Collingwood
Collingwood
Collingwood
piensa uno que tiene o que va a ten er la prueba con que darle
respuesta. Si uno cree que tiene aquí y ahora la p rueba, entonces
la p re g u n ta es una preg u n ta actual, com o la p reg u n ta “ ¿En qué
posición estaba Jo h n D oe en el m om ento de recib ir la puñalada?”
Si, en cam bio, uno considera que en el fu tu ro va uno a te n e r la
prueba, entonces la p reg u n ta es u na preg u n ta diferida, com o
la p reg u n ta “ ¿Q uién m ató a Jo h n D o e ?”
U na c o rre c ta co m prensión de esta verdad era lo que susten
taba el g ra n p recep to de L o rd A cto n : “E studiad problem as, no
p erío d o s”. Los historiadores de tijeras y engrudo estudian p e
ríodos; recopilan todos los testim onios existentes sobre cierto
g ru p o lim itado de acontecim ientos y aguardan en vano a que
algo salga de aquello. Los historiadores científicos estudian p ro
blemas: hacen preguntas, y si se tra ta de buenos historiadores
hacen p reg u n tas a las cuales ven la m anera de responder. Era
una c o rre c ta com prensión de la misma verdad la que llevó a
M onsieur H e rc u le P o iro t a hablar con sorna del “sabueso hum a
n o ” que se arrastró p o r el suelo tratan d o de reco p ilar todo, no
im p o rta qué, que pueda convertirse en pista, y a insistir en que
el secreto del detectivism o está en em plear lo que, con repetición
posiblem ente fatigada, llamaba “ las pequeñas células grises”. N o
es posible reco p ilar pruebas antes de em pezar a pensar, eso es lo
que quería decir; p o rq u e pensar significa hacer preguntas (p o r
favor, lógicos, tom en n o ta) y nada es prueba com o no sea en
relación con alguna p reg u n ta definida. La diferencia e n tre P oirot
y H olm es es p ro fu n dam ente significativa del cam bio que ha su r
gido en la com prensión del m étodo histórico en los últim os cua
renta años. L o rd A cto n predicaba su d o ctrina en el apogeo de
Sherlock H olm es, en su lección inaugural de C am bridge, en 1895;
' pero fué caviar para el vulgo. E n la época de M onsieur P oirot, a
juzgar p o r la m anera com o se vendieron sus libros, el vulgo no
podía hartarse. La revolución q u e destronó los principios de la
Historia de tijeras y engrudo y los reem plazó p o r los de la historia
científica, se había convertido en propiedad com ún.
§ 4. L a h i s t o r i a c o m o t i f - c r e a c t ó n d e l a e x p e r i e n c i a p a sa d a
este acto no la ilum ino de ningún m odo diciendo que rep ito en
mi p ropia m ente el acto de conocim iento de Euclides; po rq u e
si re p e tir su acto significa aprehender la misma verdad o a fir
m ar la misma p roposición que él aprehendió o afirm ó, la decla
ración falta a la v erdad, p o rq u e la proposición “los ángulos son
iguales” y la mía “E uclides sabía que los ángulos son iguales”
son diferentes; y si re p e tir su acto significa ejecutar el mism o
acto otra vez, es u n absurdo, p o rq u e u n acto no puede repetirse.
E n esta posición, la relación en tre m i acto de pensar ahora
“los ángulos son iguales” y mi acto de pensarlo hace cinco m i
n utos es una relación de diferencia num érica e identidad especí
fica. Los dos actos son actos diferentes pero de la misma especie.
D e esta suerte se asem ejan el uno al otro, y cualquiera de estos
actos se asemeja al de Euclides de la misma m anera, de ahí la
conclusión de que la doctrina que estamos considerando es un
caso de la teoría de la copia en el conocim iento.
