenos Aires : Amorrortu, 1925. V.19
80
encontrará en su padre un fastidioso rival con quien es forzado a compartir el amor
materno, promoviéndose así los deseos de eliminarlo.
[…] “La relación del muchacho con el padre es, como nosotros decimos,
ambivalente. Junto al odio, que querría eliminar al padre como rival, ha estado
presente por lo común cierto grado de ternura. Ambas actitudes se conjugan en la
identificación-padre; uno querría estar en el lugar del padre porque lo admira (le
gustaría ser como él) y porque quiere eliminarlo.” […]21
En adición a esto, existe una condición propia del sujeto que promueve la
relación ambivalente hacia las figuras parentales, la bisexualidad infantil. Según
Freud, no es válido plantear la existencia de una sexualidad basada en el par de
oposición masculino y femenino en la etapa pregenital del desarrollo psicosexual,
debido a que el sujeto terminará organizado en alguna de esas posiciones una vez
haya atravesado el complejo de Edipo. En realidad, sería más plausible apelar a la
oposición entre pasivo y activo para denominar la naturaleza sexual del sujeto
antes del paso por dicho complejo.
21
FREUD, Sigmund. Dostoievsky y el parricidio. En: __________. Obras completas. Buenos Aires:
Amorrortu, (1928 [1927]), V.21, p. 181.
81
[…] Estamos habituados a usar «masculino» y «femenino» también como
cualidades anímicas, y de igual modo hemos trasferido el punto de vista de la
bisexualidad a la vida anímica. Decimos entonces que un ser humano, sea macho
o hembra, se comporta en este punto masculina y en otro femeninamente. Pero
pronto verán ustedes que lo hacemos por mera docilidad a la anatomía y a la
convención. No es posible dar ningún contenido nuevo a los conceptos de
masculino y femenino. Ese distingo no es psicológico; cuando ustedes dicen
«masculino», por regla general piensan en «activo», y en «pasivo» cuando dicen
«femenino» […]22
82
vividas por el sujeto desintegradamente. Freud advierte que la ocasión para el
advenimiento del complejo de Edipo normal se encuentra, precisamente, en la
confluencia de la catexis objetal primordial hacia la madre y la identificación con la
figura paterna23.
23FREUD, Sigmund. Psicología de las masas y análisis del Yo. En: __________. Obras completas.
Buenos Aires: Amorrortu, 1921, V.18.
83
Freud como propia del sujeto, y la relación ambivalente hacia las figuras
parentales, sustentada en la falta de madurez y organización psíquica, pasan a un
primer plano consideraciones adicionales que hacen viable el entendimiento de
una forma del complejo de Edipo más completa. Es ahora más completa y
compleja debido a que se considera la presencia de un proceso identificatorio y
erótico hacia cada una de las figuras parentales, es decir, hay una identificación y
una catexis de objeto concomitantes hacia ambos, padre y madre.
84
varoncito se comporta como tal y como una niña, y entonces realiza dos
identificaciones y dos investiduras de objeto. 24
24 FREUD, Sigmund. Sobre la versión castellana, donde Ello era Yo debo devenir: una lectura
posible de el Yo y el Ello. El sepultamiento del complejo de Edipo. Spi.
25FREUD, Sigmund. El Yo y el Ello. En: __________. Obras completas. Buenos Aires: Amorrortu,
V.19, 1923.
85
de forma que sean posibles los logros estructurantes del complejo de Edipo, a
saber, el reconocimiento de las figuras parentales como personas reales y no
como los sujetos de su fantasía (des-agresivización del padre/des-sexualización
de la madre), la integración de las representaciones objetales y del afecto hacia
ellas (superación de la ambivalencia), la consolidación de un único objeto sexual y
de un solo objeto de identificación, y la estructuración del Superyó. Logros que se
harán efectivos, en gran parte, por la llegada y asunción del complejo de
castración.
86
sofocación violenta del narcisismo que acompaña la reprensión parental del
onanismo26. De hecho encontramos, las más de las veces, una aversión cultural
expresada en las figuras cuidadoras, hacia las acciones autoeróticas que
acompañan al niño durante su acaecer sexual, él no conoce o es consciente de
los edictos culturales para la ganancia de placer, estos serán introyectados más
adelante junto a un sistema más vasto de referentes normativos (consciencia
moral). Así pues, no existe para el pequeño motivo alguno de vergüenza en el
placer procurado por su propio cuerpo; la masturbación, ahora centrada en la
genitalidad, se torna una forma de placer tan legítima como la succión alimenticia
del pecho materno o la retención y evacuación de los contenidos intestinales.
26FREUD, Sigmund. Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos.
En: __________. Obras completas. Buenos Aires: Amorrortu, 1925. V.19
87
ejemplo, de la falta de pene en ésta última toma la forma de una angustiante
amenaza para las posibilidades futuras de satisfacción genital, pues si ha ocurrido
con la madre, un destino no menos infausto puede esperar para sí mismo.
Cabe decir que la primera experiencia del sujeto frente a un genital distinto al
suyo no es por sí misma capaz de generar la angustia de castración que lo llevará
a la resolución del complejo de Edipo. Inicialmente, este descubrimiento suscita
poco interés para el pequeño niño, es como si no viera nada o desmiente lo que
llega hasta su sistema perceptivo, incluso puede concebir una razón plausible para
ello que no le lleve a sentirse considerablemente turbado27. No obstante, cuando
la amenaza de castración recaiga sobre él con toda su fuerza este recuerdo será
reactivado y resignificado, develando la condición inerme en que se encuentra
frente a la posible afrenta narcisística de la pérdida genital.
27 Ibíd.
88
vista de los genitales femeninos, impone la replasmación del complejo de Edipo,
produce la creación del superyó y así introduce todos los procesos que tienen por
meta la inserción del individuo en la comunidad de cultura 28[…]
28 FREUD, Sigmund. Sobre la sexualidad femenina. En: __________. Obras Completas, Buenos
Aires: Amorrortuo, 1931, vol. 21, p. 231.
89
igual sexo prevalece la hostilidad. No tropezamos con ninguna dificultad para
deducir este resultado en el caso del varoncito. La madre fue su primer objeto de
amor; luego, con el refuerzo de sus aspiraciones enamoradas, lo sigue siendo, y a
raíz de la intelección más profunda del vínculo entre la madre y el padre, este
último no puede menos que devenir un rival. El caso es diverso para la niña
pequeña. También la madre fue, por cierto, su primer objeto; ¿cómo halla
entonces el camino hasta el padre? ¿Cómo, cuándo y por qué se desase de la
madre?”29 […]
“En primer lugar, es innegable que la bisexualidad, que según nuestra tesis es
parte de la disposición {constitucional} de los seres humanos, resalta con mucho
mayor nitidez en la mujer que en el varón. En efecto, éste tiene sólo una zona
genésica rectora, un órgano genésico, mientras que la mujer posee dos de ellos:
la vagina, propiamente femenina, y el clítoris, análogo al miembro viril” […] 30
29 Ibíd., p. 227.
30 Ibíd., p.229.
90
psíquicos, entre el niño y la niña, más bien la definición del objeto sexual, la
identidad de género y las características de las metas pulsionales serán logros
derivados de la situación edípica y del complejo de castración. Por consiguiente, la
niña, en términos de su organización sexual, está más cerca de ser un varón
dispuesto bisexualmente que un sujeto caracterizado como femenino. La niña
pequeña es señalada con tal condición debido a que su elección de objeto inicial
es la madre y despliega hacia ella los mismos intereses eróticos, de exclusividad y
dependencia que el niño. Sumada a esta primera investidura de objeto
homosexual, encontramos que las tendencias pulsionales de la niña están
concentradas en un órgano equiparable al pene del varón, el clítoris.
