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Enfermedades Del Pericardio

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Definición

Es una enfermedad inflamatoria aguda del pericardio que puede manifestarse acompañada o no de
derrame pericárdico.

Etiología
El abanico de etiologías causantes de pericarditis aguda es muy amplio, incluyendo gran número de
agentes infecciosos y enfermedades sistémicas. Depende en gran medida del contexto epidemiológico; por
ejemplo, en países en vías de desarrollo la tuberculosis en una causa muy frecuente.
En países desarrollados, en más del 80% de los casos no se alcanza un diagnóstico etiológico concreto, a
pesar de llevar a cabo exhaustivas investigaciones, quedando el episodio catalogado como pericarditis
aguda idiopática. Es probable que la mayoría de estos episodios correspondan a pericarditis víricas, con
una respuesta autoinflamatoria sobreañadida. Dada la evolución favorable de la mayoría de estas, sin
necesidad de un tratamiento específico, no suelen investigarse todas las posibilidades etiológicas.
En la práctica, el interés se centra en descartar aquellas cuyo diagnóstico tenga alguna relevancia clínica y
terapéutica, principalmente la pericarditis tuberculosa, la neoplásica y la ocasionada por enfermedades
autoinmunes sistémicas.

Cuadro clínico
La tríada característica de la pericarditis aguda está constituida por:
*. dolor torácico: El dolor torácico es de intensidad variable. Se localiza en la zona precordial o
retroesternal, pudiendo irradiar a cuello, brazos y hombros y siendo característica la irradiación a la zona
supraclavicular (trapecios). Suele mejorar cuando el paciente se sienta inclinado hacia delante y
exacerbarse con la inspiración y el decúbito supino.
*. fiebre o febrícula
*. en la auscultación cardíaca de un sonido típico llamado roce pericárdico: suele auscultarse en el borde
esternal izquierdo medio o bajo y es más audible con el paciente inclinado hacia delante.
Con frecuencia existe el antecedente de un proceso infeccioso en los días o semanas previos.

Exploraciones complementarias
Electrocardiograma
Es la prueba complementaria más útil en el diagnóstico de pericarditis aguda, aunque en ocasiones puede
ser normal o inespecífico. El dato más característico es la elevación del segmento ST que suele ser difusa
(no siempre), de concavidad superior, y afectar a la mayoría de las derivaciones, excepto aVR y V1.
También puede haber depresión del intervalo PR, causada por inflamación auricular. Estas alteraciones
pueden ser dinámicas y desaparecer
con rapidez.

Radiografía de tórax
La presencia de cardiomegalia debe hacer sospechar una pericarditis complicada con derrame, pero en
ausencia de derrame pericárdico puede ser completamente normal. Puede existir derrame pleural,
habitualmente izquierdo, que forma parte del proceso inflamatorio pleuropericárdico. Por último, ciertas
alteraciones en el parénquima pulmonar (neumonía, lesiones tuberculosas, masas) pueden orientar hacia
el diagnóstico etiológico de la pericarditis.
Datos de laboratorio
En general son inespecíficos. Es frecuente la presencia de leucocitosis moderada y de incremento de
marcadores inflamatorios (proteína C reactiva, VSG). Con cierta frecuencia se detectan discretas
elevaciones de los marcadores de daño miocárdico (troponina o CKMB), sin otros signos de miocarditis.

Ecocardiograma Doppler
En ausencia de derrame pericárdico, el ecocardiograma es completamente normal. Por tanto, la presencia
de derrame en el contexto de un cuadro clínico característico apoya el diagnóstico de pericarditis, pero su
ausencia no permite descartarla. Además de la valoración del derrame, la ecocardiografía permite el
análisis de la contractilidad miocárdica y función sistólica en casos de miocarditis asociada.