¿Pero, es ésta una verdadera descripción de la relación e n tre
estos dos actos? ¿Es el caso de que cuando hablam os de dos p e r
sonas que ejecutan el mismo acto de pensam iento o de una perso
na que ejecuta el m ism o acto en dos ocasiones diferentes, q u e re
mos d ecir que ejecu tan actos diferentes de la misma especie? Yo
pienso que está claro que no querem os decir nada p o r el estilo, y
que la única razón de que alguien se im agine que sí, es que ha acep
tad o un dogm a com o que siem pre que distinguim os dos cosas y,
sin em bargo, decim os que son las mismas (lo cual hacem os con
frecuencia, com o to d os adm itirán) querem os decir que son ejem
plares distintos de la misma especie, ejem plos diferentes del m is
m o universal, o m iem bros diferentes de la misma clase. El dogm a
no es que no haya algo así com o identidad en la diferencia (nadie
cree sem ejante cosa), sino que sólo hay una especie de ella, a sa
ber: la identidad específica en la diferencia num érica. P o r ta n to ,
la crítica del dogm a no está en p ro b a r que esta especie de id en ti
dad en la diferencia no existe, sino en p ro b ar que existen otras
especies y que el caso que estamos considerando es uno de ellos.
N u estro supuesto im pugnador alega que el acto de pensa
m iento de E uclides y el m ío no son uno sino dos: num éricam en
te dos aunque específicam ente uno. Sostiene tam bién que m i acto
de pensar ahora “los ángulos son iguales” está en la misma rela
ció n con mi acto d e pensar “los ángulos son iguales” hace cinco
LA H IS T O R IA CO M O R E-C R E A C IÓ N 327
com o algo que tiene que existir prim ero, pero deja de existir
cuando ese algo c o b ra existencia, o com o algo que tiene que
existir m ientras ese algo exista. Si la pretensión fuera que el
conocim iento histórico sólo puede co b ra r existencia en cuanto
reem plazando al e rro r histórico, de to d o s m odos valdría la pena
de detenerse a considerarlo. Pero la re-creación del pensam iento
pasado no es una p recondición del conocim iento histórico, sino
u n elem ento integral de él; p o r tan to , el efecto de la pretensión
es hacer im posible dicho conocim iento.
T en em o s que vo lver al razonam iento sobre el que descansa
esta pretensión. Se alegaba que u n acto de pensam iento, al v ol
verse subjetivo deja de ser objetivo, y de esta suerte, al volverse
presente, deja de ser pasado; sólo puedo te n er conciencia de él
com o el acto que estoy ejecutando aquí y ahora, no com o el acto
que algún o tro ha ejecutado en o tro tiem po.
D e nuevo h ay que distinguir aquí varios puntos. Q uizás el
prim ero sea el significado de la frase “re p a ra r en el”. El térm ino
“re p a ra r en alg o ” se emplea con frecuencia de m anera eq u ív o
ca. R ep arar en u n d olor se emplea tranquilam ente para decir que
se siente, sin saber si es un dolor de muelas, una jaqueca o sencilla
m ente si es un dolor: la frase se refiere sim plem ente a la experien
cia inm ediata de te n e r o padecer el dolor. A lgunos filósofos da
rían a esta experiencia inm ediata el n o m bre de “fam iliaridad” : pero
sería un térm in o engañoso, puesto que fam iliaridad es una pala
b ra cotidiana q ue sirve para den o tar la m anera en que con o ce
mos personas o lugares u otros objetos com o objetos perm an en
tes que recu rren , reconociblem ente idénticos consigo mismos, en
el curso de nuestra experiencia: algo m u y rem oto de nuestro
sentir inm ediato. P ero el térm ino “ re p a ra r” se emplea tam bién
de otras dos m aneras. Se emplea com o nom bre para la auto-
conciencia, com o cuando se dice que una persona rep ara en
q ue se encoleriza, cuando lo que se quiere decir no es sólo que
ella experim enta inm ediatam ente u n sentim iento de cólera, que, de
paso, aum enta, sino que sabe que este sentim iento es su senti
m iento y que aum enta, esto en cuanto distinto del caso, p o r ejem
plo, en que experim enta el sentim iento pero lo atribuye, com o
s.uelen h acer las gentes con frecuencia, a sus prójim os. Y en te r
cer lugar se em plea en lugar de percepción, com o cuando se dice
que una persona rep ara en una mesa, especialm ente cuando la
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§ 5. E l a s u n t o d e l a h i s t o r i a