Tanto para la niña como para el varón, la madre es erigida el primer objeto de
amor, debido al influjo con el que ésta opera en la supervivencia y en la
satisfacción de necesidades de su hijo/a. la diferencia fundamental consiste en
91
que el varón conservará la naturaleza de tal relación hasta que puede hallar un
objeto sustituto similar o derivado de ella. Por el contrario, la niña al término del
complejo de Edipo debe encontrar un objeto de amor completamente nuevo,
correspondiente al varón-padre, para llegar a la consecución de una sexualidad
heterosexual y con el despliegue de unos fines sexuales propios de la feminidad.
La pregunta que tendría lugar en este punto está referida a los mecanismos y
vías por las que ocurren cambios de tanta importancia para el desarrollo
psicosexual de la niña, a través de los cuales pasará de ser un niño de disposición
bisexual (Edipo negativo) al despliegue de su feminidad propiamente dicha (Edipo
positivo).
92
un momento de primacía genital, es decir, una sobrevaloración de los genitales
como fuente del placer sexual. En la fantasía de la niña, ella se encuentra en una
posición equivalente a la del varón, no percibe inicialmente diferencia alguna entre
su condición sexual y la del varón, asume su clítoris como un pene, y de hecho
cumple para ella las mismas funciones gratificadoras.
Más adelante, el encuentro inexorable con los genitales del sexo opuesto
confrontará a la niña con la naturaleza de su sexualidad. Surge un sentimiento de
desventaja e inferioridad con respecto al varón, debido a que opera la consigna de
correspondencia entre la longitud o tamaño del órgano y el monto de satisfacción
capaz de conferir, lo que resulta perturbador para la niña teniendo encuentra la
limitada extensión de su clítoris, pues su valoración se supedita a la contrastación
con el varón. La ruptura de la ligazón-madre se ve impulsada por estos
acontecimientos, ya que para la niña no queda más que la atribución de su
desventajosa condición a la mujer que le dio el sexo, haciéndola a semejanza
suya.
93
sentirse en falta la lleva a un constante sentimiento de inferioridad y menosprecio
por el órgano cercenado de la mujer31.
[…] “podría ser la afrenta narcisista enlazada con la envidia del pene, el aviso
de que a pesar de todo no puede habérselas en este punto con el varón y sería
mejor abandonar la competencia con él. De esa manera, el conocimiento de la
diferencia anatómica entre los sexos esfuerza a la niña pequeña a apartarse de la
masculinidad y del onanismo masculino, y a encaminarse por nuevas vías que
llevan al despliegue de la feminidad32.” […]
31FREUD, Sigmund. Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos,
En: __________. Obras completas. Buenos Aires : Amorrortu, 1925. V.19.
32 Ibíd., p. 274.
94
2. La declinación del clítoris como zona genital regente, y el posicionamiento de
la vagina como centro erógeno del comercio sexual.
Uno de los hechos que reviste mayor relevancia, en claro contraste con el
devenir edípico del varón, es el papel que cumple la amenaza de castración; se
observa así, que ésta es el motivo por el cual el niño desiste en sus empeños
eróticos hacia la madre, identificándose y asumiendo al mismo tiempo la ley
paterna. Por el contrario, el complejo de Edipo en la mujer tiene su inicio con la
amenaza de castración, que en realidad no es una amenaza sino un hecho
consumado; se hace visible la forma en que la confrontación con los genitales del
33 Ibíd.
95
sexo opuesto y la coerción parental de la masturbación clitoridiana provocan el
posicionamiento del objeto-padre y llevan a las tendencias pulsionales propias de
la sexualidad femenina adulta.
34 Ibíd., p. 275.
96
Por otro lado, para la niña el papel de la represión se torna diferente, puesto
que no ocurre el mismo temor que en el niño ante la castración. Ciertamente, la
posición de la niña frente a la castración dista mucho de parecerse a la del varón,
pues en ella no hay temor a la pérdida, desde el inicio de su complejo de Edipo ya
se ha enfrentado a la peor de todas.
35 Ibíd., p. 276.
97
5.2.4 Consideraciones: Hasta ahora hemos logrado llevar a buen término dos
etapas de nuestro recorrido académico por la obra freudiana. En un primer
momento, hemos pasado por la observación de nuestro objeto de investigación,
contextualizándolo cronológicamente y tratando, a su vez, de dilucidar su origen,
evolución e injerencia dentro del modelo de organización psíquica freudiano. En el
segundo momento, construimos una ilación conceptual y lógica del proceso
edípico descrito por Freud, respetando aún el principio de neutralidad al cual nos
impele nuestro marco metodológico, hemos tratado de lograr un nivel de lectura
más profundo reorganizando los conceptos freudianos para engendrar una
comprensión nueva y más detallada. Sentado esto, nos abocamos ahora al tercer
paso, correspondiente al momento de concluir; es aquí donde habrán de hacer su
aparición las categorías de análisis susceptibles de comparar y contrastar con los
postulados edípico de Melanie Klein.
98
durante el resto de la vida; es asimismo el objeto llamado a despertar la
sexualidad durante la época de la pubertad, donde la madurez física de los
órganos sexuales dará término al desarrollo genital, poniéndolos al servicio de la
reproducción.
99
saber, la confrontación con los genitales del sexo opuesto, pero operando e
influyendo de manera diferente. La niña entra en el auténtico complejo edípico
luego de pasar por el complejo de castración, pues las múltiples frustraciones y
decepciones que en ella genera la abocan al abandono de una posición sexual
masculina, sustentada en el placer clitorideo y en un objeto homosexual (madre).
Luego de ello, la niña podrá entrar a la situación edípica que naturalmente le
corresponde, es decir, amando a su padre, de quien espera engendra un hijo, y
rivalizando con la madre.
100
6. MELANIE KLEIN
101
Estadios tempranos del conflicto edípico36, y será nuestra principal fuente de
información y estudio, pues satisface ampliamente nuestro interés investigativo.
Ahora bien, al hacer una primera lectura de dicho texto notamos que la
situación no es tan simple como inicialmente se hacía ver, no obstante, el hecho
de contar con un texto compilatorio de la comprensión kleiniana del proceso
edípico, es cierto que existe una complejidad y grandeza en esta teoría que nos
plantea un reto investigativo mayor. En realidad, basta una simple lectura rápida
para quedar apabullados frente a la grandeza de las concepciones kleinianas,
siendo tal el grado de elaboración presente en sus escritos que sus argumentos
alcanzan el mismo grado de depuración y profundidad que el de cualquier
psicoanalista de la época. Así las cosas, una comprensión acabada del complejo
edípico kleiniano requiere mucho más que la lectura del texto antedicho, exige
además la revisión de una serie de ideas pertenecientes a múltiples núcleos
conceptuales y que han sido expresados con fines argumentativos diferentes, pero
que de igual manera son imprescindibles para comprender la lógica de la teoría
kleiniana. Con base en esto, habrá momentos en los que será necesario traspasar
los linderos de la lectura propuesta, pues en los planteamientos kleinianos el
complejo de Edipo se asocia con una gran cantidad de procesos y estratos de la
vida psíquica, que requieren al mismo tiempo ser identificados y comprendidos de
manera independiente. Lo anterior queda ejemplificado con el asunto de la
organización psíquica, pues en base a éstas se define la naturaleza de la agresión
y la angustia, punto clave para el entendimiento de la conflictiva edípica y del cual
Melanie Klein se ocupa en escritos diferentes al que hemos elegido como fuente
de estudio.
36 KLEIN, Melanie. Estadios tempranos del conflicto edípico. En: Psicoanálisis del desarrollo
temprano, contribuciones al psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós, 1986.
102
Trasegar fuera de los límites de la lectura inicialmente sugerida implica,
además de recurrir a otros escritos kleinianos, buscar referencia en autores
distintos. En concreto, será necesario apelar a los conocimientos y experiencia,
respecto a la teoría kleiniana, de autores como los esposos Bleichmmar y Paula
Heinman; y aunque esto pueda ser visto como un acto ilícito dentro de los edictos
de la lectura intratextual, lo cierto es que serán tenidos en cuenta de la manera
más restrictiva posible, sólo como una fuente de ayuda para contextualizar, dentro
de un mapa teórico tan amplio, la comprensión kleiniana del discurrir edípico.