Diagnóstico
El diagnóstico de pericarditis aguda requiere la presencia de al menos dos de los siguientes datos: dolor
torácico típico, roce pericárdico, alteraciones electrocardiográficas típicas o derrame pericárdico.
Con frecuencia, la causa puede establecerse de inmediato cuando la pericarditis se manifiesta en el seno
de alguna enfermedad o proceso evidente, por ejemplo, tras un infarto de miocardio, una intervención
quirúrgica cardíaca o en un paciente con insuficiencia renal grave.
No está indicada la realización de serologías (víricas) exhaustivas para determinar el agente infeccioso
causante.
En la mayor parte de los pacientes que presenten una evolución favorable no será necesaria la búsqueda
de etiologías específicas, ya que la inmensa mayoría serán de causa vírica o idiopática, de curso
autolimitado.
La búsqueda de causas específicas (p. ej., neoplasias, tuberculosis, enfermedades del tejido conectivo, etc.)
debe reservarse a aquellos pacientes que presentan complicaciones o una evolución desfavorable.
El diagnóstico de estas formas específicas debe hacerse basándose en datos seguros, por ejemplo, en el
aislamiento de células malignas, del bacilo de Koch o de granulomas característicos de tuberculosis.
En pacientes con derrame pleural están indicados la toracocentesis y el estudio del líquido.
La pericardiocentesis está indicada en presencia de taponamiento cardíaco o cuando la sospecha de
pericarditis purulenta, tuberculosa o neoplásica es elevada.

Diagnóstico diferencial
Cabe recordar algunas enfermedades pleuropulmonares (p. ej., neumonía, pleuritis, neumotórax) y del
sistema cardiovascular (p. ej., infarto de miocardio, angina, miocarditis, disección aórtica, embolia
pulmonar).
Tratamiento
En los pacientes con una causa específica de pericarditis, el tratamiento debe ir dirigido a esta. En la
mayoría de los casos el tratamiento se basa en reposo y administración de AINE.
Los más utilizados son el AAS (500-1.000 mg/6-8 h), el ibuprofeno (600-800 mg/8 h) o la indometacina (25-
50 mg/8 h).
El tratamiento debe mantenerse durante 1-2 semanas, según evolución, y retirarlo gradualmente a lo largo
de otras 2-4 semanas.
La colchicina (0,5-1 mg/día según el peso) debe administrarse como tratamiento inicial asociada a
antiinflamatorios para reducir la duración del brote agudo. También ha demostrado ser un fármaco eficaz
en la prevención de recurrencias.
En pacientes con pericarditis recidivante, cada recurrencia debe ser tratada de la misma manera que el
episodio inicial. Los glucocorticoides
y la pericardiectomía no están indicados, salvo excepcionalmente.
Definición
Se entiende por derrame pericárdico aquella situación en la que el volumen de líquido en el espacio
pericárdico supera al que se considera fisiológico; es decir, por encima de unos 50 mL.
El taponamiento cardíaco es un síndrome en el que un derrame pericárdico a tensión comprime el corazón
e interfiere en su normal funcionamiento, al dificultar el llenado diastólico de las cavidades.
El taponamiento es un continuum de alteraciones hemodinámicas y clínicas, de gravedad muy variable,
que va desde grados difíciles de reconocer clínicamente hasta el extremo de poder ser causante de colapso
circulatorio.
Etiología
La pericarditis aguda es una causa frecuente, ya que cualquier forma de pericarditis puede cursar con
derrame pericárdico y, a su vez, complicarse con taponamiento. Algunas causas de derrame, como la
pericarditis tuberculosa, purulenta o neoplásica, tienen una mayor tendencia a ocasionar taponamiento
que otras. La presencia de un derrame pericárdico ligero es un hallazgo relativamente frecuente en
personas sanas, y su detección casual no requiere estudio ni tratamiento.