103
encontramos se orientan, justifican y contextualizan en la lógica del
esclarecimiento edípico, evitando así la excesiva argumentación de asuntos
relacionados. Entonces podemos afirmar que al texto no le sobra nada, y al mismo
tiempo pocas cosas le faltan, pues es tanta la claridad conceptual que observamos
en Melanie Klein, que simplemente se permite trascender los límites de su
esquema de objetivos primarios cuando es necesario y forma parte de una bien
definida intencionalidad argumentativa.
Uno de los puntos más especiales que notamos poco tiempo después de
ponernos frente a este texto, se relaciona con la naturaleza temprana que asigna a
cada pieza importante de su propuesta. Entre los primeros grandes asertos
orientados hacia el esclarecimiento del complejo edípico, nos topamos con
expresiones que pretenden justificar un origen primigenio para algunos de los
conflictos más álgidos del desarrollo; basta decir que, según ella, la trama del
Edipo comienza a gestarse hacia finales del primer año de vida, una época
coincidente con la frustración del destete, y siendo la cuota inicial para la ulterior
influencia de las frustraciones anales y genitales. Es así como observamos unas
tendencias generales de la propuesta kleiniana, que desde un comienzo permean
e influyen sobre su teoría edípica. Es de agradecer que Melanie Klein
contextualice desde el principio los límites temporales del complejo edípico, pues
ofrece bases bastante claras para iniciar un proceso de lectura, exploración y
comprensión.
Más especial aún que el apartado anterior, resulta ser la organización temática
que encontramos al observar más profundamente el texto. Decimos que se
percibe al llegar a un nivel más profundo de análisis, puesto que tal ordenamiento
no se hace explícito a través de subdivisiones temáticas, por el contrario, sólo es
perceptible al diseccionar el texto y compendiar la información en un formato más
manejable, por ejemplo, en fichas bibliográficas o de lectura. Notamos así que, en
104
primera instancia, Melanie Klein trata de familiarizarnos con la esencia de su
propuesta teórica y de contextualizarnos en su lectura de los fenómenos edípicos,
esto es llevado a buen término expresando, antes de cualquier otra cosa, el
carácter prematuro de los momentos psíquicos más importantes para la vida de
cualquier sujeto, incluyendo el complejo de Edipo; sin importar la unidad de
análisis en que queramos basar un estudio de la obra kleiniana, es de una
importancia vital saber que la mayor parte de los procesos decisivos en la
organización psíquica ocurren durante los dos primeros años de vida, y es
precisamente a dichos procesos que alude el contenido de las primeras páginas
del texto, describiendo, por ejemplo, los rasgos propios de la pulsión y la angustia,
el origen de la estructura yoica y superyoica, la evolución del vínculo primordial y
las fases del desarrollo psíquico. De modo tal que se completa un conjunto de
referentes conceptuales que deja clara la particularidad y la intencionalidad de su
obra, y muestra, en términos generales, los asuntos que ganarán relevancia para
una comprensión cabal del acontecer edípico.
105
de Edipo, mostrándonos la articulación existente entre los estratos de la vida
psíquica mencionados anteriormente y la dinámica edípica. Inicialmente, fueron
planteadas circunstancias pertenecientes al mundo de lo preedípico, entre las que
se pueden contar las fases oral y anal de la sexualidad y la vinculación a través de
los fines de incorporación, luego en un segundo momento Melanie Klein nos
muestra la forma en que el sujeto evoluciona en los mismos aspectos y las
consecuencias psíquicas que ello comporta; tanto las fuentes erógenas como el
objeto y los fines pulsionales (centrados en la figura materna y en el modelo de
incorporación oral) deberán sufrir una transformación antes del advenimiento
edípico, poniéndose en operación los mecanismos psíquicos propios de cada
sexo, el varón deberá entonces cambiar sus fines pulsionales y su zona erógena,
es decir, centrarse en el placer genital y en los fines de penetración, aunque
conservando para ello el objeto (la madre); mientras tanto, la niña deberá mudar
su zona erógena y su objeto pero conservando sus fines pulsionales, es decir,
debe dejar de amar a la madre y centrar su libido en el padre, pero vinculándose a
través del placer vaginal, cuya meta se remonta a la etapa oral y está centrada en
la incorporación.
106
Melanie Klein reconoce, como parte de una multiplicidad de inflexiones en el
proceso de organización, la existencia de momentos psíquicamente semejantes y
dispares entre el varón y la niña, siendo los conflictos propios del complejo edípico
los promotores principales de la diferencia en el rumbo que cada uno de ellos
tome y en la expresión final de una sexualidad congruente con su anatomía y su
género. De acuerdo con Melanie Klein, existe una fase femenina en el desarrollo
de todo sujeto en la cual no es posible hacer distingos psíquicos entre el varón y la
niña, puesto que en ambos son protagonistas las tendencias de incorporación y
apropiación que nacen en la etapa oral, existiendo además un deseo de órgano
especial dirigido hacia las funciones sexo-reproductivas del cuerpo femenino
(madre). Aunque es poco pertinente desvelar más detalles acerca de estos
sucesos, pues será algo que nos ocupará más adelante, es conveniente decir que
una vez el texto nos ha dado a conocer este asunto sus empeños estarán
orientados a esclarecer los mecanismos por los cuales el niño se hace hombre y la
niña se hace mujer, en el sentido psicológico.
Una vez han sido delimitadas las intenciones argumentativas del texto, es
decir, discriminar la naturaleza edípica en los sujetos de ambos sexos, veremos
cómo Melanie Klein nos describe una multiplicidad de vivencias humanas, en su
mayoría conflictivas, a partir de las cuales se explican los grandes logros de la
organización psico-sexual infantil. Pocas preguntas no resueltas nos deja la teoría
keniana, pues dentro de este escrito se satisfacen, en un alto grado, todo nuestro
apetito intelectual por el complejo de Edipo; En adición, encontramos bastante
gratificante el hecho de que Melanie Klein se ocupe en un sólo escrito de los
asuntos más álgidos del desarrollo psíquico humano en las teorías orientadas
psicoanalíticamente, a saber, el complejo de castración, el superyó, la
identificación y la sexuación, entre otros. Más detalles a este respecto serán dados
a conocer en el paso subsiguiente de nuestra lectura.
107
6.2 ANÁLISIS DEL DISCURSO, MELANIE KLEIN
108
el trabajo clínico con los niños. Por tanto, Klein se convierte en uno de los
personajes más llamativos a la hora de auscultar en busca de descripciones
acerca del complejo de Edipo, ya que es reconocida por tratar de explicar el vasto
mundo de experiencias psíquicas infantiles.
[…] “Klein comenzó trabajando en análisis con los niños; inició una práctica
original al introducir la técnica del juego infantil para tener acceso a los conflictos y
fantasías de una manera más directa y fácil que la comunicación verbal.” […]38
38 Ibíd., p. 94.
109
al complejo de Edipo como son la formación del Yo y el Superyó, la identificación,
la integración de los objetos y la declinación de las tendencias narcisistas
primitivas para conservar indemnes los objetos parentales. A todas luces,
encontramos que estas inclinaciones están lejos de ser caprichosas o arbitrarias,
por el contrario, se muestran plenamente congruentes con el principal foco de
interés de los estudios kleinianos: los fenómenos psíquicos de las fases
pregenitales.
En concordancia, uno de los asuntos que con más rapidez salta a la vista es el
hecho de que la lógica kleiniana propone una independencia entre el surgimiento
del complejo de Edipo y la primacía genital, indicando así que el posicionamiento
de los genitales como zona erógena regente no determina el ingreso en el
complejo edípico, y aunque sí tiene insidia en la aparición de ciertos conflictos, lo
cierto es que no se trata de una condición indispensable para que este complejo
empiece a ser operativo.