Fisiopatología
La inflamación es el mecanismo más frecuente por el que se acumula derrame pericárdico, porque la
exudación de líquido es un componente del proceso inflamatorio. En patologías no inflamatorias, otros
mecanismos son la erosión vascular, la comunicación del pericardio con las cavidades cardíacas o la aorta y
la obstrucción en el drenaje linfático del pericardio.
Las consecuencias del derrame sobre la función del corazón dependerán no sólo de la cantidad de líquido,
sino fundamentalmente de la rapidez de acumulación. El volumen de reserva pericárdica es escaso, por lo
que pequeñas cantidades de líquido pueden ocasionar trastornos hemodinámicos muy graves si se
acumulan con rapidez.
En condiciones normales, la presión intrapericárdica oscila entre 0 y –3 mm Hg. Cuando la presión
intrapericárdica aumenta, llega a igualarse con la presión de las cavidades cardíacas, comprimiéndolas; en
este punto se habla de taponamiento cardíaco. El taponamiento compromete inicialmente el llenado de las
cavidades derechas —por tener presiones más bajas— y, al progresar, puede acabar comprometiendo el
llenado de las izquierdas.
A partir de un momento determinado, pequeños aumentos en la cantidad de derrame ocasionan grandes
incrementos en la presión intrapericárdica.
La compresión de las cavidades cardíacas dificulta su llenado, con la consiguiente reducción del gasto
cardíaco. Esto pone en marcha los mecanismos de compensación. La activación adrenérgica ocasiona
taquicardia, vasoconstricción y aumento de la contractilidad miocárdica, que permiten mantener
temporalmente el gasto cardíaco y la presión arterial, para asegurar la perfusión de los órganos vitales. De
forma más lenta se produce estimulación del sistema renina-angiotensina- aldosterona, para intentar
incrementar el volumen de llenado y las presiones de las cavidades cardíacas. Cuando la presión
intrapericárdica aumenta mucho y se superan los mecanismos de compensación, el gasto cardíaco se
reduce drásticamente y el paciente entra en una situación de taponamiento cardíaco grave y shock.

Cuadro clínico
El derrame pericárdico sin taponamiento no suele ocasionar ninguna sintomatología, y el examen físico del
paciente puede ser completamente normal. Algunos pacientes presentan disnea o dolor torácico. Si el
derrame es abundante, puede ocasionar síntomas por compresión de estructuras vecinas, como disfagia o
disfonía.
Debe sospecharse el taponamiento cardíaco ante todo paciente con signos de insuficiencia cardíaca
derecha, hipotensión arterial, shock cardiogénico o disociación electromecánica. La clásica tríada de Beck
(hipotensión, ingurgitación yugular y corazón pequeño y quieto) es típica de taponamientos agudos por
hemopericardio. Los pacientes con taponamiento suelen referir disnea, aunque dada la tardía afectación
de las cavidades izquierdas raramente hay signos clínicos o radiológicos de congestión pulmonar.
Los hallazgos del examen físico guardarán relación con la gravedad del taponamiento. Los pacientes se
muestran inquietos, disneicos, taquicárdicos y con ingurgitación yugular en mayor o menor grado, excepto
en aquellos con taponamiento de bajas presiones, en quienes la ingurgitación es menos evidente.
La ingurgitación yugular es un dato clave en la sospecha diagnóstica, aunque también puede estar
presente en otras patologías. En casos graves son manifiestos los signos de bajo gasto cardíaco y shock,
como sudoración, extremidades frías, cianosis, hipotensión arterial, confusión y obnubilación.
El pulso arterial paradójico es otro signo clave en el diagnóstico. Es una exageración de un fenómeno
fisiológico y se define como un descenso de la presión arterial sistólica superior a 10 mm Hg en la
inspiración. No es exclusivo del taponamiento, ya que también puede estar presente en la constricción
pericárdica, la embolia pulmonar y la enfermedad pulmonar obstructiva grave, entre otros.

Exploraciones complementarias
Electrocardiograma
Además de los cambios característicos de pericarditis aguda, si es el caso, la aparición de derrame
pericárdico abundante puede dar lugar a una reducción generalizada de la magnitud de los voltajes
eléctricos (suma de la amplitud de los complejos QRS en DI, DII y DIII < 15 mm). En algunos casos se
observa alternancia eléctrica del complejo QRS, consistente en cambios de la magnitud del QRS en cada
latido y que se debe al balanceo cíclico del corazón en el interior de abundante derrame.