110
De acuerdo con Melanie Klein, existen mecanismos intrínsecos al sujeto que
se ponen en juego, con los objetos del mundo externo, desde el momento mismo
del nacimiento, y que propulsan el desarrollo psíquico a través de sus diferentes
momentos. Para Melanie Klein la estructura de la mente se conforma de objetos
internos, con relación a los cuales el sujeto despliega sus tendencias pulsionales
(eróticas y agresivas). De tal forma que el conflicto mental que propulsa el
desarrollo se caracteriza por la lucha entre los sentimientos de amor y odio,
tomando como escenario la relación con los objetos internos.
39 Ibíd.
111
”Frecuentemente me he referido a que el complejo de Edipo comienza a
actuar más temprano de lo que se supone...Llegué a la conclusión de que las
tendencias edípicas son liberadas a consecuencia de la frustración que el niño
experimenta con el destete, y que hacen su aparición al final del primer año de
vida y principios del segundo; son reforzados por las frustraciones anales sufridas
durante el aprendizaje de hábitos higiénicos. La siguiente influencia determinante
en los procesos mentales es la diferencia anatómica entre los sexos.”40
112
“Melanie Klein, está interesada en estudiar los periodos preedípicos del
desarrollo mental, cambia bien pronto el concepto de fases libidinales al afirmar
que en los niños pequeños observa una mezcla de pulsiones orales, anales y
genitales que se superponen desde las primeras relaciones con el objeto.”41
[…] “la angustia existe desde el comienzo de la vida, es el motor esencial que
pone en marcha el desarrollo psíquico y al mismo tiempo es el origen de toda
patología mental […]42
113
envidia, pues aparte de ser mecanismos psíquicos circunscritos a la pulsión de
muerte y responsables por la generación de la angustia, también se constituyen
como dos pilares fundamentales en la teoría kleiniana.
Dicho esto, es importante clarificar que Melanie Klein hace preponderar las
tendencias agresivas o impulsos sádicos inherentes a todo sujeto dirigidos hacia el
objeto (esencialmente hacia la madre). Y a pesar de restar importancia a las fases
libidinales de Freud, sí reconoce la existencia de ciertas inclinaciones en la
corriente sádica de la pulsión (pulsión de muerte) dependientes de una zona
erógena específica y del apuntalamiento en necesidades orgánicas; por tal motivo
es común encontrar en ella alusiones a tendencias sádico-orales y sádico-análes.
114
[…] “Mi hipótesis es que el niño tiene un conocimiento innato inconsciente de
la existencia de la madre… y este conocimiento instintivo es la base de la primera
relación del bebé con la madre” 43
115
por parte del objeto. Aquí es donde precisamente surge la angustia, del temor a
las consecuencias del despliegue sádico (agresivo) emprendido contra el objeto,
expresándose en fantasías de ser envenenado, devorado o aniquilado por el
mismo.
116
una angustia profunda. En los momentos iniciales del proceso de organización
psíquica el poder de la angustia y la agresión es tal que, en aras de su
autoprotección, el sujeto se ve compelido a la utilización de mecanismos
defensivos, la proyección, la disociación, la idealización, la identificación
proyectiva y la reparación. Melanie Klein propone la existencia de dos posiciones
(concepto considerado más dinámico que el de etapa) en la organización psíquica
de la infancia temprana: la posición esquizoparanoide y la posición depresiva, las
cuales comportan características particulares entorno a la naturaleza de la
ansiedad, el conflicto psíquico libido-destrucción, las relaciones de objeto y los
mecanismos defensivos imperantes. Por supuesto, el complejo de Edipo deberá
ser ubicado en algún punto de estas dos posiciones
Posición esquizoparanoide
Angustia persecutoria, correspondiente al temor sentido por el Yo de ser
atacado por el objeto.
Relación de objeto parcial, existen dos objetos separados e independientes: un
pecho materno idealizado y un pecho materno persecutorio.
Mecanismos de defensa intensos y omnipotentes; utilizados por el Yo como
protección ante la angustia persecutoria.
Posición Depresiva
Ansiedad depresiva; sentimientos de culpa y temor por el daño ocasionado al
objeto amado con los impulsos sádicos.
Relación con un objeto total; hay aumento en los niveles de integración, dando
como resultado un vínculo entre el Yo y la madre, tanto en sus aspectos
buenos como malos.
117
La reparación pasa a ser el mecanismo de defensa principal; las necesidades y
el bienestar del objeto (tanto interno como externo) son más importantes que
los intereses narcisistas.44
118
Es importante resaltar que, según las ideas kleinianas, existe un acervo de
elementos psíquicos que sustentan la aparición temprana de conflictos de gran
calibre, incluyendo la nombrada triangulación. Tal es el caso del Yo y los
mecanismos defensivos que le son propios.
Los primeros momentos del desarrollo son muy similares en todo sujeto, sin
importar su sexo (hombre o mujer), las necesidades y condiciones primordiales
son, en esencia, iguales. Existe pues un organismo frágil (en el plano físico y
45 Ibid., p.114
119
psíquico) y absolutamente dependiente de otro para sobrevivir; esto se traslada a
la relación con la madre, con quien hay un estado de dependencia máxima
(debido a la inmadurez del Yo) y unas tendencias innatas (conocimiento
inconsciente) hacía la vinculación afectiva. El niño se satisface en sus
necesidades básicas por medio del objeto materno, correspondiente en primera
medida al pecho; tales experiencias de gratificación tienen el poder de llamar a la
acción uno de los mecanismos primordiales del aparato psíquico, la fantasía
inconsciente. En este punto, los parcos recursos psíquicos del sujeto hacen que la
percepción real de los objetos y del propio Yo sea bastante sesgada, por lo cual la
fantasía tiene un mayor florecimiento y protagonismo.
120
que sentirse atacado y perseguido (angustia persecutoria), percibiendo que existe
algo malo dentro de sí.46
121
se aboca hacia los fines de recepción (relacionados con lo oral), pero muy pronto
también lo hará hacia los fines de posesión (relacionados con lo anal).
122
da por sentada desde el comienzo de la vida, más bien, se requiere de ciertos
sucesos previos para llegar a ella.
De acuerdo con Melanie Klein, existe un periodo más antiguo, valido tanto
para el niño como para la niña, que antecede la consolidación de un sujeto
psíquicamente masculino o femenino. Recibe el nombre de fase femenina, pues
durante su curso la sexualidad de todo sujeto se inscribe en los fines receptivos y
de incorporación, a lo que ha de aunarse la identificación primordial con el objeto
materno.
47 KLEIN, Melanie. Estadios tempranos del conflicto edípico. En: Psicoanálisis del desarrollo
temprano: contribuciones al psicoanálisis, Buenos Aires: Paidós, 1986.
123
más injerencia de su órgano genital; al mismo tiempo, las tendencias pulsionales
destructivas se ponen en operación a través de los impulsos sádico-orales y
sádico-anales, oponiéndose de plano a la corriente erótica de la pulsión. Es aquí
donde se hace más claro el mencionado conflicto amor-odio hacia el objeto, y
donde también es viable situar un inicio aproximado del complejo de Edipo en el
varón.
* Se dice que la envidia es la forma más insidiosa de agresión, debido a que se dirige contra los
aspectos buenos del objeto y no contra los malos. El hecho de tratar de acabar con lo bueno del
objeto, simplemente por no tenerlo en sí mismo, terminará también por empobrecer los aspectos
buenos del Yo. Más detalles en: Klein, Melanie (1984). Envidia y gratitud: emociones basicas del
hombre. Paidos Argentina.
124
[…] “las tendencias a robar y destruir están en relación con los órganos de la
concepción, el embarazo y el parto, que el niño piensa existen en la madre y
además con la vagina y los pechos, fuente de la leche, que son codiciados como
órganos de receptividad y abundancia desde la época en que la fase libidinosa es
puramente oral”. 48
De manera paralela al anhelo por las cualidades del objeto materno, aparece
algo que podría ser nombrado como la primera relación afectiva triangular. Se
presenta en el niño un deseo dual hacia los bebés que supone existen en el
cuerpo de su madre. Por una parte, pretende tenerlos para él, robándolos y
arrancándoselos a ella; aunque de otro lado, estos mismos bebes son en cierta
medida reconocidos como un segundo objeto que amenaza con un posible
desplazamiento del lugar ocupado con respecto a su madre, surgen así los celos,
sentimiento típico de un conflicto edípico entre tres actores (triangular). De aquí
surgen motivaciones adicionales para atacar el cuerpo donde reside tal amenaza.
48 KLEIN, Melanie.Estadios tempranos del conflicto edípico. En: Psicoanálisis del desarrollo
temprano: contribuciones al psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós, 1986.
125
En adición, la idea de la triangulación edípica temprana se apoya también en
el conocimiento que existe del objeto paterno. Claro está, el exiguo sentido de
realidad del sujeto sólo le permite verlo de una manera muy distorsionada (por la
naturaleza de sus fantasías inconscientes), es más, lo percibe dentro del cuerpo
de la madre o fusionado con ella, pero en definitiva, conoce de él*.
Se hace notoria también la existencia de deseos, por parte del niño, hacia esa
primera representación de la figura paterna. Se expresa aquí el componente
homosexual de la bisexualidad, a la que para entonces se ciñe el sujeto. Tales
deseos inician en la época pregenital y se hacen extensivos al periodo genital,
existe un interés por succionar, tragar, incorporar por vía oral y anal el pene del
padre, en lo que se presenta como una homologación de los fines receptivos
pretéritamente desplegados hacia la madre. No obstante, existe una versión de los
deseos hacia el padre más activa y apuntalada en la genitalidad, donde se
fantasea con la penetración de su propio pene en el cuerpo de éste, incluyendo su
boca, ano y genital49. Asimismo, la evolución de tales despliegues eróticos lleva al
niño más adelante a desear concebir un hijo del padre, una idea que apoya
vívidamente el concepto de una fase femenina del varón.
* Un ejemplo claro subyace en las siguientes aserciones: “En el Edipo de los primeros meses de
vida las fantasías del niño sobre el coito de los padres se construyen con los objetos parciales.
No son los padres, como objetos totales, los que constituyen la escena primaria, tal como sucede
en la teoría freudiana. Para Klein la escena primaria transcurre, en la fantasía del niño, dentro del
cuerpo de la madre; el bebé ubica el pene del padre dentro del cuerpo materno”. Parte de:
Bleichmmar, Norberto. Leibermann, Celia. (1997). El psicoanálisis después de Freud. Cap. V.
pag. 108.
126
desarrollo psíquico, tanto es así, que sus inicios pueden rastrearse hasta la
primera relación con el objeto materno. Sumado al temor por el castigo (Superyó
primitivo) que viene después del ataque al cuerpo de la madre, existe una angustia
a la mutilación o desmembramiento del propio cuerpo, significado último de la
castración50. La madre es asumida como un objeto castrante, pues cercena y
mutila el cuerpo del niño mediante la manipulación de las heces; éstas tienen un
valor erótico y son consideradas por el niño como una parte preciada de su cuerpo
(homologada a los bebés que desea concebir), y no puede más que sentirse vacío
y mutilado cuando su madre lo despoja de ellas mediante los actos de asepsia.
Ocurre entonces, que el objeto materno es el primero en perpetrar una suerte de
castración contra el niño, pues le quita una parte de sí mismo de gran importancia
erótica.
127
“Este temor a la madre es tan abrumador que está unido a él un intenso temor
a ser castrado por el padre. Las tendencias destructivas cuyo objeto es el vientre
están también dirigidas con toda su intensidad sádica oral y anal contra el pene
del padre, que se supone situado allí. Es en este pene que se centra en esta fase
el temor a la castración por el padre. De este modo la fase femenina se
caracteriza por la ansiedad, en relación con el vientre de la madre y el pene del
padre, ansiedad que somete al niño a la tiranía de un superyó que devora,
desmembra y castra, y que está formado por la imagen del padre y la madre.”51
51 Ibíd., p. 44.
128
placer sexual, sino también el miedo de perder los medios de expresar amor,
impulsos creativos y reparadores.” […]52
52 HEINMANN, Paula. Nuevas direcciones en psicoanálisis, Buenos Aires: Paidós, 1972.p. 46.
129
genital materno, apto para la recepción, desencadena la falla de la madre para
continuar siendo el objeto identificatorio del varón. En vista de tales circunstancias,
no queda otro camino que recurrir al padre, para ver que se puede encontrar en
él*. El padre tiene un importantísimo papel dentro del desarrollo del varón, no
precisamente por coaccionarle en sus impulsos sexuales exhortándolo a la
renuncia y a la represión, sino más bien, por permitirle organizar muchos asuntos
psíquicos conflictivos que proviene del vínculo con el objeto primordial.
Uno de los conflictos capitales a esta altura del desarrollo se relaciona con la
lucha entre la pregenitalidad y la genitalidad, lo que implica fluctuar entre ambas
posiciones en un movimiento de avance y retroceso. Las múltiples frustraciones, la
angustia de castración materna y su falla como objeto de identificación para el
varón, estimulan la marcha hacia la genitalidad, donde se descubre la verdadera
naturaleza de su órgano genital (penetración) y aparece más claramente la función
del padre.
130
Melanie Klein lo reconoce en las siguientes palabras:
53 KLEIN, Melanie. Estadios tempranos del conflicto edípico, Op. Cit., p.48
131
ahora en plena congruencia con la naturaleza de su pene y avalados por el
sentido de masculinidad procedente de la identificación paterna.
Dicho esto, no cabe más que preguntarse por el lugar que ocupará el objeto
materno una vez han sido resueltos tales conflictos. Es una pregunta que de
nuevo nos lleva a resaltar el gran valor de la función paterna; la función
organizadora e integradora del padre sobre los conflictos psíquicos hace que éstos
no sean tan lesivos para la relación con la madre, permitiéndole conservarse como
objeto primitivo de amor, el cual ha de mantenerse a lo largo la vida. Lo cierto es
que la madre habrá de permanecer en su lugar como objeto de amor, tal como lo
ha sido desde el inicio, sólo que ahora permitirá que el sujeto despliegue sus
impulsos libidinales en un vínculo más sano, libre de la ambivalencia que surgía
con motivo de las fallas identificatorias.
“El niño al sentirse impelido a abandonar la posición oral y anal por la genital,
pasa a los fines de penetración asociados con la posesión del pene. Así cambia,
132
no sólo su posición libidinosa, sino también su fin, y esto le permite retener su
primitivo objeto de amor”. […]54
54 Ibíd., 37 -38.
55 HEINMANN, Paula.Nuevas direcciones en psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós, 1972.p. 47
133
plantear límites exactos, es lícito en este caso situar un umbral aproximado de
diferenciación psíquica entre los sexos que coincide con las frustraciones
maternas primordiales asociadas al destete y los hábitos de higiene, y las
tendencias hacia la primacía genital, las cuales llevan hacia el conflicto
pregenitalidad-genitalidad.
134
búsqueda de la segunda figura parental, es decir, para el logro de la verdadera
triangulación edípica.
135
relaciona con el placer masturbatorio y la fantasía de poseer un pene externo,
mientras que la vagina se encuentra vinculada con un placer propiamente
femenino, asociado con la posesión e incorporación del pene en el propio cuerpo
con el fin de concebir un niño.
56 Ibíd.
136
manera, al alejamiento de la madre y al aumento en los impulsos agresivos hacia
ella.
Ante tal afrenta perpetrada por la madre, la niña sólo puede experimentar los
más profundos sentimientos de envidia y celos, acrecentando así las motivaciones
para la hostilidad hacia ella. Los celos son el significado de las intensiones de
desplazar y ponerse en el lugar de la madre, logrando así el acceso al pene del
padre y a los bebés que gracias a él es viable engendrar; por otro lado, la envidia
expresa una mayor sevicia en la relación con la madre, pues al no poder
apropiarse de los rasgos deseables del objeto no queda más opción que arremeter
contra ellos, destruyéndolos en la fantasía, sin importar que al mismo tiempo los
pierda para sí misma.