Radiografía de tórax
La cardiomegalia puede ser muy llamativa en pacientes con derrame pericárdico abundante, y el hallazgo
de una silueta cardíaca muy aumentada en ausencia de signos de congestión pulmonar debe hacer
sospechar el diagnóstico. La radiografía de tórax no es útil en el diagnóstico de taponamiento, ya que, si la
instauración es brusca, la silueta cardíaca puede ser normal.

Datos de laboratorio
El laboratorio no aporta datos para el diagnóstico de derrame o taponamiento, pero en algunos casos
puede ser útil en la investigación de su etiología.

Ecocardiograma Doppler
Es la técnica fundamental en el diagnóstico y valoración de la repercusión del derrame pericárdico. Se
muestra como un espacio libre de ecos alrededor del corazón en las imágenes bidimensionales.
La cuantificación del derrame se expresa como la suma de espacios libres de ecos en sacos anterior y
posterior en diástole. Se considera ligero si la suma es inferior a 10 mm, moderado entre 10 y 20 mm y
grave si la suma supera los 20 mm..
La ecocardiografía es también insustituible en la valoración del taponamiento cardíaco. Permite
descartarlo con rapidez, ya que en ausencia de derrame pericárdico no es posible la existencia de
taponamiento. El signo más característico es el colapso de las cavidades cardíacas, habitualmente las
derechas.

Diagnóstico
Para el diagnóstico de la etiología debe tenerse en cuenta la epidemiología y evitar un sinfín de
exploraciones, que raramente aportan un diagnóstico. En muchos casos, la causa del derrame es evidente
por el contexto clínico en que se diagnostica, mientras que en ausencia de enfermedad de base y de clínica
de pericarditis la mayoría serán idiopáticos. El estudio del líquido pericárdico en pacientes sin
taponamiento tiene muy bajo rendimiento.
Diagnóstico diferencial
El diagnóstico diferencial suele plantearse con la insuficiencia cardíaca, la pericarditis constrictiva o
exudativo-constrictiva, el cor pulmonale agudo y el infarto de ventrículo derecho. La realización de un
ecocardiograma permite, en pocos minutos, confirmar o descartar la presencia de derrame pericárdico y
evaluar su repercusión. También en la valoración del enfermo crítico que presenta shock cardiogénico o
inexplicado, hipotensión sin causa aparente o parada cardiocirculatoria por disociación electromecánica, el
taponamiento debe ser considerado en el diagnóstico diferencial.

Tratamiento
El tratamiento inicial del derrame pericárdico viene determinado por la presencia o la ausencia de
taponamiento:
*. En ausencia de taponamiento, no está indicada la evacuación sistemática del líquido, salvo cuando la
sospecha de pericarditis tuberculosa, purulenta o neoplásica es elevada. El tratamiento debe dirigirse a la
causa del derrame.
Los pacientes con signos inflamatorios deben recibir tratamiento como en la pericarditis aguda. En
ausencia de inflamación, ningún tratamiento ha demostrado poder reducir o eliminar el derrame.
*. En pacientes con taponamiento leve puede adoptarse una actitud expectante, especialmente si la causa
del mismo es reversible y se dispone de un tratamiento que pueda mejorar el cuadro clínico. En el paciente
con taponamiento cardíaco grave, debe evacuarse el derrame pericárdico mediante una pericardiocentesis
percutánea, realizada frecuentemente por vía subxifoidea y tras la que es habitual dejar durante unos días
un catéter intrapericárdico. Debe realizarse guiada por eco que permite en determinados casos el drenaje
por vías alternativas.
Definición
Se trata de una forma poco frecuente de insuficiencia cardíaca diastólica en la que el engrosamiento, la
fusión y a veces la calcificación del pericardio hacen que el corazón quede oprimido, imponiendo una
limitación al llenado ventricular. La forma más habitual es la pericarditis constrictiva crónica, un proceso
lento que se desarrolla a lo largo de años.
También se observan formas de instauración más rápida, subaguda o aguda. En el curso evolutivo de
algunas pericarditis agudas pueden observarse, transitoriamente, signos clínicos o, más frecuentemente,
ecocardiográficos, de constricción; este proceso se conoce como constricción cardíaca transitoria.
Por último, algunos pacientes presentan un cuadro clínico en el que se mezclan datos sugestivos de
derrame o taponamiento con otros indicativos de constricción. Este cuadro suele reconocerse cuando, a
pesar de la evacuación del derrame pericárdico, persiste una elevación anormal de las presiones de
llenado. Esta entidad se conoce como pericarditis efusivo-constrictiva.

Etiología
La causa más frecuente de pericarditis constrictiva crónica en los países desarrollados es la idiopática, y en
la mayoría de los casos no existen antecedentes conocidos de patología pericárdica. El estudio histológico
del pericardio en pacientes con formas crónicas y calcificadas no suele proporcionar datos útiles para la
determinación de la etiología.
Atendiendo al modo de presentación, las formas idiopáticas se presentan con mucha mayor frecuencia
como crónicas, mientras que la mayoría de las formas específicas (purulenta, tuberculosa, neoplásica,
postquirúrgica) se manifiestan de forma aguda o subaguda.

Fisiopatología
El pericardio cicatrizado, engrosado y rígido pierde su elasticidad y comprime el corazón, dificultando el
llenado diastólico de los ventrículos.
Mientras que en el taponamiento la compresión cardíaca se produce durante toda la diástole por el líquido
a tensión, en la constricción la parte inicial de la diástole está respetada, produciéndose un llenado
ventricular muy rápido en esta fase. Una vez que se alcanza el límite impuesto por el pericardio no
distensible, la presión se incrementa rápidamente y el llenado ventricular se detiene. Esta limitación al
llenado da lugar a que las presiones diastólicas de todas las cavidades cardíacas y venas pulmonares y
sistémicas estén elevadas e igualadas. La congestión venosa sistémica ocasiona las manifestaciones
principales de la pericarditis constrictiva en forma de edema periférico y congestión hepática.

Cuadro clínico & Diagnóstico


La pericarditis constrictiva debe sospecharse ante todo paciente con signos y síntomas prominentes de
insuficiencia cardíaca derecha.
Los edemas, el aumento de peso y la hinchazón abdominal son frecuentemente referidos por el enfermo.
En la exploración, los edemas son evidentes y la ingurgitación yugular, con frecuencia muy acentuada, es
un dato constante. En el análisis del pulso venoso yugular destaca la presencia de un colapso y profundo.
La hepatomegalia y el derrame pleural también suelen estar presentes. En fases avanzadas, la congestión
hepática mantenida evoluciona a la cirrosis, pudiendo aparecer ascitis, anasarca e ictericia.
El signo de Kussmaul es característico, aunque no exclusivo, de la pericarditis constrictiva; consiste en la
ausencia de descenso, e incluso incremento, de la ingurgitación yugular durante la inspiración profunda.
Otro dato característico de la exploración física, presente con frecuencia, es el ruido o chasquido
pericárdico, un fenómeno acústico protodiastólico, de bajas frecuencias, que se ausculta en el borde
esternal izquierdo o el ápex y se corresponde con el final de la fase de llenado ventricular rápido. Puede
confundirse con un tercer ruido.
Los síntomas y los signos de insuficiencia cardíaca izquierda grave suelen ser menos evidentes y de
aparición más tardía. La disnea, habitualmente de esfuerzo, y la ortopnea son frecuentes. La reducción
crónica del gasto cardíaco da lugar a fatigabilidad, y a caquexia en fases avanzadas. En las formas de
aparición aguda o subaguda, los síntomas de bajo gasto pueden ser predominantes.