137
expectativas. La envidia y los celos, estimulantes de los ataques sádicos contra el
cuerpo de la madre, originan en la niña el temor por su propia integridad física,
pues se espera una retaliación, por parte del objeto, semejante en proporciones a
la agresión desplegada. Presiente así, que su genital ha de ser mutilado,
envenenado, ensuciado y aniquilado, con el subsecuente robo de su propio pene
interno y niños, tal como ella lo ha hecho fantasiosamente con su madre. 57
El hecho de tener un órgano genital real al cual trasladar los nuevos intereses
sexuales, ayuda al niño a superar el estrago de la frustración de la fase femenina.
Sin embargo, el panorama es bastante disímil para la pequeña niña, pues su
clítoris, órgano en el que se sustentarían los impulsos sexuales de corte
57 Ibíd.
138
masculino, difiere bastante del pene masculino. El fracaso en la satisfacción
sexual femenina lleva a la niña, tal como ocurre con el varón, a desarrollar un
falismo secundario; los intereses sexuales primitivos en la mujer están inicialmente
sustentados en el deseo femenino de incorporar el pene paterno y engendrar
bebés, mientras que la búsqueda fálica aparece como un fenómeno reactivo o
secundario a la frustración e insatisfacción del deseo propiamente femenino.
[…] “En las niñas, sin embargo, la masturbación no proporciona una descarga
tan adecuada para esos montos de excitación como proporciona en los niños. De
ahí que la falta acumulada de gratificaciones proporciona otro motivo para que
existan más complicaciones y disturbios en el desarrollo sexual femenino.” […]58
139
A expensas de todas estas vicisitudes sexuales, la niña desarrolla una envidia
fálica (de pene). Melanie Klein considera acertado el planteamiento de una envidia
fálica en la niña, y nos lo expone como un fenómeno secundario al fracaso de
unas tentativas de organización femenina iniciales. Desde un principio existió en la
niña un reconocimiento y un interés por el pene paterno, durante la fase femenina
se lo quería incorporar en el propio cuerpo y utilizarlo para obtener los bebés que
éste es capaz de engendrar, sin embargo, aquí la representación y las intensiones
respecto a tal órgano paterno cambian en su naturaleza. De ser aquel medio que
complementa satisfaciendo unos deseos netamente femeninos (de incorporación),
pasa ahora a verse como un órgano al que se desea igualar en lo referente a la
satisfacción que puede proveer como sujeto masculino.
140
llevan a una especie de callejón sin salida, ya que en lugar de amortiguar el
impacto vivido con su ser femenino, termina valorando y albergando esperanzas
fallidas de satisfacción en un órgano o condición ajena. Esto es lo que podríamos
entender, desde la perspectiva kleiniana como envidia fálica de la mujer, algo que
ella misma reconoce como inacabado dentro de la teoría psicoanalítica, pero de
enorme importancia para el desarrollo psíquico.
[…] “Mi opinión es que la envidia de pene es una compleja trama de la que
sólo ciertos hilos han sido generalmente reconocidos.”59
141
reproches por concebirla como un ser incompleto e incapaz de rivalizar en su
anatomía sexual con el padre o con hermanos, en caso de haberlos.
60 Ibíd.
142
reconocer también la existencia, poco marcada, de una rivalidad (por la posesión
del pene).
143
su lugar aparece la culpa y el temor por la conservación intacta de los objetos
(frente a los cuales se siente dependiente), de ahí que surja la reparación como
mecanismo defensivo. Es un proceso madurativo en el cual los mecanismos de
defensa (ante la angustia) dejan de ser omnipotentes, enfocándose más bien en la
reparación y protección de los objetos.
Si se quiere hablar de una salida exitosa a todas las trabas que el proceso
edípico pone a la niña, debe necesariamente hablarse de una reconciliación e
integración con el objeto materno, lo cual será posibilitado principalmente por la
angustia; los sentimientos de culpa y el fuerte temor por su propia integridad,
situaciones todas originadas por los ataques sádicos hacia el objeto materno,
llevan a la niña a intentos de sobrecompensación hacia la madre*, se pretende
entonces reparar los daños ocasionados y se despliega hacia ella una relación
amorosa y tierna. Tal satisfacción de los deseos amorosos, por vía materna, le
permite reconciliarse con ella y habilitarla nuevamente para ser su objeto de
identificación sexual, por tanto, la identificación con el cuerpo materno que otrora
fue generadora de ansiedad e insatisfacción se conserva, pero ahora con una
mayor definición respecto a su posición sexual.
* Lo que se constituye como una muestra clara del avance hacia la posición esquizo-paranoide, a
la que le son propios los mecanismos defensivos de tipo reparatorio.
144
satisfacerle sexualmente es el padre. Asimismo, es el objeto para amar y ser
amada.
[...] “Más tarde, cuando obtiene una gratificación completa de los impulsos
amorosos, se une a esta admiración la inmensa gratitud que se deriva de la larga
frustración. Esa gratitud halla su expresión máxima en la capacidad femenina para
una completa y duradera sumisión a un solo objeto amado, especialmente para el
primer amor.”61
61 KLEIN, Melanie. Estadios tempranos del conflicto edípico. Op. Cit., p.52
145
edípicas, y de los que hacen parte componentes estructurales como el Yo. Ahora
bien, la lectura de los postulados de Klein nos revela, además, la existencia de un
Superyó, que no obstante su condición primitiva, influye de manera decisiva en la
dinámica psíquica tanto en el periodo preedípico como durante el núcleo de la
trama edípica.
146
este deseo es tal, que a manera de mecanismo defensivo debe ser proyectado por
el Yo hacia el exterior, es decir que ahora el objeto se percibe como amenazante y
dispuesto a perpetrar iguales acciones sádicas contra el sujeto62; precisamente de
tal representación objetal sesgada, el superyó pregenital alimenta su sadismo y
así arremete contra el yo aplicando una fuerza que puede incluso llegar a ser
canibalística.
62 Ibíd., p. 39.
147
el superyó el responsable por la definición y desenlace del complejo edípico, así
como del desarrollo del carácter y del Yo63.
La relación primordial de todo sujeto con sus objetos está cargada de enormes
montos de angustia, a lo que también ha de sumársele los impulsos sexuales, tal
es el sadismo existente en dicho vínculo que el sujeto incluso llega a temer por su
propia integridad física, presiente que puede ser devorado, mutilado o aniquilado.
Es precisamente esta clase de angustia la que se relaciona con el superyó
temprano, caracterizado por la severidad de sus ataques contra el Yo. Se le
atribuye una gran fuerza impulsora dentro del complejo de Edipo debido a las
crisis de angustia que produce, tales amenazas hacen mover al sujeto a la
búsqueda de nuevos objetos, zonas, fines pulsionales y mecanismos de defensa.
Así, por ejemplo, la angustia persecutoria con el objeto materno hace que el sujeto
recurra a una figura alternativa, el padre; de la misma forma, la angustia de
castración lo hace cambiar en sus fines o fuentes pulsionales; por último, durante
los capítulos finales del proceso edípico, cuando ya han aflorado los mecanismos
de defensa reparatorios, el temor por perder alguno de los padres y su deseo por
conservarlos indemnes motiva la renuncia a sus tendencias sádicas.
148
En lo tocante a la organización superyoica del varón, puede afirmarse que se
hace fecunda, principalmente, a partir del objeto paterno, por tanto, la naturaleza
del superyó masculino procede de la relación con el padre. La angustia donante
de los principales elementos para la configuración superyoica es la angustia de
castración paterna, la cual hace su aparición luego del paso a la genitalidad y de la
superación del complejo femenino del varón. Melanie Klein lo tipifica como una
instancia menos severa que su ancestro pregenital, incapaz de generar una
angustia persecutoria o canibalística, esto gracias a que en la identificación con el
padre los montos de angustia son menores y se orientan hacia un órgano concreto
y reconocido plenamente por el sujeto. El pene sobrevalorado por el varón le hace
ser consciente de lo que posee y de lo que puede llegar a perder, generándose así
una angustia de castración bastante intensa pero que no llega a ser aniquiladora.
149
perder, pues hasta el momento no ha ocurrido la consolidación genital y sólo ha
recibido frustraciones en sus tentativas de hacerlo; por consiguiente, la niña se ve
embargada por una angustia de castración más crónica y de difícil tramitación,
fruto de la alta longevidad que en ella tiene el periodo pregenital, y por tanto la
severidad superyoica que le es propia.
[…] “El curso seguido por la angustia de castración del varón en lo que se
refiere al pene, que existe visiblemente, es sin embargo, diferente; puede
calificarse como más aguda que la ansiedad más crónica de la niña relativa a sus
órganos internos; con los que está necesariamente menos familiarizada. Pero
tiene que producir diferencia el que la ansiedad del varón esté determinada por el
Superyó paterno y la de la niña por el superyó materno.” 64
64 KLEIN, Melanie. Estadios tempranos del conflicto edípico, Op. Cit., p.39
150
7. EL COMPLEJO DE EDIPO EN SIGMUND FREUD Y EN
MELANIE KLEIN
151
psíquica, de gran injerencia en la organización sexual, tal es el caso de los
procesos identificatorios, la transición sexual (en lo referente al objeto, al órgano y
a los fines pulsionales), la transformación de las tendencias agresivas y la
asunción de un sistema normativo propio. Desde ambos enfoques, se da plena
legitimidad al complejo de Edipo como uno de los momentos más determinantes
para la vida psíquica adulta, pues se espera que a su término el sujeto, tanto
hombre como mujer, haya adquirido una organización psíquica que, en esencia,
ha de mantenerse por el resto de su vida. En ambas teorías el complejo edípico se
compone de asuntos tan trascendentales como la elección de un objeto de amor,
de un objeto identificatorio (de género), e igualmente la consolidación de la
genitalidad y de unos fines sexuales acordes a ésta.
152
medio de sus observaciones clínicas, donde encuentra en el discurso de sus
pacientes histéricas la alusión a conflictivas análogas a los hechos narrados en la
tragedia escrita por Sófocles, correspondientes, en esencia, a un conflicto del
sujeto con sus padres, en el cual tienen cabida sentimientos y tendencias
primitivas como el incesto y el parricidio. Situación reconocida en pleno también
por Melanie Klein, en sus aserciones relativas al andamiaje básico del complejo de
Edipo.
Entre los aspectos teóricos generales es viable tomar como punto de partida la
pulsión. Si empezamos con Freud, basta simplemente con recordar que uno de los
ejes fundamentales del modelo freudiano, donde se incluye el complejo de Edipo,
153
corresponde a los diversos movimientos de la pulsión; En esencia, Freud trata de
hacer una lectura de los cambios que aparecen en la vertiente erótica de la
pulsión, de modo tal que son los intereses sexuales del sujeto los principales
impulsores del desarrollo psíquico, y desde luego, son aquellos que dan lugar a
los conflictos propios del acontecer edípico. Desde el punto de vista freudiano el
sujeto se mueve en términos de placer y displacer, es decir, se mueve entre la
ganancia de satisfacción y la evasión del sufrimiento, por lo que durante el
complejo de Edipo sus impulsos estarán orientados a la consecución de montos
de placer sexual cada vez más elevados (como los que posibilita el órgano genital)
y la renuencia a perder los estados de gratificación ya alcanzados (como ocurre al
tener que compartir el objeto de deseo con la figura paterna rival, y la posibilidad
de perder el órgano genital).
Por otro lado, Melanie Klein espera que la disolución del complejo de Edipo
deje como resultado unos logros psíquicos muy similares a los que propone el
modelo freudiano, aunque desde su lógica los movimientos y conflictos que
intervienen son, por mucho, diferentes. Respecto a los postulados kleinianos, es
válido aclarar se concibe el complejo de Edipo tomando la misma unidad básica
de análisis, o sea, la pulsión. El foco de interés kleiniano está detentado,
primordialmente, en la pulsión y las tendencias intrínsecas al sujeto, base de la
que también parte la teoría freudiana, sin embargo, lo más trascendental para ella
a la hora de trazar las directrices de la transformación edípica es la vertiente
agresiva de la pulsión, no la vertiente erótica.
154
considerar la angustia o cualquiera de sus implicaciones, debe advertirse que el
elemento primordial aquí son los ataques sádicos fantasiosamente desplegados
hacia la figura materna, responsables de la primera gran angustia de aniquilación.
A pesar de todo esto, la corriente erótica de la pulsión, que tanta importancia tiene
para Freud, sigue ocupando un papel fundamental, pues las intelecciones
kleinianas sobre el complejo de Edipo nos hablan de un sepultamiento que sólo
será posible a través de un acto de amor puro hacia los objetos, al final de todo el
sujeto deberá declinar sus pulsiones sádicas para conservar a sus padres unidos
e indemnes, lo que ha de llamarse un acto puro de amor.
Así queda claro que para Melanie Klein la angustia es el elemento más
trascendental al tratar de comprender el acaecer psíquico infantil, incluyendo
desde luego el paso por el complejo de Edipo. Es cierto también que para Freud la
angustia no constituye el eje central en su modelo de organización psíquica, pues
como se ha reiterado, él supedita los movimientos del sujeto, principalmente, a la
pulsión sexual; aquí el papel protagónico de la angustia queda reservado al
sepultamiento del complejo edípico, donde desata la transición definitiva para su
conclusión al promover la represión sobre los impulsos incestuosos y parricidas
(angustia de castración).
155
Las palabras de Freud no son escasas al momento de teorizar acerca de la
diferencia psíquica y sexual entre los sexos, y es aún más prolijo para referirse al
desarrollo edípico del varón, para infortunio de quienes pretendemos auscultar su
obra, no es igual en el caso de la niña. Para entonces, una de las grandes
limitaciones del psicoanálisis se hace flagrante a través de la organización
psíquica de la niña, según el mismo Freud, su comprensión del complejo de Edipo
femenino presenta un panorama lleno de incertidumbre, que aún en los tiempos
finales de su obra quedó sin esclarecer; ello obedece a que en la mujer aparecen
ciertos conflictos específicos relacionados con el cambio de objeto sexual, la
castración (que es para ella un hecho ya consumado) y la envidia de pene
(condición que no tiene correlato en el varón). Como ya hemos ampliado en los
apartados dedicados a Freud, es él mismo quien reconoce los límites que a este
respecto presenta su teoría, mostrándonos además poco prometedoras
expectativas, siendo probablemente los conflictos propios de la mujer el punto más
obscuro en su esquema de organización psíquica. Luego de todo lo anterior, la
consecuencia más negativa que sobreviene es la repentina falta de argumentación
respecto al superyó femenino, pues a diferencia de lo que ocurre con el varón,
Freud se conforma con decir, en pocas palabras, que es considerablemente
menos severo debido a la inoperancia del complejo de castración, y que por el
momento no hay nada más que su psicoanálisis pueda esclarecer. Es una
situación en verdad lastimosa, pues deja espacios vacíos para el entendimiento de
un componente estructural decisivo para la estructuración del sujeto femenino.
156
problemáticos del desarrollo femenino; Por supuesto, tales afirmaciones no deben
asumirse como indicativos de una relación de complementariedad de la teoría
kleiniana respecto a la teoría freudiana, donde Melanie Klein pretendería dar
legitimidad a los postulados freudianos aclarándole sus puntos oscuros, se trata
más bien de unas propuestas novedosas y originales, que de manera
independiente, terminan ayudando en tal función. Contrario a Freud, Melanie Klein
es bastante clara al referirse al complejo de Edipo femenino, y como hemos, visto
decanta de muy buena manera sus conflictos, su evolución sexual y vincular, la
transformación de sus tendencias innatas y, en un lugar especial, el superyó.