Exploraciones complementarias
Electrocardiograma
Existen alteraciones en la mayoría de los casos, aunque no son específicas de la pericarditis constrictiva.
Las ondas T negativas y los bajos voltajes son frecuentes. Aproximadamente, el 25% de los pacientes
presentan fibrilación auricular.

Radiografía de tórax
Puede ser clave para establecer el diagnóstico. La calcificación pericárdica está presente en el 25%-30% de
las formas crónicas.
La presencia de calcificaciones pericárdicas no permite por sí sola diagnosticar pericarditis constrictiva,
aunque en el contexto de un cuadro clínico compatible apoya fuertemente el diagnóstico. El grado de
cardiomegalia es variable, y el derrame pleural, frecuente.

Datos de laboratorio
El laboratorio no aporta información específica para el diagnóstico y raras veces para su diagnóstico
etiológico. Dado que estos pacientes presentan estasis venosa crónica en el territorio sistémico, son
frecuentes las alteraciones en la bioquímica hepática, pudiendo incluso evolucionar a cirrosis (cirrosis
cardíaca). Este hecho, junto con las similitudes en la presentación clínica, puede inducir a error en el
diagnóstico diferencial.

Ecocardiograma Doppler
El engrosamiento y la calcificación del pericardio son difíciles de valorar mediante ecocardiografía
transtorácica. La anormal movilidad del septo interventricular es el signo más destacado en los pacientes
con constricción; se aprecia un movimiento brusco del septo (como un rebote) en el inicio de la diástole;
además, debido a la interdependencia ventricular exagerada, el septo se desplaza llamativamente hacia la
izquierda en cada inspiración, al favorecerse el llenado del ventrículo derecho sobre el izquierdo en este
momento del ciclo respiratorio.
Son también patentes los signos de hipertensión venosa, como la dilatación de la vena cava inferior y las
venas hepáticas, con reducción de las oscilaciones en su diámetro a lo largo del ciclo respiratorio. En casos
de pericarditis efusivo-constrictiva existirá derrame pericárdico en mayor o menor grado.

Diagnóstico diferencial
Se plantea con aquellas enfermedades cardíacas o extracardíacas que cursan con un cuadro clínico de
insuficiencia cardíaca derecha predominante o anasarca. Como se ha comentado, la visualización de un
pericardio engrosado o calcificado es de gran valor, ya que esta alteración no está presente en estas otras
enfermedades.
Entre las enfermedades extracardíacas, la cirrosis hepática ocupa un lugar relevante; los edemas, la ascitis,
la hepatomegalia y la alteración de las pruebas de laboratorio pueden estar presentes en ambas
condiciones. La mayoría de las enfermedades que cursan con cuadros de insuficiencia cardíaca derecha son
de fácil diagnóstico mediante la anamnesis, la exploración física y la ecocardiografía. Este es el caso de la
estenosis mitral, los tumores cardíacos, la miocardiopatía dilatada y el cor pulmonale crónico.
Tratamiento
El tratamiento de elección es quirúrgico y consiste en la práctica de una pericardiectomía o extirpación lo
más amplia posible del pericardio. En las formas crónicas y calcificadas la resección puede ser difícil debido
a la infiltración miocárdica cálcica, que da lugar a un mayor riesgo quirúrgico y una recuperación funcional
menos completa.
El tratamiento farmacológico con diuréticos es útil para aliviar los síntomas congestivos en pacientes que
no pueden intervenirse o que presentan constricción ligera.
Como se ha comentado, algunos pacientes presentan constricción cardíaca transitoria, cuyo tratamiento,
obviamente, no debe ser quirúrgico. Debe sospecharse esta posibilidad en pacientes que desarrollan este
síndrome tras un brote de pericarditis aguda o tras una intervención de cirugía cardíaca. Es razonable
ofrecer un período de observación y tratamiento diurético antes de indicar la cirugía, en espera de una
posible resolución espontánea.

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