La dimensión sexual del desarrollo es uno de los apartados que mejor permite
la elaboración de un análisis comparativo, pues es considerada de manera
protagónica en cada uno de estos modelos de desarrollo, así que no es extraño
encontrar términos compartidos, por ejemplo, zonas erógenas, objetos sexuales,
impulsos incestuosos y castración. Al momento de trazar paralelos entre la
manera cómo Freud y Klein conciben la sexualidad dentro de su lógica
descubrimos puntos clave de concordancia y de disenso; desde ambos enfoques,
se dice que en principio no existe una diferencia psíquica reconocible entre sujetos
de distinto sexo, es decir, que durante los momentos más arcaicos del desarrollo
la sexualidad tanto del varón como de la niña se circunscribe al mismo objeto de
deseo, a la misma zona erógena y a los mismos fines pulsionales. La idea básica
compartida es que existe una indeterminación sexual al principio de la vida, por lo
que los patrones psíquicos y vinculares son los mismos, sin importar si se ha
nacido con pene o con vagina, y sólo a través del paso por el complejo de Edipo
empezarán a aflorar los rasgos de género específicos, que traerán como resultado
un sujeto sexualmente masculino o femenino.
157
La existencia de una condición sexual en principio compartida por hombres y
mujeres constituye un punto de convergencia entre ambos autores, aunque al
observar más profundamente, notamos que las similitudes no se extienden más
allá, puesto que las etapas sexuales primitivas que cada uno describe son
disímiles. Basta recordar que para Freud la sexualidad del varón y de la niña se
circunscribe a unos fines netamente masculinos; el niño, desde el principio, se
adscribe al modelo sexual que conservará durante el resto de su vida, un
esquema compuesto por la predilección hacia las metas activas (de penetración) y
deseando un objeto de características femeninas. Lo mismo ocurre con la niña,
quien se encuentra en una forma de placer clitoridiano (sustentado en un órgano
equiparable al pene del varón, y por ende filial de las metas activas) y
desplegando todo su erotismo hacia el objeto materno, el más primordial para
cualquier sujeto.
158
predice el anhelo infantil por emular a la madre en su capacidad para la
concepción de bebés y para albergar el pene paterno.
En síntesis, para Freud existe una fase masculina originaria, mientras que
para Melanie Klein, la sexualidad primordial es de carácter puramente femenino,
en un periodo que denomina complejo femenino, y que incluye por supuesto al
varón.
159
7.2 LA IDENTIFICACIÓN
Ahora bien, Melanie Klein extiende el papel identificatorio con la madre más
allá del tiempo y los sucesos psíquicos preedípicos. Durante la denominada fase
femenina de su propuesta, la madre se posiciona como un objeto de identificación
aún más complejo; tanto el niño como la niña experimentan enormes montos de
fascinación por las capacidades sexo-reproductivas de la madre, dando lugar así a
un deseo de igualarla y ponerse a su mismo nivel, pues esperan incorporar para sí
el pene paterno (aspecto sexual) y los bebés que guarda el cuerpo de la madre
(aspecto reproductivo). El varón deberá aguardar el paso por el complejo de
Edipo, que sin grandes trabas le permitirá hacer una mudanza en el objeto de
160
identificación e incorporar los rasgos masculinos de su padre. Sin embargo, la niña
luego de una tortuosa relación con la madre habrá de conservarla en su función
identificatoria, aunque antes debe reconciliarse con ella y reponerse del dolor
narcisista que ha sufrido (madre castrante), aumentando así los niveles de
integración y abriendo paso a los mecanismos de defensa reparatorios.
161
dificultades de esta nueva tentativa identificatoria la harán retornar a la madre,
momento en el que la erige como su único objeto de identificación; algo que tiene
lugar sólo cuando la disminución en los montos de hostilidad y angustia hacia ella
lo permitan, dando lugar al establecimiento de un vínculo de amor tierno.
162
identificatoria. Recordemos que los planteamientos freudianos en cuanto a la
ruptura de la ligazón-madre no implican, necesariamente, un menoscabo del
vínculo identificatorio, pues la niña y su madre comparten el infausto destino de la
castración, es decir, existe una desgracia que las identifica a ambas y les da el
mismo lugar de inferioridad frente a la anatomía del varón, o al menos así se
asume desde la perspectiva femenina.
7.3 EL SUPERYÓ
163
aspectos que incluyen su origen, su evolución, y la severidad que puede desplegar
hacia el sujeto. Desde este enfoque encontramos un superyo pregenital y que
antecede la llegada al complejo de Edipo, no aparece como resultado del epílogo
edípico, por el contrario, su formación obedece a procesos identificatorios de
diversos momentos y es su influencia sobre la vida psíquica lo que mueve al
sujeto hacia tal fase del desarrollo. El superyó kleiniano es el principal generador
de angustia, siendo así responsable por las crisis que movilizan al sujeto hacia los
conflictos típicos del complejo edípico.
Melanie Klein comparte con Freud su opinión acerca del superyó masculino,
concuerda con él al admitir que el origen de la organización superyoica del niño se
relaciona con la angustia de castración paterna, aunque primitivamente también
haya experimentado las angustias persecutorias del superyó pregenital (materno).
164
aunque Melanie Klein va más allá de tal premisa al afirmar que la niña también
conserva en su ordenamiento psíquico definitivo un superyó de tipo materno,
considerado más sádico y punitivo. En esta misma, lógica se conciben las
prácticas sobrecompensatorias femeninas, relacionadas con una búsqueda de la
perfección física a través del maquillaje, la decoración y el ejercicio; igualmente,
asuntos tan típicamente femeninos como la inconformidad consigo misma, la
rivalidad, la competitividad y la envidia hacia otras mujeres, es el resultado de tal
severidad superyoica.
165
límites de su psicoanálisis hasta el final de sus días, haciendo respetar conceptos
como la sexualidad infantil, el inconsciente, la pulsión y el método clínico, entre
otros.
La muerte del creador del psicoanálisis permitió que sus fronteras teóricas se
desdibujaran para dar paso a incontable número de vertientes y ramificaciones
que hoy son difíciles de calcular. Aunque el mapa de las vertientes psicoanalíticas
del siglo XX puede parecer abigarrado, también es cierto que existen figuras que
lograron destacarse especialmente, tal es el caso de J. Lacan, M. Klein, A. Freud y
H. Hartmman. Las polémicas y discusiones respecto a qué teoría o autor está por
encima de los demás o entorno a quién es más freudiano terminan, las más de las
veces, enrareciendo el ámbito académico y desviando la atención de asuntos más
importantes como los aportes al conocimiento y la resolución de los conflictos
humanos.
En este orden de ideas, vale recordar que las teorías no pueden permanecer
incólumes al paso del tiempo, más aún si su objeto de estudio se centra en
166
fenómenos sociales o humanos que evolucionan de manera impredecible. Ya han
transcurrido más de cien años desde el nacimiento del psicoanálisis, por lo que
cabe cuestionarse su validez con relación a los acontecimientos contemporáneos.
Entre los puntos más destacados del pensamiento kleiniano pueden citarse, el
lugar de las emociones en los procesos de estructuración psíquica (amor, odio,
angustia), los principios de análisis infantil y el enfoque en los procesos
167
preedípicos, entre otros; y es gracias a ellos que ocupa un lugar privilegiado en la
historia del psicoanálisis. En ella puede resaltarse la creatividad y la convicción
para mantenerse firme en sus descubrimientos, aun cuando fuera abiertamente
atacada en algunos círculos psicoanalíticos.
Más que tratar de poner calificativos a la perspectiva kleiniana, más que tratar
de decir si es o no es una teoría psicoanalítica, más que tratar de darle un valor
proporcional a su filiación con los postulados freudianos, lo verdaderamente
importante es tratar de asumir una posición constructiva que permita reconocer la
valía de sus aportes, dilucidar su lógica interna para comprender mejor los motivos
detrás de sus planteamientos, y finalmente, poder tomar una decisión
fundamentada respecto a qué elementos se pueden utilizar o descartar. Siempre
teniendo en cuenta que Melanie Klein también hace parte de la historia del
psicoanálisis.
168
BIBLIOGRAFÍA